Posts Tagged ‘insectos comestibles’

Insectos, poderosa fuente de nutrientes, son el alimento del futuro… y del presente

sábado, marzo 5th, 2022

Los insectos son un alimento muy valioso que aporta nutrientes de calidad y que se presenta como una opción para disfrutar en diversos alimentos. “Cuando nosotros hablamos del consumo de insectos te puedo hablar también de esa identidad cultural que está cargada de símbolos, de expresiones de identidad, eso que nos caracteriza, los insectos forman parte de una dieta que nos representa a nivel internacional y que no podemos hoy olvidar”, aseveró la chef Beverly Ramos, especialista en insectos comestibles y autora del libro Recetas con insectos.

Ciudad de México, 5 de marzo (SinEmbargo).- Es muy probable que al hablar de comer insectos aparezca aquella frase de película: “Viscosos pero sabrosos”.  Si algo tienen los insectos es un gran aporte nutrimental, además de versatilidad para usarlos en platillos como gorditas, tamales, ensaladas, salsas y ahora hasta en la coctelería. Pero, ¿en realidad son tan buenos los insectos? ¿Qué nutrientes aportan? ¿Cómo contribuyen al cuidado del medio ambiente?

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) menciona que el consumo de insectos por seres humanos recibe el nombre de entomofagia y aunque es un hábito que “siempre ha estado presente en la conducta alimentaria de los seres humanos” desde hace un tiempo ha tomado mayor relevancia al tener la atención de medios de comunicación, miembros de la industria alimentaria y organismos que se ocupan de la alimentación humana y animal.

“Estos organismos, estos insectos son ricos en proteína, en fibra, vitaminas y minerales nutritivos y además de todo, también tiene un gran aporte en carbohidratos y aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo no produce”, explicó a SinEmbargo la chef Beverly Ramos, especialista en insectos comestibles y autora del libro Recetas con insectos de la editorial Larousse.

Los insectos utilizan mucha menos agua que el ganado tradicional. Foto: José I. Hernández, Cuartoscuro

“La alimentación debe ser variada, completa, inocua, suficiente y equilibrada, según la NOM 043; de acuerdo a este concepto puede ser opción integrar de manera inclusiva alimentos alternativos, a pesar de lo exóticos que parezcan, el consumo de insectos, es llamado entomofagia de la cual se practica principalmente en Asia, África y América Latina”, compartió en entrevista a este medio el maestro Esaú Espinosa Velázquez, nutriólogo clínico.

EL ALIMENTO DEL PRESENTE

“Cuando le llaman a estos alimento, alimentos del futuro se refiere a justo el poder tener un alimento práctico con alta cantidad de nutrientes o nutrimentos para el cuerpo que se puedan asimilar rápidamente”, apuntó la chef. “En el caso del futuro para mí, ya nos alcanzó cuando hablamos de lugares donde hay hambruna, desnutrición o que en México hemos sustituido nuestros productos tradicionales por muchos productos de las dietas internacionales debido a fenómenos como la globalización y la transculturización. ¿Qué es lo que sucede? Que finalmente estamos adoptando alimentos que no nos corresponden y esto ha generado que seamos primeros lugares en distintas rubros como la obesidad”, agregó.

Los insectos son ricos en fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y zinc.

En Frontiers in Nutrition se encuentra un estudio realizado por científicos de la Universidad de Roma, el cual reveló que las propiedades antioxidantes de los saltamontes y gusanos de seda son muy parecidas a las de un jugo de naranja fresco. De hecho, los insectos aportan cinco veces más que un jugo fresco. ¿Pero para qué son los antioxidantes? Estos previenen o retardan la oxidación de las células y son los encargados de reducir las reacciones químicas del cuerpo que generan radicales libres, sustancias que están relacionadas a enfermedades cardiovasculares e incluso el cáncer.

Los insectos producen menos gases de efecto invernadero en comparación con los animales de granja convencionales. Foto: Shutterstock

“[Insectos como alimento] para el futuro, sí por supuesto, pero ese futuro ya está muy próximo, los debemos utilizar ya, es un recurso natural renovable y sobre todo optimizar esto que la naturaleza nos brinda”,  señaló la autora de Recetas con insectos, libro que la chef Beverly Ramos preparó con el objetivo de romper con la idea de que los insectos no tienen un buen sabor o no se pueden combinar con otros ingredientes.

UNA TRADICIÓN MEXICANA

De acuerdo con el texto La contribución de los insectos a la seguridad alimentaria, los medios de vida y el medio ambiente de la FAO: “La ingesta de insectos complementa la dieta de aproximadamente 2 mil millones de personas, y se trata de un hábito que siempre ha estado presente en la conducta alimentaria de los seres humanos”.

En México los insectos forman parte de varios platillos, entre los que más se consumen están los chapulines, los gusanos de maguey, escamoles y los jumiles que se integran a diversos platillos que han pasado de generación en generación gracias a la transmisión oral.

“Los insectos comestibles están documentados en distintos códices prehispánicos, yo cuando realicé la investigación de tipo doctoral para graduarme y conocer más de los insectos, encontré documentos como El Códice prehispánico de San Bernardino de Sahagún, donde él menciona en ese entonces que había entre 89 y 96 especies de insectos comestibles en México y que además eran algunos de ellos entregados como tributo al emperador Moctezuma, era un producto que nutria a los guerreros incluso en temas de la guerra”, señaló la chef Beverly.

Nuestros ancestros no tenían otra fuente de proteína así que se enfocaban en los insectos, como grillos, langostas, gusanos, libélulas, termitas, chinches y los escamoles, conocidos como caviar mexicano, incluso del ahuautle que es huevo del mosco axayácatl, “es un huevo muy nutritivo que llega a rebasar hasta en un 60 o 70 por ciento de proteína que es lo que contiene, es decir, más que el pescado”.

Chinicuiles preparados por la chef Adriana Pérez Garrido en el restaurante La Oveja Negra. Foto: Nancy Chávez, SinEmbargo

“Los antiguos mexicanos tenían un elemento para considerar algún alimento como bueno para comer y eso que los nutriera. Ellos identificaban un alimento y querían siempre que éste fuera bueno para comer, esto significa que nutre y los mantiene fuerte, que les daba los requerimientos necesarios. Los ancestros mexicanos tenían una sabiduría todavía más grande que la que poseemos ahora”, recordó la chef.

VENTAJAS AMBIENTALES DE COMER INSECTOS

“La FAO sugiere utilizar los insectos como alimentos, ya que trae mas beneficios que perjuicios, sus ventajas ambientales, sanitarias y medios sociales; como el reducir los gases por el efecto invernadero, los insectos se alimentan de residuos biológicos y transformar esto en proteínas de alto valor biológico”, dijo Esaú Espinosa.

El nutriólogo clínico apuntó que como beneficios sociales se encuentran que se pueden recolectar en el medio ambiente de manera sencilla, otra opción es la de “cultivarlos”, además de que los insectos se pueden procesar para servir como alimento humano y ganadero.

Integrar a los insectos a la dieta de las personas puede ayudar al medio ambiente, según la FAO “los gusanos de la harina, por ejemplo, son más resistentes a las sequías que el ganado”.

El consumo de insectos por seres humanos recibe el nombre de entomofagia, aunque se practica en muchos países, principalmente se da en las regiones de América Latina, Asia y África. (Imagen ilustrativa) Foto: Shutterstock

En La contribución de los insectos a la seguridad alimentaria, los medios de vida y el medio ambiente de la FAO se explica que entre los beneficios de carácter ambiental se encuentran:

-Los insectos son especies de sangre fría y esto los hace eficientes en las tasas de conversión alimento-carne, es decir,  la cantidad de alimento que se necesita para producir un incremento de 1 kilogramo en el peso, por lo que “los insectos pueden convertir 2 kg de alimento en 1 kilogramo de masa de insecto, mientras que el ganado requiere 8 kg de alimento para producir 1 kg aumento de peso corporal”, de acuerdo con la FAO.

-Otra gran diferencia con el ganado es la cantidad de gases de efecto invernadero, ya que los producidos por los insectos son inferiores a los del ganado convencional. “Los cerdos, por ejemplo, producen entre 10 y 100 veces más gases de efecto invernadero por kilogramo de peso”, se lee en el documento de la FAO.

-Los insectos se pueden alimentar con residuos alimentarios o de origen humano,  además de abono, esto lo transforman en proteínas de calidad que pueden usarse incluso como piensos, es decir, alimento seco para el ganado.

¿LOS INSECTOS PUEDEN SER UNA ALTERNATIVA PARA SUSTITUIR LA CARNE?

“De las grandes ventajas en el consumo de insectos o de la entomofagia es que no se conocen casos de transmisión de enfermedades o parasitoides a humanos (siempre y cuando hayan sido manipulados en las mismas condiciones de higiene que cualquier otro alimento) según el Fondo de las Naciones Unidad para la alimentación, la FAO. En comparación con los mamíferos y las aves, los insectos pueden plantear un riesgo menor de transmisión de infecciones zoonóticas a los humanos, el ganado y la fauna”, acotó el maestro Esaú.

Los insectos podrían ser una pieza clave en la lucha contra la inseguridad alimentaria. Foto: Shutterstock

El especialista citó el trabajo de Gloria Patricia Arango Gutiérrez, Los insectos: una materia prima alimenticia promisoria contra la hambruna para señalar que: “su valor nutritivo los convierte en un alimento complejo, su masa corporal está compuesta entre el 60 y 70 por ciento por proteínas y el tipo de grasas que poseen son polinsaturadas, algunas de fácil digestión, pudiéndose comparar con el valor nutricional del pollo, res, cerdo o pescado”.

Harinas saludables podrían fabricarse a través de insectos comestibles

lunes, julio 5th, 2021

Las harinas elaboradas con insectos comestibles exhibieron un alto contenido de proteínas y grasas como componentes principales.

Madrid, 5 julio (EFE).- Escarabajos, orugas, hormigas, langostas o grillos son, no solo comestibles, sino una fuente de alimento sostenible y con importantes valores nutricionales, pero los investigadores han descubierto que pueden ser también útiles para fabricar harinas de interés para la industria alimentaria.

Lo han demostrado científicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), que han comprobado que las harinas obtenidas de muchos de los insectos que ya están catalogados como comestibles pueden ser de gran interés para la industria alimentaria como fuente saludable de proteína.

Los investigadores, que han publicado sus resultados en la revista Food and Function, han comprobado el impacto positivo que esas harinas pueden ejercer sobre las propiedades funcionales y sensoriales de los alimentos, y con un papel potencial en la prevención de enfermedades asociadas a la hiperglucemia (demasiada azúcar en la sangre) y la hiperlipidemia (exceso de grasa en la sangre).

Los investigadores llegaron a estas conclusiones tras evaluar, por un lado, la composición nutricional y las propiedades técnicas y funcionales y fisiológicas in vitro de harinas elaboradas con seis especies de insectos diferentes, y por otro lado la viabilidad sensorial de incluir estas harinas en productos de panadería.

El resultado: que las harinas elaboradas con escarabajos, orugas, hormigas, langostas y grillos exhibieron un alto contenido de proteínas y grasas como componentes principales, destacando la presencia de quitina en las muestras de las hormigas.

“Las propiedades tecno-funcionales mostraron alta capacidad de retención de aceite, hinchamiento y emulsión en todas las harinas de insectos analizadas, mientras que su densidad aparente, propiedades de hidratación y capacidad de formación de espuma mostraron valores promedio y ninguna capacidad de gelificación”, ha explicado la directora del trabajo, Yolanda Aguilera, en una nota difundida hoy por la Universidad.

Además, estas harinas comestibles de insectos exhibieron propiedades efectivas de hiperglucemia e hiperlipidemia, que junto con su alta capacidad antioxidante se asocian con efectos fisiológicos beneficiosos in vitro.

“Las harinas de escarabajo y oruga destacan en estas propiedades, por lo que fueron seleccionadas para hacer una magdalena; y la evaluación sensorial confirmó que el polvo de escarabajo comestible se puede incluir con éxito en productos horneados para proporcionar excelentes propiedades sensoriales y una aceptación muy alta”, ha señalado Aguilera.

Los insectos para la alimentación humana se han convertido en un campo de investigación en constante crecimiento, dadas las ventajas que ofrecen como fuente sostenible de proteínas y grasas de calidad para alimentar a una población humana cada vez mayor, puesto que la huella ecológica de la cría de insectos es considerablemente menor a la del vacuno o el porcino, ha señalado la Universidad.

A eso anterior se unen las propiedades tecno-funcionales de estas harinas, que además ofrecen un potencial papel en la prevención de enfermedades asociadas a la hiperglucemia y la hiperlipidemia.

En el caso de la magdalena elaborada con harinas de escarabajo y oruga, los investigadores fabricaron un producto con una mezcla de harinas de trigo (90 por ciento) y de insecto (10 por ciento) para una cata ciega en un análisis sensorial del producto.

El trabajo se llevó a cabo en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL), un centro mixto de la Universidad Autónoma y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con la colaboración de investigadores de este centro, así como del Departamento de Química Agrícola y Bromatología, y del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la UAM.

Chef ofrece cata de insectos “a ciegas” para romper tabú del sabor

viernes, febrero 16th, 2018

En la oscuridad y con los ojos vendados, los invitados comen los insectos cocinados por el chef mexicano Irad Santacruz en una degustación que rompe tabúes y sensibiliza con el sabor de estos animales considerados el alimento del futuro.

Por José Antonio Torres

México, 16 de febrero (EFE).- Chapulines, toritos, ahuautles, cocopaches y chumiles, que desde tiempos prehispánicos son parte de la cocina mexicana, exacerban con su sabor los sentidos de estos invitados que aceptaron el reto de Santacruz, de 34 años, de comer “a ciegas” para romper ideas preestablecidas.

“El tapar sus ojos es para que puedan inmiscuir el oído, el tacto y el olfato, y al final vean que el producto está rico, aunque con los ojos no pueda ser visto de la mejor manera”, dice a Efe, Santacruz sobre esta cata celebrada en el festival gastronómico “La Sazón del Claustro” del pasado 2 de febrero en Ciudad de México.

Santacruz, que estudió cocina en el estado de Puebla y Ciudad de México, advierte entre sus comensales un temor inicial que se pierde al comer los insectos, todos seleccionados y preparados de manera cuidadosa a fin de garantizar una experiencia agradable.

“El objetivo es sensibilizar en el consumo de insectos; sobre todo que vean el gran potencial de estos alimentos que siempre han estado presentes y vigentes en la cultura culinaria y la dieta del mexicano”, explica.

Asegura que en México existen al menos 64 especies de insectos que son comestibles, que varían según la temporada y la región, aunque muchos se concentran en el altiplano central y el sur del país.

En este experimento culinario de comer a ciegas, los invitados recibieron platos con cinco tipos de insecto guisados con el tradicional método mexicano del comal y acompañados de pulque, la bebida prehispánica extraía del maguey.

Para cocinarlos, Santacruz dice haber empleado “la técnica culinaria mexicana” que consiste en tatemar (poner al fuego) los insectos en el comal, lo que los deja dorados, crocantes y listos para ser comidos.

Esta degustación busca romper tabúes. Foto: EFE/Sáshenka Gutiérrez

La degustación comenzó con cocopaches, escarabajos de color negro intenso y rayitas naranjas que miden de tres a cinco centímetros, que viven entre la hierba y se alimentan de ella, y que al comerlos tienen un regusto “herbal muy fuerte”, asegura el chef.

Como segundo, llegaron los chumiles -conocidos como jumiles en otras regiones-, unos insectos diminutos que por alimentarse de una hierba especial adquieren un sabor a manzana, canela y anís, sostiene.

Precisa que estos animales son tan pequeños y se mueven tan rápido que tras capturarlos, los recolectores los mantienen dentro de un balde con agua, para evitar que se salgan.

A la mitad de la opípara cena, Santacruz sirvió ahuautle, la hueva de la mosca acuática que se recoge de los matorrales situados a las orillas de lagos y que en algunas zonas de México es considerada un platillo de Cuaresma.

Como cuarto tiempo resaltaron los toritos, insectos pequeños que crecen en los árboles del aguacate, de cuyas hojas se alimentan y que ofrecen a los comensales un delicado sabor muy parecido a este fruto.

“El insecto adquiere el sabor del aguacate y cuando uno lo come es maravilloso el sabor. Produce una grasa especial, por lo mismo que come aguacate, y no es necesario ponerle grasa. Con la que ellos producen se va tostando y eso ayuda a que no se queme”, explica Santacruz.

Al final de la degustación, el cocinero sirvió los tradicionales chapulines (saltamontes), solo que en lugar de prepararlos con sal los preparó al horno, lo que favorece que conserven sus nutrientes y adquieran un sabor diferente.

Además de su sabor y su presencia en la gastronomía mexicana, Santacruz resalta que los insectos son una especie de panacea porque “son los que menos efecto invernadero producen, los que menos agua consumen y los más nutritivos, incluso más que la carne”.

Para motivar su consumo, refiere a la publicación en 2013 del informe “Los Insectos comestibles: Perspectiva de futuro de la seguridad alimentaria y la alimentación” por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Santacruz aseguró a Efe estar dispuesto a presentar nuevas degustaciones con insectos porque son un producto “que apenas está iniciando y esperamos que más gente se anime para replicar este tipo de catas”. EFE

Estudiante mexicano crea una sopa de chapulines con altos niveles de proteína; sustituiría el consumo de carne

lunes, febrero 12th, 2018

Según Eduardo Mendieta, el consumo de insectos es una costumbre muy arraigada en México desde tiempos ancestrales, y actualmente se considera un alimento de élite en restaurantes de prestigio.

Ciudad de México, 12 de febrero (EFE).- Un estudiante mexicano creó una sopa de pasta de chapulines (saltamontes) y sémola de trigo con altos niveles de proteína que busca satisfacer las demandas nutricionales de la dieta mexicana, informó hoy la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).

Eduardo Mendieta López, egresado de la carrera de Gastronomía y estudiante de la maestría en Diseño e Innovación de la Facultad de Ingeniería de la UAQ, explicó que esta idea nació de la necesidad de crear productos de alta calidad nutricional y sensorial a base de insectos.

“Dentro de las ventajas nutricionales que tiene consumir insectos está que es una fuente de proteína muy pura y de alta calidad. Su producción no contamina como la industria ganadera, no gasta tanta agua ni genera gases invernadero”, señaló Mendieta en un comunicado de la institución.

Indicó que se requieren muy pocos recursos económicos para alimentar a los insectos, por lo que producir un kilo de proteína de los mismos es mucho más sustentable que un kilo de proteína bovina.

Los insectos son considerados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como “el alimento del mañana”.

De acuerdo con este mismo organismo, se tiene previsto un desabastecimiento de alimentos a futuro, así como dificultad en la producción suficiente de proteínas para alimentar a la población alrededor del año 2050.

El estudiante recordó que aunque el consumo de insectos como alimento humano es una costumbre ancestral muy arraigada en el país, actualmente son considerados un alimento de élite, pues son ofrecidas diferentes especies de insectos comestibles en restaurantes a precios muy elevados.

El también investigador del Centro Académico de Desarrollo e Innovación de Productos de la UAQ ha encaminado sus esfuerzos a incluir estos ingredientes en la dieta diaria del mexicano, con el propósito de conseguir una alimentación saludable y balanceada.

Según datos de la Cámara Nacional de la Industria Molinera de Trigo, las pastas son el alimento más popular entre la población mexicana, y es por ello que Mendieta vio la oportunidad de insertar el chapulín en polvo en este producto, que puede cocinarse de formas variadas.

Mendieta ya había presentado en 2016 un pan gourmet llamado SanChap, elaborado con chapulines provenientes de Oaxaca.

El gastrónomo dijo que uno de sus objetivos acabar con los mitos alrededor del consumo de insectos.

“La FAO ha establecido que una estrategia para promover el consumo de insectos es el desarrollo de productos que los contengan y que la entomofobia o miedo irracional a los insectos vaya disminuyendo”, acotó.

Los insectos saltan hasta la alta cocina en un restaurante de Bangkok

viernes, febrero 2nd, 2018

“Cierra los ojos y prueba. ¿A qué sabe? es como un fruto seco”, aunque el consumo de insectos es una tradición ancestral en Tailandia, los platillos habían encontrado cierta resistencia en las clases más altas, pero hoy comienzan a promoverse ya como un platillo gourmet.

Por Noel Caballero

Bangkok, 2 de febrero (EFE).- Los comensales no protestan al ver una enorme cucaracha coronando su plato cuando acuden a un restaurante de las afueras de Bangkok donde los insectos son el ingrediente principal en el menú.

Lubina en salsa de caviar de hormiga, risotto de marisco con saltamontes, costillas de ternera con pasta de grillo, vieiras con orugas de bambú y de postre helado de vainilla con gusanos de seda, son una muestra de la variada carta del establecimiento “Insects in the Backyard” (“Insectos en el patio trasero”).

“Los insectos son el futuro. Los expertos alertan que el sistema actual de producción de alimentos pone al límite al planeta y los insectos son el mejor sustituto por sus propiedades nutritivas al ser ricos en proteínas, vitaminas y otros micronutrientes”, dice a Efe el chef Thitiwat Tantragarn.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés) indica en un estudio el gran impacto ambiental y consumo de agua de las granjas de ganado bovino y porcino; y como los ranchos de insectos y su consumo pueden ayudar a garantizar el desarrollo sostenible de la industria alimentaria.

La FAO identifica más de mil 600 especies de insectos comestibles y señala que en 112 países de Asia, Europa, África, América y Oceanía se practica la “entomofagia” o consumo de insectos.

El chef Thitiwat Tantragarn fusiona en sus platos cocina occidental e insectos. Foto: Noel Caballero, EFE

El cocinero tailandés ideó la fusión entre cocina occidental e insectos con el objetivo de atraer a los clientes hacia una nueva experiencia culinaria y como una vía atractiva hacia la ingesta de insectos por parte de seres humanos.

“La respuesta de los clientes ha sido muy positiva, cerca del 90 por ciento de ellos son turistas o extranjeros […] Aunque para algunos es más complicado saltar su barrera mental frente al consumo de insectos, cuando se aventuran reconocen que son sabrosos”, dice el cocinero mientras chapurrea algunas frases de español.

Hervidos, fritos, en salsa, cremas e incluso en infusiones de aceite, son parte de las numerosas maneras de preparar los insectos.

“Cierra los ojos y prueba. ¿A qué sabe? es como un fruto seco”, señala el cocinero al referirse a los grillo y gusanos de seda; otras, como las cucarachas de agua, son más parecidas al sabor del calamar o cangrejo.

A pesar de que en Bangkok es común encontrar pequeños carros donde se ofertan una amplia variedad de insectos listos para ser degustados, estos aún se topan con resistencia en las clases acomodadas.

“Muchos de ellos tienen la concepción de que los insectos son comida para los pobres, pero pocos saben que las orugas de bambú, por ejemplo, puede llegar a costar más que la carne”, cuenta el chef al cifrar la vianda en mil bat (25 euros o 31 dólares) el kilo.

El 1 de enero, la Unión Europea abrió las puertas del mercado comunitario a los insectos destinados al consumo humano.

“La demanda está en crecimiento, aunque es cierto que la gente necesita todavía tiempo para asimilar su consumo”, comenta Thitiwat al asegurar que su restaurante es el primero en Tailandia sirviendo este tipo de manjares, que el chef considera de alta cocina pero cuyos precios son económicos: varían entre 165 bat (4 euros o 5 dólares) y 345 bat (9 euros u 11 dólares) por plato.

Antes de abrir el establecimiento hace ocho meses, el chef visitó granjas del todo el país para asegurarse de adquirir los mejores productos para su cantina.

Entre sus futuros planes está experimentar con insectos procedentes de Sudamérica para posibles combinaciones en sus guisos, ampliar el repertorio del menú con nuevas sorpresas e incluso la colaboración con un reputado cocinero mexicano que visitó hace poco la taberna. EFE

El arte de hacer, vender y comer dulces con insectos

viernes, diciembre 1st, 2017

“En los últimos meses, tal vez me he comido miles de lombrices”, dice Larry Peterman, fundador de HOTLIX, empresa que dice ser la creadora de los caramelos con insecto en los Estados Unidos. Munchies habló con él sobre la pasión que pone en cada uno de sus productos.

Por Mayukh Sen / Traducido por Elvira Rosales

Ciudad de México, 1 de diciembre (SinEmbargo/ViceMedia).–  El santo patrono de los dulces con insectos es un septuagenario amable y de voz suave llamado Larry Peterman. Peterman fundó HOTLIX , autoproclamada como la “creadora original de dulces comestibles con insectos” de Estados Unidos, hace 35 años en Pismo Beach, California. Sus orígenes fueron humildes, así como su producto principal: un gusano de harina incrustado en una paleta sabor tequila sin alcohol.

Desde entonces, Peterman ha convertido a HOTLIX en una empresa atendida por 49 personas y ahora cuenta con un amplio catálogo de caramelos infestados de bichos. HOTLIX vende todo lo que cualquier gourmand ávido de probar plagas pueda imaginar: un postre Dessert Scorpion cubierto de chocolate; una paleta de grillo Cricket Lick-It Sucker; dulces de hormigas con “Hormigas Negras Reales” ya sea sabor cereza o manzana.

Peterman, ahora de 78 años, vive en Fort Lauderdale, Florida. Se retiró y asumió el papel de asesor de la compañía, que tiene su sede en Grover Beach, California. Hablamos con Peterman sobre el estado de la empresa, si ha visto a Estados Unidos desarrollar una mayor tolerancia al consumo de insectos desde que comenzó su negocio y si su propio apetito por los insectos ha aumentado a medida que envejecía.

– MUNCHIES: Hola, Larry. Entonces, ¿cuánto tiempo llevas vendiendo insectos?

– Larry Peterman: Je, bueno, al menos 35 años. Comenzó porque teníamos una línea de paletas y pensábamos cómo crear nuevos sabores. Mientras pensábamos en los sabores… bueno, ya sabes que los Life Savers tienen un sabor como a mantequilla de ron, ¿no? Estábamos pensando en hacer sabores de licor. Así que se nos ocurrió el tequila. Y pensamos, ¿por qué no ponerle un gusano?

– Hablas en plural, ¿a quién te refieres?

– Oh, bueno, supongo que sólo yo.

– Ya entiendo. Entonces, ¿a qué sabía?

–¿El gusano o el tequila?

– El gusano.

–Bueno, en realidad, como están tostados, tienen un sabor como a nuez.

– Bien. Y, ¿el tequila?

– El sabor a tequila no es tan maravilloso. A mucha gente no le gusta. Ése fue nuestro primer intento. Tratamos de hacer algo más novedoso y no tanto una paleta real.

– ¿Cómo pasaste de vender algunos productos novedosos a convertirte en un negocio más grande?

–Bueno, las paletas de tequila se vendieron muy bien. Entonces pensamos, ¿por qué no ponerles grillos? Serían sabor uva y sabor plátano. Así que comenzamos a agregar los grillos. En particular, los museos se encariñaron con estos productos. El Smithsonian, por ejemplo, siempre ordena muchos. Luego, nos expandimos.

– ¿En qué época del año notas que hay mejores ventas? 

–En este momento, estamos atrasados durante varios meses debido a nuestra capacidad para hacer los dulces. Creo que se venden un poco mejor en Halloween, porque mucha gente llama y dice que sus dulces tienen insectos. ¿Es seguro ingerirlos? Recibimos muchas llamadas en esta época del año, y especialmente justo después de Halloween.

“Estábamos pensando en hacer sabores de licor. Así que se nos ocurrió el tequila. Y pensamos, ¿por qué no ponerle un gusano?” Foto: Usuario de Flickr Jes

– ¿Por qué crees que es tan popular?

–Se está vendiendo mucho en el aeropuerto de Phoenix. La gente busca comprar un pequeño recuerdo en el aeropuerto. Es uno de nuestros mayores clientes, porque hay varias tiendas de regalos tipo museo.

– ¿Quién es tu típico cliente? ¿Cómo es el tipo de persona que compra tus dulces?

–Por lo general, son mujeres entre 30 y 50 años, pero no las compran para ellas sino para un nieto, un marido, un novio. Por supuesto, a los niños le encantan también, especialmente cuando van en grupo a los museos y ese tipo de eventos.

– En los 35 años que has manejado este negocio, ¿sientes que el prejuicio social que rodea la ingesta de insectos se haya atenuado?

– Oh, por supuesto. Originalmente, la gente no se acercaría. Pero gracias a programas como Survivor, ha habido una mayor aceptación de nuestros productos. Cuando recién comenzamos, recibíamos muchas quejas por teléfono y ciertos condados nos vetaban de los estantes. Pero no hemos tenido ninguno de esos problemas desde hace años.

– ¿Cuándo fue la última vez que recibiste una de esas llamadas?

– Ha pasado mucho tiempo desde la última que recibí alegando que un producto está contaminado con un insecto. Vaya, ni siquiera puedo recordar la última. Ha pasado realmente mucho tiempo. Pero al principio, era muy frecuente.

– Y, ¿cuál es tu producto favorito?

–¡Mi favorito es la Scorpion Sucker porque se vende muy bien!

– Bueno, pero ¿cuál es tu producto favorito para consumir? 

–Bueno, tenemos Larvets y CRICK-ETTES que sólo son gusanos y grillos tostados. Esos me gustan mucho para picar.

Haciendo manzanas dulces con gusanos de harina en la cocina Hotlix. Foto: Getty Images / Barcroft

– ¿A qué saben?

–Son crujientes. Si los cubres con chocolate, saben como las barras de Kit Kat. Un poco crujiente y con un dejo de sabor a nuez tostada.

–¿Puedes nombrar todos los insectos que has comido?

–Podría darte una lista, pero sería demasiado larga. Siempre estamos tratando de hacer cosas nuevas. En este momento, nuestro producto más nuevo, que acaba de salir la semana pasada, son las lombrices. En los últimos meses, tal vez me he comido miles de lombrices.

– ¿A qué sabe una lombriz?

–Sabe a tierra.

– ¿Si comes tantas lombrices te puedes enfermar o algo así?

– No, no. ¡Es sólo otra comida! La mayor parte del mundo come insectos. Si viste los Juegos Olímpicos en China, allá comen grillos y escorpiones en brochetas. Comen insectos de agua. Somos uno de los pocos países que casi no come insectos.

– ¿Qué insecto no comerías jamás?

–Bueno, hay ciertos insectos que son venenos. La señal es que son de color rojo. Es una señal para otras criaturas, como las aves, de que son tóxicos. Hay otros insectos que en realidad no son comestibles, pero he comido cucarachas y todo ese tipo de cosas.

– ¿Algún cliente se ha enfermado por comer tus dulces?

–Ninguno. Hemos tenido este negocio por 35 años y hemos vendido millones y millones de insectos. Y nada. Una vez, recibí una carta de alguien que decía: Hay un gusano en mi paleta, así que te demandaré. Pero no, no hemos tenido casos de alguien que se haya enfermado por nuestros productos. 

– ¿Alguna vez has comido arañas?

– ¿Arañas? No hay muchas por aquí. Si tratas de prepararlas, bueno… la mayoría de las arañas son pequeñas. Simplemente se encogen, reduciéndose básicamente a nada.

– ¿Qué hay de las tarántulas?

– ¡Oh, las tarántulas! Hay un gran libro llamado Man Eating Bugs (El Hombre Comiendo Insectos) y hay un par de pasajes sobre tarántulas. Las insertan en palos y las tuestan. He escuchado que son muy ricas, pero no he tenido la oportunidad de probarlas.

– Entonces, ¿qué otros bichos esperas probar pronto?

– Oh, no sé. El proceso que hemos desarrollado [en HOTLIX]… hemos probado muchos, muchos insectos. El problema es que los insectos que comemos aquí deben ser aquellos que puedes criar y poder acceder a un suministro constante de ellos. No puedes ir a buscarlos en la naturaleza. Por ejemplo, hay un insecto llamado “grillo de Jerusalén” y son realmente feos. Son muy ricos, pero son demasiado raros.

Quisiera agregar una cosa más: realmente he visto un cambio en la actitud de las personas respecto a comer insectos. ¡Cada vez más personas descubren todos los días que pueden comer insectos y que les gustan!

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE ViceMedia. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

¿Una vida comiendo insectos? Un manjar que viene de la cocina indígena

viernes, junio 23rd, 2017

Explorar la costumbre milenaria de comer chapulines -vivos o muertos, frescos o secos, guisados de las formas más variadas- no sólo implica el armado de un recetario suculento, sino sumergirse de lleno en el panorama de la entomofagia en México, su origen, su huella cultural en las civilizaciones antiguas y los testimonios aun presentes en diversas culturas.

Ciudad de México, 23 de junio (SinEmbargo).- El término entomofagia se deriva del griego éntomon-,entom-, que significa “cortado o cortado en piezas”, que alude al cuerpo segmentado de ciertos insectos, así como de la palabra phagein, que significa “comer”.

A diferencia del término insectívoro, que se utiliza para aquellos animales que se alimentan de insectos, la entomofagia supone un acto razonado, con conocimiento de las especies que se consumen y de cómo se ingieren.

En el libro Acridofagia y otros insectos, editado por Trilce y presentado en la Feria del Libro de Tijuana, los autores plantean su consumo como una solución para enfrentar el futuro de la alimentación que se ve amenazada cada vez más por la creciente población mundial y el cambio climático.

La doctora Julieta Ramos-Elorduy, máxima autoridad en nuestro país sobre insectos comestibles y ecología, coordina este álbum, recetario y libro de divulgación. Así lo demostró Alejandro Escalante (autor de La Tacopedia), el presentador del libro, quien además puso al costado del escenario unos cuantos chapulines, con sal y aceite, para que la gente pruebe insectos en vivo.

En el centro y el sur del país, son parte de la cocina indígena: jumiles, chapulines, cuetlas, gusanos de maguey, escamoles son la gastronomía menos explorada, pero vigente y en este libro, chefs como Enrique Olvera, Alejandro Ruiz, Lizette Galicia, Fernando López y Fortino Rojas comparten sus mejores secretos para sacar manjares de este alimento del futuro.

La acridofagia, en un libro editado por Trilce. Foto: Trilce

“Los insectos han estado aquí en el planeta mucho antes que nosotros, han sido fuente de alimento para la humanidad desde los orígenes de la humanidad y hay que pensarlo así: ¿qué comen los pajaritos? Los seres humanos andaban pescando insectos por el monte y poco a poco el hombre ha ido olvidando esos orígenes y actualmente la sobrepoblación, la ecología, nos obligan a ver a los insectos como alimento del futuro”, dice Alejandro Escalante.

–¿El insecto tiene proteínas?

–Hombre, tiene mucha más proteína que la célula animal, tan comida. Aparte de eso, contiene los aminoácidos esenciales, que no genera el cuerpo y no se encuentra en los alimentos habituales y también tiene ácidos grasos de muy altísima calidad. Como alimento es mucho más suficiente que una chuleta de cordero. Pero también esa eficiencia se demuestra que en su cultivo y en su vida de anaquel tiene muchas más ventajas que en la proteína habitual.

[youtube hr3g77L0VAQ]

–Usted recién se refería a que el desarrollo de los agroquímicos podría combatir esta tendencia, ¿es así?

–Podría llegar a serlo, en el sentido de que para cosecharlos en su hábitat natural que son los cultivos, ahora se ven como enemigos. Cuando la realidad es que su extracción manual de los campos de cultivo no solamente generaría un ahorro económico en el agricultor –no debería gastar en el agroquímico-, sino que le otorgarían un ingreso al vender los insectos como producto comestible.

–En este contexto, ¿dónde hay más insectos en México?

–Definitivamente en la zona del centro y del sur del país, donde más se consumen. Los chapulines desde Puebla hasta Oaxaca se cultivan en enormes cantidades, es decir, toneladas semanales en su temporada. Otro insecto muy buscado es el escamol, que se produce en los Estados de Hidalgo, Guanajuato, Querétaro. Pasa eso, ahora estamos en el proceso de cambio en el que no sólo los pueblos tradicionales consumen el insecto, sino que el gourmet, el aficionado a las experiencias gastronómicas, comienza a buscar el insecto.

Alejandro Escalante, experto en insectos, uno de los presentadores del libro. Foto: SinEmbargo

­–Hábleme del libro

–El libro está coordinado por la doctora Julieta Ramos-Elorduy en torno al consumo de los chapulines, es decir, la acridofagia y yo escribí una serie de estudios en torno al asunto de los insectos comestibles como son la legislación, el miedo, las artes, la producción, la crianza de insectos.

–¿Hay recetas en el libro?

–Montones de recetas, algunas que pueden ser realizadas en la casa, otras un poco más elevadas a cargo de chefs como Enrique Olvera. Todas ellas son riquísimas, con escamoles, con chapulines, cocopaches, con gusanos de maguey. Es un libro para que la gente pierda el miedo a los insectos y les dé ganas de comerlos.

[youtube 5IyB7ch7WZE]

Escamoles, el caviar mexicano que nos regalan las hormigas

viernes, abril 14th, 2017

Vice fue a Mineral de Pozos, en Guanajuato, a perseguir hormigas y robarles —con mucho respeto— sus gloriosos huevecillos.

Ciudad de México, 14 de abril (SinEmbargo/ViceMedia).– A Rosa Orozco Arredondo le contaron que los escamoles elevan el deseo sexual de quien los consume. Ríe cada vez que relata a alguien más esa creencia que ha convertido al llamado caviar mexicano en un alimento simbólico. Sin embargo, sabe que toda broma siempre guarda algo de verdad. Para que nada la sorprenda mejor toma sus precauciones. “Por eso no se los doy a mi marido, quién sabe cómo me vaya” me dice entre risas.

Rosa, una cocinera de unos 50 años, está con otras dos mujeres en la cocina de “Los Escamoles”, el restaurante que dirige en el pueblo mágico de Mineral de Pozos, en Guanajuato. Están cocinando las larvas de la hormiga liometopum apiculatum, un alimento prehispánico consumido principalmente en la región centro de México, en los estados de Hidalgo, México, San Luis Potosí, Tlaxcala, en la Ciudad de México y, por supuesto, en Guanajuato.

El espacio no tiene planchas ni parrillas como las cocinas profesionales. Las dos estufas en las que preparan alimentos no son de acero inoxidable. Las ollas, sartenes, cucharas y demás utensilios tampoco tienen el color plateado de ese material. Al contrario, hay ollas de peltre, cacerolas negras de aluminio con revestimiento antiadherente y tapas de vidrio templado. Cucharas de madera con la punta quemada por un descuido, platos de barro. Parece más la cocina de una casa cualquiera donde cocineras comunes, que no heredaron de sus ancestros la práctica de la recolección de huevos de insectos y de bichos comestibles, preparan un platillo excelso de la gastronomía mexicana. Tal vez por eso sus escamoles tienen ese sabor que recuerda a las comidas caseras.

“Esto es muy común de otro lugar”, me cuenta Rosa siempre sonriente, “pero vinieron aquí y nos dijeron: ‘Su clima es desértico, si siembran es muy poco lo que van a recoger, si ponen árboles frutales viene la helada y no les deja nada. Por qué no aprovechan el espacio que tienen para el escamol. Es bien vendido, es rico en proteínas y da mucha chamba en el tiempo de la cosecha’. Y nos trajeron escamoles”.

Antes del restaurante, Rosa se dedicaba a apoyar a los guías de turistas de Mineral de Pozos, cuidaba la entrada de las minas adaptadas para los visitantes, si de repente la gente quería una fogata ella llevaba el café y las quesadillas. Pero no siempre este lugar tuvo atractivo turístico. Hace más de 30 años, cuando Rosa, procedente de Morelia llegó a la población, después de contraer matrimonio con Raúl Ruiz, quien sí es originario de Pozos, el lugar prácticamente era un pueblo fantasma. Sólo había una tienda, si quería conseguir carne tenía que ir a San Luis de la Paz, a unos 10 kilómetros. Y si no había dinero mataban uno de los pollos que criaban o cazaba un conejo en el monte. Las tortillas salían del maíz que sembraban. Los frijoles también.

“Para mí fue muy difícil porque yo venía de una ciudad”, me cuenta Rosa un tanto nostálgica. “Me costó muchísimo. Por eso le digo (a mi marido) nomás imagínate cuánto te he de haber querido, y te sigo queriendo todavía ya después de tantos años, para haberme venido de Morelia, capital, a un pueblo donde no había agua, donde no había electricidad. Hacía aire y se iba la luz; donde no había carnicería, donde no había supermercado, no había nada. Por eso yo me acostumbré a comer de todo, porque tenías que ir a cazarlo para comerlo”.

Mineral de Pozos destacó desde su fundación en el siglo XVI por su riqueza minera. La bonanza tuvo lugar a finales del siglo XIX durante el Porfiriato, pues la minería fue una de las actividades a las que el gobierno dio mayor impulso y permitió la inversión tanto nacional como extranjera. Fue tan importante este poblado que 1897 fue elevado a la categoría de ciudad y se le nombró Ciudad Porfirio Díaz. Sin embargo, con la Revolución las minas fueron abandonadas y la crisis se agudizó con la Guerra Cristera, y la minería terminó cuando una explosión provocó la inundación de todos los yacimientos. Hoy cuando uno entra a una mina es posible mirar las excavaciones ahora convertidas en pozos de agua.

Poco a poco la gente abandonó el sitio y de los 80 mil habitantes que alguna vez caminaron por estas calles empedradas, quedaban sólo 200 a la mitad del siglo XX. La migración hacia Estados Unidos se convirtió también en una constante. Pero su fisonomía de pueblo fantasma comenzó a atraer a visitantes, sobre todo extranjeros. En 2012, con apenas tres mil habitantes, Mineral de Pozos fue nombrado Pueblo Mágico.

Hace unos cuatro años, en uno de los cursos que ofrece el gobierno para los ejidatarios sobre reforestación y desarrollo de proyectos productivos, algunos compañeros les hicieron ver a las 35 mujeres del ejido de Pozos que el clima caluroso —presente durante el día en esta región semiárida— favorece la reproducción de la hormiga Liometopum apiculatum y por tanto es posible encontrar escamoles. Entonces se los mostraron, les enseñaron a recolectarlos y les hicieron una degustación para que los probaran y aprendieran a prepararlos.

Por muchos años Rosa y sus compañeras observaron que en los meses de febrero, marzo y abril, la temporada seca del año, mucha gente llegaba a los terrenos del ejido, donde abundan nopales y magueyes silvestres. Andaban con botes o con hieleras pequeñas. Las mujeres no sabían qué hacía esa gente. Imaginaban que iban a raspar el maguey para extraer aguamiel y hacer pulque o a recolectar chinicuiles, los famosos gusanos de maguey. Éste es el tercer año que estas mujeres cosechan la hueva de la hormiga.

“Estaba sobreexplotado. Venían y lo sacaban pero no tenían la precaución de decir, le voy a acomodar el nido”, me narra la cocinera mientras supervisa los escamoles que están cocinado sus compañeras. “Ellos venían y se llevaban los que encontraban y regresaban al siguiente año. No nos habíamos percatado que teníamos ese tesoro. Y ahorita que lo sabemos no permitimos que cualquier gente venga a recoger. Lo hacemos nosotros”.

“¿Hay saqueo?”, le pregunto.

Y ella me responde: “Sí, la gente tiene la necesidad de llevar a su casas algo. Y muchos, como no tienen tierras, vienen aquí. Hay otros que, muy educados, si te piden permiso. El año pasado vino un señor: ‘Oiga, venimos a hablar con ustedes, las mujeres o con quién hablamos porque nosotros cosechamos escamol’. Y le dijo un muchacho: ‘Muchas gracias señor, nosotros también’. Volvió a insistir el hombre ‘¿Si nos dan permiso?’. Pos no”.

La mujer no deja de dirigir a sus dos compañeras. Están preparando los huevos de hormiga a la mantequilla. Primero ponen en el sartén un trozo de mantequilla, luego cebolla y ajo picados, después pimiento. Lo dejan sofreír un poco e incorporan los escamoles, un puñito, unos 100 gramos para una orden. Por último, ya que apagaron el fuego agregan unas hojas de epazote.

“Para recogerlos es algo muy bonito”, la voz de la cocinera se torna delicada. Mira hacia la ventana y revive las mañanas de recolección. “Se levanta uno temprano, aquí los amaneceres son muy hermosos, y empiezas antes de que salga el sol. Hay que ir a buscar el caminito de las hormigas. No salen cuando ya está el sol. Brotan o muy temprano en la mañana o muy tarde, entre seis y ocho de la noche, cuando ya bajó el calor. A las seis de la mañana es buena hora para salir. El tiempo de la colecta es la tercera semana de febrero, todo marzo y dos semanas de abril, antes que se forme la hormiguita. Que sea el puro huevito. Porque después hay más hormiga y menos huevecillo”.

Las 35 mujeres, sus maridos y algunos de sus hijos caminan, con cubetas y una varilla o un alambre que alguna vez hizo de gancho para colgar la ropa, un tramo de las 700 hectáreas que compone el ejido de Pozos, en busca de hileras de hormigas que los conduzcan a sus nidos, debajo de las pencas de nopaleras y magueyes, en las partes que se miran más secas. No hay un lugar específico para encontrar el hormiguero. Cuando llegan al lugar hunden la varilla o el gancho. Los recolectores buscan un olor peculiar que les indica que ahí están los huevos.

Le pregunto a qué huele el hormiguero. “Es que es un olor muy especial. No sé cómo describirlo. Mejor ven”, Rosa me saca de la cocina. Buscamos una nopalera para cazar una hormiga y encontrar su olor.

“Ahorita a ver si cachamos [encontramos] una hormiguita por aquí. Yo no le encuentro sabor. Posiblemente como a una hierba, pero tiene un olor particular. Nosotros les llamamos hormigas pedorras”. Por un momento la mujer baja la voz y se le sube el color a su rostro apiñonado. Ríe pícara y apenada a la vez. “¿De dónde son los huevos?, me preguntan, pues de las hormigas pedorras. Son unas hormigas pequeñas”.

Quiso la suerte que encontráramos a una hormiga, tal vez una exploradora o una extraviada a las 10 de la mañana, una hora poco decente para que este bicho se pasee fuera del hormiguero. El calor la puede matar. El pequeño insecto de vientre abultado despide un olor que viaja entre lo fresco de una penca de maguey recién cortada y un ácido que penetra profundo en la nariz. El aroma es sutil; hay que acercar el rostro al bicho para percibirlo. Si lo multiplicamos por los miles de individuos que forman un hormiguero fácilmente invade el ambiente.

“Le picas a la penca y como tiene un olor ácido, muy peculiar, cuando metes la varilla al hormiguero o donde haya mucha afluencia de hormiga, hueles y piensas ‘mmm aquí hay’ y empiezas a escarbar”, me platica Rosa mientras deposita al insecto en la penca de donde lo tomó. Después volvemos a la cocina del restaurante.

Para extraer los escamoles, las manos de los hombres quitan las partes secas y escarban hasta llegar al nido. Debe ser así porque si utilizan una pala u otro instrumento podría destruir la malla que contiene los huevos, hecha de tierra, restos de hierba y, dicen los recolectores, baba de la propia hormiga. Rosa me enseña un fragmento del nido. Me recuerda a la estructura de un arrecife marino.

“Mucha gente cree que es madera pero no […] Ves, es tierra”. Foto: Memo Bautista, Vice

“Encuentras una casita como esta”, me dice la mujer mientras lo sostiene en los dedos. “Éste es el nido, aquí adentro están los huevos. Es como una especie panal. Es como del tamaño de una olla de barro. Mucha gente cree que es madera pero no. Es como cuando una golondrina hace un nido, que va juntando el lodo y todo eso”. La mujer deshace un trozo. “Ves, es tierra. Lo tengo aquí porque mucha gente me pregunta ¿Y cómo es? Pues es así. Es como una bolita, pero cuando uno mete la varilla lo rompe”.Conseguir los escamoles no es fácil. Las hormigas oponen resistencia. Ningún animal quiere que otro se coma a sus crías. La sobrevivencia de la especie depende de eso. Así que atacan a la mano intrusa. Suben por montones al brazo y lo muerden al tiempo que liberan del abdomen ácido fórmico, que al ser absorbido por la piel produce dolor, enrojecimiento y quemaduras. Así que las mujeres pasan una vera o un manojo de hierba seca por las extremidades de los hombre para que los bichos caigan. Pero no es así. Las hormigas se prensan con sus tenazas a la piel o ropa con tal fuerza que cuando pasa la vara o la hierba arranca la mitad de su cuerpo.Cuando terminan de sacar el huevecillo, los recolectores tapan el agujero con nopal seco y hierba. Acomodan las fibras para que con ellas las hormigas vuelvan a formar el nido y no se vayan. Los recolectores saben que deben hacer este trabajo con mucho respeto. Si lo hacen bien es seguro que para el siguiente año ya no tengan que perseguir hormigas, porque ya tendrán identificado el nido.

“Más o menos un hormiguero llega a tener 900 gramos, más de un kilo o un kilo 100 gramos”. Me dice Rosa mientras camina hacia un congelador horizontal tan grande como los refrigeradores de las neverías. “Pero de ahí únicamente sacamos 700 gramos porque si no se me acaba el hormiguero y pal’ año que viene qué cosecho. Es que esto es sustentable”.

Después de sacar los huevos, Rosa y las demás mujeres comienzan el trabajo fino, como le llaman. Colocan los escamoles en una criba. Ahí los limpian, los escogen, les quitan la hojarasca, la tierra se cuela.

“El color del huevo es este”. Saca una bolsa. Es un paquete con los huevecillos congelados. Los escamoles parecen pequeñas grajeas de color amarillo pálido. Fragmentos de escarcha los rodean. “Después del arenero los ponemos en varias tinas de agua, luego los pasamos a una coladera, toda la tierra se va con las basuritas. Los ponemos en agua de garrafón para que queden súper limpios. El chiste de la limpiada y de todo es que no se despedacen, o sea que no queden ponchados sino enteros, así, gorditos. Estos son de primera. Tenemos la hielera llena”.

La cocinera extrae unos cuantos escamoles y los pone en un plato. Recojo algunos y los deposito en la palma de mi mano. Es increíble que esos pequeño huevos se ubiquen entre las tres primeras especies mexicanas de insectos más nutritivas.

La Universidad de San Luis Potosí dice que su contenido de aminoácidos esenciales —es decir proteínas, sales minerales y vitaminas— es más alto que el del pescado, el pollo, el huevo o la carne de res, y supera el nivel de requerimientos establecidos por la FAO.

Entonces, me surge una duda ‘¿Los ha comido así, crudos?’.
Rosa me ve sorprendida y responde que no. En los cuatro años que lleva recolectando el escamol, no se le había ocurrido probarlos sin cocinar. “Me da la idea que saben como a lechita porque sueltan líquido”.

La mujer toma uno de los huevecillos y se lo lleva a la boca. Yo hago lo mismo. Rosa mastica y su rostro adquiere seriedad, busca algún sabor para relacionar el que ahora ronda por su paladar. Por fin da su veredicto: “Me sabe como cuando uno prueba un granito de elote sin cocer, como si comiéramos un huevo crudo, sin el olor que tiene. Éste no tiene olor a nada”.
“Sí” —la secundo—, “como a maíz, como a hierba”.

Rosa me repite: “Nunca se me había ocurrido probarlos en crudos”. Y de pronto le salta una idea a la cabeza: “Qué tal si anda uno en plena cosecha. Total me hecho un puño, pura proteína, para seguirle. No creo que pase nada”.

Pero el sabor de los escamoles cambia al pasar por el fuego.

Rosa, la cocinera. Foto: Memo Bautista, Vice

Rosa sirve un plato con los escamoles guisados. El rojo y amarillo del pimiento les da buena vista. A un lado pone una porción de guacamole y una mitad de un limón. En una canastita deposita una cuantas tortillas de maíz azul.

“Huele rico”, digo al percibir el vapor oloroso de los huevos recién salidos de la sartén. Me llevo una cucharada a la boca. Sabe a elote, a huevo revuelto, a hierba. La consistencia es parecida a los granos de maíz cuando se están despellejando. También son un tanto mantequillosos. Se me antojan con mezcal. Luego de la primer cucharada hago un taco para mezclarlos con el guacamole.

“Es muy importante comérselos bien calientitos”, me aclara Rosa, “ya ves que la mantequilla medio cuaja. Nosotros siempre lo hemos hecho así, a la mantequilla. Los he probado de muchas formas y es la manera que más me gusta y a la gente también”.

Sin embargo, hay excepciones. Alguna vez una chica pidió que se los guisara a la mexicana porque le gustaba mucho el picante; otros los han querido a la juliana. Para esta receta Rosa agrega un chile cascabel partido en rebanadas y lo deja cocer con los escamoles hasta que tome un tono coloradito. Hay quien los ha pedido en mole, pero hay que poner muchos escamoles para que se noten y eso eleva el costo del platillo. Una vez los hicieron en aguachile para unos muchachos de una universidad. Las cocineras los prepararon con mucho limón, pepino, cebollita y chile, todo bien picado. Esta versión sí le gustó a la mujer, pero insiste, para ella la mejor forma de comerlos es a la mantequilla.

“Nosotros habíamos escuchado del caviar mexicano, y uno dice: caviar mexicano, pues carísimo. Y es caro”. Por un momento dejo de masticar. No había considerado el costo del platillo. Pero es un susto momentáneo porque el sabor bien vale el precio. “Por ejemplo, en la Ciudad de México 100 gramos te cuestan $300 o $400 pesos; y nosotros acá lo tenemos en $150 pesos. Está barato porque no somos revendedores”.

Rosa se dirige de nuevo a la hielera. Me llama para que vea la cantidad de bolsas que acumularon de la cosecha del año anterior. Mira a los huevecillos con ternura. Aunque ella no proviene de la tradición indígena de la colecta de escamoles, entiende muy bien lo que significan para un pueblo. Son alimento, son una forma de desarrollo, son cultura. A ella le han dado una forma de ganarse la vida. Por eso al cerrar la puerta de la nevera deja salir una frase que resume su relación con este alimento ancestral: “Qué hermosos están mis niños”.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE ViceMedia. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

¡A comer sano, rico y barato! En el 3er Festín de insectos comestibles

viernes, marzo 17th, 2017

Del 23 al 26 de marzo, el huerto Roma Verde en la Ciudad de México se pondrá de manteles largos para recibir a cientos de bichos y también a miles de comensales dispuestos a comerlos. Desde ensaladas de tarántula hasta tacos de alacrán, en la tercera edición del Festín de Insectos Comestibles.

Ciudad de México, 17 de marzo (SinEmbargo).– Hormigas, arañas, cocopaches, luciérnagas, gusanos, chapulines, alacranes, escamoles, jumiles y hasta tarántulas, son los invitados principales a la mesa, para degustarlos en taco, gordita, tlayuda, salsa, pulque o hasta helado.

La tercera edición de este festival gastronómico y exótico, organizado por El Bonito Tianguis, se llevará a cabo por primera vez en el Huerto Roma Verde, ubicado en Jalapa 234, colonia Roma Sur.

Desde el mediodía hasta las 18 horas de ese fin de semana, los asistentes podrán disfrutar de platillos como tlayudas de escamoles, tacos de alacranes, gorditas de chapulines, ensalada de tarántula, ahuautle o hueva de mosco en salsa verde, salsa de chicatanas, helado de gusano de maguey, pulque de insectos y buñuelos con polvo de chapulines, entre otras opciones.

No todo es tan escandaloso como pensar en una ensalada de tarántula, pues también se podrá degustar un helado de mango con sal de gusano hecho por la heladería artesanal Bella Nonna o un chocolate relleno de mezcal con cacao 100 por ciento mexicano de Xbalanque Chocolates.

 

¿Qué tal una tlayuda de escamoles? Foto: Cortesía El Bonito Tianguis

Otros participantes son la cooperativa oaxaqueña Huaje, con sus famosos sopes de queso con gusano de maguey y los tacos de alacrán de la Tulungita.

¿O un sope de gusano de maguey? Foto: Cortesía El Bonito Tianguis

 

3er Festín de Insectos Comestibles

¿Dónde? Huerto Roma Verde. Jalapa 234, entre Campeche y Coahuila Col. Roma Sur, CdMx.

¿Cuándo? Del jueves 23 al domingo 26 de marzo.

¿A qué hora? de 12 a 18 horas.

Sano y ecológico: el primer aparato para criar gusanos comestibles en casa

viernes, diciembre 2nd, 2016

¿Qué tal unos gusanos salteados para el desayuno y hamburguesas de gusano para la cena? Una diseñadora inventó una máquina para criar larvas en casa y así contribuir al cuidado del medio ambiente y la buena alimentación.

Por Luis Lidón

Ciudad de México, 2 de diciembre (EFE).– La diseñadora industrial austríaca Katharina Unger se ha tomado tan en serio la recomendación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de que se deben incluir insectos en la dieta que ha creado el primer criadero domestico de gusanos comestibles.

Sus argumentos son convincentes: los gusanos de harina (“tenebrio molitor”) son una alternativa más sana a la carne industrial porque se puede controlar su alimentación -comen sobras de fruta y verdura- y gastan infinitos menos recursos.

El sector ganadero emite el 18 por ciento de los gases de efecto invernadero, más que la industria del transporte, y consume enormes recursos, como agua y energía, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).

La FAO alentó en 2013 al consumo de insectos, que ya están presentes en la dieta de cientos de millones de personas en África, Asia y América Latina, para garantizar la seguridad alimentaria.

“Incluso para producir cada vez más verduras, porque la gente se vuelve vegetariana, se necesita agua y mucho suelo. Pero en el caso de los insectos se pueden producir en muy poco espacio”, explica.

El aparato diseñado por Unger tiene el nombre de “colmena”, es blanco y plateado y a finales de este año se producirá las 200 primeras unidades que se venderán a un precio de 649 dólares, con un paquete de gusanos y un recetario.

Esta “colmena” dividida en distintos cajones produce unos 500 gramos de gusanos comestibles a la semana y su funcionamiento es sencillo: las larvas se introducen en la parte superior y a medida que crecen y se reproducen van cayendo en los compartimentos inferiores hasta estar listos para el consumo.

Después, se sacrifican metiéndolos en el congelador y se preparan como cualquier otra carne: a la parrilla, fritos, cocidos, salteados, picados como hamburguesas o en salsas.

Después de criarse, se sacrifican metiéndolos en el congelador y se preparan como cualquier otra carne: a la parrilla, fritos, cocidos, salteados, picados como hamburguesas o en salsas. Foto: EFE/Livinfarms.

Después de criarse, se sacrifican y se preparan como cualquier otra carne: a la parrilla, fritos, cocidos, salteados, etc. Foto: EFE/Livinfarms.

 

La receta favorita de Unger son las albóndigas de gusanos, aunque dice que simplemente salteados en la sartén quedan crujientes y saben muy bien con una cerveza. Su sabor es más bien neutro, aunque con cierto gusto a nueces.

“Es muy eficiente y sostenible, ya que con las sobras que se tiran se pueden crear proteínas de primera calidad”, asegura esta joven de 25 años, que ha financiado su proyecto gracias a una campaña de crowdfunding en internet.

Unger cuenta que estos gusanos tienen más proteínas que un filete de carne roja, más vitamina B12 que los huevos, más fibras que el brócoli, así como B5, fósforo y potasio.

La emprendedora explica que creció en una granja familiar en el sur de Austria en la que tenía contacto directo con los alimentos y eso la ayudó a reflexionar sobre cómo la producción industrial de carne contamina el planeta y afecta a la salud de los consumidores.

“Cuando me fui a Hong Kong me di cuenta de la cantidad de carne que debemos producir y me empecé a interesar por cómo se podría producir alimentos de forma sostenible”, explica Unger, que vive a caballo entre Viena y esa ciudad asiática.

Aunque los argumentos de Unger son razonables, admite que se enfrenta a un enorme muro de aversiones culturales: mucha gente no quiere ver insectos en un plato.

Ella misma dijo que al principio le costó: “Fue un desafío y tuve que superar mis propias reservas, pero al final sabían muy bien”.

La entomofagia (el consumo de insectos), extendida en gran parte del mundo, se practicaba también en la antigua Grecia y Roma, se sabe que a Aristóteles le gustaban las cigarras y en el Nuevo Testamento se menciona que Juan Bautista se alimentaba de langostas.

Aunque no muy populares todavía, en Occidente los insectos también están presentes en la comida, como los ácaros que se utilizan en la maduración de ciertos quesos, como el Mimolette francés, cuyos excrementos mejoran la fermentación y le dan su sabor picante, o el Cabrales español.

“Existen reticencias, pero trato de establecer algunos paralelismos. Algunas veces pregunto: ¿les gustan las gambas? y la gente dice que sí. Pues una gusano no es otra cosa que una gamba de tierra”, afirma la experta.

“Muchas cosas se basan en tendencias. Por ejemplo, el sushi en Japón era una comida alejada de la alta gastronomía, una comida de trabajadores”, explica.

“Durante mucho tiempo se lo vio con disgusto porque está hecho de pescado crudo y, de repente, se hizo muy popular. Creemos que esto puede pasar también con los insectos”, vaticina Unger.

Además, argumenta que “criar gusanos es mucho más limpio que criar un cerdo o una vaca” y se puede hacer en casa de forma sana, evitando alimentos tratados con fármacos y utilizando desechos biológicos.

Por el ambiente, por la salud… es un buen momento para comer insectos

viernes, septiembre 23rd, 2016

¿Quién hubiera pensado que los grillos serían “el alimento del mañana”?, Son ricos en minerales y proteínas, son una alternativa más sana a los cárnicos y además, salvarían el mundo de la sobreexplotación de recursos que implica la industria alimentaria. Los expertos dicen: “no existe una buena razón para no comerlos, más que un sesgo cultural negativo que es completamente irracional”.

Por Camilo Salas, Motherboard

Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo/ViceMedia).– Si no supiera lo que estaba haciendo, hubiese pensado que estaba comiendo papas fritas de bolsa. La diferencia es que eso no era lo que comía, la realidad era que estaba saboreando grillos.

Era mi primera vez probando este insecto, o cualquier insecto. El acto de comer insectos se llama entomofagia y es practicada en muchos países alrededor del mundo, especialmente en África, Asia y Latinoamérica. Recientemente en Nueva York, dentro de una exposición llamada Food Loves Tech, donde estuve rodeado de máquinas de jugo de alta tecnología, puestos con arándanos impresos en 3D y sistemas controlados por una app para crecer vegetales, pude probar los grillos y conocer esta cultura culinaria del mañana.

Pregunta a cualquiera de los expositores y te dirán que nunca hubo un mejor momento para comenzar a comer grillos, gusanos de la harina y otros insectos ricos en minerales y proteínas. Existe una abundante oferta y son alternativas más sanas a los productos basados en carne y al mismo tiempo empoderan a las mujeres del tercer mundo que los consumen. Los grillos también pueden ser criados rápidamente (crecen desde que son crías a su tamaño completo en sólo seis semanas), por lo que sus partidarios creen que los insectos están listos para tener un rol más activo dentro del futuro de la alimentación.

 Feria Gastronómica en el estado de Hidalgo  /CUARTOSCURO.COM

Una mujer muestra gusanos de maguey en la Feria Gastronómica en el estado de Hidalgo. Foto: Cuartoscuro

El futuro parece sombrío después de todo: al paso que vamos, para el año 2050 habrá tantas personas en el planeta que la productividad de las tierras de pastoreo no podrá sostener el rendimiento de cultivo necesario como para alimentar adecuadamente a la población global. Esta perspectiva es tan grave que un reporte de Naciones Unidas (ONU) del 2013 instaba al consumo de los más de mil 900 tipos de insectos comestibles como una fuente de alimentos sustentable y consciente con el medio ambiente.

“Una de las muchas maneras de abordar la seguridad alimentaria es a través de la cría de insectos” se lee en el reporte de la ONU, “los insectos están en todos lados y se reproducen rápidamente, tienen altas tasas de crecimiento y conversión alimenticia y durante su ciclo de vida dejan una baja huella medioambiental”.

Y déjenme decirles esto: algunos de estos bichos tienen muy buen sabor.

“Para nosotros son realmente dos cosas: nutrición y sustentabilidad” dijo Lee Cadesky, co fundador y COO de las empresas dedicadas a la alimentación C-fu foods y One Hop Kitchen, las dos de Ontario, Canadá. Ellos utilizan grillos y otros cuatro tipos de insectos para “crear productos que tienen los beneficios de la proteína animal, pero no dañan el medioambiente”.

Proteína con textura de grillo. Foto: C-fu Foods.

Proteína con textura de grillo. Foto: C-fu Foods.

Las salsas boloñesas hechas de insectos son el producto principal de One Hop Kitchen. Para poder probar la diferencia, me ofrecieron un trío de salsas: una era hecha con carne y fue comprada en el supermercado y las otras dos, hechas con gusanos de harina y grillos respectivamente, fueron desarrolladas por One Hop. No fue difícil diferenciar la que fue comprada en el supermercado. Lo difícil fue sentir la diferencia entre los gusanos de harina, los grillos y la carne.

Según Cadesky, una simple porción de salsa boloñesa de One Hop ahorra 300 litros de agua comparado con sus equivalente que utilizan carnes. “Esa es la cantidad de agua que utilizas en un día, tan solo lavando los platos, tomando una ducha, cosas regulares para las que utilizamos el agua” agregó.

“Utilizamos una gran cantidad de agua” dijo Cadesky, “utilizamos casi un tercio de nuestra tierra agrícola para criar ganado. Eso es demasiado. Pero con los insectos tenemos la posibilidad de crear productos increíblemente sustentable que dejan una muy pequeña huella”.

Para demostrar la versatilidad de los grillos como ingrediente, Cadesky utilizó una proteína con textura de grillo como sustituto de los huevos para poder hacer helado. De hecho una vez que los grillos se han transformado en harina, pueden ser la base para cocinar casi cualquier cosa que imagines.

Por ejemplo, barras de proteína hechas de grillo.

“Trabajamos junto a granjas de grillos para asegurarnos que los grillos son criados con los más altos estándares, luego son cocinados y molidos hasta crear un polvo” dijo Gabi Lewis, co fundador de ExoProteins, quienes hacen barras de proteínas a partir de insectos. “El polvo en sí mismo tiene una larga duración debido a que es extremadamente seco. Una vez que obtienes el polvo, lo combinamos con sanos y deliciosos ingredientes como mantequilla de almendra, cacao, bayas secas y miel para así poder crear las barras”.

La granja de grillos para el hogar hecha por Quinn. Foto: We Are Home Grown

La granja de grillos para el hogar hecha por Quinn. Foto: We Are Home Grown

Sin embargo, las granjas de grillos no están en todos lados. Pero, ¿qué pasaría si pudieras crear una granja en tu casa? Aquí es donde entra We Are Home Grown, otro expositor con el que me topé en la exposición Food Loves Tech. La idea, que comenzó como una forma de abordar los problemas actuales de las granjas, fue desarrollada por Ashley Quinn mientras trabajaba en la tesis de su maestría en diseño interactivo en la escuela de artes visuales.

“Ahora es mucho más fácil crecer en casa tu propia producción de vegetales, pero ¿qué pasa con las proteínas?” dijo Quinn, “comer insectos es un tema en crecimiento, la gente ha comenzado a desarrollar interés en productos alimenticios basado en bichos y la conversación ha comenzado a avanzar, entonces parecía que era algo verosímil”.

A partir de esto, Quinn diseñó su prototipo de granja para grillos con forma de casa. Como señaló, pese a que hay más y más granjas de grillos en Estados Unidos que están criándolos para el consumo humano, los insectos todavía se venden secos o congelados. La granja para el hogar que ella creó es lo suficientemente grande para albergar 500 grillos, “lo que es suficiente para reemplazar dos platos de comida para dos cada semana, mientras crías y reemplazas a la población”.

Probé algunos de los grillos secos de su pequeña granja de grillos (los que tenían sabor a papas fritas de bolsa), ¿Por qué no?

“No existe una buena razón para no comerlos” me dijo Lewis de Exo, “más que un sesgo cultural negativo que es completamente irracional”.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE ViceMedia. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

Insectos comestibles, una industria de futuro que lidera Tailandia

lunes, agosto 22nd, 2016

En la moderna capital tailandesa, donde residen millones de trabajadores procedentes de regiones más empobrecidas, es común encontrar pequeños carros donde se ofertan una amplia variedad de insectos listos para ser degustados.

Grillos, saltamontes, gusanos de seda y cucarachas de agua son algunas de las más de 1.600 especies de insectos comestibles. Foto; EFE/Cuartoscuro archivo

Grillos, saltamontes, gusanos de seda y cucarachas de agua son algunas de las más de 1.600 especies de insectos comestibles. Foto; EFE/Cuartoscuro archivo

Bangkok, 21 agosto (EFE).- Mezcladas en salsa, en espirales de pasta o con forma de galleta y hamburguesas, son algunas de la maneras de acercar a los comensales las viandas preparadas a base de insectos comestibles, una industria de futuro que lidera Tailandia.

“El país ya es el líder global respecto a la industria de insectos comestibles en varios sentidos”, señala a Efe Patrick Durst, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la oficina de Bangkok.

Grillos, saltamontes, gusanos de seda y cucarachas de agua son algunas de las más de mil 600 especies de insectos comestibles, según la FAO, que se pueden encontrar en estos puestos ambulantes.

El experto, quien publicó en 2013 el informe titulado: “ganado de seis patas: granjeo de insectos comestibles, recolección y comercialización en Tailandia”, señala que el país asiático ha logrado evolucionar “desde un sistema de subsistencia para el consumo local hasta crear canales comerciales con valor añadido”.

Más de 250 empresas emergentes de todo el mundo han iniciado un movimiento para llevar los productos preparados a base de insectos comestibles hasta los platos del mercado occidental.

“La Unión Europea, por ejemplo, está trabajando en un reglamento que regule el mercado de los insectos comestibles dentro de sus fronteras”, indica a Efe Massimo Reverberi, quien en a principios de año fundó “Bugsolutely”, una compañía dedicada a la producción de espirales de pasta con harina de grillo.

El empresario italiano, que optó por elaborar un producto de pasta por la familiaridad de su consumo, señala que aún topa con una resistencia “ilógica” de los mercados y consumidores.

“La barrera no es totalmente lógica, en Italia o Francia, por ejemplo, se come un tipo de queso con gusanos en su interior. Por no mencionar productos como las ostras o las gamas, que parecen monstruos. Pero la gente siente repulsión por los insectos”, apunta Reverberi.

Los insectos comestibles son catalogados por la FAO como un “superalimento” por sus propiedades nutritivas al ser ricos en proteínas, vitaminas y otros micronutrientes, recuerda el experto de Naciones Unidas.

Estos alimentos, apunta Durst, suponen un impacto ambiental mucho menor que las granjas de ganado bovino o porcino y pueden ayudar a garantizar el desarrollo sostenible de la industria alimentaria.

“Las granjas de grillos son limpias y mantienen un control medioambiental, sin pesticidas ni químicos que aseguran la sanidad de sus productos”, remarca Reverberi.

Empresario y experto hacen una llamada a eliminar las restrictivas políticas de comercio y desarrollar unos protocolos sanitarios que ayuden a potenciar la confianza del consumidor.

Uno de los puntos fuertes de Tailandia es el incremento de consumo local, a pesar de las reticencias de la población urbana.

En algunas cadenas de supermercados, junto a patatas fritas, frutos secos u otros aperitivos, se pueden encontrar bolsas de insectos comestibles.

“Los tailandeses consumen muchos insectos. Antes los productos solo se encontraban en puestos callejeros, por lo que vimos una oportunidad de invertir en esta industria y crear paquetes que se pueden comprar en supermercados”, señala Thanat Chattatun, cuya empresa comercializa la marca de insectos comestibles Hi-So.

Según el tailandés, Hi-So vende unas 100.000 unidades al mes de bolsas de grillos y de gusanos de seda fritos en Tailandia, Birmania, Camboya y Laos y tienen planes de expandir sus negocios a Indonesia, China, Francia y Estados Unidos.

Conforme a los datos de la FAO, 112 países de Asia, Europa, África, América y Oceanía practican la “entomofagia” o consumo de insectos.

“Hay posibilidades interminables con los insectos comestibles, hay cocineros que han comenzado a innovar con sus platos y libros de cocina. Las comidas tienen un sabor agradable, el único problema es que en la mente (de los comensales) tienen la imagen del insecto”, sentencia Reverberi.

Alemanes en contra de la dieta alimentaria con insectos, revela encuesta

sábado, mayo 28th, 2016

Alrededor del 30 por ciento de los encuestados se declara al menos dispuesto a probar los animalillos, pero el 60 por ciento los rechaza rotundamente como alimento comestible. Las principales razones para este rechazo son reparos de tipo higiénico y repugnancia.

Los insectos comestibles son considerados como una alternativa ecológica y éticamente sensata frente al consumo de carne. Contienen gran cantidad de proteínas y su cría podría jugar un rol importante en la lucha contra el hambre y la desnutrición. Foto: Archivo

Los insectos comestibles son considerados como una alternativa ecológica y éticamente sensata frente al consumo de carne. Contienen gran cantidad de proteínas y su cría podría jugar un rol importante en la lucha contra el hambre y la desnutrición. Foto: Archivo

Sólo uno de cada diez alemanes se puede imaginar agregar regularmente insectos a su dieta alimentaria, según muestran los resultados de una encuesta representativa del Instituto Federal de Evaluación de Riesgos (BfR, por sus siglas en alemán) dirigida a personas que no han ingerido nunca insectos.

Alrededor del 30 por ciento de los encuestados se declara al menos dispuesto a probar los animalillos, pero el 60 por ciento los rechaza rotundamente como alimento comestible. Las principales razones para este rechazo son reparos de tipo higiénico y repugnancia.

Según la encuesta, el 86 por ciento de los indagados no ha comido jamás un insecto, mientras que un 10 por ciento dice haberlos probado durante algún viaje de vacaciones. Sólo un tres por ciento de los participantes afirma haber comido más de cinco veces escarabajos, langostas (o saltamontes) o grillos.

Los insectos comestibles son considerados como una alternativa ecológica y éticamente sensata frente al consumo de carne. Contienen gran cantidad de proteínas y su cría podría jugar un rol importante en la lucha contra el hambre y la desnutrición.

Mundialmente se consumen alrededor de 1.900 especies de insectos.

En Europa, sin embargo, los insectos no son habituales ni como fuente alimenticia ni como alimento para animales. El Instituto Federal de Evaluación de Riesgos BfR considera que es necesario aún un gran trabajo de investigación en el ámbito de la seguridad de los alimentos y de una posible cría industrial de los mismos.