Author image

Tomás Calvillo Unna

23/03/2022 - 12:05 am

La memoria del fin, un ejercicio interior

“Cuando la carpa se levante,/ estaremos ahí,/ aquí,/ bajo el cielo/ atenidos a su misteriosa clemencia/ si bien nos va”.

Trashumantes. Pintura: Tomás Calvillo Unna

El tiempo toca las entrañas,
su mensajero es el viento,
habitar es su vocación.

Anochece,
las gotas de sangre
borran los nombres.
Antes de que aparezca la luna,
hablamos ya de ella.

Nos adelantamos y llegamos tarde,
así es.
La pista del tiempo
no nos pertenece,
a pesar de que no podemos
retirarnos de ella,
ni aún en la partida
definitiva.

La memoria;
esa caja registradora
de las horas,
nos permite reconocer
el tacto, su soplo,
que impregna
los poros de la piel.

Hay algo de verdad
en nuestro origen de barro,
en la sabiduría innata del agua;
su admirable frescura,
que esculpe la tierra,
doma el fuego,
y en su corriente
es música, la mismísima,
de acordes, de agudos y graves,
de elípticas imágenes, de emociones,
de razones agrupadas
y de pronto:
nocturnos arroyos
que se dispersan
entre los sueños.

Trashumantes,
es el oficio que llevamos
nato e irrenunciable;
aunque le andemos haciendo
de saltimbanquis, o magos,
o maestros de ceremonias,
o utileros;
apócrifos sedentarios,
convertidos en ciudadanos ,
una posibilidad inimaginable
hace décadas ,
y hoy común y arrinconada
envuelta en el tedio de una rutina
cuyos engranajes rechinan
ofuscan y son estridentes.

Es el ego en su juego
interminable de espejos
cuyo abusador mayor
es el poder;
llega incluso a ser monstruoso
aunque la conciencia de ello,
se pierda en el engaño
de su desproporción.
Son los antiguos demonios
que se resisten a soltar las riendas.

Cuando la carpa se levante,
estaremos ahí,
aquí,
bajo el cielo
atenidos a su misteriosa clemencia
si bien nos va.

El saber que ya no estamos
(ese ejercicio interior)
fortalece el aprecio
por lo que tenemos hoy
entre las manos,
aunque estén vacías
(como cóncavos reciben la luz del día);
y solo restan esas líneas
que las gitanas de la gasolinería,
en medio del desierto, nos leen:
La fortuna de vivir
en la inmensidad
de nuestros corazones,
su palpitar en la caja torácica
de la atmósfera,
como si insistieran en ese ritmo
para decirnos algo
que no acabamos de entender,
y que aun así guía nuestros pasos.
¿A dónde? en verdad,
¿a dónde vamos?

Este momentito
es todo lo que tenemos;
se supone que es suficiente
para dar el salto mortal.

en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas