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¡Gánate un libro de Patti Smith: M Train!

sábado, septiembre 1st, 2018

Patti Smith viene a México para participar del Hay Festival, del 6 al 9 de septiembre en Querétaro. Cantante, poetisa, escritora y fan literaria,  ha deleitado y emocionado al público durante años con su música, su lírica y su prosa.  Como artista, Patti recitará su poema Hecatombe –dedicado en su momento a Roberto Bolaño–, conmemorando una de las voces literarias más relevantes de nuestra época. Con el acompañamiento del guitarrista Lenny Kaye. Aquí te regalamos el último de sus libros, M Train.

Ciudad de México, 1 de septiembre (SinEmbargo).- Este libro de Patti Smith (1946) tiene algo presente. Es cierto que recuerda sobre todo sus visitas a las cafeterías que más ha frecuentado en estos años, pero al mismo tiempo uno sabe exactamente qué piensa y qué siente la creadora de Horses.

Como cuando se sentó en una de las sillas de Roberto Bolaño (1950-2003), en su casa de Blanes, vacía, austera y sin ninguna herencia más que la atmósfera.

“Me senté en la silla de Roberto Bolaño cuando visité la casa de su familia en la ciudad costera de Blanes, en el noreste de España. Pero me arrepentí en el acto. Le había hecho cuatro fotos, una silla sencilla que él acarreaba supersticiosamente de una casa a otra. Era su silla para escribir. ¿Creía que sentándome en ella me convertiría en mejor escritora? Con un escalofrío de reproche hacia mí misma quito el polvo al cristal que protege mi foto polaroid de esa silla”, relata en M Train (Lumen).

El libro fue publicado en 2015 y ahora reaparece con formato de bolsillo, mientras ella cuenta su vida de poeta, dramaturga, cantante, artista, peregrina y fan literaria, como cuando junta piedras de la cárcel de Guyana para llevárselas a Jean Genet (1910-1986), como cuando llora por la muerte temprana de Bolaño: “Al leer su Amuleto reparé en que se refería de pasada a la hecatombe –un antiguo sacrificio ritual de cien bueyes- y decidí escribir una hecatombe para él: un poema de cien versos. Sería una forma de darle las gracias por haber pasado el último trecho de su breve vida afanándose para acabar su obra maestra, 2666. Ojalá le hubieran concedido una dispensa especial para continuar con vida, porque 2666 parecía concebida para prolongarse eternamente, siempre que él quisiera seguir escribiendo. Qué triste injusticia para el hermoso Bolaño, morir en la plenitud de sus facultades, a los cincuenta años. La pérdida de su persona y de lo no escrito nos niega cuando menos un secreto del mundo”.

En Querétaro leerá el poema “Hecatombe”, dedicado a Roberto Bolaño. Foto: Especial

Gracias a una prosa que fluye sin contrastes de los sueños a la realidad, vemos a Patti Smith entrar en la Casa Azul de Frida Kahlo en México, las tumbas de Genet, Plath, Rimbaud o Mishima, cuenta su relación con Robert Mappelthorpe, su matrimonio con el guitarrista Fred Sonic, la retirada de los escenarios para dedicarse a su familia y su vuelta triunfal al mundo de la música.

Ahora un libro puede ser tuyo si contestas estas preguntas y mandas las respuestas a [email protected]

¿Qué editorial publicó M Train?

¿En qué año salió publicado M Train?

¿Qué disco famoso editó Patti Smith?

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La intensidad poética característica de Sam Shepard en Yo por dentro

sábado, agosto 25th, 2018

“Un mosaico de conversaciones resonantes, perspectivas alteradas, una memoria lúcida e impresiones alucinatorias… Prosa rápida, abundantes pinceladas de poesía, monólogos y diálogo. El lenguaje visceral de parpadeantes filmaciones caseras… Yo por dentro es un atlas coalescente, marcado por los tacones de las botas de alguien que instintivamente vagabundea, con los ojos abiertos, por sus extensiones de caminos sobrenaturales” (Patti Smith).

Ciudad de México, 25 de agosto (SinEmbargo).- De madrugada, echado en la cama, debatiéndose entre el sueño y la vigilia, un hombre solitario medita, evoca escenas y ajusta cuentas con el pasado. Por su cabeza merodean recuerdos, en ocasiones fugaces, de su juventud, de su carrera como actor, de la relación compleja con su padre y del papel de las mujeres en su vida. La figura paterna aparece de modo recurrente en muchos de esos episodios lejanos: ese padre que formó parte de la tripulación de un bombardero en la Segunda Guerra Mundial, ese padre que tenía una novia muy joven, Felicity, con la que también él mantuvo una relación, formando un triángulo que acabaría desembocando en tragedia… Crepuscular y elusiva, con pinceladas oníricas, la novela está envuelta por los paisajes desérticos de la América profunda, las granjas aisladas como aquella en la que creció el protagonista, los diners, las carreteras inacabables y las vías de tren solitarias, con los aullidos de los coyotes como banda sonora, a los que se suman los ritmos del jazz y el rock’n’roll.

Yo por dentro, con esa escritura seca y desgarrada de la que emerge la intensidad poética característica de Sam Shepard, es una suerte de compendio de sus temas y obsesiones, una intimista invocación de fantasmas en la que se filtran pinceladas autobiográficas, un testamento literario por todo lo alto, que viene además precedido por un bellísimo prólogo de Patti Smith.

Fragmento y prólogo de Yo por dentro, de Sam Shepard, con autorización de Anagrama

De madrugada, echado en la cama, debatiéndose entre el sueño y la vigilia, un hombre solitario medita, evoca escenas y ajusta cuentas con el pasado. Foto: Especial

Fragmento y prólogo de Yo por dentro, de Sam Shepard, publicado con autorización de Anagrama

Había cuatro caballos pastando al otro lado de la cerca y mariposas negras que aterrizaban sobre las peras caídas. Ya se sentía la proximidad del otoño, una dorada tarde de Kentucky. Sam estaba mirando por la ventana. Yo, sentada a la mesa, leía su manuscrito.

Al alzar la mirada hacia él, me asaltó la idea de que todo lo que sabía de Sam, y él de mí, lo llevábamos todavía dentro. Pensé en una fotografía de nosotros dos en Nueva York, pasando por delante de un fotomatón en la calle Ventitrés, hará unos cuarenta años. Nos la sacaron por detrás, pero éramos nosotros, sin la menor duda, a punto de emprender caminos separados que con toda seguridad volverían a cruzarse.

El manuscrito que tengo delante es una brújula oscura. Todos los puntos proceden de su norte magnético: el paisaje interior del narrador. Sin poder apartar la vista del texto, leí toda la tarde, navegando por un mosaico de conversaciones resonantes, perspectivas alteradas, una memoria lúcida e impresiones alucinatorias.

El narrador despierta en medio de una cruda metamorfosis. Las coordenadas están revueltas, pero la mano es conocida. Sam ha sido actor durante casi toda su vida adulta, lo que le faculta para una especie de viaje que no necesita pasaporte, solo un camión, un guión y sus perros rastreando la nostalgia.

Los olores a donuts, vapor, gofres y café se desparramaban a través del patio destartalado y llegaban al vasto desierto oscuro. Unos hombres acarreaban en silencio por la grava pesadas cajas enormes sobre ruedas de hierro. De vez en cuando, una de las figuras asentía con la cabeza o emitía un gemido, pero el mundo permanecía enigmático, amortajado, inexpresable.

Tiene sueños con su padre, el hombre diminuto que no lo era tanto. Describe los pormenores de esos sueños recurrentes con una hilaridad inquietante que recuerda los mangas japoneses. Intenta huir corriendo, despegarse de su padre y todas sus indiscreciones, pero está condenado a repetirlas. Fotogramas del tiempo: los rostros de mujeres mezclados unos con otros. Felicity, la joven amante de su padre y la madre bocazas de Felicity con un abrigo rosa. La excesivamente joven, ambiciosa y esquiva chica Chantajista. Su esposa durante treinta años que se aleja. Van y vienen y vuelven. Al cabo de un rato empiezas a conocerlos, sus imágenes enrevesadamente compuestas a base de prosa rápida, abundantes pinceladas de poesía, monólogos y diálogo. El lenguaje visceral de parpadeantes filmaciones caseras.

Ama a su mujer pero no congenian. Le seduce la Chantajista, que tiene algo de él mismo, probando y sopesando reacciones. Al remontarse en el tiempo topa con su yo juvenil, ingenuamente entrelazado con la Felicity del padre, un personaje trágico que duda entre la inocencia y el deseo, tironeado como una gominola.

Abrió la boca y vi que se escapaban de ella animales diminutos, animales atrapados dentro durante todo aquel rato. Salían como si algo fuese a capturarlos y encarcelarlos de nuevo. Notaba que aterrizaban en mi cara y reptaban por mi pelo buscando un escondrijo. Cada vez que ella gritaba, los bichitos brotaban en nubecillas como mosquitos minúsculos: dragoncillos, peces voladores, caballos sin cabeza.

Toda su vida le han cautivado, confundido y divertido las mujeres, le han atraído pero obligado a evitarlas. Pero al final no se trata tanto de las mujeres como del alma cambiante del narrador. Recorremos las espirales de su mente prismática, su corazón cansado, no a través de la confesión, sino de una sinceridad poderosa, una fascinación por la indiferencia. Lo cierto es que quizá esté cambiando pero sigue siendo el mismo, el chico que corre, el adolescente emancipado, el hombre colérico al que traicionan los músculos.

Es un solitario que no quiere estar solo, forcejeando con los íncubos, una ondulación de aguas nocturnas, la náusea de noches interminables. Hay momentos perturbadores de presciencia en los que intuye una fragmentación futura, un estoico abrirse paso a patadas entre los añicos. Se conformará con seguir viviendo hasta que muera. No se trata de que se retrate con una luz favorable o adversa. La cuestión es sacar las cosas, alisar los bordes curvos.

Dejo el manuscrito. Es él, algo parecido a él, no es él en absoluto. Es una existencia que intenta aflorar, dar sentido a las cosas. Una tenia solitaria que se desliza desde el estómago hasta la boca y repta por las sábanas, derecha hacia el desolado infinito.

Ahora estás viajando. Tu futuro está congelado. Rápidamente te ves arrojado desde el desconocido espacio en blanco al nítido mundo.

Advierto que la luz ha cambiado, un relumbre crepuscular que enseguida nos adentra en la noche. Me levanto para examinar una imagen ligeramente torcida que Sam ha clavado con una chincheta en un hueco encima del fregadero de la cocina. Una chamán loca con un radiocasete.

–¿Dónde la sacaron?

–En alguna parte del desierto de Sonora.

–¿Es real?

Quizá, dice, pero de todos modos quién sabe lo que es real.

La realidad está sobrevalorada. Lo que perdura son las palabras garabateadas sobre un panorama que se despliega, vestigios de fotogramas polvorientos que se desprenden de la memoria, una elegía de voces fenecidas que transitan por la llanura americana. Yo por dentro es un atlas coalescente, marcado por los tacones de las botas de alguien que instintivamente vagabundea, con los ojos abiertos, por sus extensiones de caminos sobrenaturales. PATTI SMITH

YO POR DENTRO

Han asesinado algo, a lo lejos. Se lo disputan. Sí. Gritando. Con su cacareo de locos mientras desgarran el cadáver blando. Está despierto: son las 5.05. Oscuro como boca de lobo. Coyotes a lo lejos. Deben de haber sido. Él está despierto, en cualquier caso. Mirando a las vigas. Adaptándose al “lugar”. Despierto incluso después de un Xanax entero, para anticiparse a los diablillos: caballos con cabeza humana. Pequeñísimos, como si en su tamaño natural fueran demasiado grandes para verse. Sus perros se abren paso a la fuerza, aullando desde la cocina a imitación de los salvajes. De nuevo un frío feroz. La nieve azul mordisquea los alféizares: brilla en lo que queda de la luna llena. Retira las mantas con un floreo de torero y expone las dos rodillas huesudas al aire crudo. Casi inmediatamente adopta una postura sedente recta, con las manos planas sobre los muslos. Trata de abarcar el paisaje siempre cambiante de su cuerpo: ¿dónde reside él? ¿En qué parte? Lanza una mirada a sus calcetines de senderismo, muy gruesos, azules, térmicos, birlados de un plató de cine. Prendas de algún atuendo, de algún personaje olvidado hace mucho. Han venido y se han ido, esos personajes, como amoríos breves, violentos: caravanas, letrinas portátiles, burritos matutinos, tiendas de provisiones, limusinas de pega, toallas calientes, llamadas a las cuatro de la mañana. Cuarenta y tantos años así. Demasiado grande. Difícil de creer. Demasiado amplio. ¿Cómo entré allí? Su caravana de aluminio se balancea y oscila en medio de los chinooks que aúllan. Su cara joven le devuelve la mirada a través de un espejo barato de 4×4, rodeado de bombillas desnudas. Fuera están rodando metraje de saltamontes que caen en grandes conos circulares del vientre de un helicóptero alquilado. Caen de verdad. En segundo plano, trigo invernal, tan grueso como tu pulgar, vuela en olas onduladas.

Ahora, encaramado en el borde mismo de su firme colchón, mirándose los gruesos calcetines azules mientras unas bocanadas se vaporizan en la oscuridad matinal, sabe que todo se ha hecho realidad. Se queda sentado un rato, con la espalda recta. Una garza grande y azul que aguarda a que una rana salte.

La casa no cruje; es de cemento. Fuera, gimen los álamos. Ahora no siente el frío. Le viene a la memoria que han pasado más de dos años desde la tan súbita ruptura con su última esposa. Una mujer con la que había estado casi treinta años. Le viene a la memoria. Imágenes. ¿Procedencia? “¿Ahora estoy gimoteando?”, se pregunta, con la voz de un niño. Un niño al que recuerda, pero que no es él. No es este, el que ahora tirita con sus calcetines térmicos azules.

Seis de la mañana: el viento del sur acaba de amainar después de tres días seguidos soplando furioso. El aire en calma y mucho más cálido. Incluso se siente calor dentro de casa. Pienso: hoy soy exactamente un año más viejo que mi padre a la edad en que murió. Es un pensamiento extraño, como si fuera una especie de logro en vez de puro azar. Algo más que una circunstancia fortuita. Arranco los largos mangos de seda negra. Hembras. Chisporroteos de electricidad estática azul. Veo que mi pecho desprende chispas. Tengo electricidad en el cuerpo. Cojo las muchas pastillas prescritas por el acupuntor. Las pongo en filas. Colores. Formas. Tamaños. Ni siquiera sé para qué son. Me limito a hacer lo que me han dicho. Alguien debe de saberlo. Haz lo que te han dicho. La primera luz se cuela por entre los piñones. Perros dormidos como leños en el suelo de la cocina, con las patas separadas como si les hubieran sorprendido en pleno galope. Preparo café en la vieja cafetera manchada. Tiro a la basura los posos de ayer. Unos ratones susurran en las rejillas de la calefacción, en busca de calor. Pienso en la respuesta de Nabokov a la pregunta de por qué escribe: “por placer estético”; nada más, “placer estético”. Sí. Signifique lo que signifique.

HOMBRE DIMINUTO

Por la mañana temprano: traen el cadáver de mi padre en el maletero de un Mercury cupé del 49, todavía con una capa densa de rocío en las luces traseras. El cuerpo, de la cabeza a los pies, está firmemente envuelto en plástico transparente. Tiene el cuello, la cintura y los tobillos atados con gomas de color carne, como una momia. Se ha vuelto muy pequeño con el paso del tiempo: quizá unos veinte centímetros. De hecho, lo sostengo ahora en la palma de la mano. Les pido permiso para desenvolver su minúscula cabeza, solo para asegurarme de que está muerto de verdad. Me autorizan a hacerlo. Se quedan a un lado con las manos enlazadas por detrás de sus trajes entallados, con la cabeza gacha en una especie de duelo avergonzado, pero no se les puede reprochar. Es inteligente estar de su lado. Además ahora parecen muy educados y estoicos.

El Mercury, parado, retumba con un sonido profundo y penetrante que percibo a través de las suelas de mis zapatos. Retiro las gomas con cuidado y descubro la cara, despegando de la nariz muy despacio la tira de plástico. Produce un sonido pegajoso, como linóleo que se separa de su pegamento. La boca se le abre involuntariamente; sin duda es alguna reacción tardía del sistema nervioso, pero lo tomo por un último estertor. Le meto dentro el pulgar y noto las encías ásperas. Pequeñas ondulaciones donde tenía los dientes. Tampoco los tenía en vida; la vida que le recuerdo. Vuelvo a enrollar la cabeza en la funda de plástico, repongo las gomas y se lo entrego, dándoles las gracias con un leve gesto de la cabeza, tratando de estar a la altura de la solemnidad del momento. Lo toman cuidadosamente de mis manos y lo colocan de nuevo en el maletero oscuro, con las demás miniaturas. A ambos lados de mi padre han encajado a mujeres encogidas que conservan con perfecto detalle sus facciones atractivas: pómulos altos, cejas depiladas, pestañas embadurnadas de rímel azul, pelo lavado y peinado que huele como caña de azúcar madura. El de mi padre es el único cuerpo diminuto que mira de frente hacia una franja de luz natural. Cuando cierran el maletero la franja se vuelve negra, como si una nube hubiera cubierto bruscamente el sol.

Ahora forman un semicírculo ante mí, con las manos entrelazadas encima de las ingles, despreocupados pero formales. No distingo si son exmarines o gángsters. Parecen una mezcla de ambos. Saludo a todos uno por uno, girando en sentido opuesto a las agujas del reloj. Tengo la impresión de que algunos dan un taconazo al estilo fascista, pero quizá me lo estoy imaginando. No sé si esta lluvia acaba de empezar o si llueve desde hace un rato. Les veo alejarse bajo una ligera llovizna.

Es casi todo lo que recuerdo. Junto con este puñado de detalles hay una extraña aflicción matutina, pero no sé decir por qué.

Todavía extrañamos mucho a Sam Shepard. Foto: AP

Sam Shepard (Fort Sheridan, Illinois, 1942-Midway, Kentucky, 2017) se convirtió en un mito contemporá­neo: polifacético como Boris Vian, legendario como Neal Cassady, amigo y colaborador de los Stones, Patti Smith y Bob Dylan, batería durante años de un grupo de acid rock, actor en películas como Elegidos para la gloria Días del cielo, coguionista de Zabriskie Point Paris, Texas, casado con Jessica Lange durante casi treinta años… Y, como remate, autor, galardonado con el Pulitzer y el Obie, de más de cuarenta obras teatrales, por las que se le ha llamado el sucesor de Tennessee Williams.

TEATRO Y LITERATURA | La rivalidad entre hermanos aflora en “True West”, obra de Sam Shepard

sábado, octubre 14th, 2017

La pieza del dramaturgo estadounidense abre temporada este 12 de octubre en La Teatrería

Ciudad de México, 14 de octubre (SinEmbargo).- El reencuentro de dos hermanos, con tintes de hostilidad, es la trama de la obra True West, texto del dramaturgo estadounidense Sam Shepard, que estrenó el jueves 12 de octubre en La Teatrería.

Bajo la dirección del argentino Rafael Garzaniti, True West es una comedia ácida en la que se enfrentan dos hermanos, quienes se ven obligados a cruzar sus rumbos de manera inesperada, logrando explorar la complejidad de la mente humana.

Esta puesta en escena, escrita por el ganador del premio Pulitzer, considerado heredero de los grandes autores estadounidenses, es protagonizada por Agustín y Leo, los hermanos que se reencuentran en la casa materna, luego de cinco años de distanciamiento.

Bajo la dirección del argentino Rafael Garzaniti, True West es una comedia ácida en la que se enfrentan dos hermanos. Foto: Secretaría de Cultura

Agustín, el hermano menor, es un guionista novel dedicado a contar historias, mientras que Leo es un aguerrido aventurero que ha pasado una temporada en el desierto.

El encuentro es hostil y de inmediato surge la rivalidad entre ellos, la cual se acentúa con la llegada de un productor francés al que Agustín ha buscado con insistencia para trabajar.

Sin embargo, el productor es cautivado por la carismática rudeza de Leo, que lo convence de producir un western, ideado por él, en lugar de la historia que ya le había presentado Agustín.

Como el productor considera a Leo un “talento en bruto”, le pide a Agustín que ayude a su hermano a crear el guión del western, a pesar de que se trata de una historia absurda, en la que Leo vuelca su pasado, sus inseguridades y sus sueños frustrados.

La rivalidad entre dos hermanos. Foto: Secretaría de Cultura

Así, los hermanos se embarcan en la tarea de escribir el guión, bajo la promesa de que algún día juntos irán al desierto y en el proceso revelan mucho de la rivalidad existente entre ambos, ya que Leo sueña con la vida tranquila que lleva Agustín y este con las aventuras que ha vivido su hermano, sobre todo en el desierto sonorense.

El director Rafael Garzaniti advirtió que en esta obra de Shepard “se encuentran dos caracteres diferentes que al fin y al cabo van a empezar a contagiarse uno al otro en una situación de reencuentro”.

Si bien, dijo, estos hermanos “el conflicto ya lo tienen en su alma, es enteramente de vínculo familiar, es un conflicto a la vez muy fresco, muy divertido y por el otro lado, tiene sus bemoles, de hondura que no tienen resolución en la escena”.

Señaló que esta obra es “una peripecia muy sencilla”, pero con características muy interesantes donde se puede apreciar el desarrollo de las conductas conflictivas entre hermanos.

El director Rafael Garzaniti. Foto: Secretaría de Cultura

Protagonizada por Juan Pablo Castañeda en el papel de Agustín e Iván Arana como Leo, la pieza cuenta también con las actuaciones de Pedro Sicard como el productor y Ariane Pellicer, quien da vida a la madre de los hermanos, además de la música de Alfredo Deffis.

 

Sam Shepard, adiós: cowboy, ya te extrañamos

sábado, agosto 5th, 2017

El dramaturgo y actor Sam Shepard falleció el pasado jueves a los 73 años de edad por complicaciones derivadas de la esclerosis lateral amiotrófica, la enfermedad neuronal que sufría. “Se alejó de las grandes ciudades y se confinó a la vida de granja buscando escuchar la música perfecta como sus células que se fueron alejando de su sistema nervioso hasta paralizarse: cowboy ya te extrañamos”, dice José Eugenio Sánchez

Ciudad de México, 5 de agosto (SinEmbargo).- Hubo un tiempo en que Sam Shepard lo tenía todo: pinta, inteligencia, la mujer más deseada del mundo (Jessica Lange, con la que tuvo dos hijos y vivió 30 años) y una treintena de libros sobre dramaturgia que publicó antes de los 36 años.

Su presencia en alguna película llamaba la atención inmediatamente. Si estaba él, algo bueno debería tener.

“Es sólo una estúpida película”, dijo en uno de sus poemas más célebres. “No tan estúpida, dijo ella, como la vida” y fue exactamente la vida la que lo llevó al otro patio, víctima de la escleroris lateral amiotrófica o enfermedad de Gehring, en su rancho de Kentucky.

Shepard escribió casi 50 obras de teatro, fue candidato a un Oscar como actor secundario por el filme The Right Stuff y ganó un Pulitzer a la mejor obra teatral en 1979 por su obra Buried Child.

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La obra trata sobre la desfragmentación de la familia estadounidense, un tema que lo obsesionaba. “Todos luchamos contra la soledad. Hay quien la elude buscando la seguridad de una familia, otros se rodean de gente. Yo escribo porque es una compañía constante. Llevo mis cuadernos a todas partes. Cuando escribo no me siento solo y necesito esa soledad para escribir. Es un conflicto sin solución”, dijo a El País en 2011, cuando fue dirigido por el español Mateo Gil en Blackthorn.

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“Mi fascinación-amor por Sam Shepard tiene mucho del complejo de Electra, por decirlo de alguna manera. O sea, casi incestuoso, si aceptamos aquello de que las mujeres nos “enamoramos” de los hombres que se parecen a nuestros padres. Y joder, Sam Shepard era muy parecido a mi padre. Sobre todo, a mi padre cuando era joven”, cuenta la periodista Olga Wornat.

“Tengo un par de imágenes en blanco y negro, con mi padre de 24 años, delgado, de sombrero, con un cigarro y un vaso de whisky y el aire es tan pero tan cercano, que los rostros se mezclan. El mismo rostro anguloso, las mismos surcos, la mirada profunda que calaba los huesos, la parquedad, la soledad donde se sumergía y una distancia que yo luchaba por quebrar y que jamás lo logré, porque no se dejaba”, recuerda.

Su rostro cavado por la soledad y por esa falta de eficacia para la vida cotidiana, un dejarse fotografiar y siempre estando distante: Sam Shepard en el cine.

“Mi padre, al igual que Sam, era de un pueblo perdido de Bessarabia, salvaje, rústico y cuando llegó a Argentina, hizo de todo para sobrevivir. Detestaba los lujos y vivió y murió en una austeridad extrema. Sé por su biografía, que Sam Shepard vivió cosas parecidas: ese oeste rural y solitario donde nació en la pobreza y donde le gustaba deambular. Esto que parece mínimo y privado, casi insignificante, fue fundamental para seguirlo como loca su carrera, su vida, ver todas sus películas, leer sus poemas, esos cuentos fragmentados y desolados, de una prosa magnífica y delicada, que leí y releí en Crónicas de Motel, un libro que me acompaña a donde vaya y envidiar…profundamente a Jessica Lange, su gran amor o eso creo”, concluye Wornat.

Sam Shepard: Cowboy, ya te extrañamos. Foto: Su filme de 2011, Blackthorn

CRÓNICAS DE MOTEL

Ese libro que nos comprábamos en la adolescencia. Una portada amarilla o naranja cuando era de bolsillo. Las carreteras, los coches, la soledad y la aventura empapan las historias rotas: Sam Shepard era también poeta. De los buenos.

“Leí Crónicas de motel de Sam Shepard, hace ya más de 17 años. Era en ese momento en que Anagrama no era una editorial de prestigio, sino una editorial que nos da autores de alto octanaje, corrosivos, ácidos. Es decir, era otra editorial. Ese breve volumen me voló la cabeza y a diferencia de En el camino, este sí me hizo salir a la carretera. Primero me fui de aventón a lugares cercanos pero me aventuré hasta sitios donde mi soledad me aventaba. A veces un libro te llega a cambiar la vida”, recuerda Iván Farías, autor de la reciente Un plan perfecto.

“Supongo que muchos supimos de Sam Shepard, allá en los noventa, por el libro de llamado Crónicas de motel, donde la geografía de los Estados Unidos nos era mostrada como un lugar desértico, solitario y que carcomía los más débiles”, recuerda Iván.

Un libro que te comprabas en la adolescencia y que te cambiaba la vida. Foto: Especial

“Shepard se mostró así como un vaquero vagabundo que apenas hacía pie en un lugar para ir a otro. Así era en todo, se movía de un lugar a otro para no erosionarse, lo mismo era actor, que dramaturgo, que camarero, vaquero o vagabundo. Shepard me mostró una sola cosa en su literatura y en su vida, que para ser libre había que estar en constante movimiento”, concluye Farías.

EL CINE SEGÚN PARÍS, TEXAS

Había que mirar París Texas. Una de las películas de Win Wenders que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1984. Protagonizada por Harry Dean Stanton (hoy tiene 91 años) y la música a cargo de un rutilante Ry Cooder. El guión estaba a cargo de Sam Shepard, reputado ante todo como dramaturgo y conocido del público masivo como actor, especialmente secundario.

La película, de una complejidad inagotable, sigue sin embargo una acción simple, en torno a un puñado de personajes. Parte con los impresionantes e inolvidables planos, fotografiados por Robby Müller, de Travis (Harry Dean Stanton) vagando por el desierto, hasta que se desploma en un boliche en medio de la nada. Su hermano Walt (Dean Stockwell), alertado, parte a buscarlo. Walt y su esposa Anne (Aurore Clément) no habían vuelto a saber de Travis en años, cuando desapareció abandonando a su esposa Jane (Natassja Kinski) y su hijo Hunter (Hunter Carson). Cuando Jane desapareció a su vez, dejando a Carson en la puerta de sus tíos, Walt y Anne le dieron una nueva familia. A su regreso, Travis se da por misión reunir a Hunter con su madre.

“La escritura misma se convirtió aquí en plasticidad, como en ningún otro sitio. Con una imaginación sin límites las letras y las cifras se transformaron en signos, en nuevos íconos. Imágenes y signos por todos lados, sobre inmensos cuadros, fotografiados, punteados, en luces de neón…”, decía Sam Shepard.

Estuvo con Jessica Lange durante 30 años. “Yo no llamaría a Sammy tolerante y divertido, pero todo el mundo tiene su lado oscuro y siempre lo hace con un sentido del humor”, dijo la icónica estrella. Foto: Internet

Nacido el 5 de noviembre de 1943 en Illinois, Shepard tuvo una vida bastante nómada, mudándose de una base militar a otra porque su padre era militar y un expiloto de la Segunda Guerra Mundial. Su madre era maestra. Finalmente se graduó de un liceo en Duarte, California, donde ya escribía poesía y actuaba. Comenzó a estudiar agricultura en la universidad, pero abandonó los estudios, se unió a un grupo teatral itinerante y llegó a Nueva York a comienzos de los años ’60, donde comenzó a escribir obras de teatro.

Uno de sus últimos papeles fue en Bloodline, de Netflix. Ya no estará su rostro curtido por el sol, su mirada profunda y esquiva (¿puede una mirada tener los dos caracteres?) y su gesto de un niño permanente. Con él se va toda nuestra adolescencia, cuando como dice Iván, un libro, un autor te puede cambiar la vida. Aquí, una elegía del poeta José Eugenio Sánchez. Adiós, Sam Shepard.

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sam shepard poeta vaquero dramaturgo baterista actor panchero dramático borracho infiel asaltante de cerebros enamorado cínico premio pulitzer: el día que conoció a patti smith él tocaba en el village gate con la banda holy modal rounders: tenía 26 años y había escrito 20 obras: ya había ganado el obie: tenía unos pequeños ojos azules y el cabello castaño y recto: era delgado y rudo: vestía camisa de cuadros y jeans que doblaba en el tacón de las botas y le daba un magnetismo de estrella de cine: y aunque shepard estaba casado y tenía un hijo de seis meses se involucró con patti smith: no era como cometer adulterio en los suburbios o algo así: shepard y smith se consideraban socios en el crimen: cuando iban a max kansas city bebían y peleaban como una matrimonio normal:

a los 71 años sam shepard ya había escrito parís texas y la canción browsville girl junto a bob dylan: y estaba bebiendo en el bar la choza de santa fe: los dueños del lugar llamaron a la policía para que lo arrestaran porque se negó a escuchar las advertencias de que estaba ebrio para conducir y le sugerían un taxi: intentó arrancar el auto pero por fortuna no desactivó el freno de mano y no pudo moverse: luego declaró a la policía que se había tomado solo dos tequilas y que pensaba conducir a su casa a baja velocidad y con mucha precaución: el agente reportó que el poeta olía a alcohol y tenía los ojos rojos pero la descripción queda muy corta en comparación a la fotografía con la que ficharon su arresto: en la que apenas puede abrir los ojos y sujetar el cartel con su número de expediente:

novelista cantante director payaso de rodeo nominado al oscar: shot de bourbon bajo el sol incendiario: poeta que brillaba en el desierto como un charco que vigilan los cóndores: sam shepard estuvo casado mucho tiempo para ser tan libre o tuvo mucho tiempo libre para poderse casar: quizá por eso logró cruzar la frontera sin papeles: era soledad el polvo que sacudía de su sombrero y al volvérselo a poner sonaba música: sus textos eran más gringos que él: sus libros misceláneos de géneros mixtos parecen departamentales americanas que tienen todo lo que se necesita para sobrevivir a un pandemónium (hasta un monedero electrónico o una tarjeta de puntos): se alejó de las grandes ciudades y se confinó a la vida de granja buscando escuchar la música perfecta como sus células que se fueron alejando de su sistema nervioso hasta paralizarse: cowboy ya te extrañamos

Broadway apaga sus luces durante un minuto para rendir homenaje a Sam Shepard

miércoles, agosto 2nd, 2017

Tras el fallecimiento del dramaturgo estadounidense Sam Shepard, los letreros de Broadway permanecieron apagados por un minuto. Esta es una de las múltiples muestras de condolencia que ha realizado Hollywood.

Broadway apagó sus luces durante un minuto en señal de duelo, tras la muerte de Sam Shepard este jueves. Foto: AP

Nueva York, 1 de agosto (EFE).- Los letreros luminosos de Broadway permanecerán apagados el miércoles durante un minuto en memoria del recién fallecido Sam Shepard, que murió el pasado jueves por complicaciones de la enfermedad neuronal que padecía.

La Broadway League anunció hoy que los teatros de Nueva York apagarán sus luces el 2 de agosto a las 19:45 hora local, en señal de duelo por la muerte del celebrado dramaturgo y actor.

El mundo del teatro continúa así con una tradición que, según coinciden en señalar los expertos, se inició en 1952 tras el fallecimiento de la actriz de musicales Gertrude Lawrence.

Con este teatral homenaje el gremio quiere reconocer la trayectoria profesional del ganador en 1979 de un premio Pulitzer por la pieza dramática “Buried Child”.

“Sam Shepard fue un narrador prolífico, creador de una obra provocativa, fascinante y reflexiva para Broadway, el circuito teatral alternativo y el cine”, aseguró Charlotte St. Martin, presidenta de la Broadway League en el comunicado.

“La originalidad de su voz fue un atractivo para el público y tuvo una influencia innegable en otros artistas”, agregó.

El dramaturgo y actor falleció a los 73 años el pasado 27 de julio por complicaciones derivadas de la esclerosis lateral amiotrófica que padecía.

El anuncio se suma a las múltiples muestras de condolencia que el mundo del espectáculo ha manifestado desde que se conociera la noticia.

Sam Sheppard, el artista que revolucionó Broadway y dio voz a una sociedad acechada por el rechazo

martes, agosto 1st, 2017

Hijo de un maestro de escuela alcohólico, Sam Shepard, fue uno de los dramaturgos más influyentes de Broadway. Murió a los 73 años de edad.

Nueva York, 1 de agosto (AP).- Suficientemente viejo como para ver desaparecer el mundo rústico de su niñez, Sam Shepard fue un nuevo tipo de hombre que renovó el lenguaje del teatro estadounidense.

En True West, Buried Child y otras obras revolucionarias, los personajes de Shepard hablaban con una dura poesía y una introspección cruda rara vez escuchada de un hombre o una mujer del oeste estadounidense. Al igual que William Faulkner al escribir sobre el sur del país, Shepard le dio voz a una sociedad acechada por el rechazo y la derrota y un temor a estar del lado errado de un viejo argumento moral.

“Hay algo oculto, profundamente arraigado en el hombre angloamericano que tiene que ver con inferioridad, que tiene que ver con no ser un hombre, y siempre, continuamente tener que representar alguna idea de hombría que es invariablemente violenta”, dijo Shepard, fallecido la semana pasada a los 73 años, al New York Times en 1984. “Este sentido de fracaso corre muy profundo — quizás tiene que ver con que la frontera sea sistemáticamente incautada, con la culpa de haber conseguido este país aniquilando una raza nativa de personas, con toda la ética laboral protestante. No puedo identificarlo, pero es fuente de mucha curiosidad para mí”.

El apuesto y taciturno Shepard fue moldeado por la vida fronteriza que lloró y criticó y por los cambios revolucionarios de la era post Segunda Guerra Mundial que ayudaron a vencerla. Parecía un heredero de Gary Cooper y otros astros de westerns de Hollywood, pero era un artista para una época rebelde y desafiante. En su obra de un solo acto de 1971 Cowboy Mouth, que escribió con su entonces novia, la músico y poeta Patti Smith, un personaje dice: “La gente quiere un ángel callejero. Quiere un santo pero con boca de vaquero”, un papel que Shepard representó para muchos.

“Básicamente escribía para actores”, dijo Shepard a The Associated Press en el 2011. “Y los actores parecían apropiarse inmediatamente de ellas, de su ritmo, del sonido y de los personajes. Comencé a entender que hay una posibilidad de conversación entre los actores y así fue como empezó todo”.

Shepard era más recordado por sus obras desgarradoras y su papel prominente en el movimiento Off-Off-Broadway. Su drama de 1979 Buried Child ganó el Pulitzer de teatro. Otras dos obras, True West, sobre dos hermanos en guerra, y Fool for Love, sobre un hombre que teme que se está convirtiendo en su padre, también fueron nominadas a este premio.

Sus muchos créditos en el cine incluyeron Days of Heaven (Días de gloria) de Terrence Malick, Steel Magnolias (Magnolias de acero), The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford) y Mud (El niño y el fugitivo) del 2012. Fue nominado a un Oscar por su interpretación del piloto Chuck Yeager en The Right Stuff (Los elegidos) de 1983 y escribió el aclamado drama de Wim Wenders de 1984 París, Texas. Actuó con mayor frecuencia con el pasar de los años; apuntó que con una película podían pagarse 16 obras de teatro.

“Siempre sentí que la dramaturgia era el hilo conductor de todo”, dijo Shepard en el 2011. “Si lo piensas, el teatro contiene todo. Puede contener al cine, pero el cine no puede contener al teatro. Música, danza, pintura, actuación. Es todo”.

Samuel Shepard Rogers VII nació en Fort Sheridan, Illinois, en 1943. Vivió por el suroeste estadounidense de niño, pero pasó gran parte de su tiempo en una hacienda aguacatera en Duarte, California. Su padre era un maestro de escuela alcohólico y expiloto del ejército; Shepard más adelante escribió con frecuencia sobre los daños cometidos por borrachos, incluyéndose. Sus primeras obras — ataques verbales fogosos y surrealistas — empujaron al teatro estadounidense en una dirección energizada y frenética que iba a tono con los tiempos. Shepard, también un baterista, consiguió su propio ritmo de rock ‘n roll. En busca de espontaneidad, inicialmente se negó a reescribir sus borradores, una estrategia que luego desestimó como “simplemente estúpida”.

Su conexión con la música fue duradera. Acompañó a Bob Dylan en la gira de 1975 Rolling Thunder Revue y con Dylan escribió Brownsville Girl, un relato lleno de imágenes de vaqueros que incluía al menos una línea que uno esperaría oír en una obra de Shepard: “Es extraño cómo la gente que sufre junta tiene conexiones más fuertes que la gente que está más contenta”. Shepard y Patti Smith fueron amigos toda la vida. “Simplemente somos iguales”, dijo Smith una vez. “Cuando Sam y yo estamos juntos, no es como ningún momento en particular”.

Mientras hacía la cinta biográfica de 1982 sobre Frances Farmer, Frances, conoció a Jessica Lange y los dos permanecieron juntos casi 30 años. Tuvieron dos hijos, Hannah Jane y Samuel Walker, y una relación de extraordinaria intensidad antes de separarse en el 2009. Lange una vez dijo de Shepard: “Ningún hombre que haya conocido se compara a Sam en términos de hombría”.

En su libro de 1982 Motel Chronicles, Shepard dijo que se sentía como si nunca hubiera tenido un hogar. Ese sentimiento, reconoció más tarde, lo mantuvo siempre.

“Básicamente vivo en un camión”, dijo Shepard en el 2011. “Me siento más en casa en mi camión que en cualquier otra parte, lo que es algo triste que decir. Pero es verdad”.

Sam Shepard, escritor, director, dramaturgo, poeta y actor estadounidense, muere a los 73 años

lunes, julio 31st, 2017

Sam Shepard fue el autor de la obra Buried Child, que recibió el Premio Pulitzer en 1979, y fue nominado a un Óscar como mejor actor secundario por su papel en el largometraje The Right Stuff.

Nueva York, 31 de julio (EFE).- El dramaturgo y actor Sam Shepard falleció el pasado jueves a los 73 años de edad por complicaciones derivadas de la esclerosis lateral amiotrófica, la enfermedad neuronal que sufría, informó hoy un portavoz de su familia.

Según indicó el New York Times, Shepard murió en su residencia de Kentucky, Estados Unidos, tras una larga carrera en la que destacó como uno de los escritores de obras de teatro más prominentes del movimiento “Off Broadway”, producciones teatrales en Nueva York de menor envergadura.

Shepard fue el autor de la obra Buried Child, que recibió el Premio Pulitzer en 1979, y fue nominado a un Óscar como mejor actor secundario por su papel en el largometraje The Right Stuff.

Como una de las figuras destacadas de “Off Broadway”, Shepard estaba considerado como una de las voces más originales de su generación, especialmente por su retrato del lado más oscuro de la familia estadounidense y los problemas de identidad de matrimonios, hermanos o amantes.

El actor estadounidense Sam Shepard en Cannes, Francia. Foto: EFE/Lorenvu

Sam Shepard falleció a los 73 años. Foto: AP

Shepard fue nominado además a otros dos premios Pulitzer por True West y Fool for Love, dos obras cuyo éxito las llevó a producirse más tarde en Broadway, y fue coautor del guión del alabado filme Paris, Texas.

El dramaturgo también destacó por sus dotes de intérprete, no sólo por su trabajo en el cine, por el que fue nominado a mejor actor secundario por The Right Stuff, sino por sus representaciones en “Off Broadway”.

Además, destacó con su actuación en Bloodline, de Netflix, su trabajo más reciente.

Shepard no tardó en recibir buenas críticas después de iniciar su carrera como dramaturgo, y ya en 1965 recibió un premio Obie por Chicago y Icaru’s Mother, y por Red Cross y La Turista en 1966.

Los 10 poemarios favoritos de José Eugenio Sánchez

sábado, febrero 6th, 2016

El autor de Jack Boner and the rebellion es también un gran lector de poesía como lo comprueba esta colaboración para nuestro suplemento. Imposible no tentarse con sus propuestas poéticas

Ciudad de México, 6 de febrero (SinEmbargo).- José Eugenio Sánchez (vaquero regiotapatío del 65, inventor del fenómeno poético underclown). Entre sus libros se encuentran La felicidad es una pistola caliente, Physical graffity, El azar es un padrote,   Tentativa de un sax a medianoche y jack boner and the rebellion.

Obtuvo el Premio Internacional de la Fundación Loewe a la Joven Creación.

Fue invitado por el U.S. State Department al International Writing Program donde recibió el título de Honorary Fellow Writer de la University of Iowa.

Fue becario de Jóvenes Creadores del FONCA y es Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

En este texto elige para Puntos y Comas sus 10 poemarios queridos.

EUGENIO_L01Zona, de Guillaume de Apollinaire

Quizá el primer libro moderno que leí de poesía: con todos los elementos que me agradan del poema: la política, la religión, la moral, el arte, la guerra, una visión sorprendente del verso y su plasticidad.

EUGENIO_L02Prosa de transiberiano, de Blaise Cendrars

Eel poema largo en un tono alejado de Eliot: William Carlos Williams le decía a Ezra Pound que leer a Eliot era como ir a una iglesia: un discurso aburrido en medio del silencio incrédulo:  Cendrars es como estar en un crucero

EUGENIO_L03No vendrá el diluvio tras nosotros, de Joseph Brodsky

La poesía de un hombre de ciencia: la sensibilidad del poema de ocasión: el poeta testigo y el poeta reportero o el poeta biólogo o documental.

EUGENIO_L04Fama & muerte, de Allen Ginsberg

El último libro de Ginsberg: en este libro hay un bloc de notas, esquétches, canciones, cartas: el ser humano en los últimos momentos en la vida terrenal: las reflexiones, los temores, la enfermedad.

EUGENIO_L05Mexico city blues, de Jack Kerouac

El cuerpo humano como detonador de instantes: otra vez el poeta quiere acumular lo que su ojos ven y en su cerebro retransmiten: canciones de abandono, locura y borrachera.

EUGENIO_L06Buffalo Bill ha muerto, de ee cummings

Un vanguardista del lenguaje: un libro espectacular.

EUGENIO_L07Dream police, de Dennis Cooper

El mundo de las drogas y del rock y del excesos y de las altas esferas sociales se ve retratado con intimidad y confianza: un libro de amigos para amigos

EUGENIO_L08Moon Hawk, de Sam Shepard

Vaquero, baterista, guionista, poeta, actor: Shepard es un fuera de serie: en este libro reúne poemas, apuntes, canciones, un listado de cosas inacabadas y puntuales, modernas y atemporales.

EUGENIO_L09New and selected poems, de Charles Simic

La poesía completa de uno de los poetas gringos vivo más sofisticados de la actualidad: son más de 40 años de poesía con una filosa y humorística visión filosófica de la cotidianeidad.

EUGENIO_L10Detrás de todo esto se oculta una gran felicidad, de Yehuda Amijai

Este libro es otra antología de uno de los poetas judíos más influyentes de la poesía escrita en español: poemas apátridas, antirreligiosos, antihistóricos; cantos y poemas de un rebelde pragmático.