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María Rivera

16/02/2022 - 12:03 am

La guerra

“Hacer pública información personal es un delito y un claro abuso de poder, es también una amenaza para todo aquel que se atreva a publicar algo que al Gobierno le incomode o encuentre indeseable. Es, en realidad, un claro e innegable ataque a la libertad de expresión”.

“Por el bien de todos, deténgase, señor Presidente”. Foto: Cuartoscuro

A nadie le puede quedar duda ya, creo, de que estamos inmersos en una guerra entre el Presidente López Obrador, y grupos de interés expulsados del poder. Una guerra sin cuartel y fuera de lugar, que ha rebasado ya lo que debiera ser la normalidad democrática, a todas luces. Las responsabilidades, sin embargo, no son las mismas. Los grupos de poder, los intereses, los partidos de oposición están en su legítimo derecho de querer retomar el poder. Sería muy ingenuo pensar que no buscarían hasta debajo de las piedras maneras para golpear a un gobernante al que odian desde hace muchos años y que incluso, echarían mano de los peores recursos como la calumnia. Aún así, con guerras sucias, con investigaciones periodísticas rigurosas, tendenciosas o abiertamente calumniosas, tienen derecho y cabida en la vida pública, siempre y cuando no infrinjan la ley. De esa materia está hecha la pluralidad, nos guste o no.

Para nadie es un misterio que la investigación del hijo del Presidente que presentó el periodista Carlos Loret buscó explícita y abiertamente, crear un arma capaz de hundir la cuarta transformación, tratando de equiparar el actual Gobierno con las peores prácticas de corrupción del pasado, lo que cualquiera con conocimiento de la historia reciente sabe que es escandalosamente falso. Las acusaciones no han sido probadas, pero se convirtieron en arma de críticos y enemigos del Presidente López Obrador. Sin decoro alguno, se compartió la información, dentro del viejo establishment, como si fuera cosa juzgada, y aunque la esposa de José Ramón López Beltrán salió a demostrar que muy probablemente no hubo ningún conflicto de interés, rápidamente armaron otro escándalo, en horas, en cuanto el hijo del Presidente hizo público el lugar donde trabaja en Estados Unidos. El estado de degradación del debate público en redes parece insaciable, alimentado por la rabia, el enojo, y la calumnia.

Esto, que podría ser un clima detestable pero democrático, si solo se tratara de campañas de desprestigio lanzadas desde uno o varios medios, se ha convertido en otra cosa, muy distinta y muy preocupante, gracias a la actuación, completamente indebida, del Presidente López Obrador. Y es que el Presidente parece haber olvidado que es el jefe de Estado de un país, no un ciudadano más, ni un activista combatiendo a sus “adversarios”.  Ya desde hace mucho, prácticamente desde que comenzó el sexenio, se alertó de la política abusiva que el Presidente cometía contra ciudadanos a los que señalaba, difamaba, en las mañaneras. Periodistas, intelectuales, medios, activistas, el presidente no ha encontrado límite alguno para esa práctica a todas luces indebida y perniciosa que hoy está dando sus peores frutos, avanzando hacia la franca ilegalidad. De continuarse, creará un caso de abierta persecución sobre un periodista, para lo cual no habrá marcha atrás. Un abuso, además, cometido ante la vista de todos, transmitido en cadena nacional.

Hacer pública información personal es un delito y un claro abuso de poder, es también una amenaza para todo aquel que se atreva a publicar algo que al Gobierno le incomode o encuentre indeseable. Es, en realidad, un claro e innegable ataque a la libertad de expresión.

López Obrador se ha equivocado al convertir un ataque político en un ataque personal y al utilizar los medios del poder público para responder, como si se tratara de un pleito entre particulares, donde gana quien se avienta más lodo. Y es que el Presidente, lamentablemente, ha confundido la naturaleza de su función con su persona. No, el ciudadano presidente no es un ciudadano más, es el ciudadano con más poder en el país. Poder que debería usar para servir a los mexicanos todos y no a una causa personal. Su actuación es lesiva no solo para el gremio periodístico y la salud de la vida pública, sino para él mismo y su Gobierno. De nada sirve reivindicar la libertad de prensa, acentuar la diferencia con gobiernos anteriores, si en la misma mañanera es el presidente mismo quien persigue, a nombre propio, a comunicadores sin el menor asomo de consciencia de lo aberrante del hecho.

Es un misterio para mí, cómo es que el político que ha tenido la más abrumadora victoria electoral en el país, creador de un partido que en menos de una década conquistó el poder; el político que sufrió la persecución de gobiernos autoritarios, el ataque furioso de intereses económicos que solían gobernar México, hoy esté alimentando a la oposición, engrandeciendo a sus enemigos, convirtiendo a quien se prestaba a crear montajes televisivos con un delincuente, en un perseguido político.

Por el bien de México, esperemos que esta vez el Presidente escuche, antes de cometer un error irreparable, y convertir su presidencia en un episodio más de la larga tradición de gobiernos criminales y autoritarios.

Por el bien de todos, deténgase, señor Presidente.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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