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ENSAYO desde Juárez | La mirada clínica de Lucia Berlin sobre México y algunos pasajes literarios

sábado, noviembre 14th, 2020

Lucia se aleja de la sangre, de los feminicidios, del horror de la frontera que tanto es descrito en la literatura. En cambio muestra los infiernos individuales de sus personajes en la frontera norte, con su particular mirada sobre El Paso y Ciudad Juárez.

Sus cuentos fueron escritos décadas antes de que Juárez representara la insignia universal de la violencia. Por ello, la autora no se adelanta y narra la ciudad como lo que es.

Por César Iván Graciano

Ciudad Juárez, Chihuahua, 14 de noviembre (JuaritosLiterario).- En 2015, la sensación literaria en Estados Unidos y, por ende, en gran parte del mundo editorial, fue una escritora que llevaba más de una década muerta. Preparada por Stephen Emerson y con un prólogo de Lydia Davis, la antología Manual para mujeres de la limpieza le dio el reconocimiento masivo que Lucia Berlin solo había alcanzado en vida por un reducido círculo de personas.

Lucia fue, como la describe su hijo Jeff Berlin en el prólogo a la autobiografía Bienvenida a casa, una estadounidense única. Entre sus hogares se encuentran Alaska, Montana, Idaho, Santiago, Albuquerque, Nueva York, Puerto Vallarta, Oaxaca, California y El Paso. Además, fue de todo: maestra de escritura creativa, enfermera, telefonista, mujer de la limpieza. También hija, madre, tres veces esposa, hermana y una escritora excepcional.

Aunque ganó el American Book Award en 1991, la autora fue uno de los secretos mejores guardados de la literatura americana, hasta que Manual para mujeres de la limpieza la puso en el sitio correcto: una de las mejores cuentistas de aquel país.

Berlin vivió en El Paso junto a su madre, su hermana y sus abuelos cuando su padre partió a servir en la Marina en la década de los cuarenta. Según recuerda la autora en Bienvenida a casa, su autobiografía inconclusa, El Paso resultó un lugar menos agradable que sus residencias anteriores, con un aire denso y el cielo descolorido, tal como lo recuerda durante su infancia.

Muchos años antes de que la boga fuera la autoficción, Berlin comenzó a escribir cuentos que tomaban su vida misma y las anécdotas más variopintas para transformarlas y convertirlas en piezas literarias de alta factura. Este género la llevó a escribir cuentos sórdidos que incluso llegaron a molestar a sus hijos; por ejemplo, en el que se describen las horas antes de que las licorerías abrieran, pues Lucia fue alcohólica durante algunos años. De acuerdo con declaraciones de la autora, algunos de sus hijos y su sobrina Andrea Chirinos (coreógrafa mexicana), en diferentes artículos, la gran mayoría de su producción se basa en sus propias experiencias, aunque siempre mezcladas con elementos ficticios, personajes diferentes o situaciones alteradas.

Berlin manifestó su peculiar percepción sobre México, en particular sobre los habitantes de Oaxaca. Foto: Especial

Entre los 43 relatos de  Manual para mujeres de la limpieza se encuentra “Dentelladas de tigre”, en el cual se cuenta la historia de una mujer embaraza y con un niño de brazos, quien llega a El Paso para celebrar navidad con su familia, pero es convencida por su prima de practicarse un aborto en Ciudad Juárez y así tener un problema menos en su vida. El relato, cuya principal acción ocurre en el lado mexicano, permite ver la mirada que Lucia tenía tanto de la frontera como de México.

En una de las cartas incluidas en Bienvenida a Casa, Berlin manifiesta su peculiar percepción sobre este país, en particular Oaxaca: “toda la gente que conocimos tenía una belleza (sin sentimentalismos de mi parte) y dignidad (no un falso orgullo) que nadie aquí tiene. Pero me resulta ajeno: la dignidad de los estadounidenses no tiene nada que ver con el nacionalismo, la familia, la tradición, la religión, etc.: es verdaderamente personal y moral”. En “Dentelladas de tigre”, las protagonistas cruzan la línea para hospedarse en un hotel y, mientras la narradora del cuento se realiza el aborto en una clínica clandestina, Bella Lynn, la prima, cuida de Ben, el bebé de brazos.

En el prólogo de Manual…, Lydia Davis comenta que la escritura de Berlin está anclada con la experimentación de los sentidos. En el cuento aludido, esto se demuestra al describir la entrada de los personajes a Juárez: “Llegamos al puente y al olor a México. Humo, guindilla, cervezas. Claveles, velas, queroseno. Naranjas y orines (…) Campanas de iglesia, música ranchera, bebop, mambo. Villancicos de las tiendas para los turistas. Ruidosos tubos de escape, bocinas, soldados estadounidenses borrachos de Fort Bliss”. La mirada de Lucia no deja de tener esas observaciones de turista americana, centrada no en la ciudad como un espectro completo, sino pensada como una línea recta hecha para visitantes.

Lucia Berlin con sus hijos Jeff y Mark, en el Hotel Mirador, Acapulco, México, en noviembre de 1961. Foto: Buddy Berlin, Literary Estate of Lucia Berlin

Luego de tomar un auto que la lleva a las afueras de la ciudad (no se explica ni a dónde ni hacia qué dirección, pero el viaje es de casi una hora, según lo narrado), la protagonista del cuento llega a la clínica donde le realizarán el procedimiento y nota a una veintena de mujeres esperando ser atendidas, “todas estadounidenses”. Ahí la narradora comienza a reflexionar sobre su aborto, dándose cuenta de que ella no quiere hacerlo, sino que la presión de su prima la orilló a esa decisión. Después de discutir con el médico encargado del lugar, le explican que de todos modos debe quedarse, porque no hay quien la regrese a la ciudad hasta que sea de día. Este relato, en primera persona, demuestra otro de los rasgos característicos de la narrativa de Berlin según Davis: un desapego clínico aprendido de sus dos maestros, Chejov y William Carlos Williams. La objetividad con la que la autora escribe permite ver los hechos, siempre narrados desde el yo, con una frialdad médica que elimina cualquier objeción moral, pero deja intactos los sentimientos y los sentidos. Sus cuentos logran un efecto importante: no juzgan pero abrazan.

En otro de los textos titulado “Carmen”, a la protagonista, una mujer embarazada, la manda su esposo en avión a El Paso para que cruce a Juárez para contrabandear heroína. De nuevo, al cruzar la frontera, los sentidos toman por asalto a la narradora: “Crucé el puente. Todavía estaba contenta solo con el olor a leña quemada y caliche, el tufillo de azufre de la fundición”. Luego de recorrer parte de la ciudad, la mujer llega a un edificio en el cual le entregan la mercancía. Hace la transacción y cuando regresa a su casa, “apestando a Juárez”, el esposo, adicto, la golpea al recibir menos droga de la esperada. Mientras el esposo comienza a probar la sustancia, la protagonista inicia su labor de parto y termina solitaria en un hospital.

Buddy y Lucia Berlin, en Nuevo México, enero de 1962. Foto: Jay Walker, Literary Estate of Lucia Berlin

Al ser Lucia una extranjera que escribe sobre esta zona, que solo conoció como ciudad vecina de El Paso, podríamos incluir, al menos, ese par de cuentos, junto a la literatura de Roberto Bolaño y otros textos similares, en la llamada literatura “juárica” (término acuñado por Ricardo Vigueras). No obstante, Berlin logra escapar de esta taxonomía gracias a su sutileza. Vigueras nombra lo “juárico” desde dos condiciones: que sea un extranjero hablando sobre Juárez y que se haga desde la idea del mito de la ciudad. Por ejemplo, Oswaldo Zavala se refiere a 2666 como “la articulación de una narrativa mitificante que se inscribe en un horizonte de significación sin historia”. Resulta fácil dejarse llevar por el mito, la ciudad del crimen, la más violenta del mundo, ya que en gran medida la cobertura (mediática y literaria) que ha tenido la ciudad la hacen un monstruo de una sola cara, aunque jamás se muestra el cuerpo completo.

Aquella comparación que hizo Bolaño entre Juárez y el infierno es perfectamente aplicable a lo que sucede en los dos cuentos de Lucia Berlin. En ambos, las mujeres caminan rumbo al averno, que casualmente queda en la frontera. La diferencia radica en que, mientras que algunos dibujan un infierno grande y general, Lucia nos muestra lo personal que puede ser el tártaro norteño. Estos cuentos fueron escritos décadas antes de que Juárez representara la insignia universal del horror; sin embargo, cabe destacar que desde mediados del siglo XX esta urbe se instaló como la sucursal mexicana de la “ciudad del pecado”. Por ello, la autora no se adelanta, sino que muestra lo que Juárez siempre ha sido. Vigueras considera que su mitificación comenzó hasta los noventa, aunque otros, por ejemplo, Juan de Dios Olivas, han escrito y descrito la época de bonanza en Juárez como un mito en sí. Ambos son mitos, sí, pero diferentes. Berlin escribe sobre el segundo.

Al final de “Dentelladas de tigre” la protagonista celebra navidad con su familia mientras espera a su segundo bebé; a la par, sus tíos arreglan todo para cruzar a Juárez y regalar cosas a los menos afortunados. Aunque los cuentos de Berlin parezcan despolitizados, en ese pequeño y superfluo detalle, se muestra la necesidad de quienes viven en el primer mundo de salvar a sus vecinos: los hombres regalan juguetes en navidad mientras que en nochebuena una decena de mujeres abortan en ese mismo sitio, un patio trasero que hay que regar de vez en cuando.

Lucia se aleja de la sangre, de las asesinadas (dejó de escribir antes de que cobraran la relevancia que tienen hoy en día), de lo fácil que puede ser el horror que a la fecha se ha vuelto cotidiano. En cambio nos enseña el infierno personal, pues incluso cuando en alguna parte del cuento desaparece una mujer de la clínica no parece un problema de la ciudad, sino una pérdida personal de la narradora-personaje.

Berlin, con ese desapego clínico, con un mínimo de elementos, acciones limitadas, un lenguaje simple pero contundente y bello, nos regala varios cuentos de gran altura y, lo más importante, la mirada de una mujer peculiar sobre nuestra ciudad.

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Tu cabello es la frontera, otra autoproclamada “narconovela” llena de prejuicios sobre Ciudad Juárez

sábado, noviembre 7th, 2020

“Basada en hechos reales” es la ambiciosa (y peligrosa) primicia bajo la cual se inscribe Tu cabello es la frontera, primera novela de J. Jesús Esquivel. Este, al igual que otros relatos que explotan los temas de la violencia, abona a la leyenda negra de Ciudad Juárez, lucrando con historias de dolor.

El lector juarense notará las discrepancias entre el espacio, los datos históricos y hasta el lenguaje local. Pero, ¿qué sucede con ese otro lector que busca conocer la ciudad a través de esta literatura? ¿Cómo estos textos contribuyen a la creación de estereotipos sobre esta ciudad y su gente?

Por Claudia Chacón Bustamante

Ciudad Juárez, Chihuahua, 7 de noviembre (JuaritosLiterario).- “Basada en hechos reales” es la ambiciosa (y peligrosa) primicia bajo la cual se inscribe Tu cabello es la frontera (Grijalbo, 2019), primera obra novelística de J. Jesús Esquivel, ya con otros libros bajo su haber como Los narcos gringos (2016) y La DEA en México (2013), además de una vasta carrera en el ámbito comunicativo nacional e internacional.

En una reciente presentación para la Feria de Libro de Chihuahua 2020, el autor, quien viajó en repetidas ocasiones a la frontera en su función de reportero, declaró “sentirse juarense” a partir de sufrir anímicamente lo que los juarenses durante la guerra contra el narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón. También aclaró que la escritura de esta novela surgió como un escape de las limitaciones del relato periodístico.

La protagonista, Carolina, conoce las calles del centro de la ciudad cuando comienza a trabajar en una boutique. Su empleo le abre las puertas a un mundo desconocido, lleno de oportunidades, diversión, lucro y desenfreno apartado del ojo vigilante de sus padres. Ahí, observa cómo todos los habitantes del área confluyen en una red de comunicación, intercambio de favores e ilegalidad, un sistema del que pronto forma parte. Entre la avenida Juárez y sus enigmáticos callejones, encuentra una inesperada libertad que le guía a su inserción en el crimen local.

La trama sigue de forma paralela a Vicente, un joven periodista, durante el crecimiento de su vida laboral en un periódico de la Ciudad de México. Las vidas de ambos coinciden cuando ella sirve de fuente para una serie de reportajes que exhiben la podredumbre del gobierno mexicano. La pareja representa la dicotomía para expresar una mirada interna y una externa sobre la urbe.

Para articular la novela, el autor toma espacios reales y ubicables (el centro de la ciudad, la Chaveña, el puente internacional Lerdo, entre otros), sucesos que marcaron la historia de la ciudad (la masacre de Villas de Salvarcar, por ejemplo) e importantes figuras políticas (cuyos nombres a veces cambia y a veces no), después ensarta todos estos elementos en una línea de tiempo imaginaria.

Pese a que en la nota del autor indica el objetivo de “retratar por medio por medio de la ficción la vida de la frontera norte del país”, el Juárez de Esquivel no refiere un momento histórico preciso y evoca espacios que no generan concordancia ni con los eventos ni con otros sitios presentados simultáneamente; es decir, se percibe un deslinde del aspecto documental del periodismo y su compromiso con lo verificable.

La prostitución, el contrabando y los narcóticos formulan una constante en las descripciones de la vida nocturna juarense. Carolina y sus amigas acuden al Kentucky Bar, Las Fuentes, La Rueda y El Chapulín Colorado, entre otros, donde tratan por igual con movidos y empresarios.

La leyenda negra de la frontera como un espacio de clandestinidad en los confines de la moral es engrandecida con pasajes como “Sin alcohol, drogas y putas no existiría Juárez” y “¡Con dinero todo se puede! Es el lema más popular de Juárez”.

La suerte de las mujeres que residen este espacio recae en sus capacidades de relación con el sexo opuesto, sus cuerpos funcionan como moneda de cambio: “–¡Es la ley de esta pinche frontera! – gritó con rabia Roberto. –Con el perdón de usted, mamá, pero en Juárez la chavala que no estudia, o sale puta, o se hace amante de un viejo o de un narco, o desaparece; no hay de otra”.

La voz narrativa describe a los personajes femeninos con detalle: destaca las formas de sus curvas, el ancho de sus cinturas, el corto de las faldas y la profundidad del escote. El entorno genera sucesos determinantes para la vida de Carolina en relación con su cuerpo como el acoso callejero, relaciones abusivas, violación y una cirugía plástica en contra de su voluntad.

Además, hay un falso discurso moralizador cuando el narrador señala de pederasta al primer abusador de Carolina, ella tiene catorce años y este cuarenta y uno, ya que al mismo tiempo el hilo narrativo permite la hipersexualización del cuerpo de una adolescente dadas las descripciones que provee de su apariencia: “La hija consentida de don Beto era una tentación para cualquier hombre.” Hacia el final de la novela, la protagonista se erige como símbolo de resiliencia en un espacio hostil, pues ha logrado no solo sobrevivir sino también convertirse en una figura de poder.

En marzo de este año, durante una charla abierta llevada a cabo en Ciudad Juárez entre varios autores sobre literatura del norte, José Javier Villarreal sugirió la idea de que la literatura de esta área específica de México respondía a una invención del norte mismo (siguiendo la misma línea de La invención de América de Edmundo O’Gorman); una, creada desde el centro del país que genera una imagen exacerbada de los elementos característicos de la región (desierto, narcotráfico, violencia y migración) y que se convierte en el precedente de este espacio para los lectores del resto del país.

Pienso que Tu cabello es la frontera, al igual que otras novelas que explotan los temas de la violencia, aportan a una invención de Ciudad Juárez, engrandeciendo la leyenda negra y lucrando con historias de dolor que no les pertenecen. el lector juarense notará las discrepancias con el espacio, la historia y hasta la jerga, pero ¿qué sucede con ese otro lector que cree conocer la ciudad a través de esta literatura? ¿Cómo estos textos contribuyen a la creación de prejuicios y estereotipos que recaen sobre esta ciudad y su gente?

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE JUARITOS LITERARIO. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

ENSAYO desde Juárez | La búsqueda del amor en las obras de la dramaturga chihuahuense Valeria Loera

sábado, octubre 10th, 2020

Bajo el auspicio municipal y el Programa Editorial Chihuahua, una convocatoria ofreció como premio un tiraje de medio millar. Bajo estas condiciones, la dramaturga Valeria Loera resultó galardonada en una de las categorías y dos de sus obras pasaron al impreso: Planeta Kepler o los datos inútiles y Auroras boreales o nos vemos en Alaska.

Lo que deslumbra en la escritura de Valeria es la sencillez con la que aborda uno de los temas vitales para el individuo y la sociedad: el amor. Con gran creatividad, nos muestra una mirada fresca, diferente y auténtica de un tema tan importante y trascendente, que ha sido visitado desde diferentes aristas a lo largo del tiempo.

Por Baudelia Armas Cortés

Ciudad Juárez, Chihuahua, 10 de octubre (JuaritosLiterario).- Un par de obras dramáticas de la escritora chihuahuense, Valeria Loera, recientemente galardonada con el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, se publicaron bajo el auspicio del Consejo Municipal de las Artes de Chihuahua capital. Este libro fue presentado a mediados de febrero de este año en la sala Guirnalda del Museo Sebastián.

El Programa Editorial Chihuahua permite que, a través de una convocatoria dividida en tres categorías, participen y expongan su talento los nuevos escritores del llamado estado grande: Soltar las amarras, dirigida a escritores emergentes, Con trayectoria, para quien cuente con por lo menos dos libros publicados e Historias de mi ciudad para todo aquel que aborde temas históricos o culturales de Chihuahua.

El premio de los ganadores consiste en la publicación de su obra con un tiraje de medio millar; además, en la búsqueda de un mayor impacto y lectores, las obras se encuentran disponibles para su consulta y descarga en la plataforma digital del organismo.

Bajo estas condiciones, la dramaturga Valeria Loera resultó galardonada en la categoría Con trayectoria, por lo que Planeta Kepler o los datos inútiles Auroras boreales o nos vemos en Alaska pasaron a la estampa. Ambas ya habían sido montadas y probando fortuna en las tablas, ya sea con la misma escritora como actriz protagónica o como directora. ¡Mujer de teatro!

Como nota aparte, llama la atención que el proyecto editorial del estado haya beneficiado, en la misma categoría, a otras escrituras destinadas para la escena. Me refiero a Dramaturgia doméstica de Raúl Valles, y a Náufragos de la existencia de Adrián Alonso Villegas. Si bien la dramaturgia de Chihuahua cuenta con destacados exponentes (Víctor Hugo Rascón Banda, Manuel Talavera, “Pilo” Galindo o Antonio Zúñiga) resulta necesario voltear la plana a favor de un cambio generacional sobre una misma tradición.

Valeria Edith Loera Gutiérrez es una dramaturga y actriz chihuahuense nacida en 1993, licenciada en teatro por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de dramaturgia; ganadora del premio Municipal de la Juventud y finalista, con mención honorífica, del premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, que, como ya se dijo, acaba de ganar con su obra ¡Violencia! Como actriz, ha participado en más de veinte obras y espectáculos; ha publicado su trabajo en diversos medios digitales e impresos como: Tierra Adentro, Este País, Pliego 16, Revista Borde, entre otras.

El común denominador del libro en cuestión es la búsqueda del amor. En la primera obra, Planeta Kepler o los datos inútiles, se intuye desde el inicio que cualquier tipo de ser vivo capaz de albergar sentimientos, sea “hombre, mujer, no binario, extraterrestre”, pretende y está en su derecho de encontrar el amor. En cada una de las diez escenas que componen la pieza, se perciben partículas y corpúsculos que al final integran un todo. El proceso de búsqueda del ser amado –después de una decepción amorosa–, lleva a la mujer protagónica a vivir una serie de experiencias intensas y de carácter introspectivo: “¿Qué estoy haciendo aquí?” Para responderse: encontrar el amor; así de convencida se nos muestra, aunque más tarde verá frustrado ese deseo. Tener ideas suicidas y a la vez disfrutar de los atardeceres; padecer de soledad y tristemente constatar que el amor fulgura para todos, pero no para ella. Encontrarse con “él”, al fin, y no tener el valor de decir lo que siente. Tomar las cosas con cierto humor ácido le hace más llevadera la existencia.

Por otra parte, en el siguiente texto dramático, Auroras boreales o nos vemos en Alaska, tenemos a dos mujeres en una estación de trenes, desconocidas y diferentes entre sí, pero tan iguales por las circunstancias que las llevaron ahí. Una de ellas comienza la charla, mientras que la otra, indiferente, apenas contesta y parece no prestar atención. Al cabo de unos minutos, ambas, desde su muy particular punto de vista, reflexionan acerca del amor. En plena conversación se sorprenden, pues jamás pensaron que le podían contar a una persona extraña detalles tan íntimos; surge la empatía entre ellas. Pero ¿por qué Alaska? ¿Qué van a buscar allá? Quizá intentan ser testigos de la aparición de un fenómeno natural que aliente y permita creer que existe ese otro ser especial que las complementaría. Se aproxima el tren, pero solo una de ellas lo aborda, porque “yo ya encontré el amor, tú tienes que ir a buscar el tuyo. No puedo acompañarte ahora, debo hacer algo antes, ir por alguien. Nos vemos en Alaska”.

Lo que deslumbra en la escritura de Valeria Loera es la sencillez con la que aborda uno de los temas vitales, por todo lo que representa en el individuo y la sociedad: el amor. Con gran creatividad nos muestra los hechos que le acontecen a sus protagonistas (en este caso féminas, pero puede ser cualquiera, porque así de universal son los apegos), valiéndose de diferentes recursos. Con la intertextualidad, por ejemplo, da origen a nuevos discursos que atrapan al lector/espectadora: el mito de Zeus, la alusión a la cucaracha (no podemos dejar de pensar en Kafka), los zapatos rojos de la protagonista del Mago de oz, Godzilla, su conocimiento de la cultura japonesa. Todas estas referencia son ingredientes que abonan al peso y valía de las obras.

El detalle del planeta Kepler personificado en la portada de este libro es interesantísimo; por mucho tiempo se ha mencionado la posibilidad de que se puedan poblar otros planetas; pues bien, Kepler cumple con las características básicas para que así suceda.

“Los datos inútiles” no lo fueron del todo tanto, ya que, consultando la página oficial de la NASA y leyendo la biografía de Tycho Brahe, Johannes Kepler e Issac Newton, constaté que sí, sí es posible que el amor pueda llegar a aquel planeta. Asimismo, resulta innegable que al encontrarlo (no me refiero al astro), se puede pelear por él aun yendo en contra de las convenciones sociales y familiares, como ocurre en el caso de la mujer que reconoce haber encontrado el amor en un ser idéntico a ella.

Valeria Loera nos regala en este libro una mirada fresca, auténtica y hasta divertida, de un tema tan importante y trascendente, que ha sido visitado desde diferentes aristas a lo largo de todos los tiempos. Pero ella, Valeria Loera, dramaturga chihuahuense, le da un toque diferente, aderezado de los pequeños momentos que orbitan alrededor de sus obras.

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Ciudad Juárez en la poesía, del colectivo Juaritos Literario: un recorrido lírico por la frontera

sábado, septiembre 26th, 2020

Esta antología está compuesta por 51 formas insólitas de habitar la frontera norte. El criterio de selección de estas voces, acomodadas cronológicamente de 1610 a 2019, es también una ventana a los intereses y visión de los compiladores.

Confiamos en que la pluralidad del siguiente trabajo transmita nuestro sentir y compromiso como filólogos de oficio, como lectores y académicos aficionados a toda forma de literatura.

Por Carlos Urani Montiel

Ciudad Juárez, Chihuahua, 26 de septiembre (JuaritosLiterario).- Las editoriales universitarias son órganos colegiados, encargados tanto de difundir el quehacer académico de sus profesores, como de promover la vinculación de la casa de estudio con su entorno social.

A pesar de que, en ciudades pequeñas, fuera de la Ciudad de México, las publicaciones universitarias sí inciden en el hábito lector de sus habitantes, el empeño de las autoras, editores, correctores y maquetadores, rara vez trasciende la esfera local.

La cuestión presupuestal de estas empresas depende de los designios de la institución, lo que afecta directamente tanto al marketing (promoción y difusión) como a los tiempos de edición: recepción de originales, esquema de arbitraje y diseño final.

Ante este panorama, las universidades autónomas han optado por distribuir sus libros electrónicos en portales que reducen costos de producción, agilizan los tiempos de publicación y optan por el acceso abierto para ampliar su radio de lectores.

Durante los meses de resguardo, a raíz de la pandemia, hubo una tendencia –que esperamos se vuelva costumbre y tradición– por liberar contenidos, que solo guardaban polvo en discos duros. Ante una oferta desmesurada de obras literarias en formatos electrónicos, el esfuerzo publicitario recae, entonces, en los formatos del material en armonía con los dispositivos, en las campañas promocionales y, claro está, en la relevancia y calidad de los textos.

Con la modalidad virtual de publicación, autoras (entre ellas los docentes investigadores) y promotores tenemos la oportunidad de compartir entre propios y extraños el enlace de los libros que nos mantienen en vela. Así que, sin más, estas líneas tratan sobre el segundo volumen de una antología de carácter divulgativo: Ciudad Juárez en la poesía, compuesta por formas insólitas de habitar la frontera norte del país –51 opciones para ser exactos– de recorrerla con cierto ritmo y meditarla con cadencia. En este punto, bien se podría interrumpir la lectura para trasladarse a la página de descarga: elibros.uacj.mx.

Originalmente, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez celebraría el evento más importante de su casa editorial, la Fiesta de los Libros, del 23 al 30 de abril del presente año; sin embargo, el confinamiento trastocó nuestra costumbre de marcar o apartar días en el calendario (23 de abril: día mundial del libro). Ante la incertidumbre, Mayola Renova, subdirectora de publicaciones, y Lula Ortiz, jefa de marketing editorial, pensaron primero, en aplazar el evento, pero finalmente, se canceló. Esperamos que el 2021 sea benévolo para que la Fiesta de los Libros de la UACJ se lleve a cabo. A este marco festivo y de difusión, pertenece Lee y sueña, una iniciativa de lectura masiva que distribuye de forma gratuita y a gran escala (de 10 a 20 mil ejemplares, según el presupuesto y el convenio) libros de bolsillo para llevar leyendo.

Al título de Lee y sueña, y gracias a una colaboración entre la editorial universitaria y nuestro colectivo, Juaritos Literario sumó un complemento con el que se especifica una coordenada espacial y una forma de composición determinada. El objetivo es editar, con una periodicidad anual, cinco antologías que lleven como estandarte la difusión y el fomento a la lectura. Las páginas engrapadas de estos librillos se componen por una selección de textos que han plasmado la imagen de Ciudad Juárez en palabras. Calles transitadas por la ficción. Cada volumen está dedicado a un registro o género literario específico: novela, poesía, cuento, teatro y crónica periodística o testimonial.

La colección tiene como base y antecedente el trabajo de Juaritos Literario desarrollado durante casi cinco años, el cual se encarga de promover la lectura a través del vínculo existente entre los espacios de ficción que retratan a la frontera con su equivalente real dentro del trazado urbano. La agenda, desglosada en cinco líneas de acción, como el flyer las enlista, fortalece el patrimonio intangible –cifrado en una larga tradición escritural– a través de su estudio, promoción y puesta en acción a través de diferentes actividades: rutas literarias, talleres infantiles y juveniles de lectoescritura, recomendaciones de lectura en la radio y, por supuesto, antologías. Hoy en día, el sitio web del proyecto (www.juaritosliterario.com) cuenta con cerca de 300 reseñas, 30 mil visitantes y casi 5 mil seguidores en el perfil de Facebook.

Durante la Fiesta de los Libros de 2019, apareció la antología Lee y sueña: Ciudad Juárez en la novela, con un tiraje de 10 mil unidades, destinado no solo a los cientos de visitantes a la sede del evento de la UACJ, el Centro Cultural de las Fronteras, sino también a salas de lectura y centros comunitarios. Ese primer volumen, disponible en este enlace, compila una selección de 41 novelistas.

A continuación, me centro en la antología de este año, también maquetada y diseñada por Karla María Rascón, poniendo entre comillas parte del prólogo, el cual se dirige a un “tú lector” de manera directa, ya que el público que se da cita en la Fiesta es esencialmente juvenil: “Quizá te parezca poca cosa este cuadernillo, pero” entre sus páginas y detrás “de las voces poéticas, se conjuga una sólida voluntad de difusión, asumida por la máxima casa de estudios, con el empeño de los distintos organismos universitarios encargados de que el trabajo documental de sus investigadores llegue hasta tus manos”.

Sugerencias de uso del libro de bolsillo, portátil, fácil de acomodar en cualquier sitio: “Inicia donde te apetezca, lee un poema al azar y si un verso no te cuadra, cámbialo. Palomea tus preferidos. Fotografía el texto que desees compartir. Presume tu souvenir. Recita uno en voz alta, que el poema se hace en el habla. Imagina aquel paraje, los trayectos interminables; recrea los destellos de la calle, porque nuestra ciudad también se lee. El librillo, además, es coleccionable; ponlo junto al del año pasado (el dedicado a la novela); este obsequio también sabe ser paciente, aunque aguarda con ansias tu mirada”.

El año pasado, nuestra monografía Cartografía literaria de Ciudad Juárez (Ciudad de México: Ediciones y Gráficos Eón, 2019) “ganó el Premio Anual de Crítica Literaria Guillermo Rousset Banda, y lo celebramos reafirmando al fomento a la lectura como objetivo primordial del colectivo Juaritos Literario. Nos parece formidable cómo los componentes del entorno citadino –la acequia, el bordo, las grandes avenidas o el calorón, pero también los días aciagos que nos han asolado– se convierten en ficción.

Estamos convencidos que la producción escrita en y sobre Juárez debe ser popular, primero, en su lugar de inspiración. A fin de cuentas, tomar conciencia de nuestro territorio nos permitirá apropiarnos de esta frontera por habitar [título que andamos barajeando para una futura compilación]. Si quieres saber más de algún texto o poeta, o te interesa publicar una reseña sobre un poema, contáctanos en nuestras redes o visita nuestro blog”.

El material de lectura, en esta segunda entrega, se concentra en otro género literario: el poético. 51 voces, acomodadas de forma cronológica (de 1610 a 2019), dan sentido y cuerpo a la presente antología de carácter divulgativo. El criterio de selección de cada poema responde a su pertenencia a un poemario, es decir, a una colección de textos –con título propio– donde la voz autoral construye, pieza a pieza, una particular y única forma de expresión, una poética.

Esta decisión excluye poemas publicados de manera suelta en revistas o en antologías colectivas (salvo un par de excepciones, marcadas con asterisco), así como la lírica que acompaña a las canciones. Las 51 composiciones cifran nuestra ciudad entre sus versos”, por lo que se priorizó aquellas piezas en las que el paisaje urbano o las referencias espaciales identificables estelarizan las imágenes poéticas.

Numeralia: Hubo dos diferentes cortes; el primero se refiere a la cantidad total de poemarios consultados. Esta cifra –180 colecciones de poemas escritas por 105 poetas– pertenecen a la fase de la investigación y acopio documental. De ese total de poemarios, 130 fueron compuestos por hombres, 49 por mujeres y uno de autoría anónima. La segunda criba remite a los 51 textos que finalmente llegaron a las páginas del libro: 20 de poetas mujeres, el anónimo de tradición indígena (que copio en su totalidad para cerrar el ensayo) y 30 de escritores varones.

Toda antología es también una ventana a los intereses, agrado y visión de los compiladores. Confiamos en que la pluralidad como parámetro de trabajo transmita nuestro sentir y compromiso como filólogos de oficio, como lectores y académicos que disfrutamos de toda buena fiesta.

El poema inicial de la antología se titula “Canto para la carrera ceremonial de las muchachas en su pubertad”, y pertenece a la tradición oral del grupo étnico apache mezcalero, dueño original de estas tierras, antes de ser frontera:

Correrás hacia los cuatro rincones del universo:
a donde la tierra se encuentra con el agua grande,
a donde el cielo se encuentra con la tierra,
a donde está la casa del invierno,
a donde está la casa de la lluvia.
¡Así correrás! ¡Corre!
¡Ten fortaleza!

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE JUARITOS LITERARIO. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

Ética y representación: una reflexión sobre la utilización del dolor como materia prima del arte

sábado, septiembre 5th, 2020

José A. Sánchez —profesor, investigador y autor de libros sobre estética— utiliza la novela novela póstuma de Roberto Bolaño 2666 (donde Ciudad Juárez aparece con el nombre de Santa Teresa) para reflexionar en torno a la utilización del dolor real en la representación literaria.

El feminicidio representado en la literatura, el cine o las artes escénicas es duro de contemplar; brinca de la realidad a la ficción y el horror es interminable. ¿Qué sucedería si las autoridades fueran público o lectores de estas obras? ¿Se sentirían impactados y harían algo por aliviar el dolor?

Por Gibrán Lucero

Ciudad Juárez, Chihuahua, 5 de septiembre (JuaritosLiterario).- José A. Sánchez es, además de profesor e investigador, autor de libros sobre estética y prácticas artísticas contemporáneas en literatura, cinematográficas y, principalmente, artes escénicas, en donde su trabajo ha tenido mucho mayor impacto, tanto en España como en toda Latinoamérica.

Es doctor en Filosofía y catedrático de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca (Universidad de Castilla-La Mancha). Entre sus publicaciones se encuentran: Brecht y el expresionismo (1992), Dramaturgias de la imagen (1994), La escena moderna (1999), Cuerpos sobre blanco (2003) y Prácticas de lo real en la escena contemporánea (2007).

Fundador y director del Archivo Virtual de Artes Escénicas (AVAE) y miembro de Artea, así como director de Cairon: Revista de Estudios de danza (2007-2011) y codirector del Máster en Práctica Escénica y Cultura Visual (2009-2016) en colaboración con el Museo Reina Sofía.

Su libro Ética y representación –publicado en 2016 en la editorial mexicana Paso de Gato, con el auspicio de, por lo menos, una decena de instituciones educativas y culturales–, tiene su antecedente en ideas que José A. Sánchez venía desarrolló desde comienzos de comienzos de la década pasada, gracias a un año sabático, y que culminó a inicios de 2015. Durante ese periodo, el autor fue acumulando lecturas y experiencias que le servirían (y cambiarían) el contenido de su monografía.

El contacto con la compañía peruana Yuyachkani fue determinante. Investigadores, académicos y creadores de teatro son quienes más provecho sacarán de esta investigación, material especializado, que, no obstante, se deja leer también por espectadores de teatro o lectores avezados que encontrarán entre las páginas conceptos y argumentos en torno a 43 distintos temas, mucho más allá del par que ostenta en el título.

En el apartado “Historia de este libro”, el crítico nos ofrece un itinerario sobre la composición sintética y (originalmente) sucinta de una publicación de más de 350 páginas. Algo se atravesó en su escritura: “Imagino que la relectura de Los detectives salvajes y, sobre todo, la lectura de 2666 de Roberto Bolaño desbarató los planes. Concluí la lectura en Hamburgo, sin tener ni idea de que el parque por el que paseaba esos días era el mismo en que el viejo Archimboldi conversó con Alexander fürst Pückler mientras saboreaba un helado, y donde Bolaño abandonó a su personaje en la víspera de que tomara un avión rumba a México. Fue sin duda una de las experiencias de lectura más intensas que he tenido en los últimos años” (338).

En el capítulo titulado “Documento y monumento”, en la sección número 19 de Ética y representación, el autor reflexiona en torno a la utilización del dolor real en la representación literaria; él habla, específicamente, del caso de 2666, novela póstuma de Roberto Bolaño, en la que Ciudad Juárez aparece con el nombre de Santa Teresa. Además, la monumental obra contiene un capítulo de más de 300 páginas construido a partir de informes forenses, en donde se identifica a las víctimas de feminicidio: “La parte de los crímenes”.

Algunas de las preguntas con las que abre el capítulo son: “¿Representar el dolor consecuencia del mal no constituye una estetización intolerable, que incluso puede llegar a prolongar el crimen mismo? ¿Por qué no actuar en contra del mal en vez de representarlo o representar el dolor de las víctimas? La representación, al mismo tiempo que combate el silenciamiento de los crímenes, ¿no amplía también su potencia simbólica?”

Sánchez escribe acerca de la cuestión que se planteaba Susan Sontag en Ante el dolor de los demás (2003), donde la escritora estadounidense, de origen judío, pregunta sobre los efectos de la reproducción de fotografías de guerra que daban testimonio del horror y la legitimidad de su utilización. Para Sontag: “hay imágenes del horror que sólo deberían ser vistas por aquellos que pueden hacer algo por aliviar o evitar la repetición del dolor que representan”.

José A. Sánchez piensa que la práctica artística construida sobre el dolor de otros debería surgir de la afección y no del interés. En este sentido, “Roberto Bolaño decidió que el feminicidio impune y la culpabilidad del Estado en el que se había formado como escritor reclamaban su trabajo de ficción”. Sánchez le reconoce a Bolaño el dar “centralidad literaria” a los hechos que el Estado mexicano se empeñaba en minimizar, además de hacer un “monumento disidente” que representa no una historia oficial, sino una marcada por el feminicidio impune.

Fotografía: José Luis González

En esta ciudad fronteriza, en la que vivo, las representaciones artísticas a partir del dolor real son una constante. No podría decir, como Sánchez, que alguna de ellas constituye un “monumento disidente”, porque ese ya lo ocupa la Cruz de clavos que hay en la Avenida Juárez, así como también las cruces sobre fondo rosa que sobrepuestas en muchos postes de la ciudad.

Habiendo tantas representaciones ficcionales que tienen esa misma “centralidad literaria” que le atribuye Sánchez a 2666, no es estoy seguro si la de Bolaño es (o fue) “un reto a la moral imperante”. Tristeza, rabia e impotencia he sentido al ser lector o espectador en estas representaciones del dolor.

El feminicidio impune representado en la literatura, el cine o las artes escénicas es duro de contemplar: ha brincado de la realidad a la ficción; uno recorre las páginas o asiste al cine o al teatro sabiendo que se vas a romper. Sin embargo, me gustaría volver a escribir la proposición de Sontag: “hay imágenes del horror que sólo deberían ser vistas por aquellos que pueden hacer algo por aliviar o evitar la repetición del dolor que representan”.

¿Qué sucedería si alguna de las representaciones ficcionales del feminicidio en Ciudad Juárez fuera vista por las autoridades o dependencias a quienes corresponde su solución? Me las imagino como público o lectores de estas obras. ¿Saldrían ilesos o se sentirían afectados? Y si es así, ¿harán algo por aliviar el dolor de la/os demás?

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Dos filósofos en el desierto y una representación LGBT+ que rompe con estereotipos en la literatura

sábado, agosto 29th, 2020

Aristóteles y Dante son dos jóvenes méxico-americanos quienes, haciendo honor a sus nombres, buscan una respuesta a sus constantes preguntas: cuál es su verdadera nacionalidad, qué es la adultez y la sexualidad. Ambos realizarán un viaje por el desierto para responder los misterios que los rodean.

Para el autor Benjamín Alire Sáenz, esta novela surge como un ejercicio terapéutico, pues él mismo buscó entender su sexualidad con la escritura. Este libro propone al joven que vive la homofobia o el racismo, la posibilidad de encontrar auxilio, y a su vez exhorta a los adultos a aceptarlos por completo.

Por Pamela Torres Martínez

Ciudad Juárez, Chihuahua, 29 de agosto (JuaritosLiterario).- Cuando estaba en secundaria descubrí un género de historieta y animación japonesas (manga anime, respectivamente, términos que hasta hace poco han sido aceptados por la Real Academia Española, aunque con significados en sumo alejados de la realidad) enfocado en relaciones homosexuales.

El lector ideal del yaoi o boyslove, como se le denomina, es el sector femenino de la población, lo que ha orillado a los relatos a desenvolverse alrededor de una serie de clichés que no solo resultan prejuiciosos para la identidad LGBT+, sino que promueven un conjunto de ideales que contaminan y dañan el imaginario de las relaciones queer.

Entre estos destacan el tropo de rape fantasy, una terrible tendencia a romantizar los actos de violación, ligando siempre a la víctima de forma amorosa a su victimario; y la aparente norma del personaje afeminado, que invisibiliza las identidades no normativas y que simplifica los vínculos afectivos equiparándolos con características originadas en la heteronormatividad.

Frente a esta situación, en los últimos años muchas de las creaciones más populares se han inclinado hacia representaciones sanas de la identidad homosexual, casi todas centradas en jóvenes adultos: Dōkyūsei (2006), Given (2013) y Yuri!!! on Ice (2016) lo ejemplifican, pues su fama proviene justamente del acercamiento a relaciones más humanas y realistas.

La presencia del género y la visibilidad de sus seguidoras y seguidores contribuyó, además, a un surgimiento importante de representación LGBT+ en la industria mundial, donde la literatura ha construido un camino fundamental para los jóvenes: The Perks of Being A Wallflower (1999), Simon vs. The Homo Sapiens Agenda (2015) o El chico de las estrellas (2015) se encumbran como canon dentro de la literatura juvenil de temática queer.

No obstante, a pesar de la sana inclusión, en estos textos persiste un problema: los personajes principales son todos blancos y sus apariencias continúan reproduciendo solo a las identidades cisgénero. Aquí entra en juego Benjamín Alire Sáenz, cuya obra Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2012) rompe con muchos de estos estereotipos.

Benjamín Alire Sáenz, quien se define como “educator, poet, writer & activist” en su perfil de Instagram, nació en 1954, en Nuevo México, y llegó a El Paso, Texas, para practicar un sacerdocio eventualmente abandonado. En 1985 se matriculó en UTEP, donde hizo su maestría en Creación literaria a la que volvió, tras estudiar su doctorado tanto en la Universidad de Iowa como en la de Standford, para establecerse como miembro del profesorado.

Su trabajo literario, que abarca los terrenos de la poesía y la narrativa en forma de cuento y novela, ha sido reconocido a través de varios premios, entre los que sobresalen el PEN/Faulkner Award en el 2013 gracias a los relatos compendiados en Everything Begins and Ends at the Kentucky Club (2012) y el Lambda Literary Award (2012) por la novela de Aristóteles y Dante.

Este texto es su obra más popular, pues ya saltó a la pantalla grande, con la adaptación de Henry Alberto, y aunque el proyecto se encuentra en desarrollo cuenta con el cariño de una amplia base de fans a lo largo de todo el mundo. Lo cual no sorprende, ya que la misma dedicatoria del libro acoge a muchos: “Todos los chicos que han tenido que aprender a jugar con otras reglas”.

Alire Sáenz explora con eficiencia un género complicado: el bildungsroman, es decir, novela de crecimiento o transición desde y para las juventudes. La historia  de Aristóteles y Dante ocurre en 1987, en El Paso, y se refiere la amistad entre dos jóvenes méxico-americanos quienes, haciendo honor a sus nombres, buscan dar respuesta a los secretos del universo: cuál es su verdadera nacionalidad, qué significa ser mexicano, chicano o estadounidense, cómo debería comportarse un adulto y cuál es la lógica detrás de los besos entre dos chicos.

Con una narrativa en primera persona y la presencia de un supuesto interlocutor, que en ocasiones se asemeja más bien a un diario de vida o al mismo Ari, el autor logra llevarnos a través de la mente de un adolescente cuyo mayor deseo consiste en conseguir que el verano sea su verano. Para ello, conseguir un amigo es el primer paso; saber por qué su hermano mayor se encuentra en prisión desde hace más de diez años, el segundo; y comprender por qué no puede definir los sentimientos que Dante despierta en él, el último.

A lo largo del viaje que realizan los dos jóvenes para encontrar las respuestas a los misterios que los rodean y que encuentran de vez en cuando en el desierto, Sáenz logra algo fundamental en la novela: emparentar la sexualidad con la nacionalidad. Los dos protagonistas son méxico-americanos, pero cada uno comprende su identidad desde una posición distinta.

Mientras Ari se siente mexicano y se enorgullece de serlo, pues sabe que sus abuelos lo eran y que esa cultura la ha heredado su familia, Dante rechaza la mexicanidad, pero tampoco se permite sentirse estadounidense. Aparte de considerarse lejano a la primera por su mal español, su desconocimiento de la vecina Juárez y su piel blanca, se enfrenta con el macho, una figura central en el estereotipo universal de la cultura mexicana; además, se pregunta si las raíces de su homosexualidad se conectan con Estados Unidos.

El dilema que persiste en los personajes acerca de su origen se liga con la homofobia, pues desde el inicio de la la novela se destaca la violencia adolescente, y los crímenes de odio se suponen un método terrible para enfrentarse a lo desconocido, afectando a costa de una ira anormal las vidas de decenas de personas.

La novela surge como un ejercicio terapéutico para el autor, quien buscaba entender su sexualidad por medio de un complicado proceso de escritura; por ello resulta natural el desarrollo de la relación entre los adolescentes. Al respecto, el hecho más notable radica en la esperanza que ofrece la historia.

Si bien el canon de la literatura LGBT+ deja de lado los vínculos familiares de los personajes, denunciando por medio de este abandono el repudio que la sociedad hace a estos sujetos marginados, en Aristóteles y Dante la familia posee un papel central y, lejos de mostrarse negativa ante los comportamientos de los jóvenes, se ofrece siempre como un soporte para impulsar su peregrinaje hacia la adultez y la propia aceptación.

Cuando nos enfrentamos a las alarmantes cifras de suicidios adolescentes, nos damos cuenta que muchos de ellos vienen de circunstancias donde la homofobia o el racismo han dificultado al extremo su superviviencia; Aristóteles y Dante propone a la lectora y al lector juvenil la posibilidad de encontrar auxilio en sus seres queridos, y a su vez insiste a los adultos en la completa aceptación de aquellos chicos que a diario se preguntan: “¿cuándo sabré quién soy?”

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Madero, el otro: Ignacio Solares devela la dimensión íntima y espiritual del revolucionario

sábado, agosto 22nd, 2020

Esta novela apunta a una faceta poco explorada de Francisco I. Madero: sus creencias místicas, sus sueños y su interés en el espiritismo, con el cual tenía una constante comunicación con almas que lo predestinaban a ocupar un lugar de líder y mártir frente a su patria. La narración se interna en los episodios clave que lo llevaron hasta su trágico final.

Solares se adentra al mundo emocional y psicológico del llamado “Apóstol de la Revolución” con gran exactitud, ya que tuvo acceso a sus apuntes personales. Logra describirlo con fidelidad, estilo verosímil y una detallada reconstrucción de hechos que conmocionaron la vida del país.

Por Adolfo Abraham Cruz Carbajal

Ciudad Juárez, Chihuahua, 22 de agosto (JuaritosLiterario).- “Quizá, la ventaja del novelista es que puede colocarse en un intervalo”, afirma Ignacio Solares en su obra Madero, el otro (1989); primacía que demostró al recrear, a través del género de la novela histórica, la imagen del otro Francisco I. Madero.

La pluma del escritor oriundo de Ciudad Juárez traza una voz que narra en segunda persona la trayectoria del Mártir de la Revolución. Este recurso desdibuja la barrera entre el autor y el lector, ya que al dirigirse a un vocativo transmite los conflictos personales que llevaron a prócer a su trágico final.

La novela empieza cuando el protagonista encuentra su fatídico destino, desdoblándose en un espíritu que se dirige al otro Madero, agobiado por los temores de haberse arriesgado a luchar contra un régimen tirano para sentarse en la silla presidencial.

Ignacio Solares, nacido en 1945, es narrador, ensayista, dramaturgo, editor y periodista cultural. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en donde se ha desempeñado como profesor y director de literatura, teatro y danza, además de fungir como coordinador de Difusión Cultural.

Entre sus obras galardonadas se encuentra Casa de encantamiento que recibió el Premio Magda Donato 1989; El jefe máximo con el Premio Julio Bracho 1992; El gran elector mereció en 1994 el Premio Sergio Magaña, el Sor Juana Inés de la Cruz y el Juan Ruiz de Alarcón; Nen, la inútil ganó el Premio José Fuentes Mares 1996; y El sitio obtuvo el Xavier Villaurrutia dos años después.

Como dramaturgo se destaca por Desenlace (1992), El gran lector (1993), La moneda de oro ¿Freud o Jung?(2002) y Si buscas paz, prepárate para la guerra (2003). De esta basta diversidad creativa se entiende su mirada desde la literatura hacia la histórico, como él mismo afirma en una entrevista:

“Yo entré a la historia por la puerta trasera, no soy historiador y la historia como tal yo te diría que hasta incluso me aburría un poco. Por eso digo que la ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia”.

Además, en su árbol genealógico se encuentra una de las claves para entender su obsesión por esta perspectiva: “Mi abuelo Bernal, el materno, fue dorado de Francisco Villa. Tengo fotos donde él está con Villa. Incluso, fíjate nomás, ¡Villa bautizó a una tía mía!”

En Madero, el otro, Solares subvierte la figura de la biografía heroica a la que nos ha acostumbrado el discurso oficial, pues opta por una dimensión íntima para acercarse al artífice de la Revolución Mexicana. La narrativa en forma de repliegue se manifiesta desde el inicio con la caída del protagonista en la Decena Trágica, por lo que su temporalidad se antoja entre otoñal e invernal, pues la voz emitida se encuentra en un limbo que se estira conforme Madero perece por el disparo del .38 Smith & Wesson.

El rojo de la sangre que poco a poco cubre sus ojos sirve como telón que corre sus cortinas ante los recuerdos desplegados a lo largo de las páginas. Similar a una cinta magnética, la trama se desenvuelve en reversa, recurso que aprovecha el autor para llenar los huecos con dudas y reflexiones:

“Hubieras anhelado decir algo, cualquier cosa, aligerar la agonía que para ti había comenzado ya –y dudabas tanto de todo: de que ese sacrificio al que marchabas tuviera algún sentido […]. Pero también es cierto que al final no había regreso: sólo tu sacrificio sería antídoto ante el veneno que lo invadía todo, y si no te mataba Huerta te mataba Zapata o te mataba Carranza o, si aguantabas lo suficiente, te mataba Obregón y, entonces: ¿qué imagen dejabas de tu pobre revolución?”

La imagen del líder se enfrenta a sí misma en tanto que se desdobla en la voz de un  y un yo; pasado y presente se funden en un espejo que refleja al otro Madero, el cual, con sus dudas, abre un abanico de posibilidades al desbaratar acontecimientos una y otra vez al mismo tiempo que se dirige a varios Maderos: el espiritista, el idealista, el revolucionario, el hermano, el esposo, el señor presidente.

En cada una de estas facetas surge la interrogante que impregna al espíritu y que será el conflicto que lo atormente durante todas las digresiones que precipitarán su caída: ¿ser el tirano o el mártir? Este conflicto va más allá del acontecimiento histórico y, si bien puede aplicarse a cualquier época y circunstancia, en Madero, el otro sirve de vehículo para la reflexión de lo que el poder absoluto provoca en el espíritu humano.

Resulta atrayente la forma en que Solares incita un símil entre la figura de Madero y la del mártir cristiano que es tentado por la duda y el interés propio mientras se sacrifica por sus adeptos; ya que, el motivo del auto sacrificio funciona para imprimir en Madero una suerte de destino al que se debe entregar con el fin de consolidar el movimiento: “Mi sangre fertilizará la revolución.”

El conflicto entre tirano y mártir traza los acontecimientos que el yo evoca en el  de Madero, como si él mismo se recriminara por las decisiones que precipitaron su caída. Por ello, destacan las escenas que Solares recrea sobre esto; por ejemplo, el encuentro con Zapata el 7 de junio de 1911, cuando Madero le reclama su desacuerdo sobre el asunto con el general Ambrosio Figueroa, el cual se relacionaba con la dictadura porfirista.

El debate entre ambos líderes revolucionarios pone en duda los principios de la lucha armada, en especial la situación con el gobernador interino de Morelos quien beneficiaba a los hacendados al seguir obstaculizando la restitución justa de tierras. En el texto, Madero le hace ver su falta de compromiso con la verdadera causa que él mismo ayudó a forjar:

“demostréis al mundo entero que vosotros no queréis pan, queréis libertad únicamente libertad, porque la libertad os servirá para conquistar el pan”. Esto, en contraste con el Madero político que mantenía a toda costa la paz aunque tuviera que aliarse con “los enemigos de la Revolución.”

Solares hace eco de las decisiones tomadas durante la Batalla de Ciudad Juárez, como no considerar para el nuevo gabinete de gobierno a quienes habían luchado en la gesta armada hasta su relación con el traidor Victoriano Huerta, artífice de la Decena Trágica.

También resalta la entrevista con Porfirio Díaz, aquel a quien se dirigía su texto definitivo, La sucesión presidencial. Solares se detiene en los más mínimos detalles del encuentro, desde “el chorro de luz amarilla que entraba por el balcón entreabierto”, hasta descripciones minuciosas del dictador “con la barbilla alzada, impasible, las manos anudadas sobre el vientre, conteniendo el temblor la una de loa otra, las cruces y las estrellas del pecho destellando como pequeños soles.”

El contraste entre ambos personajes comienza a desdibujarse con la imagen un tanto cinematográfica en la que Madero saca un pañuelo de su bolsillo provocando un sobresalto de Díaz, pues creyó que aquel se proponía sacar un arma. Situaciones como esta, revelan la vulnerabilidad de ambos, a la vez que se asienta la ambición de Madero por derrotarlo: “Y al sentirlo y pensarlo el corazón se te aceleraba y, te parecía, la grandeza que percibías en él penetraba en ti.”

Sin duda, una de las virtudes de Madero, el otro es la de plantear preguntas desde la literatura no solo a su protagonista sino también a la historia. Con este ejercicio permite al lector tomar conciencia de las contradicciones en los textos oficiales y visibilizar otras aristas de este emblemático personaje: Madero como héroe de la Revolución, pero también como alguien cuyos temores del espíritu muestran su humanidad, los fracasos y las debilidades que finalmente lo llevaron a su fatal destino.

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Ignacio Solares narra con humor mordaz un episodio trágico de la historia de México en Columbus

sábado, agosto 15th, 2020

La novela histórica Columbus (2013, Alfaguara) permite conocer la evolución de la famosa figura del Centauro del Norte, tan amada y despreciada a la vez. Aquí, la historia y la ficción se reconocen, dialogan al trascender sus límites, y ofrecen una visión paradójicamente actual de la vida fronteriza.

El narrador cuenta su vida, desde sus días en la frontera hasta su unión a Villa en la invasión a Columbus, Nuevo México, cuando confunden los establos con los dormitorios de la guarnición estadounidense y en lugar de soldados, matan un montón de caballos, lo que les permitió organizar la contraofensiva.

Por Fernanda Villalobos Ocón

Ciudad Juárez, Chihuahua, 15 de agosto (JuaritosLiterario).- En mi diario recorrido hacia la universidad —actualmente pausado por la cuarentena—, justo después de pasar el puente de la Jilotepec, me he topado con un monumento erigido en honor al Centauro del Norte. Observo a Francisco Villa montando a su caballo, jalando las cuerdas como para detenerlo o indicándole que inicie el camino.

Aunque nunca me he parado a inspeccionarlo con detalle, siempre que paso por ahí recuerdo a mi bisabuela, gran admiradora del revolucionario. No conviví mucho con ella, pero sus historias me llegan constantemente como un tesoro, en el cual, la figura de Villa resplandece como un héroe indiscutible, valiente, recto y comprometido con la causa.

Esa misma visión me sobrevino de nuevo al empezar a leer Columbus (1996) de Ignacio Solares; sin embargo, al finalizar la novela, la imagen del caudillo cambió por completo. Solares, nacido en Ciudad Juárez en 1945, se ha desarrollado como narrador, ensayista, cronista, dramaturgo, editor y periodista. Entre sus publicaciones destacan La noche de ÁngelesMadero, el otro y El jefe máximo.

Algunos de sus galardones son el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares —otorgado por la UACJ— en 1996 por Nen, la inútil, el Xavier Villaurrutia en 1998 gracias a El sitio, el premio Sergio Magaña a mejor autor nacional en 2002 y el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez en 2008. Actualmente escribe la columna semanal Minucias en el periódico El Universal.

Columbus es una novela histórica que se divide en dieciocho capítulos sin título, en los cuales el narrador, una voz en primera persona, cuenta su experiencia de vida, desde sus días en la frontera hasta su unión a Villa en la invasión a Columbus, Nuevo México. El relato consiste en el testimonio de Luis Treviño; no obstante, resulta complicado definir si él protagoniza la historia, ya que la trama se divide entre su vida, la figura de Villa y las batallas en las que este se involucró.

Lo que sí queda claro es la función de Luis Treviño como hilo conductor que une todo lo anterior a través de sus palabras. El título de la obra refiere a la batalla de Columbus, un enfrentamiento dado entre las tropas de Francisco Villa y el ejército estadounidense. Históricamente se cuenta que el caudillo fraguó dicho ataque como una venganza hacia el país vecino debido a su alianza con Venustiano Carranza, quien, en opinión del Centrauro, había aceptado el apoyo gringo a costa de perder la nación. Por ello decidió intentar la “única invasión de un país latinoamericano a Estados Unidos” el 9 de marzo de 1916.

La novela inicia con una casual invitación a beber, como si de un par de amigos se tratase. Treviño deja clara una cosa: odia a los gringos y por ello seguía a Villa. A lo largo de la historia, explica algunas de las razones de su desprecio a los estadounidenses. Entre ellas se encuentra, aunque poco velado, el tema de la inmigración. El paso de México a EUA, ya sea legal o ilegalmente, resulta una desgracia para sus connacionales, ya que “los tratan como bestias de trabajo” tornando el sueño americano en una pesadilla.

Así lo muestra una nota de periódico con la que se encuentra Luis, en la que revelan que unos mexicanos fueron quemados al querer cruzar la frontera. De esta manera, mediante tragos de Jack Daniels, cerveza, bourbon, Chablis, bloddy marrys y botanas, Treviño va desentrañando su pasado, su juventud y su estrecha relación con los bares. Resulta peculiar que cuando quiere situar en el mapa a su interlocutor —un alguien desconocido y mudo— siempre refiere las coordenadas por medio de la ubicación de los centros nocturnos y bares de las ciudades, incluyendo el nombre de los propietarios y la fama que estos cargaban.

Como ya mencioné, la figura de Villa cambia a lo largo de la novela. Treviño primero señala sus virtudes de estratega militar y califica de teatrales algunas de las técnicas ya que, con unos cuantos movimientos bien pensados, aparentaba un mayor número de hombres para enfrentarse a sus enemigos. Si bien se le admiraba en ese aspecto, el narrador descubre, al irse acercando al ejército villista, que el hombre detrás de la leyenda era un ser desconfiado “hasta de su sombra” y había que andarse con cuidado para evitar cualquier conflicto que luego resultaría mal. A pesar de las advertencias y los rumores que rondaban entre sus seguidores, el Centauro veía  como un gigante, hábil con las palabras, capaz de engrandecerse con cada frase, cada batalla, e incluso, con cada asesinato que cometía.

Nos enteramos de estos pensamientos a través de don Cipriano, quien hablaba del villismo como de una religión. Aunque, luego, dicha imagen ideal va decayendo cuando se entera —muy a su pesar— que el caudillo tenía una buena relación con los gringos, o al menos con sus compañías cinematográficas, con quienes había firmado un contrato para dejar que lo grabasen en exclusiva. Esto —y el episodio con unas soldaderas del que no hablaré para evitar spoilers— deja a Treviño sin un ideal al que seguir porque “la parte buena de Villa” se había ido y quedaba solamente el guerrillero desalmado. Por ello, a lo largo de mi lectura me pregunté constantemente: ¿aun así va a Columbus bajo sus órdenes?

Por último, resalto la gran capacidad descriptiva del narrador acerca de las ciudades. Primero, habla de Ciudad Juárez como un atractivo de diversión para los turistas estadounidenses por tener burdeles, corridas de toros, carreras de caballos, peleas de gallos, casinos, etc.  Se pretendía cumplir las más mínimas demandas de los clientes, por ejemplo, buscar mujeres enanas para convencerlas de volverse prostitutas y complacer así a los gringos. También se retrata cómo la revolución se consideró un espectáculo para los residentes del vecino país. Tal fue el caso de la Toma de Ciudad Juárez en 1911, en la que “los paseños se amontonaban en las riberas del Río Bravo para observar las batallas lo más cerca posible, aun con riesgo de su propia vida porque nunca faltaba una bala perdida que llegaba por ahí”.

Los espectadores de aquel lado del río reían, compraban botanas y señalaban a los vencidos como si de un show de televisión se tratara. A pesar de todo, Luis Treviño se jacta del resultado de su aventura revolucionaria en Columbus: a partir de la invasión, dicha ciudad fue puesta en el mapa. Los residentes crearon un museo y hasta un documental con las fotografías que los mismos periodistas estadounidenses tomaron. Columbus, según este personaje, “sobrevive en buena medida gracias al turismo que va a preguntar sobre nuestra invasión del dieciséis”. Eso es con lo que se queda aquel soldado villista.

La novela resulta un tanto pesada si no se intercala la lectura con pequeñas investigaciones sobre las referencias históricas que se hacen, sobre todo de las batallas; o si simplemente el tema de la revolución o la figura de Villa no interesan. No obstante, la lectura del texto de Solares cumple una función importante al momento de querer adentrarnos en lo que ocurrió previamente a la invasión o dilucidar aquello que movía a los que se metían a la bola revolucionaria, sobre todo en nuestro contexto fronterizo. También permite conocer la evolución de la famosa figura del Centauro del Norte, tan amada y despreciada a la vez.

El lector se convierte en ese interlocutor a quien el viejo Treviño dirige su inagotable y viciosa plática de recuerdos, los cuales, según él mismo, pueden ser ciertos o no. Columbus sorprende constantemente con pequeñas frases espectaculares como esta joya: “Somos de Chihuahua y el desierto lo llevamos dentro, no tiene remedio”. Lo que sí aseguro es que, una vez terminada la novela, el lector entenderá el acontecimiento de Columbus y quizá despertará su curiosidad sobre qué otros eventos ocurrieron durante la época.

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Un poeta errante y herido de amores cura su nostalgia en El Recreo, un bar de la frontera (Parte I)

sábado, agosto 8th, 2020

En De Obregón… El Recreo (2012), un joven que se enfrenta a una vida de desencantos y constantes frustraciones decide refugiarse en un un bar juarense que se convertirá en el paradero de sus tristezas y preguntas existenciales, para luego reconocerse a sí mismo. Juaritos Literario enumera los puntos más importantes de esta novela de Mauricio Rodríguez.

Por José Manuel García-García

Ciudad Juárez, Chihuahua, 8 de agosto (JuaritosLiterario).- Esta es la historia de un joven que se enfrenta a las realidades de una vida de desencantos y constantes frustraciones en el norte de México. El Recreo, un bar juarense, es el lugar en donde se refugia y al mismo tiempo se hunde para reconocerse a sí mismo.

En De Obregón… El Recreo (2012), el autor Mauricio Rodríguez nos cuenta una historia de atmósferas urbanas muy sórdidas y poéticas, a la vez, con una prosa altamente expresiva.

A continuación, Juaritos Literario enumera los puntos más importantes a destacar de esta novela publicada por Sediento Editores.

1.- Novela donde un personaje (narrador) llamado Zerk Montecristo nos cuenta una parte de su vida. Zerk tiene tres estilos: el del narrador de una historia personal (drama + sexo); el estilo del periodista entrevistador de personajes locales (y promotor de un tugurio llamado El Recreo); y por último, el estilo de un vate que gusta del cuaderno-poemario en prosa hermética. Es una novela a tres manos, a tres niveles narrativos.

2.- De Obregón… El Recreo es la novela intermedia: pertenece a otras dos más en proceso de creación. En la primera novela, Zerk será un joven dedicado a crearse una identidad pre-juarense; en la tercera, llegará posiblemente al lugar Anhelado: Ciudad Obregón (Who knows?). Tal es la promesa, no escrita, del escritor Mauricio Rodríguez (proyecto que alguna vez me comentó).

3.- Para entrar de lleno a De Obregón… El Recreo daré un resumen: a Zerk lo acaban de divorciar y está de un humor de todos los diablos (si me permiten comenzar con un cliché). Estamos en el momento en que anota fragmentos de su pasado (remotFo), de su pasado cercano y de su presente de poeta en crisis (no es lo mismo un personaje en el límite de la angustia a uno en el inicio de su viaje a la Interzona Preapocalíptica). Como ya he anotado, Zerk, además de contarnos su vida, es el narrador-periodista que debe escribir una sección cultural con entrevistas a personajes de interés local. Y es el poeta que medita y anota frases que van del lugar común paródico-existencial al intento de una filosofía de vida (¿existe la felicidad por encima del determinismo provinciano?).

4.- Zerk se vale de un par de símbolos para evaluar su vida: Ícaro y Obregón. El primero consiste en el símbolo del Gran Fracaso: volar hacia el sol con alas de cera, etcétera. Así, Zerk es el loser que lo acepta, que intenta varios proyectos y fracasa, queda del lado de un sorpresivo divorcio, de un desengaño vital y de una poesía que se no se recupera del silencio etílico. El segundo es el de un lugar llamado Obregón, el lugar anhelado, el paraíso (auto)prometido (iré a “un lugar que en mi deseo se ha llamado Obregón”: On The Road / Over Gone / Obregón, dice el poeta Zerk). Allí lo espera (supuestamente) su amada, la felicidad, la segunda oportunidad sobre la tierra. Mientras eso ocurra, Zerk seguirá fiscalizando su actitud de vida: “no sé si fue mi imperante espíritu de ser poeta, escritor, escrutador de la noche, anacoreta, misántropo fracasado, lo que prevaleció en esa infructuosa relación [con su ex] o si en realidad simplemente no valgo madre como pareja”. Ícaro, como buen referente (ahora) posmoderno, sigue atento su caída, eligiendo las alternativas de vida, las (a largo plazo) desfavorables para sí mismo: “abandoné la posibilidad de estar con Mina a quien amaba, por seguir el estúpido ideal del matrimonio con una mujer que nunca me quiso de verdad. Fue un auto de formal prisión a voluntad”. Zerk-Ícaro: auto-reclamo que lleva la penitencia: dispersión existencial, errancia emocional, todo en una atmósfera que reclama ya un apocalipsis terapéutico.

5.- La novela carece de una secuencia cronológica (¿Cuál la tiene y para qué?). Leemos fragmentos donde el pasado y el presente aparecen intercalados. Si recuperásemos una breve cronología, anotaríamos que el protagonista viaja de Torreón a Ciudad Juárez. Ahí se enfrenta a la xenofobia de los juarenses, por eso anota amargado: “nadie es de aquí, sin embargo, todos se sienten con el derecho de amedrentar a los demás, causándoles la pena de sentirse despreciados, humillando sus ilusiones de progreso”. “He vivido sorteando calumnias, voces altaneras, bromas de pésimo gusto y la carga de defender una tierra de origen que ya no me reconoce como su hijo”. Tal es la suerte de este migrante: despreciado aquí, despreciado allá. Zerk es una identidad en crisis, vive un divorcio de ciudad, así su integridad simbólica es dolorosamente liminal: ya no es lo que fue, pero todavía no es lo que será. A la nueva ciudad la comienza a conocer a partir de paseos literalmente compulsivos: “Hallándome solo entre el hedor que se desprendía de las alcantarillas mezclado con los estanquillos que ofrecen colitas de pavo y demás fritangas, terminé por volver el estómago más de una ocasión”. Así, el joven Zerk se crea a sí mismo como un joven Flâneur de una ciudad grotesca, ciudad telón del crimen organizado, víctima de la cleptocracia política y la narcocracia autodestructiva (¿o cuánto dura el reinado de un narco?).

6.- De las calles de Juárez pasa a su formación educativa. Recuerda la universidad, las corruptelas de profesores y estudiantes de la institución por la que pasa. Pero evoca también a maestros excepcionales: “recuerdo entre ellos al Doctor García… un tipo que pasaba de los 60 años, con una personalidad que asemejaba a Sean Conney interpretando al padre de Indiana Jones, pero versión gay”. De estudiante brinca a trabajar como periodista y a participar luego en un taller literario para cumplir su deseo de ser escritor, poeta (me refiero al Taller Laesta, coordinado por aquel joven que ahora escribe esta reseña).

7.- La filosofía zerkiana se establece a medida que sus fracasos se multiplican. El Narrador recuerda: “siempre he dicho que ante lo inevitable –para bien o para mal–, no hay nada mejor que una sonrisa y una mentada de madre”. También reflexiona en un tono poético: “Qué culero sabe la cerveza cuando alguien llamado Nadie te hace compañía y solo para acrecentar la secuela de dolor y terminar platicando en voz alta con las paredes”. Y sobre las decisiones vitales equivocadas, dice: “de haber admitido que me había enamorado, las cosas en ese entonces hubieran sido distintas, pero en estas cuestiones el tiempo no se detiene y el cauce de la inexperiencia nos lleva por donde le da su rechingada gana”. Y volviendo al tono poético, reflexiona: “ya no estoy joven, estoy perdido en mis días de madurez inmadura, siempre voy en busca de no buscar, mejor me callo, esto de hablar es extender una serpiente para que a su propia voluntad le crezcan alas”. Su filosofía es práctica y al mismo tiempo, se ajusta a las formas de una narratividad poética propia.

8.- La vida emocional de Zerk resulta el tema dominante de la novela. Él es un personaje dolido, gris y miserable. En medio de una crisis social (narcoviolencia generalizada en juaritos), “justo en este bello instante caótico, la muy cabrona de mi esposa, decidió mandarme a la chingada”. El divorcio también significa una fractura de identidad (que se suma a la separación de su terruño, más las narco-balaceras de aquellos días. Su drama, en más de un sentido, es la situación colectiva de los jóvenes que vivieron de cerca la ultra-violencia social y el abandono de proyectos personales que quedaron en el basural de los sueños. Pura nostalgia en presente continuo, como si el pasado fuese un purgatorio avasallante, ni modo, naciste del lado loser y eso significa (al menos en esta narrativa) aceptar de antemano cualquier pecado que mañana se cometa, así, hay páginas que te llevan directo a las catacumbas de la asfixia emocional.

9.- El narrador tiene como Lugar Privilegiado el antro llamado El Recreo, un lugar (en realidad) sobrevaluado por la amistad entre el cantinero (don Tony) y algunos de los poetas locales dedicados al alcoholismo semanal. Es un establecimiento claustrofóbico, de mesas pequeñas y una hermosa barra y un gran espejo que ayuda a entretener la idea de falsa amplitud. No es el Lontananza de David Toscana, pero sí un bar que ayuda al turista cultural a sentir un vago toque de misticismo estético: aquí estuvo Etcétera, el poeta mayor. Consiste en la oferta bohemia de una provincia plagada de antros ruidosos o de cantinas exclusivas donde la clase media avejentada se reúne para escuchar boleros de (apenas) hace 30 años.

10.- El Recreo es el paradero de la Nostalgia, el lugar para sufrir en grupo con música de rockola de los años noventa. Las tristezas del protagonista se desarrollan ahí, frente al gran espejo que va dibujando a los parroquianos, a sus gestos de película sin voz. Pareciera que ese espejo es la pantalla perfecta donde todos los personajes secundarios existen, encerrados ellos también en una múltiple prisión: El Recreo, el espejo de El Recreo y las imágenes recordadas por el narrador de la novela: “aquellos personajes observados en la barra de El Recreo, donde a través de una sola voz, el personaje principal, es uno con muchas voces. Dentro de él se escuchan sus compañeros de bohemia”. Zerk dixit.

11.- En nombre de la bohemia, Zerk se va creando para sí un yo ideal: el poeta errante, herido de amores, siempre cachondo y nostálgico soñador de un futuro llamado Obregón, ese lugar incierto de una incierta cita con la felicidad. La bohemia es (en todo caso) la actitud del poeta que imita la cercana (nomás a un siglo de distancia) imagen del Flâneur parisiense modernista: vagar por una ciudad apocalíptica, paupérrima. Zerk la llama (con todo el poder de síntesis que tiene) la Ciudad del Crimen. En este sentido, Ciudad Juárez es una especie de Limbo cercano al Infierno, una Isla de Circe, y Obregón será el espacio que la poesía le he prometido: su Ítaca, su deseo postegrado. Zerk-Ulises en permanente búsqueda de su destino; Zerk liminal (ser liminal).

12.- La novela de Zerk se puede leer también como un texto de autoficción. Mauricio Rodríguez se empeña en decir que no es una obra autobiográfica, y tiene razón, pues resulta mejor un texto donde la biografía real del autor se mezcla con la vida del narrador ficticio. Recordemos que la autoficción es el enmascaramiento de los trazos fáctico-biográficos del autor real de la obra. Trazos de realidad demostrables: Zerk, al igual que el autor real (Mauricio Rodríguez) viene de Torreón, desde joven radica en Ciudad Juárez, donde estudia, se casa, se divorcia y trabaja.

Tanto el autor como el personaje ficticio sufrieron la xenofobia local, ambos (además) son asiduos parroquianos de El Recreo, y los amigos son los mismos: los miembros del taller literario Laesta (esto no se menciona, solo sus nombres de ellos): Antonio Flores Shroeder, Jorge López Landó, Juan Pablo Santana (Jean Paul), Susana Chávez, y otros conocidos autores locales. Mauricio Rodríguez y Zerk Montecristo son periodistas, sostienen la sección El Puente donde entrevistan a personajes atípicos locales (Harold Edmonds y los Merolicos).

Hay una parte memorable, cuando Zerk-Mauricio, busca a una amiga (que ahora es un mito feminista): “le pregunto al cantinero [de El Recreo] por mi carnalita Susana [Chávez], la vaga, la poeta, y me dice que estuvo aquí un par de noches, pero después de ponerse una buena juerga, terminó cantando canciones de Chavela Vargas y después de pelearse y mentarle la madre a media barra, salió y desde entonces no ha vuelto. Ya regresará”. Sabemos tristemente, que Susana no iba a regresar ya más. Resulta un acierto esta prolepsis cifrada para los iniciados en las biografías de lxs mártires de la misoginocracia.

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ENSAYO desde Juárez | Memorias de Pancho Villa: un diario del insurgente que se convirtió en leyenda

sábado, agosto 1st, 2020

Durante años, el mito negro del Villa bandido y sanguinario se apoderó de la historia nacional. Aunque estas páginas no niegan la templanza del Centauro del Norte, también nos lo muestran en un papel más humano; un hombre que lucha y es fiel a sus ideales, aunque estos impliquen su reclusión o el robo.

A manera de diario militar y personal, Memorias de Pancho Villa se divide en cinco libros y cada uno sigue la cronología del héroe, desde su surgimiento hasta su ocaso.

Por Graciela Armendáriz Chávez

Ciudad Juárez, Chihuahua, 1 de agosto (JuaritosLiterario).- Martín Luis Guzmán (1887) nace, como la Revolución, en Chihuahua, tierra a donde volvió solo para ver fallecer a su padre, coronel del ejército porfirista, a manos de los alzados en 1910. Antes de morir, su progenitor le hizo ver los errores del gobierno federal y le sembró la semilla revolucionaria que floreció tiempo después.

Desde muy joven sus intereses literarios lo llevaron por el camino de las letras permitiéndole fundar, a los 14 años, la revista Juventud. Sus primeros años transcurrieron entre la ciudad de México y Veracruz, hasta que ingresó a la Escuela Preparatoria Nacional y posteriormente a la carrera de Leyes en la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1909 en la capital del país.

Luego, interrumpió sus estudios para ocupar la cancillería del consulado de México en Phoenix, Arizona. En 1912 se unió al Ateneo de la Juventud, donde al lado de personalidades como José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes y su mentor, Pedro Henríquez Ureña, se replanteó el sentido en que la literatura y el arte se acercan a los obreros en comparación con la clase dominante.

Esta generación se propuso reivindicar el papel de la educación dotándola de rasgos humanistas; además se preocupó por el amor a lo nacional y por alejarse de las ideas porfiristas que apuntaban a lo extranjero para encontrar y resolver un mejor futuro mexicano.

Esta visión y las palabras ante mortem de su padre, llevaron a Martín Luis Guzmán a enfilarse en el movimiento revolucionario. En 1914 llegó a Chihuahua por órdenes de Carranza, quien lo envió con el propio Villa para anunciarle la fundación de un periódico que defendiera los ideales insurgentes.

Así comenzó una travesía nacional, sobre todo por el septentrión y esencialmente villista, alejado de la vía carrancista que le había facilitado el acercamiento con el caudillo. Guzmán fungió como agente de negocios del Centauro del Norte en Estados Unidos, reforzando de esta manera su lealtad y cercanía al personaje.

En 1923 el escritor, obligado por el presidente Álvaro Obregón, se exilió durante 13 años hasta que, gracias al presidente Lázaro Cárdenas, retornó a México. Poco tiempo antes, en 1937, su paisana, Nellie Campobello puso en sus manos los manuscritos de El general Pancho Villa, memorias que el propio Villa había dictado al periodista y militar Manuel Bauche Alcalde y que estaban en poder de la última de las viudas del caudillo, Austreberta Rentería. Guzmán retomó el legajo y comenzó a trabajar en Memorias de Pancho Villa. En 1938 se publicaron los primeros capítulos seriados y fue hasta 1951 que el chihuahuense concluyó la obra.

El texto posee una extensión aproximada de 850 páginas. Aunque la magnitud pueda resultar abrumadora, los capítulos resultan cortos y el lenguaje permite una lectura rápida y amena. La historia se sujeta a la dimensión humana de Villa, pues adopta una narración en primera persona en la que sorprenden los modismos y el tono casi bondadoso en el que se presenta al líder de la defensa de los pobres, recordado por su bravura y tosquedad, al que aún se le ve como analfabeta.

En el prólogo se percibe la misión del libro: deconstruir la imagen del Centauro injuriado y calumniado y mostrarlo como un hombre sencillo, poseedor de una sabiduría moral de ranchero, militar sin formación escolar, pero responsable con el pueblo y la legalidad de la Revolución. La obra de Guzmán le da voz no solo al caudillo sino al movimiento insurrecto para hacer de él un bastión ético, capaz de confrontar y evidenciar los intereses que amenazaron la integridad del movimiento.

Memorias de Pancho Villa se divide en cinco libros: El hombre y sus armasCampos de batallaPanoramas políticosLa causa del pobre y Adversidades del bien. Cada uno sigue la cronología desde el surgimiento del héroe hasta el fracaso de la Convención de Aguascalientes, madurando en cada uno la figura insurgente que se convirtió en leyenda. Al recorrer las páginas, no insertamos en una especie de diario tanto militar como personal, pues nos entrega un hombre que llora, lucha y venga, que es fiel a sus ideales, aunque estos lo lleven a la reclusión en la serranía o lo orillen a robar.

Durante mucho tiempo el mito negro de Villa bandido, roba vacas, se apoderó de la historia nacional. Aún en su biografía se percibe la sombra de su crueldad, la pesadilla sanguinaria que esparcía por donde pasaba y en eso radica precisamente lo que alienta la lectura de este libro; pues aunque no niega la templanza del hombre, a quien no le tembló la voz para reclamar su fusilamiento ni la mano para cometer un homicidio, nos lo entrega en un papel empático y simpático en el que resulta fácil confiar.

Memorias de Pancho Villa es un referente ante la incredulidad de aquellos lectores que ven en el relato las impresiones políticas del escritor mexicano, quien después dirigió la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos en 1959 y llegó a la Cámara de Senadores una década después por parte del Partido Revolucionario Institucional, lo cual le permitió llevar al Congreso de la Unión el nombre de Francisco Villa, inscrito en letras oro entre los héroes de la Revolución y el correspondiente traslado de sus restos al monumento homónimo. Sin duda, la crónica militar engrandeció por el talento literario del escritor chihuahuense que consolidó el relato gracias a su papel de testigo, el cual le permitió adoptar el tono real de Villa y completar lagunas con la información que él conocía.

En el norte del país, en Chihuahua desde donde escribo, se conserva una tradición villista en la que se le enaltece y se le recuerda cada año con una cabalgata que parte de Ciudad Juárez hasta Hidalgo del Parral, donde los espera el festejo de las Jornadas Villistas con presentaciones musicales, la escenificación de su muerte y un homenaje. Un contingente nunca menor a 300 caballerangos inicia el recorrido desde el Portal del Milenio, y a través de su paso por el estado se integran hasta 4,000 jinetes más, sin contar a los miembros de sus familias que los siguen para establecer los campamentos, regaderas y corrales en donde pasarán la noche. Una vez desmontados y a punto de despedir el día, se escuchan corridos, alguna declamación villista y anécdotas, pues todos conocen a alguien que conoció a otro que luchó con el general o lo vio de cerca. A los montados los dirige el organizador de la cabalgata y otro hombre personificado con el atuendo militar con que aparece Villa en variadas fotografías.

La tradición inició en 1995, 25 años después de la labor de Guzmán, lo que me hace cuestionar si fue la importancia que cobró la literatura revolucionaria que inauguró el ateneísta o la existencia de una tradición oral que ameritaba ser escuchada, lo que intervino para dotar de tal fuerza el recuerdo del revolucionario. En cualquier caso, su valor es insondable.

Venimos de una cepa de hombres valientes, que incluso en la lejanía de las montañas norteñas, continuaron sus sueños de justicia y libertad, por los que lucharon con suma astucia estratégica desvelando traiciones, enfrentando sus personalidades y dando el innegable paso a la modernidad mexicana.

Pocas veces lo hicieron pacíficamente; sin embargo, los frutos de la Revolución aún son tangibles y nos hacen herederos de la valentía que se reafirma ante cada acto de injusticia y nos anima a la toma de acciones decisivas para encarar los problemas. Por ello, vale la pena cuestionarnos si nuestra posición inquisidora ante situaciones, llámense manifestaciones feministas o la propia defensa del agua en nuestro estado, consiste realmente en el problema.

En pleno siglo XXI, volvemos a la espiral histórica donde se concibe la idea del progreso desde una visión porfirista que poco se encara con la lucha de los ideales nacionales y homogéneos, los cuales infortunadamente, no distan mucho de la pelea revolucionaria. Por lo que, en tiempos de aislamiento voluntario, vale la pena tomar en nuestras manos este texto que confina el pasado a una lección historiográfica que, de no conocerse, se repetirá inevitablemente.

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Mujeres eternas, de Adriana Candia: un recuento de crónica breve fronteriza desde la mirada femenina

sábado, julio 25th, 2020

Las crónicas de Candia, publicadas en los periódicos de los años 80, unen literatura y periodismo; estilo personal y giros idiomáticos juarenses; unen el ensayo y la descripción (a veces lírica) de un evento o de un personaje alegórico.

El libro Mujeres eternas: crónicas de Adriana (2016) se puede leer como el archivo de una época y como la perspectiva literaturizada de una realidad. Dualismo textual: relatos literarios y literalidad testimonial.

Por José Manuel García García

Ciudad Juárez, Chihuahua, 25 de julio (JuaritosLiterario).- Uno: Contra la pretensión del olvido. 1.- Candia es la precursora de la crónica breve fronteriza desde la perspectiva femenina. 2.- Sus crónicas (publicadas en los periódicos de los años 80) unen literatura y periodismo; estilo personal y giros idiomáticos juarenses; unen el ensayo y la descripción (a veces lírica) de un evento o de un personaje alegórico.

3.- El libro Mujeres eternas: crónicas de Adriana (2016), se puede leer como el archivo de una época y como la perspectiva literaturizada de una realidad. Dualismo textual: relatos literarios y literalidad testimonial. 4.- El artículo periodístico es útil y efímero: tiene fecha de caducidad; al cumplir su papel informador pasa a ser archivo para el antropólogo social y para el historiador.

5.- El texto literario, en cambio, busca trascender a través de un personaje memorable: una escena debe ser breve y perfecta. Un texto literario si es malo se olvida pronto; si es bueno (como son las crónicas de Adriana), se queda en la atmósfera interior de sus lectores.

6.- Leemos la crónica urbana para enterarnos de un suceso clave o de un personaje emblemático que representa una época, y para disfrutar de una perspectiva estética (lo que todavía llamamos ‘el estilo literario’) que ha sabido condensar un momento real en palabras precisas.

7.- Recordemos: en Ciudad Juárez hubo varios cronistas importantes que publicaron sus artículos en libros: Armando B. Chávez (El pensamiento y obra de ilustres chihuahuenses, 1976; Riqueza cultural y artística de Ciudad Juárez, Chihuahua, 1985); Ignacio Esparza Marín (Historia de la imprenta, 1978; Monografía histórica de Ciudad Juárez, 1986-1991); David Pérez López (Historias cercanas, 2004; Los años vividos, 2005), Raúl Flores Simental (Crónica en el desierto, 1994; Crónicas del siglo pasado, 2013), así como otros periodistas que escribieron sobre la vida nocturna juarense.

8.- Raúl Flores Simental es el que le da a la crónica juarense la categoría de excelencia literaria, con un estilo conciso, ameno, didáctico, y una propuesta emocional precisa: podemos ver el pasado a través del prisma de su nostalgia y su humor irónico.

9.- Adriana Candia escribió en su prólogo a Crónicas del siglo pasado lo siguiente: Flores Simental nos regala: un “tesoro de instantáneas’, ‘cápsulas de información’, ‘retratos de los juarenses en determinado momento o circunstancia’, ‘donde aparece la esencia de lo que hemos sido y somos’, con un dominio de ‘la frase, la palabra y la imagen exacta’, con ‘una gran dosis de nostalgia’, y ‘el toque lúdico’, ‘con su particular uso del lenguaje y la elección de una imagen especial arrancada del mismo pueblo’, son retratos de ‘personajes, costumbres, rituales y pasajes urbanos”.

10.- Con las crónicas de Flores Simental, apunta Adriana, “podíamos suspirar, sonreír, emocionarnos o simplemente vernos reflejados en unos cuantos pincelazos que pocas veces alcanzaron la extensión de dos cuartillas’. Su obra es ‘un compendio para la sociología o la microhistoria’ y un ‘cofre literario’, ‘una gran herencia, nuestro espejo.”

11.- En el libro de Adriana los personajes femeninos son alegorías de la víctima social: la sirvienta que cruza todos los días a El Paso, la mujer que vive las falsas oportunidades del subempleo, la que se renta para el baile, la luchadora, la que vende ropa usada, la indígena indigente, la soñadora que vive en la miseria absoluta.

12.- Adriana se enfoca en un personaje para hablarnos del ‘tejido social’ general; sus protagonistas son partes de un todo y ese todo es un contexto ‘disfuncional’: el irónico ‘mejor de los mundos posibles’ volteriano, el lugar que nos tocó vivir y dar un testimonio literario.

13.- Las crónicas de Adriana ejerce la crítica cultural femenina: literatura ‘de género’, feminismo de facto, sí, pero desde la sátira: da gusto leer la mofa que Adriana ejerce contra la misoginia, la hipocresía oficial y el lenguaje encrático adocenado (esa gramática de lo mediocre celebrado por el poder). La sátira exige un lenguaje carnavalesco (a la manera Monsiváis), la literaturización de la palabra cotidiana revirada contra el enemigo cultural.

14.- Subrayo una estrategia literaria de Adriana: la brevedad. Son textos breves porque así lo exigía el formato periodístico: la media cuartilla o una cuartilla y media es la medida, el espacio que ‘generosamente’ ofrecen los diarios locales. Adriana logró hacer de ese problema la solución: en un mínimo de palabras, darle un máximo de significados. La economía obligó a la precisión, a la concisión, sobre todo a la densidad de ideas y comentarios.

15.- De las 42 crónicas, sólo dos exceden las 800 palabras: “Las tropas de entonces” con 863 palabras, y “Pasajeros con destino…” con 891 palabras. En cambio, la mayoría de las micro-crónicas constan de 300/350 palabras, las más breves: “Canto, sudor y lágrimas” tiene 265 palabras, “Descubrió la espera”, 303 palabras, y “Una de vaqueros”, 313 palabras.

16.- Otras características son la precisión de frases y uso de parodias contra el lenguaje dominante (el lenguaje tevecrático de la época). El riesgo consiste en parodiar en un país donde apenas se conocen las referencias culturales-literarias (las referencias intertextuales, las citas (o)cultas que aparecen en cada una de las crónicas de Adriana. Hay que tener un conocimiento de la cultura de la época para gozar de las sátiras propuesta por la autora, esto lo sabe ella, de allí su glosario incluido en la última sección del libro).

17.- La crónica breve es un estilo, un género, y también un vehículo para expresar una ideología personal: la crítica social. La mayoría de las crónicas de Adriana son denuncias de una forma de injusticia; los personajes sirven de alegorías de la condición marginal. Detrás del humor literario está la responsabilidad de tratar temas serios en formatos breves, de anécdotas pensadas para hablar de lo que los sociólogos llaman ‘la subalternidad fronteriza’.

18.- No es un humor ‘facilista’, es un humor que a veces se vale de la retórica subtextual (escondida, ya lo mencioné) y extratextual (relacionada con otro texto de la época). Son crónicas breves donde se condensa la simpatía por las víctimas sociales, la admiración por el ingenio de la sobrevivencia y contra la apatía de los que han originado esta condición sociopolítica.

19.- También son crónicas de una fuerte emoción nostálgica. La nostalgia es una forma de sentir el pasado, lo vivido como una forma exclusiva y a la vez compartida. Entendemos la nostalgia de Adriana en sus imágenes de (por ejemplo) un amanecer cubierto de nieve. Nieve que de una pincelada eliminó la fealdad de la ciudad construida a retazos, con las sobras del país vecino. La nostalgia es también literariamente selectiva y colectiva.

20.- Los recuerdos de Adriana son ahora nuestros.

Dos: Las voces de nuestra ciudad

1.- Hablaré brevemente sobre algunas de las crónicas de Adriana, las que reflejan crítica social y las que hablan de una profunda emoción nostálgica.

A) La micro crónica “Mazahua”, es la historia de una mujer indígena que llegó a Juárez huyendo de la miseria del campo mexicano; ahora vive en la miseria de la urbe juarense. Pobre y nostálgica “se acordó de aquel paisaje de Toluca que miraba cada mañana al despertarse. Un cielo amplio y limpio bordeando el cerro y sus verdores, confundiéndose con el humo de las casitas recién despiertas.” Su vida en Juárez es la de un personaje invisible, presencia ignorada, vida anclada en lo más amargo de la agonía social.

B) La micro crónica “Las que se van” es la historia de una joven que decide irse a Estados Unidos; sus planes, el suspenso sostenido del viaje, el cruce al otro país y su trabajo rutinario, cumplen el ciclo de un destino emblemático. La vida del personaje es la vida de millones de mujeres emigrantes: “Escribe de vez en cuando, llora alguna ocasión, trabaja diez horas diarias y piensa poco en volver porque ahora ya lo sabe: Como ilegal nunca tendrá la fortuna con la que una vez soñó regresar.” Es otro personaje más que vive más allá de la marginalidad: ella es el resultado de una sociedad que necesita esclavos desechables o deportables si acaso exigen algo tan remoto como es una existencia humanamente decorosa.

C) La micro crónica “Ranazos, y quebradoras” es la descripción lúdica, humorística y también lírica de las reinas del costalazo, las luchadoras: “¡Chíngala! ¡Chíngala!’, silbidos, aplausos, ‘¡Mátala Canalla!’, ‘¡Mátala para que aprenda!’. Silbidos, piedritas, cáscaras de cacahuate, pedazos de naranjas, semillas y toda una colección de restos de comida masticables reciben a las mujeres luchadoras en la escena.” El ambiente adecuado para el espectáculo de lo estrafalario que los culturalmente pobres tienen por desfogue: “Suenan los ranazos, las planchas y las quebradoras; la asistencia aúlla, el réferi también patea y lucha, pero ellas siguen fingiendo sin hacerse daño; un último maromeo acaba con la pelea, los que pagaron se quejan y protestan con otra lluvia de cascarazos, pero ya hay vencedora y las dos sonríen mientras se encaminan al vestidor. Adentro se dan la mano, reciben sus 30 mil y el espectáculo sigue afuera.” Gracias a la descripción, la enumeración de acciones rápidas que ocurren en el cuadrilátero, los que conocemos ese espectáculo recordamos otros momentos del pancracio épico, y al mismo tiempo, gracias a la destreza literaria de la cronista, apreciamos haber presenciado un momento grave y patético del Arte del Costalazo.

2.- Ahora cito y comento tres ejemplos de las crónicas de la nostalgia literaria de la autora:

A) La primera, tal vez la más representativa del estilo de Adriana, se llama “Huele a lluvia”, es una crónica que se aleja del comentario social y se sumerge en los recuerdos personales, los recuerdos de niñez, que (entendámoslo así) es un recuerdo colectivo, un recuerdo ‘que hace comunidad’, como dijeran los sociólogos. ¿Qué juarense (de los años anteriores a la invasión a los cerros del poniente) no disfrutó de la lluvia de los veranos, sus olores a campo? “El inconfundible perfume a gobernadora y tierra húmeda eran el único, pero feliz anuncio de aquellas lluvias de verano repentinas; aroma de milagro sobre la tierra reseca, moribunda, ya para finales de junio; sólo unos momentos antes de los chaparrones que llenaban de alegría, aunque sea unos minutos, el lomerío y el desierto de Ciudad Juárez.” A unos el sabor, el olor a una magdalena les da para la búsqueda del tiempo perdido, a otros un olor a tierra mojada les da para recordar lo mejor de los tiempos de ayer.

B) “Casa con pájaros” es otra crónica o microrrelato que habla de aquellos ancianos que llegaron a Ciudad Juárez con sus costumbres campiranas, viviendo en casas con patios llenos de flores y tardes de conversaciones pausadas, y el constante escándalo de las aves en sus amplias jaulas: “La pareja gastaba las horas cuidando gorriones de plumaje simple, pero hermoso canto; cotorros habladores que sabían silbar y decir dos o tres palabras; loros, pajaritos de amor amarillos, azules y verdes y muchas aves más con plumajes bellos que comían frutas y semillas.” Momentos que muchos juarenses vivimos, pero de los que sólo una autora guarda en la memoria colectiva de la crónica.

C) “A la puerta” es micro crónica dedicada a los vendedores ambulantes, los que ofrecían con sus gritos (gama de estilos) las yerbas medicinales, la golosinas, los tamales: “Todos estos hombres hacían un alto en nuestras sencillas vidas por unos minutos cada día; pero se quedaron en los recuerdos de aquellas calles polvorientas. ¿A dónde habrán ido ellos y cómo habremos quedado en su memoria?” La memoria es una imagen poblada con frases que describen momentos, esos que Adriana vivió, que ahora vivimos a través de sus palabras.

3.- Las características de una crónica perfecta fueron descritas por Adriana en su prólogo al libro de Flores Simental. Puedo decir que sus palabras se aplican también a Mujeres eternas, su propia obra: brevedad, literaturización, elección de personajes y eventos claves que perfilan en su microcosmos una ciudad y su interminable duplicación de destinos paralelos, similares, agónicos y nostálgicos.

4.- Ante la gravedad de la vida efímera (parece decirnos Adriana) sólo nos queda dejarla bien escrita. Tales son nuestras memorias, al fin y al cabo: juarenses.

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Ciudad Juárez, versiones de una toma: diversas voces relatan un evento clave para la Revolución

sábado, julio 18th, 2020

Este libro reúne una serie de versiones sobre un mismo evento: la toma Ciudad Juárez en mayo de 1911. Con imágenes, el autor divide los textos de 16 hombres en cuatro grupos: los periodistas, los civiles, los médicos y los militares de ambos bandos. Esta compilación muestra el contraste de los testimonios y destaca a los personajes menos populares.

Por Fernanda Villalobos Ocón

Ciudad Juárez, Chihuahua, 18 de julio (JuaritosLiterario).- Leer Ciudad Juárez, versiones de una toma: 1911 resulta una experiencia diferente, ya que pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar diversas voces sobre un mismo evento. Continuamente oímos decir: “¿Qué voy a saber yo? No conozco la otra parte de la historia”.

Por ello, este libro, publicado en 2011, ofrece una variedad de testimonios que retratan los antecedentes, el inicio, desarrollo y el final de un evento decisivo para la Revolución Mexicana: la Toma de Ciudad Juárez, efectuada entre el 8 y 10 de mayo de 1911. Los dos días y medio que duró la batalla significaron el principio del triunfo del movimiento maderista.

La compilación de las dieciséis versiones, perspectivas o historias la realizó José Manuel García-García, juarense nacido en 1957 y autor de otros libros con temática histórica como Don Rómulo Escobar: Selecciones de artículos y ensayos 1896-1946 y el poemario Guardamemorias y Paso del Norte: Ciudad Juárez: Textos de su historia y su cultura (1535-1899).

Ciudad Juárez, versiones de una toma: 1911 viene acompañado por una selección de imágenes de Rubén Mejía, las cuales muestran a los involucrados y algunos momentos relevantes de la batalla. Además, cuenta con una introducción a cargo del propio antologador y, al final, con una bibliografía de las fuentes consultadas.

García-García divide los textos de los dieciséis hombres que, de una u otra manera, estuvieron involucrados en la Toma, en cuatro grupos. Primero se encuentran los periodistas: Gonzalo G. Rivero, T.F. Serrano, Timothy Turner y Alberto Heredia; luego, los civiles: los médicos Ira Bush y Francisco Vázquez Gómez, Roque Estrada y Francisco I. Madero; el tercer grupo lo conforman militares de ambos bandos: el general Juan Navarro, Rafael Aguilar, Francisco Villa, Giuseppe Garibaldi, Máximo Castillo, Heliodoro Olea Arias y Marcelo Caraveo; por último, en un grupo aparte, el investigador incluye al cronista Armando B. Chávez.

Este emblemático acontecimiento, según el historiador Pedro Siller (cuyo libro 1911. La batalla de Ciudad Juárez/ I. Historia se reseña en la introducción), decidió el destino de la Revolución, ya que puso a prueba a personajes reconocidos en la cultura popular como Pancho Villa y Pascual Orozco y llevó al poder a Francisco I. Madero.

A través de estas versiones descubrimos actitudes, decisiones y microhistorias que muestran las raíces que impulsaron el enfrentamiento y las condiciones que permitieron el triunfo de los insurrectos. Si duda, leer dieciséis voces sobre el mismo hecho resulta un tanto abrumador, pero solamente así podemos contrastar las perspectivas y vislumbrar los diferentes objetivos que cada uno de los participantes tenía, dependiendo de sus intereses y de su bando. Por ejemplo, las cartas de Madero buscaban reafirmar su autoridad, tan cuestionada por otros, y demostrar que siempre persiguió la paz. El informe del general Navarro, en cambio, escrito casi un mes después, deja constancia de su lucha para obtener la victoria y que si no la consiguió se debió a que las condiciones de los federales se encontraban en clara desventaja en cuanto a número de hombres.

Las versiones abarcan diferentes momentos de la Toma, desde los antecedentes que cuentan el periodo de armisticio hasta lo que ocurrió después de la victoria de los revolucionarios. A continuación, resaltaré cuatro puntos que me parecieron interesantes o divertidos por sí solos o al contrastar las diferentes visiones:

El primero recaen en el inicio del combate, un hecho bastante contradictorio y confuso. Serrano y Heliodoro Olea Arias apuntan que las hostilidades comenzaron debido a unas declaraciones del coronel Manuel Tamborrel, dadas a la presa extranjera, donde injuriaba a los revolucionarios llamándolos “roba gallinas”, esto aunado a los bajos ánimos que circulaban entre los bandos porque todos querían atacar. En la misma línea se encuentra el doctor Francisco Vázquez Gómez, pues afirma que los federales los insultaron diciéndoles miedosos, lo que provocó el ataque de forma intempestiva. Gonzalo G. Rivero y Manuel Caraveo ofrecen distintas perspectivas. Según el primero, una amiga de los revolucionarios cruzó el río al amanecer y los federales trataron de detenerla, por lo que sus amigos acudieron a ayudarla y así iniciaron los tiros. Caraveo, en cambio, asegura que Orozco y Villa planearon el comienzo del ataque sin las órdenes de Madero, ya que este insistía en un acuerdo de paz.

En segundo lugar, destaco los testimonios de Alberto Heredia y Rafael Aguilar que describen las condiciones de los federales y cómo se diferenciaban de la actitud revolucionaria. Heredia compara la capacitación y las fortificaciones de los militares, quienes se limitaban a acatar órdenes, con la perspicacia y el arrojo de los insurrectos, los cuales demostraban con sus acciones el interés por ganar. Aguilar, por su parte, señala el descontento de algunos soldados y oficiales federales respecto al general Navarro, situación que refleja el desencanto entre los combatientes. Incluso en otros textos se menciona que, al caer capturados como prisioneros, los soldados gritaban “Viva la Constitución” mostrando su apoyo a la causa maderista.

Asimismo, resaltan aquellos que utilizaron la pluma para describir su experiencia personal durante los días de la Toma y dejar constancia de sus aportaciones a cuento a la victoria revolucionaria. Máximo Castillo relata que siempre estuvo del lado de Madero, incluso en momentos de tensión y enfrentamiento, por lo cual recibió felicitaciones y agradecimientos de parte de los padres del presidente provisional. Villa también se declaró, con orgullo, fiel seguidor de las órdenes del líder.

Para el Centauro del Norte lo importante consistía en seguir al pie de la letra sus palabras y declara que si lo desobedeció en algún momento (como en el enfrentamiento que protagonizó junto a Orozco) fue porque su inocencia permitió que los demás se aprovecharan.

Por otro lado, Roque Estrada deja ver su descontento con Madero, pues, según él, su actitud de dirigente reflejaba cierto aire de fingimiento, por lo cual lo califica como indeciso y con una severa falta de autoridad. El doctor Ira Bush relata su propia aventura sobre cómo y por qué detonó sus primeros disparos para defenderse de los ataques de los federales con sus dos armas, apodadas “Tom” y “Jerry”.

El último punto que me interesa señalar tiene que ver con la rendición de Navarro. Giuseppe Garibaldi relata que los federales intentaron en varias ocasiones izar una bandera blanca para oficializar la derrota, pero los disparos de los revolucionarios cortaban la soga con la que la sostenían y por ello la batalla no culminaba.

Armando B. Chávez, en cambio, declara que el vencimiento del bando federal se debió al hambre, la sed, la falta de refuerzos y el agotador combate al que fueron sometidos los soldados. Esto último también lo afirma Navarro en su reporte y agrega que decidió rendirse para no abusar injustificadamente de las fuerzas de sus hombres.

Finalmente, menciono a Timothy Turner, quien aportó microhistorias que, más allá de las grandes figuras de la batalla, se centran en los revolucionarios sin nombre, ni rostro conocido. Narra, por ejemplo, la anécdota de un hombre quien, en medio de la cruzada, se encontró con un acordeón y comenzó a tocarlo, dejando de lado, por un momento, su arma.

También habla sobre un combatiente que, además de su rifle, llevaba una máquina de coser, la cual resguardaba para poder disparar. El testimonio de Turner sobre este tipo de situaciones tan humanas nos muestra, en dicho caso, que el empeño en el cuidado de la máquina consistía en el anhelo de llevársela a su mujer, quien lo esperaba en Villa Ahumada.

Como puede apreciarse, cada una de las Versiones de una toma: 1911 persiguen distintos objetivos y se cuentan desde un particular punto de vista. Esta compilación permite el contraste entre testimonios y, además, deja ver que quienes escribieron fueron personas de carne y hueso, presentes en esos momentos tan lejanos para nosotros.

La compilación de José Manuel García-García nos invita a reflexionar que aquí, en Ciudad Juárez, se libró una batalla decisiva, la cual no fue alentada y ganada únicamente por el interés del triunfo revolucionario, sino por motivos tan respetables como la lealtad a la causa y a sus líderes, y otros más humanos como el simple gusto por la música de acordeón o el empeño de guardar un regalo especial obtenido del botín para mantener la ilusión de volver a ver a la persona amada. Al desentrañar estas historias entendemos más de cerca la complejidad, humana, táctica y política, que atravesó y caracterizó a la Revolución Mexicana.

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El lado B del relato: Historias desconocidas de la Revolución Mexicana, de David Dorado Romo

sábado, julio 11th, 2020

Estas páginas recorren 30 años cruciales en la vida de dos ciudades hermanas: El Paso y Ciudad Juárez, protagonistas decisivas en la caída del Porfiriato. Una historia subterránea que sigue los hilos secretos de actividades como el espionaje, las imprentas clandestinas y el contrabando de armas y drogas.

Con amplio material iconográfico, este libro muestra a otros personajes además de las figuras célebres de la insurrección norteña: curanderas místicas, periodistas subversivos, desertores del ejército, fotógrafos aventureros, empresarios cinematográficos, contrabandistas, espías y familias prósperas que huyen de la Revolución.

Por Ulises Guzmán

Ciudad Juárez, Chihuahua, 11 de julio (JuaritosLiterario).- De la Revolución Mexicana se suele hablar mucho sabiendo poco. Queda la historia romántica de un puñado de hombres –forajidos, marginados y santeras– que decidieron, como por arte de magia, lo imposible: tomar las armas y rebelarse contra un régimen criminal, progresistas (para pocos), deshumanizante, como lo fue el de Porfirio Díaz.

El sesgo en la enseñanza de la Historia de nuestro país, así como la postura parcial tomada por las autoridades educativas al momento de enseñar dicha etapa, resulta en una pobre comprensión del evento que marcó un antes y un después en la historia del México democrático. Estos parteaguas necesitan la atención y trabajo de investigadores, ya sean historiadores o narradores, para comprender su hondura, matices y reveses.

Los procesos, contextos y secuencias causales a partir del escrutinio de fuentes documentales son la materia prima de los historiadores, pero esas narrativas historiográficas están plagadas de vacíos indescifrables; es decir, terreno fértil para los escritores. La novela histórica sigue siendo un género inagotable de ficciones, de posibilidades que encaucen lo ya ocurrido desde el terreno de la consecuencia.

Pensemos en las numerosas novelas sobre la Revolución, como las de Martín Luis Guzmán o Mariano Azuela. También figuran las de autores no-testimoniales, lejanos del tiempo convulso pero anclados a sus secuelas, como Carlos Fuentes y Jorge Ibargüengoitia. En el mismo acervo, pero desde otra perspectiva, más íntima y cercana a los que sufrían las balas resguardados desde sus hogares, contamos con la escritura de Nellie Campobello.

Sin embargo, me pregunto ¿cuál es el punto medio entre el quehacer científico y el arte de los fabuladores? ¿Se puede hacer Historia desde la anomalía, desde la particularidad que oculta una quebradura en los días comunes? Encuentro algunas respuestas en el libro que me ocupa en este ensayo, el cual se ubica en una factura periodística y testimonial, a manera de crónica.

Historias desconocidas de la Revolución mexicana en El Paso y Ciudad Juárez (Ciudad de México: Era, 2017), de David Dorado Romo, comenzó como la búsqueda exhaustiva, una cacería, de Pancho Villa llevada a cabo por el historiador, oriundo de José California. La casi obsesión que el mismo autor confiesa sentir por la figura del mítico y controversial militar mexicano le llevó a recorrer lugares tan distantes como Washington y la Ciudad de México. Además, optó como método de indagación caminar, es decir, transitar por los lugares que su sujeto de estudio solía frecuentar, y así, de alguna forma, merodear los gustos y costumbres que le ayudaran a reconstruir la vida de aquel hombre admirado por unos y odiado por otros.

De esta manera, su recorrido por las calles de las dos ciudades fronterizas, separadas por un nuevo muro e innumerables discursos racistas y carentes de sentido, significó una aventura hostil, sobre todo del lado mexicano en donde un turista y un investigador son indistinguibles para aquellos individuos al margen de la ley. Pese a ello, la información obtenida sobre Villa arroja nuevas luces sobre su personalidad. Acontecimientos como sus encuentros y negociaciones con un espía alemán llamado Maximilian Kloss; su aversión al licor y preferencia por los postres y bebidas azucaradas, así como su gusto por las mujeres, teniendo a dos parejas viviendo a pocos metros una de otra.

El objetivo principal Dorado Romo fue crear una psicografía de las dos ciudades, pero su búsqueda resultó en el hallazgo de material apasionante, invaluable, que otorga a la Revolución matices inéditos y da a las dos ciudades hermanas el papel que de verdad les corresponde en la historia binacional.

Entre los sucesos más interesantes que el autor menciona en su libro publicado originalmente en inglés, bajo el sello de la editorial paseña Cinco Puntos Press, en 2005, destacan las constantes entradas y salidas de prisión de Ricardo Flores Magón y sus aún más constantes publicaciones “tercas”, como las nombra Romo, comenzando con El hijo del ahuizote hasta llegar al Tataranieto del ahuizote. Lo cierto es que los periodistas mexicanos refugiados del otro lado del Bravo desempeñaron su papel de informadores y agitadores, ya que en sus publicaciones motivaban la crítica al gobierno oligárquico que se había apoderado de México en aquel entonces.

En El Paso, en vísperas de la Revolución, ser periodista era lo mismo que ser revolucionario. Como en nuestros tiempos, dicha labor no estaba exenta de riesgo, ya que la libertad de expresión tenía un límite y propasarlo implicaba el exilio, como bien lo sabía el célebre anarquista antes mencionado, y todos aquellos que vivieron en carne propia la censura, en ocasiones más implacable en el norte que en el sur de la frontera. Pocas veces concebimos a los periodistas el lugar que les corresponde, no solo como agitadores, sino como removedores de conciencias.

Igual de interesante resulta la vida y obra de Teresita Urrea, nacida en Sinaloa pero cuyo impacto en El Paso y otros lugares del septentrión resultó importante para el movimiento revolucionario. A ella, La Santa de Cabora, se le atribuía el poder de sanación, la capacidad para realizar milagros y muchos otros prodigios dignos de cualquier beato o santo del panteón judeocristiano. Su voluntad de ayudar a los pobres, sin cobrar un solo peso o dólar, comenzó a hacer ruido en una sociedad que despreciaba a los pobres y los iba recluyendo en barrios, que aún hoy existen y están considerados como sitios históricos como El Segundo Barrio.

El Paso Herald comparó a la Santa de Cabora, con el mismísimo Jesucristo, cuando su arribo a la ciudad texana, el 13 de junio de 1896, congregó a cientos de personas quienes acudieron a recibirla. Pensemos que Teresita Urrea también jugó un papel importante en el levantamiento de los tomochitecos contra el gobierno federal. Sus fieles acudían en peregrinaciones al Rancho Cabora, residencia de la Santa, a alabarle. Cuando las tropas de Porfirio Díaz comenzaron la ofensiva contra Tomóchic, el grito de guerra de sus pobladores, a pesar de la masacre, sacudió el devenir de la Historia: “¡Que viva el gran poder de Dios y la santa de Cabora!”

La Batalla de Ciudad Juárez, ocurrida en marzo de 1911, fue todo un acontecimiento para los paseños, quienes pagaban por un palco en los mejores tejados de las casas cercanas a la frontera para presenciar desde las improvisadas plateas un acontecimiento en el que vidas humanas eran segadas. El recurso de convertir la guerra en un espectáculo tampoco es ajeno a nuestros tiempos, solo que en aquella época no teníamos internet ni redes sociales para transmitir en directo los conflictos desde el lugar en donde ocurrían, pero desde entonces ya existía la capitalización de las tragedias de guerra.

Igual de interesante es la acción llevada a cabo por un músico local, Trinidad Concha, quien junto con su banda ofreció un concierto en el campamento de Madero en vísperas de la batalla. La música siempre ha sido parte de los movimientos sociales, sonando de fondo como el soundtrack del grupo de personas que toma las armas. Aunque el corrido ha sido el cantar de la gesta revolucionaria por excelencia (asociado a una figura con sombrero, cananas y bigote, al son de “La Adelita”), este estereotipo no concuerda con la banda de Trinidad Concha, quienes ejecutaban polkas, valses, mazurcas y marchas, música en boga en aquellos tiempos. Dorado Romo obtuvo esta información (datos, programas y fotografías) de la mano de los descendientes de los artistas, específicamente de uno de los nietos -el padre Antonio Concha-, sacerdote de la iglesia del Sagrado Corazón, ubicada a unas cuadras del puente internacional Santa Fe.

Tratar de resumir una obra tan extensa e interesante como Historias desconocidas de la Revolución resulta un ejercicio que inevitablemente dejará al lector de esta reseña a medias. Lo que no ocurrirá con la lectura o consulta del libro. Comencé, líneas arriba, diciendo que de ese movimiento armado se hablaba mucho y se sabía poco, pero para el autor esto no aplica. Supo ver en la cotidianeidad, en las actividades culturales, artísticas y de ocio de las dos ciudades hermanas un testimonio invaluable de aquel tiempo.

No solamente hubo balazos, traiciones, campesinos armados y, al final, una bola en la que nadie sabía contra quién dirigía el fusil. También hubo anécdotas y una nutrida microhistoria, la que se escribe desde arriba, en el subterfugio del archivo personal. Aseguro la sorpresa de quien se adentre en las páginas de estas historias desconocidas; vaticino la curiosidad de quienes quieran comprobar que la Revolución Mexicana se gestó en el extranjero, a unos pasos de la frontera.

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ENSAYO desde Juárez | ANTI-Festival: resistencia teatral, en formato virtual, ante la distancia

sábado, julio 4th, 2020

Hace más de cien días que todos los teatros en el país bajaron la cortina. En este contexto, para enfrentar las actuales condiciones económicas y de salud, 37 espacios de 18 estados de la República se unieron para organizar un festival virtual en el cual se programaron talleres, mesas redondas, y claro, funciones de teatro y de danza.

Existe una urgencia por adaptar el mundo de las artes escénicas a nuevos formatos. El objetivo a largo plazo es impulsar proyectos artísticos y ofrecer una multiplataforma donde se muestre el trabajo de más grupos capitalinos, foráneos, emergentes o con trayectoria, además de beneficiar a los foros y favorecer la descentralización.

Por Carlos Urani Montiel

Ciudad Juárez, Chihuahua, 4 de julio (JuaritosLiterario).- Hace más de cien días que todos los teatros en el país bajaron la cortina. Aunque las producciones escénicas se han venido volcando hacia las pantallas –en transmisiones online a través de diferentes plataformas digitales, con resultados dispares y propuestas por demás interesantes–, el sustento material de equipos creativos peligra, así como la manutención de los foros que ellos mismos administran.

La mayoría de estas compañías atraviesa una encrucijada, cuando no una disolución inmanente, viéndose sujetas a convocatorias extraordinarias como la emitida el pasado 27 de marzo por el INBAL y el Centro Cultural Helénico: “Espacios Escénicos Independientes en Resiliencia”. De las 237 propuestas recibidas por la Coordinación Nacional de Teatro, se otorgó un total de 91 apoyos ($150 mil en promedio) a espacios escénicos independientes, dejando a 146 a la deriva.

La ANTI, con esas estratégicas siglas que más adelanté comentaré, venía gestándose desde hace un par de años por varias agrupaciones con sede y local en el centro del país, tales como La Capilla, La Titería, El Milagro, Un Teatro y Foro Contigo América. Estos cinco grupos formaban otra Red, la de Espacios Culturales Independientes Organizados (RECIO), integrada al Colegio de Productores de Teatro, la cual decidieron abandonar “porque teníamos objetivos diferentes, no sólo estéticos, sino también porque somos compañías sin fines de lucro”. Así lo explicó en rueda de prensa el escenógrafo Gabriel Pascal, de Teatro El Milagro, quien además precisó que, para ellos, “el tamaño del sitio escénico independiente sí importa, pues tenemos espacios para menos de 120 espectadores… Por eso decidimos juntarnos con quienes consideramos nuestros pares”.

Con el propósito de hacer frente a las actuales condiciones económicas y de salud, 37 espacios de 18 estados de la República se unieron para conformar la ANTI. Además de beneficiar a los foros, este proyecto favorece la descentralización de las artes escénicas. El objetivo a largo plazo es impulsar sus proyectos artísticos y ofrecer una multiplataforma (a manera de giras o residencias) en donde se muestre el trabajo de otros grupos o creadores capitalinos, foráneos, emergentes o con trayectoria.

Pascal y Jessica Sandoval, directora de Un Teatro, también hicieron hincapié en el vacío legal que existe respecto a los pequeños teatros, muchas veces establecidos en casas habitación adaptadas para montar espectáculos. Una posible ley general de las artes escénicas debería amparar a estos inmuebles, favoreciendo, por consecuencia, las condiciones de trabajo de los equipos creativos residentes: elenco, directores, productores, administrativos y técnicos.

En este panorama, la primera acción de la ANTI consistió en la organización de un Festival Virtual, en el cual, del 15 al 30 de junio, se programaron, por la mañana, talleres, conversatorios y mesas redondas, y, por la tarde y noche, funciones de teatro y danza, dirigidas por las compañías participantes en representación de sus espacios y, con el apoyo, en cuanto a difusión, de la UNAM, el FONCA y la Secretaría de Cultura. Todas las obras, fueran en vivo, grabadas e incluso algunos estrenos, tenían costo. Las entradas se adquirían a través de Boletópolis.com, en donde uno escogía el precio del boleto entre tres opciones: $50, $100 y $150 (más su respectivo IVA). Los talleres, por su parte, tenían un costo especial.

Como medio de comunicación independiente, Norteatro, el colectivo al que pertenezco, solicitó dar seguimiento al evento a través de reseñas sobre las funciones. Nos contactamos días antes de que iniciara a través de sus canales oficiales para plantearles la colaboración. No pedíamos cortesías, solo que compartieran los contenidos en sus redes, ya que nosotros vimos una gran oportunidad para apreciar de manera crítica el trabajo escénico de las agrupaciones con más renombre en el país. El Festival comenzó y nuestra solicitud se diluyó entre mensajes mal direccionados y correos imprecisos.

Esta actitud me llevó a darme cuenta de que aunque los organizadores entiendan el ANTI-Festival como una acción artística de resistencia teatral ante la distancia, había mucho de oficialidad en el evento. A pesar de su slogan y las convenientes siglas que le dan identidad a la Asociación, la gran parte de sus miembros gozan de becas, apoyos y fideicomisos, ya sea extraordinarios debido a la pandemia –como el mencionado allá arriba para espacios en resiliencia o el llamado Contigo en la distancia–, o estables para grupos –México en Escena o EFIARTES– y artistas pertenecientes a Jóvenes Creadores del FONCA o al Sistema Nacional de Creadores de Arte, del mismo Fondo.

Los estímulos que operan durante el confinamiento han sido meros paliativos para los beneficiados –un curita para una honda fractura– e insustanciales para una enorme comunidad de teatristas.

De cualquier forma, Norteatro conformó un equipo de 13 críticxs teatrales (en su mayoría de Ciudad Juárez, aunque también recibimos textos procedentes del Estado de México, Monterrey, Chiapas, Oaxaca y Sevilla) con la tarea de presenciar y reseñar el mayor número de montajes posibles. Nuestro trabajo puede ser consultados a través del blog del colectivo www.norteatro.com o del perfil en Facebook.

Ante la variedad de propuestas y lenguajes teatrales adaptados al formato digital es difícil elaborar un comentario que englobe a la programación artística vía Zoom del ANTI-Festival. Hubo puestas en pantalla realmente loables en tres sentidos:

1. Ya sea por la explotación y experimentación de las cámaras: encuadres, tomas y secuencias inéditas en el teatro. Aquí incluyo las presentaciones de Teatro Telar, Telón de Arena, TRES Colectivo Escénico, Foro Café, El Milagro y la función de clausura, a cargo de César Enríquez.

2. Por volcar todo el peso de la dramaturgia en el trabajo actoral de los intérpretes, quienes ponen cara y gesto de frente a la cámara en un primer plano. Aquí van las puestas en pantalla en vivo de Los Endebles y las grabaciones ad hoc de Teatro Bárbaro.

3. Por un esfuerzo en ambos sentidos; es decir, producciones teatrales adaptadas y enriquecidas por un nuevo medio de transmisión remota. La obra de Conchi León, invitada como función inaugural, y el estreno de Marionetas de la Esquina mostraron la mayor calidad en sus montajes y compromiso frente a su público.

En una categoría aparte, excluida de cualquier aplauso, quedan las transmisiones videograbadas antes de la contingencia, que se programaron a pesar de la mala calidad en video y sonido.

Un valor innegable del ANTI-Festival recae en la progresiva descentralización del teatro nacional, así como su incidencia hacia el interior del país. Ofrezco un ejemplo de la entidad desde donde asistí al evento. De las más de treinta funciones ofrecidas, pregrabadas o en vivo, seis de ellas correspondieron a compañías chihuahuenses. De la capital, Teatro Bárbaro participó con tres funciones: Filos, Derivas y Arrullos para Benjamín.

Por su parte, Ciudad Juárez tuvo presencia gracias a Telón de Arena con el montaje de Mexicanas y a Foro Café con El atascadero y Las tres viejas. Si bien estos grupos no son los únicos que existen en la región fronteriza, representaron dignamente parte del arte que se hace en estos lares a nivel nacional. Por ello, celebro el alcance geográfico y social que logró consolidar la organización de este festival virtual.

La diligencia y urgencia por adaptar el mundo de las artes escénicas a nuevos formatos nos muestra el valor del teatro, pues, a pesar de la discusión teórica en torno a lo que puede o no llamarse teatro o convivio provocado por una puesta en escena, queda claro, con el número de asistentes (visible en una pestaña de Zoom) y con la charla después de cada función, que tanto hacedores como espectadores necesitamos, de manera vital, del espectáculo teatral.

Elegía escolar: Isabel Ruiz Figueroa juega a recuperar “notas de clase” en un poemario

sábado, junio 27th, 2020

¿Cómo resumir las experiencias que te constituyen como individuo? Esta autora lo hace con un mapamundi de Chihuahua, donde coloca elementos locales y personajes que configura la identidad, el lenguaje y el entorno de esta zona fronteriza.

Extensos paisajes en voz lírica, entre la arena del desierto y las barrancas de la sierra. Poemas en clave escolar, donde no existen figuras paternas, pero sí escritores y artistas míticos que dan discursos de graduación: Fernanda Melchor, Bolaño, Remedios Varo y Sábato, entre otros.

Por Héctor González

Ciudad Juárez, Chihuahua, 27 de junio (JuaritosLiterario).- Cómo distribuir en un mapa los conceptos e ideas y, sobre todo, las experiencias que te constituyen como individuo. Cómo hacerlo si el ejercicio se limita al estado donde vives –Chihuahua– y este configura tu identidad, tu lenguaje, el entorno y las imágenes que te acompañan.

Para mí, la capital del Estado Grande ha sido siempre un viaje pospuesto; Delicias, una desfavorable oferta de trabajo; Nuevo Casas Grandes, Bocoyna y Parral, anécdotas de mis amigos; mientras que otros municipios, tan solo una parada, una siesta rumbo a otro lugar. En Ciudad Juárez puedo fijar casi todo lo que me es significativo.

Este mismo ejercicio, un “Examen de diagnóstico” sin evaluación, abre la primera sección del poemario de Isabel Ruiz FigueroaElegía escolar, publicado el año pasado por el Instituto de Cultura del Municipio de la capital. Sus composiciones colocarán en el mapamundi de Chihuahua (sí, mapamundi) a distintos elementos locales y personajes: benériami, la calle 39 y Jesús García, jóvenes que aúllan, un autobús andando por Nuevo Casas Grandes, la abuela, el rayénari o las aves polvo.

Extensos, los paisajes chihuahuenses parecen prolongar el ánimo de la voz lírica entre las olas de arena del desierto y las barrancas de la sierra. Acrecientan la rutinaria sensación de repetir el día despertando con el canto del zorzal y el cielo rojo del amanecer del norte hasta diluirse en un presente constante y el infinitivo de las acciones. Aquí encontramos a alguien sin mucha convicción haciendo el rol de benériami, incómodo –o como Nicanor Parra, “embrutecido por el sonsonete / de las quinientas horas semanales”– entre muchachos que “parecen un zorro esperando dispersarse en un llano rocoso con la campanada / los he visto carcajear   no miento   cuando corren al patio escapando del salón”. Y después del aula, las calles, cafés, supermercados, cantinas y el anonimato en la ciudad, más la constante presencia de polvo y sol entrando a cualquier rincón.

Pero antes de los paisajes y los espacios, lo primero que destaca del poemario es la nomenclatura escolar en la propuesta de Ruiz Figueroa, vinculada a etapas del tránsito por nuestra educación. Las dedicatorias son oficios; en los poemas se aplica un examen diagnóstico, se encuentra la planeación semestral que ofrece los objetivos de las clases y de la Elegía en conjunto; sesiones de español, cálculo y ciencias naturales; más exposiciones, más exámenes, más tareas; una tesis, la graduación y el aprendizaje vital que no se adquiere en una escuela; un docente perdido entre un montón de manos alzadas, en medio de un:

Más allá de “el juego de las memorias / de la arquitectura barroca y los tecnicismos baratos”, la tesis principal del poemario dirige su atención al lenguaje y a la identidad, especialmente en los jóvenes. Existen “Partículas natura”, elementos de una lengua disfrazada, oculta por otra o, dicho de frente, el colonialismo de una lengua sobre otras, que pueden ser aludidas solo como otro tema de clase sin ningún efecto real.

Pero este silencio convertido en interrogante persistirá. En “Necrópolis de la tesis”, la segunda sección del poemario, Broca y Wernicke, neurólogos del siglo XIX que distinguieron dos tipos de afasia conocidas hoy por sus nombres, evidencian la asimilación de sonidos de otra lengua en la propia, aunque estas “partículas” que pueden definir a los padres –aquellas para decir o ser brisa, lluvia, lumbre y piedras– dejen de pronunciarse por unas más prácticas. Estos dos personajes van adquiriendo distintas identidades en los versos de Isabel Figueroa Ruiz; dramatizan el conflicto que envuelve al benériame en su elegía:

“¿por qué estudié medicina y no a la brisa lluvia / lumbre piedra? / ¿por qué me dediqué a pararme frente a los jóvenes aullando y no / a beber tecuin?”

La afasia, entendida como una dificultad neurológica que afecta la capacidad de comunicación, trastorna el lenguaje y trastorna la relación del benériamiconsigo mismo y su mundo. Podemos encontrar en Elegía escolar el deterioro de la comunicación y entramos en el juego al compartir esta complejidad de entender un mensaje bien articulado y fluido, pero introduce expresiones cuyo significado queda sin relación evidente con los elementos del texto.

Este conflicto se sugiere a partir del desuso de las “Partículas natura”, las cuales “habían sobrevivido en los campos ocultos / [pero] se disfrazaban con sílabas que Wernicke había traído del otro lado del mar”, vistas después por él mismo solo como un objeto curioso sin llegar a descifrar su sentido, “sin precisar si se trataba de un himno glorioso o de un guajolote”.

El efecto del trastorno se observa también en los vínculos personales. Los jóvenes aparecen en varias ocasiones, pero esbozados desde la carencia de algo: “juventudes confundidas con su origen”, “generaciones que no aprendieron nada en la universidad” y, por supuesto, los “jóvenes que aúllan” fijados –¿por qué?– en Juárez. Su presencia en el poemario no demuestra conexión entre personas, como ocurre con el benériami, transitan aislados o permanecen anónimos o detrás de una ventana.

Foto: Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua

No hay en la Elegía figuras paternas o maternas directas. O sí las hay, pero interpretadas por escritores, artistas y personajes míticos que desfilan por la tercera parte del poemario, en discursos de graduación: Fernanda Melchor impartiendo clase de literatura mexicana, Bolaño en su papel de sinodal, Remedios Varo y dos musas griegas brindando consuelo, Sábato, dos poetas españolas de posguerra, Gloria Fuentes y Celia Viñas, y otros. Solo hacia el cierre del poemario, en “método de enseñanza no oficial”, aparece el recuerdo de la abuela contraponiéndose implícitamente en su rol de owirúame y sus saberes de chamán, un conocimiento práctico que agradece con respeto la comunidad, con el benériami, aislado entre sus clases.

Foto: Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua

Aún hay más elementos interesantes en el poemario de Isabel: reconocer la construcción de fractal literario anunciado en “Tesis mecánica” y que asoma con claridad en algunas piezas; destacar símbolos como esas aves polvo pasando siempre por las ventanas; preguntarse por qué el ralámuli aparece tan poco en toda la elegía; que alguien que sí conozca Chihuahua capital hable sobre las calles por donde pasea el benériami; cuál es el peso de las influencias literarias referidas y, por cierto, qué hace ahí una cita de César Silva Márquez.

Otra cuestión quisiera dejar pendiente: cómo resuelve la autora desde la escritura poética la problemática que plantea en su libro si consideramos que es un texto escrito en su mayoría en español. En uno de sus planteamientos se lee: “si transcribo esta historia es porque la primavera nace / y en la garganta me crece un pájaro”.

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“Yo amo a Juárez”: Sobre los monumentos, las protestas y la inconformidad social en la frontera

sábado, junio 20th, 2020

El viernes 12 de junio diferentes colectivos de Ciudad Juárez se reunieron en el centro para denunciar los abusos policiacos y exigir justicia; su violencia no es nueva ni aquí ni a nivel global. Al día siguiente, empleados municipales se apresuraron a limpiar. Las redes sociales se dividieron.

Ojalá, así como corren a resanar letras metálicas carentes de significado, la sociedad se interesara en limpiar la sangre que ensucia a nuestra ciudad: los feminicidios y las desapariciones. Esa rapidez que mostraron las autoridades, jamás la veremos en los verdaderos problemas: manchas imposibles de borrar.

Por César Graciano

Ciudad Juárez, Chihuahua, 20 de junio (JuaritosLiterario).- La zona céntrica es mi parte favorita de Ciudad Juárez, y por mucho. Desde adolescente disfrutaba caminar por esas calles, aunque a mis papás no les gustaba. Cuando iba a la prepa debía tomar dos camiones y trasbordaba justo ahí. Podía bajarme del camión que me traía de la escuela y tomar el siguiente que me llevaría hasta mi casa a una cuadra, pero prefería caminar diez cuadras hasta la terminal.

Ahora comprendo a mis padres, pues durante aquellos años (2009-2012) la ciudad se volvió intransitable. Me tocó escuchar disparos y correr, igual que muchas personas más. Sin embargo, nunca terminé de espantarme del centro, de ese lugar que huele horrible y se encuentra completamente maltratado porque jamás ha existido –pese al discurso oficial– un verdadero plan que lo rescate y modernice.

Solo se realizan cambios superficiales, se embellece un poco para monetizar su función y después se abandona de nuevo; como se ha desamparado a toda la urbe durante toda su historia. El primer cuadro citadino se encuentra en precarias condiciones porque a nadie le interesa.

Uno de los edificios más bellos de la frontera, el antiguo Cine Plaza, se ha convertido en una tienda de ropa y en un supermercado. Recuerdo entrar durante mi niñez a este lugar de la mano de mi mamá, me parecía impresionante la escalera casi a la entrada, tan grande con su pasamanos de figuras arabescas, y a un lado una fuente en honor a Afrodita. Ahora, en su nueva etapa, la fuente ha dejado de funcionar y solo queda, igual que el elegante piso, como vestigio de un pasado glamuroso.

En la misma zona, el gobierno municipal derribó cientos de casas y edificios para invertir en una plaza sin árboles a la mitad de nada, con una estatua que, en lugar de enaltecer, menoscaba la imagen de Juan Gabriel. Este espacio representa la dualidad de Juárez de manera simbólica. La plaza, ataviada con animales hechos de llantas usadas, posee como vista, por un lado, un mega mural realizado por artistas locales en las partes traseras de los comercios de la Avenida Juárez; y, por el otro, la mirada se pierde entre edificios a medio derribar, abandonados y completamente tristes. Algo similar ocurre con la Plaza Cervantina, la cual ha sido recuperada poco a poco por los mismos ciudadanos. Diversas agrupaciones trabajan para mantener en este sitio el espíritu artístico que le dio origen.

Muchas cosas hermosas del Centro Histórico se pierden debido a descuidos y a la mala administración de diferentes gobiernos. Por ello, ese espacio que tanto quiero es el símbolo innegable del estado fallido que ha imperado en nuestra frontera; de una comunidad donde exterminan mujeres en el “corredor seguro”, desaparecen cientos de chicas, amedrentan a quienes salen a exigir justicia, donde nos dejaron a nuestra suerte. Desde finales del siglo pasado abundan las historias de madres cuyo último lugar donde vieron a sus hijas fue precisamente el centro. Hace unos meses, ahí mismo asesinaron a Isabel Cabanillas, mientras las autoridades aseguraban que esas calles rebosaban de protección y vigilancia.

Las élites sociales juarenses solo le hacen mala cara al Centro para demostrar el desprecio que sienten por quienes no merecen la misma ciudad que ellos. Al encontrarse más cercano a la periferia del norponiente que al verdadero centro geográfico de la urbe, han relegado a esa zona la población que no les sirve más que para carne de cañón, mientras ellos viven cómodamente en el núcleo de todo. Durante años esta zona ha albergado el descontento social de la comunidad, y, por ello, la mayoría de las marchas y manifestaciones termina o empieza ahí.

Foto: El Diablox

El viernes 12 de junio se reunieron diferentes grupos y colectivos de la ciudad para protestar debido a los abusos policiacos y exigir justicia para las víctimas. La violencia y brutalidad de los agentes del orden público no resulta nuevo, ni aquí ni a nivel global. En 2019 se recibieron ante la Contraloría Municipal de Juárez 942 denuncias contra elementos de Seguridad Pública y Vialidad. Nadie se siente seguro y tranquilo ante la policía; no existe persona a quien no le suden las manos al saberse detenido, de día o de noche, incluso sabiéndose un buen ciudadano. Todos conocemos a alguien a quien le sembraron droga o lo levantaron y tiraron en otro lado o le dieron una golpiza o, en peores casos, murió en manos de la autoridad.

Los colectivos que se manifestaron, entre ellos Hijas de su Maquilera Madre y Anarcobrujas del Desierto, además de gritar consignas y mostrar el descontento de la ciudadanía, rayaron e incendiaron un “monumento” localizado en el cruce entre las avenidas 16 de septiembre y Juárez. La estructura afectada se conforma por unas enormes letras, JRZ, de color rojo, montadas sobre una escalinata negra. La jota tiene, en lugar de un punto arriba, un corazón. El monumento, titulado “Yo Amo A Juárez”, se donó al municipio por parte de la empresa Big Media en 2015, como parte de una campaña para ¿mejorar? la imagen negativa de la ciudad.

Al día siguiente de la protesta, empleados municipales y voluntarios ciudadanos se apresuraron a limpiar y solventar el daño. Así, las exigencias por una justicia social se las llevaron litros de jabón y pintura nueva. Las redes sociales se dividieron. Unos aplaudían las acciones tomadas; otros, los más, defendían apasionadamente a las letras y reprobaban “las formas” de las manifestantes, incluso después de festejar los acontecimientos ocurridos en Minneapolis en mayo pasado, cuando se incendió una comisaría tras el asesinato de George Floyd. Se aseguraba que se debía respetar la esencia de lo juarense, la cual, según sus argumentos, descansa en un monumento puesto arbitrariamente en el espacio público como parte de una campaña de marketing que, sin duda, fracasó.

Con todo lo que se desperdicia y muere en el Centro me resulta ridículo dotarle de un valor a unas letras representantes del arte corporativo, un logo que colocaron para obstruir una plaza pública. Obras más significativas de artistas como Verónica Leitón y Águeda Lozano han quedado en el abandono y nadie se queja por ello, incluso la mayoría desconoce su existencia. Otros monumentos se encuentran en estados completamente deplorables y jamás alguien ha pedido su reparación o uso adecuado.

A Juárez no lo representan unas letras rojas que trataron de posicionarse como su logo. Poco tiene que ver con la zona en que se ubican, abandonada a su propia suerte. Ese JRZ solo personifica a una empresa evasora de impuesto que intentó crear una marca para vender gorras, camisetas y postales y aun gobierno indolente al que solo le importa su imagen. Juárez no es eso, ni su esencia se encuentra en un logo. En todo caso, parafraseando a José Emilio Pacheco, quizá seamos unos cuantos lugares, nuestra gente, un río y una ciudad deshecha, gris, monstruosa.

Ojalá, así como corren a resanar unas letras horribles y carentes de significado, la sociedad se interesara en limpiar la sangre que ensucia a nuestra ciudad, defendiera a cada mujer violentada y asesinada o acompañara a las madres de las y los desaparecidos en los rastreos que realizan solas, sin ayuda del gobierno. Esa rapidez que mostró el Municipio para limpiar su “monumento”, jamás la veremos desbocada hacia los verdaderos problemas que han dejado una mancha imposible de borrar y olvidar. Honramos el metal vacío y no la vida. Ahí está nuestro Juárez. Unas letras rojas. Su JRZ.

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