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Ernesto Hernández Norzagaray

21/05/2022 - 12:02 am

Euforia

Ya algunas casas encuestadoras están acotadas prácticamente al trío y aquellos van de cabina en cabina, buscando ser vistos y oídos.

Bandera de Morena.
“En definitiva, quien sea el candidato de Morena en 2024 o mejor el escogido por AMLO, no sólo tiene enfrente a una oposición meliflua, sino a una circunstancia que despide aromas de narcopolítica”. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro

“Voy con quien gane la encuesta”, dijo con una sonrisa López Obrador.

Primera trampa, hay filtro.

No todos los que levantan la mano para ser el candidato o candidata de Morena y eventualmente suceder al Presidente, están considerados en su ánimo.

Hay un solo círculo en este “tapadismo” renovado, pero declarativamente inexistente: Sheinbaum, Ebrard y López.

Afuera hay otros que levantan una mano desesperada como si estuvieran solos en medio del desierto de Altar. Y dicen quiero, y vuelven a decir quiero, sin parecer que son escuchados, Monreal y Fernández Noroña.

El Presidente ni los ve, ni los oye, menos les da un gesto de aprobación, consideración, inclusión, en la lista de su dedo.

Ya algunas casas encuestadoras están acotadas prácticamente al trío y aquellos van de cabina en cabina, buscando ser vistos y oídos.

Segunda trampa, la encuesta.

Ya todo mundo sabe que las encuestas de Morena son como los triunfos del viejo PRI, que se conocen los resultados desde antes de que ocurrieran las elecciones.

¿O, alguien, ha visto que pierda un candidato de Morena que previamente ha sido palomeado por el Presidente López Obrador?

Eso lo sabe muy bien Monreal.

Entonces, la encuesta, vendrá diseñada para el escogido o escogida, aún así habrá patadas bajo la mesa.

Y, de inmediato, vendrá la cargada desde Tijuana hasta Chetumal; de Laredo a Colima.

Tercera trampa, la campaña.

El cierre de filas pondrá en operación la maquinaria electoral morenista con todos los recursos a su alcance y van a ser muchos, por ser el partido más votado en 2021, que le garantiza el mayor financiamiento y porque en la promoción de la consulta de Revocación de Mandato se demostró que no hay problema, con el origen de esos recursos -Hoy el TEPJF trabaja en eso y pronto veremos sanciones para el Presidente, secretarios de Gobierno, gobernadores y dirigentes políticos. 

Y si alguno de los aspirantes de adentro o fuera del primer círculo, decide irse como candidato de la oposición, con la intención de voto de hoy podría significarle la jubilación política anticipada y, quizá su mejor opción sea permanecer con una sonrisa desdibujada para obtener un trozo de una eventual victoria.

Mejor, todavía, si resulta ganador cualquiera del trío del Presidente, tendría un lugar en la siguiente administración federal morenista.

Ricardo Monreal, por ejemplo, podrá estar feliz siendo candidato de Morena al Gobierno de la Ciudad de México.

Noroña, lo estaría, también, liderando una de las dos cámaras legislativas pues habría magnanimidad en el triunfo (Maquiavelo, dixit).

Este escenario sólo podría alterarse, aunque hoy no se vislumbra, que la oposición primero vaya toda junta, que esté alrededor de un candidato o candidata competitiva y un programa de Gobierno que ofrezca soluciones al malestar de los que están perdiendo en el marco de la crisis económica cuando todo indica que irá a peor con el proceso inflacionario en marcha.

Que el malestar contra todas las manifestaciones de violencia se siga transformando en un movimiento contestatario que busque vías políticas que pueda aprovechar la oposición y que no ha sabido comunicar eficazmente lo que haría en este y otros temas candentes que el Presidente desdeña desde su propio relato justiciero.

Incluso, que, en una competencia de símbolos, el candidato de la oposición tenga más activos que el de Morena y sus aliados.

Por ejemplo, en el caso de que toda la oposición se pronuncie a favor del hijo de Luis Donaldo Colosio, el apellido, la víctima y el mensaje pesa más que el aura del candidato o candidata morenista, pues hasta ahora a ninguno de los pretensos se le han visto los arreos carismáticos de AMLO y peor son materia de memes penosos.

Y ese perfil bajo, lejos del carisma redentor, seguramente es la gran interrogante que trae en la cabeza de AMLO, pues una mala selección podría poner en riesgo el resultado de la contienda por los votos.

No hay que olvidar que el PRIANRD en 2021 obtuvo cerca de 20 millones de votos y MC tres, con un defecto de la dispersión de manera que les costó más cada Diputado y Morena y sus aliados obtuvieron 20 millones con los triunfos de mayoría relativa y con un menor costo en votos de su representación.

La tendencia a la baja en la votación de Morena y aliados podría consolidarse por los 15 millones que votaron a AMLO en la consulta de Revocación de Mandato y el resto es un volado del que ya veremos cómo cae.

La oposición del PRIANRD, más MC, ciertamente, no sale todavía de su mal karma político, pero tiene un potencial de 23 millones de votos, que podrían incluso aumentar como voto de castigo entre aquellos sectores que no se les “ve ni se les oye”.

La euforia morenista no es el mejor termómetro para medir la intención de voto de las mayorías, por el contrario, podría alimentar un sentimiento de confianza.

Pero, la confianza es mala consejera en política, blandece la acción política y se construyen imaginarios que no corresponden con la realidad dura.

Y, pronto veremos, si sube la intención de voto a favor de Morena y sus aliados. Demostrar que no necesita de los poderes fácticos para alcanzar los triunfos, como ocurrió en las elecciones de 2021, el país necesita un auténtico sistema de partidos.

Si esto se repite, porque funcionó como inhibidor de candidatos, generador de votos y victorias, el sistema político estaría deslizándose a una narcocracia y eso cambia radicalmente las coordenadas de competencia electoral.

Ya el tema trascendió y llegó a la Cámara de Representantes estadounidense con el pedido de un legislador republicano que llama a que México sea considerado como una narcocracia que debe ser vista como tal, como un sistema, donde las redes criminales influyen en la selección de los candidatos y resultados electorales.

Ese sello es el que está ya detrás de varios gobiernos morenistas y eso debería atenuar, matizar, las expresiones de júbilo porque podrán ganar incluso ampliamente, pero, tarde, o temprano, alcanzará directa o indirectamente a cada uno de los hogares como ya sucede en buena parte de Michoacán, Zacatecas, Jalisco, Guanajuato, Colima, Veracruz, Guerrero…

Al momento de escribir leo que el hijo del candidato morenista en Tamaulipas -estado que ya ha dado su cuota de narcopolíticos que hoy están en prisiones norteamericanas- se le vincula con una trama mafiosa en las elecciones 2021 cuando su padre fungió como delegado político de Morena en Sinaloa y presuntamente Morena recibió dinero ilegal desde un paraíso fiscal del Caribe.

En definitiva, quien sea el candidato de Morena en 2024 o mejor el escogido por AMLO, no sólo tiene enfrente a una oposición meliflua, sino a una circunstancia que despide aromas de narcopolítica y eso, no es una buena noticia, cuando hace unos días un expresidente hondureño fue a parar a una prisión allende el Río Bravo.

Al tiempo.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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