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El país le aplica castigo al PRI y al PAN, luego de una transición fallida y 3 gobiernos fracasados

lunes, julio 2nd, 2018

Los sexenios de Vicente Fox Quesada (2000-2006), Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) desaprovecharon su momento histórico para generar cambios y transitar de la vieja estructura “autoritaria” del PRI, a un sistema político democrático renovado. Y a su paso, dijeron politólogos e historiadores a SinEmbargo, sus gobiernos recrudecieron los grandes problemas nacionales, con reformas y políticas inadecuadas, tropiezos gubernamentales constantes y escándalos de corrupción.

Hoy vemos “gobiernos fallidos por doquier, en un país que exige mejores resultados, con un tejido social hecho pedazos, con una concentración de la riqueza cada vez más escandalosa y sin un proyecto de solución a los retos del futuro”. Por eso, el reto del gobierno entrante es “ser congruente con sus propuestas”, lo que no implica que las cumpla todas, sino que haya un verdadero compromiso para cambiar el estado de las cosas, explicaron académicos como Lorenzo Meyer Cossío (Colmex) y Luis Alberto de la Garza Becerra (UNAM).

En el marco de la sucesión presidencial de este año, los mexicanos apostaron ayer por una transición verdaderamente democrática y la renovación del régimen político, dándole una victoria apabullante a Andrés Manuel López Obrador.

En el 2000, el PAN falló y se concentró en impedir el avance de la izquierda. Seis años después siguió gobernando, pero con falta de legitimidad y bajo sospecha de fraude. Y el Gobierno priista que se va heredó “más abuso de poder y la regresión autoritaria, en un sexenio que radicalizó todos los males” del país, según los especialistas.

Ciudad de México, 2 de julio (SinEmbargo).– La historia presidencial de los últimos 18 años es una historia de “fracasos” continuos. Inició con una “transición fallida” en el año 2000; continuó con un gobierno deslegitimado y violento; y en su último capítulo –el de Enrique Peña Nieto– se caracterizó por ejercer, con “cinismo”, la corrupción, coinciden historiadores y politólogos consultados.

El desencanto con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llevó al país a votar por el Partido Acción Nacional (PAN), que se mantuvo en Los Pinos por dos periodos presidenciales. Pero sus errores y la falta de solución a los grandes problemas nacionales hicieron que el PRI regresara al poder. Y este 1 de julio, la izquierda -en la figura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)– fue votada como la opción mayoritaria para gobernar el país.

Los expertos consultados apuntan a que con Vicente Fox Quesada (2000-2006) se perdió la oportunidad de una verdadera transición democrática y política que implicaba un cambio de régimen o de sistema político, después de 71 años de “autoritarismo” priista. Sin embargo, el primer mandatario del PAN “no tomó en serio la idea de la transformación de México” para entrar en una etapa que requería de un liderazgo “inteligente y comprometido”.

Fox “nunca logró, nunca quiso o no supo qué era lo que tenía entre manos”, concordaron los historiadores Lorenzo Meyer Cossío (Colmex) y Luis Alberto de la Garza Becerra (UNAM), así como los politólogos Enrique Toussaint (UdeG), Gustavo López Montiel (ITESM), José Fernández Santillán (ITESM) y Juan Luis Hernández Avendaño (Ibero Puebla).

“Cuando se tiene el poder y se enfrenta uno al problema del cambio, el problema más complejo que existe en la vida política, […] se necesita mucha inteligencia, mucha decisión y suerte”, dijo a SinEmbargo Lorenzo Meyer, quien agregó que el primer presidente panista no sólo no supo “qué hacer con la transición”, sino que además, se alió con el PRI para garantizar la gobernabilidad, y sobre todo, para evitar que la izquierda lo rebasara.

“[Vicente Fox] compendió que el rival en serio era la izquierda -más con Andrés Manuel López Obrador que con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano- y entonces vio en el PRI a un aliado, [que implicó] mantener una parte sustantiva del pasado para no perder el control del aparato administrativo y de gobierno frente al reto de la izquierda”, explicó el profesor emérito del Colegio de México.

El foxismo, abundó, no buscó un reencuentro de México con la democracia o un cambio de sistema político. Más bien, evitar que la izquierda llegara a la Presidencia. Y el desafuero de López Obrador “es el momento en que Fox renuncia, de manera clara, a la supuesta herencia democrática del PAN”.

Para los analistas consultados, los malos resultados de la administración de Vicente Fox generaron una falta de legitimidad que se materializó en las elecciones presidenciales de 2006. Mientras que el político guanajuatense venció al priista Francisco Labastida Ochoa con 6.4 puntos porcentuales en 2000 (2.4 millones de votos), seis años después, su copartidario Felipe Calderón Hinojosa se impuso sobre López Obrador con tan sólo 0.62 puntos porcentuales (244 mil votos de diferencia) y bajo sospecha de fraude electoral.

Con la Presidencia de Vicente Fox Quesada, el país estuvo esperanzado en un cambio de régimen político. Falló y sucedió el poder a Felipe Calderón Hinojosa, quien sumió al país en su peor crisis de violencia de los últimos tiempos. Foto: Guillermo Perea, Agencia Cuartoscuro.

Como consecuencia, “para ganar legitimidad política, [Calderón] decidió hacer una guerra contra el narcotráfico que estuvo mal diagnosticada, mal implementada y peor conducida”, sentenciaron. Y su sexenio se convirtió en “el sexenio de la violencia, de la guerra y de las víctimas civiles de esa guerra. Es el sexenio en donde se puso a las fuerzas armadas a realizar tareas de policía”, explicó el politólogo Juan Luis Hernández Avendaño

“Acomplejado”, refirió Enrique Toussaint, el segundo Presidente panista “operó bajo la misma forma del viejo régimen, dándole impunidad a los gobernadores y volteando para otro lado”. Además, “apostó todo a su guerra contra el narco sin atreverse a realizar las reformas que el país requería con urgencia”, mostrando “debilidad del Estado” y sin contar con los apoyos necesarios para realizar cambios profundos, añadió Luis Alberto de la Garza Becerra.

La crisis de legitimidad, la guerra desatada, la falta de reformas y una “gestión desastrosa”, culminaron con una derrota electoral en 2012 a manos del PRI. “Si hubiera sido un buen gobierno, hubieran continuado con Josefina Vázquez Mota. No fue así porque la gente castigó a Calderón con su voto, precisamente por ser un gobierno incapaz que no resolvió los problemas”, explicó José Fernández Santillán.

Con el regreso del partido fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles, los mexicanos le apostaron a una “nueva versión” del PRI que culminó con la formulación del “Pacto Por México”, un acuerdo interpartidario entre el PRI, el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que avalaría las reformas estructurales.

“El ambiente festivo y los acuerdos para modernizarnos se darían, sin embargo, en un país bronco y violentado que hizo que las reformas no tuvieran los resultados propuestos”, añadió de la Garza Becerra. Además, el Presidente Peña Nieto no resolvió y agravó la circunstancia, lo que de acuerdo con Enrique Toussaint, “dejó en claro que el problema del Partido Revolucionario Institucional no solamente es la mala gestión o los malos resultados, sino la gran corrupción que genera”.

Y el problema de fondo, en ese sentido, es que “ya quedó interiorizado, en buena parte del electorado y de la ciudadanía, que el PRI no es un partido que tenga dos o tres cuadros corruptos […] sino que, en general, la forma en que operan los gobiernos del PRI es a través de la corrupción”.

El regreso del PRI en 2012, en la figura del Presidente Enrique Peña Nieto, prometió cambios y reformas que iniciaron con el “Pacto Por México”. Sin embargo, fracasó y heredo un país con problemas recrudecidos, expusieron analistas. Foto: Agencia Cuartoscuro.

Sin claridad de reformas, con torpezas gubernamentales continuas, y sobre todo, en medio de escándalos de “corrupción voraz”, el nuevo PRI resultó peor que el antiguo porque no aprendieron de su alejamiento de la Presidencia de la República y volvieron con el uso de “viejos vicios” a los que añadieron “un cinismo alejado de toda ética”, coincidieron los especialistas.

Hoy, mencionó Luis Alberto de la Garza, vemos “gobiernos fallidos por doquier, en un país que exige mejores resultados, con un tejido social hecho pedazos, con una concentración de la riqueza cada vez más escandalosa y sin un proyecto de solución a los retos del futuro”.

Y según Lorenzo Meyer, el reto del gobierno entrante es “ser congruente con sus propuestas”. Esto no significa que las cumplan a cabalidad -porque eso no sucede- pero sí que estén comprometidos y que en verdad intenten cambiar el estado de las cosas.

Sin embargo, advirtió, la buena voluntad no servirá de nada si no hay “presión y apoyo” ciudadanos, porque en la actualidad y a pesar de que la ciudadanía está más despierta y activa que antes, “gran parte de la sociedad civil mexicana no está organizada ni interviniendo más que en momentos de elecciones”. Hacen falta más “demandas y acciones constructivas” y que la sociedad contribuya con su granito de arena, concluyó.

FOX Y LA “TRANSICIÓN FALLIDA”

“Lo que está en juego en los próximos seis años no es sólo el cambio de un partido en el poder. Está en juego algo mucho más significativo y profundo: la esperanza de millones de mexicanas y mexicanos”, dijo Vicente Fox Quesada durante su embestidura presidencial, el 1 de diciembre de 2000.

Lejos de cambiar el panorama nacional, indicaron los especialistas, su gobierno fracasó porque fue incapaz de romper con la vieja estructura del PRI, que históricamente ha garantizado la gobernabilidad y la gobernanza con acuerdos tácitos. Pero también, porque intentó gobernar con una estructura distinta a la tradicional (siendo la segunda minoría en el Congreso de la Unión, con 47 senadores y 206 diputados, y a nivel estatal, con sólo ocho gubernaturas).

El problema operativo de Fox derivó, apuntaron, en su incapacidad para implementar las “reglas informales o no escritas”; la falta de una “estructura política de apoyo” que pudiera negociar con los actores o grupos políticos tradicionales (no generó estabilidad de contrapesos), y la ineptitud para “plantearse como líder”, que generó una falta de incentivos para que lo obedecieran.

En cambio, lo que Fox debió de haber hecho es estructurar la “gobernabilidad democrática” y encaminar las reformas a partir de dos factores: un sistema de gobierno de coalición y un proceso constituyente que desmontara al viejo régimen, cuya estabilidad depende de las facultades meta-constitucionales del Ejecutivo federal, señalaron José Fernández Santillán y Enrique Toussaint.

“Gran parte de lo que explica el fracaso del foxismo fue esa cobardía para enfrentar el pasado y para emprender reformas a profundidad”, dijo el académico de la Universidad de Guadalajara. Y Fox “nunca llamó a rendir cuentas a los que ocasionaron buena parte de la debacle del país. Nunca optó por hacer una comisión de la verdad en la que se le exigieran respuestas” a los administradores priistas anteriores, abundó.

Sin una renovación del sistema político (o régimen), el primer Presidente panista tuvo problemas para negociar con los partidos y establecer una relación constructiva con los demás Poderes de la Unión. A la problemática, se sumó la creciente autonomía presupuestaria de los gobernadores, “en un contexto donde las reglas para hacer uso de ese dinero no están claras”, refirió Gustavo López Montiel.

A partir del sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-200) “comienza un proceso de descentralización del uso de los recursos”, en comparación con el periodo de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuando “más del 90 por ciento del presupuesto era ejercido por el Gobierno federal”. Para cuando Fox llega al poder, “menos del 60 por ciento” del presupuesto era controlado por el Gobierno federal. “Entonces se apoderan los gobernadores y los saca del control que había tenido históricamente el Presidente”, comentó el politólogo del ITESM.

El ex Presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún fueron polémicos. Él por su inusual manera de gobernar, y ella por utilizar su posición como Primera Dama para impulsar su sueño presidencial. Foto: Miriam Sánchez, Agencia Cuartoscuro.

Los analistas explican que no todo fue desastroso en el sexenio de Fox, pues tuvo aciertos, sobre todo en materia de estabilidad macroeconómica, en la aplicación de los programas de vivienda y del seguro popular, y con la creación, en 2003, del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (hoy INAI) y de la Secretaría de la Función Pública (que amplió las facultades de la otrora Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo para vigilar y evaluar el desempeño del Gobierno federal).

Pero la inexperiencia y la falta de oficio generaron los “grandes fracasos” del sexenio de Vicente Fox, entre los que destacan el crecimiento económico y la generación de empleos, la mejora educativa, el combate a la delincuencia organizada, la corrupción, la política exterior y su intervención en el proceso electoral de 2006, dijeron Meyer, de la Garza, Fernández, Hernández, Santillán y Toussaint.

Entre 2000 y 2006, por ejemplo, la inflación decreció (pasó de 9.51 a 3.33), la balanza comercial mejoró (pasó de -1.92 a -1.40 por ciento) y el Producto Interno Bruto (PIB) tuvo un incremento promedio de 2.3 por ciento anual (aunque era necesario un mínimo de cuatro por ciento), refieren cifras del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados.

Aunque el crecimiento económico del país resultó “insuficiente para generar nuevos empleos, incrementar la competitividad y la participación de la economía en el sector externo”, menciona el CEFP.

La educación, en cambio, se estancó, indican cifras del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Entre 2000 y 2005, el rezago educativo aumentó (de 32.5 a 34.64 millones de personas) y el analfabetismo decreció (de 7.6 a 6.3 por ciento de la población de 15 a 64 años).

En cuanto al crimen organizado se refiere, el sexenio de Fox tuvo sus altibajos. Las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) arrojan que aunque en su administración los homicidios dolosos decrecieron en 14.6 por ciento, los secuestros y las extorsiones aumentaron en 24 y 170.3 por ciento, respectivamente.

Ello a pesar de la creación de dos secretarías: la de Seguridad Pública en el año 2000 –como auxiliar de la Procuraduría General de la República (PGR)– y que fue absorbida por la Secretaría de Gobernación (Segob) en 2013; y la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI) en 2001, que se encargó de perseguir al crimen organizado y los delitos electorales.

Para los politólogos consultados, durante el sexenio de Fox “se dejó crecer al crimen organizado, sobre todo en los territorios locales” –destacando el crecimiento del Cártel de Sinaloa– y la situación derivó de un “proceso de rearticulación del mercado” de la droga: México siguió produciéndolas y se convirtió también en un centro de consumo.

Sin embargo, el problema del sexenio radicó en que instituciones como la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI) o el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), “en lugar de funcionar contra los enemigos del Estado de derecho y los enemigos de la paz y la seguridad del país […] fueron usados, finalmente, para enfrentar a los opositores”, explicaron López Montiel y Fernández Santillán del ITESM.

La PGR, por ejemplo, entre 2004 y 2005 se vio involucrada en el desafuero de Andrés Manuel López Obrador –por violar una orden judicial que suspendía las obras públicas en un territorio expropiado en Cuajimalpa– y que culminó con la renuncia del entonces titular de la AFI, el General Rafael Macedo de la Concha, ya que durante el proceso, un juez de distrito determinó que la dependencia a su cargo “dispuso de la libertad personal del indiciado sin que estuviera a su disposición”.

Este fue uno de los capítulos más negros del sexenio de Fox, ya que fue visto como un intento para evitar que AMLO llegara a la Presidencia de la República en 2006, cuando el candidato presidencial panista y el tabasqueño estaban empatados en las encuestas de preferencia electoral (con un promedio de 35 puntos porcentuales cada uno).

Con esto, según Hernández Avendaño y de la Garza Becerra, Fox demostró que aunque “quitó al PRI de Los Pinos, aparentemente para echar atrás el modelo autoritario, más bien legó un autoritarismo recrudecido que desgastó la imagen presidencial”. La situación se agravaría con la “insana intervención” de su esposa, Martha Sahagún Jiménez, quien fuera señalada de utilizar su posición como Primera Dama y a su fundación “Vamos México”, para impulsar sus aspiraciones presidenciales; y cuyos hijos, fueron acusados de multimillonarios fraudes con instituciones del Gobierno federal (como el Infonavit y Pemex).

En materia diplomática, el sexenio de Fox se caracterizó por tensiones con Estados Unidos (en el marco de un acuerdo migratorio que se vio truncado por el rechazo del Gobierno federal a la guerra de Irak, y luego, por el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001); con Cuba en 2002, cuando le pidió a Fidel Castro y el ya emblemático escándalo del “comes y te vas” (para evitar que se encontrara con el ex Presidente estadounidense George W. Bush); y con algunos estados miembro del Mercosur, por críticas a los mandatarios de Argentina, Paraguay y Uruguay, que lo llevaron a distanciarse con varios países de América Latina.

La alternancia de gobierno de Fox, expusieron los analistas, falló en su intento de reforma hacendaria (2001), laboral (2002) y energética (2003-2004); en resolver el conflicto de San Salvador Atenco de 2001 (por la expropiación de terrenos para construir un nuevo aeropuerto internacional en Texcoco); al intentar resolver el conflicto con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que estalló en Chiapas en 1994; y con la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (2002-2007), que inició 532 carpetas de investigación ligadas a presuntos cohechos por parte de ex presidentes, sin ejercer, en realidad, acciones penales (el único acusado, Luis Echeverría Álvarez, fue exonerado).

UN SEXENIO DE SANGRE

Las ejecuciones del crimen organizado, tras la guerra iniciada en 2006 por Felipe Calderón, alcanzaron su mayor nivel en 2011, con 16 mil 987 registradas (el 74.3 por ciento de los homicidios dolosos de ese año). Foto: Ariel Gutiérrez, Agencia Cuartoscuro.

Con sus primeras palabras como Presidente en funciones, Felipe Calderón Hinojosa aseguró que el cambio de gobierno no significaba “refundar la Nación” pero sí “realizar cambios en instituciones y políticas públicas”. Por ello anunció que, las tres prioridades de su administración, serían “la lucha por recuperar la seguridad pública y la legalidad”; “una reducción sustantiva de la pobreza extrema” y la “creación de empleos” formales bien remunerados.

Diez días después de su discurso, el 11 de diciembre del 2006, Calderón inició la denominada “guerra contra el narcotráfico” con el despliegue de 6 mil 500 soldados en el estado de Michoacán. Como resultado de su estrategia frontal contra la delincuencia organizada, la violencia estalló.

Entre 2007 y 2012, los homicidios dolosos aumentaron en 109.3 por ciento. Es decir que, durante el sexenio de Calderón, se duplicaron. Y de los 103 mil 537 asesinatos registrados por el SESNSP, al menos 68 mil 545 fueron ejecuciones relacionados con el crimen organizado, según cifras de Lantia Consultores y el Semáforo Delictivo.

Comparado con el sexenio anterior, los asesinatos intencionales por día aumentaron en 41.17 por ciento (al pasar de 34 a 47 diarios, en promedio). Y su tasa por cada 100 mil habitantes casi se duplicó (al pasar de 10.9 a 18.3), mientras que entre 2000 y 2006, había decrecido (de 13.7 a 10.9).

A la par que el Gobierno federal fue descabezando a los grupos criminales (entre 2006 y 2012, detuvo a 14 y abatió a seis líderes principales de organizaciones criminales), las ejecuciones fueron saliéndose de proporción, alcanzando su mayor nivel en 2011, con 16 mil 987 registradas (el 74.3 por ciento de los homicidios dolosos de ese año).

“El propio [Miguel Ángel] Osorio Chong lo dijo: [antes de Calderón] había siete grandes cárteles y ahora tenemos 245. Y este es un dato que corroboró Eduardo Guerrero, uno de los especialistas en el estudio del narcotráfico”, comentó José Fernández Santillán del ITESM.

Para los especialistas consultados, si con Fox se dejó crecer al crimen organizado, con Calderón se “radicalizó” su presencia, por lo que, según Hernández Avendaño, “no cabe duda de que el verdadero peligro para México terminó siendo Calderón”.

En el caso de la economía, durante el sexenio calderonista la inflación decreció (pasó de 4.05 a 3.57) y la balanza comercial mejoró (pasó de -1.40 a -0.82 por ciento). El crecimiento del PIB fue deficiente (dos por ciento anual, en promedio) y la deuda externa pública total aumentó en 84 por ciento como porcentaje del PIB (pasó de 11 a 20.2 por ciento), hasta alcanzar 245.2 mil millones de dólares, de acuerdo con datos del Banco de México, del Banco Mundial, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y del Fondo Monetario Internacional.

El panorama general de la economía durante los sexenios panistas, refleja la aplicación de políticas económicas similares a las de los gobiernos del PRI, “ocurriendo un escaso crecimiento económico, una disminución en la competitividad, poca generación de empleos formales, una disminución en los salarios reales y una escasa inversión, pero un importante incremento en el gasto en fuerzas armadas y un aumento en la violencia en todo el país, en aras de la lucha contra el narcotráfico”, señala el documento La Economía Mexicana durante los Gobiernos Panistas (2016), editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

Un ejemplo del precario impacto económico positivo durante el sexenio de Felipe Calderón, es la escasa creación de empleos. En su sexto informe de gobierno, Calderón dijo que hasta el 30 de octubre de 2012 su administración había creado 2 millones 170 mil 995 nuevos empleos. No obstante, refiere el informe de la UANL, “la meta era generar un millón de empleos al año”.

Mejorar la calidad de los empleos no fue una prioridad en los sexenios panistas, sino otros fines como la seguridad, se lee en el estudio. Y el crecimiento económico nacional durante 12 años de panismo fue tan bajo, que “ocasionó que el nivel de pleno empleo nunca se acercara al nivel óptimo”.

Circunstancias como estas evitaron la reducción sustantiva de la pobreza y de la pobreza extrema, de acuerdo con datos del Coneval. Entre 2008 y 2012, la pobreza aumentó y afectó a 4.2 millones más de personas (como porcentaje poblacional, pasó de 44.4 a 45.5 por ciento en cuatro años). La pobreza extrema, en cambio, apenas y decreció. Pasó de 11 a 9.8 por ciento de la población, que implicó que 800 mil personas dejaran de ser pobres extremos.

 

Aunque sostienen que los malos resultados en pobreza y generación de empleo, así como una guerra fueron el “infame” legado de Calderón, los analistas reconocieron que durante su gestión se lograron tres importantes reformas: penal (que puso en marcha al nuevos sistema de justicia penal), electoral (que limitó los tiempos publicitarios de partidos y actores políticos) y política (que permitió las candidaturas independientes y las consultas populares, por ejemplo).

A pesar de ello, refieren que si Calderón no pudo tener mejores resultados fue porque a nivel estructural su administración se caracterizó por colocar a su grupo “más cercano” en el Gabinete federal, que limitó “su capacidad de interlocución con otros grupos”.

Ejemplo de ello fueron Ernesto Cordero Arroyo al frente de la Secretaría de Desarrollo Social; Gerardo Ruiz Mateos en la de Economía; Francisco Ramírez Acuña y Juan Camilo Mouriño en la de Gobernación; Javier Lozano Alarcón en la de Trabajo y Previsión Social; Jordi Herrera Flores en la de Energía; Salvador Vega Casillas en la Función Pública; Salomón Chertorivski en Diconsa; entre otros.

Los errores del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa no sólo llevaron al PAN a perder la Presidencia de la República, dijeron los académicos. También, el panista puso en riesgo la estabilidad de Acción Nacional por dos razones: su intento por apropiarse del partido -impulsando a figuras como César Nava y Germán Martínez- que generó un conflicto interno que se trasladó a los grupos en las cámaras del Congreso de la Unión. Y su “intento por evitar -como lo hizo Fox- un posible triunfo del PRD”, que lo llevó a negociar el regreso del PRI a la Presidencia de la República, situación que “quebrantó a su propio partido”, explicó Luis Alberto de la Garza Becerra, historiador de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

EL PRI DE LA CORRUPCIÓN

“Peña Nieto no entendió el mensaje [de la gente] en 2012”, que era evitar la corrupción y solucionar dos cuestiones fundamentales: la violencia y el cambio de modelo económico, explicaron los analistas consultados. Foto: José Candelario, Agencia Cuartoscuro.

Al iniciar funciones, Enrique Peña Nieto habló de cinco ejes para cambiar la realidad nacional: lograr un México en paz, combatir la pobreza y cerrar la brecha de la desigualdad, hacer frente a los rezagos educativos, tener crecimiento económico “sólido y sostenido”, además de lograr que el país sea un “actor con responsabilidad global”.

No obstante, el fracaso de su administración se debió, según los politólogos e historiadores consultados, a su incapacidad para resolver la violencia y lograr un cambio de modelo económico (del neoliberal al de la responsabilidad social); a su tentativa de gobernar con “el autoritarismo de siempre” y sin las estructuras y la sociedad adormecida “de antes” (lo que se traduce en déficits de gobernabilidad y de gobernanza); y no saber cómo manejar crisis como la de Ayotzinapa, Tlatlaya, la “casa blanca”, entre muchos otros, que implicaron violaciones al Estado de derecho, corrupción, impunidad e incapacidad de gobierno.

“Una serie de cambios en el ámbito internacional, la caída de los precios del petróleo, la cínica corrupción desatada por la generación de jóvenes priístas, sumada a situaciones trágicas como la de los estudiantes en Ayotzinapa, así como la incapacidad de Peña Nieto para enfrentar con rapidez y eficiencia los focos rojos que se fueron presentando, terminarían con la desafortunada invitación a Donald Trump, aún candidato al gobiernos de los Estados Unidos”, recordó de la Garza.

En materia de inseguridad, México rompió un récord de homicidios dolosos el año pasado (al menos 25 mil 340 registrados por el Gobierno federal). Y en los primeros cuatro meses de este año, según el SESNSP, se cometieron más asesinatos que en los primeros cuatro meses de los últimos 20 años (entre enero y abril de 2018, 8 mil 900 personas perdieron la vida). La tasa de homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes, además, fue en aumento entre 2013 y 2017 (pasó de 15.29 a 20.50).

La violencia es alarmante y podría ser peor, ya que en nuestro país la cifra negra es de casi 94 por ciento, coinciden cifras del Inegi y del Índice Global de Impunidad México 2018 de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP). Esto significa que sólo el seis por ciento de los delitos cometidos son denunciados o derivan en una averiguación previa.

Además del costo en términos de vidas humanas, está el monetario de la violencia, que según el Reporte de Guerra 2017 de la Academia de Génova, en 2017 comprometió el 21 por ciento del Producto Interno Bruto (o 4.72 billones de pesos).

Si por algo la violencia en México no decrece, es por cuestiones de “debilidad institucional”, señala también el Institute for Economics and Peace. Pero además, su repunte está ligado al problema de la corrupción y la impunidad, que de acuerdo con el Inegi, generan pérdidas anuales de más de 7 mil millones de pesos.

El organismo de gobierno refiere que, en 2017, 1.5 de cada 10 personas que realizó un trámite personal, experimentó al menos un acto de corrupción cuando tuvo contacto con algún servidor público. Asimismo indicó que, entre 2013 y 2017, la “prevalencia de corrupción al realizar un trámite personal” aumentó en 21.15 por ciento. En el caso de los negocios, sus datos refieren que al menos uno de cada 10 negocios participó en un acto de corrupción.

En materia educativa, hoy en día, “las entidades federativas tienen al menos 20 por ciento de rezago total entre su población de 15 años y más”, señala el ensayo El rezago educativo total y su atención en México, editado por el Centro de Estudios Educativos. En términos absolutos, este problema no ha cejado, refiere, y la atención “sigue siendo una cuenta pendiente para las autoridades educativas”.

La falta de condiciones educativas adecuadas, impacta directamente en la situación laboral del país y en el desarrollo poblacional, comentaron los analistas consultados por SinEmbargo.

La economía mexicana crece, en promedio, 2.6 por ciento (debería ser de más del cuatro por ciento), coinciden la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la organización México ¿Cómo Vamos? Asimismo, de acuerdo con el Foro Económico Mundial, nuestra competitividad se estancó en el último año.

Desigualdad social, pérdida de poder adquisitivo, la generación de empleos eventuales sobre empleos permanentes y el ensanchamiento de la economía informal en los últimos años, detienen el crecimiento económico sostenido y desdibujan la posibilidad de generar más movilidad social (o mejorar el estatus socioeconómico), refieren organizaciones como el Centro de Investigación en Economía y Negocios (Cien) y el Foro Económico Mundial.

En este contexto, la nación no ha podido reducir de manera significativa la pobreza. Según las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la población pobre pasó de 53.3 a 53.4 millones de personas entre 2012 y 2016.

Ello se debe, en parte, a las deficientes reformas estructurales impulsadas por el Presidente Enrique Peña Nieto, que si no son malas, deben de estar acompañadas con mejores políticas sociales, refirió el año pasado Alicia Bárcena Ibarra, secretaria ejecutiva de la Cepal.

El gran impulsor de AMLO es Peña: falló en todo, y el voto duro no podrá con el castigo, dice Zárate

sábado, junio 9th, 2018

El fracaso de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto –antecedido por dos gobiernos panistas cuestionables– tiene dos principales consecuencias: uno, haber impulsado la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador; y dos, dirigir al electorado a emitir, el próximo 1 de julio, un voto de castigo que hoy por hoy, favorece al candidato de las izquierdas, refiere Alfonso Zárate Flores, autor de Un Gobierno Fallido: Peña Nieto y la Sucesión Presidencial de 2018.

En su libro, Zárate menciona que la promesa de un candidato “telegénico”, como lo fue Peña Nieto, ha quedado deslavada por una serie de tropiezos que le merecen un juicio negativo de la historia, según cuatro elementos fundamentales: el detrimento de la seguridad pública, el “mediocre” crecimiento económico, la corrupción y la impunidad “desbordadas”,  y el desgarre del tejido social.

Y en su documento el autor nos advierte: “No podemos aceptar que otra vez los aspirantes se concentren a decirnos que quieren llegar a Los Pinos”. Debemos exigir respuestas y saber para qué quieren gobernar, con quiénes gobernarían y cuáles serían sus acentos, prioridades y su estilo de gobierno. Mientras no lo hagamos, seguiremos a merced ajena.

Ciudad de México, 9 de junio (SinEmbargo).- El fracaso del Presidente Enrique Peña Nieto como gobernante de México, lo convierte en el “gran impulsor” del candidato presidencial de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su administración, corolario de 18 años de gobiernos “frustrantes” y “desacreditados” por la sociedad mexicana, orientará los votos de castigo en una transición caracterizada por el hartazgo y la esperanza, dijo en entrevista Alfonso Zárate Flores, autor del libro Un Gobierno Fallido: Peña Nieto y la Sucesión Presidencial de 2018.

En su más reciente publicación, lanzada por la casa editorial Planeta, Zárate explica que el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 2012 fue, en sí mismo, “un mensaje reprobatorio” del electorado para las administraciones panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.

Así como el fracaso de los panistas catapultó al “candidato telegénico” que hoy habita en Los Pinos, este año, el “Gobierno fallido” de Peña Nieto podría llevar a la silla presidencial a López Obrador. Sin el desencanto de los tres últimos sexenios, el ascenso de AMLO en las preferencias electorales no sería entendible a cabalidad.

“Yo creo que el gran coordinador y voluntario de la campaña de Andrés Manuel se llama Enrique Peña Nieto. Entonces, Peña ha sido el gran impulsor de Andrés Manuel López Obrador, y la disputa entre López Obrador y Anaya era quién representaba mejor el hartazgo colectivo. Y bueno, ha ganado López Obrador; representa mucho mejor el enojo de la colectividad, pero es un enojo, efectivamente, cuando menos con esos tres gobiernos. Porque paradójicamente, Zedillo entregó buenas cuentas. Recibió el país muy maltratado, recuperó las finanzas y terminó casi con un crecimiento del 7 por ciento”, explicó a SinEmbargo el abogado especialista en fenómenos del poder en México.

Aunque Zárate ve “que el voto de castigo se va a imponer sobre el voto duro”, no descarta la posibilidad de una intentona de fraude electoral. Para el otrora director de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), existen márgenes para ello. Empero, debido a las tendencias electorales, prevé que puedan ensuciar los comicios pero no cambiar el resultado final.

“Ahora, parece ser que las posibilidades de ese triunfo [de AMLO] son más reales, y que solamente una operación macro de fraude electoral podría cambiar el resultado. Mi impresión es que ni eso lo puede cambiar, porque la compra del voto y la operación de los gobernadores, a lo mejor les puede dar cinco, seis, ocho puntos insuficientes para revertir la tendencia”.

Asimismo advirtió que, si por alguna razón no ganara López Obrador, existe la posibilidad de un “ambiente de perturbación social”, debido a que “no sabemos cuál es el límite de la gente que ha esperado desde la elección de 1988 a que ganara Cuauhtémoc Cárdenas” y que hoy quiere la victoria de un gobierno representativo de la izquierda social.

Al respecto, comentó que debido a la “presión acumulada”, si de repente se dan “cifras milagrosas que llevan a revertir todo lo que nos dicen los estudios serios de opinión, el enojo colectivo tendría expresiones de desbordamiento”.

Alfonso Zárate, estudioso de los fenómenos del poder en México, examina las claves para entender el actual sexenio, mismas que influirán el voto ciudadano, marcado por el hartazgo y la esperanza de un mejor futuro. Foto: Editorial Planeta.

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Un Gobierno Fallido: Peña Nieto y la Sucesión Presidencial de 2018, es un ejercicio que busca identificar “momentos emblemáticos” de la actual administración, “que permitan revelar su naturaleza, su modus operandi y sus saldos”, se lee en el prólogo del documento. Asimismo, el texto propone un acercamiento a la sucesión presidencial que será un “proceso signado por la incertidumbre no sólo democrática […] sino política en términos llanos”.

“Cuando hablo de un gobierno fracasado, de un gobierno fallido, estoy pensando en que los gobiernos no pasan a la historia en función de la complejidad de su gestión […]. Generalmente hay dos, tres acontecimientos que son los que marcan una administración. Piensen, por ejemplo, en el gobierno del General Cárdenas. Todos lo asociamos con la expropiación del petróleo; quizá el reparto agrario […]. Por allí se agota la comprensión colectiva de ese gobierno”.

De acuerdo con Alfonso Zárate, Enrique Peña Nieto será juzgado según cuatro elementos: el detrimento de la seguridad pública y los niveles de violencia que superan a los del sexenio de Felipe Calderón; el “mediocre” crecimiento económico durante su administración (como candidato, prometió que al final de su último año de mandato sería de seis puntos porcentuales, pero deja un promedio de 2.3 por ciento anual); la corrupción y la impunidad (“desbordadas” y con un amplio nivel de “cinismo”), y el desgarre del tejido social, herido por las carencias y atropellos, donde el Estado de derecho es un vacío o una incógnita que carcome la paz.

“La magnitud de los problemas del país, es tal, que reclamaría un grupo de extraordinaria lucidez, inteligencia, visión estratégica, patriotismo, honestidad, para poder ir recomponiendo las cosas, sin resultados inmediatos, porque como en el tema de la inseguridad, es un tema que, aún si se hicieran bien las cosas, va a tomar varios años más observar mejoría”.

Según el Maestro en Sociología Política, ante este escenario, “lamentablemente” ninguno de los tres candidatos presidenciales está a la altura del reto.

Pero “si llega un Presidente como López Obrador, con una mayoría en el Congreso, con varias gubernaturas, con las enormes facultades del [Poder] Ejecutivo, va a poder incidir en cambios muy importantes. Si no son para bien, si son, digamos, demagógicos, populistas, etcétera, creo que no vamos a tener a una sociedad organizada, suficientemente fuerte para hacer el contrapeso. Entonces, ese escenario casi nos deja cruzando los dedos”, concluyó al respecto.

Más allá de las expectativas y de quién sea el nuevo habitante de Los Pinos, Zárate mencionó que sin una “sociedad mucho más vibrante, mucho más exigente, mucho más capaz de interpelar a estos funcionarios”, el avance que tengamos como país no estará completo. Porque si nosotros como sociedad y como mandantes no denunciamos para ir constriñendo los excesos, no habrán mandatarios que obedezcan las órdenes de quienes (en verdad) gobernamos.

Hoy, además, es necesario buscar el equilibrio entre el Estado social y el del liberalismo económico. Para el escritor, una política como la de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), de un estado generoso que subvenciona todo, ya “no cabe”. Pero tampoco podemos avanzar con un Estado como el que empezó con Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) y que continúa hasta nuestros días. Uno que ha promovido a ciertos sectores industriales y competitivos, y que ha dejado a más de 50 millones de pobres en el abandono.

Por eso, dijo, “no es enteramente desmantelar el Estado social, pero tampoco desmantelar el liberalismo”.

EL SEXENIO DE PEÑA NIETO

Han habido momentos que marcaron, de inicio a fin, el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto. Cuando la campaña mediática y los fracasos de Fox y Calderón lo convirtieron en el depositario de la esperanza de México, su arranque se caracterizó por “representar un liderazgo joven, un liderazgo reformador con una gran capacidad de realización […]. Era el salvador de nuestro país”, dijo a SinEmbargo Alfonso Zárate.

A esta “coyuntura feliz”, abundó el autor, sumó el hecho de que el gobierno entrante pudo dialogar con la oposición panista y priista, situación que favoreció el Pacto Por México de 2012, “que reúne a las tres principales fuerzas que construyeron una agenda de más de 90 puntos con aspectos verdaderamente relevantes y que habían sido relegados a lo largo de mucho tiempo”. Gracias a este diálogo, su gobierno logra emprender las reformas estructurales.

–¿Qué balance dejan las reformas estructurales?

–Fueron necesarias pero mal aplicadas. Sobre todo en los casos de la reforma energética y la de educación. En el primer caso, hubo toda una decisión perversa de desmantelar a la empresa señera de nuestro país, a Pemex, y que se cumplió a lo largo de varias décadas […]. Y cuando hoy vemos que algunos de los ex directores de Pemex son los dueños de las empresas que se están beneficiando con contratos, dice uno, fue una perversión […]. El problema fue el tiempo de maduración de las reformas. En el segundo caso, sólo han habido tres Secretarios de Educación dignos: Justo Sierra, José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. En cambio, podemos encontrar una cantidad enorme de charlatanes […]. Estos gobiernos nos dijeron que la educación era una gran prioridad. En la práctica no lo fue. Y esta reforma fue mal hecha e incompleta. Necesaria pero mal instrumentada.

–¿Qué caracteriza a estos “nuevos priistas” que parecen “viejos priistas?

–La peculiaridad [de esta clase política priista] es que no son inmorales. Son amorales. Ni siquiera están conscientes de que lo que están haciendo es indebido. Ellos dicen: “Para eso es el poder. Eso nos enseñó el maestro Hank González: Un político pobres es un pobre político”.

Zárate, además, explicó que durante el segundo año del gobierno peñanietista, los escándalos de la casa blanca, de Ixtapan de la Sal, o la de Malinalco –adquiridas a través de contratistas del gobierno como Grupo Higa y Constructora Urbanizadora Ixtapan– “nos empieza a hacer evidente que este grupo está potenciando la manera en que gobernó en el Estado de México. Es decir, en complicidad con un puñado de empresarios que se beneficiaron y que multiplicaron sus fortunas gracias a proyectos y licitaciones con el gobierno”. Esas circunstancias, sumadas a tragedias como la de septiembre de 2014, cuando la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, marcaron el inicio del declive de su mandato.

Alfonso Zárate, en entrevista con SinEmbargo, explicó que Enrique Peña Nieto es el “gran impulsor” de Andrés Manuel López Obrador, gracias a su gobierno “fallido”. Foto: Sandra Sánchez Galdoz, SinEmbargo.mx.

–¿Cómo se comportan estos políticos de Atlacomulco?

–La cofradía mexiquense se ha comportado de una manera distinta a la clase política priista tradicional. Los priistas, tradicionalmente, eran muy influyentes. Uno veía que llegaba un Presidente y que integraba un equipo que era muy bien representativo del mosaico nacional: un Secretario de Estado de Sonora, otro de Puebla, otro de Yucatán, otro de Aguascalientes… Y eso permitía la permeabilidad de la clase política local, que tenían un representante suyo, a nivel de gabinete o su gabinete. Los gremios también representados; los ingenieros civiles en la Secretaría de Obras Públicas de Comunicaciones; los médicos en el ISSSTE, en el Seguro Social, en la Secretaría de Salud, en fin… Pero la cofradía mexiquense es un grupo excluyente. Entonces, con Peña Nieto llega al poder el grupo de sus paisanos y sus muy cercanos. Y es el reparto de las mejores posiciones para los paisanos y para los cercanos, con exclusión de los demás.

–¿Fracturaron al PRI?

–El resultado electoral y el enojo social, que está a flor de piel, tiene mucho que ver con eso y abarca ahora a los propios priistas que sienten que este es un gobierno que los ha maltratado; que los ha dejado fuera y que ha sido un gobierno avorazado. Entonces, el famoso voto duro del PRI ha venido disminuyendo, ha venido enflacando, porque no sintieron que Enrique Ochoa [Reza] fuera un priista que fuera uno de ellos; no sienten que Meade sea uno de ellos […]. Entonces, creo que el manejo que ha hecho el Presidente Peña de su gobierno, no sólo ha dejado muy malas cuentas en términos sociales de bienestar y de tranquilidad a la población, sino también ha lastimado al propio priismo que debía de representar.

–¿Si tuviera que calificar a las tres últimas administraciones con una palabra, cual sería?

–Son una experiencia frustrante por diferentes razones y en diferentes grados. Me parece que la mayor responsabilidad competía a Fox, porque con Fox, llegó un enorme entusiasmo […]. Y este hombre frívolo e inculto ejerció un gobierno irresponsable y de malos resultados […]. Si hoy nos estamos quejando de los gobernadores que devinieron caciques, es por Fox, porque en el sistema político mexicano, hasta antes de la alternancia, los gobernadores eran delegados del Jefe del Ejecutivo. Un hombre como Carlos Salinas de Gortari, por ejemplo, hizo Gobernador a todo aquel amigo suyo que quiso ser gobernador -Otto Granados en Aguascalientes, Rogelio Montemayor en Coahuila, Sócrates Rizzo en Nuevo León, Patricio Chirinos en Veracruz- pero al final de cuentas sabían que los habían puesto y que los podían quitar en cualquier momento. Y el régimen siempre tuvo instrumentos para llamar a cuenta a aquel Gobernador notoriamente corrupto, notoriamente repudiado. Cuando viene la alternancia, el Presidente Fox y los supergerentes dejan sueltos los hilos. Les entrega cantidades monstruosas de dinero sin ninguna limitación, y no cumplen el papel de contrapeso.

–¿Estaríamos hablando de una falla del federalismo?

–Sí, práctico […]. Y entonces digo: Hoy, que en los estados no existen los contrapesos institucionales porque el Congreso está intimidado o maceado, porque el sistema de justicia depende del señor Gobernador, porque los medios [de comunicación] están maceados o intimidados, tendría que haber, a nivel federal, la capacidad para llevar a cuentas. Ya me imagino que Osorio Chong hubiera llamado a Javier Duarte [de Ochoa] y le dijera: “Oye, aquí tenemos este expediente que nos armó la Procuraduría o nos armó el Cisen. Estás cometiendo todos estos desfalcos y tu familia y tu suegra… Entonces, vete por la derecha porque si no te fregamos”. No lo hizo. Osea, la gran responsabilidad del Secretario de Gobernación Osorio Chong fue mirar hacia otro lado frente a esta descomposición, que en ocasiones se denunciaba, sobre todo, por medios nacionales, pero que él frente a eso, hizo nada. Es una gravísima irresponsabilidad, pero eso empezó con Fox. Fox es el que dejó prácticamente sueltos los hilos de contrapeso de la federación con relación a los estados.

–¿Y es un problema estructural, un problema de negligencia, o una cuestión que implica ambas circunstancias?

–Yo creo que son las dos. Por ejemplo, a nivel institucional hemos ido avanzando un poco. Construyendo, penosamente, instituciones democráticas. Por ejemplo, un Instituto Federal Electoral que, hasta antes de su creación, era una instancia de la Secretaría de Gobernación, y el Secretario de Gobernación conducía la Comisión Federal Electoral. Es decir, las elecciones las manejaba la Secretaría de Gobernación. Ya fue un modesto avance el crear un IFE, que en un primer tramo era presidido por el Secretario de Gobernación, y después avanzar hacia la ciudadanización del IFE, hoy INE. Nos costó mucho trabajo crear esa instancia. Mucho trabajo crear el Instituto Federal de Acceso a la Información, un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, darle autonomía al Banco de México, generar espacios de libertad crecientes en los medios. Todo eso, es un proceso de muchos años. Algunos los ubican a partir del 68. Es decir, que los jóvenes del 68, en su protesta, oxigenaron el sistema y reclamaron espacios de libertad.

–¿Pero qué hemos visto en este gobierno?

–Han sido casi seis años de operar la captura de esos órganos. Entonces, el Gobierno de Peña se dio cuenta de los riesgos de que hubiera esas instancias democráticas. ¿Y a qué se dedicó? A utilizar su poder para ir postulando a comisionados, a consejeros, a magistrados afines. Y eso explica por qué por ejemplo, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emitió una sentencia aberrante, que le permite a “El Bronco” ser candidato presidencial […]. Tenemos instituciones que penosamente hemos ido construyendo, pero lo que nos dice la experiencia de estos cinco años de gobierno es que esos avances nunca son para siempre. Que hay que estarlos defendiendo continuamente, porque puede llegar un gobierno que decida dar marcha atrás, y operar toda su fuerza para capturarlos, para secuestrarlos y para desnaturalizarlos.

–¿Qué nos hace falta para salir adelante?

–Necesitamos una sociedad que tenga más energía y más capacidad para señalarlos. Ojalá que, cuando estos miembros de la clase política entren a un restorán, la gente les silbe y les miente la madre. Hora que les diga, nos fallaste. Ojalá que les reprendan. Y que si viajan en un avión ocurra lo mismo. Y que haya, digamos, una actitud de decir “ya nos llegaste hasta el colmo” y no ocurra lo que muchas veces ha ocurrido […]: que esos criminales, aún algunos que salen de prisión, después aparecen en las páginas de sociales a color, compartiendo con los altos directivos económicos de este país, porque seguramente han sido cómplices y les deben mucho.

–¿Y las organizaciones de la sociedad civil?

–Yo creo que sí es importante que los espacios que por fortuna hoy son más que antes, espacios como Mexicanos Unidos Contra la Corrupción, como el Instituto Mexicano de la Competitividad, como México Evalúa, como Alto al Secuestro, como Causa en Común, se multipliquen y se pongan más de acuerdo y generen una presión social que les haga ver que son nuestros mandatarios (y que nosotros mandamos).