Posts Tagged ‘El guardián entre el centeno’

Jorge F. Hernández habla de 10 “libros malditos” y advierte: “prohibido prohibir”

domingo, febrero 6th, 2022

Jorge F. Hernández estrena podcast. Una serie sobre 10 libros malditos que se puede escuchar en la plataforma Himalaya. En entrevista con SinEmbargo, el escritor mexicano habló cómo un libro termina prohibiéndose y sobre todo cómo esto no impide que llegue a las manos de las personas.

Ciudad de México, 6 de febrero (SinEmbargo).– “‘Prohibido prohibir’. A mí que no me prohiban nada, nada. Incluso si hay un libro sobre el Ku Klux Klan, la solución no es prohibirlo, la solución es leerlo para que todo mundo pueda darse cuenta del tamaño de imbecilidad que profesa”.

Bajo este argumento, el escritor Jorge F. Hernández estrena el podcast “Libros malditos”, en la plataforma Himalaya, en el cual hace un recorrido por 10 textos que por diferentes razones han sido prohibidos: 

Los versos satánicos, de Salman Rushdie; Lolita, de Vladimir Nabokov; El origen de las especies, de Charles Darwin; Los hijos de Sánchez, de Óscar Lewis;  Los 120 días de Sodoma, del Marqués de Sade; Mi lucha, de Adolf Hitler; Naranja mecánica, de Anthony Burgess; El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger; Ulises, de James Joyce, y El evangelio de Judas.

“Yo soy producto de una generación que leí casi todo lo que me dijeron que no había que leer. Entonces me di cuenta, en primer lugar, que andar haciendo eso provoca precisamente el efecto contrario”, compartió en entrevista con SinEmbargo Jorge F. Hernández, un ​​​​voraz lector desde hace más de 50 años.

F. Hernández mencionó, por ejemplo, que en el caso de Mi lucha, de Hitler, sigue abierto el debate de si se debe o no seguir publicando. Para él, se debe seguir haciéndolo porque “nos acercamos a una época en la que de pronto ya no va a haber sobrevivientes de esa época”.

En ese sentido, se pronunció sobre la reciente prohibición de la novela gráfica del estadounidense Art Spiegelman: “Si se olvida eso (el holocausto), como quieren que se olvide en Tennessee ahora que prohibieron Maus sobre Auschwitz pues es muy probable que se repita”.

Jorge F. Hernández recordó en plática cómo México no ha quedado exento de la prohibición como ocurrió en el sexenio de Vicente Fox cuando el entonces Secretario de Trabajo, el yunquista Carlos Abascal, pidió que se prohibiera Aura de Carlos Fuentes.

“Acuérdate que en México hubo un idiota que quiso prohibir Aura de Carlos Fuentes y lo que provocó fue que se vendieran el triple y Carlos Fuentes… de hecho yo comí con él en esa época y estaba feliz porque de pronto había regalías de una novela que había publicado en 1962 y resucitó la novela”, comentó sobre ese episodio.

De hecho, en el podcast, F. Hernández habla sobre Los hijos de Sánchez, de Óscar Lewis, un libro que describe la vida cotidiana de cuatro hermanos huérfanos de madre y criados por su padre, habitantes de una vecindad de Tepito en la Ciudad de México. “Aspectos como la pobreza, la violencia doméstica, el abuso contra la mujer, el rudo mundo masculino y la vecindad como espacio de identidad son presentados de una manera cruda, lo cual, para la sociedad mexicana resultó un escándalo”, se lee en la reseña sobre ese capítulo.

Cuestionado sobre si hay una prohibición peor que otra, el autor de Un bosque flotante, expresó que el contagio sano de la lectura es lo que debe ayudar a entender que todo atentado contra la creación artística “hay que tratar de abolirlo, de evitarlo”.

“No hay una prohibición peor que otra, todas serían para mí lacerantes, hemos ya vivido a lo largo de muchos años, de décadas, prohibición por raza, prohibición por idioma, prohibición por creencia o fe que es el caso de Los versos satánicos de Salman Rushdie que está en mi lista”, comentó en relación de la obra que aborda el primer capítulo de la serie en el cual se menciona cómo esta obra causó que Rushdie fuera amenazado de muerte por parte de extremistas islámicos.

F. Hernández considera que actualmente la Literatura enfrenta las secuelas de la cancelación, ya que por una parte los propios escritores se limitan a abordar diferentes temas, mientras que por el otro las editoriales contribuyen en esta dinámica.

“También creo que ha habido un incremento en los criterios inquisitoriales de las editoriales. Es decir, ya te están moldeando desde el original: ‘no eso no lo vamos a publicar, no eso lo publicaríamos con un precintado que diga advertencia no apto para menores de 18 años’. En mi caso, que yo estoy mal de la cabeza, diría: ‘hazlo, porque entonces se va vender mucho más’”, señaló. 

Jorge F. Hernández también compartió con quienes estén interesados en escuchar la primera temporada un secreto: “yo estoy loco, por eso hice este podcast, por eso agradezco a Himalaya y por cierto, por eso también voy a hacer una travesura, la palabra secreta para que te den un descuento es “Malditos”. Ponlo en tu artículo. Si tú pones “Malditos” en Himalaya tienes descuento de 65 por ciento en la suscripción… y se supone que es secreto”.

Jorge F. Hernández estrena podcast, una serie sobre 10 libros malditos que se puede escuchar en la plataforma Himalaya. Foto: Cortesía.

***

—¿Cómo un libro se vuelve maldito?

—En el podcast hicimos esta lista de 10 entre Baltazar Domínguez —que es el productor— y yo, pero también nos dimos cuenta que la lista va para varias temporadas. Ojalá podamos hacer una continuación. Yo creo que desde que se lee no falta en el lector común y corriente un primer impulso que diga, ‘que esto no lo lea mi hijo’, ‘que no lo lea mi esposa, porque qué va a pensar’ o mi compadre, ‘si esto lo lee mi compadre y se entera que yo lo leí, entonces va a pensar que yo canto puras de Juan Gabriel’, algo así. 

Hay un instinto casi instantáneo por decir ‘no, ese libro no’. Las tías, las abuelas. Yo soy producto de una generación que leí casi todo lo que me dijeron que no había que leer. Entonces me di cuenta, en primer lugar, que andar haciendo eso provoca precisamente el efecto contrario. Acuérdate que en México hubo un idiota que quiso prohibir Aura de Carlos Fuentes y lo que provocó fue que se vendieran el triple y Carlos Fuentes… de hecho yo comí con él en esa época y estaba feliz porque de pronto había regalías de una novela que había publicado en 1962 y resucitó la novela.

Yo creo que se dan las prohibiciones por ese instinto instantáneo. Ahora, tienes que tener una amplitud de conciencia y criterio para volverte loco, como yo, y en primer lugar decir, a ver no, ‘prohibido prohibir’. A mí que no me prohiban nada, nada. Incluso si hay un libro sobre el Ku Klux Klan, la solución no es prohibirlo, la solución es leerlo para que todo mundo pueda darse cuenta del tamaño de imbecilidad que profesa. En este podcast es el caso de Mein Kampf de Hitler, Mi lucha, que sigue abierto el debate si se debe o si no se debe seguir publicando. Yo creo que se debe seguir publicando porque nos acercamos a una época en la que de pronto ya no va a haber sobrevivientes de esa época y si se olvida eso, como quieren que se olvide en Tennessee ahora que prohibieron Maus sobre Auschwitz pues es muy probable que se repita.

—¿Qué es lo que atrae a los lectores hacia estos libros prohibidos?

—Mientras sigan existiendo lectores, ya sea en pantalla o en papel, si la humanidad sigue siendo lectora, quiere decir que la humanidad ojalá siga siendo curiosa y lo que más despierta la curiosidad son las cortapisas a la curiosidad. Es decir, basta que alguien diga, ‘te traje una sorpresa’, tapándola, para que vuele la imaginación y creas, ‘¿es una paleta o un centenario?’. Ahí cada quien enseña el cobre, ¿no? A mí me dicen ahora, ‘te traigo una sorpresa’, y yo me pongo feliz creyendo que es un chocolate porque lo tengo prohibido… y resulta que es una dieta que un güey imprimió porque le fue muy bien con esa dieta, pues menuda sorpresa.

En el caso de los libros también creo que hay un reciclaje de las condenas o un reciclaje de los pecados. En mi lista, en esta primera lista del podcast, está Lolita de Nabokov, bueno es muy probable que hoy en día ya no cause tanto escándalo como causó hace 60 años cuando a ese inmenso escritor se le ocurrió llevar a una editorial su original.

Pero por ejemplo, el Ulises de James Joyce, que también está en el podcast, yo creo que sería muy complicado que lo publicaran hoy. Si de por sí fue complicado que lo publicó hace 100 años, lo publicó gracias a dos locas, las que eran las dueñas de la librería Shakespeare and Company en París que le metieron landa y dijeron bueno vamos a publicar a este orate, pero hoy en día ve tú a saber qué editorial se aventaría el trompo de publicar un mamotreto, además, que tiene temas muy delicados, todavía, la infidelidad, la libertad sexual, pero que además está escrito con una prosa que prácticamente inventó Joyce. Hoy en día ve tú a saber si le dirían, ‘no mira, no solamente es políticamente incorrecto, sino que además, pues no se entiende y nosotros lo que hacemos es vender libros así que búscate, un podcast’.

—De los libros que hablas todos enfrentan una prohibición distinta. El resultado es el mismo, pero los motivos son distintos. ¿Hay una prohibición peor que otra?

—Como yo soy militante del axioma, ‘prohibido prohibir’, cualquier tipo de prohibición yo estaré en contra de ella. Incluso, por motivos de salud. Es decir, si puedo, me voy a echar un chocolatito al rato, aunque lo tengo prohibido y sé que no debo, que está mal, que me van a regañar todas las personas que me oigan. 

El contagio sano de la lectura lo que debe ayudarte a entender es que todo atentado contra la creación artística hay que tratar de abolirlo, de evitarlo, de rodearlo, sea pintura, poesía, danza, teatro, pero lo que me toca a mí que es la prosa, que son artículos, ensayos, crónicas, cuento y novela, no hay una prohibición peor que otra, todas serían para mí lacerantes, hemos ya vivido a lo largo de muchos años, de décadas, prohibición por raza, prohibición por idioma, prohibición por creencia o fe que es el caso de Los versos satánicos de Salman Rushdie que está en mi lista.

Pero mira El guardián entre el centeno estuvo, digamos, errado con el mote de prohibido, primero porque hablaba de este joven Holden Caulfield, que desató un delirio entre muchos de los lectores que incluso llegaron a disfrazarse como el personaje e iban a la casa de (J. D.) Salinger a darle lata, por eso se fue a vivir a un bosque y se encerró. Estaba harto ya de los personajitos, pero luego ese libro que estaba leyendo el que mató a John Lennon, que no hay que decir su nombre en voz alta, entonces el libro quedó un poco maldecido por ese hecho, por ese horror, y yo lo que digo con el podcast es: no pasa nada si lees estos 10 libros y hay gato encerrado, sino los has leído vete a la librería y cómpralos y si ya los leíste vuélvelos a leer y a ver si estamos de acuerdo en la ridiculez de su prohibición.

Jorge F. Hernández es un ​​​​voraz lector desde hace más de 50 años. Foto: Cortesía.

—No podemos soslayar que vivimos en tiempos de cancelación de ciertos productos sociales y culturales. ¿Consideras que la Literatura se ha visto afectada?

—Sí se ve afectada de dos formas. Una que es la que más me duele a mí que es los propios escritores que se autolimitan o que se censuran a sí mismos y dicen ‘yo no soy capaz de hablar del narco porque me voy a meter en un problema con el narco’. A ver, los heróicos periodistas que han dado su vida en pro de la información son cuates que se han jugado la vida por no callarse. Eso debería servir de ejemplo para el poeta; no tienes porqué limitarte, y el pintor; tú quieres pintar a Zapata encuerado arriba de un caballo, yo no te voy a prohibir eso, puedo externar mi opinión, me parece de mal gusto, me parece que tiene mejores nalgas el caballo que el propio Zapata que pintaste, pero eso es muy tu Zapata, es tu rollo. 

En ese sentido, también creo que ha habido un incremento en los criterios inquisitoriales de las editoriales. Es decir, ya te están moldeando desde el original: ‘no eso no lo vamos a publicar, no eso lo publicaríamos con un precintado que diga advertencia no apto para menores de 18 años’. En mi caso, que yo estoy mal de la cabeza, diría: ‘hazlo, porque entonces se va vender mucho más’. 

Pero yo estoy loco, por eso hice este podcast, por eso agradezco a Himalaya y por cierto, por eso también voy a hacer una travesura, la palabra secreta para que te den un descuento es “Malditos”. Ponlo en tu artículo. Si tú pones “Malditos” en Himalaya tienes descuento de 65 por ciento en la suscripción… y se supone que es secreto.

—Lo cierto es que la cancelación también ha ido de manera regresiva…

—Por su puesto. No dudo que va a resurgir lo que le pasó a Fray Luis de León hace siglos, aquí muy cerca, yo estoy en Madrid y ese pobre hombre aquí en Salamanca se le ocurrió leer el Cantar de los cantares que está en la Biblia y decir en un aula ‘pues esto sí se refiere al cuerpo humano’. O sea, los pechos que menciona son pechos de mujer. Lo oyó la Inquisición y adiós brother, lo encerraron. Lo bueno es que tuvo la oportunidad maravillosa y ejemplar de que después de su encarcelamiento salió, volvió a la cátedra y dijo: ‘como decíamos ayer…’ y dijo exactamente lo que había dicho antes de que lo encarcelaran. 

Mira, acá, se hizo un escándalo con la canción española que va representar en España en el festival de Eurovisión. La canción que todo mundo daba por hecho que ganaba es una canción que habla de la teta, así abiertamente, y la cantante que quería enseñarla, pues lo tenía prohibido por la televisión, pero sí sacó un poster, una imagen. Resulta que como imagen sí la puedes mostrar, pero no podemos mostrar la de a de veras, y yo que tengo siempre me debo de andar tapando. Pues no ganó y hubo muchos comentarios de la derecha y de la extrema derecha diciendo que era una vergüenza tratar de proponer como canción para representar a España, una canción que hablaba del seno femenino.

En los libros ha pasado lo mismo. Es decir, hay editoriales que se aprovechan de eso para el marketing y entonces ya no es tan puro el descaro. Y te lo hueles y dices, ‘ay, este autor está pisando esos callos porque quiere vender un millón de ejemplares, pero no es porque realmente sienta lo que escribió. Lo bueno de ser lectores es que te das cuenta quiénes te están tomando el pelo, y por eso me parece que este podcast lo bueno que tiene es que esto abre una conversación entre tú y yo sobre 10 títulos que de alguna u otra manera, en su momento, fueron prohibidos. 

—¿Hubo algún libro que sentiste que se quedaba fuera de estos 10, vamos a ver una segunda temporada de tu podcast?

—Ojalá y haya otra serie, ojalá y se vuelva permanente porque es interminable. A mí me propusieron unos títulos y yo propuse otros, y dejamos algunos con asterisco por si salía chafa alguna de las grabaciones, pero afortunadamente salieron muy bien y dicen que mi voz se oye de poca madre, pero yo me oigo y me da risa.

Y sí, me quedé con ganas de hablar de Vida y destino de Vasili Grossman, que es la novela de este autor ruso que fue proscrita, fue prohibida en la Unión Soviética, y el hombre murió sin saber que pues medio siglo después lo estamos leyendo y todo mundo quiere abrazarlo y ese señor ya se murió. También dudé, por ejemplo, de Salman Rushdie, Los versos satánicos, y sin embargo se justifica porque como lo conocí me tocó ver en carne propia, es decir, conocer lo que ese hombre sufrió por su prohibición; literalmente lo amenazaron de muerte. 

Yo creo que quedó bastante jugoso y tentador el primer paquete y ojalá sea pretexto para volver a vernos y comentar la siguiente ronda.

La Biblioteca de Nueva York exhibe fotos, cuadernos y cartas del escritor J.D Salinger por su centenario

miércoles, octubre 23rd, 2019

Su obsesión por la privacidad, llevó a Jerome David Salinger a suprimir sus fotografías de las ediciones de sus libros, ordenó retirar una página de internet dedicada a él y consideraba las biografías como una invasión a su intimidad.

La exposición, disponible hasta el 19 de enero, fue organizada en coordinación con el hijo del autor, Matt Salinger, y su viuda Colleen Salinger, que compartió con el escritor sus últimos años de confinamiento.

Por Jorge Fuentelsaz

Nueva York, 23 de octubre (EFE).- Fotografías, cuadernos de notas, recuerdos de infancia y correspondencia con amigos y escritores como Ernest Hemingway son algunos de los objetos del escritor J.D Salinger (1919-2010), celoso guardián de su intimidad, que la Biblioteca de Nueva York exhibe por primera vez por su centenario.

En una pequeña sala de un rincón de la icónica biblioteca, en la Quinta Avenida, un riguroso grupo de funcionarios vigila atentamente a los visitantes para que no entren más de 20 a la vez y que no porten ni bolsos ni usen sus teléfonos móviles mientras disfrutan de una mirada en el interior de la vida del autor.

El autor de The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno) (1951), considerada una de las novelas más influyentes de la literatura americana, vivió recluido desde 1953 en su casa del condado de Nuevo Hampshire, Nueva York, alejado del éxito y la popularidad.

La obsesión por la privacidad de Jerome David Salinger, hijo de un acomodado empresario judío de Polonia, le llevó a ordenar la supresión de sus fotografías de las ediciones de sus libros e incluso a que un tribunal aceptara retirar una página de Internet dedicada a su persona.

“Soy un autor de cierto renombre que por motivos personales había decidido abandonar por completo la atención pública”, dijo ante el juez Pierre N. Leval, en el proceso que inició el autor en 1986 para intentar, sin éxito, prohibir la publicación de una biografía no autorizada del escritor Ian Hamilton.

Consideró durante el mismo proceso que toda biografía escrita estando él con vida suponía “una invasión de la privacidad”.

Ahora y hasta el próximo 19 de enero, este rincón protegido de la icónica biblioteca neoyorquina abre una pequeña ventana a la intimidad que tanto defendió en vida su autor, con objetos que nunca se habían mostrado en público y que parecen rescatados del naufragio de un submarino que nunca antes había subido a la superficie.

Entre ellos, una fotografía del escritor de “Nine Stories” o “Franny and Zooey” sentado en mitad de un campo ante una máquina de escribir.

Era en Normandía (Francia), donde el 6 agosto de 1944 participó en el desembarco de las fuerzas aliadas contra la alemania nazi como miembro de infantería del XII regimiento de Estados Unidos.

Precisamente, en su época en Europa como soldado fue cuando conoció a Hemingway, cuyos encuentros durante el conflicto bélico de la II Guerra Mundial Salinger describió en 1945 como “los únicos minutos de esperanza en todo eso”.

Precisamente, la exposición guarda una carta de Hemingway en la que alaba tres de sus historias y le dice: “Eres condenadamente bueno, estoy esperando leer todo lo que escribas”.

La exposición ha sido organizada en coordinación con su hijo Matt Salinger y su viuda Colleen Salinger, que compartió con el escritor sus últimos años de confinamiento.

Se puede apreciar una galerada del Guardián entre el centeno, una copia de su primera edición de 1951 ilustrada por Michael Mitchell, de quien la muestra exhibe también un retrato del escritor, y el original mecanografiado de la obra tal y como fue enviado al editor.

Protegido por una vitrina y abierto por la página 18, se puede apreciar cómo el autor decidió suprimir dos párrafos en los que el rebelde protagonista Holden Caulfield se dirigía al lector para advertirle de que se iba a encontrar con “cosas groseras y eróticas”.

Pero, además, hay un puñado de pipas que empleó el escritor hasta que dejó de fumar a principios de los 70, pequeños lapiceros amarillos con los que subrayaba los libros que leía y su máquina de escribir Royal, de donde posiblemente surgieron mucha de sus obras.

Tanto para su correspondencia como para su labor más creativa, nunca empleó ninguna máquina eléctrica o un ordenador y sus dedos solo pulsaron las teclas de la Royal y otra Underwood Standard que adquirió posteriormente.

Como atestigua un antiguo proyector de 16 milímetros, Salinger era también un amante del cine, aunque nunca permitió que se llevara a la gran pantalla ninguno de sus escritos.

Además, era un apasionado lector de textos místicos y religiosos de distintas creencias, como muestra su estantería rotatoria de libros que guardaba en su dormitorio.

Desde historias policíacas como Sherlock Holmes, hasta poesía de Meily Dickinson, pasando por libros sobre homeopatía o que abordaban la alemania nazi como “Backing Hitler”, de Robert Gellately.

Pero sobre todo hay una colección de libros místicos y filosóficos, desde el sufismo islámico, hasta la filosofía china, pasando por volúmenes de taoísmo, judaísmo y cristianismo desde la perspectiva más íntima.

Las citas más destacadas las guardaba en una pequeña colección de notas y fotocopias así como de cuadernos, de los que la muestra guarda algunos, y que el autor llamaba “Vade mecum”, la frase en latín para decir “va conmigo”.