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Pedro Tzontémoc: Homenaje a la Fe

domingo, febrero 14th, 2021

La literatura y las imágenes acerca de la enfermedad son vastas y ricas. Pedro Tzontémoc, víctima de un mal sin nombre, de una enfermedad que lo ha acompañado durante diez años, ha enriquecido el lenguaje de la enfermedad a través de su periplo por incontables lugares en cuyas paredes estaba inscrita la palabra “cura”. En Locuralocúralocura Tzontémoc escribe y retrata el mundo de su enfermedad con una mirada sui géneris.

Por Arnoldo Kraus

Ciudad de México, 14 de febrero (SinEmbargo).- La enfermedad produce ruido. Cuando el cuerpo es víctima de alguna patología, el silencio y la inconsciencia acerca del cuerpo sano desaparecen. Pocas inconsciencias son tan gozosas como la del esqueleto que camina, la de los ojos cuya mirada acerca o aleja el mundo, la del olfato cuya percepción distingue el aroma de la amada en medio de un piélago de mujeres, o la del corazón cuyo latido nos acompaña todos los días, sesenta o setenta veces por minuto sin siquiera percatarnos de ello. Ese no saber de la casa que nos alberga se erosiona cuando la enfermedad altera la marcha, modifica la figura, distorsiona el olor o disminuye el flujo de sangre.

Cuando esas anomalías distorsionan la salud aparece la enfermedad y llega el tiempo de la vida herida. Así como hay una poética de la vida, la enfermedad tiene su lenguaje. La literatura y las imágenes acerca de la enfermedad son vastas y ricas. Pedro Tzontémoc, víctima de un mal sin nombre, de una enfermedad que lo ha acompañado durante diez años, ha enriquecido el lenguaje de la enfermedad a través de su periplo por incontables lugares en cuyas paredes estaba inscrita la palabra “cura”. En Locuralocúralocura Tzontémoc escribe y retrata el mundo de su enfermedad con una mirada sui géneris. Locuralocúralocura (Artes de México, 2010) no devino alienación. Al contrario: su caminar es un homenaje a la fe.

El libro es diferente por la desnudez con la cual el fotógrafo enfermo fotografía la enfermedad . Foto: Artes de México

A partir de 1999 la vida del autor cambia. Pedro comienza un retrato involuntario de su cuerpo. La primera consulta se lleva a cabo en la ciudad de México. “Un dolor agudo –cuenta el autor– en la zona lumbar me detiene. Dolor puntual y preciso en el eje de gravedad; pierdo la verticalidad y cualquier movimiento, incluso el respirar, duele en el mismo punto. Me inyectan vitamina B12 y su efecto mágico me permite llegar con el médico.”
La última consulta, la número 55, se efectuó en 2010, en París. Es atendido por una doctora cuya función es interpretar un estudio radiológico de la circulación venosa de la cabeza. La doctora concluye que el estudio es normal. Nada puede ofrecerle. La esperanza se esfuma: “Recibo el diagnóstico sin haber despertado del todo: la insuficiencia venosa tampoco sería la causa de mi enfermedad. Mientras recuperaba la conciencia, una pregunta se me imponía como un sueño reiterativo, una y otra vez. Comparto el desconcierto con mi padre y mi mujer. Luego se diluye, pero la pregunta seguiría repitiéndose: ¿y ahora qué?”

Entre 1999 y 2010 Tzontémoc visitó al menos a 55 personas con la esperanza de restaurar su salud. Las personas en las cuales se depositaba –eso hacen los enfermos, depositarse, entregarse– ejercían oficios diferentes. Pedro recorrió todos los caminos posibles. Visitó los de la ciencia de la calle y los de la ciencia médica. Acudió a terapias científicas y se entregó a las no científicas.

El libro de Pedro retrata algunos rincones de la filosofía de la enfermedad. Foto: Artes de México

Desesperanza, derrota y depresión fueron, sin duda, palabras compañeras pero nunca ejes en el recorrido del autor. Todo lo que parecía asequible se intentó. La esperanza nunca se marchitó. Rendirse ante la enfermedad no es parte del léxico de Tzontémoc. Esa vitalidad provoca admiración. La “no rendición” ante el mal, la no aceptación de los destrozos provocados por las células enfermas es un homenaje a la vida. Las enfermedades no solo son “un mal celular”, son también “un mal del alma”. El tratamiento de cualquier patología, sobre todo las “graves” o las crónicas, debe atender ambos aspectos. La lección de Pedro debería ser leída y compartida por médicos y enfermos; las reflexiones rezuman dignidad. Los médicos y las escuelas de medicina se nutren cuando se ejerce la “buena medicina”, la que aprecia la clínica sobre la tecnología. Pedro reivindica la escucha, la palpación y el tiempo compartido como ejes de la medicina.

El libro de Pedro retrata algunos rincones de la filosofía de la enfermedad. La doctora Greiner, última (aunque nunca la última) protagonista del caso Tzontémoc, lo expresa bien: “Raros, muy raros son aquellos quienes resisten y buscan la verdad en el fondo de ellos mismos. Entonces Pedro, le admiro; admiro su búsqueda algunas veces irracional pero siempre razonada, su resistencia y su equilibrio. La inmensidad del mundo está en nosotros.” Pedro tocó puertas, abrió ventanas, se entregó; aplazó el desasosiego producto de su invalidez y cimentó su pulsión por la vida. Nada quedó afuera.

La lección de Pedro debería ser leída y compartida por médicos y enfermos. Foto: Artes de México

El libro es diferente por la desnudez con la cual el fotógrafo enfermo fotografía la enfermedad y es diferente porque sus cavilaciones escritas retratan su enfermedad. Diferente también por el formato y la construcción del libro. Entre el magnífico prólogo de José Luis Díaz y las lúcidas reflexiones finales de José Luis Trueba se encuentra Pedro retratado y desmenuzado. Retratado y retratando a los protagonistas de su historia. Desmenuzado por medio de las reflexiones que acompañan su propia historia clínica y su sensibilidad para fotografiar su enfermedad.

En las páginas pares se muestra alguna referencia o la fotografía del médico-curandero-chaman-limpiador-vidente-sanador tradicional-sanador huichol-experto en botox y un larguísimo etcétera de terapias alternativas dedicadas a atender la vida. En las nones se exponen las interpretaciones médicas de Pedro. Al lado del nombre del médico o del sanador, aparece una ficha con cuatro incisos: “Terapia. Diagnóstico. Pronóstico. Frecuencia.” Debajo de la ficha, aparece el rubro “La experiencia”, donde, en unos párrafos, Pedro interpreta la sesión. Salvo por utilizar erróneamente el término pronóstico –no habla de lo que sucederá, sino de la utilidad de la consulta– su autoanálisis invita a reflexionar sobre los múltiples significados de la enfermedad y el valor de la esperanza. Pedro se adentra en Pedro para construir un santuario a la fe.

Pedro reivindica la escucha, la palpación y el tiempo compartido como ejes de la medicina. Foto: Artes de México

Artes de México, como es su buena costumbre, nos ofrece en Locuralocúralocura un regalo: la impresión, las fotografías y el contenido son excelentes.

La enfermedad generó en Tzontémoc ruido, palabras y fotografías. Las fotografías, retocadas por reflexiones, trascienden los blancos y los negros. Su viaje contiene dolor y fuerza poética. Retrata la devastación producida por una enfermedad neurológica no definida. Contiene la fuerza de la fe laica. ~

Este texto, publicado originalmente en Letras Libres, gira en torno a nuestro libro Locuralocúralocura, el cual pueden conseguir a través del siguiente enlace https://catalogo.artesdemexico.com/productos/locuralocuralocura/

El espectador de lo anónimo, El ser y la nada, Pedro Tzontémoc+ David Huerta

domingo, mayo 12th, 2019

El ser y la nada es un libro compuesto por fotografías de Pedro Tzontémoc y escrito por David Huerta. Al ver las fotografías de Tzontémoc y tener la voz de Huerta como guía, quedan dudas sobre cuánta vida o muerte podemos reconocer en distintos escenarios que se nos presentan: altos edificios; entre los árboles; en los pasos sobre la arena o en el mar que muestra un barco.

Ciudad de México, 12 de mayo (SinEmbargo).- Para la lectura de El ser y la nada, libro compuesto por fotografías de Pedro Tzontémoc y escrito por David Huerta, hay que acercarnos con una idea de lo abandonado. Las piezas que se exponen en esta obra son un recorrido por distintos lugares donde se devela al individuo en su máxima soledad, en su momento más íntimo. Las fotografías son tomadas en el momento en que la gente deja de concurrir aquellos sitios y dejan una privacidad misteriosa para quienes sí asisten al retrato.

Con relación a esta idea del lugar fantasmal, evoco un poema de César Vallejo que parece propicio: “No vive ya nadie…”. En él se presenta la imagen de una casa que mantiene la vida en sus cuatro paredes, aun estando abandonada, a razón de que en ella vivió gente, hubo acciones, sentimientos, toda esta carga humana. De otro modo, la casa no vive si nadie la habita jamás, se mantiene extinta desde su construcción por no alimentarse de personas.

Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2001 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2001 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

Si un fotógrafo pasa por la calle donde la primera casa se encuentra y la ve ahí, huérfana con una esencia de algo y le toma una fotografía, ¿qué se puede encontrar en ella? ¿La nada?, ¿la sensación un objeto abandonado? Las fotografías de Pedro Tzontémoc mezclan la totalidad y la nada entre el paisaje y el individuo.

En las distintas escenas que contiene este ensayo fotográfico, se mantiene la sensación del lugar donde ha sucedido tanto, que casi sin verlo nos lo podríamos imaginar: un árbol que muestra al fondo el destello del sol y la silueta de dos personas; dos hombres dando la espalada a una costa; una empedrada en bajada. Imágenes que hemos apreciado en nuestra propia vivencia y que, hasta ser fotografiadas con una lupa especial, encontramos un ápice que nos llama a observarlo, plasmarlo en nosotros. Y es que, ¿cuál es la función de la fotografía? ¿qué se mantiene intacto en ella o qué se escapa? “Disparar: función de la nada”, menciona Huerta; algo cambia al momento de ser fotografiado, se vuelve eterno, sí. Y la fotografía puede dar tanta nostalgia de lo que ya no existe, de esta transformación de lo efímero.

En esta misma secuencia de instantáneas, la técnica de Huerta en su voz narrativa es muy acertada, pues nos habla desde distintos ángulos como retratos de lo que se altera todo el tiempo a nuestro alrededor: “Concéntrate en lo que estás haciendo […] no confundas las imágenes. A ellas deberás acercarte con un espíritu de sagacidad y de transfiguración sedienta”. El fotógrafo tiene un carácter minucioso, de selector. Es un sacrificador, en palabras de Huerta, por las muertes que genera y se presentan en el artefacto de su cámara a cada disparo: el instante exacto de la transición entre la vida a la muerte, de una expresión a otra.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2001 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2003 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

El individuo existe tanto en su papel de observador como en el del observado, se desplaza y va capturando la vida y, a la vez, es atisbado por los ojos asiduos de otro personaje. Lo mismo sucede con él y el paisaje: intercambian los papeles. El paisaje también obtiene su intimidad con el visitante, así como en el individuo queda una resaca de un lugar perdido en su memoria. Juntos son la nada y la totalidad, coexisten mientras son arrastrados hacia un único fin, “como la del agua absorta en los lavabos (efecto Coriolis), líquido más o menos danzante que avanza rumbo al rezumadero trazando gráciles espirales”, citando a David Huerta. El sujeto que está en rotación es el que crea el movimiento ficticio de los demás objetos. Genera la existencia mediante el contacto visual. Esto quiere decir que todo existe en tanto el ser, o el paisaje, les da una realidad con la mirada. El sujeto es el fotógrafo que “camina con un talante de capítulo extraviado en una novela” por todo lo que le es desconocido hasta que se lo apropia al descubrirlo en su andar.

Al ver las fotografías de Tzontémoc y tener la voz de Huerta como guía, quedan dudas sobre cuánta vida o muerte podemos reconocer en distintos escenarios que se nos presentan: altos edificios; entre los árboles; en los pasos sobre la arena o en el mar que muestra un barco. Hemos abarcado o hemos tenido la necesidad de abarcar todo cuanto existe. Vivimos en una sociedad donde todo es inmediato, donde la ansiedad es parte de nuestros más regulares síntomas. Los impactos que recibimos de lo que existe cae en la interpretación de lo que hemos visto anteriormente —cinco segundo antes— y creamos un tejido de la nada que es un todo palpitando, una secuela de fotografías inmediatas.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2003 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2003 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

La Colección luz portátil genera esta sensación del ojo humano como un órgano que absorbe todo cuanto existe y amplía la imagen hasta lo que realmente quiere ver, lo que ha empatado con su existencia, con alguna sensación o recuerdo que revive. Los ojos miran lo vivo y lo muerto, quizá por ello Huerta toma la imagen de Ascálafo, el búho del inframundo, quien detecta las prohibiciones que llevan al mundo a su fin. Dice, “¿Quién anda por ahí? Perros por la orilla izquierda de este silencio, de estos huecos imperturbables; pájaros calcinados en medio de este cielo ficticio, tejido de relámpagos y tormentas larvarias”. La mirada se convierte en una suerte poética. En esta suerte de espectador nos mantenemos desde nuestra butaca en movimiento y vemos los “cuerpos que se esfuman con un gesto de hambre magnífica”.

Nadie es la nada personificada. En el relato de Huerta se habla sobre un profesor de filosofía que no lleva el atuendo esperado y que quiere entrar a un sitio sagrado para tomar fotografías: el fotógrafo, carece de sus formas. En sí, no podemos definir los rasgos de los individuos en las piezas de Pedro Tzontémoc, los entes que se presentan existen bajo el anonimato, como el profesor del que se desconoce su nombre. Lo que se sabe es el desplazamiento en las fotografías, a través de los espacios, nada más. No necesitamos saber otra cosa sobre estos seres más que la huella y la esencia que plasman en aquellos sitios.

Consigue el libro El ser y la nada a través de la página web de la editorial www.artesdemexico.com .

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Lo importante es no pestañear

sábado, noviembre 17th, 2018

En el marco de la celebración por los 30 años de Artes de México, la mesa de diálogo “Lo importante es no pestañear. Tendencias y futuro de la fotografía” fue un espacio de perspectivas en torno a un tema del que se ha ocupado a la editorial a través de sus múltiples ediciones y en especial en la colección luz portátil. Presentamos aquí las palabras del editor de esta colección, Pedro Tzontémoc, quien conforma una de las voces críticas de Artes de México y quien aportó a la mesa una mirada fascinante alrededor de la fotografía.

Por Pedro Tzontémoc

Ciudad de México, 17 de noviembre (SinEmbargo).-El tema a tratar aquí es una incógnita difícil de descifrar. Quizás, en otros tiempos, haya sido más sencillo, en tanto que hubo menos elementos para configurar una visión del futuro; es decir, lo que podía hacerse con una de las primeras cámaras fotográficas y los insumos que se poseían al alcance de la mano para producir una fotografía eran ciertamente mucho más limitados que la infinita constelación de posibilidades que existen hoy en día. Sin embargo, me parece que esta es la trampa más peligrosa, los límites potencian la imaginación y la creatividad, su ausencia, paradójicamente, nos limita.

Afortunada y desafortunadamente, he sido jurado de varios certámenes de fotografía, esto me ha permitido ser testigo directo del panorama completo, de todo el material que se recibe sin el filtro de un jurado que determina y condiciona lo que otros verán luego. A este respecto, y por el bien de todos, habría que buscar la manera de compartir esta experiencia con un público más amplio porque, en realidad, es enriquecedor conocer lo que, en nuestros días, se realiza y propone en torno a la fotografía y la imagen. Cuando he sido receptor pasivo de una muestra de fotografía que ha sido previamente seleccionada con esta metodología, me ha quedado la sensación de haber sido timado, aunque a veces esté bien equilibrado, a este respecto cabe mencionar la pasada exposición de la fundación mexicana de cine y arte en Monterrey, organizada por Alfredo de Stéfano en la que Gustavo Prado fue parte del Jurado. Este año seremos testigos y tendremos oportunidad de juzgar al jurado de la XVIII Bienal que seguramente estará tan equivocado como el anterior y como el próximo.

Teotihuacán, México, 2000, en El ser y la nada, Artes de México, 2006. D.R. © Pedro Tzontémoc

Como ciudadanos del imperio de lo políticamente correcto, quizá no sea correcto decir que la democracia no es la solución, su consecuencia la vivimos en todos los ámbitos y sentidos; la traigo a colación porque así es como se determina el resultado de bienales y concursos. Se tendría que hacer un esfuerzo y buscar algunas otras fórmulas para solventar este problema al que José Luis Trueba Lara llamó la dictadura de la estupidez, en su magnífico libro homónimo.

Sé que es imposible exponer todo lo que se recibe sin realizar alguna selección previa, pero hace varios años, en una dimensión infinitamente menor, intentamos algo parecido en un grupo llamado Fotoforo. Llevamos a cabo exposiciones convocadas y todo lo que recibimos fue expuesto, cada autor asumía su responsabilidad, así como su propuesta podría desacreditarse a sí misma, se podía reforzar en presencia de las otras. Insisto que, hacer algo parecido, a nivel nacional, resulta imposible, pero se me ocurre que una forma de llevarlo a cabo consistiría en que cada uno de los jurados mostrase su propia selección y, en un territorio común, se exhibiera aquello en el que estos coincidan, como los puntos de intersección en la teoría de conjuntos. De esta manera, los espectadores tendrían una visión más amplia de lo recibido en la convocatoria; de hecho, tendrían tantas obras como el número de jurados participantes, y esto daría como resultado un panorama mucho más horizontal y menos patriarcal: una especie de democracia parlamentaria. Cuando he sido testigo de primera mano de convocatorias de amplia participación y sin filtros previos, ha sido sumamente halagador ver la cantidad de propuestas de toda índole, de diferentes técnicas, de diferentes conceptos, de diferentes maneras de ver y de interpretar la realidad. He visto trabajos conceptuales demasiado rebuscados, desafortunadamente, porque tanto ruido resta fuerza y contundencia a su propuesta. También, me ha sorprendido ver que hay una tendencia, desde hace años, hacia lo que llamo “fotografía vivencial”. Esto, con particularidad, me concierne porque cuando algunos nos atrevimos a hablar de esta propuesta, se comprendió poco porque su temática está vinculada con el proceso de vida en el que se encuentra el autor al momento de su creación. Es claro que el momento histórico también marca tendencia y temas como la violencia, el narcotráfico o las desapariciones forzadas se expresan como una necesidad de exorcizar estos sentimientos a través de una propuesta artística.

También, existe un interés por parte de las nuevas generaciones para rescatar o, mejor dicho, descubrir la fotografía dura y pura (etiqueta que se le da ahora), trabajos hechos con fotografía análoga que, curiosamente, hoy es presentada como fotografía alternativa. Por supuesto, también existen muchas propuestas que proponen el uso de una nueva tecnología que rebasa los límites propios de la fotografía, es decir, video y animaciones, así como el uso de redes sociales; inclusive, algunas de estas propuestas fusionan las nuevas tecnologías con la fotografía analógica en procedimientos mucho más artesanales como la cianotipia, por ejemplo. Esto nos habla de una integración.

Venecia, Italia, 2001, en El ser y la nada, Artes de México, 2006. D.R. © Pedro Tzontémoc.

Hoy la cotidianidad es todavía más compleja e incorpora demasiados elementos que además se multiplican y se reinventan a una velocidad extraordinaria. Existe un interés y una necesidad por incorporar todos estos elementos al quehacer artístico, lo cual llevará, sin duda alguna, por caminos insospechados. Por supuesto, también, sobra decirlo, hoy se realizan propuestas más íntimas e inocentes, al igual que otras que se encuentran perdidas frente a un abrumador universo de posibilidades y límites, y otras más, de bajísima calidad en todos los sentidos, de una pobreza cultural significativa, pero que también son signo de nuestro tiempo.

Es una realidad que, en el presente, tenemos que aprender a leer y escribir en los nuevos lenguajes que el mundo globalizado ha ido fraguando; lenguajes que se funden, inventan, se generan a sí mismos y se construyen en una especie de rizoma visual a punto de descifrarse. En esta democratización de la tecnología todos somos fotógrafos, pero hay que tener cuidado con dichas declaraciones porque no todo el que tiene una pluma es escritor, aunque sepa escribir su nombre; y no todo el que tiene un teléfono inteligente con cámara de alta calidad es fotógrafo. Estoy convencido de que si no se sabe lo que se quiere decir, si la imagen no tiene la sintaxis que requiere, será como firmar un documento sin leer y con huella digital.

Lisboa, Portugal, 2001, en El ser y la nada, Artes de México, 2006. D.R. © Pedro Tzontémoc

Para terminar, quiero referirme al nombre de esta mesa de diálogo por dos razones, la primera es porque agradezco que de esta manera se haya hecho presente y se recuerde a Susan Sontag, pues debemos tenerla presente y recordarla, sobre todo ahora que urge definir y redefinir los caminos de la fotografía. Y finalmente porque quisiera, , aún a riesgo de parecer insolente, contradecirla; porque lo importante es sí pestañear y no sólo porque la acción de pestañear equivaldría a la acción del obturador de una cámara en el instante preciso en el que captura la imagen, sino porque pestañear es el acto mismo de coquetear, y esto es mucho más poderoso que el aleteo de una mariposa; efecto tan mencionado, capaz de producir huracanes al otro lado del planeta. Pestañear es coquetear con la vida, desnudar con la mirada, dejar de lado esta realidad virtual en la que nos han encerrado y sentir de nuevo la vida en carne propia, porque esto, más allá de todos los lenguajes posibles, es lo que nos da elementos y pretextos para la creación. Sin vida, sin vivir la vida, sin dejarse arrastrar por ese aleteo de mariposa o de pestañas, la creación artística, visual, literaria o cualquiera, no sería imposible.

Esta es la tarea pendiente de quienes pueden hacerlo, esta es su obligación y su responsabilidad frente al futuro.

Pedro Tzontémoc ha publicado diversos libros de fotografía con Artes de México. Consigue El ser y la nada de la colección luz portátil y Locuralocúralocura a través de la página de la editorial Artes de México, www.artesdemexico.com

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Cuando los sentidos dejan de tener sentido: XVII Bienal de fotografía

sábado, marzo 25th, 2017

En el marco de las mesas de diálogo de la colección fotográfica Luz Portátil de Artes de México, el pasado viernes 3 de marzo de 2017, en el Centro Cultural Bella Época, de la Librería Rosario Castellanos, se realizó una mesa de diálogo sobre el quehacer de la fotografía actual y la polémica suscitada en torno a la XVII Bienal de Fotografía del Centro de la Imagen. En esta mesa, participaron Beatriz Díaz, Mauricio Alejo, Juan José Díaz Infante, Gustavo Prado, Ulises Castellanos e Itala Schmelz. Reproducimos aquí un fragmento de lo expuesto por Pedro Tzontémoc, director de la Colección Luz Portátil.

Por Pedro Tzontémoc

Ciudad de México, 25 de marzo (SinEmbargo).- Mi participación será breve; me voy a permitir esta introducción para exponer por qué, desde la Colección Luz Portátil, decidimos sumarnos a este debate: sencillamente porque nadie nos invitó, así que decidimos autoinvitarnos con la convocación de esta mesa tan plural como la colección.

Es posible que no nos haya incluido porque es a mí a quien vinculan directamente con la fotografía y, sin escucharme, ya consideran que mi postura es monolítica. Quizá tengan razón, pero eso no debería ser excluyente. Quienes me conocen saben que mi postura es la de sumar y no restar.

Es muy difícil juzgar a un jurado porque todos valoramos y calificamos la realidad a partir de nuestra propia experiencia y visión del mundo. Por lo tanto, una bienal no puede ser una muestra significativa de lo que se ha hecho en los dos años precedentes, en tanto que es una muestra de preferencias, del qué y cómo percibe el mundo el jurado en turno. Resumo lo anterior con una frase que escuché recientemente: “lo malo de la verdad es que cada quien tiene la suya”. Me gustaría ver lo que los jurados rechazaron, eso sería una bienal distinta: la no selección es una selección y sería muy interesante contrastar ambas verdades. Se ha llamado a ésta la “bienal de la ruptura”, me parece pretencioso porque el tiempo que es el mejor de los críticos se encargará de filtrar las obras y los autores aquí seleccionados.

No me extenderé hablando de las obras incluidas ni de sus autores, ya se ha dicho demasiado y no creo que pueda aportar algo nuevo, sólo un breve comentario sobre los premiados. Del primer lugar no podría criticar el concepto, hacerlo sería criticar mi propio trabajo como fotógrafo, ya que trata del registro del proceso vivencial propio que siempre me ha interesado, pero me parece que le falta rigor en la calidad formal y que se le haya dado prioridad a la inmediatez es una lástima. Del segundo lugar, me parece totalmente indigno premiar una obra que es el refrito de otra obra que ya era el refrito de una anterior, y eso sin considerar el cuestionamiento ético que ya se ha denunciado. Todo se vale, pero así, ninguna de las dos propuestas hubiera tenido respuesta en Luz Portátil, los requisitos son sólo tres: calidad, congruencia y unidad conceptual.

He leído y escuchado mucho sobre la bienal, algunos argumentos muy lúcidos y propositivos, otros rebuscados y vacíos, pero me detendré en una conversación que llamó mi atención: la de Yvonnne Venegas y Ulises Castellanos en el programa de radio de la Universidad Panamericana. Para justificar la obra Linde, Yvonne menciona su relación con la escultura y la tercera dimensión. Al respecto, quiero decir que la fotografía no solamente tiene tres dimensiones, sino cuatro: dos de los ejes horizontal y vertical; para hacer visible la tercera, basta con manipular la profundidad de campo y no se necesita tanta justificación. Todavía hay una más, la cuarta, la que se refiere al tiempo, la que se manifiesta al manipular el obturador.

Créanme que he tratado de entender por qué una obra como Linde, sin ningún tratamiento fotográfico, es decir, escribir con luz, fue seleccionada en la bienal de fotografía, si ni siquiera aprovechó su tridimensionalidad para que la luz dibujara sombras en la pared. He leído el texto que la acompaña y éste no revela el misterio porque lo que se presenta son los alambres físicos y no una imagen de éstos. Entonces, pienso que la imagen de esta obra podría ser la imagen que se genera en mi retina, una imagen virtual que percibe mi cerebro; pero eso no está en la ficha técnica, y para ser sincero, justificarla de esa manera ya está muy jalado de los pelos y no precisamente los pelos de vaca que se quedaron atorados en los alambres expuestos. Y aquí me veo tratando de justificar lo imposible, no es que sea monolítico es que no me dan otra opción. A mi parecer, nada justifica la presencia de esta propuesta en esta exposición y, si lo que querían era provocar, lo hubieran hecho de una manera más inteligente. Convoco a los fotógrafos a participar en la próxima bienal de escultura con sus mejores imágenes. La frontera entre los conceptos está tan difusa que quizá hasta un premio podrían obtener.

En cuanto a la controversia imagen versus fotografía, me parece que este mundo está dejando la materialidad, y no es que esté mal, es el signo de los tiempos en donde todo cambia. Sólo me parece que es muy triste que los sentidos dejen de tener sentido, es decir, la fotografía ya no tiene que ser impresa, los libros ya se pueden leer sin tocarse y sin olerse, la realidad se mira y se vive a través de una pantalla, para comunicarse ahora se mira un celular y no a los ojos del interlocutor, todo se vuelve virtual, hasta el sexo y eso ya es un exceso. Yo me quedo con la posibilidad de tocar una fotografía, hojear un libro, mirar a quien le hablo y del sexo la respuesta es obvia.

Para terminar y para que nadie afile los dientes, quiero aclarar que no soy crítico profesional ni fotógrafo puro y duro, como dicen ahora, mi fotografía es mucho más conceptual para quien mire más allá de la superficie, hacerla me ha hecho feliz y con eso me basta. En cuanto a editor, quizá pueda pensarse que la colección luz portátil no responde a los nuevos paradigmas del arte, pero las treinta miradas que la conforman hasta el momento la acreditan y con eso, también me basta.

La Colección Luz Portátil está disponible en librerías y en esta página. Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo.

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Colección fotográfica Luz Portátil, imágenes que cuentan experiencias

sábado, febrero 11th, 2017

La colección fotográfica Luz Portátil de la editorial Artes de México cumplió diez años en 2016. Para los editores, cada título ha sido un descubrimiento.

Ciudad de México, 11 de febrero (SinEmbargo).- Todo inició cuando Pedro Tzontémoc, director editorial de la colección, mostró la necesidad de hacer libros de fotógrafos contemporáneos que no contaban con una publicación que mostrara su propuesta visual. Después de una década, Luz Portátil tiene ya treinta libros y varias exposiciones en el mundo como Francia y España. Como parte de los festejos de difusión, la editorial Artes de México en colaboración con el Fondo de Cultura Económica, realizará una exposición de algunas de las fotografías de esta colección en la galería Luis Cardoza y Aragón del Centro Cultural Bella Época, Librería Rosario Castellanos, la cual se inaugurará este sábado 11 de febrero de 2017, a las 13:30 horas.

En una especie de homenaje por los diez años de Luz Portátil, Mónica Cárdenas y Luis Caballo, fotógrafos mexicanos de Rendija, empresa dedicada a la producción y difusión de la cultura fotográfica de nuestro país, nos relatan algunas impresiones de la colección y de la labor fotográfica.

Mónica Cárdenas señala que la fotografía nos ayuda a romper el tiempo, a contar historias y a detener los segundos. Para el fotógrafo, cada imagen es experiencia pues, por medio de ella, colecciona y selecciona recuerdos. En cada imagen, los fotógrafos irrumpen las leyes de la física con los cambios de color y las ampliaciones. En este sentido, cada ejercicio es una reinvención.

Luz Portátil define lo siguiente: “La fotografía y la escritura nos permite llevar con nosotros fragmentos del mundo para contemplarlos y vivir con ellos. Luz Portátil es una colección en la que las imágenes persiguen con tenacidad una idea, y construyen un discurso donde esta idea avanza, evoluciona y se vuelve inventiva”. Así, para Mónica, esta colección nos presenta libros en los que el ensayo fotográfico se funde, se trenza con un experimento de escritura, un experimento literario, para invitarnos a ver, a contemplar y a comprender, a adueñarnos de estos instantes que quisiéramos atesorar, hasta crear una suerte de escalera doble entretejida donde una persona pueda bajarla y otra subirla, sin tener una contradicción, sino al contrario, una confluencia. Los treinta títulos con temáticas y diseños diferentes son una experiencia total.

Un libro de los tantos de la Colección Luz Portátil. Foto: RAM

Por otra parte, Luis Caballo menciona que cada fotógrafo colecciona una infinidad de parpadeos. Tome la imagen o no, realiza una colección personal de imágenes. El coleccionismo en este sentido adquiere una dimensión muy importante, porque con Luz Portátil se pueden compilar también formas, diseños y belleza gráfica. Se trata de una colección visual, la más importante en su género, que conjuga en cada propuesta visual un experimento de escritura.

La fotografía, menciona Caballo, tiene la enorme característica de que quien la observa con calma ve más allá de lo impreso, y esto tiene que ver con la posición existencial en la que se encuentre el observador. Así, cada relectura de la fotografía es una invención; en cada mirada, se crea una colección con historias existenciales de uno mismo. Si la vida puede pensarse como una fábrica de futuros recuerdos, la fotografía es uno de los mejores medios para lograr dicha empresa, y más si tenemos la oportunidad de tener en nuestro alcance treinta propuestas fotográficas visuales, que constituyen más de mil imágenes. Aquí hay todo un universo de enriquecimiento, a través de la mirada de cada fotógrafo, sea éste emergente o consagrado. La cuestión de coleccionar libros impresos es un goce visual, táctil e intelectual.

Todos los títulos de la Colección Luz Portátil están disponibles esta página. Una sección de Artes de México para Sin Embargo.

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Diálogo de una década: Luz portátil

sábado, agosto 6th, 2016
La exposición de Luz Portátil, en el Museo Archivo de la Fotografía. Foto: RAM

La exposición de Luz Portátil, en el Museo Archivo de la Fotografía. Foto: RAM

Parafraseando a Tolstoi, el secreto de la felicidad no es fotografiar siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se fotografía. Y es que la fotografía no es un fin en sí mismo, es tan sólo el medio que me permite ir de una experiencia a otra, de un encuentro conmigo a otro.

Por Alejandra Guerrero Esperón

Ciudad de México, 6 de agosto (SinEmbargo).-Hace diez años, un fotógrafo trashumante, de ésos que han trazado una trayectoria de instantes únicos en las más diversas latitudes, coleccionista de momentos capturados oportunamente por el disparo de su cámara y atento observador de los senderos formados por sus pares, decidió emprender un nuevo viaje: Luz Portátil.

Surgió así en 2006, bajo la coordinación de Pedro Tzontémoc, una singular colección de libros con la fotografía como protagonista. La creación de un ensayo fotográfico personal, experiencia vital contenida en una secuencia de imágenes, era el pretexto perfecto para convocar a su compañera ideal, la literatura.

Antes de esta aventura, Pedro Tzontémoc publicó en 1995 su seguimiento de las huellas de Antonin Artaud en la Sierra Tarahumara. El bello libro Tiempo suspendido tenía presentaciones de dos sabios y grandes conocedores de Artaud: Luis Mario Schneider y Louis Panabière.

Publicó mucho en revistas y viajó sin cesar. Nunca dejó de experimentar en los nuevos medios electrónicos sin eludir la experiencia vital, más bien buscándola. Sus apuntes de viaje por Medio Oriente aparecieron en una edición en forma de pasaporte y con ese nombre cruzó varias fronteras el libro editado en 2004. Dos años después, inmerso en la cultura popular, publicó Mis XV años, la intimidad colectiva. Y en 2014, en Marsella, publicó sus Notes de Voyage, apuntes de viaje. Ese mismo año, con una edición en gallego y otra en español, dio a conocer en España Identidad en el laberinto de la memoria.

Un libro fundamental en la carrera de Pedro Tzontémoc. Foto: RAM

Un libro fundamental en la carrera de Pedro Tzontémoc. Foto: RAM

Un libro clave en la obra de Pedro Tzontémoc y la fotografía del continente es LOCURALOCÚRALOCURA, del 2010, publicado en gran formato por Artes de México. El libro es un recorrido del fotógrafo en busca de su salud, basado en la fotografía vivencial que es clave de todo su trabajo. El libro tiene un texto del escritor José Luis Trueba y un extenso y detallado prólogo del historiador de la medicina José Luis Diaz, con el cual entendemos nuestra modernidad y sus ilusiones científicas.

Para vislumbrar el vínculo entre la obra como fotógrafo y como editor en Luz Portátil, es significativa la declaración de principios que Pedro publica en su página personal:

Parafraseando a Tolstoi, el secreto de la felicidad no es fotografiar siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se fotografía. Y es que la fotografía no es un fin en sí mismo, es tan sólo el medio que me permite ir de una experiencia a otra, de un encuentro conmigo mismo a otro. Es por esto que mi fotografía no pretende un compromiso social ni la venta de un producto, tampoco pretende ser objetiva o subjetiva; es decir, no pretende contener una verdad absoluta o manifestar una apreciación visceral e individualista del mundo. En resumen, con mi fotografía no pretendo transformar al mundo, sino que éste me transforme a mí. El acto de fotografiar ha sido mi gran maestro. La fotografía es mi sexto sentido, es decir, también a través de ésta le doy coherencia a la realidad, me la explico. La cámara es tan sólo una herramienta que, a manera de prótesis, agudiza mi atención. La relación ojo-vista-lente como contemplación y dedo-tacto-disparador como acción son el punto de equilibrio de mi percepción del mundo. Cuando fotografío, el acto toma el control y entonces a manera de posesión satánica me convierto en un instrumento.

No me considero un artista, ahora los artistas están más preocupados por vender o aparecer en los periódicos que en buscarse a sí mismos. Los artistas contemporáneos, salvo algunas honrosas excepciones, obran obras. Me considero un simple receptor de experiencias diversas, ando por el mundo exponiéndome a ellas, involucrándome intensamente, estableciendo una relación amorosa-pasional con cada una de éstas para consumirlas y que, a la hora de mi muerte, tan sólo me arrepienta de lo que no he hecho. La fotografía es el medio para lograrlo. Como resumen, recuerdo a Kati Horna, con quien tuve el privilegio de compartir largas pláticas, cuando decía que se hizo fotógrafa porque su verdadera vocación era ser vagabunda, ésa fue su mejor enseñanza.

El viaje de Pedro con Luz portátil ha llegado a treinta destinos y a la promesa de varios más. Los lenguajes paralelos (fotografía y literatura) han transitado por paisajes naturales o construidos por la imaginación y el artificio; por ámbitos rurales y urbanos, privados o públicos. Colección de hallazgos, miradas, curiosidades, humorismos que buscan mirar a los otros, mirarse a sí mismo, mirar cómo se mira. Ejercicios de reflexión, de crítica, registro de lo singular, lo fugaz, lo efímero, inclusive de lo ausente que desemboca en conversaciones inesperadas, confluencias, empatías: cuento, poesía, ensayo, haiku.

Portadas de Luz Portátil. Foto: RAM

Portadas de Luz Portátil. Foto: RAM

Viajar sin un itinerario fijo ha propiciado hallazgos invaluables que han sido recogidos en las páginas de estos treinta libros:

Lugares prometidos Gabriel Figueroa + Alberto Ruy Sánchez

El ser y la nada Pedro Tzontémoc + David Huerta

Hojas sueltas Adrián Mendieta + David Martín del Campo

Mar Urbe Jorge Lépez Vela + Óscar de la Borbolla

El bosque erotizado Alicia Ahumada + Alberto Ruy Sánchez

Cielo y tierra Jorge Vértiz + Alberto Blanco / Elsa Cross

El campo del dolor Lorenzo Armendáriz + Neyra Alvarado

De cuerpo presente Gerardo Montiel Klint + Salvador Alanís

El color del tiempo Pablo Aguinaco + Rafael Vargas

Rituales Cristina Kahlo + Verónica Murguía

Laberintos caligráficos Maritza López + Naief Yehya

Locales Gala Narezo + Elena Poniatowska

A través del cristal Yolanda Andrade + Elizabeth Ferrer

Cartografías Tatiana Parcero + José Luis Trueba

Todo ángel es terrible José Antonio Martínez + Ethel Krauze

Lo que el mar me dejó Lourdes Almeida + Sealtiel Alatriste

Historias en la piel Federico Gama + Élmer Mendoza

Realidades y deseos Susana Casarin + Arnoldo Kraus

El mundo increíble Dominic Simmons + Mario Bellatin

El silencio es nuestro Francisco Kochen + Lydia Cacho

El silencio luminoso Yamina del Real + Sandra Lorenzano

El espacio de pronto es escenario Aurelio Asiain

Arqueología urbana Ernesto Ramírez + Fabrizio Mejía Madrid

Diario del mar Nicola Lorusso + Marco Perilli

Ciudad prohibida Ulises Castellanos + Edgardo Bermejo

Traspasos Antonio Zirión + Verónica Gerber Bicecci

Siete dioptrías Nirvana Paz + Bernard Plossu / Nuria Gómez Benet.

Oráculo Silvia Andrade + Arturo González Cosío

Recámaras con vista Eric Scibor-Rylski + José Luis Trueba Lara

El medio terrestre Ilán Rabchinskey + Mario Bellatín

Curador_Pedro Tzontémoc, creador de Luz Portátil. Foto: RAM

Curador_Pedro Tzontémoc, creador de Luz Portátil. Foto: RAM

Además de coordinar la colección, en ella Tzontémoc es autor de El ser y la nada, donde la constante es la presencia humana en espacios inmensos, seres en soledad, en compañía, en relación con los otros, con el entorno, pero también consigo mismos y su espacio interior. Su libro es una metáfora de lo que ha propiciado con su emprendimiento: que los otros enfrenten sus propios seres con la nada, el espacio blanco que invita a la creación. Con la exposición en el Museo Archivo de la Fotografía, se celebra una década de diálogo y creación compartida.

EL DISEÑO DE LUZ PORTÁTIL

Uno más de los atributos de la colección, es su diseño, autoría de Pedro. La colección de portadas forma un mosaico rico y diverso que bien podría atesorarse a manera de postales de viaje. Son libros de sesenta páginas en formato cuadrado (22 x 22 cms) que albergan con éxito fotografías de distintas proporciones, en disposición tanto horizontal como vertical, en ocasiones a doble página, que permiten el pleno disfrute de sus detalles.

Al ser de un formato mediano, puede ser portable sin mayor esfuerzo, lo que permite su lectura y disfrute en diversos ámbitos, una cualidad poco común en los libros fotográficos, que suelen ser de gran formato. El papel satinado de alta blancura permite que las fotografías sean impresas con gran calidad y les otorga un marco ideal a las imágenes.

La impresión de cada título es cuidada a pie de máquina por cada fotógrafo, esto quiere decir que el resultado final en la impresión de cada libro es supervisado por sus autores, como si se tratara de sus propias ampliaciones en el cuarto oscuro o en el laboratorio fotográfico.

Dos fuentes tipográficas están presentes en Luz Portátil: Slimbach, diseñada por Robert Slimbach, con una fuerte personalidad humanista que da identidad a la colección, y Officina Sans, diseñada por Erik Spiekerman y Ole Schäfer, fuente con un estilo neutro, presente en el cuerpo del texto; ambas conviven en armonía a lo largo de las sobrias páginas.

Disponible en librerías y en esta página.

Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo