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Tres libros para repensar las ciudades

sábado, octubre 14th, 2017

Esta semana leemos El lenguaje de las ciudades, de Deyan Sudjic, reciclamos El derecho a la ciudad, de Henri Lefebvre y descubrimos La ciudad solitaria, de Olivia Laing

Por Marta Peirano, para eldiario.es

Ciudad de México, 14 de octubre (SinEmbargo).-Como explicaba José Luis de Vicente en esta interesante charla, las ciudades que habitamos son hijas de dos tecnologías: el coche y el ascensor. Antes del ascensor, los ricos vivían abajo y los pobres ocupaban los áticos y buhardillas. El ascensor invirtió ese orden de cosas y añadió una dimensión nueva a los espacios urbanos, que pudieron crecer a lo alto además de a lo ancho, aumentando exponencialmente su densidad.

El coche renegoció las distancias entre la casa, el trabajo y el ocio, convirtiendo las afueras en barrios residenciales y la ciudad misma en un entorno que ya no está diseñado para los ciudadanos sino para millones de exo–esqueletos rodantes de gasolina, vidrio y metal. La ciudad del siglo XX se expandió a lo alto y a lo ancho, como una catedral. La del siglo XXI es todavía un misterio.

La ciudad del futuro de Robert McCall, 1970. Foto: eldiarioes

Sabemos que la era de la comunicación permanente e instantánea cambia nuestra manera de relacionarnos, de coordinarnos, de pensar. No sabemos qué impacto tendrá el coche autónomo sobre la forma de las ciudades o si CRISP hará innecesarios los avances en movilidad que tanto nos costó conseguir. Se desentierran las Biblias del urbanismo, se multiplican los congresos de movilidad y se simulan soluciones de para los efectos que el cambio climático tendrá sobre las estructuras vigentes. Pero sobre todo se discute para qué sirven las ciudades, si son enclaves de producción de riqueza o espacios de creación de comunidad. Si pueden ser las dos cosas y cómo. Hoy tenemos tres libros para ayudarnos a repensar el lugar donde se concentra la mayor parte de la población mundial: las ciudades.

El director del museo del diseño de Londres define el artefacto más grande de todos los tiempos: la ciudad. Foto: Ariel/Planeta

El lenguaje de las ciudades, de Deyan Sudjic

En un volumen anterior, El Lenguaje de las cosas, el director del mítico Museo del Diseño de Londres, Deyan Sudjic, filosofaba sobre la forma de los objetos, su lenguaje propio y su relación con los espacios que llenan. Por ejemplo, cómo una silla diseñada por Philippe Starck convirtió un café sin luz natural cubierto de falso caoba en la estrella de la noche parisina. Ahora Ariel publica su análisis sintáctico de los centros urbanos. Inteligente y jugoso, consigue que miremos las ciudades como si fuera la primera vez.

Para empezar, se pregunta cómo cómo podemos llamar de la misma forma a Ciudad de Mexico, Detroit, Oxford y Bombay. Ciudades donde la cultura, la economía, los sistemas sociales y la política se manifiestan de manera arquitectónica con topografías antagonistas. No tiene la misma forma una ciudad comercial como Amsterdam que una imperial como Tokio, con su vacío corazón palaciego. O una religiosa como Oxford, cuyas arquitecturas se han transformado en un complejo universitario. Tampoco puede ser lo mismo una ciudad de 24 millones que una de medio millón.

Sudjic reflexiona sobre la diferencia entre las ciudades planificadas por urbanistas megalomaníacos, como la Nueva York de Robert Moses o el París de Baron Haussmann y las que se han desarrollado de manera orgánica, como Beijing. Sobre la especialización de los barrios y la gentrificación como un monocultivo que simplifica lo social, con sus barrios como postales, o un skyline cortado al ras. Sobre el anonimato: la metrópolis donde iba uno a perderse, convertida ahora en un amasijo de ojos, antenas y ondas electromagnéticas que revelan en todo momento nuestra posición, nuestras actividades, nuestros deseos y nuestra identidad.

Arquitecto de formación y editor de la revista Domus antes que guardián de los más bellos objetos, Sudjic también ha publicado La arquitectura del poder y La casa del siglo XX.

Nos hace falta una nueva ciudad humanista, decía entonces Lefebvre. Y para eso hay que desaprender los mitos. Foto: Especial

El derecho a la ciudad, de Henri Lefebvre

Casi el opuesto del anterior; este es denso y difícil. Entre otras cosas porque pertenece a otra era (y es francés). Pero importa para recordar que hay conceptos que parecen universales y sin embargo no llegan ni a la mediana edad. El derecho a la ciudad aparece por primera vez en este ensayo, titulado Le Droit à la ville, en 1968. Y no habla del derecho a vivir y disfrutar la ciudad, con pleno acceso a sus instalaciones, etc. Habla del derecho de la comunidad a transformar la ciudad en la que vive, a ser dueña de su historia, parte de su futuro y capaz de imaginar su destino, su función, contra la voluntad de sus industrias, incluyendo sus negocios, fábricas, oficinas y su turismo.

Nos hace falta una nueva ciudad humanista, decía entonces Lefebvre. Y para eso hay que desaprender los mitos. “Escapando de los mitos que amenazan esta voluntad, destruyendo las ideologías que nos alejan de este proyecto y las estrategias que nos apartan del proyecto”. Junto con Muerte y vida de las grandes ciudades, el clásico de Jane Jacobs, es uno de los textos más influyentes del urbanismo. Y un proyecto muy necesario en la era de las Smart cities, de las estaciones patrocinadas y de los túneles subterraneos que acaban en la puerta del Primark.

La protagonista de este extraño e iluminado ensayo de la británica Olivia Laing es una paradoja frecuente. Foto: Especial

La ciudad solitaria, de Olivia Laing

La protagonista de este extraño e iluminado ensayo de la británica Olivia Laing es una paradoja frecuente. Tras una ruptura traumatica, se encuentra pasando “una temporada en Nueva York, esa isla de gneis, hormigón y cristal, con sus calles abarrotadas de gente, donde se vive la soledad a diario”. La ausencia de contacto humano en un océano de carne ajena la empuja a recorrer las calles de la gran manzana víctima de un dolor tan agudo que, “a medida que fueron pasando los meses me empezó a fascinar”.

Se convierte así en expatriada del mundo y en habitante de una soledad que es en si misma un lugar, un lugar creado por la ciudad misma, que se alimenta de su arquitectura, de sus sombras y de sus ausencias. Cartografiando ese espacio descubre a sus conciudadanos, escritores, artistas, cineastas y músicos que habitaron la soledad urbana antes que ella y que volvieron con relatos de sus viajes.

En esta historia sobre qué es la soledad está Edward Hopper, el retratista del vacío existencial de las grandes urbes norteamericanas, pero también Andy Warhol, eternamente solo en mitad de una fiesta eterna, convertido en animal social por un miedo patológico a la intimidad verdadera. Está David Wojnarowicz, contemporáneo de Jean-Michel Basquiat, Keith Haring y Nan Goldin, cuya vida en las calles deja un agónico legado de vergüenza insuperable.

Laing lee la ciudad a través de sus obras y sus fotografías y los lee a ellos a través de los rastros que dejan en la propia ciudad. El retrato de un lugar que es a la vez una idea sobre lo que significa estar vivo y pertenecer a un lugar, a una comunidad y a un momento en el tiempo.

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Cosas que puedes hacer por John Berger ahora que ya no está

sábado, enero 14th, 2017

Berger se impuso la tarea más difícil, y la que más falta nos hace hoy: vivir con los ojos abiertos sin dejarse derrotar por el nihilismo. Ser testigo del mundo sin caer en el odio ni la desesperación

Por Marta Peirano, eldiario.es

Ciudad de México, 14 de enero (SinEmbargo).- John Berger era un sabio, no un intelectual. Su temprana columna sobre arte para el New Statesman generó encendidas cartas de la crítica, comisarios e instituciones y una devoción eterna entre el resto de la población civil, que después aprendería a amar el arte gracias a sus Maneras de ver, la colección de ensayos que se convirtió en la serie televisiva de 1972. Su visión era humanista, callejera y política, inspirada por Walter Benjamin y por Marx. Y Maneras de ver era su contraprogramación al académico elitista Kenneth Clark, cuyo ensayo Civilización se había convertido también en una popular serie televisiva.

Para Berger, el arte era la llave de la iluminación, pero también del consuelo. Lo salvó de la desesperación en un internado brutal al que le mandaron de niño durante la guerra y, desde entonces, su misión fue compartir la gracia con los que la necesitaban más. Además de un visionario, Berger era y siempre fue marxista pero sin partido, dedicado a la causa con el fervor de un monje que no necesita iglesia ni congregación, solo la fuerza de una profunda fe interna. Pintor de vocación y de formación, en mitad de los años 50 cambió el pincel por la pluma porque “había demasiadas urgencias políticas para pasarme la vida pintando”. Tenía 30 años.

Su primera novela, Un pintor de nuestro tiempo, sobre la desaparición del exiliado húngaro Janos Lavin que vuelve a Budapest en 1956, fue retirada de circulación al mes de ser publicada por presiones de un grupo anticomunista patrocinado por la CIA y, al parecer, el poeta Stephen Spender. En cuanto pudo dejó Inglaterra para irse a vivir a Francia.

Pasó la mayor parte de su vida en Quincy, un pueblecito de la Alta Saboya francesa donde pensaba, escribía, dibujaba, pastoreaba y hablaba con su mujer, Beverly Bancroft, hasta su muerte en 2013. Al parecer, estuvo mucho en Betanzos. También estuvo en Mexico con el subcomandante Marcos, en Estambul con la disidencia turca y en Palestina contra la ocupación. Nunca le hizo falta estar en Londres, Nueva York o París para ser un pensador de su tiempo. Rodearse de jornaleros le servía mejor.

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Era implacable en lo moral y generoso en lo humano, una secta de uno que despreció las jerarquías y el movimiento sísmico de las grandes masas. También fue riguroso: cuando cedió la mitad del premio Booker a las Panteras Negras para protestar contra las explotaciones que habían hecho rico al fundador Booker McConnell en el Caribe, todo el mundo se enfadó. “La derecha por darles la mitad del dinero –explicaba su alumno aventajado Geoff Dyer– y la izquierda por darles solo la mitad”.

Pero era un individualista capaz de contener multitudes. “Más de la mitad de las estrellas del universo son huérfanas, no pertenecen a constelación alguna y arrojan más luz que todas las estrellas de constelación”, decía en esta entrevista. La otra mitad del Booker la usó para financiar Un séptimo hombre, un largo reportaje a medias con el fotógrafo suizo Jean Mohr sobre la vida de los inmigrantes europeos después de la Segunda Guerra Mundial. El hermano europeo del Algodoneros, de Walker Evans y James Agee.

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Su compasión era infinita y legendaria. Con ella como guía se impuso la tarea más difícil y la que más falta nos hace ahora mismo: vivir con los ojos abiertos sin dejarse derrotar por el nihilismo. Ser testigo del mundo sin caer en el odio ni la desesperación. Nuestra tarea y tributo es seguirlo como un faro en la densa oscuridad que nos ciega, para que nos salve del desprecio, la angustia y la desidia.

DOS CUMPLEAÑOS Y UN FUNERAL

A los libros que ya conocemos, una colección que incluye incluye novela, ensayo, cartas, dibujo, poema, retratos y reportaje periodístico y que hay que leer, releer, recomendar, regalar y recordar, se sumaron en los últimos meses varios títulos valiosos. Berger era de la escuela de Gerhard Richter, el otro gran genio de nuestro tiempo, y trabajaba todos los días, contra viento y marea, sin esperar a la musa, el buen tiempo o la revelación.

Acababa de publicar Portraits (retratos), un cuaderno de perfiles artísticos que empieza en las cuevas de Chauvet y acaba en la jovencísima artista palestina Randa Mdah, pasando por su querido Cy Twombly, al que consideraba un poeta-pintor y, por lo tanto, un hermano. Le siguió su complementario Landscapes (paisajes), un libro de encuentros con almas gemelas como Bertold Brecht, Walter Benjamin y Rosa Luxemburgo.

Paisajes salía el día de su 90 cumpleaños, el pasado cinco de noviembre, igual que A Jar of Wild Flowers: Essays in Celebration of John Berger, un libro de homenaje con tributos de sus amigos y colaboradores. Hablan de él y con él gente como Ali Smith, Sally Potter, Ram Rahman, Hsiao–Hung Pai o Julie Christie. Lo escribieron para su cumpleaños y ahora será el primer homenaje de su funeral. Habrá muchos. Y está su Cuaderno de Bento, donde dibuja y escribe poseído por Spinoza, el filósofo favorito de Marx. No deja ninguna autobiografía. Probablemente, su última lección.

Siete chicas malas que necesitas leer ahora mismo

sábado, enero 16th, 2016

Si hay algo que nos ha dejado este año han sido libros verdaderamente excepcionales escritos por mujeres. Por ejemplo, estos cuatro ensayos, dos novelas y una colección de cuentos para leer, regalar y recomendar sin sombra de duda

Por Marta Peirano, eldiario.es

Ciudad de México, 16 de enero (SinEmbargo).- Chicas malas, mujeres escapistas, indiscretas, venenosas y originales. Las siete personas que firman los siete títulos que elegimos para esta nota se caracterizan por haber elegido la contra, el camino menos transitado, la opción más difícil. Y por haber encontrado en ella su razón de ser.

La peculiar Rebecca Solnit es, junto con Malcolm y Adler, de lo mejor que ha parido el ensayo estadounidense. Y la visionaria y oscura poeta María Negroni transita sin contaminarse los mundos de Shirley Jackson, la pluma más perversa de un género que emparenta con Lovecraft, pero donde los monstruos somos nosotros. De Elena Ferrante y Caitlin Morán se ha dicho tanto que es mejor leerlas. Así que hagan el favor.

Foto: Especial

Foto: Especial

SD_01Wanderlust, de Rebecca Solnit

(Capitán Swing)

De todas las cosas que hacemos sin pensar, caminar es sin duda la más frecuente. Y caminar es un gesto revolucionario. Solnit lo estudia con lupa desde todos los ángulos, de la evolución de nuestras extremidades inferiores al diseño de las ciudades o las cintas de correr. Observa el efecto de los paseos en los grandes artistas y en los personajes de las grandes novelas. Nos cuenta la historia del bastón de Coleridge, las chaquetas de Wordsworth y el “traje de viaje” de Keats, del Sierra Club de California y el primer club de senderismo, creado en 1892 para proteger el Parque Nacional de Yosemite de la codicia de sus vecinos. Cuenta cómo en 1974 Werner Herzog caminó desde Munich hasta París para salvar a su amiga Lotte Eisner, “creyendo que ella permanecería viva si yo hacía el camino a pie”.

Un aperitivo perfecto mientras esperamos a que se traduzca su desopilante ensayo Men explain things to me ( Los hombres me explican las cosas).

Foto: Especial

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SD_02Los terroríficos cuentos de Shirley Jackson

(Editorial Minúscula)

Cuando el New Yorker publicó “La Lotería”, en junio de 1948, los lectores enviaron tantos correos de protesta que Shirley Jackson pensó en mudarse de casa. Muchos anularon su suscripción. “Toda mi vida me han asegurado que si hubiera sido la única que hubiera escrito o publicado jamás, habría gente que no olvidaría nunca mi nombre”, escribió Jackson años después en su autobiografía. Por suerte para nosotros, hubo muchas más, varias de las cuales se publican por primera vez en castellano en esta colección de Editorial Minúscula bajo el título de Cuentos escogidos.

Esta edición incluye tres conferencias de la autora, una de las cuales está dedicada al escándalo que supuso la publicación de aquel cuento que hoy se considera una de las piedras angulares de la literatura estadounidense.

Foto: Especial

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SD_03Lancha rápida, la obra maestra de Renata Adler Lancha rápida

(Sexto Piso)

La brillante Renata estaba destinada a arder en el altar del ensayo estadounidense, pero su lengua díscola y su pluma envenenada la apartaron de la carrera de manera temprana. Perdonada ahora por sus crímenes de palabra gracias a la redición de sus clásicos, es una de esas aves exóticas que desbordan talento tanto en el ensayo como en la ficción (a diferencia de, por ejemplo, Didion o Sontag, cuyas novelas son insoportables).

Donald Barthelme describió Lancha rápida, su novela de culto, como “una brillante serie de iluminaciones sobre las extrañezas y los nuevos terrores de la vida contemporánea”. Los fans de la Joan Didion de Los que sueñan el sueño dorado y Arrastrarse hacia Belén, encontrarán en Adler una alternativa brillante a la ensayista californiana y los que no hayan oído hablar nunca de Didion, de Adler o Janet Malcolm están de suerte. Por fin las tres grandes brujas de las letras estadounidenses han sido traducidas al español.

Foto: Especial

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SD_04La niña perdida, última entrega de Elena Ferrante

(Lumen)

Nada sabemos de Ferrante, salvo que ha crecido en Nápoles, que ha sido madre y que es lo que llaman una mujer “madura”. Con todo, la intelligentsia literaria internacional ha elegido el 2015 para salir del armario con declaraciones de amor encendido y adoración eterna por la misteriosa italiana. En año fue la última entrega de la tetralogía Napolitana Dos amigas, donde Ferrante narra la amistad entre dos mujeres nacidas en un barrio marginal llamado Rione. La exuberante Lila deja de estudiar a los 14 años para ayudar en casa, algo habitual en la Italia pobre de los 50, especialmente si eres niña. La profesora de Elena, la narradora, convence a sus padres de que la dejen hacer secundaria. Su amistad es elástica, llena de ambiciones frustradas, rivalidad, dependencia y cableada por un lenguaje propio en el que habitan, el esqueleto de una conciencia compartida.

Foto: Especial

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SD_05Janet Malcolm, el rayo cegador del ensayo estadounidense Cuarenta y un intentos fallidos

(Debate)

“No coma enfrente de Janet Malcolm”, advertía sensatamente en su artículo Soledad Gallego-Díaz. Delante de la ensayista más temida de la intelectualidad neoyorquina, cualquier cosa que hagas, digas o pienses será utilizado en tu contra. No es cruel, solo exacta, como El espejo de Sylvia Plath. Si el genio de Joan Didion es la consecuencia trágica de las historias que nos contamos a nosotros mismos para poder vivir, el de Malcolm es el error en Matrix, las grietas, el desliz freudiano. El momento en el que alguien dice una cosa pero, consciente o inconscientemente, piensa o hace otra diferente. A menudo la opuesta.

Cuarenta y un intentos fallidos es una colección de ensayos sobre escritores y artistas que Malcolm ha ido escribiendo para el New Yorker y que incluye sus notas sobre el grupo Bloomsbury, pero también su venenoso y excitante artículo sobre la saga de libros para adolescentes Gossip Girl. Con su afición por las largas citas, su erudición y su escalpelo, Malcolm es el mejor regalo para aspirantes a plumillas, críticos y analistas políticos. Y para sus futuros lectores.

Foto: Especial

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SD_06Cómo se hace una chica, de la impertérrita Caitlin Moran

(Anagrama)

Johanna tiene 14 años, lectora compulsiva, un ligero sobrepeso y amor por la masturbación. Vive en Wolverhanpton con un padre fracasado y una madre depresiva, un hermano insoportable y, como es natural, encuentra que la solución no será el escapismo sino una transformación: convertirse en Dolly Wilde, crítica de música y empezar una vida salvaje de conciertos, birras y poliamor, mientras escribe para una revista londinense. Todos los ritos de iniciación están descritos con candidez hilarante. De su primer encuentro de cerca con el sexo opuesto: “Es como chuparte el pulgar, pero mientras haces inmensamente feliz a otra persona. (…) me halaga que su dueño confíe en que no se lo voy a morder, lo que tal vez demuestre que aún soy muy joven.”

Foto: Especial

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SD_07La noche tiene mil ojos, un ensayo imprescindible de la excepcional poeta argentina María Negroni

(Caja negra)

Llamar chica mala a María Negroni, poeta argentina de culto y altura excepcional, se justifica solo el tema de este libro, que en realidad no es un libro sino una Trilogía Negra: Museo negro (1999), Galería fantástica (2009) y el hasta ahora inédito Film noir. Son tres ensayos sobre el gótico, sus espectros y tecnologías, los sueños que lo cimentan, sus personajes recurrentes, sus dobles – La invención de Morel y El año pasado en Marienbad; Drácula y Baudelaire.

Este es un mundo por el que Negroni como en trance, perpetuamente iluminada, analizando formas, claves y circunstancias pero también -y aquí es donde radica su genio- proyectando visiones que se clavan en la imaginación y le prenden fuego. Allí descubre, por ejemplo, el realismo mágico como un spin off del gótico europeo o a Giordano Bruno como precursor de los Hermanos Quay, “pequeñas piedras lanzadas contra el sentido unívoco”. Una autora imprescindible para amantes del gótico, pero también de la lengua española, a la que hace bailar con deliciosa belleza.