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Báthory contra la 613, la obra que enfrenta a “La Condesa sangrienta” con su víctima

domingo, febrero 23rd, 2020

La obra de teatro del dramaturgo español Juanma Romero Gárriz cuenta la historia de la Doncella 613, quien revive en un ritual a la Condesa Báthory, conocida por asesinar a sus doncellas para embellecerse con su sangre.

Ciudad de México, 23 de febrero (SinEmbargo).- Báthory contra la 613 nos presenta una historia en la que a través de un ritual la Doncella 613 revive a Erzsébet Báthory conocida como “La Condesa sangrienta” por asesinar a 612 doncellas para embellecerse con su sangre, incluso cuenta con el récord Guiness como la mujer que más mujeres ha matado en la historia.

La obra confronta los dos personajes que van y vienen en el tiempo en un juicio a la Condesa, así se conocerán las motivaciones, los métodos de tortura y realiza un énfasis en cómo es que la Condesa es vanagloriada por la cultura actual, en internet, en películas, mientras que sus víctimas son sólo vistas como un número al que no se les da una identidad o un nombre.

BÁTHORY contra la 613 cuenta con la dirección de Daniela Parra y las actuaciones de Ana Isabel Esqueira, Andrea Parra y Ana Sofía Sánchez, ambas egresadas de la primera generación de Artes Escénicas de la Universidad de Guanajuato.

“[La obra] Nos confronta a tener una reflexión sobre el papel que ejerce la víctima y su victimario ante una situación de poder. Y también nos lleva a identificarnos con la situación actual en nuestro país”, dijo la actriz Ana Sofía Sánchez a Magazine.

La obra es protagonizada por Ana Isabel Esqueira, Andrea Parra y Ana Sofía Sánchez. Foto: Cortesía

Resalta que a pesar de que se habla de otro siglo, esta obra está tocando un punto que actualmente se siente muy cerca: las muertes de mujeres que se viven en nuestro país, antes esto la actriz señala que desgraciadamente seguimos tocando estos temas.

“Justo es de concientizar que tristemente estando en el siglo XXI seguimos hablando de estos temas a diario. Como dice nuestro dramaturgo Juanma Romero, es ese veneno que nos darán durante siglos a cuenta gotas. Necesitamos aclamar Justicia”, expresó.

El diseño de escenografía e iluminación está a cargo de Erika Gómez, mientras que Rodrigo Sosa es el responsable de vestuario y el diseño de audio es de Brandon Torres.

“Me gustaría que el público se diera la oportunidad de empatizar con ambos personajes y hacer su propio juicio. Como dice la 613 el personaje que interpreto, que lo discutan, que se lleven la contraria y ejerzan de bien pensantes”, refirió Ana Sofía Sánchez .

Funciones: Jueves y viernes 20:00 horas, sábado 19:00 horas y domingos 18:00 horas
Dónde: Teatro La Capilla (Madrid 13 Col. Del Carmen, Coyoacán)
Temporada: Hasta el 1 de marzo

COLUMNISTA INVITADA | Una aproximación a la obra de Alejandra Pizarnik

sábado, octubre 20th, 2018

Por María Elena Sofía

Ciudad de México, 20 de octubre (SinEmbargo/Culturamas).- “Esta lúgubre manía de vivir/ esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra Alejandra no lo niegues.” El yo que recuerda está en el espejo o en el mundo. Extraños, ella jamás se reconocerá. Vivirá buscando las fallidas tentativas frente al cuerpo, que no se acomodará nunca a la cotidiana sórdida opacidad. Amores masculinos y femeninos, somníferos y barbitúricos, experimentos terribles como los primeros intentos con el lenguaje. Acercarse a Alejandra Pizarnik es como mirar una montaña desde un barco que está zarpando. En esa última mirada que es el adiós se comprende el destino, el final de todos los intentos que también fracasa: dominar el mundo, por lo menos la propia vida. Dominar las manos. Plasmar esta intención (obsesión) en el sentido de hacer o formar una cosa, fue la tentación cuya voz escuchó. El material fue su voz escrita y la tentación suele ser drástica: “Yo oculto clavos/ para escarnecer a mis sueños enfermos.” Partir, sin siquiera haber llegado hasta los pies de esa montaña.Ella vivió en el lado literal de la palabra, tratando de escribir extensamente, “pero para eso hay que ver” los fuegos, el brillo, el retorcerse de la vida.

Se detuvo en las cenizas, en los pájaros, en las noches y prefirió a los mártires y profetas. Lo incompleto, lo desproporcionado, el deseo. “Mis manos se han desnudado / y se han ido donde la muerte/ enseña a vivir a los muertos.” El tiempo se encarga del anacronismo, la distancia necesaria contra los miedos, la muerte de la inocencia supone consumar la vida, vida que seguirá igual, voces que sonarán igual, gestos que reemplazarán al amor, pero nada le devolverá la esperanza. No buscó artificios, no fue otra detrás de la letra, ella sabía quién era, y también que moriría. El mundo subjetivo fue el mundo Pizarnik, no se avergonzó de que ello fuera todo en su búsqueda de plasmar (otra vez, mil veces) su ser de ave con el vuelo trazado, segura del mañana sombrío. Hubo risas también, explosiones, caprichos, dibujos de revólveres y monstruos escondidos en los muros. Pactos de amor y de muerte, amores torturantes, muertes posibles, diversas y diferentes claramente expuestas. ¿Dónde estaban sus miedos entonces? A veces pareciera una muchacha loca corriendo sola en la noche por un bosque, plena de terror, y perpleja y maravillada, buscando marcas en los troncos de los árboles, secretos y soles negros.

Ella trabajó con sus fantasmas, luchó con su lucidez, partió un espejo y se miró desde sus pedazos, fue fiel a su búsqueda y se murió ensimismada. Supo escribir y supo morir. No fue mezquina. Permanece en El Despertar, en Exilio, en Madrugada. Fue irónica por tristeza, fue sardónica su risa porque no era bella, fue inquieta porque sabía lo que esperaba más allá de la línea. Fue dura y cruda y destemplada con amigos, amantes y rivales, y con sus propios sentires: “Mi sexo gime. Lo mando al diablo. Insiste.”, dicen sus diarios, cuando ya no se cree que fue una mujer que existió porque el mito la trasciende. Para ir hacia adentro también hay que ser valiente, mucho más que para dejar la costa en una embarcación endeble mirando una montaña jamás conocida. Quizás cruzó la línea para que no quedaran en líneas proféticas aquellos versos de “La última inocencia”.

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