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Susan Crowley

15/06/2018 - 12:00 am

El Crimen y Castigo de no conocer Rusia

Para ti que eres fan del futbol y asumes que Rusia figura en el mundo por sus bellas mujeres (de exportación, ¡ja!), por los internacionales berrinches de Putin y por la nutrida lista de los hombres más ricos del mundo; te va un puñado de historias que surgen del poder de sus artistas. Son momentos en los que ya sea como Rusia o la Unión Soviética y ahora como un desarticulado mosaico de naciones, ha tenido en cada uno de sus creadores un valor trascendente para la historia del arte.

A los pocos días del triunfo revolucionario se pudo ver por las calles festejando a los más grandes artistas. Foto: Especial.

Para ti que eres fan del futbol y asumes que Rusia figura en el mundo por sus bellas mujeres (de exportación, ¡ja!), por los internacionales berrinches de Putin y por la nutrida lista de los hombres más ricos del mundo; te va un puñado de historias que surgen del poder de sus artistas. Son momentos en los que ya sea como Rusia o la Unión Soviética y ahora como un desarticulado mosaico de naciones, ha tenido en cada uno de sus creadores un valor trascendente para la historia del arte.

Rusia se caracteriza por ser una de las naciones más ricas del mundo, su diversidad cultural, el poder de la religión ortodoxa que a pesar de los largos periodos de prohibición se mantiene como espíritu de su pueblo, la fuerza inexplicable de su literatura, su música y su danza; sus espléndidas voces en la ópera, los directores e intérpretes de orquesta de fama internacional; la poderosa presencia de sus movimientos artísticos que han influido al mundo del arte; en fin, la vasta Rusia en la que sus creadores tuvieron que vérselas con un sistema dolorosamente represivo, que lejos de apagar su ímpetu consiguieron exacerbar los sentimientos y la majestuosidad de su pasión.

Me atrevo a decir que nadie en asuntos del arte ha padecido las afrentas del pueblo ruso; su capacidad para resistir y sentir es admirable. Seres humanos que viven en el límite del bien y el mal, habitan en los excesos no en la medianía. Como diría Raskolnikov, el personaje de Crimen y Castigo de Dostoyevsky, en un mismo ser humano cabe todo, la inmensa bondad y la más oscura bajeza. Eso es Rusia, claroscuros, tensión, precipicios en los que el alma se pierde, momentos de lucidez y de esplendor que solo ellos saben experimentar a dentelladas.

La historia de Rusia es en síntesis capacidad de sobrevivencia desde el más grande iconografista medieval Andrei Rublev (Andrei Tarkovsky filmó una película sobre su vida), hasta Ilya Kovakov, uno de los más influyentes artistas contemporáneos (y cuya obra se puede ver dentro de la galería Garage, tan de moda por ser propiedad del millonario Roman Abramovich, ese que es dueño del Chelsea Club).

Primero resistieron a las hordas y pueblos enemigos, después a las persecuciones zaristas, ya en el siglo XX a las secuelas de la rebelión bolchevique. Al término de la revolución las historias son de horror y marcaron a la URSS que surgió como nación hasta su disolución en 1991. El cada vez más mediocre sistema impuesto por el dictador Joseph Stalin, se convirtió en la gran traición para el mundo del arte. Paradójicamente fueron los artistas de la vanguardia quienes impulsaron la voz de la rebelión. Era 1917 y el entonces nuevo gobierno se valía de todo para poder lanzar una imagen de cambio y bienestar del pueblo, lo habían conseguido. El resto de las naciones tenían que saber que finalmente la revolución había triunfado. Qué mejor que utilizar a los más grandes creadores como artífices de la renovación política y espiritual de un pueblo que había sido oprimido tantos años. La idea de ligar el arte con el nuevo sistema parecía perfecta. El movimiento que había impulsado a la revolución era conocido como Constructivismo; la idea de los artistas era que el pueblo abrazara la cultura y esta dejara de ser elitista.

A los pocos días del triunfo revolucionario se pudo ver por las calles festejando a los más grandes artistas: Natalia Goncharova, Mikhail Larionov, Alexander Rodchenko, Vladimir Tatlin, El Lissitzky, Kazimir Malévich, Vladimir Mayakovsky, Olga Rózanova, Sergei Einsenstein, Dimitri Schostakovich, Marina Tsvetáyeva entre muchos otros. Por fin el pueblo tendría educación, música, teatro, en nombre de una vida mejor se había liberado del yugo de los zares. Pero muy pronto vería defraudada la promesa. A la muerte de Lenin y con el triunfo de Stalin las cosas dieron un giro dramático. La paranoia e ignorancia del dictador se tradujeron en persecuciones espantosas. Algunos artistas lograron escapar y encontrar refugio en Europa, pero otros sufrieron las purgas impuestas. Más de 21 millones de muertos. Cada uno, se dice, fue fotografiado y, después de una declaración de traición al Soviet, fusilado.

Larionov y Goncharova lograron salir del país. Malévich tuvo que trabajar el resto de su vida para el sistema, sus enormes hallazgos en términos de pensamiento artístico fueron poco valorados. Tal vez sea uno de los más grandes pintores del siglo XX. Su Cuadrado Negro, fundamento del suprematismo, es la base de un nuevo arte intuitivo y religioso: “Cuadrado Negro no sólo retó a un público que había perdido interés por las innovaciones artísticas, sino que hablaba como una forma nueva de búsqueda de Dios, el símbolo de una nueva religión”, dijo él. Pensar la pintura como acto religioso, llevar la religión al arte, mostrar en un cuadrado un nuevo sistema de pensamiento. Pocas veces un artista ha logrado conformar una idea más perfecta. Hoy Malevich sigue siendo un referente para pensar no solo el arte sino también para entender la vocación religiosa de Rusia. La suerte del gran filósofo de revolución, Mayakowsky fue pavorosa. Cansado de tener que justificar su individualismo y consciente de que el sistema terminaría por censurar su obra, se dio un tiro en el corazón como símbolo del dolor por el fracaso del alma del artista.

Tsvetáyeva, una de las voces poéticas más aclamadas, se ahorcó al poco tiempo de enterarse de que su hija y su esposo habían sido fusilados en un campo de trabajo; antes de hacerlo regaló a su pequeño hijo con unos vecinos. Su poesía trascendió gracias a las inumerables cartas que intercambiaba con poetas y escritores en el exilio:

Te doy las gracias con el corazón en la mano:
Por amarme tanto -sin saberlo tú siquiera-.
Por la quietud de mis noches en calma.
Por lo escaso de nuestros encuentros.
Por los paseos que no -bajo la luna-.
Por el sol que nunca -sobre nuestras cabezas-.
Por no estar loco -¡ay!- por mí.
Por no estar loca -¡ay!- por ti.

Tristeza, impotencia, desesperación, es lo que habrá sentido Shostakovich con su incomprendida música. Uno de los más grandes compositores del siglo XX tuvo que vérselas con el sistema que lo acusó en varias ocasiones de hacer música subversiva, esnob y antipopular. Se dice que el crítico anónimo que lo atacaba sin piedad y que llegó a destrozar su obra al grado de que fuera prohibida, era el mismísimo Stalin.

Rodchenko se volvió el vocero artístico del Soviet; ser parte del sistema lo obligó a mentir. En una imagen queda plasmada la manipulación a la que era sometido el pueblo: desde lo alto de una colina fotografió a miles de hombres y mujeres que levantaban el brazo en señal de admiración al régimen, ¡gran testimonio del triunfo revolucionario!; en realidad eran prisioneros que iban a los campos de trabajo y seguramente serían fusilados. Un retrato que ostenta entusiasmo y oculta deliberadamente el dolor, es quizá una de las grandes traiciones al arte.

Se dice, y con razón, que la historia la escriben los vencedores. La imagen no podía ser más contundente. Era la mañana del 30 de abril de 1945. Un soldado del ejército soviético iza la bandera roja con la hoz y el martillo sobre el Reichstag berlinés. Pasaría a la historia como uno de los símbolos de la derrota del ejército nazi. Yevgueni Jaldéi (Ucrania, 1917-1997) fue el fotógrafo. Para conseguirlo tuvo que jugarse la vida y usar toda su creatividad. Las horas que precedieron a este acontecimiento merecen ser contadas. ¿En una ciudad devastada por las bombas, quién podía tener en su poder una bandera soviética?. Hoy sabemos que días después de que los ejércitos alemanes se rindieran hubo que crear la imagen icónica que representara el triunfo soviético. El joven fotógrafo recorrió la ciudad para encontrar un trozo de tela roja, luego se las vio negras para conseguir una costurera que tuviera la habilidad de bordar los símbolos en la bandera. Tuvo que apalabrarse con uno de los soldados para que ayudara al protagonista de la foto a colocarla. En la imagen original podemos observar dos cosas que llaman la atención: la primera, el paisaje no tenía humo, había que modificar la imagen y agregarlo para así mostrar la derrota. La segunda y más grave, el hombre que ayuda a sostener al soldado porta relojes en ambas muñecas. Con esto quedaba clara la rapiña en la ciudad caída. Después de revisar acusiosamente la impresión se le ordenó a Jaldéi (se pronuncia Kaldei) a “maquillarla”. Así, esta ilusoria imagen recorrió el mundo y pudo hablar más que mil palabras del triunfo del Soviet sobre los nazis.

Me atrevo a decir que nadie en asuntos del arte ha padecido las afrentas del pueblo ruso. Foto: Especial.

Si el poder más grande de Rusia es su religiosidad, la destrucción que ha sufrido es inconmensurable. La cantidad de iglesias demolidas para ser utilizadas como gimnasios y centros de abastecimiento para el Soviet es impresionante. La falta de comprensión y respeto a la ortodoxia provocó que sus imágenes, sus iconos e iconostacios (símbolo del misterio de la encarnación, “Dios se hizo materia para mostrar al hombre como salir de la materia”), no fueran aceptados por el gobierno. El nuevo zar y único dios era Stalin.

Rusia es hoy una nación que ha sucumbido a los artificios del capitalismo. En las calles abundan bares, centros comerciales y cadenas de comida rápida. Queda en pie uno que otro museo o galería que se empeña en preservar el legado artístico. Al lado de uno de los muchos casinos con espectaculares neones, suele haber una iglesia. Por pequeña que sea, destaca por su construcción pentacupular; en su interior aún podemos encontrar la esencia de la rusidad: apenas iluminados por unas cuantas velas, hombres y mujeres besan a sus iconos y se rinden en plegarias. Es el testimonio del poder de un pueblo que resistió el dominio destructor de sus propios gobernantes y de un régimen que jamás podremos entender.

Detrás de la imagen de las cúpulas de la Catedral de San Basilio en la Plaza Roja, que veremos hasta la saciedad en estos futbolísticos días, conviene recordar lo que las banales imágenes de la televisión no lograrán transmitir: la belleza del alma de un pueblo tan atormentado como fascinante.

@susCrowley
www.susancrowley.com

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.
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