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De Topolobampo a Luisiana: El viaje anual de Olivia a la discriminación

miércoles, octubre 19th, 2016

Olivia Guzmán sostiene a su familia gracias a la pela de marisco. A pesar de ser originaria de Topolobampo, región pesquera de Sinaloa, sus ingresos no los obtiene ahí. Cada año parte a Luisiana, Estados Unidos, a hacer allá el mismo trabajo que podría realizar aquí, con la diferencia de que el salario en EU es altamente redituable. En camión, de Topolobampo a Luisiana son casi 30 horas de camino. Para ella estas casi dos décadas de trabajo no han sido sencillas. El Programa de Empleo Temporal que conllevan ambos países se ha convertido en un sistema que ha integrado prácticas que atentan contra la dignidad y el respeto hacia las y los trabajadores: discriminación, racismo, hacinamiento, acoso y abuso sexual, robos…

SEGUNDA PARTE | Ver aquí PRIMERA PARTE

Ciudad de México, 19 de octubre (SinEmbargo).– Olivia Guzmán Garfias, una sinaloense de 53 años, habla de su experiencia como trabajadora migrante en las plantas de marisco en Estados Unidos y de cómo su salud física no se ha visto deteriorada, como ha sucedido a otros de sus compañeros. “Gracias a Dios”, dice, sólo regresa sin uñas, ya que éstas se rompen y se caen por un ácido que el crawfish, un cangrejo de río, desprende cuando se le quita la vena.

Ese padecimiento, además de comezón en los brazos y mucho cansancio, lo ha tenido cada año desde 1997, cuando decidió afiliarse al Programa de Empleo Temporal de México y Estados Unidos, una estrategia que fue implementada en el Tratado de Libre Comercio (TLC), para que el vecino del norte pudiera contratar extranjeros que ocuparan espacios que los estadounidenses no quisieron.

Ella pela crawfish, que es un cangrejo de agua dulce parecido al langostino de México. Lo trabajan cocido, luego de que las encargadas de hervirlos los echan a las mesas.

Le quitan la cabeza, la cola y de ahí sacan la vena que tiene en el lomo, porque si la dejan, regresan el producto.

Olivia supo de ese programa por sus vecinos de Topolobampo. Cada año algunas personas reclutaban gente para “ir a trabajar la jaiba”. Entre ellos estaba una de sus hermanas menores.

Aquí, Olivia se dedicaba también a la pesca, actividad en la que en ciertas temporadas hay producto y otras no suficiente. Eso le despertó la inquietud de irse a trabajar a EU y más porque el programa se enfocaba sólo en mujeres. Entonces, se enlistó para ir a trabajar a Luisiana, estado donde hay varias plantas de marisco.

No tuvo problemas con el trámite de su Visa H2B, a diferencia de cientos que han sido víctimas de fraude y extorsión bajo la condición de poder o no recibir ese documento.

El reclutador es una persona que también va a trabajar año con año a Estados Unidos. El patrón le indica la cantidad de gente que necesitará para la temporada, si requiere de hombres y mujeres, o sólo mujeres u hombres, dependiendo del trabajo. Él hace la lista de las personas que están interesadas. Pone el nombre completo y lo envía al patrón, quien a su vez la manda al Consulado para agendar una cita.

Aquí sólo se tramita el pasaporte mexicano, los pagos de derecho a visa y la visa, que son, según cálculos de Olivia, cerca de 100 dólares. Aunado a eso, cada trabajador se hace responsable de su traslado a las plantas.

“La mayoría de los patrones mandan dinero al reclutador, aproximadamente 300 dólares por trabajador y con eso hacíamos los trámites que podíamos hacer, pero allá nos descuentan esos 300 dólares, nos los quitaban en una o dos semanas, dependiendo el producto. Si había mucho trabajo, pues en una semana ya recuperaban su inversión”, comenta Olivia en entrevista con SinEmbargo.

De 2012 a la fecha, por un cambio en el programa, los trabajadores deben llegar desde un día antes a la cita en el Consulado para que les sean tomadas las huellas digitales y el iris. Ahí se tienen que quedar todo el día, porque al siguiente es la entrevista en el Consulado para entregarles la visa. Siempre son entre 40 y 50 personas, mínimo 20; y son de varios estados: Zacatecas, San Luis Potosí, Oaxaca, Puebla, Chihuahua.

En los consulados de Monterrey o Nuevo Laredo, hay gente extranjera que quiere ir a trabajar de cualquier cosa, no solo al marisco, sino también a cortar árboles, cuidar puercos, al campo, a los hoteles.

“No sabemos porqué nos tenemos que quedar ahí todo el día, pero es una regla del Consulado. Llegamos un día en la mañana, hacemos todos los trámites y nos tenemos que quedar a dormir ahí y a las 8 de la mañana nos atiende el oficial del Consulado. Ahí somos siempre entre 40 o 50 personas. Los que menos son 20. Nosotros pagamos todo: hotel, comida, solicitudes, fotografías y todos los papeles que se necesiten ahí”, agrega Olivia.

Ella, desde el primer año, trabajó en la pela de jaiba, del pescado trout y del camarón. Sólo un año estuvo trabajando en una fábrica de chocolate, ya que en la planta de crawfish no hubo mucho qué hacer, y el patrón le prestó sus trabajadores a otro.

DE LA POBREZA AL MALTRATO

Olivia, Foto: Prodesc

Olivia Guzmán Garfias cuenta su evolución de ama de casa en Topolobampo, Sinaloa, a migrante trabajadora y ahora también promotora de los derechos laborales de mexicanos en EU. Foto: Prodesc

Hace 19 años, cuando Olivia tenía 34 años, se fue por primera vez a trabajar a Estados Unidos.

“Yo me casé a los 21 años. Mi esposo es Ingeniero Agrónomo y trabajaba en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y yo era ama de casa. Empecé a tener a mis hijos. Todo como cualquier matrimonio”, platica Olivia.

Tiempo después puso una tienda en la vendía diferentes productos, pero los hijos empezaron a crecer y el dinero poco a poco dejó de alcanzar. El sueldo de su esposo ya no era suficiente y hasta tenían que pedir prestado en las tiendas. Al mismo tiempo, la idea de ir a trabajar a Estados Unidos de manera legal, crecía.

El reclutador, que era su vecino, la aceptó de inmediato en el grupo. Un año después, en 1998 hubo oportunidad para su esposo porque solicitaron hombres; él dejó su trabajo en la Sagarpa y se afilió al programa y empezó a ganar más de lo que ganaba aquí, “era bastante más”.

En una jornada normal, pelando crawfish, se trabaja de las 5 de la mañana a las 5 de la tarde.

Desde el primer año que fue a Estados Unidos, abandonar a sus hijos ha sido “lo más duro y horroroso”, a pesar de que cuenta con el apoyo de su madre.

Le duele mucho dejarlos y ver cómo lloran.

“Eso es aparte de todo el viacrucis que vivimos desde que salimos de Topolobampo hasta llegar a Luisiana, que son como 40 ó 50 horas de camino en camión, donde batallamos todos con la presión. Cuando vamos por primera vez es mucho el temor, porque uno no sabe ni a lo que va. Sólo sabemos que iremos a trabajar la jaiba”, dice.

“Llegamos allá y el reclutador se convierte en un trabajador más y cada quien se rasca con sus propias uñas. El primer obstáculo, el más pesado, es el idioma, porque uno no sabe hablar nada de inglés, no sabes a dónde dirigirte, no sabes qué dicen los letreros, no sabes dónde comprar comida. Allá no hay transporte de un camión un taxi, si no tienes un carro no eres nada y peor si el patrón no te proporciona un apoyo para llevarte al mandado. Uno está ahí en medio pensando: ‘¿qué voy a hacer?’. Volteas a ver a todos lados, no sabes dónde vas a vivir”, comenta.

Y ese es otro tema: “las trailas”. Ese es el espacio que el patrón da a sus trabajadores para vivir y que están alrededor de las plantas. Son una especie de remolque, pero que según los testimonios, están destrozadas, llenas de ratas y cucarachas. Hay unas literas de fierro viejo con colchones muy usados. Ahí viven por toda la temporada 16 mujeres, con un baño, una sola estufa y un refrigerador.

“Las ves [las ‘trailas’ o remolques] y dices: ‘¿qué es esto?’. Uno en México es pobre, no tiene las comodidades de un rico, pero allá las condiciones en las que vives son peores”, dice Olivia.

Al llegar a la planta, “te echan el producto y órale, a trabajar”. No hay ninguna capacitación de por medio, al llegar sólo te asignan un espacio.

Las patronas, que son las encargadas, no explican cómo lavar las almejas, lo que se debe hacer con el yodo, con las máquinas y cómo hacerle. Nada.

“Apenas entras y te dicen: ‘hey, hey, hey’, con gritos. Sin hablar español nos dicen que nos lavemos las manos. ‘¡Move it!’, ‘hey, hey, hey’. También te tienes que poner un gorro y un mandil por higiene. ¿Pero dónde están los gorros? ¿El mandil? Nadie te dice… a nadie, jamás, nunca. Por lo general en todas las plantas a las que he llegado hay americanas o vietnamitas, que trabajan muy bien. Llegamos y los nuevos nos ponemos a mirar cómo hacen todo el trabajo para ir aprendiendo. Nos preguntamos unos a los otros: ‘¿qué dijo aquel?, ¿qué dijo este?’. Si uno camina: ‘hey, hey, hey’”, comentó Olivia.

Pero a pesar de que las indicaciones que siempre son en inglés, los insultos los hacen entendibles. Según Olivia, las managers se refieren a todas como “estupid”, “estupid mexican”, les dicen que “no sirven para nada” o “las traen a trabajar y no sirven”.

También les dicen: “haraganas, move it”; repiten mucho “haraganas” y “huevonas”, dice. Además del clásico “fuck you mexican, fuck you” y “son of a bitch”. Uno sabe que esas son groserías, sostiene Olivia.

En medio de todo, incluso las golpean con los pescados.

Luego de pelar el pescado, las mujeres lo acomodan en canastas, por tamaño. Si alguna se equivoca con ese filete le pegan en la espalda: “stupid, stupid”, les dicen.

“Y olvídese si alguien se quiere revelar. Jamás. Todos tienen el temor de que no puedan regresar a trabajar al siguiente periodo. Hay mucho miedo a las represalias del patrón. Los trabajadores mexicanos, allá, sabemos que no podemos hablar, porque eso asegura que el patrón no te lleve al siguiente año y el patrón también te quemará con los otros patrones, mientras que los reclutadores te dicen que ya no te llevan por ser una “persona problemática”. Hay patrones y managers que lo primero que te dicen es que si no te gusta, te vas de la planta y te quitarán la visa y te reportarán con migración. Y pues ellos son los patrones, los que mandan, los que deciden”, agrega Olivia.

Los periodos de trabajo duran máximo siete meses; a veces hay más trabajo y el patrón solicita una extensión de visa por el tiempo que él siga necesitando a los trabajadores, uno o dos meses más.

De acuerdo con el testimonio de Olivia, el método de trabajo y de pago, es diferente entre hombres y mujeres. Las mujeres trabajan por destajo, que es cuando descargan la jaiba, trout, camarón y les pagan por las libras que hacemos. A los hombres se les paga por hora.

Para ninguno hay un sueldo estándar. Entre más hagan y más pelen, más dinero ganan. Cuando hay poco producto, lo que alcancen a hacer.

El dinero se les da cada semana. Lo menos que ha ganado Olivia en una semana son poco más de 30 dólares, máximo 800 dólares: “Eso fue un milagro de una semana porque esa vez estuvimos trabajando desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la mañana. Toda esa semana fue así y por eso gané ese dinero, porque además nos pagaron por horas. Fue por una cosa extraordinaria que le estaban pidiendo al patrón, pero normalmente lo que más se gana son 400 dólares”.

Para la sinaloense, el sueldo que gana cada año es siempre más de lo que ganaría aquí.

DESAMPARO GUBERNAMENTAL

Olivia Guzmán Garfias es integrante de la Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Temporales Sinaloenses; en la imagen comenta a sus paisanos cómo defender sus derechos. Foto: Prodesc

Olivia Guzmán explica a sus compañeros sus derechos y las formas que tienen para defenderse ante los abusos laborales, en su paso por Estados Unidos. Foto: Prodesc

En los últimos años, el mayor apoyo que han recibido los trabajadores por parte del Gobierno mexicano, es la agilización del trámite para algunos documentos.

Mientras que en el Consulado Americano se les da un folleto donde supuestamente están los derechos de la Visa H2A y de la H2B. Están ahí los derechos que el patrón tiene sobre ellos y las obligaciones que ellos tienen.

Ponen un teléfono donde puedes llamar si tienes algún problema en Estados Unidos, pero en ese teléfono, dice Olivia, jamás contestan.

Han intentado comunicarse cuando compañeros de trabajo han muerto o se han enfermado, pero no hay respuesta. Los muertos han tardado allá en Estados Unidos hasta dos o tres meses.

“En el Consulado, cuando llegas con algún problema, te dicen: ‘regrésate”. Cuando peleamos que no nos pagaron lo que debían hasta han cancelado visas, pero nunca nos dan una solución, nunca hay voluntad de investigar lo que esté sucediendo en aquella planta o con aquel patrón”, acusa Olivia.

Y allá es fácil agarrar una enfermedad, ya que el crawfish se recolecta en el pantano, lo que causa enfermedades en la piel. O cuando hace frío, que allá es extremo, también se va a trabajar y viene la gripa, tos y fiebre.

No hay seguir médico ni clínica. Cada uno intenta tener siempre algo de penicilina y paracetamol. Todo esto, a pesar de que en el cheque se descuenta el seguro médico.

“Y al siguiente día, esté uno como esté, a huevo se tiene que parar a trabajar. Nosotros trabajamos por destajo, por lo que hacemos. El día que uno no va a trabajar no gana nada. Así que estar enfermo no es justificación para no trabajar, así te estés muriendo o desangrando. Hay compañeras con problemas en la matriz y los dolores menstruales que tienen son fuertísimos, pero ahí tienen que estar”, cuenta Olivia.

Ahí en las plantas, Olivia ve que el maltrato es, en específico contra los mexicanos. Cuando a las mexicanas las dejan de contratar cuando están cercanas a cumplir 60 años, allá llegan unas gringas ya muy grandes, que se sientan y se ponen a trabajar. Cuenta también de un grupo de cinco señores vietnamitas, que apenas podían caminar”, pero ahí estaban.

También hay negros y negras, pero dice que ellos siempre están a la defensiva. No responden ni el good morning. “Nosotros entramos a las 5 am a pelar crawfish y salimos hasta las 5 o 6 de la tarde, hasta que pelamos el último crawfish. Ellos entran a las 6 de la mañana y a las 2 de la tarde, pesan y se van. A ellos no les importa si está la mesa lleva de crawfish”, relata.

Argumentando su edad, los reclutadores ya no quieren llevarse a Olivia a trabajar, sin embargo, eso ha sido consecuencia de su activa participación en la Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Temporales Sinaloenses, creada hace tres años.

Ella y otros trabajadores, así como defensores de derechos humanos, han impulsado esta organización que busca defender los derechos laborales de cada sinaloense que parte a Estados Unidos. Todo empezó por una organización que la conectó con el Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc).

Luego de varias investigaciones, encontraron que todos los trabajadores tienen acceso a un fondo en caso de la muerte de uno de sus compañeros, el maltrato, una red de fraude a través de la reclutación o de que se solicitaba dinero a cambio de la visa.

“La gente se endeudaba, empeñaba sus terrenos para poder juntar el dinero e irse a trabajar”, platica Olivia.

Lo que quiere ella es una mejor vida en Estados Unidos para todos los que van a trabajar. Ve ahí un programa que necesita atención urgente.

Esclavos con papeles: Miles son enviados a un infierno en EU… con permiso de México

martes, octubre 18th, 2016

Por años, miles de mexicanos y centroamericanos han abandonado sus países de origen con el objetivo de llegar a Estados Unidos y conseguir, allá, un trabajo que les permita mejorar su calidad de vida. Esto, pese a que en el camino sean víctimas de discriminación, violencia laboral –con jornadas extenuantes y bajos salarios– o de abuso sexual. Pero todas esas vejaciones no son exclusivas de la migración “ilegal” sino que también se auspician bajo el Programa de Empleo Temporal, impulsado por Estados Unidos y México. Este método de contratación despertó múltiples problemas en Sinaloa, donde año con año se recluta a “mano de obra no calificada” para realizar diferentes trabajos por algunos meses al año. Tras permitir por mucho tiempo fraudes y maltrato de ambos países, trabajadores migrantes fundaron –hoy hace tres años– la Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Sinaloenses. Ahí, pasaron de ser víctimas a ser defensores de los derechos laborales.

En los siguientes días, SinEmbargo presentará los testimonios de cuatro sinaloenses que cada año emprenden el viaje a EU, con todo lo que les ha tocado vivir mientras trabajaban y las consecuencias que las condiciones extremas les han dejado de por vida.

Por Dulce Olvera y Daniela Barragán

PRIMERA PARTE DE UNA SERIE

Foto: Cuartoscuro

Los jornaleros mexicanos tienen una larga tradición de trabajo en Estados Unidos, pero ni con el Programa Empleo Temporal, aprobado por el Gobierno mexicano, han respetado sus derechos laborales. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 18 de octubre (SinEmbargo).– El señor Humberto Salinas, representante legal de Desarrollo Social Sin Fronteras, una agencia de reclutamiento, llegó de Nuevo León a Sinaloa. Buscó a personas de diferentes municipios que tuvieran algo en común: el sueño de tener un trabajo y una vida mejor.

Les narró “las maravillas” de laborar en Estados Unidos a través del Programa de Empleo Temporal y luego procedió al cobro de entre 100 y 200 dólares por persona para tramitarles su visa laboral. Pero el tipo se hizo humo… desapareció, dejando con deudas a cerca de 36 personas.

No sólo ese señor robó a los sinaloenses. Año con año los fraudes se repetían.

Lo que representó en un inicio la oportunidad para tener acceso a un mercado de trabajo en Estados Unidos, ganar más y mejorar la condición de vida, resultó en una serie de violaciones a los derechos laborales que no eran casos aislados, sino un patrón y una cadena de abusos que rozan incluso con la esclavitud.

Esto detonó la necesidad de tomar conciencia, aglutinar esfuerzos y generar una organización y resistencia estructurada mediante un espacio donde se desarrollaran acciones en defensa de los derechos humanos y también la generación de un mecanismo para el acceso a la justicia. Así nació, el 18 de octubre de 2013, la Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Sinaloenses, donde de ser víctima el trabajador migrante amplió su identidad y pasó a ser también un defensor de los derechos laborales.

En 2013, la Coalición se creó con 29 trabajadores provenientes de Topolobampo y Los Mochis; actualmente hay 37 hombres y 21 mujeres. Históricamente se conformó con trabajadores de la industria del marisco, pero ahora hay mujeres que están trabajando en la industria de la limpieza en el sector turístico y como trabajadoras del hogar.

El Programa de Empleo Temporal inició operaciones luego de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) el 1 de enero de 1995. Ahí quedó establecido el permiso de “no inmigrante”, que permite a los ciudadanos de México y Canadá trabajar en Estados Unidos en una actividad preestablecida. El Consulado General de ese país expide para ello, visas H2A para empleados enfocados a la agricultura y H2B para quienes se dediquen a actividades como jardinería, servicios de limpieza o cuidadores.

Se trata de un permiso para contratar a trabajadores extranjeros para laborar en espacios que no son ocupados por estadounidenses.

Pero de acuerdo con los testimonios de los trabajadores, desde su inicio este programa ha tenido como común denominador el abuso y la discriminación por parte de autoridades de ambos países, así como por los patrones y el personal de las plantas en las que les toca trabajar.

A diferencia de la migración ilegal –en la que por lo regular los trabajadores buscan llegar a Estados Unidos y trabajar sólo por determinado tiempo y regresar a sus lugares de origen–, quienes se ampararon en este programa lo miran como su empleo formal y bien establecido.

“Por un lado los trabajadores tiene una necesidad inmediata que es la de trabajar y por lo que se van al otro lado. Pero no trabajan en cualquier condición. Hay una serie de derechos humanos laborales que están resguardados en instrumentos internacionales y nacionales que los Estados tienen la obligación de respetar. Justamente la Coalición está en el proceso de transitar de una defensa contra el fraude a también de luchar por llegar a un trabajo con condiciones justas: que el proceso de reclutamiento sea transparente, digno, que se apegue a derecho; que Estados Unidos reconozca el aporte que la mano de obra mexicana genera para la economía estadounidense y, además, que el Gobierno mexicano reconozca una serie de violaciones a sus connacionales y que sea una corresponsabilidad”, aseguró en entrevista Norma Cacho, coordinadora del área de Procesos Organizativos del Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc), organización que ha documentado el caso y asesorado a los trabajadores migrantes.

LA MIGRACIÓN LEGAL

Foto: Prodesc

La Coalición de creó en 2013 con 29 trabajadores de Topolobampo y Los Mochis; actualmente hay 37 hombres y 21 mujeres. Foto: Prodesc

“Hay una constante de explotación laboral y discriminación social en Estados Unidos. Arrastramos toda una historia de migración de México a EU que ha favorecido que la mano de obra mexicana sea fácilmente explotable, discriminada o incluso tratada en condiciones de semi esclavitud”, contó Norma en entrevista con SinEmbargo.

Los trabajadores mexicanos reciben allá un salario de 5 dólares, cuando acá la promesa fue que la paga eran 10 dólares.

En las plantas son divididos por hombres, que ganan por hora, y mujeres, que ganan por lo que hagan, por “destajo”. Ahí les son asignados los sitios donde van a vivir, que están entro dentro de sus sitios de trabajo. Según los testimonios de los trabajadores, las condiciones en que viven en esos remolques son infrahumanas y de hacinamiento.

El costo de la que es su “casa” por máximo siete meses, es descontado de su salario.

En medio de todo, la opción de decir que no se está de acuerdo con algo, es mínima o la última, ya que los patrones les quitan la visa, dejándolos en situación de indocumentado.

Tampoco hay ninguna prestación. El único apoyo que reciben es para el trámite de la visa y su salario.

Se ha observado también, un proceso diferenciado entre hombres y mujeres. Algunas se comparten: fraudes, condiciones de trabajo. Pero hay diferencias en salarios, cargas de trabajo, y riesgos a los que se enfrentan las mujeres, como “favores sexuales” durante el reclutamiento y en el trabajo, además de acoso sexual y psicológico.

Prodesc, en estos tres años de acompañamiento, sostiene que el factor que ha detonado la migración en la región, además del económico, es la violencia contra los pueblos, en este caso por el crimen organizado.

“En Sinaloa hay un estado de violencia que empuja a la gente no sólo a irse a Estados Unidos, sino inclusive salir de los municipios que han sido históricamente del narco. Topolobampo y los Mochis, al norte de Sinaloa, es una región sumamente golpeada por ese fenómeno y a eso se le suma la pobreza estructural de muchas de los habitantes”, expuso.

De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el número de sinaloenses en precariedad se incrementó entre 2012 y 2014.

En el 2012 había 1 millón 055 personas en pobreza en el estado, cifra que subió a 1 millón 167 mil 100 personas en 2014. La cantidad de sinaloenses en pobreza extrema de igual forma se elevó de 130 mil 200 personas en 2012 a 155 mil 800 personas en 2014.

“El programa de visas representó en un inicio la oportunidad para acceder a un mercado de trabajo, supuestamente en mejores condiciones, pero al final resultó en una serie de violaciones a los derechos laborales en un territorio que tradicionalmente se considera más avanzado”, agregó Cacho.

En este sentido, Greta Gómez Rico, responsable de comunicación de Prodesc, explicó que el reclutamiento en México lo hacen personas que trabajan para empleadores estadounidenses, lo que complicaría que los empleadores tengan conocimiento de lo que sucede en territorio mexicano.

De acuerdo con las leyes de Estados Unidos, los empleadores son legalmente responsables de fraudes o discriminación durante el proceso, “cuando se les notifica ellos alegan no saberlo y con ese desconocimiento se deslindan de la responsabilidad […] De acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, un trabajador es considerado así desde que comienza el proceso de reclutamiento, lo que implica que el Gobierno mexicano sí es jurídicamente responsable por los abusos que sufren en esa etapa”, comentó Gómez Rico.

Fueron estos fraudes, el principal detonante de la organización de las y los migrantes.

“Una primera toma de conciencia fue por una serie de fraudes que se dieron en el reclutamiento. A raíz de ello se detona un colectivo que se transformó en un proceso de defensa de derechos. En México hay una serie de agencias que tienen reclutadores que van a poblaciones marginadas y rurales donde hay problemas económicos, pero también personas con experiencia específica. Les ofrecen trámites para generar visas y pasaportes, que son gratis, pero los cobran indebidamente. No eran casos aislados; era un patrón. Sin embargo, cuando se deciden a denunciar los fraudes, los reclutadores los colocan en ‘listas negras’ lo cual les imposibilita que puedan volver a acceder al mercado laboral”, explicó Cacho.

UNA COALICIÓN DE TRABAJADORES

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La Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Sinaloenses es un esfuerzo organizativo que el 18 de octubre cumple tres años de haberse constituido de manera formal.

En 2013, trabajadores de la región norte de Sinaloa, de los municipios Topolobambo, Gabriel Leyva y los Mochis, acudieron a trabajar a Luisiana, Estados Unidos, pelando camarón, actividad en la que ya tenían experiencia al provenir de una ciudad de mar. Entre ellos identificaron un patrón en cada uno de sus casos; una serie de violaciones a los derechos laborales de esta población en territorio mexicano que tenía que ver con el fraude económico desde que el reclutador –contratado por un empleador estadounidense– busca y engancha la mano de obra con engaños y les cobran por realizar los trámites de visado para llegar a Estados Unidos.

Ya en el escenario laboral prometido, también se dan una serie de violaciones que tienen que ver con jornadas laborales extensas, pago menor al prometido en México, además de cobros indebidos en el hospedaje, transporte y alimentación. “Esta serie de violaciones se daban de manera sistemática. Ellos iban con la esperanza de un trabajo en condiciones de una remuneración mejor y una mejora de vida que en su territorio de origen”, dijo Norma Cacho.

Paulatinamente, continuó, los trabajadores fueron tomando conciencia de esta serie de violaciones a sus derechos que no tenían sólo que ver con la mala fe del reclutador, sino que es toda una política sistemática de violación, de explotación de mano de obra mexicana y la responsabilidad de los empleadores de mandar reclutar sin regulación ni transparencia en el proceso de contratación que permite los ilícitos.

El 18 de octubre de 2013, los trabajadores conformaron la Coalición, un esfuerzo que no tiene precedencia en el escenario laboral en el país y en el ámbito de trabajadores migrantes trasnacionales, según lo define Prodesc.

El objetivo fue aglutinar esfuerzos y generar condiciones de organización y resistencia más estructurados, además de crear un espacio para desarrollar acciones en defensa de los derechos humanos y también la generación de un mecanismo para el acceso a la justicia.

Finalmente, ambas coinciden en que uno de los principales cambios que la Coalición ha logrado, es la manera en que hoy se miran a sí mismos cada uno de los trabajadores migrantes.

“El hecho de que un trabajador se autodenomine como defensor de derechos laborales y no sólo trabajador migrante temporal, es una identidad importante. Ha dado cohesión a la coalición. Se asumen como defensores no sólo contra su fraude, sino también del de sus compañeros en Sinaloa y de otras partes de México que también están llegando en malas condiciones. Es una problemática nacional”, expuso Cacho.