ANOREXIA: ESTÉTICA DE MUERTE

10/09/2011 - 12:00 am

(Utilice las flechas de su teclado para avanzar o retroceder)

Frente a mi una fotografía de una mujer somalí, que debe tener unos 25 años. Su cuerpo apenas se sostiene sobre unas piernas cuyos músculos, a falta de proteínas han desparecido para dejar lugar sólo a unos huesos afilados como varas de nardo. A un lado sostengo la última fotografía de la princesa Kate Middleton, casada con el príncipe de Inglaterra. Excepto por la sonrisa, maquillaje y vestido de la segunda, ambas mujeres, en diferentes rincones del mundo, pesan lo mismo. La campesina sometida a una devastadora hambruna en África; la princesa esclava del culto a la delgadez construido culturalmente y asimilado por mujeres que se convierten en modelos a seguir para millones de jovencitas en el mundo. Ambas sufrirán antes de llegar a los 30 años de osteoporosis, amenorrea y menopausia precoz. La primera tal vez morirá, la segunda, si su red social reacciona a tiempo, podrá salir adelante y contar su historia de anorexia ante un conmovido público en horario triple A, tal como lo hizo la madre de su esposo, la princesa Diana.

 

Algunas mujeres que sufren anorexia, luego de la primera crisis de salud, lo aceptan y buscan la salida; otras, la mayoría, simplemente lo niegan hasta llegar al hospital como casos de urgencia médica, o incluso llegan sigilosas ante la puerta del suicidio como última salida. En los medios se discute y justifica  la anorexia como el resultado del estrés y el trabajo excesivo, así lo expresó indignada la escuálida actriz Calista Flockhart, estrella de “Ally McBeall” que, a pesar de tener que usar ropa de talla para niñas de 12 años, negó ser anoréxica. Cuando un diario británico publicó la famosa fotografía de Madonna con los brazos esculpidos en pequeños brotes pétreos, casi deformes, pegados a un visible hueso, la diva montó en cólera y pronto decidió cambiar la dieta y el régimen de ejercicio que medró su apariencia antes voluptuosa y con apariencia sana.

La  fotografía publicada de Lindsay Lohan caminando por la playa con su perro, es eco de reminiscencia de una niña biafrana: la piel transparente pegada a las costillas que pueden contarse a la distancia, unas caderas puntiagudas y los brazos de apariencia frágil como agujas de cristal. Todas ellas van desarrollando ciertas características físicas que denotan claramente esta enfermedad, como un cuello tan adelgazado que hace ver la cabeza más grande y desproporcionada con el propio cuerpo.

 

El factor social

Considerada en siquiatría como Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), la anorexia mental posee la tasa más alta de mortalidad por suicidio de entre todos los trastornos psiquiátricos. Mientras en un polo del mundo las mujeres, niñas y niños sufren por no poder beber ni un vaso de agua al día y carecer de alimentos para una nutrición mínima, princesas y divas se someten a regímenes absurdos, como el que llevó a la Miss Universo, Alicia Machado, a mantenerse bebiendo sólo una taza de café al día y nada de alimentos para bajar cuatro tallas y cubrir las expectativas de sus managers.

Durante una década se ha planteado que la anorexia y la bulimia, de entre los desórdenes alimentarios, son producto de una obsesión patológica por la delgadez, incluso una corriente psicológica plantea que estas enfermedades son resultado de una relación dañada entre la madre y la hija, a tal grado que la autoconcepción de la hija no puede sanar hasta que logre depurar su vínculo madre-hija. Pero algunas especialistas como Amparo Almarcha y Luz Campello, catedráticas de la Universidad de Coruña, plantean una nueva revisión de la anorexia desde la perspectiva de género y la interdisciplinariedad de sicología y antropología social para comprender sus orígenes culturales, y buscar los elementos legitimadores de la deificación del cuerpo, como expresión de la anorexia.

“La progresiva presentación, de modelos escuálidas y lánguidas, como portadoras de juventud, éxito, admiración social, belleza, etcétera, como valores a la  alza en una sociedad típicamente mercantilista, configuran las tendencias y definen los “cánones” de belleza o ideales estéticos a seguir por la población, especialmente en los/las más jóvenes, dicen las expertas.

Ellas proponen que al debatir la anorexia salgamos del cuadro de simplificación siquiatrizada y ampliemos el espectro del análisis para encontrar las respuestas.  Los mecanismos que producen y promueven la anorexia, sostienen, tienen que ver con factores sociales, como la moda, las líneas biomédicas, la religión y la cuestión de género; así como con instrumentos de sostén mediáticos, transmisores de mensajes simbólicos unidireccionales, con un impacto mayor en cierta población más vulnerable a estos mensajes: mujeres jóvenes y adolescentes.

La actriz Kate Olsen, famosa por su actuación como una de la pequeñas gemelas de “Full house”, terminó al borde de la muerte en el hospital antes de cumplir 18 años. Ni su representante ni sus familiares habían intervenido con seriedad para hacerle saber que todos sus síntomas eran los del peligroso síndrome de Anorexia Nervosa. La chica Olsen había dejado de reglar a los 16 años, sufría de dolores de huesos propios del desarrollo de osteoporosis y artrosis que se muestran en mujeres de más de 60 años. Sufría de insomnio y dormía solamente un par de horas al día, presentaba una sobreproducción de bilis, sus riñones se estaban dando por vencidos, no podía concentrarse y hacía ejercicio para relajarse, lo cuál medró las pocas proteínas o vitaminas de su escuálida dieta de una comida diaria le aportaba. Los medios usaron su imagen primero con admiración y luego con desprecio, lo que acabó llevándola a una depresión clínica severa.

Muchas actrices jóvenes como ella han sido presas de un ambiente que no solamente fortalece los valores culturales de la estética anoréxica, sino los promueve. La famosa esteticista de Hollywood, Rachel Zoe, además de hacer miles de tratamientos estéticos para inyectar colágeno, dar masajes y tratamientos para mejorar la apariencia de la piel, les recomienda a sus clientas el uso de clenbuterol. Esta droga, de uso ilegal en personas, es un estimulante de uso veterinario para curar el asma en caballos; sus características inhibidoras rápidas de grasa (es un Beta-2 agonista adregénico), incitaron desde hace años a fisicoculturistas a utilizarlo. El clenbuterol o Clen, además, ayuda a construir músculo rápidamente sin los efectos masculinizantes de los esteroides anabólicos, ya que no causa crecimiento de vello ni apariencia masculina, simplemente permite erradicar la grasa rápidamente y ayuda a producir músculos que se modelan con el ejercicio personalizado. Esta droga es peligrosa, crea las mismas reacciones que la adrenalina (la hormona que hace que tu corazón bombee rápidamente ante el miedo o el peligro). El Clen puede causar insomnio, nauseas, mareos, vómitos, infarto e incluso la muerte. Algunos granjeros en Estados Unidos dan clenbuterol a su ganado para que baje la grasa y produzca músculo y esos residuos quedan en al carne y pueden causar alergia en quienes la ingieren. Recientemente su uso se hizo famoso en México porque se detectó a futbolistas.

Muchas personas con anorexia saben los peligros que entraña el uso de esta droga en humanos, pero fascinadas con sus características termogénicas y lipolíticas (quema la grasa y la elimina) arriesgan su salud sin miramientos.

Durante un reciente estreno de la serie que busca modelos en México, la conductora que juega el papel de la bruja exigente (ella misma es ex modelo) regaña a una jovencita delgadísima exigiéndole con un tono humillante que debe bajar esa “panza”. Lo que la conductora llama panza es una pequeñísima masa muscular abdominal apenas perceptible, y producto de la estructura músculo esquelética de la chica, quien para deshacerse de ella deberá someterse a un régimen anoréxico. Lo mismo que le sucede a las mujeres que entran en certámenes de belleza; a Gabriela Spanic, una mujer naturalmente delgada, la productora del certamen la obligó a bajar 25 kilos, causándole efectos patológicos en el metabolismo. Calificada como una de las jóvenes más bellas, la actriz Lara Flynn  Boyle sufre de artritis reumatoide como consecuencia de las bajas de peso bólido que le causaron anorexia. La mexicana Paty Navidad, al salir de una pesadilla por la bulimia, decidió hablar sobre sus peligros y el sufrimiento que estas exigencias causan en el cuerpo y las emociones. Ana Bárbara confesó también que desde la adolescencia ha luchado contra la bulimia y anorexia.

 

La dietética como fetiche

Citando a H.Brunch, Almarcha y Campello, aseguran que el trastorno aparece con mayor frecuencia en mujeres jóvenes, aunque la evolución muestra nuevas variables de género y edad. Aseguran que aun cuando no es un problema nuevo, lo novedoso es la virulencia con la que se ha presentado en la sociedad actual, y el cambio de actitudes en los conceptos de salud e ideal estéticos.

Las especialistas aseguran que los  patrones estéticos también han sufrido modificaciones; tras la era medieval donde se reconocían las formas menudas y delgadas, llega la “opulencia anatómica, de contornos rebosantes y de grasa triunfante” que denotaban poder, éxito económico y buena alimentación. A partir del siglo XX desparece el corsé, como medio mecánico para forzar la figura, así nace la idea de “guardar la línea” ya no tras el corsé sino gracias  a un esfuerzo de ejercicio, cremas, dietas y masajes. Nace la comercialización de los métodos para mantenerse delgada, desde los gimnasios, hasta los libros de ejercicios, los entrenadores personales, los sofisticados aparatos caseros y claro, los productos falsamente milagrosos.

La dietética surge en el siglo XXI como un fetiche para las clases acomodadas. Y sí, según especialistas, la clase y la raza son factores determinantes en la anorexia. No sin un dejo irónico un tuitero anónimo, cuando hablamos de la hambruna en Somalia escribió: 1) “mandemos a las ricas anoréxicas a Somalia y traigamos a las mujeres de África a sus hogares”; 2) “verán como las ricas valoran lo que tienen, y las pobres recuperan su salud”. La dureza del comentario nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo y por qué llegan hasta el grado de arriesgar la salud y vida por la apariencia? ¿Acaso al belleza no es salud, como dice el comercial?. Las especialistas consultadas aseguran que hay una evolución inversa a las formas de alimentación, el ideal de delgadez nace en las clases favorecidas, las que se pueden permitir la restricción voluntaria como un lujo suplementario; aunque cada vez se amplía el espectro de jóvenes anoréxicas. No hay una sola revista dirigida a mujeres que no elogie la delgadez y comparta secretos para conseguirla. Historias van e historias vienen desde Hollywood hasta Televisa; sin embargo, ni directores de cine ni responsables de la producción televisiva asumen su rol ético y su responsabilidad al fomentar la exigencia de actrices cada vez más delgadas.

 

La moda de ser flaca

La moda no puede desligarse de los medios de comunicación, pues son ellos los que la difunden de una forma mucho más poderosa que la propia publicidad aislada. El periodismo juega un papel crucial en la reproducción de los estigmas y de los paradigmas de belleza aceptables. Los programas de entretenimiento son los que más fortalecen el culto a la delgadez y el desprecio a la salud natural. Para distinguir el sexismo, basta ver los programas de entretenimiento, las conductoras cubren el modelo a seguir, mientras conductores como los hombres del programa mexicano “Miembros al aire”, poco agraciados y en general sin signo alguno de delgadez, implantes o cirugías plásticas, se expresan con gran desprecio hacia las mujeres que no cubren los cánones de la perfección estética acompañada de implantes de senos y glúteos artificiales.

Los medios de comunicación, para mantenerse, precisan de la publicidad; es así que se dedican a mostrarnos aquello que no somos y que no tenemos, para luego invitarnos a convertirnos en lo que podemos ser y a obtener lo que no teníamos. Para ello utilizan contenidos simbólicos de todo tipo. Amparo Almarcha nos dice que, en los medios, las ideas, valores pensamientos e ideologías se convierten en mercancía que consumimos a diario. La estrategia mediática es tan efectiva que a nadie se le ocurre preguntarse si la actriz Jaqueline Bracamontes, para mantener una cintura que mide 50 centímetros y ser talla cero, está arriesgando su vida. Se ve linda y eso es lo que vende, lo demás no tiene importancia, ni para quienes las presentan como producto, ni para quienes consumen ese producto, ni para ella misma.

Detrás de esa parafernalia de la estética anoréxica, se ocultan enfermedades de las que no se habla porque parecen de mal gusto. Como la anorexia y bulimia desgastan el colágeno, las grasas y los aminoácidos, el rostro pierde forma, la piel se reseca y se hace flácida. Por ello, las famosas ocultan también una insufrible esclavitud a sesiones de inyecciones de rellenos faciales, colágeno y cirugías de hilos rusos, como el rostro  de escultura perfecta de una Angelina Jolie, que deprimida y agotada con la crianza de ocho hijos e hijas, muestra ante nosotras el espejismo de lo enfermo como sano y hermoso, de lo dañino como idóneo. Cuando la princesa Kate Middleton ya no pudo ocultar su delgadez perniciosa hace unas semanas, aseguró que simplemente está cansada y asustada por las amenazas de muerte que recibieron antes del viaje a Estados Unidos, que sí ha bajado mucho de peso pero es puro estrés. Lo cierto es que su médico ha dicho que no podrá quedar embarazada. Como muchas enfermas con  bulimia y anorexia, la princesa ya muestra signos de menopausia. Miles de mujeres anoréxicas de menos de 25 años, presentan signos de amenorrea (dejan de reglar porque su cuerpo no puede desechar nada), los trastornos hormonales por la desnutrición las deja incluso sin la posibilidad de la maternidad; algunas que han dejado pasar demasiado tiempo sufren de esterilidad irreversible. La osteoporosis se evidencia con el primer brazo roto jugando tenis o una muñeca fracturada al cargar algo. En realidad, explica el doctor Víctor Valpuesta, no se les rompen los huesos por caerse, tal como las ancianas con osteoporosis, se caen o rompen la mano por que el hueso ya no resiste más.

El círculo vicioso complica más la vida de las personas con anorexia, ya que los efectos fisiológicos generan falta de autoconfianza y de autoestima, lo que las lleva a hacerse cada vez más intervenciones estéticas, ya sea superficiales o quirúrgicas hasta el grado de quedar deformes, como es el caso de las otrora bellas naturales Lara Flynn, Meg Ryan y Portia de Rosi, quien comenzó a dejar de comer a los 12 años y a los 29 pesaba 35 kilos.

Un cirujano plástico de las estrellas de Televisa me confesó que no se atreve a operar a varias que le piden implantes de glúteos (perdieron la masa muscular por la anorexia), porque su salud no resistirá la anestesia. Ellas, asegura el galeno, no reconocen la enfermedad, a pesar de que en los exámenes preoperatorios el médico les muestre la anemia y trastornos hormonales severos. Pero siempre encontrarán a otro que sí lo haga, aunque pueda costarles la vida o la salud, asegura.

Tori Spelling es tal vez uno de los ejemplos más claros de el “síndrome de la cabeza de caballo”, su cuerpo anoréxico ha quedado tan empequeñecido que la cabeza parece enorme. Eso les genera una gran ansiedad e hiperemotividad, además de agotamiento físico, depresión, impulsividad y trastornos obsesivos, porque en tan avanzado estado de anorexia, son víctimas de su imagen y de las expectativas que la industria del cine y la televisión ha impuesto sobre ellas como reproductoras de un modelo de belleza.

Son muchas las modelos, actrices y jóvenes comunes que se han enfrentado a los problemas de salud primarios de esta enfermedad. Comienza con el sangrado de encías, una modificación del esmalte de los dientes que los vuelve más frágiles, aumenta el riesgo de caries y, por tanto, llega la obsesión por evitar la ingesta de azúcares; termina con problemas periodontales y en miles de casos una descarnadura de los dientes que precisa de múltiples cirugías dolorosísimas. En el mundo de la medicina dental muy pocos especialistas se atreven a confrontar a sus pacientes con el problema de la anorexia. En un caso cercano, la mujer pasó tres años con dolorosas cirugías e implantes dentales y su médico jamás le confrontó con la evidencia de los trastornos graves resultados de la anorexia. Ante la pregunta a dentistas de por qué no confrontan a sus pacientes, la respuesta es que éste es un problema psicológico, y ellos solamente resuelven un síntoma físico y no las causas.

 

¿Qué hacer y quién lo hace?

Las especialistas nos piden mirar los factores que participan en la construcción de los elementos productores, reproductores y sostenedores de la ideología de la delgadez, distinguiendo cinco sectores ligados entre sí.

La población receptora: todos los públicos que reciben mensajes de la socialización de la imagen corporal como ideal estético. Constituye la opinión pública donde se comparten mínimos comunes.

La población pasiva: quienes reciben esa información pero no participan de ella; es decir, tienen una alta permeabilidad a los mensajes.

La población productora: es la que pone en marcha los mecanismos legitimadores del culto al cuerpo esquelético, a través de medios de comunicación, publicistas, el mundo médico-científico, modelos, diseñadores, etcétera. Son actores sociales que construyen los modelos normativos y estándares sociales que deifican el culto a la delgadez, desde diferentes ángulos.

La población en riesgo: Es su víctima principal. Este grupo social tiene una alta receptividad y sumisión a los mensajes. Cuotas de población  más vulnerables a los mensajes subliminales (adolescentes en vías de construir su auto-imagen y auto-estima). Jóvenes en un entorno sexista que establece parámetros de femineidad artificiales.

La población afectada: Son aquellas personas que sufren de anorexia nerviosa y sus familias; por último la población cuidadora: es la que interviene en la atención y ayuda de las y los afectados de anorexia, desde la medicina, el trabajo social, la psicología y la psiquiatría, así como educadoras, familiares, etcétera.

 

Los productores de la anorexia

En pantalla se ve a una Angelina Jolie desmejorada, de espaldas sus hombros recuerdan las estelas puntiagudas de los apocados cadáveres en los campos de concentración nazi. Molesta responde a los medios que especulan sobre su anorexia, que está agotada por la reciente muerte de su madre, por el nacimiento de su hija y luego el de sus gemelos. Pero la inconsistencia con su mensaje la muestra un rostro con cirugías y rellenos estéticos, un maquillaje impecable que la muestra lozana, sin ojeras, casi perfecta para parecer una mujer abrumada y sobre todo, cansada y triste. Esclavizada en su propia imagen, justifica una pérdida de masa muscular de tintes anoréxicos, a un estrés emocional. Y si bien eso es posible, resulta difícil de creer, según especialistas en anorexia. Son ellas, las más hermosas del mundo quienes han pasado de la población receptora y vulnerable a formar parte de las poderosas filas de la población productora del ideal anoréxico. Por si fuera poco ella está entre las cientos de actrices y modelos que luego de haber parido a su bebé, se someten a cirugías estéticas de vientre y en menos de treinta días hacen desaparecer los kilos ganados durante al gestación. Sus admiradoras, especialmente niñas y adolescentes reciben el mensaje de que 30 días después de parir toda mujer debe hacer desaparecer cualquier signo de embarazo, parto y maternidad que le quite el sello de juventud y belleza.

Almarcha y Campello argumentan que los mecanismos de la población productora tienen que ver, por un lado, con factores sociales potenciadores: la moda, las líneas biomédicas, la religión, los valores sociales y la cuestión de género; y, por otro, con los instrumentos que lo sostienen y reproducen, los medios de comunicación y publicistas, que mediatizan intencionalmente estos factores sociales, haciéndolos llegar a la población de forma simbólica y unidireccional. Es decir, cada vez que un grupo de guionistas escriben una novela o una serie, refuerzan intencionalmente esos valores, y los publicistas hacen la mancuerna para explotarlos. Las actrices y conductoras se los comen, los digieren y luego los entregan a sus admiradoras en forma de ideal a seguir.

Algunas como Cristina Ricci, la actriz de “Los locos Adams”; asegura que “Hollywood la hizo anoréxica” y que lo fue desde los nueve hasta los 16 años, cuando ya no pudo más y pidió ayuda porque nadie a su alrededor se comportó “como adulto” y le dijo: “Oye nena, algo está muy mal contigo”. Por otro lado, Victoria Beckham, sometida a la obsesión de su marido, el ídolo futbolístico que la convirtió en la esposa trofeo perfecta, le incitó a bajar 20 kilos y no soportaba su apenas perceptible sobrepeso durante el embarazo.

La mayoría de clínicas para el tratamiento de estos desórdenes alimentarios, se centran en la atención psiquiátrica y la salud nutricional, su costo es elevadísimo (una estancia de dos meses en México puede costar entre 70 mil y 150 mil pesos). El sistema de salud pública reconoce este como un problema psiquiátrico y nutricional, pero no tiene instrumentos y políticas públicas que aborden el problema de forma integral y multidisciplinaria, que presten servicios gratuitos a la vez que incidan en los medios y la cultura popular sobre los cánones de belleza y quienes los imponen, sostienen y fortalecen.

Son diversos los métodos para tratar los desórdenes alimenticios. Hay quienes recomiendan abordarlo desde la nutrición y dar soporte de psicoterapia, otros métodos más progresistas y rudos proponen confrontar todo el tiempo a la persona enferma para sacarla del espejismo de que el consumo o degustación es atractiva y aceptable. Lo cierto es que la cura de la anorexia y la bulimia es un gran reto para la persona afectada y para sus familiares que se han comprometido con ser su red de apoyo para la curación. Sin embargo está claro que si la afectada no descubre y controla sus disparadores producto del bombardeo mediático y social, difícilmente sanará totalmente. Sin duda, la comercialización del cuerpo y de la juventud ahora incluye a algunos hombres “símbolo” como futbolistas, bailarines y actores muy jóvenes. Pero la enfermedad sigue siendo eminentemente femenina y si no se aborda desde todos los ángulos se quedará en simple anécdota de las pocas sobrevivientes del culto a la delgadez extrema y mortal.

 

Lydia Cacho
Es una periodista mexicana y activista defensora de los Derechos Humanos. También es autora del libro Los demonios del Edén, en el que denunció una trama de pornografía y prostitución infantil que implicaba a empresarios cercanos al entonces Gobernador de Puebla, Mario Marín.
en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas