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REVISTA ARTES DE MÉXICO | Una mujer inventó México y se llama Guadalupe

sábado, septiembre 16th, 2017

Visitar a Rafael López Castro en su casa es un deleite. Es como entrar a una especie de galería repleta de cuadros y objetos preciosos que uno quisiera detenerse a mirar: desde obras terminadas y colgadas en los muros (por ejemplo, esa enorme imagen de la Virgen de Guadalupe, soberbiamente bordada en lentejuela), proyectos en proceso de gestación en una o más de las varias mesas en las que trabaja, hasta una gran variedad de pequeños objetos de todo tipo y colorido que aguardan en cajas, cajones y repisas el momento de formar parte de una nueva creación.

Por Rafael Vargas 

Ciudad de México, 16 de septiembre (SinEmbargo).- Muchos de sus trabajos, en especial en los últimos tiempos, están referidos a México. Hay temas sobre los que ha trabajado de manera constante y recurrente: el águila y el sol, dentro de la iconografía tradicional mexicana; el escudo nacional —en el que, por supuesto, también está incluida el águila, pero no como único elemento—, Benito Juárez, Zapata, la Virgen de Guadalupe… Todos, símbolos entrañables de nuestro país.

“Soy un enamorado del lugar donde nací”, dice Rafael, y es lógico que su amor por la patria se traduzca en devoción hacia sus símbolos, devoción que cultiva —y eso es lo que le confiere singularidad a su obra— a través de la investigación y documentación de sus manifestaciones en la cultura popular.

Uno de los ejemplos más acabados de ese fervoroso cultivo es el libro Vestida del sol, publicado por Ediciones Era en el año 2006, que da pie a que conversemos muy brevemente con su autor, no porque se trate de una novedad bibliográfica — obviamente no es así—, sino por el novedoso acercamiento a la veneración de la Virgen de Guadalupe que López Castro despliega en sus páginas.

A lo largo de cinco años Rafael recorrió las calles de la Ciudad de México, de Guadalajara, y de diversas ciudades y poblaciones de Jalisco y Michoacán captando en improvisados altares callejeros, en los muros de baldíos y de viviendas, en cortinas metálicas de comercios y hasta en rocas y piedras al borde de una carretera o de un sendero en el campo, las múltiples representaciones de la guadalupana pintadas por los más variados motivos, con mayor o menor destreza, por las manos anónimas de la adoración popular.

La Virgen en la puerta. Foto: Rafael López Castro

—Es evidente que al realizar esta serie de fotografías no te mueve sólo un propósito estético o antropológico. Detrás de la lente hay un creyente también.

—Yo nací en Degollado, un pequeño pueblo de Jalisco fundado en la segunda mitad del siglo xix, en el que hay una especial veneración por la Virgen de Guadalupe —es la patrona del pueblo—, a pesar de que en Jalisco está muy extendida la veneración a la Virgen de San Juan de los Lagos. Mi familia era guadalupana. Mi madre solía decirme: “Ándele m’hijo, vamos a ver a la Virgen”, y quedaba sobreentendido que iríamos a la iglesia a ver a la Virgen de Guadalupe. (“Oiga, apà, ¿y la Virgen de San Juan de los Lagos? Ésa es otra”.) Tenía entonces cinco, seis años de edad. La cita con la Virgen de Guadalupe era una cita con el milagro. Me volví guadalupano por formación familiar, por mi gente. Y a mí, desde el principio, su imagen me gustó mucho. Este libro es producto de ese guadalupanismo. Y de un periodo muy particular, en el que, por una corriente devocional [como respuesta a la duda expresada por el abad de la Basílica, Guillermo Schulemburg, sobre la existencia histórica de Juan Diego], la gente pintaba la imagen de la Virgen de Guadalupe dondequiera que se le ocurría. Es la única vez que la Ciudad de México se “inundó” de imágenes de la Guadalupana. Y a mí se me ocurrió dejar testimonio de eso, capturar esa riquísima variedad de imágenes. Recorrí toda la ciudad (quizá exagero un poco) y saqué cerca de tres mil fotografías, o poco más, sumadas las fotos que tomaba cada vez que iba a otra parte del país. Fue una especie de manifestación popular que duró tres o cuatro años, una cosa efímera. Hoy la mayor parte de esas imágenes ya no existe. Ya sea porque repintaron los muros o porque las deslavó la lluvia… Por suerte, pude registrarlas. Y, si te fijas, en el libro nunca se indica en dónde tomé cada una, porque me di cuenta de que tenía que ser una expresión de una idea nacional, porque me parece el símbolo más rico de lo mexicano. En esas imágenes uno no ve la expresión religiosa de un barrio, como ocurre cuando se celebra una fiesta gremial o una peregrinación tradicional, sino la manera en que cada quien ha hecho suya la imagen de la Virgen, cómo la idea de la guadalupana forma parte de su vida. Desde el pandillero o drogadicto que pinta a la Virgen sosteniéndolo y escribe a su pie: “Perdóname, Madre mía, por mi vida loca”, hasta la feminista que le cubre el rostro con un pañuelo rojo y la presenta como una suerte de guerrillera que combate a favor de las mujeres. Pero, aun siendo tan personales, estas representaciones reflejan un sentir colectivo. Por eso no las identifiqué, como lo habría hecho si se tratara de un registro técnico. Lo que busqué cuando me di cuenta de lo que entrañaban esas representaciones fue formar un mosaico.

Tengo que volver a mirarlas, revisarlas con calma. Me parece que se podría hacer otro libro. Probablemente seleccionaría menos fotografías, dice Rafael. Foto: RAM

—Hace algunos años, cuando apareció tu libro, le comentaste a un periodista que Vestida del sol es un libro generoso, en comparación con otros libros de fotografía, porque incluye doscientas imágenes. Pero hace unos momentos decías que hiciste alrededor de tres mil tomas. ¿Piensas hacer algo con las fotografías restantes?

—Tengo que volver a mirarlas, revisarlas con calma. Me parece que se podría hacer otro libro. Probablemente seleccionaría menos fotografías. Pero creo que el tema lo ameritaría. Hay un buen número de obras iconográficas alrededor de la guadalupana, pero creo que no hay muchas que recojan la expresión popular y no estaría de más abundar en el tema. Aunque para mí se trata de un proyecto concluido, tal vez todavía deba hacer algo más con lo que tengo. (Y claro que, como fotógrafo, si encuentro una representación de la guadalupana que me atraiga, allí estaré. Me interesa tratar de abrir una nueva perspectiva para abordar un tema eterno. Que no sea la iglesia católica la que determine cómo debemos ver o adorar a la Virgen de Guadalupe. Como te dije hace rato, a mí la guadalupana es una figura que me gusta mucho. Tanto su imagen como su historia. Basta asomarse a ella para darse cuenta de que una mujer inventó México y se llama Guadalupe. En México todos somos guadalupanos. Seamos o no creyentes. Es como nuestro escudo nacional femenino. Nos pertenece a todos. Su origen es fascinante. Yo tengo planes para visitar pronto la Capilla de Indios en el Tepeyac, el primer santuario de la Virgen, donde los indios veneraban a Tonantzin de Guadalupe. Yo soy un indio güero y me gusta visitarla como cuando era niño. Ahora, con que me salude cuando paso frente a su altar, me basta para estar contento.

Me interesa tratar de abrir una nueva perspectiva para abordar un tema eterno. Foto: RAM

Conversar con Rafael López Castro, así sea rápidamente, porque tiene que ir a otra parte, también nos basta para salir de su casa contentos y agradecidos. Tiene 70 años, y una larga trayectoria —ya rebasa el medio siglo— como fotógrafo y diseñador gráfico. Ha hecho libros que son objeto de gozosa reflexión, como Domingo de Ramos en Uruapan, Michoacán (Artes de México, 2006) y La huella de Juárez (Trilce, 2007) y, algo que es importante destacar, tiene varios libros más en diverso estado de cocción. Su interés fundamental es México, del cual, como ya se apuntó, vive enamorado (“aunque, como todos los enamorados, de vez en cuando hago mis corajitos”). Es uno de nuestros grandes artistas plásticos. Creo que esta pequeña entrevista permite ver porqué los frutos de su trabajo son admirables.

Sobre las imágenes: Fotografías cortesía de D.R. © Rafael López Castro, aparece en el libro Vestida del Sol. México: Ediciones ERA, 2006 y en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2017. Fragmento retomado del número 125, Guadalupe Tonantzin, Artes de México, disponible en esta página. Una sección de Artes de México para SinEmbargo

REVISTA ARTES DE MÉXICO | La Virgen de Guadalupe en el siglo XXI y sus replicantes culturales

sábado, septiembre 9th, 2017

Laboratorio de la modernidad y de la posmodernidad, prodigioso caso de dobles y de “replicantes” culturales, gigantesco “depósito de residuos” en que se amontonan las imágenes y las memorias mutiladas de tres continentes —Europa, África, América—, donde se adhieren proyectos y ficciones más auténtico que la historia, la América Latina encierra en su pasado algo con lo cual afrontar mejor el mundo posmoderno en el que nosotros nos estamos hundiendo (Gruzinsky, 1990: 215).

Por Renée de la Torre

Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).- La Virgen de Guadalupe es un símbolo y un culto muy vigente mediante el cual las clases populares, las minorías estigmatizadas e incluso las nuevas generaciones buscan afrontar los desafíos actuales generados por la globalización y la posmodernidad. Sin duda, Guadalupe es la imagen más clonada en México, y a pesar de ser un icono sagrado, es una imagen en constante transformación estética. Sus réplicas y transfiguraciones encierran diferentes necesidades de identificación, como son la morenita, la lupita, la madrecita o la virgencita plis. ¿Hacia dónde y con qué sentidos se renueva el culto guadalupano?

Me gusta retomar la idea del barroco que nos aporta Serge Gruzinsky para pensar que, a pesar de que el catolicismo oficial intentó desvirtuar las prácticas religiosas de las sociedades indígenas al etiquetarlas como idolatría, supersticiones y hechicería, el catolicismo popular, al ser una fuente de creatividad simbólica, ha permitido una resistencia histórica a los embates colonialistas. El mejor ejemplo es que los pobladores originarios de México mantuvieron el culto a Tonantzin al rendirle fiesta a la imagen de la Virgen de Guadalupe. A pesar de las prohibiciones católicas, parte de los saberes y cosmologías de las culturas y religiones prehispánicas se han mantenido hasta nuestros días. Es el sentido práctico que escapa de los controles institucionales y de la herejía, gracias a que estos símbolos ritualizados se practicaron bajo la fórmula del simulacro del barroco.

La Virgen de Guadalupe es por excelencia el símbolo clave del sentimiento nacional mexicano. Como aclara Miguel León-Portilla en el número 125 de Artes de México, “en la veneración a la Virgen de Guadalupe de México convergieron, desde un principio, antecedentes indígenas prehispánicos y otros procedentes de España”. Es un emblema de unidad nacional, pero como tal es además altamente polisémico: los españoles la vieron como una versión mexicanizada de la Virgen de Guadalupe de Extremadura; los indígenas se identificaron con ella como la antigua diosa Tonantzin, “nuestra madre” en náhuatl; y posteriormente los criollos (españoles nacidos en México) la retomaron para abanderar la Independencia. Por ello, la Virgen de Guadalupe es emblema del mestizaje mexicano; aun cuando esto no desconoce la vigencia de la desigualdad social, ni que existan diferenciaciones internas.

En la actualidad, la Virgen de Guadalupe, además de ser guardiana de creencias ancestrales y símbolo de sincretismo nacional, es continuamente reformulada mediante intervenciones estilísticas que le dan nuevos significados. Al ser un icono de nacionalismo independentista, ha sido también apropiado por la insurgencia indígena de los indios chiapanecos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) surgido en Chiapas en 1994. Se le cubrió la boca con un pasamontañas (imagen distintiva del EZLN) y fue usada como estandarte de una guerra contra el Estado.

Guadalupe fue también transformada en “Lupita” por el arte chicano, movimiento político cultural de los pobladores mexicanos en Estados Unidos. En la pintura de Yolanda López, pasa de madre serena y pasiva a una joven contemporánea que simboliza los valores del activismo feminista migrante. Es clonada y transvertida por una actividad estética que permite la subversión popular desde la modernidad periférica, mediante el simple acto de la confección de vestuarios ad hoc. El acto de vestir se transforma en una apropiación simbólica con la que se reescriben las cuidadas hagiografías de los santos canonizados por la iglesia.

El colectivo de artistas visuales chicanas ha retomado la iconografía de la Virgen de Guadalupe, y la ha reestilizado para generar narrativas que contrarresten el racismo, y equilibren las relaciones de género; la han convertido en un ícono político de reivindicación del movimiento chicano en Estados Unidos. La Virgen de Guadalupe, vista como un símbolo bisagra, ha sido retomada por este movimiento artístico, cultural, político y espiritual para romper con las dicotomías del pensamiento dualista donde descansan los discursos de nación, clase, raza y género. De esa manera, Lupita es el estandarte del movimiento feminista hispano en Estados Unidos.

2. Tatuajes alusivos a la Virgen para retribuir los favores recibidos. Foto: D.R. © Marco Pacheco, en número 125 de Artes de México, Guadalupe Tonantzin, 2017,

Otro elemento sorprendente son las epifanías de la Virgen en lugares menos imaginables. A partir de la década de 1990, en todo el país se experimentó una suerte de aparicionismo guadalupano. Solamente entre 1997 y 1998 (previo al cambio de milenio) se registraron 62 apariciones de la Virgen de Guadalupe en México, que fueron difundidas por los medios electrónicos. En esa década, se esparció por todo México la creencia del regreso de las apariciones de la Virgen como un mensaje que protegería a sus hijos para atravesar el fin del milenio. Su epifanía sucedía en lugares impensables: en el metro de la Ciudad de México; en el parabrisas de un camión; en una caseta telefónica; en el periférico de Guadalajara debajo de un puente hacia la carretera a Chapala; en un basurero del hospital civil; en una caseta telefónica pública; en el comal de una cocina; en una piedra laja en la sierra de Mazamitla. Pero lo más sorprendente fue, sin duda, su aparición a las amas de casa en miles de hornos de microondas. La primera aparición de la silueta en un platón tuvo su origen en Mazatlán, pero se difundió rápida y masivamente por la televisión e Internet. A las pocas semanas, miles de amas de casa de todo el país descubrieron que sus hornos eran nuevos altares para la Virgen. Un mito verificaba la videncia: decían que al Papa Benedicto XVI se le había aparecido Juan Pablo II en un sueño para decirle que la Virgen se estaría apareciendo en los platos del horno de microondas. No cabe duda de que en la mayoría de estos nuevos cultos populares guadalupanos encontramos una necesidad de dotar de referencialidad sagrada los espacios anónimos, efímeros, cambiantes donde se realiza en buena medida la vida diaria.

La otra cara de la virgen es la “Virgencita Plis”, producto de la empresa mexicana Distroller, que la rejuveneció y la puso a la moda para ofrecerla como una imagen híbrida llena de colorido, texturas y de formas amigables y digeribles para un mercado pop adolescente. Este artículo mercantil promueve el añejo ritual de los exvotos guadalupanos para solicitar milagritos o agradecer su protección para sortear las angustias que enfrenta un adolescente de clase media. Su lenguaje mantiene la estructura del exvoto, pero escrita con la tienta de modismos y anglicismos, mediante los cuales se le implora: “Virgencita please te pido que la miss no me cheque mi tarea”; “Gracias por estas súper vacaciones”. “Virgencita plis” es una marca y bien puede ser considerada como una forma de hacer de la virgen un producto light, pero lejos de vaciar el símbolo, ha contribuido a afianzar la fe católica de nuevas generaciones con la reproducción de actitudes cristianas y la renovación de la fe en una imagen alegre que intercede para afrontar nuevas situaciones de los niños y jóvenes mexicanos. Distroller es en la actualidad una exitosa franquicia, con 30 tiendas en México, Estados Unidos y Europa. Además, desde 2008 ingresó sus productos en Walmart (la cadena de supermercados más grande del mundo) y Palacio de Hierro (la tienda departamental más lujosa del país). Funciona también en pequeños quioscos en centros comerciales y ha incursionado con éxito en la venta en línea de sus productos. Sus diseños también se han popularizado por medio de la piratería (la reproducción ilegal de sus diseños que se venden con precios accesibles en los mercados ambulantes).

Si el barroco fue la estrategia del periodo virreinal que logró extender la fe católica mediante la clonación de imágenes canónicas, pero a la vez manteniendo una resistencia cultural por parte de los indígenas que usaban los mismos materiales con que fabricaban los antiguos ídolos indígenas; en la era de Blade Runner, el neobarroco del siglo XXI se logra gracias a la reproducción en serie de imágenes religiosas (algunas hechas en China), que son adquiridas en los mercados como mercancía, para después convertirlas en reliquias al ser bendecidas en los templos, para posteriormente ser colocadas como imágenes milagrosas en altares domésticos.

1. Foto: D.R. © Rafael Doníz, en número 125 de Artes de México, Guadalupe Tonantzin, 2017. www.rafaeldoniz.com

Muchos de estos altares han sido también puestos en las esquinas de mayor inseguridad en los barrios o a la entrada de las casas para lograr protección contra los asaltantes. En las zonas más marginales de las ciudades mexicanas, es muy común ver la imagen pintada en murales callejeros; muchos de ellos han sido intervenciones de grafiteros. Con la Virgen, se demarcan territorios entre bandas. Los vecinos también ponen altares enrejados en lugares donde se viven los enfrentamientos entre pandillas para conquistarlos y que la agresión no pueda tener lugar. La Guadalupe es también el regazo de los muertos, es la principal imagen de los cenotafios erigidos por lo miembros de una banda juvenil para recordar al compañero que fue asesinado por otro grupo.

Guadalupe se corona como la reina del neobarroco de la era posmoderna con capacidades especiales para manifestarse en los lugares donde se requiere su protección, para transfigurarse y crear similitud con sus hijos, y para dar protección y seguridad en los lugares donde la coloquen o la plasmen. Su iconicidad le permite esta indiscutible vigencia.

Referencias: Gruzinsky, Serge (1990). La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a ‘Blade Runner’ (1492-2019). México: Fondo de Cultura Económica. Conoce las publicaciones de Artes de México dedicadas a la Virgen de Guadalupe: Guadalupe Tonantzin, número 125 y Visiones de Guadalupe, número 29. Están disponibles en esta página. Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo.