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Escribir es un estado mágico de perder el control, un proceso casi inconsciente: Etgar Keret

sábado, febrero 22nd, 2020

Las dificultades y luchas en la vida, la soledad o la búsqueda por ser mejores personas y hallar un lugar en el universo, son temas que se repiten en los relatos del escritor israelí Etgar Keret. Particularmente en su último libro de cuentos: La penúltima vez que fui hombre bala.

En su libro de cuentos más osado y sorprendente hasta la fecha, recientemente galardonado con el 69th Annual Jewish Book Award en Israel, Etgar Keret sigue deslumbrando por su capacidad para crear vínculos de empatía y hallar esperanza en las situaciones más disparatadas. Esta es la entrevista para Puntos y Comas.

Ciudad de México, 22 de febrero (SinEmbargo).- Las dificultades y luchas en la vida, la soledad o la búsqueda por ser mejores personas y hallar un lugar en el universo, son temas que se repiten en los relatos del escritor israelí Etgar Keret. Particularmente en su último libro de cuentos: La penúltima vez que fui hombre bala.

“Cuando escribes te comprometes a ti mismo con una experiencia subjetiva y ésta es siempre surrealista. Por ejemplo, puedes creer en fantasmas o si tu novio te besa puedes sentir como si te elevaras en el aire. No experimentamos la vida de la misma forma, por eso cuando escribo busco construir esta experiencia. No me pregunto si algo es surrealista o no, sólo me pregunto: ¿esto es sincero? ¿es honesto o es falso?”, comparte el autor.

Agrega que “el efecto ético de la literatura surte efecto cuando confunde al lector. La literatura existe para hacernos sentir menos seguros sobre algo en lo que creíamos. Hay que impactar al lector con la belleza y la complejidad de la experiencia humana para voltear a ver otro punto de vista que no habías considerado antes”.

En su libro de cuentos más osado y sorprendente hasta la fecha, recientemente galardonado con el 69th Annual Jewish Book Award en Israel, Etgar Keret sigue deslumbrando por su capacidad para crear vínculos de empatía y hallar esperanza en las situaciones más disparatadas. Esta es la entrevista para Puntos y Comas.

En el relato que le da título al volumen, un hombre al que ha dejado su mujer, cuyo hijo le ha dicho que es un cero a la izquierda y a quien incluso su obeso gato ha abandonado, es conminado por el dueño del circo en el que trabaja a sustituir al hombre bala. Ignorando las advertencias de los payasos que ante el delirio del público lo invitan a reflexionar sobre los peligros que aquejan semejante profesión, el hombre se mete a trompicones en el cañón y sale disparado muy fuera del blanco hasta hacer un boquete en la carpa de circo. Vuela y mira su ciudad, su mundo y a todos aque- llos que lo han abandonado desde las alturas y encuentra ahí su nueva vocación.

Keret es un escritor todoterreno que puede fabricar una tensión digna de la mejor tradición del cuento corto, lo mismo a partir de un niño que quiere llevarse la caja registradora de una juguetería como regalo («escoge lo que tú quieras», le dijo el padre), o imaginar un Estados Unidos distópico en donde Donald Trump se reelige para un tercer mandato. Con el ejército diezmado por una cruenta guerra contra México, el presidente norteamericano recurre a un perverso juego estilo Pokemón para reclutar niños y adolescentes que se convierten en mortíferos soldados.

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—En tus cuentos hay un contraste notorio entre temas sórdidos con entornos fársicos o elementos de fantasía, ¿por qué está contraposición?

—Cuando escribo, no tengo una intención clara de ello, es más un proceso asociado con los sueños. Escribir es un estado mágico de perder el control; añadir esos elementos es más una lógica inconsciente que una decisión determinada.

Cuando escribes te comprometes a ti mismo con una experiencia subjetiva y ésta es siempre surrealista. Por ejemplo, puedes creer en fantasmas o si tu novio te besa puedes sentir como si te elevaras en el aire. No experimentamos la vida de la misma forma, por eso cuando escribo busco construir esta experiencia. No me pregunto si algo es surrealista o no, sólo me pregunto: ¿esto es sincero? ¿es honesto o es falso?

Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

—¿Qué mensaje quisiste transmitir en La penúltima vez que fui hombre bala? ¿En general hay alguna línea temática en tu trabajo literario?

—Bueno, creo que hay cosas en común en mis historias, como las dificultades y luchas en la vida, la soledad o la intención de los personajes por ser distintas personas a las que son. En este libro en particular, un tema en común es el intento fallido de los personajes por entender su lugar en el universo.

—¿Intentas mostrar una postura política cuando escribes?

—Pienso que el fin de la literatura es captar la realidad en sí misma. No creo que se deba usar ese medio para explotar un tema o tratar de influenciar a tu lector como una especie de vaca que picas para ir en una dirección u otra.

El efecto ético de la literatura surte efecto cuando confunde al lector. La literatura existe para hacernos sentir menos seguros sobre algo en lo que creíamos. Hay que impactar al lector con la belleza y la complejidad de la experiencia humana para voltear a ver otro punto de vista que no habías considerado antes.

—Respecto a la construcción de personajes, ¿te inspiras en las vivencias propias, en las personas que te rodean o vienen totalmente de tu imaginación?

—Usualmente viene de una especie de proyección: veo a alguien y quiero escribir de este tipo, luego la única forma en la que puedo describirlo es poniendo algo de mí mismo en él. Entonces lo que pasa es que el personaje tiene una mezcla entre algo que no conozco, en una situación es ajena a mí, pero al darle vida él se convierte un poco en mí. Es como un coctel.

Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

—Etgar, haces cuento, novela, cómic, libros para niños y guiones para cine y televisión. ¿En qué terreno te sientes más cómodo escribiendo?

—Creo que escribir relatos cortos de ficción es lo más intuitivo para mí, pero cuando eres escritor, creo que lo mejor manera para que avances es que intentes salir de tu zona de confort y experimentes otras formas de creación. Cuando regreso a la ficción, después de hacer películas, siento que he aprendido nuevas maneras de contar una historia.

Por ejemplo, en el cuento “No lo hagas”, un padre y su hijo caminan por la calle y ven hacia arriba: el hijo está muy feliz porque ve un hombre a punto de saltar y piensa que es un súper héroe y está a punto de volar, pero el padre está asustado porque ese hombre va a morir. Cuando escribí esta situación lo hice bastante cercano a cómo lo dirigiría en un film; tienes una imagen de dos personas viendo hacia arriba, uno está muy animado, sonriendo, y el otro está preocupado, pero tú no sabes qué ven. Después, la cámara se va moviendo cuando suben las escaleras del edificio y se va develando lo que ven hasta finalmente llegar con el hombre. No hubiera escrito de esta forma sin haber experimentado la dirección cinematográfica. 

Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

—¿Entonces todo lo que escribes se nutre de la influencia del cine? ¿O viceversa?

—Siempre que me salgo de mi zona de confort, el cuento, comienzo en una posición muy inferior porque quiero hacer lo que estoy acostumbrado y así no funciona. Entonces no creo que funcione al revés; si hay un guión con el que estoy luchando, no tengo la misma confianza que con un cuento, pero siempre doy lo mejor de mí.

Lo único que puedo decir es que dirigir actores en cine, hay muchas formas de hacerlo. Puedes, por ejemplo, hacer que se expresen en la acción, puedes pedirles que utilicen su voz de cierta manera o puedes darles una especie de imagen. Siempre trato de contarles una historia sobre el personaje, a veces hago un relato elaborado sobre el trasfondo del personaje. Este es un método que tengo para dirigir actores y conseguir a través de esto que proyecten la emoción que se busca.

—¿Recuerdas algún libro que de joven te haya inspirado a escribir o que haya marcado tu vida?

—Hay mucha influencias pero principalmente William Faulkner, John Cheever, Raymond Carver, J. D. Salinger, Julio Cortázar. Especialmente Kafka. La novela que me marcó más es La Metamorfosis, la cual leí durante mi servicio en el ejército.

La escritura es muy distinta a la tradición israelí, donde el autor relata desde un lugar de autoridad, tienes la sensación de que el escritor sabe la respuesta a todo. Con Kafka, la escritura viene desde la ansiedad, la confusión y el miedo, un lugar de menos certezas que el lector. El autor está igual de incómodo que el lector. Ese punto de debilidad fue revelador y me permitió convertirme en un escritor.

—¿Cuál es la esencia de la escritura israelí?

—La literatura israelí en general es muy opuesta a lo que yo escribo. Me identifico más con la diáspora judía de Kafka. La tradición israelí es muy épica, usualmente construida en grandes novelas que abordan temas colectivos importantes. Mientras tanto, mi escritura es muy breve y trata problemas menores, más personales.

Nació en Tel Aviv, en 1967. Es, hoy en día, el escritor más popular entre la juventud israelí. Comenzó a escribir en 1992 y desde entonces ha publicado cuatro libros de cuento, una novela, tres libros de cómic y un libro para niños. Sus libros han sido best sellers en Israel y han recibido los elogios de la crítica internacional. Ha sido traducido a dieciséis idiomas, incluyendo el coreano y el chino. Extrañando a Kissinger fue nombrado uno de los cincuenta libros israelíes más importantes de todos los tiempos. Más de cuarenta cortometrajes se han basado en sus historias. Sus cuentos han sido adaptados al teatro en Israel. Keret ha recibido el Book Publishers Association’s Prize y el Ministry of Culture’s Cinema Prize. Actualmente es profesor en el departamento de Cine y Televisión de la Universidad de Tel Aviv.

¿Quién es Etgar Keret? Fantasía y realidad en la vida del escritor israelí

sábado, julio 28th, 2018

La vida y la literatura, ¿basado en una historia real?, todo puede ser en la existencia de Keret, el autor tan conocido en su país natal como en México, que siempre lo recibe con los brazos abiertos. Hoy, a las 17 horas, en el Auditorio de la Biblioteca Vasconcelos, ubicada en Mosqueta, Eje 1 Nte. S/N, Buenavista, 06350 Ciudad de México, su documental.

Ciudad de México, 28 de julio (SinEmbargo).- Hoy, a las 17 horas, la editorial Sexto Piso organiza una visión del documental escrito por Rutger Lemm y dirigida por Stephane Kaas, titulado Etgar Keret: Based on a True Story.

“Hice esta película junto con mi amigo Rutger Lemm, a quien conozco desde la escuela secundaria. Amamos los dos las historias cortas del escritor israelí Etgar Keret y decidimos hacer una película sobre él. El resultado final es un conjunto de cine, de ficción y de animación, para dar vida a este documental que estrenamos en Ámsterdam en 2017”, cuenta Kaas.

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“Todo el mundo en Israel conoce a Keret”, dice el tráiler de este documental que ha ganado el Premio al mejor documental en Literatura en el Festival de Arte de Sofía, Bulgaria.

Nacido en Tel Aviv en 1967, Etgar Keret es el escritor más popular entre la juventud israelí, un cariño y admiración que se extienden a México, un país que lo ha recibido con los brazos abiertos.

Etgar Keret comenzó a escribir en 1992 y desde entonces ha publicado cuatro libros de cuento, una novela, tres libros de cómic y un libro para niños. Sus libros han sido best sellers en Israel y han recibido los elogios de la crítica internacional. Ha sido traducido a 16 idiomas, incluyendo el coreano y el chino.

Extrañando a Kissinger fue nombrado uno de los 50 libros israelíes más importantes de todos los tiempos. Más de 40 cortometrajes se han basado en sus historias. Keret ha recibido el Book Publishers Association’s Prize y el Ministry of Culture’s Cinema Prize.

“Las breves historias de Keret son feroces, graciosas, llenas de energía y perspicacia y al mismo tiempo profundas, trágicas y muy conmovedoras”, dijo Amos Oz.

“Es un escritor brillante, completamente distinto de cualquier otro que yo conozca. Es la voz de la nueva generación”, dijo Salman Rushdie.

Personas de todo el mundo aman al escritor israelí, Etgar Keret, por sus cuentos surrealistas y sus hilarantes presentaciones en vivo. Así como lo describió el periódico The Guardian: “Pasar tiempo con él es como entrar al mundo de sus historias: de repente parece desajustarse, pero se llena de potencial cómico”.

Tanto las historias de Keret, como sus anécdotas de vida, comparten el hecho de no pasar inadvertidas a pesar de ser absurdas e increíbles. ¿Cómo Keret se convirtió en este gran narrador?

Cuando dos jóvenes cineastas holandeses se propusieron hacer una película sobre las historias de Etgar Keret, supieron que tenían que usar un sinfín de técnicas diferentes para mostrar realmente la forma en la que funciona su cerebro. A través de animaciones que ilustran sus cuentos, representaciones de sus anécdotas, vistazos entre bastidores y entrevistas con familiares y amigos (entre ellos Jonathan Safran Foer e Ira Glass) en Tel Aviv y Nueva York, los cineastas intentan descubrir por qué la narración constante de Keret se ha mantenido con vida.

“En cierto sentido comparo la escritura con los ataques que tienes de asma. Cuando tienes un ataque de asma tienes muy poco oxígeno y tienes que elegir mucho las palabras. Puedes decir cuatro o cinco palabras, no más. Yo nací con asma y en cierto sentido por alguna extraña razón he comparado la escritura con estos ataques porque tengo que lograr esta síntesis cuando escribo. Siempre tengo una sensación de urgencia, hay como esta sensación de emergencia cuando estoy escribiendo porque tengo que aprovechar ese flujo de ventana porque en cualquier momento se me cierra ese flujo de palabras, se me termina el aire”, ha dicho Keret a SinEmbargo.

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Etgar Keret y “Tuberías”, un libro de cuentos de su juventud

sábado, mayo 13th, 2017

Publicado por Editorial Sexto Piso, el volumen reúne cuentos del autor israelí que reflejan la fragilidad de la vida cotidiana y que comenzó a escribir luego del suicidio de uno de sus mejores amigos.

Ciudad de México, 13 de mayo (SinEmbargo).- Dice que cualquier metáfora asociada a su trabajo le resulta placentero y por eso le decimos que sus cuentos son como esas figuras de hombres parados en la nieve. Uno los mueve y cae las gotas infinitamente.

“Para mí las historias eran tuberías que me daban acceso a otro lugar donde mis emociones me hacían más sentido”, dice el autor de Extrañando Kissinger y De repente un toquido en la puerta, cuya obra ha sido traducida a dieciséis idiomas.

“Nada”, “Pegamento loco”, “Alisa”, “Bolsitas de cumpleaños”, “Plastificado”, algunos de los 57 cuentos que reúne el volumen y que hoy trata de explicar con Diego Rabasa como traductor, acaso el que más ha entendido la estética de Keret y que hoy sin duda constituye el autor más exitoso de Sexto Piso.

“Nosotros usamos el concepto de Calasso en el sentido de que cada libro se debe vender como parte de un catálogo. En ese sentido yo escucho a Etgar hablar de su proceso creativo, me viene mucha identificación porque nosotros no tenemos mucha consciencia de que es lo que hacemos paso a paso”, dice Diego Rabasa.

“Si veo el catálogo son etapas, pero ha habido ciertas anclas que nos han trazado la ruta y Keret ha sido como fundamental en nuestra carrera. Cuando empezamos a publicarlo ya era un autor conocido, pero nunca como ahora y en ese sentido hemos crecido con él. El tipo de trabajo que nosotros tenemos que hacer con Etgar Keret no lo habíamos tenido con alguien más. Imagínate, mañana habrá una reunión en la Cineteca donde por lo menos asistirán 500 personas. Impresionante”, concluye Rabasa.

Diego Rabasa, orgulloso frente a su autor. Foto: SinEmbargo

Viene de Israel, un lugar relacionado con la muerte y “muchas de mis historias, en especial en Tuberías, tratan de reflejar la fragilidad de la vida cotidiana. Cuando tratas de llevar una vida normal y decides cosas, también estás caminando sobre un hielo muy delgado que puede romperse en cualquier momento por la violencia”, dijo.

Además de escritor ha decidido dedicarse al cine, por eso de hacer cosas con otro y en La Cineteca pudieron verse tres cortometrajes inspirados en sus historias: ¿Qué es lo que traemos en los bolsillos?, A buck’s worth y Three Towers.

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Considerado uno de los mejores narradores de la literatura contemporánea, el escritor israelí Etgar Keret ha nacido en Tel Aviv, Israel, 1967, donde vive y fue condecorado como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia.

Es autor de novelas gráficas como Nobody Said It Was Going to be Fun (1996), y recibió, en 2007, la Cámara de Oro en el festival de Cannes por la cinta Jellyfish (2010), que dirigió junto con su esposa Shira Geffen. Además es profesor en el departamento de Cine y Televisión de la Universidad en su ciudad natal.

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­–Sus cuentos son como esas figuras de Navidad, uno los da vuelta y sigue cayendo la nieve…

–Me encantan las metáforas asociadas a mi obra. Estoy de acuerdo con todas las cosas lindas que me dicen de mi trabajo. En cierto sentido comparo la escritura con los ataques que tienes de asma. Cuando tienes un ataque de asma tienes muy poco oxígeno y tienes que elegir mucho las palabras. Puedes decir cuatro o cinco palabras, no más. Yo nací con asma y en cierto sentido por alguna extraña razón he comparado la escritura con estos ataques porque tengo que lograr esta síntesis cuando escribo. Siempre tengo una sensación de urgencia, hay como esta sensación de emergencia cuando estoy escribiendo porque tengo que aprovechar ese flujo de ventana porque en cualquier momento se me cierra ese flujo de palabras, se me termina el aire.

–Comenzó a escribir estas historias cuando tenía 20 años…

–Sí y cuando empecé a escribir estas historias no tenía ninguna idea de razones estéticas. Escribí como pude. Cuando las escribí intención de publicarla, lo único que quería hacer era tender un puente de comunicación con las personas más cercanas a mí. La gente me preguntaba ¿por qué escribes en este formato tan breve? Y la verdad es que no tenía ninguna idea…

–El resultado estilístico es sorprendente

–Cuando escribí esas historias me sobrecogían emociones que yo trataba de reprimir de tal forma que iban ejerciendo una especie de presión, que explotaban, como en una especie de volcán en erupción. Yo era una persona muy reprimida, hacía todo lo posible para alejarme de mis sentimientos y en esa medida me parece que esa acumulación fue creando una tensión cada vez más grandes. Estos pequeños relatos eran especie de libros de quejas de mi inconsciente, que trataba de comunicarme con mi conciencia, que me decía: mira, estás sufriendo, estás padeciendo esto.

Etgar Keret junto a Tuberías. Foto: SinEmbargo

–¿Y qué lugar ocupa la imagen en estos relatos?

–Para mí las historias las recibo siempre de una imagen o de una conversación que escucho alrededor. Usualmente cuando son historias que me vienen de una imagen las escribo en tercera persona, cuando las escucho las escribo en primera persona, vienen de mi monólogo interior. Lo que sucede es que nunca revelo esta imagen en la historia, construyo un relato alrededor de esa imagen y el lector nunca sabe a qué me refiero.

–Como en una especie de Tuberías…

–Sí. Cuando empiezo a escribir no sé que es lo que quiero, pero después de que las leo hay mucha relación entre ellas. Encuentro una narrativa después en la colección de cuentos. Cuando escribí Tuberías que fue mi primer relato tuve acceso a un descubrimiento total. Este descubrimiento fue que estaba sufriendo en el mundo en que yo habitaba y que necesitaba encontrar un salvoconducto que me permitiera una manera alternativa de darle cauce a mis emociones. En ese sentido cada una de mis historias es una especie de tuberías, que me da acceso para comprender mis emociones.

–¿Hay algunas historias de bullying?

­–Sí escribí este libro cuando estaba haciendo mi servicio militar obligatorio y siempre tuve la sensación de que mi comandante me estaba bulleando. Lo que siempre utilicé fue la mala idea que tengo del poder y en este sentido que eso se permeó a lo largo de Tuberías y poco a poco me fui dando cuenta de que era algo esencial para mí.

–¿Qué le da el cine?

–Lo que primero que me atrajo de hacer cine es que hay algo muy solitario en el oficio de escribir. A mí me pareció muy atractiva la parte colaborativa del cine, este espacio donde la creación se hace con personas que tienes a tu alrededor. Se creó para mí un equilibrio perfecto y cuando termino tengo muchas ganas de que me dejen solo.

–Con respecto a la literatura israelí, Amos Oz es como Borges, a quien nunca le van a dar el Nobel…

–La razón no es por falta de merecimiento, sino que nunca va a recibir el Nobel es porque mientras él siga vivo no se va a resolver el conflicto entre palestinos e israelíes. Por una parte debe entenderse con la ideología con que enfrenta este conflicto y por el otro es que esta violencia lo sitúa en una posición que le impide competir por el Nobel.

–¿Usted con qué ideología lo enfrenta?

–Para mí es muy sencillo, siempre que tengas a ciudadanos que no sean capaces de controlar el territorio va a ser muy difícil salir del conflicto. Mientras los palestinos no tengan una autoridad independiente, esto no tiene ningún futuro. La única alternativa que se me ocurre es la alternativa de los dos Estados.

Sexto Piso acaba de publicar el libro que escribió cuando tenía 20 años. Foto: Especial

–Si usted no es rico ni es famoso, como le preguntaron en una publicación china, ¿para que escribe?

–Hay una especie de carácter reflexivo en lo que yo hago, pero nunca tengo mucha consciencia de lo que hago. Escribo historias que no me dejan en paz y la única forma que me dejen en paz es escribiéndola.

–¿Qué le pasa con el lector mexicano, cada vez tiene más público aquí?

–Creo que lo que me sucede en México es único para mí. Hay algunos países en donde pueda vender más ejemplares, pero ninguno, incluso Israel, donde se haya creado un espacio para mí, para mi obra. En ningún lugar me abrazan tanto como aquí. Hay algo sobrecogedor en esta situación. No sé cómo reaccionar frente a eso.