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Susan Crowley

28/05/2022 - 12:04 am

El chisme como obra de arte 

El chisme es una especie de virus que se propaga más rápido que la COVID-19, su capacidad de dañar no parece mortal, pero es definitiva.

El chisme es una fuerza detestable que todos los seres humanos llevamos dentro. En la medida que tenemos consciencia del otro, esa fuerza se va apaciguando y nos invita a no juzgar y lastimar a un tercero por el solo gusto de chismear. Es curioso, pero a pesar de ser tan común, el chisme no deja de sorprender por su riqueza y posibilidades de reinventarse, creerse y difundirse. Pero ¿alguien podría concebirlo como la semilla de una obra de arte?

El artista Ulises Carrión (Veracruz,1941-Amsterdam, 1989), lo volvió soporte de su llamado arte contextual (más que conceptual, decía él) y jugó con sus lúdicas posibilidades. Lo volvió un arte expandido, logrando geniales colaboraciones con amigos y artistas a los que involucró con la misión de propagarlo. Por increíble que parezca, con algo tan bajo como una habladuría y que, estaremos de acuerdo, de la que nadie quiere ser víctima, Carrión afinó un trabajo cargado de inteligencia e ironía que incluso rebasó su fugaz y poco constructiva esencia.

En su conocida serie Chisme, que consiste en una multiplicidad de formas como cartas, afiches, diagramas, ilustraciones, cómics y cuentos, plasmó el deseo irrefrenable que sentimos cuando “damos a luz” esa información secreta, lo que gracias a nosotros se cuela en la vida social y forma cadenas gigantes de maledicencia. El mismo Carrión se expuso como detonante de una de sus acciones. Divulgó que padecía una enfermedad mortal. Dejó que se extendiera, analizando detenidamente y elaborando diversos diagramas de cómo se diseminaba. A medida que se difundió, lo esencial se iba desdibujando a través de las invenciones de los otros. Los resultados fueron asombrosos.

Ulises Carrión se fue muy joven de México al reconocer su naturaleza de artista y de homosexual y no encontrar en su país el lugar adecuado para desarrollar sus proyectos. Hizo su carrera en Europa, se relacionó con el grupo Fluxus y después de pasar por varias ciudades terminó por afincarse en Ámsterdam. Abrió una librería cuya particularidad era no vender libros sino generar intercambios culturales. Muy pronto su espacio ganó prestigio y se convirtió en un centro de ideas y arte. Sus exposiciones son famosas por sus colaboraciones y por las estrategias con las que involucra al espectador. La frase que hoy se ve expuesta en los museos Querido lector, no leas, es una provocación y punto de partida para generar una serie de azarosos resultados. Curiosamente, con su serie Chisme, Carrión terminó retando a su destino; poco tiempo después de su exhibición, se descubrió contagiado de SIDA y murió joven y poco valorado por México y los mercados de arte. Su obra queda para las nuevas generaciones como un discurso disruptivo, inteligente, provocador y poco explorado. Para muchos, Carrión es considerado como el Duchamp mexicano.

El chisme es una especie de virus que se propaga más rápido que la COVID-19, su capacidad de dañar no parece mortal, pero es definitiva. Destruir la reputación de alguien usando una mentira, conocida también como calumnia, que va de boca en boca, y hoy en las redes, de tuit en tuit, es una de las más bajas acciones del ser humano. En una era en la que la “libertad de expresión” es una coartada para calumniar, inventar chismes y dañar la vida de alguien sin consecuencias. Quien sufre un infundio ya sea en lo social o lo político estás prácticamente desvalido de ejercer justicia. Aunque la ley ofrece el recurso de demandar por daño moral a quien calumnia, en nuestro país la justicia sigue siendo una mercancía al mejor postor.

Carrión supo ver en su trabajo las propiedades del chisme. Sin una estructura formal, se compone de emociones, sentimientos, pulsiones que, conforme se van transmitiendo, adquieren vida propia. Quien emite un chisme, lanza un arma de ataque y de alguna manera legitima su aparente valor delante de los demás. La génesis del chisme podría ser casi biológica. Una especie de adrenalina que recorre el cuerpo de quien lanza o cuenta; es como un gusto entre amargo y delicioso debajo de la lengua que produce un leve temblor momentáneo. Continúa con una sensación de plenitud que es fugaz. Es como la espuma. Quien posee cierta información adquiere un poder inmediato; si me contaron el chisme, es porque soy alguien. Ese elegido ya es parte de una secta de chismosos que se distingue por su habilidad para expandirlo.

Desde luego, el chisme suele tener una carga negativa, así es más fácil difundirlo. Las buenas noticias no son noticias, ¿a quién le interesa la vida de los demás como no sea para verlos exhibidos en su parte oscura o vergonzosa? Una vez sembrada la semilla de un chisme, seguirlo puede dar grandes sorpresas. La condición es que viva lo más posible y destruya lo más posible.

Hay que decir que existen cualquier tipo y modalidades de chismes. Mentiras a medias, verdades distorsionadas, percepciones subjetivas, exageraciones, calumnias e infundios. Todo chisme se alimenta de una pequeña dosis de odio, envidia y ociosidad. Desde luego de inconsciencia y egoísmo. No importa que contenga un fondo de verdad o no, la acción chismosa depende justo de la imposibilidad de corroborar los datos, digamos que es una especulación perpetua. Una vez vertido el veneno del chisme, el daño está hecho, la reputación de las personas se convierte en escarnio en la boca de los chismosos. Difícilmente alguien tendrá el poder de parar el ejercicio chismoso, es demasiado tentador.

En esta variopinta constelación del chisme, la política no queda ajena. Hoy una buena parte de las columnas están basadas en chismes. Su objetivo es motivar el linchamiento público pero su abuso ha terminado por volverlo desechable; no se propaga porque la sobreabundancia lo anula. El chisme del que viven los pasquines de sociales dura una quincena. Es pueril y ridículo, pero funciona en una parte de la sociedad que goza del entretenimiento tomando como víctimas a los famosos.

Ulises Carrión demostró que un antivalor puede ser la semilla de un creador. Difícilmente nuestros periodistas amañados o los chismosos profesionales podrán igualar la calidad de propuesta de un artista como Carrión. Los demás, los que vemos pasar el tren de los chismes, podemos decidir si nos subimos y contribuimos a su mediocridad o los dejamos pasar e incluso les volteamos las espaldas y así salvamos la vida de una víctima más.

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.
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