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Los escritores ponen sus zapatos y piden deseos a los Reyes Magos

sábado, enero 5th, 2019

Los escritores y sus deseos. Es broma pedir a los Reyes Magos, pero siempre esta circunstancia es un pretexto para conocer los verdaderos anhelos de quienes construyen el país a base de pluma y pensamiento.

Ciudad de México, 5 de enero (SinEmbargo).- Melchor, Gaspar y Baltasar siempre nos invitan a establecer nuestros deseos y lo que queremos para el mundo, para el país, para el vecino que está enfrente.

Es un poco broma, pero siempre hay también un poco de esperanza, esa virtud que recobra bríos en estas fechas cuando empieza el año y no estamos dispuestos a dejarnos vencer por ninguna ola pesimista.

Los escritores, los periodistas, esos amigos que siempre están cerca, han establecido sus propios deseos y nos lo comparten con los lectores de Puntos y Comas.

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Oscar de la Borbolla, escritor

Los deseos personales, muy personales, no dependen de nadie más que de uno mismo; salud, dinero y amor, como dice el refrán, son siempre deseables pero involucran muchos factores que uno no controla. Mi deseo mío de mí es acabar una novela cuyo personaje es un amnésico y que lleva ya 10 años sin qué hay podido terminarla. Deseo eso: terminar mi novela, o sea, enterarme de lo que va a pasar: ver a qué va a pasar: a que soy capaz de llegar con mi imaginación yo.

En el marco nacional deseo que quienes ganaron entiendan que ya ganaron y no sigan como si todavía estuvieran en campaña y quienes perdieron asuman sencillamente que no ganaron y dejen de joder entendiendo que todos estamos en el mismo barco.

Finalmente, en el ámbito internacional, deseo que se legisle para que haya condiciones humanitarias en las que las migraciones de los desplazados por la guerra o el hambre puedan encontrar donde vivir y donde trabajar en paz.

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Felipe Ríos, escritor y docente

Decía Pessoa que había tres enemigos en la sociedad: la ignorancia, el fanatismo y la tiranía. El modo de combatirlos es con cultura, así que mi deseo general es que ojalá escritores y docentes se alejen de la banalización que deja dinero y abracen la verdadera vocación y calidad, que deja conciencias críticas. Mi deseo particular es poder terminar una novela río que vengo escribiendo hace meses, dos nouvelles y un libro de ensayos, además de cubrir todo lo esperado en mi lista de “libros por leer” de mi biblioteca de 2019.

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Luis Muñoz Oliveira, escritor

La injusticia es inaceptable: personas que ven a sus hijos morir de hambre, de enfermedades curables; la violencia que mata y lastima que hace que la gente se encierre en sus casas; la corrupción, el maltrato, la discriminación. Pero sobre todas las cosas, me parece que debemos poner especial atención al medioambiente: sin biosfera sana, sin agua, sin aire, sin alimentos, la injusticia será más difícil de combatir. Por eso deseo que en 2019 la humanidad se encamine más claramente a combatir el cambio climático. Desgraciadamente dudo que suceda.

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Ana García Bergua, escritora

Que un ataque mundial de lucidez y sentido común termine con el reinado del petróleo y el plástico.

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Javier Moro Hernández, escritor

Leer más, escribir más, vivir más, gozar más, reír más, abrazar más. Estar con los amigos, estar con la familia, aprender más de mi padre, aprehender la memoria de mis padres. Los deseos siempre parecen cosas etéreas. Cuando eres joven parece que no tienen sentido, pero a medida que avanzas en la vida te das cuenta de que los deseos son uno de los motores de la vida. Así que este 2019 lo empecé con varios deseosque espero se vuelvan propósitos que me permitan seguir aprendiendo de la vida. El primero de ellos es por supuesto leer más, y sobre todo, leer más poesía. Quiero, pretendo leer por lo menos un poema cada día. Gozar de la poesía y aprender de su profunda sabiduría. Más literatura, más lecturas, más escritura. Para mí, pero también para más gente, para más amigos. Me gustaría poder compartir mi gusto, mi pasión por la literatura con más compatriotas, con más jóvenes de mi país, que tan necesitados están-estamos de arte, de belleza, de bellas historias. En lo personal, tengo el propósito de seguir escribiendo. Hay dos libros que he empezado, una novela y un libro de poesía, con temas completamente disímbolos, pero que me han estado obsesionando desde hace meses, hace años, dándome vueltas en la cabeza. Al mismo tiempo, debo trabajar en dos proyectos, que tienen que ver con la promoción de la lectura, generando talleres de poesía para jóvenes y no tan jóvenes. Un espacio de construcción y recapitulación de historias, de sueños, pero que al mismo tiempo nos permita aprender a dialogar, a hablar con los otros y con nosotros mismos.

Por otro lado, siempre está el deseo de que 2019 sea un año lleno de trabajo, posibilidades, esperanza, para todos los mexicanos y mexicanas, que habitamos y compartimos este espacio al que le llamamos México, y que en ocasiones pareciera que no somos capaces de entendernos, de crear un espacio en el que nuestras diferencias sean algo que podemos dejar de lado y podamos entender el valor del diálogo y de la diferencia. La gente no tiene por qué pensar cómo nosotros. Y eso no está mal. En la diferencia existe la riqueza. El problema es pretender que todos tenemos que creer o pensar lo mismo que yo, tratar de imponernos es un error, que estamos cometiendo con demasiada frecuencia. Simplemente, necesitamos más diálogo y menos gritos.

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Daniel Camacho, dibujante

No quiero ser iluso para no acabar desilusionado. Sin embargo, a mis queridos Reyes Magos les pido, además de mis deseos convencionales para todos de salud y felicidad, que el 2019 no sea convencional, sino pleno de sorpresas que nos permitan ser más sensibles ante las maravillosas y simples cosas de la vida cotidiana; y disfrutar efímeros momentos de alegrías a cada paso y en cada día. Que no seamos el país de la indiferencia y la terrible desigualdad. Que ya no veamos una riqueza que ofende frente a una pobreza que lastima. Que los niños tengan a la mano libros que les abran mundos de fantasías y oportunidades y no la posibilidad de un arma. Que desterremos la violencia de nuestro mosaico multicolor llamado México. Que nos demos abrazos inmensos y solidarios. PD: Y una novia también…

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Michelle Solano, periodista y escritora

Mi deseo para 2019 es que logremos detener la polarización política e ideológica que hay en el país para que podamos exigir un buen gobierno y ejercer nuestros derechos y obligaciones ciudadanas de la mejor manera. Que haya paz y los militares regresen a los cuarteles.

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Óscar Alarcón, escritor, editor y docente

Hay un deseo que pido siempre que pasa un tren… pero ese no lo voy a revelar aquí. Me gustaría que la siguiente administración de cultura en Puebla no perdiese la continuidad del trabajo realizado en el periodo anterior, por lo menos en publicaciones. Las novelas, los cuentos y sobre todo la poesía, le hacen bien a los ciudadanos pues es en esta última en donde se funda lo perdurable. En otras palabras, me gustaría que hubiese más poesía en las calles, en las escuelas, en los baños, en los camiones y no sólo en los libros. Que tuviéramos la suficiente capacidad para apreciar la poesía cotidiana: la saliva del perro,
la risa de los niños, tener el tiempo suficiente para leer a los clásicos nuevamente: La Iliada o La Odisea y al mismo tiempo leer el libro más reciente de Yuri Herrera o de Raquel Castro.

Que hubiese más premios para los escritores jóvenes. Pero no me refiero a los que se cuelan en Tierra Adentro –que esos ya de por sí tienen su lugar bien ganado–, me refiero a los más jóvenes: a los alumnos de preparatoria y secundaria, que no se les mire feo porque están aprendiendo y están despuntando. Que hubiese una colección llamada “Mis letras primeras” o algo por el estilo en donde se publique a nivel nacional a los mejores trabajos de poesía y cuento. En nuestros jóvenes de preparatoria se encuentra no el futuro de México sino el México joven. Y de modo personal, encontrar el amor.

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Socorro Venegas, escritora

Tengo dos deseos para este año. El primero es egoísta: en mayo la editorial Páginas de Espuma —la casa editorial de los principales cuentistas hispanoamericanos— publica mi libro de relatos La memoria donde ardía. Saldrá en España y en México simultáneamente y quiero que mucha gente lo lea.

El segundo deseo es que le vaya muy bien a Paco Ignacio Taibo II a la cabeza del Fondo de Cultura Económica. Él tiene muy claro qué hacer y por qué; es paradójico, pero poner a funcionar el engranaje institucional para servir a la gente no es fácil, y siempre valdrá la pena apostar por formar lectores, saber que en este país de desigualdades enormes la editorial del Estado debe jugar un papel protagónico.

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Felipe Lomelí, escritor

¿Qué me quita el sueño? La verdad es que hoy día hay tantos asuntos que me gustaría que cambiaran, que me aterran, que no sé por dónde empezar ni, mucho menos, por dónde acabar. Por ejemplo, me encantaría que hubiera justicia, que los gobiernos buscaran promulgar y ejercer leyes que promovieran la armonía de los intereses ciudadanos y no reglamentos que buscan legitimar el saqueo indiscriminado por parte de las compañías transnacionales (y sus cómplices nacionales) mientras pauperizan la vida presente de millones de personas y endosan su futuro a la miseria y la debacle ambiental. Sin embargo pareciera que, como sociedad, estamos más preocupados por conseguir más y más privilegios (de dinero, de poder, de censura…) que por contribuir un poco a que nuestro entorno sea menos desgraciado. Eso, tal vez: que dejáramos de comportarnos como ratas corriendo de un barco que se hunde (con perdón a las ratitas, claro).

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Pedro Ángel Palou, escritor

Mi sueño es el de un país en paz, donde la concordia sea un bien preciado, donde nos pongamos de acuerdo en unos mínimos comunes múltiplos desde los que reconstruirnos. Un país sin violencia, más justo, sin esas brutales brechas entre los ricos y los pobres, un país menos clasista, menos racista en el que como decía Arguedas podamos vivir todas las patrias. Un país de todos y no de unos cuantos y en dónde el estado de derecho implique primero derecho al estado para todos, las minorías sexuales, los pueblos originales. No es un país utópico aunque así suene. Es ese México que ya hemos sido muchas veces. El que de verdad vale.

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Alejandro Toledo, escritor y periodista

Lo intento: La palabra “deseo” me remite a asuntos de la carne o al mago de la lámpara. Evitando esos significados, pienso que un deseo personal es conservar el equilibrio entre los proyectos personales y los trabajos que hace uno por necesidad, como padre de familia, sobre todo. También en la salud esperaría que se dieran esos equilibrios. Es un deseo simple pero arduo a la vez, pues es fácil descaminarse, perder el rumbo. En cuanto al país desearía algo similar: que se logren equilibrios en las distintas esferas sociales. Por ejemplo, que la crítica logre enderezar aquellas decisiones políticas que puedan afectarnos. Veo como necesaria una participación activa de la gente, que sea la ciudadanía la que mantenga una vigilancia rigurosa en los actos de los funcionarios en turno. No esperemos que el gobierno imponga las medidas que nos sacarán de la crisis. La actuación de los políticos puede ser equívoca y ahí está la vigilancia ciudadana para advertir de esos errores y que se corrija el rumbo. Creo que las redes sociales, usadas con inteligencia, pueden ser un buen instrumento de defensa.

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José Miguel Tomasena, escritor

Mi deseo, de todo corazón, es que las miles de personas que buscan a una persona desaparecida la encuentren. ¡Ese sí sería el más grande regalo de Reyes!

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Jesús Ramírez Bermúdez, neurólogo y escritor

El deseo es el deseo de otro deseo, según Hegel. Me gustaría que este nuevo año fuéramos capaces de contagiar y transmitir no solamente nuestras fobias y filias, sino también el compromiso y el respeto hacia el conocimiento que puede ayudarnos a encontrar puntos de acuerdo colectivos.

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Julia Santibáñez, poeta y periodista

Escribir un poco mejor, leer más a fondo, no perder el centro, abrazar desde los tuétanos.

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Carlos Olivares Baró, periodista y escritor

Son muchos mis deseos: uno siempre aspira a ser mejor, a amar con más pasión, a ser más tolerante, a realizar el trabajo con más profesionalismo… Pero, lo que más quisiera en este nuevo ciclo del año 2019 es lo siguiente:

Después de 60 años de un régimen totalitario que ha llevado a mi país natal, Cuba, a la hecatombe económica, social y política: deseo que esa situación cese y que la isla mayor del Caribe entre a las rutas democráticas para que los cubanos podamos elegir a nuestros gobernantes con entera libertad. No más represión ni violación a los derechos humanos. Quiero a una Cuba libre, mi más encarecido anhelo.

Quiero este año entrarle con rigor a los dos volúmenes de la novela que siempre inicio cada año y nunca la termino: El hombre sin atributos, de Robert Musil. Este año sí la concluyo y escribo el ensayo sobre el escritor austriaco que he intentado escribir muchas veces.

A pesar de mis diferencias con el presidente Andres Manuel López Obrador: deseo lo mejor para su proyecto de nación. Sueño con un México sin desigualdades y sin injusticias. Lo apuesto todo por este país que me ha dado abrigo y amor desde hace más de 42 años.

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Juan José Rodríguez, escritor

Deseo que de la manera más natural aprendamos a respetar las leyes básicas de convivencia y respeto a los demás, dejando de lado usos y costumbres o paradigmas establecidos en el folclor mexicano. Como no tenemos antecedentes de que sería o como una moral republicana, debemos encontrar una manera de convivir respetando leyes y normas, sin caer en el frío juicio de la moral protestante anglosajona que no admite punto de negociación o acuerdo. Si bien en la Ciudad de México o grandes ciudades como Guadalajara y Monterrey han avanzado en ese punto, es mi gran deseo que en las ciudades del interior que están creciendo se vuelvan cada vez más formales en cuanto a ciertas normas. Debemos aprender sobre todo los norteños a no subir el volumen tan alto en las parrandas domésticas o invadir los espacios de estacionamiento o tranquilidad de los demás. Que los encargados de aplicar esta ley sean inflexibles por que con pequeñas infracciones inicia la grande delincuencia y la soberbia del omnipotente.

Personalmente, deseo tener un buen detector de noticias falsas. Como soy comunicólogo he aprendido a detectar agencias apócrifas gracias a aportes con faltas de ortografía en los encabezados o mala redacción, pero cada vez me topo más con falsas noticias más elaboradas que sólo generan odio, confusión y virus. Que mis amistades aprendan a no publicar en su redes sociales una noticia evidentemente falsa, tan sólo porque coincide con sus secretos o evidentes deseos personales, y no provocan confusiones, discusiones inútiles y la risa secreta de quienes nos ven así la cara.

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Teresa Vale, periodista y escritora

Mi deseos serían que desaparecieran las fake news y la posverdad. Que los usuarios de las redes sociales no se cobijen en el anonimato para destruir y denostar y que estuviéramos tanto tiempo conversando cara a cara como en el WhatsApp.

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Iván Farías, escritor

Cuando era niño mis deseos eran bastante más simples, que me trajeran juguetes, en lugar de ropa, que me trajeran más cómics, en lugar de los libros que a veces dejaban. Los de ahora son un poco menos realizables, por irónico que parezca, más infantiles. Mi deseo para este año es que se mejora la policía y con ella el sistema de justicia. Actualmente el ser policía es motivo de vergüenza, he platicado con gente honrada que es policía y le da pena confesar a qué se dedica. Me gustaría que la gente se enrolara en la policía por vocación y no por necesidad. Muchos acaban uniformados porque necesitan el trabajo y no porque de verdad quieran proteger a la sociedad. Muchos que entran por vocación, deben pagar su uniforme e incluso hasta las balas para el arma. Es un deseo difícil, pero me gustaría que se cumpliera.

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Miguel Tapia, escritor

Este año mi deseo es el deseo, el coraje de mantener su intensidad y constancia. Aspiro al valor de dejarme seducir, asombrar y consternar, de indignarme también. Escribir y sentirme escrito. Saborear los éxitos propios y ajenos. Quiero ser parte del concierto y sus entresijos. Grada, tarima y bambalinas; excitación, aplauso y tomatazo. Y que siga la mata dando. Ajúa.

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León Plascencia Ñol, poeta

Tengo un montón de deseos para 2019:

Viajar con Petronella, mi pareja, y pasar algunos meses viviendo en la isla sueca Öland.

Escribir los libros que tengo empezados, iniciar otros.

Tener alguna exposición de mis dibujos.

No sobresaltarme y tratar de salir corriendo cada que escucho la alerta sísmica.

Dejar el TOC de lado.

Volver a beber un whisky de vez en cuando.

Aguantar lo más que se pueda, sin dormir o sin mentar madres, alguna película reygadezca (¿así se escribe o dice?) o similar, para no quedarme fuera de las conversaciones.

Tomar un curso de buenos modales con Capusotto.

Soy cursi: quiero mirar de nuevo algunos cuadros de Rothko, Twombly, Lilia Carrillo y unos cuantos más.

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Claudia Marcucetti, escritora

Tengo un sueño: es para mí, pero me gusta compartirlo, porque hace tiempo comprobé que los sueños acompañados saben mejor. Para el año que comienza sueño con la posibilidad de más lecturas, porque leer es contar con un amigo incondicional; con más bailes, porque mover el cuerpo al ritmo de la música alegra el alma; con más consciencia, porque el conocimiento de uno mismo, y el consecuente reconocimiento de los demás, sólo puede conducir a un mundo más amable y eventualmente más justo. Por último, sueño con la vana inspiración y la tangible capacidad, para contar una historia que emocione a quien la lea y que, de ese modo, consiga la aunque sea ilusoria sensación de que mi mar nunca termine…

Los seis libros favoritos de la escritora Ana García Bergua

sábado, febrero 24th, 2018

La escritora Ana García Bergua lee mucho, tanto como hace sus planes para cumplir y de paso satisfacer su vocación con el Sistema Nacional de Creadores, al que se ha hecho acreedora este año. Acaba de sacar su novela Fuego 20, que narra el incendio de la Cineteca Nacional y es una de nuestras más notables narradoras.

Ciudad de México, 24 de febrero (SinEmbargo).- Escritora mexicana, Ana García Bergua estudió Letras Francesas y Escenografía Teatral en la UNAM y ha trabajado como traductora del francés y el inglés.

García Bergua es conocida dentro del mundo literario principalmente por su obra dedicada al relato corto y al cuento. Sin embargo, con la publicación de sus primeras novelas, El umbral (1993) y Púrpura (1999) ha recibido el beneplácito de la crítica.

A lo largo de su carrera ha recibido premios como el Sor Juana Inés de la Cruz. De entre su obra habría que destacar títulos como El imaginador -una excelente antología de cuentos- y La bomba de San José. Ahora acaba de publicar Fuego 20.

El barón rampante, de Ítalo Calvino

Me pareció un libro exquisito, inteligente, una metáfora magnífica del que se aparta para observar al mundo, del sabio que anda por las ramas.

Juan José Arreola, los cuentos

Releí los cuentos de Arreola, que este año cumplirá cien. Maestro del genio y el ingenio, un poco como Calvino. Sus cuentos de La feria son maravillosos.

Los cuentos de Felisberto Hernández

También releí los cuentos de Felisberto Hernández que para mí siguen conteniendo grandes misterios.

Territorio Lolita, de Ana Clavel

Un ensayo provocador y brillante sobre esta figura perturbadora.

Espectros de Nueva York, de José Ricardo Chaves

Es un estupendo narrador costarricense afincado en México. Su novela es interesantísima, es una novela-investigación sobre Madame Blavatski editada en San José y esperemos que pronto en México.

Cuando te hablen de amor, de Mónica Lavín

La novela deliciosa de Mónica Lavín que contiene varias novelas. El oficio de Mónica Lavín como novelista y cuentista siempre me deslumbrará.

 

ENTREVISTA | El tamaño de nuestro miedo es enorme: Ana García Bergua

Premio Sor Juana en FIL Guadalajara: Abierto para las mujeres escritoras

sábado, enero 20th, 2018

La FIL Guadalajara presentó las bases para este galardón, que está dotado de diez mil dólares, en reconocimiento a las novelas escritas por mujeres, que ya ganaron, entre otras, Cristina Rivera Garza, Ana García Bergua y la reciente, la chilena Nona Fernández.

Ciudad de México, 20 de enero (SinEmbargo).-

Con el propósito de difundir la literatura y el trabajo literario de las autoras en el mundo hispano, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara abre su convocatoria para la edición 2018 del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz. Concebido y bautizado por la escritora nicaragüense Milagros Palma en 1993, el Premio Sor Juana está dotado de diez mil dólares estadounidenses y se entregará el 28 de noviembre de 2018 durante una ceremonia en el marco de la FIL Guadalajara, a la autora de una novela publicada originalmente en español.

Las manos de Almudena cuando ganó el Sor Juana. Foto: FIL GUADALAJARA

Podrán participar escritoras de cualquier nacionalidad, con una novela publicada originalmente en español, cuya primera edición haya sido impresa entre enero de 2017 y abril de 2018, con una extensión mínima de 120 páginas y un tiraje mínimo de mil ejemplares. Las obras pueden ser presentadas al Premio por cualquier institución cultural, educativa y editorial, o por la propia autora. No podrán participar los libros que hayan concursado en ediciones anteriores de este galardón.

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Para concursar deberán enviarse seis ejemplares impresos de la obra a las oficinas de la Feria (Alemania 1370, colonia Moderna, Guadalajara, Jalisco, México, CP 44190), así como un sobre aparte que incluya el currículo y una memoria USB con una fotografía de la escritora en alta resolución (300 dpi en formato JPG), además de una hoja con los datos personales que permitan su localización. Sólo participarán las obras recibidas a partir de la publicación de la convocatoria y hasta el 30 de abril, y aquellas cuyo sello postal sea de fecha anterior al 13 de abril y que lleguen antes del 11 de mayo de 2018.

El jurado del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz estará integrado por tres reconocidos escritores o críticos literarios del continente americano y su fallo, que será inapelable, se dará a conocer el 29 de octubre de este año. El Premio incluye la presentación de la escritora ganadora, el miércoles 28 de noviembre durante la edición 32 de la Feria Internacional de Libro de Guadalajara. Cualquier situación no prevista en la convocatoria será resuelta por el Comité Organizador.

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Las escritoras que han obtenido el Premio anteriormente son Angelina Muñiz-Huberman (1993), Marcela Serrano (1994), Tatiana Lobo (1995), Elena Garro (1996), Laura Restrepo (1997), Silvia Molina (1998), Silvia Iparraguirre (1999), Cristina Rivera Garza (2001 y 2009), Ana Gloria Moya (2002), Margo Glantz (2003), Cristina Sánchez-Andrade (2004), Paloma Villegas (2005), Claudia Amengual (2006), Tununa Mercado (2007), Gioconda Belli (2008), Claudia Piñeiro (2010), Almudena Grandes (2011), Lina Meruane (2012), Ana García Bergua (2013), Inés Fernández Moreno (2014), Perla Suez (2015), Marina Perezagua (2016) y Nona Fernández (2017).

ENTREVISTA | El tamaño de nuestro miedo es enorme: Ana García Bergua

sábado, diciembre 23rd, 2017

El 24 de marzo de 1982 ardió la Cineteca Nacional. “Eran otros tiempos. ¿Cómo se vivía en aquella época?”, se pregunta la autora, quien en Fuego 20 (una de las novelas más celebradas del año) revive los momentos de aquella tragedia y se pregunta por sus sobrevivientes.

Ciudad de México, 23 de diciembre (SinEmbargo).- “Su educación como escenógrafa permite que Ana sea extraordinariamente minuciosa al describir el ambiente de sus libros, algo que no es común entre los autores mexicanos. El libro se disfruta por ser melancólico, pero sin ser político. A pesar de abordar un episodio impune más en México, no denuncia nada: es romántico y fantástico”, dijo Cristopher Domínguez Michael en la presentación.

¿De qué se trata Fuego 20?: del incendio el 24 de marzo, durante 16 horas, de la Cineteca Nacional, un tema que conmueve no sólo socialmente a la autora, hija como es del crítico Emilio García Riera.

En el Distrito Federal a principios de la década de 1980, dos historias corren en paralelo. La de Saturnina, una muchacha ingenua y convencional pero que un día decide llamarse Ángela para poder meterse a curiosear en Fuego 20, una mansión del Pedregal que está en venta. Con esa travesura, Saturnina suspende sus temores y sus prejuicios y se convierte en Ángela, una joven atrevida, trepadora y falaz. En contrapunto a esta historia sorprendente y entretenidísima, vamos sabiendo de Arturo, quien ha venido de Xalapa a la capital para estudiar Medicina pero ha abandonado su carrera. Cuando lo conocemos su vida consiste en sacar sangre en un laboratorio, pero su rutina cambia y se complica cuando sospecha que su amigo Rubén puede estar entre las víctimas del incendio de la Cineteca Nacional.

Esta es la sinopsis de una historia que comprueba la calidad narrativa de Ana García Bergua.

–¿Volviste a la novela?

–Este era un libro que lo había pensado desde hacía mucho tiempo. No sabía qué iba a ser. Eran dos proyectos. Uno era un Fausto (toda mi vida he querido hacer un Fausto) y el otro era el incendio de la Cineteca. Durante mucho tiempo no sabía si iba a ser un libro de entrevistas, me tocó trabajando ahí. Empecé a hacer algunas entrevistas, luego salió lo del documental este, sentí que no era mi papel.

­–Entonces salió Fuego 20

­–Sí, así es. Hasta que no encontré la historia “fáustica” no encontré la manera de entrar al incendio. Fue una escritura tal vez un poco caótica. Con Isla de bobos en un momento hice un plan y lo seguí, tal cual fuera una “escritora profesional”, pero con esta novela fui llenando unas partes, vaciando otras, hasta que todo tenía sentido.

–Por un lado el hecho periodístico, por el otro tu circunstancia personal: en el medio la novela

–Me había pasado pero hacía estudios de época y no eran épocas que me hubieran tocado directamente. Con esto me sentía leyendo los periódicos de entonces, averiguando, leí mucha prensa amarillista porque de ahí salía el asunto de los muertos, hacia donde se los llevaban, porque la otra era más censurada. Mucha memoria de cómo hablábamos, qué hacíamos, cierto sector de la clase media.

–Un sector de la clase media dominado por el PRI, pero al mismo tiempo muy atento a lo que pasaba en el mundo

­–Lo que pasaba en Estados Unidos, sobre todo. Un sector universitario con cierta consciencia de lo que estaba pasando, pero también era algo muy nebuloso, había cosas que no se sabían, no estaban en ningún lado. Ahora que estamos tan acostumbrados a esta sobre información, tan en detalle, tan avasalladora. La Jornada decía un poco más, pero no demasiado.

–En las tragedias todo queda por igual muy misterioso. Sucedió ahora con los terremotos

­–Es cierto. Lo que pasó con Televisa se me hizo muy de la televisión en los 70. Yo me la creí, dormí pensando en que la niña aparecería, Frida Sofía, me levanté a prender el aparato…fue un acto de manipulación aterrador. Todos caemos, atrás de Frida Sofía estaba la realidad de todos los edificios que se habían caído o que estaban por caerse. Estaban las redes de ayuda, sí está el primer intento de “verdad oficial”, que aquí siempre pasó con los 43, pasa con todos estos Gobiernos.

Una novela celebrada este año. Editó Era. Foto: Especial

–¿Qué recuerdos te trajo de tu padre esta novela?

­–Pues decían que mi padre era priísta y él fue el único que se animó a pedir la renuncia de Margarita López Portillo. (En su libro Breve Historia del cine mexicano, publicado en 1998, plasmó esta severa crítica: La gestión de Margarita López Portillo resultó calamitosa. Rodeada de consejeros culturales con una inculta idea del cine, una idea atrasada y desdeñosa, y de otros motivos por voracidades inconfesables). Decían que era un crítico del sistema, pero nadie se atrevió a mencionar a Margarita López Portillo, los muy valientes. Me encontré a Fernando Macotela, una de las víctimas encarceladas por la funcionaria, y él me contó que mi padre era español, andaba con el pasaporte en el bolsillo en esos días. “En cualquier momento me aplican el 33”, decía.

–¿Hubo en esta novela algo más íntimo que en las otras?

–Hubo un poco sacarme de encima esa historia, que era para mí muy personal. Sabía que lo tenía que contar, pero lo más personal fue sacar la historia y digamos que la historia de Saturnina es inventada, fue una historia tomada de otras fuentes, pero hay algo ahí, ya lo he dicho, como un sentimiento de pérdida que tuve en esas épocas. Como un sentimiento tan grande de pérdida te puede hacer sentir que tu identidad está en cuestión. Todo se cimbra y es un poco de dónde quise partir para desarrollar lo que hace mi personaje, tratar de ser otra persona, como una de tantas posibilidades que te otorga ese sentimiento de desolación.

­–Ahora la Cineteca está, es un prodigio de la arquitectura. Es increíble como en México se reproduce los edificios, pero nada se hace con la gente ¿Qué diría de este México que se levanta en los edificios, pero se cae de la gente?

–Pues es algo siniestro. En muy pequeña escala lo vi en la tragedia de la Cineteca. De 33 muertos sólo se reconocieron tres. Mi duda siempre había sido quedan 30 y esas familias, esos deudos, ¿por qué nunca salen? Pensé que cuando saliera el documental (que está muy interesante, sobre la Cineteca), pensé que también saldría gente a decir de las víctimas. Es un silencio que es como representativo de todo lo que ha pasado después. Hay una mezcla de miedo; algo muy extraño, porque dices del tamaño de la violencia y del tamaño de la reacción tan poco eficaz, debe ser el tamaño del miedo.

–México a veces parece como un gran escenario

–Hay una sensación de inutilidad, siempre hay explicaciones sobre a partir de la violencia. Todos los jefes son comprados por el Narco, te dicen, todos nos ponemos en el lugar de ese funcionario y entregar la economía de su Estado al crimen organizado. Hay una empatía con lo que está mal.

–¿Crees que es una empatía que nace de la esencia del ser mexicano?

­–No lo sé. Yo no quiero ser como el Presidente y decir que es cultural, pero si hay algo del aguante que es muy extraño. Por un lado hay gente que se no se aguanta para ejercer una violencia desbocada y del otro lado hay un aguante para tolerarlo en todos los ámbitos.

–Ganaste la beca y hubo cierta polémica porque se le entregó a gente muy opositora al Gobierno

–Yo creo que está bien, en particular porque nunca he considerado que esas becas sean más que dinero público, fue algo que consiguió Octavio Paz para todo un gremio de artistas muy desprotegido. Dentro de todas las injusticias en nuestro país, las becas se eligen por un jurado que cambia año tras año, muy democrático, nadie tiene tiempo de hacerse muy amigo de un jurado. Hay una serie de límites y de filtros que están muy bien. Lo obtiene gente muy crítica, que hace obra muy crítica, creo que es algo hay que tener cuidado a la hora de criticar. Mucha gente que es crítica del Sistema Nacional de Creadores tiene un puesto en la academia y muchas veces en academias financiadas por el Gobierno. Hablo de la UNAM, de la UACM, hablo de académicos cuyo trabajo consiste en estudiar a los escritores. Uno puede decir, ¿por qué los que estudian a los escritores, a los pintores, a los músicos, deben ser subvencionados por el gobierno y los escritores, los pintores, los músicos, debemos estar como Baudelaire? No hablo que los artistas debamos vivir cómodamente ni ser acríticos ni nada de eso, pienso que en eso hay que tener cuidado, porque el FONCA es también el apoyo a los jóvenes creadores, para proyectos culturales, es una infraestructura cultural única, que en todo caso hay que luchar por ampliarla, porque llegue a más público, porque nuestro trabajo sea hablar con más gente, a dar más talleres y lo que me parece totalmente suicida es pensar que hay que quitar las becas.

–¿Qué vas a hacer con la beca?

–Prometí tres libros. Uno es una novela que ya tengo arrancada, sobre un personaje que se hacía llamar Carlos Balmori, un supuesto millonario que se dedicó a comprar a la gente y cuando ya la gente estaba dispuesta a sufrir humillaciones, esta persona se sacaba la máscara y se hacía ver como una señora vieja, de 50 años. Era una señora que se llamaba Concepción Jurado, que no era actriz sino una especie de estafadora. Otro libro es sobre medios de transporte, son como relatos de viaje, centrados también en un hotel. Son cuentos. El otro proyecto de ver qué puedo rescatar de mi columna, ahora que no sale más, “Y ahora paso a retirarme”, de La Jornada.

ENTREVISTA | No existe otra literatura más que la comprometida, dice Ethel Krauze

sábado, mayo 28th, 2016
La escritora que escucha las voces de nuestros muertos. Foto: Especial

La escritora que escucha las voces de nuestros muertos. Foto: Especial

La narradora, ensayista y poeta acaba de publicar El país de las mandrágoras, una novela poderosa sobre la violencia del narco, que transcurre en un sitio imaginario que podría ser Cuernavaca, Morelos, el lugar donde vive la también autora de Cómo acercarse a la poesía. Ethel Krauze escribe “para honrar la memoria de los que mueren sin explicación”, dice.

Ciudad de México, 28 de mayo (SinEmbargo).- El título un tanto ridículo y casi ñoño, El país de las mandrágoras (Alfaguara) no puede esconder el poderío de una gran novela sobre la violencia en México.

¿Cómo es que llegamos a ser este país de hijos muertos?: la gran pregunta que atraviesa la narración de la también poeta y ensayista Ethel Krauze (1954), escritora de un libro por obligación, por demanda de la realidad, autora de algo “que nunca hubiera querido escribir”, según relata en entrevista con SinEmbargo.

Como ha dicho el poeta Javier Sicilia, “este es el país donde los muertos hablan y los vivos callan”.

Todos se pierden. Todos se buscan. Cada uno en su laberinto de preguntas solitarias.

¿Sería así el naciente paraíso, cuando los magmas envolventes abrían paso al vergel de los frutos prohibidos?

Los hijos muertos. Vuelven los hijos muertos. Un país de hijos muertos… ¿Cómo fue a ocurrir todo esto?

Cuestiona Krauze en El país de las mandrágoras la rebelión de voces que llegaron a la historia abriéndose paso en forma de correos electrónicos, mensajes en redes, diarios, cartas, murmullos… Voces que empiezan a emanar de los chillidos de los pájaros, de los cauces de los ríos y de las crecientes nervaduras de las plantas. Voces que se convierten en raíces, ramas, brazos, atrapando a todos.

La primera en advertir el inicio de este drama es una profesora de español atenta al lenguaje de sus jóvenes alumnos, habituada a escuchar, dispuesta a descifrar los significados que, ahora, intenta negar: de la tierra surgen brotes de mandrágoras que no claudicarán.

La crudeza del drama que relata no evade las metáforas y un espíritu lírico contundente, cuyo efecto es devastador.

No existe otra literatura más que la comprometida, dice Ethel Krauze. Foto: Especial

No existe otra literatura más que la comprometida, dice Ethel Krauze. Foto: Especial

–¿Te dice algo la nomenclatura literatura comprometida?

–Sí, claro. Es un término que se puso de moda en los ’70, cuando yo era muy joven; me viene a la mente también la “existencia comprometida” de la que habló Jean Paul Sartre. Las luchas en Latinoamérica fueron reflejadas en la literatura comprometida con los ecos de la sociedad y sobre todo en las naciones que vivían bajo dictadura y sojuzgamientos. Se hablaba entonces de la necesidad de liberarnos del imperialismo yanqui y demás. Mi manera de entender hoy eso es que no hay otra forma de hacer literatura sino es comprometerse con uno mismo, con el ejercicio estético de la realidad y con la realidad en sí. No hablaría de otro tipo de literatura, la verdad.

–¿El país de las mandrágoras es tu modo de hablar de esta oscuridad que se cierne sobre México?

–Te voy a decir que no usaría las palabras quieres o deliberado. Simplemente no tuve otro remedio. No es una historia estricta sobre mi país, sino una que transcurre en un sitio inventado, pero que obviamente existe y es reconocible. Es sobre el mundo. Esa oscuridad se cierne en todas partes, pero la que me toca vivir es la de México. La realidad invade y como escritora con las antenas abiertas a percibir esos silencios, que en realidad son gritos internos, no me quedó otra más que darle cabida en el ámbito literario. Fui consciente de ello, aunque no fue una decisión, sino la toma de conciencia que tenía que hacer uso de mi capacidad como escritora para darle cauce a esa realidad.

–No es una competencia, pero quiero pensar que hay sitios en el mundo donde no se alcanzaron los niveles de crueldad que vemos a diario en México. ¿Por qué pasa lo que pasa aquí?

–Esa es la gran pregunta. Yo también quiero pensar que hay lugares mejores, pero si somos realistas tenemos que aceptar que también hay sitios más dolorosos todavía que México. Incluso los países desarrollados (¿desarrollados en qué?), sufren drogadicción, un individualismo galopante que deriva en fuertes depresiones, en gran soledad y tienen encima el terrorismo golpeando en las puertas de sus casas, caminando en sus calles. Creo que la oscuridad es total, pero tampoco me cierro a ver ciertas formas de luz. La literatura es una forma de luz porque nos impide guardar la basura debajo de la alfombra. Lo que me enseñó la escritura de El país de las mandrágoras, es que no somos a menudo capaces de ver, gritar y llorar lo que nos sucede. Humberto Maturana, en su extraordinario libro La biología del amor, explica cómo el problema del ser humano empezó cuando no pudo contar algo, cuando lo que pasó no entró en su narrativa. Cuando algo no entra en la narrativa de un pueblo, se corrompe. Ese es el grave problema de que no digamos las cosas, de que no sepamos qué está pasando y de cuánto nos duele eso que está pasando.

–¿Y si un día amaneciéramos con nuestro correo lleno de mensajes de tantos adolescentes asesinados en México?

–Sería fantástico, porque entonces despertaríamos y empezaríamos a cambiar algo

Una novela como una lupa para ver la realidad circundante. Foto: Especial

Una novela como una lupa para ver la realidad circundante. Foto: Especial

–¿Tuviste miedo cuando escribías la novela?

–Siempre tengo miedo. He vivido con miedo desde hace 40 años, cuando se rompió la burbuja. Cuando yo era niña era obligado que te mandaran a la tienda sola. Eso ahora es imposible. Ha ido deteriorándose cada vez más. Vivo con mucho más miedo, aunque creo que el miedo está en cualquier parte. Fue un invento de Marcelo Ebrard en el sexenio pasado eso de que el DF era más seguro. Fue un invento en el que queríamos creer. Esto no es nuevo. Siempre existió el narcomenudeo, la violencia. Me fui del DF porque viví una situación muy difícil de inseguridad.

–¿Estuviste a punto de ser secuestrada?

–No yo, pero alguien cercano a mí. Y me fui del DF aterrorizada y ahora vivo en Cuernavaca, también aterrorizada. No es una cuestión geográfica. Los cárteles de Michoacán, Guerrero, Querétaro… ¿dónde hay un lugar seguro?

–¿Buscabas cambiar algo en el lector escribiendo El país de las mandrágoras?

–No. A mí lo que me conmovieron fueron las voces de los jóvenes asesinados que me hablaban, ese muchacho con la cabeza envuelta en nylon y no me dejaba dormir, ese muchacho que moría perpetuamente y quería hablarme. Quise rendirle homenaje a él y a todos los muertos. Mientras escribía el libro, las cosas empeoraban en la realidad y cuando terminé de escribirlo, pasó lo de Ayotzinapa. Parece que está Ayotzinapa en el libro, pero no, la realidad me fue ganando.

–Si tantos muertos no entran en la narrativa del país, seguirán echando voces desde el Más Allá

–Pero por supuesto. Hay una necesidad de saber o que yo les diga por qué pasa esto, cuál es el peor lugar de la violencia, pero no son esas las preguntas que nos debemos hacer. Queremos soluciones antes de ver el sufrimiento.

–¿Tenemos que aceptar el sufrimiento?

–Absolutamente, porque ese sufrimiento es de todos nosotros, no es de aquel muchacho o aquel padre…por eso no importan los números. Los jóvenes salen de debajo de la tierra y salen de verdad, aparecen todos los días fosas y fosas. ¿Tú sabes todo lo que tienen para decirnos esos muertos?

Es autora también del reciente poemario La otra Illíada. Foto: Especial

Es autora también del reciente poemario La otra Illíada. Foto: Especial

–Dice Ana García Bergua que todo el país es un cementerio

–Y dice Javier Sicilia: ¿Qué le pasa a este país que los muertos hablan y los vivos callan?

–Eres una teórica de la escritura y sentí en El país de las mandrágoras una voz literaria muy cercana, casi íntima, para narrar algo tan público, ¿cómo creció ese estilo?

–Lo trabajé mucho. Me iban apareciendo cada vez más y más voces y con esas voces sentí la necesidad de crear un personaje, que es la maestra Cayetana, la maestra de todos esos muchachos y es ella la que hace aflorar toda esa intimidad, esa cercanía. Es una especie de cáliz que recoge las voces y las pone en las páginas.

–Dirán de ti, esa escritora loca que escucha voces

–¡Claro! Todos los escritores somos locos que escuchamos voces. Escribí en otro tiempo la novela El diluvio de un beso, que habla sobre mundos paralelos y triples dimensiones y la verdad es que en este caso yo no quería hablar de mi país ni hacer denuncia social. Yo, simplemente, quise honrar la voz de los muchachos que se mueren inexplicablemente en México. Ellos mismos no saben qué está pasando, mientras están muriendo.

¿QUIÉN ES ETHEL KRAUZE? Doctora en Literatura y autora de más de una treintena de obras publicadas en varios géneros literarios, por las que ha recibido un amplio reconocimiento en antologías, traducciones a diversos idiomas: inglés, francés, italiano, ruso, esloveno.

Su obra Cómo acercarse a la poesía se ha convertido en un clásico contemporáneo y forma parte del acervo nacional en Bibliotecas de Aulas y Salas de Lectura de la Secretaría de Educación Pública de México.

Ha construido una plataforma teórica y didáctica de la creación literaria, además de su exitoso modelo con perspectiva de género, Mujer: escribir cambia tu vida.

Alfaguara ha publicado sus libros de cuentos El secreto de la infidelidad y El instante supremo y sus novelas El diluvio de un beso, Escenas de ira, tristeza y desesperación con momentos felices y Todos los hombres.

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