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María Rivera

08/06/2022 - 12:03 am

Redes

“La red funciona como una caja de resonancia, no como un espacio plural verdadero y está limitada por las personas que acceden a ella, que no son todas”.

“A menudo creo que si nuestras vidas fueran más interesantes no estaríamos pegados a la pantalla de los celulares, pero ¿en realidad es tan aburrida?, me pregunto”. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro

El Presidente se da vuelo, se solaza dándoles consejos a la oposición para que ganen elecciones, se mofa, en realidad, ironiza. Goza el triunfo de su partido en las recientes elecciones, un triunfo irrebatible: ganaron cuatro gubernaturas de seis. Una debacle para la oposición, también irrebatible, que perdió cuatro gubernaturas y conservó dos. No guarda ninguna forma, en realidad, como Jefe de Estado, Presidente de todos, bla, bla, bla. López Obrador es un Presidente descaradamente faccioso, jefe de partido, de eso no creo que le quepa duda a nadie, querido lector.

De hecho, fue él quien inauguró ese ataque sistemático a críticos y opositores desde el primer día de su Gobierno, dejó en claro su política. Aquí, se usa la tribuna presidencial para desacreditar a opositores que bien puede ser cualquiera, además de los políticos: periodistas, defensores de derechos humanos, escritores, feministas, médicos, víctimas de la violencia, lo mismo da. Cualquiera puede encarnar el espíritu de los enemigos de la Cuarta Transformación, ocupar el puesto de honor entre los conservadores, derechistas, fifís, privilegiados y no sé cuántos insultos más.

La estrategia de polarización le funciona, por eso persiste. Y funciona porque parte del discurso es verdadero y parte, no. La oposición, confundida, no ha sabido cómo desmontarlo y se ha sumado a los ataques y descalificaciones con tribus igualmente violentas. Al menos en redes, tirios y troyanos, son iguales en sus actitudes rabiosas y polarizadas. No hay margen para ningún disenso argumentado, los dedos flamígeros se levantan para llamar a quemas simbólicas del otro, el traidor, y cuanta basura verbal viene a su mente. Seguido me he preguntado quién, qué persona está detrás de los trolls. Incluso cuentas con una identidad verificada suelen ser violentas, insensatas ¿esas personas, en una comida, digamos, se portarán igual? Estoy segura que no, porque entonces la gente estaría peleándose a golpes, así sin más. Nadie insultaría cara a cara de la manera que lo hacen en redes, sobre todo en Twitter, sin sopesar la respuesta. “Señora, ya siéntese”, “Deja de decir pendejadas” “mejor, regrésate a la cocina”. Todo tipo de insultos machistas, misóginos y violentos son vertidos diariamente contra cualquier mujer, como si estas conductas fueran normales y aceptadas. La red social es un espacio donde no se respetan las normas bajo las cuales convivimos fuera de la virtualidad, claramente, y rara vez conocemos la cara de la persona que tan impunemente insulta detrás de un teclado. Es evidente que este fenómeno es producto de la red misma, de sus normas y su propia naturaleza. Por ello, los trolls políticos pueden funcionar como auténticas bandas organizadas peleándose a sillazos en una cantina y cualquiera puede ser víctima de uno u otro bando, o de los dos, incluso.

¿Por qué seguir en Twitter? Me he preguntado varias veces, si en realidad no se puede debatir de manera sensata de casi ningún tema, y si uno está consumiendo basura de los diversos coliseos que se arman espontáneamente ¿será solo una adicción a procastinar, soledad, necesidad de consumir información, gusto por el chisme? Lo cierto es que en las redes pasan muchas cosas. Yo, a menudo me asomo para saber qué está pasando entre los escritores, con el alivio de no tener que verlos. Por lo menos a los que me caen mal, a los que no soportaría en una comida o en una mesa de cantina. Muchas veces, me asomo para ver videos de animales y fenómenos naturales. Me tranquiliza ver ballenas emergiendo de las calmas aguas del mar. Su aparición repentina que, si no fuera por los nuevos medios, solo gozaría quien grabó el video. O aquel video de una foca metiéndose a una alberca, para terminar en un camastro. Esas cosas frívolas que son capaces de sacarnos de donde estamos, muy rápidamente. Ver videos que nos desternillan de la risa, memes, y alguna que otra tontería. Pero luego, me pongo a pensar “¿y si fuera yo la que puede ver esa ballena en vivo y a todo color, estaría viendo Twitter?”. A menudo creo que si nuestras vidas fueran más interesantes no estaríamos pegados a la pantalla de los celulares, pero ¿en realidad es tan aburrida?, me pregunto. Claro, en las redes también pasan cosas interesantes, buenas; son catalizadores para que gente con los mismos intereses se encuentre. Así, tenemos fenómenos como los Spaces donde se arman reuniones espontáneas de gente que no suele conocerse, públicas y abiertas, que pueden ser realmente estimulantes. Reuniones de expertos para discutir las vacunas, o el verdadero estado del covid, o reuniones de corte político que pueden ser insufribles pero útiles: uno se entera de cómo piensan los otros con los que uno no comparte casi ninguna posición. Como soy esencialmente curiosa, siempre me ha interesado saber qué piensan los demás, cómo piensan, aunque no esté de acuerdo con ellos. Esto, sin embargo, no suele ser muy común, a menudo Twitter genera una distorsión al magnificar la discusión de grupos cerrados que parecen abiertos, y las personas suelen creer que representan algo más que sus micromundos. La red funciona como una caja de resonancia, no como un espacio plural verdadero y está limitada por las personas que acceden a ella, que no son todas. Así, si uno no sale de esta red puede creer que el ochenta por ciento de los mexicanos odia al Presidente, por ejemplo, o que los insultos y versiones contra su Gobierno, tienen mucho punch, ya convencieron a medio mundo, creer incluso, que están a un paso de ganar la presidencia, es más, ya ganaron. Hasta que el balde de agua fría cae tras las elecciones, les señala que estaban equivocados. Twitter no es, pues, un termómetro, ni del país, ni de un estado, ni de un municipio, ni de una colonia siquiera. En realidad, es un espacio privado hecho público, una fiesta minúscula transmitida en vivo. Y, es también, el espacio idóneo para inundarlo con propaganda política, discursos tóxicos, pulsiones agresivas, prejuicios y ofensas. Pero también, noticias, textos, links, conversaciones fructíferas. Supongo que es por eso que seguimos leyendo en la pantalla, como siempre.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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