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ENTREVISTA | Promotor de la literatura infantil y escritor de cuentos fantásticos: Jonathan Minila

sábado, septiembre 23rd, 2017

Once cuentos conforman el libro Todo esto sucede aquí, editado por Cuadrivio, en donde la realidad y la ficción crean un universo delirante y asfixiante en el que los personajes recorren sus muy personales universos.

Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).- Jonathan Minila es un caso de escritor que al mismo tiempo trabaja en las actividades culturales. A veces uno lo ve como editor de libros para niños, otro como funcionario de la Secretaría de Cultura donde un día está en el Festival de Novela Negra, otra en la Feria del Libro infantil.

“Intento dejar las actividades a cada uno por su lado. Tengo la facilidad para ir marcando mis propios espacios, trabajando me permito tener un panorama muy amplio de lo que está sucediendo en la cultura y puedo cortar un poco y cambiar a otra faceta, que es la de escritor”, dice el también autor de El niño pájaro y El fantasma sin recuerdos y otras historias para niños extraños, además de los libros de cuentos Lo peor de la buena suerte e Imaginarios.

“Mucha de la literatura que escribo, tiene su propio espacio, su propio lector”, admite el empleado de promoción de la Secretaría, “un panorama en el que siempre hay que cambiar, pero me gusta mucho, me permite conocer al lector y darme cuenta de que todo este discurso que se nos dice en México que aquí no se lee, se desmiente a cada rato”, afirma.

Los cuentos que conforman Todo sucede aquí “… abren grietas y agujeros para el que quiera mirar a través de ellos. Del otro lado de la pared habita un mundo mucho más interesante y divertido que el nuestro. Y a veces más aterrador.”

Minila, escritor y promotor cultural, está metido en muchas cosas que hacen más llevadero México, sobre todo en estos tiempos, tan apocalípticos.

“Esa es la función de la literatura, nos ayuda a un poco para vivir en el mundo que vemos y al mismo tiempo ver todo lo que hay detrás de las historias, de los ensayos, de las crónicas. Nos sirve también para distraernos, para relajarnos, estoy seguro de que nuestro pulso sanguíneo debe cambiar cuando leemos”, asegura Jonathan.

“Mencionabas hace poco la FILIJ y es una de las ferias que más me gusta visitar. Independiente si tengo trabajo en ella o no. A pesar de que no soy un niño, me divierto mucho porque veo a los chicos divirtiéndose, relajados, entre libros y música, no existe esa barrera y hay mucha esperanza, porque esa es la función de la literatura”, admite.

No se siente el heredero de Tario, pero descubrió un par cuando lo leyó. Foto: SinEmbargo

LAS COSAS QUE PASAN EN TODO SUCEDE AQUÍ

El libro Todo sucede aquí, publicado por Cuadrivio Ediciones, destaca por la fecunda imaginación del autor, que logra combinar los elementos de la tradición fantástica con una aparente cotidianeidad, lo que le permite crear la sensación de que habitamos una realidad que se desdobla y que nos abre así nuevas y terribles oportunidades.

Así lo presenta la editorial, con una frase de Bernardo Esquinca, quien ha dicho que “cuando la realidad enferma, la pluma de Jonathan Minila acude en nuestro auxilio y nos revela que las cosas no tienen que funcionar como creíamos. Sus cuentos abren grietas y agujeros para el que quiera mirar a través de ellos. Del otro lado de la pared habita un mundo mucho más interesante y divertido que el nuestro. Y a veces más aterrador.”

Los once cuentos que componen el nuevo libro parten de una aparente cotidianeidad que se verá trasformada de una manera que sorprenderá al lector, ya que su universo narrativo se interna en una realidad habitada por seres inanimados, extraños, pero al mismo tiempo (y de manera misteriosa) cotidianos y cercanos.

“Está dividido en dos partes. Tiene un corte fantástico, que es lo que más me gusta escribir y hay una rebelión de silla por parte de una reunión para políticos, una mujer que queda embarazada y pare un planta, hay un hombre que encuentra una hoja en un parque que trae todo lo que está diciendo incluido la hoja en el parque, suceden este tipo de cosas extrañas en todos los libros que he venido publicando”, expresa Minila.

“Son cuentos que yo había escrito desde hace mucho tiempo y me estaba costando trabajo publicar. Tenía antes un título, El ataque de las sillas vivientes y yo lo llevaba a los editores y pensarían, ¿qué será esto?”, agrega.

Uno de los cuentos preferidos de Jonathan Minila es “La mirilla”, que trata sobre un hombre que está en su departamento y escucha que alguien golpea muy fuertemente la puerta. Cuando se asoma a la mirilla, se ve a sí mismo que está del otro lado.

Es un cuento sobre el tema del doble, sobre el misterio, propio entre otras cosas de Edgar Allan Poe, uno de sus autores favoritos. Y filosófico, diría él: “no hay nada más terrible que propiciar encuentros con uno mismo y eso me interesa mucho”.

“Este es un país que ha ido cargando sus propios muertos, viviendo al lado de los Estados Unidos, nos comemos los unos a los otros y la literatura es un elemento que transmite todo eso”, afirma.

Admirador de Francisco Tario, cuando lo descubrió fue como un respiro. “Yo sentí mucha empatía. Me gustaba Ítalo Calvino y cuando llegué a Tario vi una dimensión más grande la literatura, que la imaginación puede llegar a sitios increíbles, que los cuentos nos van a abrir puertas que nos van a llevar a universos con su propia lógica. Sí vi la posibilidad de que mis cuentos tenían cabida para algunos lectores”, concluye Minila.

Los 10 libros entrañables del escritor Jonathan Minila

sábado, julio 2nd, 2016
Muchos autores quedaron afuera en la selección de Jonathan Minila. Foto: Shutterstock

Muchos autores quedaron afuera en la selección de Jonathan Minila. Foto: Shutterstock

Apenas tuvo a mano dos libros en su infancia y uno de ellos estaba vivo. La magia -literal- de la lectura se encarnó en el joven escritor mexicano con la fuerza de un hábito que hoy no puede quitarse.

Ciudad de México, 2 de julio (SinEmbargo).- No crecí rodeado de libros. No. No fui un niño de muchas lecturas. No leí los clásicos antes de la adolescencia (y ni siquiera durante). No. Sin embargo, de mi infancia recuerdo particularmente dos libros que me influyeron y que, con el tiempo, me volvieron en un lector curioso.

El primero. Un libro de ciencia que me gané disfrazado de león en primero de primaria, durante un festival de la primavera (que lo sepa el mundo). Se volvió mi libro favorito. No paré de hojearlo durante mucho tiempo. En cada página venían conceptos científicos, al modo de un diccionario, que se ilustraban con unos extraños dibujos que yo aseguraba cobraban vida cuando cerraba el libro. Todos los días observaba atentamente aquellas ilustraciones para descubrir indicios de mi aseveración. Tenía pruebas: el libro estaba vivo.

El otro era uno de magia. Sencillo. En cada página venían los secretos para realizar ilusiones e impresionar a los amigos. Eran cosas simples. Desaparecer una moneda, adivinar una carta, etcétera. Nada del otro mundo, pero a mí me parecía la preparación para algo más grande. Tenía planes de algún día desaparecer la escuela donde estudiaba. Y aunque eso no sucedió nunca, por fortuna, desde entonces busco libros que tengan dos cosas fundamentales: vida propia y magia.

Sin duda, los libros cuentan más de lo contienen sus páginas. Hay espacios en apariencia vacíos que pertenecen al autor, que están ahí, que son casi imperceptibles, pero que dan sustancia más allá de lo escrito. Hay espacios que pertenecen al lector. Aquello que se forma en nuestra mente, pero también el impacto que tienen los libros en nuestra vida.

Así, he aquí una lista de 10 libros entrañables en los que he encontrado aquellos ingredientes fundamentales que me han permitido descubrir otras posibilidades en mi tránsito como lector y que al mismo tiempo han sido importantes para mí por razones personales que no mencionaré en todos los casos. Muchos quedaron fuera de esta lista, desde luego, y es una lástima. Perdón, Sartre, Dostoievski, Chejov, Kafka, Greene, Sábato, Aira, Piglia, Perec, Vonnegut, Ballard, Dávila, Dueñas, Campobello, Levrero, Kitamura, Browne… Saben que los quiero, pero tendremos que esperar a otra lista.

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Se publicó en 1973. Siete años antes de que yo naciera y varios años antes de que enloqueciera –como casi todos los niños de mi generación- por La historia sin fin (la película). Hace mucho de eso. Curioso, porque pienso en el pasado y Momo habla justamente de eso: del tiempo. También habla sobre la estafa y sobre una niña, Momo, que tiene una virtud importante: saber escuchar. Me pareció increíble. ¿Y cómo olvidar a los hombres grises que representaban el Banco del Tiempo? ¿Y a la tortuga Casiopea? Momo, de Michael Ende, es una puerta que crucé una tarde para llegar a un sitio del que no he vuelto y no creo que lo haga nunca. Ojalá.

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Con este libro aprendí a leer teatro. O mejor, aprendí a disfrutar de leer teatro. Desde el comienzo me atrapó el desquiciante “hiperrealismo” de esta obra crítica, aguda, que va sobre la acumulación, las relaciones humanas y que tiene uno de los finales que más extraños y delirantes que conozco. La primera vez que lo terminé estaba en un parque, sentado y me quedé con el libro en las manos intentando entender qué había sido aquello. Volví a empezarlo, una y otra vez. Hasta  hoy es el primero que empaco en cada mudanza. (Ya es una superstición).

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Es perfecto, perfecto, perfecto. Cambió mi concepto de lectura. Con Los misterios del señor Burdick aprendí otras posibilidades narrativas, formas de explorar el vacío y de abordar aquello que no se cuenta. Es todo. Un juego metaficcional, un cuento en sí mismo y la visita a varios mundos y a la variación que pueden tener de lector a lector. Es un libro infinito. Es un enigma.  ¿Quién es Harris Budrick? El libro se construye con las ilustraciones que este misterioso personaje entregó a Peter Wenders, editor estadounidense, con la finalidad de volver para darle los cuentos que acompañaban estos dibujos. El hombre nunca volvió. Así, es entonces el lector quien debe construir la historia de cada uno por sí mismo.

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Quien me presentó este libro me dijo: después de Buzzati no se puede leer cualquier cosa. Estoy de acuerdo. Leer El colombre y El desierto de los tártaros me convirtió en un lector más exigente, al menos en aquello que me gusta. Hace mucho que nada me emociona tanto como esta novela delirante, kafkiana, laberíntica, imposible, donde se narra la eterna espera del teniente Giovanni Drogo quien es destinado a la Fortaleza Bastiani –ubicada en el desierto, en una frontera con el Reino del Norte, que ya nadie utiliza- tras completar su formación militar. ¿Qué espera? Que suceda algo. Que algún día se entable una batalla con los tártaros y eso le traiga gloria. No importa cuánto tiempo pase. No importa que afuera la vida siga. Él, convertido en capitán, no se rendirá. Enfrentará la decepción, el tedio, el rechazo, la apatía, hasta convertirse él mismo en una extensión de la propia fortaleza. ¿Por qué están todos ahí?  ¿Por qué está él ahí? Uf.

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Lloré cuando leí “La noche del perro”. Me reí cuando leí “La noche del féretro”. Enloquecí cuando leí “La noche del traje gris”. Con este libro me acerqué a uno de los autores mexicanos más extraños e increíbles que he leído y que más admiro. Comencé a encontrar una nueva ruta como lector. Se me abrieron posibilidades, voces, perspectivas y espacios. Aprendí, me emocioné. Cada historia me llevó a visitar un mundo diferente donde la lógica era otra. Donde es posible escuchar lo que tiene que decir una gallina, un muñeco, un buque o un loco. Es otro libro infinito, inclasificable, crítico, duro, genial. Vuelvo a él siempre. Quiero volver ahora.  Bye.

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Esto es trampa y no me importa. Con el pretexto de este libro puedo mencionar otros dos indispensables El barón rampante y El caballero inexistente. Juntos, estos tres libros forman una trilogía, Nuestros antepasados, que devoré en muy poco tiempo. Cada historia en sí misma es alucinante. Sin embargo elijo éste porque es el primero y porque representa un enfrentamiento que quizá tenemos todos entre nuestro lado bueno y nuestro lado malo. Es eso lo que le sucede al vizconde Medardo de Terralba, en el siglo XVII, cuando una bala de cañón lo parte en dos. Se convierte entonces en dos personas distintas: Gramo  y Buono. Uno bueno, el otro malo. Uno sencillo, el otro ambicioso. Antagonista cada uno respecto al otro; enemigos que pelean por un amor. ¿Quién de nosotros no es el vizconde demediado? Ja.

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Pensar la melancolía. Razonar la intricada mente humana. Repensarnos. Porque sí. Estamos condenados a esto, a pensar y el pensamiento, la conciencia de la existencia, quizá nos ha convertido en seres fundamentalmente tristes. Nuestra única forma de liberación quizá sea la muerte. El pensamiento es angustia. La imposibilidad de conocer lo que los otros están pensando. La pesadumbre del pensar, su tristeza y nostalgia no sólo residen en la incapacidad para escapar de uno mismo. Su necesaria auto referencia, su vínculo con un lenguaje limitado y limitante, su fundamento, su anarquía o carácter ilimitado, su tendencia al engaño, sino también en la imposibilidad de “comprender los pensamientos ajenos”.  Este pequeño libro es enorme. George Steiner es un genio, por fortuna vivo, al que accedí a través de estas páginas. Un libro fundamental. El segundo que empaco en cada mudanza y al que vuelvo constantemente.

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Este libro fue, en su momento, una revelación para mí y otra ruta para acceder a la mente. Todo sucede ahí. Hasta los casos más extraños. En estas páginas nos enfrentamos a las delirantes consecuencias que pueden tener algunas lesiones o alteraciones cerebrales.  ¿Un hombre que habla con objetos o muebles porque los confunde con personas? ¿Un marinero perdido en su época de juventud, que él percibe como el presente a pesar de que sucedió muchos años atrás? ¿Un paciente que asegura que su pierna no le pertenece? ¿Una mujer que solo puede comer la parte derecha de su plato? ¿Una anciana que escucha dentro de su cabeza las canciones de su infancia? ¿Un estudiante que durante unas cuantas semanas desarrolla, de forma inexplicable, su sentido del olfato al máximo? Parece que toda la literatura fantástica está ahí metida. Sin embargo, son veinticuatro casos reales de los cuales nos cuenta el genial neurólogo Oliver Sacks. Soy fan.

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Pensé en Cujo, pero luego concluí que de no ser por Carrie jamás me hubiera acercado a uno de mis autores favoritos. La leí hace algunos años en navidad, durante un viaje. Recuerdo ir en carretera, leyendo sin poder parar, mientras afuera, del otro lado, escuchaba las voces, la música, y por la ventana corría el paisaje. No recuerdo más. Yo estaba lejos, con Carrie White, y por primera vez en Maine. Desde entonces es una tradición. Cada fin de año vuelvo a este autor muchas veces repudiado por los intelectuales, por los académicos. Digan lo que quieran, pero Stephen King es el rey. Sin duda el más grande productor de pesadillas.

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Sin embargo, para Stephen King este autor es su maestro. En la introducción que hace Pesadilla a 20 000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos dice: “Cuando la gente habla de este género, supongo que mi nombre es el primero que menciona, pero sin Richard Matheson yo no estaría aquí”. Eso ya dice demasiado. Aunque yo no sabía eso, ni había leído a King cuando me topé con Matheson y con este libro de cuentos. Primero, sin saberlo de niño ya había estado cerca de su obra, a través de la serie La dimensión desconocida –donde adaptaron algunos cuentos suyos-, que devoré en todas sus etapas en mi gusto por lo extraño y por el terror. Segundo, este libro estuvo mucho tiempo en un mueble de la casa de mi infancia. Lo vi muchas veces pero su portada y su nombre no me atraían especialmente. Hasta que un día lo tomé, solo porque estaba aburrido y hubo una conexión inmediata. Era el mismo universo. Gracias, Matheson.

Jonathan Minila, el escritor que no tenía muchos libros cuando era niño. Foto: Especial

Jonathan Minila, el escritor que no tenía muchos libros cuando era niño. Foto: Especial

¿Quién es Jonathan Minila? Escritor y promotor cultural. Ha colaborado en revistas, periódicos y medios electrónicos. Es autor del libro de ensayos Ruido, del libro infantil El niño pájaro (Pearson, 2015) y de los libros de cuentos Imaginarios (De lo imposible ediciones, 2015) y Lo peor de la buena suerte (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Es Subdirector de Literatura y Autores de la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Ha sido colaborador en La Jornada Aguascalientes y editor web asociado de la revista Letras Libres. Es parte del Consejo Editorial de la revista Tierra Adentro.

 

 

 

 

 

SALA DE LECTURA | “El abuelo” y “La diferencia”, de Jonathan Minila

sábado, abril 16th, 2016
—Pero... es que... —replicó el nieto dubitativo—, no quiero llorar, no quiero que te mueras. Foto: Shutterstock

—Pero… es que… —replicó el nieto dubitativo—, no quiero llorar, no quiero que te mueras. Foto: Shutterstock

El joven escritor mexicano entrega dos breves y contundentes narraciones, muestra del estilo refinado que demostró, entre otros, en su libro reciente Lo peor de la buena suerte

El abuelo

—Pero si no estás muerto.

—Claro que lo estoy  —contestó el abuelo—. Tú nada más llora y ya; yo me quedo quieto, como debe ser.

—¿Y si me da risa?  —cuestionó el nieto.

—¿Risa? —se indignó el abuelo—. ¿Te da risa mi muerte?

—No, no es eso —atajó el nieto—. Es sólo que… no estás muerto.

—Si me sigues interrumpiendo —se enfadó el abuelo— jamás voy a estarlo como se debe. ¿No puedes tan sólo ponerte a llorar y ya?

—Pues si quieres —respondió el nieto—. Nada más te digo una cosa: los muertos no hablan.

—¿Ah, no? —Se irguió el abuelo—.  Entonces dime, a ver… ¿por qué estoy hablando?

—¿Será porque no estás muerto? —respondió el nieto burlonamente.

El abuelo miró el cuarto donde había pasado los últimos cuatro meses, escuchó atento que no viniera nadie y le dio una bofetada a su nieto.

—A mí no me faltes al respeto, cabrón —lo reprendió—. Si digo que estoy muerto, estoy muerto y ya.

El nieto se cubrió el rostro y no contestó. Al abuelo sintió de inmediato un terrible remordimiento. Jamás le había pegado, al menos en vida.

—Discúlpame —acarició la cabeza de su nieto—. Es que es la primera vez que muero. Estoy nervioso.

—Entiendo  —contestó el nieto, sólo por decir algo.

—¿Y bien? —retomó la conversación el abuelo después de un rato—. ¿Lo harás?

—¡Pero qué quieres que yo haga! —se desesperó el nieto, aún resentido por el golpe que le había dado.

El abuelo, cerró los ojos, se tranquilizó y contestó:

—Llorar; sólo llorar.

Silencio.

—Pero… es que…  —replicó el nieto dubitativo—, no quiero llorar, no quiero que te mueras.

—Ya estoy muerto.

—¡No es cierto! ¡No estás muerto! ¡No estás muerto!

El nieto cayó sobre el regazo de su abuelo y lo zarandeó. Ahogado en su propio llanto, que guardaba en la garganta, continuó gritando. Su madre lo escuchó,  corrió y abrió la puerta de la habitación: se abalanzó sobre su hijo. El corazón se le rompió al mirarlo llorar sobre el cuerpo inerte de su padre. Todo lo valiente que había querido ser hasta el momento se acabó. Fue débil. Abrazó a su hijo, y lo consoló.

—Ya, hijo, tranquilo; tu abuelo estará bien.

—¡No está muerto! ¡No está muerto! —insistió su hijo.

El abuelo abrió los ojos por un momento y los vio salir de la habitación. Después, sólo después, los cerró al fin, para siempre.

La diferencia

Todos abren los ojos al mismo tiempo. Despiertan acostados del mismo modo. Miran una ave idéntica detenerse en una ventana igual. Todos corren las cortinas rojas de la misma manera, arrastrando el mismo polvo. Se tocan el rostro con una mano que siente la misma nariz larga. Escuchan los mismos ruidos lejanos, sienten su cuerpo desde adentro, pesado, terrible. Andan igual, con esos pies llenos de agua, dejando el suelo hecho lodo. Todo se repite en ese instante insoportable. Cada latido, cada respiración. Un pensamiento surge entre cuatro paredes idénticas que se alejan para aplastarlo todo. Una luz mortecina que cuelga de sus párpados a medio cerrar. Unas manos quietas, firmes, al final de unos brazos lánguidos que podrían  ser de cualquier otro. Nada les pertenece. La línea del techo está en otro sitio, en muchos, y ahí. Se extienden en el mismo ángulo, se les siente correr por dentro, del mismo modo. Cada sombra es igual, cada objeto, cada lugar en el espacio. La misma hora, el mismo nombre, la misma mosca revoloteando alrededor. El pecho subiendo igual, en un respirar simultáneo que comprime el mundo. El cabello en idéntica posición. Las cobijas del mismo modo, desordenadas. Los mismos pliegues, los mismos olores agrios. Todas las puertas largas, monstruosas, horrendas extendiéndose ahí; oscurecidas, dejando todo lejos, a la misma distancia, de la misma manera.

Afuera también es así.

 Las mismas sombras de las aves que cruzan arriba, y que chillan en un eco sincronizado sobre la misma ráfaga de aire. Foto: Shutterstock

Las mismas sombras de las aves que cruzan arriba, y que chillan en un eco sincronizado sobre la misma ráfaga de aire. Foto: Shutterstock

Una escalera se extiende en espiral, culmina en una calle que está en todos lados; que se llena de las mismas cosas. Todas con un árbol al final y otro en medio. Con un perro solitario, idéntico, que caliente el suelo y da vueltas para acostarse. Eso también. Las mismas sombras de las aves que cruzan arriba y que chillan en un eco sincronizado sobre la misma ráfaga de aire. El sol en una posición idéntica y las estrellas sumergidas en un azul que lo cubre todo, que las traga igual. La oscuridad de allá repitiéndolo todo. Planeta tras planeta, movimiento tras movimiento. Cada hombre cargando con su espacio, con sus escaleras de espiral. Con alguien, quizá, que piensa todo esto y tal vez lo escribe; y con alguien que lo lee y lo hace existir, y lo hace repetirse. Extendiendo esa angustiante habitación, esa respiración entrecortada. Esa asfixiante oscuridad que los condena, que los reprime, que los tienta a abrir las puertas y correr. Sin importar, quizá, que muchas calles se encuentren de pronto invadidas por hombres idénticos —con la misma nariz larga, y los mismos ojos ausentes— que intentan huir de ellos, de su reflejo, aunque con cada movimiento se sumerjan más en sí mismos, en ese infierno que es saberse solo e interminable. No. Más valdría que cada uno se quedara ahí, quieto. Mordiendo sus uñas con la misma fuerza. Mirando la puerta larga y pensando igual. Figurándose quizá que del otro lado todo es diferente; que hay niños que juegan y mujeres que ríen y hombres con otros rostros. Sí, es mejor. Quedarse encerrado, suponer que existe la diferencia. Aunque todos, lamentablemente, piensan igual.

Jonathan Minila, autor del reciente Lo peor de la buena suerte. Foto: Especial

Jonathan Minila, autor del reciente Lo peor de la buena suerte. Foto: Especial

¿Quién es Jonathan Minila? Escritor y promotor cultural. Es autor del libro de ensayos Ruido, del libro infantil El niño pájaro (Pearson, 2015) y de los libros de cuentos Imaginarios (De lo imposible ediciones, 2015) y Lo peor de la buena suerte (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Es Subdirector de Literatura y Autores de la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Ha sido colaborador en La Jornada Aguascalientes y editor web asociado de la revista Letras Libres.

Te cuentan el cuento 10 escritores del género

sábado, marzo 26th, 2016
Historias de todo tipo en el género tradicional del cuento. Foto: meunierd / Shutterstock.com

Historias de todo tipo en el género tradicional del cuento. Foto: meunierd / Shutterstock.com

¿Quién dijo que ha pasado de moda? Al contrario, el cuento vive su mejor momento en la literatura y para muestra, estos libros imperdibles de autores en español

Ciudad de México, 26 de marzo (SinEmbargo).- Desde el siglo pasado por lo menos se dice que el auge del cuento es efímero, pero lo cierto es que el género que desde Jorge Luis Borges, pasando por Juan José Arreola, Juan Carlos Onetti, Horacio Quiroga, hasta Julio Cortázar y Roberto Bolaño, goza de una salud esplendorosa.

Escribir un cuento es cosa seria y no lo puede hacer cualquiera, así que además de los 10 libros que han llegado a nuestra mesa de trabajo, recomendamos estos 12 consejos de Roberto Bolaño (1953-2003), para que si lo intentas, no te quedes a medio camino.

numero_1Nunca escribas los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

numero_2Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

numero_3Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

numero_4Hay que leer a Horacio Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Jorge Luis Borges. Hay que leer a Juan Rulfo, a Augusto Monterroso, a Gabriel García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Camilo José Cela ni a Francisco Umbral. Sí que leerá a Julio Cortázar y a Adolfo Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

numero_5Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

numero_6Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

numero_7Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

numero_8Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.

numero_9La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

numero_10Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

numero_11Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.

numero_12Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

10 LIBROS DE CUENTOS QUE NOS GUSTARÍA QUE LEYERAS

1 Políticamente-incorrecto

En estos 15 textos, arduos y provocativos, el autor potosino ha usado la “forma literaria” como campo de batalla donde los signos de nuestra vida -nuestras búsquedas del amor, la verdad o la libertad- se enfrentan a la gramática del poder. Escritas con singular rigor desde su trinchera cotidiana, estas fábulas jamás desatienden la función más profunda de la literatura: la de narrar las experiencias esenciales de la calle o de la casa, del terruño o del exilio con la sabia precisión de un artista, capaz de revelar ante el lector algún secreto inexplorado de esa vida misma. Aunque aquello que el cuento revele -tras la máscara de lo real- sea trágica y políticamente incorrecto.

2 En-el-pabellón-de-las-dieciséis-cuerdas

Uno de los deportes que más atrae a los escritores es el boxeo; dada su precisión y determinación puede ser contemplado como si se tratara de una obra de arte.En este libro, el deporte de las orejas de coliflor encuentra múltiples referencias, desde el cine en películas como On the waterfront hasta peleadores emblemáticos como Jake LaMotta, entremezclados con personajes que hablan de una realidad atravesada por la violencia, principalmente en el estado de Veracruz. Los cuentos de este volumen trastocan las convenciones del género y hacen evidente el fino trabajo de un autor en ciernes.
3Lo-peor-de-la-buena-suerte

En estos cuentos la realidad y la ficción hacen un entrecruce de gramáticas que crean paradojas. El insomnio y la pesadilla, lo escrito y lo olvidado, son elementos que van atrapando a los personajes dentro de un circuito cerrado. En algunos casos, estos personajes tienen que desaparecer, aventarse por una ventana o simplemente solicitar al autor que les permita acceder a esa otra verdad: la realidad fuera del cuento.

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4 Los-atacantes

Las cámaras de seguridad nos han dado la tranquilidad de tener a alguien velando por nosotros. Pero también la incertidumbre de que siempre habrá algún otro vigilándonos. La ciencia ha erradicado enfermedades, pero también ha creado monstruos e infecciones impensables. El correo electrónico, las redes sociales, un teléfono en el bosillo: consuelos para la soledad, mejoras en la comunicación, pero también el principio del fin. Acosadores, stalkers, suplantadores. Atacantes de nuestro confort.

5 Contra-el-tiempo

“Detrás de la aparente cotidianidad de estos cuentos, de sus personajes familiares o absurdos, una fuerza extraña late oculta tras la trama y deja una vega sensación de fracaso. No es la muerte –presente en muchos de sus cuentos–, ni la pérdida, ni el dolor. Es una amenaza mucho más alarmante: la fuerza extraña late en los cuerpos”, del prólogo de Samanta Schweblin.

6 Cavernas

Estas Cavernas se conectan no por el hecho de compartir personajes o de suceder en la misma ciudad o en la misma época. Estos cuentos lo son cabalmente, sin excusa ni aspiración a la novela. Son cuentos, porque necesitan ser cuentos. Su ritmo, su precisión, su saber decir con urgencia exigen este género. Pero los une entre sí lo hondo de su oscuridad, que permite que se abra el pasaje al otro lado: aquí hay visiones inalcanzables para los no iniciados y, en sus simas, el tiempo vuelve con sus violencias cíclicas, trayendo también la belleza terrible que espera a los que se arriesgan.

7 Lo-que-dicen-cuando-callan

En el universo literario de Alejandra Laurencich, las mujeres son las protagonistas centrales y las emociones y sentimientos inconfesables disparados por vivencias cotidianas, lo que se elige narrar. Desaforados, entrañables, compulsivos, vulnerables, bien o malintencionados, sus personajes se miran a sí mismos y a su entorno desde una interioridad lacerada por el mundo en el que les tocó nacer y crecer.

8 La-casa-chica

Ocultas de la vida pública y, si acaso, ligeramente turbadas por los murmullos de los enterados, algunas de las pasiones amorosas más emblemáticas del agitado siglo XX en México vivieron alejadas de las mirads inquisitorias. Ocho ficciones posibles de personajes que tejieron el tapiz cultural, artístico y político de México.

9 El-androide-y-las-quimeras

Muñecas, androides, quimeras. Mujeres vistas y amadas por un hombre. Muñecas destruidas por hombres. Hombres que jugaron a ser mujeres y pagaron el precio. Mujeres divinas construidas por mentes monstruosas. Muñecas de carne y hueso que roen los mecanismos de la fatalidad. Quimeras que devoran por igual a hombres y mujeres. Desde la obsesión de Edison por crear una muñeca parlante hasta la inquietante afición de Carroll por fotografiar adolescentes, entre la niña enamorada del fósil de un pterodáctilo y la envenenadora que fundó un paraíso adamita en las Galápagos, El androide y las quimeras es el catálogo de una siniestra fábrica de prodigios.

10 Cuentos-populares-mexicanos

A partir de una minuciosa investigación etnográfica y lingüística de los relatos de tradición oral más representativos del país, Fabio Morábito reúne en esta antología 125 cuentos provenientes de regiones que van desde Sonora hasta Chiapas, desde los tarahumaras hasta los chontales y, más allá todavía, incursionar en California y Nuevo México, para reaparecer más adelante en Veracruz y Querétaro. Acompañados de ilustraciones elaboradas por ocho ilustradores mexicanos, los relatos seleccionados ofrecen una visión sobre los temas ancestrales que han perdurado en la tradición de los pueblos mexicanos: la creación del mundo, la aparición del Sol y de la Luna, la aparición del primer hombre, el surgimiento de las ciudades, así como historias donde el humor y la astucia son los temas centrales.