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¿Por qué recordamos olores del pasado? Científicos revelan el secreto

viernes, noviembre 12th, 2021

De acuerdo con investigaciones, los receptores olfatorios son proteínas sensibles a la presencia de determinados olores, mismas que se localizan en las terminaciones sensibles de neuronas receptoras ubicadas en las fosas nasales, que al llegar a las vías nerviosas que transmiten la información olfatoria alcanzan directamente centros nerviosos relacionados con nuestro mundo interior, en el que se genera y almacena nuestro acervo emocional. 

Por José María Delgado Garcia
Profesor Emérito de Neurociencia, Universidad Pablo de Olavide

Ciudad de México, 12 de noviembre (TheConversation).- Más de una vez habrá notado que un olor (el del heno recién cortado como le ocurría a León Tolstoi) o un sabor (el de un té con magdalenas como narra Marcel Proust) le traen desde el olvido un vívido recuerdo de su infancia.

La cultura popular sugiere que determinados olores son poderosos recordatorios de experiencias autobiográficas de nuestros primeros años. A esto se le ha denominado fenómeno Proust, en honor al escritor francés Marcel Proust. Veamos qué se sabe de él desde una perspectiva neurocientífica.

Gracias a los sentidos del olfato y el gusto podemos percibir un elevadísimo número de moléculas presentes en el mundo exterior. Estas están relacionadas no sólo con las sustancias alimentarias, sino también con otras potencialmente peligrosas.

La memoria de sus efectos permite aceptar o rechazar algunas de ellas a largo plazo. Además, en muchas especies (aunque no en la nuestra) el olfato facilita la detección de feromonas, las cuales producen importantes cambios conductuales.

¿CÓMO PERCIBIMOS LOS OLORES?

En una serie de trascendentes trabajos experimentales, reconocidos en 2004 con un Premio Nobel, Linda B. Buck y Ricard Axel demostraron que los receptores olfatorios son proteínas sensibles a la presencia de determinados olores.

Estas proteínas se localizan en las terminaciones sensibles de neuronas receptoras ubicadas en las fosas nasales. En los seres humanos hay unas 350 proteínas diferentes pero otras especies, como el ratón, expresan más de mil.

Parecen pocas, pero cada sustancia olorosa activa una combinación de estos receptores. Por eso, la cantidad de olores diferentes que se pueden percibir es enorme en la práctica.

Por el contrario, en las papilas gustativas ubicadas principalmente en la lengua sólo existen receptores para cinco sabores: dulce, salado, amargo, ácido y umami (el que producen los aminoácidos como el glutamato).

En realidad, el sabor de los alimentos no depende en exclusiva de la activación de estos receptores gustativos. También depende de la sustancias volátiles que la masticación de aquellos envía desde la cavidad bucal a los receptores olfatorios por la vía retronasal.

Lo mismo sucede con otros factores como la textura y la temperatura de lo que se come, de su presentación visual y de su olor. Es decir, el que llega a los receptores olfatorios desde el exterior por vía anteronasal.

Hay una diferencia fundamental en la forma en que la información procedente de los distintos tipos de modalidades sensoriales (visión, tacto, presión, dolor, audición, equilibrio, gusto y olfato) llega al cerebro.

Todas estas vías nerviosas, salvo la olfacción, llegan a la corteza cerebral. Allí alcanzan un nivel consciente, a través del tálamo. Este último se denomina así porque es como un lecho sobre el que se asienta toda la corteza cerebral.

EN QUÉ PARTE DEL CEREBRO SE ALMACENAN LOS OLORES

Por el contrario, las vías nerviosas que transmiten la información olfatoria alcanzan directamente centros nerviosos relacionados con nuestro mundo interior. O sea, aquel en el que se genera y almacena nuestro acervo emocional, tanto consciente como inconsciente. Entre estas estructuras nerviosas destacan las siguientes:

En primer lugar, el núcleo de la amígdala. Este se relaciona principalmente con emociones negativas o desagradables y con aprendizajes de tipo aversivo orientados a evitar estímulos que evoquen esas situaciones.

En segundo lugar está el hipocampo. En él se procesan o se reactivan las memorias que conforman nuestra autobiografía no sólo cognitiva sino también sentimental. Son las denominadas memorias episódicas, las cuales permiten, incluso a muy largo plazo, el recuerdo consciente de momentos personales y precisos de nuestro pasado.

Y, por último, una porción de la corteza situada en la región más anterior del cerebro, la corteza orbitofrontal. Esta se relaciona con la toma de decisiones. Es decir, con nuestra capacidad de elegir entre distintas alternativas.

En resumen, la argumentación arriba indicada, basada sobre todo en consideraciones de tipo neuroanatómico, es la mejor fundamentación disponible hasta el momento para justificar por qué los estímulos olfatorios asociados a importantes vivencias ocurridas durante nuestra infancia tienen tanto poder evocador.

En cualquier caso, otros estímulos sensoriales, como la música, tienen también un fácil acceso a nuestro mundo emocional. Por ejemplo, es fácil sentirse apesadumbrado al oír la famosa aria “Un bel di, vedremo…” de Madama Butterfly.

CÓMO SE ALMACENAN LOS RECUERDOS

Por eso, los neurocientíficos tratan de dilucidar desde hace unos años no ya dónde, sino también cómo tiene lugar la reactivación de memorias con una fuerte tonalidad emocional y que están asociadas a estímulos sensoriales olfatorios o de otras modalidades sensoriales.

Desde un punto de vista psicológico experimental parece cierto que estímulos de origen olfatorio se mantienen más tiempo en la memoria que, por ejemplo, otros de origen visual.

Ahora bien, una cosa es la memorización en el laboratorio de tareas y situaciones para su estudio experimental y otra la rememoración de situaciones vividas por los sujetos en su pasado reciente o remoto.

En relación con el segundo punto, se ha demostrado de modo experimental que una memoria autobiográfica relacionada con un olor determinado se evoca con mayor facilidad utilizando ese olor como detonante que utilizando el nombre del olor, un olor no relacionado o una imagen asociada también a dicha memoria.

Algunos de estos estudios se han realizado en personas con técnicas de imaginería cerebral, como la tomografía por emisión de positrones o la resonancia magnética funcional. Estas permiten precisar con detalle qué estructuras cerebrales (como las arriba indicadas) se activan durante la evocación de memorias autobiográficas.

Seguramente tardaremos un tiempo en encontrar la respuesta adecuada a estas cuestiones. No se trata de determinar si el olor es el mejor y más potente estímulo para asociar a memorias que queremos guardar de nuestro pasado emocional. Hay una pregunta elemental y previa que contestar: ¿dónde y cómo la fresa que se deshace en la boca se transforma en nuestro cerebro primero en sabor y finalmente en recuerdo? Dejo pendiente la respuesta.

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¿Cuál es el origen del fuerte sentido del olfato de los mamíferos? Estudio lo revela

martes, noviembre 2nd, 2021

“Este hallazgo es una innovación clave en la evolución de nuestra nariz móvil y la de otros mamíferos, que contribuye al sentido del olfato altamente sensible de los mamíferos”, declaró uno de los investigadores detrás del estudio.

MADRID, 2 Nov. (EUROPA PRESS) – Nuevos exámenes de esqueletos y embriones de animales han revelado cómo los mamíferos desarrollaron narices sobresalientes y flexibles, evolucionadas de las unidas a las mandíbulas en los reptiles.

Este estudio contribuye a descubrir el origen del fuerte sentido del olfato de los mamíferos y crea el potencial de nuevos modelos animales, como pollos o ranas, que a menudo se utilizan en experimentos de laboratorio para investigar trastornos del desarrollo facial como el paladar hendido.

La comprensión científica tradicional de la evolución facial es que las mandíbulas de los mamíferos y los reptiles se desarrollan casi de la misma manera. Aunque los mamíferos tienen una nariz única, se desconoce la evolución de esta estructura.

Los investigadores de UTokyo utilizaron estudios celulares y reexaminaciones de cráneos fosilizados para desarrollar una comprensión nueva y mejorada de cómo los mamíferos desarrollaron narices y mandíbulas superiores separadas. Foto:

“Los fósiles existentes de animales de cuatro patas, tanto antepasados reptiles como mamíferos, tienen el mismo número de huesos de la mandíbula superior. Es muy fácil pensar que los huesos son iguales, pero ahora podemos estudiar embriones y rastrear el desarrollo celular para estudiar estos huesos, con mucho mayor detalle”, explicó en un comunicado el investigador postdoctoral Hiroki Higashiyama, quien estudia el desarrollo evolutivo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tokio. La investigación, publicada recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, es la primera en examinar la evolución de la estructura facial utilizando estudios celulares que comparan múltiples embriones de múltiples especies.

Higashiyama y sus colegas en el laboratorio del profesor Hiroki Kurihara diseñaron experimentos para rastrear el desarrollo facial en embriones de diferentes especies, incluidas aves (pollos), reptiles (geckos) y mamíferos (ratones). Se centraron en un grupo de células conocidas como prominencias faciales en embriones que producen las estructuras físicas de la cara. Los investigadores tiñeron las células para rastrearlas a medida que se movían y crecían. Un grupo de células llamado prominencia frontonasal forma la punta de la mandíbula en los reptiles, pero se convierte en la nariz que sobresale en los mamíferos. Las puntas de las mandíbulas de los mamíferos se forman a partir de un grupo separado de células llamado prominencia maxilar.

Usando esta nueva perspectiva de sus experimentos celulares, los investigadores luego examinaron especímenes fósiles.

A medida que los ancestros de las especies acumulaban más diferencias físicas y genéticas, el hueso en la punta de la mandíbula superior de los reptiles, el premaxilar, se hizo más pequeño y migró hacia arriba y el hueso que estaba detrás, el septomaxila, se hizo más grande y avanzó para convertirse en la punta de la mandíbula en los mamíferos. Los investigadores dicen que los huesos faciales de los mamíferos que ponen huevos, como el ornitorrinco y el equidna australianos, proporcionan ejemplos vivos adicionales de estructuras óseas de transición desde el modelo de reptil evolutivamente más antiguo hasta la estructura de mamífero de evolución más reciente.

Los mamíferos con narices flexibles y móviles que pueden “olfatear” están en el grupo Theria (lado derecho del punto rosa). Foto: PNAS

Esta separación de la nariz y la mandíbula les da a los mamíferos su habilidad única de “olfatear”, usando los músculos para ensanchar las fosas nasales e inhalar profundamente los olores del ambiente.

“Este hallazgo es una innovación clave en la evolución de nuestra nariz móvil y la de otros mamíferos, que contribuye al sentido del olfato altamente sensible de los mamíferos”, dijo Higashiyama.

EL OLFATO PUDO AYUDAR A DESARROLLAR CEREBROS MÁS GRANDES

Distinguir y reconocer tantos olores también puede haber ayudado a los mamíferos a desarrollar cerebros más grandes y complejos que las especies ancestrales anteriores.

La investigación reciente ha proporcionado evidencia física del cambio evolutivo en la disposición de la premaxila y la septomaxila, pero se necesitarán estudios separados para identificar las causas genéticas.

“Ahora conocemos la composición de las prominencias faciales y el desarrollo embrionario en varias especies, por lo que podemos comparar los trastornos del desarrollo facial en pollos o ranas con los humanos. Por ahora, hemos mejorado principalmente el conocimiento de los libros de texto, pero en el futuro, estos modelos animales serán una aplicación práctica de nuestros estudios “, dijo Higashiyama.

Los ratones son actualmente el único modelo animal que estudia el labio leporino y el paladar hendido. Los ratones son costosos de mantener y más lentos de desarrollar, por lo que modelos animales adicionales de trastornos del desarrollo facial podrían convertirse en una valiosa herramienta de investigación.

Evolución del embrión de un ratón. Foto: Hiroki Higashiyama

La motivación del ejercicio se puede asociar con olor: estudio

domingo, mayo 9th, 2021

Los expertos trabajaron con ratones y establecieron líneas independientes y evolucionadas artificialmente mediante la reproducción selectiva de roedores que muestran una alta actividad VWR.

Madrid, 8 de mayo (EuropaPress).- Un equipo de investigación dirigido por un científico de la Universidad de California ha descubierto que el olfato, o el olor, pueden desempeñar un papel importante en la motivación de los mamíferos para que realicen ejercicio voluntario.

Realizado en ratones de laboratorio, el estudio, publicado en la revista PLOS ONE, puede abrir nuevas áreas de investigación y tener relevancia para los humanos.

“El ejercicio, que es esencial para la salud física y mental, puede ayudar a prevenir la obesidad y otras enfermedades y trastornos relacionados con la inactividad en los humanos -señala Sachiko Haga-Yamanaka, profesora asistente de biología molecular, celular y de sistemas en UC Riverside y autor principal del estudio-. A algunas personas les gusta hacer más ejercicio que a otras, pero no se comprende bien por qué es así”.

Para determinar las contribuciones genéticas a los rasgos voluntarios relacionados con el ejercicio, Haga-Yamanaka y su equipo sometieron a los ratones a correr voluntariamente con ruedas, o VWR, un comportamiento ampliamente estudiado en el que los roedores corren espontáneamente cuando se les da acceso a ruedas.

Su colaborador y coautor Theodore Garland Jr., profesor de evolución, ecología y biología de organismos en la UCR, estableció líneas de ratones independientes, evolucionadas artificialmente mediante la reproducción selectiva de ratones que muestran una alta actividad VWR.

Los ratones normales, los que no fueron modificados genéticamente de ninguna manera, constituían los controles. Para su sorpresa, los investigadores encontraron que los ratones de alto nivel desarrollaron diferencias genéticas en su sistema olfativo que les hicieron percibir los olores de manera diferente a los controles.

“El sistema olfativo se diferenciaba genéticamente entre las líneas de alto nivel y las de control durante el proceso de reproducción selectiva con varios receptores quimiosensoriales en grupos de genes de receptores específicos que se expresan de manera diferencial entre los corredores de alto nivel y los controles -explica Haga-Yamanaka-. Nuestros resultados sugieren que estos receptores quimiosensoriales son ubicaciones de rasgos importantes para el control del ejercicio voluntario en ratones”.

Las implicaciones de los hallazgos para los humanos son difíciles de pasar por alto. En los centros de fitness, gimnasios y deportes de equipo, las personas reciben muchos estímulos olfativos del entorno y de otras personas cercanas.

Los investigadores se centraron en el órgano vomeronasal, el órgano olfativo accesorio en anfibios, escamatos y la mayoría de los mamíferos, incluidos los roedores. Foto: EFE

“No es inconcebible que algún día podamos aislar los productos químicos y usarlos como ambientadores en los gimnasios para que la gente esté aún más motivada para hacer ejercicio -aventura Garland-. En otras palabras: rociar, oler y ponerse en cuclillas”.

Los investigadores se centraron en el órgano vomeronasal, el órgano olfativo accesorio en anfibios, escamatos y la mayoría de los mamíferos, incluidos los roedores. El órgano vomeronasal detecta feromonas, sustancias químicas que los animales producen y liberan al medio ambiente, que desencadenan cambios de comportamiento y fisiológicos en quienes reciben las moléculas.

Las señales detectadas por las neuronas receptoras sensoriales vomeronasales se procesan luego en la amígdala y el hipotálamo del cerebro, lo que induce respuestas conductuales y cambios endocrinológicos.

“Tomados en conjunto, nuestros resultados muestran que los receptores vomeronasales son lugares característicos de la conducta de ejercicio voluntario en ratones -señala Haga-Yamanaka-. Las líneas de alto corredor y de control proporcionan un modelo sólido para determinar la contribución de la genética a los rasgos relacionados con el ejercicio voluntario”.

Ahora los investigadores planean realizar experimentos para aislar determinadas sustancias químicas producidas por los ratones, tal vez de su orina, y determinar si estos productos químicos aumentan la motivación para hacer ejercicio y cómo lo hacen.

Los científicos tienen más datos: 80% con COVID-19 pierde el olfato; 88% sufre alteración del gusto

viernes, abril 3rd, 2020

Entre las conclusiones destaca que un 79 por ciento de los pacientes analizados no presentaron síntomas como obstrucción nasal o rinorrea, síntomas comúnmente asociados a otras infecciones virales a nivel nasal.

Madrid, 3 abr (EFE).- Cerca del 80 por ciento de los pacientes diagnosticados por Covid-19 pierden por completo el sentido del olfato, y un porcentaje aún mayor (el 88 por ciento) sufre algún grado de alteración del gusto, según un estudio internacional.

Se trata del primer estudio publicado hasta ahora sobre la presencia de estos síntomas en pacientes con una infección leve o moderada por coronavirus.

Las conclusiones del estudio se han publicado en la revista European Archives of Oto-Rhino-Laryngology, y ha sido realizado por el grupo de Jóvenes Investigadores de la Federación Internacional de Sociedades de Otorrinolaringología (YO-IFOS), con el apoyo de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) y otras sociedades europeas.

En total han sido analizados 417 pacientes de un total de 12 hospitales de 4 países distintos (España, Bélgica, Francia e Italia).

Entre las conclusiones destaca que un 79 por ciento de los pacientes analizados no presentaron síntomas como obstrucción nasal o rinorrea, síntomas comúnmente asociados a otras infecciones virales a nivel nasal.

También es significativa la mayor propensión de las mujeres a sufrir alteración del olfato, según ha informado la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello.

En cuanto al gusto, el 88 por ciento de los pacientes ha manifestado dificultades para identificar distintos sabores como dulce, salado o amargo.

Según ha explicado el doctor Carlos M. Chiesa, coordinador de YO-IFOS de la SEORL-CCC, los datos clínicos que llegaban del continente asiático destacaban como síntomas más prevalentes la fiebre, la tos, dificultad para respirar, secreciones espesas, dolores musculares o articulares, diarrea, dolor de cabeza, dolor de garganta o rinorrea.

“Sin embargo, hemos visto como la diseminación del COVID-19 en España y en Europa se ha acompañado de dos nuevos síntomas como son la alteración del sentido del olfato y del gusto”, ha precisado.

Hasta ahora solo se habían descrito alteraciones del olfato asociadas a infección por otros virus, como el virus de Epstein-Barr, Parainfluenza, rinovirus o incluso otros virus de la familia de los coronavirus.

Las hipótesis que podrían explicar por qué los pacientes del continente europeo con la enfermedad causada por este nuevo coronavirus han desarrollado síntomas o alteraciones sensoriales en el área de nariz y garganta son varias.

Entre éstas figuran la predisposición a la enfermedad de algunos individuos o las mutaciones genéticas sufridas por el virus descritas recientemente por investigadores italianos, ha subrayado el doctor Pablo Parente, coordinador del Grupo de Trabajo en COVID-19 y director de Relaciones Internacionales de la SEORL-CCC.

De momento, los resultados son preliminares y no permiten todavía conocer completamente el significado de este síntoma en la enfermedad o el porcentaje de pacientes que lograran recuperarse.

“Sin embargo, el seguimiento de los mismos nos ayudará a recoger una mayor cantidad de datos para ofrecer información correcta y contrastada a nuestros pacientes”, ha indicado el doctor Christian Calvo.

Científicos desarrollan IA capaz de detectar enfermedades oliendo alientos

lunes, junio 11th, 2018

El trabajo que solía llevarle horas a un humano la máquina es capaz de desempeñarlo en unos minutos, puede ir adquiriendo conocimientos y mejorando con el tiempo a medida que analice más muestras.

Por Christiane Drummond

Ciudad de México, 11 junio (TICbeat/SinEmbargo).- En un futuro detectar enfermedades como el cáncer en una fase temprana podría ser tan sencillo como oler el aliento del paciente. Eso sí, no sería el propio médico el que lo olería, sino una Inteligencia Artificial con sentido del olfato.

Al respirar exhalamos sustancias que pueden ser indicio de riesgo de enfermedad, sin embargo, el olfato humano no está suficientemente desarrollado como para detectar las mismas, pero la tecnología sí.

Los científicos usan sistemas de cromatografía de gases-espectrometría de masas (GC-MS) para analizar el aire y detectar moléculas desde hace décadas. Cada muestra de aire se divide en pequeños fragmentos y genera una gráfica donde se reflejan los distintos compuestos a través de picos.

No obstante, interpretar los resultados puede ser un proceso muy lento y poco preciso debido a la gran cantidad de compuestos que hay y la complejidad de los datos. Aquí es cuando entra en juego la Inteligencia Artificial.

Se trata de un proyecto llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad de Loughborough, Reino Unido. Uno de los líderes del estudio, Andrea Soltoggio, detalló cómo funcionaría esta revolucionaria tecnología en un artículo para The Conversation.

“Mis compañeros y yo estamos adaptando la última tecnología de inteligencia artificial para percibir e interpretar un tipo de datos diferentes: los compuesto químicos en muestras de aliento“, explicó el científico, y esa tecnología a la que hace referencia es el aprendizaje profundo o deep learning.

El aprendizaje profundo consiste en aplicar modelos estadísticos para encontrar patrones dentro de objetos donde reina una cierta aleatoriedad, y ser así capaces de diferenciarlos automáticamente.

Vista 3D de una parte de los datos de una muestra de aliento de un instrumento GC-MS. Foto: The Conversation

Desde la Universidad de Loughborough, en primer lugar contaron con un equipo de profesionales sanitarios que analizaron muestras del aliento de pacientes con cáncer. Después de que identificaran los compuestos insertaron los datos en el ordenador usando GPUs de alto rendimiento para acelerar los algoritmos del deep learning. Con cada muestra de aire el modelo de aprendizaje profundo aprendía más hasta que reconocían patrones específicos que revelaban compuestos en el aliento.

El trabajo que solía llevarle horas a un humano la máquina es capaz de desempeñarlo en unos minutos. Es aún más interesante ya que puede ir adquiriendo conocimientos y mejorando con el tiempo a medida que analice más muestras, no limitándose a detectar una sola sustancia en particular. Además, se trata de un proceso mucho más económico y con menor margen de error.

Eso sí, esto no desplaza al equipo humano, como explica Soltoggio, la IA solo se encargaría de detectar las sustancias en el aire, la decisión o el diganóstico final se tomaría por un médico en base a los resultados mostrados por la máquina en un plazo de tiempo mucho menor.

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Investigadores de EU revelan que oler la comida también engorda

jueves, julio 6th, 2017

Estos hallazgos demuestran, según investigadores, que el olor de lo que comemos puede jugar un papel crucial en cómo el cuerpo gasta las calorías: al no oler la comida, el cuerpo podría quemarlas más rápidamente en lugar de almacenar reservas.

Un plato de espagueti con verduras. Foto: Pixabay.

Ciudad de México, 6 de julio (SinEmbargo/RT).- El olor es una parte fundamental para el disfrute de una buena comida. Lo que no sabíamos hasta ahora es que también representa un factor crucial para que el cuerpo almacene las calorías que ingerimos, apunta un nuevo estudio. Es decir, según unos investigadores de la Universidad de California en Berkeley (EU), oler la comida también engorda.

Para llegar a esta conclusión, los científicos llevaron a cabo una serie de experimentos en ratones, que aparecen descritos en un artículo publicado en la página web de la universidad. Primero, los investigadores manipularon genéticamente roedores para reducir sus capacidades olfativas y los alimentaron con comidas ricas en grasa para comparar su evolución con la de otros ratones normales que siguieron la misma dieta.

Tres semanas después, los científicos se llevaron una gran sorpresa al analizar el peso de los dos grupos, cuando vieron que los ratones con capacidades olfativas reducidas incrementaron solo un 10 por ciento su peso, mientras que los que mantenían un olfato normal doblaron su masa corporal y ganaron hasta un 100 por ciento de peso.

En la investigación analizaron también el caso de ratones obesos sin olfato, que llegaron a perder peso y restablecieron su masa normal a pesar de seguir la misma dieta con alto contenido en grasas.

Para afianzar los resultados, los investigadores se asociaron entonces con unos colegas de Alemania que tienen una cepa de ratones con “superolfato”. El experimento descubrió que estos también ganaron todavía más peso que los ratones normales, aun comiendo la misma comida.

Estos hallazgos demuestran, según investigadores, que el olor de lo que comemos puede jugar un papel crucial en cómo el cuerpo gasta las calorías: al no oler la comida, el cuerpo podría quemarlas más rápidamente en lugar de almacenar reservas.

Sus conclusiones apuntan a una conexión entre el sistema olfativo y las regiones del cerebro que regulan el metabolismo, en particular el hipotálamo, aunque gran parte de los mecanismos de estos circuitos neuronales siguen siendo todavía desconocidos.

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Los humanos poseen un olfato distinto pero no inferior a otros mamíferos: estudio

viernes, mayo 12th, 2017

Para las personas el olor es una parte destacada para sus interacciones, como en la comunicación o en la elección de la pareja, por lo que su sentido del olfato es más importante de lo que se creía anteriormente.

Un hombre huele un vino en una copa. Foto: EFE.

Washington, 12 de mayo (EFE).- Los seres humanos no poseen un olfato inferior a otros mamíferos, sino que son sensibles a diferentes aromas, según un estudio publicado en la revista especializada Science.

La investigación titulada “El pobre olfato humano es un mito del siglo XIX”, realizada por la Universidad Rutgers en Piscataway (Nueva Jersey) y dirigida por el neurocientífico John McGann, desmintió que las personas tengan menos capacidad olfativa que otros mamíferos.

El trabajo defendió que el papel de varios factores biológicos que pueden contribuir a la perceptibilidad del olor, como los genes y la neurogénesis, son más sensible a diferentes olores dependiendo de la especie.

Los seres humanos, por ejemplo, son más sensibles que los perros a un compuesto que se encuentra en las bananas.

Para las personas el olor es una parte destacada para sus interacciones, como en la comunicación o en la elección de la pareja, por lo que su sentido del olfato es más importante de lo que se creía anteriormente.

Según McGann, ello se debe a que el bulbo olfativo, la región del cerebro responsable de procesar el olor, puede ser una excepción a la regla de que el tamaño de la región del cerebro equivale a la capacidad asociada.

Además, el número de neuronas en el bulbo olfativo es constante en todas las especies de mamíferos.

Por ello, McGann apuntó a que la creencia de que los seres humanos tienen un olfato inferior al de los otros mamíferos es un “remanente de un viejo mito” basado en las creencias del neuroanatomista y antropólogo Paul Broca, del siglo XIX.

Broca defendía que el tamaño relativo de una región cerebral estaba directamente relacionado con la capacidad de las especies de realizar tareas asociadas con esa parte del cerebro.

Mujeres usan olfato para elegir pareja con genes similares a los de su padre, dice estudio

domingo, octubre 2nd, 2016

Este proceso incide en la evolución inmunológica y provoca que ciertas poblaciones sean más resistentes a determinadas enfermedades y susceptibles a otras, explicó para la Dirección de Comunicación Social de la UNAM Julio Granados Arriola, del INCMNSZ

Foto: Especial

Mediante una adaptación continua, los genes regulan la inmunidad y permiten responder a infecciones concretas. Foto: Especial

Ciudad de México, 2 de octubre (Sinembargo).- Al elegir pareja, las mujeres se guían por el olfato en busca de genes semejantes a los heredados por su padre, mientras que los hombres se apoyan en la vista, explicó en la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM Julio Granados Arriola, del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ).

Las cuestiones románticas tienen fecha de caducidad y muchos rompimientos matrimoniales suelen darse cuando los esposos cumplen 40 o 45 años y ya han procreado, añadió al impartir la conferencia Inmunogenética del amor, en el marco de la Semana de la Inmunología. Así lo dio a conocer Comunicación Social de la UNAM en boletín.

Esto se debe, parcialmente, a que en esta etapa comienza a mermar el estímulo olfativo provocado por los antígenos leucocitarios humanos. Al principio, los científicos creían que éstos eran proteínas similares a los grupos sanguíneos —pero alojados en los glóbulos blancos en vez de en los rojos— y les llamaron HLA (por su acrónimo en inglés).

Se suponía que incidían en la compatibilidad de tejidos, hasta que se determinó que regulan la respuesta inmune y la selección de compañeros, refirió el especialista.

EQUILIBRIO EVOLUTIVO

A la inmunidad natural no le interesa tanto la especificidad como la rapidez de acción; de hecho, se anticipa al ataque potencial de agentes infecciosos, expuso Granados Arriola.

Aunque no nos percatemos, estamos impregnados de bacterias, a tal grado que si una persona pesa 90 kilogramos, cinco se deben a estos microorganismos que, aunque alojados en los epitelios, no producen enfermedades por el equilibrio entre agentes infecciosos y las moléculas relacionadas con la inmunidad.

Para el experto, esta armonía se fortalece cada vez que alguien escoge pareja y tiene descendencia, pues ello forma parte del proceso evolutivo que comprende a la potencialidad infecciosa, la reproducción del patógeno y el genoma del hospedero.

Al seleccionar a un compañero potencial de procreación, cada género actúa diferente. Por poseer dos bloques de HLA (uno de origen paterno y el otro, materno), las mujeres se decantarán por alguien con antígenos leucocitarios parecidos a los del padre (los cuales detecta a través de las emanaciones de líquidos corporales como saliva, sudor u orina), y rechazará a quien tenga unos similares a los de la madre.

Estos resultados se obtuvieron con base en experimentos donde un grupo de candidatas olía prendas (camisetas usadas durante dos noches) con diferentes tipos de HLA, para después calificar su aroma (en escalas de uno a siete) como muy agradable, medianamente o totalmente desagradable, detalló.
La clave: siempre adaptarse

Así, mediante una adaptación continua, los genes regulan la inmunidad y permiten responder a infecciones concretas y, para ejemplificar este fenómeno, Granados Arriola presentó láminas en las que, mediante reducción de linajes, migraciones y presencia de rasgos de razas africanas, europeas, asiáticas e indígenas, demostró que los mexicanos tienen una alta resistencia a la fiebre tifoidea.

Por el contrario, esto también genera susceptibilidad, como se observó con los pueblos originarios de México tras la Conquista, los cuales al verse sometidos a nuevos patógenos como la viruela, el sarampión, la varicela o la peste, sufrieron una merma poblacional de entre 70 y 90 por ciento (en 1520 fallecieron ocho millones de individuos y en 1545, de 12 a 15 millones), concluyó.