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Centro Prodh: Hay 7 órdenes de aprehensión pendientes contra militares por el caso Tlatlaya

jueves, noviembre 5th, 2020

Durante el programa de la periodista Carmen Argistegui, la titular de la FGR en materia de derechos humanos, Sara Irene Herrerías, replicó por segunda ocasión por los dichos de las últimas semanas, en los que se aseguró que se le estaba dando “carpetazo” a la investigación en torno al tiroteo ocurrido hace seis años.

Ciudad de México, 5 de noviembre (SinEmbargo).– La Fiscalía General de la República (FGR) aseguró que no cerró el caso de las ejecuciones extraoficiales en Tlatlaya, Estado de México, luego de que obtuviera declaraciones de altos rangos del Ejército mexicano que estuvieron en el lugar el día de los hechos, en junio de 2014.

Durante el programa de la periodista Carmen Argistegui, la titular de la FGR en materia de derechos humanos, Sara Irene Herrerías, replicó por segunda ocasión por los dichos de las últimas semanas, en los que se aseguró que se le estaba dando “carpetazo” a la investigación en torno al tiroteo ocurrido hace seis años.

Poco después de la primera negativa ante un posible cierre del caso sin resolución, Santiago Aguirre, titular del Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín”, dijo que Sara Irene estaba equivocada.

Aguirre resaltó que la Fiscalía intentó cerrar el caso Tlatlaya “específicamente en el apartado de la responsabilidad de la cadena de mando”.

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“Después de mucho batallar, se logró que se hiciera una de las diligencias básicas en este tipo de casos, que es interrogar a la cadena de mando militar involucrada en los hechos. De eso, surgieron algunos elementos importantes y se demostró que algunos han incurrido al menos en falsedad, de demostró que la orden de abatir existió y fue real y no era susceptible de interpretarse por los elementos de tropa que ejecutaron. […] Sin embargo, de manera muy precipitada, el Ministerio Público tres días después de esta diligencia nos notifica el no ejercicio de la acción penal, y eso en efecto es un ‘carpetazo'”, expuso el titular del Centro de DD.HH en Aristegui Noticias.

Añadió que luego de que se notificara el no ejercicio penal, acudieron para presentar una apelación y que se continúen con las investigaciones hasta dar con los responsables de ordenar la muerte de las 22 personas.

“Ese no ejercicio se revocó y tienen todavía que realizarse actos de investigación ulteriores que ojalá se realicen de manera exhaustiva para indagar quienes son los responsables de esta orden y que finalmente rindan cuentas”.

El titular del Centro de Derechos Humanos detalló que se tienen siete órdenes de aprehensión pendientes, sin embargo, aclaró que la FGR no las ha tenido en consideración, sino que las víctimas han insistido en que se analicen los procesos y es por eso que se encuentran pendientes.

“Tienen más de un año esas órdenes y no se materializan. Es preocupante que nos digan que ahora si se materializan porque va a ayudar la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) cuando son órdenes que la Fiscalía debe ejecutar sin pedirle permiso al Ejército”, subrayó durante el programa de Carmen Aristegui.

Ante las declaraciones de Aguirre, la Fiscalía solicitó a la periodista un espacio para aclarar diversos puntos. En voz de Sara Irene Herrerías Guerra, la dependencia aseguró que no están dando ningún tipo de “carpetazo” a la investigación en torno al caso Tlatlaya.

Gráfico realizado por el Centro Prodh luego de un año del caso. Foto: Centro Prodh.

Herrerías Guerra señaló que el amparo al que hizo alusión el titular del Centro Pro Juárez se realizó en junio 2017, antes de que entrara en funciones la actual administración del órgano de justicia. Apuntó que el amparo sirvió para que la actual Fiscalía desahogara las pruebas necesarias, entre ellas, las declaraciones de los altos rangos de la Sedena que estuvieron en la tragedia.

“No puedo hablar del contenido de las declaraciones, porque es una averiguación previa en la que hay reserva de la información, pero todas esas pruebas se van a agregar en el proceso”, refirió en la entrevista la funcionaria de la FGR.

Sara Irene resaltó que el caso no se ha cerrado, ya que hay un proceso federal en contra de los presuntos responsables, el cual no puede ser interrumpido. “Estamos actuando conforme a derecho y en representación de las víctimas respetando sus derechos”, señaló.

Finalmente, la titular de la Fiscalía Especializada en materia de Derechos Humanos de la FGR expuso que las órdenes de aprehensión pendientes se van a ejecutar, que ya están en proceso, pero que aún así, es clave la colaboración de la Sedena.

FGR CERRÓ EL CASO: EL PAÍS

Cuatro generales, un soldado y un cabo declararon por el caso Tlatlaya en este 2020, pero luego de que lo hicieron el proceso se cerró, pues no había indicios para “ejercer acción penal” contra nadie, de acuerdo con información revelada por el diario español El País el pasado 23 de octubre.

En septiembre de este año se realizaron los interrogatorios a la cadena de mando que participó en el caso. Foto: Archivo, Cuartoscuro.

“Por primera vez en seis años, abogados civiles, integrantes del Centro Miguel Agustín Pro, han interrogado a militares de alto rango vinculados al caso Tlatlaya, el escándalo de ejecuciones extrajudiciales cometidas por soldados en este municipio del Estado de México en 2014”, escribe el periodista Pablo Ferri para El País.

La versión oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) sobre el caso Tlatlaya fue que se había tratado de un enfrentamiento entre militares y presuntos delincuentes. Pero testimonios de las testigos de los hechos y la recomendación 51/2014 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) echaron por tierra esa versión al referir posibles ejecuciones extrajudiciales.

En el tiroteo ocurrido en junio de 2014, el Ejército reportó la muerte de 22 sospechosos de narcotráfico en la localidad de Tlatlaya, en el sur de México. Solamente un soldado resultó herido en el enfrentamiento.

“Abatir delincuentes en horas de oscuridad”, esa fue la orden que se les dio a los militares que integraban la Base de Operaciones “San Antonio del Rosario” y que estuvieron involucrados en la posible ejecución extrajudicial de 22 personas el 30 de junio de 2014 en el municipio de Tlatlaya, Estado de México. Así lo consiguió documentar el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) al tener acceso a la Orden de Relevo y Designación de Mando, dirigida al Teniente de Infantería Ezequiel Rodríguez Martínez, quien estaba al mando del personal de tropa. Las pruebas fueron presentadas en 2015.

Las respuestas de los interrogados abren nuevas preguntas “sobre el papel de los generales en el caso y actualizan una vieja pregunta: ¿bajo qué tipo de órdenes actuó el Ejército en esa parte de México durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto?”, señala Pablo Ferri en el texto “La Fiscalía cierra el caso Tlatlaya” tras interrogar a un general presente en el lugar de las ejecuciones.

Los interrogatorios se llevaron a cabo el 29 de septiembre en las instalaciones del Ejército en la Ciudad de México, de acuerdo con Pablo Ferri. Sin embargo, apunta, apenas tres días después el Fiscal informó sobre el cierre del proceso.

Tlatelolco 1968–Iguala 2014: las lecciones no aprendidas

viernes, octubre 2nd, 2015

Una hace 47 años, otra apenas hace uno, Tlatelolco y Ayotzinapa descarrilaron al Estado. La impunidad es un paralelo entre las dos tragedias. La irresolución, otro.

2 de octubre de 2002. Unas 15 mil personas de diversas organizaciones civiles en la conmemoración. Foto: Cuartoscuro

2 de octubre de 2002. Unas 15 mil personas de diversas organizaciones civiles en la conmemoración. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 2 de octubre (SinEmbargo).– Las movilizaciones en solidaridad con los padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero, suelen concluir con la frase en letras blancas: “Fue el Estado”. El letrero queda colocado en alguna esquina del Zócalo hasta que el personal de limpia la borra a fuerza de barrido o bajo chorros de agua. Pero también aparece pintada en negro, sobre el Hemiciclo a Juárez o el suelo relumbrante de la Alameda Central. O reaparece en pancartas de cartulina pisoteadas que van a dar a los amarillos botes de las empresas que levantan la basura en el Centro Histórico bajo contrato del Gobierno del Distrito Federal.

Es la denuncia más indeleble en contra del Presidente Enrique Peña Nieto y las instituciones de Gobierno, así como de los partidos mayoritarios –PRI, PAN, PRD–  que integraron el Pacto por México y no han mostrado disposición para esclarecer qué ocurrió esa noche maldita del 26 de septiembre de 2014, cuando 43 normalistas de la normal rural de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecieron en un camino de Iguala.

Hace 47 años, hubo otra noche negra: la de Tlatelolco. Miles de estudiantes fueron puestos bajo fuego aéreo y terrestre y sin que todavía haya cifras oficiales, los cálculos de observadores internacionales y nacionales han alcanzado hasta 500 muertos.Y entonces, aquella masacre ayudó por primera vez a desmontar la ilusión del sistema. El régimen del Partido Revolucionario Institucional selló su destino: un orden político que asesinaba a su crítica intelectual –la que se formaba en las universidades y preparatorias públicas y privadas– era una dictadura. A partir de ese oscurecer del 2 de octubre tenía el tiempo contado.

Histórica una, presente la otra, Tlatelolco y Ayotzinapa son rompecabezas con muchas piezas que no embonan; otras que fueron fabricadas con el aparente afán de originar confusión y algunas más que corresponden a tramas diferentes. Jaime Tamayo, investigador de la Universidad de Guadalajara y experto en Movimientos Sociales, expone: “Las dos tragedias guardan similitudes, paralelismos y una lección clara de una democracia mínima que representa la libertad en México. Ayotzinapa es el recuerdo tortuoso de que los años no sirvieron en términos de lección. Es un fiel recordatorio que de haber puesto atención a las consignas del 68, muchos aciagos y violentos acontecimientos se hubieran ahorrado”.

El antropólogo Abel Barrera, quien busca a los normalistas a través del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, piensa que los ejes paralelos entre Tlatelolco y Ayotzinapa cuestionan una sola cosa, pero que es bastante grande: la transición de la democracia en México. La impunidad ante la desaparición forzada es la avenida por la que corren los dos eventos, según este defensor de los derechos humanos.

Sobre el Movimiento estudiantil de 1968, casi cinco décadas después, el cúmulo de información disponible pone en el centro de las operaciones la mano de tres personajes que integraban el Gobierno Federal: Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación; el General Luis Gutiérrez Oropeza, presunto creador del Batallón Olimpia de francotiradores y Gustavo Díaz Ordaz, el Presidente de la República. Pero ni estos personajes políticos ni otros recibieron castigo penal ni moral por lo ocurrido en la plaza de las tres culturas de Tlatelolco. Tampoco dieron testimonio de lo que ocurrió. Sus dichos, a través de los años, se han enredado entre culpas veladas.

2 de octubre de 2000. Cientos acuden a poner veladoras en el lugar donde cayeron los muertos. Foto: Cuartoscuro

2 de octubre de 2000. Cientos acuden a poner veladoras en el lugar donde cayeron los muertos. Foto: Cuartoscuro

Quién ordenó y por qué el asesinato de los estudiantes está en el aire todavía. El 27 de noviembre de 2001, el entonces Gobierno de Vicente Fox Quesada creó por decreto la Fiscalía Especial para Movimientos Políticos y Sociales del Pasado. Para 2007, el órgano se había extinguido sin conseguir una sola sentencia condenatoria por delitos cometidos durante las matanzas del 2 de octubre ni la del 10 de junio de 1971 ni la llamada “Guerra Sucia” que vino después y como consecuencia de las masacres. Los funcionarios octogenarios que fueron llamados a declarar se negaron a dar testimonios detallados sobre lo ocurrido en los sesenta y setenta. Daban discursos crípticos que al final, no responsabilizaron a nadie, mucho menos a ellos mismos.

¿Ocurrirá lo mismo con la desaparición de los 43 que se preparaban para ser maestros rurales? Por lo pronto, la tragedia fue colmada por el desempeño de Jesús Murillo Karam, quien fue Procurador General de la República de diciembre de 2012 hasta febrero de 2015. Como encargado del caso de Ayotzinapa informó que las indagatorias condujeron a que los 43 habrían sido quemados en un gigantesco basurero en Cocula, Guerrero. A su expediente lo llamó “verdad histórica”.

No sólo generó un torrente de dudas; sino que concluyó su informe con la frase “ya me cansé” lo que ocasionó críticas en las redes sociales y en los medios informativos. En febrero de 2015, se fue de la PGR para ocupar la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. Luego, en la víspera del Tercer Informe de Gobierno, dejó el Gabinete presidencial sin recibir sanción ni ofrecer disculpa alguna, ni ninguna palabra más.

Para Eduardo Murueta Reyes, experto en Poder y director de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología [AMAP], las dos tragedias son un ejemplo del autoritarismo en México que está muy lejos del deseo de verdad de los gobernados. Y en ese sentido, es muy probable que los dos eventos tengan el mismo proceso: un largo camino para llegar un día a algunos parajes luminosos pero también a muchas zonas oscuras.

“En México hay un pseudo poder. Es pseudo porque es autoritario. Muy lejos de eso, el verdadero poder es el que convoca y organiza. La base de todo debe ser la organización. A mayor organización, mayor poder. El hecho de que muchas personas en la sociedad en México no estén organizadas y vivan supeditadas a unos cuantos, genera que estos tiendan al abuso”, dice.

Tlatelolco, con sus muertos aún no contados de manera oficial,  y la triste y profunda noche de Iguala, cuando no quedó rastro de 43 estudiantes normalistas, dan cuenta de la lejanía entre el Estado y los ciudadanos. Murueta pone un símil: se trata de un padre de familia que jamás ha comprendido a su hijo y prefiere taparle la boca a como de lugar.

2015. Marcha del aniversario de la desaparición de los normalistas.Foto: SinEmbargo

2015. Marcha del aniversario de la desaparición de los normalistas.Foto: SinEmbargo

ENTRE DÍAZ ORDAZ Y PEÑA NIETO: EL SILENCIO

La razón que condujo a la matanza del 2 de octubre es un vericueto que aún no ha llegado a ninguna parte. Era una época en que el viento no se movía si no lo aprobaba el Presidente de la República y no había ser humano en México mejor informado que él. Pero hay un testimonio, el de las memorias de Luis Marcelino Farías, en el libro Así lo recuerdo, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1992, que brinda el indicio que dos personajes actuaron sin que Gustavo Díaz Ordaz lo supiera: Alfonso Martínez Domínguez, supuesto corresponsable de la formación de grupos de choque, y el General José Luis Gutiérrez Oropeza, quien fue Jefe del Estado Mayor Presidencial.

Palabras de Farías:

“Se vanagloriaban ambos de haber tomado medidas sin que lo supiera el Presidente, tales como tener a la mano gente dispuesta a balacear una escuela politécnica, gente comprada para golpear a algunos muchachos en la noche y cosas así, medidas que tomaban ellos para tranquilidad del Presidente”.

Ninguno de estos tres políticos priistas está vivo este 2 de octubre, cuando una nueva tragedia, la de Ayotzinapa, evoca a la de Tlatelolco. Ya es imposible que brinden más testimonios sobre la actuación del Presidente en 1968, una pieza ausente en el rompecabezas que es la masacre del 2 de octubre.

El general José Luis Gutiérrez Oropeza falleció en 2007. Y en una entrevista con La Jornada, su hijo Luis Gutiérrez Zepeda, dijo: “Murió con la certeza de que siempre fue leal a México y sus instituciones”. Alfonso Martínez Domínguez –quien también fue regente de la Ciudad de México en 1971– dejó este mundo cinco años antes. Y Luis Marcelino Farías, quien en 1968 era diputado federal y defendía en el Congreso de la Unión a Gustavo Díaz Ordaz respecto a los hechos, murió en 1999.

Para Jaime Tamayo, el investigador de la UdeG, la posibilidad de que el entonces Presidente Díaz Ordaz no supiera del movimiento estudiantil que se gestaba resulta muy lejana. “El Gobierno Mexicano aplastó lo que quiso manejar como un movimiento manipulado por los comunistas del extranjero. Pero ahí había gente de todas las corrientes incluso del Partido Comunista que hoy podríamos ver como un movimiento a favor de los derechos cívicos y humanos. Estamos hablando de un país en el que el autoritarismo era la marca distintiva. En ese sentido, se daba el discurso  de Díaz Ordaz. Él manejaba el temor a un movimiento desde el exterior y que se podía salir de control”.

2015. Los padres de los 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada encabezaron la marcha del 26 de septiembre. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

2015. Los padres de los 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada encabezaron la marcha del 26 de septiembre. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

“Él sabía que eso era falso. Tenía información de dos fuentes con diversos canales de información, uno por parte de la Secretaría de Gobernación, de la Dirección Federal de Seguridad y otras instancias de vigilancia y represión política. Incluso, desde el Estado Mayor Presidencial se había penetrado entre los estudiantes. Había espionaje en las instituciones educativas a donde acudían”, añade en entrevista el estudioso de los movimientos sociales de México.

Luis Echeverría Álvarez –Secretario de Gobernación en el 68– ha dicho muchas veces que él no influyó en las decisiones del Presidente. “Quizá pensó que no tenía yo la suficiente experiencia y él lo manejó todo, lo político y lo militar”, dijo en una entrevista con el periódico El Universal, publicada el 21 de Septiembre de 1998.

Si el hombre que tenía la investidura presidencial, era el mejor informado, también era el más callado. Y ese silencio fraguado en la residencia oficial de Los Pinos fue de época en época sin darle tregua al cambio. Desde Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) hasta Ernesto Zedillo (1994-2000), el Gobierno permaneció callado frente a los hechos de 1968. Y así, muchos grupos, al ver cerrado el camino del diálogo, formaron en los 70, algunos grupos guerrilleros tanto en el campo como en la ciudad.

“La masacre generó la impresión que de no había más salida que la vía armada, algo que se vino a ratificar con el Halconazo (matanza en San Cosme en junio de 1971) y grupos radicales con la lucha armada como la Liga 23 de Septiembre, así como la guerrilla rural con Lucio Cabañas en Guerrero. Todo esto vino a mandar el mensaje de que la única posibilidad de cambio era el movimiento armado”, dice Tamayo.

Aunque la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa puso una sombra deforme sobre el Gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando no completaba dos años en el poder, el Primer Mandatario apenas dedicó cuatro discursos entre septiembre y diciembre del año pasado. El 6 de octubre de 2014, llamó “afectados” a los 43 estudiantes. Habían pasado diez días de la noche de Iguala y Peña Nieto apenas utilizó treinta y tres palabras para decir: “Lamento de manera muy particular la violencia que se ha dado y, sobre todo, que sean jóvenes estudiantes los que hayan resultado afectados y violentados en sus derechos en el municipio de Iguala”.

Ocho días después, con un tono de lejanía dijo que el asunto lo resolvería la PGR. Luego, se hizo de parquedad cuando recibió en Los Pinos a los padres de los normalistas. Después se fue a una gira por China y Australia. Al regresar, subió un poco la voz para decir que no permitiría que le reclamaran justicia a través de la violencia. El 27 de noviembre anunció un plan de diez puntos para cimentar el Estado de Derecho.

Después, silencio, mucho silencio. Ayotzinapa, con los meses, parecía ya no tener sentido. El grito de “¡Nos faltan 43!” de repente ya no fue tan fuerte en las calles. Por ejemplo, la quinta, la sexta, la séptima marcha para conmemorar meses de la desaparición, ya no fueron tan multitudinarias.

Pero Ayotzinapa es mucho más que la protesta callejera. Y logra verse en esos números de las encuestas que reflejan el desplome de la aceptación del Presidente. Después de que se supo de la ausencia de esos 43, el Primer Mandatario llegó al 39 por ciento en aprobación, según promedian encuestadoras como GEA-ISA, Reforma y El Universal. Un nivel histórico muy bajo del cual, no se ha recuperado.

Con esos números como lastre, en el mensaje correspondiente a su Tercer Informe de Gobierno, el 2 de septiembre, el Presidente incluyó a Ayotzinapa en una lista de hechos que han lastimado a los mexicanos. “El último año ha sido difícil para México. Nuestro país se vio profundamente lastimado por una serie de casos y sucesos lamentables. Los hechos ocurridos en Iguala o la fuga de un penal de alta seguridad nos recuerdan situaciones de violencia, crimen o debilidad del Estado de Derecho”, dijo.

El 24 de septiembre, cuando faltaban dos días para el primer aniversario de los hechos de Iguala, el Presidente se reunió con algunos de los padres de los normalistas. Mientras, otros más realizaban una huelga de hambre en el Zócalo capitalino. Cuando la reunión concluyó, un padre dijo: “Ya sabíamos que el Presidente no se iba a comprometer”. Uno más habló: “Si fuimos, fue por trámite”.

Enrique Toussaint, politólogo formado en la Universidad de Guadalajara, piensa que hoy como ayer, el silencio presidencial no es conveniente y jamás será bueno.

“Ayotzinapa requiere de un Presidente. De un líder que por lo menos, muestre energía en la resolución del problema. México no resistirá otra herida abierta”, afirma.

Para conmemorar un año de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa miles de personas volvieron a la calle para exigir justicia. Colmaron el Zócalo y las calles cercanas.

2015. Otra vez, buscando justicia en las calles. Foto: Cuartoscuro

2015. Otra vez, buscando justicia en las calles. Foto: Cuartoscuro

CRISIS DE PARTIDOS 

Otro paralelismo: por Ayotzinapa, el Partido de la Revolución Democrática está encarado con la misma crisis que tuvo el PRI en 1968. Se trata del partido más representativo de la izquierda mexicana en el mapa electoral y el mismo que llevó al poder al alcalde Iguala, José Luis Abarca quien –según la PGR – tenía nexos estrechos con el cártel Guerreros Unidos, uno de los presuntos responsables de la desaparición de los 43 estudiantes.

En el preámbulo de las elecciones del 7 de junio, el partido del Sol Azteca tenía un mínimo histórico de intención de voto, de 13 a 16 por ciento. Una vez efectuadas las elecciones, pudo verse que perdió de cuatro a cinco puntos.

Pero Ayotzinapa es –como Tlatelolco- el punto de debates en los que los políticos intercambian culpas sin que se asome la claridad. Y cada evento político parece más desvinculado de los padres que no cesan en sus marchas ni su búsqueda. El 25 de septiembre pasado, el PRD se exculpó en el Senado de la República. “Este no es un tema de partidos o personas, sino un asunto de Estado, porque de acuerdo con el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), en la agresión de los normalistas estuvieron presentes las fuerzas federales”, dijo la senadora por ese partido, Angélica de la Peña.

Un día después, en sesión solemne dedicada a los estudiantes normalistas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, hubo una guerra de carteles, desaires y recriminaciones. No acudió ninguna representación de los familiares de los desaparecidos aun cuando el acuerdo para llevarla a cabo dispuso “realizar las gestiones necesarias” para invitarlos.

El  diputado por el PRI, Adrián Rubalcava Suárez, fijó la posición de su partido. Expuso que hay grupos que desde su curul, buscan sembrar odio a partir de la desgracia y defendió al Presidente Enrique Peña Nieto contra quienes dicen: “Fue el Estado”. Desde su silla, la diputada por Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Aleida Alavez Ruiz, le corregía: “El Presidente no es el Estado”.

***

Este 2 de octubre, padres de los desaparecidos la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, irán en la vanguardia de la manifestación por los hechos del 2 de octubre de 1968. Se partirá de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco al Zócalo capitalino. El comité organizador bautizó a la jornada como “De Tlatelolco a Ayotzinapa: 47 años de lucha contra la impunidad”.

Imágenes y voces de la marcha | Los 43 unen a la sociedad en un sólo grito: “¡Justicia!”

domingo, septiembre 27th, 2015

La marcha en el DF por el primer año de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa rebasa expectativas: fue multitudinaria.

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Ciudad de México, 27 de septiembre (SinEmbargo).– Fue una movilización larga en tiempo y también, como no se había hace mucho en la capital del país, multitudinaria.

Desde las 10:00 horas, en diversos puntos de la avenida Paseo de la Reforma comenzaron a fluir los indignados. La marcha, oficialmente, arrancó a las 12 horas, encabezada por los padres de los estudiantes muertos y desaparecidos en Iguala, Guerrero, hace un año, y en sus primeras tres horas –de las más de cinco de su duración– copó Paseo de la Reforma por varios kilómetros: de la Estela de Luz hasta el primer cuadro del Centro Histórico.

Fue también una “marcha por la dignidad”, como la bautizaron los padres de los 43 normalistas desaparecidos. La protesta contra la falta de acciones del Gobierno federal en el caso Iguala se extendió, además, no sólo por los alumnos de Ayotzinapa, sino por las miles de personas víctimas de desaparición forzada en todo el país.

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Durante todo el trayecto los padres y los ciudadanos indignados reclamaron al Presidente Enrique Peña Nieto por la violencia en México. Los gritos “¡Fuera Peña, fuera Peña!”, se repitieron miles de veces.

Fue también una movilización que volvió a unir a los estudiantes de las universidades públicas y privadas de la Ciudad de México, lo que hizo recordar las jornadas de protesta de 2012 contra el entonces candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia. Ahí estuvieron los alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) junto con los de la Universidad Iberoamericana; los del Instituto Politécnico Nacional (IPN) con los del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE); los de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) con los del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), entre muchas otras instituciones.

Ya en el Zócalo, uno de los padres de los 43 habría de sintetizar el enojo, la frustración y la tristeza que sienten sus familias, pero también millones de mexicanos: “Hace un año a estas horas nuestros hijos vivían, no sabían lo que el Estado les iba a hacer”, dijo.

Desde las 10:00 horas, decenas de personas se congregaron afuera de las instalaciones del Museo Nacional de Antropología. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

Desde las 10:00 horas, decenas de personas se congregaron afuera de las instalaciones del Museo Nacional de Antropología. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

Los padres de los 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada encabezaron la marcha. Foto: SinEmbargo/Luis Barrón

Los padres de los 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada encabezaron la marcha. Foto: SinEmbargo/Luis Barrón

En la Estela de Luz, representantes de iglesias colocaron un altar para los 43. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

En la Estela de Luz, representantes de iglesias colocaron un altar para los 43. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

Los contingentes llegaban de todas partes para unirse a la manifestación. Foto: Xanath Lastiri, SinEmbargo

Los contingentes llegaban de todas partes para unirse a la manifestación. Foto: Xanath Lastiri, SinEmbargo

La movilización fue encabezada por los padres de los normalistas. Foto:  Luis Barrón, SinEmbargo

La movilización fue encabezada por los padres de los normalistas. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Estudiantes del IPN se unieron a la marcha para exigir justicia por los 43. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Estudiantes del IPN se unieron a la marcha para exigir justicia por los 43. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

La manifestación a la altura del Ángel de la Independencia. Foto: Ilse García, SinEmbargo

La manifestación a la altura del Ángel de la Independencia. Foto: Ilse García, SinEmbargo

Los manifestantes se concentraron a la altura del Monumento a los 43. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Los manifestantes se concentraron a la altura del Monumento a los 43. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Diversas fuentes de parques de la Ciudad de México fueron teñidas de color rojo en protesta por la desaparición de los normalistas.  Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Diversas fuentes de parques de la Ciudad de México fueron teñidas de color rojo en protesta por la desaparición de los normalistas. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Las fuentes en la Alameda Central también se tiñeron de rojo. Foto: Carlos Acevedo, SinEmbargo

Las fuentes en la Alameda Central también se tiñeron de rojo. Foto: Carlos Acevedo, SinEmbargo

A pesar de la lluvia, la marcha continuó por las calles del Distrito Federal. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

A pesar de la lluvia, la marcha continuó por las calles del Distrito Federal. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Las consignas de la marcha fueron en contra de Enrique Peña Nieto y la PGR. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

Las consignas de la marcha fueron en contra de Enrique Peña Nieto y la PGR. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

El fundador de las autodefensas en Michoacán, Hipólito Mora Chávez, acompañó a los manifestantes a la marcha. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

El fundador de las autodefensas en Michoacán, Hipólito Mora Chávez, acompañó a los manifestantes a la marcha. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Cientos de personas llenaron la plancha del Zócalo capitalino donde se colocó un templete para que hablaran los padres de los 43. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Cientos de personas llenaron la plancha del Zócalo capitalino donde se colocó un templete para que hablaran los padres de los 43. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Las personas seguían llegando al Zócalo del DF, portaban el número 43 y pancartas con los rostros de los estudiantes desaparecidos. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

Las personas seguían llegando al Zócalo del DF, portaban el número 43 y pancartas con los rostros de los estudiantes desaparecidos. Foto: Alejandro Páez, SinEmbargo

Un grupo de anarquistas realizó destrozos en locales y edificios públicos como el Senado, y el INBA. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Un grupo de anarquistas realizó destrozos en locales y edificios públicos como el Senado, y el INBA. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Los encapuchados hicieron pintas en algunos locales que encontraron a su paso como el Starbucks. Foto: Paola Ramos, SinEmbargo

Los encapuchados hicieron pintas en algunos locales que encontraron a su paso como el Starbucks. Foto: Paola Ramos, SinEmbargo

Otro de los establecimientos dañados por los anarquistas fue el KFC. Foto: Paola Ramos, SinEmbargo

Otro de los establecimientos dañados por los anarquistas fue el KFC. Foto: Paola Ramos, SinEmbargo

Otro grupo de presuntos anarquistas lanzaron cohetones y rompieron vidrios de las oficinas del  Senado. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Otro grupo de presuntos anarquistas lanzaron cohetones y rompieron vidrios de las oficinas del Senado. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Cerca de las 17:00 horas, granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal comenzaron a entrar al Zócalo capitalino. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Cerca de las 17:00 horas, granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal comenzaron a entrar al Zócalo capitalino. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Los niños también acudieron a la marcha y exigieron justicia por los 43 normalistas. Foto: Xanath Lastiri

Los niños también acudieron a la marcha y exigieron justicia por los 43 normalistas. Foto: Xanath Lastiri

Y un año después, los 43 siguen desaparecidos y el Gobierno de México se queda sin respuestas

sábado, septiembre 26th, 2015

Analistas y observadores dicen que la “verdad histórica” mostró incapacidad o falta de voluntad del Estado mexicano para impartir justicia

Un gobierno sin respuestas. Foto: Cuartoscuro

Un gobierno sin respuestas. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 26 de Septiembre (SinEmbargo).– El servidor público de mayor jerarquía inculpado por la violencia que derivó en la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa es José Luis Abarca, el Alcalde de Iguala depuesto y hoy preso acusado por delincuencia organizada, homicidio y secuestro. Pero el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), en más de una ocasión, menciona que durante las casi tres horas que duraron los ataques –en nueve puntos diferentes–, representantes de los tres niveles de Gobierno tuvieron información sobre los hechos.

Una de las principales fuentes, de acuerdo con el documento titulado “Investigación y primeras conclusiones de las desapariciones y homicidios de los normalistas en Ayotzinapa”, fue el Centro de Control de la Policía Estatal, o C-4, lugar que describe como “una estructura de coordinación y comunicación en la que están presentes representantes de la Policía Estatal, la Policía Federal, la Policía Municipal y el Ejército” y que, esa noche, dice el reporte, estuvo operando, recibiendo reportes y, en gran medida, llamadas que pedían “ayuda” para la población.

Desde las 17:59 horas de ese día, dice el documento, el C-4 de Chilpancingo reportó vía telefónica a la Policía Estatal con sede en Iguala sobre la salida hacia esa ciudad de dos autobuses Estrella de Oro con estudiantes normalistas, los cuales realizarían actividades de boteo y de toma de camiones previas a la marcha del 2 de Octubre a la Ciudad de México; actividades, dice el reporte, que fueron también monitoreadas por el C-4 de Iguala.

“Los normalistas que llegaron a la Central fueron también monitoreados por estas instituciones a través del C-4. Además, miembros del Ejército en sus declaraciones ante la PGR señalan la vigilancia y la información que tenían sobre ellos. Tanto el teniente JG, como el comandante JRP señalaron la fluida comunicación establecida mediante el C-4, en la que se iban monitoreando los movimientos de los normalistas”, dice el documento.

El 6 de octubre de 2014 los padres de los 43 ofrecieron una de las primeras conferencias de prensa en Ayotzinapa para detallar los acontecimientos suscitados el 26 de septiembre. Foto: Cuartoscuro

El 6 de octubre de 2014 los padres de los 43 ofrecieron una de las primeras conferencias de prensa en Ayotzinapa para detallar los acontecimientos suscitados el 26 de septiembre. Foto: Cuartoscuro

“Por ejemplo, según el teniente JG, aproximadamente a las 21:00 horas el responsable del C-4 por parte de los militares, el sargento C, informó que los normalistas habían ido a la Central de Iguala, tomado autobuses y lanzado piedras, información proporcionada también al comandante del Batallón 27 y a la Zona militar 35. El comandante Rodríguez también declaró que estaba al tanto del robo de autobuses en la Central y del destrozo en un autobús. A través de ese sistema, el resto de las fuerzas policiales señaladas estaban al tanto de esos movimientos”, agrega.

El grupo de expertos acreditó no sólo el monitoreo de las actividades de los estudiantes por parte de las diferentes fuerzas armadas de los tres niveles de Gobierno, sino también la presencia de éstas, al menos “observando”, en escenas de ataques que terminaron con la desaparición de los estudiantes.

“Además de la policías municipales de Iguala y Cocula que fueron los directos agresores, en las dos escenas de Juan N. Álvarez y el Palacio de Justicia de donde fueron detenidos y desaparecidos normalistas, hubo presencia de agentes del Ejército, de la Policía Federal y Ministerial en distintos momentos. Tras la detención de los normalistas una patrulla del Ejército visitó la comisaría de barandilla donde aparentemente habría sido llevado un grupo de normalistas detenidos, y posteriormente la misma patrulla se dirigió al Hospital Cristina donde se habían refugiado un grupo de normalistas sobrevivientes y uno de los heridos graves”, dice el apartado titulado Presencia de agentes de diferentes fuerzas de seguridad o Ejército que observan los ataques.

Padres de familia de los 43 estudiantes y normalistas se han manifestado en diversas ocasiones en el 27 Batallón del Ejército en Iguala. El 15 de julio de 2015 increparon a los militares e incluso derribaron algunas barricadas para exigir se les permitiera entrar en búsqueda de los jóvenes. Foto: Cuartoscuro

Padres de familia de los 43 estudiantes y normalistas se han manifestado en diversas ocasiones en el 27 Batallón del Ejército en Iguala. El 15 de julio de 2015 increparon a los militares e incluso derribaron algunas barricadas para exigir se les permitiera entrar en búsqueda de los jóvenes. Foto: Cuartoscuro

“Diferentes testigos señalan la presencia de Policía Federal en el escenario del Palacio de Justicia en dos momentos diferentes y también de Policía Ministerial según los normalistas, otros testigos y policías municipales; de Policía Ministerial en el escenario de Juan N. Álvarez, según algunos policías ministeriales; y agentes de Inteligencia del Ejército en el escenario de calle Galeana (salida a Juan N. Álvarez) y del Palacio de Justicia, según reportes y declaraciones de miembros del Ejército; de Policía Ministerial en el escenario de persecución a normalistas en la Colonia Pajaritos, según el testimonio de dichos sobrevivientes”, agrega el mismo apartado.

En el subtítulo “Tiempo en que se desarrollo la acción”, el GIEI destaca la “coordinación” entre los perpetradores que permitió sumar al menos dos cuerpos policiales de dos ciudades distintas (Cocula e Iguala) en diferentes lugares: “Tuvo cerca de una hora de duración en cada lugar y se llevó a cabo de forma coordinada y simultánea, a veces incluso con la participación en los dos lugares de los mismos agresores, una parte de los cuales se dirigieron a reforzar el escenario del autobús, detenido frente al Palacio de Justicia. Testigos señalan la presencia de Policía Estatal y /o Ministerial en ambos escenarios, y una Patrulla Ministerial en la persecución posterior en la colonia Pajaritos y colonia 24 de febrero de un grupo de sobrevivientes”.

El documento también plantea que los integrantes del 27 Batallón de la Secretaría de la Defensa Nacional tuvieron conocimiento de que los jóvenes normalistas fueron detenidos por la Policía Municipal de Iguala y, también, que no estaban en la comandancia.

“¿Qué hicieron con esta información? ¿Qué acciones urgentes tomaron? ¿Informaron en ese momento a las más altas autoridades del Estado? ¿Qué instrucciones recibieron? En caso contrario, ¿Por qué no informaron? ¿Por qué manejaron información restringida en el C4 esa noche? –cuestiona el reporte–. Estas eran parte de las preguntas que el GIEI deseaba hacer a los miembros del 27 Batallón y son parte de las indagaciones que hasta la fecha no ha realizado la PGR”.

El 22 octubre al finalizar la movilización en la Ciudad de México como parte de la primera Acción Global por Ayotzinapa, los manifestantes dibujaron en la plancha del Zócalo capitalino la frase: “Fue el Estado”. Foto: Cuartoscuro

El 22 octubre al finalizar la movilización en la Ciudad de México como parte de la primera Acción Global por Ayotzinapa, los manifestantes dibujaron en la plancha del Zócalo capitalino la frase: “Fue el Estado”. Foto: Cuartoscuro

¿FUE EL ESTADO?

La aparición de elementos policiacos municipales como perpetradores directos en la masacre de estudiantes normalistas de Guerrero evidenció, una vez más, la participación de diferentes fuerzas del Estado mexicano en la comisión de hechos criminales. Una consigna acusando al sistema de instituciones de aplicación de la ley apareció en octubre de 2014 en el Zócalo, durante una manifestación a un mes del crimen: “Fue el Estado”.

Un año después, el GIEI documentó no sólo el monitoreo y la presencia de agentes armados de los otros dos niveles de Gobierno en diferentes puntos que terminaron con la desaparición de los normalistas, sino también, y como ha sido ampliamente difundido en los medios, la desviación de la investigación de la Procuraduría General de la República. Una de las principales deficiencias de esta indagatoria, de acuerdo con los expertos internacionales, es la afirmación de que los 43 víctimas fueron incinerados masivamente en un basurero de Cocula por un grupo del crimen organizado.

—¿Fue el Estado?

“Si la consigna y la afirmación de que fue el Estado se refiere concretamente a los asesinatos, a los atentados con armas de fuego, las persecuciones y la desaparición forzada de 43 personas, entonces lo que esa afirmación exige es justamente una revisión detallada de todos esos niveles de complicidad, porque la versión oficial es justamente que ‘fue el narcotráfico, el crimen organizado’, pero los hechos no apoyan esa tesis, salvo que el Estado sea el principal grupo de crimen organizado y narcotráfico”, dice el periodista John Gibler, cuya investigación en Iguala encontró, antes que el GIEI, la existencia de un quinto camión con estudiantes que fue borrado de la investigación de la PGR.

“Pero, otra vez, no hablamos de una cosa espontánea, o posiblemente resultado de una confusión de identidad, porque hay demasiada complejidad y coordinación en el operativo de los hechos; es decir, nueve diferentes escenarios, muchas horas, diferentes corporaciones de policía, tienen que platicar entre ellos en persona, por radio, por teléfonos porque hay ataques simultáneos en diferentes partes de la ciudad y fuera de la ciudad. O sea el grupo armado que disparó contra Los Avispones estaba en posiciones de tiro esperando un camión a 15 kilómetros de la ciudad; (quiere decir que) tenían órdenes. Yo entrevisté a uno de los sobrevivientes que me dijo que escuchó textual, después de muchas ráfagas, decir uno a otro, afuera del camión ‘ya la cagamos comandante, son futbolistas’. Eso, ¿qué implica? Que había una orden de atacar a normalistas, pero cuando se dan cuenta de que era un equipo de futbol hasta ellos mismos dijeron ‘la cagamos”, agrega el autor, cuya investigación es un nuevo libro que recoge los testimonios de los sobrevivientes, testigos, estudiantes y familias de los 43 desaparecidos.

El 9 de octubre una numerosa manifestación recibió a los padres de los 43 en la Ciudad de México. En la movilización se exigió la renuncia de Enrique Peña Nieto. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

El 9 de octubre una numerosa manifestación recibió a los padres de los 43 en la Ciudad de México. En la movilización se exigió la renuncia de Enrique Peña Nieto. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Para el investigador e historiador Sergio Aguayo, las conclusiones del GIEI son “un latigazo a la inoperancia del Estado mexicano, a la corrupción, a la demagogia, a la irresponsabilidad, a la impunidad; un compendio de la degradación última de un Estado que no cumple con los requisitos mínimos, que es controlar la violencia, usar legítimamente la fuerza para dar seguridad a la ciudadanía”.

Pero esa incapacidad de proteger a la población, dice, es histórica. Lo que es diferente con el caso de Iguala, insiste, es que, por primera vez en la historia del país, se cuenta con la posibilidad de poder aproximarse a la verdad sobre lo ocurrido en una masacre. Verdad, explica Aguayo, que es necesaria para determinar si la degradación del Estado mexicano es acción u omisión.

“Es que fue el Estado, todo el informe del grupo muestra que fue el Estado; de eso no hay ninguna duda. Ahora, ¿fue una política de Estado o fueron acciones disociadas de diferentes partes del Estado las que condujeron a un resultad trágico? Para eso necesitamos tener absolutamente toda la verdad”, dice el también autor del nuevo libro “De Tlatelolco a Ayotzinapa: las violencias del Estado“.

“¿Quién es responsable de qué? Esa es la pregunta que no está respondida, y no está respondida porque no hay información. Entonces, si (el ex procurador General de la República) Jesús Murillo Karam decretó la verdad histórica porque tuvo una iluminación camino al gimnasio, y porque se lo ordenaron de Los Pinos, y si se lo ordenaron, ¿quién se lo ordenó?”, agrega el investigador del Colegio de México.

Manifestantes incendiaron una efigie de Enrique Peña Nieto en la explanada del Zócalo capitalino luego de una movilización para exigir justicia por Ayotzinapa. Foto: Cuartoscuro

Manifestantes incendiaron una efigie de Enrique Peña Nieto en la explanada del Zócalo capitalino luego de una movilización para exigir justicia por Ayotzinapa. Foto: Cuartoscuro

“DEMOCRACIA VIOLENTA”

Al presentar su análisis de las posibles causas del ataque contra los estudiantes, el GIEI plantea la hipótesis de un “quinto camión” que no fue considerado en la investigación de la PGR. Por la importancia de Iguala en el tráfico de heroína, y a las evidencias –presentadas en Estados Unidos– de que este tráfico se realiza en autobuses como los tomados por los estudiantes, es probable, dice el GIEI, que ambas circunstancias se hayan cruzado; es decir, que, sin saberlo, los estudiantes hubieran tomado un camión con intereses del crimen organizado.

“El resto de explicaciones posibles, como confusión con un grupo del narco o la delincuencia organizada es inconsistente con el grado de conocimiento de las autoridades de los hechos, con la situación de que los estudiantes iban desarmados, con las circunstancias de la llegada de los normalistas a Iguala, o con la sola circunstancia de castigo contra los normalistas como represalia por la toma de autobuses, que no explican la masividad, la reacción tan hostil y la generalización de escenarios de violencia directa contra las personas y los autobuses, y por tanto no ayuda a entender los hechos producidos esa noche”, dice el reporte.

“Mientras no existe una evidencia completa, el GIEI señala todas estas evidencias circunstanciales que confirman la importancia de investigar en profundidad esta hipótesis, ya que hasta el momento es la más consistente con la violencia desatada contra los normalistas, y posteriormente contra el equipo de fútbol de Los Avispones y otras personas, confundidas con ellos”, agrega.

Es esta presencia del crimen organizado y la impunidad que impide saber quién está con quién, explica por separado Will Pansters, profesor de Antropología Cultural en la Universidad de Utrecht y director del Centro de Estudios de México de la Universidad de Groninge, lo que agrega complejidad al entendimiento de la utilización de la violencia por parte de Estado, una parte del cual, dice, “sabemos” que se ha coludido con el crimen organizado.

“Sabemos que hay colusión, que existe una zona gris entre actores estatales, no estatales, criminales organizados, desorganizados, y que existen redes de complicidad y de involucramiento en las que cada vez parece que es más difícil saber quién es quién”, dice Pansters desde Holanda.

“Entonces, si eso que notamos es resultado de incapacidad o insuficiencias, o es más bien, producto de una colusión y de protección de intereses, yo creo que son las dos cosas, que una puede reforzar a la otra. Lo que el informe deja ver es que, a nivel local, y no sólo a nivel local, hay una confusión entre diferentes actores y una interacción entre lo criminal y lo estatal”, agrega.

En este contexto, el también autor de “Violencia, coerción y creación del Estado en el México del Siglo XX”, plantea que “democracia violenta” puede ser un concepto a partir del cual se puede entender la realidad mexicana, en la cual, dice, la violencia no parece contraponerse o impactar el proceso de “democracia electoral”, sino, al contrario, reforzarlo.

“Parece que la violencia o las diferentes violencias tienen una funcionalidad para mantener el tipo de democracia que tiene México actualmente. Es decir, es una economía muy desigual, acuérdese el informe que publicó Oxfam hace un par de meses sobre la desigualdad extrema, y ese es una sociedad que, de alguna manera, como lo han dicho de otros países, requiere de instrumentos de control y de dominación que se apoyen en el uso de fuerzas de coerción y de la violencia, y eso combínalo con la inseguridad creada por los fuertes intereses del narco, entonces es difícil que uno puede sostener que los procesos políticos y democráticos o electorales se pueden sostener solamente por el camino institucional; esa es la idea, pero lo que estamos viendo es otra cosa”, explicó en entrevista.

Por eso, dice en coincidencia con Aguayo y Gibler, es prioritaria la investigación judicial, el establecimiento de la verdad, concepto al que el investigador ubica en el centro de la problemática “porque sin verdad no puede haber justicia”.

Al finalizar la marcha por los siete meses de la desaparición de los 43 estudiantes, el 26 de abril,  los padres inauguraron el “antimonumento” en Paseo de la Reforma. Foto: Francisco Cañedo

Al finalizar la marcha por los siete meses de la desaparición de los 43 estudiantes, el 26 de abril, los padres inauguraron el “antimonumento” en Paseo de la Reforma. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

“INCOMPETENCIA EXQUISITA”

El periodista independiente John Gibler sostiene que, para comprender cómo funciona el poder del Estado, hay que observar su operación no desde las instituciones o en sus “centros”, sino en los extremos opuestos, dice, en donde se encuentra lo que, recurriendo a Michel Foucault, Gibler llama el  “punto capilar” del poder, donde “toca cuerpos, se manifiesta y tiene su impacto real”.

Y la noche del 26 de septiembre en Iguala, afirma, es un ejemplo concreto de las formas que cobra este poder. Fue ahí, dice, donde se encuentra “el punto capilar que dispara y mata y desaparece; y, ascendiendo, llegamos al titular de la Procuraduría General de la República, que insiste en una versión absurda basada en tres confesiones contradictorias, probablemente obtenidas bajo tortura”.

Gibler, residente en México desde 2006, pasó todo el año pasado entre el Distrito Federal, Chilpancingo, Ayotzinapa, Tixtla, Iguala y Cocula obteniendo decenas de testimonios que ahora forman el nuevo libro “Una historia oral de la infamia”, recopilación de más de 40 voces sobre los hechos.

Como el grupo de expertos, Gibler encontró información para reconstruir lo ocurrido en nueve escenarios del crimen diferentes –y no en un solo punto, como asegura la versión de la Procuraduría General de la República– y durante tres horas, lo cual, explica en entrevista, desacredita la versión inicial de que se trató de una confusión de estudiantes con un grupo del crimen organizado.

“Cuando la PGR se enfoca en su solo escenario de ataque, la Juan N. Alvarez con Periférico, es para también promover esa versión de que se trata de narcos que se confunden con otros narcos, que mandan a los municipales corruptos a detenerlos, después entregarlos a los narcos y matarlos. ¡No! Los atacaron en nueve diferentes puntos, desde el centro de la ciudad hasta el crucero de Santa Teresa, donde atacaron (al equipo) de Los Avispones por error”, dice.

“La naturaleza de los hechos habla de un operativo coordinado entre varios niveles de Gobierno, estatal, municipal y federal, desde el monitoreo del C4 a las 5:59 pm hasta todas las escenas de crimen en Iguala donde matan y desaparecen a personas; ahí también hay una responsabilidad de establecer quién estaba al mando de ese operativo; inteligencia militar estaba observando, ¿por qué no actuó para parar los ataques, si ellos estaban observando física y directamente?”, cuestiona.

Otro nivel de responsabilidades, agrega, es la “incompetencia perfecta”, o “exquisita”, de la investigación conducida por la Procuraduría General de la República que, como mostró el GIEI, encubrió diversos hechos, como la existencia de un quinto autobús con estudiantes que fueron perseguidos.

“Hay otro nivel de responsabilidades, en el nivel del encubrimiento de los hechos, donde presentan una cosa como una incompetencia perfecta de las autoridades, una incompetencia exquisita, que no investigan ni levantan varias escenas del crimen, pierden la ropa, pierden o destruyen videos, o no van por los videos, pierden el quinto camión, ¡por Dios! podría parecer como incompetencia o ineptitud pero son tantas que, más bien, uno se tiene que preguntar ¿quién lo hizo? ¿por qué? Cuál es la cadena de mando para desviar la investigación de una de las peores atrocidades de los últimos tiempos?”, dice.

Por eso la consigna de que “Fue el Estado”, insiste, obliga a la investigación, el deslinde de responsabilidades y de confrontación con la “verdad histórica” que quiso cerrar la averiguación previa con un incendio en el basurero de Cocula en el que habrían perecido los 43 estudiantes.

“Toda la información que está pasando en los medios nos quiere siempre llevar a Cocula. Y muy poco se habla de que analicemos la información que tenemos confirmada de qué sucedió entre las 9:30 y las 2:30. Ahí es donde se nota que no fue una cosa de reacción confusa de último momento, sino un operativo estructurado, y coordinado entre varios niveles de Gobierno, y todo el esfuerzo de la investigación ha sido desviarnos siempre de la mirada hacia la participación de policías municipales, estatales y federales del papel del Ejército, y llevarnos a debatir cosas absurdas”, dice Gibler.

En el mismo contexto, el también autor de Tzompaxtle: la fuga de un guerrillero explica que, si bien el cargamento ilegal en un camión como probable móvil del crimen es sólo una hipótesis, en Iguala, que está probado es punto clave para el traslado de droga –especialmente heroína con destino a Chicago, según el informe del GIEI– abundan los testimonios sobre la participación de la Policía Municipal en el narcotráfico. Un negocio que, cuestiona, se supone que está siendo combatido principalmente por el Ejército Mexicano con apoyo de Estados Unidos a través de la Iniciativa Mérida.

“Como participantes principales en esta supuesta guerra contra las drogas están el Ejército y la Policía Federal, ellos con sus bases en la ciudad de Iguala, ¿y no van a saber? Otra vez, o es la incompetencia exquisita o hay complicidad estructural en el negocio en la droga, y no sólo en la droga, sino también en la vida y la muerte como industria vinculada al narcotráfico (…) como me dijo Gloria Arenas (ex integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente) en una plática: sin terror no hay negocio”, dice.

Los padres de los 43 han salido a las calles sin falta durante 12  meses desde la desaparición de sus hijos para exigir su presentación con vida. Foto: Cuartoscuro

Los padres de los 43 han salido a las calles sin falta durante 12 meses desde la desaparición de sus hijos para exigir su presentación con vida. Foto: Cuartoscuro

“ESTADO AUSENTE”

El investigador académico Sergio Aguayo plantea que el Estado mexicano perdió el monopolio en el uso legítimo de la fuerza, y que la del 2 de octubre fue la última masacre con motivación política. A partir de entonces, publicó en un editorial titulado “Estado ausente” del pasado 10 de septiembre, lo que ocurrió fueron actos criminales protegidos desde el poder y arropados por la impunidad, como Aguas Blancas, Acteal, Villas de Salvárcar, Allende, San Fernando, Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato, entre otros.

“Iguala destaca porque muestra la participación de todos los partidos, incluido el principal heredero de las víctimas del 68. Tras la desaparición de los normalistas está la frivolidad con la cual la principal tribu perredista -Nueva Izquierda- invitó a un títere del crimen organizado a saquear y ensangrentar Iguala, mientras los gobiernos estatal y federal se volteaban hacia otro lado para encubrir una impotencia observable en un recorrido por las oscilaciones de un Estado sin claridad ni rumbo”, dice en su artículo.

A diferencia de lo que ocurrió en Tlatelolco, agrega en entrevista, cuya orden vino de Los Pinos y tiene un responsable, “en Ayotzinapa no creo que sea el caso, pero esa es opinión que necesita fundarse”.

Por eso, insiste, es tan importante el análisis que los expertos están haciendo sobre la investigación y los hechos registrados hace un año en Iguala; trabajo que, se ha anunciado, se prolongará otros seis meses.

“Me parece muy saludable que se abra la posibilidad de tener esa verdad, esa radiografía, que de ninguna manera significa que vaya a haber justicia, porque son dos cosas diferentes, pero la única esperanza que tenemos de que tal vez haya justicia es con una información como la que tal vez tengamos”, dice.

“(El informe) es una banderilla al Estado mexicano, a todo, porque están llamando la atención sobre el manoseo hecho a la información y a la justicia en este caso, en el que hay huecos gigantescos, evidencia de que no hicieron su trabajo bien; exhibieron las chapucerías de un Estado no sólo una parte del cual está corrupto y asociado al crimen organizado, sino que es simplemente incapaz”, agrega el escritor.

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“DESMODERNIDAD”

De acuerdo con Pansters, los Estados viven en una constante necesidad de reconstituirse en dos niveles: en el de las capacidades institucionales para gobernar y aplicar la ley, y en el simbólico, el que los dota de legitimidad para, precisamente, reproducirse y mantener la confianza de los ciudadanos.

Y lo que el informe del GIEI muestra, dice Pansters, es que el Estado mexicano, sus instituciones, tienen problemas para generar confianza tanto en sus capacidades técnicas como en su autoridad moral.

La clave, dice, es la fragilidad de lo que el Estado mexicano ha ofrecido como “verdad” sobre lo ocurrido el 26 de Septiembre y que no ha sido aceptada por las familias de las víctimas de los 43 estudiantes desaparecidos precisamente por estas carencias. Por eso es interesante, agrega, observar la relación que las familias han desarrollado con los integrantes del GIEI, que gozan entre ellos de mayor credibilidad que las instituciones mexicanas.

–¿Es esto resultado de un estado ausente, incapaz, o es esto el resultado de un Estado que ha decidido gestionar así?

–Pueden ser las dos cosas. Por eso quiero hacer la distinción, el Estado mexicano no es un estado fallido, como se dice, porque algunas instituciones funcionan muy bien, pero otras, dentro de algunas zonas del país funcionan menos; en ese sentido, hay ausencia o fragilidad en los dos pilares, en lo institucional y lo simbólico-moral. Es, efectivamente, una combinación de incapacidad, ineficiencia, o falta de recursos, falta de conocimiento. Eso, pienso, tiene que ver con la cultura política del personalismo, en el sentido de que no siempre los mejores capacitados llegan a los lugares donde deben estar, sino los amigos. Eso es ampliamente aceptado. Eso es primero. Lo otro es que sabemos que hay colusión, que existe una zona gris entre actores estatales, no estatales, criminales organizados, desorganizados, y que existen redes de complicidad y de involucramiento en las que cada vez parece que es más difícil saber quién es quién. Entonces, si eso que notamos es resultado de incapacidad o insuficiencias, o es más bien, producto de una colusión y de protección de intereses, yo creo que son las dos cosas, que una puede reforzar a la otra. Lo que el informe deja ver es que, a nivel local, y no sólo a nivel local, hay una confusión entre diferentes actores y una interacción entre lo criminal y lo estatal.

–Esta esta parte del Estado mexicano que es la encargada de procurar justicia, que es un desastre, y por otro lado está el México que está recibiendo las inversiones…

–La complejidad de entender y explicar lo que pasa en México es precisamente eso: la simultaneidad de muchos Méxicos. Recuerdo a veces la expresión del sociólogo mexicano Sergio Zermeño, de la UNAM, que hablaba de la desmodernidad, buscando así expresar la existencia simultánea de procesos que parece que no caven juntos o que son contradictorios, pero esa es precisamente la modernidad que vive el país, que combina estas cosas.

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