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LECTURAS | Maten a Darwin, de Franco Félix, elegido por Emiliano Monge

sábado, diciembre 29th, 2018

Maten a Darwin es una desmesurada selva narrativa, desquiciadamente minuciosa y total. Caballo de Troya lanzó un concurso en que el editor por este año iba a ser Emiliano Monge. Este es uno de los libros elegidos.

Ciudad de México, 29 de diciembre (SinEmbargo).- Los descendientes de Charles Darwin están obsesionados con encontrar la fórmula de la vida eterna. Sin embargo, y paradójicamente, al ser el resultado de una unión incestuosa, el linaje del famoso evolucionista parece destinado a desaparecer. Además, deben enfrentar el odio de los dos más grandes enemigos de Darwin: Dios y los herederos de Patrick Matthew, un sabio en maderas que se adelantara varios años a Charles en postular la teoría de la selección natural.

Precisamente Dios -o un conquistador espacial disfrazado de Dios- ha llegado a la Tierra. Pero Joseph Ratzinger no permitirá que nadie usurpe su poder. ¿Podrá evitarlo? ¿Podrá vencer a Dios, quien se ha aliado con Bruce Willis, la reencarnación de Emiliano Zapata y la última heredera de Darwin?

Una desmesurada selva narrativa. Foto: Especial

Fragmento de Maten a Darwin, de Franco Félix, con autorización de Caballo de Troya/Penguin Random House

Fenomenología (1)
18701

Los primeros ladrillos espirituales del fin del mundo cayeron, es verdad, cuando Charles Darwin y su prima Emma Wedgwood decidieron unirse en matrimonio, derribando así el extraño edificio de la civilización. Es verdad también que de esta relación endogámica vinieron al mundo diez pequeños desgraciados que no pudieron prolongar su linaje por la imprecación genética que se origina al fornicar con un familiar cercano.

A pesar de la suspensión ancestral, el viejo Charlie estaba convencido de que los seres humanos debían defender, a toda costa, el compromiso que habían adoptado al nacer: el raro impulso de preservación de la especie. Por eso copulaba frenéticamente, gobernado por un deseo insaciable que lo conectaba con el origen de las especies, con su cansada esposa Emma. Porque quería cambiar el curso biológico de las cosas. Eso sí, también hay que decirlo, era un adicto sexual. Su personalidad se atrofiaba, perdía color, no podía concentrarse si no penetraba dos veces al día a su consorte. Una con amor. Otra con saña. Pueden pensar, si quieren, que el hombre fornicaba religiosamente al amanecer y poco antes de dormir, porque el acto del sueño implica una cama de por medio. Pero se equivocarían. El excéntrico Charles, conocido como el Asesino de Dios, se hundía en el erotismo a las horas más extrañas y en los lugares más estrafalarios de su residencia en Kent, la famosa Down House,2 ubicada al sudeste de Londres. A veces expoliaba a Emma de sus tiernas actividades y la poseía sobre la mesa de billar, o encima del piano, o en el invernadero, o en el brazo de un roble que él mismo había plantado en su jardín décadas atrás. Cuántas flores, en la corola, detentaban el viejo y árido semen del naturalista. El perfume de la venganza, el olor dulzón de una pequeña y secreta guerra que inauguraba el viejo contra la naturaleza.

Sus estudios se enfocaron, como dice la Historia, en la construcción precisa y noble de la ciencia moderna. Eso también es verdad, que pasó muchos años queriendo demostrar que todos los seres vivos en la Tierra tenían un pasado común y que habían evolucionado hasta alcanzar este punto descollante del siglo XIX. Eso es cierto, pero lo que no saben los eruditos es que el hombre repudiaba veladamente la idea central de la ciencia y aborrecía sus propias teorías de selección natural. En su desesperación filial, había adoptado el espiritismo de manera sigilosa, aunque en cartas y documentos se presentaba a sí mismo como un escéptico de las ciencias ocultas. De manera oficial se había pronunciado a favor de la biología moderna, pero en sus laboratorios secretos desarrolló experimentos que atentaban contra la misma naturaleza, a la que ahora guardaba rencor por la imposibilidad de que sus hijos pudieran tener sus propios hijos. Buscaba, como muchos otros filósofos y pensadores de la época, el gran premio místico: la inmortalidad.

Es decir, quería patear el trasero de la muerte antes que nadie.

Ah, pobre Charles Darwin, preso de la sexualidad y el amor irracional que tenía por su prima Emma, no pudo advertir el error carnal ni hacer mucho para detener la condena genética, la maldición que había caído sobre sus retoños: todos sus hijos, o bien fallecieron en el amanecer de sus vidas, o nacieron deformes, o no pudieron continuar el linaje porque la paternidad les fue arrebatada. Qué dolor y cuánta injusticia para una celebridad que había cambiado el paradigma de la ciencia. Qué ironía y qué tristeza sentía la robusta Emma, esa máquina de bebés en la que se había convertido por el incontrolable apetito sexual de su marido, el semental podrido. El pecado, decía ella, se ha pronunciado en nuestra contra, Charlie. Y aunque se mostraba más bien frío ante las acusaciones y fantasías de su amante, en soledad el viejo Darwin se sentía prisionero de la confusión y de la culpa.

La culpa, el mecanismo de responsabilidad que activa todas las obsesiones, originó un nuevo plan científico, un programa descabellado que nunca nadie pudo adivinar: dedicó todas sus energías a la búsqueda de la fuente simbólica de la juventud. Porque añoraba la expiación de sus deslices carnales: se prometió a sí mismo que antes de morir encontraría la forma, por más oscura y lúgubre que fuera, de conceder la posteridad y el futuro a sus hijos infértiles.

Así, atormentado y contrito, formó un grupo de investigadores, filósofos y naturalistas para encontrar la fórmula real de la vida eterna. Se reunió en las sombras con el más entusiasta y hostil de sus enemigos para echar abajo su propia teoría: hizo las paces con Patrick Matthew, un sabio en maderas para la construcción de barcos que se había adelantado ocho años en proponer la teoría de selección natural en su libro Madera naval y arboricultura,3 escrito en 1831. El rencor no era poco, porque Darwin se llevó todos los honores de la Royal Society junto a Alfred Russel Wallace a mediados del siglo.

Patrick, sin medallas ni gratificación, perdonó.

Pero Matthew era más bien sombrío y estaba seducido por las ciencias oscuras. Anhelaba con su negro corazón la catástrofe y confirmaba en la hipótesis de su publicación, que pasó más o menos desapercibida, que la calamidad ecológica había sido la responsable suprema del proceso evolutivo. Cada tanto, exponía, la Tierra debe resetearse. Encubierto, asistía regularmente a sesiones espiritistas en las que exigía la presencia fantasmal de Nostradamus y otros profetas famosos. Quería establecer una fecha exacta para la humanidad y su infalible enfrentamiento con la extinción.

Darwin, oculto también bajo una capucha, una noche invernal y de augurios mentales, descubrió a su colega (y acérrimo enemigo hasta entonces) en la misma mesa espiritual. Al finalizar la asamblea psíquica lo abordó. La idea, aunque peligrosa, era limar asperezas con su viejo adversario. Empezaría, sin duda, con una disculpa.

—Viejo Patrick, relaja tus puños.4 Hablemos.

—¡Descaro! Cualquier cosa que salga de tu tramposa lengua estoy seguro de que yo la dije antes, así que no me sorprenderá lo que tengas que expresar.

—Seamos amigos, sialorreico.5

—Escucha esto, anciano. Tú y yo jamás seremos amigos.

—Lo arruiné, Patrick. Lo arruiné.

—¿Qué?

—Hay algo más. Lo sabes.

—¿De qué demonios estás hablando, senil? Ya enfermaste de la mente.

—Sé por qué estás en estas reuniones.

—No. No lo sabes.

—Debes perdonarme, esto va más allá de nosotros.

—Habla claro. Moja tu lengua en vino.

—Podemos vencer a la naturaleza.

—Aclárame esto. Quizá no entendí tu libro. ¿No se supone que la famosa Naturaleza se impone y que hace de las suyas, que no podemos superar su capricho?

—La Naturaleza es una embustera.6 Y, por lo tanto, podemos pasar de ella. Te necesito, buen Patrick, necesito enmendar mi error. ¿Y quién mejor que tú para corregir el camino que llené de lodo? Escucha lo que tengo que decir. Reúnete conmigo en Down House.7 Haremos Historia. La reescribiremos, más bien.

—Tengo una condición, viejo maldito.

—Patrick, soy diecinueve años más joven que tú.

—¿Quieres escuchar mi condición o no?

—Dime.

—Mi nombre aparecerá primero que el tuyo.

—La teoría Matthew-Darwin. ¿Te suena bien? No lo sé.

—¿Aceptas o no? Ya dime.

—Está bien. Aprieta mi mano, Patrick Matthew.

—Eres tan fuerte como un roble, vejestorio.

En la enorme mansión de Charles, consentidos por un festín organizado por Emma y con las barrigas hinchadas, crearon el Gran Laboratorio Clandestino. La magia inmortal dio su primera pisada en el mundo. Pasaron toda la tarde bebiendo té con las camisas desabotonadas. Más adelante, fundarían el Concilio Fenomenológico de la Vida Eterna. Darwin sólo quería que sus hijos vivieran mucho más, que rebasaran la implacable condena hereditaria impuesta por su sexualidad. Matthew, por su parte, tenía ambiciones más sencillas: quería ser testigo del fin del mundo.

Eso también es verdad.


1 Ciento cuarenta y cuatro años antes de la Gran Guerra Semiótica.

2 Es temprano para reconocer la ironía en las primeras páginas de este manuscrito, pero el nombre de esta casa, adquirido por estar ubicada en la localidad de Downe, al sureste de Inglaterra, contiene algunas coincidencias con el desarrollo de la trama que converge junto a ésta. Primero, porque uno de los personajes emparentados con Charles Darwin tiene síndrome de Down, como se verá más adelante. Y, segundo, porque yo, el narrador de esta parte de Fenomenología, también lo padezco. Es decir, el síndrome. El síndrome de Down. Eso. Lo padezco. Padezco síndrome de Down. Soy narrador y tengo síndrome de Down. Pero alguien más les hablará de mí. Sigamos.

3 Este científico aventajó a Darwin y Russel por casi treinta años. Uno de los textos hallados en el apéndice de esta investigación dice: “Hay una ley universal de la naturaleza que tiende a hacer que cada reproductor sea el más adecuado a su condición en su clase, o que la materia organizada es susceptible de parecer destinada a modelar las facultades físicas y mentales o instintivas, a su más alta perfección, y para continuar así. Esta ley sostiene al león en su fuerza, a la liebre en su rapidez y al zorro en sus artimañas”. Por otro lado, en 2014, año de la Gran Guerra Semiótica, un sujeto llamado Mike Weale desarrolló un sitio web llamado The Patrick Matthew Project, un rincón virtual dedicado a la difusión de la obra naturalista y adelantada de este escocés. En la página se pueden encontrar los estudios, fotografías y una miscelánea. Además de una compilación de cartas entre este sujeto y Darwin.

4 El viejo Patrick, cuando se enojaba, tensaba los brazos y apretaba los puños. La mayoría de sus amigos y colegas podían identificar sus rabietas mirando el movimiento apenas perceptible de los hombros, los cuales vibraban frenéticamente debajo del abrigo.

5 Esta palabra se deriva de “sialorrea”, una condición médica que también es conocida como hipersalivación o ptialismo y que se distingue por la secreción permanente y excesiva de saliva o baba de quien la sufre al hablar. Darwin no dijo “sialorreico” sino “bespawler”, una palabra acorde a su tiempo. Matthew escupía todo el tiempo a sus interlocutores. No sólo eso. La mayoría de las veces debía volver a transcribir sus investigaciones, cubriéndose con un pañuelo, porque sus hojas terminaban humedecidas y la tinta chorreada.

6 La frase exacta que utilizó Charles fue: “Nature is a hornswoggler”. El término hornswoggler corresponde con los insultos victorianos de aquella época.

7 De nuevo. Ironía. Ya se verá.

Maldición Naigu
20128

Es cierto, casi todos los pacientes de Puerta de Hierro llegamos aquí movidos por el deseo. Algunos, los más jodidos de la cabeza, experimentan el placer cavernario de ver culos por la calle y no pueden contenerse. Atacan. Llego a comprenderlo. También he padecido gluteofilia. Ah, es verdad. Incluso las nalgas de las gordas me parecían deliciosas. Iba por la calle con mis gafas y ahí las veía, empinadas, duras, levantadas como una rampa, como una pista de aterrizaje. Amo las grupas, sí, como todos estos enfermos mentales que están aquí adentro. Pero ésa no es mi pulsión. Se me para el pito a la menor provocación, los testículos se ponen duros, mancillados por la presión de la libido, por esa fuerza demoniaca que desea estallar y está contenida por el escroto, aunque no por tropezar con traseros ejemplares. No. A mí me enciende otra cosa:

Una nariz con el dorso convexo. Una nariz ganchuda. Una nariz hecha mierda.

Hiervo. Mis poros se abren. Me ofrezco a la perdición. Me entrego al juego del amor. Cuántas chicas he poseído. O más bien, cuántas narices. Todas con una personalidad distinta. Largas, tiesas, ganchudas, duras, enormes. Pero mis preferidas siempre serán las torcidas. Las que apuntan hacia un lado. Ninguna me ha ofrecido los verdaderos placeres: quiero penetrar las fosas nasales. Mi pene es corto pero grueso. No cabe. Y ninguna de mis amantes ha permitido que lo intente. He visto chicos hippies con expansiones en las orejas. Esto es posible en la nariz, estoy seguro. Tomar las enseñanzas de los hippies. Expandir esas cavidades en el rostro de una mujer, me permitiría cumplir mi mayor sueño: eyacular el seno frontal.

Seguro piensan: “Este chico está confundido. Su obsesión por las narices destapa otra fijación de orden sexual. Su apetito de narices está cubierto por su deseo del falo. Es un maricón”. Pero no serían los primeros en sugerirlo. Ya antes de Freud, los médicos pensaban que las narices eran el espejo de tus órganos reproductivos. Sí. Una nariz amplia y grasosa hablaba muy mal de tu higiene genital. Y bueno, no hay que ser tan severos con los anatomistas del siglo XIX, pues la nariz se inflama cuando viene la excitación. De verdad, muy pocos lo notan. Todos miran su verga enhiesta, se acicalan, la toman y amenazan a su interlocutor sexual. Ah, el viejo truco de apretar el pene para que aumente su grosor y que las venas se marquen. Todos miran su pene, en medio del éxtasis, confiados de su virilidad, ofreciendo la monstruosidad como una moneda de cambio. Yo, por el contrario, voy al espejo y miro mi nariz. Ésta se inflama, crece. El ritmo cardiaco aumenta aceleradamente y la presión arterial se dispara. A veces, cuando esto se sale de control, los vasos sanguíneos más delicados en las fosas nasales estallan. Una fiesta de sangre y semen. Mezclo las sustancias en mis manos y dibujo dos líneas debajo de mis ojos como si fuera un mariscal de campo. Qué feliz soy.

***

Debo empezar por lo obvio. Yo también tengo una nariz hecha mierda. Es como el adefesio de una papa. Aunque, en términos semánticos, debemos analizarlo: la fealdad de la papa es normal en su universo tuberculoso. Por lo que una condición defectuosa en el mundo de las papas tendría beneficios estéticos en nuestra concepción de la belleza. Así que no, no es como el adefesio de una papa. Es más bien como el rey de las papas, el ápice decorativo, barroco, de las papas. El emperador de las papas. En las verdulerías, mi nariz sobresale por su nobleza.

Su Majestad (le puse este mote de cariño) es brutal, asquerosa, repulsiva. Aprendí a aceptarla con el tiempo. Es verdad que ahora alardeo de su fealdad. Pero antes me deprimía. No soportaba la sombra narigona que marchaba a mi lado. Tomé un curso en línea en una página llamada YourNoseDoesNotExist. Había que seguir una serie de pasos:

1. Cubra su cara con las manos. Vaya al espejo. Destape su nariz y preséntese. “Hola, yo soy (aquí va su nombre) y te veo. ¿Cómo te llamas?” El primer nombre que imagine. Dígalo en voz alta. Sin titubeos.

2. Responda: “Hola, (aquí el nombre de la nariz). Yo te acepto como un ser vivo más en la Tierra”. Aquí, descubra su rostro. Y continúe: “Ahora que eres igual a mí, te libero, vete, márchate. Ve hacia la nada”.

3. Salga a la calle, con una sonrisa. Encare a las personas que se encuentre en el camino. Mire sus narices. Verá lo raras que son también.

4. Si es posible, si su vida lo permite, rompa sus espejos en casa. ¿Qué importa lo que piensen los demás? Su nariz es extraña, como todas. No tiene por qué estarse viendo. Olvídese de ella, su nariz se ha ido para siempre. Ahora sólo hay un terreno baldío en medio de su cara.

5. Haga ejercicio y olvide su nariz. Su nariz es importante para respirar y todo eso pero no le dé tanta importancia. Vaya al cine y vea a sus actores preferidos: uno que otro tiene una nariz para deprimirse y vea cuán alto ha llegado.

6. Procure no utilizar su sentido del olfato. Pruebe los frutos y reconozca las flores con la lengua, no se queje de las flatulencias, ni de las propias ni de las ajenas, estornude con la boca, etcétera.

7. Mantenga una correspondencia con su nariz. Envíele cartas. Aunque ésta no responda, siga escribiendo, todas las veces que pueda. Llegará un día en el que, como con cualquier relación perdida, se dé cuenta de que ella ha desaparecido y que debe continuar su camino.

8. Salga a la calle otra vez. Mire las narices de la gente con un poco de melancolía pero agradecido de haber vivido gratas experiencias junto a ese noble órgano. En su memoria la alegría del pasado se repetirá. Será feliz.

El manual, como cualquier instructivo de superación personal, se vino abajo en el tercer paso. Sin embargo, gracias a esta tonta iniciativa, conocí a Su Majestad. Aplaudí el esfuerzo de YourNoseDoesNotExist y su idea sobre animar los órganos marginados del cuerpo. El horror que puede provocar un objeto es inversamente proporcional a sus posibilidades de existencia. Los fantasmas existen (como fenómeno psicológico) porque en la habitación oscura hay un cobarde que se persigna. Que teman a mi nariz, me dije, que desvíen sus miradas, ningún súbdito goza los privilegios de sostener la mirada a su rey.

***

Como Naigu, el personaje de Akutagawa, empecinado en hallar un iluminado narigón en el budismo, yo busqué, entre las fotos que arrojó mi búsqueda en Google, a los mejores escritores que ha tenido la literatura universal. Llevaba, al menos, cuatro años escudriñando, analizando las formas, las longitudes, la amplitud de sus narices y creí haber encontrado un patrón: los mejores narradores poseían una nariz desafortunada, como Naigu y como yo. Así que, embriagado de la posibilidad de encontrar algún día mi propia voz narrativa gracias al tubérculo que tengo en medio de mi rostro, decidí continuar mis pesquisas con el apoyo económico de una organización que tiene los mismos anhelos que yo: la ADN, una institución millonaria de alcance global. Fui encontrado por un cazatalentos que me invitó a conocer esta socieda secreta. Comparto mis obsesiones con cientos de miles de compañeros.

Bueno, debo volver sobre mis pasos. Tiendo a perderme con las digresiones. Veamos. Estoy en esta ciudad, es decir, en el manicomio de esta ciudad, efectivamente, por una nariz. No femenina. Sino por una nariz como un pene. Una nariz masculina y divertida. Una nariz literaria. Fui enviado por mis camaradas de la Alianza de la Dignidad Naigu para incorporar a un miembro que mereció la atención de todos los militantes en la Tercera Gran Reunión de Reclutamiento de la ADN, celebrada en Madrid hace unos meses. Cada año, en estas asambleas, debemos proponer tres candidaturas: un trío de personajes con bastante reconocimiento popular para incorporarlos al movimiento de regeneración del orgullo narigón. Uno de mis candidatos fue aceptado por unanimidad. Es mi responsabilidad invitarlo a la adhesión.

Estoy obsesionado con la nariz de un genio loco: Bardel.1 La forma de su nariz me enloquece. Es sublime. Pero detengan ese pensamiento. Deténganlo de una vez. No estoy atormentado por el régimen fálico. Sólo estoy haciendo esto por la organización. Vine hasta acá para convencerlo y ya. No tengo ningún interés sexual o romántico. Esto es serio. El tipo me parece excepcional, su narrativa es comprometida, inteligente y acorde a su tiempo. Pero nada de eso me sorprende tanto como su tabique nasal ligeramente desviado. Forzosamente debe recoger más oxígeno por la fosa izquierda. Sé lo que piensan, que la cocaína elige su agujero favorito. Y es verdad. Me encanta la cocaína y también tengo una fosa nasal preferida: Mary-Kate. La otra tiene por nombre Ashley. Correcto, como las gemelas Olsen. Aspirar siempre por un lado para activar ciertas zonas del cerebro es muy común, es una práctica habitual entre conocedores. La mayoría de los novatos tiene miedo. Buscan la simetría del dolor. Si se meten una línea por la derecha, tienen que meterse otra por la izquierda. Dos, pues dos. Tres, tres. Nosotros no. Bardel y yo no. Tres, seis, por la misma fosa. Mary-Kate es una aspiradora, es gruesa y escamosa, está depilada con el ácido de la coca. Cuido a Ashley por si un día necesito respirar. Nunca se sabe.

***

En la ADN hay distintas categorías. En lo más alto de la pirámide jerárquica se encuentra el Vlad Khalel Nasalis, el guía Naigu y gran fundador de la alianza. Nadie conoce su nombre real, pero todos llevamos un pequeño retrato suyo. Su nariz ganchuda es enorme, toca los bordes de la fotografía. Luego están los representantes del Máximo Consejo Sinus Frontalis, los hombres más sabios que hay sobre la Tierra, quienes dictaminan el curso de la organización. Ellos mismos aprueban o no las iniciativas de los representantes de cada país. Luego, cada nacionalidad tiene su propia estructura. Los Patrocinadores son los más reputados. Se trata de un selecto grupo de grandes empresarios que defienden y promueven los intereses Naigu, operan, dirigen y orientan las partidas de colonización nasal. El sistema es intrincado. No tiene sentido que reparemos en él, ni hagamos un paseo minucioso por la escalada de la federación.

Yo soy un Naigu Sinhueso. No es el último estribo en la ADN. Todavía hay subordinados: los becarios, mejor conocidos como los Meatos. Tengo un par a mi disposición. Los maltrato cada vez que puedo. Es decir, lo hacía. Cuando estaba afuera de este maldito manicomio. Sé que volveré a salir. Su Majestad puede oler la libertad. Huelo una transformación en el futuro próximo.

Mis actividades están diseñadas para engrosar el Gran Mensaje Naigu. Acá están los publicistas, los actores, los artistas, los comunicadores, los escritores, etcétera. Y así nos llaman: Sinhueso. Porque somos el órgano articulador del recado nasal. Nuestro trabajo es seducir a los más grandes exponentes de los medios de la comunicación oral y escrita. Somos bastante buenos, casi nunca fallamos. Pero a veces hay complicaciones. No todos parecen entender el valor de una nariz deforme.

El gran enemigo del Naigu Sinhueso es, en definitiva, el escritor de peso. Hay sujetos que intentan escribir, aunque se les ha negado por naturaleza, incluso cuando no son escuálidos. Dejémoslo claro de una vez: un escritor no puede (no debe) ser gordo por ninguna razón. No hay excusas. Los gordos no deben escribir. Pero lo siguen haciendo. La culpa es de Chesterton, ese maldito marrano. Han acumulado confianza suficiente para publicar sus obscenas vidas en papel. Y lo peor es que llegan a ser reconocidos en la comunidad. Sus narices gordas no deberían ser aceptadas, ni bien vistas, en la ADN. Tendré que informarlo a mi representante al volver a casa. Cuando vengan por fin a buscarme.

Para acercarme a Bardel asistí a algunas presentaciones de libros. Ya tengo varios amigos escritores que se dicen cercanos a él. Hasta el momento nadie me ha invitado a conocerlo. Todos son íntimos camaradas, pero nadie sabe con exactitud en qué dirección se ubica su estudio. Me llevaron, por el contrario, a platicar con el más reconocido crítico literario, Max Lamberti, el especialista en temas bardelianos. Me presenté como escritor y pedí ser escuchado. Tenía un proyecto importante que necesitaba ser valorado por una eminencia literaria. Después de una intensa charla sobre literatura, me pidió que le contara cuáles eran mis intereses en torno a Bardel, para darle paso y dirección a tópicos sobre el autor.

Es un error la honestidad. Le expliqué, de entrada, que había dos tipos de escritores. Los buenos y los malos. Los malos eran guapos, los buenos tenían una nariz desproporcionada. Le conté que necesitaba conocer a Bardel para convencerlo de su complejidad fisiológica. Le expliqué la naturaleza de los Naigu. Recuerdo la conversación con precisión.

***

—… percibimos, sin esforzarnos, las pequeñas, casi imperceptibles, variaciones en el perfume feromónico. Somos como bestias entrenadas. Castigadas, condenadas a percibir. Somos lo más parecido a esos absurdos renacuajos que en las novelas de amor llaman seres sensibles. El amor llega a nosotros por las fosas nasales. Bardel también es un Naigu… Es primordial que esté enterado. No hay nada más interesante que una nariz kantiana como la suya.

—¿Habla usted en serio? Debe estar bromeando.

—Las narices kantianas se reconocen por adquirir un valor de autocelebración. Una nariz consciente de su fealdad eleva su advenimiento moral a un grado estratosférico. Se trata de la ética de la nariz, que no escasea en autoexamen… permítame, usaré mi calibre para medir la suya. Tal vez sea un miembro poderoso en la organización. La ADN puede alistarlo, no hay muchos críticos literarios en… tenemos aquí cuatro centímetros, vaya…

—¿Qué carajos hace?

—Sólo trato de determinar su valor humano…

—¡Salga de mi casa! ¡Largo de aquí, lunático!

—Max, le pido que no se altere. Disculpe.

—Usted es un idiota. Su teoría caducó hace doscientos años.

—El tiempo es relativo. Si presta atención, Max, puede oler los segundos. Abra bien esas fosas nasales, apuesto a que caben los pulgares sin ningún problema.

—Deje mi nariz en paz. Y váyase de mi casa. Se lo suplico.

—Deme una oportunidad más.

—No quiero. Sólo váyase.

—Permítame echar un vistazo a este libro. Luego me iré.

—Ah, la Gran Enciclopedia…

Aproveché la distracción. Sí, la Gran Enciclopedia Larousse, tomo 5, Fre-Inf. Con ella le di en la cara. Sus gafas de pasta se partieron en dos. Cayó sobre una mesa de centro, clavándose un pequeño duende con gorro puntiagudo en las nalgas. Sabía demasiado, no podía dejarlo ir. Intenté montarlo sobre una silla, pero fue imposible. Su gordura era inmanejable. Así que lo transporté despacio, girándolo por el suelo hasta el comedor, donde lo envolví con cinta adhesiva de embalaje. Me acabé los tres rollos que el sujeto tenía en su estudio. Hice una obra de arte. Resolví mis afecciones del pasado. Cumplí mi fantasía, mi primera escultura. Una crisálida literaria palpitaba bajo el caucho transparente. Qué excitado estaba. Fui al baño, limpié el espejo, coloqué la fotito de Vlad Khalel Nasalis y me masturbé largo rato. No hay recluta más incondicional.

***

Me descubrieron esa misma noche. Nuestro amigo en común me atrapó con las manos en la masa. Es decir, no masturbándome, sino con el gordo envuelto en cinta canela mientras lo alimentaba. Fue verdaderamente vergonzoso. Debí imaginar que Lamberti y mi amigo tenían un romance. No lo vi venir. Abrió la puerta con su juego de llaves y la escena que presenció debió horrorizarlo porque no intentó ayudar a su amante. Sólo huyó despavorido gritando por la calle “¡Auxilio! ¡Un loco ha secuestrado al más grande crítico literario del país! ¡Socorro! ¡Que alguien ayude a Lamberti!” Para cuando llegó la policía yo apenas había podido liberar la enorme cabeza del crítico, quien no dejaba de asegurar que estaba completamente loco y que se encargaría de hundirme en el hospital psiquiátrico. Y así lo hizo. Parece que el tipo tiene bastante influencia, porque los policías ni siquiera me llevaron a la estación. Me trasladaron directamente a Puerta de Hierro, donde me tienen aislado en una habitación blanca.

No tengo idea de cuánto tiempo llevo en este lugar. Ni tampoco sé si me están buscando mis amigos de la ADN. El doctor Thomas me asegura que pronto podré salir al patio si prometo no acariciar la nariz de nadie. Trataré de hacer contacto en la primera oportunidad. Ya me han quitado la camisa de fuerza. Ahora sólo debo concentrarme y no pensar en tocarme pensando en la nariz de Vlad Khalel Nasalis o la de Bardel o, incluso, en el hermoso espécimen que tiene mi enfermero en el centro de su cara. Concentración, Morrison. Concentración. ¿Ya dije que me llamo Morrison?


8 Dos años antes de la Gran Guerra Semiótica.

1 El más grande genio literario de ciudad *****. Es autor de los libros: Éste no es un tatuaje, Yo soy el verdadero Thomas Pynchon, Dolor de cabeza en Bagdad, La guanteleta de Freddy Krueger y una docena de títulos más.

Mi nombre es *****
20132

Play:3

Es Navidad en Los Ángeles, California. No cae nieve, pero el cielo se desploma. Es un pesado copo de carne. Se destroza sobre una patrulla. Es el cuerpo de Marco, uno de los trece terroristas que han secuestrado el edificio Nakatomi Plaza.4

Antes de eso, el tranquilo edificio no daba señales de haber sido expropiado por los saboteadores. Minutos atrás, la central de policía recibió un llamado histérico pidiendo auxilio, pero fue tomado a broma, así que enviaron a uno de los peores elementos, un gordo antojadizo que todo el tiempo está tratando de ocultar su glotonería al comprar una docena de Twinkies en el minisúper explicándole al encargado, asombrado por la cantidad de pastelillos, que las golosinas son para su ficticia esposa embarazada.5

Ya en el aparcamiento del Nakatomi, el zampabizcochos es engañado por el hombre en la recepción que resulta ser uno de los secuaces. Avisa por radio que efectivamente ha sido una falsa alarma, una broma de mal gusto. Se irá por ahí, de seguro, a comer los pastelitos en un parque solitario.

Sin embargo, en una de las plantas más elevadas se encuentra un héroe, un detective malhumorado que busca la manera de notificar al glotón allá abajo en su patrulla que el edificio ha sido tomado por unos europeos rubios de cabello largo. La operación comunicativa entre el interior y el exterior, entre arriba y abajo, entre héroe y pusilánime, es una atrocidad: arrojar a una persona (a Marco) desde el piso 30 para llamar la atención del policía. Ha funcionado a la perfección. La cabeza del mensaje humano entra en el parabrisas. Los refuerzos están en camino.

Aunque nadie allá abajo lo resolverá. Nadie detendrá a los delincuentes que atemorizan al personal de Nakatomi Corporations. Nadie, no, excepto un hombre descalzo, en camiseta interior: John McClane.1

El policía neoyorquino vencerá, con su ingenio y un arsenal infinito, a los canallas que han raptado a su mujer y a sus compañeros de trabajo. Caerán uno a uno (es decir, morirán, no serán lanzados por la ventana desde lo alto): Karl, Franco, Tony, Theo Alexander, Marco (él sí), Kristoff, Eddie, Uli, Heinrich, Fritz, James y Hans Gruber,2 el líder, un malnacido que se ha atrevido a compararlo con Rambo y Chuck Norris.

Pausa.3

El hombre4 detiene la película, se levanta sobre el sillón y deja caer su cubo con palomitas. El refresco se derrama en la tela negra, hace un surco que alcanza la alfombra donde luego se acumula y deja una mancha oscura. Sube el volumen en su pantalla de 57 pulgadas.

Play:

¡Yippie ki yay, mother fuckers!

Luego una explosión. Se sabe la película de memoria. Repite los diálogos. Es especialmente efusivo cuando duplica la voz de Bruce Willis. Se lanza sobre la cama, da vueltas, se oculta detrás del respaldo de su sofá. Apunta, dispara con su pistola imaginaria. Enfrente, en la enorme pantalla, se desvanece la maldad y triunfa el amor.

Está fatigado, echado bocarriba, mirando de lado el lienzo negro que deja escapar los créditos del filme. Suspira, acaricia el control remoto, los contornos de cada botón, las estrías que hay entre cada columna y cada fila del mando. Sube aún más el volumen de la pieza musical que acompaña los textos en blanco: “Gruber’s Departure”.

Súbitamente se abre la puerta. Se trata de un sujeto alto, calvo,5 con los ojos completamente negros, sin pupila. No es como él, normal, su fisiología es distinta, parece una mantis religiosa con mejores articulaciones. Sostiene el picaporte con los tres dedos que posee.6 A pesar de su extraña fisonomía, de ser un alienígena alargado, su enfurecimiento es bastante claro.

—¡Haz callar esa maldita música!

—Lo siento, jefe.

—Deberías estar dormido. Mañana es tu lanzamiento.

—Es verdad, cuánto lo siento. Bajaré el volumen.

—Apaga esa mierda y lee la Biblia.

—Pero, jefe…

—Sin peros, señor *****. Es la única manera de conquistar ese planeta.

—Estaba pensando…

El bicho cierra la puerta, no le interesan las boberías. El tipo normal se reincorpora, apaga el televisor. Enciende una lámpara en su escritorio y abre la Biblia. Empieza a leer. Abre su parte favorita, el Apocalipsis:

Y miré cuando Él abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de cilicio; la luna entera se puso como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera arroja sus higos tardíos cuando es sacudida por un fuerte viento. El cielo fue apartado como un pergamino enrollado, y toda montaña e isla fueron removidas de sus lugares. Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, todo esclavo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas, y decían a las montañas y a las peñas: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero. Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¡quién podrá permanecer de pie!”

Lo intenta. Trata de imaginarse el mundo en llamas y de despertar en él una hermenéutica que explique los símbolos en su lectura. Sabe que ha de conquistar el planeta Tierra con la Palabra, porque los hombres son seducidos siempre por los discursos de corte espiritual. Entiende todo eso, pero ama el cine. Y lo único en lo que puede pensar es en Duro de matar, parte uno. ¿Quién podrá permanecer de pie? El maldito John McClane.

¡Yippie ki yay, mother fuckers!


2 Un año antes de la Gran Guerra Semiótica.

3 Una mano coloca el disco compacto en la bandeja de carga del DVD y presiona el botón que tiene impreso un símbolo que indica la reproducción y la pausa. Un triángulo equilátero cargado a la derecha junto a dos barras paralelas. El ángulo del vértice toca los ejes mientras que la base mira hacia la izquierda. Sobre el aparato está la película Die Hard. La portada tiene a Bruce Willis, todavía con cabello, aunque con entradas prominentes, sosteniendo su arma Beretta 92F frente al pecho y con un edificio estallando al fondo. Esta pistola, la B92F, es la favorita del personaje John McClane y fue utilizada en las tres primeras partes de la saga. Aunque después, en la cuarta parte, Live Free or Die Hard, el detective asesinará a sus enemigos, dirigidos por el cerebrito malévolo Thomas Gabriel, con la pistola SIG-Sauer P220R, una semiautomática suiza, desarrollada por Schweizerische Industrie Gesellschaft y que seguro indica un cambio de paradigma en su personalidad. Ya no es el mismo hombre que quiere rescatar a su esposa. Ahora está divorciado de Holly M. Gennaro McClane. La vida es bastante dura para los calvos.

4 El edificio original sobre el que se grabó esta película es un rascacielos de treinta y cinco pisos diseñado por el arquitecto William Pereira en Los Ángeles, California. En la actualidad contiene las oficinas de la 20th Century Fox y ha aparecido, además de en este filme de Willis, en películas como Airheads de Michael Lehmann, Speed de Jan de Bont, Motorama de Barry Shils y Fight Club de David Fincher. En esta última cinta, como en Die Hard, el edificio es destruido por bombas. En la primera son los terroristas anticapitalistas quienes lo echan abajo y vencen al sistema y en la segunda son terroristas también, pero son pateados en el trasero por el detective John McClane.

5 No hay información sólida sobre esto. Es decir, no es posible aseverar que los pastelillos fueran para su esposa embarazada. Cabe la posibilidad, no podemos ser tan severos con el sargento All Powell (así se llama el personaje interpretado por el actor Reginald VelJohnson). Lo que sí podemos hacer es sospechar de la afirmación hecha por él en la tienda de conveniencia. El veredicto juega en su contra: su declaración es falsa. Esto es comprobable si observamos la segunda parte de la saga: Die Hard 2. El policía vuelve a aparecer brevemente en una escena de la secuela: toma de acercamiento al escritorio desordenado. Además de oficios, una estatuilla de hipopótamo, una extraña figurita de acción y varios papeles acumulados, hay media docena de Twinkies amarillos. Sus dedos gordos intentan desempacar uno cuando suena el teléfono. Responde. Cambio de escenario. John McClane llama desde el aeropuerto, lleva un suéter de color gris y dice: “Saca ese Twinky de tu boca y toma un lápiz”. Confiemos en la intuición de McClane.

1 Ya hemos establecido quién es John McClane. Véase la nota 2 supra.

2 Este villano es, sin lugar a dudas, uno de los antagonistas más elegantes de Hollywood. Además, la comunidad de fanáticos de la saga admira a este personaje porque decidió dar un gran golpe corporativo en épocas navideñas, demostrando que se puede ser un mayor hijo de perra en épocas de paz y armonía.

3 De nuevo el dedo. De nuevo el botón con el triángulo y las barras paralelas.

4 Este hombre es el dueño anatómico del dedo que presiona el botón.

5 Calvo, pero no del tipo Bruce Willis en sus siguientes aventuras fílmicas. No es un calvo carismático y seductor. No es un tipo que decidió rasurarse la cabeza para evitar que sus entradas expresaran lo inevitable, la caída del cabello. El calvo que elige rasurarse la cabeza toma el control de su calvicie y la convierte en un modo de vida. Este tipo de calvos se elevan y se desprenden de la imposición genética, la orilla de queratina que le heredaron sus padres y sus abuelos, los calvos de mierda. No. Este calvo es calvo como lampiño, como la piel de un pez. Su cráneo es húmedo y brillante, como el costado de un bagre o una anguila.

6 Algo tiene este sujeto además de su cabeza repugnante. Una deformación que consiste en la ausencia de algunos dedos y metacarpianos del eje central de la mano. O bien, una ectrodactilia, una enfermedad que no permite el crecimiento de estos mismos dedos de la mano. Esta anomalía en las extremidades resulta en un agudo parecido a las pinzas de algunos crustáceos marinos. Esto mismo tenía en los años treinta Grady Stiles, mejor conocido como el Chico Langosta, que se ganaba la vida exhibiendo el defecto en un circo ambulante llamado Freaks. Stiles, además de ser mitad hombre, mitad decápodo, era bastante fuerte y violento. Se casó un par de veces y tuvo cuatro hijos. En 1978 asesinó a Jack Lyne, novio de Donna, una de sus hijas, porque ésta se quería casar y dejar el tiránico hogar. Aún se desconoce cómo es que pudo disparar el arma si la pinza apenas cabía en el guardamonte. De alguna manera jaló el gatillo. No quepa duda. El hombre crustáceo no pisó la cárcel porque no había celdas específicas para su condición. Grady continuó con su alcoholismo y sus agresiones, por lo que en 1992 alguien le metió tres tiros en la cabeza. Su esposa Teresa y otro familiar contrataron a un joven sicario para que hiciera el trabajo sucio por 1 500 dólares.

Congreso cósmico
20077

Vestidos de blanco, los diez estudiantes avanzados del Centro de Estudios Arcanos del Yoga meditan con los ojos cerrados en posición de loto completo. Todos viajan al centro de su espíritu y conviven en paz. Allá adentro, en la oscuridad y la calma de un universo inmaterial, imaginan que sus cuerpos se desvanecen, se desintegran, parte por parte, molécula por molécula, y viajan a la velocidad de la luz. Después, ese grupo de partículas de cada individuo se extiende en espiral hacia la nada. Allá, en el espacio de la mente, transitan las energías más evolucionadas. Distintas almas de otros estudiantes adelantados en el arte de la meditación atraviesan los confines del enorme cosmos mental. Los diez colegiados del CEAY reconocen el punto de reunión. Sus ánimas tienen distintos colores e intensidades y se van acumulando en una zona establecida con anterioridad. Llega el último de los pupilos, una sustancia violácea con pequeñas fibras alargadas de escarlata brillante. Están completos. Los colores son dinámicos y chispeantes, forman un círculo luminoso en medio de las estrellas. Sólo esperan la llegada del maestro. Las entidades se tambalean, se mecen como pequeñas llamas extravagantes a punto de apagarse.

—Oigan, chicos, ya no aguanto. ¿Cuánto dura este congreso?

—pregunta la masa rutilante de color morado que llegó al final.

—¡Calla, Roberto! ¡Concéntrate, tú puedes! —lo alienta el verde cálido.

—¡Acabas de llegar, Bobby! ¡Deja de molestar! —opina el amarillo con tonos dorados.

—¡Silencio, ahí viene nuestro maestro, puedo percibirlo! —amenaza el azul añil que se estremece y acentúa su brillo. Es perfecto.

Los diez vibran con fuerza. Y en medio del círculo se percibe una rasgadura, un pequeño orificio que va creciendo hasta convertirse en un agujero dimensional. Atraviesa desde el mundo terrenal el maestro Prabupada Kuppu, un fulgor blanquecino grueso, una llamarada albina que irradia el espacio psíquico hasta el más abismal de los rincones. Otros grupos de meditación perciben su llegada. Los alumnos avanzados se sienten orgullosos. Roberto se emociona y centellea, dejando escapar tonos rosas por la conmoción.

—¡Bienvenido, maestro Prabupada Kuppu! —dicen en coro.

—Gracias, chicos. Lamento la demora. Algo me ha caído mal.

—Debió ser el betabel, maestro, no tenía un buen color —interviene sardónicamente la entidad morada con guinda y descargas cafés.

—Es posible, Carlos. Si desaparezco repentinamente, aprendices, deben poner atención al gran maestro Swami Sivananda Tercero. No podemos dejar pasar ningún detalle de la lección de hoy. Ha llegado la hora, pupilos, de iniciar la Campaña de Limpieza del Alma Universal. Bien, no perdamos tiempo, nos esperan los demás. Vengan a mí.

Arde apasionadamente y gira sobre su eje, absorbiendo a las otras sustancias coloridas como un huracán místico. La masa psicodélica tiembla y se modifica. Se erige una figura humana transparente que deja ver su esqueleto colorido, las venas radiantes de azul, amarillo, relámpagos de energía y un fulgor que sale de su frente. El nuevo cuerpo está rodeado por un halo protector y una línea vertical de chakras que revientan y se recomponen como pequeños big bang emocionales que palpitan como soles poderosos. Camina entre las estrellas y los planetas. Otros organismos cósmicos, como él, pero opacados por su divinidad, lo miran marchar entre la nebulosidad infinita. Es la envidia del universo.

***

Vuelven a la Tierra, al estudio. Abren los ojos. No está el maestro. Se miran entre ellos. Tratan de asimilar la tarea que les ha sido encomendada. Hay confusión. A pesar de que acaban de meditar profundamente, hay confusión. Esto contradice la filosofía del maestro Prabupada Kuppu: la confusión es un estado mental indómito que no se pueden permitir. No están seguros de haber comprendido. O más bien, han comprendido, pero no entienden la naturaleza de su nueva misión. Son sensibles, perciben la incomodidad en los demás compañeros. Marco, el más aventajado de todos, busca la manera de articular la pregunta embarazosa, pero Bobby se adelanta, a él lo ha visitado su propia angustia.

—Creo que es hora de cambiar un poco las cosas, amigos. ¿No lo creen?

—¿De qué hablas, Roberto? —pregunta Ferjo.

—¡Ahí viene una nueva queja! —Daniel mueve la cabeza negativamente.

—Estoy cansado de la formación psíquica del Cuerpo Mental. Siempre me toca ser el culo del maestro. Quiero ser un chakra

—Bobby frunce el ceño.

—No sabes lo que dices. No es tan fácil —Julio levanta sus manos a la altura del pecho formando una rueda con los índices y los pulgares sobre el esófago. Los demás, al verlo, imitan la señal.

Se activa otra vez un impulso de abstracción en el grupo. Inclinan la cabeza e inician un paseo por el jardín de la concentración. No avanzan mucho, se quedan en la antesala. Tampoco es necesario volver a sumergirse en la hondura. Mientras tanto, Bobby los observa con molestia. Su ser intrínseco se humedece con un sentimiento prohibido. Es odio eso que siente. Un rencor que se alimenta de las lámparas positivas de su alma. Una mancha negra que florece y expulsa un perfume, la fragancia del desprecio, que los otros nueve perciben de inmediato. Pelan los ojos con aversión, abren la boca con asombro. Una mierda, un sentimiento humano, es inaceptable.

Reaparece el maestro. Viene secándose las manos con papel. Termina de recoger los restos de agua y hace una bolita que mete en el bolsillo de su pantalón. Se da cuenta de que todos miran a Roberto con sorpresa. Se detiene frente a ellos.

—¿Qué pasa, aprendices?

—¡Maestro, es un escándalo! Uno de los nuestros está infectado —dice Joan apuntándole a Roberto con asco y con las piernas todavía entrecruzadas.

—¡Es verdad, maestro! ¡Se está convirtiendo! —Gabriel cubre su nariz.

—No es verdad, no tengo nada, maestro —Bobby miente, sabe que nada escapa al ojo avizor del maestro Prabupada Kuppu.

—Tranquilos, chicos. No tiene nada de malo ser zombi de vez en cuando. Los sentimientos nos recuerdan que somos humanos. Incluso yo he tenido amargura en días soleados. Porque ay de aquel quien lleve la meditación al límite y olvide por un momento que no es una máquina. Palabras del sabio Swami Sivananda Tercero.

—¡Swami Sivananda Tercero! —dicen todos al unísono y sonríen.

—Ahora dime, Roberto, ¿qué sucede en tu bello espíritu? Acaso estás molesto por… ¡Rayos! Qué putada. Argh. Esta diarrea es inaudita. Amigos, terminemos esta sesión. Nos vemos mañana aquí. Esto es insoportable. Ya nos organizaremos para empezar con la misión que nos han consignado. Besos energéticos a todos. ¡Pongan seguro al salir! ¡Ciao!

El maestro huye a toda velocidad hacia el baño. El último en salir, Roberto, alcanza a escuchar la explosión inmensa de un flato desgarrador. Imagina, de nuevo, el trasero de Prabupada Kuppu y la triste jerarquía espiritual: entiende lo obvio, nunca será un chakra.


7 Siete años antes de la Gran Guerra Semiótica.

La lengua del cocodrilo
2013

El cielo es absurdo. Ridículo. Imprime distintos tonos que se difuminan en el horizonte. Amanece, en otras palabras, como todos los días. No hay gallos. No tiene por qué haberlos. Es una ciudad, no el campo. El ruido es opaco y transita como la espuma, lento, incontenible. Es la hora más grotesca del día. Nadie está despierto en el edificio. Reina la oscuridad, su medianía. No se distinguen los pasillos todavía, las habitaciones, la sala de estar, sus contornos y sus distintas tonalidades.1 No hay movimiento ni luz ahí afuera, en los otros rincones del inmueble. Las tinieblas se desarman lentamente con la imperiosa salida del sol, con su proximidad, con el amargo aviso de su marcha hacia este lado de la Tierra.

Detrás de una puerta, oculto en la palidez del bombillo que irradia sobre las cuatro paredes del baño, el chico2 con sombrero negro de alas enormes examina su boca con un cepillo dental. Remueve la piel, los pellejos, sostiene su lengua, la somete a presión, mira su tamaño. Es bastante amplia, como la de todos los pacientes, sus compañeros. Todos esos chicos con la lengua ancha y grande, echada hacia afuera de sus bocas al hablar, al gimotear. La lengua está agigantada como un sapo mudo que pierde la respiración bajo el agua, un sapo agónico que se contrae una y otra vez y que se sacrifica para evitar la desaparición de su especie.3 Los cabezas de chorlito ahora duermen y, mientras sueñan, su cuerpo automáticamente hace todo el trabajo, pero en el día apenas pueden respirar por la protrusión incontrolable, la conciencia que tienen de la enormidad de sus lenguas. Los alcornoques afectados por la inestabilidad motriz pronto despertarán. Él sostiene con firmeza el cepillo de dientes sobre el órgano bucal. Su pulso es inalterable. No tiembla. Entrecierra los ojos. Mira detenidamente sus características faciales, los pliegues epicánticos, la capa del párpado superior que marca su territorio desde la nariz hasta la parte interior de la ceja y que cubre el canto del ojo. Es normal, cierto, sí. Si fuera un japonés, o un chino. Pero no. Es un chic …

Franco Félix (Hermosillo, Sonora, 1981) es escritor y editor. Obtuvo la beca Edmundo Valadés de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes en 2009 por la revista Shandy, la beca Jóvenes Creadores en la categoría de novela (2011-2012) y la beca de Residencias Artísticas México-Argentina 2014, las tres del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha publicado, entre otros, los libros Kafka en traje de baño (2015), Los gatos de Schrödinger (2015) y Mil monos muertos (2017). Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Algunos lo ven como el diablo, otros más como esperanza. Entre los escritores… no hay acuerdo

miércoles, julio 4th, 2018

“Con Andrés López Obrador comienza a gobernar el pueblo”, dice la escritora Orfa Alarcón. “Voté contra él porque creo que, a pesar de todo, las instituciones nos permiten fortalecer la democracia y es mucho lo que hemos ganado hasta ahora”, dijo Rogelio Villarreal. Estas son las opiniones de algunos escritores.

Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).- Las elecciones del domingo dejaron, más allá de los resultados, una sensación de que los mexicanos están mucho más maduros que los periodistas, que la gente del poder, que los políticos. No sólo dijeron adiós al PRIAN, sino que fueron a votar en cantidad casi ilimitada y si no fuera porque en las mesas había menos boletas que los votantes, los números habrían aumentado.

¿Qué piensan los escritores? Muchos, como la mayoría del pueblo, estuvieron a favor de Andrés Manuel López Obrador, incluso actuaron como ayudantes de los comicios, entre ellos Paco Ignacio Taibo II.

“Me preguntan donde estaba @taibo2 ayer. Hasta las 23.00 horas, contando los votos en su casilla, como representante de Morena”, dijo su amigo e historiador Pedro Salmerón.

Otros, como la escritora Anamari Gomís o Rogelio Villarreal, que usaron también las redes sociales para expresar su oposición a Andrés Manuel López Obrador (“No veré el Mundial ni votaré por AMLO”, escribió la autora de la reciente antología Dejar huella), en una pluralidad de ideas que no muchas veces encontró calma, pero así fueron las redes sociales.

Votante en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Foto Cuartoscuro

Le preguntamos a los escritores que dijeran que cosas le pareció la jornada electoral, el resultado, qué cosas a destacar. Comenzamos por la poeta Xitlatlitl Rodríguez Mendoza, fundamentalmente porque es una de las personas jóvenes, que son quienes han cambiado la historia en este país.

“El triunfo de AMLO da esperanza. Después del Brexit, después del No en Colombia, después de Mauricio Macri en la Argentina, después de Donald Trump, creí que México se uniría, como casi siempre, a la derecha. Estoy feliz y sorprendida. Puede que López Obrador sea más centro que izquierda, pero al menos no es la extrema derecha del Frente o la violenta tecnocracia priista de toda la vida. Al menos puede negociar, sonreír, expresar emociones y crearlas en los demás, es empático, escuchar; no es un muro de gestos ensayados, impenetrable y vacío, como Peña Nieto, como Ricardo Anaya. Y el hecho de habernos puesto de acuerdo más de la mitad de los mexicanos en que no queríamos al PRI, el gran perdedor de esta elección y el hecho de que por una vez el aparato político haya respetado nuestra elección es histórico. Es la primera vez en décadas, en generaciones, que la gente tiene esperanza. Ahora está bien celebrar por todos, pero una vez que se lleve a cabo la transición, habrá que observar de forma crítica y exigir.

En su discurso en el Zócalo, López Obrador incluyó a los jóvenes, habló de su derecho a la educación y al trabajo, se dirigió a creyentes y no creyentes por igual, abrazó a la comunidad LGBTI, a obreros, estudiantes, agricultores, migrantes… Esto debería ser algo habitual en un mandatario, pero no lo es. Ahora esto es una rareza y, por una vez en la vida, esta rareza es nuestra”, expresó.

Desde Xalapa, el escritor César Silva Márquez, escribió: “Al depositar la boleta en la urna, como lo he hecho desde los 18 años cumplidos, veo el cielo escaso de nubes, son las 11 de la mañana y miro la calle sin pavimentar, pienso que una vez más nada de esto tiene sentido. Sé que el rumbo del país no puede recaer en una sola persona y no hay cerveza para digerir tal idea. El día avanza y los resultados de la contienda electoral llegan más rápido de lo que esperaba y una sonrisa aparece.

Los jóvenes mexicanos votaron masivamente. Foto: Cuartoscuro

En medio de un marasmo de muerte e impunidad por parte del crimen organizado y del mismo gobierno , el acto de votar, por primera vez en mucho tiempo parece dejar de ser un acto romántico, aunque la esperanza de dirigir al país a un nuevo rumbo todavía lo parezca, ese acto romántico, elegir, tiene peso. Lo celebro enormemente. Elegir, porque lo que hay no sirve, y ni despensas ni compro de voto en esta ocasión surtió efecto. Valoro entonces el acto”.

“Celebro que haya primado la civilidad por encima de los enconos, que ya tienen muchos años entre nosotros. No estoy seguro de si habría sido lo mismo con una hipotética derrota de López Obrador, seguramente la violencia se hubiera desatado por culpa de un tercer fraude tan imaginario como los dos anteriores. Hoy por la mañana escribí en Facebook: “Anoche, en un gesto insólito de madurez política, AMLO reconoció los resultados de la elección”, una ironía, desde luego.

Me emociona ver la enorme cantidad de gente que votó por él, hay emoción y esperanza —nada provoca más emociones que la política, la religión y el futbol, por cierto. Me preocupa que el presidente electo no pueda cumplir tantas promesas —qué aluvión de desilusiones provocará..—, y me preocupa más la gran cantidad de advenedizos de la política que se trasvasaron a Morena, como la futura senadora por Morena, Alejandra León, de Baja California, que en un video se burla de los adversarios. En México falta educación, civilidad, información y discernimiento: vale lo mismo un voto por odio o hartazgo que uno razonado e informado. Siempre he dicho que AMLO no es de izquierda, pero eso nunca le ha importando al grueso de sus votantes, que son conservadores y sólo quieren un país sin corrupción, con seguridad y justicia —lo cual me parece muy bien, pero ya atestiguamos ahora el ascenso de la ultraderecha homofóbica del PES como cuarta fuerza política, y el resurgimiento del PT, un partido propiedad del vividor Alberto Anaya”, dijo Rogelio Villarreal, desde Guadalajara.

“Me preocupan, decía, los arribistas, los oportunistas: el viejo PRI no ha muerto, pues muchos de ese navío desfondado brincaron como ratas al nuevo barco de Morena.

Festejo por el triunfo de AMLO. Foto: Cuartoscuro

AMLO tiene muchos compromisos y tendrá que cumplirle a todos. Voté contra él porque creo que, a pesar de todo, las instituciones nos permiten fortalecer la democracia, y es mucho lo que hemos ganado hasta ahora. Espero que AMLO no las secuestre y someta a su arbitrio. Más le vale hacerle caso a sus asesores más inteligentes y no a los merolicos, como Ackerman, Taibo y Villamil, por ejemplo.

Espero también que la crítica a su gobierno sea constante, cotidiana; que respete la libertad de prensa y a los que disentimos de sus posturas.

¿Hay democracia en México? Sí, desde el 2000”, agrega.

“Las elecciones del pasado primero de julio han sido un ejemplo de civilidad. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador renueva mi esperanza en un sistema democrático que poco a poco se va puliendo. Tuvieron que pasar 12 años para ver una sociedad participativa a lo largo y ancho del país, y dispuesta a no aceptar imposiciones. No tengo certezas, ignoro lo que sucederá a partir del primero de diciembre, pero estoy convencido que las cosas se harán de manera diferente y eso para mí ya es alentador. Si observamos como ejemplo lo que ha sucedido en la ciudad de México desde que la izquierda gobierna, no me cabe duda de que vamos por buen camino”, dijo César Gándara, autor de la reciente novela La joroba de la bestia.

José Antonio Meade reconoce al ganador. Foto: Cuartoscuro

Desde Iztapalapa, escribe la poeta Maricela Guerrero: “Caminar rumbo al Zócalo con entusiasmo, acompañada de personas queridas, para celebrar un resultado electoral, es algo que pensé que nunca sucedería y sucedió; espero que la diferencia que ha marcado ese resultado electoral se refleje en lo político real, en la repartición cotidiana de los poderes, las economías y los afectos y que la confianza poco a poco vuelva a permear en todas nuestras relaciones”.

Desde Monterrey, la novelista Orfa Alarcón expresa: “Una gran lección que queda para los partidos políticos es que el electorado mexicano no es tonto: se informa, recuerda, relaciona datos y hechos y, lo que es más importante, castiga al mal gobierno. Este es un momento histórico y un gran paso para nuestra democracia. Con Andrés López Obrador comienza a gobernar el pueblo”.

“Estoy con Antonio Porchia cuando dice: “Mi lado es el izquierdo, nací de ese lado”… Desde que pude votar, lo hice por la izquierda: Heberto Castillo, Rosario Ibarra de Piedra, Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador… y aunque la izquierda política se fue desdibujando, mi puño tiende a esa parte de la boleta cuando me encuentro en la casilla. Por lo mismo mi destino o el destino de mi voto, era la derrota, a veces de forma injusta, pues parecía que el aparato político, por ejemplo en la elección que encumbró a Salinas, asumía el “no pasarán” como propio. Eran tiempos del carro completo priista y la caída del sistema y vicios como las urnas embarazadas o el ratón loco. El presidente era el árbitro único de las elecciones: el definía a su sucesor. Cuando leí un texto de Martín Luis Guzmán, que es una suerte de epílogo de La sombra del caudillo, aquel que se titula “Axkaná en las elecciones”, creí entender que esa realidad no variaría, y los intentos de Andrés López Obrador por romper ese cerco me lo demostraban… Mas ocurrió que no, que los tiempos han cambiado y por vez primera voté no por el derrotado sino por el ganador. Me encuentro en un México distinto al que hallé al llegar a la edad ciudadana. Más de tres décadas después parece abrirse el camino de la legalidad democrática. Y de aquel PRI que parecía invencible, sólo queda, en estas horas primeras luego de la votación del 1 de julio, su pasmo. Ahora todos repiten esa variación inevitable del cuentínimo de Monterroso: al despertar, el dinosaurio ya no estaba ahí”, palabras de Alejandro Toledo.

El merchandising en el Ángel de la avenida Reforma, en la Cdmx. Foto: Cuartoscuro

“Algunos historiadores dijeron que los grandes hombres hacen la historia; para otros, son los movimientos sociales. El 1 de julio vimos actuar ambas fuerzas. Andrés Manuel López Obrador encarna ese cambio social, porque es un hombre decente, un terremoto político, un líder moral. No es un pensador, sino el carismático sepulturero del viejo régimen prianista”, dice el escritor y editor Edgar Krauss.

Algo de esperanza es lo que rescata la poeta y escritora Ave Barrera.

“Tal vez lo más valioso de este cambio sea el entusiasmo que nos mueve en conjunto, que puede despertarnos del desencanto y aliviarnos el miedo. Importan poco el escepticismo y la duda, mientras exista la posibilidad de volver a sentir algo de esperanza”.

La editora y productora Lorena Elizabeth Hernández también habla de la esperanza: “Esperanza. Hacía años que no sentía esperanza. El triunfo de Andrés Manuel nos devuelve la posibilidad de creer y trabajar por un país que se ha llegado a pensar fallido. Y alegría, asistir a este momento histórico con alegría y la mirada puesta en el México que tanto anhelamos: justo, en paz, con oportunidades para todos. Y, sobre todo, saber que por fin es posible”.

Es el triunfo de la resistencia. El resultado de la perseverancia y una nueva esperanza de transformación radical para nuestro país. Todos los que votamos por el, hoy estamos felices y orgullosos de ser parte modesta en el cambio verdadero que México necesita.

Morena arrasó en las elecciones de México. Foto: Cuartoscuro

El director académico de la Fundación Elena Poniatowska, Ulises Castellanos, no dudó al hablar de la resistencia: “Es el triunfo de la resistencia. El resultado de la perseverancia y una nueva esperanza de transformación radical para nuestro país. Todos los que votamos por él, hoy estamos felices y orgullosos de ser parte modesta en el cambio verdadero que México necesita”.

“Hace 12 años estaba en el centro de Xalapa, llovía y esperábamos el resultado de la elección presidencial que encabezaban López Obrador y Felipe Calderón. Mucha de la gente alrededor mío esperaban el triunfo de Andrés, muchos porque habían trabajado en la campaña, otros, como yo éramos mortales simples que esperaban que la derecha no llegara al poder. Había una pantalla en la que estaban dando los resultados. Salió Luis Carlos Ugalde, en ese entonces presidente del IFE, nos dijo: Calderón va ganando y la tendencia es irreversible.

Lloré, como todos los que estábamos ahí, 12 años después la situación es diferente. El triunfo de López Obrador en este momento es el triunfo de un dirigente tenaz, de un tipo que supo reunir, no solamente a las diversas vertientes de la izquierda, sino, siendo ya pragmático a diversos grupos en el poder. Una victoria en las urnas no se logra sin ensuciarse, más en un país donde los poderes fácticos son tan reacios al cambio.

Creo que el principal problema de Andrés Manuel es que él lo es todo y no veo en el horizonte líderes que le hagan contrapeso. Tenemos que crear desde abajo otras fuerzas, promover una izquierda más joven, más activa, no depender tanto de los líderes consolidados. Por ahora estoy feliz por la victoria en las urnas, por ver que vamos perfeccionando nuestra muy joven democracia, pero falta mucho para ser un país más progresista”, expresó el escritor de novela noir Iván Farías.

El joven escritor y estudiante Adolfo Luévano: “Sigo emocionado por lo ocurrido ayer. Porque hace seis años nos robaron estos seis años, para decir lo menos y quisieron robarnos los siguientes seis. Porque este país siempre ha estado jodido pero ahora ya está en el límite y acaso más allá. Trato de no entusiasmarme demasiado, esperar lo peor. Porque después de todo estamos hablando de política y la política es un mal necesario: necesario, sí, pero mal a fin de cuentas. Y a pesar de eso, es difícil no pensar que hemos tumbado un muro de muchos años, de mucha resignación; que hemos participado de algo bueno, del inicio de algo mejor. Ya en diciembre me pondré de veras escrupuloso, objetivo. Por ahora quiero disfrutar estos aires de entusiasmo que nos hemos regalado”.

El escritor y editor Andrés Ramírez, dijo: “Para los que hemos vivido bajo la sombra del fraude electoral desde 1988, que se reavivó arteramente en 2006, el día de ayer sí fue histórico y sí fue para celebrarse. Pero ya pasó, y ahora hay que estar atento a que los sueños se cumplan y a que se empiece a trazar lo que realmente se desea: una sociedad más justa (basta ya de clasismos) y estimulante intelectual y creativamente. Mucha ilusión, expectativa realista y una realidad muy complicada es con lo que se habrá que lidiar en el día a día. Casi todo en contra, pues. Esperemos que todos los involucrados directamente estén a la altura del reto. Lo que queda claro es que la sociedad civil y los medios serán cruciales para que no haya excesos y banalidades ególatras desmedidas, ya que los partidos políticos están para la basura, quizá ese sea el mejor saldo del día de ayer. ¿En un año dónde y cómo estaremos? Ya lo veremos, ya haremos algo al respecto, confiemos en que haya signos claros de que la dirección sea la correcta”.

Conteo de votos en Xalapa, Veracruz. Foto: Cuartoscuro

“El triunfo de López Obrador, desde la perspectiva de la democracia volverá tirios a los que antes eran troyanos, y viceversa; y clarifica el concepto de democracia para el país ya que los eternos perdedores en las elecciones hoy se levantan como en un carro completo. Aunque suene a sarcasmo, también hemos recuperado a casi un 47% de ciudadanos anti AMLO que hoy sí serán críticos al sistema como antes no lo fueron o lo fueron sólo por encima. Es un triunfo que, a diferencia de otros, al fin da esperanza en muchos niveles: una nueva opción de hacer política, otra forma de enfrentar los problemas históricos del país y la pobreza que nos lesiona, la violencia que nos humilla”, afirmó desde Monterrey el escritor Antonio Ramos Revillas.

“La monumental victoria del candidato de la izquierda, Andrés López Obrador (AMLO) del partido MORENA, representa un cambio social y político que tardó más de 12 años en concretarse y constituye un parteaguas en el horizonte político mexicano. También es un momento extraordinario –casi surreal- para varias generaciones de mexicanos cuya voz fue silenciada o ignorada por más de 80 años por el partido oficial (PRI-PAN), que a lo largo de muchas décadas, instauró en México una verdadera cleptocracia”, dijo Michael K. Schuessler, autor de la biografía sobre Pita Amor.

Votos de los mexicanos residentes en el extranjero. Foto: Cuartoscuro

“La República amorosa.

Pedro Miguel dijo: “ganamos la batalla cultural. La batalla de los símbolos”.

Así de importante.

Así de rotundo.

De allí las dimensiones telúricas de esta victoria.

A pintar las paredes, chairas/os.

Y a abrir las ventanas.

A recuperar ese sentido de pertenencia, esa comunalidad (Federici) sin la cual andamos extraviadas/os.

Y la pertenencia no es cerrarse al mundo.

Es reconocer (a cada quien su historia) que una dice: “Mira, es el Sena, eso se llama río”, porque alguna vez conoció el Grijalva.

Y lo amó.

No es que las/los chairas/os no apreciemos la vastedad del mundo.

A como nos dicen y dicen…

Es que anhelamos construir comunidades de bienestar y dignidad.

En cada rinconcito de este país.

En cada una de las lenguas que se hablan en este país.

Y, sí: “primero los pobres”.

Primero lo urgente.

Somos responsables de nuestros sueños.

Y no hay dignidad para unas/os sin dignidad para todas/os.

Basta de capitalismo salvaje.

Basta de ese llamado desaforado al consumo en el que terminamos consumiéndonos las/los unas/os a las/los otras/os.

¿Cuáles son los “objetos” que importan?

Los objetos de amor.

No las cosas, no.

Los objetos de amor.

Y necesitamos amarnos “desaforadamente” para construir distinto.

Con un piso más parejo.

Más libre.

Más justo.

Millones de personas anhelamos este momento desde hace doce años.

Hace tantos, tantísimos años.

Es tiempo de pintar las paredes y abrir las ventanas.

Es tiempo”. Fue el poema que María Teresa Priego-Broca puso frente a una frase de Carlos Pellicer.

La frase frente a la que escribió María Teresa Priego. Foto: Facebook

“Las elecciones más importantes del México moderno (por la cantidad de puestos a elección en disputa, por la coyuntura histórica del país, por el número de ciudadanos en edad de votar) resultaron en un holgado triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Durante toda la campaña, y aún antes, sostuve una actitud crítica hacia su figura política y sus propuestas y esa seguirá siendo mi actitud. El mandato de cambio fue abrumador. No estoy seguro de que en esta ocasión el cambio vaya a ser para bien. He estudiado durante años al personaje y su talante autoritario me preocupa. También veo con preocupación la mayoría que Morena obtuvo en el Congreso y en el Senado. Por años los mexicanos nos opusimos al autoritarismo y al “carro completo”, y ahora vamos camino a repetir (con sus obvias variantes) la situación. Como opositor López Obrador fue implacable: negativo siempre, intolerante y majadero respecto a sus contrincantes. Me parece que debe ser medido con la misma vara con la que él midió. La oposición a su gobierno debe ser firme y continua. Creo que despertó expectativas muy altas y que no podrá cumplirlas (como le ocurrió a Barack Obama y ahora le ocurre a Emmanuel Macron). Ojalá no sea así. Ojalá me equivoque, por el bien del país”, dijo Fernando García Ramírez, escritor y periodista de Letras Libres.

“Después de una contienda electoral que dejó, según Animal Político, 101 políticos y candidatos asesinados (la mayoría del PRI), resulta una liberación llegar al término. Voto con convicción o por castigo, el evento fundamental es el soberano derecho de elegir y en estas complejas jornadas, las más grandes de nuestra historia, pienso que dimos un paso adelante en cuestión de conciencia y madurez democrática. En definitiva,  el discurso que dominó a mi generación (por no mencionar a las anteriores) respecto al fraude y al “no va a pasar nada vote por quien vote”, desde el 1 de julio rompió la inercia; mi hijo de 8 años tiene ya un referente paralelo al repetido por décadas. Eso es de celebrar. Ahora, pasando la euforia, es equivocado fincar mesiánicamente en una persona “la esperanza” de México. Es responsabilidad de todos los sectores de estar alertas, de comprometernos a cambiar pésimos hábitos, de contribuir a la extinción de esa clase política repugnante sin valores, corrupta e inculta. Es nuestra responsabilidad, desde cualquier trinchera, recordarnos día a día lo que se ha vivido sobre todo los últimos 12 años, recordar que la violencia sistémica del estado, de las empresas y otras instituciones, conviven con nosotros, haciendo, como lo ha ensayado el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que nosotros seamos nuestros propios explotadores, víctimas y verdugos a la vez. Comulgo por una práctica diferente del sentido de Estado, por agotar las formas protocolarias vacuas (me alegro tanto que desaparezca La Primera Dama), quizá son detalles superficiales, pero en la forma también va la sustancia y es urgente optar por la austeridad elegante, nos dice el filósofo polaco Henryk Skolimowski, estilos de vida alternativa que reconfiguren nuestra ética y moral; la esperanza sí, pero como voluntad, la responsabilidad y la mente participativa.” Dra. Magali Velasco Vargas. Dirección Facultad de Letras Españolas. Universidad Veracruzana.

“No fue esta una campaña fácil, pero creo que nunca lo es una en la que realmente hay cosas importantes en juego. Fue larga, tortuosa y estuvo repleta de dudas y ambigüedades. En muchos sentidos la campaña de AMLO parecía una gran necedad, la obstinación de un individuo obsesionado con el poder. Vimos como López Obrador formó alianzas difíciles de aceptar, como abrió las puertas de su partido y movimiento a personas e ideas que parecían contradecir sus promesas de lucha contra la corrupción, igualdad y justicia. Cada día su campaña nos hacía pensar que la ambición lo había perdido. Quienes votamos por él hace 6 y 12 años y quienes creemos que fue un excepcional jefe de gobierno de una de las ciudades más complicadas y caóticas del mundo estábamos confundidos y desilusionados. En lo personal tuve períodos en los que pensé que anularía mi voto. Jamás hubiera votado por ninguna de las otras opciones. Pero a medida en que se acercaba el primero de julio me fui convenciendo de que había integridad en las propuesta de Morena. Pero sobre todo había que aceptar que las opciones eran un reflejo fiel de la sociedad civil y recordar que no hay políticos perfectos. La democracia consiste en la participación. Elegir a AMLO era una forma de castigar a los partidos que han dejado al país en ruinas económicas, políticas y morales, aparte de haber lanzado una brutal guerra fraticida. Pero más importante era apostar por una serie de ideas elementales que van de la conciliación al reconocimiento de los más desposeídos. Veremos qué sucede en este sexenio, pero definitivamente este triunfo abre las puertas a una auténtica sociedad democrática.” (Naief Yehia, novelista y sociólogo) 

Luisa Reyes Retana gana el Tercer Premio Mauricio Achar

sábado, julio 8th, 2017

Luisa Reyes Retana Esponda ha sido galardonada con el tercer “Premio Mauricio Achar / Literatura Random House”, dotado con $250,000 pesos, por la obra Nos vemos en infiernillo, presentada bajo el seudónimo de “Lucía Ramírez Rodríguez”.

Ciudad de México, 8 de julio (SinEmbargo).- El jurado, compuesto por los escritores Cristina Rivera Garza, Julián Herbert y Emiliano Monge, así como Jorge Lebedev, Director de Ediciones Gandhi y Andrés Ramírez, Director Literario de Penguin Random House Grupo Editorial, ha declarado ganadora la novela “por tratarse de un relato con personajes entrañables y complejos, con descripciones que logran crear una atmósfera perturbadora, y una estructura ágil en la combinación de planos temporales. A partir de un inicio enigmático, se despliega una trama veloz y, al mismo tiempo, profunda que aborda temas siempre actuales como la enfermedad mental, el incesto y el abandono familiar”.

La elección de la obra ganadora reitera la vocación del premio de dar espacio a nuevas voces en el campo cultural mexicano y los 410 manuscritos participantes confirman la confianza por parte de los lectores y de aquellos que tienen algo que decir a través de la escritura.

Es así que, con el espíritu de reconocer a quienes dedican su tiempo y su pasión a la escritura y después de dos exitosas ediciones, dos grandes empresas dedicadas al fomento y a la difusión de la lectura como son Librerías Gandhi y Penguin Random House Grupo Editorial, dan continuidad al sueño de Mauricio Achar de convertir el hábito de la lectura en una forma de vida.

Es co-fundadora de Sicomoro Ediciones. Foto: Especial

Luisa Reyes Retana (Ciudad de México, 1979) Estudió Derecho en el ITAM y un posgrado en Derecho Comparado en la Universidad de Berkeley, en California. Es co-fundadora de Sicomoro Ediciones y editora de su primer título Die Kurt F. Gödel Bibliothek, del artista Emilio Chapela, sobre el futuro del libro y las bibliotecas. Ha escrito textos sobre arte contemporáneo en Arte al Día,La Tempestad y el semanario Frente. Fue co-editora de la revista Animal. Ha editado numerosos libros en Sicomoro Ediciones y desde hace algunos años escribe ficción.