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Ahora sabemos que las grasas no son nuestro enemigo público #1. ¿Quién es? Hay un sospechoso…

miércoles, marzo 24th, 2021

México es uno de los países con más altos índices de obesidad, ante la falta de políticas públicas contra la expansión de la industria de la chatarra. De hecho, en el país hay 96 millones de niños y adultos con sobrepeso y obesidad, y 8.6 millones de mayores de 20 años con diabetes.

Por Javier Sánchez Perona
Científico Titular del CSIC y Profesor Asociado de la Universidad Pablo de Olavide, Instituto de la Grasa (IG – CSIC)

Estados Unidos, 24 de marzo (The Conversation).– Durante décadas, las grasas se han considerado el enemigo público número uno. Ningún otro componente de la dieta “mataba más que ellas”. Por eso, si preguntamos en la calle si las grasas son saludables, probablemente la respuesta mayoritaria sea “no”. ¿El argumento? Que “son malas para el corazón” y engordan.

Esto no es del todo cierto. Ni todas las grasas provocan enfermedades cardiovasculares ni todas las grasas engordan igual. De hecho, entre otras, los aceites de pescado, los frutos secos y el aceite de oliva virgen son protectores frente a las enfermedades cardiovasculares.

Es más, se ha demostrado que el consumo de aceite de oliva virgen, como parte de una dieta saludable, no incrementa el peso corporal.

Los dulces, papitas, helados, y demás alimentos considerados como comida chatarra, debido al proceso de elaboración y el alto contenido de grasas saturadas y de azucares, es causa importante del sobrepeso así como de la obesidad y diabetes infantil. Foto: Cuartoscuro.

ENTONCES, ¿DE DÓNDE VIENE EL MIEDO A LAS GRASAS?

Las enfermedades cardiovasculares suponen la primera causa de muerte en el mundo. La teoría de que las grasas eran las responsables de estas muertes estuvo vigente durante toda la segunda mitad del siglo XX. Según esta, la obstrucción de las arterias se debía a la simple acumulación de grasa.

La hipótesis se popularizó gracias a los trabajos de Ancel Keys, fisiólogo de la Universidad de Minnesota (EU) y pionero en relacionar dieta, colesterol y presión arterial con enfermedades cardiovasculares.

A raíz de sus descubrimientos, se propuso que el colesterol de la dieta era el causante de la presencia de colesterol en la pared arterial. Por tanto, también de la aterosclerosis (engrosamiento de las arterias).

Así empezó una carrera por demostrar esta hipótesis mediante grandes estudios, en los que se observó que el riesgo coronario aumentaba con los niveles de colesterol plasmático.

EL COLESTEROL, ¿ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO?

El siguiente paso era inevitable: ¿cómo llega el colesterol de la dieta a la pared arterial? El colesterol se transporta en la sangre por medio de lipoproteínas. Las de baja densidad (LDL) lo conducen desde el hígado hasta los tejidos. Esto incrementa la probabilidad de que queden retenidas en la pared arterial durante el trayecto.

La malnutrición, el sobrepeso y la obesidad concentran las principales causas de muerte en México. Foto: Cuartoscuro.

En cambio, las lipoproteínas de alta densidad (HDL) tienen una ruta inversa. Retiran y transportan el colesterol desde los tejidos, incluyendo la pared arterial, hasta el hígado, que tiene cierta capacidad para deshacerse de él.

De ahí que se le asignara un papel perjudicial al colesterol LDL y beneficioso al HDL. También de que se les conozca como colesterol “malo” y “bueno”, respectivamente.

Sin embargo, estudios más recientes mostraron que el colesterol de la dieta no incrementa los niveles plasmáticos de colesterol porque nuestro organismo tiene, hasta cierto punto, la capacidad de regularlos. Así, el colesterol dietético fue absuelto de sus delitos. Dejó de considerarse el enemigo público número uno.

ENTONCES, ¿SON LAS GRASAS SATURADAS?

Pero si el colesterol no es el enemigo, ¿a quién culpamos de la enfermedad cardiovascular? Los ácidos grasos saturados aumentan los niveles de colesterol LDL. Por su parte, los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados los reducen.

Es por ello por lo que se recomendó disminuir el consumo de ácidos grasos saturados, que están presentes en muchos alimentos de origen animal, aunque también en algunos vegetales como el aceite de coco o el aceite de palma. También se aconsejó incrementar el consumo de ácidos grasos mono y poliinsaturados, sobre todo de la familia omega-3, para reducir los triglicéridos.

Desde el pasado mes de agosto de 2020, productos con el nuevo etiquetado frontal comenzaron a ocupar los espacios de los anaqueles de centros comerciales y en tiendas de abarrotes de la capital del país. Foto: Cuartoscuro.

Revisiones recientes han mostrado que las grasas saturadas, aunque incrementan los niveles de colesterol plasmáticos, no aumentan el riesgo cardiovascular. Es decir, el consumo de ácidos grasos saturados incrementa el colesterol total y LDL en plasma, sí. Ahora bien, esto no se asocia con mayor mortalidad cardiovascular. Por tanto, las grasas saturadas también fueron absueltas.

Si tampoco lo son las grasas saturadas, ¿es la inflamación el enemigo público número uno?

Hoy en día se acepta que la aterosclerosis es un fenómeno de tipo inflamatorio. Los monocitos, células del sistema inmunitario, se infiltran en la pared arterial para buscar posibles partículas agresoras o infecciones. Ahí se encuentran con LDL alteradas, normalmente por oxidación. Tras transformarse en macrófagos, las capturan, iniciando el fenómeno inflamatorio. Esta inflamación es de tipo crónico, puesto que hay LDL alteradas circulando por la sangre en todo momento.

A partir de los años 90, se planteó que la inflamación podría producirse en el periodo postprandial, justo después de comer, debido a la elevada presencia de quilomicrones transportadores de triglicéridos de la dieta. Pero, además de las grasas (colesterol y triglicéridos), hay otro protagonista en nuestra historia: el azúcar.

¿Y QUÉ PASA CON EL AZÚCAR?

En 2016, se desveló que la industria azucarera había estado manipulando la ciencia de la nutrición. Un artículo publicado en The New York Times revelaba que se había pagado a científicos de la Universidad de Harvard para que pusieran el foco de su investigación sobre las grasas y no sobre el azúcar. La consecuencia es que los resultados que señalaban el papel de este y otros carbohidratos en la enfermedad cardiovascular quedaron ocultos.

La industria refresquera es de las más grandes en México. Foto: Cuartoscuro.

Durante esos años, la Universidad de Harvard había sido un faro guía de las investigaciones en materia de enfermedad cardiovascular y dieta. Hoy sabemos que el consumo de azúcares añadidos en la alimentación aumenta el riesgo de aterosclerosis y mortalidad cardiovascular.

En la actualidad, el paradigma de las grasas como causantes de la enfermedad cardiovascular ha cambiado. Aunque no se recomienda excederse en su consumo, sobre todo si son saturadas, muchos científicos y nutricionistas aceptan que no son el enemigo público número uno. De todos modos, lo más probable es que tanto el azúcar como las grasas sigan jugando un papel importante.

Los últimos estudios están mostrando que el consumo de productos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, azúcar y sal, incrementa enormemente el riesgo cardiovascular. Es posible que las observaciones científicas del siglo XX sobre el perjuicio de las grasas estuvieran influidas por el tipo de alimentos en que se encontraban.

Parece que, durante años, hemos estado mirando al lugar equivocado.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE THE CONVERSATION. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

La grasa en el ring: la controversia de la alimentación saludable

viernes, enero 19th, 2018

La grasa no es como la pintan: dicen que es el libro de salud más memorable del año y en él, su autora, Nina Teichoz, se dedica a desmentir a todos aquellos que hoy son voz cantante en la salud y en la nutrición. ¿Tomar ocho vasos de agua por día? ¿Comer fruta a toda hora y engordar irremediablemente? ¿Descartar las proteínas de la carne y con ello la grasa, ese demonio? Entrevistamos a Nina y sus razonamientos tienen sentido. Mitos, historias y realidades del alimento que tu cuerpo necesita, aquí están patas para arriba.

Ciudad de México, 19 de enero (SinEmbargo).- Nina Teicholz demuestra cómo la dieta baja en grasa que la medicina nos ha recomendado es un experimento en la población entera con consecuencias desastrosas para nuestra salud. Durante décadas, nos han dicho que la mejor dieta del mundo está libre de grasas, ¿pero qué pasaría si una dieta baja en grasas fuera el verdadero problema? ¿Y si los alimentos que hemos estado evitando son la clave para revertir enfermedades que aquejan a nuestra sociedad?

Esta narración da un giro de 180 grados a la sabiduría convencional acerca de todas las grasas con una revolucionaria premisa: entre más grasa comamos, incluyendo la saturada, mejor será nuestra salud y bienestar.

Sobre la portada, un gran trompo de tacos al pastor, pero he ahí que falta la tortilla. Nina Teicholz odia los carbohidratos y sobre ellos está pautada lo que ahora llamamos mala salud.

“Nina Teichoz da vida a la historia más increíble sobre cómo los gobiernos, las universidades y las generaciones de científicos desarrollaron y mantuvieron el mito de que la grasa –particularmente la grasa animal– es mala para la salud. La tesis de Nina, libre de inclinaciones comerciales, está cambiando el destino de la salud del planeta”, dice el autor de Cerebro de pan, doctor David Perlmutter.

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Otro médico contrario al consumo de trigo, autor de Adicto al pan, ha dicho de este libro: “Un thriller absorbente sobre los errores de la “ciencia”. Tropiezo tras tropiezo, meticulosa y rigurosamente, Nina Teicholz deja al descubierto el abuso seudocientífico de estadísticas escogidas y las trampas políticas que condujeron a uno de los más grandes fraudes nutricionales de la historia: e mito bajo en grasa como condición sine qua non para preservar la salud”.

Nina, quien escribe sobre alimentación y ciencia de la nutrición para las revistas Gourmet y Men’s Health, es periodista y como tal ha llevado la investigación de este libro, profuso en páginas y lleno de datos. “Los médicos están demasiado comprometidos con la dieta baja en grasas y hay miles de intereses comerciales”, dice la investigadora.

Contraria a la dieta mediterránea, que tantos documentos tiene a su favor, Teichoz está a favor de que “la disponibilidad del azúcar en la dieta y de los carbohidratos en general, está contribuyendo a la mortandad y a las enfermedades de los humanos a escala global, dado su efecto directo en el metabolismo, así como sus efectos en la expresión genética y la salud de nuestros microbios residentes”.

¿Qué decir de las grasas?

“La idea de que la grasa y la grasa saturada no son saludables ha estado tan arraigada en nuestra conversación a nivel nacional durante tanto tiempo, que tendemos a pensar en ello más como “sentido común” que como una hipótesis científica”, dice Nina.

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“¿Alguna vez ha habido un homónimo más desafortunado que la grasa?”, se pregunta. “La grasa en cualquier forma simplemente se ha comprendido como algo que debe evitarse. Un gran número de experimentos ha confirmado desde entonces que restringir la grasa no adelgaza a la gente (al contrario, en realidad) y, sin embargo, la idea de que pudiera haber algo llamado “grasa adelgazante” probablemente siempre nos sonará a oxímoron”, se contesta.

Tomemos a alguien diabético, que acaba de hacerse un análisis y que todo le salió bien menos los triglicéridos. Hay que bajarlos, por el riesgo que ello representa para la salud. En ese sentido, ¿son buenas las grasas?

“Los triglicéridos tiene totalmente que ver con la cantidad de carbohidratos que el paciente diabético consume. No tiene nada que ver con la grasa. Si la persona come cualquier tipo de carbohidratos, incluyendo los granos enteros, saludables, la fruta, las pastas, en ese caso todos los carbohidratos se van a convertir en glucosa y luego el cuerpo va a tener que producir insulina para procesar esa glucosa”, explica Nina Teicholz.

“El intestino toma la glucosa y la vierte en células grasas. Si la gente come una gran cantidad de carbohidratos durante toda la vida, cereal en la mañana, un sándwich a la hora del almuerzo y pasta de cena, va a tener mucha glucosa en su organismo y esto conduce a niveles altos de triglicéridos y a la larga la capacidad del cuerpo para producir insulina se agota y es cuando se diagnostica la diabetes tipo 2. Ahora hay nuevas investigaciones y la mitad de los diabéticos tipos 2, revirtieron el diagnóstico comiendo mucho menos carbohidratos ”, agrega.

Nina Teicholz, en entrevista con Mundano. Foto: SinEmbargo

–¿El no consumo de grasas es un dogma?

–Sí, un dogma que viene desde hace 50 años. El no consumo de grasas no va a revertir la diabetes y ya sabemos cuáles son las consecuencias de esta enfermedad: naturopatías, una larga y prolongada enfermedad. La gente que no aumenta los carbohidratos, tiene que aumentar la proteína y la grasa. Una dieta más alta en grasa, comer queso normal, comer mantequilla normal, eso es lo bueno. Los carbohidratos son los causantes de cardiopatías, de diabetes y de obesidad.

–Usted, entre un plato de pastas y una arrachera, elige la carne, ¿es así?

–Sin ninguna duda. Y le voy a explicar por qué. La carne es uno de los alimentos que no tiene nada de glucosa y que no provoca diabetes, no tiene efecto insulínico. También es extremadamente nutriente, es uno de los pocos alimentos que le van a dar hierro y una lista entera de vitaminas y minerales. La pasta para el cuerpo es lo mismo que haberse comido un chocolate. No contiene nutrientes, a menos de que sea dosificada artificialmente. Si una persona está lidiando con la diabetes, con la obesidad, con la cardiopatía, lo mejor es la carne.

–¿Qué son las grasas trans?

–Las grasas trans se crean cuando se toma aceite vegetal, como el de girasol, el de soya, y las endurecemos con un proceso que se llama hidrogenación. Esos aceites son grasos y aparecen en todos los productos que usted ve en el supermercado: galletas, frituras, etcétera. La industria alimenticia acudió a estos aceites endurecidos porque eran baratos, pero después de ser muy utilizados alguien descubrió que tienen grasas trans, además de un montón de otras cosas que tienen. Las grasas trans no se encuentran en la naturaleza. Lo que hace es volver rígida las neuronas cerebrales porque ahí aparece en el organismo que lo detecta como una impostora.

Un libro que echa por tierra las tendencias científicas. Foto: Especial

­–Usted está en contra del vegetarianismo

–No, para nada. Yo fui vegetariana durante 25 años y hay muchas razones por lo que la gente opta por ser vegetariana. Yo era vegetariana porque pensé que con eso iba a adelgazar y lamentablemente no lo hizo. Si usted elimina las fuentes de proteína de su dieta, carne por ejemplo, su vegetarianismo se va a convertir en carbohidratos. La carne, los lácteos, los huevos, las reemplazamos con granos y frutas y todos son carbohidratos. Para muchas personas es difícil mantenerse saludable con esa alimentación. Muchas personas conservan la salud metabólica con una dieta vegetariana, pero volvemos a lo mismo, si la persona tiene obesidad, diabetes tipo 2 o cardiopatía, tiene que comer una dieta baja en carbohidratos de acuerdo a la ciencia más actualizada.

–La dieta vegetariana es para jóvenes. Cuando uno empieza a crecer se da cuenta de lo mucho que le hace falta la proteína

–Al principio, el vegetarianismo hace a la persona sentirse bien. Uno cree que realmente está sano por seguir esa dieta. A lo mejor no tienen efectos negativos durante muchos años porque el cuerpo humano es realmente asombroso, el cuerpo guarda nutrientes. Pero pasados los años, el cuerpo agota esos nutrientes y la gente comienza a tener problemas graves en el corazón, teniendo anemia. Cuando esa gente comienza a comer carne, no sólo recobra la salud sino que recobra funciones que nunca se hubiera imaginado que tenía, desaparece el acné, por ejemplo, desaparecen los problemas digestivos, yo en lo particular tenía infecciones en los senos paranasales, ¿quién hubiera pensado que eso lo establecía una dieta vegetariana?

Carne, huevos y lácteos, lo mejor para consumir, dice Nina. Foto: Shutterstock

–Usted no es médico, es periodista. ¿Cómo ve esta revolución que es su libro en medio de un contexto tan anti-grasas?

–Debió de haber sido un médico el que escribiera este libro, pero lo que descubrí es que aun cuando muchos doctores conocen la ciencia, no pueden hablar al respecto. Pierden sus subvenciones para investigación, no los invitan a conferencias, no los publican, no pueden ser científicos y fracasan en sus carreras. Desde que yo escribí el libro muchos científicos me escribieron diciéndome: ¡Qué bueno! Nosotros no podemos decirlo. Ahora se está librando una gran batalla y estoy al frente a esa batalla, algo que me alienta.

–Lo que es cierto es que los seres humanos ya no sabemos qué comer

–Una de las partes trágicas de este asunto es que los seres humanos hemos perdido nuestra herencia cultural culinaria. La comida es parte de nuestra historia y de nuestra herencia, lo que ha ocurrido es que vinieron los expertos médicos, llegaron nos arrebataron aquello. Comenzaron a escribir acerca de qué debemos comer, como si fuera una prescripción. No solamente han medicalizado algo placentero, sino que además estaban equivocados. Entiendo lo que pasa, para el consumidor todo esto es muy confuso. No comer comida chatarra, no tomar refrescos, no consumir demasiados dulces, antes uno no comía tanta fruta, uno comía la que estaba de temporada y nada más. No estábamos haciendo jugos tanto tiempo. Significa además no comer varias veces al día, comer una o dos veces y nada más. Eso es más sano porque limita la exposición a la insulina. Comer cada tres horas es otro mito, no hay pruebas de que eso sea científico, como eso de beber ocho vasos de agua al día, son mitos que se repiten en la prensa. El cuerpo necesita un receso de los alimentos, para que pueda utilizar las reservas de grasa como energía, si comemos todo el día jamás vamos a acceder a nuestras reservas. De eso se trata la pérdida de peso.

–¿Qué decirle a los animalistas, a los que defienden a capa y espada a los animales?

–Los seres humanos somos omnívoros. No somos vegetarianos. Nosotros tenemos la elección de responder a nuestra propia biología. No matar a animales nos vamos a encontrar con obesidad, diabetes, cardiopatía. Eso es lo que tenemos que elegir.

Científico mexicano recibe premio por desarrollar un proceso que sustituye las grasas trans de los alimentos

sábado, junio 24th, 2017

El premio llegó como una grata sorpresa para el investigador, que no sabía que había sido postulado por un grupo europeo, un grupo estadounidense y uno canadiense para recibir el reconocimiento.

Por Amapola Nava

Ciudad de México, 24 de junio (SinEmbargo/Agencia Informativa Conacyt).- Las enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2 afectan gravemente a la población mexicana; estos padecimientos tienen dos grandes aliados: las grasas saturadas y los ácidos grasos trans, dos tipos de grasas cuyo consumo eleva los niveles de colesterol en la sangre y, en general, incrementan el riesgo de sufrir el síndrome metabólico.

Los ácidos grasos trans son creados químicamente por el humano por ser especialmente útiles en la formulación de alimentos como cremas vegetales y margarinas, y en la elaboración de grasas utilizadas en el freído de alimentos, pero los problemas de salud que ocasionan han provocado que varios países comiencen a prohibir su presencia en los alimentos para consumo humano.

En la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), un grupo de investigadores, liderados por el doctor Jorge Fernando Toro Vázquez, ha desarrollado una alternativa saludable que sustituya el uso de los ácidos grasos trans en alimentos procesados y que al mismo tiempo permita que las empresas sigan elaborando sus productos.

Esta alternativa se da gracias al desarrollo de un proceso denominado organogelación, que consiste en la adición, al aceite vegetal, de pequeñas moléculas que tienen la capacidad de autoensamblarse y formar estructuras tridimensionales que “atrapan” la parte líquida del aceite y darle una textura elástica, similar a la de la margarina y otras cremas vegetales.

Este trabajo, desarrollado por más de 10 años, le mereció a Jorge Toro el Premio Timothy L. Mounts, galardón otorgado por la División de Aplicaciones Comestibles de Lípidos y Aceites Vegetales de la Sociedad Norteamericana de Química y Fisicoquímica de Aceites (AOCS, por sus siglas en inglés), que nunca antes se había entregado a ningún grupo de investigación en México ni en América Latina.

El premio llegó como una grata sorpresa para el investigador, que no sabía que había sido postulado por un grupo europeo, un grupo estadounidense y uno canadiense para recibir el reconocimiento.

EL PROBLEMA DEL ALGODÓN Y EL ORIGEN DE LAS GRASAS TRANS

A mediados de 1800 no había duda de que el algodón era el rey de las fibras. Miles de hectáreas de terreno eran dedicadas a la plantación de algodón y miles de trabajadores, esclavos casi en su totalidad, dedicaron su vida a esta empresa.

En esa época, uno de los grandes subproductos de esta industria era el aceite de algodón, que durante mucho tiempo no tuvo gran protagonismo, pues las ganancias económicas obtenidas por la comercialización de la fibra eran tales, que no hacían necesario el aprovechamiento del aceite y la mayoría de este subproducto se echaba a perder o se desechaba.

Dr. Jorge Toro, premio Timothy L. Mounts. Foto: Agencia Conacyt.

Pero, en 1900, con la llegada de las fibras sintéticas y especialmente con la popularización del nailon, el algodón fue perdiendo terreno en el mundo textil y los productores de esta fibra se vieron en la necesidad de buscar formas alternativas de comercializar sus productos, entre ellos el aceite de algodón, explica Jorge Toro.

El aceite de algodón tenía dos desventajas ante las grasas animales, la primera era su consistencia líquida, que lo hacía apto solamente para procesos de fritura. La segunda era su corta vida útil debida a la facilidad con que se enranciaba, un proceso de oxidación que ataca la estructura de los aceites vegetales y les confiere un sabor y un olor desagradables.

Fue debido a la presión por disminuir estas características desventajosas que se desarrollaron los procesos químicos de transformación de los aceites vegetales. Estos procesos lograban otorgar a los aceites una consistencia sólida o semisólida, parecida a la de la margarina, además de retrasar el proceso de enranciamiento.

EL NACIMIENTO DE UN PROBLEMA DE SALUD

Gracias a la transformación de los aceites vegetales comenzaron a surgir productos como Crisco®, en Estados Unidos, o las llamadas mantecas vegetales en México. Estos nuevos productos eran considerados como una opción de consumo saludable, pues no contenían colesterol ni grasas saturadas como las grasas animales.

Estas nuevas grasas comenzaron a utilizarse como grasas para el freído y por tener un menor grado de instauración, es decir, de enlaces susceptibles a ser oxidados, los productos que se freían se volvían mucho más estables. Fue así como las papas, hamburguesas y otros productos a los que se les adicionaban estas grasas, adquirieron una vida de anaquel mucho más larga y las cadenas de comida rápida, como McDonald’s, comenzaron a crecer y a ampliar su distribución, explica Jorge Toro.

Adicionalmente, los aceites transformados químicamente proveían de una textura apropiada para la formulación de nuevos tipos de alimentos como cremas vegetales, betunes, grasas para panadería y sustitutos de chocolate, amplía el investigador.

El problema surgió cuando, poco a poco, los estudios clínicos sobre el consumo de este tipo de grasas fueron revelando que ocasionaban efectos nocivos en la salud humana. Una vez reunida la evidencia suficiente, la comunidad científica llegó a un consenso y concluyó que los ácidos grasos trans aumentaban los niveles del colesterol “malo” en la sangre y disminuían los de colesterol “bueno”, aumentando el riesgo de accidentes cardiacos o cerebrovasculares, además, en grandes cantidades estas grasas propiciaban el aumento de peso y el desarrollo de diabetes tipo 2.

¿POR QUÉ NO SE ELIMINAN LAS GRASAS TRANS?

Cuando se inventaron los procesos de transformación de los aceites vegetales en grasas semisólidas, la industria alimentaria se percató de las ventajas del uso de este nuevo producto y comenzó a realizar una transformación tecnológica y a adquirir maquinaria que le permitiera hacer uso de las grasas vegetales.

A partir de ese momento, el uso de estas grasas comenzó a extenderse en todo el mundo, en la panadería, en la industria de la comida rápida e incluso en la farmacéutica; y su uso fue indiscriminado y poco regulado.

Grupo de Investigación del Dr. Jorge Toro. Foto: Agencia Conacyt.

“Esto se convirtió en una cadena tremenda, pues el alimento procesado se volvió un vehículo de estos ácidos grasos trans que ejercen un efecto crónico en el humano. Actualmente, la inversión que el sector salud requiere para poder restaurar la salud de las personas que empiezan a tener problemas de colesterol, de hipertensión y de diabetes tipo 2 es astronómico. Y, desafortunadamente, México, junto con Estados Unidos, es el país líder en estos padecimientos”, señala Jorge Toro.

El problema es que para abandonar su uso, la industria alimentaria debe hacer una inversión tecnológica enorme a nivel mundial, y solo en países más adelantados en términos de normativa, como Dinamarca, Canadá y Suecia, se ha logrado establecer una reglamentación estricta para el abandono de estas grasas. En estos países no se permite la presencia de grasas trans en los alimentos, ejemplifica el investigador.

UN AÑO MÁS DE GRASAS TRANS EN LOS ESTADOS UNIDOS

Gradualmente diferentes gobiernos y organizaciones de salud se han pronunciado contra el peligro del consumo de los ácidos grasos trans, estableciendo medidas para su prohibición, y en el 2018 será el turno de los Estados Unidos.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) tomó en 2015 una determinación para erradicar las prácticas de adición de ácidos grasos trans a los alimentos para consumo humano. Para ello, dio a la industria un plazo de tres años para reformular los ingredientes de sus productos y eliminar el uso de aceites parcialmente hidrogenados.

Esto quiere decir que si nuestro país desea exportar alimentos a este país vecino, deberá cumplir con sus normativas y tomar en cuenta que los ácidos grasos trans serán considerados como un aditivo nocivo y no será permitido su uso en alimentos, comenta Jorge Toro.

UNA ALTERNATIVA SALUDABLE SURGE EN MÉXICO

La sustitución de todas las grasas vegetales de los alimentos no es un reto fácil, pues hay que buscar sustitutos que, además de tener las propiedades de sabor y textura de las grasas que se utilizan hoy en día, sean una alternativa saludable. Pero ya desde hace más de 10 años, el equipo de investigación liderado por Jorge Toro aceptó este reto y el Premio Timothy L. Mounts es solo uno de los indicios de que va por buen camino.

La metodología que el grupo de investigadores de la UASLP ha desarrollado se conoce como organogelación y permite que los aceites vegetales alcancen texturas parecidas a la de la margarina sin necesidad de agregar ácidos grasos saturados o de someterlos a procesos en los que se generen ácidos grasos trans.

Esto se logra gracias a la adición de pequeñas moléculas provenientes de fuentes naturales como la cera de candelilla, un arbusto del norte de México, y otras fuentes vegetales. Estas moléculas tienen la capacidad de autoensamblarse y formar una especie de redes o telarañas que “aprisionan” la parte líquida de los aceites y le dan una textura semisólida.

Este método tiene la evidente ventaja de no alterar la estructura molecular de los aceites y, por lo tanto, de no producir ácidos grasos trans, además de que su uso es efectivo incluso en concentraciones muy bajas, en las que la adición de solo tres por ciento de las moléculas organogelantes logra solidificar hasta 90 o 95 por ciento del aceite, explica Jorge Toro.

Gradualmente diferentes gobiernos y organizaciones de salud se han pronunciado contra el peligro del consumo de los ácidos grasos trans. Foto: Agencia Conacyt.

EMPRESAS QUE BUSCAN LA TECNOLOGÍA MEXICANA

Jorge Toro hace énfasis en que la adopción de estas nuevas tecnologías se hará con base en el interés propio de las empresas, pero que gracias a las decisiones gubernamentales en materia de salud de prohibir la adición de grasas trans en los alimentos, la industria está teniendo un acercamiento bastante importante con el grupo de investigación y han comenzado a implementar la organogelación como parte de sus procesos productivos, e incluso han financiado parte de la experimentación en este tema.

“Ahora, este va a ser un proceso gradual, porque de manera directa, el tipo de equipo que se utiliza para llevar a cabo la cristalización de los aceites, con la tecnología actual, es muy diferente al que se requiere para la organogelación. Pero va a ser una transición muy similar a la que ocurrió hace unos 40 años, cuando la mantequilla y otras grasas animales empezaron a entrar en un desuso y comenzaron a utilizarse la margarina y las grasas trans”.

Desafortunadamente, los interesados han sido principalmente empresas estadounidenses, europeas e israelíes, y todavía no hay empresas mexicanas que se interesen por esta nueva tecnología, detalla el investigador.

UN RETO QUE CONTINÚA

El grupo de investigación de la UASLP planea seguir trabajando en mejorar el proceso de organogelación. Pues para obtener la textura deseada en cada producto deben cuidarse variables como concentración y tipo de molécula organogelante, temperatura, velocidad de enfriamiento, tipo y tiempo de agitación y tiempo de cristalización, como lo explican en su último artículo publicado en la revista Food Research International; además de que todas las condiciones observadas en el laboratorio deben probarse a escalas industriales.

Pero Jorge Toro considera que este es un reto alcanzable gracias al trabajo de investigadores, estudiantes de posgrado —en especial del doctorado de ciencias en bioprocesos—, a la inversión de la industria privada y a los apoyos económicos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que espera siga apoyando las investigaciones en el país a pesar de las adversidades económicas que se enfrentan.

Grasas trans: qué son, dónde están y por qué son tan peligrosas

domingo, enero 22nd, 2017

Para los expertos ha sido difícil definir si son las grasas o los carbohidratos los principales culpables del sobrepeso, obesidad y derivados. Lo que es un hecho, es que hay unas grasas más peligrosas que otras y a continuación se explica qué daño causan las trans y en dónde encontrarlas.

Por Jordi Sabaté, Consumo Claro

Ciudad de México, 22 de enero (SinEmbargo/ElDiario.es).– Un ácido graso es una estructura de larga cadena de átomos de carbono que acaba en dos enlaces a átomos de oxígeno y que, además, tiene enlaces a átomos de hidrógeno y a veces dobles enlaces entre los átomos de carbono. Pero existen muchos tipos de ácidos grasos y no todos son igual de saludables para nuestro metabolismo. Este artículo trata sobre las grasas trans y los motivos por los que conviene evitarlas.

¿QUÉ SON LOS ÁCIDOS GRASOS TRANS?

Cuando no existen los dobles enlaces en la cadena de carbonos, estamos ante un ácido graso saturado, ya que sus átomos de carbono solo enlazan a átomos de hidrógeno. Entonces tiene una conformación espacial -si se quiere 3D- recta. A este grupo pertenecen la mayoría de grasas animales, que son semi sólidas a temperatura ambiente porque al ser rectas pueden permanecer más juntas y unidas por unos enlaces iónicos llamados fuerzas de Van der Waals.

La estructura molecular de este tipo de ácidos grasos. Imagen: Wikimedia.org

La estructura molecular de este tipo de ácidos grasos. Imagen: Wikimedia.org

Si presenta dobles enlaces se llama ácido graso insaturado; si presenta uno solo es monoinsaturado y si presenta varios es piliinsaturado. Los ácidos grasos poliinsaturados de origen vegetal tienen una estructura cis, que quiere decir que se doblan por la zona de los dobles enlaces. El doble enlace entre átomos de carbono les hace tener una forma espacial retorcida. Por eso los aceites vegetales son líquidos a temperatura ambiente: porque al estar retorcido cada uno a su manera, no pueden permanecer tan juntos y compactos y no se someten a las fuerzas de Van der Waals.

Ahora bien, se han encontrado algunos ácidos grasos insaturados con estructura recta, es decir con la misma forma composición que otras moléculas pero diferente forma en el espacio. Es lo que se llama un isómero, en este caso un ácido graso trans. Así, mientras cis es retorcido, trans es la misma molécula pero recta.

¿DE DÓNDE VIENEN?

 

Estos isómeros trans se han encontrado en el estómago de los rumiantes, en productos lácteos y en la carne animal. Se cree que pueden ser subproductos de la fermentación u otras reacciones químicas producidas en los ácidos grasos insaturados cis. Adicionalmente, podemos encontrarlas en los aceites de fritura, sobre todo si han sido utilizados repetidas veces.

Pero la mayor fuente de ácidos grasos trans, o grasas trans, la podemos encontrar en la industria alimentaria, especialmente en la que utiliza espesantes y estabilizantes, así como potenciadores del sabor. Esto sucede porque en esta industria se utilizan las margarinas a base de aceites vegetales hidrogenados para espesar y estabilizar los preparados: salsas, merengues, cremas, pastas, mantecas, helados, etc.

Estas grasas trans se obtienen de un proceso llamado hidrogenación de los dobles enlaces entre los carbonos. Básicamente consiste en forzar una reacción que rompe el doble enlace entre los carbonos y lo sustituye por enlaces con átomos de hidrógeno. Al romper los dobles enlaces de un ácido graso poliinsaturado, conseguimos que adopte una forma recta, una forma trans, pero no que se convierta en un ácido saturado.

El motivo es que nunca se consigue romper todos los dobles enlaces de la cadena, al menos no en todas las moléculas. Las que queden insaturadas por varios dobles enlaces pero adopten forma recta, serán lo que conocemos como grasas trans. Lógicamente, al ser moléculas rectas se unirán más fuerte y tendrán un estado semi sólido a temperatura ambiente. Es una manera barata e industrial de conseguir mantecas.

¿POR QUÉ SON PELIGROSAS?

Las grasas trans son peligrosas en un consumo continuado a lo largo de los años porque están muy infiltradas en las dietas de las personas que comen pastelería industrial, comida rápida -hamburguesas, pizzas, pollo frito, etc.- y platos precocinados, así como aperitivos industriales, patas fritas de bolsa y cremas preparadas; es decir la típica dieta insana que impera hoy en día. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda evitar su consumo.

El motivo de su peligrosidad es que actúan en nuestro cuerpo como falsas moléculas saturadas, cuando en realidad no lo son. Las grasas saturadas son muy resistentes a la oxidación, por lo que las células las utilizan en su membrana celular como protección. Las grasas insaturadas trans tienen tendencia a oxidarse por sus dobles enlaces, pero son confundidas por las células, que las colocan en la membrana. A causa de esto potencian la oxidación y el envejecimiento celular en lugar de evitarlo.

Además, actúan como bloqueante del llamado ‘colesterol bueno’, es decir de las proteínas que se encargan de retirar el colesterol del torrente sanguíneo para que no se acumule. Como resultado, el colesterol se queda en la sangre flotando hasta que se deposita en placas en las arterias, con peligro de obturarlas con los años, lo que generará problemas cardiovasculares. Adicionalmente se relaciona a las grasas trans con la diabetes de tipo 2.

¿POR QUÉ NO SE PROHÍBEN?

Por ello, los nutriólogos y médicos recomiendan preferir los alimentos frescos y sin procesadores. Foto: Shutterstock

Por ello, los nutriólogos y médicos recomiendan preferir los alimentos frescos y sin procesadores. Foto: Shutterstock

En realidad los planes para su prohibición en la industria alimentaria ya están en marcha en Estados Unidos, donde desde 2015 están prohibidas. La prohibición se activó tras un dictamen de la Food and Drugs Administration (FDA) en el que esta agencia federal declaró que, a tenor de múltiples estudios, no se puede garantizar que no sean malas para la salud. Por tanto, en prevención, la recomendación dela FDA era prohibirlas.

En Europa, a pesar del precedente norteamericano, no están prohibidas pese a que el Parlamento Europeo admitió tras el dictamen de la FDA que eran malas para la salud. Recientemente una propuesta de varios grupos de eurodiputados pidió una prohibición de estos productos industriales o al menos un mejor etiquetado de los alimentos que los incluyen. Como dato revelador, los eurodiputados destacaron que solo uno de cada tres consumidores europeos sabe lo que son las grasas trans.

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Consumidores y grandes firmas piden a la CE limite las grasas trans en alimentos

jueves, octubre 15th, 2015

Bruselas, 15 oct (EFE).- La asociación de consumidores europeos y grandes empresas del sector agroalimentario como Nestlé o Kellogg Company han pedido hoy a la Comisión Europea (CE) que limite la presencia de grasas artificiales “trans” en los alimentos, según informaron en un comunicado.

En una carta, dirigida al colegio de comisarios, subrayan su preocupación por “los efectos sanitarios de las grasas ‘trans’ a partir de los aceites parcialmente hidrogenados”.

Añaden que “existe una importante base” sobre su nocividad para la salud, “al incrementar en particular el riesgo de ataques al corazón y de enfermedades del corazón”.

Los firmantes de la carta se comprometen a eliminar de los alimentos “la totalidad de las grasas ‘trans’ originadas a partir de aceites parcialmente hidrogenados”.

“En los últimos diez años ya hemos actuado de manera voluntaria con el lanzamiento de programas para eliminar las grasas ‘trans’, mientras que otros no lo han hecho”, indican los responsables de la misiva, entre los que también figuran Mars, Mondélez, el Comité Permanente de Médicos Europeos (CPME), la Red Europea del Corazón (EHN) y la Alianza Europea para la Salud Pública (EPHA).

Recuerdan asimismo que en todo el mundo se toman este tipo de iniciativas, y que tanto Estados Unidos como algunos países de la UE “ya han adoptado medidas para limitar las grasas ‘trans’ producidas industrialmente”.

En particular, precisan, “han optado en su mayoría por medidas legislativas” que limitan la cantidad de grasas ‘trans’ artificiales producidas de manera industrial que pueden contener los alimentos.

“Pedimos a la CE que proponga un límite legislativo de 2 gramos por cada 100 gramos de grasa, a la cantidad de grasas ‘trans’ producidas de manera industrial presentes en los alimentos”, subrayan.

Consideran que esa acción “sería un paso efectivo hacia una reducción significativa” de esas grasas en la alimentación y que crearía una igualdad de condiciones para los consumidores, con independencia de los productos que compren y que adquieran, así como para las empresas de toda la UE, y que además mejoraría la salud de los ciudadanos.

Las empresas agroalimentarias firmantes indican asimismo que están dispuestas a compartir sus buenas prácticas con las compañías que no han tomado aún medidas, a través de las asociaciones comerciales, con el objetivo de guiarlas en la eliminación de ese tipo de grasas y alcanzar al objetivo legislativo propuesto.

“Compartimos la opinión de que armonizar la legislación europea en el contenido de grasas ‘trans’ en los alimentos producidas de manera industrial con el establecimiento de un límite legal sería una manera efectiva y proporcionada” de reducir más el consumo de esas grasas, indican.

La organización europea de Consumidores (BEUC), valoró que las grandes firmas agroalimentarias se hayan sumado a la petición de limitar la presencia de esas grasas en la alimentación.

BEUC recordó que en 2011, los países de la UE y el Parlamento Europeo fracasaron en el intento de llegar a un acuerdo sobre la mejor opción para limitar el consumo de las grasas ‘trans’ artificiales.

Por ello, pidieron a la CE la publicación de un informe explorando las mejores opciones posibles, un documento que Bruselas tenía que haber presentado hace casi un año pero que todavía no ha salido a la luz. EFE