La intelectual francesa reúne la obra ensayística del poeta chileno, una obra cuyo volumen es equiparable a su producción poética, dice la biógrafa del Premio Cervantes
Ciudad de México, 11 de noviembre (SinEmbargo).- “Un creador insustituible, un gran poeta, muy querido por sus lectores”, dice la crítica francesa Fabienne Bradu, directora de la Fundación Gonzalo Rojas de México, profunda investigadora de la vida y obra del vate chileno (1916-2011), un personaje central de la literatura en español y de quien la intelectual francesa, residente en México, desde 1978, escribe su biografía.
Rojas, que es noticia por su obra en prosa reunida, había nacido en la ciudad chilena de Lebu el 20 de diciembre de 1917 y fue un poeta perteneciente a la llamada “Generación de 1938”.
Su obra se enmarca en la tradición continuadora de las vanguardias literarias latinoamericanas del siglo XX. Ampliamente reconocido a nivel hispanoamericano, fue galardonado, entre otros, con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, el Premio Nacional de Literatura de Chile 1992 y el Premio Cervantes 2003.
“En sus últimos años de vida, Gonzalo Rojas manifestó la voluntad de reunir sus escritos en prosa, pero su inquietud nunca logró concretarse por falta de tiempo, fuerzas y de ayuda oportuna”, con estas palabras la escritora Fabienne Bradu comienza la recopilación de la obra de Gonzalo Rojas y la edición del libro Todavía, una publicación del Fondo de Cultura Económica que reúne la prosa del escritor.
El libro recoge poemas, cuentos, prólogos, ensayos, reseñas, diarios de viaje, así como discursos de recepción de premios y páginas autobiográficas del poeta chileno.
“Así se completa el ciclo de publicación de la obra de Gonzalo Rojas, en el que Íntegra (2012) —también publicado por el Fondo— constituye el primer movimiento”, apunta Bradu en el prólogo de la obra.
LA RELEVANCIA DE UNA OBRA EN PARTE DESCONOCIDA
“Estos textos reunidos tienen el valor que tiene la obra en sí de Gonzalo Rojas, no hay una relevancia que yo le ponga extra. Además, se trata de la parte menos conocida de su trabajo y creo que toda la gente tenía más o menos la idea de que era únicamente un poeta. Sin embargo, su obra en prosa constituye un volumen equiparable al de la poesía”, afirma Fabienne Bradu en entrevista con SinEmbargo.
–¿Es una obra que no ha sido leída lo suficiente?
–Efectivamente. Para reunir su obra hubo que hacer una larga tarea de investigación y rescate en periódicos, en discursos que nunca habían sido publicado, hay mucho material nuevo, desconocido por el público. Hasta hay dos cuentos de juventud de los que nunca había hablado.
–¿Lo conoces mucho más ahora?
–Sí, sobre todo porque estoy terminando la biografía. Puedo decir que conozco tanto la vida como la obra del poeta.
–¿Qué significa para un intelectual dedicarse por entero a un solo autor?
–Es algo que se va dando sobre la marcha. Siempre me ha admirado en Gonzalo Rojas la no separación entre vida y obra. Hay pocos casos de gente coherente entre lo que escribe y lo que vive, así que alienta mucho escribir su biografía. Rescaté mucho, tanto del lado de la poesía como de la prosa y ahora tengo editada ya la obra completa.
–¿A qué te refieres cuando hablas de coherencia entre vida y obra?
–Me refiero, muchos de sus poemas, la gran mayoría, parten de experiencias vividas. No hay nada abstracto, lo que no significa que la vida de Gonzalo Rojas esté exenta de contradicciones, pero hay una fe en la apuesta poética, mirar siempre el mundo con los ojos de un poeta, que fue el caso en México de Octavio Paz. Más allá del contenido de sus pensamientos, nunca dejó de ver el mundo con sus ojos de poeta. Por eso tal vez Rojas calificaba a Paz de su hermano de horizonte y coincidieron mucho en no transformarse en especialista de nada
–A pesar de que tenían ideas políticas muy distintas, ¿verdad?
–Exactamente, pero el reconocimiento y el aprecio que hubo entre ellos, iba más allá de las divergencias políticas. Rojas tomó posiciones más a la izquierda que Octavio Paz. Sin embargo, pronto, igual que él, también se desilusionó cuando se exilió en los países del Este y vio que la realidad difería mucho de los sueños.
–¿Hay interés en la obra de Gonzalo Rojas en México?
–Sí, él tenía muchos lectores aquí. Hasta fanáticos, diría. Era más leído y apreciado en México que en Chile. Parece que es una ley de Chile, que Pablo Neruda sufrió los mismos vituperios, Gabriela Mistral ni se diga…en un país que reniega de sus poetas.
–En Chile parece primar un sistema literario caníbal
–Sí. Me niego por supuesto a entrar en esas querellas, pero cada vez que voy a Chile siento pesar sobre mí esa condena, la de ser del clan de Gonzalo Rojas y de entrar así inmediatamente en disputa con el clan de Nicanor Parra. Yo no tengo ninguna vela en ese entierro y poseo amigos en “ambos lados”. Inevitablemente uno cae, de todos modos, en esas clasificaciones que son muy hartantes. Cuando fui la última vez le pregunta a mis amigos chilenos por qué no podía haber dos figuras o más importantes en la poesía nacional en forma simultánea. La crítica Adriana Valdez me decía que el país es tan estrecho que todos tienen que caminar en fila india y por lo tanto hay que rebasar al rival, porque no se puede caminar de a dos. Parece ser que el corazón y el entendimiento de los chilenos es tan estrecho como el país.
–¿Cuál era la relación entre Nicanor Parra y Gonzalo Rojas?
–Fue una relación de amistad muy profunda al inicio, a pesar de que ya se delineaban ciertas diferencias poéticas entre ambos. Cuando salió Poemas y Antipoemas, de Nicanor Parra, Gonzalo Rojas escribió una nota elogiosa, pero advirtiendo sobre algunos riesgos, como la repetición fácil de ciertos efectos retóricos y de humor. Eso no le cayó nada bien a Parra. Luego hubo una historia que tiene que ver con el dinero. La avidez monetaria de Nicanor Parra. En los 60 Rojas organizaba bajo el alero de la Universidad de Concepción unos encuentros de escritores y Parra preguntó cuánto cobraría por Neruda por ir. La cifra era mayor que se le paga a los poetas de la generación siguiente y Nicanor dijo que si no se le pagaba lo mismo que a Neruda, no iba. Eso provocó la ruptura. Parra ha repetido esa actitud en su vida y sin embargo lo llaman poeta popular.