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La corrupción como protectora de asesinos: Los minutos negros llega al FICM

jueves, octubre 28th, 2021

Los minutos negros tiene una función presencial en el Festival Internacional de Cine de Morelia y online para todo México a través de Cinépolis Klic a partir de las 19:15 horas de este jueves con un número limitado de visionados, pero de forma gratuita.

Ciudad de México, 28 de octubre (SinEmbargo).– Los minutos negros, cinta dirigida por el director Mario Muñoz que forma parte de la competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia, está basada en la novela homónima del escritor tamaulipeco Martín Solares, que enmarca su trama en el ente de la corrupción en México.

La historia está ubicada en los años 70 en el zona del Golfo de México, un territorio asediado por narcotraficantes y policías corruptos, en donde reina la impunidad, y los que están en busca de la verdad y la justicia son los menos.

“La historia parte de una leyenda urbana que se escuchaba de Tampico, Tamaulipas, cuando yo tenía unos cinco o seis años. En aquel entonces hubo una persona que mató a varias niñas después de acecharlas al salir de las escuelas, fue como leyenda urbana, aunque se repitió varias veces, no fue un caso aislado. Me quedé obsesionado y traté de escribir una novela sobre eso, me tardé en escribirla como novela, solo, y después otros diez años como guión con Mario Muñoz, así que le invertido la mitad de mi vida”, cuenta Martín Solares en una charla con medios de comunicación.

Las principales motivaciones de Solares con su historia fue hacer una novela sobre la zona del Golfo de México, un territorio del que no se había escrito, y que se narrara como era la vida ahí, la ausencia de justicia que imperaba.

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Tan pronto se publicó la novela y llegó a los estantes de las librerías, Mario Muñoz se topó con ella y la trama reseñada en la contraportada lo cautivó. Al leer el libro supo que era lo que buscaba para su siguiente filme justo cuando se encontraba en la postproducción de Bajo la sal (2008), su ópera prima.

“No podía más que pensar en la fuerza del libro, en los 10 años en los que Martín había invertido en esa historia, el crear un mundo de esa complejidad. Me acuerdo que nada más de principio todos los personajes, de los que hacía un listado, pensaba ‘¡Esto es increíble parecen los 100 años de soledad policiaco!’ Era la verdad un universo increíble de habitar”, relata Muñoz.

ESCENARIOS MASCULINOS, VOCES FEMENINAS

La trama sigue al policía Vicente Rangel (Leonardo Ortizgris) a quien le es encomendado atrapar al “Chacal”, un hombre que roba a niñas y las asesina. Sin embargo, la posición de este asesino lo cubre bajo una red de poder.

Rangel lucha contra la misma corrupción que inunda su estación de policía, y la que encubre a este asesino, de la mano de una periodista (Sofia Espinosa), también envuelta en el seguimiento del caso en busca de la verdad:

“Es un personaje muy importante en esta película, y en esta novela de entrada porque es la voz femenina en este universo tan masculino que es la prensa representada por esta chava que todavía tiene esperanza y cree que sí se pueden cambiar las cosas, que está dispuesta a llegar a todo por dar con la verdad y por resolver eso que tanta gente está ocultando. […] Este personaje representa a los periodistas, lo difícil, lo peligroso y lo tremendo que es serlo en un país en esta época y hoy en día todavía”, cuanta la actriz.

La cinta tiene en su mayoría a personajes masculinos en escena, la razón, como la explica el director, es justo porque en la década de los 70 era aún más así. Sólo los hombres ocupaban los puestos de poder en las corporaciones y los puestos políticos, y es por eso que el peso del personaje de de Sofia Espinosa toma tanta notoriedad.

Leonardo Ortizgris es Vicente Rangel. Foto: Cortesía para SinEmbargo

Las voces de las mujeres que aparecen en las escenas no son escuchadas, y la cinta a pesar de estar ubicada en los años 70 de pronto también se siente muy actual, pues la realidad es que aunque hay avances, las mujeres aún luchan por hacerse de un lugar en una sociedad patriarcal.

VIOLENCIA Y CORRUPCIÓN

La novela fue escrita por Solares 20 años después de ocurridos los hechos que la inspiraron, y junto a Mario Muñoz, les tomó otros 10 más en terminar el guión, pero pese a las décadas que pasaron, la historia se siete muy actual.

“Es interesante ver cómo estás cosas que están en la cultura se van gestando durante los años. Yo creo que el tema de la corrupción, algo que ahí me atrapaba mucho de la novela cuando platicaba con Martín, era que de algún modo estábamos hablando de un momento en donde la corrupción se estacionó”, explica el director.

Siempre ha habido corrupción, siempre han habido problemas, y no son exclusivos de México, pero esto habla de un momento en donde esto ya se vació en la política permanente”, agrega.

En la adaptación cinematográfica de Los minutos negros la violencia está presente en la escenas, pese a que en la novela se evitó darle lugar:

“Yo me propuse que fuera una novela policial en donde no se soltara un solo disparo, y que sin embargo se sintiera esa violencia todo el tiempo. Al principio le dije a Mario que si animaría a hacer todo eso, y mi segundo impulso fue refrenarlo, y le dije ‘no, por favor, muchacho no hagas eso’ porque consiguió reproducir el clima de angustia que le genera a cualquier ciudadano los excesos de la violencia y el desamparo total”.

La violencia es mostrada en la cinta. Foto: Cortesía para SinEmbargo

Mario Muñoz explica por qué decidió incluir escenas violentas en la cinta:

“Yo sentía una preocupación enorme de no cerrar los ojos, porque a veces en el nombre de buen gusto cortamos, no se ve lo que pasa y se sugiere, pero la verdad es que esta película también conectaba a un momento de la historia que a un niño le tocó a vivir a finales de los 70 y esta sensación tan tremenda de que el estado puede llegar a aplastar las ideas de justicia, de juventud, de entusiasmo y de hacer lo correcto, y a los ideales hacerlos polvo, me parece que se suma la idea muy clara de la época y que desafortunadamente seguimos viendo ahora. Para mí la destrucción de la belleza, de los ideales y de la juventud, y todo lo que representan era algo que tenía que ver, que había que tenerlos en pantalla y yo lo filmé con el objetivo de ver si en la edición B era demasiado, pero la verdad es que yo no sentía que fuera demasiado, creo que valía la pena verlo y sobre todo de no alejarnos de estas cosas, de esta violencia masculina, violencia corrupta, violencia de estado y verla de frente a los ojos. Es muy fuerte lo que pasa por momentos en la película, pero creo que es responsable ponerlo”.

Los minutos negros tiene una función presencial en el Festival Internacional de Cine de Morelia y online para todo México a través de Cinépolis Klic a partir de las 19:15 horas de este jueves con un número limitado de visionados, pero de forma gratuita.

Foto: Cortesía para SinEmbargo

“A la novela hay que encararla como si fuera una pelea de box”, dice el escritor Martín Solares

lunes, marzo 4th, 2019

Ninguno como él. No es aquel maestro amargado, erudito enfermo de nostalgia, que convierte una conversación literaria en una competencia fálica. No. Martín es un maestro generoso, honesto, que señala -sin aspavientos, pero con amabilidad- lo que no funciona de un texto.

Ciudad de México, 3 de marzo (SinEmbargo).– Sobre una hoja de un rotafolio, Martín Solares dibuja con un plumón rojo las ramas de un árbol. Se vale de esa imagen para ilustrar los tiempos verbales: presente, pasado y futuro, que se ramifican. Luego, sobre el tronco, traza un rostro mal encarado, que representa a Pedro Páramo:

“¿En qué tiempo verbal vive Fulgor Sedano?”, pregunta Martín a sus alumnos. Nadie aventura una respuesta.

Martín habla de los libros como un niño de golosinas. Es usual, como lo dejó claro en su libro Cómo dibujar una novela, que se valga de dibujos de espirales, círculos, flechas, recuadros y laberintos, para explicar la estructura de una novela.

Desborda una pasión inigualable por su oficio. Cita de memoria frases de novelas, cuentos y ensayos con la seguridad de un adivino de cartas.

Todos los viernes, en un aula de la librería Gandhi, ubicada sobre Miguel Ángel de Quevedo, nos convoca a sus alumnos para hablar sobre literatura y analizar nuestros textos.

He tenido muchos maestros de literatura y periodismo. Ninguno como él. No es aquel maestro amargado, erudito enfermo de nostalgia, que convierte una conversación literaria en una competencia fálica. No. Martín es un maestro generoso, honesto, que señala -sin aspavientos, pero con amabilidad- lo que no funciona de un texto. Se vale, incluso, de metáforas gastronómicas:

“Tienes un omelette a las finas hierbas en tus manos, pero los ingredientes todavía no están bien integrados”, me dijo sobre un argumento cinematográfico que presenté en su taller.

Sí: uno sale inquieto del aula, pero con una lista de lecturas pendientes, contagiado por esa pasión literaria que hierve en Martín.

Y luego uno trata de aprender a dibujar una crónica, un cuento, una novela, un argumento cinematográfico, o un guion, aunque el resultado sea un dibujo de un monstruo con “6 pies, 3 cabezas y 4 brazos”.

Recién apareció en la mesa de novedades Catorce colmillos, la más reciente novela de Martín, con la que se aleja de Golfo de México para retratar el Paris de 1927.

En ella cuenta la historia de un extraño crimen: un hombre es asesinado en extrañas circunstancias y su cuerpo es abandonado en un callejón de París. El caso plantea un enigma escalofriante: la víctima presenta una herida en el cuello que no puede atribuirse a ninguna arma o depredador conocido.

Pierre Le Noir, joven detective, adscrito a la Brigada Nocturna, una división de la policía francesa especializada en crímenes imposibles de resolver, seguirá las pistas que lo llevarán a infiltrarse entre surrealistas y dadaístas, entre los que se hallan André Breton, Tristan Tzara y Man Ray.

De eso, además de su proceso creativo, de autores, libros y momentos literarios, hablamos con el autor de las novelas Los minutos negros y No manden flores.

–Con esta novela te alejas del Golfo de México para retratar el París de los años 20. ¿Necesitabas un respiro literario de la cruda realidad mexicana?

–Después de 15 años dedicado a contar historias que ocurrían en el Golfo de México, la imaginación me exigió una vacaciones en otro sitio. Cuando termine la primera versión de Catorce Colmillos me di cuenta que, por primera vez, no tenía el impulso de matar a todos mis personajes. Así que, probablemente, alargue mis vacaciones.

–Háblame del proceso creativo, ¿cómo surgió la idea?

–El germen de este libro se originó cuando estudié en París, entre 2000 y 2008, un doctorado en literatura. Asistí, en ese lapso, a todas las exposiciones dedicadas al surrealismo y al dadaísmo. Incluso me di el lujo de viajar a países vecinos, como España o Inglaterra, cuando había una retrospectiva de algún artista que me interesaba mucho. Descubrí una veta inexplorada por completo, que tiene enormes posibilidades novelescas: la vida de los surrealistas. La vida de André Bretón, Marcel Duchamp o Man Ray están repletas de emociones, viajes, a la par de crueles sufrimientos. Hicieron grandes realizaciones artísticas, en contra de adversidades inimaginables, incluido el nazismo. Sus aportes a las artes plásticas, al cine y a la literatura, han determinado la imaginación contemporánea. Nuestra idea del amor, la revolución y la paz no podrían entenderse sin esas aportaciones. Soñé con la posibilidad de hallar, un día, una buena crónica de las reuniones privadas de los dadaístas, pero en cambio encontré transcripciones de algunas de sus sesiones de hipnotismo en las que cuesta trabajo identificar a los presentes. Eran documentos tan interesantes como un animal disecado; o sea, no eran relatos vivos, que nos hicieran sentir cómo era participar en el surrealismo. Por esa razón, entre otras, escribí Catorce Colmillos: una novela en la que un policía se ve obligado a infiltrar el movimiento surrealista durante 3 días, a fin de encontrar al sospechoso.

–¿Qué bibliografía consultaste para retratar el París de los años 20, con los surrealistas y dadaístas como protagonistas de la escena cultural?

–Como la parte que me interesa contar de los surrealistas no está mapeada, ni contada, me enfrentaba a un reto mayúsculo: llenar lagunas, vacíos, con escenas de vida muy intensa, explosiones de amistad, amor, pasiones artísticas y reflexiones estéticas. He leído e investigado todo sobre ellos en los últimos años, así que -por fortuna- las anécdotas surgen solas, se me presentan con mucha claridad. ¿Qué pasó la noche que Robert Desnos se peleó con André Bretón? ¿A dónde se fue Desnos? ¿Qué pasó el día que Man Ray capturó su fotografía más inquietante? ¿En qué bar de Montparnasse terminó después de tomarle un retrato a un visitante muy tenebroso que pasó por su casa? ¿A quiénes recibió Bretón cuando estaba escondido en una finca, en el norte de Francia, mientras escribía Nadja? Cuando investigas a los surrealistas, una referencia te lleva a otra, y luego a otra, cada vez más oscuras y más asombrosas. De lo que más me nutrí fue de catálogos, que están fuera de circulación, en donde alguno de los surrealistas, que estaba peleado con otro, escribía un prólogo, a alguno de sus amigos, desdeñando a los demás. Es oro molido.

–Man Ray termina por eclipsar, en tu novela, a Bretón y Tzara. ¿Por qué? ¿Qué tiene él de fascinante para ti?

–¿Te parece? No sólo me fascina él, sino todo el grupo. Surrealistas y dadaístas forman una serie de constelaciones sólidas, tan bellas, tan atractivas, que su brillo no deja de inspirarnos y estimularnos. Ahora mismo alzas los ojos y puedes ver lo que hizo Man Ray, René Magritte, Meret Oppenheim, Guy de Maupassant y Max Ernst. Sus obras brillan con luz propia. Y todos, cuando los miras en conjunto, forman triángulos y figuras hechas de amistades y rivalidad que siguen fulgurando más de 90 años después. Yo me centré en 1927 porque fue un año crucial para ellos: Breton quería escribir Nadja y fue cuando él, que había defenestrado a todos los que habían escrito novelas, se vio obligado a escribir una. Ese año, especialmente, se pelearon unos con otros, como si tuvieran motivos para odiar a los demás.

–Le Noir se emparenta con otros detectives, como Charlie Parker, protagonista de la novelas de John Connolly. En ese sentido, ¿qué novelas leíste mientras escribías Catorce Colmillos?

–Estaba leyendo las obras completas de Simenon. Esta novela es, de alguna manera, un homenaje al sistema de investigación y narración literaria que echó a andar George Simenon, y que no ha sido desafiado. Yo quise hacer un experimento y contar, modestamente, desde la ciudad de México, el único tema que Simenon jamás se atrevió a explorar: la frontera entre la realidad y lo sobrenatural. No sabemos qué pensaba él sobre la vida en el más allá. Envié a un grupo de personajes que podrían salir en las novelas de Simenon a explorar terrenos que colindan el realismo de la novela policiaca con la libertad de la literatura fantástica. Y eso fue todo un reto, pues al mezclar esos géneros todo tiene que estar claramente justificado. Para que una obra así sea verosímil tienes que crear una atmósfera bastante precisa, en la cual lo que quieres contar no sea posible, sino inevitable. Esa es la gran diferencia entre un cuento fantástico fallido y una novela completamente deslumbrante. Parece que la novela es un monstruo que lo admite todo. No es así: la verdad es que tienes que tomar decisiones. A la novela hay que encararla como si fuera una pelea de box. Y no puedes practicar todas las artes marciales una vez que te subes al ring. Si bien, una vez ahí puedes atacar sin piedad al oponente, en los últimos instantes, debes de respetar ciertas reglas mínimas. Eso, en mi caso, me obligó a organizar el material en 3 aventuras más. Me di cuenta que eran tres entes a los que estaba obligando a habitar el cuerpo de una novela. Cuando comprendí eso, empecé a separarlos. Así que, te adelanto, habrá dos novelas más. Será una trilogía.

–¿Dibujaste esta novela antes de escribirla?

–Sí, por supuesto. Y no tenía ni pies ni cabeza. Era un monstruo como de 6 pies, 3 cabezas y 4 brazos. Empecé a escribir la primera versión de este libro en el 2005, después de Los minutos negros. Y terminé el primer borrador en un mes. Pero te confieso algo: no lo logré, no me gustó para nada el resultado. Me parecía una novela larga y rocambolesca. Con mucha frecuencia detengo la escritura de una novela para entender qué pasó en cierto capítulo y tratar de explicarme a mí mismo que fue lo que me llevó a cierto umbral. Cuando dudo entre cruzar o no cierto umbral, escribo un ensayo para saber a dónde voy. Así lo hice en este caso. Años después, tras publicar No manden flores, mi segunda novela, y mi ensayo Cómo dibujar una novela, volví a escribir Catorce colmillos desde el principio y éste es el resultado.

–¿Coincidirías que, a diferencia de tus otras novelas, ésta es más luminosa?

–Es la más optimista, sin duda. Sé que Los minutos negros es una historia que ocurre bajo el sol, frente a una playa. Sé que No manden flores ocurre en una carretera, llena de pinos, en donde hay una serie de sombras muy siniestras. La primera ocurre en una sola ciudad; la segunda en una carretera que recorre Tamaulipas. Y Catorce Colmillos es una historia que ocurre en un lugar lejano, que ya no existe: el París de 1927.

–Por último, ¿volverás a escribir novelas policiacas sobre la realidad mexicana?

–Sí, tengo planeadas dos novelas. De una de ellas tengo, incluso, varias páginas escritas. Lo que sí sé es que tengo que cerrar este paréntesis surrealista. Nunca me había ocurrido escribir dos novelas en dos años. Los minutos negros me llevó 7 años; No manden flores, 8. Hice cambios radicales en mi empleo del tiempo para dedicarme, exclusivamente, a escribir. Suelo trabajar de forma simultánea en diversos proyectos. Si bien la columna vertebral de mis días es la novela, de la que me ocupo de las 5 de la mañana hasta el mediodía, en las tardes escribo guiones, cuentos fantásticos o de ciencia ficción y, sobre todo, ensayo sobre la literatura. En estos momentos escribo dos libros de ensayo, ambiciosos, en los que trato de resolver mis más profundas dudas literarias. Soy, lamentablemente, un mil usos literario.

RESEÑA | Cocaína de Javier Moro: “Sólo somos piezas del engranaje”

sábado, septiembre 1st, 2018

“En la ciudad debe de haber miles de narcotienditas, miles, pero la mayoría de esos lugares ya existía desde hace años, tal vez vendían solo mota y pastillas, pero lo venían haciendo desde los noventa, mayores problemas. De hecho, la mayoría que conozco empezaron así: vendiendo mota. Ahora la gran mayoría solo vende coca y pastas y muy pocas tienen mota entre sus existencias”, nos dice uno de los personajes de Cocaína, la primera novela de Javier Moro (Camelot América, México, 2018). Aquí el resto de la reseña.

Por Patricio Adrián

Ciudad de México, 1 de septiembre (SinEmbargo).- “En la ciudad debe de haber miles de narcotienditas, miles, pero la mayoría de esos lugares ya existía desde hace años, tal vez vendían solo mota y pastillas, pero lo venían haciendo desde los noventa, mayores problemas. De hecho, la mayoría que conozco empezaron así: vendiendo mota. Ahora la gran mayoría solo vende coca y pastas y muy pocas tienen mota entre sus existencias”, nos dice uno de los personajes de Cocaína, la primera novela de Javier Moro (Camelot América, México, 2018).

Moro ofrece una rayuela de personajes jóvenes, cuya metamorfosis oscila de ser ingenuos consumidores de cocaína al oscuro mundo de relaciones afectadas por el dinero ilegal. Desde las primeras líneas de la novela -literal, nada de metáforas- sabes que la cosa no va acabar bien; sin embargo, la forma en que Moro le da el punto final a su novela deja ese halo de satisfacción en la boca, parecida a ese ícono de thriller de alguien soplando la pólvora de algún arma recién disparada. Y como si fuera poco, la frase que el ex locutor Abel Membrillo solía decir al concluir su programa: “Y Recuerden que lo que mata no es la bala… es el agujero.”

En este 2018, al comprar cerveza en una tienda de abarrotes del Estado de México, me enteré que fungía como narcotiendita. Era un domingo por la noche y nos encontrábamos comprando cerveza, después de un festival cultural. Uno de mis acompañantes, nativo del pueblo en turno, nos advirtió: aquí hay que cuidarse bien los bolsillos porque en un descuido te quedas sin cartera y sin celular. La tiendita en cuestión estaba cerrada, pero contaba con una ventanilla de 24 horas. Una voz accidentada de alguien platicando se filtró a mis espaldas y advirtió que ahí ya solo vendían crack y cocaína y desde luego alcohol, que podía tomarse a lado en un local de videojuegos y rockola. Cuando entramos, una horda de adolescentes fumaba marihuana respiró nuestra tensión, sin dejar de vernos en silencio.

Mi anfitrión del pueblo y yo decidimos romper la tensión y nos dirigimos a poner música en la rockola. Mientras seleccionábamos canciones, un niño de aproximadamente 10 años nos miró con recelo y cierta ternura. Esa imagen no deja de darme vueltas en la cabeza, ese infante, en ese lugar, rodeado de otros adolescentes fumando marihuana y que de acuerdo a un inesperado informante ahí no se vendía. Mi cabeza no deja de pensar en el futuro inmediato de ese niño, ¡pues en el presente es un niño en una narcotiendita!, quizá consume, tal vez es solo un halcón del mercado de cocaína de la referida tiendita, quizá es un infante que se rifa la vida como lo hace aquel niño músico en Los trabajos del Reino (2004) de Yuri Herrera.

Javier Moro Hernández (1976). Poeta, periodista y promotor cultural. Foto: Cortesía

El mercado avanza más rápido que las leyes, dijo el ex rector Juan Ramón de la Fuente, estudioso de la marihuana, en una entrevista hecha por Carmen Aristegui (30/07/18). Mientras los distintos actores políticos se desgarran las vestiduras ante las iniciativas de despenalización de la marihuana, el mercado ilícito ha masificado otros nichos cada vez más crecientes y lucrativos como el de la cocaína, la heroína y otras drogas sintéticas. La marihuana comparada con esto es un cuento de hadas.

COCAÍNA, UNA CRÓNICA FICCIONALIZADA

Cocaína de Javier Moro es la crónica ficcionalizada de un consumo disparado a gran velocidad como la espuma blanca que alcanza su cénit con la velocidad de un descorche y que resbala seductoramente hasta estrepitarse en los labios de alguien sediento de vida nocturna y excesos. Esta novela prima de Moro tiene el ritmo frenético de una fiesta inacabable, cuyo disfrute se transmuta en el lado B y oscuro de los placeres ilegales.

De acuerdo con el periodista Tom Wainwright (Narconomics, 2016) los ingresos anuales del mercado ilícito de drogas son de alrededor de 300 mil millones de dólares, de manera que si esa industria fuese un país sería la cuarta economía mundial. No es gratuito que se quiera expandir y crear fríamente “nuevos mercados”, cuya ilegalidad genera todo tipo de gastos, desde asesinar a los competidores, hasta sobornar autoridades.

Cocaína es una novela, cuya intensidad necesita dosificarse en cantidades desiguales a riesgo de caer en un estado catatónico y devastador. Y a la vez invita a seguirse de largo, como quien se atasca en la juerga desinhibida. El ritmo de Cocaína sigue ese pulso en tiempo real de un segundero cronometrado en contra de la fatalidad, una fatalidad variopinta. Es un in crescendo tan súbito como la violencia y el crimen organizado con la que vino acompañada.

En las voluminosas páginas de Cocaína vemos la metamorfosis de un grupo de tipos de poca monta, unos más que otros, que se convierten en mercenarios de lo ilegal. “La gente piensa que somos los dueños del barrio, que somos los jefes, los dueños de las tienditas, cuando en realidad solo somos administradores… solo somos piezas del engranaje. Sin nosotros todo seguirá igual”, llega a decir otro personaje.

Los personajes de Cocaína son tipos descarados huyendo de sus propias miserias internas y materiales, que intentan combatir sus propios demonios y pasados y que se internan en un precipicio anunciado; la amistad, si la hubo, se hace añicos como una piedra de cocaína. Estos personajes se convierten como en esos matones de las películas, tipos a sueldo anodinos rayanos en lo estúpido, que reciben órdenes de mandos superiores, pero a diferencia de cualquier sicario con secundaria trunca, su background universitario les permite colarse en las fiestas de la clase media chilanga, tan frágil, insustancial y naif a la vez.

Es difícil no pensar, como correlato en los personajes de Irvine Welsh, en la música electrónica y los atisbos de la música de finales de los noventa: The Killers y Paul van Dyk como botones confesionales del autor. Dice el escritor Carlos Velázquez (2017) en la valiente y premiada crónica El pericazo sarniento. Selfie con cocaína, que en los noventa las novelas de Irvine Welsh habían cobrado vida a tan solo sesenta minutos por carretera de su casa en Torreón, Coahuila. En la Ciudad de México esa parafernalia se formó contemporáneamente y explotó con el nuevo milenio. En poco más de dos décadas se formó un mercado de cocaína y piedra en la Ciudad.

Cocaína es una novela, cuya intensidad necesita dosificarse en cantidades desiguales a riesgo de caer en un estado catatónico y devastador. Foto: Especial

No obstante, los escenarios de Cocaína nos visualizan personajes más cercanos a Amores Perros que a Trainspoting, en una geografía que confluye lo mismo a los gentrificados espacios de la colonia Roma y las fiestas de electrónica, las galerías de arte y los after; así como las periferias de Aragón o Santo Domingo y los barrios cercanos al mercado de Jamaica. Los micromundos casi teatrales de los personajes se articulan con una complejidad mayor, de la formación de los carteles, a su vez interconectados con otras ligas mayores y con un contexto que el autor no pasa de largo: la descomposición de un México reprimiendo a sus profesores en Oaxaca o esas sugerencias que hace al tráfico de droga de Guerrero a Estados Unidos.

Moro deliberadamente combate el imaginario apologizador de los narcos, esos magnates posando con sus ferraris, presumiendo sus zoológicos y bizarras estéticas kistch bañadas en oro. Quienes lograron que la cocaína se expandiera en un mercado clasemediero fueron tipos comunes de circuitos cercanos al sector universitarios. Hoy, ese panorama en la ciudad de México parece haberse difuminado, pero esos dealers viven en la Narvarte, la Colonia Roma, la Condesa. Basta un whatsapp para que te la entreguen a domicilio. En el mundo de las apps consigues una línea “en línea”.

En el recorrido que Javier Moro hace por la ciudad de México, tanto en el tiempo como por su antagónica geografía, nos narra sus transformaciones abismales vividas en tan solo unas cuantas décadas, las suficientes como para que quienes la habitamos la vivamos en otro ritmo aún más acelerado que el de la novela, uno en el que las operaciones de los cárteles, las balaceras, las extorsiones, y las narcomantas son cada vez más visibles. La ciudad se creía blindada por ser el centro de los poderes federales.

Cocaína de Moro llega como una manera particular de comprender la complejidad del consumo y mercado de drogas, cómo hemos llegado hasta aquí y en ese sentido Moro se inscribe en la narrativa mexicana reciente, una que está más cerca, en estos últimos años, de Carlos Velázquez que de Martín Solares. Está consciente de ese horror ficcionalizado y también documentado por periodistas como Javier Valdez Cárdenas. Quizá Moro cubre con Cocaína un vacío no tratado desde la Ciudad de México. El tiempo nos los dirá.

Columnista invitado sobre “Cocaína”, de Javier Moro. Foto: Facebook

Adrián Palma Patricio. Doctor en Antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Su publicación más reciente está compilada en el libro: ¿Y si hablas de…sed tu ser hombre? Violencia, paternidad, homoerotismo y envejecimiento en la experiencia de algunos varones, coordinado por Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero y publicado por El Colegio de México, 2015.

Huellas del crimen o cómo encontrar una novela negra en medio del caos

sábado, septiembre 9th, 2017

Fue en San Luis Potosí, en ese espacio inmenso e inabarcable llamado Centro de las Artes, donde está la celda de Francisco Madero y antes era una cárcel hoy perfectamente remodelada. ¿Qué decir de la novela policial en un país atravesado por los problemas delincuenciales, con una gran impunidad y corrupción, fruto de algo a lo que todavía no se encuentra solución? Entre el 1 y el 3 de septiembre se llevó a cabo el Segundo Festival Internacional de Novela Negra. Para pensar y balancear.

Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).- ¿Existe la novela negra en México? ¿Cómo pensar en una novela policial en un país atravesado por los problemas delincuenciales, con una gran impunidad y corrupción, fruto de algo a lo que todavía no se encuentra solución? ¿Habrá que esperar a que pasen los delitos y sentir que alguien puede hacer literatura con los recuerdos? ¿O hay que tomar las cosas de la realidad y hacer libros con ella?

El Segundo Festival Internacional de Novela Negra tuvo lugar entre el 1 y el 3 de septiembre en el Centro de las Artes de San Luis Potosí, con grandes invitados internacionales y un buen grupo de autores nacionales, entre ellos Bernardo Esquinca, Raquel Castro, Liliana Blum, Martín Solares César Silva Márquez, Hilario Peña y Bernardo Fernández Bef, entre otros. La sede, el magnífico Centro de las Artes, antes una cárcel y hoy un espacio cultural de gran prestigio, que hace las cosas impensadas para seguir adelante, comandado por Laura Elena González.

La oferta cultural de Huellas del crimen, tal como se llamó al Festival, incluía un ciclo de cine, talleres para nuevos escritores, guionistas y novelistas gráficos, una muestra fotográfica del cine negro mexicano, una cena temática –organizada por el cineasta mexicano Jorge Michel Grau- y charlas y conferencias magistrales con especialistas en cine negro y reconocidos escritores nacionales e internacionales.

“Reflejo de la realidad más inmediata”, así fue calificada la novela negra y como tal fue vista en un Festival Internacional que por lectores contumaces ojalá siga en nuestro país, territorio ideal para las historias policiales y horrorosas.

LA NOVELA NEGRA ABREVA DE LA REALIDAD PURA Y DURA

“Lo que hubo fue el afán de continuidad, a raíz de que hicimos la primera edición en San Luis Potosí el año pasado y así empecé a trabajar en los contenidos”, dice Mauricio Montiel, uno de los organizadores del encuentro.

“La idea del festival vino en 2015, cuando yo estuve en algunos eventos en Europa, donde hay un gran interés por la novela negra. En Reino Unido es increíble toda la industria editorial, la industria del lector alrededor del género. Así que tuve muchas ganas de hacer un Festival Internacional y si bien no es el primer encuentro de novela negra que se hace en México, sí es el primero internacional”, agrega.

La idea del festival vino en 2015, cuando yo estuve en algunos eventos en Europa, dice Mauricio Montiel. Foto: SinEmbargo

La novela negra habla del presente, de lo que pasa hoy y como tal cuando uno llega a un país es probable que una historia del género describa esencialmente esa nación. Así lo cree Montiel, quien asegura que “sí hay una novela negra que se caracteriza por la actualidad, por un presente pasado según el caso, que es muy vital para un país. El género construye un gran fresco social, a la par que va desarrollando una intriga y es la mejor que ha sabido abrevar de la realidad pura y dura”.

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“Me interesó ofrecer un abanico lo más amplio posible de todas las manifestaciones de la novela negra. Del alemán Stefan Kiesbye me interesó el filón gótico que él explora en sus novelas. Está Marçal Aquino, el gran heredero de Rubem Fonseca, el brasileño más importante a nivel de novela negra. El caso de Antti Tuomainen (Finlandia) me parece particular, pues es el representante más joven de esta gran ola escandinava que viene empujando muy fuerte, desde Henning Mankell y Stieg Larsson, los dos nombres canónicos de la literatura policial”, cuenta Mauricio Montiel.

“Hay un horizonte vastísimo, de muchos escritores que no pudieron venir, casi todos por agenda, John Connolly, John Nesbo, Joel Dicker, pero tienen contratos muy esclavizadores de entregar una novela por año”, agrega.

“En los nacionales, uno piensa en novela mexicana y piensa en narco-novela, por supuesto que es un filón muy importante, pero hay otras cosas, tenemos el caso de Juvenal Acosta, que tiene esta trilogía que roza lo policíaco, sin estar insertado en dicho género. Quería demostrar al lector que hay un amplio abanico de la novela policial o negra”, afirma el titular de la Coordinación Nacional de Literatura (CNL) del INBA.

“No olvidar a Fernando Ampuero, de Lima, que exploró el lado negro de la capital peruana, un autor muy prolífico, que al lado de Ernesto Mallo, constituyen la parte destacada de la literatura sudamericana en la novela negra”, concluyó.

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LA NOVELA NEGRA, COMO FORMA DE REALISMO LITERARIO

¿Es la novela negra una manifestación del realismo literario? Así lo piensa el escritor argentino Ernesto Mallo, quien considera que para que una novela sea negra tiene que incluir elementos políticos y sociales, por lo que en el caso de América Latina estamos ante una forma de realismo literario.

“El problema es que se cree que con poner un detective con un pasado tormentoso y una chica guapa que lo contrata ya vamos a tener novela negra y no es así, es más complicado”, dijo el autor de La aguja en el pajar, Delincuente argentino, El Relicario, y la reciente La Conspiración de los Mediocres, entre otras.

El ganador del Premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón, España 2015, aseguró que si bien la realidad es más negra, se puede contar una verdad con ayuda de la ficción e incluso, contar lo que en otros medios es casi imposible.

La novela negra como realismo literario: Ernesto Mallo. Foto: SinEmbargo

“La novela negra es uno de los géneros más difíciles que hay. Lo interesante es ver cómo los jóvenes continúan experimentando y observando. Somos bombardeados con información banal que pasa y se olvida rápidamente. Es interesante que se puedan salir de ahí y ejercitar la capacidad de observación, ver el comportamiento de la gente y cómo se conduce y funciona en la calle”.

“Hay muchas personas que les gusta ser más escritores que escribir y quieren posar y en el Facebook se ponen ‘José López, escritor’, pero tú no lo dices, son los demás los que te lo deben decir”, afirmó.

De acuerdo con el autor de las novelas del comisario Lascano, una de las preocupaciones de las nuevas generaciones de escritores es la publicación de sus trabajos cuando lo importante es escribir.

“Si la obra vale, se abre paso y no hay más remedio que llegar a la publicación porque el mundo tiene la necesidad de esa obra, el problema es escribir libros que sean necesarios”.

“Borges dijo que la novela policial se nutre de la delicada transgresión de sus propias reglas. Los géneros tienen que ver más con la crítica literaria y el marketing que con la literatura en sí. Para mí sólo hay tres géneros de novela: la buena, la mediocre y la mala”, dijo.

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“No sé si la novela negra habla del presente totalmente, pero sí describe una realidad. Como ahora, que sólo hay narcotraficantes al sur del Río Bravo, pero el 90 por ciento del dinero de la droga queda en el país de consumo. Es un negocio de los propios americanos y que ellos protegen”, afirma Mallo.

“Cuando yo escribí mi novela Aguja en el pajar, pude hablar de la Dictadura en Argentina, que era algo que estaba prohibido. Esa novela tuvo la virtud de abrir las puertas a las editoriales y luego vinieron muchas otras relacionadas con la Dictadura”, cuenta.

“La novela negra tiene un tinte moral. Están el bien y está el mal, el problema es que el autor no puede ponerse como el que juzga moralmente, sino que el juicio es el terreno del lector. Escribir una novela teniendo en cuenta todas estas cosas, es muy difícil”, advirtió.

“Liliana Escliar, Juan Sasturain, Pablo De Santis, Horacio Convertini, me parecen los grandes autores del género en Argentina. Yo antes organizaba un Festival allí, pero ahora el Gobierno ha quitado el apoyo para hacerlo, así que sé lo que cuesta organizar un encuentro de esta naturaleza y San Luis Potosí me parece espectacular”, concluyó.

El periodismo me ayudó muchísimo en mi literatura, dice Marcal Aquino. Foto: SinEmbargo

EL MONSTRUO PENTÁPODO Y CÓMO HACER UNA NOVELA

La escritora mexicana Liliana Blum participó en el Festival Internacional de Novela Negra Huellas del Crimen con el taller “La oveja negra: cómo hilvanar una novela negra de principio a fin”.

“Están participando criminólogos, que no necesariamente escriben, muchos lectores de novelas de detectives que les interesa el tema y jóvenes que tratan de escribir su primera obra”, dijo la autora de Pandora y El monstruo pentápodo, entre otras.

“Es enriquecedor porque descubres nuevos escritores, nuevos libros y se vuelve importante no sólo para los que nos dedicamos al género, sino también para la gente que empieza a escribir y para los lectores”, dijo la escritora, quien también dirigió la charla magistral del finlandés Antti Tuomainen.

El finlandés Antti Matuoney, representante de la onda escandinava. Foto: SinEmbargo

Autor de El sanador, su única novela traducida al español, un personaje ficticio de Finlandia pero que bien podría ser mexicano y que ya fuera llevada al cine, la novela transcurre en medio del mundo, que está sufriendo las consecuencias del cambio climático. Tras meses lloviendo sin parar, Helsinki presenta un aspecto postapocalíptico: los túneles del metro están inundados, hay miles de refugiados y se suceden los brotes de nuevas enfermedades como la tuberculosis, la malaria y el ébola.

En medio del caos, un asesino en serie asesina con la premisa de que es el “sanador” de un mundo enfermo que se encamina a su propia destrucción. Una periodista se interesa por la historia y decide investigarla, pero desaparece sin dejar rastro.

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“Fue una novela que hice en medio de un mundo distópico, próximo a terminar y si bien me ha dado muchas satisfacciones, el libro preferido mío es El hombre que murió, que va a estar disponible en octubre en inglés, que representa para mí un nuevo comienzo. Ya había escrito cinco libros que fueron muy oscuros y quería hacer algo diferente”, comenta Antti Tuomainen.

El hombre que murió es una combinación de novela noir y comedia y ahora es mi favorito. Escribo en finlandés. No podría escribir ni inglés ni en español, pero estoy muy contento con la tradición escandinava y me gusta mucho Sofi Oksanen, que fue la que prologó uno de mis libros”, afirmó.

“Estoy muy feliz de estar aquí, jamás hubiera pensado estar en San Luis Potosí y todo esto es por los libros. Todo es muy nuevo, pero fantástico para mí”, dijo Antti.

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LA SORPRESA DE PERRA BRAVA

Orfa Alarcón estuvo invitada en el Festival Huellas del crimen por su gran novela Perra Brava, que publicó hace siete años. “Es una gran sorpresa para mí, no es algo que yo hubiera esperado”, dice la autora de una historia inolvidable, que abrió un poco el estilo a lo que se llamó luego “narco-novelas”.

En el Monterrey de los narcos, el reggaetón y el hip hop, ella es una joven universitaria, pero también una reina entre las de su clase, la novia de un jefe de sicarios del narcotráfico, al que sirve como su esclava, cuenta la historia de Perra Brava, que acaba de salir en alemán y pronto saldrá en francés.

“Es una novela, se nota que es una primera, intensa y todavía tiene la vigencia del México violento que presenta. Había muchas situaciones que anticipo en mi novela, hay una escena por ejemplo que aparece una cabeza cercenada dentro de la cajuela y al poco tiempo comenzaron a aparecer cabezas cercenadas en serio”, dice Orfa Alarcón.

Su novela, Perra Brava, sigue conquistando lectores. Foto: SinEmbargo

En estos siete años, la autora ha vivido en Monterrey, junto con su esposo Antonio Ramos Revillas, sus perros y sus gatos. Ha hecho su libro juvenil Bitch Doll y acaba de terminar una novela que verá la luz el año próximo.

“Trata sobre la hija de un gobernador un tanto ranchero, pero una de estas personas autoritarias y prepotentes. Su hija, en algún momento de su vida, decide rechazar todas sus riquezas y vivir la existencia tal cual es”, cuenta Orfa.

“Es una historia de transformación, no en el sentido positivo, sino sencillamente un cambio”, dice la escritora, feliz por estar en un Festival que “está muy bien, porque representa la posibilidad de que los escritores puedan entablar el diálogo con los lectores, me parece una gran retroalimentación”, asegura.

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LA NOVELA NEGRA, NOVELA DE PERSONAJES

César Silva Márquez unió periodismo y policial, algo muy común en la novela negra, para hacer La balada de los arcos dorados (Almadía), una gran historia ganadora del Premio Nacional de Novela.

“Soy feliz de pertenecer a algo, la primera novela que escribí se llama Los Cuervos y me involucraba con un detective, que era un ingeniero y que quería encontrar a un vampiro. Siempre había detectives en mis novelas, hasta que decidí poner un detective en toda la historia y así nació La balada de los arcos dorados”, dice César Silva.

“La mancuerna que se hace entre el policía y el periodista es muy importante; de alguna manera caza muy bien al personaje que están matando en México con otro personaje a prueba de balas, con toda su corrupción, tratando de proteger a este escriba, que por otro lado es muy joven”, cuenta.

“Ahora escribo una novela continuación de La balada…con ambos personajes. También hay un elemento fantástico, que empieza por sueños en Luis Kuriaki. Lo que interesa en la novela negra es el personaje, más que el caso que vaya a resolver”, expresa Silva Márquez.

La mancuerna que se hace entre el policía y el periodista es muy importante, dice César Silva Márquez. Foto. SinEmbargo

“Es como el timbal, que en las canciones de salsa casi no se escucha, pero cuando se oye, es muy estruendoso, tiene que brillar. De alguna manera eso es una novela negra. El ejemplo es Parque Gorki, de Martin Cruz Smith, que pasa en los tiempos del Kremlin. Es muy divertida, muy sabroso y busco eso con las novelas. Está John Connolly, que es un poco pastoso, pero su personaje es muy bueno, siempre como un Batman, un poco vengativo”, afirma.

“El Festival de Novela Negra le está dando un espacio al género que se merece. En este México tan intelectualizado, con la alta poesía, con Octavio Paz, llegan estos espacios que ayudan mucho a aterrizar a la literatura. No toda la literatura tiene que transcurrir en el DF ni ser afrancesada o gringa o inglesa y somos muchos los lectores de novela negra en nuestro país”, expresa César.

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NOVELAS POLICÍACAS O NOVELAS SOBRE POLICÍAS

“Yo siempre le digo a los editores que quiero escribir novelas policiales, pero termino escribiendo sobre policías”, dice Martín Solares, autor de No manden flores, que como diría el crítico y escritor Iván Farías, “nos lleva de la mano a territorio Zeta, sin nunca mencionar una palabra clave, narco”.

“Llegué a conclusión debido a que los escritores que manejan la novela negra dicen que lo que hago es muy literario y los que están en lo muy literario dicen que lo que hago es policial. Estoy en una especie de tierra de nadie, donde nadie respeta lo que estoy haciendo, ni siquiera yo. A lo mejor ese lugar se llama Tampico”, dice Martín.

“Las últimas novelas escritas sobre Tampico las escribió Bruno Traven, en 1930, y a partir del Tesoro de la Sierra Madre había una gran laguna que había que llenar. Para los que vivimos en Tamaulipas y nos interesaba contarlo, está el caso de Cristina Rivera Garza, de Liliana Blum, de Roberto Wong, de mí, la novela de Augusto Cruz, Londres después de medianoche, abarca Tampico y también la huasteca potosina, me encanta porque cuenta cómo vive en ese llamado baño sauna permanente, habitado por petroleros, contrabandistas, que han vivido más de tres décadas del contrabando y que hoy representan al Cártel del Golfo y Cártel de los Zetas y una versión local del priísmo que hasta hace poco llevaba ochenta años en el poder”, expresa Solares.

“Mis dos novelas son absolutos fracasos”, dice en broma Martín Solares. Foto: SinEmbargo

“Me impresionó mucho una nota roja que leí cuando era un niño, donde leí la nota sobre El Chacal, un asesino de niñas que fue tristemente celebre en los 70. A partir de eso empecé a escribir Los minutos negros, sobre el Tampico de mi infancia. Cuando escribí esa novela, quise tomarme un poco de descanso, pero regresé a México y escuché cómo se iba transformando Tamaulipas en una zona de guerra y modifiqué seriamente mi imaginación”, afirma.

“Fue entonces que escribí No manden flores, una novela sobre Tamaulipas actual, pero sobre todo el Tamaulipas del futuro, si todo sigue por la misma senda, de impunidad y corrupción, es lo que le pasará a la ciudad. Creo que es una zona donde le quiebran los nudillos a los reporteros si escriben sobre el contrabando, el lado científico de la policía es inexistente y los intereses industriales deciden la vida de toda una sociedad. Donde no se usan las palabras justicia ni ley”, dice Solares.

“La literatura más barata y más olvidable es la que cuenta todo desde el tiempo pasado. Los narradores que van a perdurar, como Yuri Herrera, como César Silva, como Augusto Cruz, como Liliana Blum, como Fernanda Melchor, que se preguntan que podría suceder o que podría haber sucedido. Están buscando otras ramas de la literatura”, concluye Martín.

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EL FUTURO DE LA NOVELA NEGRA MEXICANA Y EN EL MUNDO

En medio de tantos autores mexicanos, sobresalió en el Festival Huellas del Crimen la presencia de Juvenal Acosta, sobre todo por haber publicado una trilogía (Vidas menores) en forma reciente y además porque no vive aquí, sino en los Estados Unidos.

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“Hay reglas, pero yo no las sigo. Hay muchas maneras de hacer novela negra; los que hacemos novela negra ahora estamos un poco tratando de salirnos del margen, impuesto por la tradición de la novela británica y norteamericana. Los escandinavos han roto la forma y el contenido y han iniciado una nueva tradición”, dice Juvenal Acosta.

“La influencia de los escandinavos está muy presente en Latinoamérica, tenemos el caso de Leonardo Padura, Paco Ignacio Taibo II, aunque ellos siguen el modelo tradicional del detective. Estoy cansado de leer imitadores de Wallander, de que buscan reescribirlo”, afirma.

“Estoy cansada del detective”, dice Juvenal Acosta. Foto: SinEmbargo

“Mi trilogía es negra de otra manera, no es novela de detectives. Hay un crimen y una investigación, estoy más interesado en la novela psicológica, que descubrí muy joven con El Túnel, de Ernesto Sábato, con El Extranjero, de Albert Camus, no sé si comencé escribiendo una novela negra en forma consciente, pero fue lo que se abrió en ese momento”, continúa.

Fue con Terciopelo violento, donde Juvenal prueba su constancia y su mérito con la novela negra. Vivir en los Estados Unidos le ha permitido explorar la calidad de un inmigrante sofisticado, un profesor universitario, con una identidad trasnacional, que se desplaza muy libremente de un lugar a otro.

“Mi primera novela fue autobiográfica, cuando me di cuenta de eso me hice el propósito de no hacerlo otra vez. Escribo como mexicano que vive en México y tengo gran ilusión por la novela en México”.

“Vive en un avión desde San Francisco, con Stefan Kiesbye, que es un alemán que escribe en inglés –otra anomalía-, que escribe una novela muy anómala, con criaturas de horror, y nos reconocimos en un nivel de extranjería y nos convertimos en muy amenos. Estos festivales sirven también para eso”, concluyó Acosta.

Aquí soy del crimen, allá soy de horror, dice Stefan Kiesbye. Foto: SinEmbargo

Kiesbye no es un representante de la literatura alemana o estadounidense. Su novela es góticamente negra. Allí, en San Francisco, se lo ve como un escritor de horror y en ese sentido es “anómalo” para el género.

Creció leyendo a Dashiell Hammett y a Raymond Chandler y su obsesión son los personajes, como esa mujer que encontró y que había matado a nueve de sus hijos. “Era una alemana y tenía la calavera de los nueve”, cuenta Stefan.

“Normalmente escribo sobre lo que me gusta, más allá de las etiquetas y lo que me interesa de las novelas negras es que hablan de lo que pasa ahora, no les interesa lo que pasó antes”, concluyó el autor de Una puerta al infierno (Almadía)

El gran heredero de Rubem Fonseca es el brasileño Marçal Aquino, para quien el periodismo ha hecho mucho por su literatura. “Mi experiencia como periodista me permitió conocer a muchas personas, vivir grandes situaciones en San Pablo, una ciudad enorme y fue vital cuando me dediqué a escribir literatura policial”, dice el autor de El Invasor y Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios, ambos editados por Océano.

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“Lo que pasa en Brasil es que tenemos muy pocos escritores de novela negra. Por supuesto, está Rubem Fonseca, pienso ahora en Luis Alfredo García Roza, Patricia Melo, pero no hay más. Son narraciones del cotidiano de las personas con una presencia muy fuerte del crimen, pero no novela negra. Hay muchos lectores del género, pero pocos escritores”, dice Aquino.

“En Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios, la historia es de amor, pero como transcurre en una de las zonas más violentas de Brasil, se acerca a la narrativa negra”, dice el autor brasileño.

La tercera edición se llevará a cabo en septiembre del año próximo. Mientras tanto a leer novela negra, que son muchas y muy variadas.

En sus novelas, Patricia Highsmith mostró la profundidad del alma humana: Martín Solares

sábado, agosto 19th, 2017

El escritor y editor disertó en la Cineteca Nacional sobre el filme A pleno sol (1960), dirigida por René Clement

Ciudad de México, 19 de agosto (SinEmbargo).-En opinión del narrador Martín Solares, la novela El talento de Mr. Ripley, escrita por la estadounidense Patricia Highsmith (1921-1975) dio origen a dos extraordinarias versiones cinematográficas: A pleno sol (1960), dirigida por René Clement y El talento de Mr. Ripley (1999) del director Anthony Minghella.

La versión de 1960, protagonizada por Alain Delon, Maurice Ronet y Marie Laforêt, se proyectó la tarde del lunes 14 de agosto en la Sala 4 de la Cineteca Nacional de la Secretaría de Cultura, en la segunda sesión del ciclo Charlas sobre Cine y Literatura: Patricia Highsmith.

El largometraje presenta a Tom Ripley (Alain Delon), un joven estadounidense que llega a Europa para visitar a su amigo y rico heredero Philippe Greenleaf (Maurice Ronet). Tras una serie de humillaciones que Philippe hace pasar a Ripley, éste lo asesina y decide suplantarlo.

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En la charla, Martín Solares hizo un rápido recorrido por la biografía de Patricia Highsmith. Explicó que sus novelas sobresalen en el género de novela criminal, porque mientras la mayoría están protagonizadas por detectives que siempre buscan la justicia de un modo quijotesco, ella presenta a un hombre decidió a pasársela bien y a evadir a la justicia.

“Cada que vemos una adaptación de la mano de un buen director como lo fue René Clement, estamos frente a un hecho literario y cinematográfico que nos van a decir algo muy profundo sobre los seres humanos. Highsmith presenta el lado B de la vida, de las novelas negras o el cine noir, el lado del asesino”, comentó el editor.

Refirió que para la creación de El talento de Mr. Ripley, la también autora de Extraños en el tren se basó en experiencias personales, con la conciencia de que le interesaba hablar sobre lo mórbido y el crimen.

“Cada que vemos a un ser cuya especialidad es la mentira, que salta de alma en alma con la intención de apoderarse de las identidades, estamos hablando de la descendencia de un personaje tan influyente como lo fue Tom Ripley”, consideró Martín Solares.

Cada que vemos una adaptación de la mano de un buen director como lo fue René Clement, estamos frente a un hecho literario y cinematográfico que nos van a decir algo muy profundo sobre los seres humanos, dijo Martín Solares. Foto: Secretaría de Cultura

Agregó que el personaje inspiró la existencia de personajes como Hannibal Lecter o Dexter y aseguró que en más de 10 mil páginas que Highsmith escribió, mostró la profundidad del alma humana.

El escritor, Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta 1998 por la novela fantástica breve El centro de la ansiedad, compartió parte de la biografía de la escritora quien, dijo, nunca otorgó entrevistas periodísticas.

“Fue una mujer solitaria con una vida complicada, con una mala relación con su madre y padrastro que cuando pudo se inventó un nombre, pues el real era Mary Patricia Plangman”.

Detalló que nunca quedó contenta con ninguna de las adaptaciones a su novela. Aseguró que la realizada por Clement le parecía detestable porque había dejado mal parado a Tom Ripley.

“Este personaje siempre fue una especie de confesor o alter ego para Patricia, donde encontró la manera de externar sus ideas sobre el mundo y de explorar su lado oscuro”.

En el diario que ella le dedicó a la escritura de El talento de Mr. Ripley, señaló Solares, tenía en la portada la palabra evil (el mal) porque ella quería investigar hasta donde podía llegar el ser humano cuando mentía, y quería hacer el mal.

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“Ella decía que quería escribir una novela sobre un hombre que abandona su identidad tan fácilmente como una serpiente muda de piel y esa es el arma de Ripley, un hombre que busca apoderarse del alma de las personas y que parece escuchar los pensamientos más íntimos.

El personaje de Tom Ripley protagonizó cinco novelas: El talento de Mr. Ripley, (1950), La máscara de Ripley (1970), El juego de Ripley (1974), Tras los pasos de Ripley (1980), y Ripley en peligro (1991).

Con la primera novela de la serie de Ripley, Highsmith obtuvo el Gran Premio de Literatura Policiaca y estuvo nominada al Premio Edgar a la mejor novela.

Fernanda Melchor o la literatura como fuego: “Temporada de huracanes”

sábado, mayo 20th, 2017

Fernanda Melchor no sólo escribe con la potencia rabiosa que le reclaman los temas que ha decidido investigar, sino que en cada página muestra un oído y una agudeza pocas veces vista en nuestra literatura, escribe su colega, Yuri Herrera, en una muestra generalizada de cómo ha caído entre los escritores más destacados la nueva figura de esta autora veracruzana (1982), a la que conocimos por el libro de crónicas Aquí no es Miami.

Ciudad de México, 20 de mayo (SinEmbargo).- Temporada de huracanes fue un título que le recomendó Martín Solares y ella lo aceptó humildemente. Es joven, pero madura a la hora de escribir. Una prosa preciosista y cerrada, como la boca de un cocodrilo que te espera en cualquier rincón de la narrativa.

Un grupo de niños encuentra un cadáver flotando en las aguas turbias de un canal de riego cercano a la ranchería de La Matosa. El cuerpo resulta ser de la Bruja, una mujer que heredó dicho oficio de su madre fallecida y a quienes los pobladores de esa zona rural respetaban y temían.

Allí empieza la aventura literaria de Fernanda Melchor, donde el poder, el erotismo y los discursos en busca de un culpable se entremezclan para narrar la zona más pobre de México, la más olvidada.

–¿Existe La Matosa?

–Existe un pueblo que se llama La Matosa, que tiene un origen muy interesante, es un pueblo de negros, como San Lorenzo de los Negros, en Veracruz. Claro que es esa La Matosa que yo tomo. La Matosa además es el nombre de un negro libertario. Yo quería ese trasfondo como un poblado mestizo, afro.

–¿Existe el cuerpo?

–Hay muchos lugares donde existe el cuerpo y lo que hice fue agarrar pedazos y lo revolví.

–Cuéntanos la historia

–Unos chicos encuentran un cadáver en una zona de riego y se desata una serie de especulaciones en el pueblo. Por ahí aparece un personaje que dice haber visto el crimen y esta persona que se llama Yesenia, alias la Lagarta, muy chismosa y denuncia a su primo. La historia se va contando por partes, cada personaje que aparece en la narrativa va contando su versión de los hechos. Los únicos personajes que no se tratan en la novela es el principal victimario y la víctima, siempre son los discursos que se entretejen en torno a ellos.

–Lo importante es que un cadáver casi nunca despierta esos pensamientos, esos discursos

­–Claro. Tiene muchísimo que ver con cómo consideramos la nota roja y la manera en que la nota roja presenta la información nos hace ver como algo que pasa, que surgió. Esta novela nació porque una vez yo leí una nota y en ella se culpaba a una persona, al amante, de la que apareció muerta, porque le habían hecho brujería. Esto es súper veracruzano, pensé cuando lo vi, estaría bien interesante hacer una novela alrededor de ello. Alguna vez pensé en hacer una novela tipo A sangre frío, ver el pueblo, entrevistar, pero sigue siendo un lugar muy difícil para hacer ese tipo de investigaciones. Todo esto ocurrió en una zona que se llama Cardel, es la que más gente desaparecida en Veracruz tiene, donde han encontrado fosas clandestinas…ir e investigar un feminicidio no me parecía la idea más sensata. Y además me puse a pensar si entrevistar personas me iba a llevar a saber sobre un crimen. O sea porque tú dices que el discurso que se arma alrededor de un asesinato, ¿es eso? Entrevistar al homicida me iba a dar la razón, las verdaderas causas. Explorar lo que hay detrás de la violencia pasional era lo que yo quería hacer, esta violencia que conocemos y que viene de las personas más humanas que conocemos: el odio, el amor, la venganza, la humillación, el coraje, la envidia. Tal vez la respuesta está en explorarlo a partir de la ficción y lo que hice fue convertir a los personajes en mi depositario de los sentimientos, de lo fácil que puede ser matar a una mujer, en todo Latinoamérica…

–El Veracruz de mi pueblo, dices, pero antes no era así

–Era muy tranquilo, con esta especie de brotes, violencia pasional, me vio feo y lo agarré a machetazos, un poco provocado por el alcohol y el otro por el calor, que no todo el mundo se puede aguantar…Veracruz se ha trasformado de una manera triste y decepcionante, cómo de ser una sociedad de señoras que iban a tomar el fresco a la calle, ahora una sociedad de puertas cerradas, claustrofóbico, de paranoias. Ya no quieres salir a beber en la noche porque puedes resultar víctima de una balacera. No sabemos cómo volver, si la ciudad ha cambiado de carácter por completo.

–Han tenido unos gobiernos de terror

–Sí, eso tampoco ayuda muchísimo. Bueno, desgraciadamente es un tema muy complicado, parte de una tradición de votar por el PRI. Ya era el robo descaradísimo de Javier Duarte para que tuviera que ganar el PAN, pero Miguel Ángel Yunes no es una opción que nos consuele, un político de carrera preocupado por conservar su cargo, su lugar en el poder.

Una prosa preciosista y cerrada, como la boca de un cocodrilo que te espera en cualquier rincón de la narrativa. Foto: Especial

–Bueno, ha demostrado lo de los chicos con cáncer…

–Sí, es verdad. Pero, ¿qué puede hacer en dos años? Porque eso es una grosería, algo que Duarte cambió de que el Gobierno sea por dos años, prácticamente le agarraron las manos. Muy complicado, muy deprimente y muy ensombrecido para Veracruz.

–Tú, como Monge, como algunos otros, están empeñados en contar el México actual

–No está reñido hacer literatura y contar el México actual. A mí la literatura del crack, mi generación anterior, nunca me gustó. No me interesan tampoco las novelas políticas, que son desde mi punto de vista panfletarias. A mí lo que me interesa es contar historias, eso antes que nada. Tengo un compromiso con la verosimilitud, con el realismo, las novelas que más me gustan son las que hablan del tiempo presente. A lo mejor es una especie de reacción de esta generación a la generación del crack, aunque Monge es del 70 y pico, me lleva como 10 años. Nuestra generación quiere volver a México, no tengo oportunidad de hablar de un mundo que no conozco, hablo de Veracruz, de lo pasional y tengo cosas para decir al respecto.

–El tema del lenguaje es muy identificable…

­–Híjole, siempre hay varias tensiones, en mi caso fue que yo quería que la gente de mi novela hablara como habla la gente en Veracruz y al mismo tiempo está la intención de crear una lengua en torno a esos discursos; que sea al mismo tiempo el de las palabras comunes y que pueda decirle algo a mucha más gente. Emiliano lo logra muy bien. Siempre hay que contar cosas y no olvidar nunca eso. Hay que contar historias. Me costó mucho trabajo llegar al tono de la novela, yo quería que el lenguaje fuera demencial, muy intenso, muy arrebatador, que tomara al lector y lo zarandeara. Al mismo tiempo quería que no se perdiera el disfrute de la lectura. No sé si lo logré. Sé que puede llegar a ser pesado, esta prosa que no tiene párrafos, que se escribe a renglón seguido, trataba de encontrar momentos de calma, momentos de rélax…a mí en lo particular las novelas que me gustan mucho son las que agarran al lector y no lo sueltan. Empiezas a leer y es como si entraras en un sueño. Cuando era mucho más joven creía que la literatura debía ser algo mucho más complejo, que el lector no supiera lo que pasaba hasta la última página; ya luego me dije, eso no está bien, eso es confuso, se trata de llegar a un punto intermedio, apuestas por una literatura que vaya más allá de la frase simple, de la idea sencilla, más allá del lenguaje de todos los días y que sea al mismo tiempo comprensible.

–Tu juventud te ha marcado y ¿qué pasa cuando escribes la nueva novela?

–Esta novela me costó mucho entre otras cosas para no cometer los mismos errores que en la anterior. Pero al mismo tiempo uno no puede deshacerse de sus obsesiones. La violencia, las emociones difíciles de digerir para un ser humano, la búsqueda del amor, me gusta estar en contacto con todo eso. Pero, ¿cómo hacer eso sin escribir Falsa liebre 2? No sé si la juventud tiene que ver al respecto, me gustaría pensar que la novela tardé en escribirla porque debía encontrar este tono. Me puse a revisar mis diarios de cuando empecé a hacer la novela y la concepción estaba muy clara desde el principio, pero faltaba la paciencia para obtener el lenguaje y el tono requeridos. La paciencia para empezar una y otra vez porque no sale ese tono.

–Hablas de la paciencia, un elemento tan sustancial

–Sí, totalmente. Gané concursos desde chica, siempre supe que iba a escribir, eso es padre porque te motiva, pero tiendes a la complacencia, a la molicie, a la “huevonería”, pero es cuando tienes que tener mucha paciencia –algo que yo no tengo- porque las cosas no te van a salir bien de entrada.

­–¿Por qué se llama Temporada de huracanes?

–La novela se iba a llamar Domingo siete y el que le cambió el nombre fue Martín Solares. Yo tenía algo llamado Temporada de huracanes y se lo comenté, cuando él leyó el borrador me dijo que debía llamarse así. Y me gustó. El desafío de fomentar una voz que fuera como un huracán, que lo absorbiera al lector y lo zarandeara. Al mismo tiempo es curioso, porque todo el tiempo estás esperando que llegue la temporada de lluvias en la novela. Es una novela tropical, aunque no me gusta mucho esa palabra.

­–¿Y ahora qué?

–La novela saldrá en francés e italiano. A promoverla y en agosto más o menos me pondré a escribir la próxima.

Martín Solares reflexiona sobre la película “El muelle de las brumas”, de Marcel Carné

sábado, septiembre 17th, 2016

En el ciclo de charlas sobre cine francés que se lleva a cabo en la Cineteca Nacional, el autor de Los minutos negros marcó la importancia de la niebla y el azar en el inolvidable filme protagonizado por el legendario Jean Gabin

Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).-La película El muelle de las brumas (1938), de Marcel Carné conjuga personajes visibles y ocultos, donde el azar es un elemento clave, según el análisis del escritor mexicano Martín Solares, quien analizó el filme en el marco del ciclo de charlas sobre el cine francés que se lleva a cabo en la Cineteca Nacional.

Para el autor entre otras de la novela Los minutos negros, los dramas franceses en el cine pueden ser comparados con las tragedias griegas, sobre todo por la capacidad que ostentan para mantener al espectador en vilo y asombrarlo una vez tras otra.

El muelle de las brumas es una película basada en la novela homónima de Pierre Dumarchais- Pierre Mac Orlan (1883-1970), dirigida por Marcel Carné (1906-1996), protagonizada por el inmenso Jean Gabin (1904-1976) y que cuenta la historia de un soldado malhumorado y desertor que llega a un muelle de Le Havre, donde se encuentra con una hermosa muchacha que también vive una existencia miserable, tiranizada por su tutor mafioso.

Se trata de uno de los filmes más valorados de Carné y a la vez una de las obras más representativas del llamado realismo poético francés.

Solares, si bien admitió en la charla no ser un experto en el cine francés, se mostró asertivo y agudo al analizar la poética que encierra la niebla permanente de la película, una atmósfera oscura y pesada donde los personajes juegan sin lograrlo a huir de su destino.

El guión de El muelle de las brumas pertenece al poeta Jacques Prévert (1900-1977), quien a juicio de Solares desarrolló en el filme “una labor extraordinaria; conserva el modo de hablar de la gente en la calle, porque todos los diálogos son extremadamente verosímiles, nadie parece sobreactuado, dicen las palabras justas, como si las hubieran contado”.

Martín Solares en la Cineteca Nacional. Foto: Eduardo Vasconcelos / Cineteca Nacional.

Martín Solares en la Cineteca Nacional. Foto: Eduardo Vasconcelos / Cineteca Nacional.

Martín invitó al público a reflexionar sobre la cinta, comparándola con el clásico Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Declaró que para él se trata de una “Casablanca francesa, mucho más trágica, más poética, en la que hasta los personajes secundarios tienen una frase genial”.

En la historia intervienen tres personajes “invisibles”: el primero es Maurice, quien sólo es mencionado a lo largo del filme; el segundo es la niebla, de la cual Solares comenta que “ningún personaje la percibe de la misma forma”.

El tercero y más importante personaje oculto, según el escritor, es el azar, que en la película opera “como una maquinaria que altera el devenir de los personajes, enriqueciéndolos continuamente y ordenando cada uno de los sucesos, de tal manera que pareciera cuidadosamente calculada, a la altura de un inolvidable drama griego”.

El muelle de las brumas reúne así elementos imprescindibles para ser considerado uno de los mejores dramas franceses: la labor poética de Marcel Carné y Jacques  Prévert, los simbolismos de la niebla y el papel del azar, además de la figura del héroe que escapa de una guerra sin sentido para forjar su propia historia, que para Martín Solares finaliza de la mejor manera: “con un beso de la mujer amada”.

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ENTREVISTA | Jorge Alberto Gudiño escribe “Tus dos muertos”, una novela negra

miércoles, agosto 3rd, 2016
Jorge Alberto Gudiño es uno de nuestros escritores más prolíficos. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Jorge Alberto Gudiño es uno de nuestros escritores más prolíficos. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Se trata de la primera obra mexicana en ser publicada dentro de la colección Alfaguara Negra y la primera de la serie del ex comandante Zuzunaga.

Ciudad de México, 3 de agosto (SinEmbargo).- Una novela negra escrita en un estilo preciso, como un estilete que cincelara sobre un muro la historia del ex comandante Zuzunaga, un verdadero hdp al uso, despreciado por sus compañeros, cultor de todos los vicios de cliché aplicados al ejercicio policial.

Oraciones cortas de verbo, sujeto y predicado. Una línea, una acción, convierten la novela breve Tus dos muertos, del escritor mexicano Jorge Alberto Gudiño, en la expresión de un mundo sordo y oscuro, por donde los personajes transitan sin rumbo, desmedidos y desbordados.

Se trata de la primera obra para la colección Alfaguara Negra, una serie destinada a llevar a los lectores las mejores novelas de suspense. La serie se inició con Un gramo de odio, la original y poderosa obra de Frantz Delplanque y continuó con Venganza, de Benjamin Black (John Banville), última entrega de la gran serie protagonizada por el doctor Quirke.

Recientemente ha sido publicada la serie del comisario Camille Verhoeben, de Pierre Lemaitre, entre otros títulos.

Escrita por Jorge Alberto Gudiño, Tus dos muertes se integra a la serie con vocación de expansión nacional, una virtud que pretende aglutinar los mejores cultores del género en nuestro país.

Cipriano Zuzunaga es un ex comandante venido a menos en la ciudad de México. Tras meterse en problemas con políticos poderosos, fue forzado a reiniciar su carrera. Ahora está bajo las órdenes del comandante Alvariño, un ambicioso pero tonto policía.

Entre otras cosas, tiene la encomienda de extorsionar a los indigentes y criminales insignificantes para reunir la cuota que debe entregar a su superior. Zuzunaga también se ocupa de su propia hija, quien estudia en el extranjero. Él hace lo que sea para poder enviarle dinero.

“Con un cambio de tono espectacular, Jorge entrega su novela más lograda y vibrante a la fecha: Tus dos muertos, hogar del ex comandante Zuzunaga, un policía en la mejor tradición de la novela negra latinoamericana”, ha dicho el también escritor Martín Solares.

“Una novela negra no ofrece solamente la indagación de un enigma policíaco: articula, sobre todo, una prosa que revela y desmenuza la putrefacción de una sociedad. Tus dos muertos representa un nuevo camino de ferocidad y precisión en la narrativa de Jorge Alberto Gudiño”, escribió a su vez el novelista y cuentista tapatío Antonio Ortuño.

Jorge Alberto Gudiño Hernández publicó Los trenes nunca van hacia el este, su primera novela. En 2011, con Con amor, tu hija obtuvo el Premio Lipp de Novela, entregado por primera vez en México y de gran tradición en Francia. En 2014 publicó Instrucciones para mudar un pueblo y en 2015, Justo después del miedo. Desde 2004 conduce La Tertulia, en Radio Red, una revista radiofónica dedicada a la literatura. También es colaborador de diversos medios impresos y digitales. Todos los sábados se le puede leer en sinembargo.mx. Dedica una buena parte de su tiempo a la docencia universitaria.

La primera novela mexicana de la colección Alfaguara Negra, una serie destinada a llevar a los lectores las mejores novelas de suspense

La primera novela mexicana de la colección Alfaguara Negra, una serie destinada a llevar a los lectores las mejores novelas de suspense

¿QUÉ ES LA NOVELA NEGRA?

–¿Qué es la novela negra para ti?

–Hay varias formas de novela negra, pero para mí es aquella llena de violencia, es una novela oscura en los personajes que la habitan y en las tramas que cuenta.

–¿A qué crees que se debe el auge de este género?

–Sigo escuchando a personas que no leen novela negra o policial. Pero si hay auge que extrañamente a su llegada desde Europa. Aquí hubo buena novela negra en los ’70, pero no hizo mucha huella, al menos no la presencia que tuvo siempre en los Estados Unidos, donde la novela negra es algo natural. Se siguió el camino de la literatura de nicho que se vendía en los aeropuertos, sin mucha pretensión. Luego vino la onda escandinava, cuyos autores mostraron que se podía hacer literatura de género para hablar de muchas otras cosas, más allá del género.

–Cuando se critica la literatura de cualquier género, olvidamos por ejemplo que tanto Stieg Larsson como J.k.Rowling, son grandes escritores, no sólo venden muchos libros

–Sí, por supuesto, sobre todo Rowling. Los escritores estadounidenses se dieron cuenta de que el dinero estaba en las series televisivas más que en los libros. Otros escritores europeos empezaron a hacer policiales con las mismas reglas de lo no policíaco, con un personaje que se transforma, formas más cercanas a la literatura total, no sólo resolver un misterio. Tienes el caso de John Banville, un gran purista del inglés y quien con el seudónimo de Benjamin Black escribió novelas policiales exitosas. Uno lee a Henning Mankell, por ejemplo, tanto en sus novelas policiales como en las que no son policiales y termina muy triste, en parte porque el estado de ánimo del lector no depende de que la historia resuelva un misterio. Uno se pone triste por la vida de Wallander.

–Es interesante lo de la televisión que mencionas, porque no es nuevo, tampoco en el cine…

–No, claro, lo que pasa es que nos bombardearon con las series. Hubo una época en que había potencialmente 10 novelas en danza en la pantalla durante un fin de semana.

–¿Cuándo decidiste que Zuzunaga iba a ser un hdp?

–Desde el principio. No quería un detective superhéroe ni que fuera un desgraciado poderoso. Cuando decidí que iba a ser defenestrado por cosas que había hecho en el pasado, la congruencia exigía que no fuera bueno. Iba a ser además un chivo expiatorio en un país como México donde nunca se resuelven los crímenes.

El año pasado, Jorge Alberto Gudiño presentó "Justo después del miedo". Foto. Especial

El año pasado, Jorge Alberto Gudiño presentó “Justo después del miedo”. Foto. Especial

–Inicia la novela con una escena de tortura en un escenario peculiar, un baño público

–Entre las cosas que me pregunté al escribir la novela es por qué empezar a narrar cuando le asignan al policía el caso. Después de todo, eso no es lo más natural. Quería que el personaje tuviera una vida más allá del caso y el torturado tiene relación con otras cosas que vive Zuzunaga y que no tienen nada que ver con el caso.

–A pesar de todo, va mostrando algunos rasgos humanos con el correr de la historia

–Estoy convencido de que así todas las personas, incluso los más malos tienen sus puntos de quiebre y sus actitudes más benévolas, en general. Era un fácil pintar un malo a partir de estereotipos, era sencillo, pero el personaje se iba a quedar atorado y el lector iba a querer matar al investigador, no sólo al asesino.

–Un estilo de acción-acción, elegiste

–Cuando comencé a escribir Tus dos muertos me puse algunas restricciones narrativas y una de ellas era hacer la novela con la menor cantidad de descripciones, para que la violencia estuviera a partir de hechos muy concretos. Cuando hay mayor intensidad narrativa, las frases son incluso más breves. Quería contrastarla con Con amor tu hija, sobre todo, donde las frases son subordinadas, largas, propias de un narrador que piensa mucho en sí mismo.

–Hay una atmósfera opresiva, llena de personajes horribles, como el gordo que se masturba

–La colonia es donde transcurrió mi infancia, aunque en la novela le cambié de nombre. Las madrugadas en esas colonias están pobladas de personajes extraños como el Matape, ese gordo onanista, puede ser alguien muy reconocible. Como mucha gente que vive en indigencia y que siempre está en el mismo lugar, lo cual quiere decir que alguien los lleva y luego los regresa. Quise jugar con elementos extremos, pero posibles.

–Un antecedente de esta novela podría ser Instrucciones para mudar un pueblo

–Sí, mucha gente dice que Tus dos muertos no es mi primera novela negra. No lo sé. Ese universo cerrado y ficticio de Instrucciones para mudar un pueblo puede ser la colonia Fresnos de Tus dos muertos. Y eso funciona para una novela policial. Uno no puede escribir una novela de misterios, como hacía Agatha Christie, en un vagón de un tren.

–El escenario del baño público es espeluznante.

–Son horribles. Trato de evitarlos siempre que puede. Son curiosos por cómo suenan, son tremendamente sucios, no tienen sistema de drenaje y eso los vuelve aterradores.

ENTREVISTA | Velorios sin flores, el policial en tiempos del narco: Martín Solares

sábado, febrero 6th, 2016
Yo quería que el lector sintiera que caminaba de noche en un cielo muy oscuro con unas pocas estrellas. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Yo quería que el lector sintiera que caminaba de noche en un cielo muy oscuro con unas pocas estrellas. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

El escritor y crítico cinematográfico Iván Farías entrevista al autor tamaulipeco, actual editor de Tusquets. Su nuevo libro, No manden flores,  sale casi siete años después de su debut literario. Martín ahora nos lleva de la mano a territorio Zeta, sin nunca mencionar una palabra clave “narco”.

Por Iván Farías

Martín Solares (Tamaulipas, 1970) es tal vez uno de los editores más conocidos del país. Su paso por Tusquets, luego por Almadía, Océano y ahora de vuelta a su casa, deja siempre huella. Aunado a eso, ha publicado una novela policíaca, Los minutos negros, que será llevaba a la pantalla en un futuro próximo por Mario Muñoz Espinosa, director de Bajo la sal.

Los minutos negros fue de inmediato catalogada como narco novela, aunque, la verdad, la historia va más allá de lo que apuntan los prejuicios.

Su nuevo libro, No manden flores (Literatura Random House),  sale casi siete años después de su debut literario. Martín ahora nos lleva de la mano a territorio Zeta, sin nunca mencionar una palabra clave “narco”.

Quedo de verme con él en un café de la Condesa, muy cerca del parque España. Martín llega al poco rato. Es un hombre no muy alto, de cara afable y finos modales. Se disculpa por la tardanza, apenas unos minutos, y me dice que pidamos para llevar.

Caminamos por las calles del barrio hasta una puerta, que nos conduce hacia un estudio. El sitio es pequeño, de paredes altas, todo repleto de libros. Novelas policiales de bolsillo en francés e inglés de Henning Mankell (1948-2015) y otras de autores nórdicos, libros que él ha editado. Hay también cientos de libretas por todos lados.

Hace un espacio en un escritorio y comenzamos la charla.

 Yo estaba escribiendo una novela policíaca con la que me estaba divirtiendo horrores y surgió otra novela más compleja. Pero ambas eran optimistas. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Yo estaba escribiendo una novela policíaca con la que me estaba divirtiendo horrores y surgió otra novela más compleja. Pero ambas eran optimistas. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–¿Por qué tardaste tanto entre Los minutos negros y No manden flores?

–Porque el país cambió tanto que la nueva novela que estaba escribiendo debió adaptarse a los nuevos tiempos. Te acuerdas de lo que decía Tom Wolfe, cuando afirmaba que la realidad supera al novelista, quien debe encontrar el camino para rebasar a la realidad. Es el camino de la bestia. Debes alcanzarla y rebasarla. Yo estaba escribiendo una novela policíaca con la que me estaba divirtiendo horrores y surgió otra novela más compleja. Pero ambas eran optimistas. La verdad es que me estaba divirtiendo mucho. Era una novela, si quieres, hasta frívola. Estaba explorando lo que era el narcotráfico en México. A partir de finales de 2005, el país comenzó a ser noticia internacional porque cada semana había ejecuciones. Cada una de esas notas, al principio, parecía ser única y extraña y luego ya se volvió  cotidiana. Se inventó estos términos como “el ejecutómetro”, donde medían las muertes de la guerra entre dos cárteles distintos. De repente las noticias desaparecieron. Hubo una censura en el interior y de cierta manera, en la Ciudad de México. La capital siempre habla del horror que sucede fuera de ella o en su periferia más cercana, nunca de la propia. Paralelo a esto, muchos conocidos míos ponían en Facebook que se iban a otro estado de la República. Si venían para acá, me contactaban para platicar y salía siempre el horror del narco. Así que durante ocho años me la pasé escuchando historias de horror de lo que pasaba en Veracruz y Tamaulipas. Yo les preguntaba a mis amigos sobre conocidos mutuos y me contaban cosas horrorosas. Debido a eso me fui obsesionando con estos hechos. Fui dejando de lado estas novelas divertidas y me di cuenta de que me la pasaba escribiendo esas historias que me contaban, en libretitas. Desconfío de las novelas que están comprometidas con una ideología o con el hecho de denunciar una realidad sin aportar nada más eso. Cuando uno hace eso está usurpando el terreno del periodismo. Creo que la novela siempre tiene varias obligaciones. La primera es no aburrir al lector, la otra es crear personajes imaginarios que duren mucho tiempo de pie una vez que terminaste de escribir. Y la tercera, ofrecerle al lector algo que no vea en la realidad. Si el novelista es incompetente va a entregarle lo mismo que encuentra en los diarios, solo maquillado, sazonado con mostaza. Esas novelas no se conservan mucho tiempo en la memoria de los lectores. La obligación de un novelista es transformar a sus lectores y arañar el alma de quien lo lea y dejarle una herida, una cicatriz en ellos.

­Parece ser que el polvo le molesta. Se levanta, abre una ventana. Martín Solares quita unos libros, se disculpa por el polvo y de vez en vez me cuenta alguna confidencia sobre su vida.

–Tus novelas son de largo aliento, con muchos personajes. Esta es una novela de guerra, por ejemplo.

–Desde que tengo memoria he estado leyenda novelas sobre guerras. En ellas, cada una de las facciones está convencida de que está haciendo el bien. Cuando te encuentras a dos grupos de personajes en que ambos aseguran tener la razón, posees las circunstancias para hacer una novela policíaca donde habrá un gran enfrentamiento. Siempre he leído novelas policíacas, me encanta una variante, la menos ingenua de la novela policíaca latinoamericana, que hizo Mario Vargas Llosa con ¿Quién mato a Palomino Moreno? y Lituma en los Andes; y Rubem Fonseca, con su saga de Mandrake y Guedes. Durante décadas, los novelistas latinoamericanos copiaron la fórmula de los novelistas gringos. Lo cual produjo novelas vergonzosas. Ves a un montón de gente en países donde no hay pepinillos agrios tratando de hacer hamburguesas con pepinillos agrios. Es decir, las hamburguesas que hacian Chandler y Hammet. Se siente eso. Son hamburguesas con mala factura, inverosímiles. En cambio, Vargas Llosa, Fonseca, Marcial Aquino, son un gran ejemplo de cómo hablar de la realidad latinoamericana actual, sin compromiso ideológico. Sencillamente se proponen contar una historia, algo desgarrador, con personajes inolvidables, para llevarte en un viaje por las partes oscuras de la sociedad que no están a la vista. También una manera de contar, de hacer hamburguesas. Creo que ese es el principal problema de la novela policíaca alrededor del mundo. Que creen que la receta de la hamburguesa es mostaza, carne y pepinillos y no necesariamente. Ve las novelas policíacas que hace Rubem Fonseca, son unos bistecs con piña deliciosos, llenos de ensalada y frutas tropicales. Las de Vargas Llosa son cebiches con tostadas gruesas. Los novelistas que más me interesan son los que están haciendo novelas sobre policías. Es decir, que toman un ser humano, lo convierten en un personaje fascinante. Por ejemplo, el Sargento Lituma, que luego lo degradan a Cabo Lituma por resolver un caso que nadie quería resolver. Es un gran personaje, o Guedes, el de Fonseca. De repente se da el lujo de dejar ir a algunos sospechosos. Son héroes fascinantes porque se salen del molde consabido, el predecible y del caminito del que todos siguen. No siempre deben ser policías. Pueden ser madrinas o alguien que esté interesado en conocer la verdad y estar obsesionado por entender la realidad de su ciudad.

Mientras habla de los autores, los busca con la mirada en el enorme librero que tiene a sus espaldas. No parece nervioso, más bien emocionado al hablar de su libro. Santiago Roncagliolo también hace buena novela policiaca en Perú, le digo. Andreu Martin decía que en España no se creía que un policía hiciera tal o cual cosa, pero pronto se dio cuenta de que si iba a escribir policíaco los protagonistas deberían de ser policías.

La obligación de un novelista es transformar a sus lectores y arañar el alma de quien lo lea y dejarle una herida, una cicatriz en ellos. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

La obligación de un novelista es transformar a sus lectores y arañar el alma de quien lo lea y dejarle una herida, una cicatriz en ellos. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

En tu caso, desde tu primera novela siempre hay un policía.

Los minutos negros la intenté como una ficción literaria y fracasé. Luego con recursos periodísticos y fracasé. Esos fueron los dos primeros años. Yo tomaba un taller con Daniel Sada y fue ahí donde me di cuenta de que el protagonista no podía ser un seminarista, un alter ego mío, todos ellos muy aburridos, sino que debía ser un policía. Y todo comenzó a fluir. Cuando tomas a un policía, el lector se deja seducir. El reto es lograr que el policía no sea predecible. Que sea un vehículo construido con materiales muy distintos a los normales. Los policías literarios se desplazan en una línea recta ascendente sin desviaciones. Por qué no sumergirse. Tratando de darle oxígeno al lector de vez en vez. Es lo que hice en No manden flores.

En varias cajas a su alrededor hay decenas libretas llenas de apuntes. De vez en vez toma una y la revisa para dejarla en otro sitio.

–Es una novela oscura. La búsqueda de la chica por Treviño es como sumergirse en una batalla.

–Sí, el concepto de guerra es muy importante para mí. Ese era el primero de los retos. Mi libro favorito de todos es La Iliada. Lo releo siempre que puedo. Es fascinante, siempre me da nuevos ángulos. No leo en griego, pero la he leído en inglés y español. En Los minutos negros metí cosas inspiradas en La Iliada. En No manden flores, hice algo similar. Mandé a un hombre a un campo de guerra y me di cuenta de que el caso es tan grande que Treviño no iba a resolverlo. Que iba tener que luchar contra los que encubrían el misterio. Ahí entra Margarito, que es su némesis. Durante la escritura de la novela, leía Pedro Páramo para un ensayo que me pidieron. Me di cuenta de que Pedro Páramo está construida como el mar y la arena. El mar llega a la arena y poco a poco va apoderándose de la playa. Así le pasa a Margarito, de pronto se apropia de la trama.

–Uno como lector siente que vas a tientas por la novela. Es como entrar en un túnel en el que no sabes a dónde vas.

Yo quería queel lector sintiera que caminaba de noche en un cielo muy oscuro con unas pocas estrellas. Me imagino que las novelas son una constelación de palabras. Cuando las escribes te hacen avanzar. De Los minutos negros a No manden flores me puse un reto. En la primera quería impresionar con imágenes y esta quería que fuera más sensorial. Quería trabajar con el horror. Mi versión tampiqueña de Stephen King. Es decir, usando las historias de horror que me habían contado para transformarlas, esparcirlas y diseminarlas sobre seres de ficción. Mi reto era crear personajes que no fueran recortes de periódico. Que la novela se mantuviera por sí misma. Yo sentía que trabajaba con la oscuridad, una oscuridad que me torturaba, me espinaba. Me preguntas porque tardé tanto, es porque varios de los años que trabajé en ella, me preguntaba cómo transformar ladrillos de horror en ficción. Tratando de ir dos pasos por delante de los periódicos, es decir de la realidad mexicana. Me pregunté cómo sería nuestro país si la palabra justicia dejara de tener significado. Unas cuantas palabras están desplazando a otras.

–Es una novela sobre el mal

–Sí, es una novela sobre el mal y sobre una persona que quiere hacer el bien en este país.

Quién es Martín Solares: Fue editor de Almadía y actualmente lo es de Tusquets.  Ha colaborado en La Jornada, Milenio, Proceso, Replicante y la página electrónica sololiteratura.com, entre otras publicaciones. Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta 1998 por la novela fantástica breve El centro de la ansiedad. Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2008 por Monstruos. Parte de su obra se encuentra en antologías como Día de muertos y La littérature mexicaine des treinta dernières annes. Su novela Los minutos negros fue finalista de los premios Antonin Artaud 2006 y Rómulo Gallegos 2007. Acaba de publicar No manden flores, novela que es centro de esta entrevista.

Quién es Iván Farías: nació en Ciudad de México, en 1976. Es narrador y crítico de cine. Ha publicado dos volúmenes de cuentos y dos de ensayo, además de una novela corta. Con el libro Entropía -considerado por el Reforma como uno de los mejores de ese año- se hizo acreedor al Premio Tlaxcala  Beatriz Espejo de cuento en el 2003.

 

Puntos y Comas | Martín Solares y el camino de la bestia: los libros a escena

sábado, febrero 6th, 2016

En la nueva edición de nuestro suplemento literario, el escritor Jorge Zepeda Patterson analiza las novelas Orhan Pamuk y Michel Houellebecq y la poeta Julia Santibáñez hace una encendida defensa de las erratas, entre otras muchas cosas, por supuesto.

Ciudad de México, 6 de febrero (SinEmbargo).- “Te acuerdas de lo que decía Tom Wolfe, cuando afirmaba que la realidad supera al novelista, quien debe encontrar el camino para rebasar a la realidad. Es el camino de la bestia. Debes alcanzarla y rebasarla. Yo estaba escribiendo una novela policíaca con la que me estaba divirtiendo horrores y surgió otra novela más compleja. Pero ambas eran optimistas”, cuenta el escritor Martín Solares al joven narrador y crítico de cine Iván Farías.

Es nuestra entrevista de portada, con magníficas fotografías de Francisco Cañedo, el novelista de Tampico y actual editor de Tusquets, habla de su reciente novela No manden flores (Literatura Random House).

En una nueva entrega de su columna “Mesa de noche”, el escritor Jorge Zepeda Patterson analiza las recientes obras del turco Orhan Pamuk, Una sensación extraña y la muy polémica y discutida Sumisión, del siempre provocador autor francés Michel Houllebecq.

La periodista y escritora Irma Gallo recomienda unos libros muy interesantes de las no menos propositivas editoriales independientes, mientras que el poeta José Eugenio Sánchez nos invita a recorrer los anaqueles de su biblioteca para encontrarnos con los versos profundos de Allen Ginsberg y Sam Shepard, entre otros.

El complot Mongol llega a Turquía, Carme Riera es nombrada presidente del jurado del Premio Alfaguara de Novela 2016, mientras que el joven ensayista Marcos Daniel Aguilar nos entrega una pieza en donde elogia la presencia intelectual del peruano Mario Vargas Llosa. Su mirada causará polémica, sin duda.

Qué haríamos los autores sin las erratas, catalizadoras de la metáfora insólita, se pregunta la poeta Julia Santibáñez en su hermoso texto de elogio a esos infames “dedazos” de los que nunca nadie está a salvo.

Los libros a escena, los booktrailer, a leer, porque nos quita las arrugas, nos rejuvenece y nos adelgaza…bueno, eso creemos.
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Soy un escritor inseguro y un trabajador empecinado: Leonardo Padura

viernes, diciembre 4th, 2015
Escribo para responderme preguntas, dice Leonardo Padura en la FIL. Foto: FIL

Escribo para responderme preguntas, dice Leonardo Padura en la FIL. Foto: FIL

El escritor cubano visitó la FIL de Guadalajara con el firme propósito de no hablar de la situación política de su país natal y a cambio pidió referirse a la literatura, el cine y el béisbol, sus pasiones íntimas

Guadalajara, Jalisco, 4 de diciembre (SinEmbargo).- El flamante Princesa de Asturias de las Letras, Leonardo Padura, era una de las figuras más esperadas en la Feria Internacional del Libro que transcurre en esta ciudad hasta el próximo domingo 6.

Un año lleno de presentaciones y conferencias, sumada a toda esa actividad la entrega del mencionado galardón en España, obligaron al autor de El hombre que amaba los perros a dar –según dijo- 250 entrevistas en el año, por lo que en la capital jalisciense optó por ofrecer una amena y prolongada conferencia de prensa en la que pidió que no se hablara de política.

Acompañado por el editor de Tusquets México, el también novelista Martín Solares, Padura se refirió a los cuatro filmes para televisión, uno de los cuales también llegará a las salas de cine, alrededor de sus historias, en las que el escritor y su esposa, Lucía López Coll, fungen además como guionistas.

El cubano Jorge Perrugorría se pone en la piel del detective Mario Conde y el español Antonio Banderas hará lo propio en otro proyecto que también se conocerá el año venidero, mientras transcurre con éxito la laureada Regreso a Ítaca, obra de Padura que ha llevado al cine el francés Lauren Cantet.

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Padura también anunció con mucha alegría que el legendario director griego Costa Gavras llevará al cine su aclamada El hombre que amaba los perros, al tiempo que también celebró que un cambio de casa editorial en Brasil le permitió conseguir más lectores en un mercado tan reacio a los autores en otra lengua como el del enorme país sudamericano.

El autor de Herejes, novela del 2013 que explora las ataduras del individuo y la búsqueda de la libertad existencial, se refirió a la importancia de su esposa en su vida, pues constituye una figura intelectual que no admite concesiones a la hora de criticar sus textos, algo muy valioso “pues soy un escritor muy inseguro”, remarcó.

En Herejes dialogan pasado y presente –una constante en su obra-, en una historia que traza paralelismos entre los problemas del pintor holandés Rembrandt y la inconformidad con las posiciones estéticas oficiales que Padura ve reflejada en las tribus urbanas de “emos” y “punks” que se reúnen en el barrio habanero del Vedado.

Leonardo, nacido en 1955 en La Habana recibió en 2012 el Premio Nacional de Literatura, se formó como periodista en el diario Juventud Rebelde y ha recibido entre otros galardones el premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en 1993; Café Gijón (1995), Dashiell Hammett (1998), de Periodismo Cultural José A. Fernández Castro (2005) y de la Crítica Literaria y Roger Caillois en el 2011.

En Guadalajara presenta su volumen de cuentos titulado Aquello estaba deseando ocurrir, que ya va por la tercera edición en el mercado en español, editado por Tusquets.

El autor cubano presenta en la FIL su libro de cuentos, que ya va por la tercera edición. Foto: FIL

El autor cubano presenta en la FIL su libro de cuentos, que ya va por la tercera edición. Foto: FIL

ESCRIBO PARA RESPONDERME PREGUNTAS

“Escribo para responderme preguntas”, dice Leonardo Padura en Guadalajara, al tiempo de comentar que prepara unos cursos que dará primero en la Universidad de Puerto Rico y luego en la Universidad Menéndez Pelayo, España, titulados “¿Para qué se escribe una novela?”.

“Me interesa mucho saber las motivaciones de un escritor. En mi caso siempre hay una respuesta que tiene que ver con la sociedad cubana. Escribo fundamentalmente de la vida en Cuba en todos estos años, de cómo las personas han podido desarrollar su vida en Cuba, con dificultades, con esperanzas, con frustraciones, pero tratando siempre de ser lo más sincero y honesto posible en cuanto a la mirada que desde mis libros hay en torno a la realidad de mi país”, afirmó.

“Creo que en un caso como Cuba es importante la mirada crítica con respecto a una realidad que a veces no aparece en la prensa y que necesita ser testimoniada. No soy el único escritor que hace ese tipo de ejercicio, puesto que la narrativa cubana de los últimos 25 años ha hecho un poco la crónica de la vida que no está en los medios oficiales”, agregó.

Apasionado por el deporte nacional cubano, que es para él la esencia de la espiritualidad nacional, Padura contó que en su juventud fue un primera base que jugaba en los jardines, pero no era buen beisbolista, por lo que decidió dedicarse a la literatura.

Habló en otro tramo de la presencia de Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) y particularmente de Los tres tristes tigres, de cuya edición se celebran 50 años en este 2015 y que es un libro que al igual que otros del escritor cubano muerto en el exilio y ferozmente opositor al Gobierno de la Revolución liderada por Fidel Castro, circula libremente por la isla.

Cabrera Infante pidió que ninguno de sus libros fuera publicado mientras no cambiara en Cuba el signo del Gobierno, pese a lo cual los cubanos se la han arreglado para leerlo, contó Padura.

“Hay un proceso muy importante en la literatura cubana, que es el de la creación de la imagen del país a través de la creación de la imagen de La Habana. Desde el principio del siglo XIX con las novelas costumbristas, con las románticas a mediados y con las realistas a principios del siglo XX, se va creando la imagen de La Habana”, explicó.

“En pleno siglo XX, hay tres escritores cubanos que recrean ese elemento de la ciudad. Uno lo crea desde lo barroco: Alejo Carpentier. Otro desde el imaginario: José Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante lo crea desde las palabras”, agregó.

“Creo que ningún escritor cubano posterior a Guillermo Cabrera Infante puede desconocer el lenguaje habanero literario que él patentó y que magnificó en obras como la citada Los tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto que ojalá sean publicadas en Cuba muy pronto”, dijo.

NO LE QUEDAN SUEÑOS POR CUMPLIR                  

No le quedan sueños por cumplir a Leonardo Padura, sobre todo desde que con muchas erratas y cuando él era muy joven y nadie lo publicaba en Cuba, saliera en México su primer libro, Pasado perfecto, gracias a una editorial dirigida entonces por Paco Ignacio Taibo II.

Su esposa, la guionista de cine Lucía López Coll, es la persona más importante de su vida intelectual, con la que lleva 38 años de relación.

“Es mi primera lectora, mi primer crítico y mi primera colaboradora. Como no tiene a diferencia de algunos amigos temor a hacerme una crítica, me ayuda mucho, puesto que soy un escritor inseguro que necesito confrontar permanentemente mis textos con personas en cuyo criterio confío y ella es la primera en ese sentido”, confesó.

“No dejo de soñar, pero me siento muy satisfecho por lo que he logrado. Una parte importante de lo que he logrado se lo debo a mi trabajo, porque he sido siempre un escritor empecinado y todo lo que conseguí a mi trabajo se lo debo”, destacó.

Con respecto al nuevo estatus de la relación entre los Estados Unidos y Cuba y cómo influirá en su literatura, dijo el autor que habrá que esperar. Por lo pronto, su esposa lloró cuando se reconstituyeron las conversaciones entre ambas naciones y su madre, de 87 años, atribuyó el hecho a un milagro de San Lázaro, un santo muy venerado en Cuba.