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EPN dice que transformó al país. Indicadores de pobreza, salarios, deuda o inflación lo desmienten

jueves, noviembre 29th, 2018

Las reformas estructurales del Gobierno de Enrique Peña Nieto que impulsaron el famoso “Mexican Moment” no alcanzaron para que al país creciera al 5.3 por ciento para 2018, como lo prometió. Durante su sexenio, la contracción promedio de deuda fue la más alta (43.2 por ciento del PIB) desde el sexenio de Salinas. La inflación promedio (4.2 por ciento) no fue mejor que la de sexenios anteriores. Y el desempleo y la pobreza apenas y se movieron desde 2012.

Ciudad de México, 29 de noviembre (SinEmbargo).- “Sé que lo más importante es generar oportunidades de desarrollo para todos. Por ello, mantuvimos la estabilidad económica e impulsamos la modernización de nuestro país”, dijo el Presidente Enrique Peña Nieto en un video compartido en sus redes sociales este jueves 29 de noviembre.

Pero después de seis años de gobierno peñanietista, los resultados económicos no fueron los prometidos en 2012.

Durante su sexenio, la contracción promedio de deuda fue la más alta (43.2 por ciento del PIB) desde el periodo de Carlos Salinas de Gortari. La inflación promedio (4.2 por ciento) no fue mejor que la de los dos sexenios anteriores. Y aunque sí fueron creados más empleos, fue con salarios equivalentes a uno o dos salarios mínimos (a la par que los puestos con mayores ingresos fueron a la baja). Asimismo, el tipo de cambio alcanzó máximos históricos y la pobreza apenas disminuyó.

A pesar de estos datos, México mantiene su estabilidad macroeconómica. El mayor acierto del sexenio del Presidente Peña fue la implementación de las 11 reformas estructurales, sobre todo por su impacto positivo para la Inversión Extranjera Directa (IED), refirió un análisis del Banco Base.

Estas enmiendas constitucionales debían incrementar “el crecimiento potencial de la economía mexicana” en 1.9 puntos porcentuales durante el sexenio, según los estimados del Programa Nacional de Financiamiento al Desarrollo (2013).

Para ello, el Gobierno federal propuso que el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, que cuantifica el valor monetario del conjunto de bienes y servicios finales que produce el país, pasara de 3.4 a 5.3 por ciento entre 2013 y 2018.

Sin embargo, el crecimiento promedio anual del PIB mexicano fue de 2.5 por ciento durante el periodo, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

El crecimiento económico del país fue mayor al registrado en los sexenios de Felipe Calderón Hinojosa (1.7 por ciento anual, en promedio) y Vicente Fox Quesada (dos por ciento). Aunque no tan positivo como el de Ernesto Zedillo Ponce de León (3.4) y Carlos Salinas de Gortari (3.9).

En 2013, la firma del Pacto por México (PRI-PAN-PRD) dio pie a la aprobación de las reformas estructurales. Se respiró entonces un ambiente de confianza que influyó de manera positiva en las inversiones extranjeras y al consumo en el mercado interno. Foto: Juan Pablo Zamora Pérez, Agencia Cuartoscuro.

En el caso de la IED, que corresponde al 15 por ciento de las inversiones totales, su crecimiento como proporción del PIB fue equiparable a la registrada durante el sexenio de Fox (tres por ciento) y superior a la de Calderón (2.4 por ciento), según cifras de la Secretaría de Economía.

De acuerdo con Banco Base, “la confianza y estabilidad macro permitieron que la Inversión Extranjera Directa en México durante el sexenio ascendiera a 198 mil 733 millones de dólares, hasta el tercer trimestre del 2018, cifra récord para ese indicador”. De esta forma, los resultados de la IED cumplieron con lo estimado en 2013.

El crecimiento del PIB y de la IED reflejan, hasta cierto punto, la estabilidad económica nacional y parte del resultado positivo de las reformas estructurales.

No obstante, aunque el PIB creció a un ritmo equiparable al promedio anual de los últimos 24 años (2.5 por ciento), continuó siendo insuficiente para el adecuado desarrollo nacional y contrastó con la falta de un balance en el gasto corriente, el incremento de la deuda pública, de la inflación, además de la reducción en inversiones físicas por parte del Gobierno, entre otros.

LOS DESACIERTOS DE PEÑA

Según Banco Base, la estabilidad en México sí se mantuvo en el sexenio de Peña Nieto. Empero, los errores económicos de la administración saliente, que “parecen haberse concentrado en el manejo de las finanzas públicas, por el endeudamiento, forma de gasto e inconsistencia entre lo anunciado y lo llevado a cabo”, contuvieron las oportunidades de desarrollo.

La falta de recortes al gasto público y su composición, por un lado, afectaron el desempeño nacional.

El gasto corriente como proporción del gasto programable pasó, entre 2013 y 2017, de 73.6 a 79.5 por ciento, con un crecimiento promedio anual de 5.4 puntos porcentuales (que es alto), de acuerdo con datos de la SHCP.

Esto significa que, durante este sexenio, la mayor parte del dinero del Gobierno federal fue utilizado para la adquisición de bienes y servicios del sector público, sin incrementar el patrimonio federal (como las inversiones).

En contraste, el gasto en inversión física –que tiene un efecto multiplicador sobre la economía porque genera empleos e infraestructura– decreció a una tasa anual de 2.8 por ciento, entre 2013 y 2017, al pasar de 22.2 a 14.7 por ciento del gasto programable.

La reducción de la inversión y el aumento del gasto corriente implican que, los recortes al gasto programable del Gobierno federal, fueron inadecuados o desproporcionados. Entre 2015 y 2016, por ejemplo, la administración de Peña Nieto anunció recortes al gasto público por dos cuestiones.

Una fue la caída de los precios del petróleo a nivel internacional (que apuntaló el posible ajuste de tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos). Otra fue reflejo del aumento de la deuda pública y la relativa falta de disciplina fiscal derivada (que generó el riesgo de caída de la calificación crediticia del país a nivel internacional, y por tanto, un riesgo de fuga de capitales o de inversión privada).

De 2014 a 2015 y de 2015 a 2016, la Secretaría de Hacienda contrajo más deuda pública que cualquier otro año del sexenio (4.2 puntos porcentuales del PIB, cada año) para impulsar la economía nacional, afectada entonces por la disminución de los ingresos petroleros como parte de los ingresos presupuestarios.

En esos dos años, los ingresos petroleros tuvieron un decremento de 14.4 puntos porcentuales reales (o un déficit superior a 432 mil millones de pesos), de acuerdo con datos de Petróleos Mexicanos (Pemex).

Sin embargo, la política de compensación de Hacienda no dio los resultados esperados. En esos años, el crecimiento económico de México retrocedió 0.2 puntos porcentuales reales del PIB y el endeudamiento creció como nunca.

La deuda ampliada o el Saldo Histórico de los Requerimientos del Sector Financiero Público –que incluye partidas financieras, pérdidas y créditos a bancos de desarrollo y fondos de fomento– pasó de 40 a 48 por ciento del PIB (equiparable a más de 2.7 billones de pesos) entre 2014 y 2016.

Como consecuencia, en 2016, el grado de endeudamiento mereció la advertencia de reducir la calificación crediticia del país, por parte de las tres principales calificadoras a nivel internacional (Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch Ratings).

Para evitar dicha minoración, ese año el gobierno implementó recortes presupuestarios por casi 164 mil millones de pesos. Las inversiones físicas y el gastos de capital, fueron dos de los rubros presupuestarios más afectados.

En general, entre 2013 y 2018, el Gobierno de Enrique Peña Nieto se propuso controlar los niveles de  endeudamiento (calculó una variación promedio de 1.72 por ciento del PIB; su resultado fue de 2.5 por ciento), tener un gasto corriente promedio equiparable a 12.4 puntos porcentuales del PIB (cerrará con casi 15 puntos) y un balance fiscal de -1.8 puntos del PIB (que fue, en promedio, de -2.5 por ciento).

No obstante, falló. Y la deuda, el gasto y los efectos negativos del contexto económico-financiero internacional deslavaron importantes resultados, como lo fue el aumento de los ingresos tributarios a partir de la implementación de la Reforma Fiscal, que superó las expectativas de crecimiento –a lo largo del sexenio– de 2.4 por ciento del PIB (alcanzó 3.5 puntos, entre 2013 y 2018), de acuerdo con cifras de la SHCP.

Aunque la enmienda cumplió con el objetivo de aumentar la recaudación (que pasó de 116 a 232 mil millones de pesos entre diciembre de 2012 y septiembre de 2018) y la base de contribuyentes (en 85 por ciento, según datos del Sistema de Administración Tributaria SAT), no cumplió con el uso eficiente de recursos para el desarrollo social (en salud, seguridad, pobreza, entre otros) y redujo las opciones para deducción (sobre todo afectando al pequeño contribuyente y a la inversión extranjera).

Según Oxfam, México aún no equilibra la balanza tributaria. Es decir, los ricos pagan menos impuestos, de manera proporcional, que las personas con menores ingresos. Por ello, urgió a principios de este año restablecer el impuesto sobre las herencias mayores a 10 millones de pesos, mejorar los ingresos del impuesto predial sobre la propiedad, recaudar un 35 por ciento sobre los rendimientos de capital (en lugar del 10 por ciento actual) y mejorar la rendición de cuentas.

INFLACIÓN, DESEMPLEO Y POBREZA

El incremento de los precios de las gasolinas en 2017 –de 20 a 25 por ciento, dependiendo de la región del país– derivado de la reducción paulatina de los subsidios a los energéticos desde 2012, impulsó el aumento de la inflación –afectada también por la depreciación del peso frente al dólar y las altas tasas de interés– que, en 2017, alcanzó sus niveles más altos (6.77 por ciento) desde la crisis económica de 2008 (6.53 por ciento).

Hasta octubre de este año, la inflación presentó una tendencia a la baja (4.9 por ciento) en comparación con 2017. Sin embargo, es superior a la tasa con la que inició el sexenio (3.57 por ciento al cierre de 2012) y superior a las fluctuaciones estimadas por el Banco de México (+/- tres por ciento).

En términos monetarios, la inflación implicó que, por ejemplo, los 7.5 millones de trabajadores que ganan hasta un salario mínimo (2.6 mil pesos mensuales), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), perdieran 25 pesos mensuales (el año pasado fueron casi 32 pesos).

El aumento acumulado de la inflación (37 por ciento entre 2012 y 2018) y la reducción real del poder adquisitivo contrastan con el incremento al salario mínimo durante el sexenio, que fue de 6.21 por ciento, según el cálculo de la Unidad de Datos de SinEmbargo.

Esto en un país en que sólo 4.9 millones de personas (cuatro por ciento de la población adulta) gana más de cinco salarios mínimos (159 mil pesos anuales) y donde, según las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hay 73.6 millones de personas (60.2 por ciento de la población) que ganan menos de cinco salarios mínimos.

Durante el sexenio peñanietista, la tasa de desempleo decayó en un punto porcentual (pasó de 4.40 a 3.40 por ciento de la población económicamente activa), aunque en el último año la tendencia fue al alza (3.13 a 3.40 por ciento).

Comparado con otros sexenios, la tasa promedio de desempleo (cuatro por ciento) es menor a la observada durante el sexenio de Felipe Calderón (4.4 por ciento) y superior al promedio en los sexenios de Vicente Fox (tres), Ernesto Zedillo (3.5) y Carlos Salinas (tres).

En el caso de la pobreza, que hasta 2016 afectaba a 43.6 por ciento de la población en México, según Coneval, aunque decreció durante el sexenio, casi no se ha movido desde 2008 (44.4).

La pobreza patrimonial (54 por ciento de la población) y alimentaria (20 por ciento), por ejemplo, son casi idénticas a las del sexenio anterior (50 y 19 por ciento respectivamente) y superiores a las del periodo de Fox (47 y 17 por ciento, cada una).

Analistas económicos dicen que México no está en “bancarrota”, pero sí en una situación delicada

jueves, septiembre 20th, 2018

Andrés Manuel López Obrador exageró al decir que México está en “bancarrota”, coincidieron especialistas consultados. Sin embargo, dijeron que la economía nacional es muy “delicada” debido a la mala gestión y a las irresponsabilidades cometidas durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.

A nivel macroeconómico México parece “estable”, aunque en el fondo corremos el riesgo de endeudarnos más y con ello detener el flujo de dinero que podría ser invertido para sacar al país del atolladero en el que se encuentra.

Según las cifras del Banco de México y de la Secretaría de Hacienda, la deuda histórica de México es equiparable al 51 por ciento del PIB nacional. El tipo de cambio en los últimos dos años (de entre 19 y 20 pesos por dólar) es el peor de la última década. Sólo de 2013 a 2018, el dólar aumentó en 50.54 por ciento.

Para los especialistas, los “grandes retos” de AMLO serán reducir la pobreza, la desigualdad y la inseguridad, además de fortalecer el Estado de Derecho. También tendrá que mantener la estabilidad macroeconómica y hacer frente al déficit fiscal que hemos arrastrado durante los tres últimos sexenios.

Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).- México no está en bancarrota como dijo esta semana Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Pero las condiciones económicas actuales –explicaron analistas consultados– sí ponen al país en una situación “delicada” que reducirá el espacio de operación fiscal de la nueva administración.

“Fue una declaración un poco desafortunada que muestra una frustración [porque] más que una bancarrota, el país sí tiene un espacio fiscal muy reducido. Esto quiere decir que, dado el estado de nuestras finanzas públicas, una vez que pagas todos los compromisos –participaciones a entidades, servicio de deuda, pensiones y nóminas a maestros [entre otros]– el margen de maniobra que te queda para hacer política pública es muy pequeñito”, dijo a SinEmbargo Héctor Villarreal, director del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).

Para el doctor en economía Luis Foncerrada Pascal, AMLO exageró. Pero lo que sí es cierto, “es que el manejo de las finanzas públicas de Enrique Peña Nieto, de Luis Videgaray Caso y de Jose Antonio Meade Kuribreña, estos dos últimos ex titulares de Hacienda, fue muy irresponsable. El endeudamiento que llevaron a cabo en estos años es brutal” y evitó que México tuviera un mayor desempeño económico.

A finales de 2012, la deuda histórica total de México fue de 6.3 billones de pesos (equivalentes al 39 por ciento del PIB). Este año, el país tiene una deuda acumulada de 11.5 billones –incluida la deuda de estados y municipios– que equivalen al 51 por ciento del PIB.

Ello a pesar de que el año pasado el Gobierno federal pagó 200 mil millones de pesos de deuda, con una transferencia del Banco de México (Banxico) de 320 mil millones en utilidades no realizadas (es decir, con dinero “inexistente” que implicó la contracción de más deuda por parte del Banco Central).

Según Foncerrada, este nivel de deuda es “excesivamente alto para un país como México” porque reduce su tasa de crecimiento del PIB. En los países emergentes como el nuestro, cuando la deuda es del 40 por ciento del PIB, su tasa de crecimiento se reduce medio punto porcentual, explicó. Y cuando alcanza niveles como el de México, la reducción aumenta a uno 0 1.5 puntos al año.

Para que México esté en graves problemas, el endeudamiento tendría que ser equiparable al 60 por ciento del PIB (con reducciones estimadas de dos a 2.5 puntos porcentuales).

Por su parte, el PIB en los últimos 18 años tuvo una tasa promedio de aumento de 2.52 por ciento anual, de acuerdo con cifras del Banxico. Pero el país requiere un crecimiento superior al tres por ciento para salir adelante. Empero, con el nivel de deuda –que resta crecimiento– y la falta de inversión pública, la posibilidad de más desarrollo nacional se estancó.

“La falta de inversión fue un error muy serio del Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto” y es la más baja en los últimos 80 años (a excepción del periodo 1997-1998), comentó Foncerrada.

El 9 de septiembre de 2013, EPN dijo que la Reforma Fiscal tenía el propósito de “elevar el crecimiento económico del país” y la inversión pública, que generaría más empleos mejor remunerados. A poco más de cinco años de su alocución, la realidad es otra. Foto: Guillermo Perea, Agencia Cuartoscuro.

Las consecuencias de la mala gestión también se verán reflejadas en los próximos años, cuando la economía crecerá a un ritmo de 2.3 ó 2.5 por ciento. Si queremos crecer a un promedio anual de 3.8 o cuatro por ciento –como lo prometió AMLO en campaña– tendríamos que tener una inversión total equivalente al 24 ó 25 por ciento del PIB, explicó.

En la actualidad, México invierte entre el 19 y el 20 por ciento de su PIB (el 13-14 por ciento lo pone el sector privado, tres el gobierno y tres más los inversionistas extranjeros). Con este nivel de inversión, el mayor crecimiento económico al que nuestro país puede aspirar es del dos por ciento.

Si México estuviera en bancarrota, sucederían catástrofes económicas como las que padece Venezuela, donde la crisis actual ha generado pérdidas en el PIB de 35 por ciento en los últimos cuatro años. O como ocurrió en Bolivia entre 1981 y 1985, cuando su PIB decreció 9.5 por ciento. O Argentina, cuyo PIB decayó en más de 18 por ciento con la crisis de 1998 a 2002.

Hoy, México no atraviesa una crisis tan grave como las de 1982, 1985, 1993 y 1994. Ello se debe –según Foncerrada– a dos cuestiones. Porque tenemos 133 mil millones de dólares de reservas internacionales y 86 mil millones del Fondo Monetario Internacional (FMI), además de contar con un tipo de cambio flexible. Estos elementos permiten a México “hacer frente a cualquier tipo de movimiento especulativo”.

Sin embargo, “hay síntomas –además de la deuda– de que podemos caer en una terrible crisis” como en el caso del proceso de devaluación del peso que viene ocurriendo desde 2012, señaló Alfredo Bravo Olivares, profesor de economía de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Las cifras del Banxico arrojan que el tipo de cambio ha fluctuado de manera paulatina y no de manera estrepitosa (lo que anunciaría un posible desplome del valor del peso mexicano).

La paridad de los últimos dos años (de entre 19 y 20 pesos por dólar) ha sido la peor de los últimos 10 años. Sólo de 2013 a 2018, el tipo de cambio peso-dólar aumentó en 50.54 por ciento a favor de la moneda norteamericana. Y aún, para organismos internacionales como el FMI, los indicadores macroeconómicos del país son “estables”.

A pesar de todo, México no está libre de caer en bancarrota porque “estamos al borde del colapso económico y la economía se mantiene con alfileres”, lamentó Olivares. Y en la opinión de Héctor Villarreal del CIEP, la falta de recesión y de precios fuera de control hacen que, al menos desde el punto de vista de la macroeconomía, no haya crisis.

“Tenemos un margen en las finanzas públicas muy estrecho que sí hay que arreglar. Los pagos que se nos vienen en pensiones, los compromisos con el servicio de deuda, el asunto de que nuestro sistema de salud público no le podemos dar un fondeo, todas son señales de mucha debilidad y cosas de qué preocuparse. Pero no es una crisis macroeconómica en el sentido clásico”, explicó.

LA ECONOMÍA MEXICANA

Luego de la declaración de AMLO sobre la “bancarrota” de México, integrantes del sector empresarial lo contradijeron diciendo que el país ha cumplido con sus compromisos económicos en el interior y en el exterior.

Empero, figuras como Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, reconocieron esta semana que nuestra nación enfrenta situaciones complicadas en materia de violencia, de impartición del Estado de Derecho y en la eficiencia del gasto público (para pensiones, seguridad social, etcétera), además de la falta de mayor inversión y de mayores esfuerzos en el combate a la pobreza y a la informalidad laboral.

Mientras que la falta de crecimiento económico significa “bancarrota” para AMLO, para instituciones como el Banco Mundial y el FMI implica una situación de insolvencia financiera o monetaria. Es decir, cuando un Estado es incapaz de pagar los intereses de su deuda o cuando es incapaz de contraer deuda porque los organismos internacionales u otras naciones desconfían de su situación económica.

“Declarar una bancarrota tiene que ver con la capacidad de un país para cumplir con sus compromisos. Si un país no tiene capacidad financiera para cumplir con sus compromisos, en ese momento es un país en bancarrota […]. México tiene los mecanismos establecidos presupuestalmente a través de la Ley de Ingresos para ser cubiertos. Puede haber desequilibrios, que se gaste de más en ciertos rubros, que se tenga que endeudar más todavía”, pero no hay bancarrota aunque sí una “terrible crisis económica y social”, recalcó Alfredo Bravo Olivares de la FES Aragón.

Por ejemplo, en 2008, cuando la crisis financiera y la burbuja de vienes raíces en Estados Unidos, Islandia se declaró en quiebra. Como resultado, nadie le prestaba dinero. Para convencer a los demás de que lo hicieran, elevó su tasa de interés preferencial hasta en un 18 por ciento (Venezuela, otro de estos casos, lo hizo en 20 por ciento).

Con este tipo de alza, el riesgo de falta de pago aumenta y la calificación crediticia de los países decae. Asimismo, la inflación aumenta y los mercados financieros se desploman con la caída del valor de bonos y acciones (como le ocurrió a Argentina en 2001, tiempo en que el Gobierno empezó a congelar cuentas bancarias para evitar un colapso monetario).

En México, la situación económica es “delicada”. Y de acuerdo con los analistas, “cualquier país, para tener estabilidad macroeconómica tiene que tener finanzas públicas responsables y equilibradas, porque si no provocas inflación, que es lo que provocó la administración de Peña Nieto”.

En la actualidad, la inflación subyacente (la que no incluye productos agropecuarios, energéticos y tarifas autorizadas por el Gobierno) es de 8.8 por ciento. El año pasado, la canasta básica alcanzó una tasa de 9.8 por ciento (lo que quiere decir que la capacidad de compra de la gente se redujo en casi 10 por ciento). Y al cierre del año pasado, según el Banxico, la inflación general tuvo uno de sus niveles más altos (6.77 por ciento) desde la crisis financiera de 2008 (cuando fue de 6.53 por ciento).

De esta manera, la inflación actual ha sido una de las más altas en los últimos 17 años y no alcanza el objetivo establecido por el Banxico (de dos a cuatro por ciento). Sin embargo, dista de ser la de una situación de bancarrota (como en Venezuela, que según el FMI, cerrará este año con una crisis inflacionaria de 1 millón por ciento).

EMPLEO PRECARIO Y BAJOS SALARIOS 

AMLO aseguró esta semana que la situación de “bancarrota” que ha vivido el país durante los últimos 30 años no permitirá que su administración cumpla con “todo lo que se está demandando”. Sin embargo, prometió que sí cumplirá “todo” lo que ofreció durante el periodo de campaña política.

Para el tabasqueño, la política neoliberal “fracasó”. Y la bancarrota nacional se debe –en su opinión– al incremento de la deuda pública de los últimos 18 años, a la precaria inversión en el país y a la caída productiva del sector energético nacional. Estos elementos, dijo, han abonado al ensanchamiento de la población en situación de pobreza y al incremento de la desigualdad entre mexicanos.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), las condiciones de empleo durante el sexenio peñanietista no fueron ideales. La tasa de ocupación decreció (pasó de 60.70 en 2013 a 59.80 en 2018) y la tasa de desempleo, aunque parece de las más bajas del mundo (3.2 por ciento ó 1.8 millones de personas), se agrava si consideramos a las personas que no buscan empleo (14.6 por ciento u ocho millones de individuos) y a quienes están subempleados (6.8 o 3.7 millones de personas).

En el caso de los salarios (cuyo mínimo diario pasó de 64.76 a 88.36 pesos) el aumento registrado sigue siendo insuficiente. Según el reporte Pobreza persistente en México, mercados laborales con salarios bajos de la Universidad Iberoamericana (2018), el salario mínimo diario debería de ser de 353 pesos. Es decir, cuatro veces mayor al mínimo actual.

Con los niveles salariales de hoy en día, es entendible que la pobreza en México, en los últimos 10 años, apenas haya dado marcha atrás (pasó de 44.40 a 43.60 por ciento de la población entre 2008 y 2016, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social).

Para los economistas consultados, los “grandes retos” de AMLO serán reducir la pobreza, la desigualdad y la inseguridad, además de fortalecer el Estado de Derecho. También tendrá que mantener la estabilidad macroeconómica y hacer frente al déficit fiscal que se ha mantenido en números rojos desde el año 2000 –salvo por el periodo de 2006 a 2007– y que según la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, ha mejorado (en 2017 fue 36.28 por ciento menor que en 2012).

“En un país donde el campo no produce lo que se necesita para comer, donde no tenemos una industria propia, donde no tenemos un aparato productivo porque se desarticuló para permitir que las grandes trasnacionales se beneficiaran, ¿cómo generas empleo? Es el reto más grande de la historia de este país y si no se tiene una perspectiva de transformación social de fondo, simple y sencillamente no se va a lograr”, sentenció el economista Alfredo Bravo Olivares de la UNAM.

Entre las medidas recomendadas para que México salga de su atolladero, los especialistas recomendaron la eliminación y sustitución de programas sociales y gubernamentales que no han logrado reducir la desigualdad y la pobreza en México; considerar la asociación con empresas nacionales y extranjeras (porque eso le puede dar recursos adicionales al Gobierno por la vía del pago de derechos) y diseñar una nueva reforma fiscal a lo largo de todo el sexenio, con énfasis en impuestos indirectos (como el IVA o el IETS) e impuestos al flujo (como el IETU, para simplificar el cobro y la fiscalización de impuestos).

“Me llama la atención que [aún] cuando [AMLO] tiene un espacio fiscal tan reducido, salga con una propuesta como la de reducir impuestos en la frontera norte. Es un gasto fiscal potencialmente muy alto. Le está abriendo un hueco al espacio fiscal para evasión y los beneficios de dicha medida son dudosos”, dijo Héctor Villarreal del CIEP, al respecto de las necesidades fiscales.

Para los analistas, el meollo para la siguiente administración será la priorización de recursos (por el reducido espacio fiscal), que además de subsidios en programas sociales, requerirá de una gran inversión –como en el caso de la infraestructura nacional– para impulsar el desarrollo y evitar perder el costo de oportunidad de los recursos, como sucedió durante el sexenio que está por concluir.

¿A dónde fue tanto dinero? ¿Por qué tanta deuda? Con EPN hubo despilfarro, dicen Economistas

sábado, mayo 26th, 2018

Los responsables del manejo del ingreso, gasto y deuda pública durante el sexenio de Enrique Peña Nieto han sido Luis Videgaray Caso (2012-2016), José Antonio Meade Kuribreña (2016-2017) y José Antonio González Anaya (2017-actual). Especialistas afirmaron que pese a darle prioridad a las variables macroeconómicas, como la inflación o el tipo de cambio, fallaron en aterrizar la relativa estabilidad económica al desarrollo social [empleos remunerados y combate a la pobreza].

Luego de un gasto “ineficiente”, sobre todo en comunicación social y recortes en salud y educación, y un egreso mayor al aprobado por el Congreso, así como la falta de compensación de ingresos tributarios con la caída de los petroleros, el país llegó a una deuda pública histórica de hasta 48 por ciento del PIB en 2016, lo cual a su vez limitó más el gasto en inversión productiva para reactivar el ritmo de crecimiento.

“El gobierno sigue siendo un elefante blanco, es decir hay duplicidad de funciones y está gastando mal esos ingresos que le están entrando al país”, consideró el académico Abraham Vergara.

TERCERA PARTE DE UNA SERIE

Ciudad de México, 26 de mayo (SinEmbargo).– En el sexenio de Enrique Peña Nieto los tres titulares que dirigieron la Secretaría de Hacienda, la encargada de las finanzas públicas del país, dieron prioridad a la estabilidad de variables macroeconómicas, pero no lograron trasladarla al desarrollo social ante el estancamiento en el crecimiento económico, coincidieron economistas.

Los responsables de la “ineficiencia” en el manejo del ingreso, gasto y deuda pública durante este periodo han sido Luis Videgaray Caso (2012-2016), José Antonio Meade Kuribreña (2016-2017) y José Antonio González Anaya (2017-actual). Días antes de que Videgaray dejara el cargo se anunció un recorte de 132 mil millones de pesos al gasto público por la situación de Petróleos Mexicanos.

“González Anaya le tocó recibir lo que ya estaba. Después estuvo Meade y antes Videgaray, no bueno, unos genios. Desafortunadamente se centraron en la parte de las variables macroeconómicas, aunque la tasa de interés e inflación subieron y el tipo de cambio se incrementó [a 20 pesos por uno]”, dijo Abraham Vergara Contreras, académico de la Universidad Iberoamericana, especializado en finanzas públicas.

El país, aclaró, nunca entró en una crisis económica, sino en un “estancamiento” al crecer en promedio un 2 por ciento al año.

“Como sexenios pasados, se han centrado en las variables macroeconómicas y no en el beneficio microeconómico, como tú yo yo, los ciudadanos; que nos veamos con mejores salarios, mejor infraestructura, mejores servicios de salud. Tuvieron algunos logros, pero medianos, mediocres; se quedaron en esa medianía”, criticó el especialista.

La cifra más reciente del Coneval refiere que en en México hay 53.4 millones de pobres. Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

Consideró que dejan un “gran reto” a la siguiente administración pública al heredarles un país “relativamente estable con un crecimiento limitado”, lo que dificulta que esos indicadores macroeconómicos “en semáforo amarillo” se vean reflejado en el bolsillo de la gente.

El economista de la UNAM, Benjamín García Páez, coincidió. “Si tú lo mides con la congruencia que ha habido a un modelo en el cual se continúa manteniendo estabilizada una economía en sus variables monetarias y financieras, que generen condiciones para honrar deuda externa y la inversión extranjera venga, ha sido un modelo recomendable”, dijo. “Pero si lo evalúas en términos de combatir la pobreza, reducir la desigualdad entre los perceptores de distintos niveles de ingreso y empleo bien remunerado, es un fracaso porque no generaron bases de la economía y continuaron expuestos a la evolución no controlada de la economía internacional”.

La cifra más reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social señalan que hay 53.4 millones de pobres en el país.

El pasado lunes, el Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) no avaló el aumento de la remuneración básica (se pretendía que pasara de 88.36 a 98.15 pesos diarios)  para “evitar en lo posible descarrilar las tendencias inerciales positivas del crecimiento económico, el empleo y la inflación”, indicó la Conasami en un comunicado”.

Y de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), a partir del tercer trimestre de 2008 la inversión en obra comenzó a tener un aumento gradual, pero a partir de 2013, volvió a presentar descensos. Además, de 2015 a 2016 el presupuesto asignado para el rubro de obra pública se desplomó un 20.78 por ciento en 2016 y para el año siguiente el monto representó 2.6 por ciento del PIB, el menor nivel registrado en los últimos 10 años.

El Colectivo Peso, conformado por organizaciones civiles como Fundar, IMCO, CIEP y México Evalúa, destacó que aunque la Constitución otorga amplias facultades al Congreso para fungir como contrapeso en materia fiscal, los legisladores no han cumplido con sus atribuciones: cada año el Decreto de Presupuesto y la Ley de Ingresos de la Federación son aprobados “sin discusión profunda” entre los legisladores, promoviendo un presupuesto que “no corresponde con la realidad” de los recursos obtenidos y ejercidos en años anteriores, ni “es pertinente” para las necesidades que se prevén financiar en los próximos años.

Por ello han urgido a la creación de un Consejo Fiscal autónomo para dar una opinión sobre el marco macroeconómico, un análisis de las asignaciones de gasto propuestas respecto a su evolución histórica y estimaciones de las necesidades de gasto en sectores prioritarios, una evaluación del cumplimiento de la regla fiscal, hacer análisis prospectivo sobre la sostenibilidad fiscal, costear las propuesta de política pública, elaborar un reporte postelectoral de las propuestas de campaña más importantes y sus costos, entre otras.

EL GASTO INEFICIENTE 

El gasto público durante este sexenio pasó de 26.1 por ciento del PIB en 2012 al 22.90 por ciento del PIB que se prevé para 2018, de acuerdo con los datos de Hacienda. Los especialistas consultados aseguraron que en 2016 la administración de Enrique Peña Nieto se comprometió a ajustar el gasto público luego de la tempestad en Petróleos Mexicanos por la crisis petrolera internacional y su gestión interna, pero continuó gastando en comunicación social y en servicios personales más de lo aprobado por el Congreso.

Para el gasto de comunicación social del Poder Ejecutivo federal, en 2017 fueron aprobados mil 447 millones de pesos, pero hubo una variación de más de 6 mil millones de pesos adicionales, por lo que se ejercieron más de 8 mil millones de pesos, equivalentes al monto destinado para las acciones de reconstrucción de la Ciudad de México, tras los sismos de septiembre de 2017, de acuerdo al Presupuesto de Egresos de la Ciudad de México 2018, equiparó el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

“A pesar de que en 2016 anunció varios recortes y programas de austeridad, en la realidad eso no se ha logrado. Seguimos con un presupuesto inercial, y el margen que tiene el Gobierno federal para manipular el Presupuesto es menos del 10 por ciento del total del presupuesto. En ese sentido tenemos un reto para las finanzas de eliminar programas o fondos de duplicidad”, aseguró Manuel Guadarrama, investigador de finanzas públicas de IMCO.

Además, la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria en su artículo 33 establece que el gobierno federal no puede ejercer más de lo que se le aprueba en el capítulo 1000 “Servicios personales”, como lo son sueldos, salarios, honorarios, prestaciones sociales y pago de estímulos a servidores públicos, destaca la organización México Evalúa en su herramienta La Caja Negra. Pero de 2012 a 2018, el monto gastado siempre ha sido mayor al permitido. En 2017, el Congreso dio luz verde a 414 millones 344 mil pesos para ese rubro, pero se gastó 477 millones 019 pesos, revelan datos oficiales.

“El gobierno sigue siendo un elefante blanco, es decir, hay duplicidad de funciones y está gastando mal esos ingresos que le están entrando al país”, consideró el académico Abraham Vergara.

En 2018, se prevé gastar 18.1 por ciento del Presupuesto en combustible/energía (importar energéticos), 16.9 por ciento en protección social, 15.4 por ciento en participaciones y 13.5 por ciento en educación, entre otros como las pensiones o le pago de la deuda, como muestra la tabla.

Luis Videgaray Caso y José Antonio Meade Kuribreña, los encargados de las finanzas del Presidente Enrique Peña Nieto. Foto: Tercero Díaz, Cuartoscuro

LOS INGRESOS INSUFICIENTES

Los ingresos públicos en esta administración, luego de la Reforma Haciendaria y Fiscal, pasaron de 23.70 por ciento del PIB en 2012 al 20.70 por ciento del PIB que se calcula para 2018. Aunque en el 2016 se ingresaron 25 por ciento del PIB. Los economistas entrevistados expusieron que el ajuste a la recaudación de impuestos no fue suficiente para compensar la caída de los ingresos petroleros tras la crisis de precios de crudo a nivel internacional, lo cual arrastró a Pemex.

“Tuvimos menos ingresos por el tema petrolero, el precio del petróleo se cayó casi de 100 dólares por barril hasta abajo de 30 y hoy ya va otra vez a los 50 dólares. Pero la economía ya no está basada en el petróleo y con las coberturas petroleras México recibió más dinero de lo que costaba el barril en el mercado”, afirmó el economista Abraham Vergara. Por el lado de ingresos tributarios, aunque “este gobierno logró incrementar la recaudación, al mismo tiempo hay informalidad como nunca (30 millones de trabajadores, más del 50 por ciento de la población trabajadora)”.

Este 2018 se calcula ingresar 33 por ciento del Presupuesto por Impuesto Sobre la Renta (ISR), 18.5 por ciento del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y 8.9 por ciento del Fondo Petrolero, entre otras fuentes, como se aprecia en la tabla. En el caso del Impuesto Especial a Productos y Servicios (IEPS), incluyendo ya el gasolinazo de inicios de 2017, se planea recaudar 5.6 por ciento del Presupuesto.

“No somos lo suficientemente buenos para producir lo que se requiere de consumo; importamos cerca del 50 por ciento de la gasolina que se consume, luego entonces el IEPS le sirve al gobierno para ir cubriendo sus necesidades del gasto corriente”, expuso Vergara.

Como resultado del manejo de los ingresos y los gastos de este sexenio, quedó la deuda pública en niveles históricos.

Durante la presente administración de Enrique Peña Nieto, la deuda del sector público federal ha pasado de 33.8 por ciento por ciento del PIB con la que inició en 2012 a 46.4 por ciento del PIB al cierre de 2017, y llegó a 48.2 por ciento en 2016, un nivel sin antecedentes en sexenios pasados pese a que se registraron recesiones económicas en esos años, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda.

El aumento de la deuda de hasta 14.4 puntos del PIB en este sexenio ocurrió sobre todo en la gestión de Luis Videgaray Caso del 1 de diciembre de 2012 al 7 de febrero de 2016. Aumentó 10.2 puntos porcentuales de 33 a 44 por ciento del PIB, frente a los 13.9 puntos que subió durante los dos sexenios panistas juntos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. En este periodo panista se elevó de 19.9 por ciento del PIB en 2000 a 33.8 por ciento del PIB en 2012 alcanzando un mínimo de 17.9 por ciento del PIB en 2007, antes de la crisis económica global, de acuerdo con Hacienda.

Entre los tres Secretarios de Hacienda de Peña Nieto, Luis Videgaray –quien fue destituido del cargo tras la visita del Presidente Donald Trump– la subió a un mayor ritmo que José Antonio Meade Kuribreña (7 febrero 2017-27 noviembre 2017) y José Antonio González Anaya (27 noviembre 2017-actual), revelan los datos de la deuda pública del sector público federal.

El ahora Canciller aumentó la deuda pública un 37.30 por ciento durante su gestión de tres años; Meade un 4.09 por ciento en dos años; y González lleva un 0.93 por ciento en cuatro meses.