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Tomás Calvillo Unna

30/03/2022 - 12:05 am

El ancla del más allá está aquí

“La grandeza de la debilidad/ es la revelación de una promesa/ cuya única posibilidad/ es su entrega sin más”.

La morfología de un misterio. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Para el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, por su coraje, por no rendirse, por sostener la Dignidad de las Víctimas durante más de una década y por convertirse así en la conciencia de una nación asediada por el crimen.

Aquí, el pensamiento no puede ir más
no con esa intención
de conocer y atrapar
dilucidar y usar.
En este punto
donde los cimientos de la casa crujen,
en los muros la humedad diseña
su mapa;
el salitre es el espejo
de la razón
que se desmorona.

Aquí, no hay explicación alguna, no importa,
son los huecos que llevamos,
y esa oquedad que emerge
desde un lugar ajeno y nuestro.
La humanidad en su solvencia
se encapsula, ¿cómo llamarle? ,
piedad, misericordia.

Aquí, los fundamentos son imperceptibles,
infinitesimales;
la dimensión de la frecuencia
cuya luz pareciera una fuente inagotable
de lo que entendemos como vida
palpita en nuestros poros.

Aquí, ante el tangible mundo
que corresponde
a nuestra proporción,
dejamos las armas reposar
a orillas de esta magnitud que nos rodea;
el calendario de nuestros quehaceres
se despoja de su premura.
Estamos frente a la nada:
la exigencia de su contundencia
que ignora la pretensión
que nos trajo a estos márgenes.
A ras de la oscuridad
en este altar del ser
cuya oración
es el silencio
del mismo corazón
de cada uno.

Aquí, la morfología de un misterio
su sentido,
se reconoce en nuestro cuerpo;
sus esporas de luz
son señales de un retorno:
organiza su presencia así;
en cada uno existe
una parcela de majestuosidad.

Aquí, el cielo, ese techo inconcluso,
agujerado en su propio diseño;
no deja de asombrarnos,
pareciera que nos habita.
En este páramo,
esta estancia,
asemeja un balcón:
es la altura mínima para comenzar
el ejercicio de la contemplación.

La grandeza de la debilidad
es la revelación de una promesa
cuya única posibilidad
es su entrega sin más.

Aquí, la alfombra de hojas
en la terraza de nuestro credo,
guarda el canto de las aves:
el advertir de su aurora.
Es marzo… fines de marzo:
lo decimos todavía en voz baja,
mientras el calor asciende,
y nos damos la mano,
en ese vuelo de una rama a otra.

Aquí, no importa ya,
no se requiere de mayores argumentos,
sólo recuperar el nombre propio que compartimos
para conjugar este abandono de la vida misma;
la exigencia de su deambular, sin el cual
seríamos prisioneros de nuestras certezas:
esas huellas en las arenas de los años
que el viento dispersa cada amanecer :
la marea de los sueños que se repliega.

Aquí, la encarnación del orden
es el número
y también es la semilla del caos;
la fórmula inconclusa de la multiplicación
y su aparente e inagotable resorte.
Todavía danzamos con lo invisible,
por ello lo sutil es el idioma del entendimiento
cuando buscamos las fuentes de las cosas.
La pregunta asciende y en un segundo surca
la historia del alma, su persistente incógnita,
su irrupción constante,
sin lograr saber el lugar de su existencia.

¿Cuál es la palabra del más allá
que nos acerca a saber quiénes somos,
y si aún proseguimos por el camino correcto
o hace tiempo ya (generaciones)
que nos equivocamos y nos perdimos?

¿Cuál es esa palabra que nombra?

Pd. – El cielo está roto.
.- ¿El de la casa?
.- No, el del universo.
.- ¿El del universo?
.- Sí, el que está dentro de nosotros.

en Sinembargo al Aire

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