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Tomás Calvillo Unna

10/11/2021 - 12:05 am

El origen que todos llevamos: nuestro dilema

El infinitivo que nos asiste y cuestiona, el vano intento por dominar los ciclos.

La danza de las horas. Pintura Tomás Calvillo Unna.

Rendija. El planeta azul palpita en el cubo nocturno de las galaxias. El Hubble entre otros envía esas imágenes cuya magnitud y belleza nos asombran, como a los primeros filósofos lo hacia el contemplar la propia existencia. Y aun así ese paisaje cósmico no lo entendemos, continuamos creyendo que somos omnipotentes y que la tierra nos pertenece como una propiedad privada más, que podemos expoliar, rentar, vender, usar a nuestro antojo. Somos estos herederos sin conciencia, dilapidando el poder y riqueza del zafiro esculpido durante millones de años.

Conjugar el verbo es la razón de ser,
es la potestad de la vida:
alinear palabra, pensamiento, acción;
el relámpago de la existencia,
su origen buscado en los momentos cruciales,
las decisiones de la comprensión;
no únicamente los relatos de la alborada,
rescatados de los templos derruidos;
es el libro que cada quien
escribe día a día y también de noche,
el don de la gestación de la memoria:
el místico caminar de millones,
aunque se olvide.

El infinitivo que nos asiste y cuestiona,
el vano intento por dominar los ciclos.
El hacer que no conlleva el pretérito ni el futuro.
Hazlo como un imperativo del sí mismo,
expresar lo que es

Las palabras van unos segundos atrás,
por eso no podemos asir
con el pensamiento,
el sentido profundo de las cosas.

Las necesidades del cuerpo, su bruma,
ignoran la experiencia del ser; en esa batalla
se oculta la fractura del origen.
En ciertas tradiciones religiosas
le nombran encarnación; en otras
es un testimonio de la angustia.

En la poesía,
su entendimiento vibra
como una posibilidad cercana;
la metáfora captura
el poder de la lengua
para trasmutar la realidad
e incendiar la obstinación de la razón:
la revelación no se anuncia, se vive:
su gramática es física y psíquica a la vez;
el corazón,
suele ser el lugar de su amalgama:
el poema abreva en sus entrañas.

La verdadera negociación
está dentro de uno,
si no se asume,
el engaño imperará en el escaparate del mundo.
La disciplina implica :
no dejar que la avalancha de los sucesos
impida ascender
a la cima de la contemplación:
y ello, sucede cada minuto.

Desarmar ese reloj personal
es una tarea básica y se logra al detener
el segundero de los eventos asumidos
y sus caudas que en silencio y a oscuras
impregnan las conductas.

La desnudes que la vulnerabilidad conlleva
exige un estado de alerta permanente
cuya condición es la atención, no la tensión
que es la reacción más común.

Saber escuchar la voz
que no está atada
a los deseos y las necesidades,
permite desarrollar la confianza interior
frente a la dispersión que se multiplica
hasta la desintegración;
estamos expuestos al desperdicio
de cada momento
convirtiéndonos en la basura
que diariamente arrojamos en nuestras ciudades.

La muerte,
el gran secreto de la llamada paz eterna;
el dilema presente e inamovible
en el transcurso de los siglos.
La vida,
su estupor ante su verdadera incógnita:
ese salto inevitable al vacío,
la mínima y necesaria astucia
para tocar lo invisible sin pretensión alguna:
esa rendición milenaria trazada en el rostro
y marcada en el cuello:
los párpados y labios cerrados
hasta mirar los privilegios de la noche
y oír las fibras
que desatan el orden de los cuerpos.

La aparición del mundo
le da cause al ser
en su concreción;
sin su visión y presencia
se deambula en las tinieblas.

Pd. Dejar de ser marionetas de los políticos y las empresas
es una tarea diaria de autogestión, es decir, de conciencia.

en Sinembargo al Aire

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