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The Guardian ubica a Raúl Jiménez entre los 100 mejores jugadores del mundo, encima de Hazard y Griezmann

miércoles, diciembre 23rd, 2020

De acuerdo al diario The Guardian, el canterano del América es el lugar 78 de los mejores jugadores del planeta.

Ciudad de México, 23 de diciembre (AS México).– Raúl Jiménez sigue apareciendo en los primeros planos del futbol mundial ya que fue reconocido por el diario ingles The Guardian como uno de los mejores 100 delanteros de la actualidad en todo el planeta, siendo el único futbolista mexicano que aparece en dicho apartado.

El listado que va del lugar 100 al 1, ubicó a Raúl Jiménez en el puesto 78 superando a jugadores de renombre como Eden Hazard o Antoine Griezmann.

Dicho medio británico comentó que Jiménez es uno de los delanteros más completos del mundo pues sirvió como punta de lanza para que el Wolverhampton alcanzara los Cuartos de Final de la Europa League y el séptimo puesto en la Premier League.

“Es uno de los delanteros centro más completos del mundo, un jugador que marca regularmente, pero cuyo aporte se mide en mucho más que goles. A lo largo del camino de los Wolves hacia los Cuartos de Final de la Europa League y el séptimo lugar en la Premier Laegue, sirvió no sólo como punta de lanza, sino también como un hombre abierto, creador , ganador de la pelota y una potencia aérea en ambas áreas”, se puede leer en la reseña de Jiménez.

Raúl Jiménez actualmente se encuentra recuperándose de una operación en la cabeza tras un choque con el defensa del Arsenal David Luiz hace poco más de un mes.

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La exmodelo Amy Morris acusa a Trump de agredirla sexualmente en el torneo de tenis US Open de 1997

jueves, septiembre 17th, 2020

El ataque, ocurrido presuntamente el 5 de septiembre de 1997, cuando ella tenía 24 años, la hizo sentirse “enferma” y “violada”, declara al periódico la también actriz, que actualmente reside en Florida (Estados Unidos).

Londres, 17 sep (EFE).- La exmodelo Amy Morris ha acusado al Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de agredirla sexualmente durante el torneo de tenis US Open de 1997, cuando la manoseó y le metió “la lengua hasta la garganta”, según explica en una entrevista publicada este jueves por el periódico The Guardian.

El ataque, ocurrido presuntamente el 5 de septiembre de 1997, cuando ella tenía 24 años, la hizo sentirse “enferma” y “violada”, declara al periódico la también actriz, que actualmente reside en Florida (Estados Unidos).

Según Morris, Trump se le acercó cerca de los baños de su tribuna VIP durante el campeonato disputado en Nueva York en 1997, y la sujetó tan fuerte que no pudo escapar.

“Me metió la lengua hasta la garganta, yo le empujaba”, dice la víctima, quien añade que después su agresor comenzó a tocarle “el culo, los pechos, la espalda, todo”.

Ella intentó frenar el avance de la lengua mordiéndole la suya, y cree que pudo “hacerle daño”.

The Guardian señala que, a través de sus abogados, el líder republicano, que en noviembre opta a la reelección en su país, ha negado categóricamente haber acosado, abusado o haberse comportado de manera inapropiada con Dorris.

La exmodelo ha aportado por su parte “pruebas” de su versión de los hechos, entre ellas una entrada al torneo de tenis US Open y seis fotos en las que aparece en Nueva York con el magnate inmobiliario, que en esa época tenía 51 años y estaba casado con su segunda esposa, Marla Maples, explica el diario.

The Guardian agrega que el testimonio de Morris, de 48 años, ha sido además corroborado por varias personas a las que ella contó el suceso.

La antigua modelo, madre de dos hijas gemelas, dice que se planteó hacer pública la agresión en 2016, cuando otras mujeres denunciaron acoso de Trump, pero no lo hizo porque pensó que perjudicaría a su familia.

Ahora, en cambio, siente que quiere ser “una referencia” para sus niñas, quienes, con casi 13 años, deben saber que “no hay que permitir a nadie hacerte nada que no quieras”.

“Quiero que vean que no me callé, que confronté a alguien que hizo algo que era inaceptable”, afirma Dorris, que conoció a Donald Trump a través de su novio de entonces, Jason Binn, fundador de varias revistas y marcas de lujo.

Kim Jong-un me cerró un ojo, cuenta exvocera de la Casa Blanca. Y Trump le sugirió hacerle caso

jueves, septiembre 3rd, 2020

El insólito gesto supuestamente se produjo durante la cumbre de Singapur, en junio de 2018.

Moscú, 3 de septiembre (RT).– La exsecretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, reveló en su nuevo libro cómo el líder norcoreano, Kim Jong-un, le guiñó un ojo durante la cumbre de Singapur, en junio de 2018, y cómo reaccionó el Presidente de EU, Donald Trump, cuando poco después le relató lo ocurrido.

En el libro Speaking for Myself (Hablando por mí misma), que se publicará el próximo martes y al que ha tenido acceso The Guardian, Sanders recuerda que estaba tomando notas durante la cumbre cuando en un momento dado alzó la vista y se percató de que Kim la estaba mirando.

“Hicimos contacto visual directo y Kim asintió con la cabeza y pareció guiñarme un ojo”, escribe la exvocera, confesando que se quedó “atónita” y rápidamente miró hacia abajo y siguió con sus apuntes.

“SERÁS UNA HEROÍNA PARA TU PAÍS”

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Sanders le contó el incidente a Trump y a su entonces jefe de personal, John Kelly, mientras se dirigían al aeropuerto en la limusina.

“¡Kim Jong-un te coqueteó!”, supuestamente exclamó en respuesta Trump, bromeando con que Sanders tenía que irse a Corea del Norte y “hacerlo por el equipo”. “Tu esposo e hijos te extrañarán, ¡pero serás una heroína para tu país!”, añadió.

Según la exportavoz, Trump y Kelly, quien supuestamente respaldó las bromas del Presidente, “se rieron a carcajadas”.

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The Guardian anuncia que corta con publicidad de petroleras para enfrentar la crisis climática

miércoles, enero 29th, 2020

La directora ejecutiva del diario admite que algunos lectores quieren que el periódico vaya “más allá” y prohíba los anuncios de “cualquier producto con una huella de carbono significativa, como coches y viajes”.

Londres, 29 ene (EFE).- El diario británico The Guardian ha anunciado este miércoles que va a dejar de aceptar publicad de empresas que se dedican a la “extracción de combustibles fósiles” para contribuir a actuar contra la crisis climática.

El periódico avanzó en 2019 su intención de reducir a cero las emisiones netas de su empresa durante la próxima década y apostó por cambiar su libro de estilo para describir el calentamiento global con un “lenguaje más urgente”.

“Al considerar qué más puede hacer nuestra organización, nos hemos dado cuenta de que podemos dar otro paso si queremos mantenernos fieles a nuestros valores”, señala hoy un artículo firmado por la directora ejecutiva en funciones del diario, Anna Bateson.

“Hemos decidido que no vamos a seguir aceptando anuncios de compañías de extracción de combustibles fósiles”, recalcó Bateson, una decisión que se aplicará a todas las ediciones digitales y en papel.

La directora ejecutiva admite que algunos lectores quieren que el periódico vaya “más allá” y prohíba los anuncios de “cualquier producto con una huella de carbono significativa, como coches y viajes”.

“Acabar con esos anuncios sería un duro golpe financiero y nos podría obligar a acometer recortes significativos” en sus redacciones, advirtió Bateson.

El teléfono de Jeff Bezos habría sido hackeado por el príncipe heredero de Arabia Saudí

miércoles, enero 22nd, 2020

Según una exclusiva de The Guardian, los resultados de un análisis forense concluyen que es probable que la intrusión fuera provocada por un archivo de vídeo

Grandes cantidades de datos fueron extraídos del teléfono. Nueve meses después, un tabloide americano publicó detalles íntimos sobre la vida privada del magnate

España, 22 de enero (El Diario.es).-El multimillonario Jeff Bezos vio intervenido su teléfono móvil en 2018 después de recibir un mensaje de WhatsApp que aparentemente había sido enviado desde la cuenta personal del príncipe heredero de Arabia Saudí, según publica en exclusiva el diario británico The Guardian.

El rotativo asegura que, al parecer, el mensaje encriptado que envió Mohammed Bin Salman a Bezos incluía un archivo malicioso que se infiltró en el teléfono del hombre más rico del mundo.

Los resultados de un análisis forense digital concluyen que es “altamente probable” que la intrusión en el teléfono fuera provocada por un archivo de vídeo infectado enviado desde la cuenta del heredero saudí a Bezos que, además de fundador de Amazon, es dueño del Washington Post.

Bezos y Bin Salman se habrían intercambiado mensajes de manera amistosa, señala The Guardian, cuando, el 1 de mayo de 2018 se produjo el envío del archivo no solicitado, según fuentes que hablaron con el rotativo a condición de mantener su anonimato.

La finalidad de dicha maniobra fue la extracción de grandes cantidades de datos del teléfono del directivo de Amazon, lo que se produjo en cuestión de horas. Nueve meses después, un tabloide americano publicó detalles íntimos sobre la vida privada de Bezos, incluyendo mensajes de texto.

Esta información puede llevar a un mayor escrutinio sobre lo que el príncipe heredero y su círculo íntimo estaban haciendo en los meses anteriores al asesinato de Jamal Khashoggi, el colaborador del Washington Post que fue asesinado en octubre de 2018 –cinco meses después del hackeo al propietario del periódico–.

Arabia Saudí ha negado anteriormente que haya atacado el teléfono de Bezos, y ha insistido en que el asesinato de Khashoggi fue el resultado de una “operación deshonesta”. En diciembre, un tribunal saudí condenó a ocho personas por su participación en el asesinato tras un juicio secreto que fue criticado como una farsa por los expertos en derechos humanos.

Los expertos forenses digitales comenzaron a examinar el teléfono de Bezos tras la publicación de detalles íntimos sobre su vida privada el pasado mes de enero en el National Enquirer. El medio de comunicación es propiedad de American Media Inc (AMI).

AMI ha señalado que la información le llegó por una fuente familiar relacionada con la novia de Bezos, pero la investigación del equipo del multimillonario ha hallado con “mucha confianza” que los saudíes lograron “acceder” al teléfono de Bezos y “obtener información privada” sobre él.

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Blockbuster se rió de nosotros… y ahora sólo les queda un videoclub, afirma fundador de Netflix

lunes, septiembre 23rd, 2019

Randolph dejó Netflix en 2002. En el libro That Will Never Work explica también que nunca soñó con irrumpir con tal fuerza en la industria del entretenimiento y descontrolar la confianza de Hollywood, sólo decidió seguir con su idea “Porque podíamos”.

Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).– 151 millones de membresías en 190 países del mundo convierten a Netflix en el servicio de entretenimiento en Internet líder en el mundo. La premisa de hacer más cómodo el ver cintas desde la casa se volvió una idea millonaria, pero no fue fácil que el mundo creyera en ella.

Marc Randolph, uno de los fundadores de Netflix, tuvo que luchar por vender la idea. Su experiencia para lograr que los demás la compraran queda plasmada en una entrevista para Sam Levin, de The Guardian, a propósito de la publicación de su libro That Will Never Work (No va a funcionar) en el que recuerda sus primeros pasos.

Randolph cuenta para el periódico británico que todo emanó en un auto, en 1997. Cuando junto con un amigo Reed Hasting imaginaban ideas que pudieran convertirse en productos que los convirtiera en grandes empresarios. En medio de una conversión casual en la que ambos se quejaban de lo difícil que era rentar una película cuando la deseaban o tener que recordar devolverla, surgió la idea de enviarlas a domicilio.

Reed Hastings cofundó Netflix en 1997. Foto: Netflix

Así nació Netflix, un nombre que describe como “sexy”, como un sistema de alquiler de películas por correo que, como toda empresa, no fue nada rentable en su arranque.

Randolph se unió a Reed Hastings, el empresario con quien después fundaría Netflix, y que es su actual director ejecutivo, para llevar su idea a la cima. Innovadores desde un inicio, optaron por los recién salidos DVDs y junto a inversores, ambos empresarios se lanzaron al ataque.

“‘En tres años queremos estar entre las diez cadenas de videoclubs más importantes’. ¿Qué patético, verdad? Quería alcanzar el tamaño de una sola tienda de Blockbuster”, fue una de las notas que escribió en 1998, cuenta para The Guardian.

Poco a poco se hicieron notar entre las grandes empresas. El mismo Jeff Bezos trató de adquirir Netflix para impulsar en Amazon el mercado de video, pero ambos prefirieron no vender, ni siquiera querían competir, sólo deseaban seguir con su fórmula de vender: ofreciendo pruebas gratis para alcanzar un mayor interés, algo que les funcionó bastante bien.

Su competencia, Blockbuster apareció después perdiendo la oportunidad que hoy los tendría en la cima.

Randolph explica al periódico que se le propuso al CEO de Blockbuster – que entonces tenía 9 mil franquicias–, John Antioco, comprar Netflix por 50 millones de dólares, pero algo del empresario les hizo comprender que definitivamente no aceptaría: estaba a punto de estallar en carcajadas.

“Te montas en un avión, llegas a las oficinas de Blockbuster, intentas venderles tu empresa y se ríen de ti”.

Después de esa reunión sólo les quedó una salida: darles competencia. Y sí, esa desafortunada reunión fue lo mejor que les pudo pasar.

“Blockbuster tenía 9 mil establecimientos. Ahora sólo queda uno”, dice Marc Randolph.

Siempre se pensó en la comodidad del cliente. Foto: Netflix

Marc describe ese encuentro como uno de los más duros para la empresa, pero a pesar del éxito después de aquel rechazo, no se siente feliz por la quiebra de la empresa de renta de video: “Lo siento por aquellos cuyas empresas quebraron, por todos los que perdieron su empleo. Duele”.

Randolph dejó Netflix en 2002. En el libro That Will Never Work explica también que nunca soñó con irrumpir con tal fuerza en la industria del entretenimiento y descontrolar la confianza de Hollywood, sólo decidió seguir con su idea “Porque podíamos”.

Aunque Netflix aun está en la cima del entremetiendo, el pasado 12 de abril, la capitalización de mercado del gigante de la transmisión por streaming cayó unos 8 mil millones de dólares después de que la jornada anterior The Walt Disney Company anunciara el próximo lanzamiento de su plataforma de suscripción de transmisiones de video en línea Disney+.

Tras la apertura de negociaciones del viernes, el precio de las acciones de Netflix en unos minutos cayeron un 5 por ciento, hasta 349.36 dólares por acción, lo que condujo a una disminución de la capitalización de mercado de la compañía hasta 152 mil 500 millones de dólares (para el cierre se situó en 153 mil 310 millones de dólares).

¿Qué otros retos deberá sortear esta empresa?

La explicación científica de dónde se origina la felicidad y por qué: El cerebro feliz

sábado, noviembre 24th, 2018

Investigaciones sobre el cerebro, sobre ese que domina todo pero que todavía nos cuesta saber mucho de él, son las que propicia Dean Burnett. Su nuevo libro es tan bueno como el anterior, El cerebro idiota. Para saber más, de cómo somos, cómo sentimos.

Ciudad de México, 24 de noviembre (SinEmbargo).- En El cerebro feliz el neurocientífico Dean Burnett profundiza en nuestro ser más privado para investigar qué causa la felicidad, de dónde viene y por qué estamos tan desesperados por aferrarnos a ella. Las preguntas que plantea son, precisamente, las que abordan una parte importante de lo que significa ser un humano moderno.

Un libro apasionante como su antecesor, El cerebro idiota. Foto: Planeta

Fragmento de El cerebro feliz, de Dean Burnett, de Ediciones Martínez Roca, con autorización de Planeta

1 La felicidad en el cerebro

¿Le gustaría que lo embutieran de cabeza en un tubo?

No responda todavía, porque aún hay más. ¿Le gustaría que lo embutieran de cabeza en un tubo frío y estrecho, que no le permitiera movimiento alguno? ¿Durante horas? ¿Un tubo en el que tuviera que oír ruidos muy fuertes, un estrépito continuo de chasquidos y chillidos como los de un delfín metálico furioso?

Prácticamente todo el mundo respondería que no a semejante pregunta, para, acto seguido, ir a pedir amparo al agente de la autoridad más cercano. Sin embargo, imagínese que no solo aceptara esa propuesta, sino que incluso se ofreciera voluntario. ¡Y en repetidas ocasiones! ¿Qué clase de persona haría algo así?

Pues yo. Sí, yo he hecho eso mismo muchas veces. Y volvería a hacerlo si me lo piden. No es que padezca de una forma extraña y muy particular de fetichismo, sino que soy un neurocientífico, un ávido estudioso del cerebro y un entusiasta de la ciencia, por lo que en el pasado me he presentado voluntario para diversos experimentos de neurociencia y psicología. Y desde el amanecer del actual milenio, muchos de esos experimentos han implicado que me escanearan el cerebro mediante la técnica de la IRMf .

IRM son las siglas de la “imagen por resonancia magnética”, un complejo procedimiento de alta tecnología que se sirve de potentes campos magnéticos, ondas de radio y diversas formas más de magia tecnológica para producir imágenes muy detalladas del interior de un cuerpo humano vivo que nos revelan cosas como fracturas óseas, tumores de tejidos blandos, lesiones hepáticas y extraterrestres parásitos (si fuera el caso).

Pero los lectores más atentos se habrán percatado de que yo me he referido a la IRMf. La “f” es importante. Es la inicial de “funcional”, por lo que hablamos de una imagen por resonancia magnética funcional. Eso significa que el mismo método que se emplea para observar la estructura del cuerpo puede adaptarse para observar la actividad del cerebro en funcionamiento, lo que nos permite ser testigos de las interacciones que tienen lugar entre las incontables neuronas que componen nuestros cerebros. Tal vez no parezca muy impresionante, pero esa actividad constituye esencialmente la base de nuestra mente y nuestra consciencia de un modo muy análogo a como las células individuales constituyen nuestro organismo: las células se combinan según pautas complejas para formar tejidos, que se combinan a su vez para formar órganos, que se combinan para formar un ente funcional, que es usted. Desde el punto de vista científico, eso es bastante importante.

Pero… ¿por qué les estoy diciendo esto? Se suponía que íbamos a ver de dónde procede la felicidad. ¿A qué viene esta detallada descripción de unas técnicas avanzadas de neuroimagen? Lo cierto es que, aunque les mentiría si negara que hablar de complejas técnicas de neuroimagen me hace bastante feliz, hay una razón mucho más sencilla para sacarlas a colación aquí.

¿Quieren saber de dónde viene la felicidad? Pues muy bien. ¿Qué es la felicidad? Es un sentimiento o una emoción o un estado de ánimo o un estado mental o algo por el estilo. Sea como fuere que la definamos, resulta sumamente difícil negar que, en su nivel más fundamental, es algo producido por nuestros cerebros. Así que ahí lo tienen: la felicidad viene del cerebro. Ahí está todo el argumento del libro condensado en una sola página, ¿no?

Pues no. Aunque técnicamente es correcto afirmar que la felicidad viene del cerebro, este no deja de ser un enunciado esencialmente vacío de significado. Porque, según esa lógica, todo viene del cerebro. Todo lo que percibimos, recordamos, pensamos e imaginamos. Todas las facetas de la vida humana implican al cerebro en mayor o menor grado. Pese a sus pocos cientos de gramos de peso, el cerebro humano realiza una cantidad asombrosa de trabajo y tiene centenares de partes diferentes haciendo miles de cosas distintas a cada segundo y todo ello nos proporciona la rica y detallada existencia que tan inconscientemente damos por descontada. Así que por supuesto que la felicidad viene del cerebro. Pero eso es como que le pregunten a uno dónde está Southampton y responda diciendo que “en el Sistema Solar”; es tan correcto como inútil.

Necesitamos saber de dónde viene exactamente la felicidad, qué parte del cerebro la produce, qué región la sustenta, qué área reconoce la presencia de hechos que inducen esa felicidad. Para ello hay que examinar un cerebro feliz por dentro y contemplar qué está ocurriendo en él en esos momentos. No es una labor sencilla, pero si alguna esperanza tenemos de llevarla a cabo, es recurriendo a las sofisticadas técnicas de neuroimagen. De ahí la IRMf.

¿Lo ven? Ya les dije que era relevante.

Por desgracia, varios son los obstáculos que se presentan a la hora de realizar ese experimento.

En primer lugar, un escáner mínimamente bueno de IRM pesa varias toneladas, cuesta millones de dólares o euros y genera un campo magnético capaz de atraer una silla de trabajo desde la otra punta de una oficina a una velocidad letal. Pero, aun en el caso de que pudiera tener acceso a semejantes superaparatos, yo no sabría muy bien qué hacer con ellos. He estado en su interior muchas veces, pero eso no significa que sepa cómo manejarlos (igual que el hecho de ser un viajero habitual de vuelos transcontinentales no me convierte en piloto).

Mis propias investigaciones neurocientíficas han girado en torno a los estudios conductuales de la formación de recuerdos. Aunque esto pueda sonar a algo excepcionalmente complejo y detallado, lo cierto es que mi trabajo consistía sobre todo en fabricar unos intrincados (y baratos) laberintos para animales de laboratorio y en observar luego cómo estos los resolvían. Muy interesante todo, pero de dudosa utilidad si lo que pretendía era que se me confiara el manejo de cualquier herramienta que pudiera ser más peligrosa que un simple cúter (instrumento que usaba en mis experimentos para recortar cartón y, aun en ese caso, no sin antes advertir al resto de personas de que despejaran la estancia, por si acaso). Nunca me habían dejado estar cerca de los mandos de algo tan sofisticado como un escáner de IRM.

Pero resulta que estaba de suerte. Vivo muy cerca del CUBRIC, el Centro de Técnicas de Imagen para el Estudio del Cerebro, de la Universidad de Cardiff, donde había participado como voluntario en todos esos estudios que mencioné antes. Cuando finalicé mi doctorado en la Facultad de Psicología de dicha universidad, el centro todavía estaba en construcción y no se inauguró hasta justo después de que yo me fuera. Era como si los plazos de finalización y puesta en marcha se hubieran previsto con toda la (mala) intención, como si la universidad misma se hubiera dicho: “¿Se ha ido ya ese pesado? Bien, ahora podemos estrenar lo bueno”.

El CUBRIC es un lugar excelente al que acudir para todo lo relacionado con las investigaciones avanzadas más recientes sobre el funcionamiento del cerebro humano. En mi caso, soy doblemente afortunado porque, además, tengo amigos que trabajan allí. Uno de ellos es el profesor Chris Chambers, destacado experto e investigador en técnicas de imagen cerebral, que no tuvo inconveniente en reunirse conmigo para hablar sobre cómo enfocar un estudio dirigido a detectar y localizar la felicidad en el cerebro.

Aquella fue más una reunión de negocios que una mera conversación entre amigos. Yo sabía que, si quería convencer a un profesor para que me dejara utilizar su valiosísimo equipo para mi propia investigación personal sobre cómo se procesa la felicidad en el cerebro, debía asegurarme de haber hecho antes los deberes informándome bien sobre el tema. Pues, bien, ¿qué sabe (o sospecha) ya la ciencia sobre cómo funciona la felicidad en el cerebro?

FELICIDAD QUÍMICA

Si queremos saber qué parte del cerebro es responsable de la felicidad debemos considerar antes qué entendemos por una “parte” del cerebro. Aunque muchas veces es concebido como un ente único (y sorprendentemente feo), el cerebro es también un órgano que puede descomponerse en un elevadísimo número de componentes individuales. Tiene dos hemisferios (izquierdo y derecho) formados por cuatro lóbulos diferenciados (frontal, parietal, occipital y temporal), cada uno de los cuales se compone a su vez de abundantes regiones y núcleos diferentes. Todos estos componentes están hechos, a su vez, de células cerebrales (llamadas neuronas) y de otras muchas células de apoyo vital (células gliales) que mantienen todo en funcionamiento. Cada célula consiste, en esencia, en un complejo sistema de sustancias químicas. Así que podría decirse que, como ocurre con la mayoría de órganos y entes vivos, el cerebro es un gran conglomerado de componentes químicos. Sustancias químicas dispuestas de formas y modos admirablemente complejos, pero sustancias químicas al fin y al cabo.

Para ser justos, podríamos seguir descomponiendo cada elemento en niveles todavía más básicos. Las sustancias químicas están formadas por átomos, que, a su vez, se constituyen a base de electrones, protones y neutrones, que, a su vez, están hechos de gluones, etcétera. Si entramos más a fondo en la composición fundamental de la materia misma, terminamos sumergiéndonos en la complejidad de la física de partículas. Sin embargo, hay ciertas sustancias químicas que el cerebro utiliza para fines que no son meramente los de procurarle una estructura física básica y que, por tanto, desempeñan un papel más “dinámico” que el de ser material de construcción de las células. Me refiero a los neurotransmisores, que desempeñan papeles clave en el funcionamiento cerebral. Son, desde luego, los elementos más simples y fundamentales del cerebro, de los que podemos decir que tienen una incidencia profunda en cómo pensamos y cómo nos sentimos.

El cerebro es, en esencia, una masa enorme e increíblemente compleja de neuronas, y todo lo que hace depende (y es resultado) de pautas de actividad generadas en esas neuronas. Una señal electroquímica, un impulso conocido por el nombre de “potencial de acción”, viaja a lo largo de una neurona y, cuando alcanza el extremo final de esta, se transfiere a la siguiente, y así sucesivamente hasta que llega a su destino. Es como un amperio desplazándose por un circuito desde una central eléctrica hasta la lámpara de nuestra mesita de noche. Se trata de una distancia impresionante que recorrer para algo tan aparentemente insustancial, pero resulta tan habitual para nosotros que apenas si reparamos alguna vez en ello.

El patrón y el ritmo de esas señales, de esos potenciales de acción, pueden variar enormemente y las cadenas de neuronas que los transmiten por relevos pueden ser increíblemente largas y ramificarse de manera casi interminable, dando lugar a miles de millones de patrones, a billones de cálculos posibles, sustentados por conexiones establecidas entre casi todas las regiones del cerebro humano. Eso es lo que hace que el cerebro sea tan potente.

Volvamos unos pocos pasos atrás para decir que el lugar en el que la señal en cuestión se transfiere de una neurona a la siguiente tiene una importancia crucial. Esa transmisión se produce en la sinapsis, que es el punto de encuentro entre dos neuronas. No obstante y ahí es donde la cosa se vuelve un tanto extraña, no existe en realidad ningún contacto físico significativo entre dos neuronas: la sinapsis propiamente dicha es el hueco que hay entre una célula nerviosa y la siguiente, no un punto material sólido. Pero, entonces, ¿cómo viaja una señal de una neurona a otra si estas no se tocan entre sí?

Pues mediante los neurotransmisores. La señal llega al extremo terminal de la neurona precedente en la cadena y eso activa en dicha célula la liberación de neurotransmisores en el hueco de la sinapsis. Cuando esos neurotransmisores interactúan con unos receptores específicos para ellos que se encuentran en el extremo inicial de la segunda neurona, esta recoge la señal y la reenvía hasta la siguiente neurona de la cadena. Y así sucesivamente.

Podemos imaginarlo como si se tratara de un mensaje importante enviado por los centinelas de un ejército medieval a su alto mando en la retaguardia. El mensaje está escrito en un papel y es llevado a pie por un soldado. Llega a un río, pero tiene que hacer llegar el mensaje hasta el campamento que está instalado en la orilla opuesta. Así que lo ata a una flecha y dispara esta para que llegue al otro lado, donde otro soldado podrá recogerlo y seguir transportándolo con destino al puesto de mando central. Los neurotransmisores son como esa flecha.

El cerebro usa una gran diversidad de neurotransmisores y cada uno de ellos tiene un efecto palpable sobre la actividad y el comportamiento de la neurona siguiente, siempre y cuando —claro está— esa neurona disponga en su membrana de los receptores pertinentes: los neurotransmisores funcionan únicamente si pueden encontrar un receptor compatible con el que interactuar. Son, en cierto sentido, como una llave que solo puede abrir una cerradura concreta (o toda una serie de ellas). Volviendo a la metáfora de los soldados, el mensaje estaría encriptado para que solo los conmilitones pudieran leerlo.

También es muy amplia la variedad de órdenes que ese mensaje podría contener: atacar, retirarse, reagrupar las fuerzas, defender los flancos izquierdos, etcétera. Pues bien, los neurotransmisores se caracterizan por una flexibilidad parecida. Los hay que incrementan la intensidad de la señal; los hay que la reducen; los hay que la detienen; los hay que provocan reacciones totalmente diferentes. Hablamos de células, no de cables eléctricos, por lo que sus formas de reaccionar pueden ser varias.

Dada la diversidad resultante de semejante configuración, el cerebro tiende a usar neurotransmisores específicos en ciertas áreas para desempeñar determinados papeles y funciones. Teniendo eso en cuenta, ¿es posible que haya un neurotransmisor, una sustancia química, responsable de la producción de felicidad? Aunque parezca sorprendente, no es una idea tan descabellada. De hecho, son incluso varios los candidatos a los que podría caberles tal honor.

La dopamina es uno de los más evidentes. La dopamina es un neurotransmisor que desempeña una amplia variedad de funciones en el cerebro, pero una de las más conocidas y contrastadas es su papel en la generación de placer y gratificación o recompensa. La dopamina es el neurotransmisor que sustenta toda la actividad del circuito mesolímbico de recompensa en el cerebro (de ahí que también se le llame en ocasiones el circuito dopaminérgico de recompensa). Siempre que el cerebro de una persona detecta que esta ha hecho algo que él aprueba (beber agua cuando tenía sed, huir de una situación de peligro, intimar sexualmente con otra persona, etcétera), recompensa ese modo de actuar de un modo muy característico: haciendo que la persona experimente un breve pero, a menudo, intenso placer desencadenado por la segregación de dopamina. Y el placer da felicidad, ¿no? El circuito dopaminérgico de recompensa es la región cerebral responsable de ese proceso.

¿Cómo afectan realmente el amor, el sexo, la amistad , a riqueza, la risa y el éxito a nuestros cerebros?. Foto: Especial

También hay pruebas que indican que la segregación de dopamina se ve afectada por lo sorprendente que sea una recompensa o una experiencia. Cuanto más inesperado es algo, más lo disfrutamos, algo que, al parecer, se debe a la cantidad de dopamina liberada por el cerebro. Las recompensas esperadas se corresponden con un aumento inicial de dopamina que enseguida amaina. Pero las recompensas inesperadas activan un nivel de segregación aumentada de dopamina durante un periodo más prolongado desde el momento en que se experimenta la recompensa.

Situemos todo esto en un contexto del mundo real. Si usted ve que ha llegado dinero a su cuenta corriente el día en que le abonan normalmente su nómina del mes, obtiene una recompensa prevista. Pero si se encuentra veinte libras esterlinas en un bolsillo de unos pantalones viejos, tendrá una experiencia inesperada. Esas veinte libras son mucho menos dinero, pero son más gratificantes, porque no las esperaba. Y esto, según hemos podido estudiar, provoca una mayor secreción de dopamina.

A su vez, la ausencia de una recompensa esperada (por ejemplo, que no le hayan ingresado la nómina en el banco el día que tocaba) parece provocar una caída sustancial de los niveles de dopamina, algo que le resultará desagradable y estresante. Así que es evidente que la dopamina resulta fundamental para su capacidad de disfrutar de las cosas.

Es científico y está obsesionado con el cerebro. Ya escribió El cerebro idiota. Foto: Especial

Dean Burnett es un neurocientífico y cómico monologuista. Vive en Cardiff y trabaja en el Instituto de Medicina Psicológica y Neurociencias Clínicas de la universidad que lleva el nombre de dicha ciudad. Es también el bloguero más leído de la red de blogs de ciencia de The Guardian. Puso en marcha Brain Flapping hace tres años, un blog que, desde entonces, ha recibido más de once millones de visitas. Su entrada sobre el suicidio de Robin Williams tuvo 2 225 000 visitas en dos semanas y fue compartida más de 375 000 veces en Facebook. Con Espasa ha publicado El cerebro idiota.

Parlamento británico acusa a Facebook de amenazar al diario The Guardian por denunciar filtración de datos

jueves, abril 26th, 2018

Las autoridades británicas habrían citado a los directivos de la red social Facebook, por las supuestas amenazas en contra del periódico debido a la filtración de información de los usuarios de esta plataforma digital.

Foto: EFE/Archivo.

Londres, 26 de abril (EFE).- Diputados del Parlamento británico acusaron hoy a la red social Facebook de haber “acosado y amenazado” al diario The Guardian, que publicó el escándalo de la filtración de datos de millones de usuarios de la compañía.

El jefe de tecnología de Facebook, Mike Schroepfer, compareció hoy ante el comité parlamentario de Digital, Cultura, Medios de Comunicación y Deportes, que le citó en el marco de su investigación sobre si la red social protegió de forma adecuada la privacidad de sus clientes.

Schroepfer fue interrogado sobre por qué Facebook había amenazado con demandar al rotativo británico cuando publicó la filtración de datos de 87 millones de usuarios de Facebook, sin contar con su consentimiento, a la consultora británica Cambridge Analytica para ayudar supuestamente a la campaña electoral del presidente de EU, Donald Trump, y a la del “brexit”.

“Siento que los periodistas piensen que estábamos previniéndoles de sacar la verdad a la luz”, contestó Schroepfer, quien reconoció que fue “un error” no informar “en el momento” en el que se percataron de que se había producido esa filtración.

El responsable de tecnología de la compañía estadounidense admitió que Facebook desconocía “hasta hace poco” que un trabajador de la red social estuvo a su vez empleado por Aleksandr Kogan, el catedrático de la Universidad de Cambridge al que Mark Zuckerberg señaló como responsable de la filtración a Cambridge Analytica, ya que diseñó el programa que recabó la información.

Además, reveló que “nadie en Facebook” leyó los “términos y condiciones” que estableció Kogan en su aplicación, una afirmación que causó la perplejidad de los parlamentarios.

“Eres el responsable de Tecnología, ¿como podías no saberlo?” se preguntó uno de ellos.

El Presidente de la comisión, Damian Collins, acusó a Facebook de tener herramientas en su plataforma que ahondan en el interés de la publicidad “más que trabajar por el usuario”.

Schroepfer se comprometió a que la “propaganda política” sea mucho más “transparente” en el futuro, pero manifestó que “ahora mismo” no es posible para los usuarios deshacerse por completo de esos anuncios.

Los diputados británicos pidieron el mes pasado la comparecencia ante este comité del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, pero éste declinó el llamamiento.

VIDEO animado explica de forma simple las grandes ideas de Stephen Hawking

jueves, marzo 15th, 2018

En un video realizado por el periódico británico The Guardian, se explica en tan solo dos minutos y medio de duración, la teoría de Stephen Hawking, sobre los agujeros negros

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Ciudad de México, 15 de marzo (Vanguardia/SinEmbargo).- Esta animación fue publicada por The Guardian en el 2013, en ella se explica la teoría de los agujeros negros, del recientemente fallecido Stephen Hawking. Con dibujos lúdicos y simples se da respuesta a preguntas tan complejas, como:

¿Por qué los agujeros negros están condenados a contraerse luego de explotar con la energía de un millón de bombas nucleares, y retroceder en el big bang y el origen del universo?

¿QUÉ ESTÁ EN EL CENTRO DE UN AGUJERO NEGRO?

Utilizando el mismo estilo simple y amable que tenía Stephen Hawking al explicar temas tan abstractos, así respondieron los animadores.

En el video se menciona, que de acuerdo a la teoría de Hawking, en el centro de los agujeros negros se encuentra una singularidad, entre más materia quepa en un pequeño espacio, eso hace que la fuerza de gravedad se vuelva infinita. En este estado, todo es golpeado en un punto de infinita densidad, empujando al agujero a fabricar todo el universo.

Sin embargo, ¿qué ocurre en los bordes de un agujero negro? Aunque el vacío es la ausencia total de material en los elementos (materia) en un determinado espacio o lugar, de acuerdo con la teoría cuántica está llena de partículas, lo que ocurre en los bordes de agujeros negros, es que algunas partículas logran escapar del agujero. A esta liberación de partículas, se le conoce como la radiación de Hawking.

Ahora, las partículas que se encuentran dentro del agujero, tienen masa negativa, reduciendo el tamaño del agujero, y aunque lleva mucho tiempo, eso hará explotar al agujero.

Finalmente, el video hace una última pregunta: ¿Porqué Stephen Hawking era uno de los más famosos científicos vivos?

Hawking muestra que a cierto punto todo el universo, se encontraba dentro de una singularidad (agujero negro), que explotó, lo que ocasionó el Big Bang. Eventualmente esa explosión originó estrellas, planetas y todo lo que existe.

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Sin vehículo propio y faltas de ortografía: lo que una solicitud de empleo reveló de Steve Jobs

lunes, febrero 26th, 2018

Esta solicitud de empleo será ofrecida en una subasta de objetos de cultura pop de la casa RR Auction en Boston, que se celebrará entre el 8 y el 15 de marzo. Se estima que se venderá aproximadamente por unos 50.000 dólares.

Revelan datos interesantes de Steve Jobs, en una solicitud de empleo. Foto:AP

Ciudad de México, 26 de febrero (RT/SinEmbargo).- Una solicitud de empleo cumplimentada a mano en 1973 por Steve Jobs ha revelado algunos datos interesantes sobre ese momento de la vida del futuro cofundador de Apple, según ha informado el diario ‘The Guardian‘. Se desconoce cuál era el empleo al que Jobs estaba tratando de acceder, pero parece algo relacionado con el ámbito de la tecnología.

Entre las habilidades incluidas en sus respuestas, el joven Jobs destacó “tecnología electrónica o ingeniería de diseño” y respondió “Sí” a la pregunta sobre si tenía conocimientos de informática.

El solicitante hizo constar su nombre como “Steve jobs”, sin utilizar la mayúscula para su apellido, y también escribió su dirección de contacto con minúsculas: “reed college”, un centro universitario privado al que asistió durante algún tiempo en la localidad de Portland, Oregón.

En el documento, Jobs señala que tiene licencia para conducir, pero a la pregunta de si dispone de vehículo propio, responde “posible, pero no probable”. Tampoco dispone de número de teléfono.

Esta solicitud de empleo será ofrecida en una subasta de objetos de cultura pop de la casa RR Auction en Boston, que se celebrará entre el 8 y el 15 de marzo. Se estima que se venderá aproximadamente por unos 50.000 dólares.

El cofundador de Apple murió en el 2011 a los 56 años de edad, víctima de un cáncer. En el momento de rellenar el citado cuestionario tenía 18 años.

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Firma de abogados inicia acciones legales contra la BBC y The Guardian por los “Paradise Papers”

lunes, diciembre 18th, 2017

La firma Appleby busca obtener una orden judicial para evitar publicaciones futuras de los “Paradise Papers” y la devolución de todas las copias que se han distribuido, asegura la BBC.

Los “Paradise Papers” destaparon inversiones en paraísos fiscales por parte de líderes y personalidades mundiales. Foto: International Consortium of Investigative Journalists

Londres, 18 de diciembre (EFE).- La cadena pública británica BBC y el diario The Guardian informaron hoy de que la firma de abogados Appleby ha iniciado acciones legales contra ellos por la publicación de los llamados “Paradise Papers”, que destaparon inversiones en paraísos fiscales por parte de líderes y personalidades mundiales.

La firma les ha denunciado por revelación de secretos y pide que se le devuelvan los documentos que sirvieron de base para las informaciones que publicaron a raíz de una investigación internacional en la que participaron 382 periodistas de casi 100 medios de comunicación internacionales.

La BBC afirmó que se defenderá de forma “vigorosa” y asegura que las revelaciones eran “del más alto interés público”.

Un portavoz de The Guardian señaló por su parte que la reclamación “podría tener profundas consecuencias e impedir a los medios de comunicación británicos llevar a cabo un periodismo de investigación serio que vaya en favor el interés público”.

Las revelaciones de los “Paradise Papers” se basan en 13 millones de documentos procedentes de la firma de abogados que fueron filtrados al diario alemán Süddeutsche Zeitung y compartidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés).

En España, la cadena de televisión La Sexta y el diario electrónico El Confidencial publicaron información procedente de esos documentos.

Según la BBC, Appleby busca ahora una orden judicial para evitar cualquier publicación futura de esos documentos y la devolución de todas las copias que se hayan distribuido.

La reina Isabel II de Inglaterra, el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y los cantantes Bono y Madonna figuran entre los 127 líderes y personalidades internacionales vinculados a sociedades en paraísos fiscales, según esa investigación.

La BBC y The Guardian publicaron, entre otras informaciones, detalles sobre una inversión de 7.5 millones de dólares (6.3 millones de euros) del ducado de Lancaster, parte del patrimonio de la soberana británica, en un fondo de las islas Caimán.

También revelaron que el príncipe Carlos de Inglaterra, primogénito de Isabel II, invirtió a través del Ducado de Cornualles 3.9 millones de dólares (3.35 millones de euros) en cuatro fondos registrados en esas mismas islas.

Interpol difunde una lista de 173 yihadistas entrenados para atacar en Europa: The Guardian

sábado, julio 22nd, 2017

The Guardian dice haber tenido acceso a esta lista, que fue elaborada a partir de información obtenida por los servicios secretos de EU, sin embargo el diario señala que no hay pruebas de que estos posibles yihadistas hayan entrado en Europa.

Los datos fueron recogidos -añade- por los servicios secretos estadounidenses “a través de canales fiables”. Foto: EFE/Archivo

Londres, 22 julio (EFE).- Interpol ha difundido una lista de 173 miembros del Estado Islámico (EI) que estima pudieron ser entrenados para atacar en Europa en represalia por las derrotas del grupo terrorista en Oriente Medio, informa hoy The Guardian.

La lista en poder de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) fue elaborada a partir de información obtenida por los servicios secretos de EU durante los asaltos en territorios controlados por el EI en Siria e Irak, añade el diario.

Según la información, existe preocupación por que seguidores del EI en el continente lleven a cabo atentados suicidas a medida que se produce el colapso del autoproclamado “califato”.

The Guardian dice haber tenido acceso a esta lista, distribuida a los países europeos, pero puntualiza que no hay pruebas de que estos posibles yihadistas hayan entrado en Europa, aunque Interpol quiere saber si los Estados tienen detalles de estos individuos.

La lista, enviada por la secretaría general de Interpol el pasado 27 de mayo, define al grupo de combatientes como individuos “que pudieron haber sido entrenados para construir y colocar aparatos explosivos de fabricación casera a fin de provocar muertes o heridas. Se estima que pueden hacer viajes internacionales y participar en actividades terroristas”, agrega el periódico.

Los datos fueron recogidos -añade- por los servicios secretos estadounidenses “a través de canales fiables”.

En la lista aparecen los nombres de los sospechosos, la fecha en que el EI los reclutó, sus últimos posibles direcciones y fotografías, de acuerdo con la información del rotativo.

LECTURAS | Pronto curaremos con una célula, no con pastillas: El gen, una historia personal

sábado, julio 22nd, 2017

Este libro es la historia del nacimiento, el crecimiento, la influencia y futuro de una de las ideas más poderosas y peligrosas de la historia de la ciencia: gen. La historia de cómo hemos descifrado el código fuente que nos hace humanos abarca todo el planeta y varios siglos -y probablemente defina el futuro que nos espera.

Ciudad de México, 22 de julio (SinEmbargo).- El gen nace de la obsesión por entender las raíces de la enfermedad mental, y más aún, de cualquier enfermedad. Para ello hay que empezar por entender las raíces de la genética humana en general. Y para entender la genética humana hay que remontarse a preguntas más fundamentales: ¿cuál es la esencia de la herencia?, ¿cómo imaginábamos la herencia en el pasado y qué sabemos sobre ella hoy día?, ¿podemos modificar la herencia? Si lográramos crear una tecnología que lo permitiera, ¿quién la controlaría?, ¿quién garantizaría su seguridad?, ¿quién se beneficiaría de semejante tecnología y quién saldría perdiendo?, ¿cómo cambiaría estas posibilidades, y su inevitable invasión de nuestras vidas públicas y privadas, cómo nos vemos a nosotros mismos, a nuestros hijos y nuestras sociedades?

Entrelazando ciencia, historia y vivencias personales, Mukherjee hace un recorrido por el nacimiento, el crecimiento, la influencia y el futuro de una de las ideas más poderosas y peligrosas de la historia de la ciencia: el gen, la unidad fundamental de la herencia, y la unidad básica de toda la información biológica.

Desde Aristóteles y Pitágoras, pasando por los descubrimientos relegados de Mendel, la revolución de Darwin, Watson y Franklin, hasta los avances más innovadores llevados a cabo en nuestro siglo, este libro nos recuerda cómo la genética nos afecta a todos cada día.

Publicado por editorial Debate. Foto: Especial

Fragmento del libro El gen, una historia personal, de Siddhartha Mukherjee, publicado con autorización de Debate y Penguin Random House

PRÓLOGO

En el invierno de 2012 viajé de Delhi a Calcuta para visitar a mi primo Moni. Me acompañaba mi padre para guiarme y estar conmigo, pero su presencia era deprimente y perturbadora, sumido como estaba en una desazón personal que solo vagamente podía yo percibir. Mi padre es el menor de cinco hermanos y Moni es su primer sobrino, hijo del mayor. Desde 2004, cuando cumplió cuarenta años, Moni ha estado confinado en una institución para enfermos mentales (una “casa de lunáticos”, como la llama mi padre) con un diagnóstico de esquizofrenia. Recibe una fuerte medicación —sumergido en un mar de múltiples antipsicóticos y sedantes—, y un auxiliar se encarga de vigilarlo, bañarlo y alimentarlo durante el día.

Mi padre nunca ha aceptado el diagnóstico de Moni. Durante años ha llevado a cabo una solitaria campaña contra los psiquiatras encargados de cuidar a su sobrino con la esperanza de convencerlos de que su diagnóstico fue un colosal error o de que la destrozada psique de Moni se arreglaría de alguna manera mágica. Mi padre ha visitado la institución en Calcuta dos veces, una de ellas sin previo aviso, con la esperanza de ver a un Moni transformado, viviendo secretamente una vida normal detrás de las puertas enrejadas.

Pero mi padre sabía —y yo también— que en esas visitas había algo más que el afecto de un tío. Moni no es el único miembro de la familia de mi padre con una enfermedad mental. De los cuatro hermanos de mi padre, dos —no el padre de Moni, sino dos de sus tíos— padecieron diversas perturbaciones mentales. Resultó que la locura ha estado presente entre los Mukherjee durante al menos dos generaciones  y cuando menos una parte de la reticencia de mi padre a aceptar el diagnóstico de Moni radica en el desalentador reconocimiento de que la semilla de la enfermedad puede hallarse enterrada, como un residuo tóxico, en él.

En 1946, Rajesh, el tercero de los hermanos de mi padre, murió prematuramente en Calcuta. Tenía veintidós años. Se cuenta que contrajo una neumonía después de pasar dos noches de invierno haciendo ejercicios bajo la lluvia, pero la neumonía fue la culminación de otra enfermedad. Rajesh era el más prometedor de los hermanos, el más ágil, habilidoso, carismático, enérgico, querido e idolatrado por mi padre y su familia.

Mi abuelo había muerto diez años antes, en 1936 —fue asesinado en una disputa sobre unas minas de mica— y mi abuela había tenido que cuidar de cinco chicos jóvenes. Aunque no era el mayor, Rajesh encajó fácilmente en el puesto de su padre. Tenía solo doce años, pero su edad mental podría ser de veintidós; su aguda inteligencia ya estaba siendo templada por la seriedad y la inseguridad propia de la adolescencia evolucionaba hacia la confianza en sí mismo propia de la edad adulta.

Pero en el verano del 46, recuerda mi padre, Rajesh empezó a comportarse de manera extraña, como si un cable del cerebro le hubiera saltado. El cambio más llamativo en su personalidad era la volubilidad; las buenas noticias provocaban en él estallidos de incontenible alegría, a menudo extinguida solo por ejercicios físicos cada vez más acrobáticos, mientras que las malas noticias lo sumían en un abatimiento invencible. Las emociones eran normales en su contexto; lo anormal era su carácter extremo. En el invierno de aquel año, la curva sinusoidal de la psique de Rajesh se había estrechado en la frecuencia e incrementado en la amplitud. Las oleadas de energía, con inclinación a la ira y la grandiosidad, eran más frecuentes y furiosas, y la resaca de aflicción que las seguía era igual de intensa. Se aventuró en el ocultismo; organizaba en casa sesiones espiritistas con güija o se reunía con sus amigos para meditar en un crematorio por la noche. Ignoro si se automedicaba. En los años cuarenta, los antros del barrio chino de Calcuta recibían grandes suministros de opio de Birmania y hachís afgano para calmar los nervios de los jóvenes, pero mi padre recuerda a un hermano alterado; temeroso unas veces, imprudente otras, con fuertes altibajos en el ánimo, irritable una mañana y eufórico la siguiente. (La palabra “eufórico”, en su uso común, significa algo inocente, un exceso de alegría. Pero también marca un límite, una advertencia, porque traza la frontera de la sobriedad. Más allá de la euforia no existe, como veremos más adelante, una euforia más grande aún, sino solo locura y manía.)

La semana que precedió a la neumonía, Rajesh había recibido la noticia de que había conseguido unas notas sorprendentemente altas en sus exámenes de la escuela de formación profesional, y, exultante, desapareció durante dos noches para, en teoría, hacer “ejercicio” en un campo de lucha libre. Regresó con fiebre alta y alucinaciones.

No fue hasta años más tarde, en la facultad de medicina, cuando me di cuenta de que Rajesh probablemente estuviera en una fase maníaca aguda. Su colapso mental era el resultado de un caso de manual de enfermedad maníaco-depresiva o trastorno bipolar.

Jagu, el cuarto de los hermanos de mi padre, se vino a vivir con nosotros en Delhi en 1975, cuando yo tenía cinco años. Su mente también se desmoronaba. Alto y muy delgado, con una mirada un tanto feroz y una mata de pelo largo y apelmazado, parecía un Jim Morrison bengalí. A diferencia de Rajesh, cuya enfermedad afloró a los veintitantos años, Jagu había tenido problemas desde la infancia. Socialmente desmañado, retraído con todo el mundo excepto con mi abuela, era incapaz de conservar un trabajo o vivir por su cuenta. En 1975 empezó a tener problemas cognitivos más graves: tenía visiones y alucinaciones y oía voces en la cabeza que le decían lo que tenía que hacer. Se inventaba teorías conspirativas por docenas: según él, un vendedor de plátanos que tenía un puesto cerca de nuestra casa tomaba nota en secreto de su comportamiento. A menudo hablaba solo con una particular obsesión por recitar planes de viajes en tren (“De Shimla a Howrah en el correo de Kalka, y luego transbordo en Howrah para ir en el expreso de Shri Jagannath a Puri”). Con todo, todavía era capaz de manifestaciones extraordinarias de ternura. Cuando accidentalmente rompí un jarrón veneciano muy apreciado en casa, me escondió entre la ropa de su cama y le dijo a mi madre que tenía “montones de dinero” escondidos y que compraría “mil” jarrones para sustituirlo. Pero este episodio era sintomático; hasta su afecto por mí era una ocasión para extender su manto de psicosis y fabulación.

A diferencia de Rajesh, que nunca fue formalmente diagnosticado, Jagu sí lo fue. A finales de la década de los setenta, un médico lo examinó en Delhi y le diagnosticó esquizofrenia, pero no le prescribió ningún medicamento. Jagu continuó viviendo en casa medio escondido en la habitación de mi abuela (como en muchas familias de la India, mi abuela vivía con nosotros). Ella, a la que asediaba una y otra vez, y desde entonces con redoblado ímpetu, asumió el papel de abogada defensora de Jagu. Durante casi una década hubo entre ella y mi padre una frágil tregua; ella cuidaba de Jagu, quien comía en su habitación y usaba la ropa que ella le remendaba. Por las noches, cuando Jagu estaba particularmente inquieto, consumido por sus miedos y fantasías, ella lo acostaba como a un niño y le ponía la mano en la frente. Cuando la abuela murió en 1985, él se fue de casa y no pudimos convencerlo de que volviera. Vivió en el seno de una secta religiosa en Delhi hasta su muerte en 1998.

Tanto mi padre como mi abuela creían que las enfermedades mentales de Jagu y de Rajesh posiblemente las precipitara, incluso las causara, el drama de la partición de la India, por haber sublimado el trauma político en un trauma psíquico. Sabían que la partición no solo había separado las naciones, sino también dividido las mentes; en el “Toba Tek Singh”, de Saadat Hasan Manto —seguramente la historia más conocida sobre la partición—, el protagonista, un lunático atrapado en la frontera entre la India y Pakistán, habita en un limbo entre la cordura y la locura. En el caso de Rajesh y Jagu, mi abuela creía que la agitación y el desarraigo entre Bengala Oriental y Calcuta habían aplastado sus mentes, aunque de maneras espectacularmente opuestas. Rajesh llegó a Calcuta en 1946, justo cuando la ciudad estaba perdiendo la cordura, con los nervios a flor de piel, su apego mermado y su paciencia perdida. Un constante flujo de hombres y mujeres de Bengala Oriental —los que habían detectado las primeras convulsiones políticas antes que sus vecinos— ya habían comenzado a llenar las casas y los pisos de edificios cercanos a la estación de Sealdah. Mi abuela se encontraba entre esa penosa multitud; había alquilado un piso de tres habitaciones en Hayat Khan Lane, a pocos pasos de la estación. El alquiler era de cincuenta y cinco rupias al mes, alrededor de un dólar actual, pero toda una fortuna para su familia. Las habitaciones, apiladas una sobre otra como hermanas peleadas, tenían enfrente un montón de basura. Pero, aunque minúsculo, el piso tenía ventanas y un techo común desde el cual los niños podían ver el nacimiento de una nueva ciudad y una nueva nación. Los disturbios estaban a la orden del día en las esquinas de la calle; en agosto de aquel año, un grave enfrentamiento entre hindúes y musulmanes (más tarde llamado “la gran matanza de Calcuta”) se saldó con la muerte de cinco mil personas y el desalojo de cien mil, que hubieron de abandonar sus hogares.

Aquel verano, Rajesh fue testigo de aquella marea de enfrentamientos multitudinarios. Los hindúes habían sacado a los musulmanes de sus tiendas y oficinas en Lalbazar y los habían pasado a cuchillo en las calles y los musulmanes habían tomado represalia, con igual ferocidad, en los mercados de pescado cerca de Rajabazar y de Harrison Road. El colapso mental de Rajesh se había producido inmediatamente después de presenciar las revueltas. La ciudad se había estabilizado y pacificado, pero había dejado cicatrices permanentes. Poco después de las matanzas de agosto, Rajesh fue víctima de una sucesión de alucinaciones paranoides. Se volvió cada vez más temeroso. Las salidas nocturnas al gimnasio se hicieron más frecuentes. Luego llegaron las convulsiones, las voces fantasmales y el repentino cataclismo de su enfermedad final.

Si la locura de Rajesh se debía a su llegada a aquel lugar, la locura de Jagu se debió —mi abuela estaba convencida— a la salida de su pueblo. En la localidad de sus antepasados, Dehergoti, cerca de Barisal, la psique de Jagu había estado de algún modo atada a sus amigos y su familia. Correteaba libremente entre los arrozales o nadaba en las charcas y podía parecer despreocupado y juguetón como cualquiera de los demás niños; casi normal. En Calcuta, Jagu se marchitó como una planta arrancada de su hábitat natural y se vino abajo. Abandonó la escuela de formación profesional y se quedó mirando fijamente, a todas horas, el mundo exterior por una de las ventanas del piso. Sus pensamientos empezaron a enredarse y su habla se volvió incoherente. A medida que la mente de Rajesh se expandía hasta alcanzar el extremo de la desintegración, la de Jagu se contraía silenciosa en su habitación. Mientras que Rajesh deambulaba por la ciudad de noche, Jagu se encerraba voluntariamente en casa.

Esta extraña taxonomía de las enfermedades mentales (Rajesh como ratón de ciudad y Jagu como ratón de campo, ambos producto de un colapso psíquico) fue práctica mientras duró, pero finamente quedó invalidada cuando la mente de Moni también comenzó a fallar. Era evidente que Moni no era un “hijo de la partición”. Nunca había estado desarraigado; había vivido toda su vida en un hogar seguro de Calcuta. Pero, misteriosamente, la trayectoria de su psique había empezado a calcar la de Jagu. Las visiones y las voces habían comenzado a aparecer en su adolescencia. La necesidad de aislamiento, la grandiosidad de las fabulaciones, la desorientación y la confusión eran cosas que recordaban de un modo inquietante al empeoramiento de su tío. En su adolescencia había venido a visitarnos en Delhi. Quisimos ir a ver una película juntos, pero se encerró en el baño de arriba y se negó a salir durante casi una hora, hasta que mi abuela logró entrar. Se lo encontró encogido en un rincón, como escondiéndose.

En 2004 Moni fue golpeado por un grupo de matones, supuestamente por orinar en un jardín público (me dijo que una voz interior le había ordenado: “Mea aquí, mea aquí”). Unas semanas más tarde, cometió un “delito” tan cómicamente ofensivo que solo podía ser testimonio de la pérdida de su cordura: le vieron coqueteando con la hermana de uno de los matones (de nuevo, dijo que las voces le habían ordenado hacer eso). Su padre trató, en vano, de intervenir, pero esta vez Moni fue apaleado brutalmente y acabó con un labio partido y una herida en la frente, teniendo que ser asistido en el hospital.

La paliza tuvo un efecto catártico (interrogados por la policía, sus agresores insistieron en que solo habían querido “expulsar los demonios de Moni”), pero las órdenes patológicas en la cabeza de Moni se tornaron más atrevidas e insistentes. En el invierno de aquel año, después de otro brote con alucinaciones y sibilantes voces interiores, acabó internado.

El internamiento, me dijo Moni, fue en parte voluntario; no buscaba tanto la recuperación mental como un refugio físico. Se le prescribió un surtido de medicamentos antipsicóticos y mejoró poco a poco, pero, al parecer, no lo suficiente como para recibir el alta. Pocos meses más tarde, con Moni aún internado, su padre murió. Su madre ya había fallecido años antes, y su hermana —no tenía más hermanos— vivía muy lejos. Moni decidió permanecer en la institución, en parte porque no tenía otro lugar a donde ir. Los psiquiatras desaconsejaban el uso de la vieja expresión “asilo mental”, pero la descripción que de la institución hacía Moni era escalofriante por lo exacta; era el único lugar que le ofrecía el refugio y la seguridad que siempre había echado de menos en su vida. Era un pájaro que se había enjaulado voluntariamente.

Cuando mi padre y yo lo visitamos en 2012, no había visto a Moni en casi dos decenios. Aun así, esperaba reconocerlo. Pero la persona que me encontré en la sala de visitas se parecía tan poco a la imagen que de mi primo guardaba en la memoria que, de no haberme confirmado el auxiliar su identidad, lo habría tomado por un extraño. Había envejecido más de la cuenta para su edad. A sus cuarenta y ocho años parecía diez mayor. Los medicamentos para la esquizofrenia habían alterado su cuerpo y caminaba con la inseguridad y la falta de equilibrio de un niño pequeño. Su forma de hablar, antaño efusiva y rápida, era titubeante e irregular; las palabras brotaban de él con una fuerza sorprendente y repentina, como si escupiera extrañas pepitas que se hubiera introducido en la boca. Tenía un vago recuerdo de mi padre y de mí. Cuando mencioné el nombre de mi hermana, me preguntó si me había casado con ella. Nuestra conversación se desarrolló como si yo fuese un reportero de un periódico que hubiera surgido de la nada para entrevistarlo.

Pero la característica más llamativa de su enfermedad no era la tormenta dentro de su mente, sino la calma en sus ojos. La palabra moni significa “joya” en bengalí, pero en el uso común también se refiere a algo inefablemente bello, a los brillantes puntos de luz en los ojos. Pero esto, precisamente, era lo que había desaparecido en Moni. Los puntos de luz en sus ojos se habían apagado, casi desaparecido, como si alguien hubiera accedido a ellos con un pincel diminuto y los hubiese pintado de gris.

A lo largo de mi infancia y mi vida adulta, Moni, Jagu y Rajesh desempeñaron un papel muy destacado en la imaginación de la familia. Durante un coqueteo de seis meses con la angustia de la adolescencia, dejé de hablar con mis padres, me negué a hacer tareas domésticas y tiré mis viejos libros a la basura. Mi padre, muy inquieto, me llevó a rastras con tristeza a ver al médico que había diagnosticado a Jagu. ¿Estaba también su hijo perdiendo la razón? Cuando mi abuela perdió la memoria a los ochenta y tantos años, empezó a llamarme Rajeshwar (Rajesh) por error. Al principio se corregía ruborizándose avergonzada, pero cuando finalmente rompió los lazos con la realidad, parecía cometer el error casi de buena gana, como si hubiera descubierto el placer ilícito de esa fantasía. Cuando conocí a Sarah, hoy mi esposa, le hablé cuatro o cinco veces de las mentes astilladas de mi primo y mis dos tíos. Era justo hacerlo con la que iba a ser mi futura compañera y le escribí una carta de advertencia.

Por aquel entonces, la herencia, la enfermedad, la normalidad, la familia y la identidad llegaron a ser temas de conversación recurrentes en mi familia. Como la mayoría de los bengalíes, mis padres habían hecho de la represión y la negación una forma de arte superior, pero, aun así, las preguntas acerca de esta particular historia eran inevitables. Moni, Rajesh, Jagu; tres vidas consumidas por distintos tipos de enfermedad mental. Era difícil no imaginar que un componente hereditario acechaba detrás de esta historia familiar. ¿Había heredado Moni un gen o un conjunto de genes, que lo habían hecho susceptible a estos trastornos, el mismo o los mismos que habían afectado a nuestros tíos? ¿Habían sido otros afectados por distintas especies de enfermedad mental? Mi padre tuvo al menos dos amnesias psicóticas en su vida, ambas precipitadas por el consumo de bhang (una papilla hecha con brotes de cáñamo mezclados con mantequilla y batidos hasta formar una bebida espumosa utilizada en fiestas religiosas). ¿Tenían alguna relación con aquellas cicatrices de la historia familiar?

En el año 2009, unos investigadores suecos publicaron un vasto estudio internacional realizado con miles de familias y decenas de miles de hombres y mujeres. Tras analizar familias con historiales intergeneracionales de enfermedades mentales, el estudio encontró pruebas sorprendentes de que el trastorno bipolar y la esquizofrenia comparten un claro vínculo genético. Algunas de las familias descritas en el estudio tenían un historial entrecruzado de enfermedades mentales en gran medida similar al de mi familia: un hermano que padecía esquizofrenia, otro con trastorno bipolar y un sobrino o nieto también con esquizofrenia. En 2012, ulteriores estudios corroboraron estos hallazgos iniciales, que confirmaban los vínculos entre estas variantes de enfermedad mental y los historiales familiares y que ahondaban en cuestiones relativas a la etiología, la epidemiología, los desencadenantes y los inductores.

Leí dos de estos estudios una mañana de invierno en el metro de Nueva York pocos meses después de regresar de Calcuta. En el pasillo del vagón, un hombre con un sombrero gris de piel quería ponerle a su hijo otro sombrero gris de piel. En la calle Cincuenta y nueve, una madre empujaba un cochecito con gemelos que proferían —eso les parecía a mis oídos— gritos idénticos.

El estudio me proporcionó un extraño consuelo íntimo; respondía a algunas de las preguntas que tanto habían atormentado a mi padre y mi abuela. Pero también suscitó en mí una andanada de nuevas preguntas: si la enfermedad de Moni era genética, ¿por qué se habían salvado su padre y su hermana?; ¿qué “desencadenantes” habían desvelado estas predisposiciones?; ¿cuánto de las enfermedades de Jagu o de Moni provenía de la “naturaleza” (es decir, de los genes que predisponen a la enfermedad mental) y cuánto de la “crianza” (desencadenantes ambientales tales como la agitación, la discordia o el trauma)?; ¿podía mi padre poseer esa susceptibilidad?; ¿la poseía también yo?; ¿y si pudiera conocer la naturaleza exacta de esta tara genética?; ¿podría comprobarlo en mí y en mis dos hijas?; ¿les informaría de los resultados?; ¿y si una de ellas fuese portadora de la tara?

Si el historial de enfermedades mentales de mi familia cruzaba mi conciencia como una línea roja, mi trabajo científico como biólogo del cáncer también se centraba en la normalidad y la anormalidad de los genes. Tal vez el cáncer sea en última instancia una perversión de la genética, un genoma que se obsesiona patológicamente con replicarse a sí mismo. El genoma, una máquina autorreplicante, se apropia de la fisiología de una célula  y el resultado es una enfermedad que  cambia su forma y que, a pesar de los importantes avances en su estudio, continúa desafiando nuestra capacidad para tratarla o curarla.

Pero me di cuenta de que estudiar el cáncer es estudiar también su anverso. ¿Cuál es el código de normalidad antes de que la coda del cáncer lo corrompa? ¿Qué hace entonces el genoma normal? ¿Cómo mantiene la constancia que nos hace visiblemente similares y la variación que nos hace visiblemente diferentes? ¿Cómo viene entonces definida o escrita en el genoma la constancia frente a la variación, o la normalidad frente a la anormalidad? ¿Y si aprendiésemos a cambiar adrede nuestro código genético? Y si dispusiéramos de las tecnologías necesarias, ¿quién las controlaría y quién garantizaría su seguridad? ¿Quiénes serían los amos y quiénes las víctimas de esta tecnología? ¿Cómo alterarían la adquisición y el control de este conocimiento —y su invasión inevitable de nuestra vida privada y pública— la manera en que imaginamos nuestras sociedades, nuestros hijos y a nosotros mismos?

Este libro es la historia del nacimiento, el desarrollo y el futuro de una de las ideas más poderosas y peligrosas de la historia de la ciencia: el “gen”, la unidad fundamental de la herencia y unidad básica de toda la información biológica.

Uso este último calificativo —”peligrosa”— con pleno conocimiento. Tres ideas científicas profundamente desestabilizadoras brotan del siglo xx y lo segmentan en tres partes desiguales: el átomo, el byte y el gen. Cada una está prefigurada en la centuria anterior, pero brillan en todo su esplendor en el siglo XX. Cada una inicia su vida como un concepto científico más bien abstracto, pero crece hasta invadir multitud de discursos humanos, transformando la cultura, la sociedad, la política y el lenguaje. Pero el paralelismo más importante entre las tres ideas es, por el momento, conceptual; cada una representa la unidad irreductible —el ladrillo, la unidad básica de organización— de un todo mayor: el átomo, de la materia; el byte (o el “bit”), de la información digitalizada; y el gen, de la herencia y la información biológica.

¿Por qué esta propiedad —la de ser la unidad más pequeña en que puede dividirse una forma mayor— inspira con tal potencia y fuerza estas particulares ideas? La respuesta es sencilla. La materia, la información y la biología están organizadas de una forma constitutivamente jerárquica; saber cuál es la parte mínima es fundamental para la comprensión del todo. Cuando el poeta Wallace Stevens escribe: “En la suma de las partes, no hay más que partes”, se está refiriendo al profundo misterio estructural que el lenguaje encierra; solo se puede descifrar el significado de una oración descifrando cada palabra, pero en una oración hay más significado que en cualquiera de las diferentes palabras. Y lo mismo ocurre con los genes. Un organismo es, evidentemente, mucho más que sus genes, mas, para entender un organismo, primero hay que entender sus genes. Cuando el biólogo holandés Hugo de Vries dio con el concepto de “gen2 en la década de 1890, enseguida intuyó que la idea reorganizaría nuestra concepción del mundo natural. “Todo el mundo orgánico es el resultado de innumerables combinaciones y permutaciones diferentes de relativamente pocos factores. […] Del mismo modo que la física y la química se centran en las moléculas y los átomos, las ciencias biológicas tienen que penetrar en estas unidades [genes] para explicar […] los fenómenos del mundo vivo.

El átomo, el byte y el gen proporcionan nociones científicas y tecnológicas fundamentalmente nuevas de sus respectivos sistemas. No podemos explicar el comportamiento de la materia —¿por qué brilla el oro?; ¿por qué el hidrógeno se combina con el oxígeno cuando arde?— sin considerar la naturaleza atómica de la materia. Ni podemos entender las complejidades de la computación —la naturaleza de los algoritmos, o el almacenamiento o la corrupción de datos— sin comprender la anatomía estructural de la información digitalizada. “La alquimia no se convirtió en química hasta que se descubrieron sus unidades fundamentales»”, escribió un científico del siglo XIX. Del mismo modo, y ello es lo que argumento en este libro, es imposible entender la biología del organismo, la biología celular y la evolución —o la patología, la conducta, el temperamento, la enfermedad, la raza, la identidad y el destino humanos— sin contar con el concepto de “gen”.

Hay aquí en juego una segunda cuestión. La ciencia del átomo hubo de preceder necesariamente a la posibilidad de manipular la materia (y, a través de la manipulación de la materia, a la invención de la bomba atómica). El estudio de los genes nos ha permitido manipular organismos con una destreza y un poder inigualados. La propia naturaleza del código genético resultó ser sorprendentemente sencilla: solo una molécula es portadora de nuestra información hereditaria y solo hay un código. “Que los aspectos fundamentales de la herencia hayan resultado ser tan extraordinariamente simples nos da esperanzas de que la naturaleza sea, después de todo, totalmente accesible —escribió el influyente genetista Thomas Morgan—. Una vez más, su tan cacareada inescrutabilidad ha resultado ser una ilusión.”

Nuestro conocimiento de los genes ha alcanzado tal nivel de refinamiento y profundidad que ya no estudiamos y alteramos genes en tubos de ensayo, sino en su contexto nativo, en células humanas. Los genes residen en los cromosomas, unas largas estructuras filamentosas encerradas en las células que contienen decenas de miles de genes encadenados. Los seres humanos poseen un total de 46 cromosomas, 23 de un progenitor y 23 del otro. El conjunto de instrucciones genéticas de que es portador un organismo se denomina “genoma” (podemos imaginar el genoma como la enciclopedia de todos los genes, con notas al pie, anotaciones, instrucciones y referencias). El genoma humano contiene entre 21.000 y 23.000 genes que proporcionan las instrucciones maestras para construir, reparar y mantener los organismos humanos. Durante las dos últimas décadas, las tecnologías genéticas han avanzado tan rápidamente que podemos descifrar el modo de operar de varios de estos genes en el espacio y en el tiempo para activar esas complejas funciones. Y, en ocasiones, podemos alterar deliberadamente algunos de estos genes para cambiar sus funciones y crear así estados humanos alterados, fisiologías alteradas y seres modificados.

Precisamente a esta transición de la explicación a la manipulación se debe que el campo de la genética haya tenido tanta resonancia fuera de los ámbitos de la ciencia. Una cosa es tratar de entender cómo los genes influyen en la identidad, o en la sexualidad, o en el temperamento de los seres humanos, y otra imaginar la posibilidad de cambiar la identidad, la sexualidad o el comportamiento alterando los genes. La primera puede preocupar a los profesores de los departamentos de psicología y a sus colegas de los departamentos vecinos de neurociencia. La segunda, cargada de promesas y peligros, debe preocuparnos a todos.

Mientras escribo esto, organismos dotados de genomas están aprendiendo a cambiar las características hereditarias de organismos dotados de genomas. Me refiero a lo siguiente: solo en los últimos cuatro años, entre 2012 y 2016, hemos inventado tecnologías que nos permiten modificar de manera intencionada y permanente genomas humanos (aunque la seguridad y la fidelidad de esta “ingeniería genómica” aún deben ser cuidadosamente evaluadas). Al mismo tiempo, la capacidad de predecir el futuro de un individuo partiendo de su genoma ha avanzado de modo espectacular (aunque todavía se desconoce la verdadera capacidad predictiva de estas tecnologías). Ahora podemos “leer” genomas humanos y también “escribirlos”, de una manera que era inconcebible hace apenas tres o cuatro años.

Casi no se requieren estudios de biología molecular, filosofía o historia para advertir que la convergencia de estos dos hechos es una carrera imprudente hacia un abismo. Una vez que podamos conocer la clase de destino que le espera a cualquiera, codificado en genomas individuales (aunque la predicción establezca una probabilidad en vez de una certeza) y en cuanto adquiramos la tecnología para cambiar ex profeso esta probabilidad (aun si esa tecnología es ineficiente y engorrosa), nuestro futuro cambiará radicalmente. George Orwell escribió una vez que, siempre que un crítico usa la palabra “humano”, por  lo general la vacía de contenido. Dudo que esté exagerando: nuestra capacidad para comprender y manipular genomas humanos altera lo que para nosotros significa ser “humano”.

El átomo proporciona a la física moderna un principio de organización y nos tienta con la perspectiva de controlar la materia y la energía. El gen proporciona a la biología moderna un principio de organización y nos tienta con la perspectiva de controlar nuestro cuerpo y nuestro destino. En la historia del gen se halla incrustada “la búsqueda de la eterna juventud, el mito fáustico del cambio brusco de la suerte y el coqueteo de nuestro siglo con la perfectibilidad del hombre”. Igualmente incrustado se halla el deseo de descifrar nuestro manual de instrucciones. En esto se centra la historia aquí narrada.

Este libro está ordenado cronológica y temáticamente. Su recorrido general es histórico. Comenzaremos en 1864; en el jardín donde Mendel cultiva guisantes, el jardín de un oscuro monasterio de Moravia, se descubre el “gen”, pero el descubrimiento cae rápidamente en el olvido (la palabra “gen” aparecerá unas décadas más tarde). Esta historia se cruza con la teoría de la evolución de Darwin. El gen fascina a reformadores ingleses y estadounidenses que esperan poder manipular la genética humana para acelerar la evolución y la emancipación humanas. Esa idea alcanza su cenit, pero adquiriendo un tinte macabro, en la Alemania nazi durante la década de 1940, cuando la eugenesia humana es utilizada para justificar grotescos experimentos que culminan en el confinamiento, la esterilización, la eutanasia y el asesinato en masa.

Después de la Segunda Guerra Mundial, una cadena de descubrimientos pone en marcha una revolución en la biología. Se identifica el ADN como la fuente de la información genética. La “acción” de un gen se describe en términos mecanicistas: los genes codifican mensajes químicos para construir las proteínas de las que dependen en última instancia la forma y la función. James Watson, Francis Crick, Maurice Wilkins y Rosalind Franklin descubren la estructura tridimensional del ADN y difunden la imagen icónica de la doble hélice. Se ha descifrado el código genético de tres letras.

Dos tecnologías transforman la genética en la década de 1970, la secuenciación y la clonación de genes (la “lectura” y la “escritura” de…

Siddhartha Mukherjee, autor del libro El gen. Foto: YouTube

Siddhartha Mukherjee es profesor de medicina en la Universidad de Columbia, y oncólogo en su hospital universitario. Ganador de una beca Rhodes, se graduó en la Universidad de Stanford y en la de Oxford, para licenciarse en Medicina en la Universidad de Harvard. Ha publicado artículos en NatureThe New England Journal of MedicineThe New York Times y The New Republic y su libro El emperador de todos los males (Debate, 2014) fue ganador del Premio Pulitzer en la categoría de no ficción en el 2011. Actualmente, vive en Nueva York con su esposa y sus hijas.

Carlos Slim se la juega con el NAICM: podría mandarlo al Olimpo o arruinarlo, dice The Guardian

lunes, julio 3rd, 2017

The Guardan calificó la construcción el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México como la obra que podría consolidar o arruinar a Slim: “Si logra impulsar este proyecto, se situará en el Olimpo y demostrará que ha contribuido de forma clave a la modernización de la ciudad y a conseguir que el país desempeñe el papel mundial que ambiciona. Si fracasa, para las futuras generaciones este aeropuerto no será más que un monumento ostentoso de una era en la que se hicieron grandes cálculos cortoplacistas sin pensar, en la que los recursos naturales no eran protegidos sino explotados, y en la que los megaproyectos se veían como una forma de dar trabajo y comida a los pobres”.

Ciudad de México, 3 de julio (SinEmbargo).- El Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, proyecto valorado en 11.750 millones de euros, además de ser completo y polémico, es la apuesta arriesgada que podría ser la consagración o la ruina del empresario Carlos Slim, públicó el periódico británico The Guardian.

“A veces es difícil trazar una línea divisoria entre Carlos Slim y la Ciudad de México”, mencionó el reporte de Feike De Jong, en el que recalca que el magnate mexicano está dejando al Valle de México sin espacio disponible.

“Y ahora, coincidiendo con el último tramo de la carrera empresarial del magnate, este valle se está quedando sin espacio disponible. El cemento gris invade los barrancos y las laderas boscosas de las montañas de Sierra Madre que rodean la ciudad se extienden hasta el lago de Zumpango, situado más al norte”, abundó.

The Guardian calificó el mega proyecto como la obra que podría consolidar o arruinar a Slim: “Si logra impulsar este proyecto, se situará en el olimpo y demostrará que ha contribuido de forma clave a la modernización de la ciudad y a conseguir que el país desempeñe el papel mundial que ambiciona. Si fracasa, para las futuras generaciones este aeropuerto no será más que un monumento ostentoso de una era en la que se hicieron grandes cálculos cortoplacistas sin pensar, en la que los recursos naturales no eran protegidos sino explotados y en la que los megaproyectos se veían como una forma de dar trabajo y comida a los pobres”.

A principios de año, un consorcio integrado por varias firmas, entre ellas las mexicanas ICA y Carso de Carlos, y las españolas Acciona y FCC, ganaron la licitación para construir el edificio terminal del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, una de las obras más importantes dentro de este magno proyecto.

El Grupo Carso presentó el pasado diciembre la oferta más baja, una propuesta de 84 mil 828 millones de pesos en la licitación más importante dentro de la construcción del aeropuerto capitalino, informó el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM), informó en su momento la agencia EFE.

El edificio terminal está considerado el epicentro de este proyecto, al ser el espacio desde donde los millones de pasajeros que se espera que usen el aeropuerto lleguen para facturar el equipaje y embarcar los aviones.

De acuerdo al reciente reportaje de The Guardian el Aeropuerto se construirá en la zona pantanosa de Texcoco y es el único espacio en el que todavía no se ha construido a gran escala. La expectativa para este aeropuerto es que será el tercer aeropuerto más grande a nivel internacional.

Gabriela Bojajil de DAFdf Arquitectura y Urbanismo, dijo al medio británico que la zona, ubicada al este es único espacio en el que se puede realizar un proyecto de semejantes magnitudes “Es como un agujero en la ciudad”

Se calcula que el nuevo aeropuerto capitalino, cuya primera fase concluirá hacia finales de 2020, costará alrededor de 180 mil millones de pesos.

“El nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México se levantaría sobre un suelo formado por gravilla volcánica de color rojo. Este cuadrante situado al este de la ciudad y a una conveniente distancia de los distritos más céntricos destaca por sus grandes dimensiones y por el hecho de que hoy por hoy todavía no ha sido objeto de ninguna intervención”, detalló el texto del diario inglés.

De acuerdo a la información, Arturo Montiel, tío del Presidente Enrique Peña Nieto, fue el primero que lanzó la propuesta de construir el aeropuerto desde el 2001, y su proyección era concluirlo para el 2020 y aunque se descartó al principio debido a las protestas de las comunidades afectadas, la compañía estatal Aeropuertos y Servicios Auxiliares volvió a retomar el proyecto y discretamente empezó a llevar a cabo trabajos preliminares entre 2011 y 2014.

El mandatario nacional anunció el proyecto en octubre de 2014, y confirmó que la pública Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México se quedaba con el contrato y que el conglomerado de empresas de Slim, Grupo Carso, construiría una de las pistas y la terminal, cuyo valor asciende a 4 mil 400 millones de euros, según señala el medio.

LA POLÉMICA OBRA

En una primera fase se construirán sobre 4. 430 hectáreas de terreno tres pistas, un complejo de edificios al que se le darán varios usos y que se llamará Ciudad Aeropuerto y un polígono industrial. Tendrá capacidad para unos 50 millones de pasajeros anuales; un aumento del 50 por ciento en comparación con el actual aeropuerto, precisaron

Entre las compañías que participan en la construcción del Aeropuerto , agregó el reportaje, es la empresa Foster, la compañía británica Arup, encargada del plan rector; la consultora Boston Consulting Group, que creó el plan de negocios; las constructoras españolas Acciona y FCC, a cargo de la construcción de las terminales y la consultora de ingeniería holandesa especializada en aeropuertos NACO, que ha diseñado las pistas, las terminales, las zonas de tráfico, las plataformas y los edificios de apoyo logístico; mientras que Parsons International coordina el proyecto.

En diciembre de 2015, la Auditoria Superior de la Federación alertó sobre la falta de transparencia de los proyectos de diseño, construcción y funcionamiento del aeropuerto.

The Guardian también destacó la polémica que ha generado la obra, al recalcar que ha tenía varias voces críticas que denuncian la inestabilidad del lecho del lago de Texcoco, unida al hecho de que se trata de una zona propensa a sufrir terremotos, hace que la construcción de este megaproyecto sea extremadamente compleja.

Investigadores de la Universidad Autónoma de México, Unidad Xochimilco, afirman que el Valle de México concentra el 2 por ciento de la biodiversidad mundial, “construir allí es un tema espinoso”, dice el texto, el cual, también recalca la cercanía de las elecciones presidenciales en 2018.

“Slim es el ejemplo perfecto la estrecha unión entre política y negocios en el país. En momentos clave, el gobierno ha intervenido para ayudar al empresario, como cuando obtuvo una licencia de corredor de bolsa que era muy difícil de conseguir o durante la privatización de la compañía telefónica Telmex en los noventa, o cuando ha ganado muchos de los concursos públicos que el Gobierno ha convocado a lo largo de los años”, puntualizó el texto.

Greg Gianforte, candidato republicano en Montana es acusado por agredir a un periodista de The Guardian

jueves, mayo 25th, 2017

Gianforte tendrá que comparecer en los juzgados del condado antes del 7 de junio por la agresión que ocurrió este miércoles en su sede de campaña de la ciudad de Bozeman, que quedó grabada en un audio difundido por el rotativo británico.

Greg Gianforte. Foto: AP. 

Washington, 25 de mayo (EFE).- Un candidato republicano a la Cámara de Representantes de EU, Greg Gianforte, fue acusado hoy, el día de la elección, de una falta por agresiones por golpear este miércoles a un periodista del The Guardian que le había preguntado por la ley sanitaria que impulsan sus colegas en el Congreso.

El Sheriff del condado de Gallatin (Montana), Brian Gootkin, explicó que “la naturaleza de las lesiones no cumple con los requisitos estatutarios de un delito grave de agresión”, pero determinó “una causa probable” de faltas.

Gianforte se enfrenta hoy en el estado de Montana al demócrata Rob Quist por el puesto que dejó vacante en la Cámara Baja el actual secretario del Interior de Estados Unidos, Ryan Zinke, tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Gianforte tendrá que comparecer en los juzgados del condado antes del 7 de junio por la agresión que ocurrió este miércoles en su sede de campaña de la ciudad de Bozeman, que quedó grabada en un audio difundido por el rotativo británico.

Un periodista del The Guardian, Ben Jacobs, le había preguntado a Gianforte sobre el plan republicano para reemplazar el Obamacare, a lo que este respondió con un: “Estoy harto y cansado de ustedes. La última vez que vinieron hicieron lo mismo. Vete de aquí”.

Acto seguido, Gianforte empujó y derribó a Jacobs rompiéndole las gafas.

“¿Eres de The Guardian?“, preguntó Gianforte con Jacobs en el suelo. “Sí, y me acabas de romper las gafas”, respondió el periodista, a lo que el candidato replicó: “El último tipo hizo lo mismo”.

“Me acabas de empujar y romper las gafas”, repitió Jacobs entonces, a lo que Gianforte gritó: “¡Lárgate de aquí!”.

En declaraciones a su periódico, Jacobs, que fue trasladado a un hospital por la agresión, dijo que el incidente con Gianforte es “lo más raro” que le ha pasado en toda su carrera profesional.

Por su parte, la campaña de Gianforte ofreció en un comunicado una versión diferente del incidente y acusó al periodista de “comportamiento agresivo”.

“Esta noche, mientras Greg estaba dando una entrevista en su oficina, Ben Jacobs, de The Guardian, entró sin permiso, puso una grabadora de forma agresiva ante la cara de Greg y comenzó a hacer preguntas”, apuntó el comunicado de la campaña.

“Después de pedirle a Jacobs que retirara la grabadora y que este se negara, Greg intentó agarrar el teléfono que le había puesto en la cara. Jacobs tomó entonces a Greg por la muñeca y se apartó, empujándolo al suelo”, aseguró la campaña, que lamentó la “escena” provocada por “el comportamiento agresivo de un periodista izquierdista”.

Sin embargo, una periodista de la cadena conservadora Fox News que asistió a la agresión, Alicia Acuna, escribió un relato de lo ocurrido en el que negó que Jacobs “mostrara ningún tipo de violencia física hacia Gianforte”.

“Gianforte agarró a Jacobs por el cuello con las dos manos y lo derribó al suelo detrás de él. Faith, Keith y yo (el equipo de Fox) vimos incrédulos como Gianforte empezaba a golpear al hombre”, explicó la periodista, que también ofreció su testimonio a los agentes del sheriff.

Gianforte, un millonario del sector tecnológico, perdió el año pasado las elecciones a gobernador de Montana frente al demócrata Steve Bullock.

Juez autoriza desconectar a un bebé de ocho meses contra la voluntad de sus padres en Inglaterra

miércoles, abril 12th, 2017

Los especialistas del Hospital Great Ormond Street en el centro de Londres dijeron a la corte que creían que era hora de dejar de proporcionar apoyo vital a Charlie Gard, que tiene una rara condición genética y sufría daños cerebrales y debilitamiento progresivo de los músculos.

Sus padres, Chris Gard y Connie Yates querían llevar a su bebé a EU para un tratamiento. Foto: Shutterstock

Ciudad de México, 12 de abril (SinEmbargo/RT).– La justicia británica ha permitido este martes desconectar el soporte vital a un bebé de ocho meses contra la voluntad de sus padres, informa el periódico The Guardian.

De acuerdo con el diario, los especialistas del Hospital Great Ormond Street en el centro de Londres dijeron a la corte que creían que era hora de dejar de proporcionar apoyo vital a Charlie Gard, que tiene una rara condición genética y sufría daños cerebrales y debilitamiento progresivo de los músculos.

Los doctores han decidido que el pequeño debía ser conectado a un régimen de cuidado paliativo para recibir una muerte digna, por lo que, según ellos, está sufriendo innecesariamente.

Sus padres, Chris Gard y Connie Yates, por su parte, han recibido la noticia gritando “No” desesperadamente, ya que querían llevar a su bebé a EU para un tratamiento, logrando recolectar 1.5 millones de dólares con ese objetivo, gracias a las donaciones de más de 80 mil personas.

Mientras tanto, el juez dijo que la terapia en EU era un “terreno desconocido” y que el daño cerebral estructural que padece el bebé no podía ser revertido. Un médico estadounidense también reconoció posteriormente, después de ver documentos sobre la gravedad de la enfermedad, que era “muy improbable” que Charlie mejorara con dicha terapia.

Charlie padece el síndrome de agotamiento mitocondrial, que afecta a sólo 16 niños en todo el mundo. Por esta enfermedad, Charlie no puede escuchar ni tener movimientos involuntarios. Ademas es probable que todo el tiempo esté sintiendo dolor y no puedo comunicarlo de ninguna manera.

Los niños que nacen con este padecimiento no sobreviven a los primeros meses de vida.

Los padres de Charlie tienen hasta tres semanas para impugnar la decisión del juez. Ellos proponen que les permitan someter al bebé al tratamiento experimental y, si no hay posibilidades de mejorar su vida, donar el dinero que recaudaron a una fundación que haga investigaciones para investigar esta extraña enfermedad.

Anteriormente, la madre había expresado que lo único que buscan es tener una oportunidad pues de antemano saben que no será de ninguna forma una cura para su bebé, pero el estudio del agotamiento mitocondrial quizá de luz a otros padres en la misma situación.

“No me gustaría ver a otra vez a una madre y a su hijo pasando por esto”, dijo Connie Yates a la BBC.

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