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María Rivera

09/03/2022 - 12:03 am

Provocación

“No deja de ser irónico, sin embargo, que Sheinbaum sea mujer y parte de la izquierda, y haya obtenido muchos votos de ese segmento de la población, creyendo que sería afecta a las causas progresistas, como lo es el feminismo, y como tradicionalmente habían sido los gobiernos de izquierda en la capital del país”.

“Otro insulto, para quienes demandan que sus vidas sean protegidas y sus demandas escuchadas”. Foto: Graciela López, Cuartoscuro

Nuevamente, el operativo de seguridad para “resguardar” la marcha feminista es totalmente grotesca en la Ciudad de México. Como ya parece costumbre, desde que llegó Claudia Sheinbaum al poder, se instalan altas vallas en las calles y en el Zócalo, con énfasis en el Palacio Nacional, la Catedral, y diversos monumentos. Como si las mujeres feministas fuéramos ganado, o delincuentes y no las víctimas de un sistema que permite que nos agredan y maten impunemente. La hostilidad es patente por parte de la Jefa de Gobierno quien, además, y en el colmo del cinismo, ha tratado de apropiarse de la causa feminista al hacer su propia manifestación en el Monumento a la Revolución con mujeres morenistas, pocos días antes de la verdadera manifestación feminista.

La historia del desencuentro incluye no solo vallas, como se sabe, sino el uso de gases lacrimógenos, de extintores como armas, políticas de encapsulamientos y ahora efectivos militares, además del contingente de mujeres policías. El despliegue es tan grotesco que, evidentemente, es una forma de provocación para las mujeres feministas, una forma de insulto, un mensaje renovado de expropiación del espacio público, donde sistemáticamente son agredidas. Las calles no son suyas, parecen decirles, a quienes ya saben que las calles, las plazas, los parques pueden ser convertidos en espacios para la violencia feminicida, o para deshacerse de sus cuerpos asesinados, como si fuesen basura.

La violencia simbólica es tal, que sería absurdo no esperar que detone episodios de confrontación, donde el muro representa la respuesta ante sus demandas. Un poder sordo y autoritario, que reiteradamente manda el mensaje de que es inmune a las reivindicaciones y al mismo enojo que produce el estado de indefensión en que vivimos.

No deja de ser irónico, sin embargo, que Sheinbaum sea mujer y parte de la izquierda, y haya obtenido muchos votos de ese segmento de la población, creyendo que sería afecta a las causas progresistas, como lo es el feminismo, y como tradicionalmente habían sido los gobiernos de izquierda en la capital del país.

Todo eso quedó atrás, como sabemos, desde la llegada de políticos como Mancera. Lo que jamás imaginamos siquiera, es que Sheinbaum sería la versión femenina de su antecesor, se atrevería a fortificar la Ciudad de México.

El escalamiento de la hostilidad ha llegado al grado de que el día de antier las autoridades advirtieron que se esperaba violencia en la marcha por parte de grupos que portarían armas como sopletes, marros, aparatos para dar toques eléctricos, cohetones, hachas… La narrativa, desde luego, es que hay “conservadores” que provocarían desmanes para perjudicar al Gobierno de la cuarta transformación. Otro insulto, para quienes demandan que sus vidas sean protegidas y sus demandas escuchadas.

La verdad, querido lector, es como de manual contrainsurgente de los viejos gobiernos priistas, que solían atacar de esta manera a movimientos sociales para deslegitimarlos, infiltrándolos con grupos violentos.

Lo cierto y evidente, es que la cuarta transformación está muy lejos de la causa feminista, como se sabe. El presidente López Obrador sencillamente no cree en las demandas feministas, o no las entiende. Basta con pensar en los programas de apoyo a mujeres que sistemáticamente ha ido desapareciendo desde que inició su sexenio; desde las estancias infantiles hasta las escuelas de tiempo completo, o en la defensa desvergonzada que ha hecho de hombres acusados de cometer violencia sexual. Tampoco, hay que decirlo, tiene ninguna consideración con las necesidades de la población infantil, a la que ha dejado en la indefensión frente a la covid o el cáncer, para cerrar esa pinza machista que sistemáticamente devalúa o invisibiliza las necesidades de mujeres y niños. Su justificación es que antes que ser feminista es un humanista, esa vieja estratagema para negarse a validar las causas específicas de las mujeres. Su humanismo es más bien una tábula rasa y vaga donde caben todas las reivindicaciones y que niegan, de facto, las demandas feministas.

Escribo esta columna a pocas horas de que se desarrolle la marcha. La expectativa de actos de violencia ha sido enunciada por el propio poder quien está obligado a proteger la seguridad de las manifestantes, no a atacarlas, como reiteradamente lo ha hecho. Se ve difícil, sin embargo, que no suceda, como decía. El Gobierno de Sheinbaum y el presidente pusieron ya las primeras afrentas en la mesa.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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