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Susan Crowley

24/05/2019 - 12:03 am

La sombra de Gerhard Richter

Nacido en 1932, el artista alemán es conocido por su reservado y sobrio comportamiento; es sabido por quienes han seguido su carrera que nunca genera atención alguna a su persona.

Nacido en 1932, el artista alemán es conocido por su reservado y sobrio comportamiento; es sabido por quienes han seguido su carrera que nunca genera atención alguna a su persona. Foto: Especial.

La biografía es un género que ha dado grandes momentos a la literatura. Narrar los secretos íntimos de un personaje, sus pulsiones, adentrarse en su piel, en sus emociones, en su misterio, es una forma de entender su legado. Y a pesar de que saber contarlo es un arte, se está convirtiendo en una forma de hacer dinero fácil. En el mundo cinematográfico, Netflix incluido, abundan las biopics como se les dice ahora. Entre más oscura y escandalosa sea la vida de un individuo, logrará más espectadores; el caso de Bohemyan Rhapsody y ahora Rocketman, la nueva película sobre Elton John, son un claro ejemplo. La sombra del pasado, de Florian Henckel von Donnersmarck, intenta narrar la trayectoria de uno de los artistas con mayor reconocimiento internacional vivo, Gerhard Richter. Sin duda su vida es tan impresionante que merece ser contada. El problema es, cómo se cuenta.

Nacido en 1932, el artista alemán es conocido por su reservado y sobrio comportamiento; es sabido por quienes han seguido su carrera que nunca genera atención alguna a su persona. Dentro de la burbuja que habitan los grandes rock star del arte, Richter se ha destacado por su discreta forma de aparecer, básicamente, cuando no tiene otro remedio, en conferencias de prensa y openings de sus exposiciones. Con respuestas tajantes y puntuales marca una clara frontera entre él y su trabajo. La obra del artista habla por sí misma, él se presenta tan solo como vehículo de su creación. Su trabajo carga todo el peso, su intimidad y la vida que lleva detrás de cada una de sus celebradas exposiciones es algo que mantiene al margen de los demás. Entonces, ¿quién es Richter y por qué merece una biopic?

Pasadas las primeras décadas del siglo XX, con las innovaciones de Duchamp y las pocas salidas que ofrecía la pintura, parecía que ésta había llegado a su fin. Ante las ideas de los artistas conceptuales que se pronunciaban por nuevas formas de producir arte (ready mades, instalaciones, performances, los primeros atisbos del video), los pintores se vieron recluidos en sus anticuados y casi abandonados salones de arte. El apoyo de las instituciones, universidades, galerías y los diversos circuitos comerciales, permitió que el arte generara un nuevo mercado impulsando a los jóvenes coleccionistas. Pocos artistas como Pablo Picasso, David Hockney o Francis Bacon, se mantuvieron dentro de los lindes de esta disciplina. Pasados los años sesenta, con la incursión del Pop en América, la adecuación de ready made y la pintura, ésta tuvo un modesto renacimiento.

En Alemania la situación era otra. Apenas recuperándose de la derrota, con las ciudades más importantes en ruinas y con una sociedad escindida en dos bloques políticos, uno soviético que exaltaba los valores del realismo socialista y el otro, satélite de Estados Unidos, el arte parecía vivir un impasse.

Habiendo estudiado en la Academia de arte de Dresde, Gerhard Richter escapa de la llamada cortina de hierro y se refugia en Dusseldorf. De inmediato entra en contacto con la nueva generación de artistas seguidores del chamán-gurú, Joseph Beuys. Con Sigmar Polke forma el movimiento de brevísima duración conocido como Capitalismo Realista, una mofa a la realidad de los incipientes mercados y del voraz consumismo. Interesado por la imagen como medio y su relación con la pintura crea sus famosas fotopinturas. Utilizando fotografías amateurs (a manera de object trouvé), crea espectaculares pinturas, lo que se conocería como el painterly. Borrosas, diáfanas, sin dato alguno que las dotara de emoción, abrían un enigma delante del espectador. ¿Quiénes eran los personajes que aparecían en la obra de Richter? Una vieja prostituta, un grupo de terroristas, un general de la SS impecablemente vestido y posando con una expresión amable, aparentemente incapaz de cometer un acto de lesa humanidad. Muchos eran anónimos, salían de las páginas de los periódicos viejos, otros de revistas, muchos de archivos olvidados. A todo este proyecto lo nombró Atlas.

El proceso fotográfico siempre ha obsesionado y acompañado a Richter. Se podría pensar que para él una imagen impresa es en realidad un fragmento de vida robada, el instante sustraído de una trayectoria, condenado a errar a través del tiempo, sin nombre, sin esencia. Una fotografía es la constancia de una existencia sin memoria y paradójicamente es la memoria en sí, inútil, impedida.

Richter mantiene una estrecha relación entre sus instrumentos de trabajo: pinceles, brochas, espátulas, rastrillos y el lienzo lo que le ha permitido explorar todo tipo de lenguajes como el realismo y el fotorealismo, el expresionismo abstracto, el informalismo. Con todo ello, se ha permitido experimentar una gran variedad de temáticas: retratos, paisajes, naturalezas muertas, geometrías y abstracciones gestuales. En toda su práctica se puede observar al artista detrás del concepto, al riguroso pensador y creador con una firme convicción, con la genialidad que le permite ver las cosas siempre desde un plano de honestidad. Las muchas horas de trabajo diarias no agotan su poder creador; su forma de vestir y su dedicación absoluta parecieran emular a un monje medieval o a un proletario más. Cada día en su estudio, desde el amanecer hasta que la luz natural se acaba insiste en sus temas, los lleva hasta las máximas consecuencias, varía y reta sus propios límites, ensaya y fracasa, permite los accidentes en los que se anuncia la siguiente obra maestra.

La única vez que permitió ser filmado dentro de su estudio, para un documental, al final expresó su frustración. Su intimidad había sido violada y prefirió destruir las obras que realizó para la ocasión. Richter está más allá de las tendencias y siempre se ha mantenido en una línea de exploración que le permite atisbar en las profundidades del alma, sin excesos, sin grandilocuencias o regodeos de estilo. El estilo para él es una negación del objetivo real de la pintura: plasmar una imagen sin intervenir emocionalmente en ella.

Con una impresionante trayectoria, con su obra en las más importantes colecciones del mundo, Richter continúa activo todos los días en su estudio de Colonia, pensando el color, la forma, las imágenes transparentes y tal vez difusas, imprecisas y siempre perturbadoras, con las que iniciará una nueva serie. Se sabe dueño de una técnica inigualable, de un lenguaje en la pintura que va mucho más lejos de un cuadro pintado. Cada uno de sus retratos está construido con una intención, colarse en el inconsciente, vencer nuestros vicios ópticos, nuestra pobre manera de ver, penetrar por los intersticios de la sensibilidad y crear emociones únicas. La obra de Richter se decanta entre lo que pensamos y lo que anhelamos, ¿qué somos realmente?

Para eso es una biografía, para indagar en los verdaderos propósitos del artista, en sus sueños, en la parte luminosa y también en la oscuridad que brota delante de cada una de sus obras. En el caso de Richter, habría que haberlo acompañado en su urgencia de significar hasta la imagen más trivial, sin relatos, sin explicaciones; ser testigos de la forma en la que logra abrir el ámbito de la estética hacia lugares desconocidos, inexplorados. Todo esto habría que decirlo en la película, olvidarse de lo pedestre y aspirar a captar el espíritu de uno de los más grandes artistas que Alemania ha dado al mundo. Pero lejos de ello, durante casi tres horas Donnersmarck resalta los romanticoides momentos que poco importan (de la vida de Richter o de cualquiera), juega con personajes trascendentes (Polke, Beuys), volviéndolos banales caricaturas, clichés. Abunda innecesariamente en frases extraídas de wikipedia y en los lugares comunes del arte, las anécdotas intrascendentes aparecen y desaparecen insulsas, frívolas. Contar la vida de alguien es un reto y es una responsabilidad. Hacer una biografía es intentar crear una obra que en sí trascienda como pieza, desafortunadamente Donnersmarck quedó muy lejos de lograrlo.

@suscrowley

  www.susancrowley.com.mx

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.
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