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El mito nacional de la poesía chilena es poderoso; influyó en nuestra cosmovisión: Alejandro Zambra

sábado, agosto 15th, 2020

En la novela Poeta chileno (Anagrama, 2020), Alejandro Zambra gravita alrededor de la paternidad y el mito de la poesía chilena. Desfilan otros temas como las familias rotas, el desamor, y la reivindicación de lectura y la escritura. En entrevista, Zambra habla del génesis de la obra y sus tópicos.

“El ir y venir de la solemnidad lírica al desparpajo, de Neruda hasta la antipoesía de Nicanor Parra, construyó una tradición beligerante que recibimos como historia ya procesada y sigue influyendo en nuestra visión de mundo”, confiesa el autor cuyas novelas han sido traducidas a 20 idiomas.

Ciudad de México, 15 de agosto (SinEmbargo).- Alejandro Zambra escribió su novela Poeta chileno (Anagrama, 2020), en la que retrató el Santiago de Chile de los años noventa, en un cuarto de dos metros cuadrados, ubicado en la azotea de un edificio de la Ciudad de México.

Ahí, en ese espacio diminuto, recorrió ese territorio inconmensurable que es la memoria, armado apenas por unos cuantos libros de su país natal, patria de autores como Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Vicente Huidobro, entre muchos otros.

Poeta chileno narra la historia de Gonzalo, un aspirante a escritor que publicó un poemario que se empolvó en las mesas de novedades, quien se convierte en padrastro de Vicente. Gonzalo se apellida Rojas, homónimo del conocido poeta de la Generación del 38, y en su nombre arrastra una sombra que lo eclipsa.

Es un poetrastro, como escriben los editores, “que quiere ser poeta y un padrastro que se comporta como si fuera el padre biológico de Vicente, un niño adicto a la comida para gatos que años más tarde se niega a estudiar en la universidad porque su sueño principal es convertirse -también- en poeta”.

Y la novela gravita alrededor de esos temas: la paternidad y el mito de la poesía chilena, esa tradición literaria que también es una forma simbólica de la paternidad.

“Este libro tiene muchos orígenes, pero creo que el principal se vincula con la palabra padrastro. Había pensando en su condición despectiva, pero de pronto recordé esas situaciones extrañas y cruciales en las que debes tomar decisiones concretas sobre las palabras. Decidir si las usas e intentas dignificarlas o inventas otras nuevas. Ahí apareció la poesía. Ahí empezó todo”, confiesa Zambra.

En la novela también desfilan otros temas, como las familias rotas, el desamor, la reivindicación de lectura y la escritura, y “el deseo valiente y obcecado de pertenecer a una comunidad en parte imaginaria”.

Poeta chileno también se puede leer como un coming of age que, acudiendo al manoseado lugar común de las matrioshkas, contiene tres historias enlazadas: Gonzalo, el poeta-padrastro que no es ni lo uno ni lo otro; Pru, una periodista gringa que trata de desentrañar el mito de la lírica chilena, y Vicente, el hijastro, poeta en ciernes, espejo de Gonzalo, quien -a diferencia de su padrastro- sí tiene una voz propia y algo qué decir, a pesar de que tenga atrofiado su sentido de pertenencia. Gonzalo, Pru y Vicente, como en un juego de espejos, comparten un rasgo: transitan hacia la madurez a lo largo de las páginas, no sin antes vivir experiencias dolorosas, formativas.

Alejandro Zambra es autor de los libros de poesía Bahía Inútil (1998) y Mudanza (2003); las novelas Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007), Formas de volver a casa (2011), Facsímil (2014); del libro de relatos Mis documentos (2013) y Fantasía (2016), y las recopilaciones de crónicas y ensayos No leer (2018) y Tema libre (2019). Sus libros han sido traducidos a veinte idiomas, y sus relatos han sido publicados en The New Yorker, The Paris Review, Granta, Tin House, Harper’s y McSweeney’s. En entrevista, Zambra habla del génesis de la novela, de la poesía chilena y de los temas que entrecruzan la obra.

***

—La poesía chilena, para el protagonista de tu novela, «es una historia de hombres geniales y excéntricos, buenos para el vino y expertos en los vaivenes del amor». ¿Cómo la defines tú?

—Gonzalo recibe ese mito nacional, triunfalista y masculino, que hoy suena tan caricaturesco. De pronto me pregunté por qué yo, a los catorce años, consideraba que ser poeta era verosímil. Era un sueño loco, pero a mí no me parecía tan loco. La amplia mayoría de los poetas que leía eran de clase baja o media, con excepción de Vicente Huidobro, un aristócrata que en todo caso se fue contra su propia clase. Es muy raro, en un país tan injusto y desigual como Chile, ese vínculo de la poesía con el mérito, la eventual valoración del talento.

Los lectores de poesía escasean en todo el mundo, no creo que en Chile se lea más poesía que en México, pero seguro que cualquier chileno te diría que tenemos excelente poesía, en parte por los dos premios Nobel, que son, como dice Pato, ese personaje odioso de la novela, los dos mundiales de poesía que ganamos los chilenos. Y por supuesto que en Chile hay excelente poesía, aunque no me animo a ponerla a competir con otras tradiciones, porque es la única literatura que conozco, o la que estoy más cerca de conocer.

Lo que me interesa en la novela es la gravitación de los mitos nacionales, mitos que influyeron y siguen influyendo en nuestras visiones de mundo. El mito de la poesía chilena es poderoso, porque después de Neruda, que fue muy relevante y famoso casi de forma instantánea, vino el antídoto de la antipoesía de Nicanor Parra, y entonces ese ir y venir de la solemnidad lírica al desparpajo, construyó una tradición heterogénea y beligerante. Todo esto sucedió, por cierto, hace muchísimas décadas. Y nosotros lo recibimos como Historia ya procesada.

Para darte un ejemplo: cuando yo tenía 12 años la antipoesía de Nicanor ya estaba en los planes de estudio; es decir, la idea de poesía que un niño debía, en teoría, manejar, ya incluía la antipoesía. Y luego descubrimos a poetas relegados, como Gabriela Mistral, que nos había sido presentada como autora de rondas infantiles, o a poetas reacios al culto a la personalidad (Gonzalo Millán, Elvira Hernández, Carlos Cociña, entre muchísimos otros) y a autores inclasificables y tan radicales como Juan Luis Martínez.

—«Ser padre consiste en dejarse ganar hasta el día en que la derrota es verdadera», escribe el narrador. En la novela también reflexionas sobre la paternidad, tanto real como simbólica. ¿Tu experiencia en la paternidad influyó para la escritura de la novela?

—Me interesa mucho cómo se relacionan las figuras masculinas en la novela, algunas deleznables y ninguna, en sí misma, admirable. Esa puesta en diálogo. El abuelo que dejó hijos regados por el mundo, como un embarazador compulsivo, el pésimo padre separado, el padrastro que de pronto envidia la paternidad biológica, el niño que recibe todas esas imágenes de lo masculino y dialoga, voluntariamente, o a su pesar, con esas presencias ausentes y con su propia vacilante idea de futuro.

Y claro, mi experiencia influyó. Es una novela sobre Chile que escribí en México y una novela sobre padrastría que escribí mientras me volvía padre biológico. Supongo que esas circunstancias desembocan en la novela, aunque no tengo claro de qué manera. Me interesa la padrastía porque pone en escena la legitimidad, un asunto que se ha vuelto central en todos los debates actuales.

Los padrastros y madrastras son los malos: esa es la idea que de ellos prevalece en el imaginario colectivo, el propio lenguaje los marca peyorativamente. Y tal vez ni ellos mismos pueden identificarse con la palabra, naturalizarla, porque también comparten el prejuicio, desconfían de otros padrastros y madrastras.

La persona que acepta, en estas condiciones, ocupar el lugar del padre o de la madre de un hijo ajeno, lo apuesta todo y es mucho más valiente, por cierto, que el poeta solitario que lucha contra la página en blanco. Y luego el fracaso, si sucede, es mil veces más horrible y desolador que la vergüenza de haber publicado un librito malo por ahí.

—En la novela el punto de vista, el rol del protagonista, cambia de un capítulo a otro. En ese sentido, antes de escribir, ¿tienes trazado el destino de tus personajes?

—No tanto. O sea, es más intuitivo. Los planes, al escribir, siempre se difuminan. Y trato de que sea así. Si tengo una idea fija, trato de disolverla. Escribo siempre mucho más, por supuesto, trato de no perder nunca la sensación de borrador. Y luego ya elijo, edito, monto. Es entonces cuando todo comienza a volverse intencional, como en el cine, en la sala de montaje.

—En ciertos momentos, el narrador le recuerda a los lectores que están dentro de una novela, lo cual rompe la suspensión de la incredulidad [término que refiere la voluntad del lector de aceptar como ciertas las premisas sobre las cuales está montada la ficción]. ¿Por qué, para ti, son indispensables ese tipo de guiños metaliterarios, presentes en varias de tus novelas?

—No sé si son indispensables, pero para mí son naturales. También me pasa en la vida, quiero decir, cuando hablo tiendo a eso, me cuestan mucho las situaciones en las que la comunicación es solo aparente, así que verifico el código a cada rato, me gusta sentir que algo sucede en la conversación, que mientras hablamos pasa algo. Tiene que ver, para mí, con la construcción de la intensidad, o con un deseo de intensidad. Cuando escribí Bonsái me sentía ridículo ante la presunta necesidad de acatar las convenciones, por eso de pronto trucos como partir contando el final o ponerle dos nombres a un personaje me resultaban más genuinos, más gravitantes que las maneras tradicionales.

—El narrador, al inicio de la novela, cuenta la historia con cierto desparpajo, con un tono juvenil, algo humorístico, en consonancia con la edad de los personajes y, al final, a través de ciertas expresiones, se muestra maduro, algo melancólico. ¿Fue intencional que el narrador tuviese su propia curva dramática, su propio tránsito de la adolescencia a la madurez, emulando a los personajes?

—No me había fijado en eso, pero tienes razón. Este narrador en tercera a veces parece muy confiado de su propia omnisciencia. Pero es como esa gente que se balancea mientras habla. Se queda en su sitio, pero mueve el cuerpo todo el rato. Quiere contar la historia, pero también quiere escucharla. Esa idea medio naíf siempre me ha gustado mucho: el narrador que escribe por una necesidad imperiosa de escuchar a sus personajes. A veces es despiadado o sobreprotector y quizás quiere mantenerse al margen, pero hay momentos en que simplemente no quiere disimular lo que piensa, incluso lo que siente, por los personajes.

—Uno de los personajes dice: «Es más fácil escribir novelas que poesía». En el libro abundan poemas escritos por los personajes. ¿Crees que Poeta chileno es una deuda saldada con la poesía?

—Claro, por la novela circulan un montón de poetas que no leen novelas, aunque también hay un par de ellos que sí las leen, y tal vez alguno que también las escribe. Por supuesto hay más diferencia entre esos poetas y narradores que la que hay entre poesía y narrativa y me parece que es cada vez más frecuente la saludable hibridez.

Me gusta ese poema “Garfield”, que aparece en la novela, pero no podría haberlo escrito si no me hubiera puesto en el lugar de Gonzalo. Es un poema de él que escribí yo… Lo digo en broma pero también en serio. Al escribir los poemas de los personajes creo que llegué a entenderlos un poco más. También es raro intentar escribir poemas malos. Escribí muchos más poemas que los que aparecen en la novela.

Y claro que corro el riesgo de que los lectores consideren buenos los poemas que yo considero malos, o peor: que los encuentren todos malos. En cuando a la deuda, no creo que se salde nunca, porque es una deuda de lector. Además yo no he dejado de escribir poesía, lo que pasa es que hace mucho dejé de escribir buena poesía, o quizá nunca escribí buena poesía.

Patti Smith se declara fan de la literatura chilena. Space Invaders es mi libro favorito en 2019, dice

martes, noviembre 19th, 2019

Horas antes de ofrecer su primer concierto en Chile, la llamada “madrina del punk” alabó la novela póstuma 2666 de Roberto Bolaño y la figura del poeta chileno Nicanor Parra, a quien dedicó hace unos años un poema y una canción.

La novela Space Invaders, finalista en los National Book Awards, fue publicada en Chile en 2013, pero ha sido recientemente traducida al inglés y lanzada en Estados Unidos. Cuenta la historia de un grupo de amigos que crecen en la dictadura de Agusto Pinochet.

Santiago de Chile, 19 de noviembre (EFE).- La artista estadounidense Patti Smith se declaró este viernes “fan” del reconocido escritor chileno Roberto Bolaño y dijo que Space Invaders, de la autora local Nona Fernández, es “el mejor libro” publicado este año en Estados Unidos.

“Casi me hizo llorar. Me enamoré tanto de este libro (Space Invaders) que tuve que volver a la librería y comprar cinco ejemplares”, explicó Smith durante una charla sobre literatura chilena en una universidad de la capital, horas antes de ofrecer su primer concierto en Chile.

“Gracias por escribirlo. Necesitamos que todos tus libros se traduzcan para poder leerlos”, le dijo a la escritora Nona Fernández, que se encontraba presente en el acto y subió al escenario para abrazar a la artista estadounidense, uno de los grandes referentes de la música rock.

Space Invaders, cuyo título hace referencia a un clásico videojuego, fue publicada en Chile en 2013, pero ha sido recientemente traducida al inglés y lanzada en Estados Unidos.

La novela, que cuenta la historia de un grupo de amigos que crecen en el horror de la dictadura de Agusto Pinochet (1973-1990), fue finalista en los National Book Awards, considerados los galardones literarios más prestigiosos de Estados Unidos.

Smith “es una mujer tremendamente generosa” y lo que ha dicho sobre el libro “es un regalo”, dijo Fernández, de 48 años y autora de otras cinco novelas y dos obras de teatro.

La conocida como “madrina del punk”, de 72 años, también alabó la novela póstuma “2666” de Bolaño y la figura del poeta chileno Nicanor Parra, a quien dedicó hace unos años un poema y una canción.

“Esta noche interpretaremos esa pequeña canción que hicimos para Parra”, adelantó la cantante, quien la víspera dio una rueda de prensa y mostró su apoyo a los manifestantes que llevan un mes protestando en Chile.

“Cuando veo a la gente motivada, peleando por sus derechos y tomando las calles, creo que es muy importante mostrar solidaridad (…) Mi mensaje era solo para decirles (a los manifestantes): Estoy aquí, los tengo presentes”, afirmó el domingo Smith.

Chile vive desde hace un mes la crisis más grave desde el retorno de la democracia en 1990, con multitudinarias protestas y cruentos choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad, que ya se han cobrado la vida de al menos 23 personas -cinco presuntamente a manos de agentes del Estado- y han provocado miles de heridos.

El estallido social comenzó en respuesta a una subida del precio del billete de metro y con los días se convirtió en un clamor popular contra el desigual modelo económico del país, la represión y el Gobierno, que decretó el estado de emergencia y el toque de queda durante los primeros días.

El filo de tu piel, “una novela escrita como un poseído”: José Ignacio Valenzuela

sábado, agosto 18th, 2018

José Ignacio Valenzuela es chileno, escritor y guionista. Vive en los Estados Unidos, desde donde habla de la reedición de su novela El filo de tu piel, publicada hace 10 años. Una novela escrita con el corazón, quizá la más polémica de su carrera y la más popular.

Ciudad de México, 18 de agosto (SinEmbargo).- Escribir al borde del abismo le valió a José Ignacio Valenzuela (Chile, 1972) la novela que en 2018 cumple 10 años. El filo de tu piel, donde un inocente viaje a Nueva York cambia la vida de Diego Valderrama, quien en esta ciudad conoce a Ulises, un puertorriqueño que ha sobrevivido a la locura de las noches de Chelsea, el seductor barrio neoyorquino.

Probablemente, el “Chascas” (como es conocido en la literatura) haya crecido más con sus nuevos libros, pero probablemente ese crear en el pináculo de una pasión solamente ocurra una vez.

“Una novela que se interna en aquel amor disfrazado de definitivo y en el recuento de un hombre en busca de su identidad. ¿Encontrará por fin la paz al toparse cara a cara con su verdadero yo?”, dice la sinopsis, en una reedición que lleva el prólogo de Genaro Lozano y nuevo epílogo por el autor.

José Ignacio Valenzuela es un destacado escritor y guionista de cine y televisión en Chile, México y Estados Unidos. Ha publicado obras como Hacia el fin del mundo, La mujer infinita, Con la noche encima, ¿De qué color es tu sombra?, Mi abuela la loca, la trilogía Malamor y Hashtag.

ENTREVISTA | Si un libro es bueno los lectores no van a tener ni género ni sexo: José Ignacio Valenzuela

–Esta es una reedición de una de tus novelas más populares…

–Sí, la más polémica también.

–¿Por qué decidiste usar la segunda persona? A veces parece que el lector estuviera metido en El filo de tu piel

–“Me voy a enamorar de ti como un idiota”. Yo estaba en mi casa en Puerto Rico, hace muchos años atrás, durmiendo. Yo escuché en mis sueños esa frase y me desperté pensando que alguien se había metido a mi casa, a declararme su amor a las cuatro de la mañana. Descubrí que nada había pasado, pero me encantó la frase, de estar hablándole a alguien.

–El amor constituye en este caso una fuente de conocimiento

–Sí y es un amor que marca el tema de “como un idiota”. No era un amor romántico ni pausado, sino pensar en enamorarse “como un idiota”. Fue el punto de partida de escribir esta novela como un poseído.

–Una vez uno se tiene que enamorar como un idiota y ese momento es la adolescencia

–Claro. Absolutamente. No conozco otra manera de enamorarse más que vencer todos los prejuicios. No conozco otra manera de enamorarse cuando puedo pasar mis propias convicciones, mis limitaciones y a pesar de todo esto que descubro cuando estoy enamorado.

–Este personaje parece estar escrito para los jóvenes, ¿verdad?

–Mira, es cierto que El filo de tu piel habla del primer amor. Muchos se van a identificar con ese primer amor que está viviendo el protagonista. Esta novela ha sobrevivido tantos años en el mercado editorial porque ha sabido llegar a varias generaciones. Lo que yo espero con la reedición mexicana aparezca una nueva generación de lectores conozca a estos personajes. Como homenaje a ellos decidí escribir el capítulo final.

Estoy terminando un nuevo libro que se llama Gente como yo, que es una novela transmedia. Foto: Especial

–¿Qué cosas han cambiado en ti desde que publicaste esa novela hasta la última que acabas de publicar?

–Hoy me siento mucho más en control y manejo mucho mejor el estado de ánimo que rodea a mi escritura. Cuando escribí esta historia, hace muchos años atrás, se tomó por asalto mi vida. Esa historia es por un lado fascinante, pero por otro lado muy poco sana para un escritor.

–Tú la lees ahora y ¿qué te produce?

–Me produce la misma sensación de pudor que me produjo cuando la leí por primera vez. La publiqué por primera vez en Puerto Rico, en el 2004. Pasó un año desde que la mandé hasta que fue editada. Me mandaron las pruebas para que yo le diera la aprobación antes de la impresión y ahí la leí. Me acuerdo que llamé al editor del libro, después de leerla, pidiéndole que cancelara el libro porque yo no podía publicar esto. Esto es como hacer un strip tease y no tengo el cuerpo para lucirlo.

–También es cierto que publicarla a ese borde del pudor hizo que la novela persistiera tantos años, ¿es así?

–Sí, yo también creo. La única manera de tocarle el corazón a otra persona es cuando te lo estás tocando tú realmente. El filo de tu piel, al ser una novela tan extraña, tan desde las tripas, me hizo vaciar a mí mismo y por eso tiene esa conexión.

–No está orientada a un sexo, además

–Exacto y no es una novela homosexual. Este libro que más retroalimentación me ha provocado en toda mi carrera. En esos tiempos no existían las redes sociales y yo recibía correos electrónicos de todas partes del mundo. Recibía cartas. La mitad de esas personas que me escribían eran heterosexuales.

–¿Cómo le ha ido a Hashtag?

–A Hashtag le ha ido sensacional. Acabo de terminar la gira por varias ciudades de Estados Unidos. Hice la gira por México, por Chile y es un libro que dialoga de alguna manera con El filo de tu piel. Siempre pensé que este libro era como primo hermano del otro.

–¿Cómo ves a la literatura chilena?

–La veo siempre con mucha fascinación, porque además de tener a muchos amigos allí, me parece que es una literatura ecléctica y variada. Hay narradores espléndidos, muchos ensayistas, siempre estoy pendiente de nuevas cosas.

–¿A Chile?

–Tristísimo. Cuando llega un empresario a la Presidencia, como Sebastián Piñera, nunca son buenas noticias. Mira todo lo que pasó con Donald Trump en los Estados Unidos, lo que pasó con Mauricio Macri en Argentina, lo que pasó con Piñera en Chile. Hay gente que está equivocada y piensa que como los empresarios están llenos de dinero, no van a robar durante el Gobierno.

–¿Qué escribes ahora?

–Estoy terminando un nuevo libro que se llama Gente como yo, que es una novela transmedia, cuya primera edición saldrá como audio, en un libro leído por actores.

–¿Cómo ves el movimiento LGTB tanto en los Estados Unidos como en Chile?

–En pie de guerra, por la ola conservadora que estamos viviendo en estos dos países. Cuando publiqué por primera vez El filo de tu piel gritaba por mis derechos, a diez años de la edición de esa novela sigo gritando por mantener esos derechos que hoy están amenazados.

Una novela escrita con el corazón. Foto: Especial

Fragmento de la novela El filo de tu piel, de José Ignacio Valenzuela, con autorización de Suma

Prólogo

El valiente filo de Valenzuela

En el año 2006, la Ciudad de México celebraba la reciente aprobación de la Ley de Sociedades de Convivencia, la primera iniciativa de ley presentada en un congreso latinoamericano que buscaba dar derechos a las parejas del mismo sexo, y que tardó cinco años en ser aprobada, en parte porque el jefe de gobierno de la ciudad, Andrés Manuel López Obrador, quiso someter ese derecho a consulta pública. Ese mismo 2006 en el Congreso estadounidense aún seguía viva la sugerencia del presidente Bush de enmendar la Constitución para definir el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, mientras que Hillary Clinton, entonces senadora por Nueva York, había repetido en varias ocasiones que para ella el matrimonio era una institución heterosexual. En Chile el divorcio llevaba poco tiempo de haber sido aprobado y ese año los chilenos eligieron a Michelle Bachelete como la primera presidenta de su país, generando expectativas de avances progresistas que en ese primer mandato no se dieron. En ninguno de los tres países la opinión pública favorecía los derechos LGBT. El cambio empezó a darse hasta 2010.

Con ese escenario de fondo inició en América Latina la llamada revolución del arcoíris, una serie de batallas del movimiento LGBT que hoy ha hecho de la región una de las zonas más gay friendly del planeta en términos de reconocimiento de derechos y leyes, pero que paradójicamente de poco han servido para que América Latina deje de ser uno de los lugares más peligrosos para ser gay, lesbiana, bisexual o trans. Con o sin matrimonio igualitario, los crímenes de odio por homofobia persisten en México, Brasil y Chile, como el caso del joven Daniel Zamudio, brutalmente asesinado en 2012 en un parque de la zona metropolitana de Santiago.

La Revolución del Arcoíris también despertó al monstruo del conservadurismo en la región. Hoy, desde Tijuana hasta Tierra del Fuego, grupos conservadores, principalmente evangélicos, pero también grupos católicos, impulsan una agenda antiderechos, desinforman y promueven las llamadas “terapias” que prometen “curar las tendencias homosexuales”, sin importarles que Naciones Unidas haya dicho que esas terapias son falsas y que deben ser consideradas como crueles actos de tortura.

Tal es el contexto en el que nace la novela que estás a punto de leer, y en parte por ello es una novela honesta y valiente en tiempos donde esos valores escaseaban. Pero al margen de ello, El filo de tu piel es una historia de amor muy bien contada. Una historia de amor entre dos extraños que se rinden ante el fuerte movimiento telúrico que el deseo provoca en sus entrepiernas y en sus cerebros. Una historia de amor fugaz pero definitoria en la vida de Diego, su protagonista, un joven latinoamericano, clasemediero, que va descubriendo su orientación sexual, reafirmando su identidad y defendiéndola de sus propios prejuicios y de los de las sociedades que lo rodean. Diego es un hombre independiente, que puede moverse fácilmente entre Santiago, Ciudad de México, Nueva York, Hong Kong y San Juan, un ciudadano global, sin fronteras y sin muros, pero cuya independencia no le sirve ante el deseo que le provoca el extraño que conoce una noche en Manhattan. Diego pierde la cabeza ante Ulises, el hombre que lo enamora como un idiota, el hombre que lo hechiza en las calles de Chelsea, el mítico barrio neoyorquino que en ese momento era el epicentro de la vida global gay, y el hombre que lo obliga a abandonarlo todo, a repensar su lugar y su identidad en el mundo, a entregarse a las fiestas, al sexo, a “ser gay de tiempo completo” y a dejar de asustarse por ser una pareja serodiscordante. Es ya el siglo XXI y las calles de Chelsea están repletas de anuncios invitando a la gente a realizarse la prueba del VIH sida, porque “conocer tu estado es bello”, rezan las campañas que buscan derribar los prejuicios en torno al virus.

José Ignacio vivió dos décadas bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet, pero a diferencia de sus colegas contemporáneos, para quienes la vida en dictadura está presente en sus obras, en El filo de tu piel no hay un solo rastro de esa experiencia que traumó a varias generaciones de chilenos, muchos de ellos desde el exilio. La sensibilidad de el Chascas es la de un latinoamericano provechosamente global, la de un autor que lo mismo ha escrito novelas, crónicas urbanas, guiones de cine o de exitosas telenovelas, un escritor prolífico y consolidado, pero al mismo tiempo la sensibilidad de un autor que tal vez tenga pendiente exorcizar sus recuerdos de vivir en dictadura, tal y como parece hacer con El filo de tu piel, que en momentos parece una obra autobiográfica.

Por lo pronto, El filo de tu piel es una magnífica oportunidad para iniciarse en el trabajo de José Ignacio, en el filo de su valentía, y un libro al que sólo le llegarán nuevos lectores, una obra que perdura.

Ciudad de México, febrero de 2018. Genaro Lozano

PRIMER ACTO

LIGERO DE EQUIPAJE

 

Por fin me ha sucedido algo.

Por fin me ha sucedido algo,

¿no es sensacional?

Respiración artificial, RICARDO PIGLIA

Uno

Me voy a enamorar de ti como un idiota, es lo primero que pienso apenas te veo entrar. Y no me equivoqué. En lo más mínimo. Habrá sido ese par de violentos ojos azules como sacados del fondo de una mina de diamantes; habrá sido el hecho de que apenas cruzaste el umbral de aquella cafetería junto a mi amiga Mara, todo lo que estaba a nuestro alrededor se licuó, como una acuarela mal secada, y lo único que conservó la definición fuiste tú, avanzando despacio hacia mí, sonriéndome sin mover los labios, clavándome esa mirada de aguamarina; habrá sido que yo no esperaba a nadie más en mi vida y que por eso me tomaste por sorpresa, al igual que una buena noticia que se dice en el momento menos propicio, como ese mediodía de un domingo de octubre. Estaba con un par de amigas y el editor de un periódico latino que me quería conocer. Había leído parte de mi trabajo y estaba interesado en hablar en persona conmigo. La idea de ese brunch dominical fue mía. Y la idea de invitar a Mara también fue mía.

—Sí, claro, nos vemos mañana a las once y media —me dijo ella. Y agregó esa pregunta que me cambió la vida—. ¿Puedo llevar a alguien conmigo?

Contesté que sí, que por supuesto, apurado mientras corría por la Sexta Avenida rumbo a la oficina de mi agente, recién llegado a Nueva York, cansado porque el vuelo desde México se había atrasado y en lugar de aterrizar a las tres de la tarde lo había hecho casi a las siete; estaba oscuro, tenía sueño y quería encontrarme pronto con Liliana para irnos juntos a su casa, que era donde me iba a quedar. Respondí que sí, que por supuesto te podía invitar a ese brunch donde se suponía que un grupo de amigos me iban a hacer menos aburrida la tarea de contestar preguntas aún más aburridas de un aburrido editor de un seguramente también aburrido periódico latino.

No sabía que ibas a llegar tú al día siguiente. Si lo hubiese sabido, con seguridad le respondo que no. Disculpa, Mara, pero es un asunto más bien laboral, lo siento, en otra ocasión…

ENTREVISTA | Fabienne Bradu y los textos en prosa de Gonzalo Rojas

miércoles, noviembre 11th, 2015
El poeta chileno fallecido en 2011 es uno de los más importantes de su generación. Foto: Facebook

El poeta chileno fallecido en 2011 es uno de los más importantes de su generación. Foto: Facebook

La intelectual francesa  reúne la obra ensayística del poeta chileno, una obra cuyo volumen es equiparable a su producción poética, dice la biógrafa del Premio Cervantes

Ciudad de México, 11 de noviembre (SinEmbargo).- “Un creador insustituible, un gran poeta, muy querido por sus lectores”, dice la crítica francesa Fabienne Bradu, directora de la Fundación Gonzalo Rojas de México, profunda investigadora de la vida y obra del vate chileno (1916-2011), un personaje central de la literatura en español y de quien la intelectual francesa, residente en México, desde 1978, escribe su biografía.

Rojas, que es noticia por su obra en prosa reunida, había nacido en la ciudad chilena de Lebu el 20 de diciembre de 1917 y fue un poeta perteneciente a la llamada “Generación de 1938”.

Su obra se enmarca en la tradición continuadora de las vanguardias literarias latinoamericanas del siglo XX. Ampliamente reconocido a nivel hispanoamericano, fue galardonado, entre otros, con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, el Premio Nacional de Literatura de Chile 1992 y el Premio Cervantes 2003.

“En sus últimos años de vida, Gonzalo Rojas manifestó la voluntad de reunir sus escritos en prosa, pero su inquietud nunca logró concretarse por falta de tiempo, fuerzas y de ayuda oportuna”, con estas palabras la escritora Fabienne Bradu comienza la recopilación de la obra de Gonzalo Rojas y la edición del libro Todavía, una publicación del Fondo de Cultura Económica que reúne la prosa del escritor.

El libro recoge poemas, cuentos, prólogos, ensayos, reseñas, diarios de viaje, así como discursos de recepción de premios y páginas autobiográficas del poeta chileno.

Pocos casos en la historia de la literatura de tanta coherencia entre vida y obra. Foto: Facebook

Pocos casos en la historia de la literatura de tanta coherencia entre vida y obra. Foto: Facebook

“Así se completa el ciclo de publicación de la obra de Gonzalo Rojas, en el que Íntegra (2012) —también publicado por el Fondo— constituye el primer movimiento”, apunta Bradu en el prólogo de la obra.

LA RELEVANCIA DE UNA OBRA EN PARTE DESCONOCIDA

“Estos textos reunidos tienen el valor que tiene la obra en sí de Gonzalo Rojas, no hay una relevancia que yo le ponga extra. Además, se trata de la parte menos conocida de su trabajo y creo que toda la gente tenía más o menos la idea de que era únicamente un poeta. Sin embargo, su obra en prosa constituye un volumen equiparable al de la poesía”, afirma Fabienne Bradu en entrevista con SinEmbargo.

–¿Es una obra que no ha sido leída lo suficiente?

–Efectivamente. Para reunir su obra hubo que hacer una larga tarea de investigación y rescate en periódicos, en discursos que nunca habían sido publicado, hay mucho material nuevo, desconocido por el público. Hasta hay dos cuentos de juventud de los que nunca había hablado.

–¿Lo conoces mucho más ahora?

–Sí, sobre todo porque estoy terminando la biografía. Puedo decir que conozco tanto la vida como la obra del poeta.

–¿Qué significa para un intelectual dedicarse por entero a un solo autor?

–Es algo que se va dando sobre la marcha. Siempre me ha admirado en Gonzalo Rojas la no separación entre vida y obra. Hay pocos casos de gente coherente entre lo que escribe y lo que vive, así que alienta mucho escribir su biografía. Rescaté mucho, tanto del lado de la poesía como de la prosa y ahora tengo editada ya la obra completa.

–¿A qué te refieres cuando hablas de coherencia entre vida y obra?

–Me refiero, muchos de sus poemas, la gran mayoría, parten de experiencias vividas. No hay nada abstracto, lo que no significa que la vida de Gonzalo Rojas esté exenta de contradicciones, pero hay una fe en la apuesta poética, mirar siempre el mundo con los ojos de un poeta, que fue el caso en México de Octavio Paz. Más allá del contenido de sus pensamientos, nunca dejó de ver el mundo con sus ojos de poeta. Por eso tal vez Rojas calificaba a Paz de su hermano de horizonte y coincidieron mucho en no transformarse en especialista de nada

–A pesar de que tenían ideas políticas muy distintas, ¿verdad?

–Exactamente, pero el reconocimiento y el aprecio que hubo entre ellos, iba más allá de las divergencias políticas. Rojas tomó posiciones más a la izquierda que Octavio Paz. Sin embargo, pronto, igual que él, también se desilusionó cuando se exilió en los países del Este y vio que la realidad difería mucho de los sueños.

–¿Hay interés en la obra de Gonzalo Rojas en México?

–Sí, él tenía muchos lectores aquí. Hasta fanáticos, diría. Era más leído y apreciado en México que en Chile. Parece que es una ley de Chile, que Pablo Neruda sufrió los mismos vituperios, Gabriela Mistral ni se diga…en un país que reniega de sus poetas.

–En Chile parece primar un sistema literario caníbal

–Sí. Me niego por supuesto a entrar en esas querellas, pero cada vez que voy a Chile siento pesar sobre mí esa condena, la de ser del clan de Gonzalo Rojas y de entrar así inmediatamente en disputa con el clan de Nicanor Parra. Yo no tengo ninguna vela en ese entierro y poseo amigos en “ambos lados”. Inevitablemente uno cae, de todos modos, en esas clasificaciones que son muy hartantes. Cuando fui la última vez le pregunta a mis amigos chilenos por qué no podía haber dos figuras o más importantes en la poesía nacional en forma simultánea. La crítica Adriana Valdez me decía que el país es tan estrecho que todos tienen que caminar en fila india y por lo tanto hay que rebasar al rival, porque no se puede caminar de a dos. Parece ser que el corazón y el entendimiento de los chilenos es tan estrecho como el país.

–¿Cuál era la relación entre Nicanor Parra y Gonzalo Rojas?

–Fue una relación de amistad muy profunda al inicio, a pesar de que ya se delineaban ciertas diferencias poéticas entre ambos. Cuando salió Poemas y Antipoemas, de Nicanor Parra, Gonzalo Rojas escribió una nota elogiosa, pero advirtiendo sobre algunos riesgos, como la repetición fácil de ciertos efectos retóricos y de humor. Eso no le cayó nada bien a Parra. Luego hubo una historia que tiene que ver con el dinero. La avidez monetaria de Nicanor Parra. En los 60 Rojas organizaba bajo el alero de la Universidad de Concepción unos encuentros de escritores y Parra preguntó cuánto cobraría por Neruda por ir. La cifra era mayor que se le paga a los poetas de la generación siguiente y Nicanor dijo que si no se le pagaba lo mismo que a Neruda, no iba. Eso provocó la ruptura. Parra ha repetido esa actitud en su vida y sin embargo lo llaman poeta popular.