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Cocina de emergencia: la alimentación en estado de alerta

viernes, febrero 23rd, 2018

Ante situaciones como la vivida en el país en septiembre del año pasado, es necesario tener planes de supervivencia, tanto en los hogares como en los refugios temporales, pues la alimentación juega un papel fundamental en la salud de la población, especialmente en situaciones de emergencia. Por ello, expertas del INSP crearon un manual para tomar en cuenta.

Ciudad de México, 23 de febrero (SinEmbargo).– El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) creó el “Manual para servicios de alimentación en albergues en situación de emergencia”, después de los sismos que afectaron a miles de personas en varios estados de la República Mexicana en septiembre de 2017. En él, destacan la importancia de comer de manera sana y variada con elementos de la canasta básica, sin que implique depender de productos procesados, además de dar recomendaciones de higiene, recetas y alentar la lactancia materna.

Una respuesta rápida de las autoridades sanitarias, quienes publicaron el manual en el mismo mes de septiembre, posibilitó que se pusiera en práctica tras la declaratoria de emergencia en los albergues emergentes y permanentes que llegaron a sumar 50, con atención acumulada a 54 mil personas, durante los primeros tres meses. Así como la entrega de un total de 98 mil raciones de comida en el mismo tiempo.

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Aunque actualmente sólo quedan 27 personas durmiendo en los tres refugios temporales aún existentes, lo ocurrido hace cinco meses tomó por sorpresa a muchas familias que no estaban preparadas para enfrentar una emergencia de esta índole, asimismo, implicó un desbalance en la manera en la que tradicionalmente se alimentan las personas, sobre todo en los pueblos afectados de Oaxaca y Chiapas.

“Es importante tener en cuenta que cualquier tipo de desastre ocasionará la desorganización de los medios de transporte, comunicación, la rutina social y económica; por estos motivos, aunque existan alimentos almacenados, la población puede no tener acceso a ellos”, se puede leer en el manual coordinado por la doctora Teresa Shamah Levy, directora de Vigilancia de la Nutrición del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (Cinys) del INSP y puesto en marcha por las investigadoras Alejandra Amaya y Andrea Arango, de la misma institución.

De acuerdo con la Agencia Conacyt, ya existían antecedentes de este tipo de proyectos cuando en 1985 se elaboró un material similar que fue trabajado con el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ).

Un albergue en el deportivo de la Delegación Benito Juárez, donde dormían más de 400 personas después del sismo del 19 de septiembre.
Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

LAS REGLAS

PRIORIDADES

Se debe dar prioridad a niños, mujeres embarazadas, madres lactantes y adultos mayores. “Tuvimos la oportunidad de observar que había muchos donativos de sucedáneos de leche materna y lo que se trató de promover es que las mujeres continuaran dando leche materna a sus hijos, pues es la mejor opción de alimentación”, explicó la doctora en entrevista con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

 

EL DISEÑO DE MENÚS

Diseñe menús a partir de los alimentos que tenga disponibles. Al elaborar el menú para el día, utilice de preferencia los alimentos frescos y aquellos que han estado más tiempo almacenados. Para elegir los alimentos del desayuno, comida o cena tome en cuenta las recomendaciones siguientes: Incluya preparaciones que hagan rendir los alimentos con base en cereales como el arroz, pasta o tortilla y agrégueles alguna leguminosa como el frijol, haba o garbanzo que se pueden preparar de diferentes maneras. Teniendo en cuenta la disponibilidad trate de incluir en cada comida alguna fuente de proteína como atún o sardina, leche, queso, huevo o cualquier tipo de carne.

LA HIGIENE

Lave las latas, envases y empaques antes de utilizarlas y en el caso de utilizar frutas o verduras crudas, es recomendable, lavarlas y desinfectarlas perfectamente. En caso de contar con carnes frescas, revíselas pues éstas se contaminan fácilmente. En situaciones de emergencia puede contaminarse la red de distribución del agua, por ello, se recomienda que el agua que se destine para consumo humano y preparación de leches deba hervirse en una olla limpia durante 10 minutos a partir del momento en que comienzan las burbujas más grandes. Conserve el agua hervida en un recipiente limpio y tapado, por un tiempo no mayor de 24 horas. – Es conveniente hervir el agua que se va a necesitar para todo el día a primera hora.

Las familias damnificadas en Tenancingo, Estado de México. Foto: Artemio Guerra Baz, Cuartoscuro.

COMIDA PARA TODOS

Prepare los platillos con poca sal y sin irritantes ni picante, ello permitirá que puedan ser consumidos por niños, personas con hipertensión o enfermos del corazón o del riñón. Calcule las cantidades de alimento por servir de acuerdo con el número total de personas.

LOS BÁSICOS

*Incluir un alimento de cada grupo (frutas y verduras, cereales, leguminosas y alimentos de origen animal) en cada una de las tres comidas.

*Combinar todos los grupos de alimentos en cada tiempo de comida. Los alimentos de cada grupo tienen la misma función y por lo tanto, pueden sustituirse unos a otros dentro de ese grupo.

*Cuidar que los alimentos estén en las mejores condiciones y se preparen con higiene para evitar riesgos para la salud.

*Consumir cantidades adecuadas de alimentos de acuerdo con la edad, sexo y actividad física para cubrir con las necesidades del cuerpo, evitando excesos o deficiencias.

DE RACIONES Y CALORIAS

De acuerdo con lo diseñado por la doctora Shamah para lugares dedicados a proporcionar atención inmediata y que pueden replicarse en los hogares, indican que se deben de considerar tres o cuatro kilos de alimentos por persona para una semana, si pueden estar en alto riesgo nutricional. Pasada

Es importante también, que los alimentos sean parte del patrón alimentario de la población y las raciones dependen del momento de la crisis y los recursos disponibles. La experta indica que para un periodo de semanas o incluso meses y cuando los damnificados dependen exclusiva o casi exclusivamente de la ayuda alimentaria, se espera que la alimentación proporcione de 1700 a 2000 kilocalorías por persona por día.

Dicha ración de alimento debe incluir un alimento básico, una fuente “concentrada ” de energía (grasa) y una fuente “concentrada ” de proteína, por ejemplo pescado seco o enlatado, carne enlatada. Además de la ración básica, los grupos vulnerables (niños menores de cinco años, mujeres embarazadas, madres lactantes y personas desnutridas) necesitan recibir un suplemento.

Los paquetes alimentarios deben corresponder a víveres de alto valor nutricional, fácil preparación, buena aceptabilidad, fácil almacenamiento y transporte. Para ello es importante considerar los alimentos que se encuentran en la canasta básica como: maíz, leche en polvo, frijol, chiles enlatados, atún, café soluble, arroz, sal de mesa, sardina, avena, azúcar, pasta para sopa, harina de maíz, de trigo, aceite vegetal comestible, lentejas y galletas.

La atención a los habitantes de Juchitán, en Oaxaca. Foto: Artemio Guerra Baz, Cuartoscuro

EL CASO DEL ISTMO 

“El terremoto de 8.2 grados del 7 de septiembre, no sólo destruyó las casas, mermó también el poder adquisitivo de las familias, porque muchas de ellas aunque tengan un sueldo, sean obreros, maestros, médicos o empleados, al haber perdido sus casas, han tenido que modificar su patrón de consumo, ya no gastan como antes y muchas se vieron en la necesidad de ya no optar por comprar consumibles en el mercado local, porque se estaban basando en la ayuda humanitaria que se presenta en forma de despensas con latas de atún, harina, sopas. Es decir, la gente estaba adaptando su alimentación con tal de no gastar”, dijo Gubidxa Guerrero, presidente del Comité Melendre, un grupo de apoyo en la región del Itsmo, a SinEmbargo.

En esta zona oaxaqueña, la principal actividad económica consiste en la preparación de totopos hechos en hornos de comixcal, un elemento fundamental en sus cocinas que resultaron dañados por los constantes movimientos telúricos. Guerrero mencionó que se destruyeron aproximadamente 6 mil hornos, con lo que se truncó el flujo de dinero y la base de su alimentación.

Para ello, el Comité Melendre, así como el colectivo Una mano para Oaxaca, organizó la “adopción” de hornos de piedra, mediante donativos monetarios que permitían construir la herramienta de trabajo de las totoperas. Pero no terminó ahí, crearon también la “Canasta básica Istmeña”, una campaña que ayudaría a reactivar el ciclo de producción y consumo necesario. “Nos dimos cuenta que la gente que dona atunes o sopas Maruchan, lo hacen de muy buena fe y no hay que limitarlos, pero ¿por qué no les brindamos una opción para que sigan donando sin necesidad de afectar la economía regional? Con 300 pesos contribuyes a la compra de una despensa pero que va a ser comprada únicamente a productores regionales y va a contener totopos, quesillo, queso seco, pan de caballito, limones, camarón seco. Y de la misma manera, se entregará a una familia damnificada, con la ventaja de que el dinero en vez de gastarlo en el Sam’s, lo estás gastando en la región y tienes la certeza de que esta canasta básica llegó a la familia, pues se asigna un folio y se da seguimiento al destino de la canasta, se envían evidencias personalizadas”, mencionó el entrevistado.

MENÚS SALUDABLES PARA SEIS PERSONAS

GUISADO DE HUEVO CON NOPAL

Ingredientes:

1 taza de nopales lavados y picados

4 piezas de huevo

3 rodajas de cebolla

1 pieza de chile jalapeño picado

1 cucharadita cafetera de sal

2 cucharaditas cafeteras de aceite

Preparación

Calentar 1 litro de agua hasta que hierva, agregar los nopales picados con ½ cucharadita cafetera de sal y una rodaja de cebolla. Dejar a fuego lento hasta que los nopales queden cocidos. Apartarlos del fuego y escurrirlos.

SARDINA ENVUELTA

Ingredientes:

1 lata de sardina

2 piezas de huevo

1 taza de harina de trigo

1 pieza de cebolla

2 cucharaditas cafeteras de aceite

Preparación

Lavar con agua y jabón las lata de sardina, escurrir las sardinas y reservarlas. Mezclar los huevos para incorporar la yema y la clara. Tomar los trozos de sardina y sumergirlos en el huevo, pasar las sardinas por harina de trigo.

En una sartén caliente agregar dos cucharaditas cafeteras de aceite y cocinar los trozos de sardina. Finalmente, servir las sardinas calientes y acompañar con arroz y ensalada.

FRIJOLES Y HABAS CON QUESO

Ingredientes:

1 taza de habas

4 piezas de zanahoria lavada y rayada

4 trozos de cebolla

1 taza de frijoles

100g de queso

2 cucharaditas cafeteras de aceite

1 cucharadita cafetera de sal

Preparación

Lavar las habas y los frijoles al chorro de agua, en un litro de agua caliente agregar una cucharadita cafetera de sal, 1 trozo de cebolla y los frijoles. Cocinar hasta que queden blandos, retirar del fuego y reservar. Hacer lo mismo con las habas.

En una cacerola caliente agregar dos cucharaditas cafeteras de aceite, un trozo de cebolla picada y los frijoles sin caldo. Machacar hasta obtener un puré de frijol. Retirar del fuego y hacer lo mismos con las habas. Servir los frijoles y las habas acompañadas de ensalada de zanahoria, arroz y tortillas de maíz.

-Puedes consultar el Manual completo en este enlace.

Albergues en la CdMx: la incertidumbre de no tener dónde vivir

domingo, octubre 1st, 2017

En este refugio de la Ciudad de México duermen, comen y reciben ayuda psicológica unas 500 personas, pero su futuro es una gran interrogante.

Por Karla Casillas Bermudez

Ciudad de México, 1 de octubre (SinEmbargo/ViceMedia).– Un grupo de veinte niños, divididos en tres grupos, juega con varios perros. Es una terapia dirigida por especialistas que intenta sanar algo del estrés que los pequeños tienen acumulado desde que la tierra tembló y se quedaron sin casa. No sabemos si temporal o definitivamente.

Samanta, una niña de 8 años, colorea con crayolas un cuaderno para iluminar que alguien donó. Un sacerdote vestido de negro deambula por este gran gimnasio, ahora convertido en el hogar temporal a cerca de 500 personas. Él intenta llevar “consuelo” a todas esas familias, que no saben qué harán cuando ese recinto deje de funcionar. Su futuro es totalmente incierto, y nadie les ha ofrecido una solución a largo plazo.

Estamos en el albergue de la Delegación Benito Juárez en la Ciudad de México, una demarcación en la que ha habido 13 edificios derrumbados, 30 en riesgo inminente de caer y 21 que registran daños en su estructura, según ha informado el jefe delegacional, Christian von Roerich a medios nacionales recientemente.

Desde el 19 de septiembre decenas y decenas de personas con el miedo metido en su cuerpo, con sólo lo puesto y con sus hijos de la mano comenzaron a llegar. Este 21 de septiembre, dos días después del trágico sismo de magnitud 7.1, ya son 466 personas las que están registradas; y aún hay cupo para más. Ahí podrían llegar a alojarse hasta 800, según nos informan los encargados de la propia delegación.

“Es normal que te sientas agotada, pero es importante recordar que estamos con vida y que tenemos acceso a alimentos”, dice una psicóloga de la brigada de la Universidad Autónoma de México (UNAM) a Mayra Aparicio Báez, una mujer de 29 años que fue desalojada porque la estancia de la azotea en la que vivía, tenía varios tinacos de agua Rotoplas y un gran tanque de gas que abastecía a los 20 departamentos del edifico, en el que su marido era el conserje.

“El edificio no se cayó, pero si es preocupante porque se agrietó el cuartito donde estamos, y encima de nosotros hay 16 Rotoplas y una cochinilla grande de gas. Por eso ya no nos dejan entrar. La parte de abajo del edificio está estrellado, y nos dicen las autoridades que no es conveniente estar ahí. No nos dejaron sacar nada, nos evacuaron inmediatamente”, narra Mayra a VICE News.

“¿Que cómo veo mi futuro? La verdad no sabemos qué vamos a hacer, no tenemos dónde vivir, y nos tendremos que quedar aquí mucho tiempo”. Foto: Paula Tomas/ViceMedia

“¿Que cómo veo mi futuro? La verdad no sabemos qué vamos a hacer, no tenemos dónde vivir, y nos tendremos que quedar aquí mucho tiempo”, dice la mujer sin tener certeza de qué significa eso que ella refiere como “mucho tiempo”.

En el gran refugio hay servicio de pernocta, alimentos, médicos, ayuda psicológica y comida para mascotas, pero no hay una solución definitiva para quienes se quedaron sin casa. Cada noche llegará más gente con crisis de angustia y problemas para concebir el sueño. Nuevas víctimas de maltrechos edificios que podrían estar en riesgo de colapso.

Cirilo, el marido de Mayra observa a su hija Samanta de 8 años, colorear su cuaderno, sobre una de las colchonetas azules que cubren el piso del deportivo. Su otro hijo, Alexi de 7 años, quien sufre un tipo de distrofia muscular muy agresiva llamada Duchene, está en el salón de juegos con una educadora. De hecho la enfermedad de su hijo fue lo que trajo a esta pareja a vivir a la Ciudad de México hace 9 meses. Ellos dejaron su hogar en la Sierra Norte del estado de Puebla para venir a buscar ayuda médica y la encontraron en el Instituto Nacional de Rehabilitación: “ahí lo están atendiendo bien. Como es una enfermedad degenerativa, sólo le pueden dar calidad de vida, y eso queremos”, dice Mayra.

Cirilo llevaba unos meses trabajando como portero en ese edificio ubicado en la calle Víctor Hugo 215, en la colonia Portales; y Mayra había pedido un permiso a la Delegación Benito Juárez para poner un pequeño puesto de tamales y atole, pero se lo negaron. “Yo sólo pido eso. A mi me ayudaría si me dieran mi permiso para poner mi negocio y trabajar, para poder sostenernos”.

Eso, cuando consigan un nuevo lugar donde vivir.

Mientras los voluntarios pasan repartiendo comida, y en los salones contiguos hay decenas de personas preparando bolsas de despensas, Gabriela Cordero de 36 años, mira su celular insistentemente.

En el gran refugio hay servicio de pernocta, alimentos, médicos, ayuda psicológica y comida para mascotas. Foto: Paula Tomas/ViceMedia

Ella vivía en un edificio ubicado en la Calle Santa Cruz 15 en la Colonia San Simón. Una construcción que tiene más de 50 años, conformada por un centenar de departamentos. La forma de esta unidad habitacional es circular “como si fuera un estadio con un patio central”, describe Gabriela, quien no ha vuelto a su departamento desde la tarde del 19 de septiembre, cuando su hijo de 14 años y ella salieron corriendo en cuanto sintieron el jalón que les dio la tierra.

“Estaba cocinando y de los nervios dejé la estufa encendida. Ya en la calle me acordé y cuando pasó el temblor subió mi hijo a apagarla. Bajó y desde ahí ya no hemos regresado”.

Gabriela no quiere regresar a vivir ahí, un departamento en el que habita con sus tres niñas —de 5, 6 y 7 años—, y su hijo de 14.

“Desde el otro temblor de 8.1 (el pasado 7 de septiembre) la verdad yo no dormía en las noches, sino hasta las 3 de la mañana. Me quedaba despierta”. Ella y sus niñas llegaron al albergue el mismo 19 de septiembre a la media noche, después de descartar la idea de quedarse a dormir en el carro. “Aquí estoy más tranquila… por el momento” dice, pero no tiene idea qué van a hacer en el futuro.

Está esperando a que Protección Civil acuda a hacer un diagnóstico de su edificio, pero ella tiene claro dos cosas: no quiere volver ahí y exige a los políticos que en lugar de gastar el dinero en campañas, en sueldos, en aguinaldos y en prestaciones, deberían de donarlo a la gente que se quedó sin casas.

“En México gastan dinerales en las elecciones y no nos ayudan a nosotros. Es más importante la vida de las personas y la seguridad, que las elecciones. La mayoría de los gobernantes viven muy bien, y nosotros pues mira a dónde estamos. Unos aquí (en el albergue) y otros fallecidos. Ese dinero que se destine a la emergencia. La gente ahora lo necesita”, menciona Gabriela.

Tiene junto con su esposo, un local de ropa justo en la parte de abajo de su edificio; y si al final deciden demolerlo lo perderán absolutamente todo.

“Ahora todo va a estar muy difícil para toda la gente y los comerciantes. Vienen meses muy difíciles para salir adelante. Yo tengo un montón de deudas, porque uno pide prestado. Por eso no me he ido; por lo menos aquí hay qué comer”, dice Gabriela una mujer de cabello negro, nariz afilada y ojos rasgados.

El ajetreo no cesa en este albergue. Hay voluntarios para casi todo. Actores que hacen pequeñas representaciones para que los niños se diviertan. Entrenadores de perros que juegan con los pequeños, médicos que atienden dolores, psicólogos que ofrecen terapias personales y grupales, una violinista que dona su música.

Por ahora los damnificados de este nuevo 19 de septiembre tienen un hogar temporal, pero no una salida definitiva. Estas historias seguramente se repiten en los más de 40 refugios que se han habilitado en la capital. Sus inquilinos saben que su futuro es un enorme signo de interrogación.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE ViceMedia. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

Para miles, y aún no se sabe bien cuántos, la tragedia es hoy: son refugiados en su propia ciudad

miércoles, septiembre 27th, 2017

“¿Usted sabe dónde puedo ir para saber qué hacer?”, preguntó Teresa, quien hasta hace unos días rentaba un cuarto en Monterrey, Roma Sur, y ahora duerme en un salón de clases adaptado como dormitorio comunal en el Instituto Condesa, un jardín de niños en la Delegación Cuauhtémoc que también fue refugio en 1985.

En la Ciudad de México se adaptaron 33 albergues donde han acudido 24 mil personas durante este tiempo posterior al sismo, incluyendo gente en situación de calle y migrantes. Hasta el momento se contabilizan 11 mil 700 viviendas dañadas por el sismo del 19 de septiembre pasado. Son miles de capitalinos los que viven en las calles, con familiares, amigos y en refugios.

El Gobierno capitalino ha lanzado un programa de construcción que, dependiendo el nivel de daño de la vivienda, da apoyos de 3 mil pesos para renta o acceso a los recursos del fondo de contingencias. “Nos salimos por decisión propia al ver los daños de los dos edificios de a lado. Estamos en espera del peritaje de Protección Civil. No tienen día ni hora”, dijo desencantada Juana Arenas, quien pasó de vivir en un edificio de la colonia Roma con sus dos hijos y nieto a un albergue.

Ciudad de México, 27 de septiembre (SinEmbargo).– Sin privacidad, salones de clase de escuelas públicas y privadas, de danza o de taekwondo se han convertido en el dormitorio temporal de capitalinos que hoy viven en una ciudad con 11 mil 700 viviendas dañadas, de acuerdo con cifras del Gobierno capitalino.

Tienen, desencantados, hundidos, la nostalgia de dormir donde dormían.

Luego de los sismos del martes 19 y del sábado 23 de septiembre, por orden de Protección Civil o miedo a que se caiga el inmueble abandonaron sus hogares, vagaron por las calles y encontraron alguno de los 33 albergues adaptados de la Ciudad de México que han atendido a 24 mil personas durante los días posteriores al sismo, que devolvió a la capital del país a su peor escenario: el del 19 de septiembre de 1985.

En los albergues de Instituto Condesa y Parque Lira, entre colchones, baños comunitarios y comida donada, esperan el dictamen sobre su propiedad, pero ignoran qué hacer o con quién acudir para encontrar un nuevo sitio dónde vivir.

“Traen muchas cosas, pero hace falta que nos den ayuda para encontrar hogares. Muchos se quedaron sin casa”, dijo Santiago López, un niño de 12 años que hace poco más de una semana vivía con sus padres en la azotea ubicada en el piso 14 de un edificio en la colonia Verónica Anzures, Delegación Miguel Hidalgo.

Su padre es contador y la empresa, ubicada a una cuadra del inmueble siniestrado, se las prestaba. Desde el miércoles pasado duermen en el salón de danza del deportivo de Parque Lira. Cuando Santiago regrese a la secundaria, por ahora con vidrios rotos, se mudará con un amigo que habita cerca y sus padres continuarán ahí, en la incertidumbre.

En ese albergue, coordinado por la Delegación Miguel Hidalgo, por ahora están 19 personas que conforman seis familias. Hay capacidad para 30 damnificados. El patrón de los que han solicitado el apoyo, resaltó Luis Regueros de Desarrollo Social, es que vivían irregularmente sin contratos por lo que no tienen a quién reclamar. También ha llegado gente de situación de calle o migrantes de Guatemala, Costa Rica, Honduras y Panamá por lo que tienen que trasladarlos a otro sitio. Regueros explicó que los damnificados pasan por una entrevista de trabajo social para detectar enfermedades.

En segundos, el patrimonio de una vida se derrumbó. Foto: Sandra Sánchez Galdoz

Los espacios públicos  se convirtieron en áreas para albergar a los damnificados. Foto: Sandra Sánchez Galdoz

Ayer, el Gobierno de la Ciudad de México presentó el Plan para la Reconstrucción, Recuperación y Transformación que implica atender a los inmuebles que se vieron afectados con base en el grado de daño determinado por Protección Civil [llamar a Locatel 56581111]. Se tiene el registro de 500 viviendas en rojo [con daño estructural], mil 200 en amarillo y 10 mil en verde.

Por su parte, Infonavit documentó que 980 casas presentan una pérdida total y 7 mil 500, daños parciales. Los acreditados podrán acceder al Seguro de Daños que cubre pérdida total.

El plan del Gobierno capitalino, además de una plataforma de información y una comisión de apoyo, contempla que el Instituto de Vivienda local (Invi) entregue a 10 mil familias apoyos de renta para vivienda temporal que consta de 3 mil pesos durante tres meses. Los habitantes de casas con daños estructurales contarán con los recursos del Fondo de Contingencias de la ciudad y de otorgamiento de créditos de la Sociedad Hipotecaria Federal. Estos son independientes a los dados por el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN).

El Gobierno de la Ciudad de México también puso a disposición la cuenta “Reconstrucción CDMX” de Scotiabank, número 00104503441, cuyas aportaciones serán destinadas al apoyo de las familias en las zonas afectadas.

“ES LA PRIMERA VEZ QUE NO SÉ QUÉ HACER” 

“Mamá, ¡salte! ¡Pero ahorita!”, le gritó su hija Carmen a Juana Arenas cuando comenzó el sismo de 7.1 grados del martes. Estaban en su departamento ubicado en la calle de Guanajuato, en la colonia Roma Sur, y ahora, junto con los niños David y Ángel, duermen en salones de clase del Instituto Condesa, un jardín de niños ubicado en la calle Tlaxcala, también en la Roma Sur, situada en la Delegación Cuauhtémoc. En 1985 también abrió sus puertas a los damnificados.

Esa tarde al ver las dos recámaras y la sala dañadas, así como una cuarteadura que salía hasta el pasillo comunal, decidieron salirse “a la calle y con la angustia”. Sólo sacaron lo necesario como suéteres y la carreola de David. Fueron por Ángel a la escuela primaria. Comenzaron a vagar hasta dar con el Huerto Roma, donde pasaron las noches lluviosas hasta el sábado, cuando se trasladaron al kinder porque el más pequeño enfermó de la garganta.

“Nos salimos por decisión propia al ver los daños de los dos edificios de a lado. Estamos en espera del peritaje de Protección Civil. No tienen día ni hora”, aseguró en su día de descanso Juana, quien es empleada de limpieza en un edificio cerca del Metro Mixcoac. Un arquitecto voluntario le comentó que su propiedad tenía arreglo, pero el problema era el edificio de a lado.

“Después de tantos años que tengo es la primera vez que no sé qué hacer. Es el gasto del departamento y lo de áreas comunales. Debemos esperar hasta que arreglen los dos edificios de a lado y el propio. El albergue no me va a resolver mis problemas. Trato de mantener la calma”, añadió sentada en una pequeña silla del jardín de niños mientras su nieto e hijo juegan con otros niños.

Voluntarios acuden a realizar actividades de danza y música, mientras otros regalan comida y trabajadores de la delegación Cuauhtémoc mantienen limpia la instancia.

El domingo, entre “tanto estrés, nervios, miedo y no tener un lugar seguro o poder regresar a casa”, hubo una tregua de festividad, contó Juana. Fue el cumpleaños 11 de su hijo Ángel y dentro del albergue le hicieron su primera fiesta de cumpleaños con pasteles, mañanitas, regalos y la visita de Santa Claus y Batman. Hasta ayer todavía sobraban piñatas y pasteles.

“Nunca le había celebrado así por la economía y porque a mí no me lo festejaban. El plan era ir a comer, al cine y ya. Hubo un cambio tan grande, pero a la vez tan favorable para él. Nunca se lo imaginó. Él no lo esperaba ni yo tampoco”, afirmó Juana.

En el mismo refugio, Teresa y su padre de 72 años también pasan los días posteriores a la sacudida. Ella vivía en un cuarto rentado en la calle Monterrey, y él en un edificio de la calle Chiapas en la colonia Roma Sur. Ambos inmuebles están dañados. Donde rentaba tres paredes están cuarteadas.

“Mis cosas siguen ahí porque no tengo dónde meterlas”, aseguró Teresa, quien no tenía empleo antes del temblor. “Tengo muchos sentimientos encontrados. Busco un lugar para poder vivir. Mi papá está enfermo”, dijo. “Usted… ¿usted sabe dónde puedo ir para saber qué hacer?”, preguntó.

Colchones en el albergue en el deportivo de Parque Lira. Foto: Sandra Sánchez, SinEmbargo

“NO ES LO MISMO QUE ESTAR EN TU CASA”

Maribel Huerta, su esposo y sus dos hijas vivían en el tercer piso de una casa rentada en la delegación Miguel Hidalgo. Tras el sismo de 7.1 grados del martes, pese a las cuarteaduras, “creímos que no pasaba nada”. Pero el temblor del sábado de 6.1 grados por la mañana los convenció: “Vámonos, mejor”.

Duermen en el albergue instalado en el deportivo de Parque Lira. Su vista es la alberca y sus dormitorios son el salón de danza. Los damnificados tienen acceso a atención médica, psicológica y el fin de semana hubo un concierto. Una donante, Beatriz, llevó pinzas y lazos porque le dijeron que les faltaba un tendedero.

“Estamos bien, pero no es lo mismo que estar en tu casa”, aseguró Huerta sentada cerca del área de baños y acceso a Internet, debajo de la zona de camas. “Pero bueno, a echarle ganas más que nada por la seguridad y estabilidad de ellas”, agregó. Su hija de cuatro años jugaba a lado de ella y su bebé de nueve meses la cargaba una militar. Su esposo se encontraba trabajando en un restaurante.

Hasta el momento no han ido a preguntarle al dueño de la casa que rentaban qué procede. Dijo tener “miedo” de que vuelva a temblar y le agarre sola con las niñas.

“Cuando pase la tempestad, ya vemos”, suspiró.

Y ahora, desplazados: “La última palabra la tiene el gobierno y no se sabe nada del gobierno aquí”

miércoles, septiembre 27th, 2017

Las más de 12 mil personas cuyas viviendas quedaron destruidas o dañadas por el terremoto de magnitud 7.1 han pasado la menos una noche en un albergue desde el desastre, según el Gobierno mexicano.

Ayer, 25 familias alojadas en la escuela Francisco Kino fueron instadas por el Gobierno a visitar un parque cercano donde se habilitaron zonas para que puedan solicitar ayudas, pero la sugerencia fue recibida con escepticismo y resistencia. Algunos temían que si iban a la plaza perderían sus codiciados lugares en el refugio.

Por Christine Armario y Natacha Pisarenko

Ciudad de México, 27 de septiembre (AP).- En el interior de la escuela elemental Francisco Kino de la Ciudad de México, que sirve de albergue para personas que perdieron su casa en el letal sismo de la semana pasada, ha surgido una ciudad en miniatura.

En el patio al aire libre del centro, médicos controlan la presión arterial y los niveles de glucosa en un centro de evaluaciones improvisado en una mesa de plástico. Cerca, a los niños les cortan el pelo mientras sus estresados padres reciben masajes.

Pero la frustración va en aumento en el interior del gimnasio, donde las familias acampan en colchones junto a pilas con sus nuevas pertenencias, producto de donaciones. Los días sin poder acceder fácilmente a una ducha o tomar decisiones sencillas como cuándo apagar la luz para irse a dormir son un agravante.

Quieren saber cuánto tiempo estarán varados ahí.

“Esto es como en un cuento de horror”, dice una de las inquilinas, Ana María Castañeda, de 49 años y que está allí con cinco familiares.

Ana Jimena Jaramillo abraza a su bebé Xarine en su tienda en la escuela Francisco Kino, convertida en albergue temporal para residentes evacuados de un gran complejo residencial en Tlalpan. Foto: Natacha Pisarenko

Carretillas trasladan las pertenencias de algunos residentes que tuvieron que desalojar un gran complejo de apartamentos en el vecindario de Tlalpan. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Residentes desplazados por un potente sismo se reúnen en el patio de la escuela Francisco Kino, convertida en un albergue temporal para los desalojados de un gran complejo residencial en el vecindario de Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México, el 25 de septiembre de 2017. El terremoto de magnitud 7,1 registrado el 19 de septiembre dejó a los 500 residentes de un complejo de departamentos, en su mayoría empleados gubernamentales, sin casa después de que uno de los 11 edificios del complejo colapsó y otros resultaron dañados. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Lender López, que tuvo que abandonar su apartamento, y su novia Shaolin Durán, se preparan para pasar la noche en la escuela Francisco Kino, convertida en un albergue temporal. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Las más de 12 mil personas cuyas viviendas quedaron destruidas o dañadas por el terremoto de magnitud 7.1 han pasado la menos una noche en un albergue desde el desastre, según el gobierno mexicano.

Las autoridades prometieron el martes dar a las familias que tuvieron que abandonar sus casas una renta mensual de 3 mil pesos durante tres meses para encontrar un sitio para vivir. Pero el alquiler medio de un departamento de una habitación en las afueras del centro de la capital mexicana puede ser fácilmente el doble de esa cifra.

“Apoyaremos directamente a las familias con recursos y materiales para reparar los daños parciales o para la construcción de una nueva vivienda”, dijo el presidente del país, Enrique Peña Nieto, en un discurso televisado el martes en la noche.

Funcionarios del Gobierno instaron el martes a las 25 familias alojadas en la escuela Francisco Kino a visitar un parque cercano donde se habilitaron zonas para que puedan solicitar ayudas, pero la sugerencia fue recibida con escepticismo y resistencia. Algunos temían que si iban a la plaza perderían sus codiciados lugares en el refugio. Unas 500 familias fueron obligadas a desalojar un complejo residencial cercano después de que uno de sus inmuebles colapsó, y la escuela tiene espacio para acoger a solo dos docenas.

“Perdón que te interrumpa”, dijo una mujer mayor, sentada en un colchón donado, durante una reunión con un representante del Instituto de la Mujer de la Ciudad de México. “Nos dicen que si ustedes se mueven de aquí, pueden perder el albergue. Pero si no se van para allá, pues, pueden perder la ayuda del gobierno”.

“Después del susto del temblor, ¿por qué nos asustan con esas amenazas?”, preguntó.

Se pidió a los residentes que acudiesen uno a uno a pedir la ayuda del gobierno, dejando a algún familiar a cargo de sus pertenencias.

Las sombras de rescatistas y voluntarios se proyectan sobre la pared de un edificio de apartamentos con una pintada que dice “Ruta de evacuación”, en el vecindario de Tlalpan. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Carmen Domínguez sostiene en brazos a su perro Coco en la escuela Francisco Kino, convertida en un albergue temporal para los desalojados de un gran complejo residencial en el vecindario de Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México, el 25 de septiembre de 2017. El terremoto de magnitud 7,1 registrado el 19 de septiembre dejó a los 500 residentes de un complejo de departamentos, en su mayoría empleados gubernamentales, sin casa después de que uno de los 11 edificios del complejo colapsó y otros resultaron dañados. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Una mujer duerme en la escuela Francisco Kino. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Florencia Cortés, de 37 años, atiende a su hijo Jonatan en la escuela Francisco Kino. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Lidia Benhunmea se arregla el pelo en la escuela Francisco Kino. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Eduardo Álvarez toca su guitarra en el interior de una tienda de acampada con sus perros, Lucas y Peluche, en la escuela Francisco Kino. Natacha Pisarenko, AP

Por el momento, los inspectores examinaron daños en 10 mil 903 propiedades y el 83 por ciento de las estructuras son seguras para vivir, dijo el Jefe de Gobierno de la capital, Miguel Ángel Mancera. Esto implicaría que unos mil 800 inmuebles han sido declarados inhabitables.

En total, los 43 albergues habilitados por toda la ciudad atendieron a 24 mil personas desde el sismo del 19 de septiembre, aunque muchos acudieron solo para recibir un plato de comida antes de encontrar alojamiento con familiares o amigos.

Y no está claro cuánto tiempo más seguirán operando. Los voluntarios y empleados gubernamentales en la escuela Francisco Kino _ que está gestionado en su mayoría por residentes del vecindario _ señalan que seguirá abierto en un futuro próximo.

“Por el tiempo que se requiera”, señaló Elizabeth García, una funcionaria que inspeccionaba el lugar el martes.

Las pilas de botellas de agua y suministros médicos donados, además del creciente nivel de servicios organizados, dan la impresión de que los residentes están empezando a asentarse. Filas de cepillos y pastas dentales descansan en los lavabos en el exterior de un baño para niños. Una sala en la que solían guardarse los materiales de la escuela se ha transformado en almacén de medicamentos. En una caja de cartón hay montones de antibióticos, mientras que sobre una mesa hay vasos de poliestireno con inyectables como antiinflamatorios, que están etiquetados con rotulador negro.

Voluntarios revisan ropa donada en la escuela Francisco Kino, convertida en un albergue temporal para los desalojados de un gran complejo residencial. Foto: Natacha Pisarenko, AP

Una niña es examinada por una enfermera en la escuela Francisco Kino, convertida en un albergue temporal. Foto: Natacha Pisarenko

Uno de los médicos, Misael Domínguez, dice que tienen “prácticamente el material que requerimos”.

“Aquí se han visto atenciones sobre todo por descontroles de hipertensión y la glucosa por el mismo estrés en que esta la gente”, explicó.

En ese momento, un doctor le pinchaba un dedo a Roberto Ramírez para extraerle sangre y medir sus niveles de glucosa. Ramírez, un músico y programador informático de 33 años, es diabético y vivía en un departamento que el terremoto dejó inhabitable. Estaba lejos de casa cuando ocurrió el sismo, y no pudo recuperar su kit para controlar la glucosa.

Desde el desastre está intentando cuidarse más porque dice que “ahora valoro más las cosas”.

El resultado de la prueba fue alto: 259.

A la izquierda de la entrada hay carteles que ofrecen servicios psicológicos. Muchos de los que se alojan en el centro llegaron con el trauma del movimiento telúrico todavía muy vivo en sus cabezas.

Florencia Cortés, de 37 años, fue sacada de entre los escombros de su edificio de apartamentos junto a su hijo de 20 meses, Jonatan. Para sacar su hijo, tuvo que entregárselo al plomero del inmueble, que resultó estar fuera y tomó al pequeño por un pie.

Jonatan solía seguir a su madre a todas partes. Ahora no se separa de su padre, que no estaba en casa durante el sismo.

“Él no es igual. A lo mejor piensa que yo lo aventé y no lo quiero”, dijo Cortés.

Muchos de los alojados en la escuela desconfiaban de que el gobierno vaya a hacer bien las cosas. Aunque funcionarios gubernamentales acuden ocasionalmente, la mayor parte de las autoridades no se han hecho ver, señalaron. Algunos dicen que se quedarán en el centro hasta que reciban un lugar donde se puedan instalar.

“La última palabra la tiene el gobierno y no se sabe nada del gobierno aquí”, apuntó Angelina Usuna, de 81 años.

El momento más difícil de la jornada llega con la noche. Unos pocos afortunados tienen colchones donados, pero la mayoría duerme en incómodas colchonetas de espuma. En el mejor de los casos, duermen apenas unas horas. Conscientes de estar compartiendo un espacio común, nadie se siente con autoridad para decir a los demás que se callen o apaguen la luz.

De hecho, es imposible que el gimnasio quede completamente a oscuras. Como parte del protocolo de seguridad del albergue, debe haber una luz encendida por si sucede otro sismo.