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ENSAYO desde Juárez | La mirada clínica de Lucia Berlin sobre México y algunos pasajes literarios

sábado, noviembre 14th, 2020

Lucia se aleja de la sangre, de los feminicidios, del horror de la frontera que tanto es descrito en la literatura. En cambio muestra los infiernos individuales de sus personajes en la frontera norte, con su particular mirada sobre El Paso y Ciudad Juárez.

Sus cuentos fueron escritos décadas antes de que Juárez representara la insignia universal de la violencia. Por ello, la autora no se adelanta y narra la ciudad como lo que es.

Por César Iván Graciano

Ciudad Juárez, Chihuahua, 14 de noviembre (JuaritosLiterario).- En 2015, la sensación literaria en Estados Unidos y, por ende, en gran parte del mundo editorial, fue una escritora que llevaba más de una década muerta. Preparada por Stephen Emerson y con un prólogo de Lydia Davis, la antología Manual para mujeres de la limpieza le dio el reconocimiento masivo que Lucia Berlin solo había alcanzado en vida por un reducido círculo de personas.

Lucia fue, como la describe su hijo Jeff Berlin en el prólogo a la autobiografía Bienvenida a casa, una estadounidense única. Entre sus hogares se encuentran Alaska, Montana, Idaho, Santiago, Albuquerque, Nueva York, Puerto Vallarta, Oaxaca, California y El Paso. Además, fue de todo: maestra de escritura creativa, enfermera, telefonista, mujer de la limpieza. También hija, madre, tres veces esposa, hermana y una escritora excepcional.

Aunque ganó el American Book Award en 1991, la autora fue uno de los secretos mejores guardados de la literatura americana, hasta que Manual para mujeres de la limpieza la puso en el sitio correcto: una de las mejores cuentistas de aquel país.

Berlin vivió en El Paso junto a su madre, su hermana y sus abuelos cuando su padre partió a servir en la Marina en la década de los cuarenta. Según recuerda la autora en Bienvenida a casa, su autobiografía inconclusa, El Paso resultó un lugar menos agradable que sus residencias anteriores, con un aire denso y el cielo descolorido, tal como lo recuerda durante su infancia.

Muchos años antes de que la boga fuera la autoficción, Berlin comenzó a escribir cuentos que tomaban su vida misma y las anécdotas más variopintas para transformarlas y convertirlas en piezas literarias de alta factura. Este género la llevó a escribir cuentos sórdidos que incluso llegaron a molestar a sus hijos; por ejemplo, en el que se describen las horas antes de que las licorerías abrieran, pues Lucia fue alcohólica durante algunos años. De acuerdo con declaraciones de la autora, algunos de sus hijos y su sobrina Andrea Chirinos (coreógrafa mexicana), en diferentes artículos, la gran mayoría de su producción se basa en sus propias experiencias, aunque siempre mezcladas con elementos ficticios, personajes diferentes o situaciones alteradas.

Berlin manifestó su peculiar percepción sobre México, en particular sobre los habitantes de Oaxaca. Foto: Especial

Entre los 43 relatos de  Manual para mujeres de la limpieza se encuentra “Dentelladas de tigre”, en el cual se cuenta la historia de una mujer embaraza y con un niño de brazos, quien llega a El Paso para celebrar navidad con su familia, pero es convencida por su prima de practicarse un aborto en Ciudad Juárez y así tener un problema menos en su vida. El relato, cuya principal acción ocurre en el lado mexicano, permite ver la mirada que Lucia tenía tanto de la frontera como de México.

En una de las cartas incluidas en Bienvenida a Casa, Berlin manifiesta su peculiar percepción sobre este país, en particular Oaxaca: “toda la gente que conocimos tenía una belleza (sin sentimentalismos de mi parte) y dignidad (no un falso orgullo) que nadie aquí tiene. Pero me resulta ajeno: la dignidad de los estadounidenses no tiene nada que ver con el nacionalismo, la familia, la tradición, la religión, etc.: es verdaderamente personal y moral”. En “Dentelladas de tigre”, las protagonistas cruzan la línea para hospedarse en un hotel y, mientras la narradora del cuento se realiza el aborto en una clínica clandestina, Bella Lynn, la prima, cuida de Ben, el bebé de brazos.

En el prólogo de Manual…, Lydia Davis comenta que la escritura de Berlin está anclada con la experimentación de los sentidos. En el cuento aludido, esto se demuestra al describir la entrada de los personajes a Juárez: “Llegamos al puente y al olor a México. Humo, guindilla, cervezas. Claveles, velas, queroseno. Naranjas y orines (…) Campanas de iglesia, música ranchera, bebop, mambo. Villancicos de las tiendas para los turistas. Ruidosos tubos de escape, bocinas, soldados estadounidenses borrachos de Fort Bliss”. La mirada de Lucia no deja de tener esas observaciones de turista americana, centrada no en la ciudad como un espectro completo, sino pensada como una línea recta hecha para visitantes.

Lucia Berlin con sus hijos Jeff y Mark, en el Hotel Mirador, Acapulco, México, en noviembre de 1961. Foto: Buddy Berlin, Literary Estate of Lucia Berlin

Luego de tomar un auto que la lleva a las afueras de la ciudad (no se explica ni a dónde ni hacia qué dirección, pero el viaje es de casi una hora, según lo narrado), la protagonista del cuento llega a la clínica donde le realizarán el procedimiento y nota a una veintena de mujeres esperando ser atendidas, “todas estadounidenses”. Ahí la narradora comienza a reflexionar sobre su aborto, dándose cuenta de que ella no quiere hacerlo, sino que la presión de su prima la orilló a esa decisión. Después de discutir con el médico encargado del lugar, le explican que de todos modos debe quedarse, porque no hay quien la regrese a la ciudad hasta que sea de día. Este relato, en primera persona, demuestra otro de los rasgos característicos de la narrativa de Berlin según Davis: un desapego clínico aprendido de sus dos maestros, Chejov y William Carlos Williams. La objetividad con la que la autora escribe permite ver los hechos, siempre narrados desde el yo, con una frialdad médica que elimina cualquier objeción moral, pero deja intactos los sentimientos y los sentidos. Sus cuentos logran un efecto importante: no juzgan pero abrazan.

En otro de los textos titulado “Carmen”, a la protagonista, una mujer embarazada, la manda su esposo en avión a El Paso para que cruce a Juárez para contrabandear heroína. De nuevo, al cruzar la frontera, los sentidos toman por asalto a la narradora: “Crucé el puente. Todavía estaba contenta solo con el olor a leña quemada y caliche, el tufillo de azufre de la fundición”. Luego de recorrer parte de la ciudad, la mujer llega a un edificio en el cual le entregan la mercancía. Hace la transacción y cuando regresa a su casa, “apestando a Juárez”, el esposo, adicto, la golpea al recibir menos droga de la esperada. Mientras el esposo comienza a probar la sustancia, la protagonista inicia su labor de parto y termina solitaria en un hospital.

Buddy y Lucia Berlin, en Nuevo México, enero de 1962. Foto: Jay Walker, Literary Estate of Lucia Berlin

Al ser Lucia una extranjera que escribe sobre esta zona, que solo conoció como ciudad vecina de El Paso, podríamos incluir, al menos, ese par de cuentos, junto a la literatura de Roberto Bolaño y otros textos similares, en la llamada literatura “juárica” (término acuñado por Ricardo Vigueras). No obstante, Berlin logra escapar de esta taxonomía gracias a su sutileza. Vigueras nombra lo “juárico” desde dos condiciones: que sea un extranjero hablando sobre Juárez y que se haga desde la idea del mito de la ciudad. Por ejemplo, Oswaldo Zavala se refiere a 2666 como “la articulación de una narrativa mitificante que se inscribe en un horizonte de significación sin historia”. Resulta fácil dejarse llevar por el mito, la ciudad del crimen, la más violenta del mundo, ya que en gran medida la cobertura (mediática y literaria) que ha tenido la ciudad la hacen un monstruo de una sola cara, aunque jamás se muestra el cuerpo completo.

Aquella comparación que hizo Bolaño entre Juárez y el infierno es perfectamente aplicable a lo que sucede en los dos cuentos de Lucia Berlin. En ambos, las mujeres caminan rumbo al averno, que casualmente queda en la frontera. La diferencia radica en que, mientras que algunos dibujan un infierno grande y general, Lucia nos muestra lo personal que puede ser el tártaro norteño. Estos cuentos fueron escritos décadas antes de que Juárez representara la insignia universal del horror; sin embargo, cabe destacar que desde mediados del siglo XX esta urbe se instaló como la sucursal mexicana de la “ciudad del pecado”. Por ello, la autora no se adelanta, sino que muestra lo que Juárez siempre ha sido. Vigueras considera que su mitificación comenzó hasta los noventa, aunque otros, por ejemplo, Juan de Dios Olivas, han escrito y descrito la época de bonanza en Juárez como un mito en sí. Ambos son mitos, sí, pero diferentes. Berlin escribe sobre el segundo.

Al final de “Dentelladas de tigre” la protagonista celebra navidad con su familia mientras espera a su segundo bebé; a la par, sus tíos arreglan todo para cruzar a Juárez y regalar cosas a los menos afortunados. Aunque los cuentos de Berlin parezcan despolitizados, en ese pequeño y superfluo detalle, se muestra la necesidad de quienes viven en el primer mundo de salvar a sus vecinos: los hombres regalan juguetes en navidad mientras que en nochebuena una decena de mujeres abortan en ese mismo sitio, un patio trasero que hay que regar de vez en cuando.

Lucia se aleja de la sangre, de las asesinadas (dejó de escribir antes de que cobraran la relevancia que tienen hoy en día), de lo fácil que puede ser el horror que a la fecha se ha vuelto cotidiano. En cambio nos enseña el infierno personal, pues incluso cuando en alguna parte del cuento desaparece una mujer de la clínica no parece un problema de la ciudad, sino una pérdida personal de la narradora-personaje.

Berlin, con ese desapego clínico, con un mínimo de elementos, acciones limitadas, un lenguaje simple pero contundente y bello, nos regala varios cuentos de gran altura y, lo más importante, la mirada de una mujer peculiar sobre nuestra ciudad.

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Tu cabello es la frontera, otra autoproclamada “narconovela” llena de prejuicios sobre Ciudad Juárez

sábado, noviembre 7th, 2020

“Basada en hechos reales” es la ambiciosa (y peligrosa) primicia bajo la cual se inscribe Tu cabello es la frontera, primera novela de J. Jesús Esquivel. Este, al igual que otros relatos que explotan los temas de la violencia, abona a la leyenda negra de Ciudad Juárez, lucrando con historias de dolor.

El lector juarense notará las discrepancias entre el espacio, los datos históricos y hasta el lenguaje local. Pero, ¿qué sucede con ese otro lector que busca conocer la ciudad a través de esta literatura? ¿Cómo estos textos contribuyen a la creación de estereotipos sobre esta ciudad y su gente?

Por Claudia Chacón Bustamante

Ciudad Juárez, Chihuahua, 7 de noviembre (JuaritosLiterario).- “Basada en hechos reales” es la ambiciosa (y peligrosa) primicia bajo la cual se inscribe Tu cabello es la frontera (Grijalbo, 2019), primera obra novelística de J. Jesús Esquivel, ya con otros libros bajo su haber como Los narcos gringos (2016) y La DEA en México (2013), además de una vasta carrera en el ámbito comunicativo nacional e internacional.

En una reciente presentación para la Feria de Libro de Chihuahua 2020, el autor, quien viajó en repetidas ocasiones a la frontera en su función de reportero, declaró “sentirse juarense” a partir de sufrir anímicamente lo que los juarenses durante la guerra contra el narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón. También aclaró que la escritura de esta novela surgió como un escape de las limitaciones del relato periodístico.

La protagonista, Carolina, conoce las calles del centro de la ciudad cuando comienza a trabajar en una boutique. Su empleo le abre las puertas a un mundo desconocido, lleno de oportunidades, diversión, lucro y desenfreno apartado del ojo vigilante de sus padres. Ahí, observa cómo todos los habitantes del área confluyen en una red de comunicación, intercambio de favores e ilegalidad, un sistema del que pronto forma parte. Entre la avenida Juárez y sus enigmáticos callejones, encuentra una inesperada libertad que le guía a su inserción en el crimen local.

La trama sigue de forma paralela a Vicente, un joven periodista, durante el crecimiento de su vida laboral en un periódico de la Ciudad de México. Las vidas de ambos coinciden cuando ella sirve de fuente para una serie de reportajes que exhiben la podredumbre del gobierno mexicano. La pareja representa la dicotomía para expresar una mirada interna y una externa sobre la urbe.

Para articular la novela, el autor toma espacios reales y ubicables (el centro de la ciudad, la Chaveña, el puente internacional Lerdo, entre otros), sucesos que marcaron la historia de la ciudad (la masacre de Villas de Salvarcar, por ejemplo) e importantes figuras políticas (cuyos nombres a veces cambia y a veces no), después ensarta todos estos elementos en una línea de tiempo imaginaria.

Pese a que en la nota del autor indica el objetivo de “retratar por medio por medio de la ficción la vida de la frontera norte del país”, el Juárez de Esquivel no refiere un momento histórico preciso y evoca espacios que no generan concordancia ni con los eventos ni con otros sitios presentados simultáneamente; es decir, se percibe un deslinde del aspecto documental del periodismo y su compromiso con lo verificable.

La prostitución, el contrabando y los narcóticos formulan una constante en las descripciones de la vida nocturna juarense. Carolina y sus amigas acuden al Kentucky Bar, Las Fuentes, La Rueda y El Chapulín Colorado, entre otros, donde tratan por igual con movidos y empresarios.

La leyenda negra de la frontera como un espacio de clandestinidad en los confines de la moral es engrandecida con pasajes como “Sin alcohol, drogas y putas no existiría Juárez” y “¡Con dinero todo se puede! Es el lema más popular de Juárez”.

La suerte de las mujeres que residen este espacio recae en sus capacidades de relación con el sexo opuesto, sus cuerpos funcionan como moneda de cambio: “–¡Es la ley de esta pinche frontera! – gritó con rabia Roberto. –Con el perdón de usted, mamá, pero en Juárez la chavala que no estudia, o sale puta, o se hace amante de un viejo o de un narco, o desaparece; no hay de otra”.

La voz narrativa describe a los personajes femeninos con detalle: destaca las formas de sus curvas, el ancho de sus cinturas, el corto de las faldas y la profundidad del escote. El entorno genera sucesos determinantes para la vida de Carolina en relación con su cuerpo como el acoso callejero, relaciones abusivas, violación y una cirugía plástica en contra de su voluntad.

Además, hay un falso discurso moralizador cuando el narrador señala de pederasta al primer abusador de Carolina, ella tiene catorce años y este cuarenta y uno, ya que al mismo tiempo el hilo narrativo permite la hipersexualización del cuerpo de una adolescente dadas las descripciones que provee de su apariencia: “La hija consentida de don Beto era una tentación para cualquier hombre.” Hacia el final de la novela, la protagonista se erige como símbolo de resiliencia en un espacio hostil, pues ha logrado no solo sobrevivir sino también convertirse en una figura de poder.

En marzo de este año, durante una charla abierta llevada a cabo en Ciudad Juárez entre varios autores sobre literatura del norte, José Javier Villarreal sugirió la idea de que la literatura de esta área específica de México respondía a una invención del norte mismo (siguiendo la misma línea de La invención de América de Edmundo O’Gorman); una, creada desde el centro del país que genera una imagen exacerbada de los elementos característicos de la región (desierto, narcotráfico, violencia y migración) y que se convierte en el precedente de este espacio para los lectores del resto del país.

Pienso que Tu cabello es la frontera, al igual que otras novelas que explotan los temas de la violencia, aportan a una invención de Ciudad Juárez, engrandeciendo la leyenda negra y lucrando con historias de dolor que no les pertenecen. el lector juarense notará las discrepancias con el espacio, la historia y hasta la jerga, pero ¿qué sucede con ese otro lector que cree conocer la ciudad a través de esta literatura? ¿Cómo estos textos contribuyen a la creación de prejuicios y estereotipos que recaen sobre esta ciudad y su gente?

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ENSAYO desde Juárez | De desierto a baldíos: Territorios impunes, una novela de Alfredo Espinosa

sábado, octubre 24th, 2020

Territorios impunes, publicada en 2010, es una novela de Alfredo Espinosa, escritor originario de Delicias, Chihuahua. Ambientada en Ciudad Juárez, la novela narra las vivencias de Alfonso Mitre ocurridas durante, aproximadamente, quince días, en los cuales, vive experiencias nuevas y extraordinarias en su vida profesional y personal. El protagonista labora como un psiquiatra encargado de presentar casos clínicos de partícipes en crímenes de violencia familiar.

Por Gibrán Lucero

Ciudad Juárez, Chihuahua, 24 de octubre (JuaritosLiterario).- Territorios impunes, publicada en 2010, es una novela de Alfredo Espinosa, escritor originario de Delicias, Chihuahua. Ambientada en Ciudad Juárez, la novela narra las vivencias de Alfonso Mitre ocurridas durante, aproximadamente, quince días, en los cuales, vive experiencias nuevas y extraordinarias en su vida profesional y personal. El protagonista labora como un psiquiatra encargado de presentar casos clínicos de partícipes en crímenes de violencia familiar.

En la primera parte de la obra aparecen los personajes principales: Ábrego, jefe de la penitenciaría que le facilita la entrada al lugar y el acercamiento a los reos y A., amante de Mitre, muchos años menor que él. Asimismo, aquí se mencionan personajes inspirados en asesinos no ficcionales de la localidad, por ejemplo, el Tolteca y Abdel Latif Sharif.

El primero se conoce en la historia de la ciudad por fungir como jefe del grupo de asesinos seriales “Los choferes” o “Los ruteros”, quienes se dedicaban a secuestrar, torturar, violar y asesinar a mujeres a mediados de los noventas. De manera similar, Sharif, asesino serial nacido en Egipto y con antecedentes en Estados Unidos, fue sentenciado en Ciudad Juárez, lo cual no lo detuvo pues pagaba a otros por continuar asesinando mujeres y desviar la atención de su caso. Así, los primeros diez capítulos de la novela se sostienen con fuerza debido al acercamiento que se hace a estos personajes y el retrato de una sociedad en crisis que ha normalizado el feminicidio: “Menchaca no tenía remedio. Hablaba de las mujeres asesinadas de la misma manera que trataba el asunto de las vacas muertas por la sequía”. Lo casos de Lomas de Poleo, entre otros, también aparecen en la trama de la obra.

El resto de la novela de casi doscientas páginas, se concentra en el pasado oscuro del protagonista, quien sufre recuerdos asociados a la muerte de su hermano menor, en el deseo de experimentación sexual que quiere tener con A., y en un relato de un paciente llamado P. H. No obstante, la historia cierra pobremente con un ripio constante a manera de voz del inconsciente del Dr. Mitre y largas acotaciones redundantes. Considero que el texto de Espinosa debió reducirse a las narraciones mencionadas en el párrafo anterior, la cuales muestran la crudeza de una realidad todavía presente. Por ejemplo, el momento cuando el Tolteca toma las riendas del relato “¡A terreno! —me ordenaron mientras ataban y amordazaban a la muchacha. Y luego la empezaron a desnudar. Estaban bien jariosos. Mientras me dirigía a Lomas de Poleo, yo los miraba, desde el retrovisor, montarse en ella. El primero fue el Kiany, luego el Gaspy. Yo tuve que llover sobre mojado”.

Uno de los espacios más característicos que aparecen retratados en la novela es el desierto, paisaje que se ha convertido en un baldío de desperdicios: “A pesar de las sombras que empezaban a alargarse, se podían observar, entre los matorrales y mezquites, esqueletos de televisores, llantas requemadas, lavadoras, catres, zapatos curtidos y agujerados”; pero también en un “territorio impune” que ha albergado miles de crímenes: “El calor, el aire que revolvía el polvo, el tufo a perro muerto y el silencio propiciaban una atmósfera insoportable. Estos son, me dije, los territorios impunes”.  El desierto, entonces, se vuelve testigo de cuerpos sin vida en esta ciudad, clasificada en determinado momento como la más violenta a nivel internacional: “Comenzaban a encenderse a lo lejos, en el Paso, Texas, las primeras luces. Desde aquí las cosas se miraban más claras: Ciudad Juárez estaba catalogada como una de las ciudades más peligrosas del mundo y su frontera con Estados Unidos era mucho más que una herida incicatrizable”.

Todo Ciudad Juárez es un desierto, sin embargo, en ciertos lugares de la ciudad, como Lomas de Poleo, el Lote Bravo o el centro histórico, este ecosistema realmente se convierte en una zona de desesperanza, terror y obscuridad. Miles de personas tienen que caminar cerca de ellos cuando van a su trabajo, regresan a sus casas o salen por alguna necesidad. El crecimiento desmedido de la ciudad ha creado nuevos territorios impunes, además de los que siempre han existido, situación que aumente drásticamente la probabilidad de sufrir alguna agresión. Las escenas de elementos de las corporaciones policiacas acordonando un baldío ya resulta una postal común ante la población, acostumbrada a los hechos violentos de la frontera; sin embargo, eso no significa que haya perdido el temor, sobre todo las mujeres quienes cada día arriesgan su vida en estos espacios sin luz y lejos de cualquier auxilio posible. Reconocer y nombrar este problema, como lo hace la novela de Espinosa y de ahí su valor, ayuda a la reducción de hechos violentos y puntos vulnerables, ya que cosas tan sencillas como un alumbrado público inviable propician un sinfín de territorios impunes en Ciudad Juárez.

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“Juárez liminal: cuerpos, espacio público y teatralidades feministas al borde”, ensayo galardonado

sábado, octubre 17th, 2020

La cualidad fronteriza de Ciudad Juárez potencia un conjunto de prácticas y dinámicas sociales particulares, muchas de ellas experimentadas en contextos de crisis; lo cual posiciona a sus habitantes en una situación de vulnerabilidad, pero también de respuestas y rebeldía a través de diversas manifestaciones que han dejado huellas en calles, plazas, avenidas, puentes y muros.

En este sentido, la problemática que abordamos en el ensayo concierne al repunte de los movimientos feministas como contestación a la insaciable violencia de género que padece nuestra localidad. Así, el análisis se concentra en las teatralidades reaccionarias inmediatas a las injusticas perpetuadas contras las mujeres, las cuales agrupamos en tres modalidades: marchas, performance e instalación.

Por Amalia Rodríguez y Urani Montiel

Ciudad Juárez, Chihuahua, 17 de octubre (JuaritosLiterario).-El pasado mes de abril, en el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), lanzó la convocatoria, abierta a escritoras y escritores de cualquier país, para participar en el Premio a la Investigación en Poéticas Teatrales Mexicanas Contemporáneas 2020.

El certamen tiene el propósito de visibilizar las prácticas teatrales más recientes, así como el devenir de las artes escénicas en nuestros tiempos. Además de propiciar el estudio de dichas prácticas, la iniciativa inculca el trabajo de investigación sobre procesos creativos.

El tema a desarrollar, especifica la convocatoria, debía “centrarse en una o varias poéticas contemporáneas, relacionadas con el acontecer teatral de México, y ser empático y de interés en el ámbito internacional”.

El CITRU celebra en estos días su 39 aniversario. Su labor, emprendida a inicios de la década de los 80, “consiste en investigar, compilar, organizar, conservar, vincular, actualizar y difundir información del teatro mexicano en relación con su propia historia y con los fenómenos escénicos mundiales”. Uno de sus eventos permanentes, desde 2005, que goza de un gran impacto entre el público por su perfil interdisciplinario y de divulgación –ya que se publica al trabajo ganador– es el Premio a la Investigación en Poéticas Teatrales Mexicanas Contemporáneas, antes llamado Premio Internacional de Ensayo Teatral.

Entre los ganadores de las ediciones anteriores se encuentran Escenario post-catástrofe: filosofía escénica del desastre, de Shaday Larios (2010); El teatro hoy: una tipología posible, de Jean Chevallier (2011); Teatro con genes resurrectos, de Jorge Luis Yangali (2012); Territorios textuales en el teatro denominado posdramático, de Fernanda del Monte (2013); Dramaturgia y exilio, de Andrés Gallina (2015); Retóricas de la vulnerabilidad: pensando en el cuerpo desde la ruptura en la escena contemporánea, de Martina Tosticarelli (2017), y Feliz nuevo siglo de dramaturgas, de Dorte Katrin Jansen (2018).

Desde el año pasado, cuando cambió su nombre, el premio se ha enfocado en recuperar y dar presencia a los acontecimientos teatrales vigentes que suceden dentro de las fronteras del territorio nacional y que inciden de manera directa y decisiva en la expansión de las cartografías artísticas y los paradigmas históricos. En 2019, Saúl Rivas, maestro en Artes Escénicas de la UV, obtuvo el galardón por Poéticas en expansión: los capítulos de La Comuna.

Entusiastas, y a unas horas de que se venciera la fecha límite de recepción de trabajos, el viernes 31 de julio, enviamos nuestro ensayo titulado Juárez liminal: cuerpos, espacio público y teatralidades feministas al borde. La escritura en coautoría se debe a la labor conjunta que, desde hace casi cuatro años, emprendimos en Norteatro (www.norteatro.com), un blog de crítica teatral en donde publicamos reseñas, textos dramáticos y material gráfico sobre los montajes que se presentan en Ciudad Juárez. El mismo proyecto en colectivo nos ha permitido realizar acciones de formación y consolidación de públicos, tales como la implementación del Taller de espectadores (2018-19), el cual forma parte de la Red Internacional de Escuelas de Espectadores, con sede en Buenos Aires, coordinada por Nora Lía Sormani y Jorge Dubatti.

Asimismo, damos un acompañamiento crítico como mediadores entre la audiencia, las compañías y las instituciones que gestionan los festivales más importantes a nivel local (Festival Internacional de Drama Español Siglo de Oro, Festival de Teatro de la Ciudad, ambos organizados por el Municipio de Juárez, y el Festival Internacional Teatro sin Fronteras, del grupo Telón de Arena), estatal (en la Muestra Estatal de Teatro, coordinada por la Secretaría de Cultura de Chihuahua) y nacional (en la Muestra Nacional de Teatro, como parte de la Muestra Crítica).

Cuando recibimos la noticia por parte de Arturo Díaz Sandoval, director del CITRU, no cabíamos de emoción. Ya antes habíamos participado en el mismo premio. La composición del ensayo nos mantuvo a flote en tiempos adversos. El jurado, detalla el boletín emitido por el INBAL, “estuvo integrado por especialistas de reconocida trayectoria en el ámbito de las artes escénicas iberoamericanas. Se recibieron 17 textos, de entre los cuales se seleccionó al ganador. El comité dictaminador estuvo conformado por Edith Ibarra, Dolores Ponce y Lola Proaño”. Hubo una mención honorífica para el dramaturgo e investigador chihuahuense Raúl Valles González, a quien admiramos y seguimos su obra, por su escrito La mirada en tierra de nadie: ensayar las realidades del teatro desde el confinamiento y la mirada.

El ensayo titulado “Juárez liminal: cuerpos, espacio público y teatralidades feministas al borde” forma parte de un proyecto de mayor amplitud en donde nos interesa analizar el diálogo existente entre las producciones teatrales con las marcas y acciones performáticas que surgen en el trazado urbano debido a las dinámicas sociales propias de la frontera. Es decir, indagamos sobre la forma en que los elementos esenciales de un entorno se conjugan de tal manera que la urbe se erige no solo como el escenario sino como la dramaturgia misma. Situación que, pese a lo efímero o espontánea que llega a ser, resulta tan contundente en la percepción de los fenómenos sociales por los que atravesamos que ha sido captada por dramaturgas y compañías teatrales para su adaptación en puestas en escena convencionales.

La cualidad fronteriza de Ciudad Juárez potencia un conjunto de prácticas y dinámicas sociales particulares, muchas de ellas experimentadas en contextos de crisis; lo cual posiciona a sus habitantes en una situación de vulnerabilidad, pero también de respuestas y rebeldía a través de diversas manifestaciones que han dejado huellas en calles, plazas, avenidas, puentes y muros. En este sentido, la problemática que abordamos en el ensayo concierne al repunte de los movimientos feministas como contestación a la insaciable violencia de género que padece nuestra localidad. Así, el análisis se concentra en las teatralidades reaccionarias inmediatas a las injusticas perpetuadas contras las mujeres, las cuales agrupamos en tres modalidades: marchas, performance e instalación.

Ahora bien, uno de los fundamentos teóricos de los que partimos concierne a la línea de pensamiento que Ileana Diéguez ha desarrollado en torno al término liminal: “una teoría donde se entreteje el arte y la política para estudiar dispositivos (intervenciones, instalaciones o acciones urbanas) que elaboran nuevos discursos en torno a la protesta pública, transformando el espacio escénico y desbordando su teatralidad.” La teatróloga cubana explica este último vocablo, el cual utilizamos como marco del objeto de estudio de nuestro análisis, de la siguiente manera: dispositivo expandido fuera de los marcos tradicionalmente teatrales o incluso artísticos. Esta noción de teatralidad se configura desde dos dimensiones: la teatralidad como mirada y la teatralidad como acto. La teatralidad como mirada, desautomatiza y configura como conducta teatral ciertas prácticas que tienen lugar en los espacios inmediatos de la realidad. La teatralidad entonces como un acontecimiento de la mirada que transforma el hecho cotidiano en “hecho teatral”.

En síntesis, nuestra agenda de trabajo nos traslada a las calles para dar sentido a los eventos efímeros y a los signos duraderos en el espacio público urbano desde su correlación con el convivio teatral. Si bien las actividades artísticas y sociales analizadas surgen de una dura e injusta realidad, las respuestas y empatía que provocan, así como su registro y estudio, nos ayudan a comprender y ensayar nuevas formas de relaciones colectivas y maneras de habitar un espacio determinado, en este caso, la frontera norte del país. El círculo que abordamos entonces cobra sentido: las calles signan las experiencias de sus habitantes, las cuales se manifiestas en diversas actividades urbano-artísticas o teatralidades; estas, a su vez, se reproducen en el teatro convencional, el cual, finalmente en un ensayo de la existencia humana.

ENSAYO desde Juárez | La búsqueda del amor en las obras de la dramaturga chihuahuense Valeria Loera

sábado, octubre 10th, 2020

Bajo el auspicio municipal y el Programa Editorial Chihuahua, una convocatoria ofreció como premio un tiraje de medio millar. Bajo estas condiciones, la dramaturga Valeria Loera resultó galardonada en una de las categorías y dos de sus obras pasaron al impreso: Planeta Kepler o los datos inútiles y Auroras boreales o nos vemos en Alaska.

Lo que deslumbra en la escritura de Valeria es la sencillez con la que aborda uno de los temas vitales para el individuo y la sociedad: el amor. Con gran creatividad, nos muestra una mirada fresca, diferente y auténtica de un tema tan importante y trascendente, que ha sido visitado desde diferentes aristas a lo largo del tiempo.

Por Baudelia Armas Cortés

Ciudad Juárez, Chihuahua, 10 de octubre (JuaritosLiterario).- Un par de obras dramáticas de la escritora chihuahuense, Valeria Loera, recientemente galardonada con el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, se publicaron bajo el auspicio del Consejo Municipal de las Artes de Chihuahua capital. Este libro fue presentado a mediados de febrero de este año en la sala Guirnalda del Museo Sebastián.

El Programa Editorial Chihuahua permite que, a través de una convocatoria dividida en tres categorías, participen y expongan su talento los nuevos escritores del llamado estado grande: Soltar las amarras, dirigida a escritores emergentes, Con trayectoria, para quien cuente con por lo menos dos libros publicados e Historias de mi ciudad para todo aquel que aborde temas históricos o culturales de Chihuahua.

El premio de los ganadores consiste en la publicación de su obra con un tiraje de medio millar; además, en la búsqueda de un mayor impacto y lectores, las obras se encuentran disponibles para su consulta y descarga en la plataforma digital del organismo.

Bajo estas condiciones, la dramaturga Valeria Loera resultó galardonada en la categoría Con trayectoria, por lo que Planeta Kepler o los datos inútiles Auroras boreales o nos vemos en Alaska pasaron a la estampa. Ambas ya habían sido montadas y probando fortuna en las tablas, ya sea con la misma escritora como actriz protagónica o como directora. ¡Mujer de teatro!

Como nota aparte, llama la atención que el proyecto editorial del estado haya beneficiado, en la misma categoría, a otras escrituras destinadas para la escena. Me refiero a Dramaturgia doméstica de Raúl Valles, y a Náufragos de la existencia de Adrián Alonso Villegas. Si bien la dramaturgia de Chihuahua cuenta con destacados exponentes (Víctor Hugo Rascón Banda, Manuel Talavera, “Pilo” Galindo o Antonio Zúñiga) resulta necesario voltear la plana a favor de un cambio generacional sobre una misma tradición.

Valeria Edith Loera Gutiérrez es una dramaturga y actriz chihuahuense nacida en 1993, licenciada en teatro por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de dramaturgia; ganadora del premio Municipal de la Juventud y finalista, con mención honorífica, del premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, que, como ya se dijo, acaba de ganar con su obra ¡Violencia! Como actriz, ha participado en más de veinte obras y espectáculos; ha publicado su trabajo en diversos medios digitales e impresos como: Tierra Adentro, Este País, Pliego 16, Revista Borde, entre otras.

El común denominador del libro en cuestión es la búsqueda del amor. En la primera obra, Planeta Kepler o los datos inútiles, se intuye desde el inicio que cualquier tipo de ser vivo capaz de albergar sentimientos, sea “hombre, mujer, no binario, extraterrestre”, pretende y está en su derecho de encontrar el amor. En cada una de las diez escenas que componen la pieza, se perciben partículas y corpúsculos que al final integran un todo. El proceso de búsqueda del ser amado –después de una decepción amorosa–, lleva a la mujer protagónica a vivir una serie de experiencias intensas y de carácter introspectivo: “¿Qué estoy haciendo aquí?” Para responderse: encontrar el amor; así de convencida se nos muestra, aunque más tarde verá frustrado ese deseo. Tener ideas suicidas y a la vez disfrutar de los atardeceres; padecer de soledad y tristemente constatar que el amor fulgura para todos, pero no para ella. Encontrarse con “él”, al fin, y no tener el valor de decir lo que siente. Tomar las cosas con cierto humor ácido le hace más llevadera la existencia.

Por otra parte, en el siguiente texto dramático, Auroras boreales o nos vemos en Alaska, tenemos a dos mujeres en una estación de trenes, desconocidas y diferentes entre sí, pero tan iguales por las circunstancias que las llevaron ahí. Una de ellas comienza la charla, mientras que la otra, indiferente, apenas contesta y parece no prestar atención. Al cabo de unos minutos, ambas, desde su muy particular punto de vista, reflexionan acerca del amor. En plena conversación se sorprenden, pues jamás pensaron que le podían contar a una persona extraña detalles tan íntimos; surge la empatía entre ellas. Pero ¿por qué Alaska? ¿Qué van a buscar allá? Quizá intentan ser testigos de la aparición de un fenómeno natural que aliente y permita creer que existe ese otro ser especial que las complementaría. Se aproxima el tren, pero solo una de ellas lo aborda, porque “yo ya encontré el amor, tú tienes que ir a buscar el tuyo. No puedo acompañarte ahora, debo hacer algo antes, ir por alguien. Nos vemos en Alaska”.

Lo que deslumbra en la escritura de Valeria Loera es la sencillez con la que aborda uno de los temas vitales, por todo lo que representa en el individuo y la sociedad: el amor. Con gran creatividad nos muestra los hechos que le acontecen a sus protagonistas (en este caso féminas, pero puede ser cualquiera, porque así de universal son los apegos), valiéndose de diferentes recursos. Con la intertextualidad, por ejemplo, da origen a nuevos discursos que atrapan al lector/espectadora: el mito de Zeus, la alusión a la cucaracha (no podemos dejar de pensar en Kafka), los zapatos rojos de la protagonista del Mago de oz, Godzilla, su conocimiento de la cultura japonesa. Todas estas referencia son ingredientes que abonan al peso y valía de las obras.

El detalle del planeta Kepler personificado en la portada de este libro es interesantísimo; por mucho tiempo se ha mencionado la posibilidad de que se puedan poblar otros planetas; pues bien, Kepler cumple con las características básicas para que así suceda.

“Los datos inútiles” no lo fueron del todo tanto, ya que, consultando la página oficial de la NASA y leyendo la biografía de Tycho Brahe, Johannes Kepler e Issac Newton, constaté que sí, sí es posible que el amor pueda llegar a aquel planeta. Asimismo, resulta innegable que al encontrarlo (no me refiero al astro), se puede pelear por él aun yendo en contra de las convenciones sociales y familiares, como ocurre en el caso de la mujer que reconoce haber encontrado el amor en un ser idéntico a ella.

Valeria Loera nos regala en este libro una mirada fresca, auténtica y hasta divertida, de un tema tan importante y trascendente, que ha sido visitado desde diferentes aristas a lo largo de todos los tiempos. Pero ella, Valeria Loera, dramaturga chihuahuense, le da un toque diferente, aderezado de los pequeños momentos que orbitan alrededor de sus obras.

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Dramaturgia sudamericana en Ciudad Juárez: Telón de Arena y su 5º Festival Teatro sin fronteras

sábado, octubre 3rd, 2020

Con los teatros y recintos culturales abriendo sus puertas de manera paulatina, la compañía juarense Telón de Arena ha dado marcha a una edición más del Festival de Teatro sin Fronteras, que convoca hacia finales del año, desde hace cinco emisiones, a compañías nacionales y foráneas que llegan a Juárez a estrechar los lazos entre teatristas y a brindar al público fronterizo una muestra de las distintas dramaturgias latinoamericanas.

Por Amalia Rodríguez Isais y Carlos Urani Montiel

Ciudad Juárez, Chihuahua, 3 de octubre (JuaritosLiterario).- Con los teatros y recintos culturales abriendo sus puertas de manera paulatina, y con vuelos y conexiones internacionales dependiendo aún de la incertidumbre, la compañía juarense Telón de Arena ha dado marcha a una edición más del Festival de Teatro sin Fronteras, que convoca hacia finales del año, desde hace cinco emisiones, a compañías nacionales y foráneas que llegan a Juárez a estrechar los lazos entre teatristas y a brindar al público fronterizo una muestra de las distintas dramaturgias latinoamericanas.

Este año, además de contar con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), la actividad gestionada por una de las compañías más prolíficas y representativas del norte del país también ha sido beneficiada por el Fondo de Ayudas para las Artes Escénicas Iberoamericanas (IBERESCENA).

Dicho programa de cooperación internacional, creado desde el 2006, se integra por 16 países, lo cuales realizan una aportación anual de recursos, para así lanzar convocatorias que generan un espacio de integración de las artes escénicas entre quienes conforman y apoyan al fondo. Sin duda, el V Festival Internacional de Teatro sin Fronteras, seleccionado en la convocatoria de “Ayudas a la Programación de Festivales y Espacios Escénicos”, viene antecedido por una garantía, en cuanto a calidad, y compromiso por parte del equipo de producción juarense, en especial Guadalupe de la Mora y Ericka Flores.

De acuerdo con la misma campaña publicitaria, Teatro sin Fronteras se une en armonía con los objetivos de IBERESCENA, pues “busca ser espacio de intercambio, desarrollo y expresión de discursos estéticos, praxis creativa y discusión política desde la escena; un encuentro de creadores escénicos y públicos diversos para reflexionar sobre el complejo tema de fronteras.” En este sentido, destaca que, a pesar de las condiciones de contingencia y el parón general de las espectáculos presenciales, Telón de Arena convocó a compañías originarias de Colombia y Chile. Aunque también debe mencionarse que el evento se realizará en dos momentos: la primera parte durante este otoño, y la otra en mayo del siguiente año, con la participación de Argentina y España, y con la esperanza de encontrarnos en una situación propicia para el convivio teatral.

De igual manera, cabe destacar que Telón de Arena aprovechó el arranque de su evento anual para celebrar los 40 años de trayectoria de Perla de la Rosa, actriz, dramaturga, gestora cultural y directora general de la compañía, a quien la revista Paso de Gato ya le había dedicado una sección especial hace un par de años (“Perfil”). Al inicio de la función, A la orilla del río, proyectado en una gran pantalla al fondo del escenario y frente a los automóviles, apareció un video con emotivos mensajes de agradecimiento y reconocimiento de varias y varios partícipes del arte dramático de todo el país con quienes llegó a colaborar en distintos momentos de estas cuatro décadas recorridas.

Además de la obra inaugural de Telón de Arena, están programadas otras tres puestas en escena. Debido a la contingencia sanitaria, se lee en un reciente comunicado de prensa, la compañía La Máscara, de Cali y Tramaluna, de Bogotá, no podrán viajar. Las autoridades colombianas dieron marcha atrás a la autorización de vuelos internacionales. “De manera que las funciones programadas para este festival serán llevadas a cabo, vía live streaming desde Colombia, para que puedan ser disfrutadas por nuestros espectadores en Juárez y en cualquier parte del mundo”. Recomendamos consultar la cartelera para adquirir las entradas para la función de este fin de semana o para el próximo, del 8 al 11 de octubre: Guadalupe años sin cuenta, creación colectiva dirigida por Patricia Ariza y Carlos Satizabal. Para cerrar la primera etapa, el colectivo chileno Racún montará (solo para el público juarense) en el Foro del Café Teatro Telón de Arena la creación colectiva Fracanútil, dirigida por Nicolás Reyes.

Hoy sábado y mañana domingo toca el turno a la segunda obra del festival. Casi cuatro décadas de actividad escénica y más de 30 producciones anteceden al grupo La Máscara, una compañía radicada en Cali, Colombia, especializada en cuestiones de género. Desde mediados de los 80’s, su investigación documental e indagaciones sobre las tablas (voz, música y preparación física) se han concentrado en la temática de la mujer.

No sorprende, entonces que La reina de los bandidos, estrenada en 2007, bajo la dirección y dramaturgia de Antonio Cadavid y Susana Uribe, sea “una propuesta escénica experimental en donde el lenguaje teatral desarrollado por la actriz protagónica interactúa con elementos audiovisuales que permiten al espectador situarse en el medio de una trama basada en la autobiografía de Phoolan Devi (1963-2001), mujer hindú que sufrió todo tipo de vejaciones desde su niñez, hasta que decidió –ella confiesa que no tuvo otra opción– tomar justicia por su propia mano y liderar un movimiento armado, por lo que se ganó el sobrenombre de Reina de los bandidos.

Su historia es fascinante y pareciera pertenecer a una saga de ficción. Ella misma, tras ver cómo su figura estaba siendo manipulada –como en la película hindú Bandit Queen, de 1994– optó dictar sus memorias, en lo que ahora conocemos como su autobiografía homónima, La reina de los bandidos (1996). Su rendición en 1983, los once años que pasó en prisión, su puesto como diputada en el parlamento indio, las leyendas que se fueron asociando hacia su bandidaje, tipo Robin Hood, así como el ánimo espiritual que encendió en sus seguidores como una posible encarnación o avatar de la diosa Kali-Durga completan un historia no de resistencia o martirio, sino de insumisión y empoderamiento. En julio de 2001, afuera de su casa, en uno de los mejores barrios de Nueva Delhi, Phoolan Devi fue asesinada a tiros por tres hombres encapuchados, en respuesta a una antigua afrenta.

Las crudas realidades que experimentan tanto el país surasiático como Colombia permiten que la épica individual y el misticismo popular en torno a esta personaje encuentre un vaso comunicante a través del teatro. Lucy Bolaños, una de las directoras del colectivo La Máscara, comentó en una entrevista de 2003: “La verdad es que estamos cercados por el miedo. Estamos a tres fuegos: la guerrilla, los paramilitares y los militares, pero también tantas otras fuerzas oscuras… Yo quiero hablar de eso, aunque todo el mundo lo esté viendo en los periódicos.”

La actividad dramática de cualquier ciudad es un buen termómetro para estimar la vehemencia, el ímpetu y los malestares de sus habitantes. El empeño de los teatristas en Juárez, así como el brío por mantener contacto con sus pares más allá de la localidad se entrelazan para que otras hacedoras, allende fronteras, transmitan su arte en estas coordenadas. Como espectadores, nos esforzamos por llenar las salas, aunque sean virtuales, ya que no hay mejor bienvenida. En este sentido, la comunidad teatral de cada entidad se nutre y amplía sus expectativas (críticas y creativas) al presenciar espectáculos de manufactura lejana, pero tan cercanos en inquietud, acción y entusiasmo.

Ciudad Juárez en la poesía, del colectivo Juaritos Literario: un recorrido lírico por la frontera

sábado, septiembre 26th, 2020

Esta antología está compuesta por 51 formas insólitas de habitar la frontera norte. El criterio de selección de estas voces, acomodadas cronológicamente de 1610 a 2019, es también una ventana a los intereses y visión de los compiladores.

Confiamos en que la pluralidad del siguiente trabajo transmita nuestro sentir y compromiso como filólogos de oficio, como lectores y académicos aficionados a toda forma de literatura.

Por Carlos Urani Montiel

Ciudad Juárez, Chihuahua, 26 de septiembre (JuaritosLiterario).- Las editoriales universitarias son órganos colegiados, encargados tanto de difundir el quehacer académico de sus profesores, como de promover la vinculación de la casa de estudio con su entorno social.

A pesar de que, en ciudades pequeñas, fuera de la Ciudad de México, las publicaciones universitarias sí inciden en el hábito lector de sus habitantes, el empeño de las autoras, editores, correctores y maquetadores, rara vez trasciende la esfera local.

La cuestión presupuestal de estas empresas depende de los designios de la institución, lo que afecta directamente tanto al marketing (promoción y difusión) como a los tiempos de edición: recepción de originales, esquema de arbitraje y diseño final.

Ante este panorama, las universidades autónomas han optado por distribuir sus libros electrónicos en portales que reducen costos de producción, agilizan los tiempos de publicación y optan por el acceso abierto para ampliar su radio de lectores.

Durante los meses de resguardo, a raíz de la pandemia, hubo una tendencia –que esperamos se vuelva costumbre y tradición– por liberar contenidos, que solo guardaban polvo en discos duros. Ante una oferta desmesurada de obras literarias en formatos electrónicos, el esfuerzo publicitario recae, entonces, en los formatos del material en armonía con los dispositivos, en las campañas promocionales y, claro está, en la relevancia y calidad de los textos.

Con la modalidad virtual de publicación, autoras (entre ellas los docentes investigadores) y promotores tenemos la oportunidad de compartir entre propios y extraños el enlace de los libros que nos mantienen en vela. Así que, sin más, estas líneas tratan sobre el segundo volumen de una antología de carácter divulgativo: Ciudad Juárez en la poesía, compuesta por formas insólitas de habitar la frontera norte del país –51 opciones para ser exactos– de recorrerla con cierto ritmo y meditarla con cadencia. En este punto, bien se podría interrumpir la lectura para trasladarse a la página de descarga: elibros.uacj.mx.

Originalmente, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez celebraría el evento más importante de su casa editorial, la Fiesta de los Libros, del 23 al 30 de abril del presente año; sin embargo, el confinamiento trastocó nuestra costumbre de marcar o apartar días en el calendario (23 de abril: día mundial del libro). Ante la incertidumbre, Mayola Renova, subdirectora de publicaciones, y Lula Ortiz, jefa de marketing editorial, pensaron primero, en aplazar el evento, pero finalmente, se canceló. Esperamos que el 2021 sea benévolo para que la Fiesta de los Libros de la UACJ se lleve a cabo. A este marco festivo y de difusión, pertenece Lee y sueña, una iniciativa de lectura masiva que distribuye de forma gratuita y a gran escala (de 10 a 20 mil ejemplares, según el presupuesto y el convenio) libros de bolsillo para llevar leyendo.

Al título de Lee y sueña, y gracias a una colaboración entre la editorial universitaria y nuestro colectivo, Juaritos Literario sumó un complemento con el que se especifica una coordenada espacial y una forma de composición determinada. El objetivo es editar, con una periodicidad anual, cinco antologías que lleven como estandarte la difusión y el fomento a la lectura. Las páginas engrapadas de estos librillos se componen por una selección de textos que han plasmado la imagen de Ciudad Juárez en palabras. Calles transitadas por la ficción. Cada volumen está dedicado a un registro o género literario específico: novela, poesía, cuento, teatro y crónica periodística o testimonial.

La colección tiene como base y antecedente el trabajo de Juaritos Literario desarrollado durante casi cinco años, el cual se encarga de promover la lectura a través del vínculo existente entre los espacios de ficción que retratan a la frontera con su equivalente real dentro del trazado urbano. La agenda, desglosada en cinco líneas de acción, como el flyer las enlista, fortalece el patrimonio intangible –cifrado en una larga tradición escritural– a través de su estudio, promoción y puesta en acción a través de diferentes actividades: rutas literarias, talleres infantiles y juveniles de lectoescritura, recomendaciones de lectura en la radio y, por supuesto, antologías. Hoy en día, el sitio web del proyecto (www.juaritosliterario.com) cuenta con cerca de 300 reseñas, 30 mil visitantes y casi 5 mil seguidores en el perfil de Facebook.

Durante la Fiesta de los Libros de 2019, apareció la antología Lee y sueña: Ciudad Juárez en la novela, con un tiraje de 10 mil unidades, destinado no solo a los cientos de visitantes a la sede del evento de la UACJ, el Centro Cultural de las Fronteras, sino también a salas de lectura y centros comunitarios. Ese primer volumen, disponible en este enlace, compila una selección de 41 novelistas.

A continuación, me centro en la antología de este año, también maquetada y diseñada por Karla María Rascón, poniendo entre comillas parte del prólogo, el cual se dirige a un “tú lector” de manera directa, ya que el público que se da cita en la Fiesta es esencialmente juvenil: “Quizá te parezca poca cosa este cuadernillo, pero” entre sus páginas y detrás “de las voces poéticas, se conjuga una sólida voluntad de difusión, asumida por la máxima casa de estudios, con el empeño de los distintos organismos universitarios encargados de que el trabajo documental de sus investigadores llegue hasta tus manos”.

Sugerencias de uso del libro de bolsillo, portátil, fácil de acomodar en cualquier sitio: “Inicia donde te apetezca, lee un poema al azar y si un verso no te cuadra, cámbialo. Palomea tus preferidos. Fotografía el texto que desees compartir. Presume tu souvenir. Recita uno en voz alta, que el poema se hace en el habla. Imagina aquel paraje, los trayectos interminables; recrea los destellos de la calle, porque nuestra ciudad también se lee. El librillo, además, es coleccionable; ponlo junto al del año pasado (el dedicado a la novela); este obsequio también sabe ser paciente, aunque aguarda con ansias tu mirada”.

El año pasado, nuestra monografía Cartografía literaria de Ciudad Juárez (Ciudad de México: Ediciones y Gráficos Eón, 2019) “ganó el Premio Anual de Crítica Literaria Guillermo Rousset Banda, y lo celebramos reafirmando al fomento a la lectura como objetivo primordial del colectivo Juaritos Literario. Nos parece formidable cómo los componentes del entorno citadino –la acequia, el bordo, las grandes avenidas o el calorón, pero también los días aciagos que nos han asolado– se convierten en ficción.

Estamos convencidos que la producción escrita en y sobre Juárez debe ser popular, primero, en su lugar de inspiración. A fin de cuentas, tomar conciencia de nuestro territorio nos permitirá apropiarnos de esta frontera por habitar [título que andamos barajeando para una futura compilación]. Si quieres saber más de algún texto o poeta, o te interesa publicar una reseña sobre un poema, contáctanos en nuestras redes o visita nuestro blog”.

El material de lectura, en esta segunda entrega, se concentra en otro género literario: el poético. 51 voces, acomodadas de forma cronológica (de 1610 a 2019), dan sentido y cuerpo a la presente antología de carácter divulgativo. El criterio de selección de cada poema responde a su pertenencia a un poemario, es decir, a una colección de textos –con título propio– donde la voz autoral construye, pieza a pieza, una particular y única forma de expresión, una poética.

Esta decisión excluye poemas publicados de manera suelta en revistas o en antologías colectivas (salvo un par de excepciones, marcadas con asterisco), así como la lírica que acompaña a las canciones. Las 51 composiciones cifran nuestra ciudad entre sus versos”, por lo que se priorizó aquellas piezas en las que el paisaje urbano o las referencias espaciales identificables estelarizan las imágenes poéticas.

Numeralia: Hubo dos diferentes cortes; el primero se refiere a la cantidad total de poemarios consultados. Esta cifra –180 colecciones de poemas escritas por 105 poetas– pertenecen a la fase de la investigación y acopio documental. De ese total de poemarios, 130 fueron compuestos por hombres, 49 por mujeres y uno de autoría anónima. La segunda criba remite a los 51 textos que finalmente llegaron a las páginas del libro: 20 de poetas mujeres, el anónimo de tradición indígena (que copio en su totalidad para cerrar el ensayo) y 30 de escritores varones.

Toda antología es también una ventana a los intereses, agrado y visión de los compiladores. Confiamos en que la pluralidad como parámetro de trabajo transmita nuestro sentir y compromiso como filólogos de oficio, como lectores y académicos que disfrutamos de toda buena fiesta.

El poema inicial de la antología se titula “Canto para la carrera ceremonial de las muchachas en su pubertad”, y pertenece a la tradición oral del grupo étnico apache mezcalero, dueño original de estas tierras, antes de ser frontera:

Correrás hacia los cuatro rincones del universo:
a donde la tierra se encuentra con el agua grande,
a donde el cielo se encuentra con la tierra,
a donde está la casa del invierno,
a donde está la casa de la lluvia.
¡Así correrás! ¡Corre!
¡Ten fortaleza!

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ENSAYO desde Juárez | Miguel M. Méndez y el eterno viaje en Peregrinos de Aztlán

sábado, septiembre 19th, 2020

Miguel M. Méndez nació en Bisbee, Arizona, el 15 de junio de 1930. Pasó sus primeros años en su lugar de origen para luego trasladarse con el resto de su familia a una ranchería llamada El Claro, en Sonora. Debido a las penurias económicas en el hogar, su padre le enseña el oficio de albañil, una labor realizada bajo el inclemente sol del norte de México, que luego tomaría un papel fundamental en su obra narrativa.

Muchos años después se traslada de nuevo a Arizona, a Tucson, donde continuará desempeñándose como albañil y leyendo literatura de manera autodidacta; gracias a lo cual decidió tomar la pluma, sin ostentar una formación académica que, con su ejemplo y trayectoria, en ocasiones sobra. Por otra parte (y sin metáforas), literalmente, levantó la Universidad de Arizona, con sus propias manos.

Llegué a su obra como no podría ser de otra manera: revisando los saldos de Fondo de Cultura Económica en la ya lejana Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) de 2016 o 2017. Un librillo capturó mi atención por la portada y el título: El circo que se perdió en el desierto de Sonora, una novela divertidísima que muestra las vicisitudes de una compañía cirquera en el inclemente desierto de dicha entidad.

Desde entonces, el autor se convirtió en uno de mis favoritos, mucho antes de mi llegada a Ciudad Juárez, así como en el mayor acercamiento hacia la literatura chicana. Pero mi intención en estas líneas no es comentar El circo,si no otra de sus novelas, la más famosa: Peregrinos de Aztlán, la cual, por momentos, tiene destellos de auténtica comedia, pero a diferencia de su otra obra, predomina aquí la desesperanza y la tragedia de los personajes que fluctúan en la línea que divide a dos países, un infame muro que uno tiene que ver para creer.

La novela fue publicada en 1974 bajo el sello editorial Peregrinos. Es importante señalar que fue el único libro editado por ellos, ya que el mismo autor (prácticamente) se publicó solo. La introducción, realizada también por Miguel Méndez, funciona como una declaración de intenciones. Cargada de imágenes poéticas, en ella, el novelista justifica su cometido: dar voz a los desgraciados que no tienen lugar ni en la literatura ni en las instituciones, y que son escupidos por una nación que les explota y los desprecia, pero que no puede prescindir de ellos. El mismo Méndez se asume como uno, un desafortunado heredero de los antiguos pobladores que habitaban el interminable desierto, antes de ser empujados a reservas para así poder llenar ese inmenso espacio con carritos de chilli dogs y patrullas de la migra. “Lee este libro, lector, si te place la prosa que me dicta el hablar común de los oprimidos; de lo contrario, si te ofende, no lo leas, que yo me siento por bien pagado con haberlo escrito desde mi condición de mexicano indio, espalda mojada y chicano”. También afirma que de nada le sirvió hacer un esquema sobre su novela, que ella misma se fue revelando y apareciendo ante sus ojos, ya que su material, el lenguaje, no sigue reglas académicas ni de ningún otro tipo y que, al igual que sus usuarios, toma el control del discurso y exclama las voces de los jodidos sin nombre, ni rostro, nada más un número de registro.

Hablar de una sola trama de Peregrinos de Aztlán no resulta conveniente, más acertado sería hablar de un conglomerado. Loreto Maldonado es el personaje que sirve de hilo conductor para las intervenciones de muchos otros, muy distintos entre sí, pero que comparten la característica ineludible de vivir entre la precariedad y el sufrimiento. Maldonado es un yaqui que luchó en la Revolución, cualidad que lo emparenta con otros personajes de la literatura mexicana como Artemio Cruz, magnate y potentado que logró su fortuna gracias al nuevo orden que la lucha armada trajo, y Filiberto García, de El complot mongol,coronel revolucionario devenido en sicario y enemigo mortal del comunismo. Pero a diferencia de estos personajes, no hay en la vida de Loreto honor ni gloria por participar en la Revolución, sino una cubeta con agua y un pedazo de tela para limpiar los coches a cambio de unos cuantos centavos. Aquí existe una crítica al fracaso que la Revolución representó, solo que desde el punto de vista de un pueblo indígena obligado a luchar en un acontecimiento que no buscaba su beneficio, que no le representaba. El resultado de ello es una generación de tullidos, dementes y miserables que no tienen otra opción más que dedicarse a labores minúsculas para ganarse el sustento. La tragedia de Loreto Maldonado también es la de un país que solo vio surgir otros problemas de lo que supuestamente sería su salvación.

El crisol de personajes que deambulan por las páginas de la novela es amplio. Me parecen notables las intervenciones del matrimonio Dávalos de Cocuch y de Jesús de Belén. La pareja representa a una clase social que pretende ser la salvadora de la gente, magnánimos que se regodean de su asistencia a misa y su generosidad con los menos favorecidos, pero que lograron su fortuna explotando al prójimo. Siempre vistiendo con ropa fina y acudiendo a los mejores eventos de la crema y nata, están demasiado ocupados pretendiendo ser buenas personas como para serlo en realidad. En su primer encuentro con Loreto, intentan regalarle un poco de dinero, que este no acepta por tratarse de caridad. No quería contribuir a que se sintieran buenas personas a costa suya. De Jesús de Belén, cabe señalar que lo único que tiene en común con el mesías es el nombre, ya que sus milagros, a diferencia del primero, son más falsos que los espejismos producidos por el sol. Hábil embaucador, este personaje representa las creencias populares, los muchos cultos que surgen a raíz de supuestos milagros ejecutados por personas ungidas por una divinidad que por su misma naturaleza incompatible con el yermo donde viven no podría ser falsa. Además de estos personajes, existen aquellos que muestran la vida desde el punto de vista de distintos grupos: los empleados ilegales en Estados Unidos que trabajan durante horas por una miserable paga que aun así es mucho más de lo que ganarían en sus lugares de origen, pero de la cual no pueden disfrutar porque les es retenida el tiempo suficiente para que sean deportados; niños que enferman y mueren de la manera más atroz y ridícula posible, de una gripa, por ejemplo; un hombre que ata cintas de colores en su cintura para caminar por las calles, mientras un grupo de niños se dedica a arrancárselas por diversión, generando en él la molestia natural de alguien rodeado de rapaces. Resulta tan numerosa la cantidad de personajes que conviene una lectura sosegada, con pausas y notas, ya que podríamos perdernos en el laberinto de nombres.

Lo chicano está presente en la obra de Miguel Méndez. La búsqueda de una tierra cargada de promesas y oportunidades que, desde épocas virreinales, sedujo a militares, frailes y aventureros. La posibilidad de encontrar ciudades llenas de riquezas imprevistas. Este peregrinar, al igual que el que realizaron los mexicas al fundar la Gran Tenochtitlan, está motivado por ilusiones y esperanzas de una vida mejor.

El lenguaje, cargado de albures y términos en espanglish, también configura la oralidad de este grupo de personas, capaces de moldear la lengua como plastilina para dejarla salir de sus bocas con colores y formas desconocidas. Fue el mismo autor, desafiando convenciones editoriales, quien decidió publicar la novela en español, con plena conciencia del suicidio editorial que ello implicaría: la obra de un hombre adulto, descendiente de mexicanos, sin estudios, ni apoyo institucional, con su ópera prima. Nada podría salir bien de eso y, sin embargo, lo logró, y se abrió camino en un tradición literaria en donde su narrativa resulta señera, indispensable.

Miguel Méndez falleció en Tucson, Arizona, en 2013. Dejó tras de sí una obra compleja, el reflejo de una época, de extraordinaria vigencia aún en nuestros días. Logró ser nombrado profesor emérito de la Universidad de Arizona y ganó el premio José Fuentes Mares, en 1995, por Los muertos también cuentan. En sus textos, escuchamos el hablar del chicano y también se siente el calor del inclemente sol del desierto de Sonora. Uno de sus personajes menciona en un momento: “es muy grande el sol, pesado y caliente, como para llevarlo a cuestas”. Nunca se había dicho verdad más grande.

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ENSAYO desde Juárez | Sueños de frontera, de Taibo II: otra aventura del detective Belascoarán

sábado, septiembre 12th, 2020

Sueños de frontera unifica el intersticio entre dos territorios –México/Estados Unidos– para proyectar una imagen de los espacios limítrofes como uno mismo. El protagonista, un detective cuyo oficio lo ha mutilado en muchos sentidos, recorre la franja fronteriza de ambos lados por cuestiones de negocios.

Por Laura Sarahí Robledo Melgar

Ciudad Juárez, Chihuahua, 12 de septiembre (JuaritosLiterario).- En 1990, la editorial Promexa publicó, en el antiguo Distrito Federal, una novela escrita por Paco Ignacio Taibo II, misma que posteriormente sería traducida al inglés por Cinco Puntos Press (2002), en El Paso, y reeditada por Joaquín Mortiz en 2013.

Sueños de frontera unifica el intersticio entre dos territorios –México/Estados Unidos– para proyectar una imagen de los espacios limítrofes como uno mismo. El protagonista, un detective cuyo oficio lo ha mutilado en muchos sentidos, recorre la franja fronteriza de ambos lados por cuestiones de negocios.

El viaje le permite al defeño comprender “ese nombre extraño que usaban para designar una mezcla de territorios marcados por el dudoso privilegio de estarse sobando con los Estados Unidos”. A su vez, explica lo irracional en el efecto divisorio producido en estas zonas, declarando que el otro lado “es un paisaje televisivo al alcance de la mano.

Un enorme supermercado babélico, donde el sentido de la vida puede ser el poder comprar tres planchas de vapor de modelos diferentes el mismo día”. Al observar el territorio norteamericano, Héctor Belascoarán Shayne –el personaje principal que también lo es en otras diez novelas de Taibo II– reconoce que “allí sería extranjero. Qué absurdo, volverse más o menos extranjero por caminar unos metros”.

La ficción rebasa sus propios límites y, así como su protagonista, el escritor hispano-mexicano también juguetea, en una nota preliminar, acerca de su relación (el toma y daca) con estas tierras: “Este libro le debe mucho al Programa Cultural de las Fronteras, dirigido por Alejandro Ordorica, quien me envió de gira de conferencias al norte, donde pude pescar muchas de estas historias que luego fui cambiando de geografía original. El resultado es esta frontera medio rara, de la que soy tan responsable yo como la realidad, dejémoslo a medias”. La burocracia intelectual termina de bosquejarse con la aparición de personajes reales de aquel mundillo cultural, en plena convivencia con la figura protagónica: “Cortázar, poeta chihuahuense y amigo de los locos que subían del DF para ver la vida en crudo, dejó su estilo británico y se le quedó mirando a Héctor”.

Pese a que el texto enmarque el sentido de Ciudad Juárez como lugar de paso, el carácter evanescente de la urbe se sublima a través de su sola mención, ya que las acciones más relevantes de la historia no tienen lugar en la ciudad fronteriza. Sin embargo, el espacio-tiempo de la novela reúne características similares a las de Juárez, haciendo justicia al arquetipo de frontera sin necesidad de detallarla en sus lindes y extensiones. Los 16 capítulos de la novela, entonces, esclarecen ciertas características, como la hospitalidad de los habitantes, la funcionalidad de la economía en cada una de las áreas limítrofes y hasta la disonancia de la música que se produce a lo ancho de toda la franja norte del país. Me parece llamativo y simbólico que el único momento en el cual aparece el nombre de la ciudad desde donde escribo, de manera explícita y textual, sea para enlazarse directamente con nuestro civilizado vecino. “–¿Me das un aventón a Ciudad Juárez?”, le solicitó el detective al solícito poeta. “–¿Qué carajo hace una actriz de cine cuando uno viene a Chihuahua?” Cortázar responde: “–No sé, supongo que come un buen T-bone y luego se va a El Paso a comprar ropa. Yo qué sé”. Ya de camino, “Cortázar puso en el tocacintas de su carro el último casette de boleros de Tania Libertad. La carretera se había vuelto una recta aparentemente sin fin, con cerros majestuosos, rodeados de cielos azules poco creíbles, marcando el horizonte lejano al frente y a los costados. Tierra de matorrales y límites de verdad, verdaderamente lejanos”.

Así, el libro vislumbra a Ciudad Juárez como un lugar de tránsito (y trasiego) hacia los Estados Unidos, condenándola a ser el backyard del sur texano. Por otra parte, también funciona como un referente para ubicar zonas aledañas a la localidad, como el pueblo fantasma de San Jacinto. “A 17 kilómetros al norte de Villa Ahumada hay una desviación al este que sale de la carretera Panamericana en el tramo de Chihuahua a Ciudad Juárez”. Nadie se enfila hacia allá, “porque ese pueblo no existe, es una serie de ruinas fantasmales”.

Belascoarán Shayne se enfrasca en una tarea que implica un trayecto hacia el pasado: localizar a la actriz Natalia Smith Corona no solo resulta en un esfuerzo detectivesco, sino en uno de evocación. Él la persigue puesto que la hija de Nat –como Héctor se refiere a ella de cariño– desconoce su paradero, y en su viaje de negocios reconoce el estrecho vínculo que los recuerdos trazan con los lugares. El caso “era como tratar de recordar los nombres de todos los personajes de las novelas de Tolstoi que había leído. Era como nadar en la luz pegajosa de ese sol inclemente de Mexicali. Como acordarse de los ganadores de la Vuelta Ciclista a México en las ediciones de los años 60. Era, Héctor descubrió la verdad, no sólo una investigación imposible, también un esfuerzo de memoria”.

De manera progresiva, según las convenciones de la novela negra, el personaje va siguiendo las pistas a través de muchas fronteras que parecen una sola, con la consciencia de encontrarse en un terreno ajeno y preguntándose: “¿Era extranjero aquí? ¿Un poco más de lo que era en el Distrito Federal? Definición de extranjero: aquel que se siente extraño, aquel que cree que los tacos que se consumen en la esquina de su casa son necesariamente mejores que los que pueden comerse aquí, aquel que cuando se despierta a media noche siente un extraño vacío, una relación de no pertenencia con el paisaje visto desde la ventana. Bien, él era extranjero también aquí. No reconocía el paisaje, no se sentía en casa ante el retocado México fronterizo. ¿Y qué? Héctor no creía ser un buen juez en materia de nacionalismo y nacionalidades. Un tipo que no se reconocía frecuentemente cuando observaba su imagen al espejo, no era un buen juez de nada”. Apelo a que la novela no nos sea extraña en la frontera.

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Ética y representación: una reflexión sobre la utilización del dolor como materia prima del arte

sábado, septiembre 5th, 2020

José A. Sánchez —profesor, investigador y autor de libros sobre estética— utiliza la novela novela póstuma de Roberto Bolaño 2666 (donde Ciudad Juárez aparece con el nombre de Santa Teresa) para reflexionar en torno a la utilización del dolor real en la representación literaria.

El feminicidio representado en la literatura, el cine o las artes escénicas es duro de contemplar; brinca de la realidad a la ficción y el horror es interminable. ¿Qué sucedería si las autoridades fueran público o lectores de estas obras? ¿Se sentirían impactados y harían algo por aliviar el dolor?

Por Gibrán Lucero

Ciudad Juárez, Chihuahua, 5 de septiembre (JuaritosLiterario).- José A. Sánchez es, además de profesor e investigador, autor de libros sobre estética y prácticas artísticas contemporáneas en literatura, cinematográficas y, principalmente, artes escénicas, en donde su trabajo ha tenido mucho mayor impacto, tanto en España como en toda Latinoamérica.

Es doctor en Filosofía y catedrático de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca (Universidad de Castilla-La Mancha). Entre sus publicaciones se encuentran: Brecht y el expresionismo (1992), Dramaturgias de la imagen (1994), La escena moderna (1999), Cuerpos sobre blanco (2003) y Prácticas de lo real en la escena contemporánea (2007).

Fundador y director del Archivo Virtual de Artes Escénicas (AVAE) y miembro de Artea, así como director de Cairon: Revista de Estudios de danza (2007-2011) y codirector del Máster en Práctica Escénica y Cultura Visual (2009-2016) en colaboración con el Museo Reina Sofía.

Su libro Ética y representación –publicado en 2016 en la editorial mexicana Paso de Gato, con el auspicio de, por lo menos, una decena de instituciones educativas y culturales–, tiene su antecedente en ideas que José A. Sánchez venía desarrolló desde comienzos de comienzos de la década pasada, gracias a un año sabático, y que culminó a inicios de 2015. Durante ese periodo, el autor fue acumulando lecturas y experiencias que le servirían (y cambiarían) el contenido de su monografía.

El contacto con la compañía peruana Yuyachkani fue determinante. Investigadores, académicos y creadores de teatro son quienes más provecho sacarán de esta investigación, material especializado, que, no obstante, se deja leer también por espectadores de teatro o lectores avezados que encontrarán entre las páginas conceptos y argumentos en torno a 43 distintos temas, mucho más allá del par que ostenta en el título.

En el apartado “Historia de este libro”, el crítico nos ofrece un itinerario sobre la composición sintética y (originalmente) sucinta de una publicación de más de 350 páginas. Algo se atravesó en su escritura: “Imagino que la relectura de Los detectives salvajes y, sobre todo, la lectura de 2666 de Roberto Bolaño desbarató los planes. Concluí la lectura en Hamburgo, sin tener ni idea de que el parque por el que paseaba esos días era el mismo en que el viejo Archimboldi conversó con Alexander fürst Pückler mientras saboreaba un helado, y donde Bolaño abandonó a su personaje en la víspera de que tomara un avión rumba a México. Fue sin duda una de las experiencias de lectura más intensas que he tenido en los últimos años” (338).

En el capítulo titulado “Documento y monumento”, en la sección número 19 de Ética y representación, el autor reflexiona en torno a la utilización del dolor real en la representación literaria; él habla, específicamente, del caso de 2666, novela póstuma de Roberto Bolaño, en la que Ciudad Juárez aparece con el nombre de Santa Teresa. Además, la monumental obra contiene un capítulo de más de 300 páginas construido a partir de informes forenses, en donde se identifica a las víctimas de feminicidio: “La parte de los crímenes”.

Algunas de las preguntas con las que abre el capítulo son: “¿Representar el dolor consecuencia del mal no constituye una estetización intolerable, que incluso puede llegar a prolongar el crimen mismo? ¿Por qué no actuar en contra del mal en vez de representarlo o representar el dolor de las víctimas? La representación, al mismo tiempo que combate el silenciamiento de los crímenes, ¿no amplía también su potencia simbólica?”

Sánchez escribe acerca de la cuestión que se planteaba Susan Sontag en Ante el dolor de los demás (2003), donde la escritora estadounidense, de origen judío, pregunta sobre los efectos de la reproducción de fotografías de guerra que daban testimonio del horror y la legitimidad de su utilización. Para Sontag: “hay imágenes del horror que sólo deberían ser vistas por aquellos que pueden hacer algo por aliviar o evitar la repetición del dolor que representan”.

José A. Sánchez piensa que la práctica artística construida sobre el dolor de otros debería surgir de la afección y no del interés. En este sentido, “Roberto Bolaño decidió que el feminicidio impune y la culpabilidad del Estado en el que se había formado como escritor reclamaban su trabajo de ficción”. Sánchez le reconoce a Bolaño el dar “centralidad literaria” a los hechos que el Estado mexicano se empeñaba en minimizar, además de hacer un “monumento disidente” que representa no una historia oficial, sino una marcada por el feminicidio impune.

Fotografía: José Luis González

En esta ciudad fronteriza, en la que vivo, las representaciones artísticas a partir del dolor real son una constante. No podría decir, como Sánchez, que alguna de ellas constituye un “monumento disidente”, porque ese ya lo ocupa la Cruz de clavos que hay en la Avenida Juárez, así como también las cruces sobre fondo rosa que sobrepuestas en muchos postes de la ciudad.

Habiendo tantas representaciones ficcionales que tienen esa misma “centralidad literaria” que le atribuye Sánchez a 2666, no es estoy seguro si la de Bolaño es (o fue) “un reto a la moral imperante”. Tristeza, rabia e impotencia he sentido al ser lector o espectador en estas representaciones del dolor.

El feminicidio impune representado en la literatura, el cine o las artes escénicas es duro de contemplar: ha brincado de la realidad a la ficción; uno recorre las páginas o asiste al cine o al teatro sabiendo que se vas a romper. Sin embargo, me gustaría volver a escribir la proposición de Sontag: “hay imágenes del horror que sólo deberían ser vistas por aquellos que pueden hacer algo por aliviar o evitar la repetición del dolor que representan”.

¿Qué sucedería si alguna de las representaciones ficcionales del feminicidio en Ciudad Juárez fuera vista por las autoridades o dependencias a quienes corresponde su solución? Me las imagino como público o lectores de estas obras. ¿Saldrían ilesos o se sentirían afectados? Y si es así, ¿harán algo por aliviar el dolor de la/os demás?

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Dos filósofos en el desierto y una representación LGBT+ que rompe con estereotipos en la literatura

sábado, agosto 29th, 2020

Aristóteles y Dante son dos jóvenes méxico-americanos quienes, haciendo honor a sus nombres, buscan una respuesta a sus constantes preguntas: cuál es su verdadera nacionalidad, qué es la adultez y la sexualidad. Ambos realizarán un viaje por el desierto para responder los misterios que los rodean.

Para el autor Benjamín Alire Sáenz, esta novela surge como un ejercicio terapéutico, pues él mismo buscó entender su sexualidad con la escritura. Este libro propone al joven que vive la homofobia o el racismo, la posibilidad de encontrar auxilio, y a su vez exhorta a los adultos a aceptarlos por completo.

Por Pamela Torres Martínez

Ciudad Juárez, Chihuahua, 29 de agosto (JuaritosLiterario).- Cuando estaba en secundaria descubrí un género de historieta y animación japonesas (manga anime, respectivamente, términos que hasta hace poco han sido aceptados por la Real Academia Española, aunque con significados en sumo alejados de la realidad) enfocado en relaciones homosexuales.

El lector ideal del yaoi o boyslove, como se le denomina, es el sector femenino de la población, lo que ha orillado a los relatos a desenvolverse alrededor de una serie de clichés que no solo resultan prejuiciosos para la identidad LGBT+, sino que promueven un conjunto de ideales que contaminan y dañan el imaginario de las relaciones queer.

Entre estos destacan el tropo de rape fantasy, una terrible tendencia a romantizar los actos de violación, ligando siempre a la víctima de forma amorosa a su victimario; y la aparente norma del personaje afeminado, que invisibiliza las identidades no normativas y que simplifica los vínculos afectivos equiparándolos con características originadas en la heteronormatividad.

Frente a esta situación, en los últimos años muchas de las creaciones más populares se han inclinado hacia representaciones sanas de la identidad homosexual, casi todas centradas en jóvenes adultos: Dōkyūsei (2006), Given (2013) y Yuri!!! on Ice (2016) lo ejemplifican, pues su fama proviene justamente del acercamiento a relaciones más humanas y realistas.

La presencia del género y la visibilidad de sus seguidoras y seguidores contribuyó, además, a un surgimiento importante de representación LGBT+ en la industria mundial, donde la literatura ha construido un camino fundamental para los jóvenes: The Perks of Being A Wallflower (1999), Simon vs. The Homo Sapiens Agenda (2015) o El chico de las estrellas (2015) se encumbran como canon dentro de la literatura juvenil de temática queer.

No obstante, a pesar de la sana inclusión, en estos textos persiste un problema: los personajes principales son todos blancos y sus apariencias continúan reproduciendo solo a las identidades cisgénero. Aquí entra en juego Benjamín Alire Sáenz, cuya obra Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2012) rompe con muchos de estos estereotipos.

Benjamín Alire Sáenz, quien se define como “educator, poet, writer & activist” en su perfil de Instagram, nació en 1954, en Nuevo México, y llegó a El Paso, Texas, para practicar un sacerdocio eventualmente abandonado. En 1985 se matriculó en UTEP, donde hizo su maestría en Creación literaria a la que volvió, tras estudiar su doctorado tanto en la Universidad de Iowa como en la de Standford, para establecerse como miembro del profesorado.

Su trabajo literario, que abarca los terrenos de la poesía y la narrativa en forma de cuento y novela, ha sido reconocido a través de varios premios, entre los que sobresalen el PEN/Faulkner Award en el 2013 gracias a los relatos compendiados en Everything Begins and Ends at the Kentucky Club (2012) y el Lambda Literary Award (2012) por la novela de Aristóteles y Dante.

Este texto es su obra más popular, pues ya saltó a la pantalla grande, con la adaptación de Henry Alberto, y aunque el proyecto se encuentra en desarrollo cuenta con el cariño de una amplia base de fans a lo largo de todo el mundo. Lo cual no sorprende, ya que la misma dedicatoria del libro acoge a muchos: “Todos los chicos que han tenido que aprender a jugar con otras reglas”.

Alire Sáenz explora con eficiencia un género complicado: el bildungsroman, es decir, novela de crecimiento o transición desde y para las juventudes. La historia  de Aristóteles y Dante ocurre en 1987, en El Paso, y se refiere la amistad entre dos jóvenes méxico-americanos quienes, haciendo honor a sus nombres, buscan dar respuesta a los secretos del universo: cuál es su verdadera nacionalidad, qué significa ser mexicano, chicano o estadounidense, cómo debería comportarse un adulto y cuál es la lógica detrás de los besos entre dos chicos.

Con una narrativa en primera persona y la presencia de un supuesto interlocutor, que en ocasiones se asemeja más bien a un diario de vida o al mismo Ari, el autor logra llevarnos a través de la mente de un adolescente cuyo mayor deseo consiste en conseguir que el verano sea su verano. Para ello, conseguir un amigo es el primer paso; saber por qué su hermano mayor se encuentra en prisión desde hace más de diez años, el segundo; y comprender por qué no puede definir los sentimientos que Dante despierta en él, el último.

A lo largo del viaje que realizan los dos jóvenes para encontrar las respuestas a los misterios que los rodean y que encuentran de vez en cuando en el desierto, Sáenz logra algo fundamental en la novela: emparentar la sexualidad con la nacionalidad. Los dos protagonistas son méxico-americanos, pero cada uno comprende su identidad desde una posición distinta.

Mientras Ari se siente mexicano y se enorgullece de serlo, pues sabe que sus abuelos lo eran y que esa cultura la ha heredado su familia, Dante rechaza la mexicanidad, pero tampoco se permite sentirse estadounidense. Aparte de considerarse lejano a la primera por su mal español, su desconocimiento de la vecina Juárez y su piel blanca, se enfrenta con el macho, una figura central en el estereotipo universal de la cultura mexicana; además, se pregunta si las raíces de su homosexualidad se conectan con Estados Unidos.

El dilema que persiste en los personajes acerca de su origen se liga con la homofobia, pues desde el inicio de la la novela se destaca la violencia adolescente, y los crímenes de odio se suponen un método terrible para enfrentarse a lo desconocido, afectando a costa de una ira anormal las vidas de decenas de personas.

La novela surge como un ejercicio terapéutico para el autor, quien buscaba entender su sexualidad por medio de un complicado proceso de escritura; por ello resulta natural el desarrollo de la relación entre los adolescentes. Al respecto, el hecho más notable radica en la esperanza que ofrece la historia.

Si bien el canon de la literatura LGBT+ deja de lado los vínculos familiares de los personajes, denunciando por medio de este abandono el repudio que la sociedad hace a estos sujetos marginados, en Aristóteles y Dante la familia posee un papel central y, lejos de mostrarse negativa ante los comportamientos de los jóvenes, se ofrece siempre como un soporte para impulsar su peregrinaje hacia la adultez y la propia aceptación.

Cuando nos enfrentamos a las alarmantes cifras de suicidios adolescentes, nos damos cuenta que muchos de ellos vienen de circunstancias donde la homofobia o el racismo han dificultado al extremo su superviviencia; Aristóteles y Dante propone a la lectora y al lector juvenil la posibilidad de encontrar auxilio en sus seres queridos, y a su vez insiste a los adultos en la completa aceptación de aquellos chicos que a diario se preguntan: “¿cuándo sabré quién soy?”

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Madero, el otro: Ignacio Solares devela la dimensión íntima y espiritual del revolucionario

sábado, agosto 22nd, 2020

Esta novela apunta a una faceta poco explorada de Francisco I. Madero: sus creencias místicas, sus sueños y su interés en el espiritismo, con el cual tenía una constante comunicación con almas que lo predestinaban a ocupar un lugar de líder y mártir frente a su patria. La narración se interna en los episodios clave que lo llevaron hasta su trágico final.

Solares se adentra al mundo emocional y psicológico del llamado “Apóstol de la Revolución” con gran exactitud, ya que tuvo acceso a sus apuntes personales. Logra describirlo con fidelidad, estilo verosímil y una detallada reconstrucción de hechos que conmocionaron la vida del país.

Por Adolfo Abraham Cruz Carbajal

Ciudad Juárez, Chihuahua, 22 de agosto (JuaritosLiterario).- “Quizá, la ventaja del novelista es que puede colocarse en un intervalo”, afirma Ignacio Solares en su obra Madero, el otro (1989); primacía que demostró al recrear, a través del género de la novela histórica, la imagen del otro Francisco I. Madero.

La pluma del escritor oriundo de Ciudad Juárez traza una voz que narra en segunda persona la trayectoria del Mártir de la Revolución. Este recurso desdibuja la barrera entre el autor y el lector, ya que al dirigirse a un vocativo transmite los conflictos personales que llevaron a prócer a su trágico final.

La novela empieza cuando el protagonista encuentra su fatídico destino, desdoblándose en un espíritu que se dirige al otro Madero, agobiado por los temores de haberse arriesgado a luchar contra un régimen tirano para sentarse en la silla presidencial.

Ignacio Solares, nacido en 1945, es narrador, ensayista, dramaturgo, editor y periodista cultural. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en donde se ha desempeñado como profesor y director de literatura, teatro y danza, además de fungir como coordinador de Difusión Cultural.

Entre sus obras galardonadas se encuentra Casa de encantamiento que recibió el Premio Magda Donato 1989; El jefe máximo con el Premio Julio Bracho 1992; El gran elector mereció en 1994 el Premio Sergio Magaña, el Sor Juana Inés de la Cruz y el Juan Ruiz de Alarcón; Nen, la inútil ganó el Premio José Fuentes Mares 1996; y El sitio obtuvo el Xavier Villaurrutia dos años después.

Como dramaturgo se destaca por Desenlace (1992), El gran lector (1993), La moneda de oro ¿Freud o Jung?(2002) y Si buscas paz, prepárate para la guerra (2003). De esta basta diversidad creativa se entiende su mirada desde la literatura hacia la histórico, como él mismo afirma en una entrevista:

“Yo entré a la historia por la puerta trasera, no soy historiador y la historia como tal yo te diría que hasta incluso me aburría un poco. Por eso digo que la ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia”.

Además, en su árbol genealógico se encuentra una de las claves para entender su obsesión por esta perspectiva: “Mi abuelo Bernal, el materno, fue dorado de Francisco Villa. Tengo fotos donde él está con Villa. Incluso, fíjate nomás, ¡Villa bautizó a una tía mía!”

En Madero, el otro, Solares subvierte la figura de la biografía heroica a la que nos ha acostumbrado el discurso oficial, pues opta por una dimensión íntima para acercarse al artífice de la Revolución Mexicana. La narrativa en forma de repliegue se manifiesta desde el inicio con la caída del protagonista en la Decena Trágica, por lo que su temporalidad se antoja entre otoñal e invernal, pues la voz emitida se encuentra en un limbo que se estira conforme Madero perece por el disparo del .38 Smith & Wesson.

El rojo de la sangre que poco a poco cubre sus ojos sirve como telón que corre sus cortinas ante los recuerdos desplegados a lo largo de las páginas. Similar a una cinta magnética, la trama se desenvuelve en reversa, recurso que aprovecha el autor para llenar los huecos con dudas y reflexiones:

“Hubieras anhelado decir algo, cualquier cosa, aligerar la agonía que para ti había comenzado ya –y dudabas tanto de todo: de que ese sacrificio al que marchabas tuviera algún sentido […]. Pero también es cierto que al final no había regreso: sólo tu sacrificio sería antídoto ante el veneno que lo invadía todo, y si no te mataba Huerta te mataba Zapata o te mataba Carranza o, si aguantabas lo suficiente, te mataba Obregón y, entonces: ¿qué imagen dejabas de tu pobre revolución?”

La imagen del líder se enfrenta a sí misma en tanto que se desdobla en la voz de un  y un yo; pasado y presente se funden en un espejo que refleja al otro Madero, el cual, con sus dudas, abre un abanico de posibilidades al desbaratar acontecimientos una y otra vez al mismo tiempo que se dirige a varios Maderos: el espiritista, el idealista, el revolucionario, el hermano, el esposo, el señor presidente.

En cada una de estas facetas surge la interrogante que impregna al espíritu y que será el conflicto que lo atormente durante todas las digresiones que precipitarán su caída: ¿ser el tirano o el mártir? Este conflicto va más allá del acontecimiento histórico y, si bien puede aplicarse a cualquier época y circunstancia, en Madero, el otro sirve de vehículo para la reflexión de lo que el poder absoluto provoca en el espíritu humano.

Resulta atrayente la forma en que Solares incita un símil entre la figura de Madero y la del mártir cristiano que es tentado por la duda y el interés propio mientras se sacrifica por sus adeptos; ya que, el motivo del auto sacrificio funciona para imprimir en Madero una suerte de destino al que se debe entregar con el fin de consolidar el movimiento: “Mi sangre fertilizará la revolución.”

El conflicto entre tirano y mártir traza los acontecimientos que el yo evoca en el  de Madero, como si él mismo se recriminara por las decisiones que precipitaron su caída. Por ello, destacan las escenas que Solares recrea sobre esto; por ejemplo, el encuentro con Zapata el 7 de junio de 1911, cuando Madero le reclama su desacuerdo sobre el asunto con el general Ambrosio Figueroa, el cual se relacionaba con la dictadura porfirista.

El debate entre ambos líderes revolucionarios pone en duda los principios de la lucha armada, en especial la situación con el gobernador interino de Morelos quien beneficiaba a los hacendados al seguir obstaculizando la restitución justa de tierras. En el texto, Madero le hace ver su falta de compromiso con la verdadera causa que él mismo ayudó a forjar:

“demostréis al mundo entero que vosotros no queréis pan, queréis libertad únicamente libertad, porque la libertad os servirá para conquistar el pan”. Esto, en contraste con el Madero político que mantenía a toda costa la paz aunque tuviera que aliarse con “los enemigos de la Revolución.”

Solares hace eco de las decisiones tomadas durante la Batalla de Ciudad Juárez, como no considerar para el nuevo gabinete de gobierno a quienes habían luchado en la gesta armada hasta su relación con el traidor Victoriano Huerta, artífice de la Decena Trágica.

También resalta la entrevista con Porfirio Díaz, aquel a quien se dirigía su texto definitivo, La sucesión presidencial. Solares se detiene en los más mínimos detalles del encuentro, desde “el chorro de luz amarilla que entraba por el balcón entreabierto”, hasta descripciones minuciosas del dictador “con la barbilla alzada, impasible, las manos anudadas sobre el vientre, conteniendo el temblor la una de loa otra, las cruces y las estrellas del pecho destellando como pequeños soles.”

El contraste entre ambos personajes comienza a desdibujarse con la imagen un tanto cinematográfica en la que Madero saca un pañuelo de su bolsillo provocando un sobresalto de Díaz, pues creyó que aquel se proponía sacar un arma. Situaciones como esta, revelan la vulnerabilidad de ambos, a la vez que se asienta la ambición de Madero por derrotarlo: “Y al sentirlo y pensarlo el corazón se te aceleraba y, te parecía, la grandeza que percibías en él penetraba en ti.”

Sin duda, una de las virtudes de Madero, el otro es la de plantear preguntas desde la literatura no solo a su protagonista sino también a la historia. Con este ejercicio permite al lector tomar conciencia de las contradicciones en los textos oficiales y visibilizar otras aristas de este emblemático personaje: Madero como héroe de la Revolución, pero también como alguien cuyos temores del espíritu muestran su humanidad, los fracasos y las debilidades que finalmente lo llevaron a su fatal destino.

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Ignacio Solares narra con humor mordaz un episodio trágico de la historia de México en Columbus

sábado, agosto 15th, 2020

La novela histórica Columbus (2013, Alfaguara) permite conocer la evolución de la famosa figura del Centauro del Norte, tan amada y despreciada a la vez. Aquí, la historia y la ficción se reconocen, dialogan al trascender sus límites, y ofrecen una visión paradójicamente actual de la vida fronteriza.

El narrador cuenta su vida, desde sus días en la frontera hasta su unión a Villa en la invasión a Columbus, Nuevo México, cuando confunden los establos con los dormitorios de la guarnición estadounidense y en lugar de soldados, matan un montón de caballos, lo que les permitió organizar la contraofensiva.

Por Fernanda Villalobos Ocón

Ciudad Juárez, Chihuahua, 15 de agosto (JuaritosLiterario).- En mi diario recorrido hacia la universidad —actualmente pausado por la cuarentena—, justo después de pasar el puente de la Jilotepec, me he topado con un monumento erigido en honor al Centauro del Norte. Observo a Francisco Villa montando a su caballo, jalando las cuerdas como para detenerlo o indicándole que inicie el camino.

Aunque nunca me he parado a inspeccionarlo con detalle, siempre que paso por ahí recuerdo a mi bisabuela, gran admiradora del revolucionario. No conviví mucho con ella, pero sus historias me llegan constantemente como un tesoro, en el cual, la figura de Villa resplandece como un héroe indiscutible, valiente, recto y comprometido con la causa.

Esa misma visión me sobrevino de nuevo al empezar a leer Columbus (1996) de Ignacio Solares; sin embargo, al finalizar la novela, la imagen del caudillo cambió por completo. Solares, nacido en Ciudad Juárez en 1945, se ha desarrollado como narrador, ensayista, cronista, dramaturgo, editor y periodista. Entre sus publicaciones destacan La noche de ÁngelesMadero, el otro y El jefe máximo.

Algunos de sus galardones son el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares —otorgado por la UACJ— en 1996 por Nen, la inútil, el Xavier Villaurrutia en 1998 gracias a El sitio, el premio Sergio Magaña a mejor autor nacional en 2002 y el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez en 2008. Actualmente escribe la columna semanal Minucias en el periódico El Universal.

Columbus es una novela histórica que se divide en dieciocho capítulos sin título, en los cuales el narrador, una voz en primera persona, cuenta su experiencia de vida, desde sus días en la frontera hasta su unión a Villa en la invasión a Columbus, Nuevo México. El relato consiste en el testimonio de Luis Treviño; no obstante, resulta complicado definir si él protagoniza la historia, ya que la trama se divide entre su vida, la figura de Villa y las batallas en las que este se involucró.

Lo que sí queda claro es la función de Luis Treviño como hilo conductor que une todo lo anterior a través de sus palabras. El título de la obra refiere a la batalla de Columbus, un enfrentamiento dado entre las tropas de Francisco Villa y el ejército estadounidense. Históricamente se cuenta que el caudillo fraguó dicho ataque como una venganza hacia el país vecino debido a su alianza con Venustiano Carranza, quien, en opinión del Centrauro, había aceptado el apoyo gringo a costa de perder la nación. Por ello decidió intentar la “única invasión de un país latinoamericano a Estados Unidos” el 9 de marzo de 1916.

La novela inicia con una casual invitación a beber, como si de un par de amigos se tratase. Treviño deja clara una cosa: odia a los gringos y por ello seguía a Villa. A lo largo de la historia, explica algunas de las razones de su desprecio a los estadounidenses. Entre ellas se encuentra, aunque poco velado, el tema de la inmigración. El paso de México a EUA, ya sea legal o ilegalmente, resulta una desgracia para sus connacionales, ya que “los tratan como bestias de trabajo” tornando el sueño americano en una pesadilla.

Así lo muestra una nota de periódico con la que se encuentra Luis, en la que revelan que unos mexicanos fueron quemados al querer cruzar la frontera. De esta manera, mediante tragos de Jack Daniels, cerveza, bourbon, Chablis, bloddy marrys y botanas, Treviño va desentrañando su pasado, su juventud y su estrecha relación con los bares. Resulta peculiar que cuando quiere situar en el mapa a su interlocutor —un alguien desconocido y mudo— siempre refiere las coordenadas por medio de la ubicación de los centros nocturnos y bares de las ciudades, incluyendo el nombre de los propietarios y la fama que estos cargaban.

Como ya mencioné, la figura de Villa cambia a lo largo de la novela. Treviño primero señala sus virtudes de estratega militar y califica de teatrales algunas de las técnicas ya que, con unos cuantos movimientos bien pensados, aparentaba un mayor número de hombres para enfrentarse a sus enemigos. Si bien se le admiraba en ese aspecto, el narrador descubre, al irse acercando al ejército villista, que el hombre detrás de la leyenda era un ser desconfiado “hasta de su sombra” y había que andarse con cuidado para evitar cualquier conflicto que luego resultaría mal. A pesar de las advertencias y los rumores que rondaban entre sus seguidores, el Centauro veía  como un gigante, hábil con las palabras, capaz de engrandecerse con cada frase, cada batalla, e incluso, con cada asesinato que cometía.

Nos enteramos de estos pensamientos a través de don Cipriano, quien hablaba del villismo como de una religión. Aunque, luego, dicha imagen ideal va decayendo cuando se entera —muy a su pesar— que el caudillo tenía una buena relación con los gringos, o al menos con sus compañías cinematográficas, con quienes había firmado un contrato para dejar que lo grabasen en exclusiva. Esto —y el episodio con unas soldaderas del que no hablaré para evitar spoilers— deja a Treviño sin un ideal al que seguir porque “la parte buena de Villa” se había ido y quedaba solamente el guerrillero desalmado. Por ello, a lo largo de mi lectura me pregunté constantemente: ¿aun así va a Columbus bajo sus órdenes?

Por último, resalto la gran capacidad descriptiva del narrador acerca de las ciudades. Primero, habla de Ciudad Juárez como un atractivo de diversión para los turistas estadounidenses por tener burdeles, corridas de toros, carreras de caballos, peleas de gallos, casinos, etc.  Se pretendía cumplir las más mínimas demandas de los clientes, por ejemplo, buscar mujeres enanas para convencerlas de volverse prostitutas y complacer así a los gringos. También se retrata cómo la revolución se consideró un espectáculo para los residentes del vecino país. Tal fue el caso de la Toma de Ciudad Juárez en 1911, en la que “los paseños se amontonaban en las riberas del Río Bravo para observar las batallas lo más cerca posible, aun con riesgo de su propia vida porque nunca faltaba una bala perdida que llegaba por ahí”.

Los espectadores de aquel lado del río reían, compraban botanas y señalaban a los vencidos como si de un show de televisión se tratara. A pesar de todo, Luis Treviño se jacta del resultado de su aventura revolucionaria en Columbus: a partir de la invasión, dicha ciudad fue puesta en el mapa. Los residentes crearon un museo y hasta un documental con las fotografías que los mismos periodistas estadounidenses tomaron. Columbus, según este personaje, “sobrevive en buena medida gracias al turismo que va a preguntar sobre nuestra invasión del dieciséis”. Eso es con lo que se queda aquel soldado villista.

La novela resulta un tanto pesada si no se intercala la lectura con pequeñas investigaciones sobre las referencias históricas que se hacen, sobre todo de las batallas; o si simplemente el tema de la revolución o la figura de Villa no interesan. No obstante, la lectura del texto de Solares cumple una función importante al momento de querer adentrarnos en lo que ocurrió previamente a la invasión o dilucidar aquello que movía a los que se metían a la bola revolucionaria, sobre todo en nuestro contexto fronterizo. También permite conocer la evolución de la famosa figura del Centauro del Norte, tan amada y despreciada a la vez.

El lector se convierte en ese interlocutor a quien el viejo Treviño dirige su inagotable y viciosa plática de recuerdos, los cuales, según él mismo, pueden ser ciertos o no. Columbus sorprende constantemente con pequeñas frases espectaculares como esta joya: “Somos de Chihuahua y el desierto lo llevamos dentro, no tiene remedio”. Lo que sí aseguro es que, una vez terminada la novela, el lector entenderá el acontecimiento de Columbus y quizá despertará su curiosidad sobre qué otros eventos ocurrieron durante la época.

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Un poeta errante y herido de amores cura su nostalgia en El Recreo, un bar de la frontera (Parte I)

sábado, agosto 8th, 2020

En De Obregón… El Recreo (2012), un joven que se enfrenta a una vida de desencantos y constantes frustraciones decide refugiarse en un un bar juarense que se convertirá en el paradero de sus tristezas y preguntas existenciales, para luego reconocerse a sí mismo. Juaritos Literario enumera los puntos más importantes de esta novela de Mauricio Rodríguez.

Por José Manuel García-García

Ciudad Juárez, Chihuahua, 8 de agosto (JuaritosLiterario).- Esta es la historia de un joven que se enfrenta a las realidades de una vida de desencantos y constantes frustraciones en el norte de México. El Recreo, un bar juarense, es el lugar en donde se refugia y al mismo tiempo se hunde para reconocerse a sí mismo.

En De Obregón… El Recreo (2012), el autor Mauricio Rodríguez nos cuenta una historia de atmósferas urbanas muy sórdidas y poéticas, a la vez, con una prosa altamente expresiva.

A continuación, Juaritos Literario enumera los puntos más importantes a destacar de esta novela publicada por Sediento Editores.

1.- Novela donde un personaje (narrador) llamado Zerk Montecristo nos cuenta una parte de su vida. Zerk tiene tres estilos: el del narrador de una historia personal (drama + sexo); el estilo del periodista entrevistador de personajes locales (y promotor de un tugurio llamado El Recreo); y por último, el estilo de un vate que gusta del cuaderno-poemario en prosa hermética. Es una novela a tres manos, a tres niveles narrativos.

2.- De Obregón… El Recreo es la novela intermedia: pertenece a otras dos más en proceso de creación. En la primera novela, Zerk será un joven dedicado a crearse una identidad pre-juarense; en la tercera, llegará posiblemente al lugar Anhelado: Ciudad Obregón (Who knows?). Tal es la promesa, no escrita, del escritor Mauricio Rodríguez (proyecto que alguna vez me comentó).

3.- Para entrar de lleno a De Obregón… El Recreo daré un resumen: a Zerk lo acaban de divorciar y está de un humor de todos los diablos (si me permiten comenzar con un cliché). Estamos en el momento en que anota fragmentos de su pasado (remotFo), de su pasado cercano y de su presente de poeta en crisis (no es lo mismo un personaje en el límite de la angustia a uno en el inicio de su viaje a la Interzona Preapocalíptica). Como ya he anotado, Zerk, además de contarnos su vida, es el narrador-periodista que debe escribir una sección cultural con entrevistas a personajes de interés local. Y es el poeta que medita y anota frases que van del lugar común paródico-existencial al intento de una filosofía de vida (¿existe la felicidad por encima del determinismo provinciano?).

4.- Zerk se vale de un par de símbolos para evaluar su vida: Ícaro y Obregón. El primero consiste en el símbolo del Gran Fracaso: volar hacia el sol con alas de cera, etcétera. Así, Zerk es el loser que lo acepta, que intenta varios proyectos y fracasa, queda del lado de un sorpresivo divorcio, de un desengaño vital y de una poesía que se no se recupera del silencio etílico. El segundo es el de un lugar llamado Obregón, el lugar anhelado, el paraíso (auto)prometido (iré a “un lugar que en mi deseo se ha llamado Obregón”: On The Road / Over Gone / Obregón, dice el poeta Zerk). Allí lo espera (supuestamente) su amada, la felicidad, la segunda oportunidad sobre la tierra. Mientras eso ocurra, Zerk seguirá fiscalizando su actitud de vida: “no sé si fue mi imperante espíritu de ser poeta, escritor, escrutador de la noche, anacoreta, misántropo fracasado, lo que prevaleció en esa infructuosa relación [con su ex] o si en realidad simplemente no valgo madre como pareja”. Ícaro, como buen referente (ahora) posmoderno, sigue atento su caída, eligiendo las alternativas de vida, las (a largo plazo) desfavorables para sí mismo: “abandoné la posibilidad de estar con Mina a quien amaba, por seguir el estúpido ideal del matrimonio con una mujer que nunca me quiso de verdad. Fue un auto de formal prisión a voluntad”. Zerk-Ícaro: auto-reclamo que lleva la penitencia: dispersión existencial, errancia emocional, todo en una atmósfera que reclama ya un apocalipsis terapéutico.

5.- La novela carece de una secuencia cronológica (¿Cuál la tiene y para qué?). Leemos fragmentos donde el pasado y el presente aparecen intercalados. Si recuperásemos una breve cronología, anotaríamos que el protagonista viaja de Torreón a Ciudad Juárez. Ahí se enfrenta a la xenofobia de los juarenses, por eso anota amargado: “nadie es de aquí, sin embargo, todos se sienten con el derecho de amedrentar a los demás, causándoles la pena de sentirse despreciados, humillando sus ilusiones de progreso”. “He vivido sorteando calumnias, voces altaneras, bromas de pésimo gusto y la carga de defender una tierra de origen que ya no me reconoce como su hijo”. Tal es la suerte de este migrante: despreciado aquí, despreciado allá. Zerk es una identidad en crisis, vive un divorcio de ciudad, así su integridad simbólica es dolorosamente liminal: ya no es lo que fue, pero todavía no es lo que será. A la nueva ciudad la comienza a conocer a partir de paseos literalmente compulsivos: “Hallándome solo entre el hedor que se desprendía de las alcantarillas mezclado con los estanquillos que ofrecen colitas de pavo y demás fritangas, terminé por volver el estómago más de una ocasión”. Así, el joven Zerk se crea a sí mismo como un joven Flâneur de una ciudad grotesca, ciudad telón del crimen organizado, víctima de la cleptocracia política y la narcocracia autodestructiva (¿o cuánto dura el reinado de un narco?).

6.- De las calles de Juárez pasa a su formación educativa. Recuerda la universidad, las corruptelas de profesores y estudiantes de la institución por la que pasa. Pero evoca también a maestros excepcionales: “recuerdo entre ellos al Doctor García… un tipo que pasaba de los 60 años, con una personalidad que asemejaba a Sean Conney interpretando al padre de Indiana Jones, pero versión gay”. De estudiante brinca a trabajar como periodista y a participar luego en un taller literario para cumplir su deseo de ser escritor, poeta (me refiero al Taller Laesta, coordinado por aquel joven que ahora escribe esta reseña).

7.- La filosofía zerkiana se establece a medida que sus fracasos se multiplican. El Narrador recuerda: “siempre he dicho que ante lo inevitable –para bien o para mal–, no hay nada mejor que una sonrisa y una mentada de madre”. También reflexiona en un tono poético: “Qué culero sabe la cerveza cuando alguien llamado Nadie te hace compañía y solo para acrecentar la secuela de dolor y terminar platicando en voz alta con las paredes”. Y sobre las decisiones vitales equivocadas, dice: “de haber admitido que me había enamorado, las cosas en ese entonces hubieran sido distintas, pero en estas cuestiones el tiempo no se detiene y el cauce de la inexperiencia nos lleva por donde le da su rechingada gana”. Y volviendo al tono poético, reflexiona: “ya no estoy joven, estoy perdido en mis días de madurez inmadura, siempre voy en busca de no buscar, mejor me callo, esto de hablar es extender una serpiente para que a su propia voluntad le crezcan alas”. Su filosofía es práctica y al mismo tiempo, se ajusta a las formas de una narratividad poética propia.

8.- La vida emocional de Zerk resulta el tema dominante de la novela. Él es un personaje dolido, gris y miserable. En medio de una crisis social (narcoviolencia generalizada en juaritos), “justo en este bello instante caótico, la muy cabrona de mi esposa, decidió mandarme a la chingada”. El divorcio también significa una fractura de identidad (que se suma a la separación de su terruño, más las narco-balaceras de aquellos días. Su drama, en más de un sentido, es la situación colectiva de los jóvenes que vivieron de cerca la ultra-violencia social y el abandono de proyectos personales que quedaron en el basural de los sueños. Pura nostalgia en presente continuo, como si el pasado fuese un purgatorio avasallante, ni modo, naciste del lado loser y eso significa (al menos en esta narrativa) aceptar de antemano cualquier pecado que mañana se cometa, así, hay páginas que te llevan directo a las catacumbas de la asfixia emocional.

9.- El narrador tiene como Lugar Privilegiado el antro llamado El Recreo, un lugar (en realidad) sobrevaluado por la amistad entre el cantinero (don Tony) y algunos de los poetas locales dedicados al alcoholismo semanal. Es un establecimiento claustrofóbico, de mesas pequeñas y una hermosa barra y un gran espejo que ayuda a entretener la idea de falsa amplitud. No es el Lontananza de David Toscana, pero sí un bar que ayuda al turista cultural a sentir un vago toque de misticismo estético: aquí estuvo Etcétera, el poeta mayor. Consiste en la oferta bohemia de una provincia plagada de antros ruidosos o de cantinas exclusivas donde la clase media avejentada se reúne para escuchar boleros de (apenas) hace 30 años.

10.- El Recreo es el paradero de la Nostalgia, el lugar para sufrir en grupo con música de rockola de los años noventa. Las tristezas del protagonista se desarrollan ahí, frente al gran espejo que va dibujando a los parroquianos, a sus gestos de película sin voz. Pareciera que ese espejo es la pantalla perfecta donde todos los personajes secundarios existen, encerrados ellos también en una múltiple prisión: El Recreo, el espejo de El Recreo y las imágenes recordadas por el narrador de la novela: “aquellos personajes observados en la barra de El Recreo, donde a través de una sola voz, el personaje principal, es uno con muchas voces. Dentro de él se escuchan sus compañeros de bohemia”. Zerk dixit.

11.- En nombre de la bohemia, Zerk se va creando para sí un yo ideal: el poeta errante, herido de amores, siempre cachondo y nostálgico soñador de un futuro llamado Obregón, ese lugar incierto de una incierta cita con la felicidad. La bohemia es (en todo caso) la actitud del poeta que imita la cercana (nomás a un siglo de distancia) imagen del Flâneur parisiense modernista: vagar por una ciudad apocalíptica, paupérrima. Zerk la llama (con todo el poder de síntesis que tiene) la Ciudad del Crimen. En este sentido, Ciudad Juárez es una especie de Limbo cercano al Infierno, una Isla de Circe, y Obregón será el espacio que la poesía le he prometido: su Ítaca, su deseo postegrado. Zerk-Ulises en permanente búsqueda de su destino; Zerk liminal (ser liminal).

12.- La novela de Zerk se puede leer también como un texto de autoficción. Mauricio Rodríguez se empeña en decir que no es una obra autobiográfica, y tiene razón, pues resulta mejor un texto donde la biografía real del autor se mezcla con la vida del narrador ficticio. Recordemos que la autoficción es el enmascaramiento de los trazos fáctico-biográficos del autor real de la obra. Trazos de realidad demostrables: Zerk, al igual que el autor real (Mauricio Rodríguez) viene de Torreón, desde joven radica en Ciudad Juárez, donde estudia, se casa, se divorcia y trabaja.

Tanto el autor como el personaje ficticio sufrieron la xenofobia local, ambos (además) son asiduos parroquianos de El Recreo, y los amigos son los mismos: los miembros del taller literario Laesta (esto no se menciona, solo sus nombres de ellos): Antonio Flores Shroeder, Jorge López Landó, Juan Pablo Santana (Jean Paul), Susana Chávez, y otros conocidos autores locales. Mauricio Rodríguez y Zerk Montecristo son periodistas, sostienen la sección El Puente donde entrevistan a personajes atípicos locales (Harold Edmonds y los Merolicos).

Hay una parte memorable, cuando Zerk-Mauricio, busca a una amiga (que ahora es un mito feminista): “le pregunto al cantinero [de El Recreo] por mi carnalita Susana [Chávez], la vaga, la poeta, y me dice que estuvo aquí un par de noches, pero después de ponerse una buena juerga, terminó cantando canciones de Chavela Vargas y después de pelearse y mentarle la madre a media barra, salió y desde entonces no ha vuelto. Ya regresará”. Sabemos tristemente, que Susana no iba a regresar ya más. Resulta un acierto esta prolepsis cifrada para los iniciados en las biografías de lxs mártires de la misoginocracia.

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ENSAYO desde Juárez | Memorias de Pancho Villa: un diario del insurgente que se convirtió en leyenda

sábado, agosto 1st, 2020

Durante años, el mito negro del Villa bandido y sanguinario se apoderó de la historia nacional. Aunque estas páginas no niegan la templanza del Centauro del Norte, también nos lo muestran en un papel más humano; un hombre que lucha y es fiel a sus ideales, aunque estos impliquen su reclusión o el robo.

A manera de diario militar y personal, Memorias de Pancho Villa se divide en cinco libros y cada uno sigue la cronología del héroe, desde su surgimiento hasta su ocaso.

Por Graciela Armendáriz Chávez

Ciudad Juárez, Chihuahua, 1 de agosto (JuaritosLiterario).- Martín Luis Guzmán (1887) nace, como la Revolución, en Chihuahua, tierra a donde volvió solo para ver fallecer a su padre, coronel del ejército porfirista, a manos de los alzados en 1910. Antes de morir, su progenitor le hizo ver los errores del gobierno federal y le sembró la semilla revolucionaria que floreció tiempo después.

Desde muy joven sus intereses literarios lo llevaron por el camino de las letras permitiéndole fundar, a los 14 años, la revista Juventud. Sus primeros años transcurrieron entre la ciudad de México y Veracruz, hasta que ingresó a la Escuela Preparatoria Nacional y posteriormente a la carrera de Leyes en la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1909 en la capital del país.

Luego, interrumpió sus estudios para ocupar la cancillería del consulado de México en Phoenix, Arizona. En 1912 se unió al Ateneo de la Juventud, donde al lado de personalidades como José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes y su mentor, Pedro Henríquez Ureña, se replanteó el sentido en que la literatura y el arte se acercan a los obreros en comparación con la clase dominante.

Esta generación se propuso reivindicar el papel de la educación dotándola de rasgos humanistas; además se preocupó por el amor a lo nacional y por alejarse de las ideas porfiristas que apuntaban a lo extranjero para encontrar y resolver un mejor futuro mexicano.

Esta visión y las palabras ante mortem de su padre, llevaron a Martín Luis Guzmán a enfilarse en el movimiento revolucionario. En 1914 llegó a Chihuahua por órdenes de Carranza, quien lo envió con el propio Villa para anunciarle la fundación de un periódico que defendiera los ideales insurgentes.

Así comenzó una travesía nacional, sobre todo por el septentrión y esencialmente villista, alejado de la vía carrancista que le había facilitado el acercamiento con el caudillo. Guzmán fungió como agente de negocios del Centauro del Norte en Estados Unidos, reforzando de esta manera su lealtad y cercanía al personaje.

En 1923 el escritor, obligado por el presidente Álvaro Obregón, se exilió durante 13 años hasta que, gracias al presidente Lázaro Cárdenas, retornó a México. Poco tiempo antes, en 1937, su paisana, Nellie Campobello puso en sus manos los manuscritos de El general Pancho Villa, memorias que el propio Villa había dictado al periodista y militar Manuel Bauche Alcalde y que estaban en poder de la última de las viudas del caudillo, Austreberta Rentería. Guzmán retomó el legajo y comenzó a trabajar en Memorias de Pancho Villa. En 1938 se publicaron los primeros capítulos seriados y fue hasta 1951 que el chihuahuense concluyó la obra.

El texto posee una extensión aproximada de 850 páginas. Aunque la magnitud pueda resultar abrumadora, los capítulos resultan cortos y el lenguaje permite una lectura rápida y amena. La historia se sujeta a la dimensión humana de Villa, pues adopta una narración en primera persona en la que sorprenden los modismos y el tono casi bondadoso en el que se presenta al líder de la defensa de los pobres, recordado por su bravura y tosquedad, al que aún se le ve como analfabeta.

En el prólogo se percibe la misión del libro: deconstruir la imagen del Centauro injuriado y calumniado y mostrarlo como un hombre sencillo, poseedor de una sabiduría moral de ranchero, militar sin formación escolar, pero responsable con el pueblo y la legalidad de la Revolución. La obra de Guzmán le da voz no solo al caudillo sino al movimiento insurrecto para hacer de él un bastión ético, capaz de confrontar y evidenciar los intereses que amenazaron la integridad del movimiento.

Memorias de Pancho Villa se divide en cinco libros: El hombre y sus armasCampos de batallaPanoramas políticosLa causa del pobre y Adversidades del bien. Cada uno sigue la cronología desde el surgimiento del héroe hasta el fracaso de la Convención de Aguascalientes, madurando en cada uno la figura insurgente que se convirtió en leyenda. Al recorrer las páginas, no insertamos en una especie de diario tanto militar como personal, pues nos entrega un hombre que llora, lucha y venga, que es fiel a sus ideales, aunque estos lo lleven a la reclusión en la serranía o lo orillen a robar.

Durante mucho tiempo el mito negro de Villa bandido, roba vacas, se apoderó de la historia nacional. Aún en su biografía se percibe la sombra de su crueldad, la pesadilla sanguinaria que esparcía por donde pasaba y en eso radica precisamente lo que alienta la lectura de este libro; pues aunque no niega la templanza del hombre, a quien no le tembló la voz para reclamar su fusilamiento ni la mano para cometer un homicidio, nos lo entrega en un papel empático y simpático en el que resulta fácil confiar.

Memorias de Pancho Villa es un referente ante la incredulidad de aquellos lectores que ven en el relato las impresiones políticas del escritor mexicano, quien después dirigió la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos en 1959 y llegó a la Cámara de Senadores una década después por parte del Partido Revolucionario Institucional, lo cual le permitió llevar al Congreso de la Unión el nombre de Francisco Villa, inscrito en letras oro entre los héroes de la Revolución y el correspondiente traslado de sus restos al monumento homónimo. Sin duda, la crónica militar engrandeció por el talento literario del escritor chihuahuense que consolidó el relato gracias a su papel de testigo, el cual le permitió adoptar el tono real de Villa y completar lagunas con la información que él conocía.

En el norte del país, en Chihuahua desde donde escribo, se conserva una tradición villista en la que se le enaltece y se le recuerda cada año con una cabalgata que parte de Ciudad Juárez hasta Hidalgo del Parral, donde los espera el festejo de las Jornadas Villistas con presentaciones musicales, la escenificación de su muerte y un homenaje. Un contingente nunca menor a 300 caballerangos inicia el recorrido desde el Portal del Milenio, y a través de su paso por el estado se integran hasta 4,000 jinetes más, sin contar a los miembros de sus familias que los siguen para establecer los campamentos, regaderas y corrales en donde pasarán la noche. Una vez desmontados y a punto de despedir el día, se escuchan corridos, alguna declamación villista y anécdotas, pues todos conocen a alguien que conoció a otro que luchó con el general o lo vio de cerca. A los montados los dirige el organizador de la cabalgata y otro hombre personificado con el atuendo militar con que aparece Villa en variadas fotografías.

La tradición inició en 1995, 25 años después de la labor de Guzmán, lo que me hace cuestionar si fue la importancia que cobró la literatura revolucionaria que inauguró el ateneísta o la existencia de una tradición oral que ameritaba ser escuchada, lo que intervino para dotar de tal fuerza el recuerdo del revolucionario. En cualquier caso, su valor es insondable.

Venimos de una cepa de hombres valientes, que incluso en la lejanía de las montañas norteñas, continuaron sus sueños de justicia y libertad, por los que lucharon con suma astucia estratégica desvelando traiciones, enfrentando sus personalidades y dando el innegable paso a la modernidad mexicana.

Pocas veces lo hicieron pacíficamente; sin embargo, los frutos de la Revolución aún son tangibles y nos hacen herederos de la valentía que se reafirma ante cada acto de injusticia y nos anima a la toma de acciones decisivas para encarar los problemas. Por ello, vale la pena cuestionarnos si nuestra posición inquisidora ante situaciones, llámense manifestaciones feministas o la propia defensa del agua en nuestro estado, consiste realmente en el problema.

En pleno siglo XXI, volvemos a la espiral histórica donde se concibe la idea del progreso desde una visión porfirista que poco se encara con la lucha de los ideales nacionales y homogéneos, los cuales infortunadamente, no distan mucho de la pelea revolucionaria. Por lo que, en tiempos de aislamiento voluntario, vale la pena tomar en nuestras manos este texto que confina el pasado a una lección historiográfica que, de no conocerse, se repetirá inevitablemente.

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Mujeres eternas, de Adriana Candia: un recuento de crónica breve fronteriza desde la mirada femenina

sábado, julio 25th, 2020

Las crónicas de Candia, publicadas en los periódicos de los años 80, unen literatura y periodismo; estilo personal y giros idiomáticos juarenses; unen el ensayo y la descripción (a veces lírica) de un evento o de un personaje alegórico.

El libro Mujeres eternas: crónicas de Adriana (2016) se puede leer como el archivo de una época y como la perspectiva literaturizada de una realidad. Dualismo textual: relatos literarios y literalidad testimonial.

Por José Manuel García García

Ciudad Juárez, Chihuahua, 25 de julio (JuaritosLiterario).- Uno: Contra la pretensión del olvido. 1.- Candia es la precursora de la crónica breve fronteriza desde la perspectiva femenina. 2.- Sus crónicas (publicadas en los periódicos de los años 80) unen literatura y periodismo; estilo personal y giros idiomáticos juarenses; unen el ensayo y la descripción (a veces lírica) de un evento o de un personaje alegórico.

3.- El libro Mujeres eternas: crónicas de Adriana (2016), se puede leer como el archivo de una época y como la perspectiva literaturizada de una realidad. Dualismo textual: relatos literarios y literalidad testimonial. 4.- El artículo periodístico es útil y efímero: tiene fecha de caducidad; al cumplir su papel informador pasa a ser archivo para el antropólogo social y para el historiador.

5.- El texto literario, en cambio, busca trascender a través de un personaje memorable: una escena debe ser breve y perfecta. Un texto literario si es malo se olvida pronto; si es bueno (como son las crónicas de Adriana), se queda en la atmósfera interior de sus lectores.

6.- Leemos la crónica urbana para enterarnos de un suceso clave o de un personaje emblemático que representa una época, y para disfrutar de una perspectiva estética (lo que todavía llamamos ‘el estilo literario’) que ha sabido condensar un momento real en palabras precisas.

7.- Recordemos: en Ciudad Juárez hubo varios cronistas importantes que publicaron sus artículos en libros: Armando B. Chávez (El pensamiento y obra de ilustres chihuahuenses, 1976; Riqueza cultural y artística de Ciudad Juárez, Chihuahua, 1985); Ignacio Esparza Marín (Historia de la imprenta, 1978; Monografía histórica de Ciudad Juárez, 1986-1991); David Pérez López (Historias cercanas, 2004; Los años vividos, 2005), Raúl Flores Simental (Crónica en el desierto, 1994; Crónicas del siglo pasado, 2013), así como otros periodistas que escribieron sobre la vida nocturna juarense.

8.- Raúl Flores Simental es el que le da a la crónica juarense la categoría de excelencia literaria, con un estilo conciso, ameno, didáctico, y una propuesta emocional precisa: podemos ver el pasado a través del prisma de su nostalgia y su humor irónico.

9.- Adriana Candia escribió en su prólogo a Crónicas del siglo pasado lo siguiente: Flores Simental nos regala: un “tesoro de instantáneas’, ‘cápsulas de información’, ‘retratos de los juarenses en determinado momento o circunstancia’, ‘donde aparece la esencia de lo que hemos sido y somos’, con un dominio de ‘la frase, la palabra y la imagen exacta’, con ‘una gran dosis de nostalgia’, y ‘el toque lúdico’, ‘con su particular uso del lenguaje y la elección de una imagen especial arrancada del mismo pueblo’, son retratos de ‘personajes, costumbres, rituales y pasajes urbanos”.

10.- Con las crónicas de Flores Simental, apunta Adriana, “podíamos suspirar, sonreír, emocionarnos o simplemente vernos reflejados en unos cuantos pincelazos que pocas veces alcanzaron la extensión de dos cuartillas’. Su obra es ‘un compendio para la sociología o la microhistoria’ y un ‘cofre literario’, ‘una gran herencia, nuestro espejo.”

11.- En el libro de Adriana los personajes femeninos son alegorías de la víctima social: la sirvienta que cruza todos los días a El Paso, la mujer que vive las falsas oportunidades del subempleo, la que se renta para el baile, la luchadora, la que vende ropa usada, la indígena indigente, la soñadora que vive en la miseria absoluta.

12.- Adriana se enfoca en un personaje para hablarnos del ‘tejido social’ general; sus protagonistas son partes de un todo y ese todo es un contexto ‘disfuncional’: el irónico ‘mejor de los mundos posibles’ volteriano, el lugar que nos tocó vivir y dar un testimonio literario.

13.- Las crónicas de Adriana ejerce la crítica cultural femenina: literatura ‘de género’, feminismo de facto, sí, pero desde la sátira: da gusto leer la mofa que Adriana ejerce contra la misoginia, la hipocresía oficial y el lenguaje encrático adocenado (esa gramática de lo mediocre celebrado por el poder). La sátira exige un lenguaje carnavalesco (a la manera Monsiváis), la literaturización de la palabra cotidiana revirada contra el enemigo cultural.

14.- Subrayo una estrategia literaria de Adriana: la brevedad. Son textos breves porque así lo exigía el formato periodístico: la media cuartilla o una cuartilla y media es la medida, el espacio que ‘generosamente’ ofrecen los diarios locales. Adriana logró hacer de ese problema la solución: en un mínimo de palabras, darle un máximo de significados. La economía obligó a la precisión, a la concisión, sobre todo a la densidad de ideas y comentarios.

15.- De las 42 crónicas, sólo dos exceden las 800 palabras: “Las tropas de entonces” con 863 palabras, y “Pasajeros con destino…” con 891 palabras. En cambio, la mayoría de las micro-crónicas constan de 300/350 palabras, las más breves: “Canto, sudor y lágrimas” tiene 265 palabras, “Descubrió la espera”, 303 palabras, y “Una de vaqueros”, 313 palabras.

16.- Otras características son la precisión de frases y uso de parodias contra el lenguaje dominante (el lenguaje tevecrático de la época). El riesgo consiste en parodiar en un país donde apenas se conocen las referencias culturales-literarias (las referencias intertextuales, las citas (o)cultas que aparecen en cada una de las crónicas de Adriana. Hay que tener un conocimiento de la cultura de la época para gozar de las sátiras propuesta por la autora, esto lo sabe ella, de allí su glosario incluido en la última sección del libro).

17.- La crónica breve es un estilo, un género, y también un vehículo para expresar una ideología personal: la crítica social. La mayoría de las crónicas de Adriana son denuncias de una forma de injusticia; los personajes sirven de alegorías de la condición marginal. Detrás del humor literario está la responsabilidad de tratar temas serios en formatos breves, de anécdotas pensadas para hablar de lo que los sociólogos llaman ‘la subalternidad fronteriza’.

18.- No es un humor ‘facilista’, es un humor que a veces se vale de la retórica subtextual (escondida, ya lo mencioné) y extratextual (relacionada con otro texto de la época). Son crónicas breves donde se condensa la simpatía por las víctimas sociales, la admiración por el ingenio de la sobrevivencia y contra la apatía de los que han originado esta condición sociopolítica.

19.- También son crónicas de una fuerte emoción nostálgica. La nostalgia es una forma de sentir el pasado, lo vivido como una forma exclusiva y a la vez compartida. Entendemos la nostalgia de Adriana en sus imágenes de (por ejemplo) un amanecer cubierto de nieve. Nieve que de una pincelada eliminó la fealdad de la ciudad construida a retazos, con las sobras del país vecino. La nostalgia es también literariamente selectiva y colectiva.

20.- Los recuerdos de Adriana son ahora nuestros.

Dos: Las voces de nuestra ciudad

1.- Hablaré brevemente sobre algunas de las crónicas de Adriana, las que reflejan crítica social y las que hablan de una profunda emoción nostálgica.

A) La micro crónica “Mazahua”, es la historia de una mujer indígena que llegó a Juárez huyendo de la miseria del campo mexicano; ahora vive en la miseria de la urbe juarense. Pobre y nostálgica “se acordó de aquel paisaje de Toluca que miraba cada mañana al despertarse. Un cielo amplio y limpio bordeando el cerro y sus verdores, confundiéndose con el humo de las casitas recién despiertas.” Su vida en Juárez es la de un personaje invisible, presencia ignorada, vida anclada en lo más amargo de la agonía social.

B) La micro crónica “Las que se van” es la historia de una joven que decide irse a Estados Unidos; sus planes, el suspenso sostenido del viaje, el cruce al otro país y su trabajo rutinario, cumplen el ciclo de un destino emblemático. La vida del personaje es la vida de millones de mujeres emigrantes: “Escribe de vez en cuando, llora alguna ocasión, trabaja diez horas diarias y piensa poco en volver porque ahora ya lo sabe: Como ilegal nunca tendrá la fortuna con la que una vez soñó regresar.” Es otro personaje más que vive más allá de la marginalidad: ella es el resultado de una sociedad que necesita esclavos desechables o deportables si acaso exigen algo tan remoto como es una existencia humanamente decorosa.

C) La micro crónica “Ranazos, y quebradoras” es la descripción lúdica, humorística y también lírica de las reinas del costalazo, las luchadoras: “¡Chíngala! ¡Chíngala!’, silbidos, aplausos, ‘¡Mátala Canalla!’, ‘¡Mátala para que aprenda!’. Silbidos, piedritas, cáscaras de cacahuate, pedazos de naranjas, semillas y toda una colección de restos de comida masticables reciben a las mujeres luchadoras en la escena.” El ambiente adecuado para el espectáculo de lo estrafalario que los culturalmente pobres tienen por desfogue: “Suenan los ranazos, las planchas y las quebradoras; la asistencia aúlla, el réferi también patea y lucha, pero ellas siguen fingiendo sin hacerse daño; un último maromeo acaba con la pelea, los que pagaron se quejan y protestan con otra lluvia de cascarazos, pero ya hay vencedora y las dos sonríen mientras se encaminan al vestidor. Adentro se dan la mano, reciben sus 30 mil y el espectáculo sigue afuera.” Gracias a la descripción, la enumeración de acciones rápidas que ocurren en el cuadrilátero, los que conocemos ese espectáculo recordamos otros momentos del pancracio épico, y al mismo tiempo, gracias a la destreza literaria de la cronista, apreciamos haber presenciado un momento grave y patético del Arte del Costalazo.

2.- Ahora cito y comento tres ejemplos de las crónicas de la nostalgia literaria de la autora:

A) La primera, tal vez la más representativa del estilo de Adriana, se llama “Huele a lluvia”, es una crónica que se aleja del comentario social y se sumerge en los recuerdos personales, los recuerdos de niñez, que (entendámoslo así) es un recuerdo colectivo, un recuerdo ‘que hace comunidad’, como dijeran los sociólogos. ¿Qué juarense (de los años anteriores a la invasión a los cerros del poniente) no disfrutó de la lluvia de los veranos, sus olores a campo? “El inconfundible perfume a gobernadora y tierra húmeda eran el único, pero feliz anuncio de aquellas lluvias de verano repentinas; aroma de milagro sobre la tierra reseca, moribunda, ya para finales de junio; sólo unos momentos antes de los chaparrones que llenaban de alegría, aunque sea unos minutos, el lomerío y el desierto de Ciudad Juárez.” A unos el sabor, el olor a una magdalena les da para la búsqueda del tiempo perdido, a otros un olor a tierra mojada les da para recordar lo mejor de los tiempos de ayer.

B) “Casa con pájaros” es otra crónica o microrrelato que habla de aquellos ancianos que llegaron a Ciudad Juárez con sus costumbres campiranas, viviendo en casas con patios llenos de flores y tardes de conversaciones pausadas, y el constante escándalo de las aves en sus amplias jaulas: “La pareja gastaba las horas cuidando gorriones de plumaje simple, pero hermoso canto; cotorros habladores que sabían silbar y decir dos o tres palabras; loros, pajaritos de amor amarillos, azules y verdes y muchas aves más con plumajes bellos que comían frutas y semillas.” Momentos que muchos juarenses vivimos, pero de los que sólo una autora guarda en la memoria colectiva de la crónica.

C) “A la puerta” es micro crónica dedicada a los vendedores ambulantes, los que ofrecían con sus gritos (gama de estilos) las yerbas medicinales, la golosinas, los tamales: “Todos estos hombres hacían un alto en nuestras sencillas vidas por unos minutos cada día; pero se quedaron en los recuerdos de aquellas calles polvorientas. ¿A dónde habrán ido ellos y cómo habremos quedado en su memoria?” La memoria es una imagen poblada con frases que describen momentos, esos que Adriana vivió, que ahora vivimos a través de sus palabras.

3.- Las características de una crónica perfecta fueron descritas por Adriana en su prólogo al libro de Flores Simental. Puedo decir que sus palabras se aplican también a Mujeres eternas, su propia obra: brevedad, literaturización, elección de personajes y eventos claves que perfilan en su microcosmos una ciudad y su interminable duplicación de destinos paralelos, similares, agónicos y nostálgicos.

4.- Ante la gravedad de la vida efímera (parece decirnos Adriana) sólo nos queda dejarla bien escrita. Tales son nuestras memorias, al fin y al cabo: juarenses.

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