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Ante el tamaño de la tragedia, las familias son clave para localizar desaparecidos

jueves, marzo 3rd, 2022

Existe un protocolo oficial de búsqueda que las autoridades no aplican. Ninguna dependencia buscó a los jóvenes de forma inmediata tras su desaparición y a las familias ni siquiera les dan una copia de la denuncia.

Por María Verza

CIUDAD MANTE, México, 3 de marzo (AP).— Graciela Pérez se sienta con las nuevas familias de desaparecidos y la angustia se apodera de ella al escuchar sus historias todas diferentes, todas iguales a las de cientos, a la suya.

Los desaparecidos en México podrían sumar la población de una pequeña ciudad. Cuando llegaron los primeros datos oficiales, en 2013, las autoridades hablaban de 26 mil. Seis años después ya eran 40 mil y ahora la cifra del Gobierno se acerca vertiginosamente a los 100 mil.

Detrás de cada uno hay una familia que sufre y cada semana se suman nuevos nombres.

Graciela Pérez, fundadora de la Red Milynali, un colectivo de familias que asisten en la búsqueda de familiares desaparecidos. Foto: Marco Ugarte, AP.

La inacción de las autoridades hizo que los afectados se unieran para ayudarse mutuamente y así fueron surgiendo colectivos de búsqueda por todo el país.

En Ciudad Mante, en el fronterizo estado de Tamaulipas, Pérez fundó Milynali Red cuando en 2012 desapareció su hija Milynali al volver en automóvil desde Houston con cuatro familiares.

Desde entonces, su grupo tiene registrados 320 desaparecidos y ha logrado que se identifiquen los restos de 16 personas. Ninguno de los familiares de Pérez ha aparecido todavía, ni vivo, ni muerto.

Ninguna autoridad buscó a los jóvenes de forma inmediata tras su desaparición. Foto: Marco Ugarte, AP.

Elizabeth Meléndez reconoció que hasta que no desapareció en diciembre su hijo Javier Alexis, un profesor de 26 años, no se había dado cuenta de que “hay otro mundo que no quieres ver pero está ahí enfrente”. Individuos armados lo sacaron de su casa ante los ojos del abuelo inmovilizado con un arma en su cabeza.

La mujer logró comunicarse por teléfono con su hijo que le rogó que retirara la denuncia -que todavía no había interpuesto- y que así lo dejarían ir.

En un sofá contiguo de la sede de la organización, junto a un tendedero de retratos de desaparecidos, Salvador Indalecio Morales relató cómo su hijo Alan regresaba de cortar naranjas con su niño de siete años cuando desapareció con otras cuatro personas en octubre. En mitad de su discurso señaló una de las fotografías. “Yo conviví con él”, dijo sobre uno de los desaparecidos. En otra pancarta reconoció a un vecino.

A uno de los jóvenes que se llevaron con su hijo lo soltaron unos días después, pero Morales no ha podido cruzar una palabra con él, a pesar de que es su sobrino, porque le advirtieron que si lo hacía sufriría graves consecuencias En tierra de cárteles, no hacen falta más palabras.

Pese a que existe un protocolo oficial de búsqueda no se aplicó ni con Morales ni con Meléndez. Ninguna autoridad buscó a los jóvenes de forma inmediata tras su desaparición y a Morales ni siquiera quisieron darle una copia de la denuncia.

Prácticas como éstas no son extrañas aunque van contra la ley. A dos horas de Mante, en la capital de Tamaulipas, ocurrió algo parecido en enero cuando funcionarios le pidieron a una mujer volver cuando hubieran pasado 72 horas sin contacto con su familiar ya que estaban muy ocupados con otras tres desapariciones.

En Milynali Red también aparecen casos antiguos como el de María Rosario Nava, que lleva una década buscando un cadáver. Su hermana Norma Elizabeth desapareció cuando salió a comprar pañales. A los 15 días, las autoridades le mostraron las fotografías de un cuerpo con unos tatuajes inconfundibles: era ella. Sin embargo, no le entregaron el cadáver. El Ministerio Público (MP) le dijo que estaba incompleto y que tenía que hacer pruebas de ADN.

“Yo le dije [al oficial] ‘a mí póngame lo que usted tenga y yo se la armo'”, suplicó la mujer. Las pruebas genéticas nunca llegaron. El cuerpo tampoco.

Este mes se enteró de que Tamaulipas está tratando de “ordenar” las fosas comunes para trasladar los restos no identificados pero ya procesados a nuevos y modernos panteones donde podrán ser fácilmente ubicados si aparece un familiar y hay una coincidencia de ADN. Fue entonces cuando acudió al colectivo de Pérez a pedir consejo.

Las autoridades mexicanas finalmente han reconocido la magnitud del problema de los desaparecidos, pero persisten los vicios del pasado cuando llegan nuevos casos.

Graciela Perez, fundadora de la Red Milynali, examina la tierra de una fosa clandestina. Foto: Marco Ugarte, AP

Por eso, con paciencia abrumadora, las familias siguen saliendo a buscar, a sacar huesos de entre las piedras. Es una especie de terapia con la que sienten que están haciendo lo que deben aunque corran riesgo. En julio, dos buscadores fueron asesinados: una mujer en Sonora -en el norte- y un hombre en Zacatecas, en el centro del país.

Pérez aseguró que gracias al esfuerzo de las familias ha habido avances, pero el problema está lejos de resolverse.

“Sigue habiendo desapariciones lo que significa que la inseguridad y lo que yo llamo complicidad, omisión o colusión de los gobiernos con grupos delincuenciales no se acaba… lo cual me parece aterrador”, sostuvo.

Graciela, como miles en México, vive para buscar, para rescatar de la oscuridad a los muertos

lunes, diciembre 11th, 2017

Graciela Pérez Rodríguez se convirtió en activista luego de que, primero, su hija y, luego, sus tres sobrinos y su hermano desaparecieran en Tamaulipas. Junto a otras víctimas fundó la organización Ciencia Forense Ciudadana, que mantiene un registro nacional de personas desaparecidas y una base de datos con muestras de ADN de familiares de víctimas.

La madre activista fue galardonada este viernes con el Premio Tulipán a los derechos humanos que otorga cada año el Gobierno holandés. “Yo vivo bajo riesgo, tengo el temor de que los delincuentes [acusados por el caso de sus familiares] salgan o manden a alguien. Gracias a que siempre estoy en búsquedas, soy inconstante y solo mi familia sabe adónde voy. Miro hacia todos lados para estar segura de que no pasa nada, le hablo a mis vecinos por si han visto algo anormal”, explica en entrevista su día a día en la entidad gobernada por Francisco García Cabeza de Vaca.

Por Icíar Gutiérrez

Madrid, 11 de diciembre (Eldiario.es).- A pesar de que lleva cinco años sin verla, sin escuchar su voz y sin poder abrazarla, Graciela Pérez Rodríguez se refiere a su hija Milynali en presente. Lo hace intencionadamente: Milynali no está perdida, no se fue por sí sola, no está muerta. Milynali, insiste su madre, “no está, solo desapareció”.

El 14 de agosto de 2012, cuando solo tenía 13 años, se perdió su rastro. El suyo y el de otros cuatro familiares de Pérez, sus tres sobrinos y su hermano. Desaparecieron en algún lugar entre Tamaulipas, –al noreste de México–, y San Luis Potosí cuando regresaban de un viaje a Estados Unidos. Sospechan que fueron víctimas de miembros del cártel de Los Zetas.

Desde aquel día, la mujer no ha parado de buscarlos. A sus seres queridos y a los de cientos de familias a las que apoya su asociación, que lleva el nombre de su hija. Por esta labor, la defensora ha recibido este viernes el Premio Tulipán que entrega todos los años el Gobierno de Holanda a quienes promueven los derechos humanos con proyectos innovadores.

“Ganarlo fue muy doloroso, porque una no tendría que estar recibiendo estos premios si no ocurriera lo que ocurre aquí, en México”, explica Pérez en una conversación con eldiario.es. “Es muy triste, pero he podido digerirlo y me he dado cuenta del compromiso que esto significa, de las posibilidades de visibilizarnos que podemos tener las familias que estamos en esta lucha a raíz del dolor en un país devastado”, prosigue.

Según datos oficiales de la Secretaría de Gobernación, a finales de 2016 había 30 mil 499 personas desaparecidas o no localizadas en México. Graciela Pérez centra su búsqueda en el sur de Tamaulipas, una de las zonas más azotadas por la violencia del crimen organizado del país. Allí, las autoridades, comenta la activista, están sobrepasadas: hay 7 mil expedientes de personas desaparecidas y solo nueve agentes de la fiscalía.

Graciela junto a una compañera durante una búsqueda en el sur de Tamaulipas. Foto: Especial, vía Eldiario.es

EXPERTA EN BUSCAR RESTOS E IDENTIFICAR ADN

En agosto de 2012, después de que el teléfono dejara de sonar con las voces de sus seres queridos al otro lado, después de poner una denuncia sin apenas efecto y sufrir, incluso, un intento de extorsión, Pérez se lanzó a buscar de sus familiares. “Pasan las noches y te das cuenta de que no van a regresar y ahí es cuando nos leímos historias oscuras”, relata. “En Tamaulipas no hay periodismo real, nadie habla de estos horrores. Me encuentro con redes sociales anónimas que cuentan lo que está pasando. Cuando te enteras, te produce pánico”, sostiene.

En ese momento, dice, tuvieron que “empezar a entender”. Entender qué competencias tenía cada autoridad, cómo son los dispositivos de búsqueda y cómo diferenciar unos restos óseos de ramas y piedras. Aprender a tejer una “red de esperanza” que hoy componen 2 mil familias. “Jamás imaginamos lo que íbamos a encontrar. En septiembre de 2012 acudimos cuando nos llamaron por si eran mis familiares y encontramos unas fosas clandestinas con más de 12 cuerpos de jóvenes”.

Desde entonces, Pérez es una experta del expediente judicial de sus desaparecidos, ha hallado 48 lugares con fosas clandestinas en Tamaulipas y, desde 2015, participa en el proyecto Ciencia Forense Ciudadana, impulsado por dos investigadores mexicanos. Junto a familiares de otros estados, elabora un registro ciudadano de las víctimas y un banco con muestras biológicas de allegados para facilitar la identificación genética.

Pérez habla con la precisión de quien es conocedora de temas forenses, a los que se adentró, dice, por la fuerza. “Dejamos nuestra sangre en un hisopo. Si muero, mis sobrinos o cualquier persona puede seguir la búsqueda y quizás encontrarlos”, explica. También se formó en un laboratorio de Guatemala al que envían las muestras para que se las certifiquen. “Nos permitieron saber cómo se extrae el ADN, cómo se reduce a nada un resto óseo, cómo se hacen las sustancias químicas… Es bastante útil para para poder entender a las autoridades”, apunta.

Así, Pérez repite una y otra vez la importancia de las labores de búsqueda en el campo, a donde acude con sus compañeros. “Antes íbamos al sitio un día y tardábamos un año en volver porque no lo revisas al completo. Hay que ir muchas veces, porque son terrenos de 200 hectáreas que tienes que rastrear pasito a pasito para encontrar la coordenada exacta. Este es nuestro protocolo ciudadano que hemos logrado a base de suplicar y hacer entender”, comenta.

Una vez localizados, los peritos y antropólogos acuden y proceden al levantamiento de los restos para que sean usados como prueba en los juicios. “La coordinación que funciona bastante bien. Es una satisfacción lamentable: no es satisfactorio verlo, pero sí haberlo logrado”, esgrime. Sin embargo, dice, hay “mucho” por mejorar. “En un informe detecté que no había autopsia de los cuerpos, solo extrajeron el ADN. Se perdía si tenía un tatuaje, unas placas, una corona en los dientes que pueden dar a la familia una pista”, asegura.

“VIVO BAJO RIESGO POR MI LABOR”

En estos años, Pérez se ha convertido en blanco de amenazas por su labor. También las había recibido Miriam Rodríguez, que fue asesinada el pasado mayo frente a su casa en Tamaulipas después de años luchando por encontrar los restos de su hija desaparecida. “A raíz de lo de Miriam, que fue muy lamentable, nos quedó claro que no visibilizamos el riesgo en que estamos”.

En cuanto a las medidas de protección prometidas en ese momento, Pérez responde que solo le acompañan a las búsquedas y le han dado un número telefónico para que llame en caso de peligro. “Los héroes anónimos de las redes sociales han sido mi forma de protegerme para poder acceder a algún lugar”, apunta.

Pérez denuncia que ha sido víctima de vigilancia cibernética y que los datos de su domicilio han llegado a ser expuestos “por error”. Sabe que su vida puede correr peligro. “Fueron a tomar fotos a mi casa. Yo vivo bajo riesgo, tengo el temor de que los delincuentes [acusados por el caso de sus familiares] salgan o manden a alguien. Gracias a que siempre estoy en búsquedas, soy inconstante y solo mi familia sabe adónde voy. Miro hacia todos lados para estar segura de que no pasa nada, le hablo a mis vecinos por si han visto algo anormal”, ejemplifica.

Un grupo toma muestras de ADN ciudadano a una familia en Monterrey. Foto: Especial, vía Eldiario.es

Pesa el dolor y el miedo, pero la defensora, adelanta, no parará hasta dar con sus desaparecidos. Lo grita en cada marcha a la que acude y delante de cada micrófono, ahora que, gracias al premio, el mundo mira un poco más al México de los 43 los desaparecidos de Ayotzinapa. Pérez seguirá luchando, a pesar de la falta de recursos, contra la “indiferencia”. “Las familias están, existimos, y lo que hemos conseguido es con nuestro esfuerzo: todos endeudados, todos rotos, pero lo estamos haciendo”.

¿Qué sienten esas familias? Su voz se entrecorta. “Es una sensación de duelo suspendido porque no puedes llorar en un lugar, lloras en todos lados. No quieres imaginarte encontrarlos donde estás buscando restos”. ¿Y qué ocurre cuándo los encuentran? “Lo vivo por mis compañeras: teniendo la certeza de que de esa fosa va a salir su hijo, aún en ese momento, creen que está vivo. Es difícil de explicar. Los buscas vivos, todo el tiempo. Pero, siendo sincera, no desearía que mi hija estuviera viva después de ver tanto horror. Es duro decirlo. Te alegras de que alguien los encuentre por fin. Es una mezcla de sentimientos escalofriantes”, sentencia.

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Buscadora de fosas, premiada en Holanda: “La sangre recuerda la incapacidad del Estado mexicano”

viernes, diciembre 8th, 2017

“En cada fracaso, la sangre derramada que corre por las calles nos atormenta y nos recuerda la incapacidad del Estado”, dijo la mexicana Graciela Pérez quien recibió hoy el Tulipán por los Derechos Humanos, un premio anual otorgado por el Gobierno holandés.

Pérez fue reconocida por el Gobierno holandés por su labor en materia de derechos humanos. Hace cinco años perdió el rastro de su hija de 13 años y cuatro familiares más en Tamaulipas, una de las zonas más conflictivas de México. Fue entonces cuando la mujer dejó su trabajo como maestra y comenzó una búsqueda a tiempo completo y en su camino se encontró con decenas de obstáculos burocráticos.

Por David Morales Urbaneja

La Haya, 8 de diciembre (EFE).- La mexicana Graciela Pérez recibió hoy el Tulipán por los Derechos Humanos, un premio anual otorgado por el Gobierno holandés, en una ceremonia en la que denunció la “incapacidad del Estado” para resolver el problema de las desapariciones forzadas en su país.

“Acepto el premio no de forma personal, sino en nombre de los miles de familiares de desaparecidos”, dijo Pérez, que explicó al público que no busca “reconocimiento ni galardones”, sino a su hija adolescente, su hermano y sus tres sobrinos desde hace más de cinco años.

Sus parientes volvían por carretera de un viaje a Estados Unidos cuando, a menos de dos horas de que llegaran a casa, dejaron de enviar comunicaciones y desaparecieron sin dejar rastro.

Fue entonces cuando Pérez dejó su trabajo como maestra y comenzó una búsqueda a tiempo completo que se encontró con decenas de obstáculos burocráticos.

“Ir de una institución a otra me sirvió para darme cuenta de que no harían nada”, dijo la mexicana, lo que la llevó a fundar en 2014, junto a otras víctimas, el proyecto Ciencia Forense Ciudadana.

Las dos patas principales de esta organización son un registro nacional de personas desaparecidas y una base de datos con muestras de ADN de familiares de víctimas.

Esas pruebas facilitan la búsqueda de sus seres queridos y, en caso de poder recuperar los cuerpos, certifican que son realmente sus familiares.

“Buscar ha sido doloroso. Darme cuenta de que había hombres y mujeres que compartían el mismo dolor fue desesperanzador”, dijo Pérez entre lágrimas, al tiempo que denunció que las autoridades de su estado, Tamaulipas, le recomendaron que no investigara por su cuenta porque era “peligroso”.

En la entrega del premio, a la que asistió el embajador de México en Holanda, Edgar Elías, la defensora de derechos humanos denunció que las autoridades “han fracasado cada vez que han intentado retomar el control de Tamaulipas”, lugar donde desaparecieron sus familiares.

“En cada fracaso, la sangre derramada que corre por las calles nos atormenta y nos recuerda la incapacidad del Estado”, añadió Pérez, que compareció con un cartel en el que se podían ver las fotografías de sus cinco parientes desaparecidos.

Al acto, que se celebró en la galería de arte “Het Nutshuis”, en La Haya, asistió además el ministro de Asuntos Exteriores de Holanda, Halbe Zijlstra, que definió a Pérez no sólo como una “defensora de los derechos humanos”, sino como una “luchadora por los derechos humanos”.

La mexicana Graciela Pérez recibió hoy el Tulipán por los Derechos Humanos. Foto: Twiter @DutchMFA

Dijo que el trabajo de la mexicana es “una inspiración para mucha gente” y le deseó “fuerza y coraje para que pueda continuar con su importante trabajo”, dirigiéndole incluso unas palabras en español.

Pérez recibió una larga ovación del público cuando recibió el galardón de manos del ministro y el acto concluyó con el cántico “¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!” por parte de algunos mexicanos que estaban presentes.

El premio ha servido para arrojar luz sobre el problema de las desapariciones forzadas en México, que se acentuó a partir de 2006 cuando el expresidente Felipe Calderón declaró la “guerra contra el narcotráfico”.

El Gobierno mexicano actual aprobó en noviembre pasado una Ley General de Desaparición Forzada y Desaparición por Particulares que busca atajar el problema.

En declaraciones a Efe, Pérez explicó que la promulgación de esa ley fue debida a la presión de los familiares, y dijo que ellos no pueden bajar la guardia porque “con los cambios de administraciones cambian a las personas” y con ello “la voluntad y la actitud” para resolver el problema.

Sin embargo, “ahora las familias están más empoderadas y más especializadas”, por lo que ya no les “engañarán tan fácilmente” en caso de que la ley no sea efectiva, dijo.

El Tulipán por los Derechos Humanos está dotado con 100 mil  euros, dinero que Pérez dedicará a proyectos para buscar cuerpos enterrados en fosas clandestinas.

“Hay cientos de lugares en los que no se han buscado y sabemos que existen. Tengo una carpeta enorme de puntos de sitios, croquis y mapas hechos a mano por parte de gente que fue secuestrada y regresada, o detenidos que han aportado algo”, explicó.