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Los 16 libros favoritos del periodista Carlos Olivares Baró

sábado, diciembre 8th, 2018

El periodista Carlos Olivares Baró pertenece al periódico La Razón y desde allí hace unas críticas y unas entrevistas apasionadas por lo que más la gusta en la vida: la literatura, los libros. Pedirle a él que hiciera una lista de 10 fue un tanto infructuosa. Puso más y se quedó con ganas. Aquí van sus favoritos.

Ciudad de México, 8 de diciembre (SinEmbargo).- No tengo libros preferidos: tengo libros a los cuales acudo con frecuencia, que releo cada cierto tiempo y vuelvo a las rutas del placer de la primera vez que los descubrí. Hago esta lista de 10 libros (y otros más) que amo. Podrían ser  más: son más; pero, me dicen que solamente una decena. Aquí van sin orden de predilección: la memoria me guía.  El retumbo de las emociones me dicta este catálogo incompleto.

LA BIBLIA

(Versión de Casiodoro de Reina, Revisión de 1960). De niño la leía con mi abuelo materno. Descubrí a los 12 años uno de los poemas que me han marcado para toda la vida: El cantar de los cantares, de Salomón. El libro de los libros. Disfruto los libros de Samuel, de los Reyes, de Crónicas, Lamentaciones,   Eclesiastés, Josué,  Evangelios,  Job y Apocalipsis. 

POESÍA DEL SIGLO DE ORO

Edición que tengo en mi cabecera no me canso de repasar a Garcilaso, Boscán, San Juan de la Cruz, Gutiérrez de Cetina, Góngora, Quevedo, Lope de Vega…

EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA, DE MIGUEL DE CERVANTES

Releo la segunda parte, creo que es mejor que la primera. Mi abuelo me leía los capítulos del Caballero de los Espejos, Caballero del Bosque y Caballero del Verde Gabán y estimularon mi imaginación para siempre.

POESÍA COMPLETA, DE OCTAVIO PAZ

Poeta en todos los sentidos. Aprendí a cantar desde su palabra. Piedra de Sol es un texto capital.

ANTOLOGÍA DEL GRUPO CONTEMPORÁNEOS

Gorostiza me enseñó a pensar desde la imagen. Villaurrutia me señaló la elegancia de la nostalgia. Owen, Novo, Cuesta, me procuraron pautas imborrables.

ANTOLOGÍA DEL GRUPO ORÍGENES

Sigo pasmado ante el desborde verbal de Lezama Lima. Eliseo Diego, Gastón Baquero, Fina García Marruz, Cintio Vitier y Virgilio Piñera  me tatuaron el espíritu de la cubanía.

CELESTINO ANTES DEL ALBA, DE REINALDO ARENAS

Reinaldo Arenas. Una novela que me encandiló desde el primer capítulo. Yo soy ese niño perseguido por el abuelo porque escribía versos en los troncos de los árboles.

PEDRO PÁRAMO, DE JUAN RULFO

Juan Rulfo. La sigo leyendo. La seguiré leyendo. No me canso. Cada vez más se engrandece la prosa de Rulfo. Pedro Páramo sigue siendo “un rencor vivo”.

CUATRO CUARTETOS, DE T.S.ELIOT

T.S. Eliot. (Versión de José Emilio Pacheco). Una lección de metafísica que me retumba. Quiero este epitafio: “Ser consciente significa no estar en el tiempo”.

RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE, DE JAMES JOYCE

James Joyce. Cuando lo leí a los 15 años se me clavó en los ojos el asombro. Es lo mejor de Joyce.

LA INVENCIÓN DE LA SOLEDAD, DE PAUL AUSTER

La memoria y sus sinuosidades. Revisión de la vida de un padre. Me sigue conmoviendo su lectura.

TRES TRISTES TIGRES, DE GUILLERMO CABRERA INFANTE

Festín lingüístico asombroso.

EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE, DE JOSÉ DONOSO

La verdadera novela del Boom. Todo lo demás es mercadotecnia.

LAS CEREMONIAS DEL VERANO, DE MARTA TRABA

Prosa de lluviosa transparencia. Deslumbrante. Seductora historia.

EL GRAN MEAULNES, DE ALAIN FOURNIER

(Traducción de Eliseo Diego). El misterio como protagonista de una novela-poema perturbadora.

AMOR ARMADO, DE JENNIFER CLEMENT

Un libro hermoso y terrible. La soledad y el desamparo. Una niña inolvidable que crece ante los ojos del lector  escoltados por la extrañeza.

Carlos Olivares Baró. Foto: Facebook

Carlos Olivares Baró es columnista fundador de La Razón. Ha publicado la novela La orfandad del esplendor y el libro de textos periodísticos Un sintagma por aquí, un estribillo por allá. Profesor universitario y conferencista de música y literatura en varias instituciones culturales de México. Sus textos han aparecido en publicaciones de España, Cuba, Puerto Rico y México. Publica en este diario semanalmente las columnas de reseñas y comentarios de discos y libros, El Convite y Las Claves.

María José de Diego presenta novela póstuma de Eliseo Alberto: “La novela de mi padre”

sábado, abril 15th, 2017

La hija del escritor fallecido el 31 de julio de 2011, presenta La novela de mi padre, un trabajo donde sigue una especie de narrativa que había hecho Eliseo Diego, el gran poeta cubano y que Alberto siguió hasta el final donde dice, entre otras cosas, “Entonces papá tendrá pruebas de cuánto se le extraña aún en aquella casona de Arroyo Naranjo”.

Ciudad de México, 15 de abril (SinEmbargo).- Es increíble cómo se parece María José de Diego a su padre, Eliseo Alberto, con el que supo mantener una relación muy cercana. Después de cinco años ella está lista para vérselas con los papeles de aquel cubano que se fuera demasiado pronto, a los 60 años, cuando no pudo sobrevivir al trasplante de riñón.

Ahora, María José presenta una novela póstuma: La novela de mi padre, algo que como bien ha dicho la editorial es una obra “doblemente póstuma”, pues es la continuación de una narrativa empezada hace muchos años por Eliseo Diego y seguida a poco tiempo antes de morir por su hijo Eliseo Alberto.

“La novela de Eliseo Diego, apenas un inicio, es la obra de un poeta: las palabras pesan más que los acontecimientos. Eliseo Alberto supo llevar su prosa al lugar justo donde el dolor por la muerte de su padre más lo necesitaba. La crónica tiene la belleza de la fatalidad. El resto, las viñetas de La Habana y la poesía, llevan al lector a vericuetos del alma donde es imposible no sonreír”, dice Alfaguara.

En el medio, las cartas de Bella, la madre de Eliseo Alberto, entregan una ingenuidad y un amor puro con los que el escritor salda las cuentas pendientes con su progenitora. Una novela que trae a Arroyo Naranjo, a muchas personas que ya no están, a un olor y sabor de Cuba, cuando la felicidad estaba a la vuelta de la esquina.

Eliseo Diego y Eliseo Alberto, padre e hijo reunidos. Foto: Especial

–La verdad es tremendo ver cómo te pareces a tu papá

–Eso me dicen mucho. A veces veo la reacción de la gente y a sus amigos muy cercanos le causa emoción de la buena y también un poco de tristeza…

–¿Cómo era tu papá?

–Era muy amiguero, muy alegre, con su musa que era la nostalgia, la melancolía. Era alguien a quien le gustaba compartir, sentarse en una mesa, cocinarle a sus amigos, leerles, platicar de lo último que estaba escribiendo. Era una persona que amaba a su familia, que amaba a Cuba.

–¿Amaba a Cuba realmente?

–A mí papá nunca se le salió Cuba del alma, del cuerpo. Uno lo puede ver reflejado en su literatura, siempre hay un guiño, sucede en La Habana. Claro, él se vio obligado a salir, a exiliarse en México, pero no lo hizo ciento por ciento seguro de ello. Si por él fuera, hubiera vivido en Cuba el resto de sus días. Eso no quita que él haya amado a México en forma total, amaba tanto a este país como a Cuba. Estaba muy orgulloso de haber hecho su carrera aquí, como periodista, como escritor y eso para él era importante. Que sus lectores sean mexicanos. Pasa que cuando tú eres un exiliado, tus lectores son de tu país, la gente que te entiende, la gente de Arroyo Naranjo, uno se ve reflejado, un mexicano que lee las cosas de Eliseo Alberto tal vez no se sienta tan reflejado, pero finalmente lo hicieron suyo y lo querían mucho, no lo olvidan.

–Tú eres hija de Eliseo Alberto y nieta de Eliseo Diego, ¿cómo llevas ese peso de dos personalidades tan fuertes?

–Es un peso en el buen sentido de la palabra. Uno se vuelve embajadora, su voz y es un honor ser su nieta y ser su hija. A mí me ha traído cosas maravillosas, que no me esperaba en esta vida. La pregunta siempre es: ¿Tú escribes?, la verdad es que no, un poco por eso, es muy difícil tener esa lupa encima de uno. Los he ido descubriendo conforme voy creciendo. Era mi papá, era mi abuelo, no los veía cuando chica como escritores. Cuando crezco me doy cuenta de lo importante que eran para mucha gente, lo importante que es Eliseo Diego para la cultura cubana, todo el grupo Origen, ir descubriendo eso, año tras año, es maravilloso.

Una novela del padre que siguió el hijo. La obra póstuma de Eliseo Alberto. Foto: Especial

–En la novela de tu padre está tu abuelo, tu abuela, está tu papá, toda esa vida cubana…

–Esta novela la empezó mi abuelo. Era como un ejercicio, que mi abuelo intentó probar con otro género y no le resultó, así como mi padre nunca pudo ser poeta. Mi tía Fefé la encontró cuando murió Eliseo y se la dio a mi papá, que comenzó a seguirla cuando le dieron el diagnóstico de la enfermedad. Siento que era una deuda pendiente, que él tenía y ahora heredada por mí. Mi padre siempre me decía: tú vas a terminar esa novela y te soy sincera, la verdad es que no, descubrí el punto final y la publiqué. Era una deuda heredada, sintió Eliseo una nostalgia distinta, se ve Cuba reflejada desde la memoria, desde el corazón, no vemos esta amargura, no me gusta usar la palabra rencor porque es muy fuerte. Rendirle homenaje a su padre, a su madre, a sus hermanas, a Cintio, a Fina, para sentirse bien y reconciliarse tal vez con ese Eliseo Alberto niño y se lo debía a él. Este es el resultado y en la novela está muy bien plasmado.

–Que lo guarde Eliseo, decía Diego. ¿Cómo viste la novela?

–Yo me encuentro con su novela a la muerte de mi padre, a ver qué se podía hacer, cómo seguíamos con su obra. Él fue muy celoso con La novela de mi padre desde el principio. Publicó un capítulo, le daba algunos textos a amigos, pero la verdad es que fue muy celoso, fue muy cerrado. No estaba yo segura de que la novela estaba terminada, en ese momento todo era muy complicado para mí, yo estaba muy vulnerable, hasta que finalmente decidí leerla y reencontrarme con ella fue muy difícil. Hace poco la volví a leer, con una María José ya diferente, la compartí con otros amigos, con mi editor Ramón Córdoba, yo sentía que estaba terminada, pero quería saber la opinión de los otros. No podía ser objetiva. Ellos me dijeron: estaba terminada. Y me di cuenta de que era el momento para editar la novela póstuma. Tiene mucho nervio para mí, porque es una novela que él no vio publicada, tenía siempre el tesoro de lo que él había dicho sobre sus obras, pero en este caso no. Es una novela muy íntima, toca fibras de mi familia que yo ni siquiera recuerdo. La visión que yo tenía de Eliseo Diego era otra, era la de mi abuelo que me tiraba al piso para jugar, con su única nieta. Enfrentarme con esta realidad, no sabía cómo lo iba a manejar, pero bueno, es una novela que mi padre quería publicar.

Hay una novela, un guión y muchos artículos póstumos. Eliseo Alberto para rato. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

–Es una novela que podría seguir infinitamente, recordando cosas de Cuba, pero que también está terminada…

–Por eso te digo, está cerrada. Como cuerpo está y muy bien lograda. Tenemos a un Eliseo Alberto que no vemos en ninguna otra obra, más reconciliado consigo mismo, con Cuba, rindiéndole honor a mi abuela Bella. Las cartas de ella son de una ternura y de una belleza que a uno lo derrite.

–¿Hay otras cosas póstumas?

­–Sí, un proyecto de guión, con el que iba haciendo una novela. Entre los dos vamos a ver qué sacamos. Hay otros artículos, hay algunas cosas. Él murió muy joven, pero dejó varias cosas para publicar. Poco a poco.

Eliseo Alberto, el gigante que amaba el ajedrez y cocinaba los mejores chícharos del mundo

sábado, julio 30th, 2016
Eliseo Alberto, cinco años sin su voz de trueno y su corazón amigo. Foto: efe

Eliseo Alberto, cinco años sin su voz de trueno y su corazón amigo. Foto: efe

Mañana, domingo 31 de julio, se cumplen cinco años de la muerte temprana del escritor cubano, tan amigo de sus amigos, “el gran padre” de María José de Diego, quien lo evoca en esta nota destinada a honrar la memoria del autor de libros fundamentales como Caracol Beach -Premio Alfaguara 1998- y el tremendo El informe contra mí mismo.

Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).- Eliseo Alberto de Diego nació el 10 de septiembre de 1951 en Arroyo Naranja, una localidad ubicada en los suburbios de la capital cubana, donde entre otras atracciones se erigen el Jardín Botánico y la famosa Expocuba.

“Soy el que más amé a Cuba”, dijo una vez con ese tono ronco y atronador, propio de un gigante con pecho enhiesto, tan frágil por dentro como todo buen poeta.

Aunque buen poeta en toda la regla fue su padre, el inmenso Eliseo Diego (1920-1994), cuya sombra morigeró cambiándose el apellido literario, aunque asegura la única hija del autor de Caracol Beach, María José de Diego, que padre e hijo se adoraban y que no dejaron ningún pendiente en su relación filial.

“Yo adoro a mi papá, a veces hasta me tienen que dar un golpe para que deje de hablar de él, ahora estoy escribiendo todo un libro sobre su persona. Papá fue un hombre muy sencillo, humilde, era maestro de escuela, venía de una familia muy aristocrática, pero él era extraordinariamente modesto, un católico de verdad. No me pesaba, aunque tomé medidas precautorias”, declaró en 2006 al periódico El Universal.

A Eliseo Alberto, que vivió durante dos décadas exiliado en México, le decían “Lichi” y uno sus libros más resonados fue Informe contra mí mismo, de 1978, donde narra cómo la seguridad del Estado cubano le pidió que hiciera un informe contra su propia familia.

“Escribir Informe contra mí mismo fue una liberación. Me vacié allí por completo, saqué fuera todo lo que tenía que decir sobre Cuba, la política, la Revolución. Así que pude empezar con otras cosas y no me quedé enredado con las cuestiones políticas que tanto daño terminan por hacer a otros escritores”, dijo en una entrevista que le hiciéramos hace unos años.

Lo fuimos a ver a su amplio departamento de la calle Homero, en Polanco y él fumaba y fumaba y hablaba y hablaba, para explicar por qué, si bien amaba a su país de residencia, tenía al mismo tiempo la percepción de que nunca sería reconocido en lo que todavía a principios del siglo XXI se llamaba La República Mexicana de las Letras.

Con Caracol Beach obtuvo el premio Alfaguara en 1998 y ya de antes consideraba a dicha editorial como “mi casa” y en virtud de ello es que María José, la niña de sus ojos, estuvo a cargo de la reedición de Esther en alguna parte, la joya que le faltaba a Alfaguara para contar con el tesoro completo de aquel a quien uno de sus mejores amigos y colegas, Manuel Pereira, llamó “orfebre de la prosa” en español.

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Todo lo que hacía Eliseo Alberto parecía hacerlo en forma exagerada. Jugar al ajedrez, amar a mujeres imposibles, escribir con rigor preciosista, cocinar los que Pereira llama “los mejores chícharos del mundo y miré que yo recorrí el mundo”, comer, fumar, comer.

Al fin y al cabo, para el autor cubano, cubanísimo, de La eternidad por fin comienza un lunes, la patria era “un plato de comida” y por eso le gustaba organizar grandes comilonas en su casa para homenajear a sus amigos.

“Yo me como mi país todos los días. Sus frijolitos negros, su yuca con mojo y una cosa que come San Pedro en el cielo todos los domingos. Está comprobado: tamal en cazuela”, contó en 2008 en una entrevista al diario El País.

De todas las cosas que extraña de su padre María José de Diego está su cocina. Ya pasaron cinco años de que murió, joven, a los 59 años, sin poder hacer frente a un trasplante de riñón que le permitiría seguir escribiendo y amando y su única hija añora los platos que le preparaba ese hombre que le puso el nombre para homenajear a una de sus grandes amigas.

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“Era muy unida a mi padre, viví casi siempre con él. Era un gran padre, sobre todo un gran amigo. Una bendición”, dice María José.

“Estos días son difíciles. Uno nunca se acostumbra a su muerte. El tiempo no cura, pero te enseña a vivir con el recuerdo y eso es lo que he venido haciendo, acompañada por la gente que todavía lo lee y lo busca. Eso es algo muy reconfortante”, afirma la hija de Lichi en entrevista con SinEmbargo.

“Me gusta la cocina, he aprendido que soy un cocinero extraordinario. Eso lo aprendí cuando me quedé solo con mi hija que era muy pequeñita. A mí la cocina me entretiene muchísimo. Cocino mucho, en mi casa todos los días van a comer diez o doce amigos, casi todos cubanos errantes también, exiliados. Muertos de hambre que van a la casa a buscar su olla popular, digamos. La cocina me entretiene mucho, me encanta cocinar, me gustaría escribir un libro de cocina”, dijo una vez el hombre que estaba convencido de que Dios había hecho el mundo para escuchar el Concierto número 40 de Mozart.

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Era un conversador entusiasta y amaba el ajedrez. “Siempre ganaba él, era también un hombre muy competitivo”, recuerda Manuel Pereira.

“México es un país magnánimo, no solamente un territorio acosado por la violencia y el crimen”, escribió en su columna del diario Milenio antes de la operación de riñón que le fuera realizado en el Hospital General y a la que no sobrevivió.

“No sé si fue antes de tiempo. Creo que los tiempos son por algo, claro que me hubiera gustado tenerlo conmigo muchos años más, además como escritor tenía todavía grandes cosas para dar”, afirma María José, una hija que a pesar de la fama de guapo y galán que tenía su padre, no fue nada celosa, según asegura.

“Me daba mucho gusto que fuera tan coqueto y tan gustado. No fui una hija para nada celosa, al contrario, me daba mucho orgullo su galanura. Tenía un carácter fuerte y cocinaba muy bien. Debo decir que él sí era un papá celoso, pero al mismo tiempo muy respetuoso. A veces yo llegaba a mi casa y me ponía feliz encontrar a mis amigos en ella, pero no venían a verme, sino a verlo a él. Era muy divertido”, cuenta.

“Me gustaba verlo escribir, cómo cuidaba y procuraba a sus amigos. Me enseñó que la amistad es un romance y por eso era tan querido. Era un escritor exigente consigo mismo, sus novelas tomaban un largo proceso y le exigía mucho a los personajes, de los que siempre se enamoraba”, dice la muchacha, residente en México.

Cuando Eliseo Alberto murió en el 2011, todo el ambiente cultural mexicano se llenó de ecos que pronunciaban una y otra vez la palabra “Lichi”. “Efectivamente, tenía muchos amigos y todos para él eran importantes. Si me pides una lista de los más cercanos, podríamos estar hablando toda la tarde, tenía muchos cercanos”, dice la hija del escritor.

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Uno de esos cercanos es el citado autor Manuel Pereira, quien recuerda que “nunca comí chícharos tan ricos como los que hacía “Lichi”, que por otra parte siempre me ganaba en el ajedrez. Nunca le pude ganar. Qué cosa. ¿Por qué se murió tan joven?”, se lamenta.

“Él sabía que era un buen escritor y aunque siempre me repita, digo que era un orfebre de la palabra. En ese sentido, era el heredero de Gabriel García Márquez, de quien fue muy amigo, aunque la amistad pasó por un enfriamiento a causa de las cuestiones políticas que ya conocemos”, cuenta Pereira.

“El Gabo estaba enamorado de la figura magnética de Fidel Castro y eso lo convirtió ciego ante los errores de su política”, agrega.

De todos los libros escritos por Eliseo Alberto, Manuel Pereira elige El informe contra mí mismo, “un libro que me mató y me hizo llorar. Allí está su retrato íntimo, expresión de una literatura auténtica que cuenta una historia que es también la mía”, expresa.

Eliseo Diego y Eliseo Alberto, en una foto colgada en el muro de Facebook de "Lichi". Foto: Facebook

Eliseo Diego y Eliseo Alberto, en una foto colgada en el muro de Facebook de “Lichi”. Foto: Facebook

¿QUIÉN ERA ELISEO ALBERTO?

Licenciado en periodismo en la Universidad de La Habana, fue jefe de redacción de la gaceta literaria El Caimán Barbudo y subdirector de la revista Cine Cubano. Dio clases y talleres de cine en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba, en el Centro de Capacitación Cinematográfica de México y el Sundance Institute de Estados Unidos.

Entre sus obras figuran La fogata roja, La fábula de José y El retablo del conde Eros, además de escribir guiones de cine y televisión, entre ellos el de la película Guantanamera, con Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) y Juan Carlos Tabío.

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“Un guión de cine, te voy a decir, no sirve para nada, salvo para hacer una película. Eso es muy triste, y se debe a que el cine, siendo tan poderoso, tiene una debilidad. El cine necesita que otro arte se sacrifique por él y ese arte es la escritura. Entre el cine y la escritura existe la misma relación que existe entre el gusano y la mariposa. El gusano tiene que desaparecer para que en su lugar surja otro animal, que muchos creerán que es más bonito, la mariposa”, le dijo al periodista Gabriel Contreras.

Esther en alguna parte, reeditada por Alfaguara en estos días, transcurre en La Habana de 1978, adonde en medio del lamento de Lino Catalá por la muerte de Maruja, su esposa, llega Larry Po, un viejo estrafalario y actor de segunda, a confesarle la doble vida de su mujer: de día era ama de casa, de noche, una imponente cantante de boleros.

En La eternidad por fin comienza un lunes, de 1992, Eliseo Alberto hablaba de un circo pobre que recorre Latinoamérica llevando el arte del mago Asdrúbal, de la trapecista Anabelle, del malogrado león Metro Goldwyn Mayer.

En Crónicas Mexicanas, de 2009, Lichi dio su particular visión de un país al que llegó a amar no tanto como su Cuba natal, pero casi. Contó, entre muchas otras, la historia de los nueve náufragos que sobrevivieron nueve meses a la deriva y, como Monsiváis, habló de Juan Gabriel y de la Virgen de Guadalupe.

La fogata roja fue su primera novela. Se publicó en 1985 y cuenta la historia de un niño que ingresa al ejército de Sandino en Nicaragua. De Nicaragua viene también el escritor Sergio Ramírez, a quien Eliseo Alberto quería mucho. “Una vez le mostré una foto de mi familia. Y él me dijo: debe de ser una de las pocas imágenes que guardas donde están todos juntos. ¿Cómo te diste cuenta?, le pregunté. Es lo que pasa con las revoluciones: siempre falta alguien en la foto, me contestó Sergio”.

Informe contra mí mismo fue su diáspora y su catarsis. Lo escribió en 1978 y lo publicó fuera de Cuba. “Por ese libro me recordarán”, solía decir. “Es un libro a favor de lo que amo, mi familia, los amigos, la isla entera”, comienza el prólogo de un documento desgarrador en donde cuenta cómo las autoridades cubanas le habían pedido, cuando él era soldado, que redactara informes en contra de su familia y amigos: “Lo que realmente importaba era contar con un archivo comprometedor, no una reseña sobre el posible acusado, sino un arma contra el seguro confidente. Un texto donde cada uno de nosotros firmaba, a veces sin darnos cuenta del peligro, el compromiso de nuestro propio silencio, pues tarde o temprano esa página escondida en los naufragios de la historia podría salir a flote con su carga de mierda arriba”.

Caracol Beach fue su consagración internacional. Con esa novela ganó el premio Alfaguara en 1998 y allí la crítica comenzó a destacarlo como un heredero natural y vocacional del realismo mágico, sobre todo de su admirado Gabriel García Márquez.

Escribió también tres libros de poemas, todos hasta 1979. Luego del divorcio de su primera mujer, la bailarina cubana Rosario Suárez, Lichi dejó la poesía.

Una obra preciosa y vigente. Foto: Especial

Una obra preciosa y vigente. Foto: Especial

Su última novela fue El retablo del conde Eros, de 2008. Hizo varios libros de crónicas y publicó también cuentos para niños.

En 2006 reunió los ensayos sobre el ajedrez de Luis Ignacio Helguera (1962-2003) y publicó un libro del que también hizo el prólogo: Peón aislado. Ensayos sobre el ajedrez. Fue en ese mismo año cuando retó al campeón mundial ruso Veselin Topalov en la Casa del Lago Juan José Arreola. Junto al también escritor Daniel Sada, Eliseo le aguantó al ruso una partida de más de cinco horas.

“Hacer una novela es jugar una partida de ajedrez, porque tienes que mover esta pieza sabiendo que después vas a mover esta otra y que diez jugadas más adelante vas a atacar tal punto en el frente del contrario”, decía.

Su hija guarda el profuso material inédito que es su gran legado literario y del que pueden esperarse buenas y futuras sorpresas.