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Los trabajadores de Pemex tienen la oportunidad de decirle adiós a sus explotadores

lunes, enero 31st, 2022

La dirigencia del STPRM se encuentra acéfala desde 2019 luego de la renuncia de Carlos Romero Deschamps, quien dejó el cargo en medio de varias investigaciones abiertas en su contra por parte de la Fiscalía General de la República. Este 31 de enero la historia del sindicato más grande de Pemex puede dar un giro de 180 grados y acabar con el cacicazgo que lo ha dirigido.

Ciudad de México, 31 de enero (SinEmbargo).– Fundado en 1935 durante la presidencia del General Lázaro Cárdenas del Río, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) elige hoy a su nuevo Secretario General, un cargo que durante los mandatos de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y Carlos Antonio Romero Deschamps se usó para vender plazas, robar cuotas, apoyar a partidos políticos y enriquecerse.

En un hecho histórico, como lo ha calificado la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), 89 mil petroleros elegirán democráticamente a su nuevo líder de entre 25 candidatos a través de una votación electrónica en la plataforma Sirvolab, la cual estará supervisada por 400 servidores públicos de la dependencia federal y del Centro Federal Laboral.

SINDICATO-PEMEX

El STPRM fue fundado en 1935 bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas. Foto: STPRM.

La votación electrónica, que concluirá este mismo día, es diferente a la que los petroleros estaban acostumbrados, un mecanismo que se implementó desde su origen (1935) y que funcionaba sólo con el voto a mano alzada de los 36 delegados que conforman las secciones del STPRM en todo el país.

“Antes la elección era a mano alzada en una asamblea general donde acudían únicamente los 36 delegados en representación de los trabajadores”, dijo en entrevista la doctora María Xelhuantzi López, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y autora de libros como 101 años de control sindical en México (1918-2019) (Cisnegro, 2019).

Victoria Arredondo Lami, candidata a la Secretaría General del STPRM, recuerda cómo eran las alecciones anteriormente, donde solo había un candidato el cual era votado de manera unánime.

“Nos juntaban, nos hacían levantar la mano, no había propuestas de otra persona que pudiera contender, era Romero Deschamps el candidato. La diferencia ahora es que con el voto libre y secreto tenemos la oportunidad de votar sin sentirnos amedrentados”, dijo en entrevista.

La dirigencia del STPRM se encuentra acéfala desde el 16 de octubre de 2019 luego de la renuncia de Romero Deschamps, quien dejó el cargo en medio de varias investigaciones abiertas en su contra por parte de la Fiscalía General de la República (FGR), que lo señala de corrupción.

Por décadas, la dirigencia del STPRM ha estado en manos de caciques, por eso la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República se convirtió en una esperanza de cambio, sin embargo, una candidatura vuelve a poner en alerta a los petroleros en esta contienda: la de Ricardo Aldana Prieto (Orizaba, 1954), señalado por desfalco en el “Pemexgate” cuando era tesorero de Petróleos Mexicanos (Pemex), del cual fue exonerado en el foxismo.

Ricardo Aldana, actual tesorero del STPRM, es uno de los candidatos a encabezar la Secretaría General el sindicato petrolero. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro.

“Es una burla más a los trabajadores, están jugando su última carta poniendo al compadre, casi hermano de Carlos Romero para mantener el grupo de poder, pero los trabajadores ya estamos cansados. No queremos venganza, sino justicia”, comentó en una entrevista para SinEmbargo Miguel Arturo Contreras, aspirante a dirigir el STPRM y que lleva 14 años como petrolero disidente.

El mayor sindicato de Pemex ha sido dirigido por 28 petroleros a lo largo de su historia, según información oficial del STPRM. No obstante, las únicas dirigencias de las que se tiene registro cometieron actos de corrupción y afectaron a miles de trabajadores son las de Joaquín Hernández Galicia “La Quina” (1958-1989) y Carlos Antonio Romero Deschamps (1993-2019).

La doctora María Xelhuantzi López señala que desde la nacionalización de Pemex (18 marzo de 1938) el sindicato petrolero ha estado controlado por el Gobierno en turno y ha servido para fines políticos, pero a partir de la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952) comenzó una época de charrismo dentro del STPRM.

“El Gobierno de Miguel Alemán interviene en el sindicato para desbaratar cualquier posibilidad de oposición. A partir de ese momento el sindicato está completamente controlado por el Gobierno, cualquier posibilidad de independencia o autonomía ya no existe”, destacó la también Coordinadora del Seminario de Gestión del Trabajo de la UNAM.

Este 31 de enero se realizará la elección del STPRM. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro.

Aunque los especialistas mantienen dudas respecto al ejercicio de votación dentro del STPRM, esperan que la elección de este 31 de enero beneficie a los trabajadores petroleros, quienes han vivido violencia laboral por parte de los líderes seccionales y secretarios generales que han desfilado por la dirigencia.

“Es un sindicato con una historia de corrupción, de violencia, de un dispendio brutal de recursos. Hay que recordar también los periodos de Salvador Barragán Camacho y el de Sebastián Guzmán, que también fueron líderes sindicales que hicieron las mismas trampas que ‘La Quina’ y Romero Deschamps”, mencionó la profesora María Xelhuantzi López.

En el siguiente gráfico se observa una línea del tiempo con una breve historia del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.

“LA QUINA”: 31 AÑOS EN EL PODER

Joaquín Hernández Galicia, “La Quina” (Ciudad de México, 1922), asumió la dirigencia del STPRM en 1958 y se perpetuó en el poder por 31 años hasta 1989, cuando fue arrestado por el Ejército mexicano por órdenes del entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).

La gestión de “La Quina” al frente del mayor sindicato petrolero estuvo plagada de acusaciones, como la venta de plazas y formar una fortuna con el flujo de dinero hacia la cúpula sindical, sin embargo, los delitos por los que fue acusado no estuvieron relacionados con Pemex ni el sindicato.

“‘La Quina llega por la bendición de Adolfo López Mateos y lo que hizo en el sindicato fue perfeccionar esos mecanismos de control, con él, el STPRM hasta tenían sus propias funerarias. En su época la oposición era avasallada, algunos dirigentes fueron asesinados”, recordó la académica de la UNAM María Xelhuantzi López.

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El exgobernador de Veracruz Fernando Gutiérrez Barrios y el exlíder del sindicato petrolero Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, durante el Día de la Unidad Priista el 3 de septiembre de 1987. Foto: Pedro Valtierra, Cuartoscuro.

La persecución contra Hernández Galicia, de acuerdo con analistas, se debió a su oposición a las políticas de privatización del gobierno priista. En la campaña de 1988 lo calificó de neoliberal y, ya después de los comicios, se constató que en los distritos habitados por trabajadores petroleros, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el candidato del Frente Democrático Nacional (FDN) obtuvo votaciones copiosas.

También se decía que Hernández Galicia había patrocinado la publicación del libro ¿Un asesino en Palacio?, que relata el episodio donde uno de los miembros de la familia Salinas de Gortari (Raúl Salinas de Gortari o Carlos Salinas de Gortari) asesina con un rifle calibre 22 a una empleada doméstica, en la residencia de la Ciudad de México del entonces prominente político mexicano Raúl Salinas Lozano.

“‘La Quina tenía una estructura de control sindical, pero su principal poder eran los recursos que le daba Pemex, obtenía el dos por ciento de toda la inversión de la paraestatal. El poder económico le servía a Hernández Galicia para repartir dinero a los gobernadores e imponer listas para diputados y senadores”, dijo en 2013 durante una entrevista con Carmen Aristegui el periodista Salvador Corro, coautor junto con José Reveles del libro La Quina: el lado oscuro del poder (Planeta, 1989).

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Joaquín Hernández, “La Quina”, durante su declaración para aportar pruebas en su defensa el 30 de julio de 1992. Foto: Pedro Valtierra, Cuartoscuro.

El 10 de enero de 1989, dos días antes de su cumpleaños número 67, elementos del Ejército mexicano irrumpieron en la casa del líder sindical y en las casas de los demás miembros de la familia en Ciudad Madero, Tamaulipas. Hernández Galicia fue condenado a 35 años de prisión por tráfico de drogas, acopio de armas y homicidio calificado.

Junto con “La Quina” caerían todos sus allegados, encabezados por Salvador Barragán Camacho, acusados de acopio de armas y de asesinato en primer grado, pero nunca fueron acusados de corrupción o enriquecimiento ilícito, delitos por los que entonces la opinión pública e incluso los trabajadores de Pemex exigían ponerlos en manos de la ley.

“La Quina”, Barragán y otros 30 petroleros fueron encarcelados y destituidos de todos sus cargos en el sindicato petrolero, desplazados por un nuevo liderazgo encabezado por Sebastián Guzmán Cabrera, también señalado como cacique cuyo negocio se basaba en vender plazas de Pemex.

Joaquín Hernández Galicia obtuvo su libertad en el año 2000 y siempre culpó de su derrumbe a Carlos Salinas, a quien nunca dejó de llamar “traidor a la patria”.

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Junto con “La Quina” caerían todos sus allegados, encabezados por Salvador Barragán Camacho, acusados de acopio de armas y de asesinato en primer grado. Foto: Tomás Martínez, Cuartoscuro.

En septiembre de 2013, dos meses antes de su muerte, “La Quina” aseguró que buscaría el apoyo del entonces Gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú, para recuperar un fideicomiso de 3 mil millones de pesos que se le quitó luego de su detención.

“Quiero regalarle el dinero a los pobres, a todos los pobres de México”, declaró a medios.

También, en esa ocasión se lanzó contra los expresidentes Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. “Ya estamos hartos de presidentes tontos como Zedillo; payasos como Fox, y borrachos como Calderón”.

En una de las últimas entrevistas que dio arremetió de nuevo contra Salinas de Gortari.

“Todo me lo quitaron los bandidos de Salinas de Gortari, el expresidente trató de matarme cinco veces”, dijo en el programa “Tragaluz” de Milenio TV.

También dijo que Carlos Salinas debía agradecer que no lo mandó matar. “Que diga que no lo mandé matar, que dé las gracias que no lo mandé matar, porque no soy matón, que de las gracias a Dios que no lo mandé matar. Hay mucha gente que lo quiere matar todavía”, dijo.

Aseguró que no lo perdonaría jamás, pues “es un traidor a la patria y los traidores de la patria no se perdonan, se fusilan”.

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En la imagen, Salinas de Gortari durante las felicitaciones que le hicieron militantes del partido en las oficinas, entre ellos “La Quina” con petroleros destacados. Foto: Tomás Martínez, Cuartoscuro.

Respecto a Carlos Romero Deschamps, quien en 2013 era Secretario General del STPRM, lo llamó “La Ramera”. “Ese fue el peor de todos, es un desgraciado que está riquísimo. ¿Por qué permite el gobierno que venda las plantas, que venda los exámenes médicos, que venda los préstamos?”

Aseguró que Romero Deschamps debería de estar preso “o muerto”.

El abogado Javier Coello Trejo da cuenta en su libro El Fiscal de hierro (Planeta, 2021) de cómo en el Gobierno de Carlos Salinas encabezó la investigación que resultó en la detención de Joaquín Hernández Galicia.

“Seguimos la ruta, tomamos fotografías, reunimos suficiente información. De cada detalle le informé al presidente y le garanticé que teníamos todas las pruebas sobre el tráfico de armas”, describe en el texto en el cual se puntualizan cada una de las decisiones que se tomaron previo a que el líder petrolero fuera detenido en enero de 1989.

“La Quina” falleció el 11 de noviembre de 2013 a la edad de 91 años luego de permanecer varios días hospitalizado debido a un problema de colón.

Joaquín Hernández Galicia falleció a los 91 años. Foto: Juan Pablo Zamora, Cuartoscuro.

ROMERO DESCHAMPS Y EL APOYO DE 5 PRESIDENTES

Carlos Antonio Romero Deschamps fue durante 26 años un hombre clave en Pemex hasta el 16 de octubre de 2019 cuando presentó su renuncia en medio de investigaciones abiertas en su contra por enriquecimiento ilícito, desvíos y corrupción.

Desde su posición como líder petrolero fue cómplice de los gobiernos priistas y panistas en los desvíos de recursos para campañas, en el descuido en las operaciones que llevaron a la petrolera a producir cada vez menos, y en su última etapa de poderío apoyó reformas cuestionadas como la Energética.

Desde 1993, Romero Deschamps ocupó la dirigencia del STPRM, que es el gremio más importante dentro de Pemex y uno de los más poderosos en México y América Latina.

El otro gremio de Pemex, el Sindicato Petroleros de México (Petromex), obtuvo su registro apenas el 26 de marzo de 2019.

En una imagen del 17 de mayo de 2006, el entonces Presidente Vicente Fox Quesada saluda a Romero Deschamps en un evento en la ex refinería 18 de marzo. Foto, Miguel Arellano, Cuartoscuro.

Romero Deschamps (Tampico, 1944), contador público por la Escuela Bancaria y Comercial, llegó al STPRM en 1969 con el cargo de trabajador eventual en la refinería de Salamanca (Guanajuato) hasta que su primo hermano, Víctor Deschamps, lo presentó con el entonces líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, quien lo incluyó en su equipo de trabajo desde donde cumplía tareas de mensajería y fue su chofer.

Después se convirtió en secretario general de la sección 35 impulsado por “La Quina”.

“Le agarramos confianza por ser de Tampico, y porque se mostraba muy apasionado de las ideas sindicales”, relató “La Quina” en una entrevista publicada en la revista Proceso en la que también lo acusó de traición. “Siempre se mostró como el más servil de todos los secretarios generales, el que estaba más dispuesto a alabarme, a echarme porras, a apoyarme en todo, llegaba al grado de ser arrastrado, pero se enmascaró bien”.

Romero Deschamps compaginó su vida sindical con la política. Fue secretario de Acción Política de la Dirección Juvenil del PRI en 1970 y un año más tarde fue comisionado nacional del STPRM. Ha sido dos veces Senador de la República [1994-2000 y 2012-2018] y tres veces Diputado federal [1979-1982, 1991-1994 y 2000-2003].

El exlíder petrolero logró permanecer los 12 años que duraron los gobiernos de Acción Nacional (PAN): todos los presidentes, incluidos Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa, se han tomado la foto con él.

El ahora ex líder de los trabajadores petroleros con el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, en el 70 aniversario de la expropiación petrolera, en Dos Bocas, Tabasco. Foto: Alfredo Guerrero, Cuartoscuro.

Se le atribuye la autoría del “Pemexgate”, el desvío de mil 500 millones de pesos propiedad del sindicato para el financiamiento de la campaña del candidato priista a la presidencia de la República, Francisco Labastida Ochoa, en 2000.

De este caso salió bien librado Romero Deschamps. En el sexenio de Fox no fue inculpado y el caso se cerró por falta de pruebas, a pesar de que el PRI recibió una multa de mil millones de pesos y Labastida Ochoa perdió las elecciones.

Desde 1993, cuando una votación a mano alzada lo convirtió en Secretario General, Romero Deschamps ha negociado cada dos años con 11 directores de Pemex. Siempre ha conseguido una serie de prestaciones que no tienen símil en ninguna empresa privada. Parte de ese conjunto de beneficios es la cláusula 77 que en las tres décadas que ha cumplido como dirigente jamás ha sido modificada. Esta vez, con Octavio Romero Oropeza al frente de la petrolera, la cláusula tampoco fue alterada.

Sobre Romero Deschamps y su familia pesan numerosas acusaciones de corrupción, sustentadas en evidencias sobre un tren de vida desenfrenado, con mansiones, yates y autos de lujo.

Romero Deschamps y el entonces Presidente Enrique Peña Nieto durante la ceremonia del 80 aniversario de la expropiación del petróleo en México. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro.

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, el 1 de diciembre de 2018, y su salida del Senado que lo amparaba con el fuero constitucional, el exlíder sindical volvió a estar en la mira de la justicia.

En marzo del año pasado el Presidente López Obrador confirmó que la Fiscalía General de la República investiga dos denuncias contra Carlos Romero Deschamps y otras contra los gerentes de las seis refinerías.

“Hay dos denuncias en la Fiscalía, según la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), por depósitos de 309 millones de pesos (casi 15 millones de dólares), esta es la información (de Romero Deschamps)”, informó López Obrador en su tradicional conferencia matutina.

Pese a las acusaciones sobre corrupción, Romero Deschamps no ha pisado la cárcel como Elba Esther Gordillo, quien también llegó a lo alto del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en tiempos del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari y quien se mantuvo al frente de su organización sindical por alrededor de 25 años.

ADELANTO | “Ahora soy Presidente de México”, le dijo Salinas. “La Quina” estaba preso

jueves, septiembre 23rd, 2021

Javier Coello Trejo da cuenta en su libro El Fiscal de hierro (Planeta) de cómo en el Gobierno de Carlos Salinas encabezó la investigación que resultó en la detención de Joaquín Hernández Galicia, el otrora poderoso líder petrolero. 

Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).– “La Quina era uno de los hombres más poderosos del país y se había engallado desde el sexenio de Miguel de la Madrid, en cierto modo se le había subido a las barbas al Presidente. Era el cacique sindical con más poder; tenía comprados a diputados, senadores, presidentes municipales, autoridades locales, jueces, ministerios públicos, periodistas”, escribe Javier Coello Trejo en su libro El Fiscal de hierro (Planeta).

El exfiscal antinarco reseña en el capítulo “La Cruzada contra el narcotráfico” cómo en los primeros días de diciembre de 1988 fue convocado por el Presidente Carlos Salinas de Gortari, quien acababa de asumir el poder, en la residencia oficial de Los Pinos para tratar un asunto de suma relevancia: “Conversamos de distintos temas, más bien familiares, durante algunos minutos, y de pronto se detuvo, volteó a verme y me preguntó si conocía a Joaquín Hernández Galicia, el líder del sindicato petrolero, mejor conocido como La Quina”.

Coello Trejo describe cómo le relató al Presidente Salinas que hacía unos meses, estaba con su esposa en Cuernavaca y ambos vieron una entrevista que le hizo el periodista Guillermo Ochoa a La Quina. “Con todo respeto, señor Presidente, me cayó en los güevos ese cabrón; quién se cree que es con eso de ‘yo puedo pagar la deuda externa’”.

Luego de escuchar eso, relata Javier Coello Trejo, el Presidente sonrió y le dijo: “¡Investíguelo! Pero no puede decir ni una palabra, Coello, usted solo me da cuentas a mí”.

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A partir de ese momento, el exfiscal describe cómo se integró un equipo especial para seguirle las pistas a la Quina, de quien refiere se “sentía que era intocable y llegó a creer que su poder, incluso estaba por encima del poder presidencial”.

“Desde que Miguel de la Madrid destapó a Salinas de Gortari como candidato a la presidencia de la República, La Quina lo criticó con dureza. Los políticos de la vieja guardia no vieron con buenos ojos a Salinas ni al grupo con el que llegaba: Camacho Solís, Aspe, Serra Puche; era una generación nueva que apenas cruzaba los cuarenta años de edad; muchos se habían educado en el extranjero, defendían el libre comercio y la globalización y ya desde entonces se les llamaba ‘neoliberales’”, escribe.

Y añade: “Durante la campaña electoral corrió el rumor de que La Quina había patrocinado un libro titulado: ¿Un asesino en Palacio?, donde se narraba que el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, siendo niño, había matado accidentalmente a una empleada doméstica con un rifle calibre 22, en la casa de su papá, el político Raúl Salinas Lozano”. 

No obstante, todo cambió una vez que Carlos Salinas de Gortari llegó a la Presidencia de México en diciembre de 1988, cuando luego de una investigación que encabezó Coello Trejo se determinó “que los hombres de La Quina estaban introduciendo armas a México y las llevaban a la casa del líder petrolero”.

“Seguimos la ruta, tomamos fotografías, reunimos suficiente información . De cada detalle le informé al presidente y le garanticé que teníamos todas las pruebas sobre el tráfico de armas”, describe en el texto en el cual se puntualizan cada una de las decesiones que se tomaron previo a que el líder petrolero fuera detenido en enero de 1989.

SinEmbargo reproduce a continuación un fragmento de El fiscal de hierro (Planeta) de Javier Coello Trejo, una cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México, en el cual se da cuenta de cómo el Gobierno de Salinas llevó a cabo una investigación que resultó en la detención de Joaquín Hernández Galicia.

Fotografía de portada: Cortesía Milenio Diario Edición Nacional, pag. 14. 26 de junio 2019. Fotógrafo Javier Ríos.

***

CONTRA EL SINDICATO MÁS PODEROSO 

El 3 de diciembre de 1988 tomé posesión como director de Servicios Criminalísticos de la Procuraduría General de la República; era un cargo interino en tanto se reformaba la ley para crear la subprocuraduría que me había ofrecido el presidente, pues dicha área no existía en el organigrama de la institución. Literalmente estaba comenzando el sexenio y hacia el día 5 o 6 de diciembre recibí una llamada de Los Pinos. El presidente quería verme una vez más.

Pensé que sería una reunión de trabajo para organizar la futura subprocuraduría, detallar los fines, plantear las estrategias, señalar las prioridades. Sin embargo, a partir de ese día, toda esa planeación pasó a segundo plano. El asunto que me planteó era muy delicado.

El presidente no quiso que habláramos en su despacho, por lo que me invitó a caminar por los jardines de la que fuera la residencia oficial de los presidentes de México. Conversamos de distintos temas, más bien familiares, durante algunos minutos, y de pronto se detuvo, volteó a verme y me preguntó si conocía a Joaquín Hernández Galicia, el líder del sindicato petrolero, mejor conocido como La Quina.

El presidente sabía que todo México lo conocía, pero quería saber si yo guardaba algún tipo de relación con él o si en algún momento había tenido contacto cercano.

—No, señor, —respondí. No lo conozco personalmente. Lo he visto en los medios, he leído sus declaraciones, sé de él por las noticias, por la radio y la televisión, nada más, —añadí.

—¿Seguro, Coello? —insistió con firmeza.

—Tiene mi palabra, señor presidente, no lo conozco, pero permítame contarle una anécdota ahora que lo menciona. Hace unos meses, estaba con mi esposa en Cuernavaca y vimos una entrevista que le hizo el periodista Guillermo Ochoa a La Quina. Con todo respeto, señor presidente, me cayó en los güevos ese cabrón; quién se cree que es con eso de ‘yo puedo pagar la deuda externa’. ‘Cómo me gustaría regresar al gobierno nomás para chingarme a ese cabrón’, —le dije a mi señora.

El presidente sonrió y me dijo con todas sus letras:

—¡Investíguelo! Pero no puede decir ni una palabra, Coello, usted solo me da cuentas a mí, —añadió.

No pregunté nada, solo respondí:

—Sí, señor.

El Gobernador de Veracruz Fernando Gutiérrez Barrios y el líder del sindicato petrolero Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, durante el Día de la Unidad Priista, el 3 de septiembre de 1987. Foto: Pedro Valtierra/Cuartoscuro.

Como era un tema absolutamente confidencial y muy delicado actué con mucha prudencia. Para empezar, organicé un pequeño grupo con hombres de mi toda mi confianza, cuya lealtad y profesionalismo estaba probado. 

Si hubiera vivido mi compadre Ventura, él habría estado al frente, pero fue el comandante Robles Liceaga quien se hizo cargo. Juntos logramos reunir un buen equipo y de inmediato comenzamos a investigar al líder petrolero. Como me instruyó el presidente, no comenté con nadie el tema, ni siquiera con el procurador, en todo caso, el presidente se encargaría de hacerlo.

La Quina era uno de los hombres más poderosos del país y se había engallado desde el sexenio de Miguel de la Madrid, en cierto modo se le había subido a las barbas al presidente. Era el cacique sindical con más poder; tenía comprados a diputados, senadores, presidentes municipales, autoridades locales, jueces, ministerios públicos, periodistas . Por eso sentía que era intocable y llegó a creer que su poder, incluso estaba por encima del poder presidencial.

Desde que Miguel de la Madrid destapó a Salinas de Gortari como candidato a la presidencia de la República, La Quina lo criticó con dureza. Los políticos de la vieja guardia no vieron con buenos ojos a Salinas ni al grupo con el que llegaba: Camacho Solís, Aspe, Serra Puche; era una generación nueva que apenas cruzaba los cuarenta años de edad; muchos se habían educado en el extranjero, defendían el libre comercio y la globalización y ya desde entonces se les llamaba “neoliberales”.

La Quina había consolidado su poder en el sindicato de pemex con la vieja guardia del PRI, con el sistema político que no se había transformado desde tiempos de Aleman, una generación que ya andaba cerca de los 70 años de edad o más, que defendía el nacionalismo revolucionario, la economía cerrada, el estatismo. Fue un choque generacional, pero La Quina realmente creyó que podría doblegar al candidato oficial y durante la campaña se acercó abiertamente a Cuauhtémoc Cárdenas, candidato opositor, quien había roto con el PRI por las mismas razones: se oponía por completo al neoliberalismo, a la privatización de empresas paraestatales, al libre mercado. 

Durante la campaña electoral corrió el rumor de que La Quina había patrocinado un libelo titulado: ¿Un asesino en Palacio?, donde se narraba que el candidato del pri, Carlos Salinas de Gortari, siendo niño, había matado accidentalmente a una empleada doméstica con un rifle calibre 22, en la casa de su papá, el político Raúl Salinas Lozano.

Como le comenté al presidente en su momento, yo no conocía a La Quina. Después que dejé la Secretaría de Gobierno de Chiapas y ya dedicado a mi despacho de abogado, mi amiga la periodista Olga Moreno me pidió una cita y durante la charla me comentó que La Quina quería platicar conmigo y si podía viajar a Tampico para verlo, pero le respondí que no tenía ningún interés en conocerlo ni nada que tratar con él. Nunca supe las razones de su petición ni para qué me buscó.

Francamente, yo tenía la ilusión de romperle la madre a La Quina por mamón; por sentir que era superior al gobierno y que su poder era ilimitado, por tratar de debilitar a la institución presidencial. Así que, una vez recibida la orden del presidente, comenzamos a investigar y lo primero que apareció fue que los hombres de La Quina estaban introduciendo armas a México y las llevaban a la casa del líder petrolero.

Salinas de Gortari durante las felicitaciones que le hicieron militantes del partido en las oficinas, entre ellos La Quina con petroleros destacados como Barragán Camacho, Salvador entre otros. Foto: Tomás Martínez/Archivo Cuartoscuro.

Supimos que compraban las armas en MacAllen. Seguimos la ruta, tomamos fotografías, reunimos suficiente información. De cada detalle le informé al presidente y le garanticé que teníamos todas las pruebas sobre el tráfico de armas. En la investigación también detectamos un túnel que unía la casa de La Quina con un inmueble de enfrente que pertenecía a otro líder petrolero, uno más de sus incondicionales al que no pudimos agarrar durante el operativo.

Al mismo tiempo investigamos las actividades de José Sosa Martínez, otro de sus hombres de confianza, el tipo que en 1986 se atrevió a decirle al presidente De la Madrid: “Si se hunde Pemex por mala administración, nos hundimos todos, usted y el país”. También a Salvador Barragán Camacho y a muchos otros que formaban parte del círculo de confianza de La Quina.

Durante un mes trabajamos intensamente en la investigación. No dejamos ningún cabo suelto. El tema de las armas era más que suficiente para poder encerrarlos a todos, independientemente de que después seguimos investigando para armar otras acusaciones que complementaran el caso.

La operación estaba prevista para el 15 de enero, pero no sé qué información recibió el presidente, si tuvo algún mal presentimiento o simplemente quiso evitar que se filtraran detalles del operativo, lo cierto es que el 8 de enero me mandó llamar y me dijo:

—Coello, hay que reventar este asunto el 10 de enero . Saque a su familia del país.

Yo no tenía ninguna objeción en adelantar la operación, pero tenía un pequeño problema de carácter familiar ¿Qué argumento le podía dar a mi esposa para que se fuera a Estados Unidos con los niños, que estaban en clases, sin que sospechara que algo estaba sucediendo o se preocupara de más?

El presidente lo entendió y ordenó que se anunciara contingencia ambiental del 8 al 10 de enero de 1989, de tal forma que se suspendieran las clases y los niños no fueran a la escuela. Entonces, con la coartada perfecta, le dije a mi mujer que necesitaba que fuera a Estados Unidos a comprar algunas cosas que me urgían y cuando me preguntó por los niños, le comenté que iban a anunciar contingencia ambiental, que las condiciones meteorológicas se habían puesto de la chingada y que no habría clases los siguientes días.

El argumento parecía perfecto, pero no. Mi señora me dijo que al otro día llegaba mi suegra de visita a la Ciudad de México. ¡Puta madre! Pensé, entonces moví mis influencias y con el apoyo presidencial, logré sacarle el pasaporte y la visa a la mamá de mi esposa. El 8 de enero, muy temprano, envié a toda la familia a Nuevo Laredo y de ahí cruzaron a Estados Unidos.

Al mismo tiempo continuábamos planeando el operativo; cuidamos todos los detalles porque no había margen para errores ni fallas. Sabíamos que La Quina podía paralizar el país cortando el suministro de gasolina, gas y demás combustibles, porque su gente estaba al frente de todas las secciones del sindicato a lo largo y ancho del país. Así que debíamos actuar con precisión quirúrgica.

El 9 de enero, el presidente Salinas me puso al frente del operativo para disponer del primer cuerpo del Ejército, encabezado por el general Montiel, y que así los soldados pudieran actuar bajo mis órdenes. Cabe mencionar que yo tenía 40 años de edad y si bien ya tenía experiencia, estaba por enfrentarme con uno de los hombres que parecían intocables dentro de la política mexicana.

En la imagen Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y otros detenidos ante las armas decomisadas en la judicial en 1989. Foto: Tomás Martínez/Archivo Cuartoscuro.

Ese mismo día me presenté en mi oficina como si nada. Mandé llamar a cuatro agentes de la Policía y a dos ministerios públicos y los cité a las 3 de la tarde, en la Colonia del Valle, en la casa de seguridad que tenía rentada, en ese lugar íbamos a concentrarnos.

Seguí trabajando esa mañana y a la hora de la comida tomé mi saco, subí a mi auto y me dirigí a la casa de seguridad. Estaba tan concentrado en la operación que se me olvidó avisarle al procurador Enrique Álvarez del Castillo dónde estaría. A mis hombres ya les había dicho que pasaríamos ahí la noche; no les sorprendió, no era la primera vez que hacíamos un operativo.

En la madrugada del día 10 salimos de la casa de seguridad rumbo al aeropuerto. Para no despertar sospechas y evitar cualquier fuga de información le pedí su avión privado al profesor Carlos Hank González, a quien conocí durante el sexenio de José López Portillo; era buen amigo y no tuvo reparo en ponerlo a mi disposición sin preguntar nada; por eso no hay registro de nuestro vuelo.

Eran las 6 de la mañana cuando tomamos pista. Los pilotos tenían como destino final en su plan de vuelo la ciudad de Guadalajara, pero una vez en el aire, apenas unos minutos después del despegue, me presenté en la cabina y le ordené al piloto que cambiara de rumbo con dirección a Tampico.

—Licenciado, —exclamó desconcertado el piloto.

—Nada de peros, nos vamos a Tampico y no haga preguntas, —le ordené.

No tuvo más remedio que obedecer . A esa hora nadie sabía dónde me encontraba.

Aterrizamos en Tampico y ya nos esperaban dos vehículos; mi equipo estaba conformado por el teniente coronel Luis de la Barreda —hombre de confianza de don Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de gobernación—, el coronel Pablo Alemán, los ministerios públicos Zamora Rioja y Carlos Salas y el comandante Robles Liceaga, más cuatro elementos de la Policía. De ahí nos fuimos a un hotel en el que renté una habitación y terminando el desayuno les pedí que subiéramos al cuarto. Ahí finalmente les dije:

—Señores, venimos a un asunto de suma importancia para la seguridad nacional, quien tenga algún compromiso con la persona que voy a mencionar no hay pedo, está bien, nada más que se va a quedar amarrado aquí, sin teléfono y vigilado.

Se quedaron extrañados con lo que les dije, pero la expresión de sus rostros cambió por completo cuando agregué:

—Señores, venimos por La Quina.

Desde luego sabía que todos esos hombres eran leales, pero nunca está de más. El que sí se cagó de miedo, y no porque tuviera alguna relación con La Quina, fue el coronel Pablo Alemán, jefe de la Judicial Federal. Creo que nunca había estado en un operativo así, porque incluso se orinó a la hora de los madrazos.

Yo cargaba con un radio grande, de esos tabiques que usa el Ejército, con las claves del operativo . A las 8:10 me informaron que habían aterrizado los aviones Hércules con los soldados del primer cuerpo del Ejército. Una vez en tierra ordené que los vehículos se dirigieran a la dirección de La Quina y formaran un perímetro para rodear su casa y la de su hija.

La ciudad de Tampico no mostraba aún gran actividad, así que le debió extrañar a la gente ver el movimiento de los camiones con los miembros del Ejército recorriendo las calles.

Joaquín Hernández “La Quina”, durante su declaración para aportar pruebas en su defensa el 30 de julio de 1992. Foto: Pedro Valtierra, Archivo Cuartoscuro.

Mis hombres y yo llegamos hasta donde ya se encontraba apostado el Ejército. El plan acordado con el general Montiel era formar 50 soldados y cortar cartucho. Para esos momentos, dentro de la casa de La Quina seguramente ya se habían percatado de la presencia del Ejército, pero no se veía ningún tipo de movimiento. Consideré que con su presencia no habría resistencia armada de parte de la gente de La Quina y no me equivoqué, pero sucedió algo muy lamentable.

A mi amigo Zamora, uno de los ministerios públicos que me acompañaban lo traicionaron los nervios, no pensó en lo que hacía y por sus pistolas se bajó del automóvil donde nos encontrábamos, sacó su credencial para mostrarla como en las películas, y aunque el teniente coronel y yo intentamos detenerlo, ya estaba fuera del auto. En eso escuchamos una detonación y solo pude ver como Zamora cayó muerto en el piso con un balazo en la cabeza.

Contrariamente a lo que podía pensarse no estalló la balacera, me tiré al suelo con pistola en mano y aproveché el momento para dar la orden de iniciar el operativo. Con bombas de plástico los miembros del Ejército tiraron los cables, cortaron las comunicaciones y forzaron la puerta para entrar a la casa. Nunca hubo un bazucazo.

La gente que estaba en la propiedad de La Quina se tiró al suelo, nadie puso resistencia. Había no menos de cien personas, pues por las mañanas solía dar audiencia, recibir gente, escuchar peticiones, hacer negocios. Luego nos percatamos que entre ellos se encontraban políticos, funcionarios, los presidentes municipales de Ciudad Madero y de Tampico, diputados federales, mujeres y niños.

Cuando ingresé al despacho donde se encontraba La Quina, mis hombres ya lo tenían detenido. Uno de los soldados lo sujetaba. El cabrón era todo un rey, despachaba en camiseta, con su pantalón de lino y descalzo. Lo entiendo, pues el calor estaba de la chingada.

Me le acerqué y le dije: “Se te cayó la casa, Joaquín”. El soldado lo agarró del culo o, como se dice, le hizo calzón chino; cuando lo vi en camiseta le quité el saco a uno de los hombres que estaban presentes y se lo puse, como se ve en la foto que se hizo famosa y órale, para afuera él y todos los detenidos. En esas estaba cuando me avisaron que habían encontrado las armas, más de 170, así que comenzamos la fe ministerial.

Trasladamos a La Quina al aeropuerto y de inmediato lo subimos al avión para llevarlo a la Ciudad de México. Lo teníamos que hacer con rapidez para evitar alguna reacción de la gente, pero yo no podía volar a México y dejar a mi muerto ahí . Tuve que esperar varias horas porque no había ministerios públicos en la ciudad, las autoridades parecía que habían huido, todo era un desmadre. Cagué a medio mundo, a los funcionarios, a la gente, porque nadie resolvía nada.

El operativo no solo lo habíamos planeado para Tampico; en la Ciudad de México también nos movilizamos. Así que al mismo tiempo que ingresamos al domicilio de La Quina, aprehendimos a otros líderes como Sosa. Barragán logró escapar por unas horas porque a Fausto Valverde, en aquel momento director de la Policía Judicial Federal Antinarcóticos, al que le encomendé su detención, no llegó a las 6 de la mañana como teníamos estipulado, el muy güevón se presentó hasta las 8.

Barragán había ido al dentista, que, por cierto, era el mismo al que yo solía acudir y estaba en Las Lomas; luego me enteré por él que salió del consultorio muy nervioso. Con el paso de las horas supimos que se había ido a la sede de la CTM. De todo esto me informaban mientras esperaba que me entregaran el cuerpo de mi agente del Ministerio Público, hasta que finalmente dieron fe de lo acontecido y con todo y cuerpo pude regresar a la capital del país.

En el momento en que me subí al avión del profesor Hank para volver a la Ciudad de México, en ese instante, me entró la peor angustia que he sentido en mi vida. Eran cerca de las 4:30 de la tarde, ya habíamos subido el cuerpo de mi agente y venían conmigo Robles Liceaga y Carlos Salas. Me senté en la parte trasera del avión, la sobrecargo se me quedó mirando y le pregunté si no tenía algo fuerte para beber. Me sirvió medio vaso de coñac que me chingué como si fuera agua. Entonces empecé a reflexionar.