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Lo llamábamos José Emilio como decimos Juan Gabriel: Vicente Quirarte

sábado, septiembre 3rd, 2016

Ejerció la poesía como una forma de felicidad: cifró su destino en ella, pero nunca se ostentó como poeta. Su obra poética tuvo un crecimiento constante que lo llevó a construir sus últimos libros con una lucidez mayor; su lenguaje poco a poco se fue haciendo más abstracto y más concreto, el “yo” de sus poemas poco a poco se fue borrando para transformarse en una voz colectiva.

Ciudad de México,  3 de septiembre (SinEmbargo).- La voz colectiva de José Emilio Pacheco, a quien llamábamos por su nombre de pila como quien decimos Juan Gabriel, con ese sentimiento de apropiación sólo dedicado a los artistas destinados a perdurar en el corazón de su pueblo, fue el carácter destacado por el también poeta Vicente Quirarte, durante las conferencias sobre el autor de Batallas en el desierto, llevadas a cabo en El Colegio Nacional.

 “No es un poeta popular pero sí un poeta transparente, un poeta popular sería José Alfredo Jiménez. Le decíamos José Emilio como decimos Juan Gabriel, ni siquiera decíamos sus apellidos porque lo sentíamos como parte de nuestra familia”, dijo Quirarte.

El autor de Tarde o temprano, El reposo del fuego, Irás y no volverás y No me preguntes cómo pasa el tiempo, “buscó que la literatura no perteneciera a un autor sino que fuera colectiva, que fuera anónima. Ya desde sus libros de juventud existe la necesidad de que el ‘yo’ no sea tan importante como lo expresado: que el ‘yo sufro’ y el ‘yo padezco’ no fueran lo principal sino esta voz artificial que permite al lector recuperar el mensaje emitido por el poeta”, agregó.

“José Emilio jamás pensó en una idea del ‘poeta’ porque siempre quiso hablar desde una voz que tratara de dar testimonio, un poema es el resultado de reducir la distancia entre lo pensado y lo escrito.”, expresó el miembro de El Colegio Nacional.

“No es un poeta oscuro, lo que no significa que sea un poeta fácil. La ética y la creación fueron de la mano en toda su obra: la vocación literaria nunca le pareció algo opuesto a la vida. Sin pretensiones de autoridad, con una sensibilidad comunitaria y abarcadora, juez implacable de sí mismo, José Emilio Pacheco no daba consejos: su ejemplo venía de la acción”.

UN POETA LEÍDO POR LOS JÓVENES

“José Emilio fue cada vez un autor más joven, cada vez era leído por más jóvenes y una de sus vacunas vitales era El Colegio Nacional: llegaba aquí muriéndose y salía como torero”, dijo Quirarte, para quien el autor de Batallas en el desierto se desenvolvió también como uno de los más lúcidos cronistas de México.

“Es un cronista muy particular, su afán de cronicar se manifiesta en todos los géneros que cultiva. De acuerdo con el escritor, el optimismo es la forma de ceguera que le proporcionamos al Apocalipsis. Fue visionario, memorioso y capaz de establecer relaciones entre lo que sucedió con lo que sucede y sucederá”, dijo el conferencista.

En la visión de Quirarte José Emilio Pacheco fue un escritor preocupado porque las palabras -como decía Mallarmé- tuvieran un sentido puro y fueran de todos: la literatura como una voz colectiva.

“Heredó la espada de doble filo de la poesía conversacional, pero desde su juventud supo que no podía negar la conquista de la poesía pura ni las batallas libradas durante años para conquistar la autonomía del hecho literario”.

Así “la poesía conversacional se convierte en un instrumento de comunicación pero también se convierte en un riesgo: cualquiera piensa que puede escribir poesía. La finalidad de un poeta es llegar a escribir con la transparencia e inmediatez de un niño, la poesía es una forma de vida, no la huida de la realidad sino la entrada en ella: si la historia es una máquina del tiempo, la poesía es una máquina sin tiempo”, expresó Quirarte.

“Un poeta cuando ejerce otro género literario, vuelve a la poesía el centro de todo, no para cargarlo de miel sino para cargarlo de intensidad, de rigor y eso es lo que pasa con la prosa de José Emilio Pacheco”, apuntó.

Batallas en el desierto es una obra que tiene la concentración e intensidad de la poesía, concluyó el autor de más de 20 poemarios, entre ellos Como a veces la vida, Esa cosa tan de siempre (publicado en España y Colombia), Cicatrices de varias geografías y Enseres para sobrevivir en la ciudad.