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El erotismo estimula los sentidos (y el lenguaje) de forma brutal: Julia Santibáñez y su poesía

sábado, septiembre 26th, 2020

Eros una vez -y otra vez-, Premio Internacional de Poesía Mario Benedetti, no sólo explora ideas eróticas y amorosas, sino que realiza verdaderas aportaciones a la lengua española, escarbándole un filo a las palabras ya existentes.

“Creo que es parte de la riqueza de la poesía, estirar los márgenes del lenguaje. Me interesa pedirle al lector que me acompañe a descubrir las infinitas posibilidades del idioma”, explica la autora en entrevista.

Por María Rascón 

Ciudad Juárez, 26 de septiembre (SinEmbargo).- Julia Santibáñez es una poeta que disfruta el baile de las palabras. Son su juguete preferido: “Al escribir me divierto, me paseo por las tripas del lenguaje y encuentro ahí tesoros descomunales.”

Su libro Eros una vez -y otra vez- obtuvo el Premio Internacional de Poesía Mario Benedetti por decisión unánime entre más de 300 libros. En él no sólo explora ideas eróticas y amorosas, sino que realiza verdaderas aportaciones a la lengua española, escarbándole un filo a las palabras ya existentes:

“Creo que es parte de la riqueza de la poesía, estirar los márgenes del lenguaje. Me interesa pedirle al lector que me acompañe a descubrir las infinitas posibilidades del idioma.” Al finalizar la lectura tenemos la posibilidad de hacer nuestras sus palabras, de infinitarnos con el ser amado o engorilarnos sobre su cuerpo. Dejar que se chaparrite nuestro corazón. Etceterear cualquier cosa.

Su poesía se nos presenta como un juego. El lector puede insertar su poema favorito, aquel que convenga a los epígrafes seleccionados por Santibáñez, o llenar los espacios en blanco con alguna de las palabras que hay en la lista definida de opciones:

A. hábito, B. capricho, C. placer. Acerca de las cualidades de libro objeto que tiene su poemario, la autora confiesa: “para mí la poesía no se queda solamente en palabras, sino que a través de ellas busca echar mano de otras artes: acordes musicales, estampas plásticas, pasos de danza.” A través de la reconstrucción de la palabra, levanta imágenes sobre el papel, como en el poema “Primer Pudor”:

Tan insegura,
soy la niña sentada a la mesa
de
re
chi
ta
que de golpe se vuelca al plato de fideos
y se queda ahí,
con la vergüenza de grasa en la falda,
esperando que nadie se dé cuenta.

En ocasiones los títulos contradicen al contenido de los poemas en el mejor de los sentidos, casi como si nos contaran, simultáneamente, dos historias. Despiertan así un sin número de interpretaciones, invitándonos a imaginar la historia previa o posterior al instante que la autora nos muestra. ¿Realmente hemos leído lo que creemos haber leído? Es, ante todo, un poemario sugerente, de disfraces metafóricos. Un sólo detalle es capaz de transformar el desenlace:

“(El erotismo) es de los terrenos más pantanosos para escribir, porque se ha dicho tanto que resulta fácil caer en el lugar común, andar por el caminito del bosque que de tan transitado ya casi se volvió una carretera. El erotismo me interesa en ese sentido, por el reto que comporta: ¿de veras puedo decir esto creativamente? ¿Puedo aportar algo aquí?”, se pregunta la autora.

En su poesía, tan íntima, de secretos del cuerpo que se cuentan al fondo del patio, apenas hay lugar para el otro, ese ser amado (odiado a veces). En palabras de Santibáñez “(El amor) es un riesgo, porque te va la vida en él, implica quitarte la piel y entregarla a la persona amada, quedar vulnerable y hasta en ridículo, pero feliz”. Los ecos de su poesía resuenan en los corazones defraudados de amor. El verdadero mensaje está oculto en lo que no se dice, en los resentimientos callados y las confesiones escondidas.

El libro entero tiene un tono de diario y palabras al oído, de humedad y faldas que se mojan o se arrancan: “Solemos tener abotagados los sentidos, pero el erotismo los estimula de manera brutal e inmediata. El cuerpo es mi principal asidero de la realidad, dado que no creo en un más allá, y es justamente a través de lo que huelo, toco y pruebo como me acerco a ese otro, aquel con quien comparto la cama o el deseo.”

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE LAS CARTAS DE AMORA. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.


María del Carmen Rascón Castro es escritora, investigadora y activista. Estudió Literatura Hispanomexicana y ha tomado diversos diplomados literarios del INBAL, HarvardX y el CCL Xavier Villaurrutia. Es fundadora del blog de literatura feminista Las cartas de Amora. Su primera novela, Apenas Hombre, fue publicada en 2020 por Crisálida Ediciones.

Los escritores ponen sus zapatos y piden deseos a los Reyes Magos

sábado, enero 5th, 2019

Los escritores y sus deseos. Es broma pedir a los Reyes Magos, pero siempre esta circunstancia es un pretexto para conocer los verdaderos anhelos de quienes construyen el país a base de pluma y pensamiento.

Ciudad de México, 5 de enero (SinEmbargo).- Melchor, Gaspar y Baltasar siempre nos invitan a establecer nuestros deseos y lo que queremos para el mundo, para el país, para el vecino que está enfrente.

Es un poco broma, pero siempre hay también un poco de esperanza, esa virtud que recobra bríos en estas fechas cuando empieza el año y no estamos dispuestos a dejarnos vencer por ninguna ola pesimista.

Los escritores, los periodistas, esos amigos que siempre están cerca, han establecido sus propios deseos y nos lo comparten con los lectores de Puntos y Comas.

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Oscar de la Borbolla, escritor

Los deseos personales, muy personales, no dependen de nadie más que de uno mismo; salud, dinero y amor, como dice el refrán, son siempre deseables pero involucran muchos factores que uno no controla. Mi deseo mío de mí es acabar una novela cuyo personaje es un amnésico y que lleva ya 10 años sin qué hay podido terminarla. Deseo eso: terminar mi novela, o sea, enterarme de lo que va a pasar: ver a qué va a pasar: a que soy capaz de llegar con mi imaginación yo.

En el marco nacional deseo que quienes ganaron entiendan que ya ganaron y no sigan como si todavía estuvieran en campaña y quienes perdieron asuman sencillamente que no ganaron y dejen de joder entendiendo que todos estamos en el mismo barco.

Finalmente, en el ámbito internacional, deseo que se legisle para que haya condiciones humanitarias en las que las migraciones de los desplazados por la guerra o el hambre puedan encontrar donde vivir y donde trabajar en paz.

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Felipe Ríos, escritor y docente

Decía Pessoa que había tres enemigos en la sociedad: la ignorancia, el fanatismo y la tiranía. El modo de combatirlos es con cultura, así que mi deseo general es que ojalá escritores y docentes se alejen de la banalización que deja dinero y abracen la verdadera vocación y calidad, que deja conciencias críticas. Mi deseo particular es poder terminar una novela río que vengo escribiendo hace meses, dos nouvelles y un libro de ensayos, además de cubrir todo lo esperado en mi lista de “libros por leer” de mi biblioteca de 2019.

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Luis Muñoz Oliveira, escritor

La injusticia es inaceptable: personas que ven a sus hijos morir de hambre, de enfermedades curables; la violencia que mata y lastima que hace que la gente se encierre en sus casas; la corrupción, el maltrato, la discriminación. Pero sobre todas las cosas, me parece que debemos poner especial atención al medioambiente: sin biosfera sana, sin agua, sin aire, sin alimentos, la injusticia será más difícil de combatir. Por eso deseo que en 2019 la humanidad se encamine más claramente a combatir el cambio climático. Desgraciadamente dudo que suceda.

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Ana García Bergua, escritora

Que un ataque mundial de lucidez y sentido común termine con el reinado del petróleo y el plástico.

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Javier Moro Hernández, escritor

Leer más, escribir más, vivir más, gozar más, reír más, abrazar más. Estar con los amigos, estar con la familia, aprender más de mi padre, aprehender la memoria de mis padres. Los deseos siempre parecen cosas etéreas. Cuando eres joven parece que no tienen sentido, pero a medida que avanzas en la vida te das cuenta de que los deseos son uno de los motores de la vida. Así que este 2019 lo empecé con varios deseosque espero se vuelvan propósitos que me permitan seguir aprendiendo de la vida. El primero de ellos es por supuesto leer más, y sobre todo, leer más poesía. Quiero, pretendo leer por lo menos un poema cada día. Gozar de la poesía y aprender de su profunda sabiduría. Más literatura, más lecturas, más escritura. Para mí, pero también para más gente, para más amigos. Me gustaría poder compartir mi gusto, mi pasión por la literatura con más compatriotas, con más jóvenes de mi país, que tan necesitados están-estamos de arte, de belleza, de bellas historias. En lo personal, tengo el propósito de seguir escribiendo. Hay dos libros que he empezado, una novela y un libro de poesía, con temas completamente disímbolos, pero que me han estado obsesionando desde hace meses, hace años, dándome vueltas en la cabeza. Al mismo tiempo, debo trabajar en dos proyectos, que tienen que ver con la promoción de la lectura, generando talleres de poesía para jóvenes y no tan jóvenes. Un espacio de construcción y recapitulación de historias, de sueños, pero que al mismo tiempo nos permita aprender a dialogar, a hablar con los otros y con nosotros mismos.

Por otro lado, siempre está el deseo de que 2019 sea un año lleno de trabajo, posibilidades, esperanza, para todos los mexicanos y mexicanas, que habitamos y compartimos este espacio al que le llamamos México, y que en ocasiones pareciera que no somos capaces de entendernos, de crear un espacio en el que nuestras diferencias sean algo que podemos dejar de lado y podamos entender el valor del diálogo y de la diferencia. La gente no tiene por qué pensar cómo nosotros. Y eso no está mal. En la diferencia existe la riqueza. El problema es pretender que todos tenemos que creer o pensar lo mismo que yo, tratar de imponernos es un error, que estamos cometiendo con demasiada frecuencia. Simplemente, necesitamos más diálogo y menos gritos.

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Daniel Camacho, dibujante

No quiero ser iluso para no acabar desilusionado. Sin embargo, a mis queridos Reyes Magos les pido, además de mis deseos convencionales para todos de salud y felicidad, que el 2019 no sea convencional, sino pleno de sorpresas que nos permitan ser más sensibles ante las maravillosas y simples cosas de la vida cotidiana; y disfrutar efímeros momentos de alegrías a cada paso y en cada día. Que no seamos el país de la indiferencia y la terrible desigualdad. Que ya no veamos una riqueza que ofende frente a una pobreza que lastima. Que los niños tengan a la mano libros que les abran mundos de fantasías y oportunidades y no la posibilidad de un arma. Que desterremos la violencia de nuestro mosaico multicolor llamado México. Que nos demos abrazos inmensos y solidarios. PD: Y una novia también…

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Michelle Solano, periodista y escritora

Mi deseo para 2019 es que logremos detener la polarización política e ideológica que hay en el país para que podamos exigir un buen gobierno y ejercer nuestros derechos y obligaciones ciudadanas de la mejor manera. Que haya paz y los militares regresen a los cuarteles.

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Óscar Alarcón, escritor, editor y docente

Hay un deseo que pido siempre que pasa un tren… pero ese no lo voy a revelar aquí. Me gustaría que la siguiente administración de cultura en Puebla no perdiese la continuidad del trabajo realizado en el periodo anterior, por lo menos en publicaciones. Las novelas, los cuentos y sobre todo la poesía, le hacen bien a los ciudadanos pues es en esta última en donde se funda lo perdurable. En otras palabras, me gustaría que hubiese más poesía en las calles, en las escuelas, en los baños, en los camiones y no sólo en los libros. Que tuviéramos la suficiente capacidad para apreciar la poesía cotidiana: la saliva del perro,
la risa de los niños, tener el tiempo suficiente para leer a los clásicos nuevamente: La Iliada o La Odisea y al mismo tiempo leer el libro más reciente de Yuri Herrera o de Raquel Castro.

Que hubiese más premios para los escritores jóvenes. Pero no me refiero a los que se cuelan en Tierra Adentro –que esos ya de por sí tienen su lugar bien ganado–, me refiero a los más jóvenes: a los alumnos de preparatoria y secundaria, que no se les mire feo porque están aprendiendo y están despuntando. Que hubiese una colección llamada “Mis letras primeras” o algo por el estilo en donde se publique a nivel nacional a los mejores trabajos de poesía y cuento. En nuestros jóvenes de preparatoria se encuentra no el futuro de México sino el México joven. Y de modo personal, encontrar el amor.

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Socorro Venegas, escritora

Tengo dos deseos para este año. El primero es egoísta: en mayo la editorial Páginas de Espuma —la casa editorial de los principales cuentistas hispanoamericanos— publica mi libro de relatos La memoria donde ardía. Saldrá en España y en México simultáneamente y quiero que mucha gente lo lea.

El segundo deseo es que le vaya muy bien a Paco Ignacio Taibo II a la cabeza del Fondo de Cultura Económica. Él tiene muy claro qué hacer y por qué; es paradójico, pero poner a funcionar el engranaje institucional para servir a la gente no es fácil, y siempre valdrá la pena apostar por formar lectores, saber que en este país de desigualdades enormes la editorial del Estado debe jugar un papel protagónico.

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Felipe Lomelí, escritor

¿Qué me quita el sueño? La verdad es que hoy día hay tantos asuntos que me gustaría que cambiaran, que me aterran, que no sé por dónde empezar ni, mucho menos, por dónde acabar. Por ejemplo, me encantaría que hubiera justicia, que los gobiernos buscaran promulgar y ejercer leyes que promovieran la armonía de los intereses ciudadanos y no reglamentos que buscan legitimar el saqueo indiscriminado por parte de las compañías transnacionales (y sus cómplices nacionales) mientras pauperizan la vida presente de millones de personas y endosan su futuro a la miseria y la debacle ambiental. Sin embargo pareciera que, como sociedad, estamos más preocupados por conseguir más y más privilegios (de dinero, de poder, de censura…) que por contribuir un poco a que nuestro entorno sea menos desgraciado. Eso, tal vez: que dejáramos de comportarnos como ratas corriendo de un barco que se hunde (con perdón a las ratitas, claro).

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Pedro Ángel Palou, escritor

Mi sueño es el de un país en paz, donde la concordia sea un bien preciado, donde nos pongamos de acuerdo en unos mínimos comunes múltiplos desde los que reconstruirnos. Un país sin violencia, más justo, sin esas brutales brechas entre los ricos y los pobres, un país menos clasista, menos racista en el que como decía Arguedas podamos vivir todas las patrias. Un país de todos y no de unos cuantos y en dónde el estado de derecho implique primero derecho al estado para todos, las minorías sexuales, los pueblos originales. No es un país utópico aunque así suene. Es ese México que ya hemos sido muchas veces. El que de verdad vale.

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Alejandro Toledo, escritor y periodista

Lo intento: La palabra “deseo” me remite a asuntos de la carne o al mago de la lámpara. Evitando esos significados, pienso que un deseo personal es conservar el equilibrio entre los proyectos personales y los trabajos que hace uno por necesidad, como padre de familia, sobre todo. También en la salud esperaría que se dieran esos equilibrios. Es un deseo simple pero arduo a la vez, pues es fácil descaminarse, perder el rumbo. En cuanto al país desearía algo similar: que se logren equilibrios en las distintas esferas sociales. Por ejemplo, que la crítica logre enderezar aquellas decisiones políticas que puedan afectarnos. Veo como necesaria una participación activa de la gente, que sea la ciudadanía la que mantenga una vigilancia rigurosa en los actos de los funcionarios en turno. No esperemos que el gobierno imponga las medidas que nos sacarán de la crisis. La actuación de los políticos puede ser equívoca y ahí está la vigilancia ciudadana para advertir de esos errores y que se corrija el rumbo. Creo que las redes sociales, usadas con inteligencia, pueden ser un buen instrumento de defensa.

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José Miguel Tomasena, escritor

Mi deseo, de todo corazón, es que las miles de personas que buscan a una persona desaparecida la encuentren. ¡Ese sí sería el más grande regalo de Reyes!

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Jesús Ramírez Bermúdez, neurólogo y escritor

El deseo es el deseo de otro deseo, según Hegel. Me gustaría que este nuevo año fuéramos capaces de contagiar y transmitir no solamente nuestras fobias y filias, sino también el compromiso y el respeto hacia el conocimiento que puede ayudarnos a encontrar puntos de acuerdo colectivos.

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Julia Santibáñez, poeta y periodista

Escribir un poco mejor, leer más a fondo, no perder el centro, abrazar desde los tuétanos.

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Carlos Olivares Baró, periodista y escritor

Son muchos mis deseos: uno siempre aspira a ser mejor, a amar con más pasión, a ser más tolerante, a realizar el trabajo con más profesionalismo… Pero, lo que más quisiera en este nuevo ciclo del año 2019 es lo siguiente:

Después de 60 años de un régimen totalitario que ha llevado a mi país natal, Cuba, a la hecatombe económica, social y política: deseo que esa situación cese y que la isla mayor del Caribe entre a las rutas democráticas para que los cubanos podamos elegir a nuestros gobernantes con entera libertad. No más represión ni violación a los derechos humanos. Quiero a una Cuba libre, mi más encarecido anhelo.

Quiero este año entrarle con rigor a los dos volúmenes de la novela que siempre inicio cada año y nunca la termino: El hombre sin atributos, de Robert Musil. Este año sí la concluyo y escribo el ensayo sobre el escritor austriaco que he intentado escribir muchas veces.

A pesar de mis diferencias con el presidente Andres Manuel López Obrador: deseo lo mejor para su proyecto de nación. Sueño con un México sin desigualdades y sin injusticias. Lo apuesto todo por este país que me ha dado abrigo y amor desde hace más de 42 años.

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Juan José Rodríguez, escritor

Deseo que de la manera más natural aprendamos a respetar las leyes básicas de convivencia y respeto a los demás, dejando de lado usos y costumbres o paradigmas establecidos en el folclor mexicano. Como no tenemos antecedentes de que sería o como una moral republicana, debemos encontrar una manera de convivir respetando leyes y normas, sin caer en el frío juicio de la moral protestante anglosajona que no admite punto de negociación o acuerdo. Si bien en la Ciudad de México o grandes ciudades como Guadalajara y Monterrey han avanzado en ese punto, es mi gran deseo que en las ciudades del interior que están creciendo se vuelvan cada vez más formales en cuanto a ciertas normas. Debemos aprender sobre todo los norteños a no subir el volumen tan alto en las parrandas domésticas o invadir los espacios de estacionamiento o tranquilidad de los demás. Que los encargados de aplicar esta ley sean inflexibles por que con pequeñas infracciones inicia la grande delincuencia y la soberbia del omnipotente.

Personalmente, deseo tener un buen detector de noticias falsas. Como soy comunicólogo he aprendido a detectar agencias apócrifas gracias a aportes con faltas de ortografía en los encabezados o mala redacción, pero cada vez me topo más con falsas noticias más elaboradas que sólo generan odio, confusión y virus. Que mis amistades aprendan a no publicar en su redes sociales una noticia evidentemente falsa, tan sólo porque coincide con sus secretos o evidentes deseos personales, y no provocan confusiones, discusiones inútiles y la risa secreta de quienes nos ven así la cara.

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Teresa Vale, periodista y escritora

Mi deseos serían que desaparecieran las fake news y la posverdad. Que los usuarios de las redes sociales no se cobijen en el anonimato para destruir y denostar y que estuviéramos tanto tiempo conversando cara a cara como en el WhatsApp.

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Iván Farías, escritor

Cuando era niño mis deseos eran bastante más simples, que me trajeran juguetes, en lugar de ropa, que me trajeran más cómics, en lugar de los libros que a veces dejaban. Los de ahora son un poco menos realizables, por irónico que parezca, más infantiles. Mi deseo para este año es que se mejora la policía y con ella el sistema de justicia. Actualmente el ser policía es motivo de vergüenza, he platicado con gente honrada que es policía y le da pena confesar a qué se dedica. Me gustaría que la gente se enrolara en la policía por vocación y no por necesidad. Muchos acaban uniformados porque necesitan el trabajo y no porque de verdad quieran proteger a la sociedad. Muchos que entran por vocación, deben pagar su uniforme e incluso hasta las balas para el arma. Es un deseo difícil, pero me gustaría que se cumpliera.

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Miguel Tapia, escritor

Este año mi deseo es el deseo, el coraje de mantener su intensidad y constancia. Aspiro al valor de dejarme seducir, asombrar y consternar, de indignarme también. Escribir y sentirme escrito. Saborear los éxitos propios y ajenos. Quiero ser parte del concierto y sus entresijos. Grada, tarima y bambalinas; excitación, aplauso y tomatazo. Y que siga la mata dando. Ajúa.

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León Plascencia Ñol, poeta

Tengo un montón de deseos para 2019:

Viajar con Petronella, mi pareja, y pasar algunos meses viviendo en la isla sueca Öland.

Escribir los libros que tengo empezados, iniciar otros.

Tener alguna exposición de mis dibujos.

No sobresaltarme y tratar de salir corriendo cada que escucho la alerta sísmica.

Dejar el TOC de lado.

Volver a beber un whisky de vez en cuando.

Aguantar lo más que se pueda, sin dormir o sin mentar madres, alguna película reygadezca (¿así se escribe o dice?) o similar, para no quedarme fuera de las conversaciones.

Tomar un curso de buenos modales con Capusotto.

Soy cursi: quiero mirar de nuevo algunos cuadros de Rothko, Twombly, Lilia Carrillo y unos cuantos más.

Foto: Facebook

Claudia Marcucetti, escritora

Tengo un sueño: es para mí, pero me gusta compartirlo, porque hace tiempo comprobé que los sueños acompañados saben mejor. Para el año que comienza sueño con la posibilidad de más lecturas, porque leer es contar con un amigo incondicional; con más bailes, porque mover el cuerpo al ritmo de la música alegra el alma; con más consciencia, porque el conocimiento de uno mismo, y el consecuente reconocimiento de los demás, sólo puede conducir a un mundo más amable y eventualmente más justo. Por último, sueño con la vana inspiración y la tangible capacidad, para contar una historia que emocione a quien la lea y que, de ese modo, consiga la aunque sea ilusoria sensación de que mi mar nunca termine…

TRIVIA | ¡Gana un libro de “Eros una vez”, de Julia Santibáñez!

sábado, octubre 28th, 2017

En poco tiempo, la creadora mexicana se ha convertido en una poeta de muchas luces y de mucha voz. Rabia de vida ha sido su primer poemario y en este año no sólo ha sacado su segundo libro, sino que también ha ganado el concurso de poesía hispanoamericana Mario Benedetti con Eros una vez, que ahora publica Seix Barral.

Ciudad de México, 28 de octubre (SinEmbargo).- Julia Santibáñez hace magia, magia pura, magia blanca. Porque para eso la humanidad desarrolló el lenguaje: para que la magia no se perdiera, para transformar el mundo, para que el amor tuviera mil nombres secretos y para que las caricias pudieran transmitirse también con palabras.

Eros una vez es un libro transparente y profundo, un libro de poesía vivo que revela y brinda sus secretos con una prodigalidad nada frecuente en este mundo “encriptado” donde para acceder a una simple conversación hay que memorizar “password”de varios dígitos que nunca muestran por completo el fondo de la verdad.

Un poemario que ha salido de la zona de confort y que ha encantado a los lectores. Foto: Planeta

Julia Santibáñez hace de su poesía comunicación y acto amoroso, pero también propone el juego, el goce del encantamiento, la celebración plena de la alegría.

Contesta estas preguntas a [email protected]

  1. ¿Cómo se llama el primer poemario de Julia Santibáñez?
  2. ¿Cómo se llama este poemario por el que concursas a la Trivia?
  3. ¿Qué premio ganó Eros una vez?

Julia Santibáñez, una poeta del ser, del azar y de Mario Benedetti

sábado, diciembre 31st, 2016

En poco tiempo, la creadora mexicana se ha convertido en una poeta de muchas luces y de mucha voz. Rabia de vida ha sido su primer poemario y en este año no sólo ha sacado su segundo libro, sino que también ha ganado el concurso de poesía hispanoamericana Mario Benedetti.

Ciudad de México, 31 de diciembre (SinEmbargo).- Julia Santibáñez ha pasado de ser una sólida periodista de revistas, para convertirse en una poeta que ha llevado su arte a la máxima exposición.

Es de hecho, una poeta acabada y en poco menos que dos años, aunque va de suyo que poesía es lo que escribe desde siempre, nunca con el afán público que ostenta ahora, ha aprendido a ser mirada desde otro lado.

Su nivel de mostrar sus libros ha correspondido con una firme voluntad de dar vuelta su vida y en ese sentido se agradece.

El año pasado sacó Rabia de vida, este año Ser y azar y además con un libro inédito ha ganado el Premio Internacional de Poesía Mario Benedetti. ¿Quién puede decirle que su vida no ha cambiado para bien?

–¿Fue muy importante la salida de Ser y azar este año?

–Sí, sobre todo porque la editorial, Abismos, me buscó y esas cosas no pasan demasiado seguido. Marcó un principio de diferencia y todo lo que tuvo que ver con el propio libro. Actividades de promoción, la gente que me contacta por las redes sociales para decirme que le gustó el libro…

–Hay un modo de narrar poéticamente muy distinto al anterior, Rabia de vida

–No sé. Si hay varias diferencias, la poesía era amorosa y aquí abro el espectro. Juego mucho más con el epigrama que no me había permitido tanto. Por otro lado, la intención lúdica está más presente, lo que más me gusta es jugar con las palabras…sí hay diferencias entre ambos libros y creo que si hay una especie de continuidad entre uno y otro.

Con Mario Benedetti me unen y me separan varias cosas. Foto: Sinembargo

Con Mario Benedetti me unen y me separan varias cosas. Foto: Sinembargo

–Sí, hay ánimo de poco…

–Bueno, en general soy de poemas breves y me da mucha envidia aquellos que escriben poemas largos. No puedo, parto de la idea de que el instante quede en el poema, sería contradictorio conmigo misma si el poemas fuera más largo que el fragmento. Me interesa muchísimo la concreción. Si fuera un tejido, sería un tejido muy cerrado, muy apretado, muy corto.

–¿Cuándo empezaste a escribir poesía?

–Desde niña fui descubriendo poemas que fueron mi primer acercamiento. Me gustaba mucho la sonoridad de las palabras. Aprendí de memoria a los 10 años “Muy cerca de mi ocaso”, de Amado Nervo, no porque supiera específicamente lo que significara ocaso, sino porque me gustaba como sonaba. Ya en la facultad, estudiando Letras, fue como algo muy natural escribir poesía, es la manera más rica que he encontrado para contar lo que me pasa.

–¿La captura del instante y la concreción son tus dos objetivos poéticos?

–Sí y sumaría la musicalidad, el juego, que son momentos distintos y me gusta buscar la musicalidad en todos los instantes…

–Hay alguna línea de Antonio Porchia en Ser y azar

–Bueno, descubrí a Antonio Porchia mucho después, pero si hubiera algo en mí que hiciera honra a su creatividad, bienvenido sea. Hay un estudio de Fabio Morábito muy intenso de Antonio Porchia y él dice que es un poeta en dos versos.

–¿Y qué pasó con el Premio Mario Benedetti?

–Se llama Premio Internacional de Poesía Mario Benedetti. Lo gané con un inédito, Eros una vez y el jurado evaluó lo que había más allá de lo erótico, dijo algo así como filosófico, no lo sé, pero sí hay algo más detrás de cada poema. Fue una sorpresa, el jurado había prorrogado el resultado porque habían sido muchos los que se habían presentado y cuando yo supe en septiembre que había 300 participantes, prácticamente que me olvidé. Hasta la llamada desde Uruguay, donde me dijeron que felizmente había ganado y lo que más me importa es que editorial Planeta publicará el poemario en Argentina, Uruguay y México, algo realmente valioso para la poesía.

–Tu poesía es realmente muy distinta a la de Mario Benedetti

–Por un lado creo que sí y por otro creo que no. Creo que Benedetti tuvo en épocas una situación muy divertida, transparentando los sentidos y por el otro el erotismo como preocupación importante también la tuvo. Por otro lado, el creer firmemente en las palabras, el estar amasando como un orfebre, yo quisiera parecerme a él en eso. Las diferencias son en el poema político, mi literatura no es política, tal vez por vivir en un momento diferente, no es algo que me llame la atención. Por otro, su participación política, su exilio, marcan su obra y ahí me distancio radicalmente con él. Creo que esa vía política me distancia mucho de él.

Los 10 libros de poesía mexicana, por si el mundo que vemos acaba hoy

sábado, diciembre 31st, 2016

Si el mundo se va a acabar, es mejor leer poesía que narrativa. La poesía siempre trae un dejo de futuro, de proyección, aun cuando trate del duelo, de la separación. Bueno, esto no es una competencia entre novela y poema y el mundo por ahora no se va a acabar. Leamos poesía, para después leer narrativa y viceversa.

Ciudad de México, 31 de diciembre (SinEmbargo).- Leer poesía se ha vuelto cada vez más frecuente. Lo mismo que leer cuentos, que leer ensayos. La verdad es que los lectores comunes ya no hacen tanta diferencia entre lo que se llevan a los ojos y, hoy por hoy, conviene escribir bien, cualquiera sea el género elegido.

Para decir las cosas como son, esta es nuestra lista. Que la disfruten.

  • Fricciones, de Maricela Guerrero

Desperté sobre una plancha de concreto,

los niños se deslizaban por la resbaladilla que tenía

óxido de hierro

y otras sustancias.

La mejor resbaladilla que conozco es gigante:

una mole de concreto porcelanizada, lisa y brillante como patio

de psiquiatría.

  • Nudo Vortéx, de Rocío Cerón

Cerrar los ojos/ abrirlos/ desmembrar el objeto en lenguaje hirviente/ abrir los ojos/ cerrarlos como si se quisiera tener una instantánea de todas las líneas,/ el contorno/ los volúmenes posibles del recuerdo…

  • Ser azar, de Julia Santibáñez

El colmo: Y pensar que vas a estar muerto toda la vida.

  • La otra Ilíada, de Ethel Krauze

Canta ¡oh Diosa!, mi cólera encendida,

que ésta es la otra Ilíada:

la Ilíada de Briseida, la cautiva,

la rebelión de la salvaje,

la colmada de ayes y de heridas;

el corazón de la mujer perdida,

violada en las batallas,

funesta a las miradas,

ardiente y negro cisne entre la bruma;

  • Meth Z, de Gerardo Arana

La copiadora imprimía hojas negras. Hoja negra sobre

hoja negra. Tóner estropeado. Narrador abducido.

Guillotina precipicio. Software maligno. Cortocircuito.

Estallan los teléfonos negros. Las baterías derraman

litio. Los niños se envenenan. Nada volverá a crecer en

los baldíos. Norton ha encontrado un virus.

  • Contranatura, de Luis Alberto Arellano

Nada diré de los prodigios que engendran los micos con su orina

Tampoco referiré en qué forma son los muros tan parecidos al hombre

No hablaré ahora en estas letras manchadas por el tiempo

  • Deche bitoope / El dorso del cangrejo, de Natalia Toledo

Un tlacoache atraviesa el cielo de mi casa

sus manos con olor a sandalias

hablan de un gladiador nocturno

que toca el sexo de las mujeres y lo huele

  • Odioso caballo, de Francisco Hernández

Dios de ríspidas encías, de ráfagas no vistas

sin embargo sentidas, y a fin de cuentas,

realidad sustentada por el pánico a dejar de ser…

  • Usted está aquí, de Andrés Paniagua

suceder

negándose al desalojo

encontrarlo ahí

aterrorizado en la plenitud del

 

como voz manoseada por la lluvia

  • Rincones de metal, de David Attie

Pausas y soledades

de entrañable evocación

y del mutismo de Dios

 

humana es la sonoridad

Cinco indiscreciones de escritores

sábado, febrero 27th, 2016
¿Qué libro te hubiera gustado escribir?, fue una de las preguntas. Foto: Shutterstock

¿Qué libro te hubiera gustado escribir?, fue una de las preguntas. Foto: Shutterstock

Devotos de las palabras, obsesivos de lecturas que les habitan la cabeza, 21 autores nacionales y extranjeros de novela, poesía, novela gráfica y entrevista nos dijeron si roban libros o no y qué harían si encontraran una bodega llena de ediciones pirata suyas, entre otras chuladas.

Por Julia Santibáñez

Ciudad de México, 27 de febrero (SinEmbargo).- La poeta Julia Santibáñez, habitual colaboradora de Puntos y Comas, es inquieta y curiosa como lo demuestra este divertido texto en que algunos escritores –incluido alguno de la casa- hablan de ese raro oficio de robar libros, entre otras cosas.

1. ¿En qué personaje te gustaría convertirte?

David Miklos: En el Bartleby de Herman Melville, para decir: “Preferiría no hacerlo”.

Jorge Zepeda Patterson: En Jon Stark, de Game of Thrones. Debe de ser padrísimo tener un lobo dentro.

Liniers: En Sal Paradise de En el camino, de Kerouac. Lo leí a los 18 años, edad perfecta porque entonces representó la promesa de que al crecer yo podría viajar, tener mujeres, tomar drogas. En cambio, si lo lees a los 40 te recuerda todo lo que no hiciste.

Mónica Maristain: Yo, de hecho soy García Madero, de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.

Rogelio Guedea: Casi soy Holden Caulfield, de El guardián entre el centeno, de Salinger. Como él, tuve una adolescencia loca, pero de gran ingenuidad.

Jorge F. Hernández En Ignatius J. Reilly, de La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, para comer hot dogs en Nueva Orleans por el resto de mis días.

Jorge Alberto Gudiño: En el Quijote, porque vive mezclando ficción y realidad.

Rowena Bali: En Ada, de Ada o el ardor, de Nabokov; en Teresa, de Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; en María, de Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll; en Antínoo, de Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar: todos ellos, por la forma como fueron amados.

  1. ¿Qué libro hubieras querido escribir?

Alberto Chimal: La naranja mecánica, de Anthony Burgess. Es tremendo por la trama y el lenguaje y también por su célebre capítulo 21, que fue cortado tanto en muchas ediciones como en la película de Stanley Kubrik. Ahí, el protagonista se da cuenta de que está envejeciendo y debe incorporarse a la vida adulta. Es muy conmovedor.

Irvine Welsh: El código Da Vinci, de Dan Brown. ¡Sería millonario!

Liniers: Las uvas de la ira, de John Steinbeck. Es de los libros que no te hacen más culto, sino mejor persona.

David Miklos: A Field Guide To Getting Lost, de Rebecca Solnit. Es un gran libro de ensayo.

Alberto Montt: La Biblia. Sería putrimillonario, dirían que Dios me inspiró, podría acostarme con niños y todas esas cosas lindas que pasan en la Iglesia.

Laura García: Océano mar, de Alessandro Baricco. Es de los libros que más me han hecho detener la lectura y quedarme pensando.

Gabriela Jáuregui: El libro de cuentos Samuel Johnson Is Indignant, de Lydia Davis. Soy muy fan de ella.

  1. ¿Cuál es tu insulto preferido para otro escritor?

Laura Martínez Belli: “Escribe como Paulo Coelho”.

Jorge Alberto Gudiño: “Es un completo analfabeto”. Nos lo dijeron a mí y a mi editor.

Luigi Amara: “Cacalibri”. Lo usaban los romanos para referirse a alguien que literalmente cagaba libros porque hacía muchos, todos descuidados.

Rocío Cerón: “Es un autor menor”.

Gabriela Jáuregui: “Que te chupe la falla lacaniana”. Es de Severo Sarduy, mi ídolo.

Alberto Chimal: “Fementido, canalla”, del Quijote.

Laura García: “Es un escritor ñoño”.

Paola Tinoco: “Fulanito puede entrar a mi biblioteca, porque sé que no va a tocar los libros”.

José “Monero” Hernández: Me fusilaría a Groucho Marx: “He leído un libro extraordinario. Y, ciertamente, no es el tuyo”.

Los escritores escriben y también responden preguntas. Foto: Shutterstock

Los escritores escriben y también responden preguntas. Foto: Shutterstock

4. ¿Cuál fue el primer libro que robaste?

Jorge F. Hernández: Charlotte’s Web, de E. B. White, mientras estudiaba primaria en los Estados Unidos. Fui un gran ratero de libros hasta que mi maestro, Luis González, me dijo que no era honroso hacerlo si uno es un escritor publicado.

Rocío Cerón: No lo hice, pero debería haberme quedado una primera edición de Blanco, de Octavio Paz.

Julio Trujillo: He robado varios, entre ellos las cartas de José Lezama Lima y José Rodríguez Feo, de la librería Tomo 17 que cerró hace años. En realidad pensaba pagarlo, pero en la caja había mucha gente y me desesperé, entonces me lo guardé e intenté salir. La dueña me gritó en público. No fue el primero, pero sí el último.

Irvine Welsh: Docherty, de William McIlvanney, lo robé de una librería en Edinburgo. Tenía unos 13 años.

Alma Delia Murillo: Era niña y vi en casa de una tía Colmillo blanco y El llamado de la selva, de Jack London, en una misma edición. No me aguanté.

  1. ¿Qué harías si encontraras una bodega con libros pirata tuyos?

Jorge F. Hernández: Me pondría parche, perico al hombro y garfio. Luego repartiría todos gratis.

Irvine Welsh: Diría: ¿por qué pierden tiempo en eso, si mis libros están tan baratos en Amazon?

Luigi Amara, Rowena Bali, Rocío Cerón, Alberto Chimal, Jorge Alberto Gudiño, José “Monero” Hernández, Liniers, Mónica Maristain, Laura Martínez-Belli, Alma Delia Murillo, Julio Trujillo, Jorge Zepeda: Me pondría feliz, porque significaría que se venden, que funcionan.

Alberto Montt: Los vendería más baratos que la editorial. Sería la única forma de ganar plata con mis libros.

Julia Santibáñez es autora de Rabia de vida (Ed. Resistencia, 2015) y del blog www.palabrasaflordepiel.com

En defensa de la errata, cuando confundes “despierto” con “desierto”

sábado, febrero 6th, 2016
Y es que aunque con frecuencia los autores se quejan de ella, en muchos casos tendrían que hacerle un monumento. Foto: Shutterstock

Y es que aunque con frecuencia los autores se quejan de ella, en muchos casos tendrían que hacerle un monumento. Foto: Shutterstock

“Modificar palabras es mi pasión involuntaria”, dice la poeta Julia Santibáñez, luego de recomendar en un correo la inexistente novela de Dino Buzatti: “El despierto de los tártaros”, en lugar de la muy conocida El desierto de los tártaros. Confesiones de una lectora obsesiva. ¿Sólo la errata permanece?

Por Julia Santibáñez

Leo en la columna de un periódico: “Me interesa conocer los orificios secretos de los escritores, lo que nadie sabe de ellos”. La aseveración me hace imaginar a un laureado poeta en postura incómoda, exponiendo sus partes nobles al enguantado firmante del texto. Repaso la frase. En realidad dice: “Me interesa conocer los oficios secretos…”. La primera opción suena mejor, para qué negarlo. Se puebla de sentidos. En este caso no fue un destello de ingenio del diario, sino de mis entendederas. Igual que ayer cuando, en un correo, recomendé la novela de Dino Buzzati como El despierto de los tártaros, en vez de “el desierto”. Me da por pensar que modificar palabras es mi vocación involuntaria.

Lectora obsesiva como soy, la errata se me ha metido por los ojos y me va enriqueciendo las letras de cotidiano. Como hace poco, cuando en alguna novela en vez de leer “devanarse los sesos”, mi mente compuso un sugerente “los besos”.

O revisando la reseña de un concierto en Bellas Artes, sonreí de imaginar a la orquesta entera, de frac o vestido largo, tocando con entusiasmo la “abertura”.

Una poeta que ama las erratas. Foto: Especial

Una poeta que ama las erratas. Foto: Especial

LA VICIOSA FLORA MICROBIANA

Alfonso Reyes llamó a la errata “viciosa flora microbiana, siempre tan reacia a los tratamientos de desinfección”. Qué ingrato. Le debe un gran verso. Señala Adolfo Castañón que Reyes escribió “más adentro de tu frente”, que quién sabe por cuáles artes quedó convertido en un evocador “mar adentro de tu frente”. Todo un hallazgo causal. Digo, casual.

Y es que aunque con frecuencia los autores se quejan de ella, en muchos casos tendrían que hacerle un monumento. Por ejemplo, se cuenta que la primera edición de Arroz y tartana, novela de Vicente Blasco Ibáñez, arrancaba con este dechado de lirismo: “Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido”. El original lucía un deslucido ceño. O la que contaba José Emilio Pacheco, entre fascinado y frustrado. Cuando en 1987 escribió un artículo quejándose de ella, puso: “La errata es el demonio de la lengua”, pero en la mesa de corrección de la revista Proceso decidieron publicar: “La errata es el dominio de la lengua”. La frase salió ganando.

O estas dos, consignadas por Carlos López en Sólo la errata permanece, publicado por Editorial Praxis: un poeta celebró a “la Madonna purísima” pero en el libro apareció “putísima” (visionario, el corrector) y la otra, contada por Alejo Carpentier respecto de un diario donde se informaba que una “ilustre dama había atendido con exquisitez a numerosos invitados en su mansión, a quienes prodigó con elegante entrega su aristocrático culo”. Cuánto palidece el “celo” original.

El tema me encanta. Devoradora de libros y con años de trabajo en la industria editorial, adoro esos bichos que alteran el sentido de un texto porque, me consta, suelen enriquecerlo, impregnarlo de mayor afecto. Quise decir, efecto. Como en la Biblia publicada en Inglaterra en 1631 por los impresores Robert Barker y Martin Lucas, en la que los Diez mandamientos presentaron una omisión afortunada. Por alguna razón desapareció la palabra “no” de uno de ellos, con lo que el lector devoto (más que nunca) encontraba la instrucción “Cometerás adulterio”. Faltos de humor, los jerarcas retiraron los ejemplares de la que desde entonces fue conocida como Biblia perversa (Wicked Bible).

También encuentro este otro caso: en un periódico del siglo XIX, un texto debía decir “Un oído delicado es imprescindible a todo buen poeta” y apareció “Un odio delicado es imprescindible a todo buen poeta”. Qué gran compendio de verdad.

Qué haríamos los autores sin las erratas, catalizadoras de la metáfora insólita, destrabadoras de la imaginación, enemigas acérrimas de la solemnidad. Foto: Shutterstock

Qué haríamos los autores sin las erratas, catalizadoras de la metáfora insólita, destrabadoras de la imaginación, enemigas acérrimas de la solemnidad. Foto: Shutterstock

Algunos autores no sólo no repudian el nido de erratas, sino más bien lo celebran, incorporándolo a su creación. Así, en sus Crímenes ejemplares, Max Aub jugaba así: “Donde dice: La maté porque era mía. Debe decir: La maté porque no era mía”. Y ahí está también la “Fe de erratas y advertencia final” de Augusto Monterroso, incluida en Movimiento perpetuo: “En algún lugar de la página 45 falta una coma, por voluntad consciente o inconsciente del linotipista de turno que dejó de ponerla ese día, a esa hora, en esa máquina; cualquier desequilibrio que este error ocasione al mundo es responsabilidad suya”.

La parentela de este roedor, de suyo fructífera, se ha visto multiplicada en años recientes por el contundente autocorrector de Word y/o de teléfono inteligente.

Ahora, los creadores no sólo ven sus obras mejoradas por la creatividad de una mesa de redacción: la lucidez omnisciente de la era 2.0 añade enjundia también a sus correos y mensajes de texto. Hace poco, estaba yo intercambiando WhatsApps con un hombre de letras a quien respeto por sus canas. Entusiasmada por un cuento de su libro más reciente le dije: “Es una pura belleza”. A su teléfono llegó: “Es una puta belleza”. El énfasis no vino mal. Me dio una pátina de rudeza que agradecí.

Un novelista y maestro de literatura cuenta que pidió a sus estudiantes un trabajo sobre La Odisea. Al recibir los análisis celebró que, en lugar de Menelao, el autocorrector de muchos de ellos (es decir, de sus máquinas) hubiera preferido Menéalo. Es que leer clásicos impone su dosis de ritmo. Y recuerdo también a mi amigo poeta, quien le preguntó por mensaje a su editora respetabilísima cuándo necesitaba que le mandara “el escroto”. Es decir, el escrito.

Qué haríamos los autores sin las erratas, catalizadoras de la metáfora insólita, destrabadoras de la imaginación, enemigas acérrimas de la solemnidad. Así, propongo defenderlas y celebrarlas porque, de hecho, ellas han de sobrevivir a nuestros textos, si es verdad (como creo) que “Las erratas son las últimas que abandonan el barco”, según el aforismo de Manuel Sexo. Perdón, Seco.

Los 10 libros queridos de la poeta Julia Santibáñez

sábado, enero 23rd, 2016
Julia Santibáñez, poeta y editora. Foto: Facebook

Julia Santibáñez, poeta y editora. Foto: Facebook

La autora del poemario Rabia de vida/ Rabia debida (Editorial Resistencia, 2015) es también una apasionada de los libros y en este espacio hace una lista de sus lecturas entrañables

Ciudad de México, 23 de enero (SinEmbargo).- Es poeta, editora, amante de los libros, exploradora de palabras y pensamientos. Como tal, Julia Santibáñez, autora del poemario Rabia de vida/ Rabia debida (Editorial Resistencia, 2015), hace una lista de sus 10 libros entrañables para los lectores de Puntos y Comas.

“El que tiene un solo libro en toda su vida es un idiota. Yo tengo por lo menos cien”, dijo Umberto Eco en una entrevista. Digamos que soy una lectora promiscua. Suelo leer unos tres o cuatro títulos al mismo tiempo, salto de uno al otro, de un género al que sigue, me indigesto de letras. Y no es que quiera emparentarme con Eco pero sí, a lo largo de la vida he acumulado varias decenas de volúmenes preferidos, que me explotaron en las manos, me sacudieron el piso y provocaron que no viera igual el mundo. Ni a mí en el mundo. Aquí, algunos de ellos”, dice Julia.

La poeta, en la presentación de su libro. Foto: Facebook

La poeta, en la presentación de su libro. Foto: Facebook

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Tendría unos nueve años cuando lo descubrí en casa: la portada era preciosa, una ilustración del detective viendo a través de una lupa. Empecé a leer “La liga de los pelirrojos” y seguí con el resto, picadísima. Lo acabé en un par de días. Creo que ahí empezó mi adicción por la lectura.

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Es mi tío abuelo, autor de novela negra (entre ellas, La ventana indiscreta), pero lo conocía sólo de oídas. Yo era niña y ya borroneaba cuentos y poemas, cuando mi papá me regaló este espléndido libro de Woolrich. Me dijo: “Vas a ser la segunda escritora de la familia”. Cómo no voy a amarlo.

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Estudiaba Letras en la UNAM y fui con amigos a un recital de poemas de Hernández, sin conocerlo. Me impactó mucho la forma clásica con temática moderna, lo poderoso de sus imágenes. Desde ahí me es indispensable para ponerle palabras al dolor. Y al amor.

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Un amigo vendía los tres tomos que publicó Emecé: cuentos, poemas y ensayos juntos. Costaba un dineral, así que empecé a ahorrar y le pedí a mi amigo apartármelos. Cuando al fin los compré los leí completitos. Fueron meses de respirar Borges, de lo mejor que me ha pasado en la vida.

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La verdad es que empecé a leerlo por “obligación”, sentía que tenía que hacerlo si me decía amante de la lectura. No me imaginaba que acompañar al Quijote y a Sancho iba a ser algo tan absolutamente rico, divertido y deslumbrante. Me arrepentí de no haberlo hecho antes.

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Disfruto subrayar cuando encuentro una línea que me impresiona, sobre todo a nivel formal. Bueno, pues mientras leía Noticias del imperio subrayaba todo. Por fin dejé el lápiz, para sumergirme en ese universo de palabras rico y sonoro pero, sobre todo, sólido.

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Lo compré en un viaje a Estados Unidos y empecé a leerlo en el avión. El ritmo de las primeras líneas me alucinó, las repasé hasta aprendérmelas. Luego leí la novela entera, una maravilla, y las últimas páginas me cimbraron tanto que me eché a llorar. No podía callarme.

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Un amigo me lo regaló. Primero la trama me pareció un caos, varias historias paralelas sin aparente conexión, aunque el estilo era una verdadera delicia. Luego, un día, todo en la novela tuvo sentido. Y me volví una total Fres-fán.

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No sé muy bien cómo llegué a los poemas de Donne, pero no se me olvida que una vez me dio la madrugada tratando de analizar cómo estaba hecha la “Elegía 19”. Me parecía de una perfección imposible, tanto en forma como en fondo. Es de mis libros preferidos.

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Había leído fragmentos de la obra de Nin y también sus cuentos, pero en 2015 me mandaron este volumen, publicado por Siruela. Llevo meses leyéndolo, masticando la fuerza vital y de escritura y, sobre todo, encontrándome en muchos pasajes. No quiero terminarlo.

Quién es Julia Santibáñez: Amo las historias y los contenidos. Soy autora de tres libros, el más reciente es el volumen de poesía Rabia de vida/ Rabia debida (Editorial Resistencia, 2015) y también soy autora del blog www.palabrasaflordepiel.com, donde hablo de libros y arte. Mis poemas se han publicado en revistas de México, España, Estados Unidos, Venezuela y Argentina.

Estudié licenciatura y maestría en Letras y los últimos 15 años he trabajado en puestos directivos de la industria editorial de revistas, tanto impresas como digitales, además de escribir para medios como Esquire, SoHo, Forbes y Gente. En mi trabajo editorial independiente he hecho Content Marketing (contenidos a medida) para clientes como CONACULTA, dependencias de la UNAM y varias editoriales.