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Juan Villoro: Mario Molina defendió el planeta; fue “intachable en cuanto a su compromiso ético”, dice

jueves, octubre 8th, 2020

Juan Villoro comentó que el próximo coloquio Libertad por el Saber “¿Cuál es el desarrollo para un planeta saludable?” será un homenaje dedicado a Molina, e incluirá temas de biodiversidad y desarrollo sustentable.

Ciudad de México, 8 de octubre (SinEmbargo).- Juan Villoro, presidente de El Colegio Nacional (Colnal), aseguró que el doctor Mario Molina, galardonado con el Nobel de Química en 1995, fue un científico notable que defendió el planeta y el equilibrio ecológico.

De acuerdo con diarios de circulación nacional, Villoro reconoció a Mario Molina como una de las figuras más importantes a nivel mundial en cuanto al ambientalismo y el cambio climático como consecuencia humana. Su especialidad era el hueco en la capa de ozono, puntualizó.

Además, señaló que su fallecimiento ha tomado por sorpresa a la institución, ya que Molina, como miembro, participó hace un par de días en el Consejo del Colnal. Agregó que estuvo muy participativo en la reunión, por lo que fue un suceso inesperado.

Señaló que una de sus características era saber escuchar a los demás, una virtud que no es muy común. Subrayó su interés por conocer la opinión de los otros.

“Fue un compañero entrañable dentro de El Colegio Nacional, que puso siempre el acento en oír a los demás, en fomentar el diálogo como parte esencial del quehacer científico y del conocimiento. Una persona intachable en cuanto a su compromiso ético y un gran especialista en su campo, que nos va a hacer mucha falta”, citaron medios a Villoro.

Paul J. Crutzen, con quien Molina compartió el Nobel de Química en 1995 junto con Frank Sherwood Rowland, propuso nombrar a la era geológica actual como Antropoceno, para destacar la influencia de la humanidad en el calentamiento global y sus consecuencias, dijo Villoro.

Comentó que el próximo coloquio Libertad por el Saber “¿Cuál es el desarrollo para un planeta saludable?” será un homenaje dedicado a Molina, e incluirá temas de biodiversidad y desarrollo sustentable.

Explicó que Molina iba a participar en este evento, ya que contribuyó en las propuestas para tratar de revertir el daño que el ser humano ha causado a la naturaleza. Resaltó su legado durante la pandemia de COVID-19, un momento desafiante para la convivencia con la naturaleza.

Además, Villoro extendió sus condolencias para familiares de Molina y aseguró que “su estela continúa entre nosotros”.

El doctor Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995, falleció este miércoles en la capital del país a los 77 años de edad. El ingeniero químico alcanzó el reconocimiento de la Academia Sueca por ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono en el Antártico.

Mario Molina califica como “error muy grande” continuar con uso de combustibles fósiles

martes, mayo 19th, 2020

Mario Molina reiteró que las omisiones internacionales por reducir la emisión de gases de efecto invernadero ha causado aceleradamente el cambio climático.

Ciudad de México, 19 de mayo (SinEmbargo).- Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995, criticó la decisión de los gobiernos de regresar al uso de combustibles fósiles y propuso reemplazarlos por energías renovables.

Durante su conferencia digital “Cambio climático. Ciencia y Política” mediante la página web de El Colegio Nacional, el científico mexicano señaló que es importante dejar atrás los combustibles fósiles en esta década y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Según el reporte de medios, Molina aseguró que no tiene sentido seguir promoviendo energías a base de petróleo como el carbón, pues aunque este tipo de combustibles fósiles sean necesarios económicamente, se puede generar electricidad utilizando celdas solares y a través de la energía eólica.

Por otra parte, el Premio Nobel recordó la necesidad de atender los acuerdos internacionales como el Pacto de París, pues es importante que los gobiernos tomen decisiones respecto al uso de combustibles fósiles, basándose en el conocimiento científico y no en lo que aseguran algunos expertos.

En este sentido, citó el ejemplo del Presidente estadounidense Donald Trump, quien ha amenazando públicamente con abandonar el Pacto de París, y señaló que a pesar de que la ciencia no es la única respuesta, sí proporciona datos certeros de las consecuencias de seguir el camino de EU.

Mario Molina reiteró que las omisiones internacionales por reducir la emisión de gases de efecto invernadero ha causado aceleradamente el cambio climático.

La Secretaría de Energía publicó el viernes pasado en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo mediante el cual reduce la participación del sector privado respecto de las energías renovables.

Julia Carabias es nueva integrante del Colegio Nacional; es la cuarta mujer en entrar desde 1943

miércoles, junio 6th, 2018

Después de muchas discusiones y de varios reclamos, la maestra de Biología y Ciencias ha sido nombrada nueva integrante de El Colegio Nacional, sumándose así al máximo de 40 personalidades que la institución puede agrupar. Pendiente la fecha en que ofrecerá su lección inaugural y convertirá su elección en definitiva.

Ciudad de México, 6 de junio (Sin Embargo).- El último integrante que había sido elegido para formar parte de El Colegio Nacional había sido el crítico Cristopher Domínguez Michael. Los reclamos en las redes sociales no se hicieron esperar. Hubo gente, incluso, que acusó al flamante integrante de sexista, de misógino y hasta hubo un manifiesto que la docente y crítica Lucía Melgar publicó en la revista Nexos.

No hay un reglamento que prohíba elegir a mujeres al Colegio Nacional, pero el hábito ha hecho al monje y Julia Carabias, nacida el 11 de agosto de 1954, en la Ciudad de México, es la cuarta mujer en la larga historia de la institución, que viene de 1943.

Es maestra en Biología y Ciencias, egresada de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha impartido cursos y dirigido tesis tanto en la Facultad de Ciencias, así como en diversas instituciones de investigación y educación superior en materia de botánica, ecología, manejo de recursos, restauración ecológica y conservación.

Su trabajo de investigación se ha centrado en la regeneración de selvas tropicales, restauración ambiental, manejo de recursos naturales, ecología y sistemas productivos, cuentas patrimoniales, cambio global, pobreza y medio ambiente y política ambiental. Sobre estos temas, ha producido numerosos artículos científicos y ha sido coautora de varios libros, entre los que destacan: Ecología y autosuficiencia alimentaria; La producción rural en México: alternativas ecológicas; For Earth’s Sake; Manejo de recursos naturales y pobreza rural; Agua, medio ambiente y sociedad: hacia la gestión integral de los recursos hídricos en México; Cambio climático y los retos mexicanos; Desarrollo sustentable y riesgos ambientales; Cien casos de éxito de la conservación del patrimonio natural; Usumacinta: bases para el manejo integral; y Conservación y desarrollo sustentable en la Selva Lacandona.

Carabias fue coordinadora, entre 1984 y 1994, del Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales en Áreas de Subsistencia (PAIR).

Fue presidenta del Instituto Nacional de Ecología, en 1994 y primera titular y fundadora de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, de 1994 a 2000. Realiza actividades académicas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, forma parte del Consejo Directivo de Natura y Ecosistemas Mexicanos, A.C. y es vicepresidente del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente (CeIBA).

Fue miembro de la Comisión sobre los Países en Desarrollo y el Cambio Global y presidenta del Panel Técnico Científico del Fondo Mundial Ambiental (GEF); formó parte del Panel Multidisciplinario de Expertos de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) de la ONU. Actualmente pertenece a varios consejos directivos y académicos de organismos nacionales e internacionales.

En 2000 recibió el Premio Getty, otorgado por el World Wildlife Fund. En octubre de 2004 recibió el Premio Internacional Cosmos. En abril de 2005, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) le otorgó el Premio Campeones de la Tierra. Recibió el Premio Héroes de la Conservación, otorgado por The Nature Conservancy en 2006. También obtuvo en 2011 el reconocimiento Naturaleza, Territorio y Sociedad: Alexander von Humboldt, otorgado por la Universidad de Guadalajara. En 2013 la Universidad Autónoma de Nuevo León le otorgó el doctorado honoris causa y recibió, en 2017, la Medalla Belisario Domínguez del Estado mexicano.

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No se puede hablar de gramática sin hablar de identidad (VIDEO)

sábado, noviembre 4th, 2017

No se puede hablar de gramática sin hablar de identidad: la lengua es el patrimonio intangible de los seres humanos, es nuestro vehículo de identidad y el soporte de nuestra visión del mundo. Poner las palabras en gramática es lo que nos hace esencialmente seres humanos: Concepción Company Company

Ciudad de México, 4 de noviembre (SinEmbargo).- El Colegio Nacional (ECN) albergó la conferencia-concierto Gramática y canción popular del español, bajo la coordinación de la lingüista, filóloga e investigadora Concepción Company Company.

Mediante ejemplos de la canción popular, Company realizó una explicación de la gramática del español, con especial atención al español hablado en México y en el resto de Hispanoamérica. “No se puede hablar de gramática sin hablar de identidad y sin decir que la lengua es el patrimonio intangible de los seres humanos”, subrayó la filóloga, que también enfatizó que “toda lengua es nuestro vehículo de identidad y el soporte de nuestra visión del mundo”.

“Poner las palabras en gramática es lo que nos hace esencialmente seres humanos”, sentenció la académica, definiendo la gramática como la disciplina que se ocupa de cómo los hablantes ponemos en contexto, en construcciones y colocaciones el léxico de una lengua. “No hay nada gratuito en la construcción de la gramática que hacemos los hablantes día a día”, remarcó Company.

La lingüista describió también la sintaxis como parte de la gramática, siendo la disciplina que analiza cómo se combinan y se disponen linealmente las formas de una lengua y cómo, a través de esas combinaciones, “puede manifestarse la simbolización del mundo de un pueblo”.

“La sintaxis puede y suele ser un espejo de la identidad”, puntualizó Company, y precisó que “somos la única especie capaz de hacer sintaxis libre y de combinar creativamente secuencias y construcciones para hacer sintaxis ‘nueva’, bajo ciertos moldes gramaticales, sin necesidad de repetir lo ya oído o lo ya dicho”.

La interpretación de las populares melodías estuvo a cargo de la cantante Itzel Hernández. Foto: El Colegio Nacional

A través del análisis de canciones de autores tan reconocidos como Juan Gabriel, José Alfredo Jiménez y Julio Jaramillo, entre otros muchos, Company se centró en la descripción de dos ejes asimétricos donde la lengua española carga estructuras: el campo gramatical de la impersonalidad/despersonalización y el de la afectación. “El español hace un juego sintáctico doble y constante”, detalló Company, “por un lado despersonalizamos y por el otro nos acercamos y cuidamos al oyente. Estos dos mecanismos están constantemente en la gramática del español y se hacen muy visibles en la canción popular”.

La interpretación de las populares melodías propuestas por Company para ejemplificar su ponencia, tales como “Te odio y te quiero”, “Alma de acero” y “Amor eterno”, estuvo a cargo de la cantante Itzel Hernández, acompañada del Grupo Zacatecas del Maestro Rubén Esparza.

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“México es una tragedia extrema y se parece cada vez más a 2666 de Bolaño”, dice Villoro

miércoles, octubre 11th, 2017

El escritor mexicano asegura que “preferiría tener un mejor país, aunque si fuéramos felices no habría literatura, es decir, sin crisis no hay historias que contar”.

Es la oscuridad de lo real. Foto: Cuartoscuro.

Ciudad de México, 11 de octubre (RT/SinEmbargo).- Desde la calle Donceles, en el centro histórico de la Ciudad de México, el prolífico escritor Juan Villoro, fanático del equipo de futbol Necaxa, concede, imparable, una entrevista tras otra. Luego de presentar su obra La desobediencia de Marte en el Teatro Helénico, al sur de la capital del país, Villoro se toma el tiempo para pasear por la biblioteca de El Colegio Nacional mientras habla por su teléfono celular.

La voz gruesa del también cronista retumba entre los pasillos, mientras el eco permite reconocer algunas obras de autores mexicanos que yacen en este recinto histórico: Historia mínima de la cultura mexicana en el siglo XX, de Carlos Monsiváis; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia; y La región más transparente, de Carlos Fuentes.

Son precisamente estas obras, las que desde su trinchera narrativa y conceptual, ilustran un país diverso que atraviesa por una de sus peores crisis de credibilidad y gobernabilidad, pero que no deja de ser asombroso para crear nuevas y mejores historias día tras día. Esta es la de Juan Villoro Ruiz.

RT: Es considerado por mucha gente como una de las voces más influyentes del periodismo mexicano y de la literatura latinoamericana, ¿qué le falta por hacer?

J.V.: Inevitablemente estoy en el tercer acto de la obra de teatro, es decir, en el último. Tratando de aprovechar bien el tiempo, pero con la sensación curiosa de estar siempre empezando. Comencé a escribir teatro formalmente a los 50 años, y una de las cuestiones interesantes al respecto, es el placer de ser principiante. En el futuro uno va a volver a sentir las mismas inquietudes y, si no las sientes, es que estás muerto.

RT: En ese sentido, ¿se siente más afianzado en la literatura o en el periodismo?

J.V.: El periodismo te exige una certeza de lo que estás haciendo, ya que a diferencia de los demás géneros, este se consume al instante. Muchas veces el periódico —sobre todo en su formato impreso— desaparece al día siguiente y en el mejor de los casos se usa para limpiar ventanas o envolver pescado. Como novelista tienes la opción de diferir tus lectores, puedes decir: “Ahora no me comprendieron, pero tal vez en el futuro alguien traduzca mi novela al checo y descubran en ese país que es fascinante”.

RT: ¿Preferirías tener un mejor país o una mejor literatura?

J.V.: Preferiría tener un mejor país, aunque si fuéramos felices no habría literatura, es decir, sin crisis no hay historias que contar.

RT: ¿Qué similitudes encuentra entre la literatura y un país como México?

J.V.: La literatura surge de los problemas, es casi imposible concebir a una sociedad sin letras, porque hasta en Suiza ha habido buenos escritores. Max Frisch y Friedrich Dürrenmatt son prueba de ello. Sin embargo —insisto— preferiría que México se pareciera más a un país vivible, asumiendo el riesgo de perder temas literarios, porque evidentemente estamos frente a una cantera de dificultades que dan origen a muchos libros.

RT: Si tuviera que clasificar a México en una novela, ¿cuál sería?

J.V.: El país es una tragedia extrema y se parece cada vez más a 2666 de Roberto Bolaño, especialmente en todos los crímenes que aborda la obra. México es una clara expresión de este género.

RT: ¿La realidad de un país mejora por escrito?

J.V.: Es la oscuridad de lo real. Es una forma de encontrar resistencias creativas y disfrutables, aunque en el fondo sabes que son dolorosas porque son verdades.

RT: En el libro Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa se hace justo ese planteamiento, el cual inicia con una frase épica: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”.

J.V.: Has dado con el punto, pero Vargas Llosa no hace esta pregunta para decir que Perú no vale la pena, sino todo lo contrario. Hace esta pregunta y después escribe una novela de 500 páginas para tratar de resolverla. Esto quiere decir que cuando las cosas te duelen, es porque en verdad te importan.

RT: Finalmente, ¿quién es Juan Villoro, a qué dedica gran parte de su día?

J.V.: Esa autodefinición es imposible. Yo me dedico a escribir y espero averiguar algún día por qué hice todo esto. Yo sería la última persona en definirme.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE RT. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

Lo llamábamos José Emilio como decimos Juan Gabriel: Vicente Quirarte

sábado, septiembre 3rd, 2016

Ejerció la poesía como una forma de felicidad: cifró su destino en ella, pero nunca se ostentó como poeta. Su obra poética tuvo un crecimiento constante que lo llevó a construir sus últimos libros con una lucidez mayor; su lenguaje poco a poco se fue haciendo más abstracto y más concreto, el “yo” de sus poemas poco a poco se fue borrando para transformarse en una voz colectiva.

Ciudad de México,  3 de septiembre (SinEmbargo).- La voz colectiva de José Emilio Pacheco, a quien llamábamos por su nombre de pila como quien decimos Juan Gabriel, con ese sentimiento de apropiación sólo dedicado a los artistas destinados a perdurar en el corazón de su pueblo, fue el carácter destacado por el también poeta Vicente Quirarte, durante las conferencias sobre el autor de Batallas en el desierto, llevadas a cabo en El Colegio Nacional.

 “No es un poeta popular pero sí un poeta transparente, un poeta popular sería José Alfredo Jiménez. Le decíamos José Emilio como decimos Juan Gabriel, ni siquiera decíamos sus apellidos porque lo sentíamos como parte de nuestra familia”, dijo Quirarte.

El autor de Tarde o temprano, El reposo del fuego, Irás y no volverás y No me preguntes cómo pasa el tiempo, “buscó que la literatura no perteneciera a un autor sino que fuera colectiva, que fuera anónima. Ya desde sus libros de juventud existe la necesidad de que el ‘yo’ no sea tan importante como lo expresado: que el ‘yo sufro’ y el ‘yo padezco’ no fueran lo principal sino esta voz artificial que permite al lector recuperar el mensaje emitido por el poeta”, agregó.

“José Emilio jamás pensó en una idea del ‘poeta’ porque siempre quiso hablar desde una voz que tratara de dar testimonio, un poema es el resultado de reducir la distancia entre lo pensado y lo escrito.”, expresó el miembro de El Colegio Nacional.

“No es un poeta oscuro, lo que no significa que sea un poeta fácil. La ética y la creación fueron de la mano en toda su obra: la vocación literaria nunca le pareció algo opuesto a la vida. Sin pretensiones de autoridad, con una sensibilidad comunitaria y abarcadora, juez implacable de sí mismo, José Emilio Pacheco no daba consejos: su ejemplo venía de la acción”.

UN POETA LEÍDO POR LOS JÓVENES

“José Emilio fue cada vez un autor más joven, cada vez era leído por más jóvenes y una de sus vacunas vitales era El Colegio Nacional: llegaba aquí muriéndose y salía como torero”, dijo Quirarte, para quien el autor de Batallas en el desierto se desenvolvió también como uno de los más lúcidos cronistas de México.

“Es un cronista muy particular, su afán de cronicar se manifiesta en todos los géneros que cultiva. De acuerdo con el escritor, el optimismo es la forma de ceguera que le proporcionamos al Apocalipsis. Fue visionario, memorioso y capaz de establecer relaciones entre lo que sucedió con lo que sucede y sucederá”, dijo el conferencista.

En la visión de Quirarte José Emilio Pacheco fue un escritor preocupado porque las palabras -como decía Mallarmé- tuvieran un sentido puro y fueran de todos: la literatura como una voz colectiva.

“Heredó la espada de doble filo de la poesía conversacional, pero desde su juventud supo que no podía negar la conquista de la poesía pura ni las batallas libradas durante años para conquistar la autonomía del hecho literario”.

Así “la poesía conversacional se convierte en un instrumento de comunicación pero también se convierte en un riesgo: cualquiera piensa que puede escribir poesía. La finalidad de un poeta es llegar a escribir con la transparencia e inmediatez de un niño, la poesía es una forma de vida, no la huida de la realidad sino la entrada en ella: si la historia es una máquina del tiempo, la poesía es una máquina sin tiempo”, expresó Quirarte.

“Un poeta cuando ejerce otro género literario, vuelve a la poesía el centro de todo, no para cargarlo de miel sino para cargarlo de intensidad, de rigor y eso es lo que pasa con la prosa de José Emilio Pacheco”, apuntó.

Batallas en el desierto es una obra que tiene la concentración e intensidad de la poesía, concluyó el autor de más de 20 poemarios, entre ellos Como a veces la vida, Esa cosa tan de siempre (publicado en España y Colombia), Cicatrices de varias geografías y Enseres para sobrevivir en la ciudad.

VICENTE QUIRARTE | Todo mexicano lleva “Alta traición” tatuado en el alma

sábado, agosto 27th, 2016

De poeta a poeta: Tres conferencias sobre José Emilio Pacheco enmarcan la tarea de Vicente Quirarte en El Colegio Nacional.  “El joven poeta, entre la aventura y el orden”, “El poeta como cronista” y  “El poeta en la prosa”, revivirán la figura siempre fascinante del autor de Batallas en el desierto.

Ciudad de México, 27 de agosto (SinEmbargo).- “Ser poeta y ser inteligente es una de las dualidades más difíciles. José Emilio Pacheco nació con ambas alas y si su obra tiene esa tensión esencial es porque su actividad primordial es la poesía”, escribe el poeta Vicente Quirarte, miembro del Colegio Nacional, donde el lunes inician las jornadas de homenaje al autor de Batallas en el desierto.

El lunes 29, efectivamente, se llevará a cabo la conferencia “El joven poeta, entre la aventura y el orden”. Las jornadas siguen el martes 30 con la charla titulada “El poeta como cronista” y el miércoles 31 es el turno de “El poeta en la prosa”.

“Nunca emociona a su poesía. Por eso nos emociona y enriquece. Si sus dos primeros libros lo muestran continuador de la gran tradición de la poesía como fiesta del intelecto, a partir de No me preguntes cómo pasa el tiempo da un giro radical. Sin abandonar su preocupación por lo mexicano, José Emilio mira la tierra, sus devastaciones, sus ruinas, pero también sus treguas y epifanías. Su poesía se convierte en un inventario del paso de los días, donde no cuenta el testimonio personal sino se privilegia la voz del poeta”, prosigue Quirarte.

“En sus libros de expresión cada vez más depurada, dentro de su difícil sencillez, brinda una constante lección del maestro, un permanente examen de la vista. José Emilio es un poeta de poemas, pero también de series que por su unidad integran momentos inolvidables de nuestra tradición: si la “Elegía del retorno” es el mejor poema extenso escrito sobre el terremoto de 1985, es porque en él la historia y la poesía se funden para construir un poema épico. Sus poemas dedicados a los animales alcanzan la categoría de grabados verbales por el vigor y la objetividad con que el poeta los burila. Una serie como “Circo denoche» es memorable porque en cada poema José Emilio combina, sin que se noten, la rabia y la ternura, la compasión y la objetividad.

En su obra ejemplar, José Emilio Pacheco eligió la humilde y difícil labor de recordar a sus hermanos de planeta la naturaleza de las cosas, la conciencia de navegar acompañados en “esta molécula de esplendor y miseria que llamamos la Tierra”, concluye el poeta nacido hace 62 años y quien como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de El Colegio Nacional considera la la labor poética exigente y rigurosa, pero sobre todo benéfica para la sociedad.

Vicente Quirarte: Seguir aprendiendo con José Emilio. Foto: Alejandro Gaspar, SinEmbargo

Vicente Quirarte: Seguir aprendiendo con José Emilio. Foto: Alejandro Gaspar, SinEmbargo

VICENTE QUIRARTE SOBRE JOSÉ EMILIO PACHECO

Desde ese beneficio de la palabra que tan bien cultivó José Emilio Pacheco (1939-2014), el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2011, especialista en la literatura del siglo XIX y del XX, estudioso de la historia de México y conocedor de héroes y poetas de quienes ha realizado antologías, entre los que se encuentran Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto y Francisco Zarco, se detiene ahora en la vida y obra del autor de El principio del placer y No me preguntes cómo pasa el tiempo, entre otros.

Serán tres conferencias en El Colegio Nacional que tienen a Quirarte ocupado en hacer lo que menos le gusta: dar entrevistas. Todo sea por José Emilio.

–¿Recuerda el primer poema de José Emilio Pacheco?

–Creo que todos nacimos con el poema “Alta traición”, que ha sido tan imitado y parafraseado por los jóvenes sobre todo en la época del Bicentenario. Eso pasa entre otras cosas porque José Emilio Pacheco nos hace sentir que escribimos sus poemas. Por eso es un autor clásico y por eso parece tan fácil. En la Universidad de Jerusalén, donde estuve dando clases, los alumnos me dijeron que el único autor de los que les había dado, el único que no les exigió diccionario fue el de José Emilio Pacheco. Eso podría parecer un insulto para un escritor, me parece en cambio una gran alabanza en su caso, porque él es el poeta de la difícil sencillez. Era un escritor además en constante renovación. El primer poema que leí fue, sí, “Alta traición”. Luego vinieron los libros El reposo del fuego y Los elementos de la noche, donde ya en los ’60 mostraba su voz clásica, un autor con todos sus recursos retóricos ya dominados. En el libro No me preguntes cómo pasa el tiempo, al cual le vamos a dedicar la segunda conferencia, tiene un cambio radical, se vuelve más coloquial, exteriorista y sin embargo como un hombre que observa la realidad desde fuera. Un libro que influyó de manera decisiva en mi generación, donde aparece el tema constante de la poesía de José Emilio: el paso del tiempo.

–En una tierra de grandes poetas como México, este estilo conversacional de José Emilio, ¿podría constituirse como un signo de modernidad?

–Bueno, el concepto de modernidad es difícil en México. Podríamos por ejemplo hablar de la modernidad de los ’20, pero pienso que la adopción del coloquialismo por parte de Pacheco obedece a la agitación juvenil de los ’60,  a la necesidad de tomar una posición, la de hacer el amor y la revolución al mismo tiempo, como planteaba el París del ’68. Esta necesidad de manifestarse y de ser irreverente, un fenómeno común a todas las generaciones literarias, todos los jóvenes se rebelan en su momento. “A los 20 años ya somos todo aquello que nunca quisimos ser”, dice José Emilio Pacheco, aunque esa es una maldición que no se cumplió en su vida, pues siempre estuvo relacionado con su tiempo, nunca se dejó vencer por las modas, siempre fue un gran lector de los jóvenes…

–¿Fue a la poesía lo que José Agustín a la narrativa?

–Creo que con No me preguntes cómo pasa el tiempo él logra llegar esencialmente a los jóvenes, luego vino una etapa donde se volvió un tanto convencional, como llegó a decir su gran amigo Carlos Monsiváis, fue la época en que su poesía se tornó autocompasiva. Sin embargo, sus últimos libros son de una precisión, de una desolación, de una belleza, tan exigentes; tal el caso del poema “Nubes”, acaso uno de los más hermosos de la lengua en español. Un poema enteramente optimista de José Emilio. Era un hombre profundamente pesimista, pero sentía que todos los dolores del mundo eran los suyos y que era responsable de todos los dolores del mundo. En ese sentido, no parece haber sido un hombre infeliz, pues encontraba las alturas en la poesía y en este continuo vivir descubrió “esta molécula de esplendor y miseria que llamamos la Tierra”. Como todo artista tenía la conciencia de que el mundo está hecho de estas dos mitades, de oscuridad y de luz, de alba y de noche.

–Fue traductor de Eliot y de otros poetas extranjeros, pero parecía estar muy satisfecho de ser mexicano, de estar en México, de ser con México

–Él siempre quiso ser mexicano, por eso cuando tuve el privilegio de entrar a El Colegio Nacional hablé de José Emilio Pacheco y de Rubén Bonifaz como dos miembros trascendentes del universo escritural de México y una cosa de la que no me cabe la menor duda es que ambos honraron a México, siendo muy mexicanos y a la vez muy universales. Cuánto tiempo dedicó José Emilio a la traducción de T.S.Eliot, a los “Cuatro cuartetos”; todavía unos pocos días antes de su muerte, se publicó en la revista Letras Libres su última versión de esta obra.

–Un poeta muy distinto a él

–Sí y no. Un escritor encuentra en otro lo que siempre quise decir. En su recopilación de Tarde o temprano recoge los “Cuatro cuartetos”, donde dice “lo último que nos queda es el intento, lo demás no es asunto nuestro”. José Emilio nunca tiene la última palabra y  lo que nos queda es seguir intentado.

Siempre nos dolerá que José Emilio Pacheco no esté con nosotros; 74 años son pocos para una inteligencia como la suya. Foto: Alejandro Gaspar, SinEmbargo

Siempre nos dolerá que José Emilio Pacheco no esté con nosotros; 74 años son pocos para una inteligencia como la suya. Foto: Alejandro Gaspar, SinEmbargo

–En ese intento permanente, en sus últimos días le dolía –creo- la transformación para mal de la Ciudad de México

–Siempre nos dolerá que José Emilio Pacheco no esté con nosotros; 74 años son pocos para una inteligencia como la suya, egoístamente hubiéramos querido tenerlo más con nosotros, pero también él se marchó cuando ya había consolidado desde muy joven una obra completa y perfecta. Lo que sucede es que él a los 26 años ya era José Emilio Pacheco, ya tenía esa visión tan madura, tan precisa, de lo que era la literatura.

–Ahora que estamos en una fiesta de la juventud, con mucho menos ruido los jóvenes de ayer fueron grandes en la primera juventud

–La conferencia de ingreso a El Colegio Nacional lleva por título “El laurel invisible”, una expresión de Carlos Pellicer con la que traté de encontrar en los textos y los autores de los que hablo, es cómo el concepto de juventud siempre ha existido, al menos desde el siglo XVIII. En estos días está por graduarse de doctor el alumno Anuar Jalife Jacobo, en el Colegio de San Luis, con una tesis sobre la juventud. El joven es el que siempre está en contra de las estructuras prefijadas, aun cuando en nuestros tiempos ha cambiado el concepto de longevidad. Un personaje como el arquitecto Teodoro González de León es a los 90 años de edad más joven que todos nosotros. Como dijo Joaquín Sabina refiriéndose a Joan Manuel Serrat: “yo de joven, quisiera ser como él”.

–Cuando venía para acá, pensaba en que usted todavía es muy joven

–No diga eso, me acuerdo de Ignacio Padilla, desaparecido a los 47 años, aunque nos queda por suerte una gran obra y la percepción de que en vida llegó a recibir todos los honores que merecía. Juan Villoro me decía que ingresar a El Colegio Nacional era como comprar un documento de longevidad, pero la verdad es que nadie tiene la vida comprada. Hay que vivir el día como si fuera el último, tal como lo dijo José Emilio Pacheco: “la página que estamos escribiendo es la última y puede ser también la primera”. Uno espera que la página que escribirá mañana tenga menos imperfecciones que la que escribió ayer. Sin embargo, eso es también una utopía, de pronto uno se encuentra con el joven que fue y ve esos escritos de la juventud, hechos con una irresponsabilidad y frescura que no tiene ahora. José Emilio Pacheco me dijo una vez: “Yo ya me canso”. Pablo Neruda decía “sucede que me canso de ser hombre”, uno se cansa pero también se vuelve más exigente con lo que hace.

–Es relativo el concepto de evolución en el arte

–Sí. Hay procesos creativos. En el libro El cuerpo de la obra, muy hermoso, muy iluminador, Didier Anzieu, habla de esos procesos artísticos que queman sus etapas a la primera, tal el caso de Rimbaud, de Mozart, seres que hacen toda su obra en la juventud, contrarrestados con los procesos artísticos que llevan toda una vida, como en Goethe, Neruda, el propio José Emilio Pacheco. Están Juan Rulfo y Alí Chumacero, escriben en su juventud y luego callan. Didier Anzieu asemeja ese proceso creativo de la juventud con el erotismo…

–¿Encontraremos en estas conferencias a hermanos poetas de José Emilio? Pienso mucho en Eugenio Montale, como otro poeta atado a la geografía, prendido a la tierra y al mismo tiempo con una voz interior tan potente

–Creo que en ese sentido se podrían hacer varias antologías de José Emilio Pacheco. Así como Jorge Esquinca hizo una antología con sus poemas de animales, ilustrados por Francisco Toledo, también se podría hacer una antología de los poemas sobre México como país  y otra dedicada a la Ciudad de México. José Emilio Pacheco fue de los autores más fecundamente habló de su tierra natal. Esta ciudad cuya destrucción le dolía tanto; el hecho de que “Las ruinas de México” sea el mejor poema escrito sobre el terremoto del 85 es porque José Emilio tenía esta capacidad para darse cuenta del proceso de destrucción llevado a cabo por la naturaleza y también por los propios habitantes de la ciudad.

–¿Qué significa para un poeta hablar de otro poeta?

–Pues se trata de aprender constantemente de él. Todo mexicano lleva tatuado en el alma, como un segundo himno nacional, el poema “Alta traición”. Sin embargo, José Emilio dijo en una oportunidad haberle encontrado una falla, una rima interna, es decir, era un autor que siempre estaba revisándose. Por eso es un maestro del que aprendemos siempre, que nos lleva además a otros poetas. A sus traducciones, que llamaba “aproximaciones”, también las consideraba parte de su obra. Como un trabajo hacia los demás. Fue un autor que nunca se preocupó por la palabra obra, creía en el proceso de escritura y reescritura. Por eso es tan importante su poema “Carta a George B. Moore en defensa del anonimato”. No le gustaban las entrevistas, prefería la conversación solitaria en la página con el lector. “Escribo y eso es todo”, dice en ese poema.

 

Juan Villoro lee a Sergio Pitol: “El desfile del amor”, una novela y la virtud narrativa

sábado, julio 9th, 2016

“Me gustaría tener algo de él en lo que yo escribo, definitivamente”, admitió el autor de El Testigo, al concluir su ciclo Novelas Mexicanas en el Colegio Nacional

La realidad y la historia mexicanas entendidas desde la literatura. Foto: Colegio Nacional

La realidad y la historia mexicanas entendidas desde la literatura. Foto: Colegio Nacional

Ciudad de México, 9 de julio (SinEmbargo).- El desfile del amor, novela publicada en 1984 por Sergio Pitol como parte de la Trilogía del carnaval, que reúne también a La vida conyugal y Domar a la divina garza, nació de una visita a una exposición fotográfica de Egon Erwin Kisch en Praga, en la que el escritor mexicano encontró muchas fotografías del México de los ‘40, entre ellas, una del edificio Minerva, ubicado en la colonia Roma, donde Pitol vivió durante su infancia.

“Para el escritor es una liberación tener datos que exigen ser completados, Pitol se sirve de éste defecto eficiente para convertir la limitación testimonial en virtud narrativa. Entender a medias para completar con la imaginación, esto será el núcleo narrativo de El desfile del amor”, dijo Juan Villoro en la última de sus conferencias del ciclo Novelas mexicanas, llevado a cabo en El Colegio Nacional.

Para el autor de El testigo, la gran apuesta de la narrativa de Pitol (nacido en Puebla, en 1933) es el arte de enseñar a leer de otro modo; de hacerle ver al lector que la literatura no es algo clausurado o concluido, que un libro cerrado no es arte.

“La novela de Pitol fracasa como investigación policial pero triunfa como investigación narrativa, en el sentido de que la narrativa nunca tiene una verdad única. La imposibilidad y la incapacidad del personaje principal, un historiador que investiga un asesinato, hacen que el texto tenga una estructura singular: lo que se va a averiguar tiene que ver con la experiencia del mundo, los hechos y la manera de interpretarlos”, afirmó Villoro.

“Toda la literatura de Pitol tiene que ver con una idea de la traducción. En El desfile del amor los personajes hablan y Miguel del Solar, el personaje principal, los tiene que traducir”, agregó.

Juan Villoro en El Colegio Nacional. Foto: Cortesía El Colegio Nacional

Juan Villoro en El Colegio Nacional. Foto: Cortesía El Colegio Nacional

LA SOCIEDAD DERROTA A LA VERDAD

A lo largo de El desfile del amor es difícil acercarse a los sucesos, la sociedad derrota a la verdad, los hilos se van tejiendo y los capítulos resultan teatrales; el amor es un engaño, el humor se combina con reflexiones profundas y los personajes -singulares, maldicientes y excéntricos- se enfrentan a un destino inescapable y carnavalesco.

La novela, aunque titulada igual que una película de Ernst Lubitsch, no tiene nada que ver con ella y contiene ecos de Dickens, Faulkner, Chéjov, Nabokov y de otros autores traducidos por Pitol.

“La novela de Pitol es una gran metáfora sobre México, donde no se puede descifrar la verdad y las cuotas de impunidad son altísimas. Sería dramático que en el México de hoy nos acostumbráramos al rojo marcador de sangre como mera estadística, hay periódicos que cuentan los asesinatos como si fuera una cuestión deportiva cuando cada uno de éstos debería tener una historia detrás y ni siquiera tenemos un registro de las víctimas”, afirmó.

Para Villoro, la situación actual no puede ser remediada a través de la literatura pero sí como sociedad. El desfile del amor habla de estos mecanismos y de una sociedad donde la verdad es incómoda y no puede circular: “la novela tiene una actualidad que seguramente a Pitol no le gustaría que tuviera, ojalá pudiéramos verla como una obra de ficción y no como un espejo de la realidad”, aseguró.

El miembro de El Colegio Nacional también destacó el cuento “Mephisto Waltzer”, incluido en el libro de relatos Vals de Mefisto, que trata sobre una mujer que critica un texto escrito por su ex marido. “El cuento muestra cómo una historia se puede convertir y traducir en otra, no le interesa la trama como tal sino la opción del argumento como una posibilidad que genera otra”, comentó, “es El aleph de Pitol, ahí se condensan todas sus técnicas y procedimientos narrativos”.

“Si pudiéramos pensar en una figura para este viajero de tantas literaturas, espacios y latitudes que es Sergio Pitol, yo pensaría en un mapa movedizo cuya geografía cambia a medida en que avanzamos en él, este cambio incesante es la verdad siempre modificable del extraordinario fugitivo de las letras mexicanas, Sergio Pitol. Me gustaría tener algo de él en lo que yo escribo, definitivamente”, concluyó Juan Villoro.

La escritura no es para los débiles: “Melville en Mazatlán”, obra de Vicente Quirarte

sábado, abril 30th, 2016
Elena de Haro y Arturo Ríos, en la lectura dramatizada de "Melville en Mazatlán". Foto: El Colegio Nacional

Elena de Haro y Arturo Ríos, en la lectura dramatizada de “Melville en Mazatlán”. Foto: El Colegio Nacional

“Nos hace mucha falta ver teatro”, asegura Eduardo Ruiz Saviñón, director de la obra, en diálogo con el público que asistió al Colegio Nacional para escuchar al poeta. “La escritura no es para los débiles”, afirma el viejo. “Tampoco el mar”, contesta el joven.

Por Alicia Sandoval

Ciudad de México, 30 de abril (SinEmbargo).- Un joven marinero, ansioso por viajar y escribir una gran novela, se encuentra con un viejo amargado, golpeado por la vida, que ha dejado el oficio. Los dos se llaman Herman Melville y su miedo se encarna en una página en blanco, en una ballena que recorre las costas del Pacífico. “La escritura no es para los débiles”, afirma el viejo. “Tampoco el mar”, contesta el joven.

De eso trata Melville en Mazatlán, obra en un acto de Vicente Quirarte, leída y dramatizada en El Colegio Nacional por Arturo Ríos y Elena de Haro, bajo la dirección de Eduardo Ruiz Saviñón y el videoarte de Azael Sáenz.

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Inspirado en la estancia -entre marzo y abril de 1843- del célebre escritor estadounidense en el puerto de Mazatlán, Vicente Quirarte imagina a un Melville deprimido, sacudido por el suicidio de su hijo, a punto de terminar Billy Bud, obra que sería publicada de manera póstuma.

El encuentro ficticio con su “yo” joven suscita a reflexionar sobre el choque entre generaciones y sus respectivos valores, el proceso creativo de la escritura, los anhelos y las expectativas de un “querer ser” frente a la desilusión de un “no haber sido”; sobre la experiencia como navegación, la literatura como el mar.

Vicente Quirarte, miembro de El Colegio Nacional apuntó que, más allá de ser un homenaje al autor de Moby Dick y Bartleby el escribiente, la obra se construye y se relaciona sobre su obsesión permanente con las ballenas.

El gran poeta Vicente Quirarte y su amor desaforado por las ballenas. Foto: El Colegio Nacional

El gran poeta Vicente Quirarte y su amor desaforado por las ballenas. Foto: El Colegio Nacional

“Uno de mis máximos regalos de mis amigos en Mazatlán fue llevarme en un barco a navegar en medio de las peñas, mi fervor por las ballenas, tratar de conocerlas en persona e ir varias veces a Bahía Magdalena, se traduce en la obra”, afirmó el poeta.

“Lo que Vicente escribió y lo que quiso decir, lo que nosotros hacemos nuestro, pasa de una manera muy nítida y gozosa, para mí hacer la obra es siempre un placer”, dijo el actor Arturo Ríos, quien interpreta al Melville viejo.

“Nos hace mucha falta ver teatro y salir con la buena energía y la luz que proyecta el arte. Para lo oscuro que está este país, es una obra muy gozosa”, dijo a su tiempo el director Eduardo Ruiz Saviñón, a quien le gustaría llevarla al puerto sinaloense e incluso montarla junto al mar.