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Actriz de Dr. Strange es acusada junto a su esposo de abuso sexual de un menor

viernes, abril 29th, 2022

La actriz y luchadora profesional de artes marciales mixtas fue acusada junto a su esposo por un supuesto abuso sexual a una menor de edad; de acuerdo con la BBC, los hechos ocurrieron en el año 2000.

MADRID, 29 de abril (EuropaPress).- Zara Phythian, actriz que encarnó a una de las secuaces de Kaecilius (Mads Mikkelsen) en Doctor Strange, se enfrenta a un juicio por abuso sexual a una menor. La también especialista y su marido, Victor Marke, han sido acusados en Reino Unido de varios cargos por unos hechos que supuestamente tuvieron lugar a principios de los 2000.

Zara Phythian junto a Benedict Cumberbatch, protagonista de DR Strabge. Foto: Twitter vía @Sky_3800.

Según BBC, los abusos tuvieron lugar entre 2005 y 2008, cuando la víctima tenía entre 13 y 15 años. La demandante declaró en el Tribunal Superior de Justicia de Nottingham y reveló que, como los acusados eran instructores de artes marciales, les admiraba por su trabajo en esta disciplina.

Aparentemente los primeros abusos ocurrieron después de que la pareja le diera alcohol y Phythian la desafiara a practicarle sexo oral a Marke. Según la víctima, posteriormente Marke tuvo relaciones sexuales con ambas. “Sabía que estaba mal, pero simplemente no sabía cómo salir de la situación ni decir nada. Recuerdo haber intentado copiar la reacción de Zara, porque la admiraba y trataba de ser como ella en todos los sentidos”, afirmó.

El abuso continuó e incluso la mujer aseguró que Marke amenazó con “romperle las rótulas” si se lo contaba a alguien. “Simplemente dijo que nadie me creería si lo contaba. Siempre tuvieron poder sobre mí”, aseguró. Phythian y Marke se enfrentan a 14 cargos de actividad sexual con un niño. Marke también está acusado de cuatro cargos adicionales por agredir a otra mujer que denunció lo ocurrido ante la policía.

Además de haber trabajado en Doctor Strange, Phythian también ha participado como actriz en producciones como The Dark Kingdom, Street Blood, Transit 17 o Tribal Get Out Alive. Su filmografía como especialista de acción incluye producciones como Macbeth, Morgan o Toque de queda.

Las 11 películas surcoreanas que debes ver, ahora que Bong Joon Ho es un director reconocido

jueves, febrero 13th, 2020

Con el eminente triunfo de Parásitos en los Óscar, salieron a la luz las once cintas destacadas de los 2000 que transcurren en Corea del Sur para romper la barrera de los subtítulos una vez más.

Por Mónica Zas Marcos

Madrid, 13 febrero (ElDiario.es).- A Bong Joon Ho no se le cayeron los anillos el pasado domingo cuando les dedicó su Óscar a todos los adversarios anglosajones en la categoría de dirección. Empezó con un emotivo refrán heredado del artífice de El irlandés, referente absoluto de su época como estudiante de cine en Seúl: “Siempre decíamos que lo más personal es lo más creativo, y es algo que le debemos a nuestro gran Martin Scorsese”. El surcoreano continuó alabando las virtudes de Sam Mendes y Todd Phillips, derrotados con sus 1917 y Joker, respectivamente.

Pero lo más importante fue lo que dijo de Tarantino, pues el director de Érase una vez… en Hollywood es de los pocos que ha reivindicado en EU, no solo las cintas de Joon Ho, sino las muchas proezas de la filmografía de Corea del Sur. Parásitos ha roto el rechazo hacia el cine extranjero que aún existe en buena parte de Occidente, sobre todo en aquellos países malacostumbrados al inglés como idioma único en el séptimo arte.

Bong Joon Ho les dedicó su Oscar a todos los adversarios anglosajones en la categoría de dirección. Imagen: Especial

“Una vez te sobrepones a esa barrera de una pulgada que suponen los subtítulos, accedes a una gran cantidad de películas maravillosas”, dijo Bong Joon Ho en los Globos de Oro. Y así ha ocurrido después del triunfo absoluto e inédito en los Óscar, pues durante estos días se han hecho virales casi todos los hilos que rescatan diversas joyas de la cinematografía asiática y, en concreto, surcoreana.

El ideólogo de Parásitos siempre ha dicho que Paco Plaza y Carlos Saura son dos de sus directores favoritos, que él es fruto del festival de San Sebastián y Valladolid, y que las sociedades coreanas y españolas se parecen mucho. Lo menos que se puede hacer es devolverle el favor con una breve lista de las cintas más destacadas de los 2000 y que transcurren en Corea del Sur, parafraseándole, “como podrían hacerlo en España”.

THE HOST (BONG JOON-HO, 2006)

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El huésped supuso la primera película de alto presupuesto del oscarizado director y a la vez el mayor éxito en taquilla de Corea del Sur hasta la fecha. La traducción exacta es Monstruo porque la trama empieza con un enorme mutante que emerge del río Han, en Seúl, aterrorizando a toda la población. Como reseñó el crítico Rogert Ebbert, la escena de la multitud huyendo en pánico de la criatura constituye una de las mejores avalanchas humanas jamás filmadas.

Los sofisticados efectos visuales proporcionaron una dosis de verosimilitud al engendro además de al terror, a pesar de estar aderezado con el humor negro que tanto le gusta a Joon Ho. Pero quizá lo que la convierte en un título de culto para los doctos en su filmografía es la crítica social subyacente sobre la implacabilidad del mal, el clasismo y la egocéntrica política de Occidente.

MEMORIAS DE UN ASESINO (BONG JOON-HO, 2003)

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El cineasta decidió abordar este ambicioso proyecto basado en una historia real sobre el primer asesino en serie de Corea del Sur que atemorizó al país en 1986. Se trata de un reposado y brillante thriller policial que obtuvo una calurosa recepción entre la crítica y el circuito festivalero: en San Sebastián, por ejemplo, obtuvo tres galardones incluyendo el de mejor director. Esta cinta supone el verdadero hito de la trayectoria de Bong Joon Ho, ya que fue el resorte que lo impulsó fuera de su país y consiguió la atención de los ojeadores internacionales, aunque nunca el nivel de El huésped.

LA DONCELLA (PARK CHAN-WOOK, 2016)

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Fue la película más seductora de 2016, pero también la de ejecución más atrevida. Chan Wook empezaba presentando una fábula algo naíf sobre dos cazafortunas y terminaba doblándola sobre sí misma y revisitando las mismas escenas con una dosis extra de sexo lésbico, venganza y perversión. Como suele pasar con el cine oriental, La doncella fue un rompecabezas brillante de empoderamiento feminista y humor negro que, al no alcanzar los Oscar a diferencia de Parásitos, no recibió el apoyo que merecía en taquilla.

LA TRILOGÍA DE LA VENGANZA, (PARK CHAN-WOOK, 2002-2005)

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Esta etiqueta es tramposa al ser los críticos, y no el propio director, quienes la acuñaron para reunir tres cintas consecutivas pero que no están conectadas narrativamente. Son Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy y Sympathy for Lady Vengeance y constituyen el cine más reconocido del surcoreano en el extranjero.

La primera, además de ser brutal en lo visual, constituye una crítica al estado de sanidad coreano y a la impunidad de las mafias. La segunda, que triunfó en un Cannes no por casualidad presidido por Tarantino, cuenta la liberación de un hombre encarcelado sin razones y fue adaptada después por Spike Lee. Por último, la que para muchos es una decepción no desmerece en absoluto a las dos anteriores gracias al fantástico personaje femenino y a su empoderador trasfondo.

AHORA SÍ, ANTES NO (HONG SANG-SOO, 2015)

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Es la decimoséptima película del director y, sin embargo, la segunda estrenada fuera de Corea del Sur. Sorprende, porque tanto la crítica al snobismo del círculo cinematográfico como el reflejo de las relaciones y el humor sarcástico son perfectamente aplicables a ambas culturas.

“¡Oh, claro que lo conozco, usted es un director muy prestigioso! No, no he visto ninguna de sus películas”, le dice Yoon Hee, una lenguaraz pintora que pilla al farolero cineasta en su propia palabrería. Pero ¿qué hubiera ocurrido si él decidiese ser sincero en un primer momento? Entre lo onírico y lo alegórico, este cuento de amor discurre sobrepasando por mucho al género del romance.

BURNING (LEE CHANG-DONG, 2018)

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Inspirado en los juegos confusos de Haruki Murakami y William Faulkner, esta película resultó todo un fenómeno en festivales como Cannes, los Independent Spirit o el premio de la crítica estadounidense. Burning tiene la capacidad de remover por fuera, desde la retina y la tensión de un relato morboso, hasta lo más intrínseco del ser humano, ya que gran parte de la trama consiste en acompañar al protagonista en sus torpes silencios. Celos, venganza y anhelos, pasado y presente, todo unido en un filme que no pretende dar respuestas y en el que caben todo tipo de interpretaciones.

SILENCED (HWANG DONG-HYUK, 2011)

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Las bases de la segunda película de este cineasta, que solo cuenta con tres largos en su filmografía, son tan perturbadores y potentes que provocaron una reforma legislativa en Corea del sur sobre los delitos sexuales contra menores y discapacitados. Silenced se basa en un caso real de violaciones en una escuela de sordomudos de Gwangju, en el que una activista se tuvo que enfrentar a los docentes y los oficiales de seguridad que intentaron tapar el escándalo.

TRAIN TO BUSAN (YEON SANG-HO, 2016)

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Train to Busan es el primer largometraje de imagen real del director coreano Yeon Sang-ho, que en animación ya había sido bien recibido en el circuito de festivales, de tremenda carga crítica en torno a temas como el acoso escolar y el fanatismo religioso, radicales en la violencia y obstinadas en señalar el individualismo de la sociedad contemporánea.

En este caso, un ejecutivo averiado por el mundo del trabajo decide llevar a su hija a ver a su madre y en el trayecto se las tendrá que ver con un ejército de zombis, que en el fondo son solo ciudadanos víctimas de la enajenación colectiva. Una cinta, pese a todo, de entretenimiento familiar y sobre las dislocadas familias.

HIERRO 3 (KIM KI-DUK, 2004)

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La extensa filmografía de este admirado director no alcanzó tal consenso como con Iron 3, un drama amoroso entre un fantasmagórico joven que se dedica a ocupar casas hasta dar con la de Sun-wha, una modelo maltratada que le observa desde lugares recónditos de su propio hogar. Aunque la chica es retratada como una víctima impotente y Ki-Duk no va a saltar a los anales por promover la emancipación femenina con esta película, el resultado es tan hipnótico y delicado que nos hace olvidar todo lo demás.

THE CHASER (NA HONG-JI, 2008)

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Es la ópera prima de un director que con solo tres rodajes a sus espaldas ha conseguido rendir a la crítica a los pies de The Wailing, The Yellow Sea y de la que nos ocupa. Un thriller que indaga sobre una serie de desapariciones de prostitutas investigada por un ex detective reconvertido en proxeneta. Dos años después de The Host, esta cinta alcanzó el top tres en la taquilla surcoreana y fue condecorada en doce festivales asiáticos distintos (tan solo se le resistió Cannes, donde a cambio cosechó tan buenas críticas que recaudó más de 5 millones de dólares en todo el mundo).

EL BUENO, EL MALO Y EL RARO (KIM JEE-WONG, 2008)

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Como dijeron en Variety, esta película es “un kimchi western que toma cosas descaradamente de sus antepasados spaghetti pero se mantiene firme y vigorosamente coreano”. Ocurre en la Manchuria de finales de los 30, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, donde un mapa del tesoro va a enfrentar a chinos, japoneses y coreanos en un duelo a tres bandas entre un cazarrecompensas (el bueno), un asesino a sueldo aficionado a cortar dedos (el malo) y un inclasificable bandido (el raro).

La cinta fue proyectada en Cannes fuera de competición, donde Jee-woon ya se había alzado como mejor director. Su final flojo y su guión no le restaron aplausos en Toronto, Sitges, Chicago o Londres gracias a una acción tildada de “emocionante como el infierno”.

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Datos duros: El PRI de Ochoa tiene las peores cifras de su historia, y hoy gobierna apenas 14 estados

miércoles, octubre 18th, 2017

Hace 23 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía mayoría en el Senado, en el Congreso de la Unión y gobernaba en 28 estados de la República mexicana. Para el año 2000, seguía manteniendo su mayoría en los plenos legislativos aunque más debilitado: había perdido 89 diputaciones y cuatro senadurías en un sexenio. Además, siete entidades le dieron la espalda y se quedó con 21 gubernaturas.

Siete años más tarde nos encontramos con un PRI herido. Cuenta con seis senadores y ocho diputados menos que en el año 2000, mientras que el mapa político electoral ha cambiado de manera dramática: únicamente gobierna en 14 estados, es decir, la mitad de los que tenía en 1994 o siete menos que hace dos sexenios. Como sea, el nivel más bajo en su historia.

Durante los últimos 17 años, el PRI ha sido dirigido por 11 personas. ¿Quienes le han dado mejores resultados? ¿Cómo es su desempeño actual y en qué estado llegará a los comicios de 2018? Los datos duros responden.

Ciudad de México, 18 de octubre (SinEmbargo).– En 1994, el Revolucionario Institucional volvía a festejar. Cumplía 65 años consecutivos en el Poder Ejecutivo y había colocado, al hilo, a 15 presidentes de la República desde su fundación en marzo de 1929. Sin embargo, Ernesto Zedillo Ponce de León sería el último priista en portar la banda presidencial en años y su partido no regresaría a la residencia oficial de Los Pinos hasta el 2012, con Enrique Peña Nieto.

Desde la década de los noventa, el panorama político-electoral ha variado. Hace 23 años, el partido tricolor mantenía su racha ganadora: el Congreso de la Unión era suyo con una mayoría aplastante de 300 diputados –Acción Nacional (PAN), la oposición más férrea, le seguía con 119 legisladores–; en la Cámara Alta tenía 64 curules –el blanquiazul apenas tenía 24–, y gobernaba en 28 de 31 estados -hasta la reforma constitucional de 1996, la Ciudad de México permaneció como un departamento administrativo, o bien, carecía de un gobierno propio-.

Llegado el año 2000, el PRI no era el mismo dinosaurio hegemónico de siempre. Su presencia en las cámaras había caído, aunque mantuviera su mayoría con 211 diputados y 60 senadores. Además, la cantidad de gubernaturas priistas fueron en retroceso al pasar de 28 a 21 en un sexenio.

En la actualidad, el partido fundado por Plutarco Elías Calles va en picada: tiene 54 senadores –10 menos que en 1994 y seis menos que en 2000–; 203 diputados –197 menos que en 1994 y ocho menos que en 2000–, y 14 gubernaturas, la cantidad más baja en toda su historia.

Enrique Ochoa Reza, dirigente nacional del tricolor, durante el evento del 4 de marzo pasado, donde se celebró el 88 aniversario del Partido Revolucionario Institucional. Foto Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro

Este es el PRI que desde agosto del año pasado lidera Enrique Ochoa Reza, el “cuate” del Presidente quien en 2010 coadyuvó a librar a Peña Nieto de una demanda del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), por su spot “compromisos cumplidos”. Un operador político que se ganó la simpatía del Primer Mandatario mexicano, pero cuyos resultados para el partido, según los datos oficiales, son cuestionables.

¿Qué tipo de presidencia es la de Ochoa Reza? Y, desde la derrota electoral del año 2000, ¿cómo se han desempeñado los presidentes nacionales del PRI? SinEmbargo buscó la respuesta en los datos duros. Esto es lo que encontró.

En los últimos 17 años, el Revolucionario Institucional ha sido dirigido por 11 personas. Eso considerando la dirigencia nacional de 21 días de Carolina Monroy, en 2016; y los dos periodos de seis y 15 días de María Cristina Díaz Salazar, en 2011 y 2012, respectivamente.

Durante este periodo, tenemos las dirigencias de Dulce María Sauri Riancho, Mariano Palacios Alcocer y Pedro Joaquín Coldwell, que destacaron por sus resultados en las elecciones presidenciales de 2000, 2006 y 2012, tiempo en que el PRI abandonó el poder y regresó para salir más golpeado que nunca.

Dentro de las “buenas” administraciones, tendríamos la de Beatriz Paredes Rangel (2007-2011), quien aumentó las gubernaturas del PRI. Luego le siguen los que quedaron “tablas”, como Roberto Madrazo Pintado (2002-2005) y César Camacho Quiroz (2012-2015). Y también están los de los “malos” manejos: Humberto Moreira Valdés (2011), quien dejó el partido en medio de señalamientos de corrupción; y Manlio Fabio Beltrones (2015-2016), quien tuvo pésimos resultados en las elecciones del año pasado.

Finalmente queda el PRI de Enrique Ochoa Reza (2016, y hasta hoy), que este año mantuvo los estados de Coahuila y Edomex, pero que perdió Nayarit a manos del PAN.

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO (1999-2002)

 

Sauri Bracho fue la segunda mujer, en toda la historia priista, en liderar el partido tricolor. Su cuadragésima primera líder nacional llevaba siete meses cuando se suscitaron las elecciones presidenciales del año 2000, mismas en las que fueron electos 128 senadores y 500 diputados federales.

En la histórica elección en la que el PAN corrió al PRI de la silla presidencial, fue Sauri Bracho quien dio la cara por el partido. Y a pesar de tener la intención de abandonar la dirigencia priista tras la derrota, empero, permaneció en su cargo hasta 2002. Así lo determinó entonces el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del tricolor.

El 2 de julio de 2000, la ciudadanía mexicana dio la victoria al PAN sobre del PRI con una ventaja de 2.4 millones de votos [6.41 puntos porcentuales en total]. Seis años antes, el Revolucionario Institucional había conquistado con creces las urnas: 8 millones de votos de diferencia, es decir, cerca de 23 puntos porcentuales más que el PAN.

El año en que “el gobierno del cambio” del panista Vicente Fox Quezada se estableció en Los Pinos, las cámaras legislativas tuvieron mayoría priista. El partido tenía en el Senado la mitad de escaños que en 1994 [60 en lugar de 119]; y en el Congreso, 89 diputados menos que entonces [211 en total]. En el caso de las gubernaturas la decadencia fue paulatina: en el 2000 tenían 21 -siete menos que en el 94-; un año después 18 -perdió Chiapas, Michoacán y Morelos-; y en 2002, al cabo del mandato de Sauri Bracho, el PRI cerró con 17 gobiernos estatales -el PAN le ganó Yucatán-. El saldo más bajo hasta entonces.

ROBERTO MADRAZO PINTADO (2002-2005)

El tabasqueño Roberto Madrazo Pintado era el presidente nacional del PRI en 2000, cuando por primera vez el tricolor perdió la Presidencia de la República ante el panista Vicente Fox. Foto: Cuartoscuro

En el año 2000, Ernesto Zedillo apoyó a Francisco Labastida Ochoa como el candidato presidencial tricolor. “Dale un Madrazo al dedazo” fue la estéril respuesta de Roberto, quien no pasó de ser precandidato y quien seis años más tarde quedaría en tercer lugar en la contienda presidencial, en lo que fuera la segunda caída del PRI ante el PAN y la primera ante el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Entonces el panista Felipe Calderón Hinojosa se quedó con la silla grande.

Derrota aparte, el peso de Madrazo dentro del partido lo convertiría en su nuevo líder nacional sin la necesidad de tomar atajos –como lo hizo en la Maratón de Berlín en 2007–. Durante su gestión se mantuvo “tablas”, pues aumentó el número de diputados priistas en la Cámara Baja hasta alcanzar los 225 –14 más que en 2002–, mientras el número de senadores permaneció igual que en el año 2000 [60] –y se mantendría así hasta 2006, cuando el Senado fue renovado–.

En el caso de las gubernaturas, en su primer año de mandato no hubo cambios y el PRI tenía 17 estados en su bolsillo. En 2003, el tricolor de Madrazo recuperó el Gobierno de Nuevo León aunque perdió el de San Luis Potosí –quedó “tablas”–. Y al final de su dirigencia en 2005, cerró con 18 entidades al recuperar Nayarit, que en 1999 le fue arrebatado por una coalición de marcados contrastes políticos [PAN-PRD-PT-PRS].

MARIANO PALACIOS ALCOCER (2005-2007)

En 2006, con Mariano Palacios Alcocer como presidente nacional, el Revolucionario Institucional se fue al fondo de las preferencias electorales y se situó como tercera fuerza. Foto: Cuartoscuro

Palacios Alcocer ya había sido presidente nacional del PRI entre 1997 y 1999. Para entonces el partido ya había perdido 61 escaños en el Congreso de la Unión –239 en 1997 contra 300 en 1994–; y pese a que las curules del PRI en el Senado se mantuvieran igual hasta el año 2000, no obstante, entre 1997 y 1999, el PRI perdió los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Chihuahua, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Tlaxcala y Zacatecas.

“Borrón y cuenta nueva”, Mariano Palacios Alcocer retornó para un segundo periodo en medio de múltiples controversias –porque la reelección no figuraba en los estatutos legales del tricolor–. Tiempo en que el PRI perdió la mitad de sus senadores –33 a partir de 2007 contra 60 al cierre de 2006- y en que redujo a más de la mitad sus diputaciones -104 para 2007 en comparación con los 225 al término de 2005–.

En el caso de los gobiernos estatales, los 18 que administraba en 2005 se convirtieron en 17 para 2007 –Guerrero pasó a manos del PRD–. Sin embargo, la pérdida más aparatosa del partido durante la gestión del también ex Embajador de México en el Vaticano tendría lugar en 2006, cuando Felipe Calderón Hinojosa, e inclusive Andrés Manuel López Obrador –en el 2000, el PRD era la tercera fuerza electoral–, dejaron atrás al otrora partido hegemónico, que obtuvo 5.7 millones de votos menos que el partido blanquiazul y 5.4 millones menos que el del Sol Azteca.

BEATRIZ ELENA PAREDES RANGEL  (2007-2011)

Beatriz Paredes Rangel recuperó parte de lo perdido por el PRI durante su gestión como dirigente nacional. Entre 2007 y 2011 recobró 133 diputaciones federales tres gubernaturas. Foto: Cuartoscuro

Beatriz Paredes fue la tercera mujer que lideró el PRI. Durante su administración partidaria, el tricolor recobró 133 diputaciones federales –al cierre de 2007, el partido contaba con 104 diputados; en cambio, 2011 acabaría con 237 legisladores–. Las elecciones para senadores no se darían hasta un año después de que Paredes hubiera abandonado la dirigencia nacional.

Sus logros en el ámbito de los gobiernos estatales también fueron positivos. No en balde, en marzo de 2011, declaró “misión cumplida” al frente del Revolucionario Institucional. Entonces dijo que “entrego la estafeta a quien auguramos buen desempeño en la dirigencia priista –se refería a Humberto Moreira– con la expresión de quien puedo decir ‘misión cumplida’”.

Entre 2007 y 2011, El PRI de Paredes recuperó tres entidades federativas [Querétaro, San Luis Potosí y Yucatán] y perdió una más [Sonora]. Es decir, las 17 gubernaturas que recibió a inicios de su mandato eran 19 cuando concluyó.

HUMBERTO MOREIRA VALDÉS (MARZO A DICIEMBRE DE 2011)

Humberto Moreira hizo una breve gestión como presidente del PRI, cargo al que renunció el 2 de diciembre de 2011 envuelto en un escándalo por la deuda pública millonaria que heredó en Coahuila. Foto: Cuartoscuro

Corría el 2 de diciembre de 2011, un mes y 15 días antes de que Enrique Peña Nieto recibiera su constancia como candidato único presidencial del PRI para los comicios de 2012. Ese fue el día en que Humberto Moreira Valdés, entonces líder nacional del tricolor, dimitió a su cargo a nueve meses de haberlo ocupado.

En un mitin, Moreira explicó que el motivo de su renuncia era para evitar “una guerra mediática” que dañara al partido en los comicios venideros, siendo que confiaba en que Peña Nieto era “la esperanza de México”. Sin embargo, tuvo que renunciar debido a que, el 25 de agosto de 2011, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) dio a conocer que cuando Moreira fue Gobernador de Coahuila [2005-2011] dejó una deuda inexplicable de más de 36 mil millones de pesos [2.8 veces los ingresos disponibles de la entidad]. En 2005, cuando asumió la gubernatura, la deuda estatal era de 323 millones de pesos.

Más allá de ser el centro de múltiples e inconclusas acusaciones por corrupción, Moreira Valdés dio pasos grises al frente del partido: durante las elecciones de 2011 mantuvo Coahuila, Estado de México y Nayarit, además de ganar algunos comicios locales en Hidalgo. No obstante perdió las elecciones en Oaxaca. Más allá, no hizo que el PRI avanzara de manera significativa.

PEDRO JOAQUÍN COLDWELL (2011-2012)

Con Carlos Joaquín Coldwell como presidente nacional del tricolor, el PRI recuperó la Presidencia de la República, tras 12 años de gobiernos del PAN. Foto: Cuartoscuro

Pedro Joaquín Coldwell milita desde la década de los setenta en el PRI y llegó a dirigirlo con la venia del Presidente Peña Nieto y con el apoyo de tres sectores del partido: el obrero, el campesino y el popular. Su precoz renuncia el 30 de noviembre de 2012 se debió a que el Primer Mandatario le ofreció el puesto de Secretario de Energía, donde permanece desde entonces.

Como dirigente del partido mantuvo las 19 gubernaturas priistas conquistadas en 2010. Durante su mandato no hubo grandes cambios en ese sentido: Puebla al fin tuvo un Gobernador panista y Tlaxcala regresó al PRI. Además, en el caso del Senado, el tricolor mantuvo sus 33 escaños desde 2006. Sólo en el Congreso, entre 2011 y 2012, el PRI sufrió una caída al perder 24 curules -pasó de 237 al cierre de 2011, a 213 en 2012-.

Pero no todo fueron malas noticias para Coldwell. El 1 de julio de 2012 su candidato, Enrique Peña Nieto, ganó las elecciones presidenciales con más de seis puntos porcentuales –3.2 millones de votos de diferencia con Andrés Manuel López Obrador–.

CÉSAR CAMACHO QUIROZ (2012-2015)

El mexiquense César Camacho Quiroz recibió el PRI tras el triunfo de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, su gestión fue desigual: su partido capturó más senadores y retrocedió en la Cámara Baja. Foto: Cuartoscuro

Llegó en diciembre de 2012 a ocupar la dirigencia del partido, cuando la victoria presidencial estaba fresca. Dijo entonces –durante el octogésimo quinto aniversario del PRI– que el partido se recuperó y que ganó el poder “democráticamente desde la oposición”. Sin embargo advirtió, “sabemos que ser herederos de grandes logros no garantiza triunfos venideros” –tenía razón, habría momentos futuros de crisis tricolor–.

Como herencia de las elecciones estatales de 2011-2012, el PRI recuperó Jalisco y Michoacán pero perdió Tabasco. Asimismo, en 2015, el partido recuperó Guerrero de las manos del PRD y volvió a cederle Michoacán. Durante esta etapa, el PRI se sumó una gubernatura más y cerró 2015 con 20.

En los plenos, Camacho Quiroz fue testigo de un repunte en el Senado –en 2012, pasó de 33 a 54 escaños– y de un declive en la Cámara Baja –en 2015, pasó de 213 a 203 curules–.

MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA (2015-2016)

 

Manlio Fabio Beltrones Rivera es un símbolo para los priistas, pero en su dirigencia el partido perdió seis gubernaturas en las elecciones de 2016. Foto: Cuartoscuro

Luego de los malos resultados de las elecciones del 5 de junio de 2016, en las que estuvieron en juego 13 gubernaturas, Beltrones se vio obligado a dejar la dirigencia nacional del PRI “para permitir así que una nueva dirección encabece las transformaciones que nuestro partido requiere y le urgen”, dijo en conferencia de prensa.

Sus resultados fueron parcos. El PRI sólo pudo ganar en seis entidades federativas –Colima, Hidalgo, Oaxaca, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas– por lo que, entre 2016 y 2017, el partido terminaría gobernando 15 estados, mismos que representaban a cerca del 45 por ciento de la población nacional.

En contraste, Acción Nacional obtuvo resultados históricos al ganar en siete entidades –Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Puebla, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz–, hecho que puso al partido, por prístina ocasión, al mando de 11 entidades federativas. Inclusive, el PAN recuperó Nayarit, una entidad que sólo gobernó entre 1999 y 2005.

ENRIQUE OCHOA REZA (2016-PRESENTE)

En la gestión de Enrique Ochoa, el PRI ha sido criticado por su falta de acción en contra de los ex gobernadores acusados de corrupción, desvíos de recursos públicos e incluso ligas con el narco. Foto: Cuartoscuro

A una semana de que Manlio Fabio Beltrones renunciara a la presidencia del PRI, Ochoa Reza fue designado como su sustituto. Y como primera acción oficial, se dedicó a recorrer los 32 estados para dialogar con los militantes y simpatizantes del partido.

En poco menos de 12 meses de liderazgo dentro del PRI, quizá lo más importante de Enrique Ochoa Reza sea la expulsión del partido de los ex gobernadores de Veracruz y Tamaulipas Javier Duarte de Ochoa [2010-2016] y Tomás Yárrington Ruvalcaba [1999-2005], además de la suspensión de derechos partidarios contra Roberto Borge Angulo, ex mandatario de Quintana Roo.

Más allá de eso, encaró los comicios del 4 de junio de este año, cuando Coahuila, Estado de México y Nayarit vivieron elecciones para elegir a su nuevo gobernante. A pesar de que el tricolor conservó dos de sus bastiones históricos, sin embargo el PAN le arrancó Nayarit. De ese modo, al cierre de las últimas elecciones, el PRI gobierna 14 gubernaturas –la mitad de las que tenía en 1994–.

Si el Revolucionario Institucional hubiera mantenido los 20 estados que gobernaba en 2012, de acuerdo con la información del Instituto Nacional Electoral (INE) al corte de julio de este año, actualmente el PRI mantendría control político en entidades que en conjunto concentran a 47.3 millones de electores que componen la lista nominal –quienes tienen credencial para votar–; o bien, a cerca del 55 por ciento del electorado. En lugar de ello, el partido debe conformarse con poco más del 43 por ciento de los posibles votantes, o lo que es igual, 37.2 millones de mexicanos que radican en las 14 entidades gobernadas por el partido.

Un balance realizado por la Unidad de Datos de SinEmbargo refiere que, los estados que perdió el tricolor de 2012 a 2017 [Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Quintana Roo, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz], comparados con los que recobró en ese mismo periodo de tiempo [Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Sinaloa y Sonora], le dejan cuando menos un déficit de 10.1 millones de electores.

La peor pesadilla del PRI desde 2000, Edomex, pone a EPN en una cuerda floja… que Zedillo ni pisó

jueves, abril 27th, 2017

En 2000, el entonces Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León aceptó el mismo día de la elección, en cadena nacional, que su partido había sido derrotado por el Partido Acción Nacional después de 71 años de control hegemónico. De aquel acontecimiento han pasado dos décadas y hay un déja vú. Cada vez es mayor la probabilidad de que el PRI pierda las elecciones en el Estado de México, la tierra de Enrique Peña Nieto que ha sido gobernada por el llamado Grupo Atlacomulco durante nueve décadas sin interrupción.

Zedillo-Peña Nieto son apellidos unidos por la circunstancia del fracaso. Pero no se parecen en nada. Los observadores políticos y la misma Historia los ponen en paralelo: frente a la pérdida, uno pudo remontar y quedar más o menos bien librado. Pero el otro, dicen los observadores, difícilmente podrá lograrlo.

SEGUNDA DE UNA SERIE

Ciudad de México, 27 de abril (SinEmbargo).– La noche del domingo 2 de julio de 2000, en Insurgentes Norte 59 de la Ciudad de México, un dinosaurio quedó herido, y miles de personas salieron a las calles a festinar su desgracia. Por primera vez en 71 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) había perdido las elecciones presidenciales y ello despertó un júbilo inédito en las calles, los restaurantes, las casas, todos los espacios.

La avenida Reforma de la capital del país se convirtió en un camino a pie hacia el monumento de El Ángel de la Independencia. No era un triunfo de la selección mexicana de futbol. Los gritos y las risas se debían a que el próximo Presidente sería el postulado por el Partido Acción Nacional (PAN) y no el del PRI. Se iniciaba otra época.

Pero en Insurgentes 59 se intentaba curar al dinosaurio.

“La dictadura perfecta”, como llamó al sistema mexicano el escritor Mario Vargas Llosa, estaba derrumbada con todos sus símbolos y recuerdos. Desde  “el dedazo”, esa práctica vital que implicaba que el dedo del Presidente designara a su sucesor hasta la verbena con confeti tricolor, acostumbrada después de cada votación.

Cada seis años, el PRI ganaba las elecciones y acto seguido, campesinos, obreros y burócratas se presentaban ante el candidato electo. Él les pedía perdón y les prometía la restitución del daño. Pero esa noche el partido estaba inconsciente. Y ya no había candidato. Y no había quién pidiera perdón.

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Después de una campaña en la que predominó el desenfado, las ocurrencias, los ataques, las anécdotas y la falta de propuestas, Vicente Fox Quesada, candidato del PAN, había triunfado sobre Francisco Labastida Ochoa, el priista sinaloense de 57 años de edad, que eligió un bajo perfil en la primera etapa de la campaña.

En Labastida se adivinaba la táctica de cederle el escenario a Fox para que se tropezara con sus propios “extravíos” y los electores evaluaran sus limitaciones. Pero el juego de “Fox es el peor enemigo de Fox”, no le salió. Y cuando quiso reaccionar era muy tarde.

A las 23:10 horas del 2 de julio, Ernesto Zedillo Ponce de León, Presidente de la República, admitió frente a los mexicanos en un mensaje en cadena nacional ser el último Presidente emanado del PRI. “El próximo Presidente de la República será el licenciado Vicente Fox Quesada”, dijo. Usó un tono de demócrata. Sostuvo que ese día se pudo comprobar que México gozaba de “una democracia madura, con instituciones sólidas y confiables, y especialmente con una ciudadanía de gran conciencia y responsabilidad cívicas”.

Con la voz pausada, el mandatario que fue postulado después del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, expuso: “Hoy ha quedado acreditado ante propios y extraños que la nuestra es Nación de hombres y mujeres libres que sólo creemos en los medios de la democracia y de la ley para procurar el progreso y la solución de nuestros problemas”.

Si el ambiente tenía un sabor, ese era agridulce.

A los cinco días, Zedillo Ponce de León en realidad asistía al hundimiento de su partido. Y al de su propia figura política. En reunión especial, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI lo rechazó. Manuel Bartlett Díaz (Secretario de Gobernación en el sexenio de Miguel de la Madrid, hombre a quien se le atribuye la caída del sistema a favor de Carlos Salinas y hoy Diputado por Morena) resumió aquel sentimiento:  “El Presidente Zedillo ha perdido su capacidad de conducción. Ha dejado de ser el líder moral del PRI… ¡No debe mandar ni un minuto más!”. La presidenta nacional, Dulce María Sauri Riancho, se negó a entregarle el poder del partido. Emilio Gamboa declaró el estado de todos: “Es una cruda”.

Con los años, Zedillo se transformaría en el traidor, el ambicioso que quiso pasar a la Historia como un demócrata a costa del PRI, el impulsor del Fobaproa, el fondo por el cual las pérdidas económicas de los bancos privados en la crisis financiera de 1995 se convirtieron en deuda pública.

Su imagen se volvería ambivalente como en un juego de espejos. Por un lado, iba a estar el Mandatario que pudo realizar de manera pacífica la transición, por el otro aparecería el político que llevó a su propio partido a la derrota.

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Han pasado dos décadas y hay un déja vú. La derrota se presiente. El Presidente Enrique Peña Nieto se encuentra ante una probabilidad que resultaría crucial. Como nunca antes, el PRI puede perder las elecciones en el Estado de México, su tierra, la cuna del Grupo Atlacomulco y que ha gobernado durante nueve décadas sin interrupción.

Tanto el Presidente como el candidato que postuló, Alfredo del Mazo Maza, su primo, provienen de esa estirpe.

No hay análisis político que no indique que las elecciones del Estado de México son el termómetro de las presidenciales en 2018 y si pierde ahí, el PRI se enfrentaría a la madre de las derrotas como ocurrió en 2000. Sólo que hay una salvedad: Enrique Peña Nieto no es Ernesto Zedillo Ponce de León.

¿QUÉ Y POR QUÉ SE PERDERÍA?

En palabras de Enrique Toussaint, politólogo de la Universidad de Guadalajara (UdeG), una derrota en el Edomex para Peña Nieto significa la oportunidad perdida de tripular el PRI.

“Un golpe fatal. Habría una rebelión de los sectores. Sindicatos como el SNTE y el de los Petroleros reclamarían. Y vendría la revancha con los que no les ha pagado bien. No habría manera de salvarse”, comenta Toussaint.

Pero también se juega el poderío económico y político. El Grupo Atlacomulco se debe a una extendida red informal de nexos laborales y familiares que ha actuado a través del PRI y ha desembocado en negocios multimillonarios envueltos de misterio y dudas, muchas dudas. Dice el escritor Francisco Cruz, un estudioso del comportamiento de esta agrupación, que ninguno de sus integrantes,  ni la descendencia de ninguno de ellos, ha sido “un político pobre” (A uno de sus más emblemáticos hombres, Carlos Hank González, se le atribuye la frase “un político pobre es un pobre político)  y para ello basta asomarse a sus propiedades inmobiliarias y sus formas de vida. Mansiones en Toluca, casas de campo, trajes, relojes de marcas multinacionales componen el relato.

Y todo eso puede empezar a perderse.

La aceptación del trabajo del Presidente Peña Nieto no alcanza 20 por ciento, según promedian las encuestas de Reforma, GEA-ISA y la estadounidense Pew Research. Este indicador se desplomó cuando el mexiquense tenía dos años de Gobierno.

Fue un periodo de horrores. El 30 de junio de 2014, de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), militares ejecutaron a 15 de 22 personas que fueron halladas muertas en el suelo de la bodega de Tlatlaya, Estado de México. Tres meses después ocurrió la maldita noche de Iguala cuando desaparecieron 43 normalistas de la Escuela Superior Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero. En noviembre, una investigación periodística dio con que el Presidente habitaba una casa de 8.6 millones de dólares en las Lomas de Chapultepec, con un crédito en condiciones laxas del Grupo Higa, contratista de su Gobierno.

Y los muertos se acumularon. El Secretariado Ejecutivo reportó 33 mil 347 averiguaciones previas por homicidio doloso entre el 1 de diciembre de 2006 al 31 de julio de 2009. La misma institución registró 47 mil 988 averiguaciones previas y víctimas por homicidio doloso del 1 de diciembre de 2012 al 31 de julio de 2015. Es decir, en el mismo momento político, Peña superó a su antecesor, Felipe Calderón, con 14 mil 641 asesinatos, según las estadísticas del propio Gobierno.

Por si fuera poco, Donald Trump, candidato del Partido Republicano, hizo del vilipendio de México y los mexicanos, el eje de su campaña. Ganó y convertido en Presidente no ha parado de amenazar con la construcción de un muro en la frontera y la deportación de miles de mexicanos. El Gobierno de Peña Nieto ha respondido con tibieza.

Esta crisis, la lleva sobre los hombros Alfredo del Mazo Maza, candidato del PRI al Gobierno del Estado de México en las elecciones más reñidas de la Historia y quien fue postulado precisamente por Peña Nieto.

“Esa es la principal razón por la que puede perder”, dice el politólogo de la Universidad de Guadalajara, Enrique Toussaint. “Del Mazo en mucho es Enrique Peña Nieto. En su persona se ratifica la imagen del hombre telegénico y es inevitable que recuerde lo que ha sido el Gobierno”.

El martes 25, el candidato del PRI apareció por primera vez en segundo lugar en las preferencias. El diario Reforma lo colocó con 28 por ciento, un punto menos que la candidata del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Delfina Gómez Álvarez. Ese mismo día fue el debate televisivo entre los candidatos.

Alfredo del Mazo Maza y Enrique Peña Nieto son primos y los dos integraron el llamado grupo de los Golden Boys, los jóvenes que recibieron el apodo cuando Arturo Montiel fue Gobernador del Estado de México. Un grupo definido por el estudioso Francisco Cruz como un jet set de jovencitos que procuraban su arreglo personal al grado de la metrosexualidad.

Cuando Del Mazo fue presidente municipal de Huixquilucan, de 2009 a 2012, Peña Nieto concluía su gestión como Gobernador. Ambos aparecían en las revistas sociales. Exponían sus noviazgos o posibles conquistas amorosas. Sus peinados de copete engominado los asemejaban.

Los dos eran los rostros más jóvenes de esa casta identificada con Atlacomulco que ha gobernado el Estado de México, una lista larga que atraviesa las generaciones: Isidro Fabela (1942-1945), Alfredo del Mazo Vélez (1945-1951), Salvador Sánchez Colín (1951-1957), Carlos Hank González (1969-1975), Alfredo del Mazo González (1981-1986), Alfredo Baranda García (sustituto, 1986-1987), Mario Ramón Beteta (1987-1989), Ignacio Pichardo Pagaza (1989-1993), Emilio Chuayffet Chemor (1993-1995), César Camacho Quiroz (1995-1999), Arturo Montiel Rojas (1999-2005) y Enrique Peña Nieto (2005-2011).

Hoy son ellos, los que alguna vez fueron niños bonitos y la promesa de preservar la sangre en el poder, quienes pueden encarar a la derrota.

PEÑA NIETO NO ES ZEDILLO

Si el hombre es su circunstancia histórica, Zedillo y Peña Nieto son opuestos. Lo que ven analistas es que si bien los dos se enfrentaron al desmoronamiento del PRI y al fantasma de la baja popularidad, uno pudo remontar y quedar en la página de la Historia más o menos bien librado. Pero el otro, no.

Dice Enrique Toussaint, politólogo de la Universidad de Guadalajara: “Enrique Peña Nieto no tiene parámetro ni punto de comparación. Es la encarnación del desgaste y es probable que no resista la derrota en el Estado de México”.

Fuentes que dejaron el PRI relatan que “la crisis del fenómeno Peña Nieto” se vive también en el partido. “Ni la mitad de los priistas están con él. Los que creen en el proyecto tecnócrata neoliberal ven con buenos ojos a Margarita Zavala y los nacionalistas revolucionarios apuestan por Andrés Manuel López Obrador. El ejemplo más claro es Esteban Moctezuma quien se sumó a Morena”, coinciden algunas voces.

Otra diferencia es que a Zedillo no le gustaba ser priista. A la Presidencia llegó sin ser del partido. Lo dice la hemeroteca en donde sus acciones quedaron registradas y lo gritan los documentos que guardó el CEN priista de reuniones privadas. En cambio, Toussaint describe a Peña Nieto como “un hombre de poder, de silla, de control de operar las cosas y tener todos los hilos posibles”.

En marzo de 1995, en el aniversario del partido, el Presidente Ernesto Zedillo implantó lo que se llamó “la sana distancia”. Ese concepto inquietó a los sectores asistentes, pero el entonces Mandatario la definió así: “Sana distancia, sencillamente, quiere decir que el gobierno haga lo suyo, que el partido haga lo suyo, pero sana distancia no quiere decir de ninguna manera, que haya ruptura entre el gobierno y el Partido… Eso tiene que quedar absolutamente claro. Sana distancia entre el PRI y el gobierno no es renuncia, es, por el contrario, afirmación del compromiso democrático con México y de respeto a la vida interna del PRI”.

Terminó, y se fue. Foto: Cuartoscuro

Veinte años después, Enrique Peña Nieto rompió con esa “sana distancia”e impuso “la sana cercanía”. Los estatutos fueron modificados para que el Presidente de la República esté en posibilidades de asistir a las reuniones del partido, no sólo en calidad de “priista destacado”; sino como un integrante del Consejo Político Nacional.

El inicio del Gobierno de Ernesto Zedillo estuvo marcado por la crisis económica desatada la aciaga noche del 19 de diciembre de 1994, cuando decidió deslizar la banda de fluctuación del peso mexicano. En febrero de 1995, sólo 23 por ciento de los mexicanos aprobaba su forma de gobernar, la cifra más baja jamás observada hasta ese momento. Concluyó con 65 por ciento.

En cambio, Enrique Peña Nieto inició su Mandato envuelto en lo que el semanario británico bautizó como The Mexican Moment y 59 por ciento de aprobación. Hoy, en el último tramo de su Gobierno, la misma publicación indica que aquel momento fue “un espejismo” dadas las fosas de osamentas en todo el país y la desaceleración económica.

Zedillo también careció de algo que hoy tiene Peña Nieto: una generación de gobernadores acusados de corrupción. La lista de nombres es larga. La de sus delitos, también. Narcotráfico y modalidades de Lavado de Dinero predominan en el bufete de actos ilegales cometidos por mandatarios estatales  que un día fueron “una promesa”. Con ellos, el fantasma de la corrupción no omitió ninguna región de la República Mexicana. Mientras Javier Duarte de Ochoa operaba en Veracruz, Jorge Herrera Caldera y Rodrigo Medina y  lo hacían en Durango y Nuevo León. Roberto Borge Angulo   intentaba tapar … en Quintana Roo, Egidio Torre Cantú huía de Tamaulipas y los hermanos Humberto y Rubén Moreira buscaban amparos legales en contra de acusaciones relacionadas con el peculado y el Lavado de dinero.

“Es una generación podrida. Pero esa podredumbre puede apestar más en 2018. Si ese año, el PRI pierde la Presidencia de la República como es muy probable que ocurra, ya no habrá negociación posible para protegerlos. Todos deberán ser sometidos a juicio. Gane el PAN o Morena, es una estirpe cuya impunidad ya no resiste. Y Peña Nieto tendrá que poner la cara. Él mismo modificó los estatutos del PRI para convertirse en primer priista. Por sus Gobernadores será juzgado”, evalúa el politólogo experto en sistemas electorales, Eduardo Huchim.

Guillermina Paz Baena dirige un equipo de Prospectiva en el Instituto de Administración Pública del Estado de México (IAPEM). Su labor consiste en pensar en el futuro con los elementos del presente.

“Las circunstancias ahora son más complejas. Con Zedillo había una sensación de consenso. Se percibía el  ‘no hay problema, actúa, haz lo que corresponda´. Con Enrique Peña Ahora se regresa al viejo PRI, pero las cosas ya no salen bien. Perder, con Zedillo, se debió a una posición democrática. Perder con Peña Nieto será el destino más fatal de un hombre que no pudo con el Gobierno y encima, entrega el bastión más importante”, dice.

–Frente a la derrota, ¿cómo quedarán en el futuro estos dos hombres del poder? –se le pregunta a Guillermina Paz Baena, hacedora de escenarios.

–Zedillo se vio más protegido por el sistema político. No sale con diez, pero sale librado. Peña Nieto ni siquiera alcanzará calificación.

Del Mazo huele a la tragedia de Labastida… pero peor, por Peña, dicen analistas e historiadores

miércoles, abril 26th, 2017

Politólogos e historiadores encuentran muchas similitudes en el escenario que hoy enfrenta el priista Alfredo del Mazo Maza en el Estado de México –gobernado por el PRI hace 88 años– con el que en 2000 afrontó el priista Francisco Labastida Ochoa en la elección presidencial, la primera que el PRI perdió en siete décadas. Del Mazo como Labastida, coinciden, es un candidato “grisáceo” y como el sinaloense enfrenta el hartazgo social de malos gobiernos, por lo que, por primera vez, el tricolor podría perder en el Edomex.

Pero el mayor peso –y una gran diferencia con aquella elección de 2000– es el Presidente de la República. Los analistas aseguran que el gran problema del candidato Del Mazo Maza es el desprestigio de Enrique Peña Nieto, y el hecho de que el Primer Mandatario sea su paisano… y también su pariente.

Del Mazo en la UAEM, el pasado 18 de abril. Foto: Cuartoscuro

PRIMERA DE UNA SERIE

Ciudad de México, 26 de abril (SinEmbargo).– Como Francisco Labastida Ochoa, candidato con el que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió la elección por la Presidencia de la República en 2000, el aspirante tricolor al Gobierno del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, enfrenta una elección histórica.

En ese inicio de siglo, los despachos noticiosos destacaban que, por primera vez en sus 71 años de vida, el PRI, hasta entonces el partido más longevo del mundo en un poder nacional, podría resultar derrotado en la elección presidencial ante el candidato opositor, el panista Vicente Fox Quesada.

Este 2017 en el Estado de México, el de la mayor cantidad de electores, recursos económicos y lugar de origen de uno de los grupos más fuertes del priismo, Del Mazo Maza es el primer priista que, como Labastida en 2000, carece de certidumbre sobre su triunfo en una demarcación en la que el PRI había ejercido, hasta su candidatura, un poder casi hegemónico.

“La similitud más importante es que, a pocos meses de la elección hay bastante conciencia, para empezar entre los propios equipos de los candidatos, entre los candidatos, las autoridades electorales, la prensa, una buena parte del electorado, de que puede perder el candidato del PRI”, dice Nicolás Loza Otero, analista político e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

“Hay incertidumbre, porque tampoco es un hecho que vaya a perder, como no lo era tampoco en la elección de Labastida. No hay convicción de que va a ganar el PRI, de que a lo mejor la oposición, puede que ser que con poco o menos gana posiciones pero no puede ganar la principal contienda; en este caso, creo que hoy, como hace casi 20 años, esto es muy parecido”, agrega el académico.

Con esta observación coincide Marco Leopoldo Arellano Toledo, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“En este contexto también hay mucha expectativa de sacar al PRI de la casa de Toluca; expectativa de que un partido hegemónico, en una entidad en la que nunca ha perdido, pareciera que este año pudiera sufrir su primera derrota”, comenta Arellano Toledo.

De 41 años y primo del Presidente Enrique Peña Nieto, Del Mazo Maza es el más reciente aspirante a Gobernador de una red familiar y política que ha encabezado el Ejecutivo de esta entidad por casi 20 años.

Antes, entre 1945 y 1961, fue Gobernador su abuelo Alfredo del Mazo Vélez y, entre 1981 y 1986, su padre Alfredo del Mazo González, también ex Secretario de Energía con el Presidente Miguel de la Madrid. Su primo Enrique Peña Nieto [hijo de Enrique Peña del Mazo] gobernó entre 2005 y 2011.

El resto de la red familiar vinculada con Del Mazo Maza y que participa en política la forman Arturo Montiel, ex Gobernador entre 1999 y 2005 y, a su vez, tío lejano de Peña Nieto; sus hermanos Adrián del Mazo Maza, director general de Autotransporte Federal en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y Alejandro Del Mazo Maza, titular de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Su prima Carolina Monroy del Mazo, por su parte, fue ex secretaria general del PRI.

Fuera de esta red de parentesco, sin embargo, dice Loza Otero, Del Mazo Maza carece de mayores méritos políticos. Y como Labastida Ochoa, agrega Arellano Toledo, tiene una “personalidad grisácea”.

También como de la elección de Labastida quedó el reclamo que le hizo a Vicente Fox durante un debate televisivo –“me ha llamado chaparro, me ha llamado mariquita, me ha dicho lavestida”–, en esta campaña uno de los videos más populares de Del Mazo Maza es donde muestra no saber que el PRI gobernó Netzahualcóyotl en 2011.

“Te enganchaste Alfredo; ni modo”, le dice a Del Mazo el candidato del Partido de la Revolución Democrática, Juan Zepeda Hernández, en una imagen que ha sido reproducida más de 2.2 millones de veces en este mes de abril.

Labastida en el Estado de Mexico, 2000. Foto: Cuartoscuro

PRI Y EL DESPRESTIGIO DE EPN

Cada una de estas dos elecciones históricas, sin embargo, dicen analistas, tiene “su propia narrativa” y, en cada caso, si bien por primera vez hay competencia y el tricolor enfrenta un amplio desprestigio, las causas son distintas.

En 2000, plantea Rogelio Hernández Rodríguez, historiador, doctor en Ciencia Política e investigador del Colegio de México (Colmex), el PRI enfrentaba a un candidato de oposición muy fuerte, Vicente Fox Quesada –quien resultó ganador–, con una estructura de movilización de votos más fuerte que la que puede tener, dice, cualquier partido opositor en el Estado de México.

También, agrega, los partidos de oposición viven ahora, como el PRI, una crisis de credibilidad que no era tan grave a principios de siglo.

Crisis generalizada que, a su vez, advierte el también autor del libro “Historia mínima del PRI” [editado por el Colmex], es la causa de lo estrecho de la competencia en el caso mexiquense, a la que se le agrega el desprestigio del Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto.

“Ninguno [de los partidos de oposición] ha tenido auténtica presencia, partidariamente; en términos de organización no son fuertes como para disputar la gubernatura. Si ahora lo hacen, insisto, no es porque hayan crecido: es porque hay un tremendo desprestigio”, dice Hernández Rodríguez.

“El hecho de haber regresado el PRI a la Presidencia despertó expectativas muy fuertes, y se le añade que el Gobierno de Peña Nieto no ha tenido un desempeño notable”, agrega.

Este medio envió una solicitud de comentarios a la campaña de Del Mazo, pero no fue respondida.

Otra diferencia entre ambas elecciones es la relación de cada candidato y su grupo con el priismo nacional, dice Loza Otero, que observa cómo en 2000 había un Presidente, Ernesto Zedillo Ponce de León, distanciado abiertamente del resto del partido tricolor y “reformista”, al grado de que en su sexenio se generaron los cambios legales que permitieron finalmente la alternancia en México desde 1997.

Peña Nieto, en cambio, dice el investigador, además de primo del candidato Del Mazo, ha encabezado una “cargada” que ha incluido visitas de integrantes de su gabinete e incluso de la primera dama, Angélica Rivera, al Estado de México.

“Labastida era el candidato elegido por este Presidente que deliberadamente había distanciado del partido y que, por otro lado, había emprendido reformas que habían dado fuerza a la oposición, e incluso había enfrentado ya una reacción conservadora o restauradora en el PRI, que era la de Roberto Madrazo [priista, ex Gobernador de Tabasco]; entonces, todo ese escenario en buena medida facilitó la derrota de Labastida, y ninguno de esos componentes está presente en la candidatura de Del Mazo”, dice Loza Otero.

“Y eso puede apuntalarlo. Es decir, Del Mazo cuenta con el respaldo de un partido, que obvio que es un partido debilitado [a nivel nacional], pero a nivel local es un partido muy fuerte, con una gran cantidad de recursos, con una capacidad de movilizar”, agrega.

También en el contexto está la semejanza del descrédito que vive el PRI en cada elección, pero cuyos motivos, advierten los entrevistados, son diferentes.

Si bien en 2000 el PRI enfrentaba la carga histórica de lo que Hernández llama la “conclusión de un proceso de transición a la democracia”, en 2017, coinciden los entrevistados, el principal lastre del PRI es el desprestigio de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto.

“Nunca antes ha habido un Presidente de la República con tan bajos niveles de aprobación, ni priista ni no priista, ni antes había sido tan claro el ‘desalineamiento’, el abandono de electores leales al PRI”, afirma Loza.

“En el Estado de México, la oposición al PRI no es que sea más fuerte o que haya alcanzado mayores números de militantes; el problema del Estado de México tiene que ver con el desprestigio del Gobierno federal, y el hecho de que el Presidente que encabeza ese Gobierno sea del Estado de México. El desprestigio de Peña Nieto está afectando indudablemente al PRI en general y, en particular, al Estado de México”, coincide Hernández.

DEL MAZO Y GOBERNADORES CORRUPTOS

Además de la marca que le quedó al Gobierno del actual Presidente por la investigación periodística que reportó que uno de sus amigos y contratistas, el empresario Juan Armando Hinojosa Cantú, le había financiado mansiones a él y a su funcionario más cercano, Luis Videgaray Caso, Peña Nieto enfrenta ahora el recuerdo de su elogio a un grupo de ex mandatarios prófugos de la justicia.

“Tú observas hoy los gobernadores de la gran mayoría de las entidades son jóvenes o actores de la nueva generación política: el Gobernador de Quintana Roo, Beto Borge; el Gobernador de Veracruz, Javier Duarte; César Duarte, Gobernador de Chihuahua…”, dijo Peña Nieto en mayo de 2012, cuando, en una entrevista de televisión, se le pidió poner “nombres” a su afirmación de que el partido se estaba renovando.

En 2016, sin embargo, los tres eran sujetos de señalamientos de corrupción y endeudamiento de finanzas públicas y, en las tres entidades, el PRI perdió las elecciones estatales; en el caso de Veracruz y Quintana Roo, además, por primera vez en su historia.

Las órdenes de aprehensión giradas en contra de Duarte de Ochoa y Duarte Jáquez están también en el contexto de la elección mexiquense, y el impacto del arresto del veracruzano sobre la campaña de Del Mazo ha sido sujeto de especulación política.

La relación de Del Mazo con este grupo de priistas señalados, sin embargo, se observa no sólo en su parentesco con el Presidente Enrique Peña Nieto, sino también en su desempeño como director, entre 2012 y 2015, del Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras), clave en el financiamiento de las entidades federativas y dependiente de la Secretaría de Hacienda, entonces encabezada por Videgaray Caso.

Desde esa posición, de acuerdo con el contrato DAGA/13/2013, Del Mazo Maza otorgó al empresario Juan Armando Hinojosa –además patrocinador de la campaña de Peña Nieto, coordinada por Videgaray– un contrato por 10.7 millones de pesos para que su empresa Eolo Plus le diera servicio de taxi aéreo.

Un año después, de acuerdo con un reporte de la cuenta pública del Gobierno del Estado de Chihuahua, Banobras emitió cuatro créditos a favor del entonces Gobernador César Duarte Jáquez, por cuatro mil 285 millones de pesos. Los préstamos habían sido generados gracias a la creación del Fideicomiso Maestro Irrevocable de Administración y Fuente de Pago 152, firmado por el ex mandatario chihuahuense hoy prófugo y la Casa de Bolsa Evercore, fundada por el ex Secretario de Hacienda Pedro Aspe Armella y antiguo lugar de trabajo de Videgaray Caso.

Ese mismo 2014, de acuerdo con un boletín difundido por el Instituto Técnico para el Desarrollo de las Haciendas Públicas, la dependencia encabezada por Del Mazo Maza también otorgó a Duarte Jáquez una garantía de Pago Oportuno que, indica la fuente, permitió al chihuahuense una “mejora en sus calificaciones” crediticias.

“En 2014 se contrató una Garantía de Pago Oportuno (GPO) con Banobras para los créditos que se encuentran en el fideicomiso F/0152, el cual tiene afectado el 56.98 por ciento del FGP [Fondo General de Participaciones] del Estado”, dice un boletín de la calificadora HR Rating publicado en noviembre de 2015.

“El Estado de Chihuahua, Evercore Casa de Bolsa (Fiduciario) y Banobras (Garante) realizaron la firma del contrato de Garantía Parcial, Incondicional e Irrevocable con el fin de cubrir cualquier insuficiencia de pago a los acreedores de los créditos que cuentan con esta garantía, incluyendo intereses y montos de principal insolutos (…) Con la contratación de esta garantía a los financiamientos inscritos en el Fideicomiso F/0152, se obtuvo una mejora en sus calificaciones crediticias y por lo tanto una disminución en la sobretasa para el cobro de intereses”, agrega el comunicado.

La relación de Del Mazo con este grupo de políticos es entonces, dice Loza, su mayor lastre pero, al mismo tiempo, su mayor y única fortaleza.

“Es su principal activo, ser de ese grupo [de Peña Nieto], digamos es lo que lo ha tenido en posiciones de poder desde hace muchos años, y eso es lo que lo tiene de candidato a gobernador”, dice el catedrático en temas como procesos políticos y comportamiento electoral.

“Ahora, ser de esa dinastía implica cierto desprestigio, estigma a nivel nacional, y de esto no se puede deshacer Del Mazo porque es parte de la esencia del grupo al que pertenece. Pero, visto en términos de un intercambio político, gana más siendo de esa dinastía que no siendo: es lo que lo tiene ahí”, agrega.

En la elección del próximo 4 de junio, sin embargo, nada está escrito, coinciden los entrevistados. Primero, dice Loza Otero, porque en un escenario de fragmentación del voto, en el que las preferencias se reparten entre tres contendientes, la definición puede cargarse hacia el candidato con la mayor “estructura” partidista; es decir, Alfredo Del Mazo.

Y ningún partido de oposición, dice Hernández, cuenta con la homogeneidad del priismo del Estado de México.

“Justo esto es lo que caracteriza al Estado de México: los grupos son lo suficientemente homogéneos como para ser competencias entre sí que son equilibradas; a diferencia de lo que ocurre en otras entidades, los priistas en el Estado de México no están en conflicto, y eso les da mucha unidad”, explica Hernández.