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Familias de desaparecidos rebaten registro y cifra oficial: hay el doble de víctimas

jueves, mayo 19th, 2022

Desde hace una década, el registro de las personas desaparecidas en México ha sido una herramienta que no sirve para identificar y localizar personas extraviadas como era su objetivo. Durante los tres sexenios en los que ha funcionado, ha mantenido quizás una única función: servir como un marcador opaco, incompleto y burocrático —no ajeno a oportunismo político, rasuramientos y ambigüedad de criterios— que oficializa la cifra de personas desaparecidas, la cual acaba de rebasar las 100 mil víctimas.

Por Efraín Tzuc

Ciudad de México, 19 de mayo (A dónde van los desaparecidos).- Año y medio antes de concluir su mandato, el Presidente Felipe Calderón escuchó por primera vez el reclamo de las madres de personas desaparecidas. María Herrera, una madre con cuatro hijos desaparecidos, le dijo: “Mis hijos son personas honestas y trabajadoras y fueron víctimas de esta guerra. Como ellas, existen miles, algunas organizaciones no gubernamentales han documentado hasta tres mil. Yo siento que son más”.

La madre, que perdió a dos hijos en Guerrero en 2008 y dos en Veracruz en 2010, tenía un presentimiento que resultó ser una realidad: había más personas desaparecidas de las que se registraban.

Y eso ocurre aún hoy.

En junio de 2011, cuando María Herrera reclamó a Calderón, durante los llamados Diálogos de Chapultepec, el número ya superaba las 12 mil 600 personas no localizadas en México. Pero eso se sabría hasta después porque para ese entonces no había un registro nacional, sólo intuiciones.

En mayo de 2022, el conteo oficial rebasó la cifra de 100 mil personas desaparecidas.

Dos días después de que el país llegara a este vergonzoso número, el Presidente Andrés Manuel López Obrador atribuyó el alza en las cifras en las personas desaparecidas en lo que va de su sexenio a que ahora “ los buscamos y antes no”.

Para las familias de las personas desaparecidas, los números oficiales siguen siendo poco confiables. “Me atrevo a asegurar que pueden ser más del doble, porque son muchos más los que no denuncian”, sostiene todavía María Herrera, quien sigue buscando a sus hijos.

El expresidente de México Felipe Calderón abraza a María Herrera durante los Diálogos de Chapultepec, en junio de 2011, en el Castillo de Chapultepec. Sus hijos, y los de la mayoría de víctimas presentes, no han aparecido. Foto: Alejandro Meléndez

Desde antes de ese encuentro con Calderón, la necesidad de contar a quienes faltaban ya era urgente. A partir de diciembre de 2006, al inicio del sexenio calderonista, la desaparición de personas comenzó a ocurrir masiva y sistemáticamente como consecuencia de la estrategia de seguridad llamada “guerra contra las drogas”.

Para 2009 tuvo manifestaciones más claras en el norte del país. Una docena de personas con familiares desaparecidos —convocadas por la diócesis de Saltillo— fundó el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec), al descubrir que lo que les pasó no era extraordinario y tenía denominadores comunes: profesión de las víctimas, ubicaciones, edades, sexo, temporalidades, que muchas veces los perpetradores eran agentes del estado —policías, militares—, y que las procuradurías no siempre querían levantar registros y nunca investigaban.

El año 2009 fue el preámbulo de la ola de desapariciones que arrasaría durante más de una década al país. En Tijuana, el Ejército presentó a Santiago Meza López, alias “El Pozolero”, a quien acusó de disolver a 300 personas en ácido. En Nuevo León, a la organización Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (Cadhac) llegaron casos de hombres entre los 26 y 33 años desaparecidos por agentes del Estado. En Chihuahua, una organización dedicada a atender casos de feminicidios, el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm), recibió la primera denuncia atribuible a las Fuerzas Armadas. En Tamaulipas, las desapariciones comenzaban a ser una epidemia que, por miedo, pocos se atrevían a denunciar.

Fue hasta junio de 2011, tras las caravanas, plantones, protestas y huelgas de hambre de familias de personas desaparecidas de todo el país, que las procuradurías estatales y la Procuraduría General de la República (PGR) admitieron la obviedad más postergada: que se necesitaba un registro de desapariciones en México.

Javier Sicilia habla al inicio de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad en la ciudad de Morelia, Michoacán, en 2011; la caravana de víctimas que recorrió el país. Foto: Mónica González

El registro debía servir para intercambiar información entre procuradurías estatales y la federal; datos que llevara a encontrar a las personas extraviadas. Además, contaría con información con la que se podría perfilar los lugares de riesgo y los sectores de la población que más peligran; analizar las temporadas de violencia y los modus operandi de la desaparición.

El día de hoy, al contador de las ausencias, actualmente llamado Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), se suman —en promedio— 15 personas por día. Ese número se mueve a distintos ritmos según las temporadas e intensidad de la violencia en las regiones del país.

La historia de las cifras de la desaparición en México puede ser contada en cuatro distintos momentos.

A partir de que el registro nacional fue creado, ha sufrido filtraciones a la prensa, ocultamiento, mutilaciones, rebatinga política, transferencia entre instituciones e, incluso, se le han cambiado los criterios sobre qué casos incluir y cuáles dejar fuera. Hasta llegar a lo que es hoy: un listado de 100 mil personas al que sólo se puede acceder parcialmente en un sitio web y que, más que revelar, oculta. Que no muestra nombres ni fotografías, y tampoco permite el análisis para la búsqueda, para entender la catástrofe o prevenir nuevos casos.

Registro de cuerpos no identificados en un panteón en Sinaloa. Foto: Marcos Vizcarra

Momento #1 – El registro en construcción junio de 2011 – 2012

10 de Junio de 2011: El acuerdo y las definiciones

En junio de 2011, los procuradores del país agrupados en la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia (CNPJ) acordaron atender la ya preocupante crisis humanitaria con una Base de Datos de Personas Desaparecidas. Así comenzó el armado del primer registro que contaría a las personas ausentes.

Para ello, se adaptó un apartado sobre las personas desaparecidas al Sistema Único de Intercambio de Información entre Procuradurías (SUIIEP), un sistema de la Procuraduría General de la República (PGR) desarrollado para intercambiar información criminal a nivel nacional.

En agosto de ese año, los creadores de la base nacional tomaron una decisión por la que se “fugarían” varios casos de personas desaparecidas: sustituyeron el término personas “desaparecidas” por “no localizadas”. Esa ambigüedad dejaba abierta a la interpretación de cada estado cómo clasificar los casos porque no existía norma o delito que definiera a quiénes se les consideraba como tal.

El 22 de septiembre de 2011: El nacimiento

La Base Nacional de Personas No Localizadas nació oficialmente en septiembre de 2011. El Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia (Cenapi) de la PGR quedó como administrador de esta herramienta que concentraría la información mediante la que se pretendía “identificar o localizar a las personas”.

Se empezó por fijar criterios. “Se conformaron diversas mesas técnicas en donde se advertía, por parte de todas las fiscalías del país, cuáles eran los elementos con los que se contaban en este momento relacionado con los datos de las personas no localizadas, esa era el concepto que se manejaba, no como personas desaparecidas”, recuerda una persona que trabajó en una Procuraduría estatal como enlace entre ésta y el Cenapi, y que pidió mantener en anonimato su identidad.

La ruta para alimentar el contador de ausencias empezaba con los ministerios públicos o fiscales especiales que recibían las denuncias, éstos entregaban la información al funcionario que cada procuraduría había asignado como enlace con el Cenapi; éste verifica los datos y se aseguraba de que las personas denunciadas no estuvieran previamente reportadas en el SUIIEP, para no duplicarlas. Enviaban por correo electrónico o en discos compactos los casos positivos, y el Cenapi, tras una revisión, los sumaba; si encontraba errores pedía a las procuradurías corregirlos.

Los cambios, al menos durante los primeros dos años, los hacía el Cenapi. Diversos oficios entre la procuraduría michoacana y el Cenapi, a los que se tuvo acceso, muestran solicitudes de baja de algunos registros por ser previos a diciembre de 2006, por estar duplicados, o por tratarse de privaciones de la libertad o incompetencias. También solicitaban o rectificaban el estatus de algunas personas que, de acuerdo con la procuraduría estatal, ya habían sido localizadas.

Abril de 2012: la primera ley para crear un registro: el RNPED

A la par, en febrero de 2012, cuando en el país ya habían comenzado a surgir las primeras fosas clandestinas masivas, el Congreso aprobó la Ley del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, registro que estaría a cargo del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

Pero al cierre del año, el RNPED, no fue publicado por el SESNSP, como indicaba la ley que le daría origen, y la Base de Datos de Personas No Localizadas del Cenapi-PGR permaneció oculta. Ni las familias que buscaban a sus seres queridos ni las organizaciones civiles que las acompañaban sabían que existía y, en consecuencias, no se conocía el tamaño de la crisis de desapariciones en el país.

Momento #2 – La rebatinga política y la montaña rusa de las cifras 2012 – 2013

29 de noviembre de 2012: 25 mil casos, la punta del iceberg

A dos días de que Calderón terminara su sexenio, el diario estadounidense The Washington Post publicó una nota en la que aseguró contar con una base de datos filtrada desde la PGR —que no hizo pública— con más de 25 mil personas sin localizar. Ese fue un primer y rápido esbozo de la dimensión de la tragedia ocasionada por la “guerra contra las drogas”.

Calderón se rehusó a confirmar si la cifra era cierta y negó responder al Post por qué su Gobierno, a días de finalizar, no hizo público el dato.

La organización civil Propuesta Cívica también recibió una base de datos filtrada, ésta con menos casos: 21 mil 851 casos registrados del 2 de agosto de 2006 al 29 de febrero de 2012. La organización sí hizo pública la base de datos. Eso sucedió el 20 de diciembre de 2012.

Eran notorias las grietas: la base de Propuesta Cívica no tenía todos los casos. Por ejemplo, los cuatro hijos de María Herrera no figuraban en ella.

En diciembre de 2012, Enrique Peña Nieto, del Partido de la Revolución Institucional (PRI), empezó su mandato con esa herencia de miles de ausencias.

Los colectivos presionaron a las nuevas autoridades federales para que informaran la cifra real de personas desaparecidas. “Lo que estuvimos cuestionando cuando se empieza a oficializar o dar cierto reconocimiento (de las desapariciones), era saber quiénes son, de dónde son. Ahí se va construyendo la demanda en torno a una visión de registro o de documentación de los casos, ya no sólo como la mera cifra”, recuerda Jorge Verástegui, que busca a su hermano y sobrino desaparecidos desde 2009 en Coahuila y es integrante de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec).

Febrero de 2013: del escándalo al desinflamiento de los números

El 20 febrero de 2013, la organización internacional Human Rights Watch (HRW) publicó un informe en el que documentó 249 desapariciones ocurridas en el sexenio de Calderón; al menos 149 podrían ser desapariciones forzadas, es decir, con participación de funcionarios públicos. Ese mismo día, tras una reunión con la organización, la Subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob), Lía Limón, dijo que “contaban con información” de 27 mil personas desaparecidas.

En una entrevista, al día siguiente, Limón precisó el dato: eran 27 mil 523 personas “no localizadas” contenidas en la base en manos del Cenapi.

Lía Limón, subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob) se presenta en el Foro Internacional sobre Desapariciones, en Saltillo Coahuila Foto: Mónica González

La cifra causó revuelo dentro del mismo Gobierno federal. Mientras que José Óscar Vega Marín, que días antes había dejado el cargo de Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, decía que no existía tal base, el Secretario de Gobernación —y jefe de Limón— Miguel Ángel Osorio Chong, aseguraban que no había una lista oficial pero que encontraron “en áreas oficiales” una base con 27 mil personas sin localizar.

La polémica quedó zanjada el 26 de febrero, cuando Lía Limón, junto con la encargada de la Subprocuraduría Jurídica y de Asuntos Internacionales de la PGR, Mariana Benítez, en conferencia de prensa, soltaron el primer dato oficial sobre el tamaño de la catástrofe humanitaria: había 26 mil 121 personas desaparecidas.

Con el lanzamiento también se publicó un sitio web para consultar información de la base de datos que, aseguró Limón, provenía del Cenapi y contaba con la información de las procuradurías estatales. Se trataba de la Base de Datos de Personas No Localizadas que existía desde 2011.

Quinto Elemento Lab buscó a Limón y Benítez —la primera, Alcaldesa capitalina; la segunda, congresista en Oaxaca— para conocer cómo se llegó a la primera cifra nacional, pero no respondieron a las solicitudes de entrevista.

Una mujer sostiene una ficha de búsqueda durante una manifestación en la CDMX por la desaparición de dos jóvenes. Foto: Haarón Álvarez/Obturador MX

Mayo – junio de 2014: Las “depuraciones”

No hubo nuevos datos sino hasta un año después. En una reunión el 21 de mayo de 2014, el Procurador General Murillo Karam dijo a familiares de personas desaparecidas que durante el sexenio calderonista el número no había subido, sino bajado a 13 mil 195 “no localizaciones”.

Ese mismo día, en una reunión en el Senado, el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia, aseguró que tenían un conteo de 24 mil 800 personas “cuyo paradero se desconoce”. En seguida, dijo que había “otros dos mil 610 casos”, de los cuales 612 podrían ser desapariciones forzadas, 267 podrían atribuirse al crimen organizado y en mil 425 no tenían información sobre los posibles perpetradores. Además, había 308 migrantes desaparecidos. Plascencia no explicó por qué las sumas no daban y cuál era la diferencia entre ambos “tipos de casos”: los 24 mil 800 y los 2 mil 610.

Al día siguiente, Osorio Chong, desde Segob, enterró oficialmente la mitad de las desapariciones del registro dado a conocer por Benítez y Limón –de 26 mil 121–, cuando afirmó ante el Senado que había 14 mil 688 personas localizadas con vida, 748 fallecidas y 13 mil reportes de personas “no localizadas” durante el periodo de Felipe Calderón. Además, el secretario informó de una “nueva lista” en la misma base de datos con 8 mil “no localizaciones” durante la administración de Peña Nieto. La suma de ambos periodos sería de alrededor de 21 mil víctimas.

De inmediato, organizaciones civiles y colectivos de familiares cuestionaron el rasuramiento de las cifras. “Podemos afirmar que el Estado mexicano sigue sin tener claridad de cuántas personas están desaparecidas; cuántas ausentes, o extraviadas. No sabemos la lógica estadística para deducir cada dato y evidentemente seguimos sin contar con la estructura suficiente para esclarecer cada evento”, indicó Fuundec en un comunicado.

El descalibrado contador no paró ahí: un mes después, en junio de 2014, el mismo Osorio Chong se contradijo al afirmar en una conferencia que “es una sola lista que hoy tenemos en alrededor de 16 mil”. Quinto Elemento Lab solicitó entrevista al ahora senador por el PRI, Osorio Chong, pero no obtuvo respuesta.

Dicen que la primera víctima en una guerra es la verdad. En México ocurrió lo mismo con la cifra de desapariciones de personas que fue sometida a un inexplicable sube y baja. Las autoridades del gobierno peñista explicaron posteriormente que la contradicción en las cifras era por causa de “depuraciones”.

Octubre de 2014: la primera base de datos pública, el RNPED

El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), que debía funcionar desde 2012, se publicó por primera vez en agosto de 2014 con 22 mil 322 personas no localizadas. Aunque debía existir una base de datos, la primera versión del registro era un sistema que sólo permitía buscar casos específicos, usando datos como el nombre completo. Ocultaba un panorama global.

Nuevamente, organizaciones civiles y familiares cuestionaron cómo se llegó a esa cifra y a quiénes se estaba contando. “No existe ningún documento oficial que explique claramente el proceso de depuración de datos y el porqué las cifras han variado de forma tan drástica en tan poco tiempo”, denunció Amnistía Internacional en un comunicado, mientras que la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) cuestionó la falta de metodología y las variables —información por cada caso— que contenía el registro nacional.

La ley que le dio vida determinaba que el RNPED quedaría a cargo del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). En la práctica, el registro era un recorte de la Base de Datos de Personas No Localizadas que desde 2011 administraba el Cenapi-PGR: excluía a las personas encontradas con vida y sin vida y sólo conservaba 15 columnas de las cerca de 80 de la base original (por ejemplo, no incluía el nombre y ocupación de la víctima, posible causa de desaparición, descripción de los hechos, número de averiguación y el estatus actual de expediente, entre otras).

Cada registro es una persona que es buscada. Al eliminar los detalles reducía también las posibilidades de encontrarlas. A pesar de ésto, el SESNSP nunca explicó por qué no publicaba más información que ayudara a la localización de las personas.

El RNPED se publicaba cada tres meses con la información de las procuradurías estatales, y cada dos, la sumatoria de los casos investigados por la PGR. Cada vez que se montaban nuevos datos, retiraban los anteriores. Esto impedía analizar los datos históricos o compararlos para saber en qué municipios o estados se incrementaban las desapariciones de un trimestre a otro.

Además, los criterios para saber qué casos debían sumarse a la base de datos no eran claros. A pesar de que la Ley del RNPED diferenciaba a las personas “extraviadas” (aquellas que no recordaban datos como identidad o domicilio), de las “desaparecidas” (aquellas de las que se dejaba de saber por causas tan complejas como situaciones de violencia, disturbios o catástrofes naturales), la base del Cenapi-PGR —de la que provenía el RNPED— era de personas “no localizadas”, término que no existía en ninguna ley o norma.

“No había claridad sobre qué tipo de desapariciones eran (las registradas), porque solo se hablaba de ‘desaparecidos’ y ‘extraviados’, pero ‘desaparecidos’ en términos penales no existía, a pesar de que en el Código Penal Federal existía el delito ‘desaparición forzada’. Ahí empezamos a preguntarnos a quién y cómo estaban registrando”, dice Verástegui.

El problema era que cada agencia ministerial anotaba de manera distinta las desapariciones, dice una fuente que trabajó en el Cenapi y pidió mantener su identidad en reserva: “A lo mejor era un mismo hecho, pero con una categoría, con una descripción diferente”. Según esta fuente, lo que era común en todos los casos era que las personas no estaban localizadas.

Bajo el ambiguo paraguas de personas “no localizadas”, las denuncias de las víctimas de desaparición podían estar dispersas entre los crímenes de “desaparición forzada” –cometida o apoyada por servidores públicos– o “privación ilegal de la libertad,” o mezcladas con casos de personas adultas mayores o con enfermedades mentales que no recordaron cómo regresar a casa, infantes sustraídos por sus padres en pleito conyugal o personas que migraron sin avisar o huyeron de sus hogares.

Al final, las procuradurías decidían qué tipo de no localizaciones informaban al Cenapi y terminaba dentro del RNPED.

“Muchos de los (desaparecidos) de larga data los tenemos [registrados] como de secuestro porque no había tipos penales en muchos estados o los tipos penales que se tenían antes de la ley general eran muy difíciles de probar”, explica Volga de Pina, litigante e investigadora del Observatorio sobre Desaparición e Impunidad (Odim).

En Baja California, por ejemplo, como no existía el delito de desaparición; estos casos se iniciaban como secuestro y luego se reclasificaban a privaciones ilegales de la libertad, reconoció Miguel Ángel Guerrero Castro, excoordinador de la Subprocuraduría de Investigaciones Especiales de la Procuraduría General de Justicia estatal, en una entrevista realizada en 2019.

2014: la base que excluye los delitos de la desaparición

Hasta 2014, a partir de que se actualizó el protocolo creado dos años antes para que las procuradurías ingresaran la información a la Base de Datos de Personas No Localizadas del Cenapi-PGR, la instrucción quedó clara: las víctimas de cualquier delito, como secuestro y trata de personas, no podían ser incluidas en la base y, en consecuencia, quedaban fuera del RNPED.

En Estado de México, por ejemplo, las víctimas de secuestro o sustracción de menores —delitos en donde se desconoce el paradero de las víctimas— no eran contados en la Base Nacional de Personas No Localizadas, recuerda Sol Salgado, quien fue fiscal especializada en desaparición de personas en ese estado entre 2014 y 2018.

2015-2019: Las grietas en el RNPED

Los errores de la base del Cenapi-PGR comenzaron a salir a la luz cuando su versión cortada, el RNPED, empezó a publicarse en formato de datos abiertos, en octubre de 2014.

En Jalisco, a inicios de 2015, el periodista Darwin Franco identificó que la fiscalía no reportó 914 desapariciones que sí tenía registradas.

En 2017, el Centro de Derechos Humanos Fray Juan de Larios de la diócesis de Saltillo, en Coahuila, cotejó los casos que tenía documentados con la información del RNPED (que permitía buscar las desapariciones por nombre y apellido) y encontró que, de casi 500 casos que el Centro había documentado y cuyos familiares sí habían tramitado denuncias ante la fiscalía del estado, apenas 20 por ciento estaban incluidos en el registro.

Aída Novelo, bibliotecaria a cargo de la documentación de las denuncias que llegaban al Fray Juan de Larios, concluye que la base del RNPED no era de personas desaparecidas o sin localizar, sino de actas circunstanciadas y averiguaciones previas. Y, contadas así, podrían ocultar a muchas personas.

“Había situaciones donde en la averiguación previa se había denunciado la desaparición de más de una persona —nosotros teníamos de dos hasta creo que un caso de 24­­—, y en el RNPED aparecía el 75 por ciento el 50 por ciento de ellas, o sólo una”, explica Novel. Con su equipo notó también que las víctimas en una misma averiguación previa aparecían registradas en dos estados distintos, usualmente Coahuila y Tamaulipas.

Ese mismo año, el Centro publicó un informe de las fallas del RNPED. Además de la rutina del SESNSP de eliminar cada trimestre la información, identificó más errores: casos duplicados o triplicados, falta de información para distinguir entre personas “extraviadas” o “desaparecidas”. Identificó casos de personas no incluidas en el registro.

La organización civil, Data Cívica, especializada en análisis de datos de derechos humanos, ideó un mecanismo para hacer millones de consultas automatizadas en el sitio de consulta del RNPED. Con esa información, en 2017, lanzó su “propio” RNPED pero sin ocultar los nombres de más de 31 mil personas desaparecidas. Gracias a este esfuerzo, colectivos de Jalisco, Coahuila y Nuevo León encontraron que varios familiares no estaban incluidos en el registro oficial o habían sido registrados con errores.

Más inconsistencias fueron descubiertas en 2018: un informe de la Red Nacional “Todos los Derechos para Todas y Todos” (Red TDT) reveló que las fiscalías en su conjunto reportaban un 82 por ciento más desapariciones de mujeres cuando se les preguntaba por las cifras directamente, a través de peticiones de información, que las reflejadas en el RNPED.

Mirna Medina, fundadora de las Rastreadoras de El Fuerte, se asoma de atrás de uno de los aparadores de las oficinas de la organización que encabeza y que aglutina más de 500 familias en búsqueda de personas desaparecidas | Foto: Luis Brito

Abril, 2018: La última versión del RNPED

Por presión de las familias de víctimas, a finales del 2017, se aprobó la Ley General en Materia de Desaparición Forzada, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas (LGMD). La nueva ley también ordenó un nuevo registro que sustituiría al RNPED; su nombre: el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), el cual estaría a cargo de una nueva institución: la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNB).

En abril de 2018, por ello, el RNPED fue descontinuado. Cerró con 36 mil 265 personas desaparecidas para el fuero común y 1 mil 170 investigados por la PGR en el fuero federal. En total: 37 mil 435. Esto mostraba que desde la “guerra contra el narcotráfico” de Calderón desaparecieron, en promedio, 11 personas al día.

Todavía en 2019, un último reporte de Data Cívica confirmó las fallas que arrastraba la Base de Datos de Personas No Localizadas del Cenapi-PGR, de la que se obtenía el RNPED: identificó duplicación de casos, errores en la captura de información, que algunas desapariciones denunciadas nunca llegaron al RNPED y casos de personas que localizadas, no fueron dadas de baja del registro.

En la base de datos del RNPED sí estaban incluidos los cuatro hermanos Trujillo Herrera, hijos de la señora María Herrera. Sus nombres completos aparecían en la lista del fuero federal. En la versión del fuero común, también se podía identificar a Antonio Verástegui González, hermano de Jorge Verástegui, y su hijo Antonio de Jesús, pero los apellidos de Antonio padre estaban invertidos.

La vida útil del Registro Nacional fue de cuatro años. Desde que nació en 2014, hasta su última actualización, en 2018, el RNPED operó sin el reglamento que daría claridad a su funcionamiento.

Momento #4 – Nueva base, mismos errores

2020 – actualidad

El nuevo Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) se concibió, a diferencia de su antecesor, como una herramienta de búsqueda que debería actualizarse en tiempo real e incluir todos los hechos en los que se desconociera el paradero de una persona—sin importar el delito y si existía una denuncia—. No solo las fiscalías podrían ingresar información, también las comisiones estatales de búsqueda.

Pero no se publicó a tiempo. Horas antes de presentar su renuncia, en enero de 2019, el primer comisionado nacional de búsqueda de personas, Roberto Cabrera, elegido apenas 10 meses antes y herencia del Gobierno peñista al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, dio un mensaje que cimbraría el panorama.

Afirmó que había 40 mil 180 personas desaparecidas en México, 7.3 por ciento más casos que la última actualización del RNPED. Esto significaba que en ocho meses habían sumado tres mil 915 desapariciones. Pero no hubo forma de verificar el dato: la lista no se publicó.

Al año siguiente, el 6 de enero de 2020, la comisionada que sustituyó a Cabrera y continúa en el cargo, Karla Quintana, dio una nueva cifra en conferencia de prensa: 61 mil 637 personas ausentes. Pero, otra vez, no hubo evidencia que respaldara el dato. No había forma de consultar el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) que supuestamente ya existía. De hecho, algunos estados reportaron más desapariciones de las expuestas por la comisionada.

Karla Quintana Osuna, Comisionada Nacional de Búsqueda, durante la conferencia de prensa matutina el 29 de enero del 2021 en la que habla de la crisis forense. Foto: Cortesía

13 de julio, 2020: El estreno más esperado que llegó sin datos abiertos

Con dos años de retraso de la fecha que marcaba la ley, en julio de 2020, se lanzó el nuevo RNPDNO en una plataforma web de consulta que reportaba 73 mil 233 ausencias. Pero a diferencia del registro que suplió a éste, no tiene base de datos pública.

Esto ha impedido que sea una verdadera herramienta de búsqueda. La exfiscal y ahora comisionada de búsqueda de Estado de México, Sol Salgado Ambros, lo explica: “En nuestro registro interno podemos hacer la búsqueda de ciertas variables, por ejemplo, si yo dijera ‘quiero que el sistema verifique cuántas mujeres de 18 años han desaparecido en este último mes en Toluca’, lo arroja. Pero si yo nada más contara con el Registro Nacional no podría tener ese corte, tendría que pedirlo a la CNB (Comisión Nacional de Búsqueda) para que me diera el resultado”.

Andrés Ricón, quien hasta mayo de 2021 estuvo al frente de la Dirección de Análisis de Contexto de la Comisión de Búsqueda de la Ciudad de México, considera que el RNPDNO es limitante. “No se tiene acceso al (archivo) histórico de la fiscalía o la información de otra entidad federativa. Solamente puedes hacer un rastreo nominal específico”. Es decir, sólo es posible buscar por nombre a cada individuo para verificar si alguna otra autoridad ya había hecho el mismo reporte.

El registro tampoco permite descargar datos para hacer análisis de contexto y entender las dinámicas de desaparición en un territorio determinado.

“El registro sirve para registrar, no sirve para buscar”, lamenta Rincón.

Álvaro Martos, investigador del Observatorio sobre Desaparición e Impunidad (Odim) e integrante del actual Consejo Nacional Ciudadano, dice: “(Las comisiones estatales de búsqueda) difícilmente pueden hacer confronta masiva y los análisis de patrones que pueden hacer son muy limitados. Ellas tienen un registro paralelo que muchas veces alimentan sus propias políticas de búsqueda”.

El Registro Nacional no permite comparar de manera automática los miles de datos de personas desaparecidas con otros registros administrativos como los de detenciones, ingresos hospitalarios o registros de desaparición y localización entre entidades federativas.

Está centralizado, por lo que solo la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas —como antes el Cenapi— ha podido sacar un provecho limitado de esta herramienta. Por ejemplo, realizó un cotejo de la información del RNPDNO con una base de datos de 15 mil cuerpos que fueron enterrados en nueve fosas comunes de la Ciudad de México, Puebla, Sonora y Veracruz. Así, lograron coincidencias de 72 personas que eran buscadas pero estaban enterradas.

Aunque uno de los cambios significativos del nuevo registro era la incorporación del nombre del delito que es investigado por cada desaparición, las fiscalías estatales no están cumpliendo con esta obligación; sólo en 23 por ciento de los casos registrados por las fiscalías estatales contaba con el delito que estaba siendo investigado, de acuerdo con una respuesta entregada por la CNB en septiembre de 2021.

Para este reportaje se buscó a la comisionada Quintana para saber si planea solventar las deficiencias del RNPDNO y abrir los datos, pero no se obtuvo respuesta.

En menos de dos años de vida, el registro nacional de las desapariciones colecciona sus propios mecanismos de ocultamiento. Por ejemplo, de acuerdo con una investigación de la organización civil Elementa DDHH, siguen desfasados los datos entregados por la Fiscalía de Baja California. En peticiones de información reporta más de 12 mil; en el actual registro, alrededor de 1 mil 100.

Quinto Elemento Lab buscó a un representante de dicha fiscalía, pero no obtuvo respuesta. A una petición de información, sobre el tema, contestó: “se encuentra en proceso de actualización”.

Mayo 2022: Desaparecidas y desconocidas

Además de desaparecidas, las personas permanecen en el anonimato.

“(En la comisión) dicen ‘es que están poniendo en riesgo a la víctima’. Pero el riesgo es que no sepamos en dónde está. Yo creo que el listado público no es malo, salvo que una situación expresa de la investigación nos lo impida”, opina la comisionada estatal Salgado Ambros, “que fuera, y así lo veo solamente, en los casos de secuestro o de privación, donde sabemos que ya hubo amenaza de la persona que lo tiene de que si denuncia pues le van a quitar la vida”.

“Desde un enfoque y perspectiva de derechos humanos y desde el derecho de cada persona a ser buscada, la versión pública es una necesidad. Aunque el RNPED estuviera desactualizado y a veces muy mal hecho, podías acceder medianamente a esa versión pública. Fue lo que le permitió después a otras ONG reconstruir los datos y analizar todo el tema de la doble desaparición”, explica el exfuncionario Rincón.

Jorge Verástegui menciona que el derecho a ser buscado también pasa por la difusión de los datos de las personas que siguen desaparecidas: “A los desaparecidos no hay que desaparecerlos otra vez, hay que nombrarlos”.

María Herrera muestra las fotografías de sus hijos que siguen desaparecidos, a pesar de las promesas que recibió en los distintos sexenios. Con su familia fundó su propia organización de apoyo a familiares y realiza caravanas nacionales de búsqueda. Foto: Mónica González

La primera “guerra” que las familias enfrentan contra las fiscalías es por la opacidad de las cifras que reportan sobre la crisis de desapariciones, dice Juan Carlos Trujillo, hijo de María Herrera, aquella madre con cuatro hijos desaparecidos que encaró a Calderón en 2011.

“Las instituciones han estado luchando para que los números (de desapariciones) no reflejen la realidad, y no se reflejan porque no quieren reconocer este problema”, dice el ahora activista. Esto, remarca, tiene una consecuencia clara: “Un problema que no se reconoce, no puede ser atendido”.

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Fragmentos de la Desaparición es una investigación periodística que permite explorar la información sobre cómo México llegó a las 100 mil personas desaparecidas, quiénes faltan, desde cuándo y en qué territorios se resiente su ausencia. Esta es una serie de Quinto Elemento Lab y del proyecto A dónde van los desaparecidos.

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Organizaciones reclaman que GN tenga base genética para identificar a desaparecidos

viernes, diciembre 17th, 2021

La falta de atribuciones claras y la concentración de poder de la Guardia Nacional, así como el riesgo que corre la información genética en manos de una corporación de carácter castrense, son algunos de los cuestionamientos que han surgido tras la licitación de un software para manejar la base de datos genética que heredó de la Policía Federal. En tanto, la Comisión Nacional de Búsqueda pide centralizar los datos en una sola base, no “atomizar” repitiendo errores del pasado.

Ciudad de México, 16 de diciembre (A dónde van los desaparecidos).- La Guardia Nacional tiene otra nueva función en el Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador: mantener una base de datos genética para la búsqueda de personas desaparecidas.

A pesar de los llamados desde la Comisión Nacional de Búsqueda para que exista una única base, que le toca crear a la Fiscalía General de la República (FGR), la Guardia Nacional (GN) adquirió, en octubre pasado, un software para administrar y seguir alimentando la base de datos genética que heredó de la División Científica de la extinta Policía Federal (PF).

“La creación de múltiples bases de datos seguirá atomizando algo que en realidad se tendría que centralizar”, dijo la comisionada Karla Quintana al ser cuestionada sobre el asunto en fechas recientes.

El monto del contrato, celebrado entre la empresa Logística y Tecnologías para Laboratorios SA de CV (Logitlab) y la corporación de seguridad emblema de la administración federal, asciende a un millón 896 mil 300 pesos (sin impuestos).

Especializada en equipos para laboratorios forenses y en identificación humana, Logitlab, con domicilio fiscal en Mexicali, Baja California, ha celebrado en los últimos diez años unos 147 contratos con diferentes gobiernos, comisiones de búsqueda, procuradurías y fiscalías locales, la Procuraduría General de la República y la hoy Fiscalía, la PF, la Secretaría de Marina, la GN y algunos centros públicos de investigación, por al menos 168.1 millones de pesos.

Tan sólo en lo que va del sexenio, la empresa ha obtenido 41.1 millones de pesos en contratos. Su principal socio: la Guardia Nacional, a quien le ha provisto de productos y servicios por cerca de 20 millones de pesos.

Aunque poco publicitada, esta última licitación ya ha generado críticas entre académicos, defensores de derechos humanos, organizaciones civiles y algunas familias de víctimas que señalan, entre otras cosas, la falta de atribuciones claras y la concentración de poder de la GN, el desentendimiento de la FGR de sus obligaciones de ley, el involucramiento de las Fuerzas Armadas en desapariciones forzadas del pasado y recientes, y la insistencia en seguir por el camino de la atomización de la información genética, que hizo fracasar en administraciones pasadas las identificaciones humanas.

“Es preocupante que el Ejército, a través de la Guardia Nacional, tenga acceso a esa información, y que siga sin existir una base de datos (genética) central”, dijo en entrevista Jacobo Dayán, investigador especializado en derecho penal internacional, justicia transicional y derechos humanos.

Humberto Guerrero, coordinador del Programa de Derechos Humanos y Lucha contra la Impunidad de Fundar, consideró que esto es “un mal síntoma”, pues no sólo consiente el que la FGR no cumpla con las obligaciones que le impone la Ley General en materia de Desaparición de 2017 —para construir esa base de datos nacional—, también permite que la GN avance mientras sus acciones, en este caso tomar y analizar muestras referenciales (de familiares) o de restos humanos y recabar información para investigaciones ministeriales, rayan en la inconstitucionalidad.

La convocatoria para la licitación solicitaba, además del software para la base de datos genética, un servidor, equipos de cómputo y la capacitación de 30 personas. Fuente: Compranet.

El de octubre no fue el primer contrato de la Guardia Nacional con la empresa Logitlab, co-fundada por el farmacobiólogo Fermín Mercado Payán y la química María Ascencio Silva, también accionistas del laboratorio de análisis clínico Mediservice SA de CV.

En noviembre de 2019, la GN adjudicó, de manera directa, el servicio de mantenimiento de equipos especializados de su área de amplificación, cuantificación y electroforesis capilar (una técnica de separación electroquímica de biomoléculas), por un monto de 526 mil 261 pesos. Y en junio de 2021, también por adjudicación directa, para la adquisición de reactivos y consumibles para diferentes procesos de identificación, por 17.6 millones de pesos.

En medio de una profunda crisis de desaparición de personas —más de 95 mil— y en materia forense —estimada en más de 52 mil cuerpos no identificados en anfiteatros hasta el mes de agosto de 2020—, la comercialización, instalación, arrendamiento y mantenimiento de equipos para la identificación humana, así como la venta de sus consumibles, es pues un negocio redituable.

UNA BASE NACIONAL CON PROBLEMAS Y FILTRACIONES

Durante el Simposio Internacional de Identificación Humana, la Comisionada Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, alertó sobre los riesgos de la diversidad de instituciones que participan de la toma de muestras genéticas:  “Se hacen campañas de muestras genéticas en los estados, las toma una fiscalía, las toma otra, las toma Policía Federal, la Guardia Nacional, pero no sabemos en dónde está esa información que no se centraliza y no se comparte”.

Advirtió que el plazo de dos años que se ha puesto la FGR para cumplir con sus obligaciones, puede no ser suficiente para crear una base nacional de datos genéticos que sea funcional, con una metodología clara para su alimentación en tiempo real. “Tener la caja no quiere decir que tengamos la información”.

A decir de una nota de Reporte Índigo, la Base Nacional de Información Genética —uno de los componentes del Banco Nacional de Datos Forenses, referido en la Ley General en materia de Desaparición de 2017—, aún se encuentra en primera fase de implementación. Aunque ya desde agosto de 2020 se publicaron los Lineamientos Generales para la Instalación y Funcionamiento de la misma, y desde diciembre pasado estos fueron aprobados por la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia, esta sigue siendo una promesa proyectada para finales de 2023.

Ésta debe construirse a partir de la información genética que le compartan a la FGR las Fiscalías y Procuradurías Generales de Justicia o cualquier ente público que cuente con un laboratorio de genética forense acreditado, incluida la Guardia Nacional.

La extinta Policía Federal tomaba muestras de familiares de personas desaparecidas, atribución que le fue transferida a la Guardia Nacional. Foto: Verónica Ramírez/Obturador MX.

Para febrero de 2020, la base de datos genética que heredó esta última de la Policía Federal contaba con 14 mil 731 perfiles genéticos (que distinguen a un individuo del resto de la población). Esta información tendría que ser incorporada a la Base Nacional, cuyo principal insumo es la base de la Fiscalía General, mejor conocida como CODIS (Combined DNA Index System), cuyo proveedor es el Buró de Investigaciones Federales (FBI).

Hasta octubre de este año, la base de datos de la FGR contenía 69 mil 307 perfiles genéticos que fueron ingresados y procesados por su Coordinación de Servicios Periciales o enviados por las diversas Fiscalías Estatales durante la última década.

Especialistas han señalado, sin embargo, diversos problemas para la identificación humana en México, como el que los laboratorios genéticos de las fiscalías y otros actores estén certificados —para subir su información a la base de datos nacional y que las muestras tomadas a familiares no se queden únicamente en su estado de origen—; y que las fiscalías suelen esperar a que las familias se presenten ante ellas para la toma de muestras en lugar de ir directamente a sus hogares o comunidades, entre otros.

La toma de muestras para su confronta representa una esperanza para encontrar a las más de 95 mil personas desaparecidas del país. Foto: Verónica Remírez/Obturador MX.

Esta semana se dio a conocer que la información contenida en estas bases de datos no está protegida y ha sido usada para otros fines. La investigación Traficantes de ADN documentó que la base de la Fiscalía fue entregada a una empresa privada (Central ADN), cuya estrategia para la obtención de contratos públicos partía de la cooptación de familiares —sobre todo líderes de colectivos— y que existe una denuncia penal contra Roberto Cabrera Alfaro, el primer comisionado nacional de búsqueda.

Se desconoce quiénes más han tenido acceso a las muestras de sangre y saliva de miles familiares de personas desaparecidas y a la información generada tras el análisis de restos humanos. Antes de dejar su puesto, en enero de 2019, Cabrera informó que la CNB había consolidado una base de datos de más de 50 mil perfiles genéticos, aunque carecía de atribución para ello.

LA IDENTIFICACIÓN FORENSE, EN MANOS CASTRENSES

A la atomización de la información genética en fiscalías locales, la federal y en la Guardia Nacional, la duplicación de registros, la falta de procesamiento de datos y la posibilidad de que los datos genéticos de miles de familias caigan en manos indebidas, se suma otro elemento de preocupación: el manejo de datos sensibles por parte de personal militar.

De acuerdo con un reportaje de Animal Político, 76.8 por ciento de los efectivos de la GN provienen de las Fuerzas Armadas: 61 mil 708 elementos —en activo— de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y 17 mil 418 de la Secretaría de Marina. Los pocos efectivos civiles, ex integrantes de la Policía Federal asignados a la supervisión de carreteras, puertos y aeropuertos, incluso están siendo desplazados por elementos castrenses.

Esto sin mencionar que la Sedena mantiene el control de las 32 coordinaciones estatales de la GN, que mandos militares controlan a esta supuesta policía civil desde su creación, y que está en camino una reforma para que ésta pase a formar parte de la estructura administrativa de la Defensa Nacional.

Tres de cada cuatro elementos de la Guardia Nacional provienen del Ejército o la Marina. Foto: Guardia Nacional.

En paralelo, aún existen cuatro acciones de inconstitucionalidad y un amparo en revisión que ponen en duda no sólo el carácter civil de la corporación emblema de la administración federal, sino lo “indeterminadas, genéricas y ambiguas” que resultan sus atribuciones en materia de prevención de delitos e infracciones administrativas, a decir de la demanda promovida por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en julio de 2019, contra diversos artículos de la Ley de la GN.

En total, son diez los recursos contra la militarización de la seguridad pública que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SJCN) sigue sin resolver, en medio de un proceso de delegación de tareas civiles a las Fuerzas Armadas —al menos 246—, y de blindaje de los proyectos estratégicos de la administración federal, en donde participan elementos castrenses.

INCERTIDUMBRE ENTRE FAMILIARES

Con el cambio de la Policía Federal a la Guardia Nacional, explica Yadira González, integrante de la Red de Enlaces Nacionales, lo que hay entre las familias que dejaron sus muestras y los restos de sus desaparecidos en la División Científica de la Policía Federal—hoy Dirección General Científica de la GN—, es “mucha incertidumbre de saber en dónde quedaron”.

A mediados de noviembre de este año, la Red de Enlaces, conformada por más de 60 colectivos de familiares de personas desaparecidas, dio a conocer que tres restos óseos pertenecientes a Iván Yan Carlos Ibarias, hijo de la buscadora María de Jesús Soria Aguayo, desaparecido en 2016, se encontraban bajo resguardo de la Guardia Nacional, separados de los otros que tiene la Fiscalía de Veracruz, por lo que exigió que estos le fueran entregados a su madre a la brevedad y de manera digna.

Algunas de  las atribuciones de la Dirección General Científica, de acuerdo con el reglamento de la Ley de la Guardia Nacional, son estas:

  • La identificación y la preservación de la integridad de los indicios, huellas o vestigios de un hecho delictivo;
  • La coordinación de los laboratorios criminalísticos de la institución, donde se analizan los elementos químicos y biológicos que apoyen a una investigación —bajo la dirección del Ministerio Público—;
  • La incorporación de huellas dactilares, fotografías, videos y otros elementos que sirvan para identificar a una persona, a sus bases de datos.

Yadira González, quien busca a su hermano desaparecido desde 2006, también se mostró preocupada por el anuncio del traspaso de la Guardia Nacional a la Sedena, por lo que sugirió que antes de que esa propuesta de reforma sea presentada por el Presidente, debería analizarse si conviene que la Guardia Nacional siga en posesión de esa base genética.

Captura de pantalla del recorrido virtual por el Laboratorio Forense de la Dirección General Científica de la Guardia Nacional. Foto: Página de Facebook de la GN.

“Con todos los antecedentes que tiene la Sedena en la desaparición de nuestra gente pues sí, se crea un conflicto mayor”, comentó en referencia a los casos de desaparición forzada de personas en donde se ha documentado la participación de elementos castrenses.

Al menos 13 indagatorias fueron iniciadas por la FGR en contra de militares adscritos a la Sedena entre 2013 y 2020 —sin sanción alguna—, así como 65 expedientes de investigación (averiguaciones previas y carpetas de investigación) que señalan la probable responsabilidad de elementos de la Secretaría de Marina hasta abril de 2021.

Tan sólo este año, 30 elementos de la Marina fueron detenidos por la desaparición forzada de distintas personas en Tamaulipas, en 2014, y el nuevo encargado de Laboratorios Biológicos y Reactivos de México (Birmex), el general Jens Pedro Lohmann Iturburu, fue señalado en días recientes por el encubrimiento de la desaparición forzada de tres personas, en 2009, a manos de elementos del Ejército. Esta semana, la Guardia Nacional fue acusada de desaparecer a dos personas en el municipio de Los Reyes, Michoacán.

Martín Villalobos, vocero del Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos —integrado por más de 60 colectivos de México y Centroamérica—, lamentó que la información de decenas de miles de personas desaparecidas y sus familias se encuentre, a través de la Guardia Nacional, en manos de instituciones cerradas, poco transparentes y que en algunos casos de desaparición que tienen documentados, figuran como responsables.

“La información vital para las búsquedas va a estar en manos de una parte de los perpetradores o de los que de alguna manera se coludieron para que esto pasara”, comentó.

En cuanto al mal uso que se le pueda dar a la base de datos genética de la Guardia Nacional  —tal como sucedió con la de la FGR—, Villalobos alertó sobre el riesgo que representa para las familias una posible filtración, considerando que muchas de ellas han sido desplazadas o perseguidas por buscar a sus seres queridos. “Por no haber previsto este tipo de situaciones, se puede complicar mucho más la vida y el peregrinar de las familias en la búsqueda de sus desaparecidos”.

Señaló también que los cambios administrativos, como la transferencia de facultades de la Policía Federal a la Guardia Nacional, suelen hacerse sin pensar en las víctimas, sin notificarles y garantizarles que sus datos están siendo protegidos. “Los hacen como si se tratara de objetos y no de personas”.

Nota metodológica: Aunque se encontraron 147 registros oficiales, sólo se tuvo acceso a 120 documentos (contratos, resúmenes, fallos) para verificar las cifras empleadas en este artículo. Los contratos suscritos en dólares fueron trasladados a pesos con el tipo de cambio correspondiente. Todas las cantidades están expresadas sin  impuestos.

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PGR investigó a activistas por masacre de San Fernando; es posible espionaje: ONGs

martes, noviembre 23rd, 2021

La entonces Procuraduría General de la República investigó a tres mujeres activistas y periodista en el marco de las diligencias por la masacre de San Fernando: a la defensora de derechos humanos Ana Lorena Delgadillo, la antropóloga forense Mercedes Doretti, y la periodista Marcela Turati.

Ciudad de México, 23 de noviembre (SinEmbargo).– El proyecto periodístico “A Dónde Van los Desaparecidos”, así como múltiples ONGs, reprobó las acciones de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), quien entre 2015 y 2016 abrió una investigación en contra de la defensora de los derechos de personas migrantes Ana Lorena Delgadillo, la antropóloga forense Mercedes Doretti, y la periodista Marcela Turati.

Este martes, el periódico The Washington Post dio a conocer que la autoridad judicial realizó diligencias en contra de las tres mujeres, relacionadas con su trabajo para esclarecer los hechos de la masacre de San Fernando, Tamaulipas, que sucedió en agosto de 2010.

En respuesta, el proyecto emitió un comunicado reprobando el actuar y exhortó a la actual Fiscalía General de la República (FGR) desistir de esta investigación, en caso de que siga en curso, y “deslindar responsabilidades dentro de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada”.

El proyecto periodístico se posicionó en contra de las acciones de la entonces PGR. Foto: A Dónde Van Los Desaparecidos.

“El asedio y posible espionaje so pretexto de investigaciones contra periodistas y defensoras de derechos humanos tienen que parar”, declaró el medio.

Ana Lorena Delgadillo es la directora de Fundación para la Justicia, a través de la cual defienden a las víctimas de la masacre, donde al menos 196 personas fueron asesinadas. Marcela Turati es una reconocida periodista que ha sido galardonada por sus trabajos de investigación sobre personas migrantes desaparecidas y ejecutadas, incluido el caso de la masacre de San Fernando. Finalmente, la antropóloga Mercedes Doretti es una de las peritas fundadoras del Equipo Argentino de Antropologia Forense,
conocida por haber encontrado pruebas de crímenes de lesa humanidad en fosas de Irak, Bosnia y otros países.

De acuerdo con el medio estadounidense, las autoridades mexicanas abrieron de manera secreta una investigación por crimen organizado a estas tres mujeres, haciendo uso de herramientas jurídicas para obtener los registros de sus llamadas y mensajes telefónicos, así como rastrear sus comunicaciones.

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Peña les cerró la puerta. Ahora, un Comité de ONU indagará en miles de desapariciones

jueves, noviembre 18th, 2021

El Comité contra las Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas comenzó su primera visita en México. Durante dos semanas se reunirá con autoridades, organizaciones, periodistas y colectivos de familiares con el objetivo de dimensionar la crisis de desaparición de personas que se vive en el país. En marzo de 2022, presentará un informe final con recomendaciones para el Estado mexicano. 

Ciudad de México, 18 de noviembre (A dónde van los desaparecidos).– El Comité contra las Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas (CED, por sus siglas en inglés) inició su visita de dos semanas a México con el fin de evaluar los esfuerzos del Estado mexicano para atender la grave crisis de desapariciones que atraviesa el país, y que hoy rebasa las 94 mil personas desaparecidas y no localizadas.

Tuvieron que pasar siete años desde su primera solicitud a las autoridades mexicanas para que la visita del Comité de expertas y expertos independientes, que le fue negada por la administración de Enrique Peña Nieto, se concretara.

“El Estado abdicó de su responsabilidad en la búsqueda de personas, dejando esta tarea a los familiares de las propias víctimas”, reconoció el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas, al recibir al Comité en la Secretaría de Gobernación. La ausencia de mecanismos de búsqueda y coordinación institucional, así como los deficientes registros de personas desaparecidas, agregó, sólo han profundizado la “herida dolorosa” que representan las desapariciones, misma que reconoció como una “crisis humanitaria”.

Del 15 al 26 de noviembre, los miembros de este órgano independiente que vigila el cumplimiento de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas —ratificado por México en 2008—, se reunirán con familiares y colectivos, funcionarios, expertos, representantes de la sociedad civil, periodistas, comisiones de derechos humanos y organismos internacionales.

Sus integrantes, en su mayoría hispanohablantes, viajarán a 12 estados del país, entre ellos  Coahuila, Ciudad de México, Jalisco, Morelos, Nuevo León, Guanajuato, Nayarit y Tamaulipas.

Cientos de madres marchan el 10 de mayo para pedir justicia por sus hijos e hijas desaparecidos.
Foto: Verónica Leaguer.

Se trata de una visita histórica, considerando que es la primera que realiza el Comité a un Estado parte de la Convención desde que entró en vigor hace poco más de una década.

Hasta el pasado martes, la cifra era de 85 mil 56 personas que han sido desaparecidas tanto por agentes del Estado como por particulares, así como 9 mil 457 personas que continúan en calidad de no localizadas.

El problema de las desapariciones en México se remonta, sin embargo, al año de 1964, al inicio del periodo de la contrainsurgencia o de la “guerra sucia” que emprendió el Estado en contra de toda disidencia política, pero se convirtió en sistemática y masiva tras el inicio de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, a partir de 2006. Corresponden al actual sexenio una tercera parte de las desapariciones y casi la mitad de las personas no localizadas.

La impunidad es lo que predomina en este tema, ya que a la fecha, sólo 35 personas han sido sentenciadas por el delito de desaparición. A la par, el país enfrenta una crisis forense que se refleja en los más de 52 mil cuerpos no identificados en los anfiteatros y en el hallazgo de más de 4 mil fosas clandestinas.

Además, México es el segundo país —sólo después de Iraq— con más “acciones urgentes” en el mundo por desaparición de personas, un mecanismo humanitario que se activa cuando ocurre una desaparición y que consiste en pedir información al Estado, de manera inmediata, para conocer qué se ha hecho en la búsqueda de personas desaparecidas. A México corresponden 424 de las mil 13 emitidas por el CED desde 2012.

Ante este panorama, el Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos —conformado por 70 colectivos de 22 estados y tres países de Centroamérica— hizo un llamado a las autoridades mexicanas para cooperar “sin restricciones y desde el más alto nivel político de todas las instituciones del Estado que sean requeridas” por el Comité.

“Llamamos al Gobierno a asumir compromisos claros y precisos, y a cumplir de buena voluntad todas las recomendaciones que el CED emita”, dijo en un comunicado que vino acompañado de un informe que da cuenta de la situación que prevalece en México respecto de la desaparición de personas, y que pone especial énfasis en temas como la desaparición de migrantes en el territorio mexicano, el desmantelamiento de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) o la participación activa de las víctimas en la formulación de la política pública.

UNA VISITA POSTERGADA

México ya había sido evaluado en 2015 por el Comité de manera remota; ejercicio al cual se le dio seguimiento en 2018.

“La información recibida por el Comité (por las autoridades mexicanas) ilustra un contexto de desapariciones generalizadas en gran parte del territorio del Estado parte, muchas de las cuales podrían calificarse como desapariciones forzadas”, se lee en las observaciones finales de esa primera evaluación, en donde tomaba como referencia el caso de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa para ilustrar “los serios desafíos que enfrenta el Estado parte” en materia de prevención, investigación y sanción de las desapariciones y búsqueda de personas.

Sin embargo, fue hasta agosto de 2019 que el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se comprometió a invitar al Comité para realizar una visita a nuestro país, la cual se formalizó dos años más tarde.

Tal había sido la renuencia al escrutinio público en materia de desaparición que, hasta octubre de 2020 —previa aprobación del Senado—, que el Estado mexicano finalmente aceptó la competencia del Comité para recibir y examinar comunicaciones individuales, es decir, casos presentados por familiares de personas desaparecidas. Por ejemplo, la organización IDHEAS Litigio Estratégico de Derechos Humanos informó, el pasado 28 de julio, sobre la presentación de la primera denuncia ante el CED en representación de un joven que fue víctima de desaparición forzada.

MÁS QUE REVISAR CASOS, IDENTIFICAR TENDENCIAS

De acuerdo con la presidenta del CED, Carmen Rosa Villa-Quintana, el grupo de expertos y expertas no sólo recogerá información relevante sobre las acciones que el Gobierno lleva a cabo para investigar y prevenir las desapariciones, o para localizar a las personas desaparecidas, sino que participará tanto en las exhumaciones realizadas por autoridades como por las propias víctimas; esto “para conocer los obstáculos, los avances y aquello que, desde nuestra perspectiva, pueda contribuir a superar esta situación (la desaparición de personas)”.

También visitarán las cárceles federales y estatales para confirmar que, en el marco del artículo 17 y 18 de la Convención Internacional, no existan irregularidades en los registros de detención y que ninguna persona sea privada de la libertad de manera ilegal.

Aunque el Comité no se pronunciará sobre casos específicos o sobre comunicaciones individuales —que pueden enviarse en cualquier momento, con o sin visita—, sí lo hará de forma general respecto a las experiencias compartidas entre familiares y otros actores interesados y así empujar sus demandas, como la falta de armonización de la Ley General en Materia de Desaparición en algunos estados, o que la Fiscalía General de la República (FGR) ejerza sus facultades de atracción de casos estatales y emblemáticos que siguen sin ser resueltos.

Es decir, se trata de identificar tendencias estructurales que puedan ser convertidas en recomendaciones —en su informe final—, y que a su vez, estas recomendaciones puedan ser empleadas por las familias para presionar a las autoridades en la dirección que crean conveniente.

Familiares de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, funcionarios federales y el CED.
Foto: Secretaría de Gobernación.

Durante sus dos primeros días de trabajo en México, el Comité ya se reunió con familiares y sobrevivientes de la “guerra sucia”; con los 43 estudiantes desaparecidos de manera forzada en Ayotzinapa y con personas migrantes desaparecidas, así como con los integrantes del Consejo Nacional Ciudadano, órgano independiente que vigila el cumplimiento de la Ley General en Materia de Desaparición y que con motivo de la visita del CED, presentó un informe que, entre otras cosas, señala que aún existen 12 estados que no han armonizado sus legislaciones locales.

Asimismo y con base en un cuestionario aplicado a personas buscadoras, el Consejo encontró que 55 por ciento de las personas que respondieron el formulario se sienten inseguras o muy inseguras cuando salen a campo, que 52 por ciento han recibido agresiones y/o amenazas, que hasta un 69 por ciento se han sentido vigiladas y que apenas un 36 por ciento ha recibido medidas de protección luego de denunciar estos hechos. Esto sin mencionar que al menos 12 personas han sido asesinadas por buscar a sus seres queridos desde diciembre de 2010 a la fecha.

Se tienen previstas reuniones con colectivos de Ciudad de México, Nayarit, Jalisco, Coahuila, Sinaloa, Guanajuato, Tamaulipas y Puebla, así como una conferencia de prensa para presentar sus impresiones preliminares sobre lo observado durante su visita. Sin embargo, será hasta el mes de marzo o abril de 2022, que se dé a conocer el informe final con las conclusiones del Comité y las recomendaciones puntuales para el Estado mexicano.

“El informe no va a ser al final de la visita sino que este informe es presentado al pleno del Comité —integrado por diez personas expertas— en nuestra próxima sesión del mes de marzo y abril”, dijo la presidenta del CED Villa-Quintana. Durante todo ese periodo, entre la conferencia de prensa que cerrará la visita y la presentación del informe final, el Comité seguirá recibiendo comunicaciones por parte de familiares de personas desaparecidas y otros actores interesados.

Del éxito de la misión del Comité, aseguró el subsecretario Alejandro Encinas, dependerá el éxito de las políticas públicas implementadas por esta administración que no ha logrado superar, a tres años de su llegada, la crisis humanitaria que supone la desaparición masiva y sistemática de personas. “Estamos dispuestos a abrir las puertas de todo el gobierno federal para que ustedes puedan cumplir con su cometido”, les dijo a los y las integrantes del CED.

UNA ESPERANZA PARA LAS FAMILIAS

María Herrera, de la Red de Enlaces Nacionales —que integra a 160 colectivos de 26 estados—, aseguró el pasado lunes que esta visita representa “una esperanza para las familias”. El Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, por su parte, señaló que la visita del Comité es “una oportunidad para obtener una visión más amplia (del fenómeno de la desaparición), con las mejores prácticas y los más altos estándares internacionales”.

El Comité se integra por Carmen Rosa Villa-Quintana, su presidenta; Juan Pablo Albán Alencastro (Ecuador), Sergio Giuiliano (Argentina), Juan José López Ortega (España), Horacio Ravenna (Argentina) y Albane Prophette Pallasco (Francia). “Nuestra interlocución directa con las autoridades, la sociedad civil y las víctimas —aseguró la presidenta del CED a su llegada a México—, nos van a permitir apreciar e identificar formas de contribuir a prevenir y a erradicar la desaparición forzada”.

Miembros del Comité contra las Desapariciones a su llegada a México. Foto: Secretaría de Gobernación.

Durante una reunión previa entre familiares y personal de la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos—que acompaña esta visita in situ del Comité—, y que tuvo lugar durante la VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas en Morelos, éste les explicó que si bien las recomendaciones que se emitirán no serán vinculantes para el Estado mexicano, sí pueden convertirse en herramientas útiles frente a las autoridades.

La Ley General en Materia de Desaparición Forzada, les comentaron, tuvo como antecedente las observaciones finales de 2011 del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, un cuerpo ad hoc creado en 1980 por Naciones Unidas para el examen y vigilancia del fenómeno. A diferencia del Grupo de Trabajo, el Comité vigila expresamente que se cumpla la Convención Internacional, que considera a la práctica generalizada o sistemática de la desaparición forzada como un crimen de lesa humanidad; en tanto que enlista las obligaciones de los Estados para prevenir, investigar y sancionar las desapariciones, así como para garantizar los derechos de las víctimas, incluyendo el derecho a la verdad, a la reparación y a ser buscadas y localizadas.

Por otro lado, el informe final de la misión del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de derechos humanos, de 2017, abrió la puerta para considerar a quienes integran las brigadas de búsqueda y colectivos de familiares como defensores de derechos humanos. Este otro antecedente ayudó a negociar las condiciones de seguridad de la VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas, que tuvo lugar en el estado de Morelos.

En 2018, con motivo de su informe de seguimiento remoto, el CED dejó constancia de la falta de datos confiables en materia de desaparición —considerando que existe una cifra negra que no se reporta—, del reducido número de sentencias condenatorias, del alto número de cuerpos sin identificar y de las fosas clandestinas en el país que, desde entonces, no dejaban de aparecer.

Entre algunas de las recomendaciones que el Comité ha emitido en estos años se encuentran: tener un plan de implementación de la totalidad de la Ley General en materia de Desaparición; la puesta en marcha de los registros que contempla esta ley, como el Banco Nacional de Datos Forenses, responsabilidad ignorada por la Fiscalía General de la República; la generación de condiciones para que todos los cadáveres y restos óseos que han sido encontrados puedan ser identificados y entregados a sus familias; y que se garantice la protección de las familias que, ante la inacción del Estado, llevan a cabo sus propias búsquedas.

Se espera que algo similar suceda tras escuchar las demandas, en el terreno, de cientos de familiares —víctimas de las desapariciones del presente y del pasado reciente—, en estas próximas dos semanas.

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Víctimas de “guerra sucia” piden al Gobierno abrir archivos e instalaciones militares

miércoles, septiembre 29th, 2021

Además de crear una Comisión de la Verdad sobre la “guerra sucia”, el Gobierno federal acordó con familiares de víctimas y sobrevivientes de ese periodo impulsar un plan anti impunidad que contempla el acceso a los “archivos de la represión” y a instalaciones militares; un plan de búsqueda de desaparecidos, judicializar hechos y una Ley de Memoria. El plan está en manos de Presidencia; las víctimas esperan que el Ejército rompa el pacto de silencio.

Por Analy Nuño y Adrián Montiel*

Ciudad de México, 28 de septiembre (A dónde van los desaparecidos).– La creación de una Comisión de la Verdad, anunciada el 30 de agosto por el Presidente, es uno de cinco mecanismos que contempla un ambicioso “Plan para el acceso a la verdad, esclarecimiento histórico e impulso a la justicia” que el Gobierno federal acordó con familiares de víctimas y sobrevivientes de la “guerra sucia”. El plan contempla crear un programa de búsqueda del paradero de las personas desaparecidas, acceder a los “archivos de la represión” y a las cárceles clandestinas, así como abrir procesos judiciales.

El llamado Plan Presidencial —que fue elaborado por sobrevivientes y familiares de víctimas  de desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, tortura y otras graves violaciones a derechos humanos, y trabajado junto con funcionarios de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación— se basa en cinco ejes: verdad, justicia, búsqueda, reparación y memoria y no repetición de esos hechos. Éste es la base de los decretos presidenciales que deberían publicarse en los próximos días.

La investigación, persecución y esclarecimiento de los crímenes del Estado cometidos entre 1965 y 1990, así como la reparación a sus víctimas, y la investigación del paradero de las más de mil personas que se encuentran desaparecidas de ese periodo y de un número desconocido de bebés nacidos en cautiverio, sólo será posible con “voluntad política”, advierten algunas de las personas que participaron en la elaboración del proyecto.

El documento —al que este equipo tuvo acceso— ahora está en manos de la Consejería Jurídica de Presidencia, a la cual le toca redactar los decretos que serán la base para crear los cinco instrumentos contemplados en el plan. Las familias esperan que el Poder Ejecutivo mantenga el compromiso de otorgar acceso pleno a los archivos e instalaciones del ejército para garantizar que este sea un verdadero “plan anti impunidad” y no otro intento fallido de investigar los crímenes del pasado.

“No podemos considerar que haya verdad alrededor de la contrainsurgencia si no se abren los archivos y las instalaciones. Si no pensamos que el Ejército va a participar en el acceso, no va a ser posible el esclarecimiento y, por ende, no va a ser posible la justicia. ¿Y cómo? Pues a través de un mandato presidencial, el Presidente es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, entonces no sabemos si lo va a hacer o no. Esperamos que sí, pero si no lo hace está destinado al fracaso”, dice Alicia De los Ríos, quien busca a su madre que fue detenida, presa en el Campo Militar Número 1, y desaparecida hace 43 años.

Enfatiza ese tema de la rendición de cuentas del Ejército que preocupa a algunas personas que durante cinco meses participaron en la elaboración del plan. “La versión (del plan) aprobada y consensuada fue la trabajada por los familiares”, remarca.

La historiadora y quien desde niña formó parte de un comité de búsqueda de familiares desaparecidos de Chihuahua, así como el defensor de derechos humanos, Fabián Sanchez Matus, quienes participaron en la elaboración del plan, señalan que uno de sus objetivos es privilegiar la búsqueda, contar con acceso a los “archivos de la represión” y a las  instalaciones militares, así como entrevistar a perpetradores. Pero, sobre todo, conocer el paradero de los desaparecidos. Sólo así, coinciden, se terminaría la impunidad y se evitaría que este plan fracase.

Sánchez Matus, señala: “El alcance todavía está por verse, falta que se emita el decreto presidencial donde se plantea toda está estrategia… habrá que ver, en ese compromiso, cómo es que tendrían que responder las instituciones directamente involucradas”.

El defensor dimensiona el desafío que tiene la actual administración para cumplir su compromiso con los colectivos, familiares y sobrevivientes del periodo de la contrainsurgencia: “Veamos si este Gobierno cuenta con la voluntad política para que, finalmente, todos esos archivos sean públicos y puedan ser consultados por cualquiera. Principalmente por los mecanismos que se estarían generando con el decreto, como por la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico. Tiene que haber una voluntad enorme para que finalmente se den esos archivos y pueda existir una mayor claridad sobre cómo ocurrieron los hechos, quiénes fueron los perpetradores y dónde pudieran estar las víctimas desaparecidas”.

Los crímenes a los que el plan contempla echar luz fueron cometidos durante el periodo de contrainsurgencia, conocido también como “guerra sucia”, en el cual el Estado dirigió acciones policiaco-militares, abiertas y encubiertas, además de estrategias político, económicas y sociales legales e ilegales en contra de campesinos, obreros, estudiantes, población civil y grupos disidentes armados que demandaban cambios sociales. Los métodos para reprimirlos fueron la persecución, las detenciones, torturas, desapariciones y asesinatos.

El término de “guerra sucia” —según el historiador Camilo Vicente Ovalle— se refiere a las prácticas ilegales realizadas por el Estado y que no sólo afectaron “a las organizaciones guerrilleras, sino a un conjunto más amplio de la disidencia política en México” y a todos aquellos “movimientos y organizaciones que buscaban transformar el régimen político”.

En el marco del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, el presidente se reunió con familiares y sobrevivientes de la Guerra Sucia y anunció la creación de la Comisión de la Verdad. Foto: Twitter @lopezobrador_.

LA CONSTRUCCIÓN DE UN PLAN CONTRA LA IMPUNIDAD

En marzo de 2021, colectivos de familiares de víctimas y sobrevivientes de la contrainsurgencia sostuvieron un primer encuentro con personal de la Subsecretaría de Gobernación, la Dirección General de Estrategias para la Atención de los Derechos Humanos (DGEADH), el Archivo General de la Nación y la Comisión Nacional de Búsqueda. En esa reunión, acordaron iniciar los trabajos para desarrollar “un plan contra la impunidad”, tras al menos 30 años sin acciones encaminadas a la justicia y de protección a los perpetradores, miembros del Ejército, de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) y policías estatales y municipales.

La asamblea, conformada por 20 colectivos, familiares, víctimas y sobrevivientes, elaboró un primer documento y en junio lo presentó al Presidente López Obrador, explica en entrevista Alicia de los Ríos Merino.

“El Presidente —recuerda la también abogada— nos dijo que se comprometía a impulsar diferentes iniciativas. En ese momento eran reparación, que los militares nos dieran apertura a los archivos y a diferentes cosas; pero pidió que trabajáramos el plan”.

Durante julio y agosto, con asesoría de expertos independientes en verdad, memoria y justicia, los colectivos y sobrevivientes desarrollaron la propuesta que deberá será la base del decreto presidencial para crear la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico, así como los otros instrumentos que se incluyeron en el plan.

Hasta la fecha, ninguno de los esfuerzos institucionales ha reconocido oficialmente los crímenes del pasado, tampoco la compensación de las familias, la dignificación de las víctimas ni la garantía de la no repetición. Tampoco ha colaborado para dar con el paradero de las personas detenidas y desaparecidas.

“A las víctimas, sobrevivientes y familiares de víctimas no sólo les fue negado el acceso a la justicia por los crímenes cometidos en su contra, también les fue negado el reconocimiento de sus memorias y de sus historias, sometidas al olvido y la estigmatización institucional”, se lee en las primeras páginas del plan aprobado por las familias.

Encuentro en la Secretaría de Gobernación con más de 20 colectivos de familiares, víctimas y sobrevivientes de la contrainsurgencia. Foto: Facebook Félix Santana Ángeles.

A continuación los cinco mecanismos del plan:

1. ACCEDER A LA VERDAD 

Uno de los mecanismos contemplados en el plan presidencial y acordados con los colectivos, familiares y sobrevivientes es la creación de la Comisión para el Acceso a la Verdad y al Esclarecimiento Histórico, la cual se conformará por cinco expertos y deberá investigar las graves violaciones de derechos humanos —como desaparición forzada, tortura y tortura sexual, ejecución extrajudicial, desplazamiento forzado, persecución política y prisión política— ocurridas durante el periodo del 1 de enero de 1965 al 31 de diciembre de 1990.

Los integrantes de la comisión deberán tener atribuciones para convocar a personas que puedan dar información útil y para entrar a las instalaciones “civiles o militares”, donde presuntamente se hayan cometido graves violaciones de derechos humanos. Además del acceso incondicional a los archivos con información sobre este periodo.

Alicia de los Ríos recuerda que en el país hay diferentes archivos que deberían consultarse, entre ellos los del personal y las operaciones del Estado Mayor Presidencial, así como los relacionados con la base aérea localizada en Pie de la Cuesta, en Acapulco, lugar desde donde salieron los aviones que se usaron para los “vuelos de la muerte”; vuelos que se realizaron para arrojar al mar a los disidentes políticos.

La magnitud de los archivos para analizar es de alrededor de ocho mil cajas con cientos de documentos, de acuerdo con la DGEADH: tres mil cajas del Fondo de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), encargada de la inteligencia o el servicio secreto del Estado Mexicano; cuatro mil del Fondo de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), policía política de la Secretaría de Gobernación, y 486 cajas de la Sedena.

“Son muchos archivos: los administrativos, los que no dio el Cisen (Centro Nacional de Inteligencia) ni el fondo de la DFS; porque no dio el archivo sobre el personal que transitó de la DFS al Cisen. Todos esos nos interesan, además de los archivos de los estados”, señala  la también abogada.

“Nosotros —explica— denominamos archivos de la represión a todos aquellos que se generaron a partir de la contrainsurgencia. Si bien en el Archivo General de la Nación están los Fondos de la Dirección Federal de Seguridad y de Investigaciones Políticas y Sociales, no son todos… Siempre hemos estado insistiendo en la apertura de los archivos militares y de las instalaciones militares”.

Los integrantes de la comisión —la cual se propone que tenga un periodo de trabajo de dos años y medio, a partir de su creación— tendrán que presentar un informe final con recomendaciones para realizar reformas estructurales para la no repetición e iniciativas para la dignificación de las víctimas, sus familiares y comunidades.

Tita Radilla y María Herrera encabezan marcha de familiares en Chilapa, Guerrero, durante el primer encuentro del Frente Guerrero por Nuestros Desaparecidos en 2019. Foto: Lenin Ocampo Torres/El Sur.

Este no es el primer intento por esclarecer lo sucedido durante el periodo de la contrainsurgencia en el país y evitar que continúen impunes acciones como las desapariciones forzadas que se registraron en ese entonces.

En 1990, a partir de la exigencia de colectivos de familiares, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) creó el Programa Especial de Presuntos Desaparecidos que documentó 532 desapariciones de esa época, pero sólo pudo comprobar la desaparición forzada de 273. No obstante, el número de víctimas puede ser mucho mayor, de acuerdo con colectivos de familiares que han documentado los crímenes del pasado.

Alicia de los Ríos menciona que no existe un “estimado real” del total de las víctimas de ese periodo. “Eso es lo primero que hay que hacer. Las cifras siguen oscilando entre las 532 víctimas de Eureka y las mil de Afadem (Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México)”.

En 2001, once años después de creado el Programa Especial de Presuntos Desaparecidos, la CNDH publicó la Recomendación 26/2001, que llevó a la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), al inicio del sexenio de Vicente Fox; esta Fiscalía, disuelta en 2006, abrió cerca de 600 averiguaciones previas relacionadas con desapariciones, y logró la judicialización de 14 averiguaciones previas gracias al acceso a los archivos de la DFS y la DGIPS.

Dos de estas averiguaciones llevaron a juicio al expresidente Luis Echeverría por el delito de genocidio por las masacres estudiantiles de 1968 y 1971. También se documentaron casos de militares por el delito de genocidio y desapariciones durante la “guerra sucia”. Al término de su gestión, la FEMOSSP elaboró un informe que nunca se publicó oficialmente, aunque algunas de sus versiones fueron filtradas a la prensa.

Los lugares con más víctimas son Ciudad de México, Sinaloa, Jalisco, Chiapas, Chihuahua, Estado de México, Morelos, Michoacán, Sonora, Baja California, Nuevo León, Oaxaca, Hidalgo, Coahuila, Puebla, Tamaulipas, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí y Guerrero. Esta última entidad padeció, como ninguna otra, la fuerza del Estado.

Uno de los esfuerzos más recientes para esclarecer las consecuencias de la contrainsurgencia en Guerrero se dio en 2012, cuando el Congreso del estado creó la Comisión de la Verdad (Comverdad). En su informe final, los integrantes de la comisión concluyeron que en muchas comunidades del estado se vivió una “suspensión de las garantías individuales y un verdadero estado de sitio”.

Mitin afuera del Campo militar No. 1. Foto: Carlos Piedra. Archivo Histórico del Comité ¡Eureka!.

2. IMPULSAR A LA JUSTICIA 

Para el Impulso a la Justicia, el plan aprobado por colectivos y sobrevivientes sugiere la creación de una Fiscalía Especial para que elabore planes de investigación integrales. La propuesta es dotarla de atribuciones similares a la Unidad Especial de Investigación y Litigación del Caso Ayotzinapa (UEILCA), creada por la Fiscalía General de la República para investigar, perseguir los delitos y concluir los procesos penales por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Esta nueva Unidad o Fiscalía deberá atraer las 13 averiguaciones previas judicializadas por la FEMOSPP, en las que no procesó a perpetradores. Además de las 245 averiguaciones previas no judicializadas y que están pendientes por delitos cometidos contra 514 víctimas directas que, en su mayoría, continúan desaparecidas.

La única sentencia relacionada con este periodo, que se tiene hasta hoy, se logró en 2009 en contra de Esteban Guzmán Salgado, exagente de la DFS, sentenciado a cinco años de prisión por la desaparición forzada de Miguel Ángel Hernández Valerio, estudiante de la Preparatoria Rosales Nocturna de la Universidad Autónoma de Sinaloa, a quien se desapareció en 1977.

Entre sus facultades, la Fiscalía Especial podría otorgar beneficios por la colaboración eficaz y otras figuras que incentiven a personas investigadas o testigos anónimos a proporcionar información sobre los perpetradores.

“Para nosotros queda claro que una Comisión de la Verdad funciona distinto a una Fiscalía; es decir, puede tener la atribución de retomar testimonios anónimos, de que las personas se acerquen y no deban entregar sus datos, etcétera. Estamos conscientes de que se corre el riesgo de que pase esto: que primero se realice el esclarecimiento histórico y, después, la Fiscalía decida si los llama como testigos o como posibles indiciados, según sea el caso”, señala Alicia de los Ríos.

Su experiencia, a partir del proceso judicial que lleva por la desaparición forzada de su madre, le permite decir “son pocos o muy escasos los perpetradores que van a querer hablar, pero sí hay una serie de testigos claves que pueden hablar, es decir, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, un montón de gente”.

Para ella es importante que los perpetradores conozcan cuál será el ejercicio de una Comisión de la Verdad y que se cuente con “espacios de confianza” para hablar con esos testigos. Porque, de otra forma, será difícil que colaboren. “No es su naturaleza, porque justo ellos se escondieron y también desaparecieron de la propia historia de manera consciente”.

Una de las tareas de la Comisión de la Verdad, señala, tendría que ser el realizar un mapa de quiénes son los perpetradores. “Ahí se tendría que concentrar la acción de la Comisión de la Verdad, sobre los posibles responsables”.

Carteles que se exhiben en la Casa de la Memoria Indómita, donde se resguardan documentos, fotografías y objetos relacionados con el periodo de contrainsurgencia. Foto: Thelma Gómez.

3. BÚSQUEDA DE PERSONAS DESAPARECIDAS

En el documento aprobado por los familiares también se considera tener un Plan Especial de Búsqueda, para concentrar y sistematizar fuentes documentales y testimoniales que permitan encontrar a las personas desaparecidas durante el periodo de la contrainsurgencia.

“Para nosotros —apunta la entrevistada— la búsqueda es desde la presunción de vida, como principio del derecho internacional. Buscarles con todo lo que implica: testigos, archivos e instalaciones. Lo que nosotros ahora esperamos es que los testigos entren, que haya una inspección real (en los lugares) donde estuvieron nuestros familiares, este es el punto medular”.

El plan contempla realizar acciones de búsqueda en centros de reinserción social, cárceles clandestinas, cuarteles militares y otros escenarios, a partir del último paradero conocido de las personas desaparecidas. Además, del rastreo de pistas en la documentación pública sobre el destino de los niños y niñas nacidos en cautiverio o apropiados por perpetradores.

Para Fabián Sánchez Matus, director ejecutivo del Laboratorio de Litigio Estructural, organización que acompaña a la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México (AFADEM), uno de los propósitos es determinar los patrones de las instituciones que llevaron a cometer estas violaciones, la responsabilidad y sanción adecuada a los perpetradores: el objetivo primordial es conocer el paradero de las personas desaparecidas durante el periodo de la contrainsurgencia.

“La determinación de un posible paradero de los familiares desaparecidos sería, sin duda, el objetivo más deseado por los familiares. Hay ciertos colectivos que, durante más de cinco décadas, han estado buscando a sus familiares”, señala.

En marzo de 2019, la Comisión Nacional de Búsqueda integró un equipo especializado en la búsqueda de las personas desaparecidas forzadamente durante la “guerra sucia”, el cual trabaja bajo seis líneas de acción, entre las cuales destaca la recolección de testimonios de familiares y sobrevivientes e identificación de potenciales informantes.

El Subsecretario Alejandro Encinas,en reunión con familiares de desaparecidos y víctimas de la contrainsurgencia. Foto: Facebook Alejandra Cartagena.

4. REPARACIÓN Y COMPENSACIÓN

Los sobrevivientes y familiares de víctimas también propusieron la conformación de un Programa Especial de Reparación y Compensación de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales, tortura, tortura sexual, desaparición forzada permanente y de personas sobrevivientes a la desaparición.

Alicia de los Ríos menciona que en el caso de Guerrero, “donde la contrainsurgencia tuvo las dimensiones de una guerra civil, el Presidente —por lo menos el 10 de junio— fue categórico y dijo: ‘se les va a reparar’. Sabemos que los mecanismos son caros y, justo por eso, este mecanismo tiene que ser súper eficiente, que tenga presupuesto para actuar, pero que no se duplique la burocracia”.

Hasta el momento, en las reuniones que han sostenido colectivos y autoridades no se ha discutido el monto de las compensaciones ni de los recursos necesarios para costear todo el plan de trabajo durante los dos años y medio contemplados.

“La Secretaría de Hacienda tiene que estar en ese compromiso muy decidido para garantizar esos trabajos y que no se estén frenando… tienen que garantizar todas las condiciones para que se tengan los resultados esperados y eso implica, incluso, el financiamiento público, para que funcione un mecanismo de este tipo”, señala Sánchez Matus.

Integrantes de algunos de los colectivos que participaron en la integración del Plan. Foto: Facebook Alicia de los Ríos.

5. UNA NUEVA LEY PARA LA NO REPETICIÓN 

El plan propone una Ley de Memoria y No Repetición, con la cual se “garantizará el fomento y preservación de la memoria pública, así como labores de esclarecimiento histórico”, de acuerdo con el documento.

Esta ley permitiría dar continuidad a los trabajos y recomendaciones de la Comisión de Acceso a la Verdad y Esclarecimiento Histórico, los cuales deberán contribuir a procesos de justicia.

También contemplaría un apartado para garantizar la identificación, rescate, conservación y acceso a fondos documentales vinculados con violaciones a derechos humanos y movimientos sociales; y fomentar la creación y conservación de archivos orales para el rescate de testimonios.

Se espera que se tenga un decreto especial para crear el Centro de Memoria, en convenio con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

La idea de tener una legislación sobre el tema, explica Alicia de los Ríos, es que con ella se puedan resguardar los archivos de la represión, los testimonios y todo aquello que realice la Comisión de la Verdad. El contar con una ley, insiste, permitiría evitar que estas acciones queden a la voluntad de los funcionarios públicos que lleguen después.

Desde el pasado 30 de agosto, el Plan Presidencial para el acceso a la verdad, esclarecimiento histórico e impulso a la justicia está en manos de la Consejería Jurídica de Presidencia. Esta instancia adecuará el documento aprobado por familiares, víctimas y sobrevivientes de la contrainsurgencia y en un plazo de 30 días —a finales de septiembre— deberá estar listo el primer decreto para su firma y publicación.

Desde el pasado 30 de agosto, el Plan Presidencial para el acceso a la verdad, esclarecimiento histórico e impulso a la justicia está en manos de la Consejería Jurídica de Presidencia. Esta instancia adecuará el documento aprobado por familiares, víctimas y sobrevivientes de la contrainsurgencia y en un plazo de 30 días —a finales de septiembre— deberá estar listo el primer decreto para su firma y publicación.

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*Analy Nuño (@AnalyNuno) es periodista mexicana freelance. Se ha especializado en derechos humanos, grupos indígenas, defensa del territorio y víctimas de la violencia.

*Adrian Montiel (@adrianmontiel_g) es reportero mexicano. Investiga y aprende sobre derechos humanos, víctimas de violencia y desaparición.

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La vigilancia en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo no disminuyó los secuestros

miércoles, agosto 11th, 2021

Durante los primeros 15 días de julio se registraron, al menos, cinco desapariciones de personas en la carretera que une a Nuevo León y Tamaulipas, las cuales se suman a las poco más de 74 documentadas este año por el Colectivo Todos Somos Uno. Estas desapariciones ocurrieron pese a los operativos de seguridad que se instalaron en ese trayecto desde junio pasado. Familiares de operadores desaparecidos reclaman que no se localiza a la gente, sólo los camiones en que viajaban.

Ciudad de México, 11 de agosto (A dónde van los desaparecidos).– Las investigaciones por las desapariciones de personas en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo no avanzan, tampoco hay resultados en su búsqueda y los operativos de seguridad en ese camino han fallado: al menos cinco personas más desaparecieron después del 25 de junio, cuando autoridades estatales y federales montaron un operativo de seguridad y anunciaron que la zona estaba protegida.

En esta autopista de 219 kilómetros, que desemboca en Estados Unidos, hace más de una década que grupos delictivos desaparecen a personas. Por sus conexiones con los estados norteños de México y la frontera, es una carretera valiosa para el crimen organizado. En los últimos años cientos de personas han sido desaparecidas o asesinadas en esa vía.

Tan sólo durante el primer semestre de 2021, el Colectivo Todos Somos Uno —formado hace unos meses— ha documentado 74 desapariciones de personas. En este año, las víctimas han sido —sobre todo— operadores de camiones que transportan todo tipo de mercancías. Los familiares de las víctimas aseguran que las empresas han logrado recuperar sus vehículos y mercancías, pero los choferes permanecen desaparecidos.

El operativo de seguridad que se instaló en la zona desde el 25 de junio, después de las denuncias de FUNDENL y del Colectivo Todos Somos Uno, no ha detenido la desaparición de personas. Por ejemplo, el pasado primero de julio, José Manuel Morales Peral y su ayudante Federico Rodríguez García desaparecieron cuando viajaban por esa carretera a bordo de un camión torton. Diez días después, el 11 de julio, el operador de camiones de carga Ángel Jonás Anguiano de León fue visto por última vez cerca de un lote de carros en Nuevo Laredo.

Bernardo Martínez Acevedo desapareció el miércoles 14, cuando viajaba en un camión de pasajeros para visitar a familiares desde Jalisco hasta el municipio de Miguel Alemán, en la Zona Ribereña de Tamaulipas, colindante con Nuevo León. Y de Roberto Torres Aguilar ya no se supo desde el 15 de julio, cuando salió a trabajar desde Toluca hasta Nuevo Laredo.

El pasado 30 de mayo, familias integrantes del Colectivo Todos Somos Uno se manifestaron en Monterrey, por el incremento de operadores y choferes desaparecidos este año en la carretera que va hacia Nuevo Laredo. En la lista de personas desaparecidas también hay mujeres y niños. Foto: ObturadorMX.

Josefina de León, directora de la Red de Desaparecidos de Tamaulipas, considera a las nuevas desapariciones “un completo descaro”. Reclama que tras años de masacres, secuestros y familias que han quedado incompletas por la violencia en Tamaulipas y los estados colindantes, el tráfico de armas, droga y migrantes sigue siendo una constante en las carreteras del norte del país.

“Pusieron vigilancia con la Guardia Nacional; tuvo que ocurrir todo eso para que la Federación venga. Y como hay un divorcio del estado (Tamaulipas) con la Federación, los ciudadanos están en medio, esperando a ver a qué hora intervienen. Y no nada más en esta zona, sino en toda la frontera Reynosa-Matamoros, incluyendo la zona ribereña, un corredor en el que ya hemos tenido algunos eventos ahí conocidos, como el caso de Camargo, la matanza de Reynosa. Toda esa zona es muy vulnerable en estos momentos, es el cruce, el paso, el tesorito de Tamaulipas para actividades del crimen”, explica De León.

La activista recuerda el conflicto que existe entre la Federación y el Gobernador de Tamaulipas, el panista Francisco García Cabeza de Vaca, acusado de los delitos de delincuencia organizada, operaciones con recursos de procedencia ilícita y defraudación fiscal equiparada.

“Hemos sentido el abandono de todos —reclama Josefina de León—, de todas las instituciones y organizaciones. Nos dan las condolencias, pero no se trata de eso, sino de acompañarnos”.

El pasado 8 de julio, A dónde van los desaparecidos publicó un reportaje sobre las desapariciones en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, en el que se menciona que el Colectivo  Todos Somos Uno contabiliza 111 casos de desaparición ocurridos desde el 2011.

Por su parte, el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos (FUNDENL) tiene registro de, por lo menos, 53 personas desaparecidas en la carretera durante los primeros seis meses de 2021. Mientras que la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) tiene documentados 71 casos de personas desaparecidas desde octubre de 2020.

A partir de las denuncias y protestas de FUNDENL y el Colectivo Todos Somos Uno, el 25 de junio pasado se implementó el operativo “Carretera Segura”, en el que participan elementos del Ejército, la Guardia Nacional, Fuerza Civil, así como elementos de Seguridad Pública de Nuevo León y Tamaulipas. Este operativo, de acuerdo con información oficial, se reforzó el 7 de julio con patrullajes terrestres y aéreos. Aun así las desapariciones de personas no se detienen.

Operativo de vigilancia y búsqueda de personas realizado en los alrededores del kilómetro 26 de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo del 7 al 9 de julio del 2021. Foto: Fiscalía General de Justicia de Tamaulipas.

UN OPERATIVO QUE NO ENCUENTRA A LOS DESAPARECIDOS

El esposo de Juana María Prado desapareció el 23 de abril del 2021 en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo. Ella corre de un lado a otro para imprimir lonas, carteles de búsqueda, organizar manifestaciones y trabajar para llevar dinero a casa. Dice que las familias del Colectivo Todos Somos Uno, al que pertenece, ya no saben a quién pedir ayuda.

“Es muy desesperante, estamos con mucho dolor y ante la indiferencia de las autoridades de Tamaulipas. Prácticamente nos dicen que ya están muertos y no los vamos a encontrar. (…) Tienen muchas pruebas para dar con nuestras personas desaparecidas, tienen datos de tarjetas de crédito que han sido utilizadas después de las desapariciones, siguen utilizando los teléfonos. Son muchas pruebas y no hacen nada”, lamenta Prado.

En la misma situación están cientos de familias que desde hace una década buscan a sus personas desaparecidas en la misma carretera.

Entre 2009 y 2013 las vías terrestres que conectan a los estados de Nuevo León y Tamaulipas se convirtieron en hoyos negros de desaparición ante la disputa del llamado Cártel del Golfo y el grupo de Los Zetas.

Tras la captura de Omar Treviño Morales “Z-42” en 2013 en Nuevo León —y de acuerdo con la narrativa oficial— los Zetas se convirtieron en el Cártel del Noroeste, que hasta hoy se disputa el territorio norteño del país con el Cártel del Golfo y recientemente con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Una década después, las desapariciones de personas en la carretera y la violencia en esa zona han permanecido en la impunidad, frente a los ojos de las corporaciones de seguridad estatales y federales.

El operativo de vigilancia de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, en el que participan autoridades federales y estatales, se reforzó a inicios de julio. Aun así otras cinco personas más han desaparecido en la carretera. Foto: ObturadorMX.

El 3 de agosto pasado, Luis Alberto Rodríguez, Vocero de la Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas, confirmó en entrevista que el operativo de seguridad se mantiene: “(las) caravanas se realizan todos los días desde las inmediaciones del puente fronterizo hasta el kilómetro 26”, lugar de riesgo señalado por integrantes de FUNDENL y el Colectivo Todos Somos Uno. Sobre las desapariciones registradas después de los operativos, el funcionario aseguró que no tiene información.

De acuerdo con un comunicado de la Fiscalía General de Tamaulipas, del 2 al 6 de agosto pasado se realizó un operativo de búsqueda en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo y alrededores, así como en diversos puntos de la ciudad. Para las investigaciones, “se asignaron cuatro especialistas en las materias de sociología, economía, antropología social y criminología para que, en conjunto con la Comisión Nacional de Búsqueda, realicen estudios de análisis de contexto que permitan aportar mayores datos a la investigación”.

Por su parte, Mario Pérez, Vocero de la Fiscalía de Nuevo León, dijo que los operativos de seguridad están a cargo de la Guardia Nacional y las secretarías de Seguridad Pública de ambas entidades, y que cualquier información se hará pública sólo a través de comunicados institucionales.

DESAPARECEN LAS PERSONAS, APARECEN LOS CAMIONES

Greta Martínez contesta el teléfono desde el Estado de México. Su esposo, Alfredo Martínez, es uno de los poco más de 30 choferes de camiones de carga o de pasajeros que han desaparecido en los últimos cuatro años en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo.

“Las unidades aparecen intactas, la carga aparece intacta, no le hacen falta ni placas ni nada, ni las pertenencias de los operadores. Todos los trailers han sido localizados, lo único que desaparecen es a ellos”, dice frustrada.

Datos obtenidos a través de una revisión hemerográfica muestran que en la carretera que conecta a Nuevo León, Tamaulipas y Estados Unidos han desaparecido, al menos, 82 personas desde el 2018: 61 de ellas en este año, de las cuales seis han sido localizadas con vida y un hombre más que fue asesinado.

Los primeros en desaparecer durante este periodo fueron los operadores de camiones de carga, que ya suman 39; dos más ya fueron localizados pero —como las otras víctimas que han logrado regresar— tienen miedo de compartir su testimonio, comenta Greta Martínez.

Los operadores son originarios de Hidalgo, Tlaxcala, San Luis Potosí, Coahuila, Veracruz, Aguascalientes, Estado de México, Nuevo León y Ciudad de México.

Con información de los colectivos y las fichas de búsqueda, se identificó a 12 empresas con uno o más trabajadores desaparecidos: Transportes TLC, Aralo Express, TransMex, Transportes Brenda, Innovativos, Autobuses Atah, Timsa, Transportes Gasa, PAM Transportes Inc., Transportes Orta y Ragá Express.

La mayoría de estas compañías tienen cobertura de entrega de todo tipo de mercancías en México, Estados Unidos y algunas en Canadá.

“¿Las empresas qué nos dicen? Lo primero es que ellos van por sus unidades. Ninguna empresa levanta la denuncia de desaparición, digo porque pues es su empleado. A nosotros como familiares, si conseguimos contactarlos (a la gente de la empresa) nos dicen que abandonó la unidad, que tenía otra familia, que se fue con otra mujer o que se fueron para Estados Unidos”, explica Greta Martínez, quien administra el grupo de Facebook “Operadores desaparecidos en Nuevo Laredo, Tamaulipas”, donde sube información de los hombres desaparecidos y lleva un registro de 33 casos.

El servicio de algunas de las empresas —como Transportes TLC, Aralo Express, TransMex—  incluye localización satelital, monitoreo en tiempo real y la “aplicación de los estándares Internacionales de seguridad en la cadena de suministros”, de acuerdo con sus páginas de internet. Pero, hasta ahora, Greta Martínez asegura que ninguna compañía ha apoyado en la búsqueda de sus trabajadores. Las empresas tampoco respondieron a las solicitudes de entrevista, salvo PAM Transportes Inc., que negó que su operador haya desaparecido en horario laboral.

“A ningún trailer le hicieron los peritajes, por lo mismo de que las empresas no levantaron denuncia por la desaparición, ellos nada más fueron por los traileres. Lo único que les importa es eso, y ahí ya se perdió mucha evidencia”, denuncia Martínez.

Josefina De León, de la Red de Desaparecidos de Tamaulipas, añade que las familias de transportistas desaparecidos buscan ayuda para exigir a las empresas que cumplan con los derechos laborales y de seguridad social.

A Greta Martínez la voz se le apaga cuando menciona que su esposo, Alfredo Martínez, desapareció cuando tenía 33 años, “ahorita ya tiene 34, en agosto cumple 35”, se le escucha apenas decir: “Alfredo trabajaba para la empresa Transportes Brenda, que no ha hecho nada por ayudar a localizarlo”.

SIN AVANCES EN LAS INVESTIGACIONES

Desde el primero de julio de este año, las fiscalías de ambos estados acordaron que la mayoría de las carpetas de investigación se trasladarían a Ciudad Victoria. Actualmente, la Fiscalía de Tamaulipas tiene abiertas 48 carpetas de investigación por desapariciones en el tramo carretero. Otras nueve carpetas de investigación se trabajan en la Fiscalía de Nuevo León, aunque desde ahí colaboran con los demás casos radicados en Tamaulipas.

Juana María Prado, del Colectivo Todos Somos Uno, asegura que no se han registrado avances en las investigaciones. Lo mismo señalan familiares de otras víctimas desaparecidas.

En las redes de A dónde van los desaparecidos se han recibido mensajes de personas que denuncian la falta de pistas sobre el paradero de sus seres queridos o que las fiscalías no les dan información. También hay quienes destacan que viajar a Nuevo Laredo o a Monterrey, para exigir respuestas de las autoridades, es riesgoso.

El pasado martes 3 de agosto, las familias del Colectivo Todos Somos Uno se manifestaron afuera de la Fiscalía de Nuevo León, tras la renuncia de una de los dos Ministerios Públicos a cargo de las investigaciones por las desapariciones en la carretera.

Con gritos y pancartas, los miembros del colectivo lograron, por lo menos, tener una fecha para que les informen sobre los avances en las investigaciones: el próximo 3 de septiembre tienen agendada una reunión con el Fiscal General de Tamaulipas, Irving Barrios; con la titular de la Fiscalía Especializada en la Investigación de Delitos de Desaparición Forzada, Elizabeth Almanza y con integrantes de la Comisión Local de Búsqueda de esa entidad, además de las autoridades ministeriales de Nuevo León.

Integrantes del Colectivo Todos Somos Uno se manifestaron este 3 de agosto para exigir resultados a las fiscalías de Tamaulipas y Nuevo León en las investigaciones por la desaparición de sus familiares. Foto: Cortesía Colectivo Todos Somos Uno.

Para los integrantes del colectivo, el próximo paso será llevar sus exigencias hasta el Presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien planean buscar a mediados de agosto, durante su conferencia mañanera. Por ahora, las familias tienen el desafío de reunir los recursos económicos necesarios para realizar el viaje a la Ciudad de México.

Cuando comenzaron los operativos de seguridad, la Comisión Nacional de Búsqueda  informó que se realizaban acciones para localizar a personas desaparecidas alrededor del kilómetro 26 de la carretera (uno de los sitios de mayor riesgo); incluso, se resaltó que el operativo se transmitía en vivo en diferentes comisiones de búsqueda de los estados.

Juana María Prado Vega, del Colectivo Todos Somos Uno, dice que funcionarios de la Comisión Nacional de Búsqueda mostraron a las familias fotografías de un rancho donde posiblemente habría indicios de las personas desaparecidas. Pero, los integrantes del colectivo no saben si confiar en esa información, se preguntan de cuándo son las fotografías y si son reales.

Aunque se solicitó entrevista, en la Comisión Nacional de Búsqueda solicitaron tiempo para poder emitir una declaración.

“Yo no tenía miedo. Yo dije: ‘voy a encontrar a mi esposo porque lo voy a encontrar’, y ahorita tengo miedo, tengo miedo de salir a la calle, escucho un ruido y me fijo en la ventana de mi casa a ver si no van a ir por mí, o me van a hacer algo. Es tan feo vivir con el miedo. Voy manejando y voy volteando para ver que nadie me vaya siguiendo”, narra Juana María Prado.

Una fuente extraoficial confirmó a la reportera que las autoridades federales de seguridad han detectado posibles casas en donde opera el crimen organizado y que estarían relacionadas con las desapariciones en la carretera. Sin embargo, también aseguró que hasta principios de agosto, las autoridades no habían realizado cateos en esos lugares.

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Colectivos de familias han localizado 57 cementerios clandestinos en Tamaulipas

martes, julio 27th, 2021

Buscadoras de personas desaparecidas detectaron el primer centro de exterminio en 2012. Hasta ahora han localizado estos sitios en el suroeste, centro y norte del estado. Los colectivos reclaman que estos lugares no están resguardados por las autoridades federales o estatales, por lo que existe el riesgo de que los fragmentos óseos e indicios sean removidos y se pierda la posibilidad de identificar a personas desaparecidas.

*Este texto es elaborado por Elefante Blanco en colaboración con A dónde van los desaparecidos.

Ciudad de México, 27 de julio (Elefante Blanco).– Colectivos de familiares de personas desaparecidas en Tamaulipas han documentado la existencia de, por lo menos, 57 campos de exterminio en donde los grupos criminales asesinaron a personas, incineraron sus cuerpos, destruyeron y ocultaron fragmentos óseos. Sitios en donde, además, enterraron cadáveres en fosas clandestinas.

En el suroeste tamaulipeco, los colectivos han identificado 53 sitios en los municipios de Mante, Xicoténcatl, Llera de Canales, Gómez Farías y Ocampo; en el centro de la entidad, uno de gran tamaño en la localidad de Abasolo y dos en Victoria, y en la frontera con Estados Unidos, uno en Matamoros. Las autoridades federales y estatales han intervenido, en forma parcial, con búsquedas o levantamientos de restos en 56 de esos lugares.

El pasado 12 de julio, Elefante Blanco y A dónde van los desaparecidos dieron a conocer que los gobiernos federal y estatal ocultaron durante cinco años la existencia de un campo de exterminio en La Bartolina, ya que a inicios de abril de 2016 este lugar había sido descubierto por soldados. Personal de la entonces Procuraduría General de Justicia (PGJ) de Tamaulipas recolectó huesos que, posteriormente, señaló que podrían ser de animales.

En conferencia de prensa, realizada el pasado 7 de julio, la Comisión Nacional de Búsqueda aceptó la existencia del sitio e informó que en el lugar se han recolectado más de media tonelada de huesos. Familiares de personas desaparecidas y la Fiscalía General de la República (FGR) han buscado en La Bartolina entre 2019 y 2021.

A tres semanas del anuncio de reconocimiento, el colectivo Madres Unidas por Nuestros Hijos San Fernando, quien encontró y lidera la búsqueda en La Bartolina, informó que han recibido amenazas a través de llamadas telefónicas y que la FGR no ha agendado nuevas búsquedas en el centro de destrucción de cuerpos localizado en la franja fronteriza.

Integrantes de los colectivos Milynali Red, Madres Unidas por Nuestros Hijos San Fernando y Red de Desaparecidos en Tamaulipas —que piden proteger sus identidades al temer por su seguridad—, aseguran que ninguno de los 57 sitios de exterminio que han localizado se encuentra resguardado por las autoridades, por lo que se corre el riesgo de que los restos e indicios sean removidos de los lugares por las personas que cometieron las atrocidades o por quienes tengan interés en borrar evidencias.

Una búsqueda en un sitio entre cañaverales. Foto: Carlos Manuel Juárez.

“NO SE LES PUEDE LLAMAR SÓLO FOSAS”

Elefante Blanco consultó a la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) sobre si existe una definición o una descripción precisa de lo que es un centro de exterminio en México, pero respondieron que no cuenta con una. Jacobo Dayán, especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos y académico de la Universidad Iberoamericana, explicó que el concepto está vinculado a los campos de la Alemania nazi. La ONU afirma que un sitio de exterminio es el lugar donde se aniquila masivamente a personas.

La doctora May-ek Querales, integrante del Grupo de Investigación en Antropología Social y Forense (GIASF), menciona que el concepto de sitio de exterminio ha sido planteado por las buscadores y los buscadores de la región noreste. “El primer impacto que esto tuvo para las familias buscadoras es pensar que ya ni siquiera era la posibilidad de recuperar un cuerpo, ya ni siquiera se habla de fragmentos, sino kilos de restos”.

Aunque no hay un acuerdo común, los grupos de búsqueda consideran un centro de exterminio al lugar que reúne, por lo menos, hallazgos de fosas clandestinas, tambos de 200 litros usados como incineradores ilegales de cuerpos, campamentos de la delincuencia, áreas de privación ilegal de la libertad de personas y las evidencias —restos óseos, ropa y otros objetos— se ocultan bajo tierra o debajo de la hojarasca o ramas de árboles.

En Tamaulipas, Milynali Red ha detectado, analizado, documentado y nombrado 53 sitios de exterminio. Durante los primeros recorridos de búsqueda que realizaron por el suroeste tamaulipeco, integrantes del colectivo los hallaron:

“Los primeros que encontramos fueron en septiembre de 2012 —recuerda un integrante del colectivo—, cuando una persona que fue detenida señaló un lugar en el que encontramos fosas clandestinas”.

En ese momento, explica, se registró que seis personas fueron exhumadas en ese lugar, “pero cuando fui al municipio donde ocurrió esto, el Ministerio Público que estaba de guardia en ese fin de semana me dijo que habían sido como 12 ó 13 cuerpos”.

Tiempo después, la persona buscadora volvió al mismo paraje y encontró montículos de tierra, pero también ropa, autos desmantelados, un área adaptada como dormitorios y otra para cocinar alimentos. Todo eso en un terreno de gran superficie a la intemperie, en medio de la nada.

“De ahí fue que empezamos a darnos cuenta que a esos lugares no se le podía llamar solo fosa clandestina… Recorrimos más de 300 ranchos en cinco municipios alrededor de la zona cañera. Nuestro comienzo fue en 2012. Ahí empezamos a documentar los lugares que nosotros, ahora puedo decírtelo, desde hace algunos años hemos llamado: sitios de exterminio”.

Una zona de alimentación en un sitio de exterminio. Foto: Carlos Manuel Juárez.

ANTE AUTORIDADES OMISAS, BÚSQUEDA CIUDADANA

Los integrantes del colectivo Milynali Red han localizado y documentado 53 sitios de exterminio, todos ya fueron intervenidos parcialmente por las Fiscalías federal y local, en conjunto con la Comisión Estatal de Búsqueda. “Hemos ido y las autoridades recolectaron lo que estaba a la vista como osamentas y armas”, explica la persona entrevistada.

“La ubicación de un centro de exterminio implica lo que hemos llamado la búsqueda prospectiva ciudadana, que es volver a un lugar las veces que sean necesarias hasta dar con los puntos con indicios, porque puedes tener una coordenada y no encontrar el sitio, por eso hay que caminar entre el monte hasta encontrar”, detalla la persona buscadora.

En la actualidad, Milynali Red realiza búsquedas en tres sitios de exterminio, en coordinación con la Fiscalía General de Justicia de Tamaulipas. En el más grande, llevan tres años trabajando; el segundo se ubica detrás de una casa habitada, donde incineraron cuerpos junto con ramas de árboles: “La dificultad para poder distinguir entre un cabrón y un resto óseo calcinado ha sido un reto”. El tercer sitio está en medio de una zona de sembradíos de caña. En ese lugar, primero se detectó un pequeño montículo de huesos; pero al observar con más detalle, se descubrieron más restos.

El colectivo junto con la Fiscalía está en espera de poder intervenir en un cuarto sitio, ubicado dentro del potrero de un rancho. Las lluvias no han permitido realizar los trabajos de exploración, comenta la buscadora.

Milynali Red ha tomado la decisión de no solicitar la intervención en nuevos sitios hasta no concluir el recorrido, la  localización de posibles áreas y recolectar los restos óseos calcinados en los cuatro sitios.

“Antes —comenta la persona del colectivo— no nos prestaban los peritos expertos en arqueología y antropología, eran solamente el criminólogo, el fotógrafo y el Ministerio Público, tampoco había agendas de visitas y se cuestionaba el gasto y el por qué regresar tantas veces, pero es lo necesario en un sitio de exterminio”.

Los restos recolectados en una mesa de indicios. Foto: Carlos Manuel Juárez.

RANCHO EL PAPALOTE, TRABAJOS DESDE 2013

Uno de los sitios en donde las mismas autoridades hicieron pública su ubicación es el rancho El Papalote, localizado por elementos de la entonces Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas en 2013. Al año siguiente, los colectivos Voz y Dignidad por los Nuestros y Milynali Red encontraron en ese mismo lugar tambos con combustible, pedazos de cuerpos, ceniza y ropa.

El centro de exterminio El Papalote se encuentra en las faldas de la sierra de Cucharas y tiene una extensión de dos campos de futbol, de acuerdo con el colectivo Milynali Red.

A partir de septiembre de 2017, en el sitio se realizaron diligencias de 10 días continuos por mes, para recolectar fragmentos de huesos. En febrero de 2019, el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, recorrió el lugar y observó cómo las buscadoras se concentraban en cribar la tierra. Hace dos años, el funcionario federal señaló que ese era el centro de exterminio más grande de Tamaulipas.

Una buscadora identifica restos óseos calcinados tras cribar la tierra. Foto: Carlos Manuel Juárez.

Sin embargo, en entrevista, la comisionada nacional de búsqueda Karla Quintana Osuna aseguró que La Bartolina es la zona de exterminio más grande del país que hasta ahora se tenga registrada. El colectivo Madres Unidas por Nuestros Hijos aseguró que se han recolectado, por lo menos, 750 kilogramos de huesos, de acuerdo con la información que registraron en tres de las cinco búsquedas realizadas por la FGR de 2019 a 2021.

La funcionaria federal mencionó que la comisión tiene registro de más centros de exterminio en lugares como Abasolo, El Mante, El Papalote, en Tamaulipas; así como en Moctezuma, en San Luis Potosí; en Patrocinio, Coahuila; y en Estación Claudio, en la Comarca Lagunera y en La Mano y Las Abejas, en Nuevo León.

En un comunicado difundido el lunes 26 de julio, integrantes de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León aseguraron que en la entidad se han identificado cinco sitios de exterminio: “Grutas de García”, “Las Abejas”, “Carboneras”,  “Los Arcos”, “Vallecillo” y “La Mano”. Además, solicitaron a la Comisión Nacional de Búsqueda y la Fiscalía General de Justicia del estado que definan un plan de intervención detallado para estos lugares.

En la entrevista para este reportaje, Quintana Osuna explicó que en el noroeste del país “el modus operandi parece ser el mismo”. El análisis de contexto, comentó, apunta a la probable participación del Cártel del Golfo o Los Zetas. Además, por la información preliminar que tiene la comisión, “la mayoría de los hechos que dieron origen a estos sitios se dieron entre 2009 y 2012; esto se tiene que corroborar por fuentes y ciencia, con el análisis de los restos”.

La comisionada aseguró que decidieron hacer pública la existencia de La Bartolina  “por la dimensión” que tiene el lugar.

A mediados de julio de 2021, familiares de personas desaparecidas, integrantes de diferentes dependencias federales y estatales participaron en acciones de búsqueda en Tamaulipas. Foto: Comisión Nacional de Búsqueda de Personas.

PRIORITARIO ACELERAR TRABAJOS EN LA BARTOLINA

En dos años y medio, la Fiscalía General de la República ha acudido en cinco ocasiones a La Bartolina. Esta dependencia federal tomó el caso a petición de Madres Unidas por Nuestros Hijos. El colectivo solicitó el resguardo permanente del terreno y un plan de intervención urgente y extraordinario para levantar los restos esparcidos por los 600 metros cuadrados del terreno.

“Es prioritario que se aceleren los trabajos por la Fiscalía, quien es la única que tiene legalmente la posibilidad de hacerlo. Nosotros colaboraremos si se nos solicita. En segundo término, tiene que ser uno de los sitios, entre otros muchos, a revisar por el Mecanismo de Identificación Forense para que determine lo que corresponda”, explicó la comisionada.

El martes 13 de julio, la Comisión Nacional de Búsqueda envió dos solicitudes a las fiscalías estatal y federal para conocer los trabajos que cada una realizó en el lugar, los resultados en materia de identificación de restos y si hay hipótesis del modus operandi, junto con los posibles responsables de los delitos cometidos en el centro de exterminio.

A finales de mayo de 2021, Quintana Osuna recorrió una parte del terreno de 600 metros cuadrados, ubicado en Matamoros, Tamaulipas. Sobre la visita, dijo que a diferencia con zonas similares en Tamaulipas, San Luis Potosí, Nuevo León y Coahuila, en La Bartolina los restos están en la superficie y enterrados, incluso debajo del agua.

“Siempre estás viendo restos calcinados y no todos están enterrados, muchos están a ras de suelo… Uno puede ir caminando en este sitio que está cerca del mar y vas detectando dónde puede haber restos para hacer pozos de sondeo. Incluso, bajo del agua; el día que fui había 20 centímetros de profundidad y se podían ver los huesos bajo el agua. Falta mucho por trabajar en este lugar”, contó la comisionada nacional.

Además, confirmó que hubo recolección e identificación de huesos —como piezas dentales— que son importantes para los análisis genéticos, aunado a la recolección de monedas, prendas, relojes y cadenas. Todos los objetos y restos humanos, recalcó, están en poder de la Fiscalía General de la República.

Familias y personal de la FGR trabajan durante la visita del subsecretario Alejandro Encinas al centro de exterminio en la zona de El Mante en febrero de 2019. Foto: Carlos Manuel Juárez.

“TAMAULIPAS SIGUE ESTANDO SOLO”

Los colectivos Madres Unidas por Nuestros Hijos San Fernando y Red de Desaparecidos en Tamaulipas (RedTam) han identificado cuatro sitios de exterminio, entre ellos el localizado en La Bartolina. Sin embargo, señalan que a casi tres semanas de que se reconoció oficialmente la existencia del lugar, las autoridades federales y estatales no han regresado al terreno para resguardarlo, buscar más restos y recolectarlos.

“Qué bueno que lo reconocen, pero nos hace ruido que las familias vayan a estar en un riesgo o que el sitio vaya a estar en un riesgo. Si las familias no lo habían hecho público es por algo, tienen años trabajando allí y no acaban; en un momento dado, cualquiera puede llegar y destruir lo que todavía queda”, destacó un integrante de  la RedTam. El colectivo lamenta que no existan acciones más contundentes para agilizar los trabajos de identificación.

“Tamaulipas sigue estando solo. No hemos visto que la ONU se haya pronunciado, tampoco las organizaciones de ningún tipo. Nadie ha dicho nada. Y mucho menos habrá recursos para identificar cada uno de esos fragmentos. No hemos visto a nadie que, desde el momento en que la comisionada dijo ‘sitios de exterminio’, venga y apoye a las familias, a nadie. Entonces para nosotros es un show lamentable, porque las familias han trabajado mucho y se han jugado el pellejo allí y se lo van a seguir jugando, y (ahora) peor porque están en la mira de todo el mundo”.

La RedTam, organización de la sociedad civil con sede en la capital tamaulipeca, ha documentado que en la entidad la desaparición de personas se dio en centros de exterminio, fosas clandestinas y en cuerpos de agua, como lagunas y presas. Por ejemplo, en la presa Vicente Guerrero, ubicada en el municipio de Padilla, desde 2019 y a partir de información derivada de investigaciones judiciales, se han realizado búsquedas con cámaras submarinas.

Recientemente, esta organización también registró la recolección de mil 900 piezas dentales en un predio que se localiza a medio camino por carretera, entre Victoria y San Fernando, del municipio de Abasolo, al norte del estado. En el sitio, además, se encontraron crematorios ilegales y  fosas clandestinas.

Acciones de búsqueda en Tamaulipas realizadas a mediados de julio de 2021. Foto: Comisión Nacional de Personas Desaparecidas.

El colectivo Madres Unidas por Nuestros Hijos San Fernando, quien encontró y lidera la búsqueda en La Bartolina, informó que han recibido amenazas a través de llamadas telefónicas. Aunque no quisieron abundar en esto, las y los integrantes relacionan las llamadas con el anuncio del centro de exterminio. Esta situación la reportaron a la Secretaría de Gobernación. Actualmente, algunos de sus integrantes son parte del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, sin embargo, al cierre del reportaje no se les había notificado si tendrán más protección que el botón de pánico.

Integrantes de este colectivo informaron que la Fiscalía General de la República no ha agendado nuevas fechas de búsqueda en La Bartolina. Ellas, por su parte, estudian la posibilidad de solicitar que se realicen reformas legales para incluir al exterminio como un nuevo delito dentro del Código Penal o presentar una denuncia por crímenes de lesa humanidad relacionados con lugares como La Bartolina.

Mientras tanto, las integrantes del colectivo Madres Unidas por Nuestros Hijos realizaron tomas de ADN a familiares de personas desaparecidas. Con ayuda de personal de la Fiscalía estatal, durante la semana del 13 al 16 de julio, recolectaron 211 muestras genéticas vinculadas con casos denunciados, aunque recriminaron que las autoridades no permitieron tomar muestras de sangre a familiares de personas secuestradas.

Un familiar carga una cubeta con tierra y restos mezclados, al fondo personal de la FGR estudia la zona del hallazgo. Foto: Carlos Manuel Juárez.

CREAN PROTOCOLO ESPECIAL

Ante el alto número de sitios de exterminio que han localizado, personas buscadoras en Tamaulipas elaboraron el primer protocolo estandarizado de búsqueda en estos lugares, el cual ya se implementó en seis sitios ubicados en la zona de El Mante.

El protocolo es el primero en su tipo en México y apunta a la especialización en el reconocimiento, recolección, tratamiento e identificación de restos humanos. El documento fue compartido con los integrantes de 14 colectivos de búsqueda en el Segundo encuentro de buscador@s México, realizado en marzo de 2020, en Tlaxcala.

“La localización de los sitios de exterminio implica replantear los retos de la búsqueda e identificación de personas; redimensionar el escenario de terror y horror con que se infunde el miedo para paralizar a nuestra sociedad; y, sobre todo, repensar nuestras instituciones y procesos para acceder a la verdad y a la justicia en el tenor de la seguridad pública”, se explica en el documento “Protocolo Estandarizado de Búsqueda Ciudadana en Sitios de Exterminio”, que tiene como autores a  Graciela Pérez, Sara López y Evencio Pérez.

El protocolo señala que la cadena de custodia de los restos recolectados en los sitios de exterminio es el proceso más importante para garantizar y dar continuidad a los trabajos en dichas zonas de inhumación de cadáveres.

“Quizás muchos dirán que para qué un resto óseo calcinado sino vamos a poder sacar algún ADN, pero para las madres que estamos buscando a nuestros familiares, yo lo pongo así, si es un familiar suyo imagínate que es un pedazo de la persona que estás buscando no quisieras que se quedara allí”, refiere una de las personas que aportó información para el protocolo.

En el documento se destaca que un obstáculo es la falta de personal técnico y especializado. Eso, reconocen, no permite agilizar los procesos de identificación.

El protocolo también subraya que las autoridades federales y estatales deben clasificar y contabilizar de forma distinta las fosas clandestinas y los sitios de exterminio, ya que en estos últimos lo que se busca es destruir los cuerpos e imposibilitar su identificación.

Se plantea, además, la necesidad del reconocimiento de las técnicas del cribado o tamizado, como parte de los procesos técnicos específicos para el levantamiento de indicios vinculados con el análisis geológico y arqueológico de los sitios.

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