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Jorge F. Hernández habla de 10 “libros malditos” y advierte: “prohibido prohibir”

domingo, febrero 6th, 2022

Jorge F. Hernández estrena podcast. Una serie sobre 10 libros malditos que se puede escuchar en la plataforma Himalaya. En entrevista con SinEmbargo, el escritor mexicano habló cómo un libro termina prohibiéndose y sobre todo cómo esto no impide que llegue a las manos de las personas.

Ciudad de México, 6 de febrero (SinEmbargo).– “‘Prohibido prohibir’. A mí que no me prohiban nada, nada. Incluso si hay un libro sobre el Ku Klux Klan, la solución no es prohibirlo, la solución es leerlo para que todo mundo pueda darse cuenta del tamaño de imbecilidad que profesa”.

Bajo este argumento, el escritor Jorge F. Hernández estrena el podcast “Libros malditos”, en la plataforma Himalaya, en el cual hace un recorrido por 10 textos que por diferentes razones han sido prohibidos: 

Los versos satánicos, de Salman Rushdie; Lolita, de Vladimir Nabokov; El origen de las especies, de Charles Darwin; Los hijos de Sánchez, de Óscar Lewis;  Los 120 días de Sodoma, del Marqués de Sade; Mi lucha, de Adolf Hitler; Naranja mecánica, de Anthony Burgess; El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger; Ulises, de James Joyce, y El evangelio de Judas.

“Yo soy producto de una generación que leí casi todo lo que me dijeron que no había que leer. Entonces me di cuenta, en primer lugar, que andar haciendo eso provoca precisamente el efecto contrario”, compartió en entrevista con SinEmbargo Jorge F. Hernández, un ​​​​voraz lector desde hace más de 50 años.

F. Hernández mencionó, por ejemplo, que en el caso de Mi lucha, de Hitler, sigue abierto el debate de si se debe o no seguir publicando. Para él, se debe seguir haciéndolo porque “nos acercamos a una época en la que de pronto ya no va a haber sobrevivientes de esa época”.

En ese sentido, se pronunció sobre la reciente prohibición de la novela gráfica del estadounidense Art Spiegelman: “Si se olvida eso (el holocausto), como quieren que se olvide en Tennessee ahora que prohibieron Maus sobre Auschwitz pues es muy probable que se repita”.

Jorge F. Hernández recordó en plática cómo México no ha quedado exento de la prohibición como ocurrió en el sexenio de Vicente Fox cuando el entonces Secretario de Trabajo, el yunquista Carlos Abascal, pidió que se prohibiera Aura de Carlos Fuentes.

“Acuérdate que en México hubo un idiota que quiso prohibir Aura de Carlos Fuentes y lo que provocó fue que se vendieran el triple y Carlos Fuentes… de hecho yo comí con él en esa época y estaba feliz porque de pronto había regalías de una novela que había publicado en 1962 y resucitó la novela”, comentó sobre ese episodio.

De hecho, en el podcast, F. Hernández habla sobre Los hijos de Sánchez, de Óscar Lewis, un libro que describe la vida cotidiana de cuatro hermanos huérfanos de madre y criados por su padre, habitantes de una vecindad de Tepito en la Ciudad de México. “Aspectos como la pobreza, la violencia doméstica, el abuso contra la mujer, el rudo mundo masculino y la vecindad como espacio de identidad son presentados de una manera cruda, lo cual, para la sociedad mexicana resultó un escándalo”, se lee en la reseña sobre ese capítulo.

Cuestionado sobre si hay una prohibición peor que otra, el autor de Un bosque flotante, expresó que el contagio sano de la lectura es lo que debe ayudar a entender que todo atentado contra la creación artística “hay que tratar de abolirlo, de evitarlo”.

“No hay una prohibición peor que otra, todas serían para mí lacerantes, hemos ya vivido a lo largo de muchos años, de décadas, prohibición por raza, prohibición por idioma, prohibición por creencia o fe que es el caso de Los versos satánicos de Salman Rushdie que está en mi lista”, comentó en relación de la obra que aborda el primer capítulo de la serie en el cual se menciona cómo esta obra causó que Rushdie fuera amenazado de muerte por parte de extremistas islámicos.

F. Hernández considera que actualmente la Literatura enfrenta las secuelas de la cancelación, ya que por una parte los propios escritores se limitan a abordar diferentes temas, mientras que por el otro las editoriales contribuyen en esta dinámica.

“También creo que ha habido un incremento en los criterios inquisitoriales de las editoriales. Es decir, ya te están moldeando desde el original: ‘no eso no lo vamos a publicar, no eso lo publicaríamos con un precintado que diga advertencia no apto para menores de 18 años’. En mi caso, que yo estoy mal de la cabeza, diría: ‘hazlo, porque entonces se va vender mucho más’”, señaló. 

Jorge F. Hernández también compartió con quienes estén interesados en escuchar la primera temporada un secreto: “yo estoy loco, por eso hice este podcast, por eso agradezco a Himalaya y por cierto, por eso también voy a hacer una travesura, la palabra secreta para que te den un descuento es “Malditos”. Ponlo en tu artículo. Si tú pones “Malditos” en Himalaya tienes descuento de 65 por ciento en la suscripción… y se supone que es secreto”.

Jorge F. Hernández estrena podcast, una serie sobre 10 libros malditos que se puede escuchar en la plataforma Himalaya. Foto: Cortesía.

***

—¿Cómo un libro se vuelve maldito?

—En el podcast hicimos esta lista de 10 entre Baltazar Domínguez —que es el productor— y yo, pero también nos dimos cuenta que la lista va para varias temporadas. Ojalá podamos hacer una continuación. Yo creo que desde que se lee no falta en el lector común y corriente un primer impulso que diga, ‘que esto no lo lea mi hijo’, ‘que no lo lea mi esposa, porque qué va a pensar’ o mi compadre, ‘si esto lo lee mi compadre y se entera que yo lo leí, entonces va a pensar que yo canto puras de Juan Gabriel’, algo así. 

Hay un instinto casi instantáneo por decir ‘no, ese libro no’. Las tías, las abuelas. Yo soy producto de una generación que leí casi todo lo que me dijeron que no había que leer. Entonces me di cuenta, en primer lugar, que andar haciendo eso provoca precisamente el efecto contrario. Acuérdate que en México hubo un idiota que quiso prohibir Aura de Carlos Fuentes y lo que provocó fue que se vendieran el triple y Carlos Fuentes… de hecho yo comí con él en esa época y estaba feliz porque de pronto había regalías de una novela que había publicado en 1962 y resucitó la novela.

Yo creo que se dan las prohibiciones por ese instinto instantáneo. Ahora, tienes que tener una amplitud de conciencia y criterio para volverte loco, como yo, y en primer lugar decir, a ver no, ‘prohibido prohibir’. A mí que no me prohiban nada, nada. Incluso si hay un libro sobre el Ku Klux Klan, la solución no es prohibirlo, la solución es leerlo para que todo mundo pueda darse cuenta del tamaño de imbecilidad que profesa. En este podcast es el caso de Mein Kampf de Hitler, Mi lucha, que sigue abierto el debate si se debe o si no se debe seguir publicando. Yo creo que se debe seguir publicando porque nos acercamos a una época en la que de pronto ya no va a haber sobrevivientes de esa época y si se olvida eso, como quieren que se olvide en Tennessee ahora que prohibieron Maus sobre Auschwitz pues es muy probable que se repita.

—¿Qué es lo que atrae a los lectores hacia estos libros prohibidos?

—Mientras sigan existiendo lectores, ya sea en pantalla o en papel, si la humanidad sigue siendo lectora, quiere decir que la humanidad ojalá siga siendo curiosa y lo que más despierta la curiosidad son las cortapisas a la curiosidad. Es decir, basta que alguien diga, ‘te traje una sorpresa’, tapándola, para que vuele la imaginación y creas, ‘¿es una paleta o un centenario?’. Ahí cada quien enseña el cobre, ¿no? A mí me dicen ahora, ‘te traigo una sorpresa’, y yo me pongo feliz creyendo que es un chocolate porque lo tengo prohibido… y resulta que es una dieta que un güey imprimió porque le fue muy bien con esa dieta, pues menuda sorpresa.

En el caso de los libros también creo que hay un reciclaje de las condenas o un reciclaje de los pecados. En mi lista, en esta primera lista del podcast, está Lolita de Nabokov, bueno es muy probable que hoy en día ya no cause tanto escándalo como causó hace 60 años cuando a ese inmenso escritor se le ocurrió llevar a una editorial su original.

Pero por ejemplo, el Ulises de James Joyce, que también está en el podcast, yo creo que sería muy complicado que lo publicaran hoy. Si de por sí fue complicado que lo publicó hace 100 años, lo publicó gracias a dos locas, las que eran las dueñas de la librería Shakespeare and Company en París que le metieron landa y dijeron bueno vamos a publicar a este orate, pero hoy en día ve tú a saber qué editorial se aventaría el trompo de publicar un mamotreto, además, que tiene temas muy delicados, todavía, la infidelidad, la libertad sexual, pero que además está escrito con una prosa que prácticamente inventó Joyce. Hoy en día ve tú a saber si le dirían, ‘no mira, no solamente es políticamente incorrecto, sino que además, pues no se entiende y nosotros lo que hacemos es vender libros así que búscate, un podcast’.

—De los libros que hablas todos enfrentan una prohibición distinta. El resultado es el mismo, pero los motivos son distintos. ¿Hay una prohibición peor que otra?

—Como yo soy militante del axioma, ‘prohibido prohibir’, cualquier tipo de prohibición yo estaré en contra de ella. Incluso, por motivos de salud. Es decir, si puedo, me voy a echar un chocolatito al rato, aunque lo tengo prohibido y sé que no debo, que está mal, que me van a regañar todas las personas que me oigan. 

El contagio sano de la lectura lo que debe ayudarte a entender es que todo atentado contra la creación artística hay que tratar de abolirlo, de evitarlo, de rodearlo, sea pintura, poesía, danza, teatro, pero lo que me toca a mí que es la prosa, que son artículos, ensayos, crónicas, cuento y novela, no hay una prohibición peor que otra, todas serían para mí lacerantes, hemos ya vivido a lo largo de muchos años, de décadas, prohibición por raza, prohibición por idioma, prohibición por creencia o fe que es el caso de Los versos satánicos de Salman Rushdie que está en mi lista.

Pero mira El guardián entre el centeno estuvo, digamos, errado con el mote de prohibido, primero porque hablaba de este joven Holden Caulfield, que desató un delirio entre muchos de los lectores que incluso llegaron a disfrazarse como el personaje e iban a la casa de (J. D.) Salinger a darle lata, por eso se fue a vivir a un bosque y se encerró. Estaba harto ya de los personajitos, pero luego ese libro que estaba leyendo el que mató a John Lennon, que no hay que decir su nombre en voz alta, entonces el libro quedó un poco maldecido por ese hecho, por ese horror, y yo lo que digo con el podcast es: no pasa nada si lees estos 10 libros y hay gato encerrado, sino los has leído vete a la librería y cómpralos y si ya los leíste vuélvelos a leer y a ver si estamos de acuerdo en la ridiculez de su prohibición.

Jorge F. Hernández es un ​​​​voraz lector desde hace más de 50 años. Foto: Cortesía.

—No podemos soslayar que vivimos en tiempos de cancelación de ciertos productos sociales y culturales. ¿Consideras que la Literatura se ha visto afectada?

—Sí se ve afectada de dos formas. Una que es la que más me duele a mí que es los propios escritores que se autolimitan o que se censuran a sí mismos y dicen ‘yo no soy capaz de hablar del narco porque me voy a meter en un problema con el narco’. A ver, los heróicos periodistas que han dado su vida en pro de la información son cuates que se han jugado la vida por no callarse. Eso debería servir de ejemplo para el poeta; no tienes porqué limitarte, y el pintor; tú quieres pintar a Zapata encuerado arriba de un caballo, yo no te voy a prohibir eso, puedo externar mi opinión, me parece de mal gusto, me parece que tiene mejores nalgas el caballo que el propio Zapata que pintaste, pero eso es muy tu Zapata, es tu rollo. 

En ese sentido, también creo que ha habido un incremento en los criterios inquisitoriales de las editoriales. Es decir, ya te están moldeando desde el original: ‘no eso no lo vamos a publicar, no eso lo publicaríamos con un precintado que diga advertencia no apto para menores de 18 años’. En mi caso, que yo estoy mal de la cabeza, diría: ‘hazlo, porque entonces se va vender mucho más’. 

Pero yo estoy loco, por eso hice este podcast, por eso agradezco a Himalaya y por cierto, por eso también voy a hacer una travesura, la palabra secreta para que te den un descuento es “Malditos”. Ponlo en tu artículo. Si tú pones “Malditos” en Himalaya tienes descuento de 65 por ciento en la suscripción… y se supone que es secreto.

—Lo cierto es que la cancelación también ha ido de manera regresiva…

—Por su puesto. No dudo que va a resurgir lo que le pasó a Fray Luis de León hace siglos, aquí muy cerca, yo estoy en Madrid y ese pobre hombre aquí en Salamanca se le ocurrió leer el Cantar de los cantares que está en la Biblia y decir en un aula ‘pues esto sí se refiere al cuerpo humano’. O sea, los pechos que menciona son pechos de mujer. Lo oyó la Inquisición y adiós brother, lo encerraron. Lo bueno es que tuvo la oportunidad maravillosa y ejemplar de que después de su encarcelamiento salió, volvió a la cátedra y dijo: ‘como decíamos ayer…’ y dijo exactamente lo que había dicho antes de que lo encarcelaran. 

Mira, acá, se hizo un escándalo con la canción española que va representar en España en el festival de Eurovisión. La canción que todo mundo daba por hecho que ganaba es una canción que habla de la teta, así abiertamente, y la cantante que quería enseñarla, pues lo tenía prohibido por la televisión, pero sí sacó un poster, una imagen. Resulta que como imagen sí la puedes mostrar, pero no podemos mostrar la de a de veras, y yo que tengo siempre me debo de andar tapando. Pues no ganó y hubo muchos comentarios de la derecha y de la extrema derecha diciendo que era una vergüenza tratar de proponer como canción para representar a España, una canción que hablaba del seno femenino.

En los libros ha pasado lo mismo. Es decir, hay editoriales que se aprovechan de eso para el marketing y entonces ya no es tan puro el descaro. Y te lo hueles y dices, ‘ay, este autor está pisando esos callos porque quiere vender un millón de ejemplares, pero no es porque realmente sienta lo que escribió. Lo bueno de ser lectores es que te das cuenta quiénes te están tomando el pelo, y por eso me parece que este podcast lo bueno que tiene es que esto abre una conversación entre tú y yo sobre 10 títulos que de alguna u otra manera, en su momento, fueron prohibidos. 

—¿Hubo algún libro que sentiste que se quedaba fuera de estos 10, vamos a ver una segunda temporada de tu podcast?

—Ojalá y haya otra serie, ojalá y se vuelva permanente porque es interminable. A mí me propusieron unos títulos y yo propuse otros, y dejamos algunos con asterisco por si salía chafa alguna de las grabaciones, pero afortunadamente salieron muy bien y dicen que mi voz se oye de poca madre, pero yo me oigo y me da risa.

Y sí, me quedé con ganas de hablar de Vida y destino de Vasili Grossman, que es la novela de este autor ruso que fue proscrita, fue prohibida en la Unión Soviética, y el hombre murió sin saber que pues medio siglo después lo estamos leyendo y todo mundo quiere abrazarlo y ese señor ya se murió. También dudé, por ejemplo, de Salman Rushdie, Los versos satánicos, y sin embargo se justifica porque como lo conocí me tocó ver en carne propia, es decir, conocer lo que ese hombre sufrió por su prohibición; literalmente lo amenazaron de muerte. 

Yo creo que quedó bastante jugoso y tentador el primer paquete y ojalá sea pretexto para volver a vernos y comentar la siguiente ronda.

Quizás el padre contribuyó en la creación del monstruo: 31 cartas dan detalles inéditos de Hitler

jueves, febrero 25th, 2021

Las 31 cartas que fueron descubiertas hace tres años y escritas por Alois Hitler presentan “una nueva imagen del joven Adolf”.

Por Wanda Rudich

Viena, 25 de febrero (EFE).– Solitario, casi sin amigos en sus primeros 18 años, en los que se mudó 18 veces, el dictador nazi Adolf Hitler (1889-1945) es “impregnado” por su padre, un funcionario aduanero de provincia, con ambiciones fracasadas, carácter agrio y posturas nacionalistas.

Es la tesis que sostiene la primera biografía de Alois Hitler (1837-1903) que, publicada esta semana en alemán y basada en 31 cartas inéditas descubiertas hace tres años, traza los rasgos de un hombre gruñón, que se cree “sabelotodo” y desprecia a su entorno.

“El hijo copió a su padre de una manera bastante exacta. Lo admiraba, aunque también se rebeló contra él y al mismo tiempo hizo todo lo posible por superarlo”, explica a Efe el historiador austríaco Roman Sandgruber.

Durante más de un siglo, las cartas que Alois Hitler escribió a lo largo de un año al hombre que le había vendido una casa de campo en Alta Austria sobrevivieron olvidadas en un desván, antes de que una bisnieta del destinatario las descubriera allí.

Imagen del historiador austríaco Roman Sandgruber cedida por la Editorial Styria. Foto: Harald Eisenberger, EFE.

HALLAZGO SENSACIONAL

“Es un hallazgo sensacional porque prácticamente no existía nada escrito sobre el padre de Hitler”, cuenta Sandgruber, catedrático emérito de Historia de la Universidad Johannes Kepler de Linz (Austria).

MANUSCRITOS REVELADORES

Redactados en un lenguaje oficialista rebuscado, y salpicado con términos dialectales, los manuscritos, que abarcan el año 1895, son para el historiador “muy reveladores”.

El dictador nazi, el asesino en masa más grande de la historia, es probablemente el personaje más estudiado de la historia, con cerca de 150 mil publicaciones y biografías.

El hecho de que hasta ahora no había entre ellas ninguna obra sobre su progenitor “puede deberse a la escasez de fuentes”, señala Sandgruber en su libro titulado El Padre de Hitler. Cómo el hijo se convirtió en dictador.

REVISIÓN DE LA HISTORIA

La nueva luz que arrojan las cartas obligó a Sandgruber a revisar tesis anteriores sobre la vida de la familia y presenta “una nueva imagen del joven Adolf Hitler”.

De padre desconocido, “los orígenes de Alois Hitler están rodeados de mitos, fabricaciones y conjeturas”, cuenta el historiador.

En buena parte porque su hijo, cuando se hizo poderoso, buscó “ocultar su propia historia y la de sus padres y antepasados” o “retorcerla en su propio beneficio”, explica.

Los nuevos descubrimientos contrastan con las imágenes idealizadas que dibuja Hitler sobre el padre en su obra Mi lucha.

GRAN INFLUENCIA

El manojo de cartas de Alois Hitler, el padre del dictador nazi Adolf Hitler, cedida por la Editorial Styria. Foto: Harald Eisenberger.

La principal conclusión es que la influencia de la personalidad de Alois fue mucho más decisiva de lo que se suponía hasta ahora: “Hasta las firmas del padre y del hijo son idénticas”, destaca Sandgruber.

“Las cartas revelan muy claramente cómo Alois se siente superior a los demás. Expresa mucho desprecio hacia la burocracia, los notarios, los abogados, los jueces, los sirvientes y los campesinos de la zona”, explica el historiador en una entrevista telefónica.

“Esa imagen es exactamente la misma que la de Adolf Hitler: un autodidacta que se cree mejor que los demás”, añade.

Todo apunta a que Hitler hijo absorbió desde temprano del padre la ideología del nacionalismo germano del siglo XIX, plagado de odio hacia los eslavos, especialmente hacia los checos.

Si bien Sandgruber no encontró manifestaciones antisemitas en las cartas de Alois, otros documentos dejan claro que el futuro dictador llegó a Viena ya convertido en un antisemita convencido.

Por otra parte, las misivas corrigen la imagen de la madre, Klara Hitler (1860-1907), la tercera esposa de Alois, quien en una de las cartas la describe como una mujer emprendedora y enérgica.

Eso queda lejos de la visión de “una mujer sumisa, dedicada exclusivamente a sus hijos”, según el ideal nazi.

Las cartas revelan además la situación financiera de la familia y que el capital con el que Alois buscó convertirse en “un señor agricultor independiente” provenían en realidad de Klara.

El padre de Hitler fracasa por completo en ese intento, “tanto financieramente como por su falta de capacidad organizadora” y la familia vive al borde de la quiebra.

La treintena de cartas, que llegaron al siglo XXI bien conservadas, con sobre, sellos y matasellos, será entregada a un museo o archivo para “que cualquiera que quiera pueda verlas”, concluye Sandgruber.

La terrible metamorfosis de Adolf a Hitler: escribe Thomas Weber

sábado, julio 28th, 2018

De Adolf a Hitler es el apasionante relato de cómo un tipo solitario, torpe y desempleado, sin cualidades de liderazgo reconocibles y con ideas políticas fluctuantes, se convirtió en el líder seguro de sí mismo y violentamente antisemita con quien por desgracia el mundo pronto se familiarizaría.

Ciudad de México, 28 de julio (SinEmbargo).-El prestigioso y galardonado historiador Thomas Weber desnuda el mito para contar la historia real de la politización y radicalización de Hitler y mostrar cómo, lejos de la imagen de líder sólido y completo que Hitler quiso presentar en Mi lucha, sus ideas y prioridades no estuvieron definidas hasta bien entrados los años veinte.

La historia de la transformación de Hitler no se entiende sin una coincidencia fatídica: tras una etapa de oscilación oportunista entre la izquierda y la derecha, el futuro dictador emergió como un líder asombrosamente flexible de la derecha en Múnich y logró reunir al establishment de Baviera para apoyar el famoso putsch cervecero de 1923. Para los alemanes y para el mundo la tragedia fue que Hitler se encontrara en esa ciudad tras la guerra, sin lo cual su giro hacia el nacionalsocialismo nunca habría tenido lugar.

Weber traza con brillantez esta terrible metamorfosis y amplía de manera radical nuestra comprensión de cómo Hitler se convirtió en un demagogo letal. Gana un ejemplar del libro, contestando las siguientes preguntas a [email protected]

¿Cuál es la editorial que publicó la nueva biografía de Adolf Hitler?

¿Quién es el autor?

¿Cómo era Hitler en su juventud?

Una nueva y reveladora biografía de Adolf Hitler. Foto: Especial

Fragmento del libro De Adolf a Hitler, de Thomas Weber, con autorización de Taurus

El 14 de diciembre de 1918 fue una jornada memorable para el nacionalsocialismo. Aquel apacible día, el candidato de un partido nacionalsocialista entró por primera vez en un Parlamento nacional. Tras el recuento de votos resultó que el 51,6 por ciento de los electores de la circunscripción de Silvertown, un barrio obrero de Essex pegado a Londres, había elegido a John Joseph “Jack” Jones, del Partido Nacionalsocialista, para representarlos en la Cámara de los Comunes británica.

El nacionalsocialismo era el vástago de dos grandes corrientes políticas del siglo XIX. Su padre, el nacionalismo, era un movimiento de carácter emancipador, nacido durante la Ilustración, que aspiraba a transformar los estados dinásticos en estados nacionales, y a echar abajo todos los reinos e imperios durante el siglo y medio posterior a la Revolución francesa. Su madre, el socialismo, emergió cuando la industrialización se adueñó de Europa y generó una clase obrera empobrecida durante el proceso; alcanzó la mayoría de edad tras la gran crisis del liberalismo, desencadenada por el colapso de la Bolsa de Viena en 1873.

Durante su infancia, el nacionalsocialismo medró sobre todo allí donde la volatilidad económica de finales del siglo XIX y principios del XX vino a coincidir con imperios dinásticos multiétnicos en crisis. No es de extrañar, por tanto, que los primeros partidos nacionalsocialistas se constituyeran en el Imperio austrohúngaro.El Partido Nacionalsocialista Checo se fundó en 1898. Más tarde, en 1903, surgió en Bohemia el Partido Obrero Alemán, que en mayo de 1918 cambió su nombre por el de Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y se dividió en dos ramas, una afincada en Austria y la otra en los Sudetes, los territorios bohemios de habla alemana. Asimismo, algunos sionistas hicieron públicos sus sueños “nacionales sociales”. El nacionalsocialismo no fue, por consiguiente, un hijo de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, sí alcanzó la pubertad durante ese conflicto y creció políticamente cuando los socialistas de toda Europa se plantearon si debían apoyar o no las acciones bélicas de sus respectivos países y cuando los políticos que se oponían al capitalismo y al internacionalismo rompieron con los partidos en los que militaban. Esos dos factores permitieron al nacionalsocialismo avanzar en Gran Bretaña hasta alcanzar el palacio de Westminster.

Alemania, en cambio, se sumó más tarde a la historia del nacionalsocialismo. Pasaron seis años desde que Jack Jones salió elegido representante en la cámara baja del Parlamento británico hasta que el primer político nacionalsocialista alemán (bajo las siglas de Partido Nacionalsocialista de la Libertad) entró como representante electo en el Reichstag. Y hasta 1928, diez años después de aquel primer diputado nacionalsocialista de Gran Bretaña, los candidatos del partido que dirigía Adolf Hitler no fueron elegidos como miembros del Parlamento de la nación.

Cuando se fundó en Gran Bretaña el Partido Nacionalsocialista, en 1916, Adolf Hitler, el futuro líder del partido nacionalsocialista de Alemania, todavía era un tipo raro y solitario con opiniones políticas volubles. Su transformación en un líder carismático y un político intrigante con ideas nacionalsocialistas firmes y convicciones extremistas y antisemitas no comenzó hasta 1919, y no se completó hasta mediados de la década siguiente. Ocurrió en Múnich, adonde Hitler se mudó en 1913; una ciudad que, a diferencia de Silvertown y de muchas de las ciudades del imperio de los Habsburgo, se mantuvo políticamente estable hasta el fin de la Primera Guerra Mundial.

Aunque el tema central de este libro son los años transcurridos entre 1918 y mediados de la década de los veinte, cruciales en la vida de Hitler, también se relata el éxito tardío del nacionalsocialismo en Alemania. Además, se recoge la historia de la transformación política de Múnich, la capital de Baviera, ciudad donde Hitler se hizo un nombre, un lugar que tan solo unos años antes se habría considerado uno de los más improbables para el súbito estallido y triunfo de la demagogia y de la agitación política.

Cuando me hice historiador, jamás pensé que acabaría escribiendo tan exhaustivamente sobre Adolf Hitler. Como estudiante de posgrado fue todo un honor, y aún lo es, desempeñar un pequeño papel en la confección del primer volumen de la magistral biografía de Hitler escrita por Ian Kershaw, para el que me encargué de recopilar la bibliografía. Pero, teniendo en cuenta el gran número de excelentes estudios sobre esta figura publicados entre los años treinta y finales de los noventa —cuando apareció la biografía de Kershaw—, dudaba seriamente que pudiera decirse algo nuevo y relevante sobre el líder del Tercer Reich. Como alemán crecido en los años setenta y ochenta me preocupaba, además, al menos de forma inconsciente, que escribir sobre Hitler pareciese una disculpa. Es decir, me inquietaba regresar a mediados de siglo, cuando muchos alemanes intentaron culpar de los numerosos crímenes del Tercer Reich únicamente a Hitler y a un número reducido de personas en su entorno.

Sin embargo, cuando terminé de escribir mi segundo libro, a mediados de la primera década de este siglo, empecé a ser consciente de las taras que había en nuestra comprensión de Hitler. Por ejemplo, ya no estaba tan seguro de que supiéramos realmente cómo se convirtió en un nazi y de que pudiéramos, por tanto, sacar de su metamorfosis alguna lección adecuada para nuestros tiempos. No es que los historiadores precedentes carecieran de talento. Más bien al contrario; algunos de los mejores y más incisivos libros sobre Hitler se escribieron entre los años treinta y los setenta. Pero todas esas obras solo podían ser tan buenas como lo permitían las pruebas y las investigaciones al alcance en esa época, ya que todos estamos, necesariamente, sentados sobre hombros de gigantes.

En la década de los noventa, la idea establecida de que Hitler ya se había radicalizado siendo aún muy joven, en Austria, se reveló como una de sus propias mentiras interesadas. Los investigadores llegaron entonces a la conclusión de que si Hitler no se había radicalizado durante su adolescencia en la frontera entre Austria y Alemania, ni en su juventud en Viena, la metamorfosis política, por tanto, debió de ocurrir después. La nueva teoría sostuvo que Hitler se había convertido en un nazi debido a sus experiencias en la Primera Guerra Mundial o a la combinación de estas con la revolución que transformó la Alemania imperial en una república. A mediados de la primera década de este siglo, esa teoría ya no tenía mucho sentido para mí, puesto que era incapaz de obviar sus muchos puntos débiles.

Así que me dispuse a escribir un libro sobre los años de Hitler durante la Primera Guerra Mundial y el impacto que tuvieron en el resto de su vida. Mientras me abría camino entre archivos y colecciones privadas en desvanes y sótanos de tres continentes, me di cuenta de que el relato que Hitler y sus propagandistas urdieron sobre sus años en la guerra no solo era una exageración con una base de verdad, sino que esa misma base era perversa. A Hitler no lo admiraron sus camaradas del ejército por su valentía fuera de lo común, ni fue tampoco el resultado típico de las experiencias bélicas que habían vivido los hombres del regimiento en el que servía. No era la personificación del soldado desconocido de Alemania a quien sus experiencias como correo en el frente occidental habían empujado al nacionalsocialismo y cuya única diferencia con sus camaradas eran sus extraordinarias dotes de mando.

El libro que escribí, La primera guerra de Hitler, reveló a alguien muy distinto de aquel que nos resultaba tan familiar. Tras alistarse como voluntario extranjero en el Ejército de Baviera, Hitler pasó toda la guerra en el frente occidental. Como la mayoría de los hombres de su unidad —el Decimosexto Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva, conocido como el Regimiento List—, no se radicalizó por sus experiencias en Bélgica y el norte de Francia. Volvió del frente con ideas políticas confusas. Cualesquiera que fueran sus opiniones sobre los judíos por aquel entonces, no las consideró lo suficientemente importantes como para expresarlas. No hay ningún indicio de tensiones entre Hitler y los soldados judíos de su regimiento.

Sus opiniones eran las de un austriaco que odiaba a la monarquía de los Habsburgo con todo su corazón y que soñaba con una Alemania unida. Por lo demás, parece que osciló entre las diferentes ideas colectivistas de izquierdas y de derechas. Contrariamente a lo que afirma en Mi lucha, no hay pruebas de que Hitler ya estuviera en contra de la socialdemocracia y otras ideologías izquierdistas moderadas. En una carta que le escribió en 1915 a un viejo conocido suyo de Múnich, desvelaba algunas de sus convicciones políticas durante la guerra. En ella expresaba, por ejemplo, la esperanza de “que aquellos de nosotros que tengamos la suerte de regresar a la patria encontremos un lugar más puro, menos infestado de influencias extranjeras; de que los sacrificios cotidianos y las penurias de cientos de miles de nosotros y los ríos de sangre que fluyen sin descanso día tras día contra un mundo internacionalista enemigo no solo ayuden a aplastar a los adversarios externos de Alemania, sino que hagan caer también al internacionalismo que habita entre nosotros”. Y añadía: “Esto sería mucho más valioso que cualquier anexión territorial”.

En su contexto, se ve claro que el rechazo del “internacionalismo interno” de Alemania no debe leerse como dirigido en primer lugar y sobre todo contra los socialdemócratas. Hitler tenía en la cabeza algo más, también menos específico; un rechazo de cualquier idea que cuestionase la fe en la nación como punto de partida de toda interacción humana. Esto incluía la oposición al capitalismo internacional, al socialismo internacional (es decir, a los socialistas que, a diferencia de los socialdemócratas, no permanecieron del lado de su país durante la guerra, llevados por el sueño de un futuro sin estados ni naciones), al catolicismo internacional y a los imperios dinásticos multiétnicos. Sus ideas imprecisas de los tiempos de la guerra sobre una Alemania unida y libre de internacionalismos no apuntaban a ningún futuro político concreto. Por supuesto, su cabeza no era una tabula rasa. Pero los futuros posibles aún contenían un surtido bastante amplio de ideas políticas de izquierdas y de derechas entre las que se incluían ciertos rasgos socialdemócratas. En resumen, al término de la guerra su futuro político estaba aún por determinar.

Aunque Hitler, como la mayoría de los integrantes del Regimiento List, no se radicalizó políticamente entre 1914 y 1918, fue, sin embargo, cualquier cosa menos el resultado típico de las experiencias bélicas vividas por los hombres de su unidad. Al contrario de lo que afirmaba la propaganda nazi, los soldados de la primera línea de aquel regimiento no lo ensalzaron por su valentía. En lugar de eso, a él y a los que, como él, prestaban servicio en los cuarteles generales del regimiento los trataban con desdén y los llamaban Etappenschweine (literalmente, “puercos de retaguardia”), porque en apariencia llevaban una vida fácil a varios kilómetros del frente.

Pensaban, además, que los hombres como Hitler obtenían sus medallas al valor por besar la mano de los superiores en los cuarteles generales del regimiento.

Objetivamente hablando, Hitler fue un buen soldado, concienzudo y meticuloso. Pero la historia de un hombre al que despreciaba la primera línea de su unidad, con un futuro político sin definir aún, no lo habría beneficiado cuando intentaba utilizar los años de servicio durante la guerra para labrarse una carrera política en la década de los veinte. Lo mismo ocurría con sus superiores, quienes, aunque valoraban su lealtad, no veían en él ningún talento para el mando; para ellos, Hitler era el prototipo de alguien hecho para obedecer, no para dar órdenes. Ciertamente, nunca estuvo al mando de ningún hombre durante toda la guerra, y, de hecho, sus camaradas del personal de apoyo —quienes, a diferencia de los soldados del frente, apreciaban su compañía— lo consideraban poco más que un solitario entrañable, alguien que no acababa de encajar y que no iba con ellos a los bares y burdeles del norte de Francia.

Hitler inventó en los años veinte una versión de sus experiencias durante la Primera Guerra Mundial que no tenía ninguna base real, pero que le permitió asentar un mito fundacional de sí mismo, del partido nazi y del Tercer Reich muy útil políticamente. En los años siguientes reescribiría el relato cada vez que fuera necesario para obtener ventajas políticas. Y asentó esta historia sobre esas supuestas experiencias de guerra tan implacablemente y con tanta eficacia que, durante décadas después de su muerte, se creyó que, en esencia, era verdad.

Pero, si la guerra no “hizo” a Hitler, cabe entonces preguntarse: ¿cómo fue posible que, en tan solo unos pocos años desde su regreso a Múnich, ese soldado del montón —ese tipo raro y solitario con unas ideas políticas volubles— se convirtiese en un demagogo nacionalsocialista profundamente antisemita? Igual de llamativo es que en cinco años escribiese un libro con la pretensión de resolver todos los problemas políticos y sociales del mundo. Desde la publicación de La primera guerra de Hitler, han aparecido unos cuantos libros que intentaban responder a estas cuestiones. En todos ellos se acepta, más o menos, que no fue la guerra la causante de la radicalización de Hitler y se propone que Hitler se convirtió en Hitler en el Múnich posrevolucionario, cuando absorbió unas ideas que ya eran moneda de uso corriente en la Baviera de posguerra. Se presenta a un Hitler movido por el deseo de venganza, que utilizó su talento oratorio para clamar contra los, a su juicio, responsables de la derrota alemana en la guerra y de la revolución. Por lo demás, no se le toma en serio como pensador y se recoge la idea de que, al menos hasta mediados de los años 1920, no mostró muchas dotes para la intriga política. En resumen, se le representa como alguien con unas ideas más bien inalterables y poca ambición personal, que se dejó llevar tanto por otras personas como por las circunstancias.

Al leer los nuevos libros sobre Hitler de los últimos años, me pareció contrario al sentido común que, tal como afirmaban, absorbiera de pronto todo un conjunto completo de ideas políticas al término de la Primera Guerra Mundial y cargara con ellas el resto de su vida. Pero solo mientras escribía este libro me di cuenta de lo desencaminados que andaban esos autores. Hitler no fue un hombre vengativo con unas ideas políticas fijas, llevado por otros y sin demasiada ambición personal. Por entonces, también empecé a ver lo importantes que son los años de la metamorfosis de Hitler —desde el final de la guerra hasta que escribió Mi lucha— para comprender las dinámicas del Tercer Reich y del Holocausto.

La opinión de que simplemente absorbió unas ideas muy comunes en la Baviera de aquella época me parecía inverosímil porque su relación con Múnich y Baviera durante la guerra ya había sido de amor-odio. Como alguien que soñaba con una Alemania unida, un pangermanista, como se decía en aquellos años, a Hitler le molestaba profundamente el regionalismo bávaro, católico y antiprusiano, que anteponía de forma desmedida los intereses de Baviera y preponderaba en el más meridional de los estados alemanes y entre los soldados de su regimiento. Es importante recordar que Baviera, como entidad política, es bastante más antigua que Alemania y que entró a formar parte de esta cuando se constituyó el Imperio alemán, encabezado por Prusia, en 1871. El nuevo imperio era una federación de reinos y principados alemanes donde Prusia era solo el estado más extenso.Todos ellos conservaron gran parte de su soberanía: Baviera tenía su propio rey, sus Fuerzas Armadas y su Ministerio de Asuntos Exteriores. El emperador Guillermo, a pesar de sus bravuconadas, no era más que el primero entre iguales.

En el invierno de 1916-1917, el sentimiento antiprusiano y el regionalismo bávaro resurgieron con fuerza en Múnich, mientras Hitler se recuperaba de las heridas que había recibido en el muslo durante la batalla del Somme. De ahí que en lo posterior no mostrase el menor interés en visitar Múnich, en las dos ocasiones en que le concedieron un permiso. Prefirió, en ambas oportunidades, quedarse en Berlín, capital de Prusia y del Imperio alemán. Preferirla a Múnich significaba un rechazo doble a esta última. No era solo una decisión contra Múnich y Baviera, sino una a favor de Berlín y de Prusia, en una época en que nadie odiaba tan intensamente a los prusianos en toda Alemania como los bávaros, pues muchos de ellos pensaban que la culpa de que la guerra siguiera en marcha era de Prusia.

Frente a la imagen que a veces se transmite de Baviera como cuna del partido nazi, su desarrollo político aparecía en un principio esperanzador, al menos hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. Desde la perspectiva de antes de la guerra, era razonable pensar que, tarde o temprano, Baviera se acabaría democratizando por completo. La opinión, bastante común, de que la democracia alemana nació muerta debido a la revolución fallida e incompleta que tuvo lugar tras la guerra y que, en última instancia, condujo al país hacia el abismo después de 1933 se basa en la suposición errónea de que el cambio revolucionario hacia una república era una condición previa para la democratización de Alemania. Es una consecuencia de la excesiva devoción por el espíritu de las revoluciones americana y francesa de 1776 y 1789 respectivamente. Y una consecuencia, también, de la ignorancia en torno a lo que podría llamarse el espíritu de 1783, el último año de la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Aquel año señaló el comienzo de una era de reformas graduales, cambios progresivos y monarquía constitucional en Gran Bretaña y en el resto de su imperio. A lo largo del siguiente siglo, el espíritu de 1783 tuvo tanto éxito en todo el mundo como lo tuvieron el de 1776 y el de 1789 en la difusión de la libertad, del estado de derecho y de los ideales humanitarios, así como en la promoción de la democracia. Significativamente, la propia tradición democrática de Baviera compartía rasgos fundamentales con el espíritu de 1783, pero no con el de 1776 ni el de 1789.

Antes de la guerra, Baviera se encaminaba hacia la democratización del sistema político. Los socialdemócratas, los liberales y el ala más progresista del Partido Católico de Centro habían aceptado las reformas graduales y la monarquía constitucional. Con sus actos, los miembros de la familia real bávara habían dado el visto bueno también, antes de la guerra, a la transición hacia una democracia parlamentaria. En especial el príncipe heredero, Ruperto, pretendiente de los Estuardo a la corona británica y conocido por sus libros de viajes etnográficos, en los que recogía sus aventuras alrededor del mundo (China, India y Japón incluidos) y sus marchas en caravana, de incógnito, a través de Oriente Medio hasta Damasco, adonde lo llevaron los judíos de la ciudad. Pero también la hermana del rey Luis, la princesa Teresa de Baviera. No solo se convirtió en una zoóloga, botánica y antropóloga de prestigio y exploró los desiertos de Sudamérica, el interior de Rusia y otras partes del mundo, sino que además era conocida, dentro de la familia, como “la tía demócrata”.

La princesa Teresa era la personificación, en muchos aspectos, del lugar donde vivía y en el que nacería el partido nazi; Múnich, una vieja ciudad medieval que fue ya en aquella época la cuna de la casa de Wittelsbach, los regentes de Baviera. Sin embargo, como Baviera fue durante mucho tiempo uno de los lugares más aislados de Europa, Múnich no tuvo nunca la importancia de otros grandes centros urbanos del continente. Su transformación en una elegante ciudad, consagrada a las artes, empezó en el siglo XVIII. Cuando Hitler llegó, era famosa por su belleza, su ambiente artístico y su liberalismo, que coexistían con las tradiciones populares bávaras, marcadas por el catolicismo, la cultura de las cervecerías, los Lederhosen (pantalones cortos de cuero) y las bandas de música. Schwabing, el barrio más bohemio de la ciudad, era como el Montmartre parisino; pero solo unas calles más allá, la vida seguía pareciéndose a la de la Baviera rural, debido a la gran afluencia de inmigrantes campesinos que se habían mudado allí desde las zonas rústicas del Estado unas décadas antes. Difícilmente alguien habría podido imaginar en el Múnich de antes de la guerra que aquella ciudad sería la cuna del extremismo político.

Cuando escribí La primera guerra de Hitler, vi claro que las explicaciones anteriores acerca de cómo Hitler llegó a convertirse en nazi ya no se sostenían. La investigación y la escritura del libro me permitieron comprender el papel que realmente representó la guerra en el desarrollo de Hitler, así como la importancia política que tendría en los años venideros su relato inventado sobre su experiencia bélica. Pero todo esto dio pie a un nuevo enigma: ¿cómo es posible que Hitler se transformara, en tan solo un año, en un consumado propagandista del incipiente partido nazi, y que muy poco después llegara a convertirse no solo en el jefe de ese partido sino también en un político hábil e intrigante?

La respuesta que se ha dado en varias ocasiones y con distintas variantes, desde la publicación de Mi lucha, ha consistido en presentar a Hitler como un hombre que volvió de la guerra con una inclinación derechista radical, si bien imprecisa; alguien que mantuvo la cabeza gacha durante los meses de la revolución de la que fue testigo en Múnich y que, de pronto, en el otoño de 1919, se politizó al empaparse como una esponja y asimilar las ideas de una serie de personas que conoció por entonces en el ejército, en Múnich. Aun respetando al máximo a los historiadores que promueven esa versión de los hechos, las pruebas de que disponemos acerca de cómo Hitler se convirtió en un nazi apuntan, tal como sostengo en este libro, en otra dirección muy diferente.

De Adolf a Hitler también refuta la opinión de que Hitler no era más que un nihilista y un tipo mediocre y vulgar. También rebate el que, hasta la escritura de Mi lucha, actuase solamente como “escudero” de otros. Este libro se opone a la propuesta de que Hitler se comprende mejor si se lo considera alguien “dirigido” por algún otro y de que fue poco más que una superficie casi vacía donde los alemanes pudieron proyectar sus deseos e ideas. Es más, este libro rechaza la creencia de que Mi lucha sea tan solo la recopilación de las ideas que Hitler difundió desde 1919.

Según sus propias declaraciones en Mi lucha, la cuasiautobiografía publicada a mediados de los años veinte, se convirtió en el Hitler que todos conocemos al final de la guerra, en medio de la revolución de izquierdas que estalló a principios de noviembre y que acabó con todas las monarquías alemanas. En aquel tiempo, estaba de vuelta en Alemania tras haber sido víctima de un ataque con gas mostaza en el frente occidental. En Mi lucha describió su reacción cuando el pastor del hospital militar de Pasewalk, cerca del mar Báltico, le transmitió las últimas noticias; que la revolución había estallado, la guerra había terminado y Alemania había perdido. Según dice en Mi lucha, salió corriendo de la sala mientras el pastor estaba hablando aún a los pacientes: “No podía permanecer allí más tiempo. Mientras la negrura cubría de nuevo mis ojos, tropezando, a tientas, llegué a mi dormitorio, me dejé caer en mi catre y enterré mi cabeza enardecida entre las mantas y las almohadas”.

La forma en que Hitler describe el retorno de su ceguera, que experimentó por primera vez en el frente occidental tras un ataque con gas de los británicos a mediados de octubre, es el clímax de la dramática conversión que presuntamente haría de él un líder político de derechas. Cuenta cómo, tras conocer las noticias sobre el estallido de la revolución socialista, mientras pasaba las noches y los días padeciendo “todo el dolor de mis ojos”, vio claro su futuro: “Fuera como fuese, el caso es que decidí convertirme en político”.

Las doscientas sesenta y siete páginas previas de Mi lucha son solo un preámbulo de esta única frase, detalles acerca de cómo la niñez en la Austria rural, la temporada en Viena y, sobre todo, los cuatro años y medio que pasó en el frente occidental como parte del Decimosexto Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva hicieron de él un nacionalsocialista; acerca de cómo dejó de ser un soldado desconocido para convertirse en la personificación del soldado desconocido alemán. En resumen, cómo se metamorfoseó, primero, en alguien a quien la sola mención de una revolución socialista podía dejar ciego y, de ahí, en un extremista de derechas, un antisemita y un líder político antisocialista. La forma en que Hitler habla de su vida en Mi lucha sigue el patrón de la Bildungsroman, reconocible de inmediato para casi cualquier lector del momento; se trata de un tipo de novela que cuenta el proceso de maduración y desarrollo, tanto moral como psicológico, durante los años de formación de un personaje, mediante su salida al mundo en busca de aventuras.

Nuestro relato comienza inmediatamente después de que Hitler recibiera el alta en Pasewalk, tras su dramática —y presunta— conversión. Se divide en tres partes y cuenta dos historias paralelas: cómo se convirtió Hitler en un nazi y llegó a ser ese líder que todos enseguida reconocemos, y cómo construyó una versión alternativa, ficticia, de esa metamorfosis. Las dos historias se entrelazan, porque la forma en que Hitler urdió esa versión alternativa sobre aquella metamorfosis es un componente esencial de su intento de hacerse un hueco a su medida en la política y de crear en los demás la conciencia de un vacío que solo él podía llenar. En otras palabras, solo al contar ambas historias se podrán apreciar en su medida el político manipulador e intrigante que fue Hitler.

Thomas Weber, historiador alemán. Foto: Facebook

Thomas Weber asistió a la escuela secundaria Anne Frank en Halver, Alemania. De 1993 a 1996 Weber estudió Historia, Inglés y Derecho en la Universidad de Münster y desde 1996 hasta 1998 Historia Moderna en la Universidad de Oxford, donde obtuvo su doctorado en Historia en 2003 bajo la supervisión de Niall Ferguson. Tuvo becas o enseñó en la Universidad de Harvard durante varios años, el Instituto de Estudios Avanzados en la Universidad de Princeton, la Universidad de Pensilvania, la Universidad de Chicago y la Universidad de Glasgow. Ocupó un puesto docente en la Universidad de Aberdeen en septiembre de 2008. El foco de su experiencia en investigación y enseñanza se encuentra en la historia política europea, internacional y global.

Karl Ove Knausgard volverá a la crudeza, a lo que duele, en “Mi lucha 6”

sábado, julio 8th, 2017

En los dos primeros volúmenes de Mi lucha, el noruego Karl Ove Knausgard hablaba con crudeza y sin tapujos de la muerte de su padre, pero en los tres siguientes libros suavizó un estilo que recupera su dureza en la sexta y última entrega, que vuelve a las “cosas que duelen”.

Ciudad de México, 8 de julio (SinEmbargo).-   “Cuando la escritura era algo doloroso, me decía a mí mismo que la frontera era mi propio cuerpo y, si éste la soportaba, podía seguir”, apuntó hoy Karl Ove Knausgard en una rueda de prensa en Barcelona al hablar de un libro que aún no se ha publicado en español y que podría titularse “Nombres y números”.

De momento los millones de lectores que siguen la monumental obra de Knausgard se tendrán que conformar con Tiene que llover (Anagrama), la quinta parte de su monumental fresco autobiográfico Mi lucha, publicado en noruego entre 2009 y 2011.

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“Solo los fracasados se convierten en escritores; a veces, el éxito no tiene que ver con la calidad literaria. Estos libros tratan sobre la identidad, sobre cómo somos y por qué somos como somos” o “es fácil publicar (como editor), lo difícil es conseguir que los libros funcionen” son algunas de las frases que salpimentaron sus respuestas a lo largo de su comparecencia.

Reconoció que, cuando empezó su minuciosa saga, en la que cuenta al lector desde el estado de su nevera a sus sentimientos más profundos con respecto a sus progenitores, su hermano o sus parejas, quería centrarse en lo que sintió con la muerte de su padre, pero luego decidió ir más allá.

Rememoró que los dos primeros volúmenes los creó solo en una habitación pensando que no los leería nadie, sintiéndose muy libre, “escribiendo lo que me daba la gana, sin pensar en las consecuencias, aunque éstas llegaron y vino el infierno”.

En los dos primeros volúmenes de “Mi lucha”, el noruego Karl Ove Knausgard hablaba con crudeza y sin tapujos de la muerte de su padre. Foto: efe

Muchos de sus familiares no estaban nada de acuerdo con lo que contó y algunos todavía hoy siguen sin hablarle pese a que su obra es un éxito internacional, traducida a más de 30 idiomas y con una legión de seguidores, aunque también cuenta con detractores acérrimos.

Por esas críticas, tras la recepción de los dos primeros volúmenes, dejó cosas en el tintero e intentó ser “más amable con el entorno”. Pero volvió a la crudeza en el sexto libro porque pensó que cualquier actividad creativa “necesita de la libertad”.

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TIENE QUE LLOVER, A LA ESPERA

De momento habrá que esperar para leer en español el cierre de su proyecto y conformarse con Tiene que llover, que es con el que más se distrajo y divirtió. En él narra los años que vivió en Bergen de 1988 a 2002, cuando deseaba “a toda costa” convertirse en escritor y cómo se perdió en ello.

Preguntado sobre qué ocurriría si alguno de sus hijos en el futuro hiciera algo parecido a lo que él ha hecho con la figura de su padre, Knausgard dijo que a veces se lo ha planteado.

Entender ayuda a perdonar, dijo el escritor a efe. Foto: efe

“En primer lugar, si ellos quisieran ser escritores, sería un fracaso, porque solo los fracasados se convierten en escritores. Pero, si en algún momento lo hacen, deberé aceptarlo y animarles y asumirlo de la mejor manera”, señaló.

Sobre el éxito, no ha obviado que fue un “shock” en su sistema vital, con los periódicos publicando fotos de su casa o si iba a la barbería, pero cree que ocurrió porque tal como escribe es “muy difícil” saber dónde está la frontera entre vida y literatura.

Y reconoce que después de Mi lucha ha aprendido a aceptarse mejor a sí mismo y también a su padre. “Creo que hay parte de verdad en el dicho que afirma que entender ayuda a perdonar”.

TRIVIA | ¡Gana un paquete con las obras de Karl Ove Knausgård!

sábado, junio 17th, 2017

Para leer la literatura del yo, de un hombre que cuenta hasta sus masturbaciones y que dice cómo lavar la ropa: la obra de este noruego no te dejará indiferente.

Ciudad de México, 17 de junio (SinEmbargo).- Karl Ove Knausgård (1968) emprendió en 2009 un proyecto literario sin igual: su obra autobiográfica Mi lucha, llamado así sin ninguna referencia al libro homónimo de Adolf Hitler y compuesta por seis novelas, todas ellas publicadas por Anagrama.

Un tipo que escribe y que como tal no es feliz, nacido en Noruega, residente en Suecia, un hombre que pasa mucho tiempo encerrado leyendo, de pelo gris, 1 metro 90 de estatura y pinta de viejo punk.

Jeffrey Eugenides (autor de Las vírgenes suicidas) y Zadie Smith (autora de Dientes blancos y El cazador de autógrafos), se encuentran entre sus máximos fans, en una literatura “yoísta” que ha levantado muchas polémicas.

“Sí, tuve que aislarme, cerrar absolutamente todo lo que estaba fuera. Dejé de leer los periódicos, no miraba la televisión, ni escuchaba la radio. Les advertí a mis amigos que no debían mencionarme nada de lo que estaba pasando. Sabía que algo ocurría, pero si hubiera conocido los detalles me hubieran consumido. Me escondí totalmente y escribí. Y funcionó. Aun así, creo que es un libro mucho más amable que los dos primeros, por todo esto”, dijo al periódico El País, cuando publicó su tercera novela, La isla de la infancia.

“La misión de la literatura no debería ser más ficción, sino la realidad, el sentimiento y el sentido de realidad”, opina el escritor, donde su propia vida, sus amigos, su familia, han servido para la literatura.

“Buscaba una libertad literaria donde fuera posible ser simplemente, y escribir sobre todo. Da igual si es bueno o malo, no hay cálculo. Aunque claro, obviamente, hay un elemento de construcción, un equilibrio”, añade.

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“Esa sensación, como en Roberto Bolaño, de que el autor se juega el pellejo en cada página, que se inmolaría en el altar de Odín por conseguir un pasaje perfecto”, ha dicho de él Antonio Lozano (La Vanguardia) y otros, como Salman Rushdie, lo acusan de fabricar una “autoficción que consiste en contar cómo lavas la ropa”.

“¿Por qué leer una novela noruega de 3.600 páginas sobre un hombre que escribe una novela de 3.600 páginas en seis volúmenes?”, se preguntó Laura Ferrero en el ABC. “¿Por qué seguir leyendo a un tipo que da detalles incluso de la cantidad de cucharadas de azúcar que le pone en el café?” y se contesta: “Lo que lo convierte en el gran escritor que es está relacionado justamente con saber dejar la cortina por fuera de la ducha para que el agua nos llegue también a nosotros”.

Ten las obras de Karl Ove Knausgård, respondiendo esta trivia a [email protected]

  • ¿Dónde nació Karl Ove Knausgård?
  • ¿Cuántas obras constituyen Mi lucha?
  • ¿Qué editorial publica la obra de Karl Ove Knausgård?

Deconstruyendo la biblia del mal: “Mi lucha”, con 85 mil ejemplares vendidos

sábado, enero 28th, 2017

El manifiesto racista de Hitler ya lleva vendidos 85 mil ejemplares y llegó a ocupar el primer lugar en el ranking de obras de no-ficción, lo que desató la polémica. Muchos temen su utilización por parte de la extrema derecha. Otros dicen que esta edición es precisamente su antídoto

Por Silvina Friera*

Ciudad de México, 28 de enero (SinEmbargo).- Cuando despertó, Hitler todavía “estaba” allí. Hace un año se presentaba la edición crítica de Mein Kampf (Mi lucha), el manifiesto antisemita y racista de Adolf Hitler (1889-1945), que pasó a dominio público setenta años después de la muerte de su autor, publicado por el Instituto de Historia Contemporánea de Munich (IFZ, sus siglas en alemán) en dos tomos de 1948 páginas, con una tirada inicial de 4.000 ejemplares. El libro, que recoge el texto original que Hitler escribió entre 1924 y 1926 en la cárcel de Landsberg –después de su fallido golpe de Estado– junto a 3700 comentarios que cuestionan y contextualizan sus afirmaciones, vendió 85.000 ejemplares en un año.

Un fantasma recorre Alemania: el fantasma de un interrogante. ¿Por qué la controvertida obra del líder nazi y su figura continúa despertando un indiscutible interés? “Nadie podía esperar estas ventas, nos han superado”, reconoció Andreas Wirsching, el director del IFZ, y agregó que “la discusión sobre la visión del mundo de Hitler y cómo enfrentar su propaganda ofrecían la oportunidad de ver las desastrosas raíces y consecuencias en una época en que las ideas políticas autoritarias y las consignas de derecha vuelven a ganar seguidores”.

Los editores se dieron cuenta de que se habían quedado cortos con la tirada inicial. Muy pronto se agotaron los 4000 ejemplares impresos. La edición crítica de Mein Kampf cuesta 59 euros (988 pesos con el euro a 16.75). Una semana después de la publicación el libro llegaba al número 20 en la lista de best sellers de la revista Der Spiegel. En abril del año pasado ocupó el número uno en la clasificación de obras de no-ficción.

La reimpresión anotada de la obra más controvertida del siglo XX no estuvo exenta de polémica. El argumento del IFZ es que el libro tiene un valor académico y que la intención es contextualizar las ideas políticas del führer para instruir en contra de los extremismos. Otros, en cambio, encienden todas las alarmas y ven en la publicación un caldo de cultivo que podría reavivar la violencia neonazi. Desde el mismo día del lanzamiento, el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich –que previamente publicó las ediciones comentadas de los Discursos, escritos y directrices de Hitler, 1923-1933; el Segundo Libro de Hitler y los diarios de los nazis Joseph Goebbels y Alfred Rosenberg– recibió 70 solicitudes de traducción a otros idiomas como el turco, italiano, chino o japonés. “No podemos aceptarlas todas”, admitió Wirsching. “Dar esas licencias supondría asumir el trabajo de comprobar que todas las traducciones se harán bajo nuestros estándares científicos”, aclaró el director y agregó que ese trabajo es “superior a la capacidad de nuestro instituto”. Sin embargo, Wirsching consideró probable que se pueda hacer una edición francesa, holandesa e inglesa de Mein Kampf.

¿Por qué se vende? Foto: Especial

¿Por qué se vende? Foto: Especial

A pesar de su contenido xenófobo y antisemita, “la biblia nazi” se la podía conseguir en Internet, en librerías de segunda mano y en el mercado negro. La compra, venta o posesión de los 12,5 millones de ejemplares que se comercializaron en Alemania hasta 1945 no están penadas. Antes de la reedición del libro, el presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania, Josef Schuster, aseguró que “está convencido de que la propaganda de desprecio en Mein Kampf debería seguir prohibida”, pero que la agrupación que dirige no se opondría a una edición crítica “que contraste las teorías racistas de Hitler con evidencias científicas, que estén a la disposición de la investigación y la enseñanza”. Los resquemores crecieron tanto que hace un año pocas fueron las librerías alemanas que aceptaron mostrar la edición en sus vidrieras. “Prohibir el libro sería hacerlo aún más interesante. Es mucho mejor saber lo que hay dentro y poder actuar en su contra”, argumentó el documentalista Matthias Kessler, que leyó “página por página” la obra original, “el libro más famoso y menos leído de la historia”. El historiador y periodista Sven Felix Kellerhoff, autor de Mi lucha. La historia del libro que marcó el siglo XX, considera que la prohibición “de facto” ha contribuido a mitificarlo. “En el ámbito de la investigación sobre el nacionalsocialismo, el Mein Kampf es un agujero negro. Todo el mundo conoce el título en Alemania o fuera de Alemania. Se sabe que ese libro lo escribió Hitler. Pero incluso entre gente formada, universitarios, periodistas o editores, abundan los que no entienden el contenido del libro o los que no lo han leído. Y no se puede entender a Hitler sin leer cómo pensaba, algo que está escrito en ese libro”, explicó Kellerhoff en una entrevista con El Cultural, la revista del diario El mundo de España. “No hay que tener hoy en día ningún miedo del Mein Kampf. Este libro no es nada que puedan utilizar los elementos más radicales de la derecha, ya sean los neonazis del Partido Nacionaldemócratico de Alemania (NPD), los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) o Alternativa para Alemania (AfD). Lo peligroso es el mito del libro prohibido. Con la reedición se avanza en la destrucción del mito, porque el libro pierde el atractivo de lo prohibido y se comienza a rellenar ese agujero negro”.

Magnus Brechtken, subdirector del Instituto de Historia Contemporánea, trazó un perfil de los compradores de la edición crítica de Mein Kampf. “Son personas que están leyendo libros históricos en general, como una biografía de Hitler o un libro sobre el Reich alemán, y que están interesadas en información básica de investigación o en un texto que no ha estado disponible”, señaló Brechtken y sostuvo que aquellos preocupados por la posibilidad de que la nueva edición pueda incitar conductas negativas en grupos de extrema derecha no tienen de qué inquietarse. “En mi opinión, los grupos de extrema derecha están en su mayoría muy insatisfechos con el libro –advirtió Brechtken–. No hemos tenido ninguna reacción de la extrema derecha porque no les gustó el libro. Ellos quieren el texto tal cual como estaba en la edición original; no están de acuerdo con que hayamos hecho una edición crítica, que es exactamente el punto de haberlo reeditado. Las personas que tal vez quieran leer algo de Hitler nunca seguirían sus pensamientos si están leyendo nuestro libro porque deconstruimos completamente a Hitler en esta edición”, concluyó Brechtken.

*Publicado en Página 12

El libro Mein Kampf de Hitler rompe récord de ventas en Alemania

martes, enero 3rd, 2017

El editor Andreas Wirsching Bilanz ha indicado que inicialmente fueron preparadas sólo cuatro mil copias del libro y ahora puede alcanzar los 100 mil.

Foto: Especial

Foto: Especial

Ciudad de México, 3 de enero (SinEmbargo/RT).- Más de 85 mil ejemplares del libro de Adolf Hitler Mein Kampf (Mi Lucha) han sido vendidos en Alemania en un año, informa el diario local ‘Tagesspiegel’.

El libro se publica con anotaciones desarrolladas por el Instituto de la historia contemporánea (IfZ, por sus siglas en inglés) en Múnich. Según su editor, Andreas Wirsching Bilanz, primero fueron preparadas solo 4 mil copias, pero a finales de este mes de enero ya será puesta a la venta la sexta edición de la obra de Hitler.

“Los números de venta nos han abrumado”, ha destacado Wirsching, señalando que “nadie lo esperaba”. Después del bombo publicitario se ha iniciado una discusión científica acerca del libro con los principios de la ideología nazi.

Por el momento, el instituto está preparando la edición en francés. “No será una traducción literal, el texto será cortado y revisado”, ha precisado, opinando que con la traducción al inglés el alcance “sería muy grande”.

Wirsching ha confesado tener una “actitud ambigua” a introducir el Mein Kampf en colegios, pero ha estimado que “cada profesor inteligente” puede encontrar algo en la edición y trabajar con este material.

En enero del 2016 el libro fue vendido en Alemania por primera vez en 70 años, después de que caducase el derecho de propiedad del estado federal de Baviera y con él la prohibición de publicar el libro.

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Fiscalía brasileña exige impedir la publicación del libro “Mi lucha” de Hitler

sábado, enero 30th, 2016

En su argumento, el fiscal denunció una conducta “delictiva” de los editores y libreros, porque la legislación brasileña prohíbe desde 1989 la incitación al racismo.

El libro escrito por Hitler está libre de los derechos de autor desde 2015 Foto: Archivo/Shutterstock

El libro escrito por Hitler está libre de los derechos de autor desde 2015 Foto: Archivo/Shutterstock

RIO DE JANEIRO, 30 ene (Xinhua) — La Fiscalía de Río de Janeiro se esfuerza por impedir la publicación del libro “Mi lucha”, de Adolf Hitler, que acaba de librarse de los derechos de autor, informaron fuentes oficiales.

Según un comunicado del Ministerio Público, el fiscal Alexandre Themístocles pidió a la Justicia que ordene la aprensión de los ejemplares que han sido impresos por las editoriales Centauro y Geracao, así como una versión electrónica de “Mi lucha” editada por la firma portuguesa Leya, que vende la mayor red de librerías de Brasil, Saraiva.

En su argumento, el fiscal denunció una conducta “delictiva” de los editores y libreros, porque la legislación brasileña prohíbe desde 1989 la incitación al racismo.

El libro escrito por Hitler está libre de los derechos de autor desde 2015, lo que también permitió su publicación en Alemania por primera vez tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

En Brasil, tanto Centauro como Geracao anunciaron su intención de editar el libro.

Tras conocer la decisión del fiscal, Geracao emitió un comunicado, a través del cual aseguró que la edición que se prepara estará acompañada de un largo estudio crítico “antinazi” que comenta el “abominable texto de Hitler, casi párrafo a párrafo”.

Estoy harto de Adolf Hitler: historiador Christian Hartmann

sábado, enero 16th, 2016
"Mi lucha" de Hitler vuelve a las librerías alemanas, tras setenta años Copias de la edición crítica de "Hitler, Mein Kampf" son expuestos sobre una mesa durante una conferencia de prensa en Múnich. Foto: efe

“Mi lucha” de Hitler vuelve a las librerías alemanas, tras setenta años
Copias de la edición crítica de “Hitler, Mein Kampf” son expuestos sobre una mesa durante una conferencia de prensa en Múnich. Foto: efe

La nueva versión comentada de Mi lucha aporta una visión crítica que refuta las tesis plasmadas por el dictador nacionalsocialista. En entrevista con la agencia dpa, el intelectual que tuvo a cargo la tarea, descarta seguir investigando sobre “los disparates” de Hitler. “Hay mejor literatura que leer”, afirma.

Por Britta Schultejans, dpa

Ciudad de México, 16 de enero (SinEmbargo)-  Christian Hartmann es un historiador militar y trabaja desde hace más de 20 años en el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich (IfZ) en Múnich. Desde 2012 dirigió el proyecto de investigación de Mi lucha, el libro polémico de Adolf Hitler (1889-1945), al tiempo de haber sido asesor en películas históricas como La caída, Sophie SchollLos últimos días y la serie Nuestras madres, nuestros padres.

Ahora acaba de concluir un gran proyecto: la nueva versión comentada de Mi lucha, cuyos derechos de autor en manos del estado de Baviera expiraron en 2016.

Durante los setenta años que han pasado desde la muerte de Hitler (30 de abril de 1945), todos los gobiernos bávaros habían impedido la aparición de nuevas ediciones del libro para evitar una instrumentalización del mismo por parte de grupos de ultraderecha.

Sin embargo, la obra era accesible en ediciones extranjeras, ya que los derechos para el inglés fueron vendidos por Hitler en los años 30, y además siempre había sido posible adquirirlo en librerías de viejo, ya que nunca estuvo estrictamente prohibida.

Solo se impedía la publicación de nuevas ediciones. Durante la era nazi, se imprimieron cerca de doce millones de ejemplares y muchos de ellos todavía están en circulación, informa la agencia efe.

En entrevista con la agencia dpa, Hartmann habla sobre esta ardua tarea a la que ha dedicado los tres últimos años. El objetivo era que en el momento en el que se pudiera reeditar de nuevo el polémico libro del dictador nazi en Alemania la primera versión que viera la luz fuera una edición crítica con la que refutar las tesis plasmadas por Hitler.

El libro, de unas 2.000 páginas, fue presentado el 8 de enero en Múnich y ha levantado una gran expectación dentro y fuera del país. “La edición desenmascara las mentiras de Hitler y denuncia sus verdades a medias, que buscaban un efecto propagandístico”, dice la editorial. El lanzamiento ha despertado gran interés y ya hay cerca de 15.000 pedidos, por lo que tuvieron que aumentar la tirada inicial de 4.000 ejemplares.

“Se podría escribir también un libro sobre la reacción pública”, comenta el director del grupo de trabajo encargado de la edición crítica del libro impreso originalmente en 1925 y prohibido desde el final de la Segunda Guerra Mundial en el país europeo.

El historiador Christian Hartmann posa con la edición crítica de "Hitler, Mein Kampf". Foto: efe

El historiador Christian Hartmann posa con la edición crítica de “Hitler, Mein Kampf”. Foto: efe

–¿Le ha sorprendido de verdad la atención suscitada?

–En esta dimensión sí. Está claro que es un símbolo y que también tiene una relevancia internacional.

–¿Por qué es así?

–Mi lucha es un vestigio del Tercer Reich, que en realidad desde 1945 estaba entre nosotros pero que la sociedad alemana no se ha atrevido a afrontar. Además, el libro constituye la base de la ideología nacionalsocialista.

–Si hubiera sabido la repercusión que tendría, ¿habría aceptado el proyecto igualmente?

–Sí, por supuesto. Esta es, aunque pueda sonar algo patético, la responsabilidad del historiador. La frase “enfrentamiento crítico con el pasado” se usa infinitamente, pero naturalmente se llega al fondo. Yo comparo nuestro trabajo con el de los encargados de desactivar bombas. Somos también, de alguna manera, desactivadores de bombas, que hacen que los vestigios de la época nazi sean inofensivos.

–¿Cuánto trabajo le ha supuesto Mi lucha?

–Mucho, muchísimo. Es difícil refutar una mezcla tan demencial. Se está acostumbrado a discursos científicos, a argumentar al mismo nivel. Sin embargo, en este caso se debía ahondar en ideas totalmente abstrusas. El problema de base fue que Hitler partía de una imagen del mundo completamente diferente. Tuvimos que probar en el fondo que la Tierra no era plana. Hitler está tan alejado de nosotros en su pensamiento y al mismo tiempo tan convencido de él, que tuvimos que empezar a rebatir desde el principio.

–¿Podría explicar algunas de estas refutaciones?

–En el tema de los veteranos de guerra, por ejemplo, Hitler se queja en Mi lucha de que la República no se ocupa de ellos. Cuando los nacionalsocialistas están en el poder, en el marco de la conocida eutanasia, se asesinaron entre 4.000 o 5.000 veteranos de guerra alemanes que se encontraban de manera permanente en un psiquiátrico. Es muy importante el contexto. Para refutar, por ejemplo, el mito de la puñalada por la espalda (teoría que apuntaba a que la derrota de la Primera Guerra Mundial se debió a ciertos elementos internos que posteriormente fueron identificados por Hitler como judíos y personas de izquierdas) hay que tener en cuenta la Primera Guerra Mundial, por lo que hay que remontarse muy atrás.

–¿Cómo clasificaría Mi lucha y a Hitler como escritor?

Mi lucha es la parte más radical en este espectro de la derecha radical, que en ese tiempo tenía diferentes manifestaciones. Mi lucha es también el intento de formular la pretensión de liderazgo en este sector. El libro es, sobre todo, una síntesis, un collage de ideas, que circulaban entonces.

–En un documental del canal de televisión Arte sobre su proyecto de investigación, la politóloga Barbara Zehnpfennig dice que la gente se burla actualmente de Hitler y Mi lucha porque se tiene miedo de encontrar algo que también esté oculto en uno mismo. ¿Le ha pasado alguna vez durante su trabajo?

–No se debe infravalorar Mi lucha. Hitler es -también desde la visión actual- políticamente el más eficaz cuando critica el comportamiento político reinante. En su crítica de la época del káiser alemán se dio cuenta de algunas cosas con gran exactitud. Mete el dedo en la herida.

–Nuestra sociedad hoy ya no es la misma que en 2012 cuando comenzó con su trabajo del libro. Hoy arden en Alemania centros de refugiados con regularidad. ¿Llega la versión crítica de Mi lucha en un momento complicado o exactamente en el idóneo?

–En el momento correcto. El libro hace tiempo que está ya ahí, sólo hay que ir a un anticuario o a internet. Los derechos de autor para traducirlo al inglés se vendieron ya en 1933 y está disponible en muchos idiomas. En el diario Jüdische Allgemeine he leído que Mi lucha es sacado de la estantería en la Biblioteca Nacional en Berlín dos veces al año. Ahora tenemos finalmente una versión crítica, que tendrá posiblemente repercusión internacional.

–¿Hay planes de traducir el proyecto por completo?

–Estamos realmente sorprendidos por cuántas solicitudes hemos recibido y por los muchos que dicen que quieren traducir el libro con sus 27 capítulos y 1950 páginas y muchas, muchas anotaciones a pie de página. Ahí sólo puedo decir: ¡Buena suerte! Es muchísimo trabajo.

–¿Sabe de otros proyectos?

–Sólo de una edición crítica francesa, pero por lo que sé, aún no han avanzado mucho.

–¿Con qué tirada salw el libro?

–Comenzamos con 4.000 ejemplares. Una parte la asume la Central Federal de Formación Política para distribuirlos por los centros conmemorativos.

–¿Cuánto cuesta?

–59 euros (unos 64 dólares). El precio demuestra dos cosas: No queremos malvenderlo y tampoco convertirlo en una especie de súper ventas, pero también nos gustaría que se leyera.

–¿Se ha quitado un peso de encima al no tener que seguir leyendo todos los disparates de Hitler?

–Sí, naturalmente. Uno puede pasar su vida leyendo una literatura mejor. Ya estoy harto de Hitler.

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Mi lucha de Hitler vuelve a ser publicada en Alemania

viernes, enero 8th, 2016

El Instituto de Historia Contemporánea con sede en Múnich, Alemania, trabajó por varios años en la edición con una portada sobria, titulada oficialmente Hitler, Mi Lucha: Una edición crítica.

El historiador Christian Hartmann posa con la edición crítica de "Hitler, Mein Kampf". Foto: EFE

El historiador Christian Hartmann posa con la edición crítica de “Hitler, Mein Kampf”. Foto: EFE

MUNICH, Alemania (AP) — Una edición comentada de Mi lucha, la primera versión del famoso manifiesto de Adolfo Hitler en ser publicada en Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial, fue puesta a la venta el viernes en un esfuerzo por desmitificar el libro y desacreditar la obra del líder nazi.

El Instituto de Historia Contemporánea con sede en Múnich, Alemania, trabajó por varios años en la edición con una portada sobria, titulada oficialmente Hitler, Mi Lucha: Una edición crítica. El instituto lanzó el libro días después de que los derechos de autor sobre el original en alemán expiraran a finales de 2015, 70 años después de la muerte de Hitler.

A lo largo de los años el ministerio de finanzas del estado de Bavaria ha usado sus derechos sobre el libro para evitar que se publiquen nuevas ediciones, pero el libro no estaba prohibido en Alemania y se podía encontrar en internet, en librerías de viejo y en bibliotecas.

La nueva edición tiene mil 948 páginas, casi el doble de la original, y coloca el texto de Hitler en medio de comentarios extensos de historiadores que tratan de contradecir o restar importancia a su escritura.

La nueva edición “nos coloca lo más lejos posible de las fuentes de Hitler, que están afianzadas en la tradición alemana racista de finales del siglo XIX”, dijo Andreas Wirsching, director del instituto en Múnich. “Esta edición expone la información falsa difundida por Hitler, sus mentiras flagrantes y sus medias verdades, que tenían un propósito de propaganda pura”.

Hitler escribió Mi lucha (Mein Kampf en alemán) después de que lo encarcelaron tras un intento fallido de golpe de estado en 1923 en la cervecería Putsch de Múnich. El texto abrió paso a su ideología ultranacionalista, antisemita y anticomunista que culminaría en el Holocausto y la guerra en Europa. Es considerado una importante fuente para entender la historia del régimen nazi.

“El problema con este libro es que no es sólo una fuente histórica, es también un símbolo”, dijo Christian Hartmann, quien encabezó el equipo a cargo de la nueva edición. “Nuestra idea era desnudar este símbolo de una vez por todas”.

Millones de ejemplares fueron impresos después de que los nazis llegaron al poder en 1933, y tras la guerra fue publicado en varios países más.

“En un momento en que la fórmula conocida de xenofobia de la derecha extrema amenaza con volverse … nuevamente aceptable en la sociedad europea, es necesario investigar y presentar críticamente las abominables fuerzas del nacionalsocialismo y su racismo mortal”, dijo Wirsching.

Las autoridades alemanas han dejado en claro que no tolerarán nuevas ediciones sin comentarios, aunque por ahora no hay noticias de que se esté preparando una más. Se prevé que se use la ley contra ese tipo de publicaciones.

El principal grupo judío de Alemania, el Consejo Central de Judíos, dijo que no tiene objeciones contra la edición crítica, pero apoya los esfuerzos para evitar que sean publicadas nuevas ediciones sin comentarios. Su presidente, Josef Schuster, dijo que espera que la edición crítica “contribuya a desacreditar la ideología inhumana de Hitler y contrataque el antisemitismo”.

La opinión entre los judíos ha sido dividida. Una de las predecesoras de Schuster, Charlotte Knobloch, ha dicho que teme que la nueva edición simplemente genere interés en el original y no en los comentarios.

El presidente del Consejo Mundial de Judíos Ronald Lauder, dijo que está bien estudiar el libro, pero subrayó su oposición a una nueva edición.

“No veo la necesidad de una edición crítica”, dijo. “A diferencia de otros trabajos que realmente necesitan ser publicados nuevamente con ediciones comentadas, los historiadores y el público tienen acceso fácil a este texto”.

Las autoridades alemanas apoyan la edición anotada.

“Creo que uno no debería pretender que el libro no existe”, dijo la ministra de educación Johanna Wanka a la televisora n-tv. “A veces esos tabús pueden ser contraproducentes. Es importante que la gente que quiera criticar este libro tenga el material adecuado”.

El británico Ian Kershaw, uno de los principales biógrafos de Hitler, estuvo en la presentación del libro el viernes y dijo que “es un gran momento para que una edición académica rigurosa de Mi lucha” esté disponible al público.

“Por años he considerado que era momento de retirar la prohibición a la publicación del libro”, dijo Kershaw. “La censura casi no tiene sentido a largo plazo en una sociedad libre y sólo contribuye a crear un mito negativo, pues hace que un texto prohibido sea más misterioso y despierta una increíble fascinación con lo inaccesible”.

Michael Lemling, gerente de la librería Lehmkuhl de Múnich, dijo que Mi lucha era “posiblemente lo peor que hemos tenido aquí, el texto es antisemita, racista y militarista”.

Pero señaló que era importante tener la edición comentada, que cuesta 59 euros (64 dólares) porque “disecciona las mentiras de Hitler, sus trucos de propaganda y retórica con 3.500 notas al pie, así que al final no queda mucho de ellas”.