Posts Tagged ‘Bienvenida a casa’

ENSAYO desde Juárez | La mirada clínica de Lucia Berlin sobre México y algunos pasajes literarios

sábado, noviembre 14th, 2020

Lucia se aleja de la sangre, de los feminicidios, del horror de la frontera que tanto es descrito en la literatura. En cambio muestra los infiernos individuales de sus personajes en la frontera norte, con su particular mirada sobre El Paso y Ciudad Juárez.

Sus cuentos fueron escritos décadas antes de que Juárez representara la insignia universal de la violencia. Por ello, la autora no se adelanta y narra la ciudad como lo que es.

Por César Iván Graciano

Ciudad Juárez, Chihuahua, 14 de noviembre (JuaritosLiterario).- En 2015, la sensación literaria en Estados Unidos y, por ende, en gran parte del mundo editorial, fue una escritora que llevaba más de una década muerta. Preparada por Stephen Emerson y con un prólogo de Lydia Davis, la antología Manual para mujeres de la limpieza le dio el reconocimiento masivo que Lucia Berlin solo había alcanzado en vida por un reducido círculo de personas.

Lucia fue, como la describe su hijo Jeff Berlin en el prólogo a la autobiografía Bienvenida a casa, una estadounidense única. Entre sus hogares se encuentran Alaska, Montana, Idaho, Santiago, Albuquerque, Nueva York, Puerto Vallarta, Oaxaca, California y El Paso. Además, fue de todo: maestra de escritura creativa, enfermera, telefonista, mujer de la limpieza. También hija, madre, tres veces esposa, hermana y una escritora excepcional.

Aunque ganó el American Book Award en 1991, la autora fue uno de los secretos mejores guardados de la literatura americana, hasta que Manual para mujeres de la limpieza la puso en el sitio correcto: una de las mejores cuentistas de aquel país.

Berlin vivió en El Paso junto a su madre, su hermana y sus abuelos cuando su padre partió a servir en la Marina en la década de los cuarenta. Según recuerda la autora en Bienvenida a casa, su autobiografía inconclusa, El Paso resultó un lugar menos agradable que sus residencias anteriores, con un aire denso y el cielo descolorido, tal como lo recuerda durante su infancia.

Muchos años antes de que la boga fuera la autoficción, Berlin comenzó a escribir cuentos que tomaban su vida misma y las anécdotas más variopintas para transformarlas y convertirlas en piezas literarias de alta factura. Este género la llevó a escribir cuentos sórdidos que incluso llegaron a molestar a sus hijos; por ejemplo, en el que se describen las horas antes de que las licorerías abrieran, pues Lucia fue alcohólica durante algunos años. De acuerdo con declaraciones de la autora, algunos de sus hijos y su sobrina Andrea Chirinos (coreógrafa mexicana), en diferentes artículos, la gran mayoría de su producción se basa en sus propias experiencias, aunque siempre mezcladas con elementos ficticios, personajes diferentes o situaciones alteradas.

Berlin manifestó su peculiar percepción sobre México, en particular sobre los habitantes de Oaxaca. Foto: Especial

Entre los 43 relatos de  Manual para mujeres de la limpieza se encuentra “Dentelladas de tigre”, en el cual se cuenta la historia de una mujer embaraza y con un niño de brazos, quien llega a El Paso para celebrar navidad con su familia, pero es convencida por su prima de practicarse un aborto en Ciudad Juárez y así tener un problema menos en su vida. El relato, cuya principal acción ocurre en el lado mexicano, permite ver la mirada que Lucia tenía tanto de la frontera como de México.

En una de las cartas incluidas en Bienvenida a Casa, Berlin manifiesta su peculiar percepción sobre este país, en particular Oaxaca: “toda la gente que conocimos tenía una belleza (sin sentimentalismos de mi parte) y dignidad (no un falso orgullo) que nadie aquí tiene. Pero me resulta ajeno: la dignidad de los estadounidenses no tiene nada que ver con el nacionalismo, la familia, la tradición, la religión, etc.: es verdaderamente personal y moral”. En “Dentelladas de tigre”, las protagonistas cruzan la línea para hospedarse en un hotel y, mientras la narradora del cuento se realiza el aborto en una clínica clandestina, Bella Lynn, la prima, cuida de Ben, el bebé de brazos.

En el prólogo de Manual…, Lydia Davis comenta que la escritura de Berlin está anclada con la experimentación de los sentidos. En el cuento aludido, esto se demuestra al describir la entrada de los personajes a Juárez: “Llegamos al puente y al olor a México. Humo, guindilla, cervezas. Claveles, velas, queroseno. Naranjas y orines (…) Campanas de iglesia, música ranchera, bebop, mambo. Villancicos de las tiendas para los turistas. Ruidosos tubos de escape, bocinas, soldados estadounidenses borrachos de Fort Bliss”. La mirada de Lucia no deja de tener esas observaciones de turista americana, centrada no en la ciudad como un espectro completo, sino pensada como una línea recta hecha para visitantes.

Lucia Berlin con sus hijos Jeff y Mark, en el Hotel Mirador, Acapulco, México, en noviembre de 1961. Foto: Buddy Berlin, Literary Estate of Lucia Berlin

Luego de tomar un auto que la lleva a las afueras de la ciudad (no se explica ni a dónde ni hacia qué dirección, pero el viaje es de casi una hora, según lo narrado), la protagonista del cuento llega a la clínica donde le realizarán el procedimiento y nota a una veintena de mujeres esperando ser atendidas, “todas estadounidenses”. Ahí la narradora comienza a reflexionar sobre su aborto, dándose cuenta de que ella no quiere hacerlo, sino que la presión de su prima la orilló a esa decisión. Después de discutir con el médico encargado del lugar, le explican que de todos modos debe quedarse, porque no hay quien la regrese a la ciudad hasta que sea de día. Este relato, en primera persona, demuestra otro de los rasgos característicos de la narrativa de Berlin según Davis: un desapego clínico aprendido de sus dos maestros, Chejov y William Carlos Williams. La objetividad con la que la autora escribe permite ver los hechos, siempre narrados desde el yo, con una frialdad médica que elimina cualquier objeción moral, pero deja intactos los sentimientos y los sentidos. Sus cuentos logran un efecto importante: no juzgan pero abrazan.

En otro de los textos titulado “Carmen”, a la protagonista, una mujer embarazada, la manda su esposo en avión a El Paso para que cruce a Juárez para contrabandear heroína. De nuevo, al cruzar la frontera, los sentidos toman por asalto a la narradora: “Crucé el puente. Todavía estaba contenta solo con el olor a leña quemada y caliche, el tufillo de azufre de la fundición”. Luego de recorrer parte de la ciudad, la mujer llega a un edificio en el cual le entregan la mercancía. Hace la transacción y cuando regresa a su casa, “apestando a Juárez”, el esposo, adicto, la golpea al recibir menos droga de la esperada. Mientras el esposo comienza a probar la sustancia, la protagonista inicia su labor de parto y termina solitaria en un hospital.

Buddy y Lucia Berlin, en Nuevo México, enero de 1962. Foto: Jay Walker, Literary Estate of Lucia Berlin

Al ser Lucia una extranjera que escribe sobre esta zona, que solo conoció como ciudad vecina de El Paso, podríamos incluir, al menos, ese par de cuentos, junto a la literatura de Roberto Bolaño y otros textos similares, en la llamada literatura “juárica” (término acuñado por Ricardo Vigueras). No obstante, Berlin logra escapar de esta taxonomía gracias a su sutileza. Vigueras nombra lo “juárico” desde dos condiciones: que sea un extranjero hablando sobre Juárez y que se haga desde la idea del mito de la ciudad. Por ejemplo, Oswaldo Zavala se refiere a 2666 como “la articulación de una narrativa mitificante que se inscribe en un horizonte de significación sin historia”. Resulta fácil dejarse llevar por el mito, la ciudad del crimen, la más violenta del mundo, ya que en gran medida la cobertura (mediática y literaria) que ha tenido la ciudad la hacen un monstruo de una sola cara, aunque jamás se muestra el cuerpo completo.

Aquella comparación que hizo Bolaño entre Juárez y el infierno es perfectamente aplicable a lo que sucede en los dos cuentos de Lucia Berlin. En ambos, las mujeres caminan rumbo al averno, que casualmente queda en la frontera. La diferencia radica en que, mientras que algunos dibujan un infierno grande y general, Lucia nos muestra lo personal que puede ser el tártaro norteño. Estos cuentos fueron escritos décadas antes de que Juárez representara la insignia universal del horror; sin embargo, cabe destacar que desde mediados del siglo XX esta urbe se instaló como la sucursal mexicana de la “ciudad del pecado”. Por ello, la autora no se adelanta, sino que muestra lo que Juárez siempre ha sido. Vigueras considera que su mitificación comenzó hasta los noventa, aunque otros, por ejemplo, Juan de Dios Olivas, han escrito y descrito la época de bonanza en Juárez como un mito en sí. Ambos son mitos, sí, pero diferentes. Berlin escribe sobre el segundo.

Al final de “Dentelladas de tigre” la protagonista celebra navidad con su familia mientras espera a su segundo bebé; a la par, sus tíos arreglan todo para cruzar a Juárez y regalar cosas a los menos afortunados. Aunque los cuentos de Berlin parezcan despolitizados, en ese pequeño y superfluo detalle, se muestra la necesidad de quienes viven en el primer mundo de salvar a sus vecinos: los hombres regalan juguetes en navidad mientras que en nochebuena una decena de mujeres abortan en ese mismo sitio, un patio trasero que hay que regar de vez en cuando.

Lucia se aleja de la sangre, de las asesinadas (dejó de escribir antes de que cobraran la relevancia que tienen hoy en día), de lo fácil que puede ser el horror que a la fecha se ha vuelto cotidiano. En cambio nos enseña el infierno personal, pues incluso cuando en alguna parte del cuento desaparece una mujer de la clínica no parece un problema de la ciudad, sino una pérdida personal de la narradora-personaje.

Berlin, con ese desapego clínico, con un mínimo de elementos, acciones limitadas, un lenguaje simple pero contundente y bello, nos regala varios cuentos de gran altura y, lo más importante, la mirada de una mujer peculiar sobre nuestra ciudad.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE JUARITOS LITERARIO. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

RESEÑA | Bienvenida a casa: con humor y melancolía, Lucía Berlin ficciona su turbulenta vida en relatos

sábado, abril 25th, 2020

En estos cuentos, Lucía Berlín realiza una cáustica celebración de ser mujer, de estar sola y de sentir que después de haber vivido todas la calamidades del mundo, ya nada puede detenerte. La humanidad y ternura con la que delinea a sus personajes marca un estilo literario que la coloca entre las más inusitadas exponentes del relato breve americano.

La vida de Berlin fue extravagante e itinerante. Además de habitar 33 casas, tuvo una vida amorosa turbulenta que incluye dos divorcios y cuatro hijos. Trabajó como asistente médico, como mujer de la limpieza y como maestra, todo para mantener a sus hijos. Ah, cuando podía, escribía.

Por América Gutiérrez Espinosa

“…como si esta fuese la última carta que me queda por jugar, arreglar las cosas a base de intentar no ser mezquina, no sentirme culpable o abatida …”
Lucía Berlin

Ciudad de México, 25 de abril (LibreríasElSótano).- En Abril de 2016 llegó a mis manos la primera edición de Manual para mujeres de la limpieza. En aquella época trabajaba para un grupo editorial que recién se había hecho del legendario sello literario Alfaguara; esa portada salmón chillante con la llave de un motel americano al centro, venía incluida en el paquete editorial que se había adquirido, sin imaginar que su contenido era cínico, rebelde, alcohólico y que en pocas palabras, era poseedor de todas cualidades de los libros que permanecen en tu vida.

Esa primera lectura de Lucía Berlín, fue una cáustica celebración de ser mujer, de estar sola y de sentir que después de haber vivido todas la calamidades del mundo, ya nada puede detenerte. La humanidad y ternura con la que delinea a sus personajes marca un estilo literario que la coloca entre las más inusitadas exponentes del relato breve americano.

La mayoría de sus protagonistas son madres solteras o solitarias, que enfrentan al mundo con determinación, aunque siempre estén exhaustas y que su único consuelo sea el consumo etílico nocturno después una larga jornada de trabajo o de arrullar a sus pequeños.

Hace unos días terminé su tercera publicación en español: Bienvenida a casa y entendí que Berlin tomó prestado mucho material de su propia vida y además lo hizo en forma insolente y libre. Incluso contagiaba a sus personaje de las enfermedades que sufrió a lo largo de su vida como la escoliosis crónica que padeció desde que era una adolescente.

Todas estas historias, insólitas o ruinosas, son episodios que en mayor o menor medida recopiló desde su infancia, durante los oscuros días de invierno en Alaska, como el episodio donde cuenta sobre aquella tarea de empapelar con revistas una covacha. En ella, mezcló páginas para que las posibilidades de lectura en ese espacio se volvieran infinitas. Cada vez que terminaba una página, tenía que inventar la continuación o el desenlace. Iba y venía dentro de aquel cuarto, cuando agotaba las posibilidades, volvía a tapizar con más páginas en aleatorio y ese ejercicio fue su primera gran lección de literatura.

La vida de Lucía Berlin fue extravagante e itinerante, además de inteligente era una mujer considerablemente bella, con una vida amorosa turbulenta que incluye dos divorcios y cuatro hijos. En sus cartas, es notorio que aunque estaba rodeada de gente, vivió periodos de profunda soledad, en los que daba cuenta de que las historias mejoran cuando se fracturan, cuando hay una herida grave que amerita una intervención, no para curarlas, sino para evitar la catástrofe.

Bienvenida a casa es el testimonio de una vida nómada, de una curiosa lista de los problemas de las 33 casas en las que vivió, de pasar un buen rato al volante de una combi Volkswagen entre El paso, Nueva York, México y Guatemala. Además, trabajó como asistente médico, como mujer de la limpieza y como maestra, todo para mantener a sus hijos, sobra decir que cuando podía escribía.

Si nos ponemos rigurosos podríamos colocar la narrativa de la autora de Una noche en el paraíso en lo que ahora se llama metaficción o autoficción. Pero al mirar con atención, Berlín escribía sin el privilegio de la ironía, escribía acerca de lo que le preocupaba, de su día a día, sus historia son incontenibles porque ella se desbordaba de realidad, sin medir que tan peligroso podía ser tocar tal o cual tema en los años 60, sobre todo, viniendo de la prosa de una dama singular.

En Bienvenida a casa, percibimos los sonidos y los humores de los lugares y la gente que amó y los que no tanto. Hay detalles sensoriales que nos permiten cambiar de escenarios y personalidades, pero entre lo desopilante y la risa que nos causa voluntaria o involuntariamente una escena llena de sangre o un comentario descarado, ahí, exactamente ahí, es donde se percibe la desesperación y la melancolía.


América Gutiérrez es Coordinadora de contenidos de Librerías El Sótano. Ha trabajado para Discovery Channel LANat GeoA&E, IMER y Penguin Random House. Siempre se pregunta: ¿en qué se parece un cuervo a su escritorio? Actualmente estudia las leyes que rigen las excepciones.