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María Rivera

22/06/2022 - 12:03 am

De nuevo

“Sí, es verdad que el método es terrible, y antidemocrático, pero es cierto también que China y algunos países orientales, no tienen un contagio masivo, esto es, no tendrán muchas más personas fallecidas, ni millones de personas discapacitadas, afectando tanto el sistema de salud como a la economía”.

Una residente levanta su máscara para un hisopo durante una prueba de COVID-19 en una comunidad residencial bajo encierro en Shanghái, China, el miércoles 30 de marzo de 2022. Foto: AP.

Sí, ya parezco disco rayado, querido lector. Pero es que la situación es alucinante. Tal vez no está de más dedicarle nuevamente, sí, otra vez, mi columna a la COVID. No porque no se hayan dicho las cosas sino porque parece necesario dedicarle unas palabras otra, otra vez.

El asunto es que cada vez hay más y nuevas evidencias científicas que apuntan a que la gente se puede reinfectar muchas veces, aún a pesar de haber sido vacunadas, haber tenido infecciones previas, o ambas. Esto, obviamente, impide que vaya a haber algo como “inmunidad de rebaño”, ahora lo sabemos. Las olas serán alimentadas por personas que ya contrajeron el virus en olas anteriores, una y otra, y otra vez si no hacemos algo para detener esta locura que amenaza a la especie.

La otra parte de la evidencia científica terrorífica es que las reinfecciones no fortalecen al sistema inmune, al contrario, van debilitándolo, contrario a lo que habían dicho o podría pensarse. Esto quiere decir que entre más infecciones padezca una persona, mayores son los riesgos de que quede discapacitada por el virus o desarrolle secuelas muy graves de salud o incluso fallezca debido a ellas. No hay algo así como una infección benigna. Los daños pueden comenzar semanas o meses después, no necesitan ser agudos, y abarcan todo un abanico de dolencias.

Estas noticias, ambas, son pésimas noticias y los gobiernos del mundo están obligados a verlas si son responsables y a reevaluar sus políticas con respecto a la pandemia. Esto, porque las actuales políticas que permiten la libre circulación del virus, están basadas en premisas falsas: una, que la infección por COVID genera inmunidad y dos, que el virus es benigno ¿qué van a hacer los gobiernos ante las evidencias científicas que señalan el grave error de sus políticas? Pues nada, querido lector, en general y hasta ahora, parece que nada.

La política de retomar la normalidad, eliminar medidas de protección, impera en buena parte del mundo, a pesar de que los países están transitando por una nueva ola de Ómicron que dejará una estela de tragedia a su paso. Una tragedia que, como no elevará la tasa de mortalidad de manera inmediata, se piensa tolerable. Pareciera que el mundo ha decidido vivir en un estado de negación que tendrá que esperar décadas para reconocer su atroz negligencia en el sufrimiento de millones de personas.

Desde mi parecer, la pandemia de COVID es el más grande fracaso de la especie y estoy segura que aún es muy pronto para realmente dimensionar las consecuencias de que millones de personas en todo el mundo vayan a quedar discapacitadas. Muchas con daños neurológicos y cerebrales muy serios. Lo más sombrío, querido lector, es que si no se cambian las políticas el virus seguirá enfermando a millones rutinariamente ¿hasta cuántas generaciones se extenderá el daño? Niños que, incluso, ya nacen con las secuelas del COVID tras haber sido infectados en el vientre materno, son un trágico augurio de lo que la humanidad podría enfrentar todo este siglo.

Lo que yo no me explico y realmente es un caso para que sociólogos lo estudien, es cómo, incluso teniendo la información, la gente puede sumarse al estado de negación generalizada en que vivimos. Entiendo perfectamente que los daños sicológicos que ha ocasionado la pandemia vuelven insoportable la idea de que ésta no ha acabado. Entiendo el cansancio, la desesperanza, e incluso la desesperación. Lo que me es incomprensible es cómo las sociedades pueden asumir como verdaderas llanas mentiras contadas por el poder… hasta que, claro, es demasiado tarde ya y los costos son inmensos.

Naturalmente, hay países mejores que otros en esto del manejo de la pandemia. En general, los países que han evitado la transmisión comunitaria son los que tienen consecuencias menos graves, tanto en el número de personas fallecidas como en el porcentaje de personas que se han infectado. Mucha gente, por ejemplo, cree que los chinos se han equivocado garrafalmente no dejando que el virus colonice al país y se les ha criticado mucho las cuarentenas impuestas a la población de manera autoritaria. Sí, es verdad que el método es terrible, y antidemocrático, pero es cierto también que China y algunos países orientales, no tienen un contagio masivo, esto es, no tendrán muchas más personas fallecidas, ni millones de personas discapacitadas, afectando tanto el sistema de salud como a la economía. De manera brutal, si se quiere, pero han logrado proteger a su población. Esto, a la larga, les otorgará una enorme ventaja económica y social sobre los países que han permitido que sus poblaciones económicamente activas terminen crónicamente enfermas, discapacitadas. Tampoco tendrán el problema de generaciones de niños y niñas con impedimentos cognitivos, que la COVID largo produce.

Los países son su gente, no otra cosa. Esta obviedad nos quedará muy clara cuando notemos que ya no somos los mismos, y que cedimos a un virus que lejos de fortalecernos, nos acabó debilitando, por dejarlo convivir libremente entre nosotros ¿Cuándo harán conciencia de ello los gobernantes de la mayoría de los países occidentales? me pregunto. Ojalá, querido lector, que sea pronto y que no sea demasiado tarde. Mientras, usted puede elegir entre contagiarse o no, una y otra y otra vez, aunque cada vez sea más difícil. Use un cubrebocas N95, úselo bien ajustado, úselo en toda interacción social fuera de su casa. No acuda a lugares cerrados que estén atiborrados, no conviva en espacios cerrados y mal ventilados, no conviva con personas que no usen cubrebocas como usted. Nunca es demasiado tarde para protegerse del COVID aunque le digan lo contrario. No, el virus no es benigno. Úselo, y úselo, siempre. A los gobiernos, está visto, no les interesa cuidar nuestra salud, sino su imagen. No lo olvide, ahora más que nunca.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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