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El momento llegó: el censo de EU dice que la nueva generación de 16 años ya no es mayoría blanca

jueves, junio 25th, 2020

Por primera vez, las personas no blancas e hispanas eran mayoría entre la población de menos de 16 años en 2019, un cambio demográfico esperado que aumentará en las próximas décadas, según cifras publicadas por la Oficina del Censo de Estados Unidos el jueves.

Por Mike Schneider

ORLANDO, Florida. EU (AP).— Para la generación de estadounidenses que aún no tiene edad de manejar, el futuro demográfico ha llegado.

Por primera vez, las personas no blancas e hispanas eran mayoría entre la población de menos de 16 años en 2019, un cambio demográfico esperado que aumentará en las próximas décadas, según cifras publicadas por la Oficina del Censo de Estados Unidos el jueves.

“Este va a ser un siglo diversificado para Estados Unidos, y está comenzado con esta generación más joven”, dijo William Frey, del The Brookings Institution.

Al mismo tiempo, el número de blancos no hispanos se ha reducido en la última década, en que hubo más muertes que nacimientos en ese sector, según las estimaciones de población de la Oficina del Censo.

En 2019, un poco menos del 40 por ciento de la población estadounidense era no blanca o hispana. Se espera que los blancos no hispanos sean minoría en unos 25 años.

Una caída natural derivada de que el número de muertes excedió al de nacimientos, además de un descenso en la inmigración a Estados Unidos, contribuyó a la disminución de este grupo de población a partir del 2010. El año pasado, su media de edad — 43,7 años — fue de lejos la más alta en cualquier grupo demográfico. Si estos datos se mantienen en el censo decenal de 2020, que se está llevando a cabo en estos momentos, será el primero desde 1970 que muestre un descenso en la población blanca a nivel nacional, dijo Frey.

La población blanca “está envejeciendo. Desde ya, no hubo tanta inmigración. Bajó”, expresó Frey. “La fertilidad de los blancos también bajó”.

De hecho, una merma en los nacimientos en la población blanca hizo que disminuyese el grupo de menores de 18 años en la última década.

Durante esa década, el grupo demográfico de mayor crecimiento fue el asiático, con un alza de cerca del 30 por ciento. Casi dos tercios de ese aumento se debió a la migración internacional.

La población hispana aumentó en un 20 por ciento desde 2010, impulsada por el incremento natural que se produce cuando hay más nacimientos que decesos.

La población afroamericana se incrementó en casi un 12 por ciento en la última década, y la blanca en un 4.3 por ciento.

La población de la tercera edad subió desde el 2010, en que los baby boomers (la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial) empezó a incorporarse a ese grupo demográfico. La cantidad de personas mayores de 65 años aumentó más de un tercio. En el 2019 la tercera edad representó un 16 por ciento de la población de Estados Unidos, comparado con un 13 por ciento en el 2010.

En cuatro estados –Maine, Florida, Virginia Occidental y Vermont– esa población representó el 20 por ciento de la población. Se espera que para el 2030 en todo el país alcance ese porcentaje.

“Los primeros baby boomers cumplieron 65 años en el 2011”, dijo Luke Rogers, director de la Unidad de Estimados de la Población de la Oficina del Censo. “Ningún otro grupo registró un aumento tan rápido”.

El censo de población 2020 provoca incertidumbre entre las comunidades hispanas de EU

martes, marzo 17th, 2020

En todo el país, comunidades pequeñas y pobres como Guadalupe, cada una con una composición étnica distinta, representan un duro reto para los trabajadores del censo. Problemas con el idioma, la pobreza, residentes que están de paso y desconfían del Gobierno hacen que resulte difícil contarlos, según refleja un análisis de información estadística de todo el país hecho por la Associated Press.

Por Anita Snow y Adriana Gómez Licón

GUADALUPE, Arizona, EU (AP) .— Las dos Iglesias blancas al estilo de las de la época de las misiones jesuitas y viejas casas de madera de esta comunidad mayormente hispana y de descendientes de los pueblos originarios parecen fuera de lugar entre tantos complejos de departamentos de lujo en Phoenix.

Fundada por indígenas yaqui que huyeron de México hace más de un siglo, Guadalupe lleva el nombre de la santa patrona de los mexicanos, Nuestra Señora de Guadalupe, y se siente muy orgullosa de su historia. Esta comunidad conocida por sus festividades de Pascua con bailarines disfrazados de venados mira con recelo a la gente de afuera en momentos en que se prepara para el censo del 2020.

Los líderes comunitarios esperan poder despejar cualquier temor que pueda haber en torno a este conteo que se hace una vez cada diez años y que puede decidir si Guadalupe recibe más fondos federales que apuntalen un diminuto presupuesto de 12 millones de dólares que a menudo no alcanzan para tapar pozos en las calles y arreglar cañerías de desagüe.

“Toda fuente de fondos es importante para una comunidad tan pequeña como esta”, dijo el administrador de Guadalupe Jeff Kulaga.

En todo el país, comunidades pequeñas y pobres como Guadalupe, cada una con una composición étnica distinta, representan un duro reto para los trabajadores del censo. Problemas con el idioma, la pobreza, residentes que están de paso y desconfían del Gobierno hacen que resulte difícil contarlos, según refleja un análisis de información estadística de todo el país hecho por la Associated Press.

Casi un tercio de los 6 mil 500 residentes de Guadalupe son descendientes de los pueblos originarios y el 70 por ciento se identifican como hispanos. Un tercio lucha contra la pobreza en una comunidad donde los ingresos promedio de una familia son de unos 32 mil dólares anuales y el valor de las propiedades no llega a 90 mil  dólares. Solo el 60 por ciento de los adultos terminaron la secundaria.

Una situación parecida se da en Immokalee, Florida, donde una reciente ola de migrantes indígenas de Guatemala que hablan solo dialectos mayas plantea nuevos desafíos en una región que produce tomates, que Edward R. Murrow destacó en su documental de 1960 sobre los trabajadores agrícolas migrantes “Harvest of Shame” (La cosecha de la vergüenza).

El hospital más cercano está a 48 kilómetros (30 millas), en Naples. Esta comunidad agrícola de 25 mil habitantes está tan aislada que la gente tiene que hacer dedo para ir a supermercados más cerca de la costa. Más del 43 por ciento de sus residentes viven en la pobreza. Un porcentaje similar no terminó el noveno grado.

Las comunidades pequeñas, pobres, mayormente hispanas, tradicionalmente no son bien contabilizadas, según el análisis de AP, y plantean problemas especiales a los trabajadores del censo, cuya misión es asegurarse de que los fondos federales llegan a las comunidades que más los necesitan.

“Es cada vez más difícil y costoso contar estos grupos”, dijo D’Vera Cohn, experta en el censo del Centro de Investigaciones Pew. “Tal vez ello se deba a la desconfianza en el Gobierno o a que son gente que no está fija, sino que van de un lado a otro y que no habla inglés”.

La Oficina del Censo está invirtiendo 500 millones de dólares en publicidad. De ellos, 50 millones están destinados a avisos enfocados en los hispanos y en despejar el temor de que se les preguntará por su ciudadanía.

“En el 2010 tuvimos un montón de dinero que fue desperdiciado, que no llegó a las comunidades. Eso es algo vital”, dijo Vincent Keeys, presidente de la oficina de la Asociación Nacional de Personas de Color del condado de Collier, Florida, durante una reciente conferencia de organismos sin fines de lucro y dependencias del Gobierno en Immokalee.

El idioma y las costumbres de la gente pueden ser un obstáculo en Guadalupe, donde la mayor parte de los residentes hablan español además de inglés y donde muchos miembros de tribus prefieren comunicarse en pascua yaqui.

“Si observas el lugar, te das cuenta de que no fue bien servido por el censo en el pasado”, declaró la organizadora comunitaria Petra Falcón, quien lleva décadas trabajando en Guadalupe. “Hay altas tasas de embarazos de adolescentes y de suicidios, y sueldos bajos”.

Funcionarios tribales dicen que están preparando presentaciones y contratando traductores de pascua yaqui para explicar el proceso a los ancianos, incluida la conexión directa entre un conteo ajustado y la obtención de las cosas que necesita la comunidad. Se están vendiendo camisetas con diseños indígenas que exhortan a la gente en inglés y en yaqui a participar en el censo: “Está en tus manos”, dicen las camisetas.

“Analizamos mucho el censo del 2010 y creemos que ahora la gente se siente más cómoda”, expresó Letticia Baltazar, investigadora especializada en la tribu.

Los pascua yaqui tienen unos 20 mil miembros en Estados Unidos, incluidos varios miles en Guadalupe.

En Immokalee, los principales obstáculos son el idioma y la limitada educación formal de una comunidad con muchas casas rodantes en la que las mujeres llevan a sus bebés en sus espaldas y los hombres se manejan en bicicletas.

Más del 72 por ciento de los residentes son hispanos, mayormente de México y Guatemala. La cantidad de guatemaltecos se triplicó del 2009 al 2016 y se espera que siga subiendo ya que en los dos últimos años han llegado más centroamericanos.

El hecho de que mucha gente vive en una misma casa y el temor a las preguntas sobre el status inmigratorio pueden complicar el conteo de comunidades creadas en el siglo 19 por indígenas seminole. Hay más de 250 miembros de la tribu en una reserva.

“Cuando lidias con comunidades que viven en las sombras, a menudo no se entiende bien cuáles son sus necesidades, si un Walmart, un hospital o carriles para bicicletas”, dijo Juana Brown, directora de las escuelas chárter de la Asociación de Migrantes Cristianos de Redlands de Immokalee.

La organización de Brown está colaborando con la Oficina del Censo para educar a las familias de migrantes. Un trabajador social ofrece talleres sobre el tema y las escuelas reparten información del censo en la esperanza de que los alumnos despejen las dudas que puedan tener sus padres.

Si bien organizaciones sin fines de lucro le dicen a la gente que la información que den no será compartida con las autoridades del servicio de inmigración, mucha gente cree que se les pedirá el número de su Seguro Social.

“Vinimos aquí ilegalmente y esta parece una forma sencilla para pillarnos si llenamos los formularios. Pero ahora entiendo cómo funciona”, comentó María Juárez, quien es oriunda de San Marcos, Guatemala, y trabaja en la cosecha de tomates.

Cerca de Phoenix, el pascua yaqui José Román, de 43 años, dice que él llenará el formulario, pero que cree que mucha gente no lo hará en Guadalupe. El Gobierno reconoció a la tribu recién en 1978, casi un siglo después de que sus antepasados le escapasen a la represión en México y Arizona, y su historia reciente está caracterizada por conflictos.

El sheriff Joe Arpaio hizo redadas durante dos días en Guadalupe en el 2008 en busca de inmigrantes sin papeles, tras lo cual fue acusado de discriminación, ya que sus agentes paraban más que nada a los hispanos por infracciones de tráfico y otras faltas menores.

“Guadalupe siempre tuvo que librar batallas”, dijo Santino Bernasconi, diácono de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe.

La iglesia es un gran punto de referencia para personas como Frank y Ester Cota, octogenarios que se casaron allí y bautizaron a sus hijos. Hoy trabajan como voluntarios en la iglesia.

Dicen que la comunidad ha resistido la construcción de nuevas obras y de una carretera que cruza el pueblo, y que esto puede ayudar a explicar por qué algunos residentes se resisten a participar en el censo.

“Mucha gente, sobre todo los yaqui, no son muy confiados”, dijo Frank Cota, quien no pertenece a esa tribu. “Pero tienen que participar. Es en su propio beneficio”.

La trayectoria de Sonia Sotomayor, jueza latina de la Corte Suprema de EU, desglosada en un libro

lunes, enero 27th, 2020

De origen puertorriqueño, Sotomayor nació en el Bronx, en Nueva York, y el 26 de mayo del 2009 fue nombrada por el entonces Presidente Barack Obama para el cargo de Juez Asociada de la Corte Suprema.

El libro también es “una biografía cultural de los latinos en Estados Unidos”, en un momento en que representan la minoría étnica más grande de la nación, con 59,5 millones de personas.

Miami, 27 de enero (EFE).- Un nuevo libro sobre la trayectoria de la jueza de la Corte Suprema estadounidense Sonia Sotomayor, Being Brown: Sonia Sotomayor and the Latino Question, sirve para reflexionar sobre un momento “denigrante con los latinos como nunca antes”, dijo a Efe el autor, Lázaro Lima.

“El libro es una biografía cultural de los hispanos en Estados Unidos y Sonia, como mayor representante, se presta para este tipo de análisis”, dijo Lima, investigador y profesor del Departamento de Estudios Africanos, Puertorriqueños y Latinos de la universidad pública de Nueva York Hunter College (CUNY).

De origen puertorriqueño, Sotomayor nació en el Bronx, en Nueva York, y el 26 de mayo del 2009 fue nombrada por el entonces Presidente Barack Obama para el cargo de Juez Asociada de la Corte Suprema.

Luego, en agosto de ese año, el nombramiento de Sotomayor fue sometido a votación en el pleno del Senado y confirmado por 68 votos a favor y 31 en contra.

En un momento en que los latinos representan la minoría étnica más grande de la nación, con 59,5 millones de personas, “no estamos representados, salvo excepciones como la de Sotomayor, y somos más que los afroamericanos”, dijo el investigador de origen cubano.

A lo largo de este volumen, editado en inglés por University of California Press y que se presenta este viernes en Miami, se contrastan “hechos alternativos con precisión histórica y claridad ética para revitalizar lo mejor de la práctica democrática (…) cuando más lo necesitamos”, según se lee en las notas de promoción.

Lima, que siendo un niño llegó a este país procedente de España, indicó que la traducción literal del título (Siendo marrón: Sonia Sotomayor y la cuestión latina) “no tiene coincidencia con la cuestión racial en los Estados Unidos”.

“Se refiere a un caso de 1954, el caso ‘Hernández vs. Texas’, en el que la Corte determinó que las personas latinoamericanas en los EE.UU. tenían protección con la Enmienda 14” de la Constitución, que reconoce el derecho a la ciudadanía de los hijos de inmigrantes nacidos en el país y que el presidente Donald Trump ha planteado abolir.

Being Brown: Sonia Sotomayor and the Latino Question, en cuya cubierta en rojo y negro aparece un dibujo del rostro sonriente de la jueza, está inspirado en ella pero no cuenta con una entrevista personal, porque los jueces de la Corte Suprema “no permiten entrevistas para libros individuales, nunca aceptan entrevistas de otras personas”.

“La raza, la deuda, la Historia y la memoria cultural, estos cuatro temas encajan sobre varios aspectos de Sonia Sotomayor. Todos estos temas incumben a los latinos en Estados Unidos y quise tratarlos”, dice Lima.

“Es un libro académico, pero el tono es cotidiano, cambié mucho el lenguaje y lo hice para que cualquier persona que pueda leer un diario pueda leer este libro”, explicó Lima, quien asevera que “el libro nos ayuda con un vocabulario para desmantelar las versiones alternativas de este Gobierno”.

“Nunca he visto esta discriminación (con los inmigrantes) desde que llegue a este país con ocho años”, dice el cubano-estadounidense.

Jóvenes hispanos se unen a la Mara, mientras Trump amenaza con aumentar las deportaciones

domingo, noviembre 19th, 2017

Jóvenes centroamericanos se unen a las bandas de las que huyeron en esta isla de Nueva York, donde tiene presencia la violenta Mara Salvatrucha. “Joven, salvadoreño, en camiseta y con gorra de los Yankees, para ellos [la policía] es marero, aunque no tengan nada contra vos”, dice un muchacho que sufrió las amenazas de las bandas.

El abandono escolar y familiar, unido al acoso de las maras, empuja a muchos de estos jóvenes hispanos a convertirse en sus miembros, mientras Donald Trump promete aumentar las deportaciones. 

Este reportaje ha sido posible gracias al apoyo de la beca DevReporter organizada por LaFede.cat en colaboración con la ONG Asamblea de Cooperación por la Paz. Se reproduce en acuerdo con ElDiario.es.

Por Óscar Martínez

Nueva York, 19 de noviembre (ElDiario.es).– “¿Por qué viniste a Long Island?”

Es 4 de junio de 2017. Estamos en un restaurante Subway, lejos del centro de cualquiera de estas pequeñas ciudades habitadas por migrantes latinos en su gran mayoría. A 40 minutos está la capital del mundo, la ciudad de Nueva York, pero aquí es suburbio, extrarradio, periferia. Estamos en el límite entre North Merrick y Uniondale, ciudades dormitorio de obreros, donde las principales atracciones son centros comerciales.

Quien responderá mi pregunta es un muchacho salvadoreño de 18 años, hijo de una tortillera, nacido en un cantón que se llama El Niño, en un caserío que se llama La Ceiba, en las faldas del volcán Chaparrastique, en el ardiente departamento de San Miguel.

—Mi mamá y mi hermana ya estaban aquí. Mi papá falleció cuando yo estaba en El Salvador. Andaba tomando cuando un carro lo atropelló. Yo no vivía con él, sino con una tía. Nos daban pija [palizas] parejo a todo mundo, porque mi tía tenía cuatro hijas más que vivían en el mismo solar. Ahí nos daban pija parejo a todos.

Es un muchacho fibroso. Aún conserva el cuerpo campesino, huesudo, de músculos anudados, forjado en milpas [ecosistema agrícola]. Lleva una gorra de los New York Yankees y se ha puesto dos implantes dorados en los dientes delanteros superiores.

—¿Cómo fue llegar aquí con 11 años?

—La vida aquí solo es pasar encerrado como perro cuando sos inmigrante que no tenés papeles ni carro ni nadie que te dé cancha y te muestre lugares. Te sentís perdido. Mi mamá ya tiene su esposo, un salvadoreño. Se acompañaron aquí. Rentábamos un basement [sótano]. Los tres vivíamos ahí: un solo cuarto con cocina y baño por 900 dólares. En un pedacito yo tenía mi cama y mi ropero. Mi mamá entraba a trabajar a las cuatro de la mañana y salía a las tres. A veces dobleteaba turno y se quedaba hasta las 11 (de la noche). Solo a dormir venía, y a darle al otro día a las cuatro de la mañana otra vez.

El niño de cantón rural llegó a un lugar que no entendía, a vivir con una señora que durante años fue solo una voz en el teléfono. Ser joven era jodido en Long Island, aún antes de escuchar hablar de la Mara Salvatrucha.

—¿Qué hacías solo en el basement?

—Encerrado, solo viendo muñecos.

El primo del muchacho lo espera afuera del Subway en una camioneta encendida. No se siente del todo seguro en esta calle. Algunos pandilleros aún creen tener cuentas pendientes con él.

—¿Cuánto tiempo pasó antes de que conociste gente de la pandilla?

—Me enteré como al año de estar aquí de que había pandillas, pero no mucha importancia. Ya cuando entré a la High School, ahí sí. Hay de las dos letras, de los números. Todo comenzó por eso.

—Llegaste hasta chequeo de la Mara Salvatrucha, ¿verdad?

—Hasta ahí.

—¿Qué clica [subgrupo dentro de la mara]?

—Hollywood Locotes Salvatrucha.

NUEVE MUERTOS EN DOS MESES

Pasaron muchas cosas, se derramó mucha sangre joven, pero fueron sobre todo las que ocurrieron en dos meses las que tienen a Long Island en titulares de todo el mundo. Long Island y unas siglas: MS. Mara Salvatrucha.

El recuento de esos dos meses parece el recuento de lo ocurrido en una violenta colonia empobrecida de San Salvador, la capital de los homicidios. Sin embargo, pasó en Nueva York, en diferentes pueblitos de Long Island, no tan lejos de la Estatua de La Libertad.

El primero de esos meses fue septiembre de 2016. El lunes 12, en un pueblo llamado Mineola, mientras caminaba en la calle, fue asesinado a balazos un joven salvadoreño de 15 años, Josué Guzmán, estudiante de décimo grado.

El día siguiente, un martes 13, cuando caía la noche en Brentwood, un grupo de jóvenes asesinaron con bates a dos muchachas justo afuera de la escuela Loretta Park, donde estudiaban. Kayla Cuevas era una chica de raíces dominicanas de 16 años. Nisa Mickens, quinceañera, era una de sus mejores amigas. Ambas murieron aporreadas. Sus cadáveres quedaron a metros de distancia en un área residencial afuera de la escuela.

El 16, la policía encontró el cadáver de Óscar Josué Acosta, un salvadoreño de 19 años que tenía tres de haber llegado a Brentwood. Había desaparecido el 19 de abril pasado. Cinco días después, el 21, la policía encontró otro cadáver. Lo encontró en la misma área que el anterior, en los alrededores boscosos de un hospital psiquiátrico abandonado que se llamaba Pilgrim. Se trataba del cuerpo de Miguel García, un ecuatoriano de 15 años. Había desaparecido siete meses atrás.

2016: UN MES, CINCO CADÁVERES

La policía, sus informantes, los medios, todo mundo dijo: MS. Los dedos apuntaban a un solo lado. Arrestaron a 25 supuestos miembros de la pandilla en Long Island. Todos, al igual que los muertos, eran adolescentes. Centroamericanos la mayoría. Salvadoreños la mayoría.

En diciembre de 2016, tras solo un mes de haber ganado las elecciones y a días de asumir como el 45º Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump tomó el micrófono y habló de lo que pasaba en esos pueblitos de Long Island. Lo hizo durante una entrevista con la revista Time, que acababa de nombrarlo hombre del año: “Vienen de Centroamérica, son la gente más ruda que hayas conocido. Están matando y violando a todo mundo allá. Son ilegales. Y es su fin”.

El nuevo presidente volteaba a ver a la comunidad centroamericana y no era para nada bueno.

Los pueblitos de Long Island siguieron en la mira. Decenas de titulares se publicaron. Todos llevaban las siglas MS. Más redadas, más arrestos, más juicios.

Flores que recuerdan el lugar donde fue asesinada Keyla Cuevas, una de las víctimas de la Mara Salvatrucha en Brentwood, Long Island, según la versión policial. Foto: Edu Ponces, RUIDO Photo. vía ElDiario.es

El Servicio de Inmigración y Protección de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), escuchó a su futuro líder, y, entre el 1 de octubre de 2016 y el 4 de junio de 2017, ha deportado a 2 mil 798 supuestos miembros de pandillas, de varias pandillas. Una cantidad inusual en ese período, según la misma oficina afirmó.

Todo se revolvió, y se seguía revolviendo alrededor de las mismas siglas: MS. La comunidad indocumentada de Long Island intentaba sobrevivir sacando cabeza lo menos posible. Joven, indocumentado y centroamericano se convirtió rápidamente en presunto emeese. Y por esos días, luego de que en 2014 más de 64 mil menores no acompañados entraran a Estados Unidos sin los documentos necesarios, había muchos jóvenes, indocumentados y centroamericanos en Long Island.

Cuando la tormenta empezaba a amainar, llegó el otro mes que lo cambió todo. Un solo día, más bien. El martes 11 de abril de 2017, en el pueblo de Central Islip, cinco muchachos y dos muchachas salieron a pasar el rato a un bosque, cerca del complejo recreativo del pueblo. Al poco tiempo, se vieron rodeados por un grupo de muchachos enmascarados y con machetes. Todo lo contó Alex Ruiz, el joven recién llegado de El Salvador que sobrevivió junto a las dos chicas.

Los otros cuatro fueron asesinados a filazos. Murió Justin Livicura, 16, de familia ecuatoriana, empleado de un restaurante. Murió Jorge Tigre, 18, que llegó con diez años a ese país desde Ecuador. Murió Michael Banegas, hondureño que había huido de la violencia de su país hacía tres años para alcanzar a sus padres. Murió Jefferson Villalobos, primo de Michael, hondureño también, 18 años, que había llegado de visita desde Florida cuatro días antes de ser macheteado.

UN DÍA, CUATRO CADÁVERES MÁS

En suma: en dos meses, nueve cadáveres. Para ser exactos: en cinco días, nueve cadáveres. Misma área, mismas edades, misma culpable: MS.

Las causas de los asesinatos que trascendieron en diferentes medios de comunicación eran dos. La primera, que algunos de los asesinados eran cercanos a otras pandillas y habían ofendido a miembros de la emeese. Ofensas que no pasaban de ser retos en el patio de una escuela, desafío de adolescentes. La segunda, que no habían querido incorporarse a la pandilla.

Más que antes, esos pueblos repletos de obreros e indocumentados latinos volvieron al centro del debate estadounidense, un debate que hace eco en todo el mundo.

Esta vez Trump no solo habló. Habló varias veces. Viajó a Brentwood para hablar. “El cartel MS-13. Es particularmente violento. No les gusta disparar a las personas porque es muy rápido. Leí que uno de esos animales explicaba que le gustaba cortarlos y dejarlos morir lentamente porque era más doloroso y les gustaba verlos morir… Son animales”, dijo el hombre más poderoso del mundo el 28 de julio de 2017, ante oficiales de policía de los dos condados donde ocurrieron los homicidios.

La MS-13 en Long Island fue el caballito de batalla de Trump toda esa semana. Hablaba de “esos animales” y luego de la necesidad de eliminar las ciudades santuario para indocumentados. Explicaba cómo los emeese “cortan con un cuchillo” y prometía más deportaciones de hispanos. La MS encajó tan bien en los planes de deportación de Trump como en la sociedad salvadoreña de la posguerra.

Long Island sigue en el centro del debate sobre la presencia de la pandilla más sanguinaria del mundo en Estados Unidos. La MS mata de formas crueles y rebuscadas. Desmiembran, machetean, degüellan, ahorcan, violan, matan. Pero en este debate amnésico sobre cómo fue posible que se derramara tanta sangre en tan pocos días, el Gobierno de EU olvida lo que ya pasó, y magnifica –”el cártel MS13″, dijo Trump- a su enemigo mientras se sube al ring contra un enclenque.

La MS de El Salvador no es la MS de Long Island. Brentwood no es Soyapango. La MS de Long Island es una organización callejera de poca monta, violenta como un adolescente iracundo con un bate, y no como un cártel mexicano. Lo que hace que estos jóvenes maten en Long Island ya hizo que décadas atrás mataran en Los Ángeles. Hay que visitar Long Island para ver con claridad todo eso.

SER JOVEN Y CENTROAMERICANO, UNA AMENAZA 

—Éramos como seis amigos hispanos. No éramos de ninguna pandilla. Ya en la High School, con 15 años. Íbamos a jugar pelota a la cancha, ahí conocimos a más amigos. Ninguno era pandillero. Pero nos buscaban para darnos duro los de las dos letras (MS), los números (Barrio 18) y las pandillas de aquí, como los Bloods… A veces, estaba en clases, y pasaban los mollos (negros) hablando: “We are waiting, come on outside” [estamos esperando, vamos afuera].

El problema del muchacho que nació allá por el volcán Chaparrastique y que ahora habla en el Starbucks de Uniondale no era ser pandillero. Su problema era ser joven y centroamericano. Su problema es que podía ser pandillero. Era una amenaza, pues.

Vale recordar que en EU el universo pandilleril se extiende y el catálogo viene ordenado por razas y nacionalidades, como no ocurre en El Salvador, donde son solo iguales contra iguales. Bloods y Crips son pandillas negras. Vatos Locos, por ejemplo, es una pandilla esencialmente mexicana. Mara Salvatrucha remite a Centroamérica. En las escuelas públicas de Long Island, un salvadoreño recién llegado que use un pantalón flojo será visto con recelo por los bloods, por los crips…

La mujer india que atiende en la caja del Starbucks no está nada cómoda desde que el muchacho salvadoreño entró. Voy al mostrador por uno de los panes. Le pregunto si hay muchas pandillas por aquí. “La semana pasada nos asaltó uno con un enorme cuchillo”, responde desganada.

Los suburbios de Estados Unidos dislocan toda la escenografía de las pandillas y la violencia que ha trascendido desde Centroamérica: barrios obreros de casitas que parecen cajas de cemento, una tras otra, solo divididas por un pasillo minúsculo y también de cemento. Aquí en los pueblos de Long Island la imagen es la de la prosperidad, lo opuesto al hacinamiento centroamericano, al menos en apariencia. Frente al Starbucks hay una casa con un enorme jardín frontal perfectamente cuidado. Sobre el jardín, un poni de madera y un cartel anunciando la llegada de un nuevo miembro: “It’s a boy” [Es un niño].

Edificios abandonados del complejo hospitalario psiquiátrico de Pilgrim en el condado de Nassau. En esta zona fueron encontrados dos cadáveres en septiembre de 2016 asesinados por miembros de la Mara Salvatrucha, según la versión policial. Foto: Edu Ponces, RUIDO Photo vía ElDiario.es

La Long Island de las pandillas no se parece ni en estética a El Salvador de las pandillas.

—¿Cómo ocurría ese acoso? —pregunto al muchacho de los dientes dorados.

—Digamos que íbamos a jugar pelota y pasaban los que eran Bloods, y nos empezaban a tirar señas y a decirnos que a la verga los hispanos y cosas así, a chingarnos. Había también unos nueve chavales de mi misma edad (15 años) de la (pandilla) 18. Llegaban después de la escuela, nos esperaban en los carros y nos empezaban a hacer señas con las manos y nos decían cosas. Una vez, a un amigo mío que no era nada lo mandaron al hospital. Le reventaron el codo con fierros. Los de aquí (los Bloods de Uniondale) nos querían dar verga. No nos querían ver aquí. Íbamos a cualquier calle y nos querían dar una paliza. Íbamos allá (Hempstead, que tiene otro gran centro comercial con cine), y lo mismo. Nos íbamos para Garden City, al mall, a buscar vaciles sanos y nos encontramos como a 15 dieciochos. Solo andábamos cuatro y dos morras [mujeres]. Un idiota entra y le pega una patada a un amigo. Le empezó a decir ondas: que era pandillero, que a la mierda la MS, que lo iba a matar. Salgamos afuera, vamos a darnos pija, nos decían, pero nosotros solo éramos cuatro cipotes, ellos eran 15. ¿Qué íbamos a hacer?

La historia de este muchacho es la verdadera historia de lo que pasa entre Long Island y la MS. Lejos de la idea de una gran mafia organizada controlando a sus miembros, es la historia de muchachos que llegaron a integrarse en familias a las que no conocían más que por teléfono. Muchachos que tuvieron que ir a clases especiales en sus escuelas, mezclados entre recién llegados de distintas edades, para aprender a decir good morning.

Y en esas clases, peceras de recién llegados desde países controlados por las pandillas, los pandilleritos de la escuela veían potenciales víctimas, hommies [colegas], enemigos. Todos contra ellos: el idioma, los pandilleritos de sus países, los negros de las otras pandillas, el horario laboral de sus madres… y ahora, la Policía, las noticias, el mismo presidente Trump.

Hacerse pandillero no parecía por momentos una decisión, sino una imposición. Sos, digás lo que digás.
Los pueblitos de Long Island, hay que decirlo, no son lugar para jóvenes indocumentados.

“PROBLEMAS CON LAS PANDILLAS”

Uniondale es un suburbio de película. Grandes casas, calles anchas, verdes jardines, enormes carros. Afuera de muchas de esas casas hay no uno ni dos, sino cuatro o seis carros aparcados. Es porque en esas casas, no solo de este pueblo, sino de los de alrededor, no vive una familia, viven cuatro o seis. Varias familias indocumentadas se apiñan en los diferentes cuartos de esas casonas que, siguiendo el cliché, invitan a hacer una parrillada sobre la verde grama [césped]. Esas casas son un cascarón de bienestar. Por dentro, muchas están a punto de estallar.

En una de las calles principales de Uniondale hay un restaurante que recién abrió este mes de mayo. Venden tacos y pupusas [tortillas], sopa de gallina y hamburguesas. Es un restaurante para migrantes. Adentro se habla español y se toma Coronas en un pequeño sótano iluminado por un foco pelón donde, por las noches, llegan mujeres gordas en diminutas calzonetas a intentar seducir a los hombres que juegan billar. Luego, les cobran. Por la compañía. Por el sexo, si es que llegan al acuerdo de irse a otro lugar o salir al callejón de al lado.

El restaurante es una estampa del Long Island migrante de estos días. El dueño tiene una década aquí. Es del departamento oriental de San Miguel, en El Salvador. Actualmente tiene un problema. Alberga en casa a un nuevo y problemático inquilino: su hermano menor. El muchacho tuvo en El Salvador “problemas con las pandillas”. Esa es una construcción que escucharemos muchas veces en este pedazo de Nueva York.

Los padres lo enviaron a reunirse con su hermano mayor, un perfecto desconocido para el muchacho que tenía ocho años cuando su hermano migró. El muchacho recién llegado ahora tiene 16. Vino a mediados de 2015. Fue, en toda regla, uno de los menores no acompañados que entró a este país. Empezó en la escuela de Uniondale. Se hizo miembro de la Mara Salvatrucha.

Tuve que sacarlo de la escuela, al menos alejarlo, porque yo no tengo tiempo de andarlo siguiendo —dice el dueño del restaurante mientras destapa dos Coronas.

Ahora mismo, esta tarde de 1 de junio de 2017 el hermano mayor no sabe dónde está su pariente. “Andará en algún parque con quién sabe quién”, dice. Nadie tiene tiempo de guiar en este nuevo mundo al adolescente de 16 años. O mejor dicho, sí, hay un grupo que tiene tiempo: la MS. El hermano mayor asegura que si el menor no se compone lo echará de la casa. “A la calle, a que vea qué putas hace”.

Y así se construye un pandillero en EU.

En Long Island muchas veces parece que el problema es la pandilla, una máquina eficiente de reclutamiento, pero más bien es la consecuencia. La causa se parece más al abandono.

Dos hermanos de 20 y 21 años vivieron toda su vida en el departamento de La Unión, en El Salvador, trabajando como campesinos en tierra ajena y ganando 36 dólares por semana. Hasta que la Mara Salvatrucha les pidió que sembraran marihuana en el campo que trabajaban. Foto: Edu Ponces, Ruido PHOTO vía ElDiario.es

Quien sí sabe dónde están sus hijos es la cocinera del restaurante. Doña Vilma tiene 44 años y es de Tacachico, La Libertad, El Salvador. Voltea la carne para los tacos de res y también las pupusas de queso mientras cuenta que vino en 2016, junto a sus hijos de 18 y 14. “Problemas con las pandillas”, dice sin dejar de ver la plancha. ¿Qué problemas? “Nos amenazaron por vender cogollos”, dice, y ya no explicará más. Quizá cruzaron fronteras, quizá no pagaron renta… Quizá.

Doña Vilma, a diferencia del dueño del restaurante, sí sabe dónde están sus hijos. Están aquí, a la par de ella. Uno hace sus tareas de la escuela en la mesita para picar. Va del restaurante a la escuela, de la escuela al restaurante y del restaurante a la casa. El otro, el de 18, sale a algún trabajo y luego vuelve al lado de su madre a esperar que ella termine, para irse juntos al cuarto que rentan. La estrategia de Doña Vilma para repeler a las pandillas en Long Island es la cercanía. No la cercanía metafórica, sino la más literal. Gran parte del día tiene a sus hijos a dos metros. En eso sí se parece Long Island a El Salvador: a falta de Estados eficientes, una madre siempre ha sido el mejor antídoto ante la mara.

Los tacos los comeré yo. Las pupusas las espera para llevar un salvadoreño cuarentón que vino en 2012 a Long Island. Hizo un dinero y volvió a El Salvador. Allá tuvo “problemas con las pandillas” y regresó en 2014. Ahora piensa traer a su hija de 16, pero duda. “Dicen que aquí está jodido eso de las pandillas”, apunta el hombre que tiene más de cinco años de vivir aquí. Le pregunto si alguna vez algún pandillero le ha hecho algo en Long Island. “No, pero lea los periódicos. Andan en todas partes”, responde.

El restaurante tiene una nueva mesera. Es una muchacha delgada, de 18 años, de cuerpo fino y blanco, pelo teñido de rojo, que viste un cortísimo, ajustado y escotado vestido. “Es para atraer clientes”, dice el dueño del local. “Ella se vino de otro pueblo de aquí, donde anduvo con los mareros. Pregúntele”, sugiere el hombre.

La muchacha me lleva una cerveza. Le pregunto de dónde es. “De El Salvador”, responde con el pronunciado acento boricua que ha cultivado en sus cuatro años en Long Island. Le pregunto dónde vivía. “Ahí por El Salvador del Mundo vivía”. Le explico que soy periodista. Le cuento que quiero entender por qué los jóvenes entran en pandillas en Long Island. Digo que sé que ella estuvo cuando menos cerca de la Mara Salvatrucha. “Salí a hanguear [divertirme] mucho con la pandilla”, dice, y se va al mostrador.

En menos de dos minutos, la muchacha pelirroja vuelve con servilletas. “Cuando vine, estaba sola —dice con el ceño fruncido—. Ellos son los primeros que te tienden la mano. Te buscan para tenderte la mano”. Luego, la muchacha que llegó a este país con 14 años, se va de nuevo al mostrador y se sumerge en su celular.

MENOS PRESUPUESTO, MÁS MUCHACHOS 

La cobertura mediática habla de una MS fuerte en Long Island. La principal voz difundida en los medios, la de Trump, habla de una batalla entre el Estado y una poderosa mafia “transnacional”. Sin embargo, varias otras voces de funcionarios que conocen de primera mano la situación aportan otra perspectiva: no es una batalla de nadie contra nadie, sino inutilidad pura de un Estado que no ha sabido lidiar con unos adolescentes recién llegados de países violentos. Desinterés puro.

Howard Koening, el superintendente de las escuelas de Central Islip, donde fueron macheteados hasta la muerte los cuatro muchachos en abril de 2017, dijo en declaraciones públicas que el recorte presupuestario de 9 mil 200 millones en gastos educativos para el presupuesto de este año “se convierte en una herramienta que alimenta las actividades de reclutamiento de la pandilla”.

El comisionado de Policía del condado de Suffolk, al que pertenece Brentwood, donde asesinaron a las dos muchachas a batazos en 2016, aseguró que entre 2014 y marzo de 2017, su condado había recibido a 4 mil 624 menores no acompañados. Más del 90%, según datos de ICE, provienen de países centroamericanos. Menos presupuesto, más muchachos. Menos presupuesto, más muchachos que necesitan particular atención.

Incluso los datos de la Patrulla Fronteriza refuerzan la idea de que la pelea se pierde dentro de EU. El 21 de junio de 2017, Carla Provost, jefa interina de esa institución, dijo en el Senado que desde 2012 han detenido a 250 mil menores no acompañados en la frontera con México. Solo 56 estaban bajo sospecha de tener relaciones con la MS. No se trata, insinúan los datos de los temidos patrulleros, de un problema que entra sin papeles por la frontera. Se trata de una batalla que se pierde dentro del gran país. La MS gana aquí adentro. O, visto de otra forma, el Estado estadounidense pierde aquí adentro. No todos los problemas estadounidenses vienen de afuera. No todos los males ocurren del otro lado del muro.

Tras una larga jornada donde se escucharon voces de funcionarios de Long Island, en junio de este año, un senador lo dijo más claro imposible. “El fracaso total del Gobierno en establecer un proceso eficiente y una supervisión significativa de la colocación de estos niños ha llevado a la actual crisis de la MS”, dijo el senador de Iowa, Charles Grassley. Es un político del Partido Republicano, el partido de Trump.

EL ACOSO DE LAS PANDILLAS

—Uno de mis amigos le dijo a uno de esos batos (de la pandilla 18) de Hempstead que cuál era su furia, que se cayera tal día aquí (a Uniondale), y que nos diéramos pija [palizas] uno a uno, sin ondas de pandillas. Cayó uno al que le dicen Farruquito de Hempstead, y mi amigo le pegó en esta misma calle, en una cancha a la que le decimos La Bombonera. Mi amigo es de Honduras —dice el muchacho salvadoreño de dientes dorados en el Starbucks.

Aún no era emeese. No lo era él y no lo era tampoco el amigo suyo que le dio “pija” a Farruquito. Eran solo muchachos recién llegados que intentaban sacar cabeza en un lugar extraño, pero eran aplastados cada vez por otros muchachos. Hasta que se hartaron, se supieron solos, y empezaron a pelear.

—Pero a los días volvieron —continúa—. Esa vez sí nos sacaron carrera a mi amigo que había peleado y a mí. Andaban en una camioneta y en un (carro) hondita. Se bajaron tres, con cadenas y bates, y nosotros sin nada. Por esos días conocimos a las dos letras. Algunos ya tenían 17, 16 años. Nos buscaban dar duro adentro de la High School. Les decíamos que no éramos pandilleros, que los de Hempstead nos querían dar duro, que los Blood también nos querían reventar. Los majes no nos creían. Pero un día, uno de ellos (de la MS) me dio un número de él, y dijo que cualquier problema le habláramos, que él estaba de toque.

El muchacho de las faldas del Chaparrastique aguantó más de seis meses el acoso de todas las pandillas. En la escuela, en el centro comercial, en el cine, en la calle. Ser joven migrante era jodido en Long Island, aún sin ser pandillero.

“HACERSE PANDILLERO ES UN SÍNTOMA”

“Son el diablo, y tenemos que temerle”, dice Sergio Argueta, una de las personas que más entiende lo que está ocurriendo con la MS. Ese es el mensaje, dice, que el Gobierno estadounidense quiere dar. “Hay bastante exageración”, concluye. Argueta es fundador de la organización Strong y también trabajador social de una escuela pública. Strong es una organización que trabaja, desde hace más de 15 años, con jóvenes en riesgo en Long Island. Algunos jóvenes fueron pandilleros, otros casi lo fueron, otros fueron víctimas de las pandillas y otros fueron víctimas del cliché de las pandillas. Muchos son jóvenes, indocumentados y centroamericanos: el diablo en Long Island.

—Las pandillas son un síntoma de un Estado que ha fracasado. Las escuelas donde está nuestra gente son las que tienen peores notas. En la escuela de Uniondale, donde trabajo, tenemos 2.313 estudiantes. Hay dos trabajadores sociales. Solo uno habla español. Yo soy trabajador social, pero encargado de asistencia. A mí me toca andar buscando a los que no vienen a la escuela. Cada día hay 300, 400 que no llegan. Tengo jóvenes que no se han reportado en 60,70, 80 días. ¿¡Cómo madres, si ando apagando un montón de fuegos, voy a asistir a esas familias!? Cuando un sistema no puede ayudar a estos jóvenes, ¿quién más? Los únicos, piensan ellos (los jóvenes), son esas pandillas, porque lo que la pandilla le ofrece… bueno, no ofrece nada, pero a esa edad parece que es mejor.

Autobuses escolares esperan cerca de la High School de Brentwood, con un alto porcentaje de centroamericanos. Foto: Edu Ponces, Ruido PHOTO vía ElDiario.es

Argueta sabe. Argueta fue pandillero. Nació aquí en Long Island. Su madre, salvadoreña de un cantón de Ahuachapán, que estudió hasta sexto grado, vino en 1974, antes de que se desatara la guerra. Entre los 13 y 19 años, fue miembro de la pandilla Redondel Pride en Hempstead. Hubo muertos, armas y condenas en prisiones federales para muchos de sus colegas, hispanos en su gran mayoría. Argueta sabe de lo que habla porque lo ha vivido y lo ha visto ocurrir desde hace más de dos décadas.

Lo que ocurre no es nuevo. Las voces que claman deportaciones tampoco lo son.

Argueta explica que lo que dio nivel a su pandilla, fundada por amigos del barrio, fueron una serie de noticias que hablaban de la llegada de la pandilla Latin Kings a Long Island. En algunas de esas noticias, un jefe policial explicaba que esa enorme pandilla había llegado y entrado en contacto con la pequeña Redondel Pride. “Oh, shit, ya éramos famosos”, recuerda Argueta su reacción ante aquellos sucesos. La fama les permitió crecer. Lo que ocurrió en aquellos años, principios de los 90, se repite ahora según este miembro de Strong.

—Lo que ha hecho este Gobierno, el tipo ese, Tim Sinny (jefe de la Policía en el Condado de Suffolk), es que le dieron más fama a la MS. Han servido como los reclutadores de alto nivel de la mara. Si usted es marero y quiere pertenecer a la mara más vergona, la más fuerte, que controla todo, ¿qué mejor que ser miembro de la MS?

Argueta no niega que en Long Island se han visto cosas sangrientas como nunca antes, como que dos niñas fueran destripadas a batazos en plena calle. Sin embargo, cree que la principal razón de esto no es que una gran pandilla organizada y transnacional esté haciendo bien su trabajo, sino que ante la oleada de nuevos niños migrantes centroamericanos, las autoridades no han sabido responder: “Hacerse pandillero es un síntoma”, repite Argueta varias veces.

Cree que el camino a la pandilla es el resultado del abandono familiar y el abandono escolar de los recién llegados.

—Algunos vienen y solo han estudiado allá tercero o cuarto grado. Otros vienen preparados, y los ponemos a todos juntos en el mismo salón de ESL [siglas que en español significan Inglés como Segunda Lengua]. Sí, se unen también por protección, para tener amistades y novias, pero el mayor problema es que los hemos puesto en un solo cuarto a todos estos jóvenes con tanto trauma, y los hemos puesto en un solo cuarto donde toda la frustración que cargan se la desquitan entre ellos. Se van a hundir juntos —dice Argueta.

Y aun así, a pesar de que el sistema olvida a estos jóvenes hasta que les toca su cita en corte migratoria; a pesar de la violencia con la que aplastaron a esas niñas, a pesar de los titulares y de Trump y de Sinny, Argueta está convencido de que la MS de Long Island y la de El Salvador no tienen nada que ver.

—Aquí no se dan mucho color, y las autoridades no han perdido el control. Pueden estar 10, 15 pandilleros que se creen bien vergones, y llega la Policía y salen como cucarachas. La describen como una organización terrorista internacional bien organizada, y sí hay individuos que se mantienen en contacto (con otros en Centroamérica), pero tiene que ver con las deportaciones. O Facebook. ¿Un crimen organizado donde están llegando miles de dólares? No, estos monos son pobres. Aquí trabajan cortando grama o en car washes. Los veteranos no quieren ya nada que ver con la pandilla, porque les van a dar 30, 40 años. Hubo grandes redadas en 2004 y 2007 en todo el país y esta es una de las regiones donde más capturaron miembros de la MS. Y siguen ahí. Porque las pandillas son un síntoma… La MS no es tan diferente con el joven que venía sin papá y mamá, no sabía leer ni escribir, y llegó a Nueva York en 1800, pero era irlandés —dice Argueta en referencia a las pandillas de principios del siglo XIX que se disputaban áreas de Nueva York.

Las pandillas son un síntoma, repite Argueta. El abandono se parece más a una causa, la marginación. Y una idea recalcada más: “los mafiosos” de los que habla Trump cortan grama y lavan carros.

—Tengo una joven que cuando estaba allá (El Salvador) la violaron. Viene aquí y está la misma pandilla. Entonces ella se mete a la pandilla rival para protegerse e ir contra esa pandilla. Fuma, usa drogas y alcohol para procesar el trauma —ejemplifica Argueta.

Antes de que la entrevista termine, Argueta pide agregar un detalle. El detalle incluye a la mayoría de los jóvenes que llegan indocumentados. La enorme excepción que los políticos trumpistas olvidan hacer, a pesar de que sus propias cifras lo indiquen.

—Recordá que la mayoría de los que vienen no entran a la pandilla. Pero hay algunos que vienen y ya no tienen nada que perder.

***

—Un día salimos de la escuela y estaban tres carritos hondita, de unos bajitos que andan ellos (los dieciochos de Hempstead). Nos tiraron la pandilla de ellos. Yo ya me sentía cansado, siempre nosotros teniendo que correr y viviendo aquí, sin joder a nadie. Pues agarré una piedra y se la dejé ir a un hijueputa —dice el muchacho de los dientes dorados. Y repite luego como lema:

“Yo también soy macho

Yo también sé darme pija

Yo no me ahuevo”.

El muchacho estaba listo. Carne de cañón para una pandilla de adolescentes en Nueva York. Perdió Estados Unidos. Ganó la Mara Salvatrucha.

ENDEUDADOS PARA PAGAR SU FIANZA TRAS MIGRAR A EU

No sería este un texto justo sobre jóvenes en Long Island si solo habla de jóvenes pandilleros. De la minoría.

—Somos del departamento de La Unión (El Salvador), del municipio de El Carmen. Somos agricultores. Sembramos maíz, frijoles —dice el mayor de los hermanos, de 21 años.

A su lado, en el restaurante de postres en el pueblo de Westbury, está su hermano menor, de 20. El mayor estudió hasta sexto grado. El menor, nada. Sembraron desde niños.

Dejaron su país un 24 de agosto de 2016. Su hermana, que vive en Long Island desde hace 20 años, pagó 7.000 dólares por cada uno a un coyote. Ellos estaban resignados a vivir y morir como pobres. Su opción era trabajar seis días a la semana, de seis a once de la mañana, en tierra ajena, por 36, y solo en invierno. Seis dólares al día. Pero la Mara Salvatrucha no les permitió continuar con su precaria vida de campesinos.

—Querían que sembráramos marihuana para ellos venderla. Nosotros les íbamos a sembrar y cuidarla, así como hacíamos con el maíz: cuidarlo. Querían que sembráramos droga en medio de las milpas. Nosotros somos cristianos evangélicos. Nosotros no podemos hacer eso —explica el mayor.

Muchos de sus días arrancaban con una golpiza a las 5:30 de la mañana, cuando caminaban hacia las milpas ajenas que hacían crecer. Un 10 de agosto de 2016, los amenazaron con pistolas. El 15, los hermanos fueron a denunciar a la subdelegación policial de El Carmen.

—Ellos (los policías) dijeron que fuéramos a enseñarles quiénes eran. Nos subieron a la patrulla, pero nos llevaron a un callejón algo solo, se llama El Cacho. Eran dos policías. Nos arrodillaron y dijeron a preguntarnos que por qué no habíamos aceptado eso. Porque vamos a la iglesia. Comenzaron a pegarnos patadas. Nos amenazaron diciendo que nos iban a obligar a cooperar. Nos dejaron ahí. No hallábamos a quién pedir ayuda —dice el mayor.

Los hermanos se encerraron en casa. Pero el 20 tuvieron que trabajar. Con un salario de seis dólares al día, las reservas duran poco.

—Estábamos esperando que abrieran una tienda como a las 5:30. Era una camioneta gris, los mismos policías, pero vestidos de civil. Varios vieron cuando ellos nos tiraron al suelo y ahí mismo nos esposaron. Nos subieron al carro, nos encapucharon. Nos llevaron a una casa sola. Cuando nos bajaron, estaban los pandilleros. Comenzaron a preguntarnos otra vez lo mismo. Respondimos que no, que creemos en dios. Sí se enojaron con tanta furia que ahí sí nos golpearon fuerte. Puñetazos, patadas, en el suelo nos tiraron. Eran cuatro pandilleros y esos dos señores policías. Nos descargaron varios tiros cerca. Dijeron que la próxima vez sí nos iban a matar si no cooperábamos —dice el mayor.

Así se ve la Mara Salvatrucha en El Salvador. Es más una especie de gobierno paralelo, con mucho más control sobre la gente, en tantas ocasiones, que el mismísimo Gobierno electo. Allá sí es una mafia. De pobres, pero mafia.

Un amigo los llevó a la clínica del municipio. Estuvieron dos días en observación, para determinar si no tenían sangrado interno. Eso fue el 20. El 22 empezaron los arreglos con el coyote. El 24, a las cinco de la mañana, su travesía de un mes inició. Cruzaron el río Bravo un día de septiembre a las ocho de la noche. Caminaron tres días por el desierto junto a otros 12. Llegaron solo 11. Tres señoras de Honduras no pudieron más. Se quedaron sentadas esperando que alguien las encontrara. “Eran gorditas, bien gorditas”, dice el menor de los hermanos.

El grupo fue descubierto, según el mayor de los hermanos, por culpa de un migrante mexicano que se durmió en uno de los breves descansos. El grupo caminaba todas las noches y parte de los días hacia una antena. La antena, recuerda el salvadoreño, “como que iba caminando para atrás”. El cansancio era mucho. El mexicano, al despertarse y verse rezagado, corrió, gritó que lo esperaran. Siete carros de la Patrulla Fronteriza aparecieron de la nada. Y, a la una de la mañana, tras tres días caminando, su intento terminó.

Entonces, les pasó lo que pasa a miles cada mes. Primero, a las hieleras, cuartos desalentadores donde viven su primera detención los migrantes. Cemento frío como castigo por migrar. Después, fueron trasladados a un centro de detención a esperar su deportación. Pero los hermanos contaron lo que aquí se ha contado y, a los 15 días, un juez les dio una fianza. Si querían esperar en libertad la respuesta a su proceso de asilo, los campesinos que ganaban 36 dólares semanales tenían que pagar 12 mil.

—¿Quién pagó? —pregunto.

Los dos hermanos hacen el mismo gesto. Se inclinan, remangan sus pantalones y dejan ver el aparato tamaño cargador de celular que llevan enganchado a sus tobillos.

—Esto es por parte de una empresa. Ellos me andan controlando donde sea que esté. Pueden verme —dice el hermano mayor.

Esto no tiene que ver nada con la Mara Salvatrucha. Hay cosas, sin embargo, que un periodista no puede evitar contar una vez que las sabe.

Los hermanos, desde que huyeron, asumieron una deuda con su hermana de 7 mil dólares cada uno. 14 mil debían los hermanos antes de empezar a cortar grama en Long Island. La vida no estaba como para pagar una fianza de 12.000 por cabeza a los Estados Unidos.

Tobillera GPS de la empresa Libre by Nexus que dos hermanos salvadoreños están obligados a llevar para garantizar que pagan la deuda que han contraído para pagar su fianza. Foto: Edu Ponces, RUIDO Photo vía ElDiario.es

Entonces entran las compañías de fianzas. En la historia de estos hermanos entró Libre by Nexus. Por más enredo y melodrama con que lo expliquen en sus páginas de internet, estas empresas no son sino usureros de la migración. Las fianzas de 24 mil dólares por los dos hermanos las pagó Libre by Nexus. Eso quiere decir que cada hermano no solo debe 7 mil dólares a su hermana, sino también 12 mil a Libre by Nexus. O sea, cada hermano, antes de poder siquiera podar un jardín, debe 19 mil dólares. Aún falta, porque Libre by Nexus debe ganar un poco también en el país de la libertad. Por eso, la empresa cargará el 20 por ciento más de la fianza a cada hermano: 2 mil 400 más por cabeza. Cada hermano, antes de siquiera empuñar una cuma [cuchillo para podar] en EU, debe 21 mil 400 dólares.

Pero la cosa no termina ahí. ¿Cómo va a estar segura Libre by Nexus que unos pobres hermanos campesinos de la Unión le pagarán sus 42 mil 800 dólares? Entonces, Libre by Nexus les traba un GPS en el tobillo a cada hermano. Pero en esta tierra nada es gratis. Libre by Nexus no regala gepeeses, los alquila. Cada hermano tiene que pagar 420 dólares mensuales a Libre by Nexus por el alquiler de sus negros gepeeses.

Si el juicio de los hermanos tarda, digamos, un año en ocurrir, ellos deben pagar 5 mil 040 dólares a Libre by Nexus por el GPS. Si llegan a quebrarlo, son 3 mil 800. Cada hermano, antes de siquiera oler la grama estadounidense, debe a Libre by Nexus y a su hermana: 26 mil 440 dólares, si se trata de un año; 31 mil 480, si se trata de dos… Y así, hasta pagar, conectándose todas las noches dos horas a la electricidad, para que el GPS de Libre by Nexus no se descargue y la empresa pueda saber dónde está su dinero, dónde están sus campesinos salvadoreños.

Libre by Nexus, con oficinas en 22 ciudades, se presenta como parte de una “organización religiosa”. No les basta hacer lo que hacen, sino que en su página web se describen casi que como monjitas de la caridad: “Existen muchas historias de horror sobre familias que pasan dificultades para pagar la garantía para fianzas de inmigración. Hemos conocido familias que se han visto obligadas a vender todo lo que tienen para pagar la garantía para un familiar. Hemos visto familias forzadas a ir a sus comunidades a rogar a la gente para que usen su propiedad como garantía. Y, desafortunadamete (sic), hemos visto innumerables detenidos deportados porque no pudieron pagar su fianza y salir de la custodia. Libre by Nexus representa la esperanza que esto nunca tenga que pasar de nuevo. Innovamos constatemente (sic) nuestros servicios para ayudar a más detenidos en crisis. Estamos aquí para ayudarle. ¡Contáctenos hoy!”.

Libre by Nexus hizo que la hermana de ellos firmara como respaldo. Si ellos no responden, ella responderá.

—Gracias a Dios, estamos trabajando en grama, yarda se llama aquí —dice el menor de los hermanos.

Arreglan jardines como empleados de una compañía. Ganan 100 dólares de siete de la mañana a 5:30 de la tarde.

—Ustedes huyen de la MS, pero dicen que aquí está la MS. ¿Han visto a alguno? —pregunto.

—No —dice el menor.

—¿Hay algún lugar al que les dé miedo salir?

—No —dice el menor.

—¿Cuál es la diferencia entre aquí y El Salvador?

—Que aquí podemos salir. Allá, no —dice el mayor.

Los mismos datos de la Patrulla Fronteriza lo dicen. Jóvenes como estos son la mayoría de los que vienen. Jóvenes que destripan muchachitas con bates son la ínfima minoría. Sin embargo, así funcionan las cosas, no es noticia que un joven honesto corte grama para pagar miles de dólares a una empresa y vivir. Sí es noticia que jóvenes destripen a unas muchachitas. De una cosa no habla un presidente; de la otra, sí.

***

El escritor francés George Perec escribió en su libro póstumo Lo Infraordinario: “Me parece que lo que más nos atrae siempre es el suceso, lo insólito, lo extraordinario: escrito a ocho columnas y con grandes titulares. Los trenes solo comienzan a existir cuando descarrilan… Es necesario que detrás de los acontecimientos haya un escándalo, una fisura, un peligro, como si la vida solo pudiera revelarse a través de lo espectacular, como si lo convincente, lo significativo, fuera siempre anormal”.

“YA SÉ QUIÉNES VAN A PONER EL PECHO POR MÍ “

—Cuando le cayó la pedrada, salió el maje para abajo con el carro, a esperarnos. Ya habíamos llamado a los de la MS. Nosotros andábamos cuatro amigos, y de la MS llegaron tres. Ellos (los 18 de Hempstead) andaban como unos siete. Ellos andaban cosas. Nosotros no andábamos nada. Los de la MS sí andaban cadenas y bates. Esos locos no amagaron: del primer vergazo creo que mandaron a uno al hospital, porque le agarraron con la cadena la cabeza. Esos majes (los 18) llamaron a la policía. Tres de mis amigos cayeron presos —continúa su relato el muchacho de los dientes dorados.

Su primo sigue afuera del Starbucks con el carro encendido.

—Uno de los que cayó preso era Jeustin, ¿verdad? —pregunto.

—Sí. En ese entonces lo acusaban de haberle pegado con una piedra en el estómago a uno de los dieciocho. Lo soltaron en ese entonces, pero ya después…

Todo ese acoso ocurrió entre 2015 y 2016, en la High School de Uniondale. Los gritos de los muchachos negros que se decían crips y bloods: te esperamos, ven afuera. Las patadas en los centros comerciales frente a las chicas a las que cortejaban. El acoso desde los honditas afuera de la escuela. Todo eso fue mucho y terminó en esa pedrada, pero sobretodo en ese telefonazo.

Cuando el muchacho de los dientes dorados y su amigo de ascendencia hondureña Jeustin, de 16 años en ese momento, pensaron en pedir ayuda, solo pensaron en dos letras: MS. Los únicos que habían ofrecido responder. Los únicos que habían dicho: llámame, yo llego en tu ayuda. Los únicos: La MS de Uniondale. Los Uniondale Locos Salvatrucha y los Hollywood Locos Salvatrucha del mismo pueblito.

Dos años de High School tuvo el Estado para hacerle la misma oferta al muchacho y a Jeustin: llámame, yo llego en tu ayuda. Pero no pasó. Ni a víctimas ni a victimarios. La madre de Kayla, una de las muchachas asesinadas a batazos en Brentwood en 2016, dijo a la agencia France Press: “Mi hija sufrió bullying por dos años (por parte de un pandillero) y la escuela no hizo nada, absolutamente nada”. “Son niños matando a niños”, dijo la misma mujer a El Diario de Nueva York.

No mafias ni cárteles: niños.

El muchacho de las faldas del Chaparrastique dice que su relación con la Policía estadounidense, desde que es adolescente, es la de un sospechoso con su perseguidor. “Joven, salvadoreño, en camiseta y con gorra de los Yankees, para ellos es marero, aunque no tengan nada contra vos. Te paran a cada rato, y no creás que te van a decir: ¿sos un cipote estudioso? Te pueden ver bien vestidito y lo primero que te van a decir es: ¿sos de la mara? Aquí todos son de la mara”, explica. Las autoridades en Long Island pensaron que persiguiendo a todos encontrarían a algunos. Nunca pensaron que persiguiendo a todos, todos les temerían.

Aquel día, el muchacho de dientes dorados y Jeustin fueron apoyados por la MS. Sintieron en Long Island lo que significaba ganar por primera vez. Ser cazador y no presa. Tener 15 años y ser por primera vez el temido. Tiene que ser una sensación total. Desde entonces, anduvieron con la MS.

Eso no significa que se juntaron en sótanos con una mafia a planificar robos de alto nivel. Significa que empezaron a andar con jóvenes de sus mismas edades que abiertamente se decían emeeses. Fumaban marihuana en parques. Juntaban 20 dólares semanales para comprar bates y cadenas. El palabrero de la Hollywood Locotes, El Demon, era un muchacho de 18 años, y ya está deportado a El Salvador.

Durante meses, y aún ahora, esos emeeses fueron los amigos del muchacho del Chaparrastique. Fumaron juntos, tomaron juntos en los parques, jugaron billar, pelearon contra “las chavalas” (dieciochos), “los sangritas” (bloods), “las cangrejas” (crips) y “las vacas locas” (vatos locos). Fueron fuertes juntos, y temidos. Y se entendían entre ellos. Y cuando iban al cine, nadie los molestaba. Ahora, quienes molestaban eran ellos.

El muchacho de los dientes dorados se alejó, no de la pandilla en primer lugar, sino de la High School. Demasiada tensión, demasiados problemas, y su madre de 55 años preocupada día con día. Empezó a trabajar en techos y empaquetado de productos, y le pareció que había posibilidades de ganar dinero, y que esa vida podía ser mejor que la vida de bates y cadenas. Siempre frecuenta a sus amigos, pero alejarse de la escuela le cambió la vida.

Jeustin, aquel muchacho que también fue defendido por los mareros contra los dieciocho de Hempstead, tuvo un destino distinto.

En la foto del 18 de enero de 2017 que apareció en varios medios, está con los brazos atrás, el gesto serio, la mirada perdida. Cada uno de sus brazos está sostenido por un oficial de la Policía, hombres grandes y blancos que sostienen a un muchacho moreno y delgado de 17 años a punto de entrar a la Corte y ser acusado de tres cargos relacionados con el asesinato de otro joven.

La Policía asegura que el 13 de diciembre de 2016, alrededor de las 11:30 de la noche, Jeustin y otro muchacho llegaron en bicicletas, rodearon a un grupo y dispararon tres veces con una pistola semi automática nueve milímetros. El otro muchacho disparó contra un grupo en la avenida Fenimore de Uniondale. Jeustin, aseguran, gritaba: ¡La Mara, La Mara! Una de las balas alcanzó la cabeza de Alexon Moya, otro muchacho de 16 años. Murió, tres días después, en un hospital.

Un muchacho víctima de las pandillas que se hace de una pandilla para protegerse de otras pandillas y que luego perseguirá a otros muchachos que serán sus víctimas y buscarán a otra pandilla para protegerse de esa pandilla.

Podría ser Los Ángeles en 1980, con las mismas siglas, MS, pero ahora le toca a Long Island, tres décadas de incomprensión después.

Dice el muchacho de los dientes dorados que la semana pasada, junto a su madre de 55 años, su sobrina de nueve y su novia, fueron a unas ruedas [norias] en el pueblo de Levitown. Compraron pases especiales de 50 dólares, que les daba derecho a todas las ruedas. Querían subirse a cada una, y él lo había pagado con lo ganado tras una ardua semana de arreglar techos. Se subieron a tres. La tercera era una chicago común. Dejaron las ruedas más extravagantes para el final. Irían poco a poco.

Desde las alturas de la chicago, el muchacho de los dientes dorados vio abajo cómo se reunían uno, dos, tres, cuatro, cinco muchachos… latinos como él. Con su mirada, lo seguían. Lo veían dar la vuelta entera. Las vueltas terminaron. Cuando bajó, eran ocho. “No andaba nada. Me zampé las llaves del carro entre los puños. Lo que toque, dije. Eran las vacas locas, los Vatos Locos que les dicen, de Hempstead. Chapines y hondureños eran esos pendejos”, recuerda el muchacho de los dientes dorados.

Su mamá preguntó: “¿Verdad que vas a tener problemas?”. Los vatos locos, rifaban su barrio con las manos. “Mejor vámonos a comer a otro lado, mamá”, dijo el muchacho de los dientes dorados. Los pases de lujo quedaron desperdiciados. Al muchacho del Chaparrastique le ha quedado un odio adentro. Le arruinaron un domingo perfecto.

Dice que ya no quiere saber nada de pandillas, pero que si lo siguen buscando, como aquella tarde en el parque de diversiones, ya sabe a quién va a llamar. “Ya sé quiénes van a poner el pecho por mí”, dice.

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El Partido demócrata de EU elige como líder a Tom Pérez, hispano y cercano a Obama

sábado, febrero 25th, 2017

Tom Pérez, ex secretario de Trabajo y abogado de derechos civiles, logró 235 de los 445 votos de los compromisarios demócratas reunidos en Atlanta desde el jueves para elegir al nuevo líder del Comité Nacional Demócrata, una figura equivalente a la del secretario general de los partidos europeos.

Pérez, miembro del gabinete del ex Presidente Barack Obama (2009-2017) desde 2013 hasta finalizar su mandato, fue alentado por el equipo del ex mandatario para postularse al cargo. Foto: EFE.

Washington, 25 feb (EFE).- Los miembros del Comité Nacional Demócrata (DNC) eligieron hoy como presidente al hispano Tom Pérez, afín al ala más tradicional del partido y que ha prometido reforzar la estructura local demócrata para vencer a los republicanos y al presidente Donald Trump en las próximas elecciones.

Pérez, ex secretario de Trabajo y abogado de derechos civiles, logró 235 de los 445 votos de los compromisarios demócratas reunidos en Atlanta (Georgia) desde el jueves para elegir al nuevo líder del Comité Nacional Demócrata, una figura equivalente a la del secretario general de los partidos europeos.

Lo primero que hizo Pérez después de ser nombrado nuevo líder de los demócratas fue tender la mano al congresista por Minesota Keith Ellison, afín al ala más progresista del partido, afroamericano, musulmán y que había surgido con fuerza como el mayor contrincante de Pérez para la presidencia del Comité Nacional Demócrata.

“Quiero proponer una moción que he debatido con mi buen amigo Ellison para suspender ahora mismo las reglas y nombrarlo vicepresidente del Comité Nacional Demócrata”, dijo Pérez, quien recibió el apoyo unánime a su propuesta por los compromisarios demócratas reunidos en Atlanta.

Ellison aceptó el cargo y pidió a sus seguidores que apoyen desde hoy mismo a Pérez porque, según dijo, los demócratas no se pueden dar “el lujo” de estar divididos tras la elección de un nuevo liderazgo.

Pérez, miembro del gabinete del ex Presidente Barack Obama (2009-2017) desde 2013 hasta finalizar su mandato, fue alentado por el equipo del ex mandatario para postularse al cargo y contaba con el respaldo oficial del ex vicepresidente Joe Biden, uno de los rostros más populares del partido.

El Partido Demócrata está sumido en una grave crisis debido a la inesperada derrota de la ex secretaria de Estado Hillary Clinton en su carrera a la Casa Blanca, además de por su incapacidad para arrebatar el Senado a los conservadores en los comicios legislativos de noviembre.

Asimismo, apenas pudieron recortar distancias en la Cámara de Representantes, también en manos de los republicanos, y sufrieron grandes derrotas en las legislaturas estatales y en el ámbito local.

Donald Trump busca el apoyo de líderes hispanos tras el debate

martes, septiembre 27th, 2016

Un día después del debate, el candidato republicano se reunió con hispanos, la mayoría de ellos cubano- estadounidenses, señaló que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, concretado en julio de 2015, debió ser hecho “con principios”.

El candidato durante el debate de ayer. Foto: EFE.

El candidato durante el debate de ayer. Foto: EFE.

Miami (EU.), 27 sep (EFE).- Un día después del primer debate con su rival demócrata Hillary Clinton, el candidato republicano a la Presidencia de EU, Donald Trump, se reunió hoy en Miami con más de un centenar de dirigentes hispanos en medio de protestas de otros miembros de esa comunidad.

Finalmente, tras dos intentos fallidos en julio, el millonario logró concretar un encuentro con la comunidad hispana en el Koubek Center, dependiente del Miami Dade College (MDC), al que llegó incluso un poco antes de la hora pactada, entre las protestas de decenas de activistas hispanos, sindicalistas y estudiantes.

“Cada vez que venga a Miami nosotros vamos a denunciar su racismo y lo xenófobo que es”, declaró a Efe María Asunción Bilbao, una argentina indocumentada de la organización Familias Unidas, quien calificó al magnate de “mala persona” y de “peligro” para EU.

La activista, quien estimó que en el debate celebrado este lunes en Nueva York la candidata demócrata “se lució más”, se mostró confiada de que en las elecciones de noviembre “el país dará una mejor lección” que el “racismo que Trump ha disparado”.

“Es un candidato que quiere dividir. Dividir a la clase media, a los pobres, los afroamericanos. La visión de América que él tiene, limitada y muy pequeña, no va a ser suficiente” para ganar las elecciones, señaló, por su parte, Elbert García, director de Florida’s Voice, adscrita a la organización nacional America’s Voice.

“Esta gente que está aquí afuera también trabaja, también paga impuestos y tienen también derecho de estar ahí adentro a dar su perspectiva y sus críticas”, agregó García, que, como el resto de manifestantes se mantuvo a las afueras del recinto, a pesar de la pertinaz lluvia que caía a esa hora.

En el Koubek Center, Trump se reunió por espacio de media hora con miembros de la comunidad hispana, entre los que estaban líderes republicanos locales, como la portavoz hispana del Partido Republicano, Helen Aguirre Ferré, además de empresarios y religiosos.

El equipo de campaña de Trump había programado en dos ocasiones este verano reuniones a pequeña escala con hispanos radicados en Miami, pero los dos eventos previstos, uno de ellos en el restaurante Versailles, tuvieron que ser cancelados.

Uno de los asistentes a la reunión de hoy, Mario Bramnick, presidente de la Coalición de Liderazgo Hispano Israelí (HILC, por su sigla en inglés), señaló a Efe que Trump es el único que puede detener la trayectoria de este “momento crítico” que vive Estados Unidos y que, según dijo, en parte se debe al Partido Demócrata.

“Es la misma voz, lo que oímos en Cuba que lo que vemos del Partido Demócrata. Estamos preocupados, los que venimos de Cuba o Venezuela estamos viendo muchas similitudes con cómo empezó el Gobierno de (Fidel) Castro o (Hugo) Chávez”, señaló el religioso, quien además es miembro del Comité Nacional Hispano por Trump.

En su primera jornada de campaña electoral tras el debate de este lunes, el magnate señaló en su encuentro con los hispanos, muchos de ellos cubano-estadounidenses, que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, concretado en julio de 2015, debió ser hecho “con principios”, según Bramnick.

Trump “dijo que haría un acercamiento con Cuba, pero con un matiz distinto”, precisó Julio Rumbaut, presidente de la firma consultora Rumbaut y uno de los más de cien asistentes al encuentro.

El empresario calificó de “positiva” la reunión porque el candidato republicano tuvo oportunidad de conocer las “diferencias y matices” entre la migración política y la migración económica.

Poco después del encuentro, y antes del mitin que tiene previsto hoy en Melbourne, centro de Florida, Trump detuvo su comitiva para tomarse un café cubano en el emblemático Café Versailles del barrio de la Pequeña Habana, el corazón del exilio de la isla en Miami.

Según recoge Univisión, el candidato permaneció pocos minutos, no dio declaraciones, y saludó a unos pocos simpatizantes, algunos de los cuales lo recibieron con aplausos y vivas.

Las encuestas más recientes muestran una carrera muy cerrada entre Clinton y Trump en el estado clave de Florida, aunque la candidata presidencial demócrata aventaja ampliamente al republicano en las preferencias del electorado hispano.

Una encuesta elaborada por la Florida Atlantic University (FAU) y divulgada la semana pasada encontró que Clinton mantiene una ventaja sobre Trump entre los votantes latinos “similar” a la que el hoy presidente de EU, Barack Obama, tuvo en las elecciones de 2012 frente al republicano Mitt Romney.

Clinton, precisamente, tiene previsto visitar Miami el próximo viernes.

Volver al futuro en Los Ángeles (Like it or not, Mr. Trump)

viernes, septiembre 23rd, 2016

Lejos de lo obvio, de lo ostentoso de Rodeo Dr. y lo turístico de Sunset Strip, están Bunker Hill y LA Plaza de Culturas y Artes. Fuera del glamour hollywoodense está la realidad de los migrantes hispanos en Estados Unidos. Ricardo Benítez cuenta esta historia californiana con la influencia literaria de John Fante.

Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).– Universal Studios. Griffith Observatory. Hollywood Boulevard. Sunset Strip. Beverly Hills. Rodeo Drive. Westwood. Getty Center. Santa Mónica. Venice Beach. La lista de lugares que visitaría en Los Ángeles se formó gracias a las recomendaciones hechas por un amigo estadounidense cuando le dije que estaría unos días en esa ciudad. Todas las anoté en la aplicación de notas de mi teléfono celular con el fin de palomearlas a medida que mi recorrido avanzara. Había dos puntos, sin embargo, con los que no necesitaba ningún recordatorio: Bunker Hill y la Plaza. Estos eran los primeros que deseaba conocer, no sólo en California sino en el mundo. La razón es simple. La Plaza es el escenario de un pasaje memorable de la novela Pregúntale al polvo de John Fante. Asimismo, no es exagerado afirmar que el área de Bunker Hill es uno de los protagonistas de dicho libro.

Llegué a Los Ángeles un viernes a mediodía con una backpack como único equipaje. Afuera de la terminal de autobuses Greyhound la atmósfera era tal como la había imaginado después de ver algunas películas que se desarrollan en las orillas del Downtown angelino. La mayoría de las construcciones que me rodeaban no superaban los tres niveles y una sensación de suspenso y desolación era acentuada por el sonido de los escasos automóviles que transitaban. Frente a la terminal, dos hombres vestidos de vaquero me ofrecían traslados hacia Tijuana mientras fumaban recargados en una Van. Junto a ellos un food-truck de tacos y quesadillas tentaba a mi paladar. “Comeré más adelante”, me dije, y enseguida saqué mi smartphone para consultar Google Maps. Poco más de dos kilómetros y medio me separaban de Bunker Hill. Estudié el mapa durante unos segundos y determiné la mejor ruta rumbo a las calles cuyos nombres tantas veces había leído en Pregúntale al polvo. No había gran ciencia, para empezar sólo tenía que caminar por Seventh Street hacia el oeste.

En Jewelry District elegí un restaurante al azar. Comí un plato de carnitas acompañado de arroz, frijoles, guacamole y tortillas y bebí sin popote una Coca de medio litro en botella de vidrio. Después me dirigí hacia el norte por Grand Avenue, crucé Financial District y llegué a Bunker Hill. Durante más de una hora deambulé por Grand, Hill, Olive, Spring y Temple. La piel se me erizaba pensando que en esas mismas calles John Fante había caminado enamorado de la mesera mexicana a la que bautizó como Camilla López en Pregúntale al polvo. Tuve que imaginarme las sucias vecindades de madera y las casas victorianas convertidas en pensiones baratas de las que escribe Fante, ya que actualmente la zona está ocupada por altos edificios bancarios, oficinas de todo tipo, nuevos desarrollos residenciales e incluso por sitios como el Museo de Arte Contemporáneo y el Walt Disney Concert Hall, sede de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Más de ocho décadas habían transcurrido desde que la Gran Depresión condujo a tantas personas hacia el vecindario, entre ellas el joven escritor de ascendencia italiana proveniente de Boulder, Colorado.

FUna mirada a la plaza John Fante. oto: Wikimedia Commons

FUna mirada a la plaza John Fante. oto: Wikimedia Commons

En el cruce de Grand Avenue y Fifth Street nadie volteaba hacia el letrero con las palabras “John Fante Square”. Tampoco mucha gente se detenía a admirar la inclinada riel del otrora activo funicular llamado Angel’s Flight, en Hill Street. Para mí este lugar era la Meca. En esa colina se encontraba el hotel en el que Fante vivió y escribió. El mismo hotel que Charles Bukowski se propuso conocer décadas atrás, cuando supo que sus paredes habían escuchado los dedos de su ídolo golpeando la máquina de escribir. Era ahí: Angel’s Flight. (Después supe que no era precisamente ahí, que en algún momento las autoridades de la ciudad decidieron trasladar el funicular unos metros al sur de su ubicación original). Estos pensamientos se interrumpieron en mi cabeza cuando un hombre mayor y un niño de aproximadamente ocho años pasaron a mi lado. Caminaban de la mano. El viejo llevaba en el hombro derecho una mochila decorada con dibujos de animales y cantaba “La marcha de las letras” de Cri-Cri. El pequeño reía. Ambos entraron a una taquería justo cuando yo me encaminaba hacia la Plaza.

“¡Quién pudiera estar con una chica mexicana! Casi siempre pensaba en ella, en mi chica mexicana. Jamás había estado con ninguna, pero las había a cientos en las calles; la Plaza y el barrio chino estaban hasta los topes de chicas mexicanas.” Leí estas líneas de Pregúntale al polvo descansando en las bancas de Nuestra Señora de Los Ángeles. A diferencia de Arturo Bandini —álter ego de John Fante en la novelayo no recé en la iglesia, sólo pensé en mi papá y en su fuerte devoción por la Virgen. Después pasé algunas páginas y releí por enésima vez el pasaje en el que Bandini es abordado por una prostituta mientras está sentado en los escalones exteriores del templo. Entonces me puse de pie, salí del lugar y me tumbé en esos mismos escalones. Frente a mí brillaba la Plaza. Había llegado a ella después de andar un kilómetro y medio desde Angel’s Flight.

En el quiosco un quinteto de alientos conformado por músicos anglosajones interpretaba canciones oaxaqueñas. Su único público eran quienes se encontraban en los asientos de la Plaza y los pocos peatones que detenían su paso para escuchar unos compases antes de continuar su ruta. Tras la presentación del ensamble me compré un agua de limón en un carrito callejero y entré a Olvera Street, pasaje peatonal ubicado a un costado de la Plaza. En sus puestos mucha gente compraba máscaras de luchador, llaveros con la leyenda “Aquí están las pinches llaves”, mazapanes De La Rosa, sarapes con el logotipo de las Chivas y cosas por el estilo. Otros entraban a la casa Ávila Adobe, la construcción más antigua de la ciudad. En las bocinas de uno de los tantos restaurantes sonaba Antonio Aguilar cantando “Gabino Barreda”, como para recordarle a la gente que no olvide visitar el monumento dedicado al llamado “Charro de México”, ubicado a unos metros.

Pero Olvera Street no siempre lució así. Gracias al artículo Citizens of the Past? Olvera Street and the Construction of Race and Memory in 1930s Los Angeles, de la historiadora Phoebe S. K. Young —quien actualmente trabaja en la Universidad de Colorado, campus Boulder—, supe que la calle fue transformada en una especie de mercado mexicano en los primeros años de la Gran Depresión, justo cuando John Fante merodeaba esos rumbos. Previamente se trataba de un simple callejón (callejón que, por cierto, sirvió de escenario para una secuencia de la película “El chico” de Charles Chaplin). La transformación se llevó a cabo con el fin de exhibir el pasado de Los Ángeles contraponiéndolo al “civilizado” y “próspero” presente del resto de la ciudad. El objetivo era que en el imaginario anglosajón los mexicanos estuvieran confinados al pasado y no al presente angelino.

Sin embargo, desde los años treinta y hasta la actualidad, este planteamiento ha sido problemático y sus detractores censurados. Ejemplo de ello es el mural “América tropical”, hecho en Olvera Street por David Alfaro Siqueiros en 1932. Esta obra incomodó a las autoridades locales, quienes decidieron cubrirla inmediatamente pues cuestionaba las premisas en las que se basó la transformación turística de la calle. (Apenas en el año 2012 el mural fue restaurado y reabierto para el público.) Young expone los detalles de estos enfrentamientos que resultan en la ambivalencia de Olvera Street: por un lado, el lugar es una especie de parque temático que representa el pasado según algunos sectores anglosajones; por otro, es un punto de suma importancia para la comunidad mexicana del presente.

Foto: Ricardo Benítez

Foto: Ricardo Benítez

Terminé de leer este artículo en la madrugada, acostado ya en la cama del hotel. Antes de dormir me entretuve revisando las fotos que había tomado durante el día. Una llamó particularmente mi atención. Se trataba de un cartel colocado en LA Plaza de Culturas y Artes. Tenía inscrito una cifra reveladora: en el año 2040, los mexicanos y mexico-americanos serán el 50 por ciento de la población de California. Efectivamente, no sólo son parte del pasado y presente de la ciudad, sino también lo serán de su futuro. En las próximas décadas continuarán abarrotando cada calle con su comida, su música y, sobre todo, su trabajo. Al igual que Arturo Bandini en Pregúntale al polvo, todos llegarán a esa imponente urbe con una demanda: “¡Dame algo tuyo, Los Ángeles! Ven a mí tal y como yo voy hacia ti, con los pies en tus calles, ciudad preciosa a la que tanto amo, flor triste enterrada en la arena, ciudad preciosa.”

76% de votantes latinos irá a las urnas, y 51% tiene una sola cosa en mente: Parar a Donald Trump

viernes, septiembre 9th, 2016

De acuerdo con el sondeo de America’s Voice y Latino Decisions, el 76 por ciento de los latinos que tienen derecho a votar consideran más importante participar en este ciclo electoral que en el de 2012. Es necesario “parar a Trump”, dicen.

Por Raquel Godos

Washington, 9 Septiembre (EFE).- Parar al candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, es una de las razones principales por las que el voto latino se movilizará en las elecciones de noviembre, según una nueva encuesta publicada hoy.

El sondeo de America’s Voice y Latino Decisions indica que el 76 por ciento de los latinos encuestados, todos registrados para votar, respondió que es más importante votar en este ciclo electoral que en el de 2012, y de ellos el 51 por ciento dijo que principalmente lo es para “parar a Trump”, mientras que el 23 por ciento consideró que lo es para dar su apoyo a su rival demócrata, Hillary Clinton.

Entre los que se les preguntó si estaban más entusiasmados con su derecho a votar en esta elección, el 51 por ciento contestó afirmativamente, mientras que el 31 por ciento indicó que estaba más entusiasmado en 2012.

En este segundo baremo, detener al aspirante republicano en sus aspiraciones presidenciales es también el principal motivo para que los latinos acudan a las urnas.

El 83 por ciento de los latinos registrados en el país asegura que votará en las elecciones que tendrán lugar en dos meses, mientras que el sondeo, que analiza especialmente los datos en los estados claves de Florida, Nevada, Carolina del Norte, Ohio, Virginia, Colorado y Arizona, refleja que solo un 3 por ciento de los hispanos no acudirá a las urnas de manera rotunda.

En Carolina del Norte, el 76 por ciento de los hispanos aseguró que acudirá a las urnas, así como un 77 por ciento de los votantes de Ohio, el mismo porcentaje registrado en Virginia.

Así, en Arizona, el 81 por ciento de los latinos acudirá a las urnas según la encuesta, al igual que el 80 por ciento de los de Colorado, el 84 por ciento de los registrados en Florida y el 80 por ciento de los de Nevada.

Preguntados por el asunto que más preocupa a la comunidad latina, los entrevistados consideraron que es la inmigración en un 38 por ciento, la economía en un 32 por ciento, la salud en un 14 por ciento y la discriminación en otro 14 por ciento.

En este sentido, sin embargo, los asuntos económicos rebasan a la inmigración en un leve porcentaje al ser preguntados sobre qué aspecto deben abordar con urgencia tanto la Casa Blanca como el Congreso, con un 36 por ciento frente a un 30 por ciento.

En cuanto al nivel de popularidad de los aspirantes presidenciales y vicepresidenciales, un 68 por ciento de los latinos tiene un concepto positivo de la ex Secretaria de Estado Hillary Clinton, por un 29 por ciento de visión negativa, mientras que su rival republicano, Donald Trump, obtiene una aceptación del 21 por ciento frente a un 74 por ciento de percepción desfavorable.

Sus compañeros de fórmula, el senador demócrata Tim Kaine y el gobernador de Indiana, Mike Pence, registran también datos opuestos.

Mientras Kaine se hace con el porcentaje más bajo de opinión desfavorable entre los latinos de los cuatro aspirantes, con un 19 por ciento, Pence obtiene un 41 por ciento.

No obstante, también cuestionados sobre su consideración hacia el actual Presidente Barack Obama, los hispanos le dan la mejor nota, con un 75 por ciento de aceptación.

En términos nacionales, el 70 por ciento de los latinos encuestados asegura que votará a Clinton en noviembre, ante un 19 por ciento para Trump, y un 5 por ciento de indecisos.

En todos los estados clave, así como a nivel nacional, la comunidad hispana coincide en que la figura de Trump influirá en que haya menos opciones de que voten por un candidato republicano en los comicios legislativos, aunque por otra parte existe un gran desconocimiento sobre cuáles son esas opciones.

Según arroja la encuesta, solo el 39 por ciento de los latinos ha sido contactado por alguna campaña para pedir su voto, mientras que el 60 por ciento dice no haber recibido ningún acercamiento por parte de los equipos políticos.

La encuesta se realizó entre 3 mil 729 ciudadanos hispanos registrados para votar en los comicios entre el 19 y el 30 de agosto y tiene un margen de error de más menos 1.6 puntos porcentuales.

La responsabilidad de los periodistas es “cuestionar a los que están en el poder”: Jorge Ramos

jueves, marzo 17th, 2016

Durante la presentación de su nuevo libro Sin miedo: lecciones de rebeldes, Jorge Ramos reiteró que la mayor responsabilidad social de los periodistas es “cuestionar a los que están en el poder”.

El periodista mexicoestadounidense Jorge Ramos. Foto: EFE/archivo

El periodista mexicoestadounidense Jorge Ramos. Foto: EFE/archivo

Miami (EE.UU.), 17 mar (EFE).- El periodista de origen mexicano Jorge Ramos detalla en su nuevo libro, Sin miedo: lecciones de rebeldes, las preocupaciones sociales que lo han llevado a cruzar la delgada línea que separa el activismo del periodismo.

“En ciertos temas hay que tomar partido y eso no está peleado con el periodismo”, aseguró a Efe el presentador de Univision, quien presentó esta semana una nueva publicación en la que reflexiona sobre sus 30 años de carrera en Estados Unidos.

En situaciones que involucran “discriminación, racismo, corrupción, mentiras públicas, dictaduras, derechos humanos, estamos obligados a tomar partido”, precisó Ramos.

El conductor de noticiero nocturno de la cadena hispana Univision, que ha sido descrito por la prensa en inglés como un periodista con “carácter” y “contundente”, se define simplemente como “un periodista que hace preguntas”.

Ramos ha sido incluso tildado de “activista” por la forma de cuestionar, principalmente en temas migratorios, a líderes políticos del país, entre ellos el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y líderes del Congreso estadounidense.

“Hacer ese tipo de periodismo es válido y necesario y sigue siendo periodismo”, manifestó Ramos, al reiterar que la mayor responsabilidad social de los periodistas es “cuestionar a los que están en el poder”.

Ramos, quien celebra hoy su cumpleaños 58, recoge en su nueva publicación la historia detrás de sus entrevistas a grandes personalidades, entre ellas Obama, la jueza del Supremo de EU Sonia Sotomayor, el ex Presidente cubano Fidel Castro y la periodista estadounidense Barbara Walters.

“Durante 30 años he conocido a las personalidades más interesantes de todas partes del mundo, cada una me ha enseñado algo, acerca de mí y acerca del mundo en el que vivimos”, manifestó Ramos.

El también conductor del semanario “Al Punto”, de Univisión, explora en su libro su trabajo al servicio de una comunidad inmigrante con más de 55 millones de latinos, unos 11 millones de ellos indocumentados.

Para el ganador de varios premios Emmy, los medios hispanos en español hablan del hispano, de la inmigración y de Latinoamérica “como nadie más lo hace en Estados Unidos”, lo que los “diferencia de la prensa estadounidense”, señaló.

El periodista destacó también la función de “servicio” de esta prensa, al destacar que a veces esta comunidad no sólo espera las noticias “sino que tú les digas cómo vivir”, asesoría en temas electorales, de inmigración, salud y educación.

Ramos, quien ha sido incluido en la lista de las cien personas de mayor influencia de la revista Time, se mostró satisfecho con su trayectoria periodística, al precisar que parte de su responsabilidad ha sido mostrar “quiénes somos y cómo trabajamos” los latinos.

“Los hispanos tenemos muy poca representación en la política, en los medios, en las universidades, y al tener poca representación no hay una imagen justa de nosotros”, se lamentó.

Ramos se siente feliz también de haber incursionado hace cerca de dos años en un programa de la plataforma multimedia Fusion, una sociedad de Univision y ABC, en la que usa el inglés, que considera “el lenguaje del poder”.

Para el periodista es una forma de llegar con las preocupaciones de la comunidad hispana con un “impacto más inmediato”, sin necesidad de traducción y mayores posibilidades de reacción.

Sin miedo: lecciones de rebeldes, de la editorial del Grupo Editorial Berkley, parte de Penguin Random House, fue presentado esta semana en Estados Unidos en sus versiones en inglés y español. EFE