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Francisco Porras Sánchez

27/03/2022 - 12:02 am

Trans-disciplina tipo 2

“La trans-disciplina no es como un rompecabezas, sino más bien es un proceso de co-generación horizontal de un nuevo saber, resultado de la interacción de los expertos —académicos y no académicos—”.

Foto: Graciela López, Cuartoscuro

Para atender la creciente complejidad de muchos de los problemas que nos rodean (piénsese en la pobreza, la violencia, la inequidad social y de género, la exclusión social, el crimen organizado; la inseguridad alimentaria y la desnutrición; la baja calidad en la educación, la polarización política, el cambio climático, entre otros) se requiere combinar diversos saberes, actores, instituciones y niveles de acción (escalas territoriales). Para atender los problemas retorcidos se requiere una aproximación que no sea solamente inter-disciplinaria, sino que sea verdaderamente trans-disciplinaria.

Habiendo estudiado filosofía, estaba acostumbrado a suponer que la mejor manera de alcanzar un conocimiento transversal, que superara las barreras teórico-metodológicas de las disciplinas científicas, era aplicar un conocimiento cualitativamente superior. Esto, yo suponía, posibilitaba evitar la trampa de definir lo trans-disciplinario como el mínimo común denominador, que podía ser demasiado abstracto y no particularmente útil.

Si, por ejemplo, se argumentaba que para atender el gravísimo problema de la desaparición de personas se requerían abogados, funcionarios de los tres niveles y de los tres poderes, expertos en seguridad pública y ciudadana —incluyendo académicos—, representantes de organizaciones inter-gubernamentales, miembros de organizaciones de la sociedad civil y activistas, representantes de los medios de comunicación y terapeutas, combinando muy diversos tipos de expertise, la trans-disciplinariedad se fomentaría con una visión más o menos común construida con las categorías y enfoques de la disciplina que ofreciera una comprensión más fundamental, atendiendo a las causas más profundas del problema.

Las causas fundamentales ofrecerían un marco suficiente para acordar una definición compartida del problema, reconociendo la necesidad de co-construir soluciones entre todos los interesados, y facilitando el establecimiento de las reglas básicas de las interacciones. El saber cualitativamente superior, además, adelantaría una hipótesis sobre cuál es la estructura del problema social, ayudando a que las diferentes disciplinas se integraran —como un rompecabezas, cada una contribuyendo con parte de la solución—, manteniendo las fricciones y desacuerdos dentro de límites manejables. Un filósofo político, un filósofo del derecho, un constitucionalista, un padre o madre de un(a) hijo(a) desaparecido(a), podrían ofrecer este tipo de conocimiento integrador.

Sin embargo, esta aproximación no es totalmente adecuada. Sin cuestionarla de fondo, y anotando que la noción de disciplina o conocimiento “superior” es problemática, recientemente me he encontrado con un artículo especialmente iluminador al respecto. Rigolot (2020) ha propuesto que la trans-disciplina solamente se alcanza en la medida en que los saberes locales, no científicos, se integran en la generación de conocimiento nuevo. La trans-disciplina no es como un rompecabezas, sino más bien es un proceso de co-generación horizontal de un nuevo saber, resultado de la interacción de los expertos —académicos y no académicos—. El conocimiento cualitativamente superior, integrador de los demás saberes, no es aportado por la filosofía, el derecho o la religión, sino que es producido por los participantes mismos en un esfuerzo por comprender la naturaleza del problema. La identificación de la raíz del problema es la identificación de las soluciones del problema. Cada quien construye partiendo de su propia visión y conocimiento, pero la trans-disciplinariedad no pre-existe a la interacción de expertos: es la interacción misma.

Para Rigolot, la trans-disciplina puede ser de tipo 1 o de tipo 2. La de tipo 1 consiste en la generación de una hipótesis acerca de la estructura de la realidad, por lo que requiere una propuesta exhaustiva y comprehensiva, estados del arte extensos y complejos, y esfuerzos de análisis y síntesis complementarios. Esto, sin embargo, pocas veces puede lograrse. Si esperáramos a tener este tipo de conocimiento enciclopédico para actuar, nunca actuaríamos. Por eso Rigolot propone que, particularmente en lo que respecta a los problemas urgentes de la sociedad, apliquemos una trans-disciplinariedad tipo 2. Ésta consiste en la colaboración para la solución de un problema concreto (no resolver el hambre de la humanidad, sino el hambre de tales y tales comunidades, en tal tiempo y circunstancias específicas). El participar no requeriría un dominio científico o conceptual del problema, sino simplemente tener el conocimiento suficiente para co-producir soluciones entre varios. En la trans-disciplina tipo 2, el conocimiento nuevo es la solución al problema común.

Cualquiera que sea nuestra aproximación preferida, el argumento de Rigolot es interesante y tiene utilidad práctica. No es necesario compartir visiones del mundo para poder cooperar y generar una solución a un problema común.

 

Referencia:

Rigolot, C. (2020) Transdisciplinarity as a Way of Being: Complementarities and Creative Tensions. Humanities and Social Sciences Communications, https://doi.org/10.1057/s41599-020-00598-5

 

*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite.

Francisco Porras Sánchez
Doctor en Política y Estudios Internacionales por la Universidad de Warwick, Reino Unido. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Su línea de investigación es la Gobernabilidad urbana y regional contemporánea (finales del siglo XX y principios del XXI), con particular interés en gobierno, gobernanza y redes de política pública. Actualmente es profesor investigador del Instituto Mora. Twitter: @PorrasFrancisco / @institutomora
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