Cocinar

No le grito a nadie en mi cocina y por supuesto no permito que nadie grite, punto. Foto: Shutterstock

No le grito a nadie en mi cocina y por supuesto no permito que nadie grite, punto. Foto: Shutterstock

Me impresiona la cantidad de programas que sobre cocina y comida hay en nuestros días en oferta en la televisión.

Hay algunos francamente atroces y aburridos.

¿Quién querría ver cocinar a una monja durante una hora?

Y sin embargo, el programa existe y la gente lo ve. Yo no pasé de los diez minutos porque no dudo que la susodicha monja cocinara bien, pero tenía pocas cosas que contarme (la fórmula sólo funcionaría teniendo en el estudio a Sor Juana, y eso, lamentablemente es imposible). Y miren que considero a la cocina conventual de nuestro país, como una verdadera joya.

Sólo me aburrí tanto en otro momento de mi vida, cuando en un ataque de insomnio vi pescar a un tipo en una laguna durante media hora (y no sacó nada).

Hay otros que son exageradamente asépticos. Los cocineros, en un estudio blanco e inmaculado cocinan como si estuvieran en una suerte de laboratorio, o peor aún, de hospital. Se lavan las manos cinco o seis veces durante el programa y sólo les faltan los guantes de látex y los cubrebocas. Esgrimen con igual destreza el cuchillo que el trapo y todo parece tan esterilizado y limpio, que por fuerza me tiene que dar desconfianza. Morirían estos personajes si los llevara a cualquiera de los puestos de carnitas o barbacoa que frecuento.

A esos programas que pregonan la felicidad a base de productos “saludables”, de plano los paso de largo.

Pero el colmo llegó cuando apareció en mi pantalla un programa de cocina donde un rubio y muy airado “chef” les pegaba de gritos a todos.

Insultaba a diestra y siniestra, tiraba platos al suelo, humillaba a los que se le ponían enfrente. Mentaba madres y se ponía rojo como un camarón con cada uno de sus berrinches.

Me parece que la lógica del programa es que estaba “educando” a posibles nuevos cocineros.

A su muy inglesa manera.

De entrada y con la pena, yo desconfío de un cocinero inglés.

Pero sobre todo no entiendo esa cocina.

Y ahora, después de verla, la detesto completamente (primera y última vez que veré el programa de marras).

La cocina es un acto de amor, de paciencia, de solidaridad, de emociones encontradas, de búsqueda y experimentación con una sonrisa a flor de labios.

Mi madre cocina desde tiempos inmemoriales. Tiene hoy 87 años y les aseguro que le da tres y las malas al güerito gritón. Y jamás de los jamases la he visto gritar o aventar un plato, o enrojecer a menos que el vapor de la sopa le cubra las mejillas con un delicado y fragante rubor.

Ella me enseño a cocinar, y cocino por gusto y para quienes quiero. Cocino convencido que estoy ejerciendo un acto civilizatorio sobre el cual se fundan nuestras mejores y más bellas tradiciones.

Y como con la misma pasión con la que cocino, desde el más humilde plato de frijoles, hasta la más abigarrada y complicada cena.

No le grito a nadie en mi cocina y por supuesto no permito que nadie grite, punto.

Bienvenidos los pacientes (de paciencia, y los otros también, porque la comida sana, cura, obra milagros laicos), los que están dispuestos a compartir y a reírse, y a calentar el corazón y el alma y la nostalgia alrededor del fuego y de los efluvios mágicos que salen del perol.

Nunca comeré la comida de ese pinche amargado chef.

Aprender es estropear. Prueba-error. Gusto por lo que se hace. No sirven ni la velocidad ni los gritos.

Quién quiera competir, que entre a las olimpiadas.

Yo seguiré comiendo y cocinando entre amigos.

Len- ta-mente.

Y sí algo no sale como pensamos, abrazaremos al culpable, y mentiremos todo lo que sea necesario para conservar su amistad.

17 Responses to “Cocinar”

  1. Samuel Lechuga dice:

    Excelente Benito, excelente. Para mí la cocina es simplemente un arte que se inicia desde las compras, en donde comienzan las fantasías y luego la cuidadosa preparación de los alimentos como dices con todo cariño y paciencia. Para mí la cocina es un ritual como meditar y olvidarme de la rutina.
    Por último yo creo que la mayoría de nuestras mamas les dan las buenas y las malas a cualquier chef de cualquier parte del mundo. Los frijoles, los chiles rellenos, las calaba citas y por supuesto el arroz de mi mama no los cambio por nada.
    Benito buen provecho y que sigas gozando la cocina

    • Daniela dice:

      No concibo el “cocinar” sin amor, así me encuentre apurada. Incluso cocino para aliviar mi estrés o preocupaciones. Muy lindo tu comentario!!!

  2. Daniela dice:

    Benito hay un programa en la televisión pública argentina que une a la familia cada vez que se enciende un televisor los domingos al mediodia, se llama “cocineros argentinos”. Hacen comidas económicas, con alimentos que están al alcance del conocimiento de todos, y obviamente regionales (Latino América). Ojala leas mi comentario y busques el programa por Internet. Te aseguro te va a encantar. Besos ?

  3. Juan Carlos dice:

    En la cocina aparece la esencia del humano, tanto del cocinero como del comensal. La cocina une, armoniza, humaniza. En la cocina se sabe si se ama, se odia o se es indiferente. El cocinero desnuda su alma cada vez que entra a ese sagrado recinto y la ofrece sin medida a quienes reciben el producto de sus manos y su corazón.

  4. Marco Aurelio dice:

    Gracias Benito. Coincido contigo, la cocina es El lugar, si no sagrado, el más importante de una casa y por tanto se debe respetar. Para mí la cocina es el lienzo en blanco en donde puedo plasmar mis más apasionadas obras de arte, lo son al menos para mí, y poderlas compartir con mis seres queridos es el acto de amor y entrega más grande del mundo.

  5. Noemí dice:

    Me encanta todo lo que escribe, pero también me encanta “Hell’s Kitchen” y en defensa de ese chef sólo diré que es un papel que interpreta muy bien. Le invito a verlo en otra faceta suya en “Master Chef Junior”, donde muestra su lado más paternal al enseñar a los niños (y a la vez aprender de ellos). Yo sigo a Gordon Rampsey en Instagram y es una delicia ver sus publicaciones, que van de una comida de alta cocina hasta el puesto de hamburguesas más rica de su ciudad. Finalmente, le agradezco que comparta tantas anécdotas, siempre es igualmente delicioso leerle.

  6. Tere González dice:

    Hola,
    Me encanta la cocina y la comida. Sr. Taibo, ¿por qué desconfía de los cocineros ingleses? Acaso la nacionalidad es un factor excluyente del talento? Yo he vivido en Inglaterra y conozco excelentes cocineros de allá. Gordon Ramsey me parece temperamental y disfruto sus programas y recetas, hasta tengo libros con ellas. En gustos se rompen géneros, ¿o no?

  7. Tere González dice:

    ola,
    Me encanta la cocina y la comida. Sr. Taibo, ¿por qué desconfía de los cocineros ingleses? Acaso la nacionalidad es un factor excluyente del talento? Yo he vivido en Inglaterra y conozco excelentes cocineros de allá. Gordon Ramsey me parece temperamental y disfruto sus programas y recetas, hasta tengo libros con ellas. En gustos se rompen géneros, ¿o no?

    • Diana Lozada dice:

      Desconfió seriamente de la opinión de alguien que escribe “Hola” sin “H”, Aunque haya vivido en Inglaterra.

  8. jose dice:

    y te faltaron los de alpargatas jajajajajaa
    unos si me doblan de la risa como robin food, un vasco que le vale madre todo jajaja

  9. juan encinas dice:

    Sin duda cada escrito tuyo nos ilustra…
    No sabía que había cocina inglesa, fuera del rosbif hiel fiesh & chips…
    Esa paz ciencia y la pasión que mencionas
    tienen mucho en común, empezando por su raíz,
    padecimiento, goce sufrido al fin.
    Ningún arte debe ser express, solo el cafecito final
    y bien cortadito…

  10. Alejandra dice:

    Hermoso todo lo que pone Benito Taibo, como siempre, siempre hace una frase o mejor dicho, siempre deja un pensamiento en lo que escribe que me dan ganas de guardarlo en un cuaderno y leerlo de nuevo en otra ocasión. V

  11. Gordon Ramsay? dice:

    Sì es puro show, ese es su rol, pero he leído cosas muy buenas sobre él, es medio filantropo. Cocinar es una de las actividades más satisfactorias de la vida. Otra es trabajar en una cocina y que el sustento dependa de eso, es muy muy sacrificado y agotador, estar de pie todo el tiempo, hacerlo todo en chinga, porque así lo exigen los patrones, en-chinga, de volada, me picas esto de volada, pelas los chicharos de volada, rallas este queso luego luego, que no queda tiempo para disfrutar el cocinar… o un poquito, talvez.

  12. Suave Patria dice:

    Prefiero los de “Tony” Bourdain y Andrew Zimmern, Donde mas que poner atención en su a veces aburrida preparación, éstos desgraciados solo se limítan a engullirla.. . -Claro que tan ardua y sacrificada labor obliga a viajar por todos los recovecos del mundo.
    ¡Carajo! , comento a mis hijas ; – quiero una maldita chamba asi. (sin mancharme las manos como político corrupto)

  13. Juan Collignon dice:

    Apreciable Benito, sumadas al más alto estamento entre los escasos espacios dedicados a la lucidez, optimismo y buen humor, tus palabras sonríen solas cuando se elevan sobre el desaliento que nos pela el diente desde la contienda política por el suelo norteamericano. Sábelo, no es sólo por distraernos de semejante aprensión que te agradezco la gracia de tus divertidos textos, algunos excepcionales, pues como siempre
    los recibo cual esperado bálsamo dominical entre los escasos foros que visito regularmente en Sinembargo. Y también siempre agotado por las muchas horas acumuladas al intenso trabajo semanal, y ciertamente redimidas los pocos espacios de reivindicación cultural y filantrópica que, como el tuyo, tanto aprecio durante mi breve pero fiel intinerancia epistolar, con sus letras muy próximas al tuyo en los koanes de Alberto Ruy Sánchez; las fábulas culinarias de Antonio Maria Calera-Grobet y las máximas etéreas del pensador ecléctico hecho realidad imprescindible, en el espacio encantador de Oscar de la Borbolla quien, además, es el mejor ilustrador de sus artículos con imágenes poderosas que tanto revelan de sus misteriosos pensamientos como lo hacen sus lucidas letras. Gracias pues, a ti y a tus mencionados colegas, porque si es por algo que sigo disfrutando del periodismo en Sinembargo a pesar de Lupus Dei, es porque sin estas pausas y espacios de humanizada esperanza y simpatía, su carga emocional podría parecerle insoportable al más avezado de los lectores: no es broma. Los menciono como avatares, porque, entre ustedes que tanto nos dan, uno nos dio un precioso referente al margen histórico y doloroso de la comida, y que puede servir de acompañamiento filosófico a estás breves letras tuyas que, sobre clases de cocina por televisión nos regalas, y de cuyas series también veo algunas muy entretenidas. Quizás tú hablas del odiado chef Gordon Ramsay y su entripada serie televisiva, pero las hay mucho más divertidas también; como la de Street Food de Ishai Golan comiendo delicias callejeras por el mundo, y que puede incluir a Estambul mientras él va degustando una brocheta de cordero, servida en un puesto al aire libre, cuyo hombre orquesta de turbante también lo adereza con kefir y yogur a la nuez moscada y perejil, o el de los pastelillos franceses en un barrio próximo a la distinguida Place de la Madeleine en París, pero en un portalillo minúsculo y populachero con un franchute bien humorado, o comiendo tacos de escamoles en un puesto del DF que dan ganas de robárselo. Pero yaciendo aun más sumergido en nuestro bochorno cuando este pierde el apetito de la pena ajena que da un espejo ‘Urbi et orbi’, como un canto obscuro de tristes sirenas, en aquella opinión de Antonio Grobet-Calera, titulado ‘La Gran Oquedad’ y quien aquí guarda la sombra de su verdadera Joya culinaria, pero esta hermosa gema cocinada por su inmenso corazón, mientras su vista está puesta en el hambre del hombre desplazado por la falta de solidaridad y cumplimiento a la preceptiva de la compasión más elemental. Poco importa de que lado del conflicto se le haya expulsado a un hombre de la mesa; si este no encuentra su básico sustento, él se suma a la ignominia del hambriento que nos insulta a todos por encima de su raza, credo o religión. Recordemos que igual hubo banqueros y artistas judios que limosneros ugandeses arrojados del último bocado y que compartieron ese horrendo destino descrito, magistralmente, bajo la firma que “La gran oquedad” de Antonio Maria Calera-Grobet dejara en Sinembargo. http://www.sinembargo.mx/opinion/25-09-2015/39635. Sabe Benito que, paralelamente a ti, también tus colegas me alientan con la profunda civilidad que aun sobrevive en hombres de nuestra generación y también en otras, un poco más jóvenes y magras, quienes, por principio combaten al espíritu de torpeza que hoy nos amenaza desde el interior mismo de nuestras conciencias pero que, tristemente, sin claridad de propósito y mucho menos de acción ilustrada, pues la bestia ya se calza las tiránicas botas de radicalismos diestros al estilo vaquerizo de Trump, o de los siniestros al redoble de la agónica corte Estalinista; pero radicalismos al fin, uno y otro, que llegaron al mismo resultado con sus lúgubres recetas sin comprender al hombre, y que, en mi humilde opinión, se suman al fascismo de ambas fachas, pero con dicotómica repulsa de la misma moneda que nos mira con fuerzas antagónicas en un oblolo fascista que eructa indigestado, porque aun no digiere que sus respectivas raíces ideológicas ya sólo sostengan árboles muertos a cada lado del doblón, cuyos rostros secos no darán más fruto del que ya dieron matando a más de 100 millones de personas en el siglo XX y lo que va del XXI. Moneda que como humanidad nos cobra los muy altos dividendos y cuya oprobiosa realidad nos obliga a que los humanos no construyamos más muros sino a que nos tendamos más puentes: tal como el Papa y la Senadora Clinton nos lo piden. Para que buscarle tanta chichi a la política si con humanizarnos y volvernos verdaderamente decentes nos bastaría para acabar con el hambre del mundo. Con la edad me he vuelto mucho más selectivo y conservador al abordar los temas de mayor interés y, entre ellos, muy presentes están los de la buena literatura; la filosofía; la historia de las religiones comparadas; el arte; la arquitectura y la filosofía de la historia; sin faltar, de manera muy especial, mi gran interés por las artes y manualidades de la esfera culinaria. A tal propósito podría decirte que fuera de mi amada familia, de la belleza que la naturaleza nos prodiga y la práctica de oficios propios y profesionales, pocas actividades me roban la atención con la pasión e interés que siento por la historia de la comida y sus implicaciones en la la evolución de la humanidad, pues tanto en la alta cultura como en la popular, o en la comida suntuaria, como en la más callejera y de humilde garnacha, esta nos es medular desde nuestros remotos orígenes, y podría ofrecernos un estupendo recuento al propósito de celebrar o criticar los acervos más significativos del hombre en su histórica relación con su nutrimiento, y que nos revela, de cuerpo entero, siguiéndole el rastro a nuestra sagrada relación con los alimentos y su preparación. Revelación humana que también nos muestra la verdad del mundo y que. desde la mención bíblica en la multiplicación de los peces y los panes, o por el lopevelardeano verso con “el santo olor de la panadería”, hasta “El banquete de Platón” como plato principal de la epistemología en la Hélade de las cúspides pensantes, o la de las reposadas visitas al vomitorio desde el triclineo cosmopolita, cuando en “El Satiricon” y “Los Doce Cesares” de Petrarca y Ovidio, respectivamente, aun fungen cual cronistas culinarios o arbiter elegantiarum del festín, pero ambos mostrándonos la grosera mesa romana, que instalando el furor cortesano por el buen comer que aun casi dos mil años después, sostiene el diligente Vatel como cocinero de Luis XIV y quien acaba suicidándose por salvar su honra a consecuencia de un banquete fallido. Por ello y mil cosas más, la comida nos desciende por la historia como un río de sabores y colores indescriptibles, y unos que igual van provocado la conquista del continente americano en busca de especias exóticas, como la pimienta negra y blanca, de cayena o guindilla, la nuez moscada, la canela, y el regaliz, o la alcaravea, y el sésamo, e al igual que la mostaza, el azafrán, o el clavo; el cardamomo, la cúrcuma, el anís y el jengibre, el cacao y hasta llevar al hombre adicto a sus sabores y aromas, que le inspiran total decadencia por su notable abundancia en unas cortes, o a desplazamientos, guerras y sangrías en otros pueblos por la horrenda escasez alimentaria, y que cae como guadaña sobre pueblos enteros saltando de mortal espectro en mortal penuria llamada hambruna y que en China condujeran a la edificación de un recetario que incluyó los cinco sabores de todo lo que fuera comestible: agrio, salado, dulce, picante y pungente. Pero la comida también va alcanzando papeles protagónicos en películas como La Comilona de Ferrei, Vatel o El Satiricon de Felini, vistas donde el Emperador o el Rey son servidos con banquetes de delirantes proporciones e imaginación Romana, y que sólo encuentra su parangón en la profusión barroca con que Vatel escenifica los oprobios de la abundancia, con que su arte engolosina a la aristocracia Francesa, y que, en turno, mata de hambre a su pueblo que eventualmente le conducirá a la Guerra de los Pasteles que concluye, en subiendo al cadalso a Maria Antonieta y a Luis XV por aquel libelo fechor de una frase que jamás se pronunció por labios de María Antonieta, pero si por el periodista Marat, quien supo aprovéchala en la falsa contienda que no inició en aquella voz austriaca sino en la suya, y la de otra reina. Un lugar muy veleidoso es la corte francesa entonces, pues marca un territorio donde la comida bien cocinada, decorada y servida, representa a una clase cuyo honor y propia vida puede ser mucho menos noble que la de sus artistas y súbditos y quienes por ello se dan sendos atracones con gestos indiferentemente frívolos frente a ojos del hambriento tal y como hoy hacemos los que comemos diariamente. La comida es parte indispensable a la vida y debemos contribuir, cada quien y como pueda, a que no falte en la mesa de nuestros semejantes. Aprender a comer bueno bonito y barato es parte de la cultura culinaria y popular, que debería conducir, en la medida de lo posible, a producir los alimentos que consumimos y que no es tan complicado habiendo algo de lo que en México también se mira escasa y que es llamada agua. En nuestra azotea, donde si la hay, porque no tenemos jardín, estamos sembrando hierbas y hortalizas orgánicas en un cobertizo de media sombra para la mayoría de las legumbres que consumimos. No es muy difícil y, ademas, es divertido. Solo se necesitan botes desechables y tierra buena para cultivar. A tal ejemplo nos sirve la comida cantonesa y la china en general, pues un tanto como la mexicana esta constituida de una variedad de hierbas silvestres o cultivadas, una porción de arroz y trocitos de carne, mariscos, e incluso insectos, siendo una comida que evolucionó a un nivel de creatividad extraordinaria en base a la escasez de sus ingredientes y por las hambrunas recurrentes y milenarias que han sufrido en China. La comida mexicana que es riquísima y variada tiene orígenes más ricos aun que en el resto del continente americano y para comenzar tiene la variedad de panes mas grade que exista en cualquier país del orbe. Una estufa y cocina muy económica a base de energía fue creada por unos jóvenes emprendedores mexicanos y es ideal para las comunidades aisladas que dependen de leña, amen de su delicioso sabor y el feo daño ambiental que causan las de leña. En cuanto al comentario de la monjita y aunque se ve muy cierto, me parece un poquitín falto de compasión, porque ellas fueron quienes preservaron las recetas coloniales desde que el Virrey del Perú Pedro Alvares de Toledo y Leiva, Marques de Mancera, bebiera chocolate batido con un molinillo de madera y servido en su famosa pero infame manserina. Unos grandes y cercanos amigos míos Adriana Camarena y Jaime Lubin Zermeño, artistas, filósofos, filólogos y chefs de gran talento están recopilando numerosas recetas de los tiempos coloniales en unos libros hermosísimos y encuadernados a mano. Aquí un link para ver las estufas:
    Estudiantes De México Crean Estufa Solar | Energías Renovables
    http://www.gstriatum.com › blog ›

  14. Miguel dice:

    Ya se te olvido Benito lo despota que fuiste en el Masterchef Mexico? Yo precisamente me preguntaba como seria la comida de esos participantes aprendices que recibieron insulto tras insulto de tu parte?

  15. Juan Collignon dice:

    Perdón por el atroz equivoco: hablando de comida…. fue Luis XVI bisnieto de Luis XIV quien subió al cadalso con María Antonieta y su indebidamente mencionado Luis XV a lo que si se subió fue a la cama de la célebre Madame Pompadour a comérsela, claro.

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