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Susan Crowley

26/07/2019 - 12:03 am

El arte de la curaduría o ¿eres un curador de closet?

El exceso de circulante y la capacidad de adquirir de la nueva clase media, obligó a los comerciantes a explorar a qué publico querían llegar. Una vez resueltos los primeros temas y las “necesidades” de lo consumidores, surgió un nuevo campo que no había sido explotado lo suficiente: el arte.

“Obligadamente, cuando pensamos en el curador, hablamos de un cierto gusto, de información, de conocimiento profundo, de amplitud de visión”. Foto: Especial

¿Te suena la palabra? Si no, debes ponerte al día en cuanto a terminajos de moda se refiere. El curador o curadora (para igualdad de género, también de moda), es un oficio tan viejo como la cultura romana. Quienes se hacían cargo de las tareas prácticas del imperio, es decir, del buen uso del agua, de la limpieza de letrinas públicas, del funcionamiento del drenaje eran llamados curator. Con esta imagen es más fácil definir el término. Curador es quien se encarga de la correcta articulación y funcionamiento de un espacio público. Ya sea en la polis o en la actualidad, el museo, la galería, la sala de cine, el antro, la casa de modas o incluso, una cadena de televisión, el curador elige los mejores contenidos, congruentes con la filosofía y pretensiones del establecimiento.

Obligadamente, cuando pensamos en el curador, hablamos de un cierto gusto, de información, de conocimiento profundo, de amplitud de visión. Un curador debe estar a la vanguardia en todo, tener una visión alternativa del mundo, ser un guía que indica la senda a seguir.

El que estos personajes surjan y se hayan posicionado tan alto últimamente tiene una razón: hay demasiado dinero circulando y pocas personas poseen el criterio idóneo para invertirlo. No solo eso, entre más seres humanos somos en el mundo, conforme la masa aumenta, vamos necesitando cada vez más, desesperadamente, sentirnos originales, parte del grupo de los exclusivos. Es un círculo dorado que incluye comida, viajes, ropa, autos, relojes, deportes, parejas, series y, últimamente, arte. Al nivel que sea, la adquisición de productos es una manera de mostrar que somos superiores: si te pones esta crema te verás más joven; si comes ciertos alimentos bajarás de peso; si usas este reloj sabrás todo sobre tu organismo, si conoces a este artista serás respetado por los demás.

El consumo nos permite sentir, al menos momentáneamente, que somos distintos. Por un instante, somos únicos, originales. Pero lo que se nos olvida es que esa originalidad está pensada por una maquinaria gigante que decide qué nos gusta y lo injerta, literalmente, en la psique de muchos millones más. Si no queremos ser “como todo el mundo”, o queremos mostrar nuestro liderazgo, aunque sea con los cuatro o cinco amigos que cultivamos, somos capaces de rascar hasta adelgazar la pantalla del celular buscando ese sitio en los viajes, ese restaurante, ese producto. No será difícil caer en algún sitio en el que el blogger o influencer recomienda su lista de imperdibles; dependiendo de cada nivel, nos dejaremos atrapar por sus consejos y los seguiremos al pie de la letra.

Lamentablemente para todos nosotros, nuestros apetitos que casi son una función biológica, están codificados previamente. Para ser ejemplo y líder de lo que anhelamos se eligió a una figura que no es nadie, pero lo es todo en materia comercial: la gran curadora del mundo contemporáneo es Kim Kardashian. Es ella quien decide sobre miles de personas que le siguen fielmente. Ya antes lo habían hecho Oprah recomendando libros, Michel Obama hablando de dietas y nutrición o Gwyneth Paltrow que, con su guía de la vida feliz, ha construido una empresa de más de 250 millones de dólares.

Entre tantos conocidos, ¿te suena el de Hans Ulrich Obricht? Tal vez no sea un nombre común, pero si te precias de tener un mínimo de conocimiento sobre el arte contemporáneo, sabrás que HUO, como lo llaman sus amigos, es el líder más influyente del mundo del arte. Curador de Serpentine de Londres, uno de los centros de culturales más célebres; el mejor conversador con los adalides de todos los medios (arte, cine, periodismo, deporte, ciencia, Obricht no deja un tema fuera), sus archivos son impresionantes, en ellos podemos encontrar de todo. Un hombre con una enorme capacidad de moverse y de estar en el sitio indicado en el momento preciso, fundamental para ser alguien hoy. En síntesis, Obricht cubre el espectro más amplió: textos, conferencias, entrevistas, curadurías, asesorías de museos. Su opinión es un dogma para los que quieren saber y reflexionar sobre la creación de los últimos veinte años. El curador suizo es el símil de Kim Kardashian en el arte. Él decide quién vale y cuánto; sus temas son referente para muchas exhibiciones; sus ensayos son leídos con pasión; sus visitas a cualquier exposición, feria, galería o museo sientan un precedente, si él estuvo ahí, seguramente es algo que no hay que perderse.

Orbicht surgió unos cuantos años después de que el término curador se pusiera de moda. Pero no debemos olvidar a los legendarios creadores de exposiciones como Edward Fry, Herald Szeeman, Lucy Lippard, quienes jugaron un papel fundamental para posicionar a los nuevos gurús del arte. Fue en los años ochenta cuando una importante cantidad de personas, que bien podemos denominar masa, adquirieron la capacidad de consumir. No es que fueran ricos, sino que, simplemente, los sistemas de financiamiento crecieron, ¿quieres un auto?, es tuyo por un módico enganche; obtén la casa de tus sueños, págala a perpetuidad. Con la apertura de bancos que permitían este tipo de endeudamiento, el consumismo del mundo llegó a un grado en el que tuvo que regularse. No se podía producir de todo para todos. El exceso de circulante y la capacidad de adquirir de la nueva clase media, obligó a los comerciantes a explorar a qué publico querían llegar. Una vez resueltos los primeros temas y las “necesidades” de lo consumidores, surgió un nuevo campo que no había sido explotado lo suficiente: el arte.

Pero, ¿quién gasta más de un millón de dólares en un cuadro? Un contexto y la debida información se vuelven muy necesarios para el coleccionista. Él debe tener claro que colgar su dinero en el muro con una interesante propuesta artística, es mejor que tener un montón de acciones en un banco en las islas Caimán. El cuadro da un estatus extra, es decir, etiqueta al inversionista como “culto”. Ya no es un tema de relojes o autos, es mucho más apetecible. En los últimos años el encumbramiento y promoción de quienes viven dentro del mundo del arte, ha permitido que muchas personas sientan que pertenecen a él. Artistas, galeristas, promotores y coleccionistas, quienes permanecían en el anonimato, ahora exhiben sus vidas, a sus parejas y desde luego los juguetes que coleccionan. Pero faltaba una autoridad moral más allá de sus gustos. Entones surgió este peculiar personaje llamado curador.

Un profesional que tiene algo de crítico, conoce de historia, es un poco artista frustrado, sabe colocar un montón de elementos disímbolos y de todas las épocas, en un mismo espacio; y lo mejor, cuenta historias tan divertidas y seductoras que fascinan a todos, ese es el curador y hoy tiene un nombre: HUO. Ante Obricht se postran las máximas estrellas, las chicas sexys que quieren pasar por cultas, los coleccionistas lo quieren en su mesa, si el oppening es trascendente, seguro que Obricht asistirá, ¿qué tienes problemas de liquidez para adquirir esa pieza que te quita el sueño? Obricht te pone de inmediato en contacto con el banco suizo que te financiará la operación. Ese personaje que carga siempre una maleta llena de información recorre, al parecer indiferente, las exposiciones; muestra cierta ingenuidad cuando expresa su opinión, pero es el perfecto curador. El que decide que ese artefacto indescriptible, espantoso, anómalo, que jamás entenderás, debe estar en la sala de tu casa y pagarás muchos miles si lo avala.

Hoy necesitamos a los influencer y a los curadores dispuestos a guiarnos por el camino del bien. Las Kardashian y los Obricht son fundamentales para el resto de los mortales. Kardashian suma millones y adeptos todos los días. Obricht se gana la gloria anhelada por todos. A diferencia de la voluptuosa mujer, Obricht ni es millonario ni cultiva su figura. No quiere ser ni rico ni guapo, él prefiere ser poderoso, trascendente. Los millones pueden comprar, pero él elige lo que compran.

Si alguna de estas características de HUO te cuadran, tal vez ya estés muy cerca de poder cambiar de giro y tú también volverte el curador más grande del mundo.

www.susancrowley.com.mx

@Suscrowley.com

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.
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